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La calle Larga, a la izquierda la Confitería 'La Perla' hoy Edificio Centro y, pasando la calle Ganado, el Banco Central, donde luego estaría la Caja de Ahorros de Madrid, luego Bankia.

... También cuentan que el cliente del Bar la Perdiz, con nótula propia en Gente del Puerto, núm. 1965 , al que llamaremos Frasquito, a pesar de las lindezas que soltó por esa boquita cuando se convenció que el décimo de lotería nacional que poseía no era el premiado, fue objeto posteriormente de varias bromas pesadas. Una de las veces en el propio lugar de trabajo, situado en la calle Larga, del que no daremos mas pistas, para no dejar en evidencia al burlado.

Las oficinas donde Frasquito se ganaba el jornal cerraban las puertas para el público a las dos de la tarde, teniendo otra puerta que se encontraba en la parte posterior y en distinta calle, por donde los empleados salían y entraban cuando sus estómagos requerían un alivio. Esto acontecía entre las dos y tres de la tarde. Del mismo modo, la puerta trasera, la utilizaban clientes conocidos, que por distintas circunstancias, durante la jornada de la mañana, no habían tenido tiempo para realizar operaciones de ingresos y pagos, siendo la apertura de la puerta manual.

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Otra vista de la anterior fotografía, sin público, tomada entre las tres y las cinco de la tarde.

La función de abrir y cerrar la puerta, con el transcurso del tiempo, fue realizada por varios empleados. Cuando Frasquito, cambió de lugar dentro de las oficinas, la dirección le encargó, por estar su mesa próxima a la puerta, la tarea de control de la misma, teniendo que levantarse de su silla, abandonando por un instante sus tareas administrativas, cada vez que vez alguien pulsaba el timbre.

Habida cuenta de la actual coyuntura, uno de sus compañeros, cómplice de la broma del bar la Perdiz anteriormente recordada, se las ingenió, colocando otro pulsador en el interior de las oficinas, en uno de los laterales de su  mesa. Así que cuando sonaba el timbre anunciando la llegada de alguien, el bromista, sin ser visto, pulsaba varias veces, dando lugar con ello a timbrazos largos seguidos que no solo molestaban a Frasquito, sino también a sus compañeros que en plena faena de trabajo, revisando las cuentas, le exigían más rapidez en levantarse y abrir la puerta, debido al ruido ensordecedor que fastidiaba al oído, perdiendo por ello la concentración en el trabajo.

Frasquito, ante este panorama desalentador, abría la puerta advirtiendo  que con una sola vez que pulsara el timbre era suficiente, causando gran extrañeza en los clientes y compañeros que no daban crédito a lo que les decían, dado que, efectivamente solo había pulsado una vez y las otras por el compañero bromista.

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La calle Larga, desde la Plaza de Isaac Peral.

Al día siguiente, el bromista, visto el éxito que cosechaba, comunicó a sus compañeros la broma que le estaba gastando a este particular personaje, evitando con ello cualquier revés, haciéndoles a la vez participes de la misma. Al mismo tiempo, informaba de todo ello a los clientes asiduos que utilizaban la puerta trasera, con el fin de que no se tomaran a mal las salidas de tono de Frasquito.

La broma a Frasquito fue comentada por parte de los compañeros y clientes en los bares próximos, La Perdiz y La Solera y, como ocurriera con el décimo de la lotería nacional, el mismo vendedor de la ONCE, conocido por “Pandereta”, lo divulgó de nuevo por la Plaza de Abastos y puntos de ventas.

El colofón de la broma vino a suceder cuando aparece en escena el polifacético artista local  Manuel Bejarano Armario, con nótula propia en Gente del Puerto, núm. 795, cliente de las oficinas donde trabajaba Frasquito, que regresaba a su tierra tras cosechar varios éxitos en la capital hispalense.

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La calle Larga, desde la calle Luna, donde hoy se encuentra un banco que ha pasado por distintas fusiones y denominaciones y, donde estuvo la afamada confitería 'La Campana'.

Llegó a la Estación de Ferrocarril, minutos antes de las dos de la tarde, en el ferrobús que hacía el trayecto Sevilla-Cádiz, dirigiéndose inmediatamente al Bar La Perdiz, para dar cuenta a los parroquianos de los éxitos conseguidos. Uno se los presentes, compañero del bromista, pidió a Bejarano que se acercara a las oficinas que estaban deseando conocer sus triunfos, no sin antes advertir telefónicamente que el polifacético artista iba para allá.

Pulsó Bejarano el timbre una sola vez y desde el interior rápidamente pulsaron seis veces seguidas, provocando los timbrazos unos ruidos más atronadores que nunca, lo que dio lugar a que Frasquito saltara como un resorte hacía la puerta, soltando broncos insultos al encontrase con Manolito Bejarano, que se quedó atónito, todo confundido, pensando que Frasquito se había vuelto loco.

El incidente entre el inocente y el polifacético artista local dio lugar a que la dirección de la entidad donde trabajaban aquella pandilla de cachondos pusiera punto y final a la guasa, sin percatarse Frasquito, en esta ocasión, de que había sido objeto de otra broma durante una semana.

En cuanto a Manolo Bejarano, después de lo sobrevenido, dicen que en la vida utilizó la puerta trasera de las oficinas, refunfuñando y afirmando que «--Frasquito tenía envidia de su arte». Texto: /Enrique López.

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La joven María perdió en un año a su hijo, su padre y su pareja. El grupo 'Siempre Así' fue la banda sonora de su historia de amor y estuvieron en el programa de Tele 5 ‘Hay una cosa que te quiero decir’ para devolverle la sonrisa. Junto a su hermana Rocío, el grupo le dio su apoyo cantado para ella.

La historia de Rocío, según afirman desde Tele5, comienza en El Puerto en 1993. Rocío es una niña feliz de apenas ocho años, que vive con sus padres y uno de sus hermanos. Sin embargo, por la que siente auténtica adoración es por María, la hermana que no vive con ellos. A sus 17 años, María vive con sus abuelos, ya que son su debilidad y no quiere que pasen tiempo solos, Rocío disfrute de los ratos que comparte con su hermana mayor y tenga grabados todos los momentos importantes con ella.

Especialmente recuerda el día en el que María le presenta a Germán, su novio. Desde el primer minuto toda la familia le acoge como uno más y Rocío le repite una y otra vez que para ella no es su cuñado, si no su hermano mayor. Los años pasan y la pareja vive estar esperando su primer hijo. A pesar de la sorpresa inicial, toda la familia se ilusiona pronto con el embarazo de María. Rocío disfruta de todo el proceso al lado de su hermana, a la que colma de atenciones y cuidados. Cuando nueve meses después nace el pequeño Germán, sus orgullosos padres se convierten en la viva estampa de la felicidad.

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En la imagen de Tele5, María que pierde a su segundo hijo, el bebé se queda sin oxígeno durante el parto y fallece poco antes de nacer. Justo un año después, María pierde a su padre y a su marido que fallece de un edema pulmonar. 

