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Desde Cruces a Diego Niño, transcurre la antigua calle Lechería, nombrada por Anselmo Ruiz de Cortázar en 1726, hoy Cervantes.  El nombre oficial de Cervantes se lo dio el Instituo Colombino en 1929, pero también se llamó Dueñas de Archite al tramo que transcurre entre Diego Niño y Rosa; Cordonera o Cordonería en alusión a la industria de la jarcia, que tanta importancia tuvo en El Puerto en el siglo XVIII; y otra denominación fue Calle de los Gitanos, por estar aquí aposentados desde épocas pretéritas. El tramo de calle que contemplamos se encuentra cercano al crucero con la calle Zarza. /Foto: Vicente González Lechuga.

El espacio conocido como Las Siete Esquinas, visto desde el mismo ángulo pero en diferentes momentos. La taberna de las Siete Esquinas está cerrada por enfermedad de su propietario, mientras que si permanece abierta la taberna/restaurante El Patio de Las Siete Esquinas, un bonito patio contiguo a la bodega de crianza que realiza funciones como típica taberna de copeo y tapeo regentado por José Luis y Begoña, perteneciente a la Bodega de Edmundo Grant.

La Bodega fue fundada en 1841 por Edmundo Grant Falconell. En la actualidad dicha bodega, que siempre ha permanecido en el seno de la misma familia, realiza las labores de crianza y expedición del vino mediante métodos tradicionales, siguiendo el tradicional sistema de criaderas y soleras. Y cuenta con despacho de vinos en la propia bodega, tanto embotellados como a granel. /Fotos: Vicente González Lechuga.

Visita de Valentín Galarza Morante ministro de Gobernación, natural de El Puerto cuyo domicilio estaba situado  en la calle Larga, 87,  frente al Bar La Perdiz..El coche está situado a la puerta de la vivienda familiar en la calle Larga.

A Galarza debemos la biblioteca municipal.  En la actualidad se encuentra una entidad bancaria y oficinas en los pisos superiores. La fotografía está tomada desde el solar derribado que hoy ocupa otra entidad bancaria, y en el que en su día se construyó Porto Moda). (Foto: Centro Municipal de Patrimonio Histórico).Visita de Valentín Galarza a El Puerto. El coche está situado a la puerta de la vivienda familiar en la calle Larga. (Foto: Centro Municipal de Patrimonio Histórico y Vicente González Lechuga).

En la imagen, la desaparecida fuente con la lámpara que ha tenido otros destinos, (anteriormente en la Plaza de la Iglesia y en la actualidad en la Plaza de los Jazmines). En el espacio que ocupaba la fuente se encuentra en la actualidad un parque infantil.

En el siglo XIX, los lugares que tradicionalmente acogieron el tranquilo deambular de los portuenses –aparte de algunas áreas de ocio, como las caminatas que solían hacerse por el Camino Viejo de Rota al molino Platero, o en ‘la Otra Banda’ al pinar del Coto de la Isleta– fueron, a partir del siglo XVIII, el paseo del Vergel del Conde, ampliado en 1895 con la creación del Parque Calderón, y el paseo de la Victoria, y desde 1889 la plaza Isaac Peral. Hasta principios de nuestro siglo, fueron tiempos en que río y ciudad, fundidos, conformaban un mismo paisaje, materializándose el hecho de ‘vivir cara al río’: A un lado la ciudad, al otro el Guadalete, y en medio el vergel del Conde y su prolongación del parque Calderón. /Foto: Vicente González Lechuga.

Monasterio de la Victoria. /Foto: Nani Delgado Poullet.

