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Hace casi cuarenta años, cuando llegué destinado a El Puerto de Santa María, me sorprendió el extraño nombre que tenía un colegio de la ciudad. El centro se llamaba Colegio Nacional La Sericícola.

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Granja Sericícola de El Puerto, al fondo de la fotografía; en primer término, la anterior gruta del Paseo de la Victoria.

Tengo que reconocer, sin ningún rubor, que no sabía el significado de aquella palabra que oía casi por primera vez en mi vida y como ésta se usaba en la ciudad de una forma muy común y frecuente, me daba vergüenza preguntar por su significado; pero en cuanto tuve oportunidad consulté un diccionario, aprendiendo que sericícola es la industria que tiene por objeto la obtención de la seda.

Aclarado éste punto, me enteré luego de que en el lugar en el que se asentaba aquel colegio, hubo, muchos años atrás, una enorme granja en donde se criaban gusanos para la posterior obtención de la seda. Esta industria existió en muchas otras ciudades españolas, en alguna de las cuales alcanzó años de gran esplendor y mayores beneficios económicos.

cartilla_gusano_moreraEn mi tremenda incultura, no sabía que España hubiese sido un país productor de seda porque siempre había creído que toda la seda se producía en Asia, en donde la laboriosidad y paciencia de sus habitantes hace que sea posible desenrollar un capullo y sacar un hilo de mil quinientos metros de longitud. No era capaz de imaginarme a ningún otro ciudadano del mundo con la paciencia para desliar el capullo sin que se le rompiese el hilo. Pero luego empecé a pensar en las famosas camisas de seda italiana o pañuelos y corbatas de seda francesas e italiana y aquello me llevó a recapacitar que esos países producían seda, o simplemente que la importaban de Asia y la tejían, creando así una industria preeminente. /En la imagen, Cartilla para la propagación de la Morera y cría del gusano de seda.

No encontraba una explicación por la que siendo la seda un producto cada vez más solicitado, su producción hubiera desaparecido en España, si es que aquí fue realmente una industria importante, pero años después me encontré con un cuadernillo llamado Cartilla para la propagación de la Morera y cría del gusano de seda en donde ya me enteré de todo lo que tenía relación con esa industria milenaria y las causas de su desaparición en España.

Antes que nada y por centrar un poco el tema, conviene explicar que el gusano de seda es un animal originario de China (Bombix mori), que ya se conocía tres mil años antes de nuestra Era y en donde su cría estaba protegida por leyes tan severas que castigaban con la pena de muerte al que traficase con gusanos, mariposas y huevos, o los sacase del país o, simplemente, explicase cuales eran los secretos de aquella industria; y eso era porque la seda se consideraba un material esencial en la moda de las familias imperiales y la alta burguesía china.

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Recogiendo hojas de morera.

El larguísimo hilo que se saca de un capullo pesa menos de doscientos miligramos; es decir, se necesitan cinco  capullos para obtener un gramo de finísimo hilo. Pero de un hilo tan especial que aún no se ha conseguido ninguna fibra artificial que lo sustituya. El tacto y textura de un tejido de seda es inmediatamente apreciado por cualquier persona, por poco familiarizado que esté con el producto.

Después de siglos de hermetismo, los gusanos de seda salieron de China y se expandieron por el mundo. Primero, el secreto se trasladó a Japón y luego, la mítica reina asiria Semíramis, ochocientos años antes de nuestra Era, recibió de un pueblo de Asia, al que había vencido, los secretos de la cría del gusano y la obtención de la seda. En Occidente se introdujo alrededor del siglo V, cuando dos monjes nestorianos que iban a predicar a Oriente, recibieron del Emperador de Bizancio el encargo de hacerse con simientes de gusanos de seda y del árbol que se usaba para alimentarlos. Escondidos en el interior de sus bastones, que habían ahuecado pacientemente, lograron sacar las preciadas semillas.

criagusanodelamoreraTan importante fue este elemento en la antigüedad que la famosa ruta que unía la China con Europa Occidental, en su paso por Asia, recibía el nombre de Ruta de la Seda. Desde entonces la cría del gusano se popularizó y se extendió a todo el mundo, incluso como divertimento de la juventud y una maravillosa manera de contactar con la naturaleza. Tal era el aprovechamiento económico de aquella industria que al árbol de la morera se le llamaba en Francia “el árbol de oro” y es que, en realidad, la producción de la seda daba muchos puestos de trabajo, sobre todo a mujeres y personas mayores.

Una industria altamente productiva que por el contrario soportaba costos bajos y para lo que, en principio, bastaba con un desembolso inicial en huevos de gusanos y la posibilidad de aprovechar las hojas de una plantación de moreras blancas. Con esos escasos ingredientes, los beneficios eran altísimos, tanto que algunas ciudades españolas como Sevilla, contaba con más de diez mil telares en donde se tejían las sedas producidas casi a pie de fábrica; en Valencia y Granada había dieciséis mil, en Murcia catorce mil y así en muchas otras provincias españolas, pero lo que más me sorprendió del cuadernillo del que estamos hablando es que en El Puerto de Santa María había cinco mil tornos para elaborar el torcido de los hilos de seda, aunque no hubieron telares.

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Dando de comer a los gusanos de seda.

Era evidente que la granja de gusanos de seda que había dado nombre a aquel colegio, debió ser lo bastante importante como para que a su alrededor se mantuviese semejante producción industrial. Cuando una vez comenté este detalle con personas mayores que habían vivido en aquella zona muchos años atrás, me comentaron que más que una industria dedicada a la cría del gusano, aquello era un inmenso arbolado de moreras blancas, perfectamente cuidadas y mantenidas y que se fueron arrancando cuando su aprovechamiento exclusivo, las hojas, dejaron de tener utilidad.

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9duquedemedinaceli_puertosantamariaEl sol era un disco granate que apareció sobre los meandros del Guadalete en la amanecida del dos de agosto de 1688, hace justamente 325 años y un día. En esa época del año apenas era perceptible la rociada  que habitualmente cubría el suelo marismeño y las copas de los numerosos pinos que, formando manchones, poblaban la isleta que se establecía entre los ríos Guadalete y San Pedro. En esta amplia y llana extensión, alternaban zonas de marismas y otras similares a una tundra, en la que se ubicaban las salinas,  con otras de bosquecillos de pinos  y terrenos de libre pasto vecinal, zona que respondía al calificativo de “coto de los conejos” por la gran cantidad de estos sabrosos mamíferos nacionales que resultaron todo un descubrimiento cuando griegos y romanos pisaron por primera vez la península ibérica y los conocieron y cataron, según refiere el historiador griego Polibio (siglo II antes de Cristo) que es el que describe por primera vez este animal ibérico, más pequeño que la liebre, que si conocían. /En la imagen, retrato de Luis Francisco de la Cerda. Óleo sobre lienzo, obra de Jacob Ferdinan Voet, que se custodia en el Museo del Prado.

Desde primera hora de la mañana, al filo del amanecer, numerosos sirvientes del duque de Medinaceli se habían congregado en uno de estos manchones de pinar, a poco más de una legua de la ciudad, cercano al río San Pedro. Dos carretas, de las llamadas “galeras”, tiradas por bueyes, habían llevado el día anterior todo el material logístico necesario  para la jornada cinegética que tendría lugar en este mismo escenario, principal acto lúdico de los que ese día, el del 27 cumpleaños del mayor de los varones del duque don Juan Francisco, estaba programado. Unos, montaban varias tiendas de las usadas por el ejército que servirían para dormir la siesta tras el suculento almuerzo y reponerse del cansancio por el trasiego y ejercicio de la caza y, tal vez, para los más jóvenes y osados,  para refocilar con alguna de las doncellas del servicio. Otros preparaban mesas,  palios y entoldados que la cubriesen y los encargados de la regia pitanza que se preparaba disponían una compleja cocina de campaña en la que se prepararían las piezas de caza –perdices y conejos- de muy diversas maneras: con arroz, estofado, -con patatas, champiñones y tomates secos-, guisado en caldereta con las perdices y hasta en adobo, utilizando las primeras piezas cazadas. A las carnes, por aquello de no existir unanimidad en cuestión de gustos, se le añadía una docena de cochinillos que se traían vivos y se sacrificaban allí mismo sirviéndolos asados con el complemento de almejas y coquinas cogidas en las inmediaciones y también cangrejos y algunas piezas de pesca, si hubiese suerte en los lances realizados en paralelo a la caza. Todo ello, por supuesto, regado con buenos vinos de diversa tipología y el colofón del postre de frutas frescas, recién cogidas, entre las que destacaban rojas sandías y dulces higos brevales.