Durante ese año todos están volcados con el bebé, que nadie nota que Rocío está empezando a tener tripita. Rocío intenta posponer al máximo el momento de decir que ahora es ella, a sus 17 años, la que está embarazada. Cuando el embarazo ya no se puede disimular, Rocío les cuenta la buena nueva. Cuando se arma de valor y confiesa su secreto, se encuentra con el abrazo más fuerte que se puede recibir de una hermana.

La familia crece y la relación entre Rocío, María y Germán se vuelve cada vez más estrecha y en febrero de 2011 María vuelve a quedarse en cinta. En este caso es un embarazo muy deseado y no ven el momento para poder ver la carita del bebé. El 12 de octubre, un par de semanas antes de lo previsto, María se pone de parto. Sin embargo, al llegar al hospital le tienen que practicar una cesárea de urgencia. La vida de María y Germán se trunca cuando se enteran de que su hijo ha nacido sin vida por problemas durante el parto. La pareja pasa el peor año de su vida, especialmente Germán, que no supera la muerte de su hijo.

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Rocío ideó organizar la sorpresa llevándole el grupo 'Siempre Así'.

En octubre del año siguiente deciden volver a intentarlo, pero días después el padre de María y Rocío fallece, y Germán hace todo lo posible para el amor de su vida se recupere de este duro golpe. Quince días después, Germán tenía que madrugar para ver una prueba del Mundial de Motociclismo de Jerez. María le encuentra profundamente dormido y le tapa para que no coja frío, pero al ir a despertarle para el almuerzo, Germán no reacciona. Poco tiempo después Rocío recibe una de las llamadas más duras de su vida, ya que su cuñado Germán fallece de un edema pulmonar.

En tan sólo un año, María ha perdido a su hijo, a su padre y a su marido, por eso su hermana Rocía se traslada a casa de su hermana, para que pase sola el menor tiempo posible. Poco a poco María está volviendo a sonreír gracias a su familia y la música de ‘Siempre Así’, ya que hace 20 años Germán regaló a María una cassette del grupo y siendo la banda sonora de todo lo que les ha ocurrido en la vida.

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'Siempre así' ha sido la banda sonora de la historia de amor de Germán y de María durante 20 años. En la imagen aparece también la hermana de la protagonista del programa, Rocío.

En el programa ‘Hay una cosa que te quiero decir’ de hace unos días Rocío quiso dar un empujón a su hermana para que siga adelante y contó con la ayuda del grupo ‘Siempre Así’. «--Nos sentimos orgullosos de que nuestra música sirva para hacer feliz a los demás o para superar un momento difícil. Nos ha ocurrido alguna vez ya, es algo maravilloso», comentaba un miembro del grupo.

María no sabía que sorpresa le esperaba y tras abrir el sobre y ver a su hermana Rocío y al grupo ‘Siempre Así’, se emocionó. «--Nos han dicho que somos la banda sonora de tu vida, y te traemos muy buenos recuerdos, por eso estamos aquí», le dijo una de las cantantes del grupo antes de cantarle un trocito de la canción que más le gusta a María.

Después de la canción tomó la palabra su hermana Rocío: «--Te he traído para decirte que me vas a tener siempre. Te quiero mucho y te he preparado esto para conseguir que tires para delante». María habló con el controvertido presentador del programa, con Jorge Javier. Los del grupo ‘Siempre Así’ han querido agradecer su fidelidad para con ellos: «--Lo que has pasado es muy gordo, pero hay que mirar para adelante, por tu hijo y por toda la gente que te quiere. Tú eres fuerte y puedes con esto y con más».

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A partir de 1840 los vapores fueron sustituyendo a los faluchos.

El brazo de mar que une El Puerto con Cádiz, el atajo y la alternativa al largo camino terrestre que bordea el arco de la bahía, fue una vía de comunicación abierta al tránsito de mercaderías y de gentes desde siempre, que es decir desde hace dos mil años, cuando Balbo el Menor fundó en la tierra firme frontera a Gades el Puerto Gaditano. Desde entonces y en todo tiempo la travesía debió realizarse en consonancia al mayor o menor desarrollo poblacional y económico de ambos enclaves en el curso de la Historia.

La primera mención a un pasaje la encuentro en la Crónica  de Alfonso X (1284), donde se refiere que en 1255, sublevado el Infante don Enrique a su hermano el rey Sabio, procedente de Lebrija y camino del destierro en el reino de Aragón, “fue al Porto de Santa María. Y como quiera que el lugar no era aún poblado, estaban  navíos y entró él en uno de ellos y fue por la mar a Cádiz…”.

UN MONOPOLIO DE LOS MEDINACELI

vapores2_2_puertosantamariaUno de los periodos álgidos de las travesías se vivió en tiempos de los Reyes Católicos, durante el último tercio del siglo XV e inicios del siguiente. En 1489 se cobraba a los portuenses por el pasaje 4 maravedís, 6 a los jerezanos y medio real a los demás foráneos, aunque los vecinos de Jerez de continuo se quejaban porque se les cobraba más de lo estipulado. Ya entonces –por antiguo derecho impuesto no sé cuándo- el paso de El Puerto a Cádiz estaba monopolizado por los señores de El Puerto, los duques de Medinaceli, y en sus manos permaneció hasta bien entrado el siglo XVIII, siempre explotado por vía de arrendamiento. /En la imagen de la izquierda, Luis Francisco de la Cerda, IX duque de Medinaceli (1689-1707). Retrato de Jacob F. Voet, hacia 1684. Museo del Prado.

Era la ‘renta del pasaje’, que proporcionaba a las arcas ducales estimables beneficios; y a quien osase contravenir el monopolio, la inmediata pérdida del barco infractor y una multa de 600 mrs. El privilegio provocó en repetidas ocasiones las quejas de los vecinos, hasta que en 1542 interpusieron pleito ante la Real Chancillería de Granada contra el duque, entonces don Juan de la Cerda, “que tiene puesta una Barca de pasaje en el Río que va del Puerto a Cádiz y no consiente que ningún vecino ni otra persona alguna tenga Barco en el dicho río ni nadie pueda pasar por otra parte sino por su Barca y la arrienda y el arrendador lleva excesivos derechos ahora sea rico o pobre el que hubiere de pasar”. Tampoco faltó por estos años la picaresca, porque fue costumbre que los tripulantes de los barcos exigieran a los forasteros “un quarto después que son salidos fuera del río”, leo en documento de 1536.

La exclusividad del pasaje continuó hasta el año 1743 (aun después de que El Puerto dejara de ser –en 1729- un señorío para convertirse en ciudad realenga), cuando una Real Orden de Felipe V eliminó el monopolio en razón a que “no ha habido título de concesión ni otro que la tolerancia anticuada, quiere Su Magestad que se quite enteramente este impuesto”. Pero los antiguos señores no cejaron en su pretensión, pues no fue hasta el año ¡1804¡ cuando la Chancillería de Granada definitivamente dio por zanjado el asunto.

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Navegando frente al Bosque de los Conejos del Coto de la Isleta. / Foto: Colección Miguel Sánchez Lobato.