Desde la nueva estación del tren contemplamos el monasterio de la Victoria, iglesia de principios del siglo XVI, con una rica fachada gótica. Actualmente es un recinto cultural, si podemos acceder, hay que contemplar su solemne claustro. Entre 1896 y 1981 fue una cárcel y en sus jardines hay un monumento que recuerda a los reclusos políticos. Cruzando la antigua carretera, podemos acceder al Paseo de la Victoria, antigua huerta del monasterio y jardín desde finales del siglo XVIII. Continuando hacia la Plaza de los Jazmines en las inmediaciones se encuentran las Bodegas Terry (para visitas 956 151 500).  Desde el monumento al Sagrado Corazón (1927) tomaremos por calle Larga. En el número 19 podemos encontrarnos con la fachada civil más antigua de la ciudad, del siglo XVI. A continuación el Hotel Monasterio San Miguel, antiguo convento de las capuchinas, del siglo XVIII. En el  número 64, el Palacio Oneto, también del siglo XVIII, podemos asomarnos a su encantador patio porticado.

En la imagen de la izquierda, patio del Palacio Oneto, en la calle Larga. /Foto. AGR.

Desde la plaza Peral nos acercamos hacia el rehabilitado Ayuntamiento, del siglo XIX, erigido sobre el desaparecido monasterio de los Descalzos. Tomamos a la izquierda por calle Nevería y subimos por Ganado hasta el mercado de abastos, siglo XIX, y en esquina con Sierpes, siempre viene bien una parada en el bar Vicente (Los Pepes, para los portuenses) y contemplar sus reclamos publicitarios bodegueros. Tomando Ganado arriba, en esquina a Zarza se llega al Hospitalito, siglo XVIII, sede del futuro Museo, que abre con exposiciones temporales. Por Placilla llegamos a la casa palacio de Los Leones, convertida en establecimiento hotelero, con una rica fachada del siglo XVIII y  un interesante patio. Continuando por San Bartolomé llegamos a la calle Palacio. A la izquierda, en el número 48, una de las fachadas más originales de las casas de cargadores de Indias, la de los Govantes (siglo XVII), con yelmos y armaduras en la última planta. En la esquina con Misericordia, podemos contemplar parte de lo que fue el convento de San Agustín, actual conservatorio. Tomando a la izquierda por la calle Jesús de los Milagros podemos contemplar otras  fachadas de interés, y a la izquierda, en calle Luna, la iglesia de las Esclavas, (con retablo del siglo XVIII).

La plaza de la Herrería, en la actualidad.

Llegaremos a la plaza de la Herrería, presidida por la Casa de los Diezmos, siglo XVII, perteneciente en su momento al Arzobispado de Sevilla. Tras contemplar la cercana plaza de la Cárcel y los pórticos de la Ribera del Río (más apartada se encuentra la iglesia del Espíritu Santo, en Pozos Dulces, siglo XVIII), podemos reparar fuerzas tapeando en algún bar de toda esta zona, de la Ribera del Marisco o de la calle Misericordia, o continuar por el parque Calderón (1896), plaza de las Galeras, con la fuente de Las Galeras (siglo XVIII),  y continuar por la Bajamar o por Micaela Aramburu hasta la esquina de calle Palacio, donde se encuentra la fachada de la antigua aduana del Palacio de los Medinaceli, señores de El Puerto (siglo XVI).

El antiguo Hospital Municipal, antes del 'palmericidio'.

Frente a ella, el antiguo Hospital Municipal (siglo XX), pendiente de restauración. Si está abierta la capilla se puede contemplar la venerada talla de Jesús de los Afligidos (siglo XVII), de posible origen americano. Por esta calle, frente a la plaza Colón. Tomando hacia la plaza del castillo, el palacio de Araníbar, siglo XVII, la casa de cargadores de Indias más antigua, que es actualmente Oficina de Turismo, junto al castillo de San Marcos (siglo XIII). En la manzana adyacente está El Resbaladero, antigua lonja del siglo XVIII. Tomando por calle Cañas y Sol llegamos frente al Palacio de Valdivieso, actual sede municipal de Urbanismo, desde aquí alcanzamos la plaza del Polvorista. En un lateral se encuentra el Teatro Pedro Muñoz Seca, antiguo cuartel del siglo XVIII; la sede del Ayuntamiento es el palacio de Reinoso, siglo XVII, pudiendo acceder en horario de mañana a contemplar su patio. Regresando a la acera de Micaela Aramburu se encuentra el palacio de Imblusqueta, siglo XVII. En su patio se contemplan unas cadenas que recuerdan la doble estancia del rey Felipe V. A continuación, tras pasar la calle Cadenas, se halla la casa palacio de Roque Aguado, con una original escalera de acceso en su patio. Desde este lugar tenemos cerca una visita a las bodegas Osborne (956  869 100), con acceso en calle Los Moros; bodegas Gutiérrez Colosía (956 852 852), en la avenida de la Bajamar; o bodegas Grant, en calle Bolos (956 870 406). (Texto: Francisco Andrés Gallardo).

