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La Casa del Jamón inaugura junto a la plaza de toros de El Puerto una espectacular tienda gourmet de 180 metros cuadrados en la que combina el jamón al corte con un amplio surtido de chacinas, quesos y conservas. También venden panes gourmet y bocadillos de jamón. El nuevo espacio también se caracteriza por su apuesta por los productos de la provincia

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Pero todavía hay más. A la calle se abren 4 ventanas desde donde el público puede comprar. Una está dedicada a panes especiales que ellos mismos hornean, una selección de empanadas que vienen desde Toledo, algo de bollería y una pequeña representación de dulces. La segunda tiene quesos y una tercera está dedicada a los bocadillos de jamón y unos cartuchitos, como los de los puestos callejeros de camarones, pero que llevan taquitos de jamón o de chicharrones de Paterna. La cuarta apertura está dedicada por completo al jamón y en ella un empleado corta el jamón a poco más de un metro de las personas que pasan por la calle…espectáculo en directo.

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Una vitrina refrigerada de nueve metros de largo y en la que el propio cliente puede coger los productos preside el local.

Hasta cinco personas, y ampliaremos para las fiestas, señala Juan Carlos Amado, atienden al público. Todos van exquisitamente vestidos de negro con un delantal de mismo color hasta los pies y el nuevo logotipo recien estrenado de la firma. Para que no falte de nada sirven a domicilio, cortan los jamones enteros y te los envasan en sobres al vacío y venden por internet a todo Europa. No cabe duda de que están a la vanguardia y tiendas como estas es difícil encontrarlas en España. Pero este empresario, afincado en El Puerto de Santa María desde la década de los 90, sabe lo que es crear tendencia. En 1995 abrió en El Puerto de Santa María la primera jamonería que se ponía en marcha en la zona. El principal atractivo era que el jamón se cortaba a cuchillo delante del cliente. El éxito fue tal que en la ciudad ha llegado a haber hasta una decena de tiendas bajo la misma idea y las “jamonerías” se han extendido por la provincia.

Ahora casi veinte años después quiere volver a revolucionar el sector. En la tienda, calcula, hay unos 1500 productos diferentes, con una amplia presencia de artículos de la provincia. “Siempre trato de impulsar todo lo bueno que se hace aquí. Si hay un producto que me gusta y que se elabora en la provincia lo pongo en la tienda. Ahora, eso sí, todo lo pruebo antes porque para mi y para que mis clientes confien en lo que vendemos, es fundamental que haya calidad”.

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Otra vista de la tienda, con la exposicón de conservas y chocolates. Detrás las cuatro ventanas por las que se atienda al público directamente en la calle.

En la tienda, que se inauguró el pasado 4 de julio, hay de todo. El diseño lo ha reliazado por el propio Amado “después de recorrer con mi mujer toda España viendo cosas. Al final, fijaté que un punto importante para nosotros fue cuando visitamos el nuevo mercado de Cádiz, porque allí vi muchas de las cosas que quería, que al público se le metieran los productos por la vista, que los tenga cerca”. Es verdad que la tienda tiene ese espiritu de mercado e incluso eso le quita “el miedo” que le da a muchas personas entrar en este tipo de establecimiento por temor a encontrarse productos caros.

Para evitarlo el empresario saca la tienda a la calle con tres ventanas a través de las cuales se expenden desde pan hasta bocadillos de jamón cortado a cuchillo. A un euro los de jamón serrano y a 1,90 los de ibérico.

Uno de los apartados más llamativos es el de los quesos, con una amplia presencia de quesos gaditanos. No faltan El Bosqueño, Los payoyos o la quesería de Pajarete, pero también firmas menos habituales y que están despuntando por su calidad, como la quesería de hermanos Mangana de Benaocaz o Andazul de San José del Valle, la primera de Andalucía en elaborar quesos azules.

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Una de las empleadas prepara los bocadillos de jamón delante del público.

Hasta 250 están llegando a vender al día, asegura Juan Carlos Amado.De todos modos el apartado que se lleva todas las miradas es el jamón cortado a cuchillo. Permanentemete tienen al corte una decena de variedades, pero en una especie de inmensa vitrina acristalada se apegotonan más de 1000 piezas de jamón de diversas procedencias. Entre los productos más llamativos las patatas fritas de San Nicasio o las croquetas de “Ameztoi”, muy conocidas por su calidad a pesar de ser de las congeladas. Vienen directamente del País Vasco y se hacen con leche de vaca de caserío. Tienen también algo de comida preparada como algunas ensaladas de ahumados o empanadas, además de los bocadillos que preparan ellos mismos.

Pero las ideas de Amado no se paran aquí. Además de esta tienda en los próximos meses abrirá un nuevo despacho en Vistahermosa, que se une al que ya tiene en aquella zona. Será un puesto de autoservicio que estará situado en el centro comercial y donde se venderá jamón y otras chacinas, además de quesos y otros productos listos para consumir. /Texto y fotos: Pepe Monforte.

Más de Juan Carlos Amado en Gente del Puerto
503. Y el jamón se hizo tienda.
1.274. De El Puerto a toda Europa.

 

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José García Cote, en la Taberna Obregón.

José García Cote, hijo de los paterneros Vicente García y María Cote que vinieron a nuestra Ciudad a trabajar en el campo, nació en 1935 en El Puerto de Santa María en la casa palacio que existía anteriormente al edificio que alberga las actuales instalaciones de Mariscos Romerijo, es decir, hace 79 años, cuando sigue permaneciendo soltero. Es primo de ‘El Rubio’, el padre del alcalde, Alfonso Candón.

1935
Se funda la Bodega Obregón. Abre al público en junio el Cine Orpheo, en Puerto Escondido, permaneciendo funcionando hasta noviembre de 1941. En junio, Luis Cómpanys, expresidente de la Generalidad de Cataluña, ingresa en el Penal de El Puerto.  Era alcalde de la Ciudad, José Luis Macías Caro. Rafael Alberti le dedica la elegía ‘Verte y no verte’ a Ignacio Sánchez Mejías, ‘Poesía (1924-1930)’ y ‘Versos de Agitación’. Muñoz Seca estrena las obras ‘El Gran Ciudadano’, ‘Papeles’, ‘El rey Negro’, ‘La Plasmatoria’, ‘Soy un sinvergüenza’ y ‘Triple Seco’.

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El desaparecido edificio donde hoy se encuentra Romerijo, y donde en las dos puertas de la derecha se encontraba el antiguo Bar ‘La Draga’. Enfrente, cruzando la calle Jesús de los Milagros, el actual Bar ‘La Herrería, la antigua 'Draga' y el antiguo 'Dragón’.

Nacen el humanista Rafael Esteban Poullet. Nace el diácono Francisco Prieto Ramos, adscrito a la Parroquia del Carmen y San Marcos. Nace el corredor local Pedro Rizo Pérez, el pintor Luis Ortega García, José Alonso Martín. Muere el fundador de la Revista Portuense, Dionisio Pérez Gutiérrez.

ramonyesperanza_lourdestur_puertosantamariaMuere el Conde de Osborne, Tomás Osborne y Guezala, en posesión de este título pontificio desde junio de 1900. Su hijo, Ignacio Osborne Vázquez se hace cargo de la bodega hasta 1972. El 9 de enero de1935 fue enterrado en El Puerto de Santa María Tomás de Osborne y Guezala, Conde de Osborne. Se encontraba en posesión de este título pontificio desde junio de 1900. Estaba casado con Felícitas (sic) Vázquez, de cuyo matrimonio nacieron Elisa (casada en abril de 1917 con el Marqués de la Candía), Enriqueta,  María (casada en febrero de 1915 con José Gamero Cívico), Ignacio (casado en abril de 1921 con Ana María Vázquez Torres), José Luis (casado  doña Ángeles Domecq, hija del marqués de Casa Domecq) y Antonio. /En la imagen de la izquierda, el barco 'Ramón y Esperanza' pintado por Lourdes Tur, donde estuvo embarcado 'El Cote'.

