| Texto: Bernardo Rodríguez Caparrini
“Y ahora, ahora que es casi el sacrificio de su vida lo que se le ha pedido, lo ha aceptado, tras ruda defensa, es verdad, pero lo ha aceptado para corresponder con una largueza y un desinterés inmensos, a la fe y a la esperanza que en él puso el Puerto entero”. Estas palabras fueron pronunciadas el 7 de mayo de 1924 por el escritor Antonio Peñasco Bueno (comandante de Infantería de Marina retirado) durante el almuerzo celebrado en el patio del Casino Portuense en homenaje a Pedro Albadalejo Alarcón (coronel del Tercer Regimiento de Artillería Pesada y comandante militar de la plaza, que cambiaba de destino), Sebastián Péndola Soto (alcalde saliente) y Alfonso Sancho Mateos (flamante alcalde). Se refería Antonio Peñasco a la aceptación por Alfonso Sancho de la alcaldía de El Puerto de Santa María, cargo al que había accedido —sin solicitud por su parte— solo nueve días antes, el 29 de abril de 1924, hace ahora un siglo.
Luis Pérez Gutiérrez, director de la Revista Portuense, definió en junio de 1923 a Alfonso Sancho Mateos (Jerez de la Frontera, 1858-El Puerto de Santa María, 1952) como “el hombre del negocio de vinos más capacitado en toda esta región, y sobre todo en las labores y el tratamiento de la viña, habiendo hecho de ella un estudio concienzudo y acabadísimo”.
Tras estudiar con los jesuitas en El Puerto (1867-1868) y en Inglaterra (1871-1874), Alfonso Sancho pasó directamente a Hamburgo y de allí a París (1877), en cuya Escuela de Comercio se diplomó con premio extraordinario en 1879.
Durante un año y medio (1880-1881) representó en Inglaterra a Sancho Hermanos, la firma exportadora de vino de Jerez de la que era socio su padre, el abogado portuense Antonio Sancho Díez de Alda-Sopranis. Casado en 1884 con la gaditana Mercedes Peñasco García (1861-1929), Sancho vivió en París —trabajando también para la casa Sancho Hermanos— entre 1888 y 1891 con su mujer y el primogénito del matrimonio, Félix (1885-1958). Después nacieron dos hijos más: Alfonso (1896-1971) y Mercedes (1899-1994), mi abuela paterna.
Puesto al frente del negocio vinatero familiar, Alfonso Sancho Mateos acometió a partir de 1897 la reposición del viñedo perdido por la filoxera, siendo El Caribe la primera viña de Jerez (pago de Añina) en la que se ensayaron injertos de vides americanas traídas de Francia. En la primera década del siglo XX realizó cuatro viajes comerciales a Estados Unidos. Además de vicecónsul de Chile y de Argentina en El Puerto de Santa María, fue el primer presidente (1900-1901) de la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia, concediéndosele en 1903 el título de socio de honor por su apoyo a la institución.
En 1905, propietario ya de la viña El Caribe, estableció en El Puerto dos empresas: Alfonso & Hipólito Sancho (calle Aurora) —disuelta en 1913—, con su primo hermano Hipólito Sancho García, y A. & A. Sancho (calle Valdés), con su hermano Antonio, ésta con escritorio asimismo en su domicilio de la calle Doctor Palou, 13 y agencias en París, Burdeos, Londres y Nueva York. Fue además vocal electo de la Junta Local de Instrucción Pública y presidente de la Junta Municipal del Censo Electoral cuando se implantó en 1907 la Ley Maura.
Asociación Gremial Portuense de Cosecheros, Almacenistas, Criadores y Exportadores de Vinos de la Región Jerezana
Más tarde organizó la denominada Asociación Gremial Portuense de Cosecheros, Almacenistas, Criadores y Exportadores de Vinos de la Región Jerezana, de la cual era su presidente cuando fue elegido alcalde. Desde esta presidencia realizó a partir de noviembre de 1923 una enérgica campaña de oposición a la pretensión del Ayuntamiento de Jerez de la Frontera de que se concediera el uso de la marca “Jerez” como denominación de vinos exclusivamente a los cosecheros, industriales y comerciantes establecidos en dicho municipio. Insistió en la necesidad de delimitar legalmente la zona de producción y crianza del vino de Jerez, defendiendo la integración de El Puerto de Santa María y de otros municipios de la provincia en la demarcación vitivinícola. Fue, por tanto, promotor de la Denominación de Origen "Jerez".