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Cuando se ha  construido una ciudad, paso a paso, y su urbanismo tiene peso, seguro que es producto de las invariantes. Las invariantes se repiten, están en el inconsciente forjador, son elementos imprescindibles de la personalidad y de la idiosincrasia de algo. Así, las invariantes del urbanismo portuense son las calles tiradas a cordel, el urbanismo en damero; los bluendes, esas especies de almenas que coronan los pretiles de las azoteas; los guardacantones de las esquinas; los cierros bajos y altos; los pavimentos tradicionales; los huecos de escalera; los patios; y los soportales, por ejemplo.

Copia idealizada de plano de El Puerto de 1787. Ameneiro. 1970

Cuando el Puerto fue declarado Conjunto Histórico-artístico, yo creí, inocentemente, que sería su salvaguarda. Esta Ciudad de los cien palacios, ha ido, poco a poco, deturpándose y adocenándose, con la permisividad, ciertamente punible, de las autoridades locales. El paisaje urbano se ha degradado hasta límites insospechados, sin que nadie le ponga tasa ni coto. Aquí cualquiera ha dispuesto como suyo de algo que es del común; el paisaje urbano –y el rústico—heredado, preservable, por Ley.  Pero está visto que la Ley no se ha aplicado, ni se aplica; no se tiene conciencia de estar ante una Ciudad singular, a la que poco a poco se le va despojando de sus invariantes, fijadas y forjadas siglo a siglo.

Es el caso de los soportales de la ribera del Guadalete. Desde Pozos Dulces hasta casi el comienzo del Parque de Calderón por la Plaza de las Galeras Reales hubo soportales, magníficos ánditos cubiertos al mismo nivel de la calle; espacios públicos de suelo sin cielo, antesala de las viviendas de gentes de la mar que han ido quedando como testigos, aparentemente roqueños, de las invariantes arquitectónicas portuenses. Y sin embargo, pese a su robustez, llega un cualquiera y los derriba, impunemente. Con sólo repasar las antiguas fotografías puede apreciarse cómo constituían un conjunto muy homogéneo de construcciones que daban la sensación de haber heredado de nuestros repobladores de la cornisa cantábrica una de sus invariantes y haberlas convertido, con el paso de los años, en nuestra.

Pues no, parece que no. En el edificio de Pozos Dulces esquina y vuelta con calle Chanca, se han permitido sus promotores derribar los soportales y la primera crujía del edificio, pese a la prohibición expresa que tenían de hacerlo.  Sea bienvenido el expediente de la Delegación de Cultura y caiga sobre esos desaprensivos todo el peso de la Ley. A ver si, de una vez, se enteran que aquí no se juega ni con las invariantes, ni el paisaje urbano, ni el rústico, ni  con la historia. (Texto: Luis Suárez Ávila).        

Tras casi 30 años de trabajo en Aguas de El Puerto Empresa Municipal (APEMSA), José María Delgado Márquez se jubilaba el pasado día 14 de mayo. Sus compañeros lo definen como "un profesional entregado, disponible las 24 horas del día, que ha sido responsable de que las tripas de la ciudad funcionasen correctamente durante tres décadas".