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Pinares. Óleo de Manuel Sosa.

Aparte, el personal que colaboraba en la jornada cinegética. Los armeros ponían a punto  escopetas y arcabuces. Los encargados de las jaurías mantenían como podían el orden entre los inquietos podencos y los porteadores de las jaulas de madera y alambre llenas de cebadas perdices, criadas en cautividad, se habían alejado para situarse en la zona desde donde darían suelta a las aves, a las que azuzarán oportunamente con retamas para que levanten el vuelo y sean presa fácil de los invitados a la cacería. A la extensa población de conejos, le venía bien una limpieza como la que se produciría este día. Tan bien como a los conventos y al hospicio que recibirían, por orden del duque, una parte de las piezas cobradas. El encargado de los hurones, guardados en cestas de mimbre, oteaba el camino esperando ver de un momento a otro la polvareda que indicase la inminente llegada de los caballeros participantes en la cacería, pero antes de que esto suceda, debo ilustrar al lector sobre la figura del personaje en honor del cual se celebraba la cacería: Luis Francisco de la Cerda y Aragón.

Juan-Francisco-II-Tomas-de-La-Cerda_8_Duque-de-Medinaceli_puertosantamariaEra hijo de Juan Francisco de la Cerda y Enríquez,  VIII duque de Medinaceli, --a la izquierda de la imagen-- el cual, con mucho mundo vivido y un tanto hastiado por las responsabilidades que cayeron sobre sus hombros en años precedentes pasaba grandes temporadas en sus dominios portuenses haciendo vida de prejubilado de Estado, pues siendo aun relativamente joven –tenía 50 años- podía montar, jugar al billar y a los bolos y otras actividades como la caza, negadas a personas  de mayor edad, alternando estas acciones ociosas con sus deberes y obligaciones de carácter privado, el despacho, dirección y administración de su Casa y la  presidencia del cabildo ducal que regía los destinos de la ciudad.  Luis Francisco de la Cerda, en esa fecha, era general comandante de la escuadra de galeras de Nápoles, a las órdenes del virrey de aquel estado español, el marqués del Carpio.  Llevaba cuatro años sin ver a la familia, desde que en 1684, contando 24 años,  fuese nombrado para tan importante cargo. Aprovechó una escala realizada por la escuadra napolitana en Cartagena, en una de las visitas recíprocas que habitualmente se producían entre esta y la escuadra española de galeras que, como conocerá el lector, hacía años que  había trasladado su base desde el Gran Puerto de Santa María a la ciudad murciana de Cartagena, patria chica de Isaac Peral, para acercarse a su ciudad natal y celebrar su 28º cumpleaños con sus padres, el ya mencionado VIII duque de Medinaceli y Catalina Antonia de Aragón, duquesa de Segorbe, que tenía en esa fecha 53 años, y  hermanos, en realidad una sola hermana soltera, Ana Catalina, que tenía en esa fecha 25 años. De los catorce hermanos restantes, nueve habían fallecido en esa fecha y solo vivían otras cuatro hermanas: Feliche, Juana, Lorenza Clara e Isabel María, todas casadas y residentes en diversos lugares de la península e Italia.

Pronto, la nutrida comitiva, se hizo visible en la senda que llevaba hasta el lugar elegido para montar el campamento. La encabezaba el portaestandarte ducal al que seguía el capitán de la compañía de milicias del duque, a modo de escolta, y el grupo de caballeros que rodeaban al propio duque y a su hijo, al que acompañaban algunos de sus tenientes, capitanes de las galeras de su escuadra, seguidos por otros invitados como eran el alcaide, algunos regidores y caballeros de los denominados “cuantiosos”,  es decir, personas que sin estar al servicio expreso del duque, tenían o contraían  obligaciones militares para con él, en el caso de ser requerido para ello.

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Pinares. Óleo de Sosa.

La jornada de caza transcurrió, tal como estaba previsto, con gran lucimiento de los participantes, cobrándose numerosas piezas. Después de retozar con poca ropa por la orilla del río y refrescarse en él, se entregaron al yantar,  bebiendo sin mesura, conforme era costumbre, entre plato y plato, con   gran vocerío y escándalo. En la sobremesa, el duque preguntó a Luis Francisco por el comportamiento del arcabuz de caza que le habían regalado por su cumpleaños, una verdadera joya, digna de un príncipe. La cureña de madera noble estaba recubierta con planchas de latón dorado profusamente decorado con motivos geométricos y buena parte de las incisiones y surcos cubiertos con granates y  esmaltes en blanco y negro. En el lomo del largo cañón empavonado, haciendo  contraste con su color obscuro, figuraba una chapa de oro con la inscripción: “SOI DE D. LUIS FCO DE LA CERDA Y ARAGÓN”. Después, la conversación giró en torno a incidencias de la escuadra de galeras y la necesidad de contratar cada vez a mayor número de remeros de los llamados de “buena boya” ante la escasez de esclavos y penados que cubrieran todos los puestos…  del espectacular montaje del retablo en la capilla de la Cofradía del Santísimo Sacramento en la Prioral con las placas de plata que trajo de San Luis de Potosí el capitán Juan Camacho, participante en la cacería… sobre la ambición de poder de Luis XIV de Francia y la guerra que se veía venir  y de otros muchos chismes de la corte.

Al atardecer, cuando el mismo disco con el que iniciamos nuestro relato, estaba medio oculto tras las doradas dunas, los viñedos y lo olivares de la costa Oeste que conformaban la línea  del horizonte desde el puente de barcas, por encima de los edificios de escasa altura que se alineaban en la ribera del Guadalete,  tiñendo de púrpura el azul purísimo del cielo, la nutrida caravana estaba de vuelta. A su paso, el vecindario, como si de una procesión se tratase, salía de las casas o se asomaban a ventanas y balcones y toda la chiquillería les acompañó por la marina y la calle de los Oficiales hasta que llegaron a su destino final, el palacio del duque.

Medinaceli_De-La-Cerda_escudo_thumb[3]La Historia que conocemos, en general, es la que han querido contarnos los contemporáneos de cada época, sin que podamos saber con certeza plena si sucedieron de la forma en que se indican o de otra bien diferente, enfrentada a los intereses o ideales del que los narró.  Hemos querido referir una escena imaginaria, como habrá podido deducir el lector, que bien pudiera haber sucedido tal como la hemos recreado. Este importante personaje es bien real. Nació en El Puerto de Santa María en 1660, y falleció sin descendencia en Pamplona, en 1707, encarcelado por una supuesta conspiración contra Felipe V. Fue el IX duque de Medinaceli desde 1691, fecha del fallecimiento de su padre y entre los muchos cargos que desempeñó figura el de virrey de Nápoles. /En la imagen, escudo de la Casa Medinaceli.

Con él la casa Medinaceli pierde la varonía mantenida desde el II duque, también nacido en El Puerto de Santa María, pasando el título a los descendientes de su hermana Feliche María. /Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz - A.C. Puertoguía.

