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De arriba abajo y de izquierda a derecha, Benito Sacaluga Ullén, Antonio Aguilar Ruiz, Rafael Martín Gallardo, Juan Luis Rodríguez González, Miguel Pineda Martí. Abajo, Juani Chico, primo de los del Bar Guadalete), Ignacio Valimaña Lechuga y Mariano Barriola Menacho. /Foto: Eugenio Espinosa. Colección Vicente González Lechuga.

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Foto tomada en el antiguo Tiro de Pichón de la carretera de Jerez, hoy Bodegas el Tiro de Osborne (c.1960). De izquierda a derecha, Pepe Gamero Cívico, Miguel Castro, Conde de Osborne (entonces título Pontificio), Joaquin Osborne Tosar y Alfonso Osborne Vazquez.

La imagen está tomada justo debajo de los eucaliptos que aparecen al fondo de la fotografía del chalet.

 

Nicolás Terry Martínez, ‘Coli’, es un apasionado de la náutica que trabaja en ella. Hijo de una familia bodeguera --su padre fue director del laboratorio de Bodegas Carlos y Javier de Terry (501), siempre tuvo claro que había que trabajar y que mejor que en los entresijos de un deporte que es una de las razones de ser de la Bahía de Cádiz.

Coli empezó como Relaciones Públicas del  pub Tharsis en la plaza de la Herrería. Pronto su afición a la vela le llevaría a trabajar en ese mundo y llegó a ser Director de Regatas de Puerto Sherry en sus comienzos. Hace años que trabaja en la comunicación y organización de eventos de vela a través de su empresa Nicolás Terry Regatas, participando activamente en eventos de primer nivel en nuestro país, lo que simultanea con el ejercicio del periodismo deportivo. Persona vehemente, de gran corazón y apasionado en cuanto pone su esfuerzo es un referente de El Puerto de Santa María en la vela internacional. (Texto: J.M.M.).

En 1988, durante una reunión de antiguos alumnos de San Luis Gonzaga: de izquierda a derecha: Felipe Perez, Jose Mari Velarde, Miguel Leon, Nicolás Terry, Pepin Muñoz; Pepe Mesa.

--Treinta años después, la Copa del Rey de Vela es considerada la mejor regata del mundo. ¿Por qué?  --Aquí viene la élite mundial de la vela porque esta regata tiene una gran difusión mediática y tiene una gran difusión mediática porque viene la élite mundial de la vela.  Además, es el único lugar en el que los regatistas amateurs pueden participar con los profesionales. Figúrese, es como si un aficionado de la Fórmula 1 pudiera correr con los grandes pilotos. --¿Y la regata de Mallorca qué circuito sería?  --Mónaco, sin duda, el más glamuroso y también el más técnico.

--¿Y quién sería  Alonso? --Más que hablar de un Fernando Alonso, que no me atrevería, hablaría de la hornada de jóvenes regatistas que sorprenden por su desparpajo dentro y fuera del barco. Tendría que ver a un chico como José María van der  Ploeg, el benjamín de la flota, qué cabeza tiene dentro del barco y, al tiempo, con qué naturalidad se enfrenta a una entrevista en televisión. --Bueno, su padre fue medalla de oro en Barcelona. Eso es tener mucho camino hecho. --Claro, eso es como haber nacido en un barco.

--¿Qué porcentaje hay de glamour y cuánto de deporte en la regata? --El glamour es una parte muy importante de la regata, es necesario. La implicación de la Familia Real es fundamental. Yo diría que un 70% es deporte y un 30% glamour. --Entre tanto rico, lo mismo hay por aquí algún directivo de las agencias de calificación. --No me hable de esa gente. Como me encuentre a un tipo de Moody's en la regata lo pongo de boya y ahí se queda para los restos.


Nicolás Terry, en el centro, junto a Mara Escassi con el Equipo Oficial de  Comunicación de la Copa del Rey Audi Mapfre.

EL REY.
--Sé poco de vela, pero confieso que en su día pensaba que al Bribón lo dejaban ganar cuando iba el Rey. --Ja, ja, le aseguro que en el mar nadie conoce a nadie y ningún competidor a babor o estribor iba a dejar pasar al barco del Rey. --¿Qué tal regatista era? --Un regatista con talento. El talento se mide por la capacidad de anticiparse a los roles, los cambios de viento. Él la tenía, pero no podía navegar tanto como quería. Llevaba la caña, que es el que marca la pauta, en una época en que todo era muy manual, no como ahora, que los barcos llevan una electrónica a la que sólo le hace falta hablar. --Hablando de la Familia Real, pienso que un gesto tan nimio como que los príncipes se besen en la regata ya supone un incremento del impacto económico. --Sin duda. Y si lo hacen en un lugar en el que se vean los logotipos de Audi y Mapfre, los patrocinadores de la regata, mucho más. No, en serio. Sin la presencia y apoyo de la Familia Real, esta competición no sería lo mismo.

LA CRISIS.
--Con la crisis, ¿no hay problemas de patrocinadores? --Los grandes eventos como éste son rentables y están dentro de las estrategias empresariales. Son las regatas pequeñas las que más sufren los problemas de patrocinio. --¿Hay paro en el mundo de la vela? --Aquí no se libra nadie. En grandes yates y barcos de millonarios han bajado mucho los días de navegación. Muchas tripulaciones han quedado reducidas a retenes de mantenimiento y grandes proyectos de eventos están sin financiación.

