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Tal día como hoy, 6 de agosto, hace 115 años, fallecía en Sevilla Emilio Seca Gutiérrez, un culto y virtuoso presbítero portuense al que faltaban dos meses para cumplir 38 años. Era cura en San Gil, la popular parroquia hispalense que toma su nombre del barrio donde está enclavada, casi lindando con las antiguas murallas de la ciudad, sede en aquella fecha –de 1653 hasta 1949- de la Hermandad de la Esperanza Macarena.

San Gil, la popular parroquia sevillana donde ejerció el Padre Seca.

En ese año de 1897 azotaba cruelmente a las cerca de 150.000 almas que poblaban la capital andaluza  una virulenta epidemia de viruela cuya mortandad rompió los parámetros estadísticos de todas las enfermedades infecciosas, que no eran pocas, padecidas por los sevillanos a lo largo y ancho del siglo que estaba a punto de finalizar. Se estimó, decima más o menos, 50 víctimas por cada mil habitantes, cifra esta que situaba a la capital andaluza en un dramático ranking como uno de los “puntos negros” más importantes del mapa sanitario internacional, solo superada por algunas capitales de la India como Bombay o Madrás, según Indica Ángel Pulido en su obra “Saneamiento de poblaciones españolas. Sevilla”.

Nuestro personaje, asiduo visitante de sus feligreses enfermos, a los que asistía humana y espiritualmente, en sus casas y en los hospitales, confortándolos y administrándoles los sacramentos en sus últimas horas, como no podía ser de otra manera,  al estar sometido a un riesgo constante y continuo, fue contagiado con el fatal desenlace que enunciamos en las primeras líneas de esta breve biografía.

Había nacido en El Puerto, en la casa número 2 antiguo de la calle Nevería, amaneciendo el día de la Hispanidad de 1859. Su padre, que era albañil de profesión, se llamaba Pedro Seca y su madre María Josefa Gutiérrez, ambos portuenses. (No hemos profundizado en investigarlo pero creemos que no tenía parentesco con la familia Muñoz Seca, aparte la coincidencia del apellido).

Una semana después, el 19 de octubre, era bautizado solemnemente en la pila bautismal, ahora en desuso, de la iglesia Mayor por don Francisco de Paula González de la Cotera, Cura Teniente y beneficiado de la misma, que le impuso los nombres de Emilio Julio de la Santísima Trinidad. Estudió en el Colegio Portuense, centro para niños en el que se impartía enseñanza primaria, aunque en su nivel máximo o superior, según matiza nuestro paisano Juan Gómez Fernández en su ensayo: “Formar hombres de bien. La enseñanza en El Puerto de Santa María en el siglo XIX”, colegio del que era propietario y también director Don Ricardo Alcón. Al decir propietario me refiero al concepto porque el inmueble en el que se impartían las clases, si no estoy equivocado, era el antiguo convento dominico de la calle Santo Domingo, propiedad del estado. Al menos el Colegio Portuense estaba establecido en el número 29 de esa calle, número que coincide con el del actual centro de enseñanza, antiguo Instituto Laboral, en el que curse mis primeros años de bachillerato.

Convento de Santo Domingo, hoy instituto.

Refieren que fue discípulo del docto Juan de Luna, completando su carrera sacerdotal en los seminarios de Cádiz y Sevilla. Promovido a la dignidad de sacerdote fue nombrado cura ecónomo de la parroquia de un pueblecito de la serranía de Aracena, una parroquia cuya advocación le recordaría a su ciudad natal, sin duda: la iglesia de San Marcos de Alajar, provincia de Huelva. Poco después iniciaría una prometedora carrera al ser elegido por monseñor Pedro Núñez, Obispo de Coria para Secretario de Cámara y Gobierno de su obispado, carrera a la que el mismo renunciaría poco después con motivo del fallecimiento de su padre. Para estar lo más cerca de su madre, reacia a dejar El Puerto para trasladarse a Extremadura, y acompañarla en la soledad de su viudedad, ocupó un curato en Sanlúcar suponemos que hasta la muerte de su progenitora, siendo promovido finalmente a la parroquia sevillana con la que hemos iniciado nuestro relato.

Púlpito de la Prioral, donde predicaría un año antes de su muerte.

Ejerció de portuense a pesar de estar siempre alejado de su tierra natal, manteniéndose en contacto con amigos, familiares y entidades locales. Había ingresado en la Hermandad de San Pedro In Sacri desde que era subdiácono, asentándose en la misma como hermano en 1881. Su último y público contacto con sus paisanos fue en septiembre de 1896, el año anterior a su óbito, predicando desde el púlpito de la iglesia en la que fue bautizado con ocasión de las fiestas religiosas de la Octava de la Patrona.

¡Gloria al Padre Seca y a todos los anónimos y desconocidos que como él, limpios de corazón,  sirven los demás con honradez y sacrificio! (Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. PUERTOGUÍA).

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Cuando se ha  construido una ciudad, paso a paso, y su urbanismo tiene peso, seguro que es producto de las invariantes. Las invariantes se repiten, están en el inconsciente forjador, son elementos imprescindibles de la personalidad y de la idiosincrasia de algo. Así, las invariantes del urbanismo portuense son las calles tiradas a cordel, el urbanismo en damero; los bluendes, esas especies de almenas que coronan los pretiles de las azoteas; los guardacantones de las esquinas; los cierros bajos y altos; los pavimentos tradicionales; los huecos de escalera; los patios; y los soportales, por ejemplo.

Copia idealizada de plano de El Puerto de 1787. Ameneiro. 1970

Cuando el Puerto fue declarado Conjunto Histórico-artístico, yo creí, inocentemente, que sería su salvaguarda. Esta Ciudad de los cien palacios, ha ido, poco a poco, deturpándose y adocenándose, con la permisividad, ciertamente punible, de las autoridades locales. El paisaje urbano se ha degradado hasta límites insospechados, sin que nadie le ponga tasa ni coto. Aquí cualquiera ha dispuesto como suyo de algo que es del común; el paisaje urbano –y el rústico—heredado, preservable, por Ley.  Pero está visto que la Ley no se ha aplicado, ni se aplica; no se tiene conciencia de estar ante una Ciudad singular, a la que poco a poco se le va despojando de sus invariantes, fijadas y forjadas siglo a siglo.

Es el caso de los soportales de la ribera del Guadalete. Desde Pozos Dulces hasta casi el comienzo del Parque de Calderón por la Plaza de las Galeras Reales hubo soportales, magníficos ánditos cubiertos al mismo nivel de la calle; espacios públicos de suelo sin cielo, antesala de las viviendas de gentes de la mar que han ido quedando como testigos, aparentemente roqueños, de las invariantes arquitectónicas portuenses. Y sin embargo, pese a su robustez, llega un cualquiera y los derriba, impunemente. Con sólo repasar las antiguas fotografías puede apreciarse cómo constituían un conjunto muy homogéneo de construcciones que daban la sensación de haber heredado de nuestros repobladores de la cornisa cantábrica una de sus invariantes y haberlas convertido, con el paso de los años, en nuestra.

Pues no, parece que no. En el edificio de Pozos Dulces esquina y vuelta con calle Chanca, se han permitido sus promotores derribar los soportales y la primera crujía del edificio, pese a la prohibición expresa que tenían de hacerlo.  Sea bienvenido el expediente de la Delegación de Cultura y caiga sobre esos desaprensivos todo el peso de la Ley. A ver si, de una vez, se enteran que aquí no se juega ni con las invariantes, ni el paisaje urbano, ni el rústico, ni  con la historia. (Texto: Luis Suárez Ávila).        

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Félix Sancho de Sopranis Peñasco nació el 10 de mayo de 1885 en el número 19 de la calle San Bartolomé, en El Puerto de Santa María. Era el primogénito de Alfonso Sancho Mateos (1858-1952) y de Mercedes Peñasco García (1861-1929), que tendrán otros dos hijos, Alfonso (1896-1971) y Mercedes (1899-1994).

Los primeros años de Félix Sancho transcurren en París, ciudad a la que su padre se traslada temporalmente por negocios vinateros de la casa Sancho Hermanos. De vuelta en España, Félix ingresa interno -septiembre de 1894- en el colegio de los jesuitas de El Puerto, donde estudiará cinco cursos de bachillerato. Obtendrá el título con 14 años, tras aprobar en junio de 1899 los ejercicios del grado ante la comisión de catedráticos del Instituto de Jerez de la Frontera.

La estancia de Félix en el colegio de San Luis Gonzaga coincide fundamentalmente con el mandato del jesuita madrileño Pedro Castelló, rector desde diciembre de 1893 hasta su relevo en septiembre de 1897 por el padre José María de la Torre. En 1896 terminan su bachillerato en San Luis Gonzaga los poetas Juan Ramón Jiménez y Fernando Villalón, así como el comediógrafo portuense Pedro Muñoz Seca. El 12 de mayo de 1895 se había inaugurado el pabellón de la nueva fachada y entrada principal del edificio. Disponía ya el colegio de alumbrado eléctrico: en El submarino Peral (1927) recordará Juan Ramón "aquella noche primera en que encendían los focos grandes del patio para deslumbrarnos la nostaljia". La media de alumnos en el último lustro del siglo XIX es de 205, en su mayoría internos. Félix Sancho tuvo por compañeros de curso, entre otros, a Juan Gavala Laborde (ingeniero de minas), Ignacio de Casso Romero (jurisconsulto), Julio Toscano Delgado de Mendoza (alcalde de Alcalá de los Gazules en 1930) y Ángel M.ª Rubio Castillejo (marqués de Valdeflores). Concluido el bachillerato, Félix Sancho prepara y aprueba el examen de ingreso en la Escuela Especial de Ingenieros Agrónomos de Madrid (Instituto Agrícola de Alfonso XII). Terminará la carrera -de seis años de duración- en octubre de 1910, obteniendo el número nueve de los 19 egresados de su promoción. Durante esta etapa madrileña, Félix ha coincidido algún tiempo en la misma pensión con su paisano Muñoz Seca, que le dedicará el entremés 'Mentir a tiempo' (estrenado el 25 de enero de 1908).

San Luis Gonzaga, fachada lateral.

Tras ingresar en el Cuerpo de Ingenieros Agrónomos, Félix Sancho es destinado en febrero de 1911 a la Granja-Escuela de Agricultura de Jerez de la Frontera. Dos años después pasa a El Puerto de Santa María como ingeniero-director de la flamante Estación Sericícola y de Industrias Zoógenas, creada gracias a la gestión del diputado a Cortes Dionisio Pérez en terrenos municipales aledaños al Monasterio de la Victoria. El 8 de mayo de 1913, se casa en París con Germaine Favraud (1891-1972), hija del agente general en Francia de la bodega A. & A. Sancho. Del matrimonio nacerán cinco hijos: Juan Manuel, Genoveva, Félix, Magdalena y Teresa. En octubre de 1918 redacta con Juan Gavala el proyecto de desecación, saneamiento y puesta en cultivo de las marismas de la margen izquierda del Guadalquivir. Sancho dirigirá laboriosamente la Sericícola durante casi 20 años, hasta la supresión de este centro de investigación, producción y fomento de la industria sedera en enero de 1931. Entonces es promovido de ingeniero primero a ingeniero jefe de segunda clase y nombrado director de la Estación de Viticultura de Moguer (Huelva). En agosto de 1932 asume la dirección de la Estación de Cerealicultura de Jerez. A finales de 1934 es trasladado a Madrid como director del Instituto de Cerealicultura, ubicado en la Casa de Oficios de La Moncloa, donde reside. Nombrado presidente de la Sección de Cerealicultura del Instituto de Investigaciones Agronómicas en enero de 1935, en abril del año siguiente asciende a ingeniero jefe de primera clase del Cuerpo.