Perito industrial de profesión, ostentaba el cargo de subdirector técnico de APEMSA desde 1983. Ya en el Ayuntamiento era el encargado del Servicio de Aguas y del Alumbrado Público, por lo que ha estado en contacto con este mundo desde hace cuarenta años.

José María era el responsable de la explotación del servicio. Tiene en su cabeza los planos de las redes de abastecimiento y saneamiento de la ciudad, de forma que no le hacía falta mirar ningún papel para saber dónde se ubica cada tubería y recordar los pormenores de cada instalación.  Ha dirigido un equipo de 30 personas, más las subcontratas, entre ingenieros, técnicos y operarios, que se encargan de la explotación de las redes, la elaboración de proyectos, el buen funcionamiento de la EDAR, el alcantarillado público, la lectura de los contadores, el trabajo a pie de calle, etcétera.

Ha sido también el encargado de mantener las relaciones con el Consorcio de Aguas de la Zona Gaditana, la compañía eléctrica, constructoras y, en definitiva, todas las gestiones con empresas que precisen de una labor de coordinación a la hora de emprender un proyecto.

Al pie del cañón y con las botas puestas, ha "sobrevivido" a diez alcaldes: Fernando Terry; Manuel Martínez Alfonso; Javier Merello; Enrique Pedregal; Antonio Álvarez; Rafael Gómez Ojeda; Juan Manuel Torres; Hernán Díaz Cortés; Fernando Gago y Enrique Moresco, y a otros tantos consejeros delegados, sin cambiar su talante, ni perder su buen humor.

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“Tenía el don del ritmo en sus “nudillos de caoba”
y en “su caja comparsista”.
Cada vez que utilizaba el uno o el otro,
invitaba a cantar, a acompañarle,
pues era una llamada al espíritu,
al canto popular del pasodoble, el cuplé o el tanguillo.”
Antonio Muñoz Cuenca

EN EL PARQUE.
La primera vez que vi a Rafael fue aquel caluroso verano de 1962, sentado en un banco del parque Calderón junto a mi hermana Mari --quien más adelante sería su mujer y madre de sus tres hijos--, yo tenía ocho años y ellos diecisiete. Era un muchacho muy guapo. Alto, rubio, de hombros anchos y espalda recta; se notaba a la legua que hacía gimnasia, sobre todo por los bíceps, que reventaban bajo la camisa de popellin, siempre un poco desabrochada. Lucía una mata de pelo importante, peinada hacia atrás con un toque de brillantina, a excepción del arremolinado tupé, que le cubría la frente sin llegar a ocultar sus bonitos ojos verdes. La impresión que me dio fue la de un muchacho atrevido, jovial, con un palique sin limitaciones alimentado por su inmensa fantasía.

RAPHAEL.
Desde el principio me dijo que le encantaba la música, que se sabía muchas canciones y que si quería escuchar alguna; le dije que sí, naturalmente, y en cuanto que empezó a cantar me di cuenta de que era Raphael, el muchacho que había ganado el Festival de la Canción de Benidorm, ni más ni menos. Él me siguió el rollo, divertido, haciéndose pasar por el cantante, pero luego, reconoció abiertamente que todo había sido una broma y que ni siquiera le conocía. Tardó bien poco en ser un miembro más de nuestra numerosa familia; mis padres le acogieron como a un hijo, nosotros como a un hermano.

LA CLASE DE DIBUJO.
Recuerdo que cuando estudiaba 2º de bachiller en el colegio de las Carmelitas no se me daba bien el dibujo artístico; me volvía loca intentando plasmar sobre el papel aquellos obligatorios perfiles griegos. Entonces mi cuñado cogía el lápiz de carboncillo con mucha agilidad y, sobre la lámina que yo había emborronado, aparecía nítido el rostro del David de Miguel Ángel. Aquel curso de 1967 conseguí un 9 de nota media en esta asignatura.

