Saltar al contenido

2

Cien-a+¦os-de-socialismo-en-Andaluc+¡a_Portada(baja)Se han celebrado estos días unas jornadas conmemorativas con motivo del 125 aniversario de la Agrupación Socialista Portuense (1891-2016). En este trabajo, el Dr. en Historia Diego Caro Cancela, catedrático de  Historia Contemporánea de la UCA, nos expone en su introducción las circunstancias que se vivieron en España en los tiempos que se relatan, así como en El Puerto, donde Alfonso Fernández Notario fue el primero concejal socialista de Andalucía.

| En la imagen de la izquierda, portada del volumen 'Cien Años de Socialismo en Andalucía (1885-1985), donde se recoge los orígenes de la Agrupación Socialista Portuense.

INTRODUCCIÓN. LA NUEVA FEDERACIÓN MADRILEÑA Y LA FORMACIÓN DEL PSOE

Hay que situar los orígenes del socialismo marxista en España en la ruptura que se produce en 1872 en el seno de la Primera Internacional por las discrepancias entre las tesis de Marx y Bakunin acerca de la participación de los trabajadores en la vida política.

Si en el conjunto del movimiento obrero internacionalista las tesis marxistas se impusieron a las anarquistas, en España ocurrió todo lo contrario. Los seguidores de Marx quedaron en minoría y terminaron siendo apartados de la Federación Regional Española (F.R.E.), el organismo que representaba a la Internacional en el movimiento obrero español.  En minoría y fuera de esta federación, el primer y reducido grupo marxista asentado en la capital de España, decidía fundar una llamada Nueva Federación Madrileña y convertir al periódico La Emancipación en el portavoz de sus posiciones políticas y societarias.

marx_bakunin_puertosantamaria

|De izquierda a derecha, Carlos Marx y Mijail Bakunin

Sin apenas recursos materiales, esta Nueva Federación Madrileña no pudo superar la ola represiva que siguió al golpe de Estado del general Pavía en los primeros días de 1874 contra el gobierno republicano y desapareció, quedando así temporalmente aparcada la idea de constituir el Partido Obrero para participar en la lucha política.  Hubo que esperar al dos de mayo de 1879 –todavía en la ilegalidad- para que en una reunión celebrada en una fonda de la calle Tetuán de Madrid, un grupo de veinticinco hombres, entre los que estaba Pablo Iglesias,  decidieran constituir el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Poco después aparecerían otros pequeños núcleos socialistas en Barcelona y Guadalajara, en 1885 se creaba la Agrupación de Málaga –la primera de Andalucía- y el uno de mayo de 1891 nacía la Agrupación Socialista de El Puerto de Santa María, la segunda de la provincia de Cádiz, tras la fugaz existencia de la que en 1886 apareció en Alcalá de los Gazules.

Imagen3El-Socialista_puertosantamariaLA FUNDACIÓN DE LA AGRUPACIÓN SOCIALISTA DE EL PUERTO.

Son los trabajadores del vino –viticultores, arrumbadores y toneleros- los que juegan un papel fundamental en la expansión de las ideas socialistas y ugetistas en el Marco de Jerez, una zona en la que hasta entonces la hegemonía del sindicalismo anarquista y del republicanismo había sido prácticamente total desde la revolución de 1868 y la fundación de la Primera Internacional en el año 1870. /En la imagen de la izquierda, portada del periódico 'El Socialista'.

Ya desde finales de 1887, El Socialista había mantenido contacto con algunos correligionarios de Jerez.  Sin embargo, es a partir de 1888 cuando se inician los trabajos para constituir una agrupación, coincidiendo con la estancia temporal en la ciudad del líder socialista malagueño Rafael Salinas, que aprovecha su condición de tonelero para organizar también a los trabajadores de este oficio.  Su trabajo da resultado, porque el 11 de febrero de 1890 la sociedad remite una carta al Comité Nacional de la UGT, comunicándole que se ha constituido como tal, solicitando la remisión de varios ejemplares de los estatutos del sindicato,   preparando "excursiones" de propaganda a las poblaciones cercanas de Cádiz, El Puerto de Santa María y, posteriormente, a los de Sanlúcar de Barrameda y Sevilla.

La sociedad de resistencia de los toneleros jerezanos se constituía definitivamente el 2 de marzo, no así la agrupación socialista, que tardaría todavía años.  Distinta fue la situación en El Puerto, en donde el éxito de una huelga sostenida por el gremio favorece la organización de otros oficios de la ciudad, como los carpinteros, los aserradores, los zapateros y los viticultores y la creación de la primera agrupación socialista de la comarca, el 1 de mayo de 1891.  Sin embargo, la represión gubernamental indiscriminada sobre el movimiento obrero de la provincia, tras el "asalto campesino" a Jerez de principios de 1892, provoca su desaparición hasta el año 1899, en que vuelve a resurgir con fuerza, en una nueva fase de reorganización obrera que afecta a viticultores, toneleros, zapateros y marineros.

Imagen4PabloIglesiasEnElPuerto

EL PRIMER CONCEJAL SOCIALISTA DE ANDALUCÍA.

A principios del siglo XX, El Puerto tenía una de las Agrupaciones Socialistas más estables de la región después de su refundación en 1899. Una buena prueba de lo que decimos es que todavía en 1907 mantenía El Sudor del Obrero, uno de los siete periódicos que tenía el Partido en toda España  y sus más reconocidos militantes, una y otra vez, copaban la representación obrera en la Junta Local de Reformas Sociales.

Parecía que había llegado el momento de tener representación política en el Ayuntamiento. Lo  intentaron  los socialistas portuenses en noviembre de 1903, cuando la Agrupación decidía, por primera vez, presentar cinco candidatos obreros por los diferentes distritos electorales de la población. Las “inmoralidades políticas” practicadas por los caciques monárquicos hicieron baldío el esfuerzo.