El estallido de la guerra civil sorprende a Félix Sancho en La Granja de San Ildefonso (Segovia), donde veraneaba su familia. El 20 de julio de 1936 intenta restituirse a su puesto de trabajo en Madrid, pero no lo logra al estar cortadas las carreteras en Villalba: un hecho providencial, ya que la siniestra 'Brigada del Amanecer' -de Agapito García Atadell- irá varias veces a su domicilio de La Moncloa para detenerle. La vivienda será registrada y saqueada por completo.

Constituida la Junta Técnica del Estado (octubre de 1936), Félix Sancho fue confirmado en la dirección del Instituto de Cerealicultura, que se instaló provisionalmente en Segovia (1936-37) y Palencia (1937-39), ambas en zona nacional. Terminada la guerra, Sancho se reintegra a sus funciones en Madrid y es nombrado -octubre de 1940- colaborador técnico del Servicio Nacional del Trigo. En la década posterior publicó Métodos de análisis de trigos y harinas (1942), Trigos tremesinos o de ciclo corto (1949) y artículos sobre los cereales y el vino de Jerez en las revistas Boletín del Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas, Agricultura y Siembra. Fue asesor técnico del documental Trigo en España (1943), del marqués de Villa Alcázar.

Por ascenso en el escalafón, Félix Sancho de Sopranis pasa en junio de 1949 al Consejo Superior Agronómico (Madrid), órgano consultivo del Ministerio de Agricultura, tomando posesión como inspector general del Cuerpo Nacional de Ingenieros Agrónomos. Tras ascender a presidente de sección (jefe de zona) en enero de 1953, en julio de ese mismo año es designado presidente del Consejo Superior Agronómico, cargo que desempeñará hasta su jubilación el 10 de mayo de 1955. El año anterior se le había concedido la Gran Cruz de la Orden Civil del Mérito Agrícola. Fallecerá en Madrid el 19 de febrero de 1958, con 72 años. Sus restos descansan en su ciudad natal.

PIONERO EN EL APROVECHAMIENTO DE LA ENERGÍA SOLAR.
El 28 de mayo de 1921, Felix Sancho patentó con el número 78.346 un calentador de agua «para baños y otros usos domésticos o industriales». Llevó a la práctica su invento instalando aparatos en edificios particulares y públicos de El Puerto, Jerez, Sevilla, Madrid, Barcelona, Levante, Canarias y Baleares. En 1930 fabricaba los calentadores --de 300 a 600 litros-- la empresa madrileña OTAM y su precio, ya instalados, era de 1.750 a 2.500 pesetas. Todavía hacia 1945 se puso un colector solar en el colegio del Sagrado Corazón de la calle Ferraz, 65. (Texto: Bernardo Rodríguez Caparrini).

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La pequeña historia de esta mujer no podía quedar en olvido, por liberal y por la valentía con la que vio la vida y la vivió. /En la imagen, 'La Macaca' en París, a finales de la década de los cincuenta del siglo pasado.

Josefa Martin Lanzarote, “La Macaca”, nació portuense, en 1922. De unas familias muy conocidas en nuestro pueblo, por parte paterna de los 'Macacos' y materna de los 'Tocatejas'. Ya he dicho en muchas ocasiones que en las fechas que nos vamos a mover, se conocía en nuestra ciudad más por los apodos que por los apellidos. Creo que estuvieron domiciliados en Pozos Dulces o zona de La Ribera del Río,  según me cuentan.

Los  Martin Lanzarote estuvieron obligados a emigrar a Francia, por pertenecer el patriarca de la familia al Partido Comunista. Huyeron al inicio de la contienda nacional, de la que heredamos, huérfanos, muertos y hambre.

Se crió en el ambiente liberal y democrático que tenía Francia, en aquella época. En Paris, tomo clases de baile moderno. Al principio de nuestra guerra nacional, llego a la capital gala, un profesor de danza madrileño, de nombre Esteban con quien, durante unos meses estuvo practicando flamenco. Según Luis Maravilla, el nombre de este maestro era falso, no me dio más referencia, ni explicación. Los refugiados políticos que emigraron a Francia, en los años treinta seis, la gran mayoría ocultaban sus nombres y apellidos por miedo. No fue una bailaora flamenca para vivir de este arte, pero se bailaba bien por fiesta. Con dieciocho años entro el cuerpo de baile, de un cabaret, de lujo de la capital cultural de Europa, de aquella época. /Antonia Gallardo, 'La Coquinera', en un afiche publicitario.

LIBERAL Y SOCIALISTA.
Mujer liberal de ideología socialista, transmitida por sus progenitores, Manuel Martin y  Rafaela Lanzarote. Hembra que según los que la conocieron se le podía clasificar de monumental. En los años cincuenta, se paseaba por nuestro pueblo en un coche mercedes descapotable. Tuvo un incidente por estas fechas en la feria del Puerto. Un guardia municipal, la llamo al orden y la tachó de ir  provocando por el recinto ferial, comunicándole que le acompañara a comisaría. Ante la actitud del guardia, las personas presente en la caseta ferial, se manifestaron y protestaron la conducta de este guardia del orden, por lo que tuvo que intervenir el comandante de los municipales, quien ordenó y le mandó al puritano municipal, salvador de almas, que se marchara, porque que él estaba alterando el orden público, era él.

En estos tiempos todo aquel que fuera ideología de izquierda, estaba controlado o vigilado por las autoridades de la ciudad. Por lo que yo creo, que este agente, conocía los antecedentes de la familia de “Los Macacos”, y quiso ganar méritos, llevándola detenida. Los portuenses que tenemos más de sesenta años, conocimos a este policía municipal del orden suyo, era tanto de izquierda, como de derecha, se cambiaba la camisa, al mejor postor. No vale la pena mencionar su nombre, hay que dejarlo que descanse en cal, con los que no vuelven.

Luis Maravilla, de joven, con la Copa Pavón, un trofeo flamenco de prestigio.

Luis Maravilla es el nombre artístico de Luis López Tejero. (Sevilla, 1914, Alicante 2000). Este ilustre maestro de la guitarra, persona educada y de modales exquisitos, me contó: "--En el año cuarenta nueve o cincuenta, estuvo de gira en Paris, con el ballet de Pilar López. En esta ciudad conoció a una joven porteña, de nombre Pepa Martin, actuando en dicho cabaret, como bailarina del coro, de este local faustuoso". Se acordaba de ella porque sobresalía por encima de las demás coristas. Entablamos conversación, preguntándome como estaba España, en estas fechas, con el tiempo supe que se casó con el Príncipe Gitano. "Pepa tenía un cuerpo monumental, de cara, ojos y cabellos, en concordancia con su morfología".

Compañía de Pilar López

MUJERES GUAPAS.
Si hay una de las cosas que  podemos presumir los portuenses,  es de mujeres guapas en el mundo artístico flamenco, estas fueron: Antonia, Pepa y Milagros Gallardo “las Coquineras”, su tía Maria del Carmen Gallardo Rueda “la Gaditana”, Josefa Martin Lanzarote “la Macaca”, Milagros Lechuga y Josefa Gallardo “la Gallardo”. De algunas de estas mujeres dejó constancia de su belleza, Fernando de Triana, en su libro, Arte y Artistas Flamencos.

RELIGIOSA Y MODERNA.
Pepa, le tuvo un gran cariño a su pueblo, cuando podía escaparse, regresaba a su tierra, a pesar de los kilómetros que había entre Paris, Madrid, y El Puerto. Que me lo digan a mí, llevo cuarenta años viajando de la capital de España, a mi patria chica, cuatro o cinco veces al año.

Le tenía mucha devoción a la Virgen de Los Milagros, siempre que venía a su origen la visitaba. Posiblemente en el tiempo que venía de vacaciones a su ciudad, estaría en boca del vecindario por su libertad de expresión y la forma de ver la vida, que nosotros en aquel tiempo no teníamos. Utilizaba biquini, para bañarse que, en aquellos años, no estaba bien visto, por los motivos que todos sabemos y que no voy explicar, porque lo conocemos.

Se hospedaba cuando venía a su origen, en el domicilio de sus tíos en la calle ya mencionada. Me contaba Milagros Párralo, familia de Pepa, "que tenía un cuerpo diez y una cara guapísima, cuando paseaba por la calles Luna, Larga y El Parque Calderón, llevaba gente detrás como si fuera un paso de Semana Santa".

Familia de los Tocajeta en una reunión. De izquierda a derecha, Rosario Ruiz Camacho, Francisco Martín Murga 'Tocateja', familiar de 'La Macaca', Carmen Ruiz Camacho, madre de Antonio Cristo Ruiz, Ángeles Ruiz Camacho, José María Martín Murga 'tocateja', Luis Martín Murga Ruiz y Maruja Ruiz Camacho.

ENTRE LA LECHERÍA Y EL TAXI.
La familia de los Macacos tenían una lechería, en la bocacalle de Palacios, San Bartolomé, y las cabrerizas o vaquerizas estaban situadas en la calle San Bartolomé, esquina calle de Los Moros. Los Tocatejas, familia de la madre, se dedicaban mayormente al transporte de mercancías y a los taxis. Que por cierto Francisco Martín Murga, muy conocido en El Puerto, por Paco Tocateja, “el Taxista”, y su hermano José María Martín Murga, transportista apodado “Requeté” eran familia de Josefa. Estos dos portuense, estaba casados con dos hermanas de mi madre, mi tía Charo Ruiz, con Paco y Angelita Ruiz, con José María.

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Cuántas veces habré escuchado, o leído, sobre la milenaria historia del vino en estos campos ceretanos –posiblemente los de los fenicios y los de Columela–, de su importancia cultural y económica, de sus rituales en la comida y en las fiestas, e incluso de sus efectos benéficos para la salud, de las cualidades y cuidados primorosos de las viñas, de su elaboración ritual en las oscuras y húmedas bodegas, como un sancta sanctorum de los templos, de los olores agridulces de las calles estrechas de las bodegas de Sanlúcar de Barrameda, Jerez de la Frontera o El Puerto de Santa María, que aún retengo en el olfato de mi mente como algo especial y para siempre.

Poblado de Las Cumbres. Sierra de San Cristobal. /Foto: H. Lázaro.

