En pocas décadas el medio fotográfico se convirtió en un verdadero proyecto democrático de la cultura de masas, dejando constituido al homo camera. Andando el tiempo, en el último tercio del siglo XIX, la fotografía se fue creando un rol de profundo y extenso calado social. Lo que de principio estaba en manos del establishment, se fue introduciendo con habilidad entre el gentío. Y lo que de principio estaba producido de manera individual para contemplar en la intimidad, ahora se consumía por las masas de forma pública con inusitada depredación. /En la imagen, ejemplar de la Revista portuense de 1898 donde puede verse la fachada del edificio de San Luis
Estos nuevos propósitos de la iconodulia se dividió en tres niveles, que salvando algunas distancias se mantienen en perfecto estado de conservación. Los profesionales, que aumentaron según la demanda se hacía más plausible. Los aficionados, protegidos por una tecnología ávida de explotación mercantil. Y la prensa, plataforma informativa, de opinión y poder que caracterizó a las sociedades venideras.
Los profesionales
Ubicados singularmente en estudios con grandes lucernarios que precipitaban la luz natural en su interior. Estos fotógrafos, algunos de ellos pintores sin éxito comercial, atendían a interesados en hacerse un retrato, acto que daba prestigio social y demostraba poderío económico. Aunque existían distintos formatos según el bolsillo de cada cual (victoria, cabinet, promenade, boudoir e imperial) el más popular sin duda era la carte-de-visite, de tamaño manejable (6x9 cms) fue patentada en 1854 por el francés Disdéri (1819-1889) y contribuyó largo plazo a una intensa actividad mercantil bajo el resguardo y el gozo del género por antonomasia de la inmortalidad.
Asimismo hay que reconocer que los negocios de droguería realizaron una importante labor ofreciendo los productos químicos para la usanza fotográfica, pero en esos años los profesionales de la fotografía también incorporaron a su actividad de tomar imágenes la comercialización de materiales propios de su gremio. En este sentido aparece un protagonista imprescindible para entender la fotohistoria decimonónica portuense; Antonio Gutiérrez Gómez, natural de Ruiloba (Santander), que en 1893 con 28 años ya tenía comercio fotográfico en el número 30 de la calle San Juan. Lo curioso es que tradicionalmente los cántabros que se ubicaron en El Puerto regentaban almacenes de ultramarinos, pero este chicuco se decantó a muy temprana edad por el negocio de la fotografía, una actividad que se encontraba en pleno desarrollo. Años después en 1908 Gutiérrez Gómez se traslada a la calle Descalzos 30, muy cerca del estudio de los otrora colegas Justino Castroverde García, ubicado en Nevería 38 y de Manuel Sánchez Atalaya en Cielo 46.
Ejemplar de 1898 de la Revista Portuense en el archivo municipal, donde puede verse la fotografía de la Virgen de la Soledad
Hay que reseñar que no fueron los primeros gabinetes fotográficos de la ciudad, pero sí los más constantes y duraderos. Con anterioridad sobresalen nombres como el gibraltareño Juan Rojas Domínguez a mediados de los sesenta en la céntrica calle Luna 6, o fotógrafos que hacían trabajos a domicilio y que deambulaban entre las poblaciones colindantes, como el jerezano Francisco Rodríguez y Rubiales al que se le reconoce actividad desde 1859.
Los aficionados
Paralelamente al trabajo del profesional, la tecnología y la industria articularon maneras más sencillas para llevar la fotografía a los ojos voraces de los aficionados. Desde 1879 la Eastman Kodak Company se encontraba en pleno desarrollo con inventos que permitieron rápidamente el uso masivo del medio (placas secas, películas en rollo, cámaras de fácil manejo). El reclamo publicitario de la firma estadounidense resumía a la perfección la necesidad creada por el nuevo y floreciente negocio fotográfico; Presione un botón, nosotros hacemos el resto.
Se crearon también revistas especializadas pensadas y escritas para el amateur, como La fotografía, El propagador, El eco de la fotografía o Arte fotográfico entre otras.
La prensa
"A scene in shantytown". Daily Herald de New York, 1880. Primera imagen impresa en un periódico
El periodismo también jugó un papel importante en la realización y consumo de las imágenes. El avance tecnológico que supuso la impresión de fotografías en el papel informativo arranca en el Daily Herald de New York en 1880 con la publicación de la imagen A scene in shantytown bajo el proceso conocido como Halftone (semitonos). Una aplicación impresora inventada por el director de arte del periódico Stephen H. Horgan que reducía el gran esfuerzo artesanal de los hasta entonces grabados en madera.
Ejemplar del suplemento Los Lunes Ilustrados de 1896. Archivo municipal El Puerto
Las primeras fotografías publicadas junto a textos en la prensa de la ciudad se remonta al 12 de octubre de 1896 en el suplemento Los Lunes Ilustrados de la Revista Portuense, con fotografías del pintor maño Marcelino de Unceta, prestigiosos militares o esculturas mitológicas del Louvre. El 8 de abril de 1898, a la sazón Viernes Santo, aparece en la portada de la misma cabecera una fotografía de la Virgen de la Soledad, que inaugura en la popular revista una nueva y moderna manera de hacer periodismo, la de acompañar los textos informativos con imágenes fotográficas referenciales.
Antes que el gallo cantase las primeras luces del siglo XX, que a la postre se le denominó de la imagen, había quedado constituido una suerte de homo camera que cambiaría de manera revolucionaria y definitiva la estructura iconográfica de la humanidad, instituida desde tiempos memoriales por el homo pictor. /Texto: José Antonio Tejero.