Durante el siglo XVII, los barcos ducales del pasaje eran embarcaciones de porte, fragatas, los también llamados ‘barcos luengos’, con tres palos con aparejos de cruz y unos 30 metros de eslora. Notablemente mayores que los barcos del pasaje que se generalizaron en los siglos XVIII y XIX, los faluchos (o falúas y falucas), las embarcaciones empleadas desde la Edad Media en todo el Mediterráneo para la pesca y el comercio de cabotaje, arbolado con un palo inclinado a proa y vela latina. Fueron los barcos empleados en la travesía –más o menos acondicionados para ello- desde que se “liberalizó” el servicio en 1743 hasta mediado el XIX, cuando paulatinamente fueron desapareciendo ante la llegada de los “modernos” vapores.

TESTIMONIOS DEL PASAJE

vapores2_4_puertosantamariaLos testimonios de pasajeros que realizaron la travesía y que de ella escribieron son numerosos, especialmente durante el luminoso siglo XVIII gaditano y la decadente primera mitad del XIX. Acaso el más antiguo es de 1593, de un diario que a modo de guía de viaje escribió monseñor Camilo Borghese (1552-1621), a quien el Papa Clemente VIII envió como nuncio ante la corte de Felipe II. Recaló entonces en El Puerto, procedente de Sanlúcar, y escuetamente anotó: “A la salida de Sanlúcar saldrá una guarda para saber si llevan algo que deba aduana. Digan que no. Para ir al Puerto de Santa Maria, les saldrán dos guardas a enseñarles la guía que habían pedido en la aduana y darles algo. Ir a Santa Maria a dormir, y dejar allí las mulas, y pasar a Cadiz por mar, y volverse allí.” Hizo carrera monseñor, porque en 1605, a los doce años de su paso por la bahía,  fue elegido Papa con el nombre de Pablo V (pregúntenle a Galileo por él).   /En la imagen de la izquierda, el Papa Pablo V retratado por Caravaggio. Basílica de San Pedro del Vaticano.

vapores2_5_puertosantamariaPara ilustrar cómo eran aquellos viajes en faluchos surcando la bahía de Cádiz –siempre pintados con llamativos y chillones colores, al modo de las naves fenicias- no encuentro mejor manera que interpolar algunos fragmentos de las vivencias que dejaron escritas algunos ilustres personajes; que juntos pueden componer un pintoresco, aunque incompleto, cuadro. En 1794 el joven poeta sevillano José Blanco White dejó esta impresión de la travesía Cádiz-El Puerto: “…la comunicación entre estos dos lugares es tan constante como la de una gran ciudad con sus barrios suburbanos. Barcos llenos de pasajeros cruzan continuamente  la bahía desde el amanecer a la puesta del sol, aunque el viaje no deja de ser peligroso cuando sopla con fuerza el levante en verano o con los temporales del invierno. En la barra del Guadalete […] hay grandes bancos de arena que cambian de lugar y que todos los años causan no pocas víctimas. Los barcos de pasajeros suelen ir atestados de gentes de todas clases.”  /En la imagen de la izquierda José María Blanco White (1775-1841).

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El muelle de la Pescadería en un grabado de mediados del XIX.

EL EMBARQUE

Tradicionalmente, en El Puerto los embarques en los faluchos se hacían en el muelle de la plaza de la Pescadería y en la orilla inmediata a uno y otro lado (que no se canalizó con muralla hasta comienzos del XX). vapores2_7_puertosantamaria/En la imagen de la izquierda, Joseph Townsend (1739-1816).

Como testimonio de un embarque, plasmaré el de Joseph Townsend (1739-1816), un sacerdote, médico y geólogo inglés que en 1787 vino al Puerto: “Inmediatamente que hube llegado al Puerto de Santa María me informé de un barco de paso para Cádiz. Me dijeron en la posada que no pasaría ese día. A pesar de esa respuesta, fui a la orilla, donde pronto me vi rodeado de bateleros, que me aseguraron todos que había llegado demasiado tarde para el barco de paso ordinario, pero que por dos pesos fuertes podría tener uno para mí. No queriendo verme retenido allí todo el día, acepté la proposición y fui conducido a un barco medio lleno de pasajeros. Después de haber aguardado casi cerca de una hora antes de que estuviese completamente lleno, nos dimos a la vela. Como el viento era bueno, nuestro pasaje fue corto. Al dejar el barco tuve la mortificación de ver que cada pasajero no pagó más que dos reales o cuatro peniques y medio, en lugar de los dos pesos fuertes u ocho chelines, pero hubiera sido inútil quejarse.” Como ven, la misma “picaresca” que en 1489 y 1536, aún en práctica tres siglos después.

LOS REZOS FRENTE A SANTA CATALINA

Fue costumbre adquirida de antiguo que los tripulantes y pasajeros de los faluchos, tras salvar la barra del Guadalete, frente a la ermita de Santa Catalina (fundada en 1472, donde hoy perduran, pese a los estragos del tiempo y del abandono, las ruinas de la fortaleza de su nombre), ofrecieran una oración a quienes habían perecido tras naufragar en la barra y la Punta de Sta. Catalina (la de Alejandría).

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La peligrosa Punta de Santa Catalina. /Foto, Trotones de Arcos

El primer testimonio es el de un anónimo viajero francés que en un falucho rumbo a Cádiz embarcó en El Puerto el 5 de mayo de 1670, y escribió: “El sitio donde va a juntarse el agua de su canal con el mar es muy peligroso. Se llama Santa Catalina. Hay allí una capilla donde los marinos se ponen en oración en ese paso y advierten a los que conducen que se pongan también; porque allí naufragan a menudo los barcos. 

Al paso de un siglo, otro francés, el diplomático Juan Francisco Peyron, completó en 1773: “allí perecen  a  menudo barcos y los marineros no dejan jamás, cuando están en la barra, de rezar a las almas del Purgatorio para que intercedan por ellos, y la oración no se acaba sin una colecta.” Donativos que se entregaban a la Hermandad de la Santa Caridad, que de antiguo era la encargada de recoger los cadáveres de los náufragos y de sufragar con limosnas las misas de difuntos y sus entierros. (Entre los años 1675-1786 la institución enterró 185 víctimas ahogadas en la barra.) El mayor número se produjo unos años antes de venir Peyron, el 19 de febrero de 1765, cuando un golpe de mar arrastró hasta uno de los bancos de arena, volcándolo, al barco de pasaje llamado El Leoncillo, muriendo todos sus ocupantes. Desconozco cuántos, pero la Hermandad se ocupó de dar sepultura a dieciocho, todos gallegos, que en Cádiz buscaban el sustento. En enero de 1774 naufragaría, cuando transportaba un cargamento de trigo, El Soberbio, uno de los viejos barcos del pasaje aún propio de los Medinaceli.

vapores2_9_puertosantamariaBlanco White continuaba apuntando en 1794: …en medio de toda esta risa y griterío, en cuanto el barco llega a los bajos, el piloto alza su voz con gravedad digna de un sacristán y se dirige al pasaje con palabras parecidas a las siguientes: ‘Recemos por las almas de los que han perecido en este lugar.’ La piadosa exhortación del marinero tiene un efecto sorprendente sobre los pasajeros, y durante unos minutos cada uno de ellos en particular murmura una plegaria, mientras un grumete recoge unas cuantas monedas de cobre de entre los presentes, que se gastan religiosamente en decir misas por las almas del Purgatorio. Concluida esta ceremonia se reanuda la jarana, que dura hasta el mismo momento de desembarcar.” /En la imagen de la izquierda, Cecilia Böhl de Faber, Fernán Caballero (1796-1877).

