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menesteo_museomunicipal_puertosantamaria«Supe de ti, primero, magnánimo ateniense,
héroe y divinidad ante los muros
sacrosantos de Troya, frente a la mar de Cádiz,
en las mismas arenas y al pie del mismo río
adonde tú, tal vez patrono y marinero
de las naves de Ulises, llegaste una mañana.»

Menesteo. Fundador y Adivino».
(Rafael Alberti. Ora Marítima)

La Historia del Mundo Antiguo está marcada por celos y venganzas, consecuencias de amores imposibles entre dioses y hombres. Así, para que Menesteo emprendiera la travesía mediterránea que le llevarse a los confines del mundo conocido, sobrepasara la bocana de la bahía de Cádiz y arribara en las benditas costas de nuestro Puerto, junto a río Criso, posteriormente Guadalete, tuvieron que suceder dos historias apasionantes: La de Teseo, rey de Atenas, y la de Paris, príncipe de Troya; ambos enamorados de una mujer marcada por la fatalidad, Helena. /En la imagen de la izquierda, imagen del rey ateniense Menesteo en la Guerra de Troya, procedente de un vaso griego de figuras rojas del 450 a.C. (LIMC VI.1, 1992, s.v. Menestheus. París, Louvre G 341). Identificación y pie de foto del Museo Municipal.

MENESTEO, REY DE ATENAS.
Tras 30 años de reinado, en el 1204 a.C, Teseo, bisnieto de Erecteo II de Atenas, tras el rapto de Helena, pierde el trono que lo usurpa su primo Menesteo, hijo de Péteo. [Greves, Robert: "Los mitos griegos", Ariel, 2007, pág 127). El fin de Teseo, ya lo sabemos, murió a manos de Licomedes. Según unas versiones, fue empujado al precipicio cuando contemplaba la ciudad desde un acantilado; según otras, la caída fue accidental. El reinado de Menesteo fue despótica y demagoga. Pensando que los dióscuros le ayudarían a obtener los favores de Helena de Troya, convenció a los atenienses para que acogieran a los dióscuros como benefactores y libertadores de la ciudad, algo que enfadó a príncipes y duques.


PROLEGÓMENOS DE LA GUERRA DE TROYA.
Nunca pudo imaginar el rey de Troya que el reclamo de Helena atrajera a lo más selecto de la Hélade. Temiendo Tindáreo que su decisión acarreara enemistades entre ellos, determinó aceptar el consejo de Ulises que, a cambio, obtuvo la ayuda de Tindáreo para casarse con Penélope. El consejo consistía en organizar pruebas que ayudasen a Helena en la elección. Antes debían aceptar la decisión de la joven y juraron sobre los restos de un caballo descuartizado que acudirían en auxilio del elegido si alguien la raptaba (algo sabría Ulises de las maquinaciones entre Paris y Afrodita).

La primera prueba consistió en una carrera de barcos de remos entre Menesteo, Sergesto, Cloanto y Gias. Al toque de trompeta, se lanzaron al mar y remaron. Gias iba el primero, pero se topó con un peñasco y no pudo continuar. Enfadado con su timonel, lo arrojó al mar. Cloanto tomó la delantera y se proclamó vencedor. Menesteo llegó después, por delante de Sergesto. En la prueba del tiro con arco, que consistía en acertar a un ave que pendía de un mastil, Menesteo cortó la cuerda, pero fue Acestes quien venció. Tras las pruebas, Helena eligió a Menelao, hermano de Agamenón que, a su vez, se casó con Clitemnestra.

MENESTEO, COMANDANTE ATENIENSE.
Heinrich Schliemann, Ilíada en mano, exploró la costa de los Dardanelos buscando el emplazamiento de la ciudad de Troya. Tras un tiempo analizando diversas colinas, dedujo que sólo podía hallarse en la de Hissarlik. El rico alemán la compró, e inmediatamente comenzó a excavar. No descubrió una Troya, sino nueve, una encima de otra. La duda sobre cuál de ellas había sido la destruida por los griegos surgió entre Troya 6 y 7. La sexta, fue destruida por un terremoto y la séptima por un incendio hacia 1200 a.C., después de diez años de sitio, aunque en el relato homérico el sitio sólo había durado cincuenta y un días. Los combates se produjeron a pie, cuerpo a cuerpo, y utilizando lanzas, picas, arcos y espadas. Uno de los comandantes de la vanguardia fue Menesteo.

Sobre el caudillaje de Menesteo algunos investigadores [Malcolm M. Willcock: "Iliada"; Hardcover, Nelson Thornes Limited) lo dudan, por tratarse de un personaje desconocido. El que debía figurar como caudillo de los atenienses es Demofonte, al que Homero desconoce.  Para Quinto de Esmirna, en cambio, en el sitio de Troya participaron ambos: Demofonte y Menesteo ["Posthoméricas", editorial Gredos, Madrid, 2004). No obstante, Menesteo aparece en diversos pasajes de la obra de Homero: «Después de oír sus palabras, el Atrida, muy complacido, siguió revistando a sus caudillos y encontró al egregio caballero Menesteo, hijo de Peteo, erguido entre los atenienses, duchos en el arte de la guerra, y cerca del prudente Ulises y los aguerridos cefalenios, que no habían oído los gritos del combate ni podían adivinar que hubieran sido rotos los juramentos.» [“Ilíada”, Edaf, 2001; pág. 97)

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La plaza de toros de El Puerto de Santa María se alza en las cercanías de la zona bodeguera. Aire de vinos de Osborne, de Caballero, y de Terry. Su ruedo es uno de los más grandes de España, y a principios del siglo XX se celebraron en su albero algunas corridas simultáneas, la de sol y la de sombra, con el consiguiente lío.

Ahí, inmortalizadas en azulejos, las palabras de José, el rival de Juan, que aseguran que no sabe lo que es una tarde de toros el que no haya asistido a una corrida en la plaza de El Puerto. Golpes marinos en el ambiente que vienen de Valdelagrana y Fuentebravía, y ahí tan cerca, la desembocadura, la muerte en la mar del Guadalete, que es el Río del Olvido, manso y tranquilo en sus últimos tramos como rompiente y tremendo en su descenso por Arcos de la Frontera. En los pantalanes de «Puerto Sherry» el «Hispania», con su mástil altísimo, navegado en sus buenos años por el Rey Don Alfonso XIII, asiduo visitante del Coto Doñana, que a un tiro de piedra queda. Y en la punta de la tenaza de enfrente de la bahía, Cádiz, la liberal y blanca, que celebra todos los días el segundo centenario de la Constitución de 1812, la Pepa, la que nos recuerda que somos hijos de España todos los españoles nacidos como tales en los dos hemisferios. La Constitución de aquella Cádiz sitiada por las tropas de Bonaparte que rubricaron diputados por Nueva Granada, Puerto Rico, el Río de la Plata, La Habana y Manila. Ahí, en «El Puerto de, Puerto de Santa María», se eleva el Castillo de San Marcos con nostalgias de Alfonso X el Sabio, y se mueve en silencio la mano de Juan de la Cosa trazando su Mapamundi, no lejos del caserón del colegio de los Jesuítas en el que coincidieron Juan Ramón Jiménez, Pedro Muñoz-Seca, Fernando Villalón y Rafael Alberti.

Hace unos sábados, por seguir los consejos de Joselito y celebrar el cumpleaños de La Pepa, El Rey presidió una corrida de toros en la plaza del Puerto de Santa María. Su aparición en el palco fue saludada por el público portuense con una cerrada, larga y atronadora ovación. Dolorosísima reacción popular para los que llevan un buen tiempo entregados a desprestigiar su persona, su figura y cuando representa. Entre otras cosas, El Rey representa la unidad de España, y eso cabrea a muchos.

Don Juan Carlos se ha dejado caer por El Puerto de Santa María y se ha llevado la desmedida de aquella ciudad portentosa. El Puerto no tiene medida. Vive junto al Atlántico, rodeado de viñas y pinares. Y El Rey se ha dejado caer, no sólo para celebrar el aniversario de La Pepa y obedecer al gran José. Lo ha hecho para impulsar con su presencia, en una de las plazas más representativas de España, a la Fiesta Nacional, al arte del toreo, al tesoro de las ganaderías de bravo, a la poesía, la pintura, la literatura, la música, la escultura, es decir, la Cultura con mayúscula que ha embriagado a la genialidad creativa universal. En San Sebastián, cuya vieja plaza del Chofre fue una de las más prestigiosas de España, su alcalde de «Bildu» ha anunciado que los toros –nacieron allí–, no volverán a ser el centro festivo y cultural de la Semana Grande. Por eso, el Rey, en la otra punta de España, presidía en el Puerto una corrida mixta en la que un torero a caballo navarro gritó un españolísimo «¡Viva la Pepa y viva el Rey!», que tanto habrá molestado a los traidores de su tierra que quieren entregarla al colonialismo nacionalista de los vascos oscuros. Que también hay vascos claros, que leche, y a puñados.

En el verano suceden estas cosas. Unos van, otros vienen, unos discuten, otros se abrazan, se lía el batiburrillo y el Rey se baja hasta El Puerto de Santa María para recordarnos, en aquel maravilloso lugar, que seguimos siendo España. (Texto: Alfonso Ussía Muñoz-Seca).

Juan Manuel Ramírez es un jerezano que lleva más de 40 años viviendo en El Puerto. Se considera un hombre con inquietudes, al que le gusta estar en constante actividad de aprendizaje. Por eso no se detiene a la hora de hacer cosas nuevas, con la creencia de que lo importante en la vida es tener una actitud positiva para obtener lo que realmente se desea.

En base a esto, tomó la iniciativa de comenzar a escribir El libro práctico del conductor. Como enfrentarse de forma práctica a situaciones críticas. El autor cuenta que la idea surgió de los consejos que él mismo les daba a sus propios hijos y que fue recopilando hasta tomar forma en una obra que pretende, sobre todo, ayudar. Juan Manuel Ramírez expresa que el deseo de este trabajo es que el contenido de este libro, junto con la buena disposición de todo conductor, sea una contribución a la labor que está efectuando la Dirección General de Tráfico (DGT) para evitar accidentes.

