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La historia de una Ciudad no la marcan únicamente los políticos que la gobernaron o los hitos históricos que la tuvieron como escenario. Más allá de los manuales, hay miles de relatos que dan aquella otra imagen, la del día a día de un pueblo que se amolda al paso del tiempo. Francisco Rodríguez Ceballos, conocido en vida como Paquito Ceballos, uno de esos hombres, al que los años le permitieron conocer el antes y el después de su Puerto natal, de cuya particular historia, sigue siendo un ejemplo.

Paco nació el 3 de diciembre de 1912, día de uno de los copatronos de El Puerto, San Francisco Javier. A los 10 años dejó el colegio para ayudar a su madre, ya que su padre, al que ni siquiera pudo conocer, murió casi dos años después de su nacimiento. Estuvo casado con Balbina Sánchez Rosso, con quien tuvo cinco hijos: Milagros, Francisco, Baldomero, Robertito e Ignacio. Fallecía con el fin de siglo, en el 2000, contando con 88 años de edad

Siendo muy niño, ya se dedicaba a llevar la ropa que su madre lavaba al Colegio de los Jesuitas y a algunas familias importantes de la Ciudad. Aunque su primer sueldo lo recibió en una imprenta a los 10 años, pronto cambió el olor del papel y tinta por el del pescado y los caldos de la tierra. Su primera oportunidad para aprender el oficio de camarero lo tuvo en el Hotel París de la calle Larga, siendo aún un niño. Desde entonces “no le había faltado trabajo ni un solo día”.

Sentados, de izquierda a derecha, S.A.R. el infante Don Juan de Borbón y Battenberg, Francisco Javier de Terry y del Cuvillo, Bernardo Rodríguez Morgado, de espaldas el teniente coronel, comandante general de la plaza Juan García de Diego, Juan Gavala y Laborde (ver nótula núm. 442 en GdP), Juan Pedro Velázquez-Gaztelu Caballero y Joaquín Calero Cuenca (ver nótula núm. 925 en GdP). De pie, Antonio Osborne Vázquez, Francisco Rodríguez Ceballos, dos camareros desconocidos y Juan Pedro Velázquez Gaztelu presidente del Club Náutico entidad que visitó Don Juan de Borbón el 9 de septiembre de 1930, cuando esta entidad se encontraba en la otra banda del río, junto al desaparecido Puente de San Alejandro. /Foto: Colección Vicente González Lechuga.

DON JUAN DE BORBÓN.
Aunque Paco o Paquito era conocido por ser el fundador de ‘Los Pesebres’ en la actualidad ‘Casa Paco’, su primer bar lo compró allá en el año 1930, por el módico precio de 500 pesetas. “--Estaba yo trabajando en el restaurante Antigua de Cabo, cuando me llamaron para tres servicios: uno en Bellas Artes; otro en el Casinillo que había en la plaza de Isaac Peral y el tercero para la inauguración del antiguo Club Náutico, al que acudió Don Juan de Borbón, padre del rey de España”, recordaba.

En la imagen, Paco Rodríguez Ceballos, escoltado por Fosco Valimaña Lechuga (ver nótula núm. 095 en GdP) y Joselito Escribano Ivison (ver nótula núm. 956 en GdP), durante el homenaje que recibió 70 años después, en el 2000 en el Club Náutico, poco antes de su óbito. Detrás, su hijo Paco, propietario del 'Bar Liba'.

‘LA CASUALIDAD’.
Estábamos en 1930. Ganó de ellos un total de 500 pesetas y aunque su intención era dárselas a su novia “porque estábamos juntado para casarnos”, un amigo se cruzó en su camino. Este tenía un bar en la calle Ricardo Alcón (calle Muro). “--Me dijo que lo vendía. Le pregunté que por cuanto. Me respondió que por 500 pesetas..., así que saqué las 500 pesetas del bolsillo, nos dimos un apretón de manos y encargué a Julián Suárez, un pintor que andaba por allí, que pusiera al bar ‘La Casualidad’. “

Paco Rodríguez, de luto, en el centro de la imagen.