Desde que tenían 10/11 años aún se reúnen, casi todos los viernes, a cenar. De izquierda a derecha, de pie Tuty Pastor, Miguel Lizaso, Miguel Silóniz y Juan Carlos Ballesteros. Sentados, Javier Merello, Javier Gómez, Nicolás Terry (Coli), Jorge Gutiérrez y Falele Osborne.  Al fondo, sentado, el cuñado de Falele, Paquito.

--¿Por qué Andalucía no tiene una regata de estas dimensiones? --La tuvimos. La regata de Puerto Sherry, a finales de los 80, llegó a tener un barco más que la Copa del Rey, pero entró en una espiral de lucha de egos por sus organizadores, que miraban más por ellos que por la regata y acabó en lo que es ahora, una regatita.

--En el interior se dice "eres más aburrido que una carrera de balandros". --Quien lo dice será porque lo conoce poco. La modalidad barco contra barco, como la Copa América, es apasionante, y aquí, que son todos contra todos, el colorido y la espectacularidad está fuera de dudas. Tiene el problema de que no se disputa en un estadio y no es fácil seguirlo en directo, pero, como supondrá, eso es inevitable.

--Hábleme de su regatista favorito, de su ídolo. --Peter Blake, sin duda, un neozelandés que lo ganó todo como regatista y que fue un sensacional organizador de eventos. Cuando estaba en lo más alto, lo dejó todo para irse al Amazonas para sensibilizar sobre  la  destrucción de la selva. Allí le mataron. Su barco, el Seamaster, fue asaltado por piratas.

LA VELA: ¿DE PIJOS O DE MASAS?
--Es una bonita historia, pero la gente asocia más la vela a la gente pija. --Yo creo que la vela se ha desprendido de su imagen elitista. Las imágenes de Mario Conde con dos kilos de gomina en el coco sentado en la popa de un barco en esta regata hizo mucho daño, pero eso no es la vela. Ahora no hay pueblo costero que no tenga una escuela de vela y miles de niños aprenden a navegar. --Hombre, de masas no es. --El trabajo que se hace en esas escuelas es increíble. No diré que de masas, pero la vela crece en seguidores. Es cierto que donde no hay mar hay una afición increíble y donde lo hay, no tanta. El mundo al revés.  --No todo el mundo puede permitirse un barco. --Bueno, lo que cuesta mucho dinero es la alta competición, pero eso ocurre en muchos deportes. --Siempre ha sido crítico con la Federación de Vela. ¿Lo sigue siendo? --Es una batalla perdida, son siempre los mismos. Miran por ellos, no por la vela. Habrá elecciones tras las Olimpiadas y ya han nombrado un delfín. Más de lo mismo.

--Es navegante. ¿Su lugar favorito para hacerlo? --La Bahía de Cádiz. --Eso es patriotismo. Dígame otro. --Las rías gallegas tienen una grandiosidad que emociona. Navegar por Finisterre es una sensación única. --¿Pasó el Cabo de Hornos? --No, y mucho que me pesa porque ya no tengo edad. Espero algún día ir a verlo, aunque sea en tierra. (Texto: Pedro Ingelmo).

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Corría  el año 1964, cuándo por fin, mis hermanas soltaron ‘lastre’ y me permitieron, disfrutar de los paseos dominicales, en compañía de mis amigas. Yo no podía creerlo, después de cantar en el coro del maestro Dueñas en la misa de nueve, y de desayunar en el Xixon-bar --frente a las Esclavas-- esos picatostes tan buenos,  iba a reunirme con mis amigas, ¡yo sola!. Ni  que decir tiene, que estaba impaciente.

La autora de la nótula, rodeada de sus hermanas, de izquierda a derecha, Kika, Maria Jesús y Conchita Vela Durán.

Ya  con mis amigas-compañeras del Colegio, y vecinas de la Placilla,  el buen tiempo,  nos permitió llegar hasta el final de Parque, y cruzar el Puente San Alejandro, hasta el otro margen del río. Toda una odisea, pues prácticamente todas  nos estrenábamos  en esta andadura en solitario.

LAS CUNITAS DEL PARQUE.
De vuelta al Parque, nos detuvimos en las Cunitas y esperamos pacientemente, poder montarnos. Terminábamos con los brazos ‘molidos’ pero… muy contentas, después del pique de saber quien subía más alto. En ocasiones, algunas de mis amigas daban la vuelta a la cunita pero normalmente nos frenaban, si no estábamos amarradas.

¡Ala, Ahora a la Ola! --Atracción, para nosotras un Cacharrito-- Sí, vámonos para allá. Mis amigas esperaban hasta poder montarse en la Olla --daba constantemente vueltas--   a mi me era imposible-pues me mareaba. Cuándo salían, parecía que se habían montado en el Vapor, pero no sufran… se les pasaba enseguida. Nuestro paseo, continuaba, bien por la calle Luna, bien por Larga hasta la Plaza Peral  y nuevamente al Parque. Comprábamos  un papelón de patatas fritas riquísimas a  los Salguero.  Y derechitas a casa para el almuerzo.

