Antonio Mariscal, desconocido, desconocido, Milagros Govantes Pico, Juan Zaldivar Ortega, Jose Luis Lerdo de Telada Labat, Fernando Merello Lopez de Meneses, desconocido, Juan Pablo Lerdo de Tejada Labat, Jose Maria Martinez Ruiz, Jose Maria Martinez Govantes. Foto: Colección Vicente González Lechuga.
Categoría: Generalista
1.444. FRANCISCA HERRERA MORÓN. ‘Curra’, la historia de una mujer sencilla.
Francisca Herrera Morón, 'Curra' nació en El Puerto en enero de 1931. Al serle preguntada la edad, afirmó que tenía "cuatro veces 20 años", siendo hija única de los también portuenses Ramón Herrera y Antonia Morón, apellidos claramente gitanos. Vivió en el Barrio Alto, en las calles Zarza y Lechería, para trasladarse, cuando se casó, a la calle de la Rosa.
En 1931, el año de su nacimiento, serán clasificadas las vías pecuarias de El Puerto de Santa María mediante estudio topográfico por Real Orden de fecha 9 de marzo de 1931. El 12 de abril se celebran elecciones municipales. El 31 de mayo, ya con la II República, se vuelven a celebrar los comicios locales. Fueron alcaldes ese año Eduardo Ruiz Golluri por los conservadores y Francisco Cossi Ochoa, por los progresistas. /En la imagen de la izquierda, Curra, en 1949.
Rafael Alberti estrena su primera obra de teatro: 'El hombre deshabitado' y se afilia al Partido Comunista. Pedro Muñoz Seca estrena las obras de tratro: “¡Todo para ti!”, “El alma de corcho”, “El drama de Adán”, “Mi padre”. El 14 de abril nacen el primer alcalde del actual periodo democrático, Antonio Álvarez Herrera, el 22 de mayo el pediatra Juan Luis Bootello Reyes, el 28 de diciembre Francisco Sánchez Aguilar, del desaparecido Tabernón Sánchez, de la calle Ganado y el pintor portuense Vicente Galán.
A la edad de tres años, Curra se quedó sin padre y, a causa de unos problemas en la casa familiar se fue a vivir con su tía Jeroma y un tío de ella que tenía una fragua en la calle de la Zarza, conocido el herrero por el sobrenombre de 'el Cojo'. Luego se trasladaría, con 10 años con otros familiares que vivían en una casa de la calle Lechería que, actualmente, no existe. No tiene estudios ni asistió a ningún colegio.
Curra, en la playa con Francisca Lechuga Camacho, que sostiene al pequeño Vicente González Lechuga. Julio de 1942.
Con 12 años empezó a trabajar como jornalera en el campo, en diferentes fincas y labores, dependiendo de la época. Ya saliendo de la adolescencia, con 17 años, calcula, empezó a trabajar como colaboradora familiar en el servicio doméstico, siendo su primera casa de la familia González Lechuga, que por aquellos años vivían en el número 57 de la calle Larga, donde permanecería por espacio de algunos años. Tras prestar sus servicios con otras familias, terminó su vida laboral con la familia Berbel Albea, donde estuvo algo más de 23 años.
El número 57, antiguo, de la calle Larga, donde empezó su trabajo en el servicio doméstico.
Como calé genuina que es, le encantan los bailes y cantes gitanos, siendo familia de varios 'gitanos de casa' --tal como ella los definió--, siendo prima de la mujer de 'Anzonini', (ver nótula núm. 524 en GdP) sobrina de Antonio Jiménez Salguero 'el Caneco' (ver nótula núm. 1.252 en Gente del Puerto) y de 'la Moña', que era cuñada de su padre, entre otros...
DISPENSA PAPAL.
Se casó, según consta en su Libro de Familia, el 7 de noviembre de 1949, con otro gitano, Jerónimo Morón López, también de El Puerto, marchándose a vivir a una calle de calés como era la calle de la Rosa, donde vive en la actualidad, numerada de nuevo (el número pasó a ser del 15 al 27), y tirada y vuelta a construir. Jerónimo era carrero de la Aserradora de Pastor. Y, dado que eran primos hermanos tuvieron que solicitar Dispensa Papal para contraer matrimonio.
El ajado libro de familia de nuestra protagonista.
El Derecho Canónico limita la facultad para casarse mediantente un impedimento que prohíbe el matrimonio entre los ascendientes y descendientes, tanto legítimos como ilegítimos, entre padres e hijos, abuelos y nietos, entre tíos y sobrinos y entre primos hermanos. Este impedimento solo se dispensa entre tíos y sobrinos y entre primos hermanos.
Curra y Jeromo, en una foto iluminada.
De esta unión les nacieron seis hijas: Teresa, Josefa, Francisca, Antonia, Jeroma y Juana, y tres abortos, todos ellos de varones. Aquellas si que eran familias numerosas y de primera: gente humilde, trabajadora, cargada de hijos y sacándolos a todos para adelante. (Información y fotografías procesadas por Vicente González Lechuga).
1.424. EL PUERTO. Un caso de desidia colectiva en el país del Turismo.
Este artículo de opinión ha sido publicado originalmente en la sección de Opinión en el periódico 'El Mercantil Valenciano', en su versión en internet: www.levante.emv.com, firmado por Joaquín Rábago.