Para escribir El manual práctico del conductor, se ha valido no sólo de la experiencia propia y personal sino que se ha documentado ampliamente sobre el tema a tratar, utilizando informaciones provenientes de la DGT, así como de algunos números del BOE (Boletín Oficial del Estado). El autor presenta su obra como un manual del que pueden beneficiarse tanto conductores como profesionales de la conducción, así como empresas de transportes o, incluso, empresas aseguradoras. El libro es, por tanto, una buena respuesta a preguntas como qué hacer en caso de accidente, qué hacer si el causante del accidente sale huyendo o no tiene seguro, cómo actuar si un vehículo se aproxima de frente de frente al nuestro, cómo actuar si se para el motor incluso adelantando, por qué se ha de dar la debida importancia a los amortiguadores, cómo se ha de proceder cuando se va a realizar un puente entre vehículos cuando uno de ellos se ha quedado sin corriente en la batería, qué debemos de tener presente a la hora de vender nuestro coche usado o qué podemos hacer en el caso en el que nos equivocamos de ruta, entre otras muchas preguntas. A todo ello responde mediante anotaciones concretas y breves de fácil lectura para que esté al alcance de todo usuario interesado en conocer cómo y qué se deber hacer en las situaciones más difíciles a las que se puede afrontar tanto un conductor como un peatón. Los interesados además podrán encontrar entre las páginas del libro ilustraciones explicativas que complementan el texto. El libro práctico del conductor. Cómo enfrentarse de forma práctica a situaciones críticas puede encontrarse a la venta tanto en formato electrónico como en formato papel. (Texto: Luisa Ortega)

El historiador, profesor y político Jesús Pabón Suárez de Urbina (Sevilla, 1902-Madrid, 1976) nació en un hogar tradicionalista (mitad integrista, mitad carlista), siendo el séptimo de diez hermanos. Cuando Pabón inicia en septiembre de 1911 su primer año de bachillerato en el colegio de los jesuitas de El Puerto de Santa María, ya le habían precedido los otros tres varones: José Manuel -futuro catedrático de Griego- y Benito -luego, abogado y diputado anarquista- salen del internado en 1908 y 1910, respectivamente, mientras que con Antonio -que será también abogado- coincide tres cursos, hasta que este termina sus estudios en 1914. /En la imagen Jesús Pabón Suárez de Urbina , en 1968.

El colegio de San Luis Gonzaga al que se incorpora Jesús Pabón en 1911 está próximo a cumplir su medio siglo de historia, que arranca en 1864. De 1909 a 1915 es rector el padre Rodolfo Velasco. Le suceden Raimundo Zamarripa -que desempeña el cargo solo un año- y Martín Mendoza, cuyo mandato concluye en 1920. En el prólogo al libro de Diego Sevilla Canalejas (1956), Pabón evoca con afecto al asturiano P. Velasco, "cuyo rostro ascético (…) nos inspiraba el respeto de una auténtica santidad". También recuerda al prefecto del colegio, Manuel Abreu, a la vez severo y cordial, y a Mariano Ayala, padre espiritual, "en quien la simpatía andaluza era nuestro paño de lágrimas de cada día". ¿Y de qué alumnos se acordará Jesús Pabón, de entre los 215 de media -en su mayoría internos- que había en su época? Sobre todo del novelista sevillano Manuel Halcón, a quien Pabón dedicará su obra Los virajes hacia la guerra (1946) con estas palabras: "Mi memoria no guarda una amistad anterior a la tuya". En el homenaje que los "sevillanos en Madrid" tributarán a Halcón en 1961, Pabón menciona además estos nombres: "Joaquín Peñuela -jesuita hoy, y primer orientalista español-; Julián Pemartín -excelentísima pluma-; un poeta como Rafael Alberti". Manuel Halcón, por su parte, cuenta en "Los dos macferlanes" (1949) cómo Pabón y él mismo, portadores de unos abrigos anticuados, tuvieron que hacer frente común ante las burlas de sus compañeros en el primer año de bachillerato, mientras que en otro relato, "El pecado insepulto" (1959), vemos que Pabón -"con sus ojos vivaces y su imborrable gesto de guasa"- es uno de los castigados de rodillas en el patio central por el P. Hurtado, profesor de Física en el curso 1915-16.

Niños haciendo gimnasia en el patio principal del Colegio.

Jesús Pabón hizo alguna travesura más en el internado, según Halcón: "Juntos, trabajando en equipo, hacíamos reír a las dignidades en las horas de silencio". Pero debemos clasificar a Pabón en el bando de los buenos y de los estudiosos. En el curso 1912-13 pertenece a la congregación de San Estanislao y al año siguiente es admitido -al igual que Alberti- en la de San Luis, cuyo prefecto era el alumno cordobés Ildefonso Porras. Jesús Pabón muestra a edad temprana sus grandes dotes para la oratoria: el 8 de diciembre de 1912, cuando aún no ha cumplido los 11 años, impresiona a la audiencia con su intervención en el mitin católico de protesta contra las escuelas laicas que -organizado por el padre Gabino Márquez- se celebra en el colegio, siendo otro de los oradores su compañero portuense Rafael Muñoz Ávila. En cuanto al rendimiento académico de Pabón, su expediente refleja que a lo largo de los seis años de bachillerato cursa 25 asignaturas, que revalida en el Instituto de Jerez con estas calificaciones: 13 aprobados, 7 notables y 5 sobresalientes. Es sintomático que en las materias de Historia de España e Historia Universal obtuviera la máxima calificación.

Concluido el bachillerato en 1917, Jesús Pabón estudió Filosofía y Letras en las Universidades de Granada y Sevilla, doctorándose en la Universidad Central en 1924. Tanto en la licenciatura como en el doctorado obtuvo premio extraordinario. Dio clases de Literatura Española y Latina en la Universidad de Zaragoza hasta 1930, cuando ganó por oposición la cátedra de Historia Universal Moderna y Contemporánea de la Universidad de Sevilla, de la que pasará diez años más tarde a la misma cátedra en Madrid (ocupándola hasta su jubilación en 1972). De 1931 a 1934 fue director del diario católico El Correo de Andalucía, diputado de Acción Popular (1933-35), Director General de Trabajo (1935) y diputado de la CEDA (1936-39). Designado jefe de Prensa Extranjera por la Junta Técnica del Estado, Pabón rompe con el régimen de Franco tras la Guerra Civil, siendo multado y confinado en Tordesillas (Valladolid) en 1944 por promover el retorno de la monarquía. Entre 1963 y 1966 ejercerá como delegado político de D. Juan, conde de Barcelona, en España (Pabón tuvo como discípulo al entonces príncipe D. Juan Carlos). Ganador del premio Camoens (La revolución portuguesa, 1941) y del Nacional de Literatura (Bolchevismo y literatura, 1949), su obra cumbre es Cambó (3 vols., 1952-1969), exhaustivo fresco de la España de la Restauración. Miembro de la Real Academia de la Historia desde 1952, fue elegido director de la institución en diciembre de 1971 (y reelegido en 1974). Tras su muerte el 26 de abril de 1976, el historiador Carlos Seco Serrano escribió: "Su vida ejemplar ha sido la mejor lección para cuantos nos honrábamos en llamarnos sus discípulos".

El 12 de noviembre de 1912, el jesuita Manuel Abreu interrumpió la cena de los alumnos del colegio de San Luis para comunicarles el asesinato -esa misma mañana- de D. José Canalejas (en la imagen de la izquierda), presidente del Consejo de Ministros, víctima de un atentado anarquista. Luego, puestos todos en pie, rezaron por su alma. Jesús Pabón reflexionará sobre los hechos en 1956: "De una parte, Canalejas, el terrible hombre de izquierda, el gobernante que encarnaba y obedecía al desorden, había caído por obra del anarquismo. Algo no era correcto en mi opinión infantil sobre él. Por otra parte, la Iglesia, sin duda combatida por Canalejas durante su vida, ante su muerte me enseñaba a rezar por él: toda la Iglesia estaba, para mí, en la plegaria del Padre Abreu. (…) Transcurrieron los años y los años. Hablé con familiares, con amigos y con partidarios de Canalejas. Estudié lo que él escribió, dijo e hizo, y cuanto se escribió sobre su vida y sobre su obra. Guiado siempre e invariablemente por las dos verdades que el Padre Prefecto del Colegio del Puerto me enseñó con ocasión de su muerte: le había asesinado la anarquía; y yo debía rezar por él, ejercitar la caridad al recordarle". (Texto: Bernardo Rodríguez Caparrini).

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Cuando se ha  construido una ciudad, paso a paso, y su urbanismo tiene peso, seguro que es producto de las invariantes. Las invariantes se repiten, están en el inconsciente forjador, son elementos imprescindibles de la personalidad y de la idiosincrasia de algo. Así, las invariantes del urbanismo portuense son las calles tiradas a cordel, el urbanismo en damero; los bluendes, esas especies de almenas que coronan los pretiles de las azoteas; los guardacantones de las esquinas; los cierros bajos y altos; los pavimentos tradicionales; los huecos de escalera; los patios; y los soportales, por ejemplo.

Copia idealizada de plano de El Puerto de 1787. Ameneiro. 1970

Cuando el Puerto fue declarado Conjunto Histórico-artístico, yo creí, inocentemente, que sería su salvaguarda. Esta Ciudad de los cien palacios, ha ido, poco a poco, deturpándose y adocenándose, con la permisividad, ciertamente punible, de las autoridades locales. El paisaje urbano se ha degradado hasta límites insospechados, sin que nadie le ponga tasa ni coto. Aquí cualquiera ha dispuesto como suyo de algo que es del común; el paisaje urbano –y el rústico—heredado, preservable, por Ley.  Pero está visto que la Ley no se ha aplicado, ni se aplica; no se tiene conciencia de estar ante una Ciudad singular, a la que poco a poco se le va despojando de sus invariantes, fijadas y forjadas siglo a siglo.