Cuántos visitantes embelesados han recorrido esos patios luminosos de las bodegas para adentrarse con recogimiento religioso en las estancias oscuras donde yacen los bocoyes de nobles maderas, durmientes, en los que se genera este líquido amarillo, sangre de las uvas, para degustarlo al final de la visita y con la satisfacción del que ha culminado un rito de paso que es preciso hacer una vez en la vida, al menos. Cuántos congresos, simposia, reuniones, libros, artículos, versos y ripios se han realizado y escrito sobre la historia del vino en todas sus vertientes. Y cuando aparecen los vestigios más antiguos de su historia, exhumados por el pico y la pala del arqueólogo en algún lugar de la Bahía, que atestiguan las historias narradas, se les destina al olvido, yaciendo sepultados bajo un cúmulo de piedras y tierra para seguir durmiendo, privándonos de disfrutar, ver y tocar con nuestros propios ojos y manos esos restos de muros milenarios que en otro tiempo fueron lugares industriales de elaboración de vinos sin marcas conocidas para nosotros. Paradojas de la palabra y el espectáculo, que nos lleva a lo más sublime o a lo más penoso de la cultura.

Restos de un lagar colmatado en el Yacimiento de Las Cumbres. Enero 2009. /Foto: Francisco Ruiz Serrano - Francisco J. Rodríguez Andrade

Es lo que ocurrió con la bodega excavada en la cima de la Sierra de San Cristóbal, dependiente y cercana a la ciudad fenicia y turdetana del Castillo de Doña Blanca. En efecto, en 1991 realicé una campaña prolongada de excavación arqueológica en la cima de la sierra, en una extensión de casi 2000 metros cuadrados, facilitada por la existencia de un solo nivel constructivo del siglo III a. de C. Se me ofrecía la oportunidad de excavar y conocer con poco esfuerzo un espacio industrial, que resultó ser una bodega amplia y compleja, la única conocida hasta ahora tan antigua. Pues excavamos casi siempre retazos de la realidad a la que hay que suponer su función, sin la certeza de que realmente fue. En esta superficie se han hallado más de una treintena de habitaciones para distintos usos, además de espacios abiertos, o plazuelas, calles, y un elenco de vasos cerámicos muy abundante. Sus muros recios a cordel, delimitados con la precisión de un topógrafo, se construyeron de mampuestos –piedras sin carear– y ripios rellenando los intersticios, con paredes enfoscadas e indicios de pintura blanca y suelos rojizos en muchas de ellas. Colores familiares en esta zona. En ocasiones, muretes de adobe separan los espacios. Y en ellos, piletas, cantareras, hornacinas, pequeños recipientes ahuecados de piedra local, o plataformas circulares de piedras y fosos. Elementos comunes y útiles en las construcciones de la época.

Lagar en el Yacimiento de Doña Blanca.

Pero, siendo tantos y variados los aspectos a los que tendría que referirme, sólo lo haré con los más significativos. Me refiero a los lagares –se han hallado dos–, donde se pisaba la uva para la obtención del mosto. Uno está constituido por tres piletas: dos de ellas, donde se pisaba la uva, en un nivel superior desde los que corría el zumo de la uva, a través de sendos canales, a otra de mayor dimensión que se tapaba con tablones de madera. El otro lagar, en otro punto de la bodega, poseía depósitos similares. Y los dos muy bien conservados y primorosamente trabajados, enfoscados mediante una mixtura de cal y arena, una especie de cemento que en términos latinos conocemos como “opus caementicium”. Junto a ellos, se disponen habitaciones estrechas y largas, los almacenes, donde ocasionalmente se han hallado ánforas apostadas contra la pared, contenedores de vino, preparados para la exportación por tierra o en barcos. Además de lagares y almacenes, numerosas habitaciones cuya función desconocemos por ahora, quizás para el servicio de la industria y como vivienda de los operarios y administrativos. Pero he de resaltar dos conjuntos, con varias estancias, perteneciente una de ellas a lo que he supuesto que sea la vivienda del propietario y la segunda a un templo doméstico en relación a esta actividad de producción del vino. En la primera se advierte claramente su carácter doméstico, pero los materiales empleados para la construcción y su distribución sugieren claramente la vivienda de un propietario o administrativo principal. Y la segunda corresponde con nitidez a un templo: en una de sus estancias se hallaron dos betilos de piedra bicónicos, como testimonios de divinidades de la fecundidad, y en este caso del vino, un sancta sanctorum de pequeño tamaño y un foso de ofrendas –o favissa– con decenas de vasos depositados y de formas variadas, entre los que destacan vasitos de perfumes.

Las Cumbres. /Foto: Paco Ruiz.

Es lo normal, la producción, cultos y rituales religiosos van intrínsecamente unidos, e incluso en la actualidad. Quiero resaltar, además, que en los espacios abiertos se han hallado hornos, de diferentes tamaños, que han producido escasa temperatura, y que se deben interpretar para cocer en ellos, y en calderos, lo que más tarde Columela denominó la ‘sapa’ y el ‘defrutum’ –productos conocidos de antaño–, que son mosto cocido y posiblemente mezclado con frutas. Los menciona Columela, quizás nacido en Cádiz, en su libro ‘De los trabajos del Campo’, escrito a mediados del siglo I después de Cristo, tal vez consignando un uso anterior púnico, como sugiere los lagares del Castillo de Doña Blanca.

Como supondrá el lector, me han quedado muchos aspectos por exponer, mucho por escribir. Lo haré en otras ocasiones. Mas ya queda en el conocimiento, y en la conciencia, la existencia de la bodega gaditana más antigua, por ahora enterrada, no visible, a la espera de su resurrección y disfrute, como demanda la dilatada e importante historia del vino en la Bahía gaditana. Que sea pronto. (Texto: Diego Ruiz Mata).

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Nadie podría pensar que la costa y el fondo marino de la Bahía Gaditana, guardara bajo sus sedimentos los restos de la fauna marina que hace millones de años habitaban nuestras aguas. Fósiles con una conservación extraordinaria, que el tiempo ha permitido que llegase hasta nuestros días.

Acantilados en la playa del Almirante, Bahía de Cadiz, en el interior de la base naval de Rota (término municipal de El Puerto). Se observan su altura, y los diferentes estratos, los fósiles se encuentran en los que están mas a nivel del mar.

La geología de una bahía tan dinamizada como ésta, turismo, industria naval y pesquera, o comercio, han desfigurado la costa hasta el punto de ocultar la mayoría de sus testigos geológicos. Sin embargo queda un área con una extensa estratigrafía geológica de la Bahía Gaditana, con más de 30 metros de altura, contienen los estratos geológicos que guardan los cambios producidos y que ahora se estudiaran con precisión, se encuentra en el interior de la base Hispanoamericana de Rota (término municipal de El Puerto de Santa María), donde se localiza una gran parte del yacimiento paleontológico de El Manantial.

En la imagen, distintas vértebras fósiles, posiblemente de Delfín, que guardan conexión anatómica.

IMPORTANTES INVESTIGADORES.
Un importante elenco de investigadores de todo nuestro país, están estudiando los restos fósiles contenidos en dos colecciones pertenecientes a los fondos del Museo Municipal de El Puerto de Santa María. La primera depositada en el Ayuntamiento de la ciudad en el año 1979, proveniente de un rescate efectuado después de unos temporales, en ese mismo año, y la segunda una significativa donación de la Familia Castilla al Ayuntamiento. En total podemos estar hablando de cerca de mil piezas.

El estudio que se está llevando a cabo pretende conocer los restos paleontológicos que se han hallado en la Bahía de Cádiz. Una serie de especialistas han estudiado, y aun estudian, los fósiles de la Era Terciaria, recuperados en un yacimiento situado en la costa, El Manantial. En el futuro, cuando haya dinero para estas cosas, un catalogo recogerá el estudio de dicha colección, ofreciendo el conocimiento de las especies localizadas.

COMO SE FORMÓ LA BAHÍA.
En pleno corazón de la Bahía de Cádiz se encuentra un yacimiento Paleontológico de origen marino que esta ofreciendo una información importante  de cómo se formó la bahía gaditana, y cuales fueron los  cambios geológicos, y que fauna habitaba estas costas y mares hace al menos cinco millones de años. En la playa del Manantial, en El Puerto de Santa Maria, encontramos el afloramiento de margas azules Mioceno-Plioceno, entre 20 y 3´5 millones de años, con un depósito de restos macro y microfósiles de primera magnitud. /En la imagen de la izquierda, gran diente fósil de Carcharodon Megalodon, se trata de un tiburón gigante.

Durante años, y sobre todo cuando arrecian los temporales, en una zona de la costa de El Puerto de Santa María, se han recogido un sin fin de restos fósiles. Estos, proceden en su mayoría de un sustrato margo-arenoso, totalmente repleto de fósiles, que queda al descubierto al retirarse la arena que los cubre normalmente, durante los temporales. El oleaje va desgranando el sustrato que esta compuesto por dos tipos de sedimentos, aunque formados por el mismo sustrato, uno blando, donde la conservación de los fósiles es extraordinaria, y formando parte del mismo, uno duro, donde los fósiles se conservan también en buen estado, aunque la dureza del sedimento que los cubre sea tan dura en algunos casos como el granito. En un tiempo extraordinariamente breve, los restos fósiles son esparcidos por las playas, quedando en poco tiempo solo los elementos mas duros, como los dientes de tiburón; los restos óseos no cubiertos de sedimento duro son totalmente fracturados y posteriormente disueltos, desapareciendo. /En la imagen de la izquierda, caja timpánica de ballena.

DESDE HACE TRES AÑOS.
Desde el Servio de Arqueología y Conservación del Ayuntamiento de El Puerto de Santa María, hemos estado durante más de tres años (aún continuamos), restaurando una gran parte del material paleontológico, perteneciente a los fondos del Museo Municipal de esta ciudad, esto ha permitido no solo poder estudiar de que especies se trata, sino que además se ha dotado a esta ciudad de un patrimonio Paleontológico de la Era Terciaria, uno de los pocos existentes en el mundo, por la gran variedad de especies que se están conociendo, que habitaban esta aguas.

LAS ESPECIES ANIMALES.
Los restos fósiles pertenecen en su gran mayoría a mamíferos marinos, sobre todo cetáceos (ballenas), vértebras, costillas, mandíbulas, etc., también están presentes sirénidos (manatí), de delfín hay tres cráneos, además de vértebras y otros restos. Pero son sin duda los dientes de tiburón, desde minúsculas mandíbulas a gigantescos dientes, pertenecientes al Charcharadon megalodon, los hallazgos más frecuentes. También son frecuentes hallazgos de vértebras de peces pequeños como sargos, o aguijones de rayas. Posiblemente hay restos de foca, los caparazones de tortuga tienen una conservación excepcional. Son muy abundantes los fósiles de corales y algas, así como de una gran variedad de moluscos y crustáceos. Hay hallazgos significativos  como el de restos de un ave (Alca). /En la imagen de la izquierda, lámina con cabeza de Delfín fósil, arriba, antes de la restauración, y abajo distintas vista una vez restaurado.

LAS ESPECIES VEGETALES.
Pero sin duda algunos de los hallazgos mas destacados, lo forman los restos de maderas entre ellas dos grandes fragmentos de troncos, semillas entre las que destacan las piñas, fósiles vegetales que no son muy abundantes. Los análisis que se han realizado a los sedimentos, han puesto al descubierto una abundante presencia de vida orgánica fósil, foraminíferos, (bentónicos) que viven en el sedimento, (planctónicos) que viven en la columna de agua. /En la imagen de la izquierda, diferentes vistas de una piña fósil.