Tendrían más éxito en  las elecciones municipales convocadas para el  12 de noviembre de 1905 Esta vez los socialistas portuenses acordaban concurrir, pero no con cinco candidatos, sino con un solo nombre, el jornalero Alfonso Fernández Notario, recién elegido miembro de la Junta Local de Reformas Sociales y representante de la misma para participar en la elección de la Junta Provincial.

...continúa leyendo "1.782. LA AGRUPACIÓN SOCIALISTA PORTUENSE. 122 años de Historia."

3

Mañana lunes, día 17 de junio se cumpliran 60 años de la publicación en ABC del artículo de José de las Cuevas "El Puerto de Santa María, la Ciudad de los Cien Palacios" que  tanto prestigio ha dado a nuestra Ciudad, creando incluso un eslogan que se repite en numerosas referencias periodísticas, turísticas y literarias, haciéndolas suyas infinidad de vecinos y visitantes. Lamentablemente, 60 años después, no están todos aquellos palacios y otros están en peligro de extinción. Es este un buen momento para luchar para la conservación de los que nos quedan. Reproducimos el artículo del 17 de junio de 1953.

riberadelrio2_mata_puertosantamaria

Cuando me han preguntado por el Puerto de Santa María, yo he contestado siempre que se trata de una ciudad elegante; esto quiere decir, de una ciudad pulcra, limpia, con camisa blanca y recién desdoblada. Lo curioso es que la misma impresión han tenido todos los viajeros en todos los tiempos: «Ciudad limpia de calles anchas y algunas tiradas a cordel…» (Suárez de Figueroa, 1617). «Las calles son espaciosas, largas y derechas, tordas cordel, con ricas casas…» (Estrada, 1747). «Bellísima ciudad… excelente empedrado de sus calles» (Ponz 1791).

riberadelrio_mata_puertosantamaria

Otra impresión permanente es que el Puerto ha debido de ser siempre residencia de señores. En el Puerto se h vivido con gran tren desde hace muchos siglos. Es una ciudad rica de antiguo, no hay en ella precipitaciones ni arquitectura febril de rico nuevo. La Historia parece coincidir con nuestra impresión. Primero, corte de los Medinaceli; después invernadero de nuestras Escuadras --¡que bonita palabra invernadero! Uno supone todas las naves, con arboladuras blancas como magnolias, dentro de los cristales templados de la ría--, la ciudad se llena de veedores, administradores de Aduanas reales, contadores, proveedores de galeras, toda gente de posición y vida asegurad. Por último, tras la aparición de los opulentos cargadores a Indias y de la Capitanía General --no olvidemos a ese capitán general conde de O’Reylli  que planta naranjos a la orilla del río--, la llegada de familias vascas, tan clásica en la Andalucía del XVIII--, los Araníbar, Vizarrón, Eguiarreta, Valdivieso--, todas con apellidos y fortunas probadas, y los hombres de negocios franceses, italianos, irlandeses --los Winthuyissen, Voss, Fleming, Tirry, Cortes, Clauders--, que traen la high life de Europa en sus maletas.

parque_1935_puertosantamaria

Ya es sintomático que en los inventarios del XVI aparezcan caballeros del Puerto que han gozado un cintillos de piezas esmaltadas de oro sobre terciopelo negro, o un pomo de plata para perfumes, o sesenta botones de oro para la capa y el sombree, o una cama entera de damasco carmesí, o un tarro de ámbar, o una toalla de Indias… Nada ha faltado nunca al Puerto. En la Crónica Abreviada de los Reyes Católicos, de Mosén Diego de Valera, que escribe en el Puerto a los setenta años, lejos: En este tiempo yo estaba en el Puerto e fui certificado que una nao portuguesa llamada ‘La Borrella’ avía de venir prestamente en Portugal, cargada de arneses de Milán e cubiertas e brocados e otras sedas muy ricas… En el XVIII las naves de los cargadores traen las sedas de Francia; los paños de Inglaterra; la lencería fina, de Holanda; el papel y las pieles finas curtidas, de Génova, y el cristal, de Austria. De vuelta de América, el lastre de los buques es madera exótica para barandales y consolas, y en el retorno a Italia, mármoles de Carrara, mármol blanquísimo; son los primeros buques del mundo estibados con nieve.

...continúa leyendo "1.778. EL PUERTO DE SANTA MARÍA. La Ciudad de los Cien Palacios."

1

En febrero de 1933 ocurrió en El Puerto un hecho singular; por no habitual, extraordinario: entre el fango del dragado del río vaciado entonces en la banda del Coto se hallaron numerosas monedas de oro. Y claro…, se lió. La noticia corrió por toda la ciudad, y aquello se puso de bote en bote.

8 de febrero de 1933, el gentío rebuscando monedas de oro en la otra banda. /Foto: Justino Castroverde.

Lo contó la Revista Portuense el día 8: “Es estos días motivo de gran animación el lugar donde se vierten los fangos extraídos por la draga en sus trabajos en nuestra ría. Siendo varias las personas que han hallado allí monedas antiguas de diversos metales, la afluencia de los buscadores ha sido tal, que se interesó por los encargados de la draga la concurrencia a aquel lugar de fuerzas de la guardia civil, que actuó ayer en tal sentido.” Al día siguiente se añadió que “a juzgar por la fantasía popular, no son ya docenas ni centenares, sino miles las monedas y otros objetos de oro hallados en aquel lugar. Se cuenta de multitud de monedas encontradas así como de que algunas han sido vendidas a muy buenos precios. Lo que sí hay de cierto en el caso, es que aquello ofrece un aspecto muy pintoresco, siendo numerosos los grupos de criaturas de todas las edades y sexos que actúan activamente en el fango, esperanzados en hallar alguno de los codiciados discos”.