Es el caso de los soportales de la ribera del Guadalete. Desde Pozos Dulces hasta casi el comienzo del Parque de Calderón por la Plaza de las Galeras Reales hubo soportales, magníficos ánditos cubiertos al mismo nivel de la calle; espacios públicos de suelo sin cielo, antesala de las viviendas de gentes de la mar que han ido quedando como testigos, aparentemente roqueños, de las invariantes arquitectónicas portuenses. Y sin embargo, pese a su robustez, llega un cualquiera y los derriba, impunemente. Con sólo repasar las antiguas fotografías puede apreciarse cómo constituían un conjunto muy homogéneo de construcciones que daban la sensación de haber heredado de nuestros repobladores de la cornisa cantábrica una de sus invariantes y haberlas convertido, con el paso de los años, en nuestra.

Pues no, parece que no. En el edificio de Pozos Dulces esquina y vuelta con calle Chanca, se han permitido sus promotores derribar los soportales y la primera crujía del edificio, pese a la prohibición expresa que tenían de hacerlo.  Sea bienvenido el expediente de la Delegación de Cultura y caiga sobre esos desaprensivos todo el peso de la Ley. A ver si, de una vez, se enteran que aquí no se juega ni con las invariantes, ni el paisaje urbano, ni el rústico, ni  con la historia. (Texto: Luis Suárez Ávila).        

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Félix Sancho de Sopranis Peñasco nació el 10 de mayo de 1885 en el número 19 de la calle San Bartolomé, en El Puerto de Santa María. Era el primogénito de Alfonso Sancho Mateos (1858-1952) y de Mercedes Peñasco García (1861-1929), que tendrán otros dos hijos, Alfonso (1896-1971) y Mercedes (1899-1994).

Los primeros años de Félix Sancho transcurren en París, ciudad a la que su padre se traslada temporalmente por negocios vinateros de la casa Sancho Hermanos. De vuelta en España, Félix ingresa interno -septiembre de 1894- en el colegio de los jesuitas de El Puerto, donde estudiará cinco cursos de bachillerato. Obtendrá el título con 14 años, tras aprobar en junio de 1899 los ejercicios del grado ante la comisión de catedráticos del Instituto de Jerez de la Frontera.

La estancia de Félix en el colegio de San Luis Gonzaga coincide fundamentalmente con el mandato del jesuita madrileño Pedro Castelló, rector desde diciembre de 1893 hasta su relevo en septiembre de 1897 por el padre José María de la Torre. En 1896 terminan su bachillerato en San Luis Gonzaga los poetas Juan Ramón Jiménez y Fernando Villalón, así como el comediógrafo portuense Pedro Muñoz Seca. El 12 de mayo de 1895 se había inaugurado el pabellón de la nueva fachada y entrada principal del edificio. Disponía ya el colegio de alumbrado eléctrico: en El submarino Peral (1927) recordará Juan Ramón "aquella noche primera en que encendían los focos grandes del patio para deslumbrarnos la nostaljia". La media de alumnos en el último lustro del siglo XIX es de 205, en su mayoría internos. Félix Sancho tuvo por compañeros de curso, entre otros, a Juan Gavala Laborde (ingeniero de minas), Ignacio de Casso Romero (jurisconsulto), Julio Toscano Delgado de Mendoza (alcalde de Alcalá de los Gazules en 1930) y Ángel M.ª Rubio Castillejo (marqués de Valdeflores). Concluido el bachillerato, Félix Sancho prepara y aprueba el examen de ingreso en la Escuela Especial de Ingenieros Agrónomos de Madrid (Instituto Agrícola de Alfonso XII). Terminará la carrera -de seis años de duración- en octubre de 1910, obteniendo el número nueve de los 19 egresados de su promoción. Durante esta etapa madrileña, Félix ha coincidido algún tiempo en la misma pensión con su paisano Muñoz Seca, que le dedicará el entremés 'Mentir a tiempo' (estrenado el 25 de enero de 1908).

San Luis Gonzaga, fachada lateral.

Tras ingresar en el Cuerpo de Ingenieros Agrónomos, Félix Sancho es destinado en febrero de 1911 a la Granja-Escuela de Agricultura de Jerez de la Frontera. Dos años después pasa a El Puerto de Santa María como ingeniero-director de la flamante Estación Sericícola y de Industrias Zoógenas, creada gracias a la gestión del diputado a Cortes Dionisio Pérez en terrenos municipales aledaños al Monasterio de la Victoria. El 8 de mayo de 1913, se casa en París con Germaine Favraud (1891-1972), hija del agente general en Francia de la bodega A. & A. Sancho. Del matrimonio nacerán cinco hijos: Juan Manuel, Genoveva, Félix, Magdalena y Teresa. En octubre de 1918 redacta con Juan Gavala el proyecto de desecación, saneamiento y puesta en cultivo de las marismas de la margen izquierda del Guadalquivir. Sancho dirigirá laboriosamente la Sericícola durante casi 20 años, hasta la supresión de este centro de investigación, producción y fomento de la industria sedera en enero de 1931. Entonces es promovido de ingeniero primero a ingeniero jefe de segunda clase y nombrado director de la Estación de Viticultura de Moguer (Huelva). En agosto de 1932 asume la dirección de la Estación de Cerealicultura de Jerez. A finales de 1934 es trasladado a Madrid como director del Instituto de Cerealicultura, ubicado en la Casa de Oficios de La Moncloa, donde reside. Nombrado presidente de la Sección de Cerealicultura del Instituto de Investigaciones Agronómicas en enero de 1935, en abril del año siguiente asciende a ingeniero jefe de primera clase del Cuerpo.

El estallido de la guerra civil sorprende a Félix Sancho en La Granja de San Ildefonso (Segovia), donde veraneaba su familia. El 20 de julio de 1936 intenta restituirse a su puesto de trabajo en Madrid, pero no lo logra al estar cortadas las carreteras en Villalba: un hecho providencial, ya que la siniestra 'Brigada del Amanecer' -de Agapito García Atadell- irá varias veces a su domicilio de La Moncloa para detenerle. La vivienda será registrada y saqueada por completo.

Constituida la Junta Técnica del Estado (octubre de 1936), Félix Sancho fue confirmado en la dirección del Instituto de Cerealicultura, que se instaló provisionalmente en Segovia (1936-37) y Palencia (1937-39), ambas en zona nacional. Terminada la guerra, Sancho se reintegra a sus funciones en Madrid y es nombrado -octubre de 1940- colaborador técnico del Servicio Nacional del Trigo. En la década posterior publicó Métodos de análisis de trigos y harinas (1942), Trigos tremesinos o de ciclo corto (1949) y artículos sobre los cereales y el vino de Jerez en las revistas Boletín del Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas, Agricultura y Siembra. Fue asesor técnico del documental Trigo en España (1943), del marqués de Villa Alcázar.

Por ascenso en el escalafón, Félix Sancho de Sopranis pasa en junio de 1949 al Consejo Superior Agronómico (Madrid), órgano consultivo del Ministerio de Agricultura, tomando posesión como inspector general del Cuerpo Nacional de Ingenieros Agrónomos. Tras ascender a presidente de sección (jefe de zona) en enero de 1953, en julio de ese mismo año es designado presidente del Consejo Superior Agronómico, cargo que desempeñará hasta su jubilación el 10 de mayo de 1955. El año anterior se le había concedido la Gran Cruz de la Orden Civil del Mérito Agrícola. Fallecerá en Madrid el 19 de febrero de 1958, con 72 años. Sus restos descansan en su ciudad natal.

PIONERO EN EL APROVECHAMIENTO DE LA ENERGÍA SOLAR.
El 28 de mayo de 1921, Felix Sancho patentó con el número 78.346 un calentador de agua «para baños y otros usos domésticos o industriales». Llevó a la práctica su invento instalando aparatos en edificios particulares y públicos de El Puerto, Jerez, Sevilla, Madrid, Barcelona, Levante, Canarias y Baleares. En 1930 fabricaba los calentadores --de 300 a 600 litros-- la empresa madrileña OTAM y su precio, ya instalados, era de 1.750 a 2.500 pesetas. Todavía hacia 1945 se puso un colector solar en el colegio del Sagrado Corazón de la calle Ferraz, 65. (Texto: Bernardo Rodríguez Caparrini).

En la imagen inferior, de izquierda a derecha, Maruja Tejada, la entonces delegada provincial de Cultura de la Junta de Andalucía, María José Caro y el concejal de cultura en 1998, Juan Gómez Fernández, durante la celebración de Simposio sobre José Luis Tejada.

Ayer fallecía en el hospital, donde permanecía desde hace unos días, Maruja Romero, viuda de José Luis Tejada,  musa del poeta con el cual contrajo matrimonio. Maruja ha sido en la ciudad natal del poeta la más férrea protectora del legado de su marido; manteniendo tanto en vida de Tejada como, una vez ya desaparecido, contacto con las personalidades más destacadas del mundo de la literatura.

El Puerto ha perdido a la más importante valedora y difusora de la ingente obra del escritor y poeta José Luis Tejada, a través de la Fundación que presidió desde su constitución. Madrileña de nacimiento, deja tres hijos.

El alcalde, Enrique Moresco, en nombre del equipo de Gobierno y Corporación municipal y de todos los portuenses a los que representa, lamentaba ayer la pérdida destacando que "acabamos de perder a una gran dama, pionera en la inserción de la mujer en el mundo empresarial y que sin duda ha contribuido a mantener viva la figura y obra de uno de los más importantes escritores que El Puerto de Santa María ha dado la literatura, tanto nacional como internacional".

