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«Existe en nuestro pueblo una herencia espiritual, pero no un patrimonio de raza. El Puerto no es la estirpe, no es la raíz o tronco de una familia. La ciudad tiene más de alambique y de molde, que de cuna. En cuanto corre por la sangre un miligramo de sal marina de la que satura el ambiente o una gota del vino sutil de estas soleras que sin embriagar adormece, El Puerto ha realizado su conquista. Un hijo de castellanos-cántabros, nacido aquí, dirá siempre que es portuense. Dirá lo mismo que el nieto del inglés o de otros extranjeros. El ambiente penetra, domina y caracteriza cuanto se le entrega.»

Quién así se expresaba, en los inicios del siglo pasado era el portuense Mariano López Muñoz, en un artículo publicado la ‘Revista Portuense’ bajo el título “Lo que Pío Baroja vio en la Ciudad” recopilado con posterioridad en su libro “Las Trovas del Guadalete. Predicaciones y Divagaciones”, editado en nuestra Ciudad en 1926 por la Tipolitografía Pérez Pastor. Que forma más lírica y más profunda, como podrán comprobar más adelante, de introducirse en la esencia del portuense.

Continúa López Muñoz: «La personalidad colectiva se forma por fusión de abolengos particulares bajo las influencias ponderadas de la luz y de las brisas. El pueblo en constante renovación representa una suma: un resultado sintético obtenido por mezcla. Esto nos explica la diversidad de matices, cuando se desasocian nuestros pensamientos individuales.  Habiendo todos cristalizado en igual forma –la naturaleza portuense- tenemos diferente composición química, procedente de asturianos, de gallegos, de sevillanos, de ingleses, de alemanes o vascos o de hombres de Castilla, que sostienen la tendencia a la disgregación.»

Lo que este portuense del siglo pasado vio en El Puerto es lo que cualquiera puede comprobar hoy, sigue vigente. Las procedencias de todavía más lejos y más variados rincones del mundo, como se comprueba en el padrón de habitantes. Las preferencias para escoger, amar y vivir El Puerto, de diversa índole. Y el que viene obligado por circunstancias, o por casualidades de la vida, acaba en un idilio de por vida con esta Ciudad. Idilio que se traduce en irregulares resultados para con este Puerto de arribada, de abrigo, de arrebatacapas, de claridad, franco y de Santa María.

Y es que se dan varias clases de portuenses (y ya se quien va a reprochar mañana lunes en el café que soy un xenófobo). Están los de nacimiento: y de éstos tenemos tres tipos: los involucrados por el engrandecimiento de su Ciudad, los que se aprovechan de ella y los que dejan que El Puerto pase por ellos porque ellos no pasan por El Puerto. Los que han venido por haber encontrado aquí su puesto de trabajo. Los que han escogido la ciudad para vivir en un acto de amor con la misma y luchan por ella mas que muchos nativos. Los que han aterrizado en El Puerto y puesto su objetivo en especular con los valores de todo tipo que aun conserva (a esos, mi vecino de la calle San Juan, Luís Suárez, los llama paracaidistas). Los que viven aquí pero igual podrían hacerlo en Beteta (Cuenca), sin preocuparse de nada más que no sea su supervivencia. Con una mijita de humor se podrían dividir a los que vienen del extranjero globalizado en dos: guiris y emigrantes. En fin.

Prosigue el intuitivo escritor hace cerca de 90 años: «Se vive en El Puerto paladeando amarguras, se sale de él con los desengaños agobiadores sobre los hombros; pero se le sigue amando, aunque los corazones destilen, gota a gota la desilusión. El Puerto, mezcla de almas individuales en el alma colectiva, no logró nunca someter los pensamientos de sus hijos a un ritmo concertado en las acciones: cada cual camina a su paso y con su opinión… o sin ninguna. ¡No sabremos nunca si los vuelos de las gaviotas representan una bella ilusión o una triste fatalidad a la entrada de la ría! El Puerto, cuyas riquezas llegan y se deshacen, como la espuma del oleaje en la playa, mientras los gatos del Resbalón (la lonja del pescado) van entrando con cautela y se llevan lo que pueden…». Otro amigo mío, ha llegado a llamar a El Puerto 'la Ciudad ingrata', pero me resisto a ello.

Amor a la Ciudad y desilusión, a partes iguales, parece que conjuga el escritor de antaño, como un dios Jano, el de las dos caras. Un certero texto del que se pueden entresacar, más allá de las figuras literarias, un cierto hartazgo de quien enamorado de la misma no terminaba de estar a gusto ante la desidia de sus paisanos. Y es que, entonces como ahora, participar en la vida de la Ciudad, implicarse en el desarrollo de la misma transforma a los residentes en vecinos. En ciudadanos. Vecinos y ciudadanos de El Puerto en la trimilenaria Bahía de Cádiz. Casi ná. (Texto: José María Morillo).

