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4.480. El Castillo de las Ánimas de Grañina. En el Libro del Repartimiento (y 7)

El Libro del Repartimiento [de El Puerto de Santa María] (1268) recoge en sus más de dos mil partidas las entregas a 485 repobladores cristianos de 579 lotes de tierras en las nueve alquerías (aldeas) andalusíes que se distribuían por la actual campiña portuense. Según se infiere del Libro y de las prospecciones arqueológicas realizadas por el Museo Municipal en la década de los 80, Grañina fue, junto a Campix, el asentamiento andalusí más importante, extendiéndose su población por la falda y cima del cerro de su nombre (96 m), en el entorno del Castillo de las Ánimas y del paraje de Medina (sugerente nombre, si no es apellido). 

Ubicación de Grañina-Grañinilla en el actual término portuense, delimitado por Alfonso X en 1266.

Contaba con el término más extenso de la campiña (16,5 millones de m2), algo menor que el de al-Qanatir. Sus tierras, repartidas a 77 repobladores, limitaban con las de Campix-Fontanina, Sanlúcar, Bayna, Finojera, Machar Grasul y, por los campos de Balbaina Alta, con Saris/Jerez.  

Compartía Grañina con Campix la división de su hábitat en dos espacios separados pero inmediatos: Grañina en el espacio indicado y Grañinilla o la alcaría chica, cerca la alcaría mayor, como la nombra el Libro, frente a la laguna del Gallo, donde se encontraban las salinas. También compartían Campix y Grañina las mismas vías de comunicación: al oeste el camino de las Ánimas, límite con los términos sanluqueño y jerezano, y al este la hijuela de Regla o Chipiona, la carrera que va de Campix a Grañina que dice el Libro, que a su paso por Grañina era la carrera que va a Xerez. 

La hijuela de Regla o Chipiona en tierras de Grañina. En su borde, un viejo hito caminero. 

En la loma que daba acceso al Castillo aún se conserva un sólido camino empedrado que nacía en la hijuela de Regla, probablemente reconstruido en la Edad Moderna sobre el firme que existía desde época andalusí.  

| El camino arrecifado, ladera arriba del cerro de Grañina. Al fondo, el Castillo de las Ánimas tras su derribo parcial.

Una aldea fortificada
Si la característica más notable del postrero Campix almohade era la existencia de las casas del wazir (alguacil) de Jerez Ibn Abi Jalid, en Grañina-Grañinilla lo era su condición de alquería protegida por un aparato defensivo y de refugio que probablemente incluiría la presencia de un contingente militar. 

Los inmuebles que los partidores repartieron en enero de 1268 en ambos enclaves, junto a un número indeterminado de casas, se mencionan así: cerca de la mezquita y de las eras; la torre con la caseta chica (que entregaron a la primera autoridad, el alcalde de Cádiz don Pedro Alfonso); la torre chica, que está de parte de Grañina, con esas casas que se tienen con el corral de las vacas; la torre que está de suso [arriba] con el pozo que se tiene con el medio corral; el corral grande que está cerca el pozo; como van a Grañinilla las casas que están sobre sí, el corral grande;  las casas que están de fuera del corral grande, las que están con el de la pared de las torres de Grañinilla; el fogón con las casas; y las casas de Grañinilla con las dos torres. 

La almenada torre de las Ánimas, en 1986. La de la derecha es construcción moderna.

Así pues, la defensa de la doble alquería se conformaba, en lo que el Libro del Repartimiento menciona, con dos torres en Grañinilla seguramente cercadas -la pared citada-, y otras tres torres en Grañina, una aneja a una caseta chica, otra chica y la tercera junto a un pozo y un medio corral. Ésta probablemente era, reformada, la que existió en el desaparecido Castillo de las Ánimas, demolido y mutilado en su parte más antigua a fines de la pasada década de los 90. Se perdió entonces un singular patrimonio rural, un inmueble cargado de historia acumulada, probablemente, desde el siglo XII, en tiempos del poder almohade en al-Andalus.  

Las menciones en el reparto de Grañina a tres corrales -el de las vacas, el grande y el medio corral- hablan también de una destacada actividad pecuaria en el lugar. Un cuarto corral parece que se encontraba en Grañinilla, anejo a la pared de las torres. Las eras donde trillaban los cereales, en el espacio intermedio entre la alquería mayor y la menor, aluden a las labores agrícolas, y el fogón de Grañinilla podría ser un espacio acotado donde se prendía fuego.  