Como era acostumbrado, los depósitos de la draga se volcaron en el entorno del Huerto Jarilla (venta La Palmera), el Campo del Cuvillo y la Casa del Faro (demolida en 1998), en una orilla aún no canalizada –se construirían en 1951- con murallas. Y fue usual que al modo de los viejos chamarileros, algunos portuenses se buscaran la vida llenando sacos con cáscaras de ostiones y otros moluscos que vendían en la fábrica del guano que a comienzos de los últimos años 50 se abrió enfrente, donde está Bahía Mar. (Alguien me contó que un popular portuense –omitiré el nombre- tomó el hábito de entrar en la fábrica cargando el correspondiente saco de ostiones del Cerro Jarilla, y tras pesarse y pagársele por kilo lo vaciado, se iba, volvía para colarse sigilosamente al almacén, llenaba el saco, volvía a salir y al ratito entraba con el mismo saco de ostiones. Pura picaresca.) /En la imagen, dobla nazarí de Muhammad XII (Boabdil), emitida en 1482-83. Museo Arqueológico Nacional.

Tras el hallazgo de las monedas, de inmediato, la autoridad competente –la Subdelegación Marítima- fijó un edicto instando, como estaba prevenido, a que las monedas se depositaran en su sede, recompensándose en metálico a sus descubridores. Sólo nos consta que se entregaron 16 monedas en cinco entregas. Pero las monedas exhumadas fueron muchas más.

En aquel febrero del 33, El Puerto atravesaba una profunda crisis económica y social, de pura subsistencia para las clases populares. Se vivían tiempos –no sólo en El Puerto- conflictivos, tensos, de manifestaciones callejeras y conatos de violencia. (No hacía un mes que el levantamiento anarquista en Casas Viejas había sido criminalmente reprimido.) A cuenta de las monedas, hasta alguna puñalada se cruzó entre dos gitanos de la calle Lechería, Cabete Chico y Jeromo (a quienes, no obstante, a los pocos días, reconciliados, cogieron robando gallinas).

En éstas andaba la ciudad cuando la draga Guadarrama y la fortuna volcaron en la orilla de ‘la otra banda’ un tesorillo de monedas de oro, probablemente procedente del cofre de un barco hundido en la secular barra del Guadalete en los primeros años del siglo XVI.

Portada de Diario de Cádiz, dedicada al suceso.

LAS MONEDAS.

Ciertamente, el conjunto monetario encontrado fue un hallazgo importante, de calado, siendo aún hoy un referente de la numismática nacional. Nunca se sabrá cuántas monedas aparecieron. Hipólito Sancho las cifró en unas quinientas. Muchas fueron compradas por un portuense (silenciaré también su nombre) de acomodada posición, al que algunos pícaros pretendieron dar gato por liebre ofreciéndole objetos metálicos que tenían en sus casas, más viejos que antiguos.

Numerosas piezas pasaron por las manos de coleccionistas y cambistas de Cádiz y Madrid. Algunas se subastaron en Amsterdam. Otras se depositaron en el Museo de Cádiz, en la Real Academia de la Historia y en el Museo Arqueológico Nacional. Un conservador de éste, Felipe Mateu y Llopis –uno de los más reconocidos numismáticos de la época-, pudo examinar en torno a un centenar y publicar un estudio sobre ellas (que hace años localizamos en una librería de viejo, en Madrid).

...continúa leyendo "1.727. AQUELLOS DUCADOS ANTIGUOS. Los ‘Duros Antiguos’ de El Puerto."

1

Se cumplen hoy 205 años de la heroica muerte de Luis Daoiz y Torres, capitán del cuerpo de Artillería al mando del cuartel de Monteleón en esa fecha, 2 de mayo de 1808, y uno de los primeros oficiales, junto con Velarde y el teniente Ruiz  que se rebelaron contra el ejército francés y perecieron en el empeño. Con solo cuatro cañones y una pequeña dotación de hombres intentó impedir la toma del parque artillero bajo su mando por el Ejército Imperial francés que, vista la resistencia, llegó a acumular hasta dos mil infantes en aquel lugar. Defendió, sable en mano y a pecho descubierto, la posición de su batería artillera recibiendo numerosas heridas de bayoneta, siendo trasladado gravemente herido a su domicilio particular, donde expiró, siendo enterrado inicialmente en la iglesia de San Martin. En la actualidad sus restos reposan en el monumento a los Héroes del Dos de Mayo, en el paseo del Prado madrileño.

SU PADRE, DE EL PUERTO.
El objeto de esta nótula es dar a conocer la vinculación de este patriota que nació en Sevilla el 10 de febrero de 1767 con El Puerto de Santa María.  La más importante, sin duda, es la filial, pues su padre Martín Daoiz Quesada había nacido en esta ciudad. Y también es significativo que su primer destino profesional, cuando salió con el grado de Alférez del Real Colegio de Artillería de Segovia, en el que estuvo como cadete seis cursos, con veinte años recién cumplidos, sería El Puerto, incorporándose al batallón del Regimiento de Artillería que tenía su sede en el cuartel de la plaza del Polvorista.

El Cuartel de Artillería de El Puerto en la plaza del Polvorista, donde tenía su sede el batallón del Regimiento de Artillería a donde se incorporó Luis Daoiz como primer destino profesional con el grado de Alférez.

Formando parte del mismo participó en la defensa de las plazas de Ceuta y Orán y también en la Guerra del Rosellón donde fue hecho prisionero y trasladado a Tolouse (Francia), siendo liberado tras la firma, en 1795, de la Paz de Basilea, retornando a su destino en El Puerto, ascendido por entonces al grado de teniente.

La última década del siglo XVIII fue una etapa bélica de nuestra historia, plagada de escaramuzas navales contra los ingleses. La Armada debió recurrir a oficiales artilleros del Ejército para completar las dotaciones de sus navíos de Guerra, siendo Daoiz uno de ellos. Le confiaron el mando de una tartana cañonera que participó en la defensa de Cádiz frente al bloqueo y sitio que hicieron los ingleses en 1797, con Nelson a la cabeza.

La escuadra de Nelson frente a las costas de Cádiz.