BAJARSE AL MORO.
Pero volviendo a nuestro protagonista, José ha hecho de todo a lo largo de su vida laboral: marinero, cocinero, redero, faenas del campo, de las bodegas, conduciendo carros de marca (con mercancías desde el campo a las lonjas)… No acudió a ninguna escuela y de pequeño hacía pequeños mandados y encargos a Paco Rodríguez, del Bar Casa Paco: se crió en ese entorno de la plaza de la Herrería y el Parque. A los 11 años se quedó huérfano de padre y pronto empezó a trabajar, embarcado durante muchos años en el barco ‘Ramón y Esperanza’, de los Tur Tur, que bajaba a faenar a los caladeros de Marruecos. En cierta ocasión, por una grave enfermedad, tuvo que ser evacuado del barco en helicóptero hasta Canarias para ser tratado de una delicada intervención quirúrgica. También trabajaría en el campo y,durante muchos años, en los oficios de la vinatería, en las bodegas de los Gil.

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Busto hecho a palillo en la Academia de BBAA, de nuestro protagonista y que se encuentra expuesto en Bodegas Obregón, así como sus trofeos.

TABERNA OBREGÓN.
Ha hecho de todo a lo largo de su vida. Aficionado a los toros, llegó a tirarse como espontáneo en una corrida de toros en la Plaza Real, en medio de una faena del desaparecido diestro local Miguel del Pino. En la actualidad sigue colaborando en las Bodegas Obregón, donde hace de todo, desde algunos guisos a petición del respetable, cantiñea, pone una copa a algunos amigos y se arranca con algunos bailes, cuando procede.

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Aunque el local existía antes con otro nombre, el cocinero vasco Juan Antonio García Hernández, natural de Guetaria (Guipuzcoa) abrió el establecimiento en el número 21 de la Avda. de la Paz, en el año 2010. Antes ya había tenido también en la urbanización de Valdelagrana, donde llegó hace 8 años, “La Caleta”. Este Bar Restaurante es un elegante establecimiento con barra y después un pequeño salón comedor completamente acristalado. Está situado a escasos metros de la playa de Valdelagrana. En todo el establecimiento tienen la misma carta en la que hay algunas tapas, también pinchos al estilo vasco, medias raciones y raciones. De todos modos se puede comer perfectamente por 15 euros, una relación calidad precio excelente teniendo en cuenta el nivel gastronómico del establecimiento.

García Hernández, que atiende personalmente a los comensales,  tiene algunas especialidades de cocina vasca como la merluza del Cantábrico a la bilbaína, la porrusalda (una especia de sopa que tiene el puerro como ingrediente principal), las alubias de Tolosa guisadas o el ajo arriero. También hay especialidades madrileñas, los callos, ya que el cocinero estuvo también allí muchos años. Lo demás variado y original. Tienen también tostas y cordero lechal. Los postres son también caseros. La carta varía por temporadas y tienen también sugerencias con productos frescos.

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ENSALADILLA DE COLIFLORES.
Ya teníamos informes coincidentes de varios tapatólogos sobre la calidad de este establecimiento situado en Valdelagrana. Uno de ellos hacía mención a esta original tapa que te conquista desde el primer contacto porque tiene ya un olorcillo que alimenta y porque las coliflores adornadas con los pedacitos de pepinillos y alcaparras ya le dan su toque. La composición es bien sencilla. Unas coliflores cocidas con un magnífico punto y luego un aliño compuesto por mayonesa, en porción bastante generosa y luego un picadito que lleva alcaparras, pepinillos, aceitunas, perejil y unos trocitos de otra tapa a probar en esta casa, el bonito en escabeche. El primer gran punto es la temperatura a la que se sirve la tapa, fresquita, pero sin caer en el “heladismo” de esas ensaladillas que parace que vienen del Polo Norte de los frías que están. Esta se sirve a la temperatura perfecta y luego la armonía en la que la coliflor se deja ver pero no manda en el plato. Los piquitos se pueden mojar incluso en la mayonesa y los tropezones, a modo de “divertimento” tapatológico.

Recomendamos, además, las papas alioli, la tortilla de cebolletas, el pinchito de cordero, el bonito (o albacora si es temporada) en escabeche  y la tarta de manzana. Abre todos los días en horario de almuerzos y cenas. Cierra los domingos por la noche y los lunes completos. En el mes de noviembre cierra por vacaciones. /Texto y fotos: Pepe Monforte.

Entrebares, un establecimiento de tapas que ya sacó también una colección de salmorejos, presenta un surtido de cinco minihamburguesas con panes de diferentes colores y sabores elaborados por la pastelería Momentos (ver nótula de Jesús María Fernández Ruiz, núm. 1.724 en GdP), también de El Puerto.

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Jesús Matilla con sus hamburguesas de colores.

Las hay verdes, negras, colorás, amarillas y…hasta color pan. Se han utilizado colorantes alimentarios y diversos condimentos para darle un color diferente a cada pan. Luego en el interior, cada hamburguesa es de un sabor diferente y lleva guarniciones distints. Es el último arranque creativo del cocinero Jesús Matilla (ver nótula núm. 1.721 en GdP), el propietario de Entrebares que ya sorprendió a la clientela cuando abrió su establecimiento en el centro comercial de Vistahermosa con una colección de salmorejos diferentes que ha ido ampliando y de los que tiene permanentemente 20 en carta de un total de 50 sabores que tiene su recetario y que va variando todas las semanas.

Lo de las hamburguesas se le ocurrió viendo el interés que hay ahora en el público por estos productos. Así que diseñó cinco tipos de hamburguesas diferentes, fijó para cada una de ellas su guarnición y luego se fue a ver a su amigo el maestro pastelero Jesús María Fernández de la pastelería Momentos para que le diera el toque final que han logrado con una serie de panes de colores.

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Las minihamburguesas de colores de Entrebares

La que está teniendo más éxito es una hamburguesa de carrillada ibérica que va condimentada con pimentón de la Vera para darle un llamativo color rojo. Por encima una capa de cebolla caramelizada y para cubrilo todo un pequeño pan aromatizado con tomate. Todos los panecillos llevan por encima un poco de sésamo. La más clásica de las hamburguesas, la de carne de buey, también tiene muchos adeptos, según relata Matilla. Esta lleva un pan normal, sin ningún sabor especial y dentro un poco de cebolla y pimiento a la plancha.

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Jesús María Fernández Ruiz, de Pastelería Momentos.

Todos los panes son realizados por la pastelería Momentos. El más llamativo es uno de color verde. Lleva albahaca en su composición, una hierba muy aromática típica de la cocina italiana. Dentro acoge una hamburguesa hecha con atún, además cebolla pochada en salsa de soja y una mayonesa de wasabi, un condimento japonés con un toque picante. No le va a la zaga en exotismo la de cordero que lleva como condimento un curry de inspiración india, unas finas láminas de puerro frito y un pan también aderezado con curry. La colección la completa una hamburguesa de chocos con cebolla confitada y alioli que va con pan hecho con tinta de calamar.