‘LA FUENTECILLA’.
Poco duró el negocio porque enseguida lo llamaron a filas y tuvo que venderlo. Una vez cumplida su obligación con la Patria lo llamaron de ‘La Fuentecilla’. Su empleo en este restaurante evitó que su familia pasase hambre en el fatídico año de 1940. “--Aquí en El Puerto hubieron muchas personas que no tenían con que alimentarse, pero, gracias a Dios, la mía comía en el restaurante”.

En la imagen,  el 'Colmado'  a principios del siglo XX, lugar donde hoy se encuentra 'Casa Paco' conocido tambén por 'Casa Paco Ceballos' o 'Los Pesebres'. A la izquierda al fondo, la Plaza de la Herrería y  Casa de los Diezmos, edificio compartimentado en diversos establecimientos de hostelería. (Foto: Centro Municipal de Patrimonio Histórico).

Óleo de Adrián Ferreras, propiedad de 'Casa Paco' que se encuentra en su interior y que, inspirado en una fotografía de la época, recrea los felices años 20 del siglo pasado. Existen datos que corroboran que ya funcionaba como Colmado en 1850, a acrgo del montañés Tomás García de Mesa, establecimiento que fue pasando por diversas propiedades hasta abrir como 'Nuevo Colmado' en 1909 de la mano de Joaquín Faz. (Foto: Colección J.M.M.).

Sus siete años de trabajo en ‘La Fuentecilla’ le sirvieron para abrir en 1946 en la Ribera el bar ‘Los Pesebres’ [por las repisas que tenía en las paredes, donde se arrimaban los parroquianos a beber, según recoge Enrique Pérez Fernández], en la actualidad 'Casa Paco', uno de los establecimientos más emblemáticos de la Ciudad. Pero antes, ya tuvo ocasión de conocer a muchos famosos.

Una característica foto de Paco con un gato que vino con un marinero de Tánger en un barco pesquero y se instaló a vivir en el bar. Un buen día descubrió Paco que, durante los periodos de abstinencia de alcohol en los que solo bebía té con leche, que al gato le gustaba la infusión: le avisaba con la pata, que a continuación metía en el vaso y se disponía a tomar su dósis, por lo que había que preparar para dos. El gato hacía sus necesidades en el servicio del bar y dormía en el lomo de un pastor alemán de la zona. Curioso especimen.

MANOLETE Y EL CARDENAL SEGURA.
“--En cierta ocasión serví una comida a Manolete y durante la inauguración de la Capilla del Castillo de San Marcos --entonces de la Condesa Vda. de Gavia--, me llamaron para atender a los invitados, entre los que se encontraba el Cardenal Segura”. Muchos han sido los marqueses, artistas y ricos en general para los que trabajó Francisco. Sin embargo no cesaba de repetir que para él, tan importante era el trato con estos personajes como con el más pobre de la Ciudad. “--La atención al cliente ya no se cuida tanto como entonces”, se lamentaba.

LOS ALICANTINOS.
Por aquel entonces,  en plena década de los cuarenta del siglo pasado, había en el muelle mas de un centenar de barcos. “--Los primeros eran de vela y faenaban en la Punta de Cádiz, pero con los años fueron viniendo los armadores alicantinos y, con ellos, el fomento de la industria pesquera”. Su local, en el que sólo se despachaba vino, se convirtió pronto en el lugar de reunión para hombres de mar. “--Allí acudían los armadores para hacer cuentas con los pescadores”. /En la imagen de la izquierda, curiosa publicidad de Bodegas Osborne, en la que usa como reclamo a la popular marisquera 'La Guachi'.