...continúa leyendo "1.723. LUIS DAOIZ Y TORRES. La conexión portuense de este héroe de la Guerra de la Independencia."

2

Foto: Fito Carreto.

Reproducimos algunos fragmentos del pregón que ofrecía anoche en el Real de Las Banderas,  el porteño Javier Maldonado Rosso, director del Centro Municipal de Patrimonio Histórico y reconocido investigador de la cultura del Vino del Marco del Sherry, encargado este año por la Hermandad del Olivo de anunciar con el Fino Quinta, la Feria. Estas son algunas perlas de su pregón.

Pero, aun siendo esta ciudad la cuna del vino Fino y estando dedicada la Feria a él, lo cierto es que el Fino es un ilustre desconocido para buena parte de los portuenses; por eso se me ha encargado que hable de nuestro vino en esta magnífica ocasión que ofrece el pregón de la Feria. Y por sentido de la responsabilidad que todos los portuenses tenemos en la promoción del vino Fino es por lo que me atrevido a aceptar esta encomienda.

… … … … … …

Todos los vinos tienen madre. El Fino tiene, además, padre: es el velo de flor que lo cubre. Y son las funciones biológicas que desarrollan las levaduras del velo de flor las que le dan al Fino sus características singulares.

… … … … … …

La palabra finura significa primor, delicadeza, buena calidad. Su pariente lingüística fineza expresa las ideas de pureza y bondad de algunas cosas. Y el adjetivo fino es equivalente, semánticamente, a primoroso, delicado, selecto, distinguido, exquisito…

Foto: Fito Carreto.

El Fino es el vino genuino de El Puerto y El Puerto es la ciudad del vino Fino merced, sobre todo, al microclima de sus bodegas, debido a la situación costera y fluvial de esta antigua villa.

… … … … … …

La cercanía y orientación abierta a la Bahía de los pagos vitícolas de El Puerto hacen que las brisas de poniente confieran a sus mostos características singulares de sabor y fragancia. Después, la crianza de flor de estos mostos, hasta hacerse vinos, en bodegas flanqueadas por el río Guadalete y sus esteros y el Atlántico y su marisma,  completa el proceso. Estas son las razones por las que el Fino de El Puerto está preñado de notas marinas de la cepa a la copa. Y son los factores por los que El Puerto es la tierra y la ciudad del vino Fino.

… … … … … …

El vino Fino es doblemente delicado: por primoroso y por vulnerable. El mantenimiento del velo de flor exige un cuidado constante de bodegueros, enólogos, capataces y arrumbadores. Ellos y los viticultores, ingenieros agrónomos, capataces de viña, manijeros, trabajadores vitícolas… son los protagonistas del vino Fino, son sus cultivadores y criadores.

… … … … … …

El Fino es un vino de autor desde sus comienzos, mucho antes de que se acuñase esta reciente definición para los vinos de máxima originalidad. Realmente, es un vino de autores, porque cada bodeguero crea su propio estilo de Fino. ¿Mayor complejidad? Sí; pero, sobre todo, más riqueza enológica y cultural que aporta este singular vino.


Boceto de la portada de la Feria de este año.

Ser la ciudad de un vino único por sus características organolépticas, su crianza biológica bajo velo de flor mediante el sistema de criaderas y soleras, su historia, su nombre y su cultura es una satisfacción, es motivo de sano orgullo, y es, también, también, una gran responsabilidad que nos compete a todos los portuenses.

… … … … … …

No es sólo cosa de las empresas bodegueras de El Puerto: es cosa de todos. Los portuenses tenemos que conocer la cultura del vino Fino, desarrollarla y difundirla.

… … … … … …

Que sepamos, lo único que australianos, británicos, estadounidenses, sudafricanos… han intentado imitar de nosotros, y que afortunadamente no han conseguido, es el vino Fino. Porque es único, porque no tiene parangón en la vitivinicultura mundial.


Presentación del cartel anunciador de la fiesta 2013.

Hay que hacer visible que el Fino es el vino de El Puerto y que El Puerto es la ciudad del vino Fino. Hay que promocionar el consumo de este vino singular que es el Fino porque es importante para nuestra economía. Es una oportunidad –una más, desde luego, pero muy importante- para el desarrollo de El Puerto.

… … … … … …

Amigas y amigos: estamos en tiempo de Feria. Estamos en primavera, que es la estación en la que se producen dos fenómenos naturales que afectan al vino Fino: en las viñas, la vid tiene su brote, comienza la floración; y en las bodegas, las levaduras de flor incrementan su actividad, experimentan una suerte de rebrote. Son manifestaciones del renacer de la vida que se produce cada primavera. También nosotros sentimos ese aliento de la naturaleza y lo exteriorizamos como alegría. Y por eso reverdece la vida social, de la que la Feria es máxima expresión.

4

Permítanme que les cuente una historia tal y como me la narró uno de los paisanos que la protagonizaron. Hace treinta y cuatro  años, en plena transición, nuestra ciudad vivía un momento esperanzador tras décadas de régimen franquista. No obstante, aún quedaba por derribar el muro que impedía la llegada de la democracia a las instituciones portuenses. Varias generaciones sentían que aquel paso que iban a dar con su participación en las primeras elecciones municipales desde la Segunda República abría un horizonte nuevo para El Puerto.

Aquellos fueron los tiempos de Esteban Caamaño Bernal. Arrumbador de la Bodega Terry, sus inquietudes sociales le llevaron a defender a los trabajadores dentro del sindicato USO. Su labor no pasó desapercibida para el partido socialista de Tierno Galván, llegando a la política de la mano del viejo profesor. En 1977 fue elegido Diputado a Cortes, siendo el único en Andalucía de la formación de Tierno. Cuando se produjo en 1978 la integración del PSP en el PSOE, Caamaño, acompañado de una veintena de militantes, se incorporó a la agrupación socialista portuense. El PSOE local estaba formado por tres grupos – “telefónicos”, los “cristianos” de Esteban Caamaño y los militantes fundacionales en torno a Francisco Lara, figura clave en la refundación del partido en El Puerto – que convivían no sin dificultades ni discrepancias internas, como ocurrió a la hora de decidir quién iba a ser el candidato a la Alcaldía.