Y Fernán Caballero, rememorando el año 1814, recién llegada con su familia a la bahía,  en Elia, o La España treinta años ha: “Pasada la barra, […] quitóse el patrón su sombrero y entonó en alta voz un Padrenuestro por las almas de los muchos que han perecido en aquel peligroso escollo.

Otro testimonio del mismo tono lo firmó, de la travesía que realizó en 1826, el marino norteamericano Alexander S. Mackenzie (1803-1848). Pocos años después debieron de perderse los tradicionales rezos frente a la Punta de Santa Catalina, seguramente cuando la ermita dejó de cumplir su función religiosa y los vapores paulatinamente se establecieron, al tiempo que los faluchos, los ‘barcos del pasaje’, fueron perdiéndose  hasta desaparecer. Pero no el espíritu y las maneras de la gente de aquí.

LAS FESTIVAS TRAVESÍAS

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Dos faluchos partiendo para Cádiz.

Es de resaltar la insistencia de muchos autores –nacionales y extranjeros- por remarcar el carácter festivo con el que los viajeros, en gran parte de las clases populares, hacían ‘la carrera’, con frecuencia convertida en diversiones populares improvisadas, envueltas por el mar, el olor, el aire, la luz y el cielo de la bahía. Muchos romances, canciones (como la célebre ‘playera’ de Curriyo el marinero), los primeros balbuceos del flamenco, los chascarrillos, las palmas, las voces altas y subidas de tono… De esto, Blanco White, que era más que medio inglés, decía: Cuando hace buen tiempo y la parte femenina del pasaje no está afectada por el miedo o los mareos, los pasajeros entablan la alegre barahúnda propia del carácter de los andaluces y que se conoce con el viejo nombre español de jarana […] No sé si seré capaz de darle una idea de esta diversión. No admite ninguna libertad de acción, pero tolera todas las palabras y frases gruesas que no constituyan una abierta indecencia. Es, si puedo usar la expresión, como una especie de tiroteo conversacional”. 

A LA FERIA Y LOS TOROS

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Faluchos abarlobados frente a la plaza de la Pescadería y el Castillo de San Marcos

Especialmente significados eran los días en que la bahía se plagaba de faluchos repletos de gaditanos e isleños y portorrealeños que a El Puerto venían a las ferias y a las corridas de toros.

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Un falucho. /Foto: Colección Miguel Sánchez Lobato.

En 1777 ya estaba establecida, en el paseo de su nombre, la Feria de la Victoria, durante la segunda quincena de agosto. Ésta era la del sainete La feria del Puerto, del gaditano Juan Ignacio González del Castillo (1763-1800), cuya primera escena arranca en el muelle de Cádiz con la riña de dos patrones de faluchos disputándose –como ocurría en verdad- el embarque de los pasajeros. La misma escena se repite en otro sainete, Los Faluchos del Puerto (1834), de autor gaditano anónimo, en el que muchos de los que se embarcan en faluchos en el muelle de Cádiz lo hacen para asistir a la Feria del Puerto. Esta no era la de la Victoria –hacía años desaparecida del calendario festivo-, sino la Feria de Santa Ana, ya existente en 1790 y celebrada durante tres días, del 26 de julio (su festividad) al 28, en el Campo del Socorro, junto a la ermita de Nra. Sra. del Socorro, posterior de San Antón.

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La Puerta del Mar y el muelle de Cádiz en 1904

Y los toros... capítulo aparte requeriría, por lo que me limitaré a reproducir dos testimonios. Éste de Pedro Antonio de Alarcón, rememorando su estancia en El Puerto en 1854: “Cuando estuve por primera vez en aquel país se iba al Puerto en vapor o en falucho, en tres cuartos de hora...¡De Cádiz al Puerto!, decían los cantos populares llamados caleseras, refiriéndose con especialidad a la complacencia de ir a los celebérrimos Toros del Puerto, que es como quien dice de este Puerto por antonomasia”.

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Al fondo, el muelle comercial y la plaza de la Pescadería.

Y el barón Charles Davillier,  Caballerizo Mayor de Napoleón III, apuntó en 1862: “Los toros del Puerto es el título de una canción andaluza, popular en toda España y que pinta maravillosamente el entusiasmo de los habitantes de Cádiz por la fiesta nacional.” Ciertamente, ésta fue la canción más popular y más cantada en la España de la segunda mitad del XIX: “dio la vuelta a Europa”, decía Antoine de Latour.  Se estrenó en 1841, con música de Francisco Salas (1812-1875) y letra del político gaditano Luis González Bravo (1811-1871), escrita un año antes de ser nombrado presidente del Consejo de Ministros. Comenzaba con el pregón... Que vivan los cuerpos buenos/ que viva la gente crúa. /¡Avechucho! atrácame ese falucho. / ¿Quién se viene?, ¿quién se múa? / Aquí tengo el cielo abierto, / ¡que se larga mi falúa!/  ¿Quién se embarca para El Puerto? /Texto: Enrique Pérez Fernández. Continuará 

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retratodelgeneralqueipodellano_oleolienzoEl general jefe del Ejército del Sur, Gonzalo Queipo de Llano, fue recibido en septiembre de 1937 en El Puerto de Santa María como un triunfador al estilo de los generales romanos. El militar había sido desterrado, con anterioridad por el gobierno monárquico, por su condición de republicano, cumpliendo su condena en El Puerto en una casa de la calle Cruces donde vivía y trabajaba en una explotación salinera de la Ciudad. Era muy amigo de Abelardo González Franco ‘el manco Guindate’ (ver nótula núm. 495 en Gente del Puerto).

Pero ya en el segundo año de la Guerra Civil, con Queipo de Llano con mando en el ejército sublevado y rebelado contra la II República cuyas ideas defendió, la Comisión Gestora Municipal, presidida Manuel Rives Brest en funciones de alcalde no electo, acordó el 31 de agosto, pocos días antes de su llegada a El Puerto,  nombrarlo Hijo Adoptivo, distinción que recibiría el 5 de septiembre del mismo año, cuando presidió en El Puerto una corrida patriótica a beneficio del acorazado "España". Era un hombre fuerte, un señor de la guerra, al que había que contentar e intentar sacar algún beneficio para la Ciudad. Como ha ocurrido y ocurrirá siempre.

revistaportuense_queipo_puertosantamariaEL PERGAMINO, UN AÑO DESPUÉS

El pergamino con el nombramiento de Hijo Adoptivo de El Puerto, realizado por el calígrafo José Luis Valero, no se expuso sin embargo hasta un año después, en septiembre de 1938, en un ‘céntrico comercio’ de la localidad. Posteriormente, claro, la entrega del pergamino... Aquel día septembrino de 1938, a primera hora de la mañana Queipo de Llano presidió la inauguración y bendición del monumento a los Caídos en la plaza de Cristobal Colón que inauguraba, (ver nótula núm. 1.257 en Gente del Puerto). En la ceremonia pronunció un  discurso el joven Augusto Haupold Agüera. Terminado aquel acto, el general dirigiría junto a su comitiva hacia el Ayuntamiento donde recibiría el el pergamino con el nombramiento de hijo adoptivo de la población que, como hemos señalado, celebró un año antes. Queipo visitó posteriormente el comedor de Auxilio Social y almorzó en la finca La Manuela. /En la imagen, portada de la Revista Portuense que recoge la visita de Queipo de Llano, en su edición del 7 de septiembre de 1937.