Lo que se pretende, tanto con los estudios específicos, como con los criterios de conservación-restauración elegidos para los fósiles, y por este orden, es: salvar lo más posible de su estructura y conservarla adecuadamente para el futuro, facilitar su estudio, catalogación, y difusión, además de dotarlos de una visión museográfica y a la vez estética, para el disfrute del ciudadano.

Playa de El Almirante en el interior de la Base Hispanoamericana de Rota, en la Bahía de Cádiz, continuación de la playa de El Manantial y del yacimiento Paleontológico

Tenemos la ocasión de conservar unos restos paleontológicos que son algo más que buenas piezas para la investigación. Desde nuestro concepto y visión de conjunto, lo vemos como un rico Patrimonio, fuente de proyectos para su explotación racional, un engranaje más para el motor social que el futuro necesitará para generar recursos económicos. En definitiva, podemos estar de enhorabuena, los estudios que sobre el yacimiento se están realizando seguro aportaran un mayor conocimiento de la Vida durante la Era Terciaria en el Sur de la Península Ibérica, y específicamente en  la Bahía de Cádiz. (Texto: Juan José López Amador).

Vista aérea de las playas de Santa Catalina, El Manantial, Fuenterrabía y El Almirante.

EL ESTUDIO LO REALIZAN.

  • Geología, Javier Gracia, Profesor Titular, Laura Del Río, Profesora Ayudante, Doctora, Departamento de Ciencias de la Tierra, Facultad de Ciencias del Mar y Ambientales, Universidad de Cádiz.
  • Foraminíferos, Juan Manuel Usera, Catedrático de Paleontología, y Carmen Alberola, colaboradora, Departamento de Geología. Universidad de Valencia.
  • Vertebrados marinos, Maria del Carmen Lozano Francisco, Grupo de Investigación Andaluz RNM353 Paleobiología, Bioestratinomía y Tafonomía. Investigación y Gestión.
  • Moluscos, etc., José Luís Vera Peláez, Investigador, Director,  Museo Municipal Paleontológico de Estepona.  Ayuntamiento de Estepona.
  • Ave, Antonio Sánchez Marco, Investigador del  Instituto Paleontológico de Cataluña.
  • Maderas y semillas, José María Postigo Mijarra, Profesor Asociado. ETSI Montes (UPM, Madrid), y Eduardo Barrón López, Titular. Instituto Geológico y Minero de España, Madrid.
  • El Yacimiento como Patrimonio Cultural, José Antonio Ruiz Gil, Profesor Contratado Doctor, Departamento de Historia, Geografía y Filosofía, Universidad de Cádiz.
  • Coordinación del estudio, Conservación y restauración, Juan José López Amador, Técnico del Servicio de Arqueología y Conservación, Ayuntamiento de El Puerto de Santa María, Cádiz.

¡Ya viene el cortejo!
¡Ya viene el cortejo!  Ya se oyen los claros clarines.
¡La espada se anuncia con vivo reflejo;
Ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines!

Con cierta nostalgia se recuerdan estos versos iniciales de la “Marcha Triunfal” de Rubén Darío, presentes en la vida escolar de postguerra, junto con la “Canción del Pirata” de Espronceda y las románticas “Rimas” de Becquer. Su autor, el nicaragüense Félix Rubén García Sarmiento, de nombre artístico Rubén Darío, poeta, escritor y periodista tiene, a través de su familia, lazos de unión con nuestra población, mejor dicho con un hijo de ella, de noble cuna, emigrante sin retorno, como tantos otros personajes del siglo XVIII, al Nuevo Mundo.

Rubén Darío casó por lo civil en 1890 en San Salvador con Rafaela Contreras, hija de un famoso orador político hondureño llamado Álvaro Contreras y de Manuela Cañas Hidalgo. Con tan mala suerte que, pocas fechas después se produjo uno de los golpes militares que se haría posteriormente crónicos en El Salvador, cuyo principal cabecilla, el general Ezeta, había sido uno de los invitados a la ceremonia nupcial. Tras el golpe, que no solo no comparte ni justifica Ruben Darío sino que critica luego abiertamente en la prensa de Guatemala en su crónica “Historia negra” en la que denuncia la traición de este militar, se marcha al país vecino y al siguiente año, en febrero de 1891, tras reunirse con su esposa, contrae nuevamente matrimonio, esta vez por la iglesia, en la catedral de Guatemala, engendrando a su primogénito: Rubén Darío Contreras, que nació nueve meses después, el 12 de noviembre de 1891.

Los abuelos maternos de Rubén Darío Jr. fueron Manuel Antonio de Cañas y Bendaña y Ana Hidalgo Muñoz de la Trinidad, hija del capitán Manuel J. Hidalgo, casados en 1814 en San José de Costa Rica.  A su vez, Manuel A. de Cañas era hijo del último gobernador de la provincia de Costa Rica en época colonial, empleo que desempeñó desde  1819 hasta 1821. Se llamaba Juan Manuel de Cañas Truxillo y Sánchez de Madrid, era coronel de los Reales Ejércitos y había nacido en El Puerto de Santa María el 2 de julio de 1763, miembro de una familia largo tiempo asentada en nuestra ciudad, cuyas casas principales estaban en la calle Larga, frente al centro cultural Alfonso X El Sabio. Emigró joven al continente americano, formando parte de su destino profesional y allí casó en la ciudad de Granada (Nicaragua) con Tomasa Bendaña Moscoso, integrándose plenamente en aquellas latitudes. Su firma figura en el acta de independencia de Costa Rica del estado español, que está fechada el 29 de octubre de 1821.  /En la imagen, Rafaela Contreras.

Era hijo del también portuense Nicolás Francisco de Cañas Truxillo y Gª Pastrana y de la gaditana Magdalena Sánchez de Madrid. Su hermano Manuel sería Ministro de Marina, Comercio y Ultramar en 1837 y, posteriormente, Senador del Reino. /En la imagen de la izquierda, blasón de los Cañas Trujillo, en la calle Larga, foto tomada 3l 23.02.1978. Colección: Miguel Sánchez Lobato.

El y sus hermanos pertenecían a la cuarta generación de Cañas Truxillo portuenses, junto con los Vos Cañas-Trujillo, desde que se estableciera en El Puerto y fundara su Mayorazgo Gaspar de Cañas Truxillo, Familiar del Santo Oficio de la Inquisición de Sevilla, descendiente del Barón Vasco Martínez de Truxillo, uno de los cuarenta caballeros que participaron en la conquista de Xerez y a los que se les repartió tierras en dicha población en 1266.

La condición de portuense del abuelo de la esposa de Rubén Darío y del bisabuelo de su hijo, nos ha dado pié para confeccionar esta nótula explicando la conexión familiar con el poeta de la Hispanidad.    (Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz, A.C. Puertoguía).

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En la imagen aparecen, de izquierda a derecha Juan de Dios Sánchez Rodríguez; Vicente González Bruzón; Francisca González Bruzón; Fernando Arjona Cía y los niños Fernando Arjona González; Vicente González Lechuga; José María Arjona González; José Sánchez González; José Ignacio González Lechuga; Juan de Dios Sánchez González.

La playa de La Puntilla se llamaba, antiguamente, playa de la Laxa. posteriormente pasaría a conocerese como playa de la Laja y, finalmente tomaría su denominación actual. El nombre data de mediados del siglo XVII, debido al fuerte construido para defender la ciudad. Sobre sus restos se encuentra situado el bar El Castillito. Por esta época, Juan Camacho Jayna mandó plantar los pinares de las dunas de San Antón para evitar que el viento se llevara la arena. /Texto: Adrián Morillo González. Foto: Colección Vicente González Lechuga.

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Manuel Fernández Moro, último alcalde republicano en El Puerto de Santa María, ejemplifica en su corta carrera política la integridad, la valentía y la vocación de servicio de la que dieron muestra, tanto los que le precedieron en el cargo, como sus compañeros de Corporación.

Avisado de la entrada de las tropas rebeldes en la ciudad el mismo día del golpe, el 18 de julio de 1936 y del peligro que corría, permaneció en el Ayuntamiento donde fue detenido por falangistas locales y trasladado a los calabozos municipales. Antes de ingresar en dichas dependencias acude custodiado a su domicilio por última vez. Posteriormente es trasladado en El Penal de esta ciudad de donde desaparece sin dejar rastro. Su mujer recibe la noticia de su desaparición el día 25 de agosto de 1936 cuando acude a visitarlo. Su cadáver nunca fue hallado. Tenía treinta y dos años.

Su vida y trayectoria política, que hoy rescatamos del olvido están basadas en las aportaciones orales de la familia y en las actas capitulares del Archivo Histórico de El Puerto de Santa María. Con ello pretendemos dignificar su memoria y que la historia le coloque en el lugar que nunca debió de serle arrebatado.

DATOS BIOGRÁFICOS.
Manuel Fernández Moro, nace en el año 1904 en el pueblo onubense de Cumbres Mayores, localidad situada en la Sierra de Huelva. Manuel fue el primogénito de seis hijos: Manuel, Eloy, Concha, Miguel, Máximo y Ramona, del matrimonio formado por Mariana y Gabriel.

Castillo de Cumbres Mayores (Huelva).

A través del testimonio de su hija Mariana y su nieta  María José conocemos que su familia tenía ganado porcino y tierras en propiedad, dedicándose a la actividad sobre la que giró siempre la economía de toda la serranía de Huelva: el cerdo y sus derivados, lo que les permitió disfrutar de una posición acomodada.

LLEGADA A EL PUERTO.
A edad temprana Manuel y su hermano Eloy comienzan a trabajar como vendedores y representantes de los productos chacineros de la zona, lo que convierte a El Puerto en un lugar no solo de trabajo sino también de residencia temporal. Cuando Manuel cuenta con diecinueve años ambos hermanos se trasladan a El Puerto de forma permanente. Con posterioridad, y a raíz del fallecimiento de su padre, su madre y hermanos menores les seguirían, haciendo de esta Ciudad su lugar definitivo de residencia.

Su casa en la calle Santa Clara constaba de vivienda y almacén de Ultramarinos. El comercio fue desde el primer momento la actividad principal de la familia Fernández Moro, convirtiendo a sus miembros en personas conocidas y queridas entre la población portuense.

Tienda de ultramarinos de Manuel Fernández Moro, hoy de electrónica, clausurada, en la esquina de la calle Sierpes con Vicario. /Foto: Adrián Morillo González.

LA TIENDA DE MANUEL Y ELOY.
Manuel abrió un puesto de Ultramarinos en las inmediaciones del Mercado de Abastos. Tras su muerte será su hermano Eloy el que pase a regentarlo. Con el paso de los años será transformado en tienda de electrónica y como tal, se mantendrá hasta su cierre definitivo. De talante abierto, generoso y emprendedor, así lo definen su hija y nieta: "Ayudaba a cuantos lo necesitaban, prestando dinero o dando comida".