Baedeker'sSpain_puertosantamaria[Aquel 1913 del siglo XX, hace ahora 100 años, era alcalde de El Puerto de Santa María Manuel Ruiz-Calderón y Paz; lo sería también en un segundo periodo. Ese año un decreto papal declaró festivo el 8 de septiembre, día de la Virgen de los Milagros por la intermediación del Cardenal Enrique Almaraz Santos, quien fue recibido en la Estación de Ferrocarril por la Corporación Municipal Bajo Mazas, con cuyo nombre se rotularía la calle Zarza y quien sería nombrado Hijo Adoptivo de la Ciudad. Ese año volvía a salir la imagen del Cristo de la Veracruz, de salida irregular e intermitente en los últimos tiempos, desde sus capilla de la Sangre en la esquina de Nevería (Castelar) y Palacios (José Navarrete), frente al Bar Apolo donde hace años estuvo el Bar ‘La Mina’ y la Librería ‘Sanjamás’. Pedro Muñoz Seca estrenaba su obra ‘Trampa y Cartón’. En 1913 nació José de los Reyes Santos, ‘el Negro’ cantaor que interpretaba como nadie los ‘martinetes’]. /En la imagen de la izquierda, portada de la Guía Baedeker.

guiabaedeker_puertosantamariaEn la imagen de la izquierda, página de la Guía Baedeker, correspondiente a El Puerto de Santa María.

En 1913, la célebre casa editorial Karl Baedeker, de Leipzig (Alemania), publicaba la cuarta edición en inglés de España y Portugal. Manual para viajeros (594 páginas, 20 mapas y 59 planos). Esta guía turística de la Península Ibérica se presentaba como una edición “cuidadosamente revisada” de las tres anteriores en lengua inglesa, que habían visto la luz en 1898, 1901 y 1908. Se publicaron también cinco ediciones en alemán (entre 1897 y 1929) y tres en francés (1900, 1908 y 1920).

De las 71 rutas que contiene la guía Baedeker de 1913 que nos ocupa, El Puerto de Santa María aparece en la n.º 51, la que partiendo en ferrocarril desde Córdoba y pasando por Sevilla llegaba hasta Cádiz vía Utrera. El viajero —probablemente británico o norteamericano— de hace un siglo podía leer en la página 429 de su Baedeker de tapas rojas la siguiente información sobre El Puerto (la traducción es nuestra):

«Puerto de Santa María (Hotel de Vista Alegre, Calle Vergel 9, limpio, pensión completa 9 pesetas; ómnibus a la estación, 8 minutos, 75 céntimos; vicecónsul británico, R. J. Pitman), conocido por lo general simplemente como El Puerto, es el Portus Menesthei de tiempos remotos y uno de los asentamientos más antiguos de la Bahía de Cádiz, en la que desemboca el Guadalete. Es en la actualidad un importante puerto marítimo, con 20.000 habitantes. La industria pesquera y el negocio vitivinícola están mayormente en manos de empresas inglesas, cuyas Bodegas son casi tan importantes como las de Jerez. El embarcadero para los vapores está detrás del Hotel Vista Alegre.

Desde la estación de ferrocarril seguimos por la Calle Dendra [errata: debe ser “de entrada”, como sugiere Antonio Gutiérrez Ruiz], giramos a la derecha y llegamos al Paseo de la Victoria, con su abundante vegetación. De aquí nos dirigimos al oeste por la Plaza de Javier de Burgos y al girar a la izquierda entramos en la Calle Larga, la calle principal de la ciudad, con las casas de los ricos vinateros y el Ayuntamiento (Plaza de Isaac Peral). Desde este punto, la Calle de los Descalzos lleva al sur hasta el Paseo de Calderón, que se extiende a lo largo del Guadalete. Desde la Calle del Vergel, que prolonga la Alameda hacia el suroeste, continuamos por la Calle de José Navarrete hasta la Iglesia Principal, en la Plaza de Alfonso Doce, un edificio gótico con una portada barroca. Siguiendo por la Calle del Vergel hacia el oeste, llegamos a la Plaza de la Pescadería, con los restos del Castillo árabe. A partir de aquí la Calle Aurora se prolonga hacia el oeste hasta la Avenida de Nuestra Señora de los Milagros, con bodegas y buenas vistas a Cádiz. Al noroeste se encuentran el colegio de los jesuitas y la Plaza de Toros. Al noreste, en la carretera de Jerez, están el Cementerio Inglés y un cerro llamado de Buenavista».

mruizcalderon_puertosantamaria3En la imagen de la izquierda, el alcalde en 1913, Manuel Ruiz-Calderón y Paz.

A pesar de los cambios en los nombres de algunas de las calles citadas, no es difícil seguir el itinerario propuesto por el anónimo redactor de la guía. Considerada comúnmente como “la Biblia del turismo”, esta guía Baedeker contiene, sin embargo, dos inexactitudes llamativas en la información que proporciona sobre El Puerto, a saber, que “la industria pesquera y el negocio vitivinícola están mayormente en manos de empresas inglesas”. /Texto: Bernardo Rodríguez Caparrini

Expectación ante la corrida de El Puerto. Hace mucho tiempo que no ha existido animación tan grande, como la que se advierte, para la corrida de toros del próximo domingo día 31, en la plaza de toros de El Puerto.

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Bien es cierto que el cartel contiene todos los atractivos como lo demuestra el genera la empresa desde hace muchos días numerosos pedidos y apartados de localidades. Pocos son los pueblos de las provincias de Sevilla y Cádiz donde no se hable de esta corrida. Los valientes diestros sevillanos Juan Belmonte, Manuel Jiménez Moreno ‘Chicuelo’ y Joaquín Rodríguez ‘Cagancho’ lidiarán reses del marqués de Villamarta, de Jerez de la Frontera.

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Los actuantes, Juan Belmonte, Manuel Jiménez Moreno ‘Chicuelo’ y Joaquín Rodríguez ‘Cagancho’ 

Precios: palco bajo sin entrada, 250 pesetas; delantero de balcón primer piso con entrada, 30 pesetas; primera fila de azotea de toril, 30; segunda fila, 25; asiento de barrera, 40: entrada de sombra, 15; de sol, 6; medias entradas, exclusivamente para menores de ocho años, a mitad d e precio. Las pudras de la plaza se abrirán a las tres, empezando el espectáculo a las cinco.

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Servicios extraordinarios de trenes desde Cádiz, Jerez y Sanlúcar con billetes a precios especiales y vapores desde Cádiz. Se advierte al público que no se encerrarán más toros que los anunciados. Si por causas ajenas a la empresa se suspendiese la corrida después de empezada, el público no tendrá derecho a exigir ninguna indemnización, como asimismo en caso de accidentarse alguno de los lidiadores. Una vez reconocidas, aprobadas y encerradas lasa reses, si se inutilizarse alguno o resultase manso, el público no podrá exigir nada. /Texto: Diego Joly.

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En la imagen, escalera original, denominada principal o imperial del Palacio de Villarreal y Purullena, donde se puede apreciar, al fondo, la lápida conmemorativa de la estancia en el edificio en 1862 de S.M. la Reina doña Isabel II y su hijo, el Príncipe de Asturias, que reinaría como Alfonso XII.

El Palacio de Villarreal y Purullena sufrió en los años setenta del pasado siglo un gran abandono,  actos de vandalismo y saqueo que lo llevó a una degradación muy acelerada desembocando en una ruina casi total.

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Imagen de la escalera rehabilitada. Se puede entender la intervención también como una obra de reconstrucción. /Foto: Javier Reina.

En 1992 el arquitecto Antonio Villanueva Fernández realizó obras de urgencia para consolidar el edificio orientado a la Calle Cruces, aún con sus muros en pie, pero sin los entramados horizontales y las cubiertas.

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teatroprincipal_ruinas2_puertosantamariaHoy se cumplen 21 años del fallecimiento de nuestro padre, José Lucas Morillo León. (Nótula núm. 336 en GdP). In memoriam.