SESIÓN INFANTIL EN EL TEATRO.
A las cuatro de la tarde ya estábamos en la fila del Teatro Principal. Habíamos  sacado la entrada por la mañana, temiendo las colas. Ponían una película de Marisol --nuestro ídolo-- y estábamos como locas. Tuvimos que sufrir el aburrimiento  del NODO  pero no importaba,  cuándo empezó, la película, todos los que estábamos en ‘el gallinero’ empezamos a patear el suelo, supongo,  como aprobación, después del tedio anterior. Parecía que podríamos caer  sin remisión de un momento a otro al patio de butacas, pero afortunadamente no pasó.

En los descansos se oía: "¡hay, caramelos, chicles, chocolatinas!".  La cantinela cesaba cuándo las luces se apagaban y continuaba la función. Sinceramente,  parecíamos una jaula de grillos por mucho que algunos se empeñaran  en silbar, para acallar voces, no había manera. De repente, nuestra heroína –Marisol-- sin varita mágica ni nada, arreglaba todos los entuertos, y el teatro entero irrumpía en un aplauso  unánime y un pateo generalizado. De vuelta a casa, merendábamos y nos reuníamos un ratito a jugar en la Placilla.

LA MODA DE LOS PATINES.
Al ir creciendo, cambiaron de alguna manera nuestros hábitos.  Los domingos por la mañana, los pasábamos patinando, por el Parque. ¡Ay, Dios mío! Que de caídas di, de hecho creo que estaba más en el suelo, que otra cosa. No comprendía por qué me caía tanto, hasta que mi amiga me cambio los patines y descubrí, que los míos no tenían una especie de frenos, que si tenían los suyos. Así que me alivió saber que no era  tan torpe, cual pato mareado.

BUSCANDO NUEVAS FRONTERAS.
Algunos  domingos, el aburrimiento nos llevaba a dar una vuelta completa en autobús. Ya existía la barriada de Crevillet. Lo que nos extrañaba era que, para ir a la barriada, nos tuviéramos que  bajar, si no estoy equivocada, en los alrededores de la Fabrica de botellas.  ¿Que lejos no? Para nosotras era normal el deseo de investigar, hasta donde llegaba el Puerto, ya que apenas salíamos del centro.

Es curioso como todavía recuerdo, a algunas personas con las coincidíamos en esos viajes en autobús. Recuerdo a varias parejitas de jóvenes, dos de ellas -- aunque no tengo amistad con ellos-- sé que siguen juntos, por lo que me alegro. La otra era un chica rubia, de pelo lago, muy guapa, su chico, dejaba pasar su parada para acompañarla, y volvía a pagar para llegar a su destino. No  éramos cotillas --bueno solo un poco-- pero… ¿se imaginan a unas niñas  de nueve o diez años, alucinando, viendo ‘al caballero andante’, acompañando a su dama? Tengan en cuenta, que a esa edad, se tienen ‘nidos de gorriones’  en la cabeza.

PRIMERAS EMOCIONES.
Pues sí, están en lo cierto, a esa edad,  ya nos seguían los chavales, y empezábamos a fijarnos en algunos de ellos. Todo muy inocente ¡eh! Entre nosotras teníamos un código para hablar de ellos sin que se enterara nadie más. En consenso, poníamos motes  a cada uno, y así podíamos  hablar abiertamente, sin que los demás se enteraran. Nunca despectivos. Lo hacíamos por  el parecido a algún artista, o por su comportamiento con nosotras. /María Jesús Vela, autora de la nótula, en el Parque Calderón fotografiada por Cuellar.

SEMANA SANTA.
La Semana Santa, era muy especial, mientras veíamos pasar la procesión, era fácil que te hicieran algún que otro requiebro. Nos fijábamos en los zapatos, para identificar al piropeador, pues la voz  no la reconocíamos,   pero… al final ¿quien se iba a acordar de los zapatos? Las que más nos gustaba eran ‘Los Cerillitos’  y  la que salía de las Capuchinas. Esta última impresionaba un poco. Todos  en completo silencio, llevando una cruz al hombro, y en cada descanso,  se arrodillaban. ¡Que preciosidad! Lástima que como tantas otras cosas se haya perdido. Lo malo de esta fiesta eran esas pelotas blancas, con las que te ‘bombardeaban’, sin compasión. ¡Eran temibles!  Terminabas con ganas de  devolver  todos y cada uno de los pelotazos, pues  algunos te lo daban con saña. Cuándo te volvías, para recriminarles, te sonreían como si hubieran hecho “la gran cosa” y  poco menos hubiera que llevar al chaval a hombros. Para evitar que siguieran dándome, me las ingeniaba para preguntarles: “—Oye, ¿y tu hermana?”. Si me contestaban, les mentía diciéndoles que era amiga suya; si colaba, se acababan los pelotazos. Si no, era así…pies para que os quiero, pues peligraba nuestra retaguardia.

Plaza del Polvorista en la actualidad. Foto: Jorge Roa.