Galiana
Hace décadas que mantenemos la hipótesis de que la cristiana Grañina pudo ser la andalusí Galiana, que es voz del latín medieval que significa 'cañada’, vía para el ganado. El topónimo lo mencionan algunas fuentes árabes al contar que fue atacada por 3000 soldados al mando del emir meriní Abu Yusuf Yaqub en septiembre de 1277, cuando, tras arrasar Jerez y su inmediato alfoz, “ganó los castillos de Rota, Sanlúcar, Galiana y al-Qanatir”, escribió Ibn Abi Zar. 

Cuando el inmueble se alzaba completo, en 1986.

De ser así, Galiana-Grañina sería de antigua fundación pues el Dikr bilad al-Andalus, al citar los distritos en los que se dividió la cora (provincia) de Siduna o Sidonia tras los ataques vikingos del año 844 -cuando arrasaron su capital, la establecida en el portuense Castillo de Doña Blanca-, menciona el castillo (hisn) de Galyana. De este modo, Galiana-Grañina habría tenido una entidad poblacional y territorial propia, no necesariamente coincidente con el espacio de la alquería almohade repartida y repoblada en 1268. 

La torre de micer Bonavía
Pasaron los años… hasta que el 17 de noviembre de 1302 (en documento que ha dado a conocer Javier Jiménez López de Eguileta) Bonavía de Vivaldo adquirió con su mujer doña Marina Díaz una considerable extensión de tierra para pan en Grañina (1.454.000 m2) que le vendieron, por 950 maravedís, los vecinos de El Puerto Simón Pérez y su esposa doña Sancha. Debió establecerse una estrecha y duradera relación entre vendedor y comprador pues en 1310 Simón Pérez ya era uno de los dos alcaldes de El Puerto, al tiempo que micer Bonavía ejercía de alcaide de su fortaleza (Castillo de San Marcos) al servicio de la señora jurisdiccional de El Puerto de Santa María doña Leonor de Guzmán, hija de Guzmán el Bueno. (Micer era un tratamiento italiano que es decir mi señor, como mío cid.)

La laguna y marisma del Gallo desde el paraje de Medina, en tierras de Grañina. 1996. 

Fue Bonavía de Vivaldo un avispado comerciante genovés de noble linaje que, procedente de Sevilla, decidió asentarse, pese al riesgo de vivir en una peligrosa tierra fronteriza, en El Puerto de Santa María -donde ya residía en 1293- para desarrollar sus actividades comerciales y acumular tierras de trigo, además de en Grañina, en los términos de Machar Grasul y Machar Tamarit y en la jerezana aldea de Moñina, inmediata a Campix.

En el siglo XV y al menos hasta comienzos del XVI aún perduraba la memoria de la gran propiedad de Bonavía en Grañina. Así, un documento de 1434 nombra la torre de Micer Bonavía, que seguramente era la demolida del Castillo de las Ánimas. Inmueble que ha de vincularse con el caserío del alcaide por el que pasaron en junio de 1525 miembros del cabildo portuense cuando realizaban una ‘visita de término’ comprobando el estado de la mojonera del alfoz. 

Tierra de terratenientes
A mediados del siglo XV, la vieja alquería andalusí aún era llamada aldea de Grañina, cuando comenzó a ser un destacado centro agrícola propio de miembros de algunos de los linajes jerezanos más influyentes. Por errónea tradición se ha postulado hasta nuestros días que el latifundismo en la Baja Andalucía nació durante la repoblación de sus tierras en tiempos de Fernando III y Alfonso X, pero, aunque en todas las épocas, como hoy, hubo latifundistas y privilegiados, no fue así. ¿O acaso los 485 repobladores que poblaron la campiña portuense -que en su gran mayoría recibieron parcelas de 90.000 m2 eran terratenientes? Claro que no. 

Puerta que daba acceso al espacio reservado a las faenas de la viña de las Ánimas.

El latifundismo en nuestra tierra, con las grandes injusticias sociales que desde entonces llevó implícito, se extendió a partir de mediado el siglo XV. Entonces, la mayor parte de las tierras de Grañina, compradas a pequeños y medianos propietarios, pertenecían a dos familias jerezanas. Una, la de los Dávila (dueños de las hazas de Vino Blanco, del Torilejo, del Amarguillo…), cuyos descendientes, los señores de Grañina, desde 1714 llevaron el título de marqueses de Grañina. (Permita el lector que anotemos al margen dos sucesos: Un miembro de los primeros Dávila propietarios de Grañina, Diego García Dávila, en 1494 andaba refugiado en El Puerto, acusado en Jerez de sodomía. Marqués de Grañina era el propietario del cortijo Los Galindos, el del célebre crimen en la sevillana Paradas.)  

| Documento de la compraventa de tierras en Grañina entre los jerezanos Alfonso Martín de Trujillo y Pedro Jiménez Camacho, 2 de noviembre de 1458. Gentileza del Archivo Municipal de El Puerto. 