LLEGADA A EL PUERTO.
Rafael, nacido en Almería en marzo de 1945, llegó al Puerto en los albores de 1950 en compañía de sus padres y su hermano mayor, cursando sus estudios en el colegio de los Jesuitas hasta entrar en la adolescencia. /Rafael, con sus amigos, en la playa de la Puntilla.

El Puerto de aquella época era un lugar paradisíaco para el espíritu libre de la juventud. Partiendo de la calle Valdés salía un caminito estrecho cuajado de aromos y chumberas, que serpenteaba hasta las dunas --el Camino de los Enamorados--, allí, a la orilla de la playa, Rafael se distraía haciendo piruetas imposibles con sus amigos y emulando las posturas de Steve Reeves, uno de sus actores favoritos.

ENTRE LA MILI Y LA DECORACIÓN.
En 1965 cumplió sus deberes con la Patria -como se decía entonces- y durante 18 meses realizó el servicio militar en el cuartel de Infantería de Marina de San Fernando, ejerciendo de cabo gastador.

De profesión pintor-decorador, trabajó durante años en un taller de la calle Nevería, especializándose en el difícil arte de la imitación de puertas de caoba, llegando a impartir clases de pintura para jóvenes desempleados en la sede del Matadero Municipal. /En la imagen de la izquierda, durante el servicio militar en San Fernando.

AFICIONES.
Además de leer libros de ciencia ficción -”Platillos volantes, aquí y ahora” de Frank Edwards, o “El enviado” de J.J. Benítez-, tenía otro importante hobby al que dedicaba su tiempo libre: construir barcos de madera de diferentes estilos, entre ellos barcos de pesca y galeones antiguos; el más impresionante, la reproducción en miniatura del buque escuela de la Armada Española Juan Sebastián Elcano. Sin embargo, como ya he comentado anteriormente, su gran pasión era cantar.

Comparsa 'Los Romeo'. Año 1969.

EL CARNAVAL: 1969.
Su primera actuación en el Carnaval de Cádiz fue con la comparsa “Los Romeos”, bajo la dirección de José Luis Arniz, ganadora del segundo premio provincial en 1969.

Comparsa 'Los Séneca'. Año 1970.

Luego vinieron los primeros premios provinciales con las comparsas “Los Sénecas” en 1970, letra de Diego Caraballo, música de José Luis Arniz (durante la actuación de la comparsa el Gran Teatro Falla se venía abajo, entre oles y aplausos, y es que su manera de tocar la caja era totalmente innovadora.

Las filigranas que hacía con los palillos en el borde metálico de la caja, ponían el vello de punta). /En la imagen de la izquierda el LP de 'Los Hindúes', todo un éxito de ventas.

“Los Hindúes” en 1971, letra y dirección de Manuel Ariza González y música de José Luis Arniz (esta comparsa fue una verdadera revolución en su época, se grabó un Long Play que se vendió como rosquillas) y “Los Charlots” en 1973 con letra de Angel Garcia López, música de José Luis Arniz y dirección de Manuel Gómez, pasando por delante de “Los mariachis” y “Los fenicios”. Aquello fue un acontecimiento musical en el mundo del Carnaval y musical, saliéndoles numerosas actuaciones fuera de nuestra Ciudad.

Comparsa 'Los Charlots'. Año 1973.

...continúa leyendo "1.456. RAFAEL MONJE. ‘El Caja’."

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Reproducimos aquí algunas instantáneas del fotógrafo Francisco Sánchez Pérez, ‘Quico’, (ver nótula núm. 146 en GdP), uno de los grandes documentalistas gráficos que ha tenido El Puerto de Santa María en la primera mitad del siglo XX.

Desfile (1). Esta foto es del 16.06.1938 y es del entierro de Fernando Zamacola, (ver nótula núm. 800 en GdP), está tomada a la altura de la actual casa Nº 70 de la Calle Larga, es decir frente a donde viví hasta mediados de los 50 del siglo XX.