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En la imagen el presidente de la Comisión Gestora Municipal en funciones de alcalde en 1938, Antonio Rives Bret, acompañado del General Queipo de Llano, en la inauguración de la plaza de Colón y monumento a los Caídos, ya desaparecido. | Foto: Colección de Juan Antonio Lores Palacios, biznieto de Antonio Rives Bret,

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El porteño Fernando Polanco Muñoz (ver nótula num. 055 en Gente del Puerto) estrena obra en el Microteatro de Barcelona, en la sala ‘Minitea3’ comedia de ciencia ficción ‘freak’ que estará en los carteles durante el mes de febrero de 2014: ‘El filántropo antropófago, historieta teatral o micro obra de teatro, está dirigida por Jorge Ramoneda e interpretada por la Ann M. Perelló y Jorge Sanossa.

«El micro teatro se ha colado en las tablas españolas refrescando los cánones dramáticos. Hijo de la crisis, el teatro del primer plano cautiva al espectador. Un teatro de experiencia, pequeño, directo, en pequeñas salas y habitaciones donde caben muy pocos, pocos, espectadores. Este teatro mínimo conecta con estos tiempos interconectados, usa técnicas propias del audiovisual y del teatro clásico, depura los excesos de un universo teatral que se enclaustró en los viejos templos de la cultura, alejándose de una franja de público que ahora experimenta con la esencia del primer plano». J.R.

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Destacados representantes del mundo cultural, artístico y gastronómico de la ciudad, han colaborado en el proyecto de refuerzo de la imagen de marca de la Ciudad: «Soy de El Puerto» de forma altruista cediendo su imagen para una campaña que tiene por objeto fomentar el orgullo de pertenencia de sus casi 90.000 habitantes a la Muy Noble y Muy Leal Ciudad y Gran Puerto de Santa María. Las encuestas lo dicen, el mejor patrimonio que tiene El Puerto son sus gentes, su forma de ser.

Ángel León, Ángel Salvatierra, Enrique Miranda, Javier Ruibal, José Luis Galloso, Juan Luis Paez, Juanma Moreno, Joaquín Perles, Lorenzo Buenaventura, Fernando Martínez del Cerro, Nico García, Sara Baras y Epi Unzueta, son los primeros protagonistas, --los primeros embajadores-- que han contribuido a la realización de esta campaña del Ayuntamiento de la Ciudad.

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Ángel León, cocinero, Estrella Michelin, Chef del Mar. Nótula núm. 1.173.

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Ángel Salvatierra, médico, jefe de servicios y director de la Unidad de Cirugía Torácica y Transplante de Pulmón, del Hospital Universitario Reina Sofia de Córdoba. Nótula núm. 843

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Enrique Miranda, actor, presentador y productor teatral. Nótula núm. 406

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Javier Ruibal, músico, compositor y cantante. Nótula núm. 286.

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José Luis Galloso, torero. Nótula núm. 368.

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Juan Luis Páez, campeón de Andalucía de Patín a Vela. Ver nótula 1.763.

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Juanma Moreno, integrante del equipo olímpico español de Windsurf y Campeón de España. Ver nótula 1.618.

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Joaquín Perles, actor y productor. Ver nótula núm. 190.

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Lorenzo Buenaventura, preparador físico y recuperador del Bayern de Munich.

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Fernando Martínez del Cerro, 7 veces Campeón de España Fórmula Windsfurf.

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Nico García, cantante, Ver nótula núm. 70.

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Sara Baras, bailaora y coreógrafa.

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Epi Unzueta, participante en la IV Copa América de la Vuelta al Mundo y Campeón del Mundo de 50 piés. Ver nótula núm. 906.

 

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La calle Luna, como dicen en El Puerto, o calle de la Luna, forma parte del núcleo comercial portuense. Me voy a referir a esta calle por dos motivos: uno sentimental, en esa calle nací a mediados del siglo XX,  y la otra pragmática pues ha sido la calle comercial por excelencia de El Puerto y ello la hace estar enclavada en el proyecto municipal de “El Puerto comercial. "Plan de activación comercial del centro histórico"

La calle Luna,  tiene 63 casas 28 en los impares y 35 en los pares.   Existen 18 comercios en el margen derecho y 23 en el margen izquierdo. Hay un total de 21 locales cerrados de los que antes eran comercios. (34% de los negocios posibles)

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Esta falta de eficiencia comercial a pesar de las aplicaciones que se le han venido poniendo a lo largo de los últimos años, como la peatonalización de la misma, las diferentes acciones de  rehabilitación por parte de la asociación de comerciantes, etc. no han dado sus frutos. Este hecho es reconocido por el propio Ayuntamiento que, entre otras medidas, ha puesto en marcha últimamente el llamado Plan de Activación Comercial.

A pesar del crecimiento demográfico de El Puerto es paradójico que el número de comercios hoy abiertos es muy parecido al que tenia esta calle en la mitad del siglo pasado. Alguien se ha preguntado ¿por qué razón el metro cuadrado de alquiler en esta calle  es  casi el 40% por ciento menor que en la Avenida del Ejército también en El Puerto?

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Se podría responder –-quizás por conveniencia--, que se trata de la siempre tatareada crisis. Es posible  que esta haya afectado,  como le ha ocurrido a la propia Avenida del Ejército donde hoy existen 6 locales cerrados, pero la proporción entre ambas  resulta  abismal.

Sostengo que la razón de la deficiente densidad comercial se debe a causas estructurales: una de ellas la falta de población en este área  y la otra la dificultad de montar negocios atractivos para el consumidor y todo ello por las limitaciones impuestas en el PGOU vigente  y en el PEPRICHE  “aprobado inicialmente”. Por el primero,  existen 27 casas que tienen  un cierto  nivel de protección (integral, global, estructural, ambiental o visual) representando el 42% de las casas en esta calle y por el segundo 41, lo que representa el

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¿Qué quiere decir esto?: Fundamentalmente, dos cosas: a) Que resulta muy complicado y costoso poner en valor tanto viviendas, que sean  “habitables” a las necesidades de hoy,   como locales comerciales que sean  atractivos  b) Que si consideramos que un local comercial tiene que seguir y reunir aquella máxima  de “antes de entrar tienen que verte”, con las restricciones que comentamos, resulta muy complicado llevarla a la practica. Por todo ello, el promocionar para convencer a potenciales comerciantes que se instalen en esta calle no es nada fácil.