De izquierda a derecha, Pepe Marroquín ‘el Bloque’, Antonio Álvarez Herrera, Pepe Marco y Esteban Caamaño Bernal.

Finalmente, el cabeza de cartel del PSOE fue Caamaño, reelegido diputado apenas un mes antes. Caamaño sabía que la razón de que fuera el alcaldable socialista era meramente electoral, ante la necesidad de oponer una figura popular y de cierto prestigio a Antonio Álvarez. Aunque la pugna en las urnas acabó con la derrota de Esteban Caamaño, sí consiguió frenar la escalada del PSA que un mes antes, en las elecciones generales, se había convertido en la segunda fuerza de la ciudad. Después de aquel envite, la trayectoria de Caamaño se encaminó con éxito por los senderos de la política nacional, autonómica e, incluso, europea.

En la imagen tomada el 3 de febrero de 1982 en el homenaje popular a Rafael Alberti en El Puerto, de izquierda a derecha, el diputado socialista Esteban Caamaño, el alcalde de la Ciudad, Rafael Gómez, el poeta universal, Canogar, el Consejero de Cultura de la Junta de Andalucía, Rafael Román, el director del Museo Municipal, Francisco Giles, en la inauguración de la exposición que se organizó con tal motivo.  (Foto Rafa).

De izquierda a derecha, Elias Py, desconocido, Rafael Valiente Moreno, desconocido, Esteban Caamaño Bernal, Ramón Rubial Cavia, Tina Aguinaco, Pepe Valiente, Pablo Expósito, Milagros Sanz Ganaza, desconocida, Fernando Mena, y Rogelio, ante el desamortizado Penal, donde estuviera preso Rubial.

Sirva este breve relato de su participación en un momento decisivo de El Puerto para homenajear a un portuense que se nos fue, pero que dejó el recuerdo de un hombre bueno e íntegro que dedicó los últimos años de su vida a explicar a los jóvenes, entre los que yo tuve el placer de encontrarme, aquella bella página que escribieron “nuestros constituyentes”. /Texto: Daniel Gatica Cote.

1

La asociación ecologista Guadalete, precursora de Ecologistas en Acción en Cádiz, cumple tres décadas de activismo contra los desmanes medioambientales.

En la imagen, una marcha en la Plaza de Isaac Peral, intentando evitar la tala de las araucarias y la pérdida de masa forestal en la misma, algo que no se pudo conseguir. Hablamos del mandato municipal 1991-1995. /Foto: Fito Carreto.

Dicen que en estos años, desde 1983, no han perdido ni un ápice de ilusión y han ganado en experiencia y en conocimiento. También en credibilidad y comprensión social: hace tiempo ya que dejaron de responder a la pregunta de “qué es eso de ser ecologista”.

Iniciamos nuestro relato situándonos en los últimos meses del siglo XIX. En estos años todo está en crisis en España y El Puerto no iba a ser una excepción. Las malas cosechas se contabilizan por lustros, originando una gran masa de parados y la consiguiente hambruna. Los temporales se sucedían unos a otros casi sin interrupción, mermando las capturas y propiciando numerosos naufragios que llenaron de luto y miseria a muchas familias marineras. Para colmo de desgracia, el sector vinícola, las numerosas bodegas que habían germinado durante el primer tercio de ese siglo y fueron el motor de la economía local durante muchas décadas, estaba inmerso en uno de los periodos de decadencia que, con carácter cíclico, han sufrido y sufren estas industrias. En líneas generales, este es era el panorama local en el duro invierno de 1899, con las calles portuenses llenas de mendigos y pordioseros de día y bandas de mocosos harapientos y desvergonzados de noche, disputándose las escasas y apuradas colillas arrojadas en la vía pública por los transeúntes. /Sodados en Cuba. Ilustración de José María Bueno.

La otra cara de la moneda la encontramos en algunas familias acomodadas que vivían, generalmente, de las rentas generadas por sus antepasados, a los que se mencionaban en los padrones como de profesión: “propietario” y, también, en las adineradas familias de indianos establecidos en las últimas décadas, los nuevos ricos de la época, alguno de los cuales invirtieron los capitales que pudieron salvar de las antiguas colonias en nuevas industrias o en la adquisición de inmuebles. Ellos, junto con los integrantes de la tradicional clase media: comerciantes, pequeños empresarios, funcionarios públicos, mandos militares y otras profesiones de las denominadas liberales ocupaban la zona céntrica de la ciudad, las calles Larga, Luna, Nevería, Palacio, etcétera… eran socios de alguno de los casinos y solían acudir los fines de semana con sus familias, empavesadas como veleros, a los palcos del teatro en el invierno y al tiro de pichón en el verano. El resto del vecindario local no contemplado en estos “clichés” improvisados, es decir, la gran mayoría de ciudadanos, intentaba sobrevivir de la mejor manera posible, ejerciendo oficios variopintos, “peonás” ellos y “mediosdías” ellas.

Esquina de las calles Ganado y Zarza, donde se encontraba la tienda de montañés donde se ambienta esta historia.

JUAN RODRÍGUEZ ARANA.
De este último universo humano estaba poblado el “Barrio Alto” y, en concreto, la calle Zarza, en la que residían una decena de repatriados de la guerra colonial. En la esquina de esta calle y la de Ganado había una tienda de montañés con puertas a las dos calles; una, por la que se accedía al almacén de coloniales, todo un supermercado de la época, en el que se podía adquirir cualquier género comestible excepto carne, pescado fresco o pan, y la otra puerta era la entrada al despacho de vino y taberna. Ambos recintos estaban comunicados interiormente por una especie de zaguán, utilizado por las amas de casa para comprar de una forma más discreta, sin penetrar en la taberna, bebidas alcohólicas, normalmente vino común para acompañar a las comidas. En un  rincón de la taberna, acodados en el mostrador de cedro ante sendas copas del rasposo aguardiente con que se desayunaban nuestros abuelos encontramos a dos hombres; uno de ellos, el de mayor edad se llamaba Juan Rodríguez Arana.