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En breve verá la luz la nueva novela de Alberto Boutellier Caparrós ‘A Pesar del Silencio', estando prevista su presentación y puesta a la venta a finales del presente mes de julio o a primeros de agosto, con la editorial Publidisa. Estará disponible en todas las librerías de El Puerto y, bajo demanda, en El Corte Inglés y circuitos de distribución de Internet. Su precio será 12 euros.

La trama versa sobre la situación de coma irreversible que el protagonista, Fernando Arbizu, experimenta tras un accidente de tráfico y el traumatismo sufrido. Dora será la heroína que luchará para intentar rescatarlo de su postración y, para ello, se marca dos objetivos: encontrar al causante del accidente y lograr los medios económicos que le permitan rehacer la vida de ambos. Un argumento apasionante con una historia de amor tallada en alto-relieve, con trata de blancas, tráfico de drogas, compañías de seguros y empresas fantasma aparecen en escena. Mientras, un joven abogado y un curtido detective tratarán de ayudar a la abnegada esposa.

Alberto escribió desde siempre. Hace 38 años, cuando llegó a El Puerto inició una novela que se quedó inconclusa. «Para escribir hay que tener sosiego y los años de El Puerto han sido de constante trabajo y no me lo han permitido. Cuando me jubilé, estuve pintando durante dos años, pero  sobre 2006 cuando mis hijos me regalaron un portátil, comencé a escribir sin parar.

Me inicié con varios Blogs, en el Ideal de Granada y Jaén, donde continúo escribiendo artículos, en WordPress y en Blogspot, hasta que perdí el pudor y cometí la osadía de escribir una novela, ‘El Renegado’ (Editorial Círculo Rojo) que está a punto de agotar la primera edición de 500 ejemplares».

Comenzó algunas colaboraciones en Espacio Digital Puerto, alguna en esta web Gente del Puerto, en la revista Chauní de residentes en Marruecos. Recientemente ha aportado un relato a la novela ‘Ipolka 2’ (Editorial El Olivo) con el título de ‘Urkaildu’. Se trata de una novela en la que participan otros varios escritores, entre ellos Alvaro Rendón.

Más información de Alberto Boutellier. Nótula núm. 679 en GdP.

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Soy de El Puerto, y no me resigno a vivir con miedo, tras la puerta semiblindada de mi indiferencia. Quiero salir a la calle y reencontrarme con la gente. Hablar con ellas. Pasear. Ir de compras, y cumplir con el ritual diario de perder el tiempo en colectividad, vivir impregnándome de este pueblo que es nuestro. Desde mi correo [alvarengomez@gmail.com] quiero escuchar a los portuenses que tengan algo que decir. Quiero contar con tu opinión,compartir el dolor y la preocupación por lo nuestro; convencidos de que es posible El Puerto, que merece la pena pelear por devolver el orgullo y la ilusión de sentirnos portuenses.

Hemos puesto en marcha esta iniciativa popular denominada "Soy de El Puerto" en la que todos deberíamos participar y colaborar porque es de todos. La mayoría de portuenses tiene cosas que exteriorizar, que contar, que mostrar a los demás: Una habilidad, un recuerdo plasmado en una fotografía, una anécdota, un poema, un objeto único que perteneció a tu familia y que quiere exponer; esa colección de llaveros, de postales, de encendedores, de juguetes; los dibujos que hago con bolígrafo; recortes de periódico de principios del siglo pasado… Les pido, les ruego, que me se pongan en contacto conmigo para ver la forma de exponerlo al Puerto entero. En principio, me contentaría con que tú, desde tu casa, en tu trabajo, te sientas orgulloso de lo que podemos recuperar y que la crisis no nos podrá arrebatar: Nuestro origen y nuestras deseos de pelear por nuestro futuro, que no es este Puerto agónico, apático, desilusionado y negro; convencidos de que hacer cultura es también educar en el respeto a lo colectivo y público, ser conscientes de la realidad y cambiar el futuro. Juntos lo conseguiremos. Gracias y bienvenido a este proyecto tuyo, nuestro. Basta de protestas vanas y arrimemos el hombro. (Texto: Alvaro Rendón Gómez).

Esta noche, como primer acto de esta iniciativa se presenta, precisamente, el libro de Álvaro Rendón Gómez 'El Cartaginés', a las 21:00 horas en el Hotel Los Cántaros.

Más información de la iniciativa en Diario de Cádiz.
Más información de Alvaro Rendón Gómez en GdP.
Más información de el libro 'El Cartaginés'.
Recuerdos Blancos de Alvaro Rendón en GdP.

Esta foto de 1989 (perdón por el encuadre) fue tomada en el legendario interior de «La Burra», (ver nótula núm. 489 en GdP) una tasca con reservados del siglo XIX que daría cerrojazo definitivo unos meses después.

El segundo por la izquierda es el poeta Ángel Mendoza, acompañando a unas noruegas en los camarotes de 'La Burra'.

Son las últimas semanas de un agosto más caluroso de lo normal en 1989 y estábamos brindando por el feliz viaje de vuelta de un grupo de muchachas de Oslo a las que habíamos servido durante un par de meses como anfitriones, animadores turísticos y poco más , para nuestra desgracia, [escribe Ángel Mendoza, nótula núm. 597 en GdP].

Aunque la imagen recuerde el final de muchas cosas,aunque ese mediodía de vino y risas desatadas pusiera colofón a algo más que a un verano, en verdad está llena de principios, de realidades importantes que empezaban, sin que fuera consciente del todo en ese momento el jovenzuelo, aparentemente despreocupado, que levanta la copa de oloroso.

Cierto que nunca más volveríamos a quedar en «La Burra», porque un día ya no hubo más Burra; cierto también que a la década que abarcó nuestros mejores años le quedaban dos telediarios, y que el verano siguiente ya no tuvimos edad para el derrame caprichoso de tanta juventud, y que no tardaríamos en estar todos seriamente ennoviados y que, además, poco después caería el Muro de Berlín, para desgracia de nuestros ideales subversivos a juego con la etapa vital.

Los 'camarotes' de La Burra. /Foto: Fito Carreto.

Es verdad que fueron los años en los que se nos abrieron las puertas de Europa y que aquel continente extraño y moderno, que provocaba atracción y miedo en dosis esquizofrénicamente similares, aterrizó para nosotros en el aeropuerto jerezano de La Parra a bordo de un British Airways una mañana de julio de 1989.

Porque las noruegas no venían directamente de su país, sino de Inglaterra, donde habían pasado una temporada. La mitad del año, aproximadamente, se la tiraban de aquí para allá, pues trabajaban, a la vez que hacían sus carreras universitarias, durante los meses restantes. Estudiaban porque había en los países nórdicos un generoso sistema de becas y trabajaban porque había trabajo para todos, mientras nosotros esperábamos alguno de los 800.000 empleos que había prometido Felipe González, a la sazón, presidente del Gobierno de España.

El aeropuerto de La Parra, antes de la reforma de 1991 donde se reforzaría su uso civil.

Por si fuera poco, además vivían emancipadas desde los 16, gracias, sobre todo, a lo de poder trabajar y a una mentalidad mucho menos protectora por parte de sus entornos vikingos. Así pues,aquellas chicas venían en realidad de otro planeta, porque aunque teníamos su edad, no habíamos ido más allá de Málaga y Granada, en el viaje de 8 º, no teníamos ni idea de lo que era una tarjeta de embarque, no habíamos dado un palo al agua y aún tardaríamos otros 18 años por lo menos en abandonar nuestros hogares paternos.

Ellas nos ponían los ojos como platos, con su castellano de sueca de película de Alfredo Landa, relatándonos excursiones de ensueño por las islas griegas o describiéndonos los sobrecogedores barrios de la Praga vieja, y nosotros les contábamos las cogorzas tan simpáticas de las últimas barbacoas en La Muralla, o les hacíamos reír con el chiste del inglés, el francés, el chino y el español. Así era la cosa antes de que llegaran las becas Erasmus, los intercambios juveniles con cargo a la Junta y el principio del fin de un miedo paleto, secular y obstinadamente chauvinista que nos había retenido durante décadas más acá de los Pirineos. /En la imagen de la izquierda, un joven Alfredo Landa.

No recuerdo si a alguno le dio por comprobar la fama que tenían de experimentadas y desinhibidas, más que nada por si había que confirmar la nuestra de machos ibéricos feroces y potentes. A lo más que llegamos fue al beso de despedida antes de marcharse cada noche, a pasar calor sobre sus pieles temerariamente enrojecidas por falta de protección. Ellas, a soñar con sus próximos viajes, lejanos e intrépidos. Y nosotros,a soñar con ellas. (Texto: Ángel Mendoza).

El cocinero de las latas, afincado en El Puerto de Santa María, publica un nuevo volumen en el que recoge más de un centenar de sus afamadas recetas “impostoras” con productos de lata y congelados El centro cultural del Círculo de Lectores de Madrid acogió días pasados la presentación del libro “Falsarius Chef, recetas de cocina con latas, botes y congelados para cocinar como un auténtico chef” , el sexto libro que publica el cocinero afincado en El Puerto de Santa María. La nueva publicación significa un salto cualitativo muy importante para el escritor ya que por primera vez una de las grandes editoriales españolas, Plaza y Janes, se fija en él y edita este nuevo volumen.

De hecho la presentación fué  por todo lo alto con la presencia en el acto de Monserrat Domínguez, la hasta  hace unos días directora del programa “A vivir que son dos días” de la Cadena Ser y que ha pasado ahora a dirigir uno de los proyectos más innovadores de la prensa española, la introducción en España de Huffington Post (Veáse el Diario de Falsarius), una especie de gran enjambre de blogs sobre diferentes temas que tiene gran éxito en Estados Unidos.
Falsarius mantiene una intervención semanal en el programa de ‘A vivir que son dos días’ con sus famosas recetas.

Mikel Iturriaga (el Comidista), Montse Domínguez y Nacho Cuñat (Falsarius Chef), a la falsaria manera.