Permítanme que les hable hoy de El Puerto. Me refiero por supuesto a El Puerto de Santa María, la ciudad de “los cien palacios”. Una ciudad con un espectacular castillo mandado edificar por el rey sabio sobre el solar de una antigua mezquita en pleno centro, propiedad hoy de una bodega, y numerosas casas de cargadores a Indias con sus pintorescas torres vigía. Lugar estrechamente vinculado también a las gestas colombinas y donde el piloto de la Santa María, Juan de la Cosa, realizó en 1500 el primer mapamundi que incluye los territorios hasta ese momento descubiertos de América.
La entrada de la Fundación Alberti, de incierto futuro.
Una ciudad cantada por Rafael Alberti, el de “La Arboleda Perdida”, y asociada a otro gran poeta andaluz y universal, Juan Ramón Jiménez, que estudió también aquí con los jesuitas. Y antes que a ellos , a la escritora romántica Cecilia Böhl de Faber, que firmó como Fernán Caballero, y cuyo padre, Juan Nicolás, fue, además de notable hispanista, cónsul honorario de la Liga Hanseática. O al autor de “Cuentos de la Alhambra”, el estadounidense Washington Irving, a quien hay dedicada una placa en la casa donde se alojó.
Las piedras se caen de la Iglesia Mayor Prioral.
¿No tiene esa ciudad – gastronomía aparte- todos los activos para ser un auténtico imán del turismo nacional e internacional? Pues ¡desengáñense!. El Puerto es hoy una imagen de desidia colectiva. Algunos de los palacios de los cargadores a Indias se encuentran en estado de abandono cuando no amenazan ruina. Las piedras se caen de su espectacular iglesia prioral.
El centro, en parte peatonalizado, parece a ciertas horas del día una ciudad fantasma, situación agravada por la apertura de grandes centros comerciales en las cercanías. En los lugares más emblemáticos de la ciudad sólo hay abierto algún bar de aspecto un tanto cutre. Y la plaza frente al castillo o el paseo del río Guadalete, a la altura de los muelles donde atracan los barcos de pesca, están totalmente desaprovechados para el turismo.
La Placilla, otrora el centro vital de El Puerto. /Foto: Fito Carreto.
Cuando uno pregunta a los vecinos y comerciantes, la queja es unánime. El centro de la ciudad está muriendo. Cierran los comercios y no abren nuevas tiendas capaces de atraer a una clientela joven. Las casas palacio, muchas de ellas compradas, según cuentan, en los años previos a la burbuja inmobiliaria a las viejas familias propietarias con exclusivos fines de especulación, resultan inasequibles para los jóvenes, que se ven obligados a irse a vivir a barriadas lejos del centro, lo cual contribuye a la decadencia de este último.
Pintadas en el Convento de las Comendadoras del Espíritu Santo.
Restaurar una casa antigua o pintar simplemente una fachada desconchada exige, según se quejan los comerciantes y miembros de algunas cofradías, un oneroso papeleo burocrático y sumas de dinero que muy pocos quieren afrontar. Y es notorio que unas pintadas atraen siempre otras nuevas y el deterioro no hace sino agravarse.
Muelle de los catamaranes en El Puerto.
El Puerto está unido a Cádiz por un excelente servicio de catamaranes y la travesía de la bellísima bahía es una experiencia siempre placentera. Pero hay un problema: el último catamarán sale de Cádiz con dirección a El Puerto a las diez de la noche y el último tren, diez minutos más tarde, por lo que si uno asiste a un espectáculo en el teatro Falla o a cualquier otro acto por la tarde, tendrá que ir en coche o regresar en taxi. ¿No tendría sentido que hubiera un último servicio por barco a las once o doce de la noche aunque el precio del billete fuese , por ejemplo, el triple de la tarifa normal? Sería en cualquier caso más barato que la gasolina empleada en el viaje particular y el necesario aparcamiento en Cádiz y lo agradecería además el castigado medio ambiente.
Pintadas en la Plaza del Castillo, delante del emblemático edificio y de la Oficina de Turismo.
¿Cómo es posible, se pregunta uno, tanta falta de imaginación, por decirlo suavemente, en las autoridades y tanta falta de orgullo y, por el contrario, desidia y resignación colectivas entre los vecinos de una ciudad que, con tal de que se lo propusiera realmente, podría ser puntera en turismo? ¿No es un ejemplo muy elocuente de lo que falla en nuestro país? (Texto: Joaquín Rábago).
1.419. COMO HA CAMBIADO EL PUERTO (II).
Ofrecemos una nueva selección imágenes de diferentes lugares de El Puerto de antaño y en la actualidad, seleccionadas y/o realizadas por el Jefe de Fotografía de Gente del Puerto, Vicente González Lechuga. ¡Como ha cambiado El Puerto!
La calle Cervantes, recién pasada la calle Diego Niño. A la izquierda estaba el antiguo Asilo de Huérfanas.
El Cinema España (1941-1973), el único edificio dedicado a espacio cinematográfico que sigue en pié en el casco antiguo desde que en 1896 se inventara el cinematógrafo, aunque hoy reconvertido en un bar de tragos largos: ‘El Cielo de la Cayetana’. No están en pié ni el Cine Orpheo (1935-1941) Macario (1942-2002,) Moderno (1954-1984), Victoria (1962-1982), Teatro Principal (primera proyección en 1896-1984), Central Cinema (1958-1967), Florida (1965-1986) y Colón (1950-1980)
Vistas aéreas de la Plaza de Toros.