En su libro Dictadura y “Dictablanda” en El Puerto de Santa María, 1923-1931 (Biblioteca de Temas Portuenses, 2004), Daniel Gatica Cote señaló que Alfonso Sancho Mateos fue elegido alcalde de El Puerto de Santa María, en la sesión plenaria del Ayuntamiento del martes 29 de abril de 1924, “con 15 de los 21 votos emitidos, frente a los cinco de Sebastián Péndola y al único voto de José Jiménez González”.
Estatuto Municipal de marzo de 1924
Alfonso Sancho no pertenecía a la Corporación Municipal, por lo que su designación para la alcaldía (“vieja cuestión batallona”, en frase de Calvo Sotelo) fue posible en aplicación del artículo 94 del Estatuto Municipal (marzo de 1924), que permitía elegir alcalde a un vecino con capacidad para ser concejal siempre que reuniera el quorum de las dos terceras partes de los votos del Ayuntamiento en pleno. Su nombramiento fue acogido con aplausos por el público asistente. Como tenientes de alcalde resultaron elegidos: 1º José Arvilla Colom, 2º Ramón Jiménez González, 3º Antonio Cólogan Zulueta (marqués de la Candia) y 4º Fernando C. de Terry del Cuvillo. Se procedió a continuación a la elección de los sustitutos de los tenientes de alcalde (que junto con el alcalde Sebastián Péndola y los tenientes de alcalde habían dimitido en la “sesión borrascosa” del día anterior), recayendo los cargos en Antonio Sancho Mateos (hermano del alcalde), José Sánchez Leal, Francisco Tomeu Navarro y Pedro Salvatierra Armengol.
Nos situamos en el contexto histórico del Directorio Militar (1923-1925), primera etapa de la dictadura del general Miguel Primo de Rivera (1870-1930), que había accedido al poder tras el golpe de Estado del 13 de septiembre de 1923: “A pesar de ello —ha escrito el historiador Miguel Martínez Cuadrado— la dictadura de Primo de Rivera fue considerada con cierta benevolencia por la mayoría de los sectores políticos ya que la represión se canalizó preferentemente contra los grupos radicales de la clase obrera organizada y dio al país la impresión de entrar en un período de tregua en las luchas sociales”.
En el manifiesto que Primo de Rivera hizo público en Barcelona, hablaba del “clamoroso requerimiento de cuantos amando la Patria no ven para ella otra salvación que libertarla de los profesionales de la política”. En su intervención en el almuerzo-homenaje al que me he referido más arriba, se preguntaba Antonio Peñasco cómo era posible que Alfonso Sancho, con 65 años cumplidos, no hubiese desempeñado antes la alcaldía, argumentando que “nunca jamás quiso aceptar puesto alguno que se rozara con política ni administración pública, y rechazó de continuo todas las ofertas y requerimientos y ruegos, y casi plebiscitos, con que se le bloqueó a veces para llevarlo a los puestos de altura”.
Por su parte, el Diario de Cádiz (1 mayo 1924) había asegurado en un suelto sin firma sobre el nuevo alcalde: “Sus distintas actuaciones, en política algunas veces, en cuestiones de interés particular para esta región, estando recientísima su intervención en la del «Marco Jerez», le dan suficiente autoridad para presidir el Ayuntamiento portuense”. Pero dos días después, el mismo periódico publicaba en su edición de la noche una aclaración del corresponsal José Carrajal en el sentido de que el Sr. Sancho deseaba hacer constar “que no fue nunca partidista, puesto que sus actuaciones, siendo distintas, no han tenido nunca otras finalidades que la de procurar el bien de la ciudad en que vive y defender aquellos intereses que afectan a esta región”. El anónimo autor de una semblanza de Alfonso Sancho que se publicó en 1950 en la revista Solera Jerezana confirma que este nunca quiso militar en ningún partido político, a pesar de lo cual aceptó figurar en una candidatura para concejales. Resultó elegido —como independiente, en noviembre de 1903, añado—, si bien estas elecciones municipales fueron anuladas por el Gobierno: “Alfonso Sancho, que había sido arrastrado a esta elección por deberes de amistad, mostró su alegría por la anulación dando una comida a sus compañeros de desgracia”.