Era un veterano de la Guerra de Cuba, sargento del Regimiento de Infantería de Soria Nª 9. Había sido repatriado meses atrás, llegando a El Puerto, donde vivía con una hermana mayor que él, casada con un tonelero, -matrimonio sin hijos- en la casa número 55 de la calle Zarza. Le acompañaba un joven soldado de remplazo que aún no había cumplido los veinte años y estuvo tan solo unos meses en aquel infierno antes de ser repatriado. Vecino de la casa contigua a la suya, lo había visto crecer y ahora, compañero de fatigas e infortunios, querían celebrar con otros paisanos repatriados, vecinos todos ellos de la misma calle (Joaquín Ponce de León, que vivía en el nº 7, Enrique Camacho González, en el 15, Ramón Leonisio Mata, en el 28, José Ruibal Rodríguez, en el 30, José González Robles, en el 33, Manuel Ponce Díaz, en el 47, Juan Santilario Renzo, en el 62 y Juan García Martín, en el número 64) a los que aguardaban, el haber regresado y poder contar sus vivencias y penalidades a sus familiares y amigos. /En la imagen de la izquierda, escudo del Regimiento de Infantería Ligera Soria nº9 en el que sirvió Juan Rodríguez Arana.

ANTONIO GALLARDO PEINADO.
Este segundo joven repatriado era Antonio Gallardo Peinado, residente en la casa número 57, segundo hijo del matrimonio formado por Francisco Gallardo Quintelo, maquinista de profesión y Dolores Peinado Sánchez, inquilinos de esa casona junto con la totalidad de su prole que ascendía a seis hijos con edades que oscilaban entre los 24 años del mayor, barbero de profesión y los tiernos tres añitos de la hija más pequeña. La madre, que en esa fecha contaba tan solo cuarenta años de edad, el día que Antonio llegó por sorpresa, sin avisar, estuvo a punto de costarle un disgusto, tanta fue la emoción que sintió. Todo el tiempo que duró su ausencia rumió para sí una especie de remordimiento por no haber movido cielo y tierra en busca del dinero necesario para la redención del hijo, que tan mala suerte tuvo en el sorteo, según pensaba ella. Siendo adolescente –apenas una quinceañera- quedó embarazada del que luego cumpliría y se convertiría en su marido, 30 años mayor que ella, que entonces era fogonero y aunque la familia pudo vivir modestamente bien, con justeza y sin holguras, durante los veinticinco años que llevaba casada, gracias al duro trabajo paterno y la ayuda de los dos mayores en los últimos años, la cuantía del rescate exigido para librar a los mozos destinados a ultramar, que ascendía a 2.000 pesetas, era una cifra excesiva, muy alejada de las posibilidades de la familia. /En la imagen, la casa donde vivió Antonio Gallardo Peinado, antes de su restauración.

Similar alegría experimentaron todos los vecinos de la casa, especialmente las mujeres, cuando abrazaron al Antoñito. La viuda del mirador, que trabajaba de cocinera para adelante a sus tres hijos y estaba haciendo esa mañana una colada en el corralón que servía de lavadero y tendedero, se apresuró a bajar un tazón de caldo de gallina al verlo tan pálido y demacrado y las dos señoras del bajo, curiosamente ambas casadas con sendos oficiales zapateros y cada una con un solo retoño, formaron coro con la madre, los hermanos pequeños y la cocinera y sus hijos, abrumándolo con tantas preguntas y todos a la vez que fue un alivio que llegase el vecino de la casa de al lado y se marchasen juntos a tomar unos vinos, naciendo de este encuentro la idea de reunir a todos los camaradas de la misma calle un día para celebrarlo todos juntos.

Poco a poco fueron llegando los repatriados convocados a la taberna, acompañados de amigos y familiares que deseaban saludar a los demás, añadiéndose otros repatriados que vivían en las calles del entorno: Arena, Yerba, Mazuela, Espelete, Meleros, Ganado… y un buen número de curiosos que pronto hizo que se llenase el local, las aceras y toda la esquina. Agrupados en corrillos, las conversaciones giraban en torno, lógicamente, al mismo tema: unos referían las dificultades con que se encontraron para poder llegar desde La Coruña o Santander, que es donde lo habían dejado, hasta El Puerto; otros, comentaban la cuarentena que debieron pasar en el antiguo convento de la Victoria; los más, relataban las acciones militares en las que habían participado, exagerando por supuesto y dando un tinte de comicidad a tan dramática experiencia y los menos maldecían a políticos y mandos militares, culpándoles de las fatiguitas que padecieron. Todos, sin excepción, mentaban con respetuoso pánico a su mayor enemigo: la fiebre amarilla, mal de que poco escaparon, que seguiría pasándole una costosa factura el resto de sus vidas a muchos de ellos.

Soldados ante el cuartel de la Plaza del Polvorista, hoy Teatro Municipal y viviendas de trabajadores de Osborne. /Imagen cedida por Doña Ángeles Zamorano, a través del Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

El sargento Rodríguez Arana explicaba a quien quisiera escucharle las dificultades que debieron superar tanto el gobierno como los responsables militares, después de haber perdido guerra y escuadra, para encontrar barcos en los que poder repatriar a tan tos efectivos acumulados en la isla de Cuba.