De aquella época recordaba a muchos personajes populares de la historia local, “--Pobres pero muy alegres. ‘El Chumi’ era hilador, ‘el Caneco, betunero y ‘la Guachi’, la primera marisquera conocida de El Puerto”. Con los años, se fue poniendo de moda comer pescaíto frito en los bares: las tajaítas meonas (trozos de delfín seco y salado) y el cazón bienmesabe (así se conocía el adobo) etc., hacían furor.

De izquierda a derecha, Isidro Obregón, desconcido, Francisco Rodríguez Ceballos, José Sánchez Rodríguez 'el Nene' del Bar 'Los Tres Reyes' (calle Nevería), Luis Paloma, Juan García Crressi, Guillermo García de Leániz, Luis Osborne Tosar, desconocido, Juan Fernández Gallero 'el Gasolina' del Bar 'Juanito', Tadeo Sánchez Rodríguez, Manuel Moreno Moreno y José Serrano 'el Pobre Pepe', de Bar Cádiz (calle Nevería). /Foto: Colección Vicente González Lechuga.

La vida entonces se centraba en el trabajo. “--Aquí no había paro, porque tanto en el campo como en las bodegas el trabajo era manual. Luego los españoles se irían a vendimiar a Francia, pero antiguamente eran los portugueses los que venían aquí a hacer la siega”.

LUGAR DE VERANEO.

El Puerto ha sido siempre un lugar de veraneo. “--Venían de Jerez y de Sevilla para bañarse en las playas de La Puntilla y Fuenterrabía, pero el bullicio era mucho menor. No había tantos bares ni tantas fiestas”. Su vida, al igual que la de los jóvenes de su generación, estuvo marcada por el trabajo. “--Sólo descansábamos el domingo, que era el día que aprovechábamos para ir a la playa, jugar al billar o ver una Corrida de Toros. Por la noche, después del trabajo, nos reuníamos en algún bar”.

Recibió el reconocimiento de Bodegas Osborne y en presencia de Ignacio Osborne Vázquez, de manos del desaparecido coleccionista Ramón Bayo Valdés, con nótula núm. 664 en GdP. La imagen está tomada en la Bodega de Mora.


Con Manolo Gutiérrez 'el Cochino', con nótula múm. 284 en GdP, al que le unía una gran amistad.

Esta afición la siguió conservando ya octogenario; de hecho, las pocas veces que salía a la calle las dedicaba a visitar la desaparecida Bodega de González Rico o las actuales de Osborne para encontrarse con sus amigos.

A pesar de haber trabajado toda su vida no llevaba bien su jubilación. “--Hasta los ochenta seguí haciendo cosas en casa. Limpiaba el pescado antes de llevarlo al bar, arreglaba las mesas, etc. porque me calmaba los nervios”, afirmaba. En 1996 recibía un homenaje de la patronal de hostelería HORECA, que le impuso la insignia de oro de la entidad. Había recibido, también, un homenaje del desaparecido Club Taurino del Parque Calderón, del que era su socio número 1./En la imagen, con la distinción de HORECA, en 1996. Por cierto que su hijo Paco ha recibido recientemente, al cumplir 66 años, idéntica distinción.

El establecimiento es gestionado en la actualidad por sus hijos Baldomero e Ignacio, que mantienen una clientela variopinta y ofrecen unas tapas de mucha categoría lo que les ha hecho acreedores de aparecer en la Guía Michelín. Ver nótula núm. 408 en GdP de Baldomero e Ignacio y las tapas de merluza rebozada.

Botellas antiguas de vinos y caldos de El Puerto que se exhiben en el establecimiento.

Para Paquito su pueblo seguía siendo igual de bonito que antaño, aunque mas grande. De sus labios brotaban estos versos:

El Puerto es un tesoro
con rica fruta y abundante,
tenía dos puentes colgantes
y una gran Plaza de Toros,
la calle Larga sobre todo,
Vistalegre al océano
y esas aguas cristalinas,
saludables y muy finas,
del impero gaditano.

Aunque los aprendió de chico, nunca los olvidó y así lo recordaba en septiembre de 1995. (Texto: Mercedes Torrecillas).

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