MARÍA LUISA, SU MUJER.
María Luisa Arias Campos nace en 1909 en El Puerto, hija de carretero y menor de cinco hijos, es educada en el colegio de monjas francesas de la Ciudad. Compañera de Manuel desde 1929 instalan su domicilio en la calle Pozuelo y serán padres de tres hijos: Mariana, Manuel y Miguel. En el momento de su fallecimiento, Mariana tenía cinco años de edad y Miguel, el menor, uno. Su mujer, de nuevo embarazada, sufre un aborto al recibir la noticia. Nunca llegaron a contraer matrimonio, ni bautizaron a sus hijos porque Manuel, ateo y por ende laico, rechazó siempre cualquier tipo de vinculación con la Iglesia. Sin embargo, su nieta destaca con humor que era cumplidor fiel de la tradición andaluza y acudía puntualmente a su pueblo de origen cada año a sacar a la Virgen en procesión.

Su mujer e hijos, a partir de ese momento quedan abandonados a la suerte de todos los perdedores. María Luisa no sufrió represalias físicas pero tanto ella como sus hijos padecieron la estigmatización y la miseria. Expulsados del domicilio familiar en la calle Pozuelo por impago de alquiler, viven inicialmente en el 'hueco de la escalera' y serán acogidos y auxiliados por la familia de Luisa, quien se ve en la necesidad de vender todas las pertenencias a excepción de la máquina de coser. Luisa, sastra de profesión, podrá garantizar su subsistencia y la de sus hijos cosiendo ropa para los moros. Su hija mayor, Mariana, se ve obligada a abandonar la escuela para ayudar a su madre. /En la imagen de la izquierda, la familia Fernández Moro en el lisado de niños huérfanos de la Guerra Civil, en la Revista Historia de El Puerto.

En el expediente instruido por el Ayuntamiento de El Puerto para la formación y actuación de la Junta Local de Beneficencia, en la relación nominal de niños contenida en el mismo con fecha 23 de enero de 1937, aparece María Arias Campos viuda de Manuel Fernández Moro, domiciliada en la calle Federico Rubio nº 66. Hijos: Mariana de seis años, Manuel de cuatro y Miguel de 15 meses. Luisa mantuvo vivo a Manuel en su recuerdo hasta el momento de su fallecimiento a la edad de ochenta y seis años. Sus vivencias y anécdotas rescataron para sus hijos la figura del padre alegre, guapo y cariñoso que había sido.

EL AYUNTAMIENTO ENTRE 1934-1936.
Tras la llegada de la derecha al poder, en octubre de 1934 tiene lugar la llamada 'revolución de octubre'. En todo el país se suceden disturbios y actos violentos que dan lugar a la declaración del estado de guerra el 7 de octubre de 1934, que en la provincia gaditana se prolongará hasta el 24 de enero de 1935.

El gobernador civil, Luis de Armiñán Odriozola entregará el mando de la provincia al gobernador militar de la misma al general de brigada de infantería Julio Mena Zueco, quien ordenó la inmediata clausura de todos los centros políticos de los partidos situdos a la izquierda del Radical, entre los que se encontraban Izquierda Republicana y Partido Socialista. Los graves disturbios acontecidos en Prado del Rey, donde se incendió el Ayuntamiento, el juzgado municipal y la iglesia, fueron aprovechados por el gobernador civil, para proceder a la suspensión de los ayuntamientos de izquierdas y a los concejales calificados por él de matiz extremista, que fueron unos doscientos en toda la proivnia y entre los que se encontraban también lo de El Puerto de Santa María.

El antiguo ayuntamiento de la Plaza de Isaac Peral.

...continúa leyendo "1.445. MANUEL FERNÁNDEZ MORO. Último alcalde de la II República."

La imagen de la Virgen del Carmen, saliendo de la Iglesia de las Esclavas, antiguo Convento de San Juan de Dios.

Las tradicionales fiestas del Carmen, celebradas en los pueblos de la Bahía de Cádiz desde tiempos inmemoriales, se vieron engrandecidas a raíz de una bula pontificia emitida por León XIII en 1892. La bula fue solicitada por el entonces superior general de la orden de la Beata Virgen María de Montecarmelo con el fin de aumentar la devoción y la piedad de los fieles hacia ella.

Ejemplar de la Revista Portuense de 1892 que se hace eco de la bula papal.

Esta bula la aseguraba la indulgencia plenaria a todos aquellos que arrepentidos, y previa confesión y comunión, visitasen las iglesias y oratorios pertenecientes a la orden y rogasen en ellas por la Iglesia y sus miembros. Condición indispensable para recibir el perdón era que la visita se realizase entre las primeras horas del día y la caída del sol.

La Virgen de la procesión marítima en una embarcación adornada al efecto a la que no le faltaba un detalle. ¿Igual que hoy?

A partir de ese momento las ya solemnemente celebradas fiestas del Carmen adquirieron una mayor participación devota de los fieles. A consecuencia de esta creciente devoción, años más tarde surge la primera procesión del Carmen, de la cual hay crónicas publicadas desde 1900. Dicha procesión iba encabezada por los marineros, patronos y armadores, que demostraban así el fervor que sentían hacia su patrona, y también participaban en ella miembros de la Corporación Municipal.

La procesión en el muelle de la plaza de la Pescadería, hoy viviendas de la Pescadería en proceso de derribo.

Es en esta época cuando nace el rito de la bendición de las aguas y el tradicional discurso desde la plaza de la Pescadería. Ese año corrió a cargo del guardián de los frailes capuchinos, Ambrosio de Úbeda que se ganó a los portuenses con su oratoria: «El Puerto es un pueblo de fe, y esta clase de pueblo son ciudades de héroes y éstos tienen siempre las bendiciones del cielo», dijo. Con este discurso se celebró una de las primeras procesiones entre cantos de júbilo y lluvia de flores a la Virgen del Carmen. (Texto: Mercedes Torrecillas).

El pesquero Tonino que esta tarde estará en Puerto Sherry portando a la Virgen Marinera.

Esta tarde, en Puerto Sherry, a las 18:30 llegará la comitiva procesional con la representación de la imagen de Ntra. Sra. del Carmen, a bordo del pesquero ‘Tonino’ que atracará en el pantalón de honor para realizar, a continuación, la procesión marinera y el encuentro con la procesión terrestre en el tramo final del río Guadalete.

El pasado 16 de junio se cumplían cien años del nacimiento, en nuestra ciudad, de uno de los más importantes cartelistas de nuestro país: Manolo Prieto. (ver nótulas núm. 863 y 864 en GdP). Desde muchos enfoques se puede analizar la obra de Manolo. En esta ocasión nos referiremos a sus carteles de temática taurina. Manolo Prieto, se interesó desde muy joven por el cartel taurino, y  llegó a ser uno de los intérpretes más originales y revolucionarios en este género artístico.

Cuando apenas cuenta veintitrés años, participa en una exposición que, organizada por la Asociación de la Prensa de Madrid, tuvo lugar en el Círculo de Bellas Artes, en junio de 1935. En dicha muestra obtuvo el primer premio Renau, pero el jurado formado por: Francisco Llorens, por el Círculo de Bellas Artes, Federico Ribas, por la Unión de Dibujantes Españoles, Miguel Lucas, por la Asociación de Pintores y Escultores y Luis Gil Fillol, por la Asociación de la Prensa, estimó: "...que la limitación de premios impide recompensar justamente el esfuerzo realizado por los dibujantes españoles, propone la adquisición de los carteles firmados por los señores Pedraza, Alonso, Prieto, Vega y Gallo".

Pero el primer cartel de tema taurino, dentro de la obra de Manolo,  con el que consiguiera un gran triunfo, fue el que realizó para el concurso de la Dirección General de Turismo, en 1950, y que llevaba por título "La fiesta de toros en España", con el que obtuvo el primer premio. "El cartel no va dirigido al aficionado español, por eso le falta la anécdota. Está hecho pensando en el extranjero, que es al que va dirigido. Un toro con su silueta terrible, frente a un torerito rodeado de espacio y de sol, con un trapo como única defensa" /En la imagen de la izquierda, cartel primer premio de la Corrida de la Beneficencia. 1952.

La prensa de la época llegó a decir con respecto a este cartel: "Ha venido a revolucionar la tradicional propaganda de la lidia de reses bravas. Y ha conseguido precisamente eso: dar realce a la bravura del toro y al valor del torero. Ahí se ve al diestro, empequeñecido y audaz, ante la mole potente de un testuz vigoroso y vibrante de energía acometedor a, subrayada por el contorno blanquecino que rodea al toro, aparentemente hierático, pero dispuesto a la 'arrancada' y a hacerse dueño del ruedo".

La corrida de la Beneficencia de Madrid se venía celebrando desde 1840 aproximadamente, y los carteles anunciadores se encargaban a grabadores y dibujantes de la época, como Ramón Cilla, Porset, Perea, Chaves, Pastor... El concurso de carteles anunciadores de dichas corridas se instituyó en 1952. A ese primer concurso concurrió el artista portuense, obteniendo el primer premio, ex aequo con Pablo Mairata, en el apartado de carteles murales. El de programas de mano se concedió a Antonio Casero. El cartel de nuestro paisano representa el momento en que el toro toma un puyazo recargando, viéndose el picador en serios apuros: "Este cartel es todo anécdota, puesto que va dirigido al aficionado que entiende. Una bellísima suerte de varas, con posible derribo por un toro bravo. Cartel de técnica moderna". Al año siguiente obtiene el tercer premio. El primero lo consiguió Vicente Vila, y el segundo, otro portuense, Ricardo Summers Isern "Serny", con un cartel en el que representaba a dos manolas tocadas con mantilla y peineta hablándose entre sí. El cartel de Manolo, como todos los suyos, de técnica y composición moderna, en el que figura un torero de rodillas, en primer plano, de espalda,  dando una larga cambiada frente al toro. /En la imagen de la izquierda, segundo premio del cartel de la Corrida de la Beneficencia. 1956.

En mayo de 1956, nuestro artista logra el segundo premio con un cartel que, presentado con el nº 46, consiguió la suma de cuatro mil pesetas, y en el "que como siempre destaca por su calidad con respecto a los demás, está compuesto de una forma muy original, ya que representa a un torero rodilla en tierra mirando al toro y dispuesto a pasárselo de muleta".

En 1958 volvió a conseguir el primer premio, por unanimidad del jurado. Su cartel representaba a un toro viniendo de frente a la carrera; "lo más importante son las variaciones experimentadas con los colores, fundamentalmente con los amarillos, azules, grises y negros, que combinan con las letras en verde". Pero este premio tiene su anécdota, que nos explica el propio Manolo Prieto: "Este cartel que empapeló Madrid, tiene una historia muy graciosa. Fue hecho y presentado seis o siete años antes de que fuera premiado. Cuando se presentó por primera vez, fue rechazado porque dijo un miembro del jurado, y sus compañeros lo aceptaron, que era más propio para anunciar una ganadería (como si un toro arrancado no fuera una de las cosas más bonitas que se pueden ver en la plaza). Recuerden el valor que tiene esta estampa en la suerte de varas. ¡Hay que ver lo que puede la mala leche! ¡Y me lo llevé a casa!'. / Cartel del primer premio de la Corrida de la Beneficencia. 1958.