Y en el guirigay en que se había convertido la reunión de repatriados y afines aparecieron guitarras y espontáneos cantaores, entre ellos nuestro protagonista quien, antes de entrar a servir en el Batallón de Cazadores de Parma Nª 25 en el que había destinado en Cuba, estuvo trabajando como herrero en la fragua de los Suarez, en la calle de la Yerba, oficio en el que se solía acompañar con cantes rítmicos el batido del hierro sobre el yunque. Con esta y otras cantiñas, estimuladas por la sucesión de “convidás” a cargo de los parientes, se fue diluyendo la tristeza de los primeros momentos, durando la jarana hasta la hora de la siesta que resultaría de obligado cumplimiento para la gran mayoría pues casi todos marcharon dando tumbos a sus cercanos domicilios, no sin antes prometerse unos a otros repetir la convivencia de ese día. (Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz.- A.C. PUERTOGUÍA).

1

De izquierda a derecha, Guiseppe Piccioni, director de cine italiano y Oscar Lapeña Marchena.

Oscar Lapeña Marchena, nacido en El Puerto de Santa María en 1968, es Doctor en Historia,  profesor de Historia Antigua en la Universidad de Cádiz, habiéndose especializado en el género cinematográfico del Peplum (conceptualizado popularmente como cine histórico de aventuras, estando ambientada la acción en la antigüedad, fundamentalmente en Grecia y Roma). Sobre este tema ha publicado diferentes artículos en revistas especializadas como "Habis", "Dialogues d´Histoire Ancienne", o "Índice Histórico Español", además de los libros El mito de Espartaco: de Capua a Hollywood (Hakkert, 2007) y Guida al cinema peplum (Profondo Rosso, 2009). Hizo su debut literario con el libro de relatos La pista búlgara (El ombligo de Tarzán, 1998), siendo seleccionado el mismo año en la antología Almacén de aventuras (Fundación Municipal de Cultura de Cádiz, 1998). En el género de la narrativa corta también ha publicado El suplente (Diputación de Cádiz, 1999). (Texto Juan Carlos Palma).

PEPLUM.
Óscar Lapeña Marchena ha publicado en italiano ‘Guida al cinema ‘peplum', Ercole, Ursus, Sansone e Maciste alla conquista di Atlantide’ una obra de referencia para todos los interesados en el género peplum.

Son 390 páginas, cargadas de información e imágenes, y editadas por la editorial romana Profondo Rosso. Su autor es un reconocido experto en el género peplum sobre el que ha publicado numerosos artículos de investigación. En este libro realiza un recorrido por la historia del género partiendo de su definición, características y motivaciones políticas y analizando a continuación las diversas producciones a lo largo de sus años de oro y también de su decadencia.

El libro posee una buena filmografía y cuenta con interesantes apéndices. Uno a cargo de Luigi Cozzi recoge opiniones de directores de pepla sobre sus obras; el mismo Cozzi explica también su experiencia como director de pepla; otro escrito por F. Familiari analiza las cintas de este género dirigidas por Riccardo Freda y el último, a cargo de M. Maggioni, estudia la película La última legión. En suma una obra de referencia para los interesados en este género que utiliza la Antigüedad con grandes dosis de imaginación. (Texto: Fernando Lillo).

1

Este es un viejo dicho portuense que estuvo en uso, aunque en sus últimos estertores, hasta los años 60 del pasado siglo. Supimos de él por un testimonio de Antonio Alcalá Galiano (1789-1865), el viejo liberal romántico gaditano que en su Recuerdos de un anciano (1864, nota 5 del capítulo IX) dejó escrito: “Palmar llaman en Andalucía a ciertos terrenos incultos que allí abundan, y deben su nombre a estar llenos de palmas enanas que no sé cómo deben llamarse, pues aunque soy en extremo aficionado a árboles, plantas y flores, ni sé de ello lo que sabe no ya un botánico, sino acaso el jardinero u hortelano más tosco y rudo. Este Palmar del Puerto, teatro de la hazaña de O’Donnell y Saarsfield [en 1819, ver nótula 1435 en GdP], tiene cierta fama. Cuando en los pueblos de la Andalucía baja, vecinos a la costa, se habla de una persona de mucha edad, y quiere ponderarse su vejez, es común decir de ella que tiene más años que el Palmar del Puerto.”  /En la imagen, Antonio Alcalá Galiano, retrtado por Vicente Esquivel.

Este paraje, el Palmar de la Victoria (del convento de la Victoria), situado a la salida de El Puerto a ambos márgenes de la avenida de Jerez, hoy está plenamente urbanizado, perdido en su naturaleza. Desde mediados del siglo XIII, tras la conquista alfonsí de la aldea andalusí de Al-Qanatir, fueron terrenos baldíos de los Propios de la ciudad, y en las zonas inmediatas a los meandros de la madre vieja del Guadalete, de fértiles huertas durante el Medioevo y la Edad Moderna, alimentadas también por dos arroyos (uno de ellos el que en el siglo XVIII llamaban arroyo de la Vidriera).

Aquí se levantó en el XVI una fuente que sería reparada o reconstruida a mediados del XVII, correspondiente a la conducción de aguas que desde La Piedad suministraba a El Puerto. Huertas del Palmar a las que acudió varias jornadas, para solazarse y cazar pájaros, Felipe V y la familia Real en el verano de 1729, recién incorporada la ciudad a la Corona.

El Palmar hacia fines del S. XVII: fuente de la conducción de La Piedad y meandro de la Cantera del Palmar. (Detalle de acuarela del Archivo Ducal de Medinaceli).

A la izquierda del camino de Jerez (en el acceso a un conocido centro comercial) se habilitó en 1861 un cementerio protestante, que fue salvajemente arrasado en 1990. En su entorno se celebraron las Ferias de Ganados entre 1871-1916 y 1945-1965 (nótula 276 en GdP), y al margen derecho (bodega El Tiro) se estableció durante el último tercio del XIX un hipódromo y en 1912 el Tiro de Pichón, activo hasta 1964 (nótula 1087 en GdP).    