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Señalar que si no  atacamos la raíz del problema --y comprendo que se trata de asuntos de política de gestión tanto con instituciones provinciales como autonómicas--,  los recursos públicos que gastemos en reactivar comercialmente esta calle serán inútiles. En este sentido,  sería de interés que los gestores en la materia  analizaran bien el problema antes de dilapidar el dinero que siempre es escaso y susceptible de otros usos. /Texto: Leopoldo Jiménez Ruiz. Octubre 2012

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El Museo ABC (calle de Amaniel, 29. Madrid) presenta una muestra dedicada a Eulogio Varela (El Puerto de Santa María, 1868 - Cercedilla, 1955). Bajo el título 'Modernismo y modernidad', la exposición homenajea a quien fue inspirador de numerosos artistas. Diseñador, ilustrador, pintor, decorador... Un hombre del Renacimiento en la época del automóvil, que se celebrará entre el 30 de enero y el 22 de junio de 2014.

eul_varela_1_puertosantamariaVarela fue un artista polifacético que no solo destacó en la pintura, sino que fue un consumado ilustrador y un portentoso diseñador gráfico y de piezas de decoración, sin olvidar su labor pedagógica y teórica.

En 1898 comienza su colaboración con la revista Blanco y Negro, convirtiéndose en uno de sus artistas más relevantes y duraderos. Esta revista fue su gran plataforma de despegue. Una colaboración que tiene su auge en las primeras décadas del siglo que acababa de nacer y que se apaga con la llegada de la Guerra Civil.

Fruto de esta colaboración, la Colección ABC custodia casi un millar de dibujos originales donde abundan ilustraciones, pero también diseños de caligrafías, adornos o mobiliario. Esta muestra tiene como objetivo poner en valor a un gran artista, rescatarlo del olvido y mostrar por primera vez sus dibujos y diseños como mejor ejemplo de una trayectoria única.

FANTÁSTICO, ESOTÉRICO Y EXÓTICO.

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La muestra que acoge el Museo ABC reúne piezas que viajan desde el costumbrismo al realismo y al Art Nouveau. Encontramos la influencia japonesa, germana y vienesa, los simbolistas prerrafaelistas ingleses, las temáticas wagnerianas y su interés por el medievalismo. Hay hueco para lo fantástico y lo esotérico, lo religioso y lo exótico, para la naturaleza… Entre los temas que podemos encontrar en la exposición destacan la mujer y sus imágenes como esencia de modernidad, disfrutando de su nuevo rol social o en forma de carteles, como reclamo publicitario de una nueva sociedad basada en lo comercial. También hay escenas inspiradas en la vida burguesa, sus ocios y sus preocupaciones o su hipocresía.

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Más información: Homenaje en El Puerto en 1980.

masnionesylinajes5portadaEn esta segunda parte de los Winthuysen se aborda la historia de una de las que fueran casas principales de la familia, en la calle Pedro Muñoz Seca actual, denominada en esa época Manga de Gabán, desde su labranza hasta fines del siglo XIX, fecha en la que se convierte en colegio de niñas regentado por las Hermanas Carmelitas. De Nicoleta a Aramburu, primer y último propietario en los dos siglos investígados, pasando por Reinoso, Luyando Bermeo, Camacho Jaina y Helm, familias portuenses ilustres también propietarias, contempla una panoplia de gran variedad sociológica, finalizando con datos biográficos de los componentes de la cuarte y quinta generación de los Winthuysen, cuyos miembros son tan interesantes como la mayoría de sus antepasados, hasta completar 300 páginas, quedando pendiente para un próximo volumen, un apéndice final, el resto de miembros de esta saga, componentes de la sexta y séptima generación hasta nuestros días.

MANSIONES Y LINAJES PORTUENSES.

La lectura de los volúmenes de que consta la serie Mansiones y Linajes Portuenses, obra del investigador Antonio Gutiérrez Ruiz le permitirá abrir la puerta de la historia local y conocer a diversas familias y personajes de años pretéritos, las casas que poseyeron o vivieron y, en general, visionar como en una luminosa acuarela diversos aspectos de la sociedad portuense en varios siglos. Además del rigor exigible en este tipo de relatos se intenta amenizar la lectura trufando en los textos algunos fragmentos novelados que complementen la microhistoria que se narra sin desvirtuarla ni modificarla.

mansiones___-1Dentro de unos años será difícil poderse hacer con esta serie de libros que componen la colección “Mansiones y Linajes” que edita la Asociación Cultural Puertoguía, el relato más extenso y detallado realizado hasta el momento de algunos aspectos de la microhistoria de El Puerto de Santa María. Con el volumen que ahora presentamos, el 5º de la colección, serán mil doscientas páginas de texto de los más diversos temas, dando a conocer sagas familiares que ocuparon lugar preeminente en esta ciudad de El Puerto. Los descendientes y parientes de los Hano o Tosar (Vol. I); de Coig, Osborne o Castro Merello (Vol, II); de Terry o Ruiz Golluri (Vol. III) y de Winthuysen en sus múltiples ramas y entronques; de los Luyando, Camacho Jaina, Helm o Aramburu (Vols. IV y V), tendrán un interesante documento biográfico de sus ancestros en papel impreso y en general, a todos los interesados en el conocimiento de algunos aspectos del pasado portuense, les recomiendo adquieran toda la colección o alguno de los libros en particular, posibilitando con ello que podamos continuar editando nuevos volúmenes pues vosotros, lectores, sois nuestros únicos patrocinadores. A la venta en librerías o por correo electrónico: sedtel@hotmail.com

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El Cádiz tras la explosión en el muelle del Vapor. Detrás, en el centro, el Hotel Vista Alegre.

Ocurrió  a las doce y cuarto de la noche del 9 de julio de 1929. Tenía que haber sido una noche más, pero el destino quiso que para el vapor Cádiz fuera la última. Estando atracado en el muelle del Vapor, su caldera explotó al quedarse sin agua. Tres embarcaciones pesqueras, además del vapor, se fueron a pique, ocasionando el estampido el repentino susto a más de medio Puerto así como graves desperfectos en los tablones y herraje del muelle y la muerte a Joaquín Cano Paz, Carichi, un popular vendedor de coquinas que en la Plaza de Abastos se buscaba la vida y que en el Cádiz acostumbraba pernoctar. Se recogieron trozos de maderas y cristales del vapor a más de 50 metros del muelle. En noviembre una grúa pontona extrajo los restos de la embarcación, costando la operación 3.000 pesetas.

El suceso lo reflejaron los Niños vestidos de corto en el Carnaval de 1930. Así decía  la copla de Joaquín Suano: “Cádiz de mis entrañas, vapor del Puerto, Dios lo tenga en la gloria al pobrecillo que se quedó muerto. Estábamos en el Parque con papá Suano, y venían los tablones, las planchas y los pasamanos. Los pasajeros que ahora se embarcan no se marean, ya no molesta el humo que echa la chimenea. Del mismo susto mamá Gatica se desmayó, se le retiró la leche y nos cría a biberón.