PLAZA DEL POLVORISTA.
Otros domingos, nuestros paseos matinales, nos llevaban a la plaza del Polvorista. Ahí instalaron, una pista de coches de choque, convirtiéndose en lugar de encuentro con otras amigas, con quien nos las prometíamos felices pues íbamos todas monísimas, pero…. fue solo entrar en la pista,  y se abalanzaron  por nosotras,  como si del enemigo se tratara. Al bajar del coche de choque, me  pregunté: “¿donde están las trenzas con las que entré?”. Ni idea.  Las había perdido y ni me había enterado. Lo que si sé es que salí, con un moratón enorme en el costado, que me obligo a visitar a D.Agustín Fernández --nuestro  entrañable médico-- . Este hombre, no daba crédito, al verme y me pidió que no volviera amontar. Esta claro, que le hice caso. A esos brutos, ya ¡ni mirarlos!


PASEO DE LA VICTORIA.
Muchos fueron nuestros paseos matutinos y nuestras tardecitas de paseo. Nuestro Puerto en esa época era una delicia, para la vista  y por qué no, para los sentidos. Para la vista, porque todos nuestros Parques, estaban diseñados con el mayor de los encantos y especial cuidados. Si nuestros pasos nos llevaban al Paseo de la Victoria, ya no solo era una delicia para la vista, también para los sentidos. Salían a recibirnos, nuestras Cuatro Gracias --tan coquetas ellas-- nos saludaba el bonito Merendero, y como no, nos ofrecían asiento, esos íntimos  e inolvidables bancos: Tu y yo. Como buenos anfitriones, hasta nos obsequiaban con música. ¿Que mas se podía pedir?  Pues tristemente…que lo hubieran respetado. Ya sé que a estas alturas, estos paseos, resultan ñoños, pero eran otros tiempos.

Detalle de los bancos 'Tu y yo' que aaparecen en el centro de la imagen del Paseo de la Victoria de mas arriba.

Empezaban a construirse las primeras barriadas, pero la vida se centraba, prácticamente en las calles del centro. Bien para surtirnos de alimentos, colegios, tiendas de tejidos, zapaterías, droguerías, barberías, cines etc.

Los días de fiesta, en los que el buen  tiempo invitaba a pasear, estas calles se llenaban  de gentes; unos con el firme propósito de distraer a los niños, otros de pasar un tranquilo día y conocer a otras personas. Carecíamos de consolas,  ordenadores y cosas así, pero no creáis que no nos divertíamos: con una china, un clavo, un trompo, una pelota, una muñeca, una cuerda, un poco de triquitraque,  y mucha imaginación  éramos realmente felices. (Texto: María Jesús Vela Durán).

Hubo un tiempo en El Puerto que las relaciones humanas se practicaban más fuera de las casas que en las mismas, desde los niños en edad de jugar a los adultos,  había necesidad de estar cerca unos de otros, puede ser que la amistad nos produzca deleite y relacionarnos con los demás nos dá seguridad y  calor humano;  tal vez porque la cultura del momento fuese esa, o porque los medios de comunicación no estaban aún tan difundidos, me refiero concretamente al fenómeno de  la televisión. /A la izquierda el desaparecido Teatro Principal, punto importante de reunión dentro del entorno de calle Luna, en la esquina con San Bartolomé terminaba el paseo por calle Luna. (Foto: Rasero. Colección de Vicente González Lechuga)

Existían lugares más o menos emblemáticos o conocidos, podían ser un casino, una plaza, la calle, la playa, una asociación, un bar, un cine, un teatro,  etc.; estos lugares los podíamos definir como puntos de encuentro. El Punto de encuentro, podía ser algún sitio donde la gente se reunía por cualquier causa, podía ser que hubiera  mucha o  poca gente, dependía de nuestro momento anímico de estar más o menos acompañado;  gente para saludar, platicar, discutir de fútbol, política, ensalzar o criticar al que fuese, hablar de la próxima corrida de toros o el partido de fútbol del Portuense. Había necesidad de verse con los demás, casi nos rozábamos unos con otros en determinados momentos, el punto de encuentro podía ser considerado  un lugar en el que te sentías protegido, un sitio para descansar, vernos rodeado de gentes nos hacía sentirnos seguro, reconfortado, casi feliz; no hay cosa más desagradable que la soledad no deseada.


Antiguo depósito de agua de la Plaza de las Galeras, Punto de Encuentro, lugar que los vecinos del barrio alto denominaban “Allá abajo”. (Fotografía Colección de Vicente González Lechuga)

Me hacía mucha gracia, escuchar en el barrio alto, allá por los años cincuenta del siglo pasado a los muchachotes de más o menos veinte años decir: «--¿Dónde vas?», «--Voy allá abajo». “Allá abajo”, era considerado en el barrio alto en ir desde donde estuvo el Cine Macario hacia el río, más o menos por la plaza de las Galeras, en ese lugar estuvo instalado un depósito de aguas en forma de copa, este depósito tenía en su base una serie de escalones que hacían de él un lugar para el descanso y la contemplación del paisaje de algunos ciudadanos de entonces. Probablemente por los motivos que desconozco, o tal vez por la reordenación del lugar, el Ayuntamiento estimó necesario demoler aquel emblemático Punto de Encuentro. Tal fue el desencanto de muchos portuenses, que la comparsa ‘Los Cuasimodos’ en 1961, dirigidas por el inolvidable Manuel Camacho Francés “El Chusco”, compuso un cuplé lleno de ironía y gracia para denunciar el enfado que produjo en parte de los ciudadanos la demolición del depósito de agua de las Galeras, Punto de Encuentro en aquellos años; espero acertar en la letra, decía así: «Catorce taladradoras/ y setecientas espiochas/ gastaron los albañiles/ en tirar del Parque/ la famosa copa./ Debían de haberla dejado/ en honor a su memoria/ o jugarla en un partido/ entre el Racing y el Vitoria/ lo que más gracia me hizo/ eran dos que había al lado/ que con lágrimas en los ojos/ decían desconsolados/ ¡ Ay mi copa del Parque!/ porque te habrán tirado/ cuando todos los veranos/ le dabas sombra a los parados”.