Desfile (2). Desfile de fuerzas armadas por la Plaza de Peral. Puede ser en una procesión. Lo que me pone en duda es la curva que hace el público hacia la izquierda de la foto, pues el Ayuntamiento está justo en frente del desfile. El que está abajo del todo agarrado del brazo de otro, me parece que es el padre de los Ciria, Paco Ciria, hermano del que fuera Alcalde de El Puerto, Eduardo Ciria Pérez (ver nótula núm. 1313 en GdP). Foto muy curiosa donde se puede distinguir las diferentes clases sociales de la fecha.

Puede ser Campo de la Gimnastica. Como digo en el título, puede ser el Campo de la Gimnastica, pero tengo mis dudas si es en el Eduardo Dato en sus prinpicios. El de la mascota con gafas, juraría que es mi tío Fernando Arjona Cía y la siguiente puede ser mi tía Francisca González Bruzón, pero el tener la mano en la boca me impide ver su cara. Esta foto puede ser de principios de los años 40 del siglo XX.

Plaza España postguerra. Misa de campaña en la Plaza de España. los militares armados están en posición de rindan, y parte de los asistentes con el brazo en alto. En la puerta de la Prioral se puede ver el altar presidido por una cruz, que puede ser la que sacaba el Santo Entierro en Semana Santa y detrás  se puede ver el yugo y las flechas y arriba un letrero de Presentes. La fecha puede ser entre Octubre de 1941 y Abril de 1943, ya que creo distinguir a la derecha de la puerta de la Iglesia a Fernando C. de Terry y del Cuvillo, que era el alcalde en esa época.  (Texto y Colección de las imágenes: Vicente González Lechuga).

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Lo que empieza como un relato ficticio e inconcluso de Juan Español, por fortuna, no es con el que se concluye esta nótula. La primera parte es ficticia, la segunda es real y esperanzadora. Aun quedan esperanzas para los que se animan a emprender.

María del Mar y Jesús, en el aparcamiento de la Avda. de la Bajamar.

LO FICTICIO.
“Hace poco que he cumplido 40 años. Estoy casado y tengo cuatro hijos. Aún recuerdo cuando era un hombre feliz; tampoco hace tanto, casi cuatro años. Era mileurista, pero no tenía grandes ambiciones; de vez en cuando alguna chapucilla, ¡ah!  y la ayuda  de mi Rocío, que trabajaba en la gran superficie  de Correful, de cajera, y echaba no sé cuantas horas como quinieneurista. Con lo de Rocío pagábamos la hipoteca de nuestro modesto piso de barriada, y de vez en cuando, íbamos a la freiduría de Gonzalo para darnos un homenaje de pescaíto frito. El Banco nos había facilitado un crédito hipotecario para el pisito por el 120% de su valor; esto nos animó y de la noche a la mañana nos encontramos con un Renault Clio que pagaríamos en 40 años junto a la hipoteca. ¿Se podía pedir más?

Un lunes, cuando mi Rocío fue al trabajo, su jefe le puso cara de circunstancias para decirle que a final de mes la despediría. De nada le valió argumentar su dedicación al trabajo durante diez años, sin faltar un solo día, y haciendo horas extraordinarias sin cobrarlas. Sólo recibió la frialdad de un rostro que se limitaba a decir que él cumplía órdenes superiores, que no la despedían por otra razón que el ajuste de plantilla. Durante un tiempo, el cobro del desempleo atenuaba la ansiedad de un panorama desolador, pero si no encontraba pronto trabajo, al finalizar la ayuda, la hipoteca mermaría un cuarto de nuestros ingresos. Poco tiempo después, otro lunes, siempre son negros los lunes, pero este fue tenebroso, nada más fichar, me llamó el jefe de personal para decirme que yo era uno de los diez a los que se les cancelaba el contrato de trabajo por reducción de  plantilla; un ERE, que es la forma de simplificar la frase de: ere…s uno de los desgraciados que se va a la calle.