Más allá del funesto percance, la explosión del Cádiz conllevó el fin de un largo periodo y el comienzo de la saga de los Adriano. Después de 89 años surcando la bahía para cubrir ‘la carrera’ (como se llamaba, ya en el siglo XVIII, a la travesía entre El Puerto y Cádiz), los vapores de pasajeros dejaron de cumplir para siempre su tradicional función. Al Cádiz le tocó ser el último vapor. Todo comenzó a fines de 1840…

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El Real Fernando en dibujo de Antonio Fitz, 1819. Museo Naval de la Torre del Oro de Sevilla.

EL BETIS

El 12 de diciembre de 1840 el Ayuntamiento otorgó la primera concesión del ya denominado muelle del Vapor –en el mismo lugar que hoy- a la gaditana Sociedad de Retortillo (promovida por José María Retortillo Imbrech) para el embarque y desembarco de pasajeros y cargamentos de su vapor Betis; que llevaba tras de sí una destacada historia, pues fue, con el nombre de Real Fernando con el que fue bautizado, el primer barco de vapor abanderado en España.

Construido en Triana, en el astillero de Los Remedios, se botó el 30 de mayo de 1817 por la Compañía de Navegación del Guadalquivir  para cubrir la línea entre Sevilla, Sanlúcar y Cádiz. Su casco era de madera, achatado, de poco calado y revestido con planchas de cobre. La máquina, inglesa, impulsada por ruedas de paletas situadas en los costados le permitía navegar a 6 nudos. La chimenea se alzaba en la mitad del casco, y debajo estaba el compartimento de la maquinaria, aislado con una cámara rellena de serrín para disminuir el calor que desprendía la combustión del carbón. El flamante vapor costó 20.000 pesos.

vapores1_3_puertosantamariaAl paso de los años, el Real Fernando o el Fernandino, rebautizado como Betis, cambió las aguas del Guadalquivir por las del Guadalete. En ellas seguía en julio de 1843, cuando en él embarcó un ilustre pasajero: el español más conocido de su tiempo, el general Baldomero Espartero, que alcanzó la más alta instancia del Estado en mayo de 1841, cuando asumió la Regencia. Su gobierno, caracterizado por una decidida política progresista y un talante cesarista, le granjeó en los tres años que duró su mandato la enemistad de muchos. Sublevados al general algunos compañeros de armas (Narváez, Serrano…), comenzó la huida de Espartero hacia el sur…   /En la imagen de la izquierda el general Espartero retratado por José Casado de Alisal. Congreso de los Diputados.

La noche del 29 de julio de 1843, perseguido por una columna militar, entró, a caballo, en El Puerto, siendo aclamado por sus incondicionales en el Café Nuevo, en la calle Larga. Aquí pernoctó, en la casa de doña Manuela del Castillo (la misma en la que en octubre de 1823 se hospedó Fernando VII), y al amanecer, acompañado de sus más fieles seguidores (entre ellos, el alcalde, Francisco Nicolau), en el muelle del Vapor embarcó en el Betis para Cádiz, de donde partiría, en el navío Malabar, rumbo a su destierro en Inglaterra. Lo contó Pérez Galdós en el relato Bodas Reales (cap.V) de sus Episodios Nacionales: “Espartero llegó al Puerto de Santa María sin más ejército que su escolta, sus ayudantes y un grupo de fieles amigos […] Refugiados en el vapor Betis, firmó el Regente su protesta, último resuello de un poder expirante”.

LOS VAPORES DE LASERRA Y DEL CORRAL

vapor1_4_puertosantamariaEl Betis fue remplazado en marzo de 1844 por el Veloz, propio del vecino de Cádiz Rafael Laserra. Pero el negocio no prosperó –los altos impuestos del Ayuntamiento- y a los tres meses el vapor se fue a Sevilla. Lo sustituyeron en agosto del 45 dos vapores de Pedro del Corral, de fabricación inglesa, el Andaluz y el Infante Don Enrique. Éste llegó desde las rías gallegas, donde cubrió la línea La Coruña-Ferrol (la misma que casi un siglo después realizó el Adriano I antes de su arribo al Guadalquivir y a la bahía de Cádiz). En él embarcó, en noviembre de 1846, el autor de Los tres mosqueteros, Alejandro Dumas, de cuya travesía dejó constancia en su libro De París a Cádiz (1847). Ambos fueron sustituidos en 1848 por un tercer vapor del mismo empresario, el Nerea, que continuó haciendo las travesías durante dos años y para el que se construyó una casilla de despacho de los ‘boletines’ al lado del muelle, frente a la recién inaugurada Posada de Vista Alegre.  /En la imagen de la izquierda, Alejandro Dumas (1802-1870).

LOS AÑOS DE GONZÁLEZ DE PEREDO, 1847-1872

vapor1_5_puertosantamariaLa corta permanencia de estos primeros vapores cambió a raíz de la concesión del servicio que el Ayuntamiento le otorgó en junio de 1847 al santanderino, avecindado en Cádiz, Juan González de Peredo. Durante un cuarto de siglo, hasta 1872, sus dos vapores, el Hércules y el Relámpago prestaron la función de forma simultánea e ininterrumpida. Antes, por encontrarse en ruina, Peredo sufragó la construcción de un nuevo muelle a cambio de su uso exclusivo. Y en la calle Puerto Escondido instaló los almacenes y la fragua de su empresa, y enfrente (antes de que se ganara al río el espacio que en 1895 ocuparía el Parque Calderón) en 1854 levantó otro muelle. Este año, en agosto del 54, recaló en El Puerto otro escritor francés, Antoine de Latour, que hizo la travesía en uno de los vapores. Lo contó en su obra La Bahía de Cádiz: “...a cierta distancia de la desembocadura, se eleva el Puerto de Santa María, o, como lo denomina la gente, el Puerto. Se comunica con Cádiz mediante un servicio de vapores que hacen el trayecto varias veces al día, siguiendo el horario de las mareas. El único obstáculo que encuentran es la barra del río cuya movilidad es a veces peligrosa para las barcas pero que sólo constituye un obstáculo y retraso para los vapores. [...] El vapor, cargado de pasajeros hasta zozobrar no es suficiente para tal número de curiosos; [...] Como ya dije, del Puerto de Santa María se va a Cádiz en un vaporcito que hace la travesía en menos de una hora. Cuando el tiempo es bueno y el mar está en calma es un agradable paseo, sobre todo si algún guitarrista quiere amenizarlo con sus canciones.” /En la imagen de la izquierda, Antoine de Latour (1808-1881).

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Y proseguía contando en verso su experiencia de aquella jornada en el Hércules o el Relámpago cuando un joven ciego acompañado de una guitarra cantó algunos romances y coplas de tono picante de las que circulaban por la Baja Andalucía a mediados del XIX. Debió pagar Latour 5 reales si hizo el viaje en popa, o 3 rs. si ocupó la proa, que entonces eran los precios de los boletines.