La calle Cantarería, centro alfarero donde se elaboraban cántaros, tinajas y botijos y otras piezas de alfar. Actualmente se denomina Pedro de Villa, en honor del marino que acompañó a Cristobal Colón en el Descubrimiento de América.
El comienzo de la calle Larga, anteriormente era la vivienda de los Martínez de Pinillos, hoy Edificio Carabela. Fue demolido a finales de los ochenta del siglo pasado.
El Varadero de Pastrana.
Patio de la casa de la vivienda número 70 de la calle Larga, hoy edificio de apartamentos turísticos y residencia del almirante Blas de Lezo, durante su estancia en la Ciudad.
1.416. AROMA DE EL PUERTO.
La Luna, vista desde el principio de la calle de la Luna.
Tiene guardado en algún bolsillo de su memoria el lienzo de aquel rincón donde de pequeña correteaba buscando las risas cómplices de otros niños a la sombra de la tarde por la calle Luna.
En su piel se confunden las arrugas de los años con las huellas de los granos de arena que embadurnaban su cuerpo antes de bañarse en las calas que ha bocados el mar ha atrapado para sus adentros, perfilando el perfil de aquella tierra sureña entre vientos y rocas.
Sobre la ribera del puerto, vivió sus primeros amores. Apoyada sobre aquella baranda soñaba embarcar sus besos a bordo de aquellos barcos que zarpaban al atardecer diciendo adiós entre vaivenes de penas, y por la noche le gustaba regresar a casa despeinada, cogida de la cintura, robando suspiros a los silencios de los zaguanes donde la pasión se desataba a escondidas.
Desde hace años no le hace falta mirar ningún calendario para saber que sus pies descalzos pronto volverán a pisar esos adoquines donde sus días crecieron entorno a una luna que se sonroja entre envidias y nostalgias, pues tiene que ser duro vivir tan cerca del Cielo y no poder sostenerlo entre sus manos.
En las costuras de sus palabras revolotean los recuerdos de los amigos, las caricias de las historias vividas, los susurros a altas horas desvelados, los abrazos acompasados, los deseos envueltos entre bulerías y pescaítos fritos… quimeras de juventud que se perdieron por azoteas y campanarios al despertarse la mañana.
Al encontrarse en su destierro forzado con algún que otro espejo, se busca la mirada para ver esos ojos azules que provocaron mas de un silencio; se peina sus canas a sabiendas de que todavía le queda muchas historias por vivir; se ríe de sus achaques, tiene amenazado en una esquina su viejo bastón de madera, se sumerge en sus añoranzas para recordar lo que le queda aun por vivir,… y en el horizonte de sus pensamientos, desafiando al Levante y al Poniente, sabe que cuando regrese otro verano a El Puerto --a su Puerto--, el reloj de la espera se detendrá sobre las plazoletas para que la vida se pasee a velocidad de óleo.
Y allí, sentada al fresquito de la tarde, con la vista puesta en la mar y viendo jugar a las palomas entre chiquillos y cohetes, aspirará el perfume de aquella ciudad que hace años la vio nacer y navegará por sus venas ese aroma para que así su corazón pueda seguir latiendo un verano mas. (Texto: Alberto Espinosa García).
1.401. AQUELLOS ‘PECULIARES’ DE EL PUERTO.
A lo largo de nuestra vida, a menudo nos cruzamos con personas a las que tildamos de “peculiares.” Unos te dan los buenos días con mucha educación. Son “policías con placas de juguete”; la discreción, son santo y seña de su identidad y es que ya son muchos los años de experiencia en el cuerpo y saben bien como disimular, si advierten un pequeño atisbo de ser descubiertos. (Ver nótula núm. 572 en GdP).
En la imagen, Vicente, Tonino, Enrique y Romualdo.
Otros te visten de improperios, sin saber bien por qué, supongo que se ponen nerviosos y descargan todo su extenso repertorio dejándote estupefacta y preguntándote «--¿Es a mi? ¿Y yo que le hice?». (Ver nótula núm. 051 en GdP). Otros te sonríen con timidez, siempre van aparentemente susurrando, en su galimatías, --apenas entendible-- se adivina desde un quebrado, al cuento de las mil y una noches. (Ver nótula núm. 139 en GdP). Hay quienes, unas veces increpándote y otras con una amplia sonrisa te dicen: «--¡Fea muérete ya!» y a la primera de cambio te pueden poner “perdida” eso sí, de agua fresquita. (Ver nótula núm. 1.310 en GdP).
Sin olvidar a los que si los coges en uno de esos momentos “malos” te podían arrear un bastonazo o con la caja del betún, si viniera al caso. Cómo no recordar a esos que cantaban con mucho arte, pero por desgracia el Dios Baco, fiel compañero de viaje. Daba gloria escucharlos. Habían nacido para el arte, eso era preclaro. Lástima que los avatares de la vida, les llevaran, no a aclarar la garganta con buen oloroso de nuestra tierra, sino en algunos casos, a regarles el alma.
Los había, que por deber debían de callar, al menos por un ratito, pero no, se empeñaban en enseñarnos, la hasta ese momento, hermosa senda, que llevaba al ‘Caminito Verde’. Ya lo del ‘Caminito Verde’, tenía tela, dirán ustedes ¿por qué? ¿Se imaginan a algún aficionado, mal encarado y con poco, o ningún acierto a la hora de entonar, dando un recital en la puerta de nuestro establecimiento, día tras día? No, no se lo imaginen, dormirán mejor, creánme.