Tiene más años que el Palmar del Puerto…, decía Alcalá Galiano. Viejo dicho cuyo origen puede tener, a nuestro juicio, dos significados. El más explícito, que haga referencia a la antigüedad del terreno como parte de los Propios de la ciudad desde el siglo XIII. Pero extraña que esta circunstancia, aplicable a otros espacios del término, diese  nacimiento al dicho. ¿Por qué no más antiguo que las playas del Puerto, o que el Egido del Puerto, o que el Castillo de San Marcos...? Marcar como rasgo de vetustez  la antigüedad de un espacio geográfico en concreto parece un argumento poco consistente. Su origen debe ser otro, aunque en tiempos de Alcalá Galiano probablemente ya se hubiese olvidado. Más lógico parece relacionar la sentencia con una obra artificial de origen remoto o incierto.

¿Pero qué pudo existir de antiguo en El Palmar para que diese origen al dicho? La respuesta la encontramos mientras elaborábamos nuestro libro El Puerto Gaditano de Balbo (ed. El Boletín, 2013 ver nótula núm. 1623 en GdP).

En un folleto editado en Jerez en 1648 (Discurso demostrable en desengaño de las causas que dieron motivo a abrir la comunicación de el Salado al río Guadalete) leímos una relación donde se nombraban los bajos (la colmatación y elevación del fondo de un río –o del mar- que impide o dificulta la navegación) que por entonces tenía la madre vieja del Guadalete entre El Portal y El Puerto y que tanto, hasta hacerla imposible, dificultaban la navegación: El Granadillo, Puerto Franco, La Isleta, Sidueña o La Cantera Vieja, El Carrizal, La Esparraguera, La Cantera del Palmar, Las Salinas y el del Puerto.

La Cantera del Palmar…, de la que dice el folleto: “El séptimo bajo es la cantera del palmar, es bajo de piedra viva en partes, y en partes de montones de piedras, y dura por tradición la memoria que estas piedras las juntaron los antiguos Romanos y Turdetanos, para hacer arrecife aquel paraje”. Es tan explícita y contundente la mención a la antigüedad de las piedras, que damos por bueno su encuadre cronológico: estamos ante una obra de romanos en el curso de la madre viejadel Guadalete a la altura del bajo de la Cantera del Palmar. Pero su origen y función es asunto difícil de solventar, por lo que nos limitaremos a puntualizar algunas cuestiones:

-La mención del lugar como cantera no hace referencia a una cantera natural de extracción de piedra,  porque  en  El Palmar nunca hubo piedra natural que extraer, sino que alude a un espacio donde el hombre acumuló muchas piedras para un determinado fin. Es el mismo caso que el cuarto bajo citado, Sidueña o Cantera Vieja, que nombra a los cimientos de las ciudades que conforman el yacimiento arqueológico del Castillo de Doña Blanca, cantera antrópica que otros documentos también llaman, ubicándola en relación a las canteras-cuevas de la Sierra de San Cristóbal, la cantera de abajo.

Fotografía aérea del año 1956. Hemos señalado la zona donde estaría la Cantera del Palmar, así como marcado con puntos el antiguo recorrido de la Madre Vieja del Guadalete.

-La estructura se formó con piedra viva –mezclada con tierra o aluviones- y con acúmulos de piedras superpuestas sin trabazón. Y dice el texto que la obra se hizo para hacer arrecife aquel paraje. Aquí ha de entenderse arrecife como sinónimo de bajo marino o fluvial, es decir, la disposición artificial de un entramado de piedras que cubre el nivel de las aguas.

-El propósito de la obra lo desconocemos, pero cabe pensar, al menos, en tres finalidades. Pudiera ser un dique de contención –los aggeres romanos- ante las avenidas del río; pero de ser así, ¿para qué en este lugar?, distante del núcleo central del Portus Gaditanus en el entorno del Castillo de San Marcos. Otra posibilidad es que se tratara de una obra de canalización vinculada directamente a la formación artificial de la actual desembocadura del Guadalete por Balbo el Menor hacia el año 19 antes de nuestra era, de lo que tratamos en el libro referido. De ser así, dos posibilidades contemplamos: Si, como creemos, en época romana la madre vieja del Guadalete pasaba a espalda del Coto de la Isleta por terrenos de marisma y caños, durante las crecidas y las avenidas el ímpetu de las aguas debió de ser considerable, por lo que tal vez fuera precisa una pantalla artificial que disminuyese la fuerza del caudal. O quizás la estructura fuese una cortadura del río que desviara el curso natural hasta unirse a la boca abierta por Balbo o al principal emisario del Guadalete, que hace dos mil años era el San Pedro, que desembocaba en las inmediaciones de Puerto Real. La tercera finalidad que planteamos

Plano de 1750 Servicio Geográfico del Ejercito.

–y es la que intuimos como la cierta- es que la estructura pétrea correspondiera a un dique dispuesto desde tierra firme hasta el curso del río para servir de embarcadero. Siendo así, se trataría de un muelle anterior al habilitado por Balbo, utilizado en los comienzos de la romanización –principios del siglo II a fines del I a.C.- por los asentamientos rurales y alfares próximos para el embarque de la producción agrícola de la campiña frontera. Invita a esta hipótesis su ubicación en una ensenada natural a espalda de la barra del Coto de la Isleta, entorno que hace dos milenios debía estar surcado, junto al curso de la madre vieja del Guadalete, por caños mareales abiertos en las marismas, como los hoy existentes junto al curso del San Pedro. (En las inmediaciones del convento de la Victoria se exhumaron numerosas ánforas republicanas, algunas depositadas en el Museo Municipal.)

Así pues, el origen del viejo dicho que nos transmitió el gaditano Antonio Alcalá Galiano habría que vincularlo, a nuestro juicio, a una obra antrópica, probablemente la aludida en 1648: “...y dura por tradición la memoria que estas piedras las juntaron los antiguos Romanos y Turdetanos, para hacer arrecife aquel paraje”. Seguramente, el embarcadero republicano que existió antes de que Lucio Cornelio Balbo, el Menor, fundara el Portus Gaditanus, que es decir El Puerto de Santa María. (Texto: Enrique Pérez Fernández – Juan José López Amador)

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies