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El Kiosco de Pasage fue inaugurado el 2 de julio de 1933. El local fue adquirido por los hermanos Manuel y Fernando Pasage en Sevilla, en donde prestó la misma función de kiosco de bebidas durante la Exposición Iberoamericana de 1929, acontecimiento para el que se construyó. La fotografía es del 29 de marzo de 1970, año en el que fue cedido al Club Taurino Portuense.

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De izquierda a derecha: Rogelio Sánchez Reina; Ramón; niño desconocido; 4 desconocidos, incluyendo al sentado detrás con gorra; Fernando Camacho Aguilar; Francisco Bernal Genaro “Paco Ragel”; Tadeo Sánchez; Victoriano Martínez González (Padre de los de Verinsur); Francisco Abadía Barriola. Jugando al dominó: Luis Prieto Rodríguez; desconocido; Fernando Pasage Sánchez; José Cuevas Flores “El Aguja”.  /Foto: Rafa. Colección Vicente González Lechuga.

Enrique Pérez Fernández, en su libro ‘Tabernas y Bares con Solera’ nos dice: “Usted, amigo lector, de ser portuense o antiguo visitante de esta ciudad, sin duda recordará y tendrá presente en su retina un bonito kiosco que existió en el Parque, aquel que tenía un zócalo de azulejos sevillanos y el cuerpo, con estructura de hierro fundido, acristalado. Durante muchos años fue uno de los elementos más característicos y atractivos del lugar. Lo desmontaron en 1991, cuando hacía unos 20 años que su propietario, Fernando Pasaje Sánchez, lo había cedido para convertirse en la sede del Club Taurino portuense. En sus últimos tiempos se encontraba abandonado, presentando un lamentable aspecto de conservación y siendo ocupado y destrozado por drogadictos, situación ante la que las autoridades municipales se decidieron por desmantelarlo. Medida, tal vez, un tanto apresurada dado el interés patrimonial y sentimental que representó para muchos portuenses este popular kiosco”.

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La imagen está tomada en el Parque Calderón por un grupo de amigos que paraban en el desaparecido Bar ‘La Colmena’ en la Ribera del Marisco, esquina a Puerto Escondido, donde José Luis Jiménez Alcázar tuvo unos años el restaurante ‘Pescados Capitales’.

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De izquierda a derecha y de arriba abajo. De pie, José Trujillo Pérez, Antonio Márquez Neto, José Antonio Cuevas Flores, desconocido detrás de Cuevas, Juan Antonio Valimaña González, desconocido, Rogelio Sánchez Reina, Ramón, desconocido. Agachados: Antonio Jiménez Zambrano, Manuel Trujillo Pérez, José Dandy y José Cuevas Mateo. /Foto: Colección Vicente González Lechuga.

«La Colmena, así bautizada por la que apareció cuando se hacían obras para inaugurar el local en 1921. La abrió en marzo del año siguiente, en aparcería con Fernando Franco, Antonio Márquez García, permaneciendo en manos de su hijo Antonio hasta 1987. De la aceptación de sus exquisitos caldos, criados en la bodega que tenían al conde de Puerto Escondido, valga contar la fidelidad de aquellos cuatro barberos jerezanos que solían venir a El Puerto exclusivamente a tomar una cuantas ‘chicas’ en La Colmena. Pero venían y volvían, que es lo meritorio, en bicicleta, cuanto la autovía era ‘la trocha’. Fue costumbre que en la puerta del local, según nos describió Ángel Lozano, «--Se vendiera pescado fresco, y también otras cosas variadas, pues allí paraban muchos charangueros que un día traían una maceta de espárragos, y otro coquinas, o pajaritos. La gente tomaba vinos de calidad y a buen precio. Chicas o medias chicas de fino, manzanilla o moscatel, acompañadas de unas tajaítas de ‘garfin’ [delfín], a las que, sobre un papel de estraza, se le añadía sal gorda». /Texto: Enrique Pérez Fernández.

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Fachada de Estudios Pantoja cuando estaba situado en la calle Larga, donde luego fueron los muebles y, con posterioridad una entidad bancaria. En la planta superior se encuentra en la actualidad la Sala de Esgrima 'Adalid'. La ciudad siempre contó con buenos y prolijos estudios de fotografía regentados por profesionales independientes e innovadores que desarrollaron una intensa actividad.

Según dicen los decires los fotógrafos de estudio o de galería como también eran llamados, siempre fueron un miembro más de la familia, teniendo en cuenta que cámara en mano se encontraban en los acontecimientos más sobresalientes de la misma, en todo un recorrido de la vida de lactantes a senectudes.

Era la época donde se iluminaba para embellecer con naturalidad, se revelaba el material con recelosas fórmulas químicas aprendidas de antaño, se retocaban las placas a mano con pinceles de un solo pelo y sobre todo donde la figura del fotógrafo en la sociedad era un hermoso y respetado oficio nada desvirtuado.

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A la izquierda, Estudios Pantoja en calle Ganado. A la derecha José Pantoja Leal en los años 20 del siglo pasado.
ESTUDIOS PANTOJA.
Fundado por el asidonense José Pantoja Leal (1907-2000). Hombre versátil que además de la fotografía se dedicó a la representación de máquinas de coser Singer, a los créditos Rucas e incluso al mobiliario del hogar. El estudio fotográfico primigenio se encontraba en la calle Larga 80, donde además de atender a los portuenses, se destaca la intensa actividad realizada en los inicios de la Guerra Civil en 1936 para los carnets de afiliación de los soldados (muchos de ellos italianos). Con posterioridad el oficio lo aprende y lo ejerce hasta los años 90 su hijo mayor José María Pantoja del Puerto (1928-2001), que trasladado en calle Ganado 14, sigue realizado hasta su jubilación fotografías para las tarjetas de comuniones y álbumes de bodas.
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A la izquierda, Antonio García fundador de estudios Garpre . En el centro con su esposa y retocadora Presentación Cómez Oller en los años 60 y a la derecha su hijo Manuel.
ESTUDIOS GARPRE
Fundado el 1 de abril de 1960 por Antonio García Estévez (1920-1990) y en la que ayudaba siendo una magnífica retocadora su esposa Presentación Cómez Oller (de ahí el nombre Garpre, de García y Presentación). El estudio estaba ubicado en la calle Luna 5. Se especializaron en retratos y recién casados (antes los novios se desplazaban al estudio fotográfico nada más terminar la ceremonia). Andando el tiempo es su hijo Manuel García Cómez (1945) quien además de realizar las labores propias del estudio, comienza a trabajar en el exterior del mismo para el Club Mediterráneo, la firma bodeguera jerezana González Byass o el parque acuático entre otros clientes con los que mantiene una larga relación laboral. La actividad de Estudios Garpre concluye en 2003, pero debemos mencionar en este sentido que existe una tercera generación de fotógrafos en la figura del hijo de Manuel García, Victor M. García Ruiz (1974) pero ya bajo la denominación comercial de Fotoartistica Oller (que toma el apellido de su abuela) y que actualmente se mantiene en activo en la Avenida El Tejar 10.
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Cinephot: a la izquierda y en el centro Antonia García Morales a mediados de los 70 y a la derecha el fotógrafo Antonio López Morilla
ESTUDIOS CINEPHOT
Fundado en 1975 por Antonio López Morilla (1926-2000), su esposa Antonia García Morales (1937) y su hermano José María (1942-1988). Dos años antes se instalan aquí venidos de la ciudad marroquí de Fez residentes desde 1960, donde ya tenían dos estudios fotográficos. Con anterioridad habían viajado por Francia y Argelia donde Antonio realizaba fotografías de reportaje y moda que se publicaban en las revistas ilustradas del momento.
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Fotografías realizadas por Antonio López Morilla fundador de Cinephot.
En 1973 llegan a El Puerto y compran un local en calle Larga 84 para instalar un completo estudio con todos los adelantos técnicos: fondos pintados, cámara de placas Sinar 9x12 y Rolleiflex 6x6, un laboratorio a color…etc, así como la venta de material para aficionados que demandaban películas y revelados de copias, quedando divididas las funciones en Antonio como fotógrafo, realizando fundamentalmente retratos, bodas, bautizos y comuniones, José María en el laboratorio revelando las copias y Antonia, de gran personalidad y don de gentes, en la atención al público y como ayudante de su marido en el estudio. Cinephot es actualmente el estudio fotográfico más antiguo de la ciudad ya que sigue en activo gracias a la figura de José Luis Ramos Cairón y Ana María Guerrero García (sobrina de los fundadores), de los que hablaremos más adelante, en una siguiente entrega. /Texto: José Antonio Tejero.

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Estoy cansado de leer quejas. Leas lo que leas y dondequiera que lo leas, la queja está servida. A veces es por la pesca, por el vino que no se vende, por los monumentos que se caen, por las palmeras desmochadas, por la limpieza de las calles, por la soledad del Puerto… He querido abstraerme de todo eso y escribir algo positivo. Destacar, en la medida de lo posible, lo intangible que nadie nos podrá arrebatar, ni siquiera la crisis. No trato de vender nada, ni promocionar para levantar nada… Simplemente he querido ver con ojos optimistas lo que tenemos. 

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PLAYA DE LA PUNTILLA.

Bañado de horizonte, en las dunas de poniente, renazco al eterno presente del ayer. Lleno de luz y poesía, sumergido en la profundidad de esta mañana prodigiosa, todo es calmo. Intensamente sereno y azul. Manso y hueco. Siento hambre de espacios abiertos, de tiempos mágicos, y de hechizos que tornen mis ojos caducos en alma marinera.

Transformado, tal vez evoquen añoranzas dormidas en mi memoria de niño. Entonces, como orilla marchita y reseca, me dejaré envolver por el viento y el rumor del oleaje. Rejuveneceré empapado de anacaradas olas que van y vienen. Oleré a espuma, a salado, a mar inabarcable. También a cañas, retamas y zarzas, a floresta de mayo y a pinos piñoneros.

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La marea, implacable, sube o baja con la cadencia de un tiempo medido en espacio. Los vientos, que aquí soplan de poniente y levante, cubren de confusa arena las escolleras que el mar descubre. Aún son cobijo de camarones y alevines; cimiento de lapas y ostiones; de vez en cuando un cangrejo oscuro, de los llamados moros, asoma sus pardas antenas y regresa a la seguridad de su improvisada cueva.

Desde donde estoy, distingo setos cuajados de pitas, uñas de león e incipientes palmeras. El paisaje, que siempre fue rebelde y libre, se muestra así exótico y prestado.

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En mi memoria, veo casetas de rayas azuladas y rojas, combinadas con tiras blancas. Y chiringuitos de madera y toldos, con olor a sardinas asadas, a piriñaca y a tortilla de patatas; tintos con sifón, vermuts, cervezas y mucha agua bebida a chorro de un búcaro sudoroso. Con juegos de pelota, la chiquillada, traviesa y laboriosa, hollaba el paisaje ralo de arena caliente. Al bajar la marea construíamos castillos con princesas y caballeros, pozos sin fondo y montañas volcánicas que nuestros padres ahuecaban para que el humo de unos periódicos quemados, produjese la fantasía de una erupción. Cuando los sueños se cumplían, corríamos al agua, desoyendo los gritos de aviso sobre el tiempo incumplido de la digestión.

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También era el tiempo del veraneante que inundaba las calles de faldetas multicolores o pantalones cortos y alpargatas de plástico. Copaban bares, buscando el pescaíto frito y el marisco.

¿Qué ha cambiado?

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El agua del mar sigue estando fría. Inunda con la misma cadencia de entonces la orilla de esta playa que siempre fue del pueblo. Y las olas aún rompen miles de veces el manto azulado del inmenso paisaje que puede contemplarse desde la atalaya de esta duna de poniente que ya pisé antaño.

Entonces, abstraído de todo, me siento poderoso y pienso que nadie podrá quitarme el placer que disfruto ahora. Ni la crisis provocada por estos políticos ineptos y chupones, ni el estado ruinoso de las cosas. Comprendo que el tiempo pase inexorable, y a su paso deje murmullos de vida que buscan un mañana siempre incierto. No me dejo llevar por los quejumbrosos graznidos de gaviotas que siguen cruzando el cielo de esta mañana de mayo.

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Inamovible, sobre la duna de poniente, respetado por el apacible sol matinal, sueño que siempre me quedará la tierra, el mar, el sol, el paisaje que conforman… Sé que no es el paraíso terrenal, pero se le parece. Ni siquiera es una de esas islas remotas, bordeadas de cocoteros y turistas atiborrados de mojitos. No me importa. Quiero a este pueblo, sencillo y colorista. Mi pueblo: El Puerto de Santa María.» /Texto: Álvaro Rendón Gómez. 

justinocastroverde__puertosantamariaHace unos días escuché decir "La culpa la tiene Castroverde". Y, la verdad, hacía tiempo que este dicho que se hizo proverbial en nuestra Ciudad no lo escuchaba. Pero es que hay dichos y giros que han dejado de usarse, o si se usan, la gente que los oye, no les dan el sentido, ni saben su significado.

"La culpa la tiene Castroverde". Es un dicho portuense con personaje, como aquellos dichos que Don Luis Montoto Raustentrauch estudió en su rara obra de "Personajes, personas y personillas que andan por tierras de ambas Castillas" (Sevilla, 1902): refranes, dichos y proverbios en que se cita a una persona, verbi gratia, "Eres más feo que Picio" y daba toda una papeleta erudita sobre el personaje.

Pues bien, en El Puerto siempre, al menos desde finales del XIX, se le ha echado la culpa de todo a Castroverde. ¿Pero, quién era el tal Castroverde? Pues era don Justino Castroverde y García, natural y vecino de esta Ciudad desde el 2 de febrero de 1876, en que nació, hasta el 19 de diciembre de 1956, en que falleció, después de una azarosa vida.

Fue pionero de la fotografía en nuestra Ciudad, arte que aprendió del gaditano Reymundo, magnífico fotógrafo que se había formado en Barcelona y París. Castroverde tuvo su estudio en la portuense calle Castelar, 32 (Neverías), laboratorio de donde salieron las mejores colecciones de vistas de nuestra Ciudad y donde acudían toda clase personas a quedar inmortalizados ante la cámara de Castroverde.

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Escena costumbrista tomada por Castroverde en la Playa de la Puntilla. /Foto: Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

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Foto profesional de Castroverde: escritorio de Bodegas Osborne. 1948. /Colección J.M.M.

Era muy apreciado en los retratos de niños de poca edad, a los que colocaba, encueritos vivos, sobre un cojín de terciopelo inevitablemente. También de niños de Primera Comunión, de novios en las bodas, de bautizos... y de toda clase de actos sociales.

Pero el dicho viene de lo repetido por las madres cuando mostraban las fotos de algún hijo particularmente feo. Ya se sabe aquel otro dicho de que "A nadie le huelen sus propios peos, ni les parecen sus hijos feos". Pues bien, ante la fotografía de un niño feo, feo, pero feo, la madre, al enseñarla, se justificaba: "¡Hay que ver cómo ha sacado a mi hijo Castroverde!", a lo que el interlocutor o la interlocutora respondía sarcástico/a: "La culpa la tiene Castroverde". Y el pobre Justino Castroverde, como un nuevo Redentor, ha cargado sobre sus hombros, desde finales del XIX, con todas nuestras culpas y deslices. Porque cuando no hay a quien echarle las culpas, aquí, en El Puerto, se le echan a él, inevitablemente. /Texto: Luis Suárez Ávila

Más información de Castroverde en GdP. Nótula 705.

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El 8 de diciembre de 1955, El Puerto vivió un día religioso propio del nacional catolicismo que imperaba en la época: la procesión de la reliquia de San Ignacio de Loyola, que fue exhibida entre el Ayuntamiento, la Iglesia Mayor y el Colegio de los Jesuitas.

Puerta del Ayuntamiento de la Plaza de Isaac Peral. De izquierda a derecha, el Rector del Colegio Noviciado de los Jesuitas, José Gómez Crespo, S.J., el Diácono Salvador Loring, S.J., la reliquia de San Ignacio de Loyola portada por el Cura Párroco de San Joaquín y Arcipreste del Partido, Manuel Salido Gutiérrrez, el Subdiácono Eduardo Fernández Figares, S.J. Detrás el sacerdote Mayor Superior de los Padres Agustinos y otro que le acompaña. A la lado de la columna, en la escalera, el conserje del Ayuntamiento José Valiente Moreno. Abajo, entre el clero, Antonio Castillo Güelfo. 8 de diciembre de 1955. /Foto: Emilio Rasero. Colección Manuel Girón Ceballos. Proceso electrónico: V.G.L.

A las 13 horas de aquel día de diciembre era recibida en la plaza de Isaac Peral la reliquia, con asistencia del Ayuntamiento bajo mazas, autoridades, colegios oficiales y particulares, siendo trasladada en procesión --en coche de Caballos de la Vda. de Terry portada por el arcipreste Manuel Salido y el cochero José Buhigas-- a la Iglesia Mayor donde fue expuesta


Llegada de la Reliquia de San Ignacio de Loyola a la Plaza de la Iglesia en coche de caballos. Al lado del niño con gafas está José Caamaño Camacho, trabajador de Bodegas Terry; fue Hermano Mayor de la Flagelación, muy relacionado con la parroquia de San Joaquín. Revestidos de dalmáticas a los lados del coche de caballos cedido por Isabel Merello, Vda. de Terry, parte derecha, Salvador Loring, S.J., portando la reliquia de San Ignacio de Loyola, Manuel Salido Gutiérrez, parte izquierda, Eduardo Fernández Figares, S.J. El cochero es el célebre José Buhigas Simeón, conductor de las calesas de Terry tiradas por caballos carrujados del Hierro del Bocado.  /Foto: Emilio Rasero. Colección Manuel Girón Ceballos. Proceso electrónico: V.G.L.

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En febrero de 1933 ocurrió en El Puerto un hecho singular; por no habitual, extraordinario: entre el fango del dragado del río vaciado entonces en la banda del Coto se hallaron numerosas monedas de oro. Y claro…, se lió. La noticia corrió por toda la ciudad, y aquello se puso de bote en bote.

8 de febrero de 1933, el gentío rebuscando monedas de oro en la otra banda. /Foto: Justino Castroverde.

Lo contó la Revista Portuense el día 8: “Es estos días motivo de gran animación el lugar donde se vierten los fangos extraídos por la draga en sus trabajos en nuestra ría. Siendo varias las personas que han hallado allí monedas antiguas de diversos metales, la afluencia de los buscadores ha sido tal, que se interesó por los encargados de la draga la concurrencia a aquel lugar de fuerzas de la guardia civil, que actuó ayer en tal sentido.” Al día siguiente se añadió que “a juzgar por la fantasía popular, no son ya docenas ni centenares, sino miles las monedas y otros objetos de oro hallados en aquel lugar. Se cuenta de multitud de monedas encontradas así como de que algunas han sido vendidas a muy buenos precios. Lo que sí hay de cierto en el caso, es que aquello ofrece un aspecto muy pintoresco, siendo numerosos los grupos de criaturas de todas las edades y sexos que actúan activamente en el fango, esperanzados en hallar alguno de los codiciados discos”.

Como era acostumbrado, los depósitos de la draga se volcaron en el entorno del Huerto Jarilla (venta La Palmera), el Campo del Cuvillo y la Casa del Faro (demolida en 1998), en una orilla aún no canalizada –se construirían en 1951- con murallas. Y fue usual que al modo de los viejos chamarileros, algunos portuenses se buscaran la vida llenando sacos con cáscaras de ostiones y otros moluscos que vendían en la fábrica del guano que a comienzos de los últimos años 50 se abrió enfrente, donde está Bahía Mar. (Alguien me contó que un popular portuense –omitiré el nombre- tomó el hábito de entrar en la fábrica cargando el correspondiente saco de ostiones del Cerro Jarilla, y tras pesarse y pagársele por kilo lo vaciado, se iba, volvía para colarse sigilosamente al almacén, llenaba el saco, volvía a salir y al ratito entraba con el mismo saco de ostiones. Pura picaresca.) /En la imagen, dobla nazarí de Muhammad XII (Boabdil), emitida en 1482-83. Museo Arqueológico Nacional.

Tras el hallazgo de las monedas, de inmediato, la autoridad competente –la Subdelegación Marítima- fijó un edicto instando, como estaba prevenido, a que las monedas se depositaran en su sede, recompensándose en metálico a sus descubridores. Sólo nos consta que se entregaron 16 monedas en cinco entregas. Pero las monedas exhumadas fueron muchas más.

En aquel febrero del 33, El Puerto atravesaba una profunda crisis económica y social, de pura subsistencia para las clases populares. Se vivían tiempos –no sólo en El Puerto- conflictivos, tensos, de manifestaciones callejeras y conatos de violencia. (No hacía un mes que el levantamiento anarquista en Casas Viejas había sido criminalmente reprimido.) A cuenta de las monedas, hasta alguna puñalada se cruzó entre dos gitanos de la calle Lechería, Cabete Chico y Jeromo (a quienes, no obstante, a los pocos días, reconciliados, cogieron robando gallinas).

En éstas andaba la ciudad cuando la draga Guadarrama y la fortuna volcaron en la orilla de ‘la otra banda’ un tesorillo de monedas de oro, probablemente procedente del cofre de un barco hundido en la secular barra del Guadalete en los primeros años del siglo XVI.

Portada de Diario de Cádiz, dedicada al suceso.

LAS MONEDAS.

Ciertamente, el conjunto monetario encontrado fue un hallazgo importante, de calado, siendo aún hoy un referente de la numismática nacional. Nunca se sabrá cuántas monedas aparecieron. Hipólito Sancho las cifró en unas quinientas. Muchas fueron compradas por un portuense (silenciaré también su nombre) de acomodada posición, al que algunos pícaros pretendieron dar gato por liebre ofreciéndole objetos metálicos que tenían en sus casas, más viejos que antiguos.

Numerosas piezas pasaron por las manos de coleccionistas y cambistas de Cádiz y Madrid. Algunas se subastaron en Amsterdam. Otras se depositaron en el Museo de Cádiz, en la Real Academia de la Historia y en el Museo Arqueológico Nacional. Un conservador de éste, Felipe Mateu y Llopis –uno de los más reconocidos numismáticos de la época-, pudo examinar en torno a un centenar y publicar un estudio sobre ellas (que hace años localizamos en una librería de viejo, en Madrid).

...continúa leyendo "1.727. AQUELLOS DUCADOS ANTIGUOS. Los ‘Duros Antiguos’ de El Puerto."

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Se cumplen hoy 205 años de la heroica muerte de Luis Daoiz y Torres, capitán del cuerpo de Artillería al mando del cuartel de Monteleón en esa fecha, 2 de mayo de 1808, y uno de los primeros oficiales, junto con Velarde y el teniente Ruiz  que se rebelaron contra el ejército francés y perecieron en el empeño. Con solo cuatro cañones y una pequeña dotación de hombres intentó impedir la toma del parque artillero bajo su mando por el Ejército Imperial francés que, vista la resistencia, llegó a acumular hasta dos mil infantes en aquel lugar. Defendió, sable en mano y a pecho descubierto, la posición de su batería artillera recibiendo numerosas heridas de bayoneta, siendo trasladado gravemente herido a su domicilio particular, donde expiró, siendo enterrado inicialmente en la iglesia de San Martin. En la actualidad sus restos reposan en el monumento a los Héroes del Dos de Mayo, en el paseo del Prado madrileño.

SU PADRE, DE EL PUERTO.
El objeto de esta nótula es dar a conocer la vinculación de este patriota que nació en Sevilla el 10 de febrero de 1767 con El Puerto de Santa María.  La más importante, sin duda, es la filial, pues su padre Martín Daoiz Quesada había nacido en esta ciudad. Y también es significativo que su primer destino profesional, cuando salió con el grado de Alférez del Real Colegio de Artillería de Segovia, en el que estuvo como cadete seis cursos, con veinte años recién cumplidos, sería El Puerto, incorporándose al batallón del Regimiento de Artillería que tenía su sede en el cuartel de la plaza del Polvorista.

El Cuartel de Artillería de El Puerto en la plaza del Polvorista, donde tenía su sede el batallón del Regimiento de Artillería a donde se incorporó Luis Daoiz como primer destino profesional con el grado de Alférez.

Formando parte del mismo participó en la defensa de las plazas de Ceuta y Orán y también en la Guerra del Rosellón donde fue hecho prisionero y trasladado a Tolouse (Francia), siendo liberado tras la firma, en 1795, de la Paz de Basilea, retornando a su destino en El Puerto, ascendido por entonces al grado de teniente.

La última década del siglo XVIII fue una etapa bélica de nuestra historia, plagada de escaramuzas navales contra los ingleses. La Armada debió recurrir a oficiales artilleros del Ejército para completar las dotaciones de sus navíos de Guerra, siendo Daoiz uno de ellos. Le confiaron el mando de una tartana cañonera que participó en la defensa de Cádiz frente al bloqueo y sitio que hicieron los ingleses en 1797, con Nelson a la cabeza.

La escuadra de Nelson frente a las costas de Cádiz.

...continúa leyendo "1.723. LUIS DAOIZ Y TORRES. La conexión portuense de este héroe de la Guerra de la Independencia."

El diseñador portuense solo recibió un encargo municipal en vida para realizar el anuncio de la fiesta. El cartel premiado en 1964 sirvió para anunciar la Feria de ese año. /En la imagen, el artista, en una fotografía de la Fundación Manolo Prieto.

Fue en El Puerto, en la casa natal, de la que su abuela era casera -portera- donde Manolo Prieto descubre el primer cartel, que tanto le impactó, y que según me confesó, en una de nuestras largas charlas, recordaría durante toda su vida. Se trataba del cartel anunciando los Chocolates Matías López, para el que el empresario gallego contrató a Ortego y Vereda, creando éste unos cartones que pasarán a la historia de este país por ser los primeros carteles publicitarios que se pueden considerar como tales.

Ya se dice en la Biblia: "Nadie es profeta en su tierra." Y, en Manolo Prieto se cumple esta rotunda sentencia, pues siendo el mejor cartelista nacido en El Puerto, y de los más premiados y prestigiados en nuestro país, sólo en una ocasión los regidores de su ciudad le encargaron un cartel de Feria.

Fue en enero 1953 cuando nuestro Ayuntamiento le solicitó la realización de un cartel para la edición de la Feria de Primavera de ese año. Por dicho encargo le fue abonada la cantidad de 2.000 pesetas de la época. Este será el cartel reeditado para anunciar la Feria de Primavera y (aunque no se mencione en el mismo) 'Fiesta del Vino Fino' del pasado 2012. Ya desde 1994 nuestra Feria de Primavera lleva el añadido de Fiesta del Vino Fino.

Este cartel fue sido cedido gentilmente por sus herederos, a petición del Ayuntamiento, para conmemorar el centenario del nacimiento del artista portuense que se cumplió el pasado 16 de junio de 2012.

Cartel originalísimo, el que anunciaba la Feria de El Puerto. Cartel de tintas planas, en tres planos superpuestos, donde aparecen caballos, jinetes y amazonas. Cartel que nos recuerda una portada de la revista Blanco y Negro, aparecida en 1930 -año de la llegada de Manolo a Madrid-, obra del artista Enric Climent, que suponemos llegó a ver Prieto, y es posible le quedara grabada en la retina y años después le inspiró este cartel.

Se puede decir que este cartel es uno de los más importantes e innovadores en toda la historia de la cartelería de la feria portuense, pese a lo elemental de su concepción, y al mínimo de líneas y colores. Glosando su obra, el subdirector del Museo de Arte Moderno de Madrid e ilustre crítico de arte Gil Fillol, decía: "Cada idea la viste con la jerarquía y dignidad que le corresponde, pero sin uniforme. Para cualquier género grande o chico está perfectamente capacitado. De sus lápices puede salir una ópera, un poema sinfónico, una zarzuela o un sainete; o lo que es lo mismo, una decoración mural, un cuadro, un cartel o una viñeta".

Ese mismo año un cartel de Manolo Prieto anunciaba la Gran Corrida Extraordinaria de la Beneficencia de Madrid.  Durante las décadas de los 50 y 60 varios carteles suyos fueron premiados y anunciaron esta emblemática corrida madrileña.

Decíamos que solo un cartel se le encargó a Manolo en vida. Pues el segundo cartel de Feria que lleva su firma lo consiguió en un concurso convocado por el Ayuntamiento en 1963, para anunciar la Feria del año siguiente. Así en enero de 1964 se falló el premio, resultando ganador nuestro paisano, por la obra titulada Cascabeles de Feria, con un premio en metálico de 5.000 de las antiguas pesetas. Años después, el mismo nos explica su cartel en estas pocas palabras: "Cartel muy localista y lleno de alegría. Con un poco de voluntad se pueden escuchar hasta los cascabeles."

El segundo premio fue para José Alvarez Gámez -artista que anunciaría la feria del puerto en las ediciones de 1957, 1962 y 1966-. Y el tercer premio sería para Rafael de los Santos Márquez.

Manolo falleció el 5 de mayo de 1991, tres días antes de que se encendiera el alumbrado de la feria portuense. Pero no sería hasta seis años después cuando el Ayuntamiento decide que la feria se anuncie con una obra suya. Tuve el inmenso honor de que me encargasen el cartel de 1996, un año después de uno de Juan Lara y un año antes que el de Manolo Prieto.

Y, para esa ocasión de 1997, se tomó como punto de partida, uno de los minúsculos bocetos que Manolo realizó, en 1970, para anunciar el Fino Quinta. Se amplió dicho boceto, se le cambió el color del etiquetado de la botella, añadiéndole a ésta, la leyenda de 'Vino Fino de El Puerto'.

Sirva la reedición de este cartel de 1953, que anuncia este año nuestra Feria, y la efemérides de su centenario, para recuperar la figura de Manolo Prieto, haciendo realidad la ansiada Fundación que lleva su nombre, y para la que el artista donó, en 1988, millares de obras -entre carteles, cuadros, medallas, discos, revistas, libros, incluidos los pequeños bocetos-, y que esperan el sueño de los justos, para su exposición permanente, desde los depósitos municipales y su domicilio madrileño.

Que al fin se haga justicia con nuestro artista, y pronto en El Puerto podamos dar un rotundo mentís a la sentencia bíblica, y Manolo Prieto sea profeta en su tierra… (Texto: Francisco M. Arniz Sanz).

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De la Sociedad Filarmónica o la Banda de Rocafull, desde Rufoni a Veneroni, desde Banda Municipal de Música que poco tiempo fue a lo largo de  su historia, desde la Agrupación Musical Portuense a Banda de Música ‘Maestro Dueñas’ esta es la historia de mas de siglo y medio de música en El Puerto. Hoy cuentan con 97 músicos.

Fue un hecho relevante para la vida cultural y festiva de El Puerto de Santa María  la fundación en 1853 de la primera banda de carácter municipal con la que contó la Ciudad. Desde entonces las bandas militares que hasta entonces ofrecían los conciertos dejaron su lugar, aunque no del todo, porque nunca faltó de vez en cuando su presencia, a las diversas bandas municipales que con los años se sucedieron.

La Banda Maestro Dueñas, en la actualidad. 

Tuvo carácter de municipal aunque no en toda su historia lo mantuvo; más bien al contrario. Las arcas municipales nunca estuvieron lo suficientemente llenas como para acoger a los componentes de las bandas como funcionarios municipales. Sí, a veces, al director. Lo habitual fue llegar a acuerdos precisos por los que las bandas, a cambio de ayudas económicas aportadas por el municipio (para la compra de instrumentos, uniformes...), se comprometían a actuar en determinadas festividades religiosas y civiles y en actos y actividades puntuales.

La Banda, dirigida por José Joaquín Barba Rocafull, sentado, el segundo por la derecha. Fotografía Colección de José Joaquín Sánchez Sena. Ultramarinos La Diana.

Así ocurre con la banda ‘Maestro Dueñas’ desde que se fundara como tal en 1994 con el carácter de ‘asociación cultural sin ánimo de lucro’. No obstante, todas las bandas que se sucedieron desde 1853 hasta nuestros días, aunque en sí no lo fueran, se presentaban como banda municipal, la banda de la ciudad, como ha venido ocurriendo en la mayoría de las bandas que en el mundo han sido y son.

Componentes de la Banda de Rocafull, en la sede de la Academia de Bellas Artes, cuando la sede estaba en Santo Domingo. Foto Colección Familia de Manuel Ramos Arena.

Las diferentes etapas que vivieron las bandas de música, marcadas por el nombramiento de sus directores, Durante este período y hasta nuestros días han sido numerosos los directores que han pasado por su tarima marcando con su saber hacer los distintos periodos que vivieron las diferentes bandas de música.

1. Juan Rufoni (II-1853 a VIII-1857). 2.  Pantaleón Mendoza, Interino (14-IX-1857 a IV-1858) . 3. Juan Rufoni (9-IV-1858 a 24-V-1858). 4. Pantaleón Mendoza (12-VI-1858 a 28-XI-1859). 5. Honorato Bisbal (27-IV-1861 a XII-1861). 6. Francisco Boussiller (1862 a IV-1874). 7. Sociedad Filarmónica (I-1875 a 19-VI-1884). Presidentes, Juan De Benito y Alfredo de Figueroa. 8.  Domingo Veneroni (19-VI-1884 a 1887). 9. Federico Rotllán, Interino (1888-1889). 10. Domingo Veneroni (1890-1916). 11. Pedro García y García Cacho, Interino (1916). 12. José Joaquín Barba Rocafull (1916-1921). 13. Joaquín Elizondo, Interino (1922-1923). 14. José Joaquín Barba Rocafull (1-II-1922 a 25-VIII-1933). 15. Conjunto Musical Portuense (1-VI-1934 a 1936) Director, Antonio Gabarrón. 16. José Joaquín Barba Rocafull (1-IV-1937 a 1949). 17. Agrupación Musical Portuense (1950). Director, Francisco Dueñas Piñero (1952-1982). 18. Agrupación Musical Portuense. Director, Miguel Leveque.(1982-1989). 19. Agrupación Musical Portuense. Director, Fernando Franco Montero. (1990-1993). 20. Banda ‘Maestro Dueñas’. Director, Juan José Caballero Biedma. (1994-1995). 21. Banda ‘Maestro Dueñas. Director, José Manuel Fernández Pérez.  (1995-1999). 22. Banda ‘Maestro Dueñas’. Director, Cándido Núñez Aguilar (1999-2005). 23. Banda ‘Maestro Dueñas’.  Director, Fernando Franco Montero. (2005-2006). 24. Banda ‘Maestro Dueñas’. Director, José Manuel Fernández Pérez. (2006-2007). 25. Banda ‘Maestro Dueñas’. Director, Javier Alonso Barba. (2008- hasta nuestros días)

La Agrupación Musical Portuense dirigida por el Maestro Dueñas, el tercero por la derecha de la primera fila, ante el antiguo Ayuntamiento, en 1963. /Foto. Rasero.

Sin lugar a dudas, el director más significativo para los contemporáneos fue el maestro  Francisco Dueñas Piñero, persona de un gran y reconocido  prestigio en esta ciudad. Ocupó el cargo desde 1952 hasta 1982, razón por la cual, esta banda, optó por hacerle honor dándole su nombre.

En la imagen, Miguel Leveque dirigiendo la Agrupación Musical Portuense, a su pado por el Ayuntamiento, durante una celebración de la Policía Local.

En el período comprendido entre 1983 y 1989, ocupó el cargo Miguel Leveque. Por discrepancias internas, que no pudieron solventarse, la banda se dividió en dos. Después de unos años de coexistir dos bandas en nuestra ciudad, en 1994 se llegó a un acuerdo con el Ayuntamiento y ambas agrupaciones se reunificaron con el nombre de Banda de Música “Maestro Dueñas”, en memoria del inolvidable músico que dirigió la Banda en las últimas décadas.

José Manuel Fernández Pérez fue el primer director de la banda con su actual denominación. Formado musicalmente en los Conservatorios de Sevilla y Málaga. Antes de recalar en El Puerto de Santa María, fue miembro fundador y director de la Banda “Julián Cerdán” de Sanlúcar de Barrameda, ciudad donde nació. Perma- neció al frente de la recompuesta Banda Portuense hasta 1999, cuando fue nombrado director del Conservatorio de Música “Joaquín Turina” de Sanlúcar de Barrameda. Actualmente es profesor de Clarinete en el Conservatorio Profesional de Música “Joaquín Villatoro” de Jerez de la Frontera.

La Agrupación Musical Portuense tocando delante del Club Taurino, dirigida por el Maestro Dueñas, en 1964. /Foto: Iñiguez. Colección Familia Dueñas Redondo.

A partir de diciembre de ese mismo año y hasta abril de 2005 es Cándido Núñez Aguilar quien dirige a la Banda.  Fernando Franco Montero, actual subdirector, se hace cargo de la dirección de la misma hasta enero de 2006 que vuelve a retomar la batuta José Manuel Fernández Pérez. Desde que fue nombrado director titular de la Banda de Música “Maestro Dueñas”, la agrupación ha mantenido una sólida y creciente actividad musical: interna, con la formación de su academia de música, en la que distintos profesores titulados imparten clases de lenguaje musical, viento madera, viento metal y percusión para adultos y niños, cantera que asegurará la continuidad de la banda; y de cara al público, con la celebración de conciertos, entre ellos, los tradicionales Conciertos de Verano, Semana Santa, Festividad de Santa Cecilia, presencia en los distintos festejos taurinos del coso portuense, etc....

 

El Maestro Dueñas dirigiendo la Banda de Música en los años setenta en la Feria de El Puerto.

Desde enero de 2008 toma la batuta el joven músico sanluqueño Javier Alonso Barba con el que la banda mantiene su creciente actividad y a su vez adoptando nuevas formas que le dan frescura de un director muy joven pero con una dilatada experiencia y brillante trayectoria.

La Banda de Música “Maestro Dueñas”, ha realizado actuaciones en certámenes como los de Sevilla, Lebrija, Aracena, Chiclana, etc.... Y numerosos conciertos con una amplia gama de programas, que abarcan; bandas sonoras,zarzuela, copla, música sinfónica, marcha procesionales, clásico etc.... Cabe destacar la actuación de la banda, en agosto de 2004, en Francia, en la ciudad, taurina donde las haya, de Dax, en el festival anual “Paso Passion” representando a las bandas de España, siendo invitada por el reconocido Teniente Coronel Abel Moreno.

La Agrupación Musical Portuense, en su primitiva ubicación en la Plaza de Toros, delante de la presidencia. Foto: Pantoja: Colección Juan Andujar.

Desde 2008 la banda viene realizando incursiones por diferentes tipos de música tradicionalmente española como son el Carnaval, realizando actuaciones diversas con el gran Coro de Carnaval de la Salle-Viña y, la Copla, montando un espectáculo con el internacional cantante Hakim, el cual está en plena promoción. Éste espectáculo conjunto llevará a nuestra banda por toda la geografía española y marroquí, llevando a gala el nombre de nuestra ciudad. La Banda tiene el orgullo de haber sido la primera y única banda de música de la provincia de Cádiz que ha actuado en el Gran teatro Falla en el tradicional concierto de la Tertulia Cofrade Al Palo, junto al anteriormente mencionado Coro de la Viña, y posteriormente editado en CD por Canal Sur titulado “Cádiz canta la Semana Santa”.

La Banda de Música “Maestro Dueñas” es la banda oficial de la Real Plaza de Toros de El Puerto de Santa María. En la imagen, recibiendo una ovación de el público.

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De pié, de izquierda a derecha, desconocido, Manuel Gago Vélez (padre de Fernando Gago); José Luis Péculo Utrera (Tío Luis); Manuel Ortega Infante, Manuel Rascón García, desconocido. Sentados, de izquierda a derecha, José Manuel Buhigas Cala (padre de José Ignacio Buhigas Cabrera) Julio Gutiérrez Pérez, desconocido, Francisco Renedo, Antonio Pérez. /Identificación V.G.L.

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Dicen, que los niños vienen con un pan debajo del brazo, con la que está cayendo, mejor sería que vinieran  con un Supermercado no les parece? Lo que si vienen a veces,  según  la fecha en la  que nacen, es con un nombre de alguna manera impuesto. A mí  se me antojo nacer  a mediados de Junio y, tuve la suerte de que por la proximidad del Corpus  decidieran llamarme María Jesús --para mí un nombre precioso--, por lo que significa. Estoy segura, que tenían pensado  el nombre,  de algunos  de mis familiares directos, pero al ser la menor de  siete hermanos, ya pocos nombres de parientes quedaban. Pero puestos a pensar, podría haberme llamado: Manuela, Encarnación, Emilia, Luisa, Loreto o Lucía. Todos los habría llevado con orgullo no se crean, pues cada uno tiene unas vivencias y una  historia.

La  más interesante, para mí sin lugar a dudas, es la de Lucia Gabón –-mi tatarabuela-- por la  rama materna. Y es que encierra un halo de misterio,  que   estoy decidida a averiguar. Pues bien,  mi nombre  se decidió, claramente por la fecha de mi nacimiento,  pero no quiere decir que  fuera un ángel, porque fui una llorona de narices, y me  imagino las noches en vela, que sufrieron  mis  pobres padres. Que le voy a hacer, no es cosa de hacerse el harakiri no creen? En fin, no podría haber nacido  en una fecha más bonita y tradicional, claro que ahora, en aras de la modernidad, se están perdiendo muchas de esas tradiciones, porque donde queda el refrán, tres jueves hay en el año, que brillan más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión? Ah, que no lo saben, pues al domingo Ya ven con qué facilidad se cargaron  la tradición y el refrán.

Recordatorios de los años sesenta de clásicos de la pintura.

EL VESTIDO.
Ya desde el mes de abril, tenían en casa todo más o menos ultimado, para mi comunión. En el caso de los niños, era más fácil, bastaba tenerle, su   mudita nueva, el trajecito corto bien escamondado y planchado, sus zapatitos y calcetines blancos muy relimpios,  el misal  y  el cordón con la cruz que habría de ponerse  al cuello. Y  estaban guapísimos! Ya las niñas era, más complicado, no por buscarle a cada una un vestido nuevo, de eso nada! No estaban los tiempos para eso. En nuestro caso fue la Mayor  quien lo estrenó, pero  afortunadamente, los buenos cuidados hicieron que cuando llego a mí, me pareciera, el más bonito del mundo. Este traje, por sí solo, sabía Latín, y es que  había hecho el paseíllo, cinco veces seguidas, y esta sexta vez, casi se podría decir que iba solo. Lo del traje tenia “migas” pues había no solo que tenerlo de un blanco inmaculado, que se tuvo,  también  se almidonó,  al igual que el can-can. El vestido  levemente, pero el can-can,  lo estaba bastante más, pues debía dar volumen al vestido. Claro que lo malo era ese volantito de encaje, que tenia, unas puntillitas,  que con tanta tiesura te arañaba, como si de un gato malhumorado se tratara. Al igual que mis hermanos,  yo también tenía mi muda nueva, calcetines y  zapatos Blancos, guantes y hasta una limosnera.  Yo no llevaría  en el pelo, ni tiara ni ningún roete, solo una moña zapatera, que mi genial vecina Pepa Acosta me había confeccionado para la ocasión. Quien no iba a tener ilusión con todo aquello? Yo al menos sí que tenía la verdad.

Una imagen de primera Comunión: los hermanos Bellvis: Javier y Marisol, única niña por aquello de separar las niñas de los niños; Luis Áspera, Paco Zamudio, Jaime Renedo, Mariano Medinilla, Miguel Lizaso, Javier Díaz, Hörh, Velarde, Julián Flores y otros… Primera Comunión en Las Carmelitas. Mayo 1958.

PREPARACIÓN.
El día anterior, me llevaron  a casa de mis abuelos -vivían en la calle Luna, junto al  Cine Macario- para hacerme unas fotos con el vestido. Prepararon unas cortinas azules, como fondo, tapando, el tablado de madera en el que veíamos las películas gratis claro está, o por la cara, como ustedes prefieran. Me lavaron el pelo, con champú Sunsil al Huevo, especial para pelo clarito, me lo enjuagaron con manzanilla  me lo solearon en la azotea un buen rato y a continuación, me pusieron unos tubos, para que  las puntas del pelo se volvieran hacia atrás con un poquito de gracia. Nada fácil por cierto, porque siempre he tenido el pelo muy liso. Ni que decir tiene que tuve que dormir con los dichosos tubos, no sé de quién fue la idea, pero  realmente a mi no me gustaba, porque al mirarme casi no me reconocía.

EL GRAN DÍA.
Por fin llegó el gran día, Domingo --22 de mayo de 1963--  la cara de mi madre y mi hermana mayor rebosaban alegría, yo creo que ellas tenían más ilusión que yo, que ya es decir! Desde bien temprano empezaron a vestirme, no me dieron ni un vaso de leche, bueno, solo medio, por aquello de que debía ir en ayunas,  cuando por fin estaba lista, recibí mi primer regalo. Mi madre me puso una cadena de oro, con una cruz que desgraciadamente no conservo, pues los amigos de lo ajeno no tienen en cuenta sentimentalismos, y arramplaron con ella, y con otros pequeños tesoros, no por el vil metal, sino por lo emotivo que cada uno fue en un momento concreto de mi vida. Qué le vamos a hacer!

Primera Comunión en la Prioral. De izquierda a derecha, fila superior : Juani Garcia Caraballo, Ana Martinez, Merchi Cañas Bejarano, desconocida,  Ana Sosa, Antonia Yuste. Segunda fila: Milagros Pérez, Tere Gallardo, Paqui Revuelta? Inma Díaz. En el centro, Mari Carmen Herrera y desconocida. Primera fila: Conchi Yuste, Maria Jesús Vela, Nieves, desconocida, Carmen Gago. Nuestros Ángelitos: Ángelita-el apellido creo que es Rodriguez o Gómez- y Marta Cárave Ruiz

...continúa leyendo "1.705. MI PRIMERA COMUNIÓN."

Iniciamos nuestro relato situándonos en los últimos meses del siglo XIX. En estos años todo está en crisis en España y El Puerto no iba a ser una excepción. Las malas cosechas se contabilizan por lustros, originando una gran masa de parados y la consiguiente hambruna. Los temporales se sucedían unos a otros casi sin interrupción, mermando las capturas y propiciando numerosos naufragios que llenaron de luto y miseria a muchas familias marineras. Para colmo de desgracia, el sector vinícola, las numerosas bodegas que habían germinado durante el primer tercio de ese siglo y fueron el motor de la economía local durante muchas décadas, estaba inmerso en uno de los periodos de decadencia que, con carácter cíclico, han sufrido y sufren estas industrias. En líneas generales, este es era el panorama local en el duro invierno de 1899, con las calles portuenses llenas de mendigos y pordioseros de día y bandas de mocosos harapientos y desvergonzados de noche, disputándose las escasas y apuradas colillas arrojadas en la vía pública por los transeúntes. /Sodados en Cuba. Ilustración de José María Bueno.

La otra cara de la moneda la encontramos en algunas familias acomodadas que vivían, generalmente, de las rentas generadas por sus antepasados, a los que se mencionaban en los padrones como de profesión: “propietario” y, también, en las adineradas familias de indianos establecidos en las últimas décadas, los nuevos ricos de la época, alguno de los cuales invirtieron los capitales que pudieron salvar de las antiguas colonias en nuevas industrias o en la adquisición de inmuebles. Ellos, junto con los integrantes de la tradicional clase media: comerciantes, pequeños empresarios, funcionarios públicos, mandos militares y otras profesiones de las denominadas liberales ocupaban la zona céntrica de la ciudad, las calles Larga, Luna, Nevería, Palacio, etcétera… eran socios de alguno de los casinos y solían acudir los fines de semana con sus familias, empavesadas como veleros, a los palcos del teatro en el invierno y al tiro de pichón en el verano. El resto del vecindario local no contemplado en estos “clichés” improvisados, es decir, la gran mayoría de ciudadanos, intentaba sobrevivir de la mejor manera posible, ejerciendo oficios variopintos, “peonás” ellos y “mediosdías” ellas.

Esquina de las calles Ganado y Zarza, donde se encontraba la tienda de montañés donde se ambienta esta historia.

JUAN RODRÍGUEZ ARANA.
De este último universo humano estaba poblado el “Barrio Alto” y, en concreto, la calle Zarza, en la que residían una decena de repatriados de la guerra colonial. En la esquina de esta calle y la de Ganado había una tienda de montañés con puertas a las dos calles; una, por la que se accedía al almacén de coloniales, todo un supermercado de la época, en el que se podía adquirir cualquier género comestible excepto carne, pescado fresco o pan, y la otra puerta era la entrada al despacho de vino y taberna. Ambos recintos estaban comunicados interiormente por una especie de zaguán, utilizado por las amas de casa para comprar de una forma más discreta, sin penetrar en la taberna, bebidas alcohólicas, normalmente vino común para acompañar a las comidas. En un  rincón de la taberna, acodados en el mostrador de cedro ante sendas copas del rasposo aguardiente con que se desayunaban nuestros abuelos encontramos a dos hombres; uno de ellos, el de mayor edad se llamaba Juan Rodríguez Arana.