Romualdo, reodeado por gente de La Placilla.
Y los que se bebían tu café hirviendo, sin siquiera parpadear y sin darte tiempo a salir del asombro. [¿Quien no recuerda de ‘el Cai’]
Mentiría, si no dijera, que algunos con su sola presencia, infundían ‘algo más que respeto’. Una de estas personas, al primer descuido intentaba averiguar si nuestro pelo era natural, y solo la presencia de su madre nos aseguraba el poder peinarnos al día siguiente. Lo que ya no podíamos recuperar era nuestras recién estrenadas muñecas, pues para cuando pudiéramos hacerlo, ya estaban destrozadas. Las acunaba como si de una criatura se tratara, pero terminaba totalmente desmembrada.
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1.398. EL PUERTO. ¿CIUDAD ABIERTA O CERRADA?
El debate quedó planteado en la reseña y presentación del libro del profesor Abellán (Revista de Historia de El Puerto, nº38). Los restos arqueológicos y las evidencias documentales son tan incuestionables que bastará con señalarlas para dejar zanjada la discusión.

El Puerto en 1567, visto por Anton van Wyngaerden.
El libro del repartimiento señala como límite extremo de la alquería que era El Puerto de Santa María antes de 1275 una serie de puntos muy claros: el mar o el río por la parte meridional; el ejido o una serie de ejidos en la parte norte y el camino de Jerez por el este. La alquería estaba constituida por un conjunto de 43 casas desorganizadas, dispersas y articuladas en torno a ciertos edificios o elementos urbanos, con amplios espacios vacíos que luego permitieron crear hasta 264 solares para dotar de vivienda a los repobladores que llegaron tras la segunda conquista de la villa. Se repartieron 304 casas de un total de 286 repobladores (algo menos que los establecidos en Cádiz). En principio, este disperso perímetro estaba circunvalado por valladares o muros reforzados por un foso o cárcava. Una defensa muy pobre, pero en esta época no existía amenaza musulmana, tras la derrota y expulsión de los moros de Jerez y de la comarca del Guadalete, durante la revuelta mudéjar de 1264 y 1266. El dominio cristiano de toda la zona era absoluto.
Es a partir de 1275, ante el temor de invasión de los benimerines, o bereberes de Banu Marin del norte de África, que se reagruparon tras la caída y destrucción del imperio almohade, la villa de El Puerto se amuralló, y en su interior se concentró el vecindario. Esto se constata por las crónicas meriníes Rawd al-Quirtas utilizadas por López de Coca (y que también utilizó M. González). /En la portada portada del manuscrito del Libro de Repartimiento de El Puerto de Santa María.
Esta cerca no duró mucho. A los dos años fue arrasada por estos merínidas asentados en Fez. Así, 1277 la población decreció notablemente y la muralla sufrió considerables destrozos. Alfonso X trató de remediar la situación con la promulgación en 1281 de la famosa carta-puebla y ordenó la reparación y refuerzo de la muralla, como lo menciona Pedro de Medina ("Libro de grandezas y cosas memorables de España", Clásicos Españoles I, Madrid, 1944) y Agustín de Horozco en el siglo XVI ("Historia de la ciudad de Cádiz", Cádiz, 1845). Posteriormente, hacia 1697, aún quedaban restos de esa muralla en la calle Tripería y en la calle del Muro (Ricardo Alcón, hoy). La cita de Medinilla ("Baños de mar en El Puerto de Santa María", El Puerto de Santa María, 1880) completa el trazado de este muro de defensa medieval por las calles Jesús de los Milagros y posiblemente por la calle Nevería. Pero es Francisco Ciria ("Tartessos", texto mecanografiado en dos volúmenes, 1934) quien se atreve a enunciar su trazado completo. Según el señor Ciria, la muralla comenzaba en el castillo de San Marcos, seguía por Pozuelo (Federico Rubio), Nevería y Muro (Ricardo Alcón).

Para el historiador M.A. Caballero "Las manzanas o parcelaciones urbanas están rodeadas de cercas, aunque en algunos detalles parecen asemejarse a muros construidos de tapial". (Del plano de Wyngaerden).
Este trazado no contradice el propuesto por Miguel Ángel Caballero Sánchez, historiador del Centro Municipal del Patrimonio Histórico de El Puerto de Santa María, que la hace recorrer la calle Jesús de los Milagros (antigua Dulce Nombre de Jesús) hasta la plaza de la Herrería, subir por Ricardo Alcón hasta la plaza de Abastos; seguiría por Santa María, plaza Juan Gavala, plaza de la Iglesia, sin incluirla, Pagador y La Palma. Lanza esta última tesis fundamentado en la excavación de Francisco Giles Pacheco en 1995, en los aledaños de la calle Placilla, que atisbaba una continuidad de la misma por la Casa de los Leones y el actual Bar Vicente, y la calle Ricardo Alcón (antigua calle Muro), en donde se conservan once metros y medio de muro de origen medieval de casi dos metros de espesor. Su factura almohade, anterior a la intervención del rey sabio, sólo refuerza la tesis de su existencia. Alfonso X sólo tuvo que completar el trazado.
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1.385. COMO HA CAMBIADO EL PUERTO (I).
Ofrecemos unas imágenes de diferentes lugares de El Puerto de antaño y en la actualidad, seleccionadas y/o realizadas por el Jefe de Fotografía de Gente del Puerto, Vicente González Lechuga. ¡Como ha cambiado El Puerto!