'Al poco tiempo, el Primer Congreso Ganadero convocó un concurso de carteles y lo presenté. Allí no me lo premiaron, y al devolvérmelo, me dijeron que era un cartel muy bueno, pero que estaba mejor para una corrida de toros ¡era natural! ¡Y me lo volví a traer a casa!' Lo dejé reposar unos años para que los jurados lo olvidaran, y lo volví a presentar en la Beneficencia, el año 1958. Aquel año, en el jurado a nadie le sentaba mal la leche, y fue premiado con todos los honores”.

También en 1958 le encargan la carpeta de los discos: "Pasodobles de España" y "Fiesta Brava". Un año después vuelve a participar en el concurso de la Beneficencia y obtiene el segundo premio entre un total de 96 obras. Los años 1960 y 1961 no hubo concurso. Al año siguiente de nuevo participa Prieto, pero en esta ocasión no consigue ningún premio.

En 1963 alcanza el primer premio con un cartel de un toro saliendo del toril, y al fondo un espontáneo que sale a su encuentro, resuelto con una técnica muy acabada, en el que destacan los diferentes planos resueltos con el color y las geométricas curvas del redondel y el callejón. En la edición de 1965 consigue un accésit. En 1969 nuevamente consigue el primer Premio en el concurso del cartel anunciador de la corrida de la Beneficencia. Vuelve a participar en la edición de 1972, consiguiendo un accesit. /En la imagen de la izquierda, cartel del primer premio de la Corrida de la Beneficencia. 1963.

Este año del centenario de su nacimiento, un “cartel” de Manolo anuncia el abono taurino portuense. Se trata de la portada del opúsculo, con textos de Julio Estefanía, editado por Osborne, en 1955, para conmemorar las bodas de diamante de la Plaza Real. Al cartel taurino le dedicó Manolo gran parte de su vida, como hemos podido comprobar a lo largo de estas lineas, y en su colección de bocetos donada al Puerto, y que, desgraciadamente, aún no se pueden contemplar en la sede de su Fundación, pendiente aún de inaugurarse. Que buena ocasión hubiera sido este Centenario para abrir las puertas a la exposición permanente de obras de Manolo Prieto en su ciudad natal.

Fragmento del cartel de la Temporada Taurina 2012.

Pero no acabó aquí su dedicación a la fiesta nacional, pues en sus últimos años también llevó a la medalla dos importantes colecciones de su "Tauromaquia",  amén de la medalla que, con motivo del Centenario de nuestro coso taurino, y a petición de nuestro Ayuntamiento, realizó en 1980, pero de eso ya nos ocuparemos en otra ocasión. (Texto: Francisco M. Arniz Sanz).

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El que fuera presidente de honor del Racing Club Portuense, José del Cuvillo Sancho, escribía en un número especial de la Revista Cruzados, allá por 1968, sus impresiones sobre el Club del que fuera su presidente y cuyo estadio titular lleva su nombre, con motivo de haber sido el Campeón del Grupo XII de la Tercera División de la Liga Nacional, en la temporada 1967/68. Cumplía 40 años la entidad. Hace 44 años.

En la imagen de la izquierda, José del Cuvillo Sancho.

CUARENTA AÑOS EN EL RECUERDO.
Por el privilegio de la edad, yo así lo considero, porque Dios lo ha permitido y porque quien pudo hacerlo para ello me requiere, ahí van unas líneas entre cuyos hilvanes, quisiera poner lo más puro y lo más noble de mi afecto, junto con el fervor de algo transcendental y entrañable. En estos días, el ‘Racing’, lo diremos con el nombre de ayer familiar y localista, cumple 40 años. En estos días también, el Racing conquista el campeonato. Tremenda coyuntura para quienes estamos ya, como yo, muy lejos de la juventud. Pero que nos queda, don divino, un fuego inextinguible en el corazón.

De verdad, de verdad, que en mis pobres veleidades con el pensamiento escrito, jamás me vi mas confuso. Es tan grande el tema, que no se como salir airoso. Tengo ante mi un mundo de luces y sombras. Unidas, dispersas, cambiantes, saltando siempre ante mi frente.

En la imagen de la izquierda, Mariano López Muños.

Me veo en aquella lejana plaza del Polvorista con sus árboles y su polvo. Vuelvo a ver a mi lado a aquel gran portuense y gran amigo que se llamó Mariano López Muñoz, gordo, torpón, como una galera vacilante. Me parece que le vuelvo a escuchar con su cara de fraile alternando la zumba con la ternura. Y mientras tanto, entre las protestas de las vecinas de los viejos caserones, los primeros chavales ‘racinguistas’, corrían tras la pelota…

El Racing en la Plaza del Polvorista, en febrero de 1930.

Vuelvo a tener entre mis manos la Revista Portuense con las crónicas de Penalty, verdaderos pecados deportivos. Vuelvo a recordar aquellos partidos veraniegos donde a título de festejos se disputaban las copas donadas por el Municipio. Y el ‘Campo de los Ranos’. Y la Gimnástica. Y el campo del Tiro de Pichón. Y después la guerra, la guerra de Franco. Mas tarde, la mayoría de edad del Racing, el acceso a la Tercera División, con su tremendo tinglado. La noble lucha deportiva con los Clubs de la provincia, destacando atrás Puerto Real y después el Jerez Deportivo. Y [el campo de Eduardo Dato] que crece, que se puebla de tribunas, que se amplía el graderío. Y luego, los años de tensión deportiva, rondando los primeros puestos…

¡Ay Señor, cuánto y cuánto recuerdo! y entre tantas luces, no podían faltar las sombras. Joaquín Gálvez y Antonio Ortega, malogrados, vencidos por la muerte. Como ya he dicho, en estos días cumple el Racing cuarenta años. En estos días también el Racing conquista el Campeonato. Dicho así queda bien en términos castrenses. O si lo queremos mas ello, recordemos a Juan Ramón, cuando dejó escrito: ‘No la toques más!/ que así es la rosa’.  Delante de nosotros está abierto el futuro, un futuro donde las banderas se agitan incansables… ¡Ay Señor, cómo pesan pero que bien pesan sobre mis hombros estos cuarenta años en el recuerdo!. /Texto: José del Cuvillo Sancho.

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Las viejas glorias de los equipos de fútbol ‘Zeppelin’ y ‘San Javier’ mantuvieron un encuentro de fútbol en el campo de las Escuelas La Salle, el 28 de noviembre de 1965, terminando el encuentro con la victoria de los ‘zeppelinistas’ por dos a uno.


En la imagen, los dos equipos posaban para la prensa y la posteridad. Presentaban las siguientes alineaciones. Por la Peña Zeppelín: Poniqui, (Manolín), López (G. Romero), Gandu, Salmerón I (J. Cárave), Lupo II, Barri, Rafaelín, Ginés, Nene y Chele. Por el San Javier: Aguirre, Mojarra, Sopa, Simeón, Caco, Serrano, Cárave, Victoriano, Tronqui, Villanueva y Terry. /Foto: Fariñas.

El equipo de la Peña Zeppelin, con José Manuel de Terry Galarza, en el centro.

Fue un partido de presentación de la Peña Zeppelín, programado al principio para fines benéficos, como todos en los que tomaban parte estas ‘viejas glorias’ a beneficio de los damnificados de las inundaciones en la vecina Chiclana de la Frontera. Pero no se pudo hacer uso del campo del Racing por lo que se trasladó al campo de La Salle, sin recaudación.

A las afueras de El Puerto de Santa María, se reprimió un intento de pronunciamiento militar el 8 de julio de 1819, hace hoy 193 años. Su finalidad era imponer un régimen constitucional a Fernando VII, pero fracasó por diversas circunstancias.

En la imagen, grabado de uno de los pronunciamientos vividos en España en aquella década convulsa.

El pronunciamiento del Palmar de la Victoria lo debía protagonizar el Ejército expedicionario de Ultramar, el 8 de julio de 1819. Este Cuerpo expedicionario se mandó formar cuatro años antes, el 9 de mayo de 1815, para restaurar la soberanía de Fernando VII en los territorios rebeldes de América. A finales de 1816 se le reunía en la zona de Cádiz, en cuya bahía fondeaba la escuadra que le serviría de transporte. De haber partido hacía su destino esta expedición, quizás, hubiese sido una más de las que ya se habían formado con el mismo fin. En cambio, parte de sus unidades se sublevaron con éxito el primero de enero de 1820, lo que sirvió de detonante para la propagación de una revolución, que reinstauró el régimen constitucional . Pero, meses antes del pronunciamiento de Las Cabezas de San Juan, tuvo lugar otro episodio, preludio del 1 de enero siguiente.

En El Puerto de Santa María se concentraron, durante los primero días de julio de de 1819, quince de los veintitrés cuerpos que componían la fuerza expedicionaria. También, el día 8, fueron arrestados multitud de jefes y oficiales de nueve de aquellos cuerpos y de la Plana Mayor del Ejército. Además, se extendieron otras órdenes de arresto contra militares, y de prisión contra paisanos que no se encontraban en aquel lugar. Los pronunciamientos y conspiraciones que venían produciéndose en España desde 1814, respondían a la delicada situación política del país. Los liberales fueron proscritos a la vuelta de Fernando VII de su cautiverio en Valençay, y alentaban estos movimientos, cuya finalidad era cambiar el régimen político existente, para lo que tenían que obligar al rey.

En la concepción y el planeamiento del pronunciamiento del Palmar, tomo el nombre del lugar de El Puerto de Santa María donde se produjo, se usaron las "logias" existentes en algunos cuerpos militares. También, otras formadas por militares y civiles, muy politizadas, que adoptaban, todas ellas, un aspecto pseudo masónico. Estas sociedades secretas se relacionaban entre sí, configurando una trama, y en ellas se gestó el primer levantamiento del Ejército expedicionario.

Se considera aquí que, el principal fautor y desencadenante de la represión del 8 de julio, fue el mariscal de campo Pedro Sarsfield, quien influyó en gran medida en la decisión del jefe del Ejército expedicionario, Enrique José O´Donnell, conde de La Bisbal. Éste, desde marzo o abril de 1819, permitía la propagación de una conjura entre los cuerpos de su ejército, y pudo decantarse tanto por encabezar la sublevación, como por someterla.

Imagen de aquella época convulsa.

En la sucesión de los eventos, que terminaron con el sometimiento de los cuerpos que se iban a pronunciar, hay que tener en cuenta, además de aquellos meses, otros dos importantes jalones temporales: el 23 de junio y el 7 de julio. La primera fecha indica el momento en que el conde de la Bisbal se decidió, manifiestamente, por la represión del pronunciamiento. Antes de aquella, había primado cierto recelo mutuo entre las partes implicadas: Sarsfield, el conde y los conspiradores. Entre ambas fechas, el conde de La Bisbal y Sarsfield prepararon una estrategia represiva, mientras que los conjurados ultimaron el pronunciamiento. Y a partir del 7 de julio, comenzó la ejecución de la represión. Por otro lado, además de la secuencia temporal, habrá que tener en cuenta el juego de relaciones cruzadas, casi de novela de intriga, entre los protagonistas ya citados.