También acompañará al cocinero de las latas Mikel Iturriaga del blog El Comidista, una de las más prestigiosas publicaciones sobre gastronomía que se hacen actualmente en España. El programa incluyó también la firma de libros del cocinero en varias casetas de la feria del libro de Madrid. El nuevo volumen sigue la misma línea de Falsarius, aunque es el más gordo de sus libros hasta ahora. Recoge más de un centenar de recetas y tiene 450 páginas, con numerosas fotos realizadas por el propio Falsarius.

Falsarius, con Mario Vaquerizo, firmando ejemplares de su obra en la Feria del Libro de Madrid.

Falsarius en este nuevo libro recoge algunos de sus éxitos anteriores, incorpora platos nuevos y juega en sus textos con la palabra con una ironía que hace que el libro sea mucho más que una recopilación de recetas que, para colmo, salen. En el nuevo libro de Falsarius, que ya está en las librerias, contiene recetas como el “tomate inclinado de Pisa” o los “chanquetes al Greenpeace” en el que cocinero recrea el famoso plato utilizando un paquete de gulas de norte que pasa por rebocina de “Royal”. Para acabar de dar el toque a la “receta timo” de los chanquetes Falsarius propone poner por lo alto unas gotitas de limón.

RECETA DE ATÚN.
El libro no puede abrirse de mejor manera que con una receta de atún. Parece como si el cocinero hubiera acertado hasta en eso, comenzar su capítulo de recetas con un producto en plenta temporada. Aunque claro, la fórmula no está preparada precisamente con atún rojo de almadraba sino que su “túnido tibio en ensalada” está hecho con un tarro de bonito del Norte en aceite de la marca “Frisa” que se acompaña con un bote de patatas cocidas en conserva y una lata de cebolla frita…buen humor, simpatía, pero también todo muy práctico. Son las claves de este personaje surgido en 2007 y que se estrenó en internet con un blog de recetas. Ese mismo año vendría su primer libro publicado por la Compañía Oriental de la Tinta, la pequeña editorial familiar de Nacho Moreno y Paloma Puya.

El cocinero es todo un fenómeno en internet. Su pérfil en facebook está a punto de llegar a los 18.000 seguidores y su página  (verla aquí) cuenta con miles de visitas. Las recetas tienen, en muchas ocasiones, alusiones a la actualidad. Así se pueden encontrar un “arroz arrisotado a la Berlusconi” con gambones congelados o un guiso marinero a la Obama hecho con alubias blancas de bote y dos latas de calamares en salsa americana. También hay un “foie en tiempos de crisis” hecho con un medallón de mousse de pato envasado al vacío convenientemente “tuneado” con salsa de arándanos de bote y una copa de Pedro Ximénez, ese sí auténtico.

DE LAS PAPAS ALINÁS A LA ROPA VIEJA.
En el libro, que también incluye una amplia sección de postres,  también hay alusiones a la cocina gaditana y se pueden encontrar versiones “impostoras” de platos como las papas aliñás. Las hace con patatas cocidas de bote, cebolla, perejil, sal, vinagre y aceite de oliva virgen extra. Le pone también una latita de atún gaditano. El cocinero propone que para dar el timo total en vez de “papas aliñás” cuando se sirvan a los amigos se pueden titular como “papa de mar”. En otra receta se hace alusión a la “ropa vieja”, el plato que se realiza con restos del puchero. Para realizar su versión utiliza una lata de cocido madrileño de Litoral, 2 dientes de ajo y un poco de tomate. (Texto: Pepe Monforte).

Entrevista a Falsarius Chef, en la Cadena SER.

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El escritor y periodista sevillano Manuel Halcón Villalón-Daoiz (1900-1989) es autor, entre otras, de las novelas El hombre que espera (1922, Premio Ateneo de Sevilla), Recuerdos de Fernando Villalón (biografía novelada, 1941), Aventuras de Juan Lucas (1944), La gran borrachera (1953), Monólogo de una mujer fría (1960, Premio Nacional de Literatura) y Manuela (1970). Socio fundador de la revista poética Mediodía en 1926, durante la Guerra Civil dirigió el diario FE (órgano de la Falange sevillana) y la revista de divulgación cultural Vértice. Fue subdirector de ABC de Madrid (obtuvo el Premio Mariano de Cavia en 1940) y director de las revistas Semana y Moneda y Crédito. En 1962 ingresó en la Real Academia Española con el discurso "Sobre el prestigio del campo andaluz". Su última obra, Cuentos del buen ánimo, se publicó en 1979.

UN NOVELISTA EN EL COLEGIO DE LOS POETAS.
Manuel Halcón, hijo del marqués de San Gil, tenía 9 años cuando ingresó en septiembre de 1910 como interno en el afamado colegio de los jesuitas de El Puerto de Santa María. Su hermano mayor, Fernando, había cursado estudios allí de 1905 a 1907, como también lo hiciera -entre 1890 y 1896- el poeta Fernando Villalón, primo suyo. La infancia de Manuel fue un "llanto de ilusiones": era de los pocos alumnos que no recibía los domingos en el internado la visita de su madre, fallecida a los tres meses de nacer el niño. Halcón no llegaría a obtener el grado de bachiller, cuya duración -con arreglo al plan Bugallal- era entonces de seis años. En su expediente académico se refleja que cuando sale del colegio al terminar el curso 1916-17, solo había aprobado -con la nota mínima- 13 de las 23 asignaturas de las que se había matriculado, no presentándose a las restantes. Sobre su etapa escolar diría el propio Halcón en 1961: "Tan indisciplinado y desaplicado era que nada esperaban de mí mis profesores y compañeros. Era, además, un niño enclenque".

Manuel Halcón fue alumno de San Luis Gonzaga entre los años 1910 y 1917

Tres rectores tuvo el colegio de San Luis Gonzaga siendo Manuel Halcón alumno: los padres Rodolfo Velasco, Raimundo Zamarripa y Martín Mendoza. Fue el asturiano P. Velasco (1868-1940; rector de 1909 a 1915) -a quien Halcón consideraba "la representación humana del equilibrio" - el que le dejó mayor huella. Entre los jesuitas que ocuparon los cargos de padre espiritual o de prefecto se encontraban Manuel Abreu, Francisco Lirola, Salustiano Legórburu, Mariano Ayala o Francisco Javier Maruri. Con afecto recordará Halcón años más tarde a otro miembro de la comunidad jesuita, el hermano enfermero Francisco Javier Aizpuru (1876-1952): "Yo siempre le tuve como un ser distinto, a quien los carceleros le dejaban abrir las rejas para sacar a los niños débiles a tomar el aire".

Como le había sucedido al Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez dos décadas antes, la vocación literaria de Manuel Halcón aflora en el colegio. Le produce una emoción "más intensa aún que los versos" la novela de Pedro A. de Alarcón El final de Norma (1855), que el padre Alberto Risco les leía por capítulos en la clase de Literatura. Imparte Latín de 1º y de 2º el peruano padre Gustavo Salaverry, descrito por Halcón en Los Dueñas (1956) -su novela más autobiográfica- como "terror de los alumnos". En el curso 1915-16 tiene como profesor de Física (asignatura de 5º año) al veterano padre Plácido Hurtado, el mismo que con un telescopio descubre las rabonas en las dunas del entonces estudiante de 3º de bachillerato Rafael Alberti, según ha narrado el poeta portuense en La arboleda perdida. /En la imagen de la izquierda, el niño Juan Ramón Jiménez.

El colegio de San Luis tiene en la época de Manuel Halcón una media de 215 alumnos, mayoritariamente internos. En la emotiva crónica de guerra 'El amigo enemigo' (1936) evocará Halcón a algunos de ellos: la campana que tocaba Francisco de Paula Oliva Mack, las "consignas" que llevaba José Mª Rojas Lobo, las declamaciones de Jesús Pabón Suárez de Urbina y las travesuras de Juan A. Estrada Moreno.

Niños haciendo gimnasia en el patio principal del Colegio.

El futuro historiador y académico de la Historia sevillano Jesús Pabón (1902-1976) es coprotagonista del relato 'Los dos macferlanes' (1949), en el que Halcón cuenta cómo Pabón y él mismo, únicos portadores de unos abrigos desfasados, tuvieron que defenderse de las crueles burlas y agresiones de sus compañeros. Así nació una amistad profunda y duradera entre ambos. De la vida en el colegio de El Puerto está sacado también el argumento de 'El pecado insepulto' (1959), narración que tiene como protagonistas a los condiscípulos de Halcón en la clase de Física del P. Hurtado, entre ellos a "tres P señeras" que destacarían más tarde: el mencionado Jesús Pabón y los jerezanos Joaquín Mª Peñuela de la Cobiella (jesuita y profesor de asiriología) y Julián Pemartín Sanjuán (escritor y poeta falangista; director del Instituto Nacional del Libro de 1941 a 1966). Dos alumnos externos que inician el primer año de bachillerato con Halcón son José Luis Poullet Martínez y Antonio de la Torre González, que después se dedicarán profesionalmente al magisterio.

ÚLTIMA VISITA A LOS JESUITAS.
El 31 de mayo de 1921, Manuel Halcón contrajo matrimonio en Sevilla con Rosa Borrero Carrasco. En el viaje de novios, camino de Cádiz, hicieron una visita al colegio de San Luis. Así la recordaría Halcón en 1961 para La Estafeta Literaria: "Pedí permiso para pasearme por la huerta, por aquel sendero bajo las pimientas por donde otras veces paseaban las hermanas de los alumnos. Por mirarlas, más de una vez fui castigado. Y ahora llevaba una mujer cogida por el talle. Me pareció que recogía algo que estaba allí sujeto en el aire y que me estaba esperando. Después no he vuelto más". (Texto: Bernardo Rodríguez Caparrini).