Calle Larga lugar que paseábamos los portuenses, a la derecha se ve la plaza de Isaac Peral, ahí terminaba el paseo por esta calle.  (Fotografía Colección de Vicente González Lechuga)

Había también un Punto de Encuentro, que era el paseo que los portuenses en aquellas fechas utilizábamos a partir de la festividad de la Virgen de los Milagros, que era el tramo en calle Luna desde San Bartolomé a Larga y calle Larga desde el tramo de Palacios a Plaza de Isaac Peral. Era curioso nuestro comportamiento cuando paseábamos, no había costumbre de pasar de los límites establecidos, es decir que llegabas a aquel entorno buscando a tus amigos o amigas y los encontraba seguro. Era raro ver circulación de vehículos por estas calles en estas horas, si pasaba  decíamos que era alguien de fuera de El Puerto que se había despistado. Este paseo que se utilizaba a partir de la festividad de la Patrona hasta más o menos el Corpus estaba bastante concurrido desde las siete de la tarde hasta las diez y media ó once de la noche, el reloj de Joyería Díaz estaba de guardián permanente para recordarnos la hora de recogida;  había bastantes bares, comercios, pastelerías y sobre todo el aliciente del Teatro Principal. Habría que destacar como lugares de encuentro dentro de este entorno, el Bar Central, Casa Lucas y el Puerto Bar entre otros. Recuerdo el eslogan del Bar Cádiz: “Menudo a la andaluza todos los días en el trece de Nevería“. Había un trozo de la calle Ganado, subiendo desde Larga, que también podía ser considerando paseo, hasta la esquina con Nevería, en ese lugar se encontraba el Restaurante Antigua de Cabo, El Hotel Loreto, la tienda de fotografía de Pantoja que estaba abierta los domingos por la tarde el Bar La Solera, la secretaría del Racing Club Portuense que casi siempre estaba abierta, el Bar Pontevedra y el freidor de pescado de la Familia Villar.

Calle Larga, detrás del coche se vé el restaurante La Fuentecilla (hoy Bankia) paseo de los portuenses en los años cincuenta del siglo pasado. (Fotografía Colección de Vicente González Lechuga)

En  el verano, el paseo se trasladaba al Parque Calderón, este sitio se consideraba el Punto de Encuentro en el verano. El Parque como lo denominábamos era distinto a como está ahora, entonces  el paseo era más amplio y diáfano pero no por que tuviera más superficie sino porque ahora parece más agobiado que antes, prácticamente estaban  los mismos bares y quizás algún quiosco más, menos atracciones de tiovivos, había un lugar para la banda de música que amenizaba las noches  con pasodobles y romanzas de zarzuela, los bancos de mampostería con hierro forjado y las fuente de la ranita y jardines: el paseo del Parque llegaba hasta el comienzo del puente de San Alejandro.


Parque Calderón, Punto de Encuentro en el verano, comprueben ustedes que parece más claro y diáfano. (Fotografía Colección de Vicente González Lechuga)

Poco a poco, los medios de comunicación se hicieron dueños de la voluntad de la mayoría de los ciudadanos, se popularizó le televisión y la gente que sábados y domingos empleaba la calle como un gran salón social, empezó a poco a poco dejar las calles semidesiertas,  se instalaron  cómodamente en sus casas para ver programas y programas dirigidos exclusivamente para  que el ciudadano, viva para consumir y hacernos sedentarios.

¿Qué les parece a ustedes esta esquina para para iniciar un nuevo Punto de Encuentro? Fijénse en esos paisanos como buscan apoyo para descansar sus piernas de la artrosis que le han ocasionado algún kilo de más. (Fotografía de Vicente González Lechuga)

El Punto de Encuentro, actualmente se ha fabricado para que las gentes vayan a él, están ubicados generalmente en los centros comerciales, no nombraré ninguno. El centro comercial está pensado como un gran edificio funcional, que  la tienda principal es un hipermercado y a su alrededor calles que se puede pasear por ellas, con cantidad de tiendas de artículos de consumo, además incluyen lugares de ocio, esparcimiento y diversión, como cines, bares y restaurantes. Estos Puntos de Encuentros son lugares que tienen exclusivamente un fin comercial y económico. Pero los Puntos de Encuentro situados dentro del casco antiguo de nuestra ciudad en otros tiempos, también tenían una actividad comercial lógica; pero además poseían  una connotación sociológica, pues era un espacio de intercambio  de opiniones y pareceres, que además cumplían ampliamente con los mismos requisitos de las antiguas plazas del pueblo, Punto de Encuentro, lugar de manifestación de intereses de los ciudadanos entre sí. /Texto: Francisco Bollullo Estepa.