En esta ocasión, del 8 de julio de 1819, no triunfó el pronunciamiento por la traición de quienes debían encabezarlo, que bien por miedo e interés, o por supuesta lealtad al monarca, acordaron reprimirlo tras un periodo de mutua desconfianza. En su transcurso, pudieron triunfar también los rebeldes, de haber escuchado a quienes sospechaban de ambos generales. La conclusión que extrajeron de este fracaso fue obvia: no se debía confiar en quienes ya tenían un puesto elevado en el régimen establecido, a quienes poco podían interesar cambios políticos y sociales que estimaban revolucionarios. (Texto: Francisco Varo Montilla).

El Libro sabio y desengañado de la Biblia, el que mejor penetra en la naturaleza misma de las cosas y del ser humano, enseña, en su capítulo 3, lo imperecedero de los ciclos vitales, de la siega y de la cosecha (mirad la que aquí se puede hacer), el tiempo de demoler y el de edificar (mirad que a propósito).


El momento oportuno:

3:1 Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa
bajo el sol:
3:2 un tiempo para nacer y un tiempo para morir,
un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado;
3:3 un tiempo para matar y un tiempo para curar,
un tiempo para demoler y un tiempo para edificar;
3:4 un tiempo para llorar y un tiempo para reír,
un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar;
3:5 un tiempo para arrojar piedras
y un tiempo para recogerlas,
un tiempo para abrazarse
y un tiempo para separarse;
3:6 un tiempo para buscar
y un tiempo para perder,
un tiempo para guardar y un tiempo para tirar;
3:7 un tiempo para rasgar y un tiempo para coser,
un tiempo para callar y un tiempo para hablar;
3:8 un tiempo para amar y un tiempo para odiar,
un tiempo de guerra
y un tiempo de paz.

Lo que ha pasado, por ahora, son los tiempos de callarnos y de llorar, porque  nuestro silencio ha hecho crecer esta jungla en medio de nuestro otrora barrio marinero [donde se hospedaran los Reyes de España en 1729 y 1730], que, lejos de ser el más querido y admirado de la ciudad, sigue destrozado, medio en ruinas y ahora, además, empiezan sus ruinas  a transformarse en pastizales, como éste,  donde deben criarse lagartos y serpientes de toda especie como en el Jardín del Edén, pero sobre todo, seres diabólicos, dispuestos a tentar a los codiciosos, cuando vuelva a fluir ese dinero que hoy se muestra tan esquivo.

Creíamos que el entorno de la Avda. de la Bajamar ya no podría estar peor, que tal vez hubiese tocado fondo y empezaría a salir del olvido, que el tiempo de restaurar las paredes caídas estaba cerca, que se acercaba el tiempo del recuerdo, pero no es así. En este caso, recordamos al Profeta Jeremías, nuestro Patrón, quien sigue llorando por la vencida Jerusalén. En este caso, por El Puerto vencido, que sigue sin levantar cabeza.

Cada vez que, transcurrido un tiempo, uno o dos meses, vuelvo por aquella zona,  encuentro más decadencia, abandono y desinterés en este entorno. Sin ayudas, porque ahora no hay dinero, pero cuando lo había tampoco se hizo más que destruir, sin interés, nuestros munícipes se siguen preocupando sólo de lo que ve la gente, de lo que se supone que ven los forasteros: la calle Larga.

La Aserradora de Soriano, en la trasera hoy derruida de la Casa de las Cadenas, en la Avda. de la Bajamar. En la imagen, de izquierda a derecha, Eduardo Chiquete, Luis Soriano y José, aprestándose a repartir las cajas para la Lonja del Pescado. Año 1961.

Lo que nuestros nefastos gestores ignoran (o pretenden ignorar) es que esos turistas también van a “esos barrios” y que cuando una se cruza con ellos en “esas calles”, es inevitable sentir una profunda vergüenza.

La trasera de la Casa de las Cadena, vista desde el río Guadalete, con los pesqueros abarlovados en el cantil del muelle.

Y este es mi último hallazgo que hemos mostrado en las fotografías de más arriba: el Jardín del Edén, la  cosecha sin siega del Eclesiastés y el llanto de Jeremías, y todo en la Avda. Bajamar y en la cale Cadenas, sin ir más lejos, señores. (Texto de Esperanza de los Ríos. Adaptación).

6

Las ‘Figuritas en la Arena’ mal denominadas en la modernidad ‘Castillos en la Arena’, por el propio ayuntamiento que nos invade que es el causante de tal tontería. De toda la vida han sido ‘Figuritas en la Arena’, castillitos se hacían  en otros horarios, para que cuando viniera el agua este luchara contra las olas, mientras que las figuritas en la arena, se hacían en la bajamar y su final era derruirla a pisotones.

Figura de arena en La Puntilla. 17 de agosto de 1978. /Archivo Municipal. Foto Rafa.

Yo creo que en los ayuntamientos actuales, debe haber una figura, como en las tribus indias, del concejal ‘viejo’, el cual debe aconsejar o poner freno a desmanes propios de los ayuntamientos de ahora, léase concejales del tres al cuarto, que actúan sin conocer nada de viejas tradiciones y costumbres; pero en fin eso es lo que nos toca vivir y que Manitú nos coja confesaos.

Recuerdo que la tarde, --siempre eran por la tarde--, cada grupo íbamos cogiendo una parcela en función de lo que fuéramos a hacer, con mas o menos voluntad y destreza, ya que en el terreno que correspondía a la altura de las casetas de Paco Neto, la competencia, se centraba en dos artistas: uno era Macario, el de los cines y otro era Repiso, --¿como se llamaba?--; se que se fue a Suiza y allí se quedó como artista, sus hermanos eran Fernando, Paco y otros, los sobrinos de Doña Boni. En estos dos radicaba la representación del arte efímero de arena y anilina de ña Droguería Cárave. Casi siempre ganaban ellos, los demás íbamos de comparsa con el barco o la pelota de cascos de colores. Macario nos deslumbraba y nos hacía levantar la moral con aquellas esculturales  mujeres,que parecía la cartelera de Gilda, que esa noche estaba anunciada en el Cine Macario, mientras que Repiso, era mucho mas arte, un poco amanerado, pero con dotes artísticas, aunque lejos de lo buena que estaban las figuras de Macario.

Castillo de arena en La Puntilla. 17 de agosto de 1978. /Archivo Municipal. Foto Rafa.

En determinado momento, se armaba un revuelo, «--¡Ya vienen, ya vienen!». Eran los miembros del jurado que para Luis Suarez, eran, Paco Bernardo, Jose Carlos García, Dueñas, etc. pero que para mi eran los del Ayuntamiento, ya que siempre se veía venir la figura larguirucha de Juanito Martin, que acompañaba al alcalde y alguno que como está esto hoy en día, serían concejales que se unían al paseo, y que sería la única vez que pisaban la playa y ni falta que  hacía. Hoy en día debería ocurrir lo contrario, que fueran mas y examinaran las playas, para colmo este año ni siquiera han ido para izar las banderas azules.

Tras el examen de las figuras, vendría la consabida entrega de premios, que de eso ya ni me acuerdo, pero que de dinero no había nada, quizás una muñeca, un tren una medalla de calamina con su cinta de color, pero que para el ganador era como una olímpica. Y esa era una más de las fiestas que existían en La Puntilla y en la que todos terminábamos pintados con la cara de color. (Texto: José Luis Calle. Un sevillano en El Puerto).

Ofrecemos una nueva selección imágenes de diferentes lugares de El Puerto de antaño y en la actualidad, seleccionadas y/o realizadas por el Jefe de Fotografía de Gente del Puerto, Vicente González Lechuga. ¡Como ha cambiado El Puerto!


Azulejo de Cristóbal Colon, el original de la plaza y el tercero (hubo un segundo) realizados estos dos últimos, por la ceramista local Pepita Lena, en el lugar conocido como plaza o ‘Cuesta del Carbon’ –quizás porque en este espacio cercano al río se acumulaba el carbón, artículo de primera necesidad como combustible  para las embarcaciones– se erigió en 1938 la Plaza de Cristóbal Colón, en memoria del almirante descubridor de las Américas.


La Bodega conocida popularmente como Bodegas Las 7 Esquinas remonta sus orígenes al año 1841, siendo su fundador D. Edmundo Grant Falconell. En la actualidad dicha bodega, que siempre ha permanecido en el seno de la misma familia, realiza las labores de crianza y expedición del vino Fino mediante métodos tradicionales, dándole un aroma y sabor especial frente a otros vinos de la comarca.

La Fuente de las Galeras es un símbolo dentro del patrimonio local. En 1735, con la traída de aguas de los manantiales de La Piedad, en la sierra de San Cristóbal, se erigió la fuente, antes conocida como Fuente de los Gallegos, por la procedencia de buena parte de los aguadores que a ella se acercaban. Existía en pleno centro de la plaza la Capilla de las Galeras, para que la gente de las galeras, los forzados o galeotes que en ellas servían y cumplían penas, pudiesen oír misa desde las embarcaciones sin necesidad de abandonarlas, evitándose así cualquier riesgo de alteración del orden y los intentos de fuga que pudieran darse si los presos pusieran los pies en tierra


Puente del ferrocarril, sobre el río Guadalete. Las obras comienzan en 1852 y concluye el primer tramo de Jerez a El Puerto en 1854 y, dos años más tarde, de El Puerto al Trocadero. Son, pues, los primeros ferrocarriles de la provincia y de la región. Tras muchas vicisitudes, los trenes entre Jerez y Sevilla, Puerto Real y Cádiz, entraron en funcionamiento en 1861.


El 22 de junio de 1854 concluían las obras del primer camino de hierro de Andalucía: Jerez-El Puerto. Se han cumplido pues, 158 años recientemente y varios edificios de estación han ocupado dicho espacio, conocido por los portuenses a lo largo de la historia.


En la imagen ‘el Nuevo Colmado’ y la de la actualidad Casa Paco, que gestionan los hermanos Baldomero e Ignacio Rodríguez,. Existen datos que corroboran que ya funcionaba como Colmado en 1850, a cargo del montañés Tomás García de Mesa, establecimiento que fue pasando por diversas propiedades hasta abrir como ‘Nuevo Colmado’ en 1909 de la mano de Joaquín Faz.


El cruce de las Cuatro Esquinas de Larga con Luna en cuyos vértices albergaron a importantes establecimientos y negocios a lo largo de la historia de dicho antiguo centro económico y de paseo de El Puerto.

Hoy fallecía el experimentado director y realizador teatral Gustavo Pérez Puig, a la edad de 81 años. Estaba casado con la actriz y directora Mara Recatero. Durante su juventud, cursando estudios de Derecho y Filosofía y Letras, se inicia en el mundo del teatro, dirigiendo en 1957 en el Teatro Español Universitario (TEU) ‘La Venganza de Don Mendo’, del autor portuense D. Pedro Muñoz Seca, así como tres versiones mas para el teatro, en 1977, (emitida en TVE en 1979) y 1986 (emitida en TVE en 1988) y 1997. Así como dos versiones mas para TVE en 1964 y 1972. En total dirigió o realizó la obra de Muñoz Seca en seis ocasiones.