Tuve más “suerte” que mi Rocío. A mí me abonaron 20 días por año de trabajo, ¡ocho mil euros!  Cuando me dieron la indemnización y dos años de desempleo, no calibré bien el horizonte que me esperaba. Todo quedaba muy lejos por lo que  le dije a mi Rocío, vámonos a celebrarlo. Con ella y con mis hijos nos fuimos a un restaurante, ¡ocho mil euros juntos! Dios mío, cuánto dinero. Hasta pedimos una bandeja de langostinos de Sanlúcar, de esos que yo había oído decir le llamaban “pablos romeros”,  pero que nunca había probado, jamás fui más allá de los congelados del Correful. Fue el último día de felicidad como familia”.

Lo que seguía era muy dramático, cuando faltó el dinero el amor saltó por la ventana; separación, desastre, desolación…suicidio. Esto es solo ficción, no he publicado este relato, porque creo que no son momentos de desanimar; al contrario, hay que levantar el ánimo y por eso traigo aquí la historia real que sigue como admirable paradigma.


LO REAL. ECOLATAS ANDALUZAS 2012.
A nadie le gusta que le den la lata, salvo a Jesús, Mª del Mar, sus cuatro hijos y cuatro compañeros. Nadie más está dispuesto. He conocido a este matrimonio y su numerosa prole. Carecen de todo, pero van limpios, son pobres y sin recursos, mas no mendigan; solo están llenos de dignidad, fuerza interior, ganas de luchar y hasta su puntito de felicidad. Jesús trabajó de mantenimiento, es decir, de todo. Albañil, electricista, peón… hasta que le despidieron como a tantos. Agotó todas las ayudas sociales y al contrario que el protagonista de mi relato anterior, miraron a sus hijos, y decidieron afrontar la adversidad con ingenio y fuerza interior. A mí se me erizaron los vellos cuando me contó que había creado una empresa para dar un servicio público gratuito, y que para ello, con un cochecito de niño, él y su mujer María del Mar, recogían de las calles, parques y bares, las latas vacías de cualquier uso. Todo el día andando en busca de la lata abandonada.


«--¿Qué ganas con eso Jesús?», le pregunté. «--La posibilidad de sacarme un sueldecito». --»¿Pero cómo? --insistí-- porque el Ayuntamiento no puede subvencionar nada». «--No recibimos nada y solo dependemos de nosotros. La labor que hacemos favorece el mantenimiento del medio ambiente y nos permite vender a una planta recicladora del norte de España todo nuestro almacenamiento». «--Y ¿cómo almacenáis si carecéis de instalaciones?». «--Llevamos un año de trabajo, de gestiones, tratando de encontrar algún tipo de subvención de la Comunidad Europea, hasta ahora sin resultado, pero han tenido éxito nuestras gestiones, y Medio Ambiente de El Puerto nos ha cedido una nave para almacenar la recogida. Nos han prometido dos furgonetas que aún no llegan, lo que nos obliga a hacer la recogida a pié».

Ni siquiera me hicieron alusión al sol de justicia que han de soportar. Hemos quedado en seguir hablando. De momento he recibido una lección magistral de presencia de ánimo, de entusiasmo, de ganas de comerse el mundo sin contar con ayudas, esas ayudas que se facilitan para justificar estúpidos proyectos pseudo-solidarios. ¡A mí qué me importa la vida sexual del escarabajo pelotero! por establecer una metáfora con otras subvenciones estrafalarias.

Esta iniciativa precisa de ayuda, o por lo menos, de colaboración. ¿Es que no hay ninguna furgoneta de segunda o tercera mano que se le pueda ceder a estas familias, con lo cual mejoraría su rendimiento y reduciría su esfuerzo personal?  Por si alguien está interesado y puede ayudar, la empresa en la que se están dejando la piel es, ECOLATAS ANDALUZAS 2012, la empresa creada desde el ingenio y el rechazo a la desesperanza. Dejo constancia aquí de mi admiración por este matrimonio y sus compañeros. /Texto y foto: Alberto Boutellier Caparrós.

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