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El que fuera presidente de honor del Racing Club Portuense, José del Cuvillo Sancho, escribía en un número especial de la Revista Cruzados, allá por 1968, sus impresiones sobre el Club del que fuera su presidente y cuyo estadio titular lleva su nombre, con motivo de haber sido el Campeón del Grupo XII de la Tercera División de la Liga Nacional, en la temporada 1967/68. Cumplía 40 años la entidad. Hace 44 años.

En la imagen de la izquierda, José del Cuvillo Sancho.

CUARENTA AÑOS EN EL RECUERDO.
Por el privilegio de la edad, yo así lo considero, porque Dios lo ha permitido y porque quien pudo hacerlo para ello me requiere, ahí van unas líneas entre cuyos hilvanes, quisiera poner lo más puro y lo más noble de mi afecto, junto con el fervor de algo transcendental y entrañable. En estos días, el ‘Racing’, lo diremos con el nombre de ayer familiar y localista, cumple 40 años. En estos días también, el Racing conquista el campeonato. Tremenda coyuntura para quienes estamos ya, como yo, muy lejos de la juventud. Pero que nos queda, don divino, un fuego inextinguible en el corazón.

De verdad, de verdad, que en mis pobres veleidades con el pensamiento escrito, jamás me vi mas confuso. Es tan grande el tema, que no se como salir airoso. Tengo ante mi un mundo de luces y sombras. Unidas, dispersas, cambiantes, saltando siempre ante mi frente.

En la imagen de la izquierda, Mariano López Muños.

Me veo en aquella lejana plaza del Polvorista con sus árboles y su polvo. Vuelvo a ver a mi lado a aquel gran portuense y gran amigo que se llamó Mariano López Muñoz, gordo, torpón, como una galera vacilante. Me parece que le vuelvo a escuchar con su cara de fraile alternando la zumba con la ternura. Y mientras tanto, entre las protestas de las vecinas de los viejos caserones, los primeros chavales ‘racinguistas’, corrían tras la pelota…

El Racing en la Plaza del Polvorista, en febrero de 1930.

Vuelvo a tener entre mis manos la Revista Portuense con las crónicas de Penalty, verdaderos pecados deportivos. Vuelvo a recordar aquellos partidos veraniegos donde a título de festejos se disputaban las copas donadas por el Municipio. Y el ‘Campo de los Ranos’. Y la Gimnástica. Y el campo del Tiro de Pichón. Y después la guerra, la guerra de Franco. Mas tarde, la mayoría de edad del Racing, el acceso a la Tercera División, con su tremendo tinglado. La noble lucha deportiva con los Clubs de la provincia, destacando atrás Puerto Real y después el Jerez Deportivo. Y [el campo de Eduardo Dato] que crece, que se puebla de tribunas, que se amplía el graderío. Y luego, los años de tensión deportiva, rondando los primeros puestos…

¡Ay Señor, cuánto y cuánto recuerdo! y entre tantas luces, no podían faltar las sombras. Joaquín Gálvez y Antonio Ortega, malogrados, vencidos por la muerte. Como ya he dicho, en estos días cumple el Racing cuarenta años. En estos días también el Racing conquista el Campeonato. Dicho así queda bien en términos castrenses. O si lo queremos mas ello, recordemos a Juan Ramón, cuando dejó escrito: ‘No la toques más!/ que así es la rosa’.  Delante de nosotros está abierto el futuro, un futuro donde las banderas se agitan incansables… ¡Ay Señor, cómo pesan pero que bien pesan sobre mis hombros estos cuarenta años en el recuerdo!. /Texto: José del Cuvillo Sancho.

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Las viejas glorias de los equipos de fútbol ‘Zeppelin’ y ‘San Javier’ mantuvieron un encuentro de fútbol en el campo de las Escuelas La Salle, el 28 de noviembre de 1965, terminando el encuentro con la victoria de los ‘zeppelinistas’ por dos a uno.


En la imagen, los dos equipos posaban para la prensa y la posteridad. Presentaban las siguientes alineaciones. Por la Peña Zeppelín: Poniqui, (Manolín), López (G. Romero), Gandu, Salmerón I (J. Cárave), Lupo II, Barri, Rafaelín, Ginés, Nene y Chele. Por el San Javier: Aguirre, Mojarra, Sopa, Simeón, Caco, Serrano, Cárave, Victoriano, Tronqui, Villanueva y Terry. /Foto: Fariñas.

El equipo de la Peña Zeppelin, con José Manuel de Terry Galarza, en el centro.

Fue un partido de presentación de la Peña Zeppelín, programado al principio para fines benéficos, como todos en los que tomaban parte estas ‘viejas glorias’ a beneficio de los damnificados de las inundaciones en la vecina Chiclana de la Frontera. Pero no se pudo hacer uso del campo del Racing por lo que se trasladó al campo de La Salle, sin recaudación.

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La playa de la Puntilla es una de las playas más populares de El Puerto de Santa María. No es precisamente la más bella, la que tenga el agua más limpia, la arena más fina o la más tranquila.