España juega contra Francia y nuestro portero, Iker Casillas, es aclamado por sus paradas imposibles. De vivir Rafael Alberti estamos seguros de que, aparte de coincidir los colores de las camisetas --blanco y azul--,  adaptaría su ‘Oda a Platko’ por la ‘Oda a Iker’. Además, otro portuense, José Manuel Pinto Colorado (nótula núm. 281 en GdP) es portero titular del Barcelona, en relación a los equipos que vamos a comentar…

El poeta Rafael Alberti, dedicó al guardameta Platko, aquella oda, aparecida en la primera página del periódico "La Voz de Cantabria" del día 27 de mayo de 1928, que hoy acaso, versionaría nuestro poeta universal en honor al guardameta Iker Casillas.

Y es que, los Campos de Sport del Sardinero de Santander fueron escenario de la final de Copa de fútbol entre el F.C. Barcelona y la Real Sociedad de San Sebastián. Tres partidos fueron necesarios para saber quién se proclamaba campeón (no existía entonces el lanzamiento final de penalties). En el primero de esos partidos, jugado el día 20 de mayo, el portero del Barcelona, el húngaro Platko, se convirtió en héroe por su comportamiento. "Cuando la Real estaba achuchando la portería catalana, su delantero centro Cholin, en una posicion envidiable, avanzó hasta la portería. Cuando el gol parecía inevitable, el guardameta Platko realizó una gran estirada y se arrojó sobre el pie del jugador donostiarra conteniendo así el tiro, pero a cambio de recibir en la cabeza el golpe destinado al balón. La patada fue brutal, Platko quedó conmocionado y tuvieron que retirarle del campo para aplicarle 6 puntos de sutura en la herida ensangrentada." Platko regresó al juego con un aparatoso vendaje que perdería en el transcurso del juego. ?/En la imagen de la izquierda, Rafael Alberti en 1981. Foto: Isabel Steva Hernández.

ODA A IKER (versión imposible)

Ni el mar,
que frente a ti saltaba sin poder defenderte.
Ni la lluvia. Ni el viento, que era el que más rugía.
Ni el mar, ni el viento, Iker,
rubio Iker de sangre,
guardameta en el polvo,
pararrayos.
No nadie, nadie, nadie.
Camisetas azules y blancas, sobre el aire.
Camisetas reales,
contrarias, contra ti, volando y arrastrándote.
Iker, Iker lejano,
rubio Iker tronchado,
tigre ardiente en la yerba de otro país.
¡Tú, llave, Iker, tu llave rota,
llave áurea caída ante el pórtico áureo!
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Iker.
Volvió su espalda al cielo.
Camisetas azules y granas flamearon,
apagadas sin viento.
El mar, vueltos los ojos,
se tumbó y nada dijo.
Sangrando en los ojales,
sangrando por ti, Iker,
por ti, sangre de España,
sin tu sangre, tu impulso, tu parada, tu salto
temieron las insignias.
No nadie, Iker, nadie,
nadie se olvida.
Fue la vuelta del mar.
Fueron diez rápidas banderas
incendiadas sin freno.
Fue la vuelta del viento.
La vuelta al corazón de la esperanza.
Fue tu vuelta.
Azul heróico y grana,
mando el aire en las venas.
Alas, alas celestes y blancas,
rotas alas, combatidas, sin plumas,
escalaron la yerba.
Y el aire tuvo piernas,
tronco, brazos, cabeza.
¡Y todo por ti, Iker,
rubio Iker de España!
Y en tu honor, por tu vuelta,
porque volviste el pulso perdido a la pelea,
en el arco contrario al viento abrió una brecha.
Nadie, nadie se olvida.
El cielo, el mar, la lluvia lo recuerdan.
Las insignias.
Las doradas insignias, flores de los ojales,
cerradas, por ti abiertas.
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Iker.
Ni el final: tu salida,
oso rubio de sangre,
desmayada bandera en hombros por el campo.
¡Oh, Iker, Iker, Iker
tú, tan lejos de España!
¿ Qué mar hubiera sido capaz de no llorarte ?
Nadie, nadie se olvida,
no, nadie, nadie, nadie.

Rafael Alberti

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Rafael de la Riva Nicolau nació en 1862 y aunque no puedo precisar la fecha de su muerte, es mi objetivo dar a conocer a los lectores de GdP las buenas acciones y el talante liberal que presidió la vida plena de vocación --un sacerdote de la medicina-- de este respetable y olvidado paisano que dirigió de forma ejemplar y admirable  durante varios años, en el tránsito de del siglo XIX al XX,  el  Hospital Municipal.

SUCESORES EN SUDAMÉRICA.
Fueron sus padres, Felipe De la Riva Yela, un indiano guatemalteco descendiente de hijosdalgos cántabros, establecido en nuestra Ciudad mediado el siglo XIX, cuando apenas contaba 27 años, dedicado al negocio de la vinatería. Enviudó joven y contrajo segundas nupcias con Victorina Nicolau Chevasco, la hija mayor de un prestigioso abogado de origen catalán pero asentado desde hacía décadas en nuestra ciudad, donde nacieron todos sus hijos.  Tenía Felipe De la Riva dos hijos de su primer matrimonio, Amelia y Luis De la Riva Ruiz, este último nacido en El Puerto.

La hembra se crió con la familia de Guatemala y el varón se mantuvo con el padre hasta los quince años de edad, cruzando el Atlántico en busca de mejor fortuna, como tantos jóvenes de su edad. Un detalle bastante emotivo de este emigrante portuense medio hermano del personaje que estamos refiriendo, fue el hecho de que, cuando montó un negocio propio en 1886 de vinatería y abarrotería, término este –abarrote- equivalente en Guatemala y Panamá al empleado en nuestra tierra para el suministro de artículos de abasto, provisiones y víveres, le puso por nombre “El Guadalete”. Sus sucesores mantienen en la actualidad un complejo empresarial denominado “De la Riva Hermanos” que engloba empresas editoras, de diseño, distribución, publicidad y artículos de joyería. /En la imagen de la izquierda, caricatura de Luis de la Riva, ya mayor, publicada en la prensa de Guatemala.

CÓLERA MORBO.
Nada mejor para conocer la personalidad de Rafael De la Riva que la opinión de sus contemporáneos. De una semblanza publicada en la Revista Portuense del 12 de marzo de 1897, entresacamos algunos fragmentos: «Rafael De la Riva Nicolau es uno de los más ilustrados facultativos de la generación actual, y lo es más aún por sus arraigadas creencias médicas. No muy sobrado de recursos, hizo la carrera a fuerza de gran energía y constancia. En el año en que estaba a punto de terminar sus estudios, cuando el cólera morbo hacía bastantes estragos en Cádiz y se cebaba tan terrible epidemia en los infelices alienados del Manicomio Provincial, De la Riva solicitó y obtuvo un puesto de honor en tan caritativo establecimiento y, luchando en desventajosísimas condiciones, salvó de las garras de la muerte a muchos de aquellos desgraciados. Su notable conducta en los tres meses de aislamiento y sacrificio voluntario fue recompensada por la Diputación con el título de Licenciado en Medicina, libre de gastos, siendo propuesto para la Cruz de Beneficencia. Cuando estudiaba en Cádiz era siempre el obligado cabeza de motín, el que arengaba a los compañeros, el “leader”, el orador de confianza de la Facultad. Actualmente, que ostenta título tan preciado como el de Director del Hospital de San Juan de Dios, puede considerársele, sin exagerar, como un brillante cirujano. Reúne admirable destreza y enorme sangre fría… antes de operar, estudia y lee mucho… Muchas madres lo bendicen, al obtener la exclusiva para la aplicación en El Puerto del suero antidiftérico Behring…  Debió ser abogado: causas especiales le hicieron variar el rumbo de sus estudios… habría sido de los de buena cepa, pues le viene de casta. Demócrata convencido, sus ideales le han causado graves disgustos en distintas ocasiones. Escritor distinguido, polemista hábil, es temido como adversario en la prensa y en las tribunas».

Plácido Navas Villasclaras, médico que fue de la Plaza de Toros, con bigote, a la izquierda de la imagen. El tercero por la derecha, en primera fila, Enrique Máiquez Adán, también médico y abuelo de Enrique, José María y Consuelo García Máiquez. No conseguimos ubicar en la imagen a Rafael de la Riva.

CIRUJANO EJEMPLAR Y DEMÓCRATA.
Elogian en la semblanza su profesionalidad y brillantez. Sirva como botón de muestra la operación que practicó en el verano de 1894 en el Hospital Municipal, asistido por los médicos forenses Manuel Medinilla y Plácido Navas,  extrayendo un proyectil alojado en el cráneo desde hacía ocho años a un excombatiente.

FEDERICO RUBIO.
En 1900, el año en que moría el siglo XIX y nacía el XX, nuestro paisano Federico Rubio Galy, al que no quedaban muchos meses de vida,  gozaba de un merecido reconocimiento de todos los estamentos sociales por sus aportaciones científicas y humanísticas, recibiendo múltiples elogios y homenajes en numerosos lugares de la nación. Menos en su tierra natal, a lo que parece, pues en esa fecha, concretamente el 26 de junio de ese año, un paisano y colega, médico y cirujano también, firmaba en la Revista Portuense un artículo a él dedicado titulado “Honor y Caridad”. El autor,  Rafael de la Riva Nicolau y en él alertaba de la inminente visita a Cádiz del sabio doctor, proponiendo fuesen al andén de la estación, a su paso por esta, para honrarle y saludarle, una comisión municipal a la que se agregasen los médicos y vecinos que lo tuviesen a bien. Igualmente, apuntaba la idea de colocar una lápida conmemorativa en la casa en la que nació y destacaba en el amplio contenido de su colaboración en el periódico local sus virtudes y méritos profesionales: «Todos los que han tenido como yo el honor de tratar a don Federico, saben perfectamente que lo de ejercer y predicar la honradez profesional constituye en él una preocupación constante, casi una obsesión… no deja pasar momento propicio para predicar que seamos siquiera buenos los que apenas podemos ser científicos». /En la imagen de la izquierda, Federico Rubio.

...continúa leyendo "1.418. RAFAEL DE LA RIVA NICOLAU. Cirujano y humanista."