Era un veterano de la Guerra de Cuba, sargento del Regimiento de Infantería de Soria Nª 9. Había sido repatriado meses atrás, llegando a El Puerto, donde vivía con una hermana mayor que él, casada con un tonelero, -matrimonio sin hijos- en la casa número 55 de la calle Zarza. Le acompañaba un joven soldado de remplazo que aún no había cumplido los veinte años y estuvo tan solo unos meses en aquel infierno antes de ser repatriado. Vecino de la casa contigua a la suya, lo había visto crecer y ahora, compañero de fatigas e infortunios, querían celebrar con otros paisanos repatriados, vecinos todos ellos de la misma calle (Joaquín Ponce de León, que vivía en el nº 7, Enrique Camacho González, en el 15, Ramón Leonisio Mata, en el 28, José Ruibal Rodríguez, en el 30, José González Robles, en el 33, Manuel Ponce Díaz, en el 47, Juan Santilario Renzo, en el 62 y Juan García Martín, en el número 64) a los que aguardaban, el haber regresado y poder contar sus vivencias y penalidades a sus familiares y amigos. /En la imagen de la izquierda, escudo del Regimiento de Infantería Ligera Soria nº9 en el que sirvió Juan Rodríguez Arana.

ANTONIO GALLARDO PEINADO.
Este segundo joven repatriado era Antonio Gallardo Peinado, residente en la casa número 57, segundo hijo del matrimonio formado por Francisco Gallardo Quintelo, maquinista de profesión y Dolores Peinado Sánchez, inquilinos de esa casona junto con la totalidad de su prole que ascendía a seis hijos con edades que oscilaban entre los 24 años del mayor, barbero de profesión y los tiernos tres añitos de la hija más pequeña. La madre, que en esa fecha contaba tan solo cuarenta años de edad, el día que Antonio llegó por sorpresa, sin avisar, estuvo a punto de costarle un disgusto, tanta fue la emoción que sintió. Todo el tiempo que duró su ausencia rumió para sí una especie de remordimiento por no haber movido cielo y tierra en busca del dinero necesario para la redención del hijo, que tan mala suerte tuvo en el sorteo, según pensaba ella. Siendo adolescente –apenas una quinceañera- quedó embarazada del que luego cumpliría y se convertiría en su marido, 30 años mayor que ella, que entonces era fogonero y aunque la familia pudo vivir modestamente bien, con justeza y sin holguras, durante los veinticinco años que llevaba casada, gracias al duro trabajo paterno y la ayuda de los dos mayores en los últimos años, la cuantía del rescate exigido para librar a los mozos destinados a ultramar, que ascendía a 2.000 pesetas, era una cifra excesiva, muy alejada de las posibilidades de la familia. /En la imagen, la casa donde vivió Antonio Gallardo Peinado, antes de su restauración.

Similar alegría experimentaron todos los vecinos de la casa, especialmente las mujeres, cuando abrazaron al Antoñito. La viuda del mirador, que trabajaba de cocinera para adelante a sus tres hijos y estaba haciendo esa mañana una colada en el corralón que servía de lavadero y tendedero, se apresuró a bajar un tazón de caldo de gallina al verlo tan pálido y demacrado y las dos señoras del bajo, curiosamente ambas casadas con sendos oficiales zapateros y cada una con un solo retoño, formaron coro con la madre, los hermanos pequeños y la cocinera y sus hijos, abrumándolo con tantas preguntas y todos a la vez que fue un alivio que llegase el vecino de la casa de al lado y se marchasen juntos a tomar unos vinos, naciendo de este encuentro la idea de reunir a todos los camaradas de la misma calle un día para celebrarlo todos juntos.

Poco a poco fueron llegando los repatriados convocados a la taberna, acompañados de amigos y familiares que deseaban saludar a los demás, añadiéndose otros repatriados que vivían en las calles del entorno: Arena, Yerba, Mazuela, Espelete, Meleros, Ganado… y un buen número de curiosos que pronto hizo que se llenase el local, las aceras y toda la esquina. Agrupados en corrillos, las conversaciones giraban en torno, lógicamente, al mismo tema: unos referían las dificultades con que se encontraron para poder llegar desde La Coruña o Santander, que es donde lo habían dejado, hasta El Puerto; otros, comentaban la cuarentena que debieron pasar en el antiguo convento de la Victoria; los más, relataban las acciones militares en las que habían participado, exagerando por supuesto y dando un tinte de comicidad a tan dramática experiencia y los menos maldecían a políticos y mandos militares, culpándoles de las fatiguitas que padecieron. Todos, sin excepción, mentaban con respetuoso pánico a su mayor enemigo: la fiebre amarilla, mal de que poco escaparon, que seguiría pasándole una costosa factura el resto de sus vidas a muchos de ellos.

Soldados ante el cuartel de la Plaza del Polvorista, hoy Teatro Municipal y viviendas de trabajadores de Osborne. /Imagen cedida por Doña Ángeles Zamorano, a través del Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

El sargento Rodríguez Arana explicaba a quien quisiera escucharle las dificultades que debieron superar tanto el gobierno como los responsables militares, después de haber perdido guerra y escuadra, para encontrar barcos en los que poder repatriar a tan tos efectivos acumulados en la isla de Cuba.

Y en el guirigay en que se había convertido la reunión de repatriados y afines aparecieron guitarras y espontáneos cantaores, entre ellos nuestro protagonista quien, antes de entrar a servir en el Batallón de Cazadores de Parma Nª 25 en el que había destinado en Cuba, estuvo trabajando como herrero en la fragua de los Suarez, en la calle de la Yerba, oficio en el que se solía acompañar con cantes rítmicos el batido del hierro sobre el yunque. Con esta y otras cantiñas, estimuladas por la sucesión de “convidás” a cargo de los parientes, se fue diluyendo la tristeza de los primeros momentos, durando la jarana hasta la hora de la siesta que resultaría de obligado cumplimiento para la gran mayoría pues casi todos marcharon dando tumbos a sus cercanos domicilios, no sin antes prometerse unos a otros repetir la convivencia de ese día. (Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz.- A.C. PUERTOGUÍA).

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De izquierda a derecha, una vecina, Juan Ponce Sánchez y sus sobrinas, Lola Ojeda y su hermana María. 

 Juan Ponce Sánchez tiene todo los merecimientos para ser un hombre querido y recordado. Trabajó toda su vida en la Fábrica de Harinas de Esteban Fernández Rosado, en la calle Postigo. Formó parte durante muchos años de la vida de El Puerto: árbitro, miembro de la Rondalla Portuense, concejal del Ayuntamiento en tiempos de Fernando T. de Terry Galarza de alcalde.

Casado con Isabel Martínez García, tía por parte de madre de mi marido, Francisco Alcántara y Barba, hijo de Enrique Alcántara López, durante algunos años, Comandante de la Guardia Municipal de El Puerto. Era una maravillosa persona, tío, amigo y consejero de mi marido y sus hermanos, que perdieron a su padre, siendo muy jóvenes. Ayudaba a todo el mundo, siempre con la sonrisa por delante, con afecto para todos.

 

Concejales de la Corporación Municipal el 13 de diciembre de 1975, con Fernando T. de Terry, como alcalde de la Ciudad.  De izquierda a derecha: Francisco Manzano Ortega, Juan Ponce Sánchez, Rafael Sevilla López, Cólogan Osborne, Fernando T. de Terry, Francisco J. Merello Gaztelu, Eligio Pastor Nimo, Enrique Pedregal Valenzuela, Manuel Perez Pichado, el Oficial Mayor Federico Aguirre Fernández. Debajo: Antonio Benjumeda Abreu, Manuel Lojo Espinosa, Manuel Camacho, Diego Mora, el Secretario Jaime Fernández Criado, Manuel Martínez Alfonso y el Depositario. (Foto: Archivo Municipal).

Falleció su esposa el 5 de enero de 1973, permaneciendo muchos años viudo. Aún se le recuerda con los trajes de chaqueta y la camisa negra. Volvería a unirse sentimentalmente, años después.  (Texto: Lola Ojeda y Blanco). 

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Este es un viejo dicho portuense que estuvo en uso, aunque en sus últimos estertores, hasta los años 60 del pasado siglo. Supimos de él por un testimonio de Antonio Alcalá Galiano (1789-1865), el viejo liberal romántico gaditano que en su Recuerdos de un anciano (1864, nota 5 del capítulo IX) dejó escrito: “Palmar llaman en Andalucía a ciertos terrenos incultos que allí abundan, y deben su nombre a estar llenos de palmas enanas que no sé cómo deben llamarse, pues aunque soy en extremo aficionado a árboles, plantas y flores, ni sé de ello lo que sabe no ya un botánico, sino acaso el jardinero u hortelano más tosco y rudo. Este Palmar del Puerto, teatro de la hazaña de O’Donnell y Saarsfield [en 1819, ver nótula 1435 en GdP], tiene cierta fama. Cuando en los pueblos de la Andalucía baja, vecinos a la costa, se habla de una persona de mucha edad, y quiere ponderarse su vejez, es común decir de ella que tiene más años que el Palmar del Puerto.”  /En la imagen, Antonio Alcalá Galiano, retrtado por Vicente Esquivel.

Este paraje, el Palmar de la Victoria (del convento de la Victoria), situado a la salida de El Puerto a ambos márgenes de la avenida de Jerez, hoy está plenamente urbanizado, perdido en su naturaleza. Desde mediados del siglo XIII, tras la conquista alfonsí de la aldea andalusí de Al-Qanatir, fueron terrenos baldíos de los Propios de la ciudad, y en las zonas inmediatas a los meandros de la madre vieja del Guadalete, de fértiles huertas durante el Medioevo y la Edad Moderna, alimentadas también por dos arroyos (uno de ellos el que en el siglo XVIII llamaban arroyo de la Vidriera).

Aquí se levantó en el XVI una fuente que sería reparada o reconstruida a mediados del XVII, correspondiente a la conducción de aguas que desde La Piedad suministraba a El Puerto. Huertas del Palmar a las que acudió varias jornadas, para solazarse y cazar pájaros, Felipe V y la familia Real en el verano de 1729, recién incorporada la ciudad a la Corona.

El Palmar hacia fines del S. XVII: fuente de la conducción de La Piedad y meandro de la Cantera del Palmar. (Detalle de acuarela del Archivo Ducal de Medinaceli).