La otra familia la encabezaba el alguacil mayor del concejo de Jerez Pedro Jiménez Camacho, que en 1507 legó su mayorazgo de Grañina a favor de su nieto Pedro Camacho Villavicencio, apodado “el Rico”, quien fuera uno de los mayores hacendados de Andalucía, poseedor del gran heredamiento de Balbaina (23 millones de m2) en el que Grañina se incluía. 

El pozo morisco
En el patio interior del Castillo de las Ánimas, frente a la torre, conocimos un pozo de factura muy antigua que probablemente fuera -al menos su toma del agua- el de las arriba citadas partidas: la torre que está de suso [arriba] con el pozo que se tiene con el medio corral y el corral grande que está cerca el pozo. 

En el desmantelado patio, la toma de agua del viejo pozo, frente a uno de los corrales.

Este era el lugar que a comienzos del siglo XVII llamaban pozo morisco. Así, en 1603, quien entonces era propietario de la finca, el sanluqueño Guillermo de Cabria, interpuso una querella contra dos vecinos (de Rota y Sanlúcar) que prendieron fuego en su heredad, acusándolos de que “en ánimo de echarme a perder mi hacienda pegaron fuego en el pozo que dicen morisco en tierras de pan sembrar […] cerca de donde tengo una heredad de viñas y arboleda [de almendros], lagares, casa, leña y otros pertrechos del servicio de la dicha heredad, que es en el pago de Grañina”. 

El derribo
A continuación reproducimos algunas imágenes que tomamos en 1997, cuando derribaron el histórico inmueble.

Ante la desmantelada fachada del Castillo, alumnos de la UCA que participaron entonces en la excavación de Pocito Chico (Grañinilla).  

Derribo en torno al patio y la torre.

Interior de la puerta principal de acceso al Castillo (la que se ve, completa, en la foto inicial). 

Arriba y abajo, entre los arcos de medio punto, una puerta con arco ojival, propio de los siglos XIII-XV.

Bóveda que daba acceso a la torre.

Cuando se vivía en el campo

A comienzos del siglo XX el Castillo de las Ánimas y sus tierras -hacía décadas que plantadas de vides- eran del bodeguero portuense Ramón Jiménez Varela, que tras fallecer en 1912 continuaron explotando sus hijos. Por entonces, la campiña portuense ya no era el espacio habitado -muy habitado- que durante cinco mil años fue. Hacía tiempo que iba despoblándose. Mediado el XIX aún vivían en el término municipal (en cifras de 1857 que nos facilitó Alejandro Román) 1.815 personas; de ellas, 244 mujeres. En la hacienda del Castillo de las Ánimas residían entonces 52 trabajadores, y en la inmediata Campix, 64.

| Arando a la antigua usanza en tierra de Campín en 1983, como en el siglo XIII.

El despropósito del derribo parcial del histórico Castillo de las Ánimas en 1996-97 se enmarca en ese proceso de despoblación y abandono de la cultura del campo. La que tenían y aprendieron aquellos hombres y mujeres que en el siglo XIII, llegados de tierras lejanas, se asentaron en Santa María del Puerto y en sus fértiles campos para comenzar una nueva vida en tiempos difíciles y hostiles. De aquella gran “aventura” que fue la repoblación en época de Alfonso X, que es decir del origen de la ciudad que hoy habitamos y de las tierras que la gran mayoría de nuestros paisanos no han pisado, hemos escrito una amplia monografía que, si la pandemia no lo impide, pronto verá la luz. Una historia de El Puerto durante el apasionante siglo XIII, el andalusí y el cristiano, de la que en estos últimos meses, por gentileza de Gente del Puerto, hemos publicado algunos avances reescritos para la ocasión. Que aquí terminan. Texto: Juan José López Amador y Enrique Pérez Fernández.

Serie 'En el libro del Repartimiento
4.267. Juan de Mar, las huellas de una calle de al-Qanatir | En el libro del Repartimiento (1)
4.317. Las casas del alguacil de Jerez, el motor de al-Qanatir | En el Libro del Repartimiento (2)
4.352.  Juan de Cádiz, el primer gaditano. En el Libro del Repartimiento (3)
4.387. La plaza de Malcocinado y el corral del Concejo. En el Libro del Repartimiento (4)
4.388. La cárcava del cerro de la Belleza. En el Libro del Repartimiento (5)
4.452. El palacio del rey, la residencia de Alfonso X. En el Libro del Repartimiento (6)
4.480. El Castillo de las Ánimas de Grañina. En el Libro del Repartimiento (y 7)

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