¿Qué es lo que tiene la playa de la Puntilla entonces? Tiene a quienes le dan su vida, los portuenses. Está situada entre la desembocadura del río Guadalete y la playa de La Colorá, arropada por los pinares que pueblan las dunas de San Antón y bañada con el olor a pescadito frito del bar El Castillito, despertando pasiones en los estómagos de quienes toman el sol al mediodía.

Cuando los médicos recomiendan esconderse de los rayos del sol, a eso de la 1:30 de la tarde, la Puntilla comienza a tomar cuerpo. Por el Camino de los Enamorados van llegando a pie familias completas del centro de la ciudad: abuelos, padres, primos, nietos, tíos, amigos, padrinos, y agregados, que ataviados como si de un equipo de combate se tratara, llevan consigo sillas, tumbonas, toallas, esterillas, sombrillas, neveras, tupperwares, juegos de mesa... y al perro de la familia. Todo de las tonalidades más llamativas posibles, menos el perro, claro. Se crea así un paisaje de tonalidades vivas y chillonas alrededor de la orilla de la playa, que con la dura luz del mediodía parece un cuadro de Kandinsky.

A la tarde, con los rayos del sol comenzando a menguar en intensidad, la vida que parecía haber desaparecido bajo las sombrillas tras haber acabado con los bocadillos de filete empanados de la abuela, la tortilla de la cuñada, las cervecitas de oferta en el súper y la sandía enterrada en la orilla de la playa, parece despertar. Un niño que intenta nadar cerca de la orilla comienza a llorar desconsoladamente. Sale corriendo del agua y se abraza a su abuela metiendo la cabeza entre sus pechos. Se ha abierto una herida en un brazo, sensible con la sal del agua. A la poca profundidad que tiene el mar de esta playa, hay que añadirle la gran cantidad de piedras que la pueblan, de cuyos familiares se acuerda más de un portuense cada verano.

Un grupo de chavales juega al voleibol en una improvisada pista marcada con chanclas Los veraneantes que tomaban el sol en las inmediaciones del nuevo terreno de juego, comienzan a mudarse de lugar, cubiertos de arena como croquetas antes de un baño de aceite.  Algunos aprovechan para darse un paseo por la orilla y llenar sus manos de todo tipo piedras moldeadas por la marea así como de conchas con brillos y colores hipnotizantes. Acabarán en mesas de trabajo, lavabos y maleteros de coches. Pero no hay que preocuparse, la cantidad de regalos del mar de la playa de la Puntilla nunca se agota.

Cuando el sol comienza a resguardarse, las familias preparan su vuelta al hogar. Una pequeña odisea que se cumple tras conseguir despertar al abuelo, que mimetizado con la tumbona es incapaz de responder a llamadas, sacar al niño del mar, que se resiste a marcharse, y quitarle el bañador a la prima pequeña, que le da vergüenza que la vean desnuda sus primos de Sanlúcar.

Con la noche ya entrada, la playa queda prácticamente vacía. Algunas parejas se dejan ver, resguardándose entre pequeñas palmeras esparcidas por la arena. Si uno desea darse un paseo por la orilla a estas horas, debe de tener la delicadeza de no romper con su intimidad. Basta con no acercarse a los grupos de datileras ocupadas, reconocibles por los tintineos de litros de cerveza que se van consumiendo entre risas y el olor de algún que otro cigarrillo aliñado. Siguiendo la línea de la costa, puede llegar a un pequeño espigón, ir hasta el final del mismo, y observar con la paz que aporta la brisa salada de las noches de verano, el interior de la bahía de Cádiz.

Antigua vista aérea de La Puntilla, o Punta de La Laja o la Laxa.

TIEMPO ATRÁS.
Antiguamente se llamaba Playa de la Laxa. Posteriormente pasaría a conocerse como la playa de La Laja y finalmente tomaría la denominación actual. El nombre data de mediados del siglo XVII, debido al fuerte construido para defender la ciudad. Sobre sus restos se encuetra situado el bar El Castillito. Por esta época Juan Camacho Jayna mandó plantar los pinares de las dunas de San Antón para evitar que el viento se llevara la arena. (Texto: Adrián Morillo) /Fotos: Diputación de Cádiz.

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Dos productoras audiovisuales portuenses han participado en un festival de cortometrajes internacional itinerante denominado "The 48 Hour Film Project", que se ha celebrado en Sevilla, recibiendo Manolo Morillo el premio al Mejor Actor y la cinta el premio Segunda Mejor Película, durante la gala celebrada el pasado sábado.

CORTANDO LA RUTINA - FPY & VARADAS PRODUCTIONS from FPY & Varadas Productions on Vimeo.

La peculiaridad de este concurso es que todas las obras participantes han tenido que realizarse íntegramente en 48 horas. Esto ocurrió hace dos fines de semana pasado, cuando, el viernes por la tarde, se realizó un sorteo de género para cada equipo y se asignó un personaje, objeto y frase para todos los equipos. De modo que al equipo portuense le tocó género "cine mudo", y todos los participantes tenían que incluir en su cortometraje: un/a peluquero/a denominado/a Julio/a Rodríguez, una bolsa de basura y la frase "puede ser peligroso".

Actores y equipo de rodaje durante la filmación del corto en El Puerto.