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Recientes investigaciones sostienen que la actual desembocadura del río Guadalete se abrió hacia el año 19 antes de Cristo

Arriba, fotografía aérea de parte de la Bahía (Google Earth), donde hemos señalado el río Guadalete y la isla de Cádiz. Abajo, fotointerpretación de cómo podría haber sido la misma zona en época romana: con una sola desembocadura en el hoy río San Pedro, el recorrido de la Vía Augusta (puntos) y la actual desembocadura del Guadalete, creada por Balbo el Menor (líneas).

Sitúese en la desembocadura del Guadalete. Por ejemplo, frente a la plaza de las Galeras, en el muelle del Vapor. El curso del río que ve a derecha e izquierda no lo creó la naturaleza, sino la iniciativa de un hombre: el gaditano Lucio Cornelio Balbo,’ el Menor’ quien, hacia el año 19 antes de Cristo mandó abrir en su espacio una ría artificial para establecer las infraestructuras del Portus Gaditanus.

El Puerto Gaditano fue el puerto de Gades que se fundó entonces al amparo de la política económica marcada por Augusto (27 a.C.-14 d.C.) por la que la aristocracia mercantil gaditana se dedicó a la explotación de las fértiles tierras que median entre las desembocaduras del Guadalete y del Guadalquivir. El Marco del Jerez. La Isla Cartare de Avieno.

Se convirtió entonces el Portus en uno de los puertos más importantes del Mediterráneo, exportador a gran escala, básicamente, de salazón de pescado, vino y aceite. Su principal destino, Ostia, el puerto de Roma. El territorio se vertebró a través de la Vía Augusta, creada al tiempo que el nuevo puerto, que en su primer tramo enlazaba Gades, el Portus Gaditanus y, junto a un estero de las marismas del Guadalquivir, Hasta Regia.

Paramento Este de la calzada en el Coto de la Isleta. El agua del caño de las salinas ha desprendido la tierra, dejando al descubierto la estructura. En el recuadro, su situación.

En suelo portuense, en el Coto de la Isleta y junto a la laguna Salada –en el llamado de muy antiguo Camino de los Romanos- se reconocen los vestigios de la calzada. Una joya histórica que aún está por desvelar y por poner en valor en dos entornos en los que se aúnan naturaleza e historia. Ayuntamiento, póngase a la tarea.

A PICO Y PALA.
La obra que mandó hacer Balbo fue un canal –llamémoslo ‘Canal de Balbo’- en la playa, que entonces alcanzaba las inmediaciones de la calle Valdés, y unirlo a la madre vieja del Guadalete, que corría a espaldas del Coto de la Isleta, conectándose así el curso artificial con el cauce del San Pedro, que entonces era el Guadalete que desembocaba a la bahía en una ensenada junto a Puerto Real.

Arriba una fotografía aérea de la desembocadura del río Guadalete, en la actualidad (Google Earth). Abajo una fotointerpretación, con la reconstrucción ideal de Portus Gaditanus, algunos muelles de atraques con la infraestructura portuaria, administrativa y de habitad. El puente y la vía atraviesan el río, detrás el agua recorre serpenteando zonas de marismas, con canales navegables que conducen al río principal, que se podrá surcar río arriba. Al fondo la Sierra San Cristóbal.

...continúa leyendo "1.414. LA DESEMBOCADURA DEL GUADALETE ES ARTIFICIAL. Se abrió el año 19 a.d. Cristo."

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A lo largo del día de hoy se ponen a a la venta los primeros ejemplares de la novela "El Cartaginés", editada por El Olivo de Papel, de la que es autor el portuense Álvaro Rendón Gómez. (ver nótula núm. 680 en GdP). Doscientas noventa páginas en papel ahuesado y portada a todo color sobre cartulina brillo, la novela se desarrolla en Cádiz-capital y sus escenarios se reparten por toda la provincia.

En lenguaje ameno, se narran las peripecias del inspector de policía Cañete, conocido en los bajos fondos como Charli, durante la investigación de un extraño homicidio: El cuerpo de un joven aparecido flotando en la rompiente del Baluarte de la Candelaria. Las primeras pesquisas apuntan a que el cuerpo pudo servir de paredro en un primitivo ritual a Melkhart, dios fenicio de la guerra. El policía es un hombre roto, agrio y torpe, con un largo historial de infortunios, que conocerá a una mujer sorprendente, Marta, que le recordará a Catherine, la novia oficial del Brochas, un ex-legionario que dirige un garito de juego y prostitución a las afueras de la capital gaditana. Novela de contrastes, de individuos que sobreviven encadenados a su propio destino incierto, capaces de protagonizar las más extrañas actividades, como Nati, la alcahueta del Paraíso, un viejo hotel convertido en burdel venido a menos; Serafín, capaz de memorizar miles de datos sobre la Semana Santa andaluza; María José, Pepa, profesora de Historia y liberada soltera; o el subcomisario Flores, en quien Cañete confiará para desenmascarar al culpable de tanto atropello.

"Aún sin identificar el cadáver aparecido sobre la rompiente del Baluarte de la Candelaria. Tras un azaroso rescate de la Guardia Civil del mar, una dotación de Bomberos de la capital y varias unidades de Policía Local, se ha logrado rescatar de las aguas de Cádiz el cuerpo sin vida de un muchacho. De madrugada, la Policía Local acudió al lugar de los hechos avisada por dos pescadores gaditanos. A día de hoy, no sabe nada más. Existe un hermetismo total". De la novela de Álvaro Rendón  'El Cartaginés'.

Entre esta fauna de tipos sobresale El Cartaginés, que da nombre a la novela. Fiel a la consigna de que “tu mano izquierda nunca sepa lo que hace tu derecha”, el Cartaginés dirige un imperio que prosperó entre el comercio y la corrupción, en una sociedad regida por leyes ineficaces, incapaces de castigar a los poderosos.

Álvaro Rendón Gómez, El Puerto de Santa María (Cádiz), 1950. Geómetra, narrador y ensayista. Licenciado en Bellas Artes. Catedrático de Dibujo. Estudiante de Cábala Hermética desde 1982, ha publicado ensayos con base geométrica como Mapas Geométricos, 1993; Análisis de recintos sagrados, 2000; Geometría paso a paso (tres volúmenes), 2001-2002; La Lápida Templaria descifrada, 2008, en colaboración con Juan Eslava Galán; La Cripta del Shemaforash, 2011. Su última novela, "Marisma con buitres", ha sido alabada por escritores de la talla de Juan Eslava Galán, premio Planeta 1987 [Librería Zorba, Larga, 69; El Puerto de Santa María; teléfono 956872195]

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Hablar de Muñoz-Seca es chocar con eso del ‘astracán' aunque yo quiero pasar sobre él sin detenerme, porque para mí el astracán, que según Sáinz Robles lo inventó Enrique García Alvarez, pero que como él dice fue el inolvidable autor portuense, su ‘máximo pontífice', para mí el astracán es algo que no lo tengo en cuenta. Pedro Muñoz-Seca, 'un hombre bueno, un corazón limpio, una gracia fresca, una modestia clara', como ha escrito José María Pemán, es una figura indiscutible en el teatro cómico español de todos los tiempos, al lado por ejemplo, de Jardiel Poncela o de Miguel Mihura. Cada uno, eso sí, con sus características inconfundibles, pero a una igual altura. Por tanto a Muñoz-Seca no hay que relegarlo al olvido, como es el caso de algunos que parecen ignorarlo, tal ves porque existe una creencia, de la que yo no participo, de que el teatro cómico es, diríase, un teatro menor al que no debe prestársele demasiada atención. Admito que Pedro Muñoz-Seca tengan sus detractores pero de eso a punto menos que ignorarlo, me parece un error lamentable. Con astracán o sin él, no siempre sus obras de las cerca de trescientas que escribió, han de ser consideradas como productos tan sólo para la risa, lo cual es ya un bien, porque el hacer reír no sienta mal a nadie. En Muñoz-Seca, muchas veces, tras la escena disparatada y regocijante, se esconde un fondo humano y serio.

En la fotografía aparecen, de izquierda a derecha, Pedro Muñoz-Seca, don Alfonso de Borbón y Tirso Escudero. Fue obtenida en el saloncito del Teatro de la Comedia (Madrid), en el entreacto de un estreno.

He leído no hace mucho, en un libro de publicación reciente, que Muñoz-Seca "no es que fuera un hombre inculto, aunque en su teatro, generalmente, brilla por su ausencia la literatura, arrastrando por el torbellino de su peregrino ingenio, de su fecundidad fabulosa". Me permitirán no esté conforme con ese parecer, porque no es que don Pedro rodease a sus obras de un marcado tinte de literatura, lo cual hasta cierto punto, no conviene a un tipo de teatro como el suyo, pero de eso a decir que los valores literarios en su teatro brillan por su ausencia, me parece hablar en términos muy expeditivos. Más prudente encuentro a Gonzalo Torrente Ballester cuando afirma que, 'aunque parezca raro, el teatro de Muñoz-Seca supone un pensamiento'. De ahí lo que dije antes de que muchas de sus obras esconden una idea formal y seria, pese a su envoltura superficial y cómica.

En la imagen,  Pedro Muñoz-Seca y su mujer Asunción Ariza, con su hermano el Dr. Muñoz Seca y Elisa Bela Marchena, en Sevilla.

Una de las virtudes del autor portuense es que su teatro gustaba a todos los públicos, con sus excepciones claro. Es de notar en el teatro muñozsequista dos perfectas y definidas facetas, las que corresponde a las obras escritas por Muñoz-Seca solo y las debidas a su estrecha y continuada colaboración con Pérez Fernández.

...continúa leyendo "1.396. PEDRO MUÑOZ-SECA. Gracia fresca, modestia clara."