No son hamburguesas para bañarlas de kepchup y mostaza ya que llevan sus propios condimentos. Matilla señala que “hemos escogido el formato mini con la idea de que se puedan probar más de una o incluso compartir las cinco”. Todas se venden a un precio de tres euros.

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Chicharrones de Atún que hizo famosos en El Puerto el desaparecido Bar El Rempujo.

La carta de Entrebares, un bar que se inauguró en el año 2013 tiene también otras sorpresas como un gallo frito cuya harina de fritura se mezcla con un polvo de algas de Suralgae, la empresa gaditana que se dedica a la recolección de este producto, o unos chicharrones de atún, una tapa que en El Puerto de Santa María hizo famosa el bar El Rempujo (ver nótula núm. 1.610 en GdP). De todos modos la estrella de la casa son los salmorejos que se sirven en copa de cocteles y con sabores muy llamativos. Así, además del típico cordobés, sin vinagre, aclara Jesús, que es natural de allí, une sabores éxoticos como el de tinta de chocos o algunos que se complementan con frutas. /Texto y Fotos: Pepe Monforte.

 

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Aurelio Díaz García, aunque natural de Cádiz, lleva afincado en El Puerto desde 1970, donde se casó con Dolores Dandi y con quien tiene tres hijos, ya criados. Profesional de la hostelería, trabajó durante 20 años con Alexis Ruiz –hoy presidente de Discotecas y Salas de Fiestas de Horeca Andalucía--, en sus negocios de April Discoteca en Rota, el Bora-Bora en Jerez, y en El Puerto, en las Discotecas Safos del Hotel Puertobahía y Eclipse, en el Centro Comercial de Vistahermosa. Antes de montar el Bar ‘La Señora’ regentó el Bar Tiburón, en la Barriada de las Nieves.

El Bar ‘La Señora’ en la calle Vicario, --en una accesoria de la casa de los Monge Reinado-- fue durante muchos años un negocio regentado por Juanito Ceballos, que hoy conserva en sus paredes una estética cofrade, pues son fotografías y composiciones de todas las vírgenes de las cofradías y hermandades portuenses las protagonistas que dan razón de ser al nombre del establecimiento hostelero, muy concurrido, por cierto.

ALEVANTE.

Aurelio es un virtuoso de la cocina. Con muy pocos ingredientes y con poquísimos medios, organiza, a puerta cerrada, todos los miércoles unas cenas pantagruélicas, con entradas, dos platos y postres. Se han hecho proverbiales sus degustaciones gratuitas de guisotes,  de tortillitas de camarones, de cartuchitos de camarones…Su gazpacho, todo el año, tiene fama en el barrio alto y, en Navidad, lo anuncia como “gazpacho migado con polvorones” todo un plato de vanguardia.. La mojama, el queso variadísimo, la chacina de Manolo Ortega, de la Sierra de Cádiz, de Badajoz o de Burgos campan por sus respetos en el local. Este miércoles, sin ir más lejos, puso mano a la obra de un bacalao a la vizcaína que resultó para chuparse los dedos.

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Su cocina es clásica, de andar por casa, asequible para los que tienen levante y telarañas en los bolsillos, por eso a su  sección de cocina la ha llamado “ALEVANTE”, como un antónimo de “APONIENTE”, que siempre ha habido ricos y pobres. Su política es poner los platos llenos. Es decir, que no pone una cosita en el centro y santas pascuas. Por eso la prestigiosa firma de Ricardo el de las Gomas, “Vulcanizados Ricardo”, le ha galardonado con cinco estrellas. La noticia de este reconocimiento le ha valido gran afluencia de  clientes y curiosos que, dado el aforo de ocho personas humanas que tiene el local, Aurelio se ha visto obligado a frenar. A su fama han acudido verdaderas avalanchas de público de diversas regiones españolas. Precisamente del País Vasco, con la fama que tiene de cocina, Aurelio mantiene a familias fijas todo el año y por temporadas. De Alemania, de Hungría, de Holanda, de Francia, del Reino Unido, de China y hasta de Andorra tiene clientes asíduos, no sólo en el interior, sino en la calle., porque es que no se cabe. Desde esta página, felicitamos a tan ingenioso industrial y a la firma otorgante de las cinco estrellas.

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blas_simon_enrique_puertosantamariaComo introducción a mi reflexión sobre la Hostelería y  Restauración debo de transcribir el comentario que me dijo, uno de los tantos directores, con los que he tenido el placer de aprender y trabajar. Decía así “En la Restauración lo más importante es tener y aplicar el Sentido Común” ya que podemos desarrollarla prácticamente sin conocimientos, (de ahí el intrusismo dentro de la misma) pero no sin Sentido Común.

Esta reflexión va dirigida sobre todo a los nuevos hosteleros. Cada vez mas en una ciudad como la nuestra, El Puerto de Santa María, donde la industria brilla por su ausencia, se abren nuevos establecimientos, algo que hay que agradecer por lo menos por parte de los que nos dedicamos a ello, estos nuevos establecimientos en la mayoría de los casos sus propietarios son personas que han sido ajenas a la Hostelería. Tienen lo mas importante que es el dinero para montarlos y en algunos casos también buenas ideas, los montan y decoran perfectos otra cosa es que después sean fáciles para trabajar y llega lo importante la “apertura” y ahí empieza el calvario.

Cuando he empezado hablando de la importancia Sentido Común es por lo siguiente: El Sentido Común nos dice que lo que es pequeño para mí es pequeño para el Cliente, que si la carne está dura para mi está dura para el Cliente, que si el mantel está mal tirado, arrugado, las copas sin repasar etc.. para mí también lo están para los Clientes, lo que pasa que los Cliente son prudentes se callan y no vuelven, cuando tenemos un plato que funciona ese plato tiene que estar siempre igual, lo que se llama estandarizar las recetas para que, esté quien esté, siempre sea igual para el Cliente.

Los camareros tienen que estar informados de todo lo que hay y de lo que no hay. La cocina tiene que tener suficiente preparación (mise en place) para tener bastante autonomía de trabajo. Que no se pude pasar dos veces por delante de un Cliente y no hacerle ver que sabemos que está a través del saludo.

Que las funciones de los camareros tienen que estar bien definidas para agilizar el servicio y así un mayor rendimiento. Que es mejor que un Cliente insatisfecho nos lo diga en el establecimiento a que lo cuente fuera de el. Que los que pagan las nóminas son los Clientes, sin Clientes no hay negocio por muy buena que sea la gestión.

Alguien tiene que tomar la responsabilidad tanto para cuando hay un problema con un Cliente o entre los propios trabajadores. Al Cliente hay que darle el máximo de información posible a través de las cartas, pizarras e indicadores. Bueno al final nos damos cuenta que el Sentido común es el menos común de los sentidos. El Camarero es la imagen del establecimiento. La Hostelería son Señoras y Señores al servicio de Señoras y Señores. Un Cliente se tarda en fidelizar meses y se pierde en segundos. /Texto: Simón Blas Martín.

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Salvo los jóvenes nacidos a partir de la última década de los 90, todos conocimos durante toda nuestras vidas, apostado frente al paseo central del Parque Calderón y a la fuente de la Canastilla, el Kiosco de Pasage (donde hoy está un tiovivo), aquél que tenía un zócalo de azulejos sevillanos y el cuerpo, con estructura de hierro fundido, acristalado; que se instaló en 1933 y en sus últimos años fue la sede del Club Taurino Portuense.