El segundo hijo de Gervasio Winthuysen La Haya y María Magdalena Garrasi sería bautizado como Tomás Felipe al día siguiente de su nacimiento, un miércoles 20 de diciembre de 1705, de manos de Don Tomás Antonio de Abreu y Brito, cura en la iglesia Mayor Prioral de El Puerto, y apadrinado por Juan Bautista Porro, de la familia política del tío de su padre, Mathias Winthuysen.

La primera referencia documental válida obtenida sobre Tomás Felipe corresponde a los padrones civiles o de vecindario del año 1734. Generalmente los que se conservan de este siglo, salvo dos o tres excepciones, están incompletos de ahí que resultase una sorpresa conocer su filiación en esa fecha: “Tomás Wintuisen, de oficio corredor, de hedad de veintiocho años, de estado casado, con dos hijos, el uno varón, de hedad de tres años.” Figura empadronado con su familia en una casa señalada en cuarto lugar de calle Santa Clara, actual Carmen Pérez Pascual, casa que se indica como propia del presbítero Don Juan del Clavo.

Pasaron varios años en los que nada supimos de la vida y milagros de este interesante personaje. Decimos lo de interesante porque la siguiente noticia que de él tenemos nos la proporcionó el autor norteamericano Donald Chipman que  sitúa en la primavera de 1741 a Tomás Felipe Winthuysen  en Texas, enviado por el Virrey de Nueva España como gobernador del presidio de San Antonio de Bexar, sustituyendo a Prudencio de Orobio y Basterra.

Relación de gobernadores de Texas. Entre 1741 y 1743, estuvo nuestro protagonista, señalado en rojo.

Realmente, la primera noticia me la proporcionó la familia Winthuysen Aparici, residentes en EE.UU. que habían localizado un documento registrado como “Relato de la expedición a Texas y las Nuevas Philipinas” en la colección del “Center for American history”, en Austin (Texas), fechado el 19 de agosto de 1744, con la firma de Thomás Phelipe de Winthuysen, personaje que ellos, que conocían su genealogía familiar desde sus orígenes, no acertaban a encajar en la misma.

El documento proviene, según me informó la familia Winthuysen Aparici, de una donación que hizo un industrial norteamericano, dueño de la “American Smelting and Refining Company” en 1920. Al parecer, este millonario lo adquirió en una subasta de documentos supuestamente pirateados, como muchos otros del reino de España que se encuentran en los archivos norteamericanos, y después hizo la donación que atestigua una carta dirigida a Baker, en la Universidad de Tejas.  Parece que fue traducido al inglés al poco tiempo de su donación –continúa informando los Winthuysen Aparici- “por especialistas de la Historia de Texas que tanto empeño pusieron en demostrar la identidad única del estado con una bandera en la que campea una estrella sola. El caso es que el relato si proviene de una segunda expedición para verificar el problema que causaban los establecimientos de los franceses y como la población india vivían bajo protección de misiones y presidios, -huyendo de la violencia de los Apaches- que mantenían la corona española en las áreas de San Antonio, Brazos y madre de Dios, suena verídico, no como una copia amanuense. El tono que mantiene el relato es el de comprobar que en verdad existe la posibilidad de que esas nuevas provincias sean un día productoras de pingües rentas y de que convenga continuar sosteniendo las fuerzas militares en los presidios, más el servicio eclesiástico en las misiones.”

Estos documentos, conocidos como “relatorios” eran informes técnicos realizados por encargo de alguna autoridad. En este caso, parece que por encargo del Virrey, aunque en el encabezamiento del documento original, que consta de once pliegos, simplemente se enuncia como “Señor”. Reproducimos el primer y último párrafo de dicho documento, en el que puede apreciarse por su redacción el alto nivel de educación, conocimiento y observación del redactor del mismo.

Esto dice la página que reproducimos a la izquierda: “Señor: Para aver de informar a V.S. sobre el adelantamiento de la Provincia de Texas y Nuevas Philipinas. En virtud de su precepto tengo por conveniente exponer primero el estado actual de sus presidios y misiones, y sobre este el dictamen del remedio que a mi cortedad alcanza.