Calle Fernán Caballero. Bodegas Osborne.

Ayuntamiento y Plaza de Isaac Peral.

Avda de la Estación, antiguo Camino de Urdax. Bodegas e Instituto Muñoz Seca.

Panadería 'La Divina Pastora' en la calle Ganado, vista desde La Placilla.

Calle Luna, vista desde el tramo comprendido entre Larga y Misericordia.

Fuente del Paseo de la Victoria.

Fuente del Convento de Santo Domingo hoy en el Parque Calderón.

La Ribera, restaurantes Flores y Los Portales.
1.384. EMPLEADOS DEL CASINO BAHÍA DE CÁDIZ. AÑO 1995.
La fotografía de convivencia de los empleados del Casino Bahía de Cádiz en la Navidad de 1995, tomada en el Hotel Santa María.
Pulsar sobre la imagen para agrandarla.
Enrique Cairon, Francisco Delgado Márquez, Gallardo, Ex de Milagros, Sra. de Gallardo, Kiko, Milagros Galvez, Juana Garcia, Francisco Corbeto, Paco Pinto, Willy, Pepe Salguero, Ana Borrajo, Manolo Lojo, Mari Alfonsin, Recordado Pombo, Maria José, Carlos Abollado, Enrique Blanco, Maria Victoria Morillo Sanchez, Jose Luis Romero Sanchez, Manolo Justo, la mujer de Romero V., Manuel R. Alejo, Ramón Serrano, Manuel R. Verdu, Paco Cantero, Antonia Peinado, Juan Figueroa, Manolo Perez, Paco Sanchez-Romate, Lola Facio, Francisco Javier Ameneiro Rodríguez, Juan Luis Partida Lopez, El Chirri (Mago), Alfonso Sendra, Ramón Romo Palacios, Pepi Rodriguez, Rafael Martinez, Miguel Morató.
1.362. AGUSTINA PÉREZ SÁNCHEZ. De los Pérez de toda la vida.

Agustina Pérez Sánchez nace el 1 de septiembre de de 1947 en el número uno de la calle Santa Clara, tercera de los diez hermanos que tuvieron el matrimonio formado por el vasco Miguel Pérez Peral y la porteña, perteneciente a la familia propietaria de 'La Fuentecilla' Paquita Sánchez Sánchez, de familia de montañeses. El matrimonio fue fecundo, 10 hijos: Miguel, Francisca, Agustina, Andrés, Emilia, Pepe, Juan Luis, Felix, Ricardo y Jesús. Juanlu, Ricardo y Jesús viven y trabajan en Mallorca y Francisca en Sevilla.

En la imagen vemos a la abuela de Agustina, su padre Miguel y a su derecha nuestra protagonista y algunos de los 10 hermanos. A la derecha, la madre, Paquita Sánchez Sánchez, descendiente de montañeses que fueron propietarios de 'La Fuentecilla'.
DEL NEGOCIO DE LA FRUTA.
Afirmamos que Agustina pertenece a una extensa saga de Pérez, que llegaron aquí el siglo pasado procedentes de la aldea vizcaína de Zalla, perteneciente a la Mancomunidad de las Encartaciones. Se establecieron primero a Cádiz y luego en El Puerto de Santa María, con el negocio de las frutas. Eran cinco hermanos en El Puerto y uno, Ricardo, que permaneció en su población de origen. Miguel, el padre de nuestra protagonista era el conductor del camión (formando la familia Pérez Sánchez, con 10 hijos como se ha dicho); al frente del depósito de frutas estaba Pepín (formando la familia Pérez Enrique, con 4 hijos); en las oficinas estaba Felix (formando el la familia Pérez Izquierdo, con 9 hijos); y las dos hermanas Sara y Eleuteria que regentaban la Frutería Pérez Peral, primero en la calle Larga, donde estuvo Telefónica junto al refino de 'Las Novedades' (ver nótula núm. 048 en Gente del Puerto) y mas tarde en la calle Ricardo Alcón, Correo o Muro.

Agustina está en la fila inferior, la sexta por la izquierda, en el desaparecido Colegio San José, conocido como el Asilo de Huérfanas, hoy traslocado en la zona nueva con el nombre de Luisa de Marillac. Curso 1950-51.
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