LA FAMILIA MILLAN, 1872-1929

Recién disuelta la empresa de González de Peredo, el 28 de octubre de 1872 comenzó la que andados los años se convertiría en la etapa más prolongada -57 años continuados- de la historia de los vapores de pasajeros entre El Puerto y Cádiz, por obra del emprendedor y naviero gaditano Antonio Millán Carrasco, fundador de la ‘Línea de vapores Millán’. Primero solo y luego con sus cuatro hijos (Antonio, José María, Salvador y Federico M. Núñez, bajo la sigla comercial ‘Antonio Millán e Hijos’) conformó, desde sus oficinas de la gaditana calle Nueva esquina a San Juan de Dios, una amplia flota de vapores que empleó en distintas rutas: en la bahía, además de la indicada, de Cádiz a Puerto Real, a La Carraca y al Dique de la Trasatlántica; con destino a otros puertos andaluces: Algeciras, Gibraltar, Sanlúcar, Sevilla y Huelva; a otros puertos peninsulares por las rutas del Mediterráneo y del Cantábrico; a las plazas norteafricanas de Ceuta, Tánger, Larache, Mogador y Casablanca; y a las Canarias. Al fallecer el fundador hacia 1916, los hijos continuaron  su labor agrupados en la sociedad ‘Herederos de Antonio Millán’.

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La plaza de las Galeras desde el muelle del Vapor de Millán. La caseta a dos aguas de la derecha era un urinario público.

En 1891 se instaló en la margen izquierda del río, frente a la calle Valdés, un varadero-emparrillado para la reparación y limpieza de los vapores. Y en 1901, tras largos e infructuosos intentos siempre paralizados por la burocracia municipal, consiguió construir un nuevo muelle del Vapor (el que destrozó el Cádiz en 1929) que remplazó al viejo y destartalado que levantara Glez. Peredo en 1848.

Fue tradicional que la llegada de los vapores al Puerto se anunciara con dos pitadas, al pasar por la plaza de la Pescadería y al atracar al muelle. Y cuando partía a Cádiz, con tres sonoras pitadas, tal como lo continuaron haciendo -¿a que las oye todavía?- los Adriano.

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Que me conste, ocho fueron los vapores de la familia Millán que se emplearon en la línea Cádiz-El Puerto. No siendo posible aquí hacer una detallada historia de cada uno, me limitaré a apuntar la relación de los sucesivos vapores que se incorporaron a la travesía, no sin antes decir que en los primeros años, entre 1874 y 1879, la empresa de Antonio Millán tuvo la competencia de la llamada ‘Vapores del Puerto’, del gaditano Simplicio José Navarro –que había sido su socio-, quien puso en servicio el vapor Luisa, expresamente construido para cubrir la travesía y de la que fue patrón el portuense Andrés Montes.

DE EL PUERTO A CÁDIZ. 

El servicio entre El Puerto y Cádiz lo inauguró en octubre de 1872 el San Antonio, cubriéndolo hasta 1883. Ocupado luego en otras líneas en la bahía, continuaba activo en diciembre de 1902, cuando entró en el Guadalete remolcando una balandra cargada con maquinaria para la fábrica de cervezas de los hermanos Tosar de la calle Larga.

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Imagen propiedad del Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

El Emilia (el nombre de la esposa de Millán) prestó la función, siendo su patrón el portuense Joaquín Gómez Roldán, entre 1883 y 1895, compartiendo los viajes a partir de 1888 con el Puerto de Santa María, que continuó hasta 1921, cuando dejó de surcar la bahía transportando pasajeros para reconvertirse en una gasolinera mercante.

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El Vapor Cádiz. /Foto: Archivo Luis Suárez Ávila.

En 1895 se incorporó a la flota el Cádiz, acaso el más emblemático de los vapores de los Millán, el del trágico fin en el verano del 29. (Un año antes sucedió en él otro suceso: al acceder al vapor su patrón, Antonio Bruzón, resbaló, se dio un golpe en el vértice de la cabeza y pereció ahogado. El cadáver se recuperó a los tres días, frente a Luja.) El Cádiz se botó en el gaditano astillero de Vea-Murguía el 6 de marzo de 1894, por iniciativa del naviero gaditano Modesto Martínez Escauriaza, pero no pasó a manos de Antonio Millán, por compra al extractor de vinos jerezano Ricardo Ivison, hasta abril del 45. Tenía 30 metros de eslora, 5 de manga y 2 de puntal, desplazando 183 toneladas con motores de 200 caballos. Fue diseñado por la empresa londinense ‘Novelli y Cía’. Al principio tenía capacidad para 210 pasajeros: 150 en dos cámaras (de primera en popa y de segunda a proa) con dobles hileras de bancos, y 60 bajo una toldilla central con bancos corridos. En 1917 fue reformado íntegramente, pasando a tener cabida para 320 (el Adriano III, con 5 metros menos de eslora, podían ocuparlo 200 pasajeros).

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 A bordo del Vapor Cádiz. /Foto: Archivo Luis Suárez Ávila.

vapores_anuncio_1903_puertosantamariaEn marzo de 1901 comenzó a navegar el Puerto Real, también construido en el astillero de Vea-Murguía y con diseño basado en el Cádiz, aunque algo menor: 27 metros de eslora, 5 de manga y 1’88 de puntal, desplazando 100 toneladas. Tenía la particularidad de que los interiores de las cámaras se decoraron con motivos árabes. Muy bonito, sí, pero sus prestaciones dejaron mucho que desear, originando frecuentes quejas de los viajeros, especialmente por su limitada y desesperante velocidad. Al año de botarse, en abril de 1902 se incorporó a la travesía el Mercedes (el nombre de una hija de Millán), hasta entonces dedicado a la línea  Algeciras-Gibraltar, que al contrario que el Puerto Real, por su comodidad y rapidez contó con el beneplácito de los viajeros. Ambos dejaron de hacer la travesía ya mediado los años 10. /En la ilustración de la izquierda, anuncio del Vapor en la Revista Portuense, año 1903.

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El vapor Cádiz. /Foto: Colección Miguel Sánchez Lobato.

En 1914 se sumó a la flota el Violeta, que no era un vapor, sino un barco con motor de explosión alimentado con gasolina, aunque, por la tradición acumulada, se le continuó llamando vapor, como continuaría ocurriendo hasta nuestros días con las motonaves de los Adriano. Aún cubría la travesía en el verano de 1926, al tiempo que las compartía con el Cádiz y, sólo en ocasiones puntuales en la década de los 10, especialmente cuando en el coso portuense se celebraban corridas de toros, con el Cristina.

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El Cádiz, el último vapor. /Colección Manuel Pacheco Albalate.

Tradicionales fueron aquellos auténticos DÍAS de toros de antaño, cuando la bahía se poblaba de todo tipo de embarcaciones para asistir a los espectáculos. En ocasiones, los vapores –por ejemplo el Infante Don Enrique en 1846- remontaban el río –ay, Guadalete- hasta el embarcadero de El Portal para recoger a los aficionados jerezanos, al igual que lo hacían con los isleños en el puente Suazo.

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A bordo del Cádiz con sombrero jipi japa. /Foto Colección Miguel Sánchez Lobato.

Larga historia la de los vapores de pasajeros entre Cádiz y El Puerto, como después fue la de los Adriano, pero no tan dilatada como la de los legendarios ‘barcos del pasaje’, la de los faluchos que cubrieron la carrera antes de los vapores. De ellos escribiré en una próxima entrega. /Texto: Enrique Pérez Fernández. 

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