El equipo de los jóvenes portuenses, compuesto por Producciones Varadas y Fpy Productions, se denomina FPY&VARADAS PRODUCTIONS estuvo grabando en la peluquería Rossem de El Puerto de Santa María. El resultado obtenido les ha dejado muy satisfechos, piensan que ha merecido la pena, tanto por la calidad humana de los compañeros como por la sensación de haber realizado un trabajo bien hecho y, como no, por los galardones obtenidos.

Actores y equipo técnico tras recibir los premios el pasado sábado.

En cuanto al equipo artístico, han podido contar con un grupo de actores experimentados provenientes de la compañía de teatro Olvido Producciones, entre los que se encuentran: Manolo Morillo, Lola Teja, Eva Rodríguez y Esther Pumar, además de la actriz de reconocido prestigio en Alemania Sonia Serrano.

Manolo Morillo, junto a Carmen Tamayo elegida 'Mejor Actriz' del certamen.

Todo el trabajo desarrollado se ha realizado sin ningún tipo de beneficio económico por parte de los implicados, por lo que el esfuerzo y la pasión que le han puesto debe ser más valorada aún si cabe.

Más información en El Puerto Film Office

Esta foto de 1989 (perdón por el encuadre) fue tomada en el legendario interior de «La Burra», (ver nótula núm. 489 en GdP) una tasca con reservados del siglo XIX que daría cerrojazo definitivo unos meses después.

El segundo por la izquierda es el poeta Ángel Mendoza, acompañando a unas noruegas en los camarotes de 'La Burra'.

Son las últimas semanas de un agosto más caluroso de lo normal en 1989 y estábamos brindando por el feliz viaje de vuelta de un grupo de muchachas de Oslo a las que habíamos servido durante un par de meses como anfitriones, animadores turísticos y poco más , para nuestra desgracia, [escribe Ángel Mendoza, nótula núm. 597 en GdP].

Aunque la imagen recuerde el final de muchas cosas,aunque ese mediodía de vino y risas desatadas pusiera colofón a algo más que a un verano, en verdad está llena de principios, de realidades importantes que empezaban, sin que fuera consciente del todo en ese momento el jovenzuelo, aparentemente despreocupado, que levanta la copa de oloroso.

Cierto que nunca más volveríamos a quedar en «La Burra», porque un día ya no hubo más Burra; cierto también que a la década que abarcó nuestros mejores años le quedaban dos telediarios, y que el verano siguiente ya no tuvimos edad para el derrame caprichoso de tanta juventud, y que no tardaríamos en estar todos seriamente ennoviados y que, además, poco después caería el Muro de Berlín, para desgracia de nuestros ideales subversivos a juego con la etapa vital.

Los 'camarotes' de La Burra. /Foto: Fito Carreto.

Es verdad que fueron los años en los que se nos abrieron las puertas de Europa y que aquel continente extraño y moderno, que provocaba atracción y miedo en dosis esquizofrénicamente similares, aterrizó para nosotros en el aeropuerto jerezano de La Parra a bordo de un British Airways una mañana de julio de 1989.

Porque las noruegas no venían directamente de su país, sino de Inglaterra, donde habían pasado una temporada. La mitad del año, aproximadamente, se la tiraban de aquí para allá, pues trabajaban, a la vez que hacían sus carreras universitarias, durante los meses restantes. Estudiaban porque había en los países nórdicos un generoso sistema de becas y trabajaban porque había trabajo para todos, mientras nosotros esperábamos alguno de los 800.000 empleos que había prometido Felipe González, a la sazón, presidente del Gobierno de España.

El aeropuerto de La Parra, antes de la reforma de 1991 donde se reforzaría su uso civil.

Por si fuera poco, además vivían emancipadas desde los 16, gracias, sobre todo, a lo de poder trabajar y a una mentalidad mucho menos protectora por parte de sus entornos vikingos. Así pues,aquellas chicas venían en realidad de otro planeta, porque aunque teníamos su edad, no habíamos ido más allá de Málaga y Granada, en el viaje de 8 º, no teníamos ni idea de lo que era una tarjeta de embarque, no habíamos dado un palo al agua y aún tardaríamos otros 18 años por lo menos en abandonar nuestros hogares paternos.

Ellas nos ponían los ojos como platos, con su castellano de sueca de película de Alfredo Landa, relatándonos excursiones de ensueño por las islas griegas o describiéndonos los sobrecogedores barrios de la Praga vieja, y nosotros les contábamos las cogorzas tan simpáticas de las últimas barbacoas en La Muralla, o les hacíamos reír con el chiste del inglés, el francés, el chino y el español. Así era la cosa antes de que llegaran las becas Erasmus, los intercambios juveniles con cargo a la Junta y el principio del fin de un miedo paleto, secular y obstinadamente chauvinista que nos había retenido durante décadas más acá de los Pirineos. /En la imagen de la izquierda, un joven Alfredo Landa.

No recuerdo si a alguno le dio por comprobar la fama que tenían de experimentadas y desinhibidas, más que nada por si había que confirmar la nuestra de machos ibéricos feroces y potentes. A lo más que llegamos fue al beso de despedida antes de marcharse cada noche, a pasar calor sobre sus pieles temerariamente enrojecidas por falta de protección. Ellas, a soñar con sus próximos viajes, lejanos e intrépidos. Y nosotros,a soñar con ellas. (Texto: Ángel Mendoza).

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