Obras de dragado y encauzamiento del río Guadalete
Mi bisabuelo merece ser recordado como el alcalde que logró una aspiración secular de la ciudad: el inicio en febrero de 1928 de las obras de dragado y encauzamiento del río Guadalete, cuya barra cerraba prácticamente la salida al mar, con objeto de que —leemos en Solera Jerezana—“pudieran atracar al muelle barcos de bastante calado, poniendo así en comunicación directa por mar a la ciudad con todos los puertos europeos y de África del Norte. En especial dio esta reforma gran impulso a la industria salinera, desde el momento que los barcos que traían maderas de Noruega y otras mercancías de diversos puertos del Norte de Europa, podían volver cargados de sal en lugar de hacerlo en lastre”. La inauguración oficial del dragado de la barra tuvo lugar el 17 de noviembre de 1929, con la entrada del vapor San Tirso, que tomó un cargamento de mil toneladas de sal para Marín (Pontevedra).
Con sus aciertos y sus errores, no cabe duda de que Alfonso Sancho se entregó por entero a la gestión de los asuntos municipales, teniendo que abandonar casi por completo sus propios negocios. De hecho, las existencias y las marcas de la bodega A. & A. Sancho fueron vendidas a la firma Pedro Domecq y Compañía en 1925.
La cuestión de las aguas: fuertes discrepancias con el alcalde de Cádiz
Cuando Alfonso Sancho tuvo noticia en el verano de 1929, ya en el segundo trienio de su mandato, de las obras de prospección que el Ayuntamiento de Cádiz —presidido entonces por Ramón de Carranza—realizaba en la Huerta del Alcaide (ubicada en el portuense Valle de Sidueña, pero propiedad del Ayuntamiento de la capital), acercándose a menos de los 100 metros que señalaba la ley al manantial de La Alberca (que pertenecía a El Puerto de Santa María), lo puso en conocimiento de la Comisión Municipal Permanente, que acordó se pidiera informe al ingeniero municipal Juan Gavala sobre si esas perforaciones podrían mermar el caudal de agua que llegaba a El Puerto.
Confirmado este extremo por Gavala, y en aplicación del artículo 23 de la Ley de Aguas, el alcalde portuense dictó el 29 de agosto de 1929 una providencia ordenando suspender las obras, en defensa de los intereses de la población, medida que el de Cádiz calificó como “alcaldada” y “golpe de efecto”. Carranza acudió al gobernador civil, Manuel Laulhé, quien el 10 de septiembre convocó a su despacho a ambos alcaldes, a José María Pemán (jefe provincial de la Unión Patriótica), al ingeniero Gavala y a José León de Carranza (delegado de Aguas del Ayuntamiento de Cádiz). En esta tensa reunión, que duró tres horas, Sancho pidió insistentemente “que se hiciera justicia al Puerto de Santa María, y que inmediatamente se procediera a la destrucción completa de las obras efectuadas” (Revista Portuense, 15 septiembre 1929). Por transmisión oral familiar he sabido que, ante la actitud intimidatoria de Carranza, Alfonso Sancho no se dejó avasallar, y estuvo punto de llegar a las manos con él por la cuestión de las aguas.
La salida de la alcaldía
La salida de Alfonso Sancho Mateos de la alcaldía en febrero de 1930, tras la dimisión de Primo de Rivera, no fue traumática. Él mismo aseguraría en más de una ocasión que nunca sintió la “influencia atractiva” que —había oído decir con frecuencia— ejercía el sillón presidencial sobre la persona que en él se sentaba, ”por la que dicha persona queda como pegada o atornillada a él y se resiste extraordinariamente a abandonarlo”. De su discurso de despedida ante la Comisión Municipal Permanente (12 febrero 1930) extraigo las siguientes palabras: ”No quiero más que desear de buena fe, de todo corazón, a los que nos sucedan en estos cargos, el más feliz acierto para continuar con su gestión el camino de prosperidad que nosotros hemos abierto”. Alfonso Sancho murió en El Puerto el 29 de octubre de 1952, a la avanzada edad de 94 años. Fue un hombre íntegro, abnegado y desprendido.
Querido Bernardo, agradezco inmensamente el interés que muestras por mantener vivo el recuerdo de nuestro bisabuelo, poner de manifiesto sus méritos y denodado esfuerzo por defender el interés de sus paisanos. Nadie tan documentado como tú.Enhorabuena.
Muchas gracias, Antonio. Un abrazo.
Enhorabuena Bernardo por difundir esta faceta de tu antepasado, la de cargo público, que no conocíamos con la profundidad y detalles que expones en tu colaboración.
Tuvo que ser un buen alcalde, de los que no necesitaba de la política para vivir, con visión de futuro para El Puerto y preocupado por la economía local. Y culto, nótese que fue el primer presidente de BBAA