A la izquierda del camino de Jerez (en el acceso a un conocido centro comercial) se habilitó en 1861 un cementerio protestante, que fue salvajemente arrasado en 1990. En su entorno se celebraron las Ferias de Ganados entre 1871-1916 y 1945-1965 (nótula 276 en GdP), y al margen derecho (bodega El Tiro) se estableció durante el último tercio del XIX un hipódromo y en 1912 el Tiro de Pichón, activo hasta 1964 (nótula 1087 en GdP).    

Tiene más años que el Palmar del Puerto…, decía Alcalá Galiano. Viejo dicho cuyo origen puede tener, a nuestro juicio, dos significados. El más explícito, que haga referencia a la antigüedad del terreno como parte de los Propios de la ciudad desde el siglo XIII. Pero extraña que esta circunstancia, aplicable a otros espacios del término, diese  nacimiento al dicho. ¿Por qué no más antiguo que las playas del Puerto, o que el Egido del Puerto, o que el Castillo de San Marcos...? Marcar como rasgo de vetustez  la antigüedad de un espacio geográfico en concreto parece un argumento poco consistente. Su origen debe ser otro, aunque en tiempos de Alcalá Galiano probablemente ya se hubiese olvidado. Más lógico parece relacionar la sentencia con una obra artificial de origen remoto o incierto.

¿Pero qué pudo existir de antiguo en El Palmar para que diese origen al dicho? La respuesta la encontramos mientras elaborábamos nuestro libro El Puerto Gaditano de Balbo (ed. El Boletín, 2013 ver nótula núm. 1623 en GdP).

En un folleto editado en Jerez en 1648 (Discurso demostrable en desengaño de las causas que dieron motivo a abrir la comunicación de el Salado al río Guadalete) leímos una relación donde se nombraban los bajos (la colmatación y elevación del fondo de un río –o del mar- que impide o dificulta la navegación) que por entonces tenía la madre vieja del Guadalete entre El Portal y El Puerto y que tanto, hasta hacerla imposible, dificultaban la navegación: El Granadillo, Puerto Franco, La Isleta, Sidueña o La Cantera Vieja, El Carrizal, La Esparraguera, La Cantera del Palmar, Las Salinas y el del Puerto.

La Cantera del Palmar…, de la que dice el folleto: “El séptimo bajo es la cantera del palmar, es bajo de piedra viva en partes, y en partes de montones de piedras, y dura por tradición la memoria que estas piedras las juntaron los antiguos Romanos y Turdetanos, para hacer arrecife aquel paraje”. Es tan explícita y contundente la mención a la antigüedad de las piedras, que damos por bueno su encuadre cronológico: estamos ante una obra de romanos en el curso de la madre viejadel Guadalete a la altura del bajo de la Cantera del Palmar. Pero su origen y función es asunto difícil de solventar, por lo que nos limitaremos a puntualizar algunas cuestiones:

-La mención del lugar como cantera no hace referencia a una cantera natural de extracción de piedra,  porque  en  El Palmar nunca hubo piedra natural que extraer, sino que alude a un espacio donde el hombre acumuló muchas piedras para un determinado fin. Es el mismo caso que el cuarto bajo citado, Sidueña o Cantera Vieja, que nombra a los cimientos de las ciudades que conforman el yacimiento arqueológico del Castillo de Doña Blanca, cantera antrópica que otros documentos también llaman, ubicándola en relación a las canteras-cuevas de la Sierra de San Cristóbal, la cantera de abajo.

Fotografía aérea del año 1956. Hemos señalado la zona donde estaría la Cantera del Palmar, así como marcado con puntos el antiguo recorrido de la Madre Vieja del Guadalete.

-La estructura se formó con piedra viva –mezclada con tierra o aluviones- y con acúmulos de piedras superpuestas sin trabazón. Y dice el texto que la obra se hizo para hacer arrecife aquel paraje. Aquí ha de entenderse arrecife como sinónimo de bajo marino o fluvial, es decir, la disposición artificial de un entramado de piedras que cubre el nivel de las aguas.

-El propósito de la obra lo desconocemos, pero cabe pensar, al menos, en tres finalidades. Pudiera ser un dique de contención –los aggeres romanos- ante las avenidas del río; pero de ser así, ¿para qué en este lugar?, distante del núcleo central del Portus Gaditanus en el entorno del Castillo de San Marcos. Otra posibilidad es que se tratara de una obra de canalización vinculada directamente a la formación artificial de la actual desembocadura del Guadalete por Balbo el Menor hacia el año 19 antes de nuestra era, de lo que tratamos en el libro referido. De ser así, dos posibilidades contemplamos: Si, como creemos, en época romana la madre vieja del Guadalete pasaba a espalda del Coto de la Isleta por terrenos de marisma y caños, durante las crecidas y las avenidas el ímpetu de las aguas debió de ser considerable, por lo que tal vez fuera precisa una pantalla artificial que disminuyese la fuerza del caudal. O quizás la estructura fuese una cortadura del río que desviara el curso natural hasta unirse a la boca abierta por Balbo o al principal emisario del Guadalete, que hace dos mil años era el San Pedro, que desembocaba en las inmediaciones de Puerto Real. La tercera finalidad que planteamos

Plano de 1750 Servicio Geográfico del Ejercito.

–y es la que intuimos como la cierta- es que la estructura pétrea correspondiera a un dique dispuesto desde tierra firme hasta el curso del río para servir de embarcadero. Siendo así, se trataría de un muelle anterior al habilitado por Balbo, utilizado en los comienzos de la romanización –principios del siglo II a fines del I a.C.- por los asentamientos rurales y alfares próximos para el embarque de la producción agrícola de la campiña frontera. Invita a esta hipótesis su ubicación en una ensenada natural a espalda de la barra del Coto de la Isleta, entorno que hace dos milenios debía estar surcado, junto al curso de la madre vieja del Guadalete, por caños mareales abiertos en las marismas, como los hoy existentes junto al curso del San Pedro. (En las inmediaciones del convento de la Victoria se exhumaron numerosas ánforas republicanas, algunas depositadas en el Museo Municipal.)

Así pues, el origen del viejo dicho que nos transmitió el gaditano Antonio Alcalá Galiano habría que vincularlo, a nuestro juicio, a una obra antrópica, probablemente la aludida en 1648: “...y dura por tradición la memoria que estas piedras las juntaron los antiguos Romanos y Turdetanos, para hacer arrecife aquel paraje”. Seguramente, el embarcadero republicano que existió antes de que Lucio Cornelio Balbo, el Menor, fundara el Portus Gaditanus, que es decir El Puerto de Santa María. (Texto: Enrique Pérez Fernández – Juan José López Amador)

El paso del misterio de la Veracruz, por Palacios esquina con Micaela Aramburu, en 1936.

Tal día litúrgico como hoy de hace 100 años, miércoles santo pero 19 de marzo de 1913, coincidió la festividad del Santo Patriarca San José, creando una especie de incompatibilidad litúrgica. A través de la Revista Portuense, en su número del 15 de febrero de ese año podemos enterarnos como se solucionó el problema: «…el miércoles santo ha sido siempre día de rigurosa abstinencia y está consagrado por la Liturgia a la conmemoración de la Pasión del Señor, excluyendo cualquier otro rezo. Por tanto se traslada la fiesta (de San José) en cuanto a la solemnidad interna, al primer día hábil después de la octava de Pascua de Resurrección, dispensándose del ayuno riguroso y equiparando el día a un domingo de Cuaresma, con la sola limitación de no comer carne o pescado en una sola comida».

La iniciativa personal de un devoto, empeñado en sacar en procesión «la venerada imagen del Cristo de la vera-Cruz», se vio recompensada, después de realizar junto con varios directivos y hermanos «una colecta que, a la hora presente, va respondiendo a los fines que se desea». Así declaraban en el periódico dos semanas antes de la fecha habitual de su salida, confirmando la misma, los responsables de la hermandad. Y esta, efectivamente, se produjo a las doce en punto de la noche del jueves santo «y esto constituyó tal atracción para las gentes que antes de la hora señalada para la salida no se podía dar un paso en las esquinas de la capilla de la Sangre», y al decir esquinas, en plural, se refieren a la esquina de la capilla, propiamente dicha, formada por las calles José Navarrete (Palacios) y Castelar (Nevería y a la esquina de Castelar y Cánovas del Castillo (Luna) por donde pasaría tras la salida, camino de la calle Sagasta (Ganado), girando al llegar a ésta dirección de Larga por la que continúa en sentido ascendente hacia Luna hasta desembocar en el Vergel del Conde, continuando hasta la plaza del Castillo que rodeaban entrando por Santo Domingo, doblando por San Bartolomé y, nuévamente, por Palacio hasta desembocar en la plaza Alfonso XII: No nos consta se realizase a esa hora de la madrugada Estación en la Prioral, debiendo continuar por la calle Luna, doblando en Nevería a su templo, donde se recogió a las tres y cuarto de la madrugada del viernes. Aunque en la procesión figuraban los guiones de las tres hermandades existentes: Humildad, Veracruz y Soledad, que abrían la marcha, solo acompañaban a los hermanos de la Veracruz, nazarenos de la Soledad, constando la procesión de dos pasos: el de la Cruz y el del Calvario.

El paso del misterio por Micaela Aramburu, con unas palmeras que estaban empezando a tomar forma. Año 1930.

Continúan proclamándose edictos municipales que propician un respeto hacia las conmemoraciones religiosas de esas fechas y para favorecer la mayor religiosidad y compostura de los ciudadanos en general, especialmente en las vías públicas, haciendo hincapié en que no se cometan irreverencias ni escándalos, se regula el horario de cierre de los establecimientos y se dictan normas para el tráfico rodado.

El paso del misterio por Micaela Aramburu, con unas palmeras en todo su esplendor. Imagen que difícilmente volveremos a ver repetirse, dado el ocaso de las datileras. Primero saños del siglo XX.