Todavía olía a chamusquina cuando en junio de 1988 Agustín Merello dio la orden de salida a Enrique Alcina, Antonio Bueno, Diego Mora y José Ignacio Buhígas como primeros redactores del Diario con Delegación propia en El Puerto. Fito Carreto empezó a maravillarnos con sus insólitas instantáneas convertidas en obras de arte, y Pedro Ríos nos tenía al día rabioso sobre la vida y milagros del Rácing Club Portuense.

Esta primera redacción de la Delegación de Diario de Cádiz en nuestra ciudad, empezó a recorrer las calles de El Puerto con el olor a requemado que aún perduraba en los alrededores de la esquina de calle Luna, San Bartolomé y La Placilla. Ya habían pasado cuatro años pero el tufo a cisco de las vigas, de los palcos, plateas y butacas del Teatro Principal no se esfumaba tan fácilmente de las pituitarias de los portuenses. /En la imagen, el Teatro Principal, solo fachada, tras el incendio.

Estos redactores descubrieron que la versión oficial de ese incendio que tuvo lugar el 24 de febrero de 1984 no tenía nada que ver con la versión que les contaron los vecinos que habitaban las casas aledañas al Teatro. (Ver nótula núm. 937 en GdP). Ese día, una futura actriz que estudiaba 3º de EGB aprendió de sus mayores la palabra adrede. Ni los porros ni los porretas incendiaron el Teatro.

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Los bomberos, actuando desde La Placilla. (Foto: Pedro Lara. Colección Manolo Morillo).

Tres explosiones con intervalos de cinco minutos cada una dieron buena cuenta de un edificio “sencillo, cómodo, elegante, proporcionado al vecindario, en el mejor sitio de la población y preparado para las estaciones más rigurosas” que levantó en su día Críspulo Martínez en un terreno desamortizado a los jesuitas denominado Trabajadero de la Compañía a mediados del siglo XIX. Pero esa es otra historia.

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El Teatro Principal, en la década de los cuarenta del siglo pasado. /Colección V.G.L.

Curiosamente la vida del Teatro sin teatro como actividad cultural en un edificio cerrado, ha ido transcurriendo paralelamente a las vicisitudes diarias de estos veinticinco años que ahora rememoramos. La desaparición de uno ha convivido en el tiempo con la aparición de la redacción periodística porteña, y ésta a ayudado en la medida que un medio informativo puede hacer –sirviendo como altavoz a los que reclamábamos un nuevo Teatro- para que veintitrés años después de la desaparición del Principal El Puerto de Santa María inaugurara un coliseo/auditorio en octubre del año 2007. Pelín lentos los porteños en restaurar o construir nuevas dotaciones e infraestructuras culturales, pero ya sabemos que el hecho cultural siempre va a la zaga de cualquier formación política sea del color que sea, y casi siempre suele salir muy mal parado en la cosa de los dineros.

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El Teatro Municipal 'Pedro Muñoz Seca'. Fachada.

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Teatro Muñoz Seca. Interior.

Dicho esto, no podemos obviar que el teatro nació de la necesidad que una comunidad siente de expresarse a sí misma, y desde esta aserción, durante este periodo de tiempo los grupos aficionados de teatro han tratado de ocupar y de soslayar la ausencia de un coliseo actuando en salones de actos de colegios, gimnasios, calles, salas de exposiciones… allá en donde se les ocurría y/o les dejaban.

En estos 25 años grupos como Bellas Artes, TEJA, Jaramago, Piesplanos, Fierabrás, Hamaca, Tesón, Trovadores, Duende Teatro, Balbo (con anterioridad Histrión, Baco y Antinoe) Olvido Producciones, El Carromato… han ocupado -y algunos lo siguen haciendo desde la óptica profesional- un papel sumamente importante que la perspectiva del tiempo sabrá agradecerles; ellos con su entusiasmo inquebrantable han sabido mantener encendida la llama del teatro hasta nuestro días.

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La Compañía Olvido Teatro, compartiendo risas junto a un espectador de lujo, el prestigioso director de cine, José Luis García Sánchez.

No se trata de destacar a ninguno porque todos en su conjunto y desde distintas perspectivas sobre el hecho teatral en sí mismo, han sido el verdadero motor que ha empujado tanto a los aficionados como a la Administración local a que El Puerto se siga acordando que las primeras expresiones del hombre fueron teatro. Desde el teatro muñozsequiano a la comedia y la tragedia griega. Desde el teatro de calle a la alta comedia. Desde el teatro de denuncia social al teatro para el público infantil.

 Pero fue el grupo Piesplanos que nació como continuidad de los talleres municipales de teatro, concretamente del Instituto Muñoz Seca, siendo monitor del taller Pascual Varo -quien siguió luego como director del grupo- el  impulsor y fundador del Colectivo Teatral Portuense, una asociación de los grupos de teatro de El Puerto con la que se pretendía, no solo potenciar y fomentar el teatro en la ciudad, sino ayudar a la formación de los miembros de los diferentes grupos, para lo que se organizaron diferentes encuentros, como Café y Teatro, una tertulia que en cada ocasión se invitaba a una persona relevante dentro del mundillo teatral, y por los que pasaron Manuel Pérez Casaux, Pepe Bablé, Paco Algora y el profesor de teatro argentino Franklin Caicedo, entre otros.

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“La Cena de los Generales” original de José Luis Alonso de Santos, representada en 2007 en el ‘Teatro Muñoz Seca’, con el desaparecido actor Sancho Gracia en el papel protagonista.

El CTP (Colectivo Teatral Portuense) estaba formado por siete grupos de teatro que en esa época existían en El Puerto y, entre sus reivindicaciones, la más significativa era la de que se construyera un teatro para la ciudad, motivo por el cual se organizaban encuentros y concentraciones cada 27 de marzo con motivo del Día Mundial del Teatro.

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José Sacristán, el pasado mayo de 2013, interpretando en el Muñoz Seca 'Yo soy don Quijote de la Mancha'.

Traíamos a colación hace poco en una de las entregas de la columna de opinión El alambique que en el año 1983 nació una tímida y experimental Muestra de Teatro Escolar que acababa de cumplir los treinta años. Y decíamos también que como en la vida de cualquier hijo de vecino la Muestra ha disfrutado de las luces de los tiempos mejores, y está sufriendo entre sus bambalinas las sombras de los tiempos no tan mejores. Esta apuesta municipal necesita imperiosamente alicientes novedosos que le den un nuevo impulso para perpetuarse en el tiempo. Treinta años son muchos años para que no haya apenas cambios, y no parece sea oro todo lo que reluce, aunque se valore el trabajo que vienen realizando los monitores con tan poco tiempo de escuela. Así y todo, indicábamos igualmente que no deberíamos obviar nunca que la austeridad no tiene por qué estar reñida mal que bien con la calidad de lo que se hace.

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El Enfermo Imaginario, por El Carromato.

De esta Muestra de Teatro Escolar y de los grupos cantera de antaño y actuales como Balbo Teatro y Duende Teatro, han salido verdaderas vocaciones teatrales y una ingente cantidad de buenos aficionados al teatro incluso cuando carecíamos de él. Montse Torrent, Joaquín Perles, Juanjo Macías, Juan García Larrondo, Esther Pumar, José Pecho, Ana Peregrina, Jesús Torres, Eva Rodríguez, Mónica Yuste, Joaco Arjona, Ignacio Glez Verano, Germán Arjona, Carol Delgado, Juan Lorca…; además de actores y actrices han salido, dramaturgos, productores, creadores de contenidos y gestores culturales, maquinistas, iluminadores, espacio sonoro… todo un lujo para un núcleo poblacional cercano a los noventa mil habitantes.