Primeramente desde el rio llamado de Medina, se da principio a la vasta Provincia de Texas y Nuevas Philipinas, y a distancia de él, como de seis leguas, está el Presidio de San Antonio de Béjar, y Villa de San Fernando, situado a orillas del rio de S. Antonio, por la vanda del Norte y por la del Sur a orillas del río de S. Pedro; este no es abundante de aguas como el río antecedente, el cual nace dos leguas Delante de dicho presidio, tan abundante de aguas, que no solo contribuye al riego de las labores de dicho presidio, villa y cinco misiones, sino que es capaz de contribuir a muchísima más poblazón, siendo al mismo tiempo sus aguas muy delgadas y saludables; y las tierras son sumamente fértiles, pues en ellas ay experiencia de darse todo género de semillas, plantas y frutas.”
…      …     …     …      …    …    …    …    …     …    …    …    …    …    …    …

Por tanto, atendidas las principales causas que me an parecido exponer las pongo en la alta comprehensión de V.S. para que vistos sus fundamentos y mi buen deseo en que se adelante Provincia tan (sic) dirija y ordene a conseguir el fin mediante la acertada conducta de V.S. por cuya vida le pido a Dios le guarde muchos años. México y Agosto 19 de 1744.  B.L.P.V.S. (Besa los pies de Vuestra Señoría)= Rúbrica

Con estos datos podemos llegar a la conclusión de que, a partir de 1735, abandonara su actividad mercantil y se iniciara en la militar, emigrando a las Indias, como soldado de fortuna, posiblemente sin su familia. En Nueva España debió mostrar aptitudes muy positivas para, en tan corto espacio de tiempo, gozar de la confianza del Virrey mexicano que le nombró jefe del presidio citado que, al ser el más importante de la colonia tejana, llevaba aparejado el cargo de gobernador

La sede del gobernador de Texas, el presidio de San Antonio de Bexar.

La denominación “presidio” en el contexto de la época nada tiene que ver con cárcel o confinamiento. Era un centro de defensa para proteger a los colonos instalados en tierras fronterizas, denominadas misiones, especialmente contra los nativos hostiles y también para controlar el robo de ganado y el contrabando. El presidio de San Antonio de Bexar fue fundado en 1718 en el lado oeste del río San Antonio (San Antonio River) aunque su puesta en funcionamiento no se consolidó hasta 1722, fecha en la que se instalaron cuatro familias de colonos, y se dotó con 54 soldados, la mayoría novatos, con solo una decena de  veteranos que hacían la labor de guarda  y escolta de diversas misiones cercanas, entre ellas la  de San Antonio Valero, San Antonio del Álamo y el asentamiento de “Los Adaes”. A este colectivo citado hay que añadir las familias de los soldados, totalizando unas doscientos españoles agrupados en torno al presidio.

Una década antes de la llegada de Winthuysen a San Antonio se amplió el número de colonos, agregándose quince nuevas familias procedentes de las islas canarias: de Lanzarote, Tenerife y Las Palmas, coincidiendo este movimiento migratorio con una época de grandes erupciones volcánicas en este archipiélago  (1731-1736).  A estos colonos canarios, a los que se les llamó “isleños” y que en años posteriores se mezclarían con los indios, se les consideran los fundadores de la ciudad de San Antonio, actual capital del estado de Texas. Sumaban 57 individuos, entre hombres, mujeres y niños. Llegaron a Veracruz y, en una penosa marcha de muchos meses, con sus propios medios debieron recorrer más de 1.500 kilómetros, pasando por Tampico, Monterrey y Nueva Laredo hasta llegar a su destino: el presidio de San Antonio de Bexar.

Debió ser un hombre audaz, además de poseer dotes de mando y organizativas, como queda reflejado en los comentarios de Chipman pues, acompañado de un fraile y un guía de la cercana misión de San Antonio Valero y una corta escolta, viajó a las orillas del río Trinidad (Trinity River) a los territorios de las tribus indias de los Atakapa y Tonkawa, contribuyendo a convencer a estos para que se integrasen en la comunidad de la misión.

Situación de San Antonio (Texas) y el río Trinidad.

Respetado  por los “Isleños”, a los que consentía se suministrasen de la colonia francesa de Luisiana de algunos productos básicos  como el poroto  o el maíz, desobedeciendo las órdenes del propio Virrey y también por los indios, por los que se tomó un gran interés, demostrado a las diversas etnias nativas en su relativamente corta estancia en aquellos parajes fronterizos. Puede ser que este humanismo que le atribuimos, sumado a su espíritu crítico con las autoridades, considerando la variedad de problemas que se presentaban en el desempeño de sus funciones contribuyesen a acortar su estancia en aquellas exóticas y lejanas tierras, aunque la presumible ausencia de su familia, aspecto este que no he podido constatar por lo que debo indicarlo como una mera suposición, forjaría en su espíritu la clásica morriña del emigrante y no vio con malos ojos su relevo en 1743 por Justo Boneo Morales, del que dice Chipman que “hizo muchos elogios de su antecesor”. No iba a ser menos. Este curtido militar, capitán de Granaderos, ¡con 38 años de servicio a la corona!, era paisano suyo. Un portuense, por segunda vez, Gobernados de Texas, el decimoctavo.

(Texto de Antonio Gutiérrez Ruiz. Fragmento de su último libro, IV volumen de la serie “Mansiones y Linajes de El Puerto de Santa María” editado hace unos días, titulado “Los Winthuysen” que puede adquirir las personas interesadas en las librerías