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«El Castillo de san Marcos, en El Puerto de Santa María está en la plaza de Alfonso el Sabio, y se trata de una iglesia mozárabe rectangular, flanqueada por cuatro torreones octogonales del siglo XIII, y el principal (perforado en 1908, con los escombros esparcidos por todo el pavimento) que contiene el sagrario en su base; y algunas salas de época medieval, en el piso alto, con acceso por la azotea o patio que cubre la bóveda del templo». Así lo describía Carlos Sathou Carreres ("Castillos de España: (su pasado y su presente)", Espasa-Calpe), hace sesenta años.

Según los testimonios de la época, el Castillo o la antigua mezquita de Alcanate (Al-Qanatir) era la única iglesia existente en El Puerto. Argumento que defiende Manuel González Jiménez ("Repartimiento de El Puerto de Santa María", Univ.Sevilla, 2002, p.167) frente a la tesis contraria de Mariano López Muñoz que la confundió con la iglesia de Santa María, en el Pozo Santo, sobre la que se alzaría posteriormente la actual Iglesia Prioral.

Altar Mayor de la Iglesia de San Marcos (Castillo) en el siglo XIX. /Colección LSA.

En las Cantigas se relata que fue Alfonso X quien ordenó al alarife Alí que aprovechara la planta de la mezquita oratorio islámico, del siglo X, y levantase esta iglesia-fortaleza. Durante las obras  se produjo una avenida del Guadalete que arrastró hasta El Puerto el puente de madera del Portal de Jerez, como se recoge en la Cántiga 356.  Las obras se realizaron entre 1268 y 1272 y se respetaron la naves abovedadas soportadas por gruesas columnas romanas embutidas, el mirhab, un nicho de planta cuadrada y el patio de las abluciones, o sahn. Ignoramos si, como era común en los recintos fortificados de la época, tenía cava, cárcava o foso avanzado. La fortaleza de Santa María poseía varias puertas. La principal, de hierro, y las que conducían a pasos internos protegidos por torres y rastrillos corredizos que bajaban por aberturas hechas en la bóveda y ranuras laterales. De este modo se aseguraba la defensa de la fortaleza; pues, el asaltante debía recorrer un largo trecho, entre bastiones, antes de llegar a la puerta que no podía incendiar al ser de hierro. Aún se conservan algunos bastiones, ocultos en la muralla, y las puertas existentes en la actualidad no parece que sean defensivas, sino de acceso a la capilla interior, como señala González de Simancas, resultado de la adaptación de la mezquita y la fortaleza. Bellísimas son, sin embargo, las guarniciones de los muros y torres mediante merlones de base cuadrangular y capirote piramidal.

Óleo sobre tela (3760x32o0 cms. obra de José María Rodríguez Losada. (Año 1852). Idealización de Alfonso X recibiendo del alguacil moro de Jerez las llaves de la aldea de Alcanate. Al fondo el Castillo de San Marcos y, sobre la torre del homenaje, aparición de la Virgen de los Milagros, escudo de la Ciudad.  /Foto: Academia de Bellas Artes.

LEYENDAS.
Según la tradición popular, de explorarse el subsuelo del Castillo confirmaría o desmitificaría muchas historias que los portuenses ancianos contaban en torno a un velón de aceite, cuando se iba la luz eléctrica; porque, al parecer, la fortaleza está plagada de túneles subterráneas. Podrían ser primitivas covachas subterráneas, pasadizos por donde acceder a lugares estratégicos, más allá del perímetro convencional de la cerca defensiva, y que permitiría aprovisionarse de agua y comestibles en el caso de sitios prolongados. Se habla de dos túneles en concreto: El primero, la  comunicaría con la sierra de san Cristóbal y el segundo, más corto, con el río. De su existencia podrían dar buena cuenta los caballeros de la Orden de Santa María de España, fundada por Alfonso X el Sabio, que utilizaron el Castillo como fortaleza.

Cuadro que idealiza a unos canteros en pleno trabajo.

FRANCMASONERÍA.
Son curiosos los signos lapidarios que describe Hipólito Sancho en los años cuarenta del siglo pasado, y que existieron antes de que el Castillo fuera restaurado para tomar el aspecto que posee en la actualidad. Rafael Gómez Ramos ("Los constructores de la España Medieval", Universidad de Sevilla, 2006, p.184) los sitúa en las cinco torres y, sobre todo, en el muro este. ¿Significa esto que, como opina Rubio Samper (J.M.Rubio Samper, "La figura del arquitecto en el periodo Gótico. Relaciones entre España y el resto de Europa", Boletín del Museo e Instituto Camón Azanar, XXII, 1985, p.102, los canteros constituían una "aristocacia" dentro de los obreros, considerándose incluso superiores a los otros "masones" o albañiles? No parece que exista relación alguna entre esta "casta de alarifes" (G.E.Street, "La arquitectura gótica en España", Madrid, 1926, p.466) y la francmasonería; aunque, en el "Libro del Peso de los alarifes y Balanza de los menestrales" aparecen datos muy semejantes a los conocidos de las corporaciones europeas, con secretos del arte de construir basados en la Geometría.

Acuarela de Molina Mora de la Bajada del Castillo.

La copia que se conserva es la que celosamente guardaban los alarifes sevillanos en 1540, y que fueron obligados a entregar al concejo de Sevilla, por una orden del emperador Carlos V. Sobre la portada de este manuscrito aparece la figura de un rey sentado, con el escudo de Castilla y la leyenda "Alarifes juzgad y seréis bien juzgados", sobre la imagen de una ciudad amurallada y las herramientas del oficio de albañiles (R.Gómez, "El Libro del Peso de alarifes y Balanza de los menestrales", Actas del I Simposio Internacional de Mudejarismo, Madrid-Teruel, 1981, ps. 255-267) ¿Qué ciudad amurallada representaba?» (Texto: Álvaro Rendón Gómez).

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Los ríos dan a la tierra una inmensa fecundidad que se palpa en muchos aspectos del paisaje. El agua es vida y es también vehículo. Las ciudades con río poseen una idiosincrasia especial que las hace únicas. Señalan un camino hollado, mantenido en el espacio y el tiempo, por el que es posible transitar apaciblemente. Los ribereños han utilizado esta corriente constante para desarrollar su actividad comercial.

Óleo de Ángel Lara Barea.

A través del río se accede fácilmente al mar y de ahí a los océanos que bañan mundos accesibles, porque el agua lo une todo. Está presente en los seres y objetos de la Tierra. Es universal. El elixir de la vida que reclamaban los alquimistas medievales, el disolvente universal que destacaron en sus fórmulas esotéricas. Las ciudades con río son abiertas. Despiertan expectación y crían ciudadanos con alma inquieta, conscientes de ese eterno manar segundos de un tiempo que parece no detenerse nunca.

Merced al río, El Puerto es una ciudad franca y luminosa, cordial y amiga. Acoge al viajero que, como corriente libre de agua, cree moverse aunque nunca la abandona: Peregrino de una misma ruta, siempre cadente y renovada. Camino insondable que conoce y ama; que forma parte de remotos ayeres, que le hace recorrer largos viajes entre la vida y la muerte. Porque la vida, como la muerte, es un constante fluir, una incesante sucesión de conciencia-inconciencia, nacimiento y renacimiento, sueño y despertar. El Puerto perpetúa sus brazos abiertos, como lenguas de arena fina, de arrullo de ola, de brisa que al sumergirse en los esteros, se sala.

El desaparecido puente de hierro sobre el Guadalete en el siglo XIX.

El río arroba la mirada del caminante cansado, lo trata con llaneza y sinceridad. Como al hermano que intuye tiene en cada muelle, allende los mares. Los mismos donde atracaron navíos que partieron hace mucho del improvisado muelle de mi pueblo.

Hoy, el errante inmóvil arrastra blancas vivencias fijadas, como espuma, a las sienes de las olas. A este muelle llegaron también fenicios y griegos, cartagineses y romanos, mucho antes de que se instalara "el moro" durante ocho siglos y le añadiera el prefijo "guada" al que se denominó Lethéo, y su nombre en griego Lethe que quiere decir olvido.

Es el mismo río al que Lucio Aneo Floro, amigo personal del emperador Adriano, en su Epítome de la Historia de Tito Livio (lib.2, cap.17) dice que los soldados de Decio Bruto temían pasarlo por temor a morir y por eso cambiaron su nombre por el de Flumen Oblivionis. En el poema épico Púnica, Tiberio Catio Asconio Silio Itálico, escribió que el río causaba olvido al que bebía sus aguas, y añade con sarcasmo que habría que "tenerla a mano y a la boca en muchas ocasiones del mundo y de la fortuna". Claudio Eliano, en cambio, en su Varia Historia dice que la denominación de "río del olvido" era porque en sus riberas crecían adormideras, mandrágoras y otras hierbas, cuyos zumos causaban y reconciliaban el sueño. Según otras fuentes, por este río Lethéo, o Guadalete, se sospechaba que se accedía a los campos de Elisia Pedia –Elíseos–, un vergel apacible y ameno, con gloriosos bosques donde moraban los hombres buenos. Poseía una luz del Cielo que todo lo transformaba en risa, alegría y regocijo. /En la imagen de la izquierda, el emperador español Adriano.

Los campos olían a Primavera, aromas y flores, acompañados de mucha variedad de frutos sabrosísimos, y fáciles de cultivar con azada, reja o cultura. No cabe duda de que este autor dijo verdad. Desde su origen, el río de mi pueblo, el río del Puerto crió buenos pescadores y hábiles marineros; aunque los hizo esclavos de los vientos que soplan apacibles de levante y poniente, ciegos de la luz que blanquea las frágiles pirámides de sal; aunque, eso sí, también los hizo serenos y creativos, perpetuamente abiertos a la inmensidad del cielo, azul e incierto.

Vista aérea del río y la Ciudad. /Foto: Jorge Roa.

Si mi pueblo, El Puerto de Santa María, diera la espalda al río, se negaría a si mismo, rompería la historia, se hundiría en la nada de lo vacuo y efímero, y se perdería un futuro que invariablemente le perteneció.  (Texto: Álvaro Rendón Gómez)

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