La participación en la semana santa de la Archicofradía del Santísimo Sacramento era notable en esa época, especialmente en los Divinos Oficios, que se celebraban en el primer templo, la Iglesia Mayor Prioral. Aprovechando la solemnidad de los cultos en estas fechas, con idea de dar un mayor realce a la admisión o ingreso de nuevos miembros en la Archicofradía, se hico coincidir con la procesión claustral del Santísimo que se realizaba al final del oficio de Tinieblas del miércoles santo, después de entonarse el «Miserere» por los sochantres. En esta ocasión los nuevos socios --así les nombra el redactor que realiza la reseña del acto-- fueron Francisco Muñoz Seca y Ramón Jiménez Mateos, los cuales, con veladores encendidos, se unieron a las filas de archicofrades que acompañaban «al Sr. Cura Propio, revestido de lujoso pluvial blanco, bordado en oro» portador de la custodia con S.D.M., trasladada desde el altar mayor, donde había estado expuesto, hasta la capilla del Sagrario, circunvalando el templo, dándose por terminado el acto al quedar depositada la misma en el Sagrario. (Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. Puertoguía).

Patio de la calle Luna, esquina con Santa María, frente a la zapatería 'La Bota de Oro', restaurado y convertido en casa de apartamentos.

Patio de la calle Jesús de los Milagros.

Patio de la calle Larga, Casa de Oneto. (ver nótula núm. 879 en GdP)

Patio de la calle Santo Domingo, propiedad de la familia Thuillier (ver nótula núm. 147 en GdP), antes de su remozamiento.

Patio de la calle Pagador, convertido en casa de vecindad.

Patio de la Casa Palacio Reynoso-Mendoza, sede del actual Ayuntamiento que es el único edificio público, siendo los anteriores de propiedad privada. Fotoplumilla. /Fotografías de Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. Puertoguía.

 

 

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Recuerdo que fue allá sobre mediados de la década de los años sesenta, cuando los poetas Fernando Quiñones y José Manuel Caballero Bonald -éste, reciente premio Cervantes de las Letras Españolas -, que todo el mundo sabe eran como uña y cante, acometieron juntos la más que ardua tarea de grabar un álbum de varios discos microsurcos, con cantes de viejas voces flamencas de las menos conocidas, pero que guardaban todavía vetustas reliquias de cante de aquellos que ya si apenas se conocían y estaban dados por más que perdidos, desde hacía tiempo.

Y así, como caballeros andantes, salieron a la aventura, emprendiendo caminos por los pueblos de Sevilla, Cádiz y otras provincias andaluzas, en busca de aquellos privilegiados poseedores de tesoros musicales de nuestra tierra, que conservaban todavía, desde sabe Dios cuando, en sus venerables gargantas. La idea era poder realizar el más exhaustivo archivo del cante flamenco, grabando en patios de vecindad, tabernas y ventas de caminos.

Acompañados por un equipo móvil de una importante casa discográfica, Caballero Bonald y Fernando Quiñones llegaron hasta Jerez y El Puerto de Santa María, donde este cronista, por pura amistad, había quedado en echarles una mano, buscándole cantaores prácticamente inéditos, y desconocidos de los grandes públicos, que accedieran a cantar para ser grabados para la posteridad, en aquella antología, donde se deseaba que la pureza fuera la materia prima de unos discos que hoy son considerados auténticas y valiosísimas joyas. /Caballlero Bonald y Fernando Quiñones.

El grueso de las grabaciones se harían en El Puerto, donde yo había logrado reunir a un pequeño pero selecto grupo de intérpretes, en la casa de una vieja gitana, conocida como Jeroma la del Planchero, que cantaba de lo más antiguo; y allí llevamos también a Tío José el Negro del Puerto, a Tío Alonso el del Cepillo, y a Tío Borrico de Jerez, sobradamente conocidos estos tres de los buenos aficionados de la provincia gaditana. Especialmente, el primero de ellos, por sus arcaicos romances; y los otros dos por sus soleares, seguiriyas y demás cantes de la más pura y rancia escuela.

A la grabación, "in situ" de estos viejos maestros, quisieron unirse, en calidad de invitados, como amigos nuestros (Quiñones, Caballero Bonald y de la Plata), el poeta de El Puerto, José Luis Tejada, y el escritor, actor y recitador gaditano, Joaquín Piserra Tello de Meneses, con su mujer la periodista Celia Rivera, directora del periódico La Voz de la Bahía, de El Puerto, fundado por Fernando Portillo.

Y la verdad es que, en casa de la tía Jeroma, pasamos todos una jornada realmente inolvidable, asistiendo a la grabación de los cantes de aquellas gargantas flamencas, de las que alguien dijo que debían de estar en un museo.

Ver aquél plantel de viejas figuras, sentadas alrededor de la mesa de Tía Jeroma, haciendo sus cantes, entre copa y copa de fino portuense, abierta la sala a un patio de olorosas macetas de variada floristería y canarios emulando a los viejos ruiseñores del cante, convertidos por un día en oficiantes de una ancestral ceremonia, que levantaba el vello con sus arcaicas melodías, era verdaderamente impresionante. Aquellas reliquias octogenarias evocaban a sus ancestros, removiendo y sacando hacia fuera lo mismo que habían cantado durante dos o más siglos sus propios antepasados, en interminables fiestas exultantes de corridos, tangos, bulerías, martinetes y tonás.

Tío Alonso el del Cepillo, Jeroma la del Planchero y su  hija, en una grabación de 1973, de la serie de TVE 'Rito y Geografía del Cante'

Piserra y su mujer estaban entusiasmados por asistir a una velada de ese tipo; José Luis Tejada, poeta enamorado del cante, estaba admirado, escuchando ensimismado a sus venerables paisanos; mientras que Fernando Quiñones y José Manuel Caballero Bonald, director éste de la grabación, no cabían en sí de gozo por la insólita reunión de viejas y jondas voces, tan difícil de poder reunir, fuera de los escenarios y estudios discográficos, en apenas unos pocos metros cuadrados de una humilde casa de vecinos de El Puerto de Santa María.

Un fantástico logro que después repercutiría, felizmente, en el resultado final de la colección antológica que los dos poetas se habían propuesto conseguir, para la posteridad de la historia del cante flamenco y que alcanzaría a ser entonces catalogada, como una de las más importantes de todas las que se hayan podido llevar a cabo en la historia de las grabaciones discográficas del cante flamenco. (Texto: Juan de la Plata).

(viene de la nótula núm. 1.675)

SEDE EN LA PLAZA DE TOROS.
En agosto de 1.960, el ayuntamiento encarga a los talleres a las escuelas de la Sagrada Familia la construcción de dos puertas de las mismas características y dimensiones que las existentes en la plaza de toros por un importe de 19.800 pesetas cada una, para colocarlas en dos de los bodegones de la misma 48 y 49, y pasar el servicio contra incendios a la plaza de toros, mas concretamente a los bodegones nº 47-48 y 49, junto a las cuadras de caballos, hoy solamente queda al exterior el nº 49.

En noviembre de 1.960 el ayuntamiento aprueba de urgencia por un importe de 45.949 pesetas con 78 céntimos unas obras de adaptación de la carpintería de la plaza de toros, la cual estaba en la entrada principal a la derecha, para acondicionarla como vivienda del conserje de la misma, Francisco Vaca, y dejando las dependencias que este ocupaba, que eran en la puerta principal a la izquierda, al chofer de bomberos José Ortega y a su numerosa familia.

Camión Hispano Suiza.

A principios de 1.961 José pasa a vivir en las dependencias de la plaza de toros, pues el solar de la antigua pescadería se vende para construir las viviendas de La Pescadería --en proceso actual de derribo--, y el Parque de Bomberos pasa a instalase en los bodegones antes mencionados.

El camión Hispano Suiza que tantos servicios le hizo a la Ciudad, y en las que tantas horas de trabajo pasó José, fue sacado a subasta en 1961, siendo alcalde Luis Portillo Ruiz (ver nótula núm. 966 en GdP) y adquirido por la empresa propietaria del parador de Fuentebravía por 36.000 pesetas para el riego de sus instalaciones interiores.

VIVIENDAS EN PRECARIO.
Por aquel entonces todos los bodegones restantes de la Plaza de Toros estaban ocupados por familias sin recursos evacuados de las cuevas de la sierra de San Cristobal por unas inundaciones que hubo, donde mal vivían compartimentándolos con tablones de maderas. En la Plaza nació el popular personaje ‘Luichi’, Luis Pinto Corzo (ver nótula núm. 103 en GdP). Solamente existían 3 grifos de agua potable en la Plaza de Toros, y uno de ellos estaba en el Parque de Bomberos, por lo que siempre estaba lleno de chiquillos y personas para pedir agua para cocinar o lavarse, y José nunca se los negaba. Después, la mayoría de estas personas fueron enviadas a una barriada que se construyo en las afueras de El Puerto denominada Barriada de la Coronación, también conocida como Vietnam, por lo alejado del centro, siendo la actual Barriada de El Juncal. /En la imagen, viviendas en la Plaza de Toros. Foto Rafa.

La Barriada de la Coronación. /Foto Rasero.

UNA GRANJA EN LOS BODEGONES.
Al quedar libres los bodegones de la Plaza de Toros y vista la necesidad que se pasaba en aquel entonces, y dado que en el Ayuntamiento el salario era corto, y tenia que alimentar a su amplia familia, José decidió criar algunos pollos, conejos y cochinos en uno de los bodegones, aunque después les daba pena sacrificarlos y le encargaba ese cometido a algún conocido.

En la fotografía vemos a Pepe 'el Bombero' en la plaza de Toros, con un nutrido grupo de amistades.

Ya entonces, además de José y su hijo mayor José Ortega Valenzuela, entran a formar parte de la plantilla de bomberos su otro hijo Jesús Ortega, Juan Rizo, Juan Galán, Felipe Márquez, , los cuales los vemos es esta foto encima del camión en los bodegones de la plaza de toros, y un joven voluntario llamado Carlos Acal Salado, el cual gracias a su valor en la actuación en un incendio de una vivienda en la calle Larga esquina con Santo Domingo, se le reconoció su mérito y paso a formar parte de la plantilla poco después.

...continúa leyendo "1.676. JOSÉ ORTEGA DOMÍNGUEZ. Pepe ‘el Bombero’. (Y II)"

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