La venganza de Don Mendo es una obra de teatro en verso que abunda en juegos de palabras y golpes de humor; una reducción al absurdo de los elementos propios del drama histórico con fines paródicos. Se unen elementos detonante del ayer y del presente en obvios anacronismos, haciendo además que personajes medievales se muevan en un mundo dominado por la moral utilitaria del tiempo de Muñoz Seca.

El 11 de diciembre de 1953 fue representada en el Teatro Principal de El Puerto 'La Venganza de Don Mendo' por un grupo de actores de la Academia de Bellas Artes de Santa Cecilia, a beneficio de la Cabalgata de Reyes. Entre ellos, Merche Macaria, Manolo Sánchez 'Zutanito', Pepe Morillo, Manolo Gago, ...

En el centro de la imagen, nuestra paisana Merche Macaria, en la misma representación de 1953, representando a Azofaifa. "--Azofaifa, mala mora/ ¿en quien me vengo yo ahora?" "--Véngate en mí, por Alá" "--Que por Alá, por aquí" y le asestó una puñalada...

La Venganza de Don Mendo fue estrenada en Madrid en 1918 en el Teatro de la Comedia y de nuevo en 1925 en el Teatro del Centro, interpretando al personaje principal, Juan Bonafé y Valeriano León, respectivamente. En 1953, un grupo de actores aficionados de la Academia de Bellas Artes la representaron en el Teatro Principal. Esta obra de Muñoz Seca fue llevada al cine en 1961 dirigida e interpretada en el papel principal por Fernando Fernán Gómez.

La película completa dirigida y representada por Fernando Fernán Gómez

1957. Teatro Estable Universitario. (Villaviciosa de Odón. Madrid). Con José Luis Ozores como Don Mendo y los actores Maruchi Fresno, Mercedes Barranco, Laly Soldevilla, José Calvo, Antonio Ozores, Manuel Alexandre y María Luisa Ponte, entre otros.

1964. Primera Fila (TVE). 21 de junio de 1964. Isamel Merlo como Don Mendo, con Manuel Alesandre, Valeriano Andrés, María Blanquer, Fernando Delgado, Jesús Enguita, Sancho Gracia, Vicente Haro, Vicky Lagos, Felix Navarro, Blanca Sendino, Laly Soldevilla y Concha Velasco, entre otros.

La Venganza de Don Mendo con Tony Leblanc en TVE

1972. Estudio 1 (TVE) 29 de septiembre de 1972. Tony Leblanc como Don Mendo, Genma Cuervo, Fernando Guillén, Manuel Alexandre, Madri Carmen Prendes, Antonio Ozores, Luisa Sala y Ana María Vidal, entre otros.

1977. Centro Cultural de la Villa (Madrid) Manolo Gómez Bur como Don Mendo y los actores Amparo Baró, Julia Caba Alba, Jaime Blanch, Joaquin Pamplona, José María Escuer y Encarna Abad, entre otros.

La Venganza de Don Mendo con Manolo Gómez Bur.

1979. TVE. Manolo Gómez Bur, en el papel de Don Mendo, Amparo Baró, Alejandro Ulloa, María Silva, José María Escuer, Joaquín Pamplona, Julia Caba Alba y Jaime Blanch.

1986. Teatro La Latina (Madrid), versión musical de Enrique Llovet, Alfonso Ussía y Gregorio García Segura. José Sazatornil hizo de Don Mendo y los actores Vicky Lussón, Luis Varela, María Silva, Francisco Piquer, Rafaela Aparicio, Luis Prendes, Encarna Abad y Nicolás Romero Cáceres, entre otros.

La Venganza de Don Mendo con José Sazatornil 'Saza'.

1988. TVE. Versión Musical. Con José Sazatornil como Don Mendo, Vicky Lussón, Luis Varela, María Silva, Francisco Piquer, Rafaela Aparicio, Luis Prendes y Luis Barbero entre otros.

1997. Teatro Español. (Madrid), Raul Sender como Don Mendo y los actores Maruchi León, Juan Carlos Naya, Ana María Vidal y Manuel Gallardo.

Trailer de la película 'Don Mendo Rock ¿La Venganza?'.

La Venganza de Don Mendo sería luego versionada y dirigida por Tricicle en los años 1999, 2010 y 2011. Y en 2003 dirigido por Jaime Azpilicueta en el Teatro La Latina, de Madrid. En diciembre de 2010 se estrenaría 'Don Mendo Rock. ¿La Venganza?' una película en clave de humor basada en las vicisitudes de unos actores para representar la obra más conocida de nuestro paisano Muñoz Seca. Este 2012 se ha representado en el Teatro Español de Madrid, a beneficio de la Casa del Actor, con Iñaki Miramón en el papel de Don Mendo.

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El escritor y periodista sevillano Manuel Halcón Villalón-Daoiz (1900-1989) es autor, entre otras, de las novelas El hombre que espera (1922, Premio Ateneo de Sevilla), Recuerdos de Fernando Villalón (biografía novelada, 1941), Aventuras de Juan Lucas (1944), La gran borrachera (1953), Monólogo de una mujer fría (1960, Premio Nacional de Literatura) y Manuela (1970). Socio fundador de la revista poética Mediodía en 1926, durante la Guerra Civil dirigió el diario FE (órgano de la Falange sevillana) y la revista de divulgación cultural Vértice. Fue subdirector de ABC de Madrid (obtuvo el Premio Mariano de Cavia en 1940) y director de las revistas Semana y Moneda y Crédito. En 1962 ingresó en la Real Academia Española con el discurso "Sobre el prestigio del campo andaluz". Su última obra, Cuentos del buen ánimo, se publicó en 1979.

UN NOVELISTA EN EL COLEGIO DE LOS POETAS.
Manuel Halcón, hijo del marqués de San Gil, tenía 9 años cuando ingresó en septiembre de 1910 como interno en el afamado colegio de los jesuitas de El Puerto de Santa María. Su hermano mayor, Fernando, había cursado estudios allí de 1905 a 1907, como también lo hiciera -entre 1890 y 1896- el poeta Fernando Villalón, primo suyo. La infancia de Manuel fue un "llanto de ilusiones": era de los pocos alumnos que no recibía los domingos en el internado la visita de su madre, fallecida a los tres meses de nacer el niño. Halcón no llegaría a obtener el grado de bachiller, cuya duración -con arreglo al plan Bugallal- era entonces de seis años. En su expediente académico se refleja que cuando sale del colegio al terminar el curso 1916-17, solo había aprobado -con la nota mínima- 13 de las 23 asignaturas de las que se había matriculado, no presentándose a las restantes. Sobre su etapa escolar diría el propio Halcón en 1961: "Tan indisciplinado y desaplicado era que nada esperaban de mí mis profesores y compañeros. Era, además, un niño enclenque".

Manuel Halcón fue alumno de San Luis Gonzaga entre los años 1910 y 1917

Tres rectores tuvo el colegio de San Luis Gonzaga siendo Manuel Halcón alumno: los padres Rodolfo Velasco, Raimundo Zamarripa y Martín Mendoza. Fue el asturiano P. Velasco (1868-1940; rector de 1909 a 1915) -a quien Halcón consideraba "la representación humana del equilibrio" - el que le dejó mayor huella. Entre los jesuitas que ocuparon los cargos de padre espiritual o de prefecto se encontraban Manuel Abreu, Francisco Lirola, Salustiano Legórburu, Mariano Ayala o Francisco Javier Maruri. Con afecto recordará Halcón años más tarde a otro miembro de la comunidad jesuita, el hermano enfermero Francisco Javier Aizpuru (1876-1952): "Yo siempre le tuve como un ser distinto, a quien los carceleros le dejaban abrir las rejas para sacar a los niños débiles a tomar el aire".

Como le había sucedido al Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez dos décadas antes, la vocación literaria de Manuel Halcón aflora en el colegio. Le produce una emoción "más intensa aún que los versos" la novela de Pedro A. de Alarcón El final de Norma (1855), que el padre Alberto Risco les leía por capítulos en la clase de Literatura. Imparte Latín de 1º y de 2º el peruano padre Gustavo Salaverry, descrito por Halcón en Los Dueñas (1956) -su novela más autobiográfica- como "terror de los alumnos". En el curso 1915-16 tiene como profesor de Física (asignatura de 5º año) al veterano padre Plácido Hurtado, el mismo que con un telescopio descubre las rabonas en las dunas del entonces estudiante de 3º de bachillerato Rafael Alberti, según ha narrado el poeta portuense en La arboleda perdida. /En la imagen de la izquierda, el niño Juan Ramón Jiménez.

El colegio de San Luis tiene en la época de Manuel Halcón una media de 215 alumnos, mayoritariamente internos. En la emotiva crónica de guerra 'El amigo enemigo' (1936) evocará Halcón a algunos de ellos: la campana que tocaba Francisco de Paula Oliva Mack, las "consignas" que llevaba José Mª Rojas Lobo, las declamaciones de Jesús Pabón Suárez de Urbina y las travesuras de Juan A. Estrada Moreno.

Niños haciendo gimnasia en el patio principal del Colegio.

El futuro historiador y académico de la Historia sevillano Jesús Pabón (1902-1976) es coprotagonista del relato 'Los dos macferlanes' (1949), en el que Halcón cuenta cómo Pabón y él mismo, únicos portadores de unos abrigos desfasados, tuvieron que defenderse de las crueles burlas y agresiones de sus compañeros. Así nació una amistad profunda y duradera entre ambos. De la vida en el colegio de El Puerto está sacado también el argumento de 'El pecado insepulto' (1959), narración que tiene como protagonistas a los condiscípulos de Halcón en la clase de Física del P. Hurtado, entre ellos a "tres P señeras" que destacarían más tarde: el mencionado Jesús Pabón y los jerezanos Joaquín Mª Peñuela de la Cobiella (jesuita y profesor de asiriología) y Julián Pemartín Sanjuán (escritor y poeta falangista; director del Instituto Nacional del Libro de 1941 a 1966). Dos alumnos externos que inician el primer año de bachillerato con Halcón son José Luis Poullet Martínez y Antonio de la Torre González, que después se dedicarán profesionalmente al magisterio.

ÚLTIMA VISITA A LOS JESUITAS.
El 31 de mayo de 1921, Manuel Halcón contrajo matrimonio en Sevilla con Rosa Borrero Carrasco. En el viaje de novios, camino de Cádiz, hicieron una visita al colegio de San Luis. Así la recordaría Halcón en 1961 para La Estafeta Literaria: "Pedí permiso para pasearme por la huerta, por aquel sendero bajo las pimientas por donde otras veces paseaban las hermanas de los alumnos. Por mirarlas, más de una vez fui castigado. Y ahora llevaba una mujer cogida por el talle. Me pareció que recogía algo que estaba allí sujeto en el aire y que me estaba esperando. Después no he vuelto más". (Texto: Bernardo Rodríguez Caparrini).

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