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Vista elevada de la antigua Pescadería, cruzando el río y la carretera, la Fábrica de Guano. (Foto: Colección Antonio Leveque).

Ahora que las temperaturas suben más de lo deseado, a veces el Levante empieza a soplar con cierta virulencia,  nuestros cuerpos se amodorran, y  no tenemos más salida que entrar en el sopor de la necesaria e imprescindible siesta. Y no es que yo este en contra del dichoso Levante, oiga, a mí este viento de forma moderada, es decir cuando por aquí decimos, bajea,  por la mañana cuando está saliendo el Sol  y por la tarde cuando se pierde por el Poniente, me gusta, me sosiega, es fresquito, me da gusto pasearme con él.

Hubo una época en El Puerto, que cuando  iba a saltar el Levante,  no hacía falta mirar la veleta, para saber de donde venía el viento, sólo faltaba oler. «--¡Oler dices!», «--Si hombre, oler». La fábrica de harina de pescado de Enrique Osborbe Macpherson,  primer propietario fundador de la misma, estando de encargado Eduardo Yuste, estaba instalada en la parte izquierda de lo que hoy es el Centro Comercial Bahia Mar. Después la arrendó o vendió a un palestino que no recuerdo su nombre. Como decía, cuando el Levante saltaba, impregnaba a nuestra ciudad del olor característico de pescado en descomposición.

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Muelle antiguo de El Puerto, en plena faena. (Foto: Colección Antonio Leveque).

Como entonces, los frigoríficos no proliferaban en demasía, el exceso de pescado que sobraba en la Lonja, había que darle la salida más idónea y lo menos malo era hacerlo harina, que ligado con maiz salía un pienso para gallinas que tuvo bastante aceptación. El pescado que era utilizado para este menester era el más endeble; aunque a veces iba también pescados que hoy están muy consideradoa y con bastante demanda.

alvarezgomez_puertosantamaria El pescado que llegaba a la fábrica  se cocía; después, en unos patios que estaban detrás de la fábrica, se extendían al sol para secarlos, tarea quellevaba varios días. Después de seco se molía y salía la harina usada como base para hacer el pienso. Todo este proceso hacía que, cuando soplaba Levante El Puerto oliese, y no precisamente a agua de colonia concentrada Álvarez Gómez, sino a demonios, puñeta. Pero oye, a todo se acostumbra uno, llega un momento que las cosas que no te gustan se instalan a tú alrededor, que te llenas de paciencia y dices, que le voy a hacer.

Bueno, todos no son olores desagradables. He tenido el placer de oler la playa de La Colorá, cuando la marea está vacía y esa misma sensación la he sentido en la playa de Vistahermosa, y en La Puntilla. Hay algunas veces que he paseado por algunas calles, sobre todo cuando la tarde va cayendo --yo no sé si a ustedes les ha ocurrido lo mismo-- pero el olor de los guisos de caballas con fideos, las papas guisadas al escándalo, en alcauciles, o el arroz con tomates, que se servía con papas fritas y pimientos fritos encima, me producían unas sensaciones indescriptibles.

destiladora_osborne_puertosantamariaAlgunos veces, paso por alguna frutería y la fruta no huele a nada. Recuerdo la frutería de Félix Pérez Peral  en calle Larga, donde hoy se encuentra Cajamar: olía desde diez metros antes de llegar. Como olían los montones de melones blancos y escritos,  que en este tiempo se ponía en La Placilla;  la fruta que traían los mayetos al mercado: ciruelas, peras, perillos de Palacio, brevas, tomates de Rota,…  que sensaciones.

En tiempo de la vendimia, las bodegas de Mesa, La Colmena, Terry, Osborne, Obregón, Caballero, Manuel ‘el de los Caracoles’, etc. El olor del vinagre… Después recorrías cualquier calle donde hubiese bodegas,…  »--¡Que olores, como estimulaban mis papilas gustativas el olor del mejor vino del mundo!». Era  increíble. Como olía por San Martín, en la época de las matanzas,  la manteca colorá y los chicharrones. Que olores aquellos que salían de las Destilerías, cuando se fabricaba el cacao y los aguardientes. En Nochebuena, las tortas, olores de matalauva, ajonjolí, miel, canela y que se yo de cosas nuestras. (A la izquierda, antigua destiladora perteneciente a Bodegas Osborne. Foto: Carlos Pumar Algaba).

sardina_arenqueHabía un establecimiento en la calle Ganado, junto al desaparecido almacén de los Verde, que fue antes una farmacia. Era el puesto del Mellado; vendía sardinas arenques, aceitunas y queso de cabra. Otra tienda, donde hoy está la charcutería de Ramón Insua Lavin, a la que le decían Casa del Tío Luis, vendía lo mismo que el Mellado. Me gustaban también  estos sitios.

«--¿Qué me dicen Vdes. del olor del pan calentito con aceite?», ... Los Freidores de Pescado, los Almacenes de Ultramarinos cuando tostaban el café, las avellanas de los toros, las almendras tostadas de La Pastora, el olor de los claveles en primavera, la dama de noche en verano, la juncia y el romero en el Corpus, el olor a incienso en la víspera de la Patrona, … casi todo estos olores quedaron para siempre en la memoria del tiempo. (Texto: Francisco Bollullos Estepa).

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