Festival-Teatro-ComediasEl Puerto es una ciudad con una afición y cultura teatral muy por encima de la media habitual, más teniendo en cuenta el tamaño de la medida a la que nos referimos, es decir, en comparación con capitales de provincia o poblaciones de un mayor calado cultural labrado a través de los años. No es sólo que existe una programación teatral de calidad con producciones de primerísima línea y grandes formatos, sino que viene siendo una programación estable desde otoño a primavera, a la que responde un público muy fiel que prácticamente llena en cada sesión el auditorio-teatro Muñoz Seca desde que abrió sus puertas. Estos aficionados se han ido educando a lo largo de los años convirtiéndose en un público entendido, que diferencia matices que quizá otro tipo de público no es capaz de valorar, y que reparte méritos (y deméritos) entre autor y puesta en escena, dirección y trabajo actoral, ritmo y sensibilidad.

En este último cuarto de siglo ha surgido el Festival de Teatro de Comedias. La apuesta de un concejal, Juan Gómez, con uno de los considerados mejores dramaturgos españoles, José Luis Alonso de Santos, arrancaba mezclando compañías profesionales con el grupo Balbo Teatro y con el Grupo de Teatro de Bellas Artes. Una apuesta que ha ido creciendo con el tiempo y que ha mantenido el respaldo del público aunque últimamente los problemas económicos se están dejando sentir en su programación. De alguna manera el turismo cultural del verano portuense pasa necesariamente por acudir al patio porticado de San Luis Gonzaga para disfrutar de una noche veraniega viendo un teatro comercial, plagado de caras televisivas al que determinado sector de público gusta ver de cerca.

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Presentación de los libretos con Sancho Gracia y José Luis Alonso de Santos, en el Teatro Muñoz Seca.

También es un lujo la colección de textos teatrales emprendida por Diario de Cádiz. ¡Ojalá pueda seguir! Más que la guinda del pastel es el envoltorio, la caja en la que se exhibe el regalo. La presentación de los libretos con los actores o directores, la coqueta maquetación, las ilustraciones, todo, es una idea genial que abre el apetito para el ritual de la noche en el escenario y el patio de butacas. Un valor añadido incalculable. Gran encuentro con las entrañas de lo que se representa, imprescindible en el punto que ha alcanzado El Puerto como nivel de afición teatral.

 Quizá uno de los puntos negros en este tiempo es haber perdido la Muestra de Teatro Andaluz del mes de noviembre. Una lamentable pérdida por la que había que haber luchado más. Era la oportunidad de acceder en casa a las primicias andaluzas de cada temporada.

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Grupo Balbo

A día de hoy existen seis grupos de teatro en El Puerto, dos profesionales: El Carromato, con una magnífica y exitosa trayectoria en teatro de calle, y Olvido Producciones, especialistas en alta comedia dirigidos por el premio nacional de teatro José Luis Alonso de Santos. Y cuatro amateur: Balbo Teatro, el más longevo y auténtico referente del Teatro Clásico a nivel nacional; Duende Teatro, con representaciones de prestigio muy vinculadas al compromiso social y cada vez más reconocidas en los ambientes teatrales; Grupo Tesón, compuesto de actores y actrices con muchísima afición a los que hay que agradecer el enorme esfuerzo que realizan cada vez que se suben a un escenario, y Trovadores, de muy reciente creación, cuyos componentes son jóvenes actores y actrices estudiantes de la Universidad de Cádiz.

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Duende Teatro.

Es muy difícil sintetizar el trabajo de Paco Teja, de Emilio Flor, de Pascual y Adrián Varo, de Antonio Ocaña, de Enrique Miranda padre e hijo, de Manolo Barba, de José Manuel Pecho y Paco Crespo, de Pepe Ojeda, de Enrique Atalaya, de Maleni Rosso, de Federico Arjona, de Manolo Albert, de Lola Teja, de José Antonio Andrades, de Milagros Arena, de Pepe Sevilla, de Antonio Noriega, de Juan Villarreal, de Antonio Sánchez, y de tantos y tantas más… ellos/ellas y nosotros saben/sabemos muy bien lo que han hecho y lo que siguen haciendo por el TEATRO en El Puerto. /Texto: Manolo Morillo

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El enfrentamiento entre los líderes socialistas locales terminó dando el poder al tránsfuga popular Hernán Díaz en el momento más  propicio de la expansión, en 1991, y la sombra del alcalde de IP ha marcado la vida municipal de estos años

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La mesa de edad para elegir al alcalde del mandato 1987-1991, presidida por los concejales de mayor y menor edad, respectivamente, Antonio Álvarez y Enrique Bartolomé, asistidos por el secretario Fernando Jiménez, el Interventor, Antonio Durán, el ordenanza Polanco y el oficial de actas, Jesús Nogués. Mayo de 1987.

Cosas de dos. Uno era el califa, el alcalde, Juan Manuel Torres;  el otro era Iznogud el visir, el que quería ser califa en lugar del califa, José Antonio Navarro, poderoso concejal que desde el área de Deportes escaló hasta la de Urbanismo, donde pocos años antes había iniciado su ascenso  en la política la jefa del PP local (entonces AP), Teófila Martínez, con el efímero acuerdo entre populares y socialistas que echó fuera de la silla de la Alcaldía al comunista Rafael Gómez Ojeda, tras la acre moción de censura de 1986. Sí, Urbanismo. Ahí estaba el quid. La piedra angular era Urbanismo. La clave de una ciudad que había acelerado el proyecto de Puerto Sherry y tenía su primer PGOU a punto de caramelo con dos infraestructuras fundamentales sobre la mesa del Ministerio de Obras Públicas: el desdoblamiento de la N-IV a su paso por El Puerto caminito de Jerez y, más ambiciosa aún, la variante a su paso por el término municipal, incluida las nuevas conexiones hacia Rota y Sanlúcar. De esta manera, por cierto,  se acababan los graves atascos estivales que emborronaban la ciudad turística de moda en la provincia de Cádiz.

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Durante una visita al Yacimiento de Doña Blanca. Arriba a la izquierda el alcalde Torres, el diputado provincial Fernando Suárez, Diego Ruiz Mata, el Viceconsejero del Cultura García Garrido y José Antonio Navarro. En la fila inferior, el ex alcalde Antonio Alvarez y Luis Fuentes, a la sazón Jefe de la Policía Municipal y persona clave en el posterior juicio que desembocó en la destitución de Hernán Díaz como alcalde.

El Puerto, contra viento y marea. Era el lema de Juan Manuel Torres, que formaba una pareja antagonista digna del tebeo con Navarro, bicefalia de un gobierno municipal integrado también por concejales  independientes tránsfugas que dejaron sus respectivos grupos. En las elecciones de mayo de 1991 el PSOE portuense, carne de enfrentamientos internos, obtuvo 5.241 papeletas que suponían una pérdida de más de 2.500 apoyos respecto a las elecciones municipales del 87, comicios que en verdad habían refrendado el pacto anti-natura entre socialistas y populares.

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Hernán Díaz dirigiéndose a sus seguidores en un acto en la sede de campaña.

La inesperada victoria de aquella noche fue para el que había sido pintoresco concejal de Vías y Obras, fugado del PP y azote populista llamado Hernán Díaz. Con el apoyo de comerciantes locales e invocando el pundonor hacia una ciudad donde siempre predominó la resignación y la apatía, Hernán creó el PU (Portuenses Unidos) que se transformó en un más pretencioso Independientes Portuenses IP. En la lista también se encontraba un joven abogado, Enrique Moresco, que en el declive de esta formación localista terminaría liderando la lista del PP local en las elecciones de 2007 con la carambola de los populares de aspirar a controlar la Diputación. Los independientes ganaron con 6.213 votos,  para 7 concejales, que cundieron como nunca. El pueblo había protestado de su desencanto hacia el dúo Torres y Navarro, que terminaron de enfrentarse en la derrota. Derrota que terminaría agravándose al pactar (ya entonces con Luis Benvenutty liderando el grupo socialista) con los independientes y darles las alas para que terminaran de volar alto. Por cierto, 24.948 votantes se quedaron en casa. El absentismo es el líder desconocido de la política portuense.

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Un Hernán Díaz victorioso, aupado por sus seguidores, tras conocer el resultado de la campaña electoral.

Díaz Cortés se encontró con todo lo que el dúo Torres-Navarro iba a explotar a partir del 90. PGOU, carreteras, inversiones. Tras alguna pataleta, apoyado por el suicidio socialista,  el nuevo alcalde transformó el bastón de mando en una varita mágica. La defensa de la patria chica justificaba todo, incluso mirar hacia otro lado con las viviendas ilegales (gran vivero de votos del 91) mientras todo crecía de una forma sobredimensionada para una ciudad de 70.000 habitantes. Polígonos industriales morrocotudos, colmenas de unifamiliares, centros comerciales duplicados, empresas privadas en un falso esplendor y empresas municipales de dudoso destino. También algún aparcamiento subterráneo con calzador, como el de la plaza Peral. Entre estómagos agradecidos y cerebros sugestionados consiguió en 1995 una victoria imperial con 16.522 votos, 16 concejales, y una oposición empequeñecida y siempre cabreada. Comenzaba la gran fiesta de IP mientras en las afueras se avivaba también la gran barbacoa de la construcción ilegal. Esos casoplones en cualquier parte, incluso en parajes de protección natural (lagunas, Pinar de Coig), contribuyeron a despoblar el casco urbano y a agudizar la burbuja inmobiliaria que en el nuevo siglo adquiriría en El Puerto tintes de catástrofe ineludible. Y para colmo, los más perjudicados de este desatino fueron los integrantes del propio tejido comercial de siempre de la ciudad: los primeros entusiastas de Hernán, al que llegaron a fabricarle medios de comunicación a su medida.

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La trasera derribada del Palacio de Vizarrón o 'Casa de las Cadenas'.

La euforia populista se transformó con los años en soberbia fatalista. Las limitaciones intelectuales del alcalde, con equipos de perfil bajo (lo más frecuente en el Polvorista a lo largo de la historia reciente) dejaron huella en la fisonomía de la ciudad, en una lenta pero progresiva decadencia que se fue agravando mientras se camuflaba con el buen momento económico del país. El derribo de parte de la Casa de las Cadenas o el estribo del puente de San Alejandro, en 2004, sólo fueron evidencias de una nefasta gestión que venía desde atrás. El punto de inflexión hacia el declive de IP, acompañando al de la propia ciudad, se produjo con la marcha del entonces número 2, el edil de Urbanismo (otra vez  el Urbanismo), Miguel León.

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En la imagen, el carnicero Juan Barrero, último presidente de Tele Puerto, entrega una placa a Hernán Díaz, en presencia de Miguel León y Juan Bocanegra.

El duelo Torres-Navarro se volvía a reproducir, ahora casi con tintes de parodia. IP perdía su mayoría en las elecciones de 1999 y el enfado en la bicefalia de IP terminó con León en el Grupo Mixto y con Pedro Alamillos, un concejal que había comenzado en el PSOE, de responsable de Urbanismo en 2001. El PGOU iba agotando su vigencia y se tardarían más de once años en alcanzar (y recibir la aprobación) de un segundo plan integral: representación de la incapacidad de unos gobiernos locales desbordados por el monstruo que se había ido erigiendo antes sus ojos.

Las elecciones de 2003 ratificaron que el invento de Hernán sólo estaba sustentado por la piel del tambor, por ese pellejo de agregados, adictos e interesados de una gestión ya más enajenada que populista. Pero en esas volvió de nuevo el PSOE a dispararse en la sien creando un pacto exigido desde el entonces presidente de Diputación, Francisco González Cabañas. IP sobrevivía fagocitando a las vértebras de la espalda socialista. Y a Hernán Díaz le llegó un final inesperado y definitivo. Y no por asuntos urbanísticos, cuando se suman las imputaciones para él y el concejal de Urbanismo en estos coletazos, Juan Carlos Rodríguez.

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Ediles de diversos periodos democráticos, posando en un acto institucional en el Monasterio de la Victoria.

Desde años atrás venía rondando la denuncia de un antiguo jefe de la Policía Local, Luis Fuentes, por la inopinada contratación de José Díaz Otero en 1995 como supervisor de la Jefatura.  Unos lamentables recursos, en línea con todo lo que había sido administración de Hernán Díaz en aquellos años, fueron insuficientes y en julio de 2006 el alcalde independiente era inhabilitado en los tribunales.  Y de nuevo aparecen por aquí Torres y Navarro. Estos chicos. Fuentes se enfrentó a Navarro en la sustitución estival de 1988 cuando era califa en lugar del califa. Navarro lo expedientó con la aprobación posterior de Torres, pese a que éste apoyaba a Fuentes. 

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Con Hernán fuera el pacto con el PSOE estaba obligado a romperse, dejando ya a los socialistas sin futuro en El Puerto durante un par de generaciones, y Fernando Gago fue el transitorio alcalde hasta las elecciones de 2007 que llevarían a la presidencia de la ciudad a cualquier candidato que pusiera el PP. Y ese candidato era Enrique Moresco, impuesto por los líderes regionales Javier Arenas y Antonio Sanz, con vistas a controlar la Diputación (sí, otra vez la dichosa Diputación), tras haber dejado al ex concejal independiente fuera del tablero y presentándolo como atracción de los votos de IP, aunque finalmente no se cristalizaron unas previsiones que sólo habían estado en la mente de Sanz o de Arenas. El Puerto siempre es más complejo, poliédrico y, eso sí, apático de lo que parece. Al final Gago fue el que terminó de dar oxígeno, en un nuevo ejercicio de transfuguismo, en esta decadencia de Hernán Díaz sin Hernán Díaz: el fantasma que late tras la silueta fantasmal del casco urbano de El Puerto, con Moresco como heredero del independiente con las siglas del PP. El impetuoso concejal andalucista, Antonio Jesús Ruiz, muleta para ese primer gobierno de Moresco, fue el que consiguió rentabilizar su gestión  y en 2011 conseguía 4 concejales que son las cuñas que aún cuadran la mesa de los populares en una administración que vuelve a traer más melancolía a una ciudad inundada de incómodas calles sin saber qué son, grafitis, bolardos y pasarelas que, por ahora, no llevan a ningún sitio.  /Texto: Francisco Andrés Gallardo.

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LA DELEGACIÓN Y SUS DELEGADOS. De como las canas vinieron a sus sienes.

agustinmerellodelcuvillo_2_puertosantamariaLa historia de la Delegación lo es también la de los siete delegados que ha tenido desde que se abriera en aquel verano de 1988 con Agustín Merello del Cuvillo. Aquel porteño que se había marchado a Cádiz, que era un primer espada en el Diario, volvía a su pueblo a dirigir la Delegación con la experiencia adquirida en la redacción central de Cádiz, y la impregnó de portuensismo porque el llorado Agustín amaba a El Puerto como pocos. Y amarlo desde la distancia de la Bahía de Cádiz de por medio, era todavía mas si se pudiera, pues Agustín era un amante encelado de su Puerto, al que le dolía de forma especial, como ya empezara a relatarlo antes de su marcha a Cádiz con la sección ‘El Ruido y las Nueces’ bajo el seudónimo de Damasceno, que recuperó aquel verano con su nombre y apellidos y otra sección denominada ‘La Fuente de las Galeras’. Se marcharía en 1990 como Redactor Jefe en Cádiz y al año, nos dejó en esta vida. Sus restos, incinerados y esparcidos en la Bahía de Cádiz, los recuerda Francisco Montero Galvache: «Las cenizas tienen alas/ y las de Agustín Merello/ vuelan sobre el mar y cantan».

tilysantiagocossi_2_puertosantamariaTily Santiago Cossi será la nueva Delegada, otra periodista de aquí, nacida en la calle Alquiladores a la que también preocupa su Ciudad. Impulsó en la delegación los columnistas de opinión, y la sección histórica ‘Puerto Escondido’, donde intervinieron entre otros, Luis Suárez, Diego Ruiz Mata, María Jesús Rodriguez-Touron, Paco González Luque, Enrique Pérez Fernández, Paco Giles, … Le gusta reflexionar sobre el alma que, afirma, tiene El Puerto, esa que todavía “no hemos matado del todo” un Puerto “en coma que necesita un líder que recupere lo que queda de casco antiguo”, y abunda: “No hace falta hacer experimentos; podría valer el modelo de Cádiz de recuperación de casas y palacios que se caían y hoy están salvados para el disfrute de quienes vengan detrás”. Permanece en el puesto hasta que una baja maternal de seis meses, le obliga a atender sus obligaciones familiares. En 1994 salió el cuadernillo de la Edición de El Puerto.

jorgebezaresbermudez_puertosantamariaJorge Bezares Bermúdez será un delegado efímero pero intenso, el campogibraltareño desplegará una especial actividad en El Puerto, con atractivos diseños de páginas y nuevos fichajes de columnistas de opinión en agosto de 1995, --entre ellos quien esto escribe--, haciendo de el Diario una referencia constante en todos los aspectos de la vida de la Ciudad. Permanecerá en el puesto hasta diciembre de ese año y recibirá una cálida despedida de cuantos se relacionaron con él. Luego lo veríamos de director de Europa Sur, Delegado del Grupo Joly en Madrid y presidente de la Junta Rectora del Parque Natural de los Alcornocales.

Vuelve Tily Santiago hasta 1997, donde pasará a formar parte de la administración autonómica en Cádiz en la Delegación de Obras Públicas, llegando, mas tarde a ocupar la Dirección General de Medios de Comunicación de la Junta de Andalucía.

rafaelnavasrenedo_2_puertosantamariaEn octubre de 1997, otro portuense, Rafael Navas Renedo será el nuevo Delegado. Nieto del director de Cruzados, Domingo Renedo, el porteño regresará a su Ciudad tras años en Diario de Jerez, donde se formó periodísticamente al finalizar la carrera de Ciencias de la Información. Transformó la delegación y «creó un diario dentro del Diario», en palabras del actual vicepresidente del Parlamento de Andalucía, el izquierdista Ignacio García, en el homenaje que recibió de personas, instituciones, asociaciones y empresas en la multitudinaria despedida que le realizaron cuando lo nombraron Jefe de Sección en Cádiz, en el año 2000. Nuevas secciones, diseño y contenidos vieron la luz en las páginas de El Puerto. Luego sería director de Diario de Jerez y en la actualidad lo es de Diario de Cádiz.

rosaromeroservet_2_puertosantamariaEse año 2000 Rosa Romero Servet, una vasca afincada en El Puerto, ocupará la titularidad de la Delegación, llevando a gala que la edición del Diario de El Puerto fuera la que tuviera más columnistas de opinión: catorce, pues las opiniones empezaron con su paso por la calle Larga, 91, a ser bisemanales. Y tuve oportunidad de colaborar con ella creando una sección de entrevistas breves. Se especializó en cuestiones de urbanismo y ecologismo, dando amplia cobertura al movimiento ecologista local, cogiéndole el periodo final de Hernán Díaz Cortés al frente de la alcaldía.

Francisco Andrés Gallardo llega en septiembre de 2005 a El Puerto como Delegado procedente de Cádiz, donde había ejercido diferentes responsabilidades en la redacción central, con posterioridad a su paso por la de El Puerto, cuya antigüedad se remonta a 1995.

franciscoandresgallardoalvarado_2_puertosantamariaLicenciado en Historia, es otro porteño, también de la calle Alquiladores, al que le duele El Puerto y lo demuestra en sus acciones editoriales y en el día a día, llegando a crear un cuidado suplemento con motivo de nuestro 725 aniversario como El Puerto de Santa María, involucrando de portuensismo la edición y simultaneando su trabajo con las páginas de televisión para los nueve periódicos del Grupo Joly. Creó la sección calle del Sol y calle de la Luna, adquiriendo protagonismo en la información cultural el redactor Carlos Benjumeda. Relativamente breve fue su paso en esta nueva etapa por la Delegación ya que en enero de 2007 le reclaman para centrarse en esa sección y en la de Sociedad, realizándola en la actualidad desde Cádiz y El Puerto para todos los periódicos del grupo, siendo una de las plumas mas influyentes en el panorama televisivo editorial de Andalucía.

teresaalmendrosedeso_2_puertosantamariaEn Enero de 2007 Teresa Almendros Edeso, nacida en San Sebastián pero porteña desde los quince años, regresa a la calle Larga 91 de El Puerto donde había estado de redactora cuando vivirá junto a Rafael Navas la muerte de Alberi, desde las páginas de Cultura del Diario en el que ejercía de Jefa de Sección. Teresa destaca: «Siempre he procurado no perder la buena costumbre de no perder el contacto con la gente, no tener solo como fuentes las notas de prensa y los textos oficiales». Y eso se nota, pues el Diario en El Puerto es y sigue siendo con su labor, el periódico de los portuense, el medio de los porteños, donde todas las voces tienen cabida y donde hasta las malas noticias, Almendros las presenta, además de con rigor, con una sonrisa.

OPINIÓN.

La sección de Opinión de el diario, las columnas se han llamado de diferentes formas: La Casapuerta con Tily Santiago; Las 4 Esquinas con Jorge Bezares; Las 7 Esquinas de nuevo con Tily Santiago; Larga 91 con Rafael Navas; El Candié con Rosa Romero, Bienteveo con Francisco A. Gallardo y El Alambique con Teresa Almendros. /Texto: José María Morillo.

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Un aspecto de la exposición que se muestra en el Centro Alfonso X 'el Sabio' con imágenes tomadas por los fotógrafos del Diario de Cádiz en El Puerto, en estos últimos 25 años. /Foto: José Antonio Tejero.

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En esta fotografía, mayoritariamente de colaboradores del Diario; de izquierda a derecha, José María Morillo, Pepe Mendoza, Juan Clavero, María Fernández Lizaso, Manolo Morillo, Salvador González Mateos, Rafael Sánchez, Jesús Almendros, Antonio Muñoz Cuenca, Vicente Rodríguez, Pipi Gago y José Antonio Tejero junto a la Delegada, Teresa Almendros Edeso. /Foto: Andrés Mora.

rafaelalberti_poeta_puertosantamariaComo si en realidad existiera un Ángel de los Números que fuera contando las jornadas de luto: un año de oscuridad por cada uno de luz, más dos de propina. Cuando salió al exilio, Alberti  tenía treinta y seis años. Cuando volvió, habían pasado treinta y ocho. Casi cuatro décadas dan para mucho. Para más de treinta libros y una hija, para varias casas, para miles de cartas. Para lidiar con el desencanto. No es difícil pensar que la desilusión creciera a medida que los años transcurridos en uno y otro lado, dentro y fuera de la frontera, iban igualándose en la balanza.

Comentaba Rafael Alberti  en una antigua entrevista que, a su llegada a Buenos Aires en 1940, ni él ni María Teresa León querían comprar "ni siquiera una silla", en la confianza de que la situación que se vivía en España sería temporal. De esa aleteante creencia se pasó, al término de la contienda mundial, a considerar lo terrible. A hacer de lo provisional una certeza y a convertir en eterno el sentido de ausencia. Tal vez, en algún momento, Alberti  llegara a pensar que luchaba realmente contra una sinrazón imbatible y que algún poder extraño debía andar tras aquellos que hablaban desde lo alto y que, desde lo lejos, parecían intocables y eternos. Cuatro décadas dan para mucho. En 1941 nacería, bonaerense, Aitana Alberti . La familia permanecería en la Argentina durante veinticuatro años.

la-arboleda-perdida-rafael-alberti_MLA-F-2970565026_072012A Italia llegarían en 1963: pasarían otros catorce años hasta que el poeta pudiera pisar de nuevo suelo español, en abril del 77. Un año después del nacimiento de su hija, Alberti  publicaría en México el primer volumen de La arboleda perdida, su libro de memorias. "Si ha habido un poeta en el destierro que siempre haya recordado a España, ése he sido yo", decía. Una nostalgia que iría plasmándose en libros como Ora marítima o Retornos de lo vivo lejano. Aunque prácticamente no hay obra del portuense en la que no se refleje su necesidad de amarre, su sentimiento de pérdida. Esta herida haría de su nombre y de su imagen, ya siempre, un icono de los intelectuales represaliados.

En Sudamérica, Alberti  publicó títulos como Entre el clavel y la espada, El Adefesio, A la pintura o Noche de guerra en el Museo del Prado. Impartió numerosos recitales y conferencias, recuperó su faceta de pintor, participó en distintas exposiciones y cultivó vínculos imborrables. Visitó varias veces la URSS y algunos países de la Europa del Este. Rafael Alberti  vivía entonces, en realidad, un segundo exilio. El primero, doméstico y premonitorio, lo había experimentado durante su juventud, cuando la familia se trasladó a vivir a la capital de España -"No quería estar en Madrid, no me gustaban sus colores (…) Sentía la nostalgia de la espuma de mar", afirmaba en unas declaraciones a ABC-. Ejercía ya entonces, en su juventud, de andaluz exiliado.

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De izquierda a derecha, Rafael Alberti, María Teresa León y Pablo Neruda.

La otra expulsión, al término de la Guerra Civil, tuvo en París -en casa de Pablo Neruda y la emisora Radio París-Mondiale- su primerísima parada. El cerco alemán obligaría al matrimonio a partir poco después hacia América. "Yo quiero volver a Italia con María Teresa y mi chica. Ahí me siento bien y lleno de cosas. Aquí me muero poco a poco", escribe en una carta de 1951 desde La Gallarda, en Punta del Este. La familia no llegaría a Italia, sin embargo, hasta mucho más tarde, siendo éste un destino que los Alberti  escogieron buscando un país que estuviera cerca de España, escarmentados por las experiencias con la Policía francesa y alentados por la ascendencia italiana del escritor, que incluso recordaba a sus tíos hablando en italiano.

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En Roma, con José Agustín Goytisolo en 1964.

En Roma, en la vía Giulia y en el Trastevere, Alberti  aseguraba haber podido vivir "sin ser molestado". Su estancia en el país italiano le facilitaba, además, el contacto con sus compatriotas. En Italia, el poeta pudo recuperar la luz que había extrañado durante tanto tiempo, pero aún se dolía lo suficiente como para escribir los versos perturbadores de Roma, peligro para caminantes . El regreso y los recuerdos de lo vivo presente

alberti_avion_puertosantamariaAlberti  volvería a pisar suelo español el 27 de abril de 1977. Bajó del avión acompañado de su mujer y de su hija y no paró de repetir, en todo momento, que regresaba a España "con el puño cerrado y la mano abierta". "No quiero decir nada emotivo porque tenéis que daros cuenta de lo que siento ahora -fueron sus primeras palabras-. Estoy igual que cuando me fui o, quizás, mejor que entonces". Entre los títulos más vendidos de la III edición de la Feria del Libro de Madrid, que se celebraba por esas fechas, estaban El Libro Rojo de Mao; Dios y Estado, de Bakunin; la Obra poética de Miguel Hernández y dos obras de Alberti : El poeta en la calle y La arboleda perdida. El escritor, sin embargo, no se dejaría ver por la cita editorial madrileña y tardaría más de un mes, de hecho, en pisar la provincia gaditana: cosa que haría coincidiendo con un mitin organizado por el Partido Comunista en el Paseo de Santa Bárbara.

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Con Santiago Carrillo en un mitin del Partido Comunista.

Alberti  llegaría a El Puerto el lunes 23 de mayo, en el tren que salía desde Madrid. El viaje duraba doce horas, a las que hubo que añadir dos horas más de retraso. El periodista Agustín Merello  lo acompañó durante el trayecto. "Yo he sentido profundamente la lejanía porque, conmigo, se fueron todos los muertos de la guerra, los dolores de los que emigraron", comentaba el poeta.

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Con su sobrino, Agustín Merello, en el viaje en tren de regreso a El Puerto.

A su llegada a Sevilla, les dijo a los que esperaban: "Estoy haciendo el camino de la libertad". Había escrito la Poesía del regreso con la intención de leerla al llegar a su destino, "si es que había alguien" esperándole. Y en El Puerto había tal tumulto aguardándolo que Alberti  apenas pudo salir del tren . A la mañana siguiente, Rafael Alberti  dio un paseo por su ciudad natal, un lugar que encontró bastante fiel a las imágenes que guardaba en su memoria: "Me acostumbré tanto a rodar por el mundo que ya pensaba que no era de ninguna parte -confesaría justo después-, pero los recuerdos vividos esta mañana resultan suficientes para escribir algunos nuevos retornos, no ya de lo vivo lejano, sino de lo presente". /Texto: Pilar Vera

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La explosión turística de la ciudad hacía presentir en 1990 que El Puerto podía convertirse en una nueva Marbella, por recursos, posibilidades naturales e inversiones. La actual industria tiene su origen en 1880, cuando el profesor Medinilla elaboró un informe sobre los beneficios para la salud de las playas portuenses, atrayendo a bañistas de toda Andalucía.

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En 1943 el Ayuntamiento de El Puerto puso en una subasta una primera remesa de parcelas públicas en Valdelagrana, antiguo coto del Duque, que aparte de suponer un ingreso para las depauperadas arcas municipales, ponía sobre la mesa un desarrollo urbanístico y turístico de estos pinares. A la iniciativa en Valdelagrana se sucederían otras de la Costa Oeste, como Vistahermosa, que arrancarían su mayor desarrollo con la proyección económica del país, a partir de mediados de los 60. En esas fechas se había abierto, en 1962, el primer hotel moderno de la ciudad, el Caballo Blanco, a la entrada de la urbanización de Valdelagrana.

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Los encantos de la playa fueron el principal atractivo y la atracción inicial, cuando en 1880 los bañistas sevillanos y jerezanos se hicieron eco de los argumentos del profesor Medinilla. Desde entonces a la costa portuense no ha cesado la progresiva presencia de veraneantes, herederos de aquel primer monarca, Alfonso X, que al ver el entorno de El Puerto quedó prendado por un lugar “tan boo”, y decidió fundar una ciudad.

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De la estancia ocasional en los días de calor se pasó a la prolongada, sobre todo con la aparición del fenómeno de los apartamentos, la aspiración de muchos contribuyentes desde los años 70. Al turismo de sol y playa se ha unido también un potencial turismo cultural, con el Hotel Monasterio San Miguel como referente y a partir de la rehabilitación del convento de las Capuchinas.

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Pero el ocio se llevaba la palma, desde que se emprendiera Puerto Sherry, en desarrollo, y en los ochenta se habían abierto instalaciones como Aquasherry (se había puesto de moda el sufijo “sherry”), y el éxito de discotecas al aire libre como Joy Sherry, 05 o Rrío. A ello se unía el Casino Bahía de Cádiz, abierto en 1980, y un amplio abanico de bares y que pusieron de moda El Puerto, la nueva Marbella.

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Desde la oferta turística de nuestros abuelos, con los Baños Termales o el quiosco de La Puntilla, cómo hemos cambiado. /Texto: Francisco Andrés Gallardo.

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