En 1991, el Ayuntamiento, en razón a que hacía años que estaba cerrado y que presentaba un pésimo estado de conservación, siendo ocupado por drogadictos, decidió desmantelarlo. Medida, a mi parecer, apresurada y equivocada dado su interés patrimonial –se construyó en Sevilla para ser un establecimiento de bebidas durante la Exposición Iberoamericana de 1929- y sentimental, porque se tiende a tener querencia y apego por los locales que se han pisado y por los que se ha pasado toda la vida, nosotros y quienes nos precedieron. En aquel venerable establecimiento el Ayuntamiento entró como un elefante en una cacharrería. Dijeron entonces que lo almacenarían para recuperarlo el día de mañana, pero me juego el millón de euros que no tengo que el Kiosco de Pasage desapareció para siempre. Pero ha quedado en nuestras retinas y recuerdos, también para siempre.

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La Mezquita y su terraza en los años 40. Enfrente, la taberna Los Maeras. A la derecha, el espacio que en 1949 ocuparía el Bar Santa María. A la izquierda, no visible, el Bar Buenavista. La farola central se instaló en 1914.

LA MEZQUITA

El kiosco que recordamos fue el segundo que la familia Pasage estableció en el Parque.  El primero se inauguró en abril de 1914, ahora hace un siglo. Ambos fueron sucursales de La Mezquita, el bar que con el mismo nombre, transformado, sigue abierto en la calle Luna esquina a Jesús de los Milagros, que antaño –con sucesivos arcos dispuestos al modo de una mezquita- se prolongaba hasta la plaza de las Galeras. 2

fernandopasagesanchez_puertosantamariaViejo establecimiento, pues se conoce que el 5 de agosto de 1897 se hizo con el negocio, ya existente con el nombre de La Aurora, Miguel Llamas, cocinero que había sido de La Alegría, el popular restaurante que existió en la calle Nevería esquina a Ricardo Alcón, cerrado en 1961. Lo de Aurora se le puso por la inmediata calle así nombrada, cuando se prolongaba hasta las Galeras, rebautizada en 1922 como Micaela Aramburu en homenaje a esta señora entonces fallecida, benefactora que fue del frontero Hospital de San Juan de Dios.

Pero los mejores años del local comenzaron a partir del 4 de agosto de 1905, cuando reinauguró el negocio, bautizado como La Mezquita, Fernando Pasage Blandino, que antes, en 1902, había abierto el Bar La Española en Larga esquina a Palacio. Al paso de los años, hacia 1932, Fernando dejó el negocio a sus hijos Manuel y Fernando Pasage Sánchez, quienes lo mantuvieron, especialmente Fernando, toda la vida. Eran sucesores del primer Passage  (con dos ‘s’) que se asentó en El Puerto en 1742, italiano, pese al apellido francés.

Mediados los 60, Fernando Pérez Pasage, sobrino de los hermanos Pasage, abrió en la parte del local frontera a las Galeras la Cervecería Marítima, que de inmediato se convirtió en el centro de reunión de la marinería porteña. Al paso de unos años se derribó el inmueble, y en el nuevo, José Álvarez, yerno de Fernando Pasage, abrió otra cervecería también llamada Marítima, que cerró a fines de los 70.

LA CASETA DE MARTÍNEZ (1896-1909) 

En 1895, cuando se creó el Parque Calderón, el arquitecto que lo diseñó, Miguel Palacios (atinado apellido para un arquitecto), habilitó un espacio entre la Herrería y Javier de Burgos (entonces Sardinería) para ser ocupado por un establecimiento de bebidas, donde al paso de los años se ubicarían los kioscos de los Pasage.

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El Parque Calderón en el proyecto de Miguel Palacios (1894). En rojo, el espacio reservado para un ‘café’. / Archivo Municipal.

Entonces, el industrial Manuel Martínez García, un burgalés que de niño se asentó en nuestra ciudad en 1878, solicitó al Ayuntamiento, y se le concedió, ocupar el espacio con una cervecería-restaurant: cuadrangular, de 6 metros de longitud por 3’10 m de altura, de madera, con techo de cotonía (lona de cáñamo con trama de algodón) y rodeando el local 12 paños de barandas con 20 pedestales para macetas.

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Alzado del salón de la Caseta de Martínez (1902). / Archivo Municipal.

El local abrió sus puertas en febrero de 1896 y las cerró una vez concluyó el verano de 1909. Fue conocido por todos como ‘la caseta de Martínez’, siendo costumbre que cuando la Revista Portuense se refería a ella, que lo hacía frecuentemente,  intercalara el epíteto de popular: ‘la caseta del popular Martínez’ (sobre su hermano Daniel, ver  nótula 656 en Gente del Puerto).

Durante esos años se convirtió en un popularísimo centro social, donde se celebraron  numerosas reuniones políticas, familiares, deportivas..., y en su salón fue habitual que se ofrecieran audiciones de gramófono, conciertos de música, que actuaran artistas de variedades, prestidigitadores, agrupaciones carnavalescas, cantaores y bailaores flamencos...  Como botón de muestra, por su singularidad, citaré el concierto que el 10 de agosto de 1901 ofreció el virtuoso joven -25 años- Esteban Juez, anunciado como ‘el Sarasate de la guitarra’, que además de ser ciego de nacimiento tenía el mérito añadido de que posicionaba el instrumento sobre las rodillas y al revés, con el mástil a la derecha. Desde Almería, donde residía, media vida se llevó recorriendo España tocando música española: piezas de zarzuelas, pasodobles, guajiras, rondeñas…

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Acceso al Parque por el Vergel en 1903, con el paseo flanqueado de plátanos. A la derecha de los pedestales que daban acceso a la fuente de la Canastilla, apenas perceptible su cubierta, la Caseta de Martínez. / Foto, archivo de Luis Suárez.

Tras cerrar la caseta del Parque en 1909, al año siguiente Martínez abrió una cervecería en la calle Larga –junto al hoy Bar Vega- a la que llamó Sin Nombre. En el solar que su popular caseta ocupó en el Parque Calderón, cinco años después la familia Pasage establecería su primera sucursal de La Mezquita.

kioskopasage7_puertosantamariaEL PRIMER KIOSCO (1914-1932)

El 25 de abril de 1914, mientras se realizaban reformas en el Parque Calderón, que comenzaron en enero y culminaron en junio, Fernando Pasage Blandino solicitó al Ayuntamiento y se le concedió en detrimento de otras ofertas, “establecer –decía en el escrito- en la parte izquierda de lo que fue paseo del Vergel, hoy prolongación del Parque Calderón, entre el primer grupo de jardines y el limitado por las palmeras que forman un cuadrado, frente a la fuente que el pueblo llama Canastilla, un kiosco permanente para la venta de refrescos, vino y café”. Un pequeño kiosco, añado, de madera, confeccionado por el carpintero Antonio Reina y pintado por Julián Suárez, “que es sin temor a equivocarnos -decía la Revista Portuense- el primer kiosco de esa clase que se instala en el Puerto, y aun en la provincia, dando mucho atractivo al paseo, que en nada perderá con su colocación; antes al contrario, embellecerán las obras en él realizadas.” /En la imagen, el primer Kiosco de Pasage en el Parque, anunciado sobre el tejadillo, hacia fines de los años 20. / Foto, colección de Miguel Sánchez Lobato.

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A la izquierda, tapado por el arbolado, el kiosco, con un porche delante, en 1917. A su lado, la caseta La Sombrilla que entonces instaló Pedro Morro Jiménez. El paseo, desde 1914, ya con las palmeras. / Foto, Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

Y de inmediato el kiosco se convirtió en centro de reunión de propios y extraños. Su espléndida ubicación lo propició. Y también que el Ayuntamiento organizara durante los veranos, los jueves y domingos,  frente al local, en los jardines de la Canastilla, conciertos de la Banda Municipal (la que entonces dirigía José Joaquín Barba Rocafull). Pero en 1917, cuando la Corporación decidió trasladar a la Rotonda de La Puntilla los conciertos, Fernando Pasage, para paliar la falta de música y de ambiente que giraba en torno a su kiosco, decidió ofrecer por su cuenta algunas actuaciones musicales. Como las que entre el 23 y el 31 de julio de aquel año dieron, entre las 9 y las 11 y media de la noche, un terceto de violín, bandurria y guitarra dirigido por el violinista portuense Lorenzo Luna, quien también actuaría durante todo el mes de agosto formando dúo con el paisano y pianista José Luis Benítez, tocando piezas de zarzuelas, óperas, operetas y valses. Actuaciones del dúo que volverían en 1918 y que se interrumpieron al siguiente, cuando falleció Luna, mientras daba recitales en el malagueño pueblo de Arriate.

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Sede de la Academia de Santa Cecilia en 1901, calle Larga nº61. Sentado a la derecha, José Luis Benítez. En el centro, el presidente de la institución, Adolfo Barra. A la izquierda, el maestro Caballero, Francisco Javier Caballero y Maldoqui (1853-1933), excelente músico y compositor que murió en la indigencia.  / Foto, Academia de Bellas Artes Santa Cecilia.

En el Paseo de la Victoria 

José Luis Benítez Rey, que de oficio era profesor de piano en la Academia de Santa Cecilia desde su fundación en 1900, continuó en solitario ofreciendo conciertos en el Kiosco de Pasage del Parque, y también en el Paseo de la Victoria, donde se instaló algunos años el kiosco al celebrarse la Feria de la Victoria, durante la segunda quincena de agosto. En la siguiente foto, tomada hacia 1923, vemos el precioso local apostado junto a la verja de la Avenida de Rodrigáñez (donde hoy pasa la carretera), el piano de Benítez y creo que al propio Benítez, que parece ser quien está sentado al fondo junto a dos músicos de la Banda Municipal.

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El primer Kiosco de Pasage en el Paseo de la Victoria. /Foto, colección de Carlos Pumar Algaba.

En un rincón tan bonito y acogedor como éste, un servidor hasta se tragaría un concierto de piano, a cuatro manos, de Richard Clayderman y Mari Cruz Soriano. (¡Ay, Paseo de la Victoria, quién te ha visto y quienes no te ven! Aprendan quienes tengan que aprender cómo se conforma un parque, a la inglesa, no eso que hoy tenemos, un espacio fantasmal y un agujero negro que parece que no existe, un pequeño desierto que no se atrevería a cruzar -para qué- el mismísimo Lawrence de Arabia.) 

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Otra imagen del kiosco tomada el mismo día. En la mesa, tras una jornada de caza. Apoyados en la verja, los paneles de cierre del establecimiento. /Foto, colección de Carlos Pumar Algaba.

El kiosco de música de la Canastilla 12 y 13

kioskopasage_12_puertosantamariaLa música, como vemos, tal como lo fue para la Caseta de Martínez, fue un ingrediente importante para que el Kiosco de Pasage y su terraza tuvieran la afluencia de público que tuvieron, un aliciente más de las veladas y las Ferias celebradas en el Parque Calderón y en el Paseo de la Victoria. Destacaría también los conciertos que la Banda Municipal –tras el paréntesis de 1917- daban junto a los parterres de la fuente de la Canastilla y, especialmente, las que como marco escénico se ofrecían en el llamado ‘kiosco japonés’ o ‘caseta de la Canastilla’, el original kiosco de música de quita y pon que se construyó en 1905 y que desde entonces se instalaba en ‘las cuatro esquinas’ de las calles Larga y Luna –espacio para el que se diseñó- y junto al restaurante de la Rotonda de la Puntilla, en el Paseo de la Victoria y en el Parque Calderón; aquí, en ocasiones –consta que al menos en 1927- elevado sobre la misma fuente de la Canastilla, como el pueblo bautizó, en referencia al kiosco de música, al espacio ajardinado frontero al Kiosco de Pasage.  /En la imagen, el kiosco de la Canastilla en el crucero de las calles Larga y Luna al comienzo de los años 20. / Foto, archivo de Luis Suárez.

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En la esquina izquierda, en los jardines de la fuente de la Canastilla, la cubierta del original kiosco de música. Enfrente, el Kiosco de Murga y en la Ribera una parada de coches de caballos y puestos ambulantes junto al caserón que a mediados del siglo XVIII levantó Juan Carlos de Rivas (hoy Romerijo). / Foto, archivo de Luis Suárez.  

Lo habitual era que se tocaran –por tradición, los jueves y domingos- fragmentos de zarzuelas, pasodobles, habaneras, valses, polcas, chotis, aires regionales, marchas triunfales... Y a fines de los años 20, la música de la radio, que comenzaba entonces a escucharse en los domicilios de algunas privilegiadas familias y en algunos establecimientos públicos, como el Kiosco de Pasage, donde en 1927 se instaló un receptor superheterodino Grillet de ocho válvulas, marca que en nuestra ciudad representaba Severiano Ruiz-Calderón Pulito, sobrino del alcalde fundador del Parque.

En otro lugar y otras manos 

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El antiguo kiosco de Pasage, emplazado frente al Kiosco de Murga (el que se levantó –después del primero que se instaló en 1922- en 1927, que antes estuvo en el muelle de Cádiz). La pérgola, construida en 1935, la derribó un temporal en 1965. / Foto, archivo de Luis Suárez.

La familia Pasage llevó el pequeño kiosco del Parque Calderón durante 18 años, hasta 1932, cuando presentaron un proyecto para levantar en su lugar otro de más porte. El primero, el establecido en 1914, continuó siendo propio de la familia pero explotado en régimen de alquiler por otros industriales, hasta comienzos de la década de los 60, cuando por último fue un puesto de venta de helados. A partir del año 32 cambió de ubicación, instalándose en el tramo del antiguo paseo del Vergel, entre el Kiosco de Murga y el Bar Santa María.

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El kiosco, frente a la terraza del Bar Santa María. Las farolas del paseo se instalaron en 1935 y se quitaron en 1960. A la derecha, entre el Vergel y el Parque, el tablado de música de la Banda del maestro Dueñas. / Foto, archivo de Luis Suárez en copia de J. M. Nieto. 

EL SEGUNDO KIOSCO (1933-1991)

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La fachada principal del segundo kiosco en dibujo que en 1932 levantó José Maure Cerquero. Frente a la puerta, el mostrador central. / Archivo Municipal.

El Kiosco de Pasage que todos conocimos se inauguró el 2 de julio de 1933. Fue adquirido por los hermanos Pasage en Sevilla, donde prestó la misma función de kiosco de bebidas durante la Exposición Iberoamericana de 1929, acontecimiento para el que se construyó. La Revista Portuense se hizo eco de su apertura en estos términos: “En la tarde del pasado domingo tuvo lugar la inauguración del artístico kiosco que han instalado en el paseo del Parque Calderón nuestros estimados amigos los acreditados industriales señores don Manuel y don Fernando Pasage Sánchez. El citado kiosco, que constituye en sí una muy bonita instalación, viene a hermosear aquella parte del paseo, dándole una hermosa perspectiva. Al dar la noticia de esta nueva instalación y felicitar a dichos señores por el gusto artístico que preside la misma, hacemos voto porque el éxito más lisonjero corone su empresa.” Y ciertamente, dada la longevidad que tuvo el establecimiento y su raigambre en la ciudad, así fue. En planta tenía 10 metros por 6 m, estructura a la que se añadió, a la espalda de la fachada principal –donde se instaló la cocina- otra de mampostería (6m x 2m).

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Fernando Pasage  desgranó en 1976 en el Diario de Cádiz algunos de sus recuerdos del kiosco: “Aquello tuvo un éxito impresionante. Don Jesús Arbilla me decía que yo era el dueño del Parque. Ponía ciento cincuenta mesas y tenía doce camareros, más dos que sólo se dedicaban a servir café y dos chiquillos encargados exclusivamente de ir llenando de agua las cantarillas de barro que había en cada mesa. Siempre estaba lleno. Había familias que mandaban a la muchacha o a los niños para coger sitio hasta que llegaban todos. Entonces el café costaba quince céntimos. Fíjese cómo sería la cosa que tuvimos que hacer un sótano debajo del kiosco para guardar las gaseosas, que era lo que entonces se tomaba. Tenía seis metros de largo por dos de alto; lo llenábamos hasta arriba y lo cubríamos de hielo y todos los días se vaciaba. En aquel kiosco instalé la primera gramola que hubo en El Puerto para que la oyera el público. Todavía conservo aquí su armazón, que es de caoba. La gramola era de manivela, claro. También la primera radio, que era de baterías. Allí también trabajé lo mío. Siempre ha sido así, porque he tenido mucho amor propio y una gran fe en todo lo que he hecho.

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Los jardines de la fuente de la Canastilla y el kiosco al fondo. 

El Club Taurino 

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El local, atiborrado de ambiente taurino, con el joven José Luis Galloso como protagonista. / Foto, colección de Miguel Sánchez Lobato.

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El kiosco de Pasage como tal permaneció abierto durante 36 largos años, hasta que en 1969 se reconvirtió,  por iniciativa de Fernando Pasage, Manuel Almagro y Luis Prieto, en la sede del Club Taurino Portuense, inaugurada el 25 de noviembre. Cerró sus puertas, después de unos años de decadencia, a comienzos de los años 80.

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29 de marzo de 1970. Sentado, segundo a la derecha, Fernando Pasage Sánchez. A su izquierda José Cuevas ‘el Aguja’. Al otro lado de la mesa Luis Prieto. De pie, entre otros no identificados, Rogelio Sánchez, Fernando Camacho, Francisco Bernal ‘Paco Ragel’, Tadeo Sánchez, Victoriano Martínez  y Francisco Abadía. / Foto, Rafa; copia de Vicente González Lechuga.

Aquí lo dejo, no vaya a ser que mi amigo José María Morillo me diga, con razón, que me alargo mucho. En sus propios recuerdos, lector y lectora, continúa la historia del entrañable Kiosco de Pasage, el que desapareció, porque así lo quiso el Ayuntamiento, hace 23 años. /Texto: Enrique Pérez Fernández. Dedicado a Cristina y Manolo Pasage.

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La frutería de Genaro González Sala --ya jubilado-- vuelve al Mercado Central,  ahora a la Plaza de Abastos, después de tres años alejado de sus parroquianos y amigos.

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En la imagen, Genaro, a este lado de las viandas y un sonriente 'Lati'.

Tiempos muy duros para la familia de los 'Listones'. Ha costado salir para adelante pero, el hijo de Genaro, José Manuel González Fuentes (ver nótula núm. 141 en Gente del Puerto) ‘El Lati’ ha vuelto con las frutas y verduras a reencontrarse con sus clientes. Al igual que su padre y su abuela, Ramona González Sala, la tradición vuelve, continúa, en el Mercado de la Placilla.

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Cuadro del desaparecido Convento de San Antonio de los Franciscanos Descalzos, expulsados de la Ciudad tras la Revolución de 1868, que estaba situado en el solar de la plaza de Isaac Peral.

Este año el espacio del Mercado cumple los 750 de antigüedad, si bien el edificio que lo alberga, está construidos con los materiales de cantería procedentes del derribo del Convento de los Descalzos que existía en la actual plaza de Isaac Peral, tras la desamortización de los bienes de la iglesia, decretada por la Junta Revolucionaria creada en El Puerto, tras el triunfo del pronunciamiento militar iniciado el 18 de septiembre de 1868.

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Soy Patricia García Py una de las autoras del libro ‘La Mesa del Pecado’ que acaba de publicar la editorial Larousse, y que se pone a la venta esta semana. Una gaditana de El Puerto de Santa María, que después de dejar allí parte de mi corazón --aunque siempre regreso y paso las temporadas de vacaciones en casa de mi familia en El Puerto--, me fui a estudiar la carrera a Escocia, a viajar después  por el mundo y a trabajar durante 5 años en los países más remotos… Asia, África, Latino América… Hasta que en Sitges, encontré al amor de mi vida y junto a él formé mi preciosa familia con los tres soletes que iluminan nuestra vida y donde hemos vivido hasta que  ahora, por motivos de trabajo, nos hemos trasladado a la preciosa ciudad de La Coruña, desde donde sigo escribiendo mi blog ‘Sabores y Momentos’ para compartir mis recetas y mi día a día. Desde Octubre 2012  colaboro en la revista  digital ’Cuquin Magazine Food & Photography’, lo que me permite estar rodeada de fantásticos compañeros con los que aprendo y me enriquezco, así como con la revista digital de recetas y fotos gastronómicas ‘Food&Photo digital magazine’.

LaMesaDelPecado-puertosantamariaLA MESA DEL PECADO.
Con el lema ‘Pecando sabe mejor’, ocho gastroblogueros, entre los que se encuentra nuestra paisana, que nos invitan a pecar hasta en la mesa, con este original libro.
«La mesa del pecado» es una sugestiva combinación de cocina y fotografía ideada por un conjunto de blogueros que se han propuesto agitar nuestros sentidos e incitarnos a caer en todas las tentaciones posibles. Con los siete pecados capitales como hilo conductor, cada uno de ellos presenta otras tantas recetas, sencillas algunas, suculentas todas. Un llamamiento a pecar sin remordimientos, aunque también se reserve un hueco al final para que las virtudes compensen tanto frenesí.

¿Se puede cocinar con ira? ¿A qué sabe la avaricia? ¿Cómo es un plato lujurioso? ¿Y uno repleto de envidia? ¿Qué comer cuando te puede la pereza? ¿Que plato asociaríamos a la envidia? ¿Y la soberbia que receta nos sugiere? ¿Y la gula, como se interpreta en una receta?...

saboresymomentos_puertosantamariaLos siete pecados capitales son el hilo conductor del libro, la propuesta elaborada por siete de los principales protagonistas de la actual blogosfera gastronómica. Y como contraste, las siete virtudes (la castidad, la templanza, la generosidad, la diligencia, la paciencia, la caridad y la humildad), ínterpretadas por un octavo protagonista, que elabora sus recetas como contrapunto (o penitencia) a los pecados. Todas las respuestas están en «La mesa del pecado», un libro tan original como práctico. Cada receta se acompaña de una sugerencia de maridaje.

En el blog ‘Hoy del día’ le preguntan a nuestra protagonista que se considera: ¿Bloguera, cocinera, fotógrafa, comunicadora? ¿Qué es lo que mejor te define? «--Quizás un poco de fotógrafa, algo más de bloguera, un bastante de cocinera de casa (como me gusta a mi llamarme) y un muchísimo de comunicadora, jajajaj!!  Es lo que más me gusta, trasmitir comunicar, expresar lo que siento, ya sea con mis palabras, mis recetas o mis fotos. Como buena gaditana, me gusta preparar el pescaíto frito!!! No lo puedo remediar, me encanta jaja!! La verdad es que lo preparo de muchas maneras, al horno, a la plancha, en guiso, en sopa… pero que no me quiten mi bandeja de pescaíto frito, boquerones, calamares, chocos, pescadillas… es que la tierra tira!»

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La Capilla de la Universidad de Aberdeen, en Escocia, donde estudió la carrera.

MUNDO LABORAL.
Patricia es licenciada en Dirección y Administración de Empresas, Economía de la Empresa por la Universidad de Aberdeen (Escocia), donde estudió entre 1991 y 1995.

afa_press_puertosantamariaA partir de 1996 y hasta el año 2000 fue directora de equipos internacionales de AFA Press Internacional, de esta importante agencia de comunicación y prensa internacional. Visitó diferentes países por su trabajo en el último año: Filipinas, Macao (China), Sudáfrica, Tanzania, Turquía, Finlandia, Portugal, Rusia, República Dominicana, Croacia, Kenia, Israel, Egipto, Chipre y Yugoslavia. Durante los cuatro primeros años realizó reportajes en Indonesia (Partes I & II) para el USA Today (con base en Yakarta, 12 meses); Eslovaquia para el Paris Match (con base en Bratislava, 4 meses); Macao (China) para US News & World Report (estancia 4 meses); Hong Kong para US News & World Report (estancia 6 meses); Mozambique para Handelsblatt (con base en Maputo, 6 meses); Puerto Rico para US News & World Report (con base en S. Juan, 5 meses); Uruguay para US News & World Report (con base en Montevideo, 5 meses); Malaysia para el Frankfurter Allgemeine Zeitung (con base en K.L., 6 meses).

lizarran_puertosantamariaLuego cambió radicalmente su profesión, y empezó a adentrarse en el mundo de la gastronomía, pero desde la óptica empresarial, como Directora de Expansión Internacional de la franquicia ‘Tabernas Lizarrán’, durante 2001 y 2002. Desde enero de 2012 es la editora de ‘Sabores y Momentos’.

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Fundada nuestra ciudad en 1264, este año se cumplen 750 de la ubicación del Mercado en el espacio donde hoy sigue. / Foto, Joaquín Cordero.

El Bar Vicente es algo más que uno de los establecimientos comerciales más queridos y entrañables de El Puerto, por el que han parado varias generaciones de propios y foráneos. Porque además de ofrecer –como decían los antiguos- un esmerado servicio en un grato ambiente, conserva entre sus paredes la solera que sólo el paso del tiempo deja en los espacios cargados de historia. Como éste, ubicado frente a la Plaza de Abastos (1874), donde siempre, desde la misma fundación de la ciudad a mediados del siglo XIII estuvo, al raso y en linde al recinto amurallado medieval, el Mercado.

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Reconstrucción por Juan José López Amador de El Puerto en el siglo XIII. Arriba, la situación del Mercado.  

El mismo bar ocupa parte de lo que fue la Carnicería Pública, la que se construyó en 1692 seguramente sobre otra anterior, donde se agrupaban los tablajeros con sus ‘tablas’ para abastecer a la población. Su huella pervive en las columnas y arcos cegados del bar  y en la fachada, que es la de la vieja Carnicería, que tenía su acceso principal por la calle Sierpes, en la casapuerta de la casa lindera al bar. Sólo se cambió, en 1881, la actual esquina achaflanada, que originariamente se cortaba en ángulo recto. Y enfrente, entre las calles Ricardo Alcón y Ganado se encontraba el Matadero, el anterior al que en 1699 se edificó a las afueras de la ciudad (exsede del Imucona).

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Columnas y arcos tapados de la Carnicería del siglo XVII. / Foto, Javier Nucete Alba

En el interior de la Carnicería se estableció, en fecha incierta, una capilla en la que los tablajeros ofrecían misas y donde en 1750 se dispuso el cuadro de la Inmaculada Concepción (de origen franciscano) que hoy se custodia y venera en el Mercado de la Concepción.

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La capilla del Mercado de la Concepción con el cuadro de la Inmaculada.

Al inaugurarse éste, el 29 de octubre de 1874, el inmueble dejó de cumplir su tradicional función. Después, durante algunas décadas sus paredes albergaron algunos puestos para la venta de diversos productos, convirtiéndose en una prolongación de la Plaza. Por ejemplo, en 1896 había un ultramarinos de Manuel Quevedo, una lechería de José Pavón, un puesto de lozas entrefinas de Manuel Ortega, dos tablas de carne de Antonio Castro y José Vázquez y un despacho de vinos, El Tiro, de Bonifacio González.

Entre 1904 y 1916 se estableció en una parte del local un ultramarinos de Genaro Molleda Colosía, un montañés del valle de Herrerías que se asentó en nuestra ciudad siguiendo los pasos de sus hermanos Sinforiano y José, propietarios de una taberna en La Placilla esquina a Santa María, que por último fue El Cafetín del reciente cierre (ver en GdP nótula núm. 1884). 

LAS MELLIZAS.
Pero lo que yo quería –que me voy por las ramas- era compartir con el lector y comentar una vieja imagen que Miguel Sánchez Lobato gentilmente me facilitó, de cuando el Bar Vicente era Las Mellizas, tomada hacia el año 1928 desde el acceso al local por San Bartolomé hacia la actual cocina, que es la que muestra a continuación.

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Foto núm. 5. /Colección Miguel Sánchez Lobato.

Apoyado en el mostrador de caoba y cubierto con boina montañesa está el propietario del establecimiento, José Ruiz Sordo, apodado ‘el Rubio’, un metro noventa de montañés nacido en la aldea de Camijanes en 1885 y que a El Puerto llegó, tras estar un tiempo en Cuba, en 1917, un año después de que su paisano Genaro Molleda cerrara el ultramarinos.

Hacia 1919, tras desmantelar las accesorias de los antiguos puestos que dividían el solar, abrió el establecimiento de vinos, café y licores que bautizó con el nombre de Las Mellizas, también conocido por su apodo. Una vez asentado el negocio, en 1922 vinieron de La Montaña para quedarse su esposa y paisana, Nieves Linares, y sus dos hijas, las mellizas Paquita y Nieves, de cuatro años, de quienes tomó el nombre el bar. Están en el centro de la foto, junto a un primo y dos primas, Luisa y Efigenia, ‘Nena’, que son  quienes también aparecen en esta otra imagen tomada entonces.

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Foto núm. 6. De pie, las mellizas, Nieves y Paquita. / Foto, Francisca Ruiz Linares.

barvicente_epf7_puertosantamariaLos dos chicucos situados a la izquierda en la vieja foto, --que aparecen en la foto 5 en detalle a la izquierda de este párrafo-- por la edad que aparentan, deben ser Remigio Valle Rubín y Daniel González Escandín, también de Camijanes, donde nacieron en 1905 y 1906, que continuaron trabajando con El Rubio hasta bien avanzados los años 30.

Detrás de ambos, colgado en la pared está el comandero, donde se anotaban las consumiciones de las mesas, que hoy se conserva en el bar, al igual que el bandejero y los anaqueles de las botellas, elementos que formaron parte de un mismo lote adquirido por El Rubio (la misma madera y los mismos apliques decorativos). Y también se han conservado  de tiempos de Las Mellizas las dos bolas metálicas (fotos 5 y 6) donde los camareros guardaban las aljofifas, los paños o bayetas de limpiar las mesas, que son las mismas –más pequeñas- que tenía La Fuentecilla, como veremos en una fotografía más abajo.

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El comandero y bandejero de los tiempos de El Rubio. / Foto, María Antonia Álvarez Oreni. 

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En la pared, los viejos anaqueles conservados desde la época de Las Mellizas. Tras el mostrador, el desaparecido Manuel García Gómez ‘el Tabique’, con nótula propia en GdP núm. 655,

Volvemos a la foto 5. Quienes están detrás de las niñas deben ser los otros dos dependientes de Las Mellizas en sus primeros años, Ceferino Gutiérrez (Carmona, Santander, 1901) y José Noriega Espinosa (Camijanes, 1894), que pronto se abrió camino llevando negocios propios: que yo sepa, un almacén de comestibles y bebidas en Larga esquina a Ángel Urzáiz y otro en Zarza-Santa Clara, Las Américas (que terminó siendo el Bar Victorino).

Destacan en la foto los dos reservados que se ubicaban donde hoy la cocina del bar -más otros dos que existieron junto a la fachada de Sierpes- y delante de ellos –en el espacio que hoy da paso al salón interior- el habitáculo donde se guardaban los enseres del establecimiento. Camarotes que eran parecidos a los del restaurante La Fuentecilla (en Larga esquina a Ricardo Alcón y Ganado, cerrado en 1952), según se aprecia en la imagen que ofrecemos a continuación.

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Al fondo, dos de los seis reservados de La Fuentecilla en una imagen tomada el 19 de enero de 1930, con el personal (33 cuento) antes de servir un banquete organizado por Luis Suárez Cofiño en homenaje al industrial Daniel Martínez García (con nótula en GdP núm. 656), recién elegido, en Barcelona, presidente de la Confederación Gremial Española. /Foto: Francisco Sánchez Pérez ‘Quico’, cedida por Ángel Lozano Sordo.

Nada que ver estos reservados de La Fuentecilla y Las Mellizas con los célebres de La Burra: aquéllos industriales y con prestancia; los de la emblemática y añorada taberna, rústicos y populares, como buena parte de los parroquianos que la frecuentaron desde que abrió sus puertas mediado el siglo XIX.

También compartieron Las Mellizas y La Burra -en ésta al interior de algunos de los camarotes y en el pasillo que los enfilan- los azulejos que a media altura aún decoran las paredes del Bar Vicente, facturados en la sevillana fábrica de Mensaque.

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Al interior y exterior de los camarotes de La Burra (ver en GdP nótula núm. 489) los mismos azulejos de Las Mellizas-Bar Vicente. /Foto: Fito Carreto.

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La Fuentecilla (ver en GdP nótula núm. 1061) hacia 1942, junto a la mampara que dividía el bar de el comedor. Sujeta a la columna, la  bola donde se guardaban las aljofifas. / Foto, Francisco Sánchez Pérez ‘Quico’, cedida por Emilio Sánchez, hijo del hasta entonces propietario del restaurante, José Sánchez Gil. 

LOS DOS PEPES
José Ruiz Sordo ‘el Rubio’ falleció en octubre de 1948. En el 45 había traspasado el negocio al portuense José Sánchez Sousa, que lo llamó Los dos Pepes (él y su hijo), nombre que ya tenía desde comienzos de los años 30 la panadería que tenía abierta entre Las Mellizas y la Casa de los Leones, ampliada a confitería y tienda de comestibles en 1940. Ambos locales se comunicaban entre sí desde los tiempos de ‘el Rubio’. Continuó llevando el ultramarinos durante años, hasta que pasó a manos de la familia Ojeda, la de la confitería La Perla, cerrando en los 80, cuando era el autoservicio Los dos Pepes.

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A los cinco años de hacerse con el bar, en 1950, asfixiado por problemas económicos, decidió cambiar de aires y se estableció en Cádiz, donde en 1960 abriría una panadería-confitería-charcutería  en la calle San Francisco y después una sucursal en la plaza Mina, donde elaboró sus célebres picos brasileños, tan célebres como su Mini (versión furgoneta) en el que hacía los repartos acompañado como copiloto por una muñeca hinchable vestida según la ocasión: en verano, con traje de baño; en feria, de gitana; en Semana Santa, con mantilla…

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Fue Pepe Sánchez Sousa, al que llamaban Machaquito (no sé si por el torero o por el anís), un tipo simpático y de buen carácter, muy trabajador, algo extravagante y siempre vestido con gorro y guayabera o chaqueta blancas. A pesar de los pocos años que llevó el bar, dejó huella en sus parroquianos por su buen hacer y su peculiar manera de ser, y de hecho aún el bar se nombra también por su antiguo nombre, por economía de lenguaje, Los Pepes.

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LOS TRES VICENTE 
En 1950 concluyó la segunda etapa del local como bar y comenzó la que ha llegado a nuestros días. El 27 de mayo de aquel año se hizo con el local otro montañés de Camijanes, Vicente Sordo Díaz, que a El Puerto llegó en septiembre de 1937, cuando tenía quince años, para trabajar con su hermano Maximino, que días antes de estallar la guerra civil comenzó a llevar El Resbaladero y que antes ya había trabajado, con su hermano Cosme, en Las Mellizas. En el 42 Maximino tomó La Fuentecilla, trabajando con él su hermano Vicente, a quien le subarrendó el negocio en julio del 48 en aparcería con José Terrazas ‘el Balilla’. Luego Vicente tuvo  el Bar Pavoni, también en la calle Larga, hasta que se independizó para llevar Los dos Pepes, al que rebautizó como Bar Vicente. Retomó así el local la familia Sordo, pues José Ruiz Sordo, ‘el Rubio’, era primo de su padre, Francisco Sordo Rubín.

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Vicente Sordo y su hijo Vicentín cuando era Vicentín. La pared cegada entre las columnas cerraba lo que hoy es la cocina. Al fondo, el comandero de Las Mellizas. / Foto: Bar Vicente.

Aquí permaneció Vicente durante 62 años, toda una vida, que es la que lleva su hijo Vicente, mi amigo y hermano, de quien hace veinte años escribí y ahora lo reitero que es todo un experto en el difícil arte de saber estar detrás de un mostrador; y delante, añado ahora. Y con él su hijo Tito, la tercera generación de los Vicente Sordo, que sigue el camino que comenzó su abuelo, el montañés que con el merecido respeto y el afecto de todos los portuenses se quedó para siempre con nosotros y del que el próximo 28 de mayo se cumplirá el segundo aniversario de su fallecimiento, que es lo segundo, además de mostrarles la vieja foto de Las Mellizas, que yo quería destacar, y decirle desde el recuerdo al patriarca que por el bar, aunque en El Puerto andan las cosas como andan, todo va bien. Sabe que lo dejó en buenas manos y que en ellas seguirá durante muuuucho tiempo. / Texto: Enrique Pérez Fernández.

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Vicente Sordo en su tierra, junto a la ermita de San Antonio del Monte Corona, en el municipio de Valdáliga. Hasta siempre, Vicente.  

Más información del Bar Vicente en Gente del Puerto:
Nótulas, núm. 14, 977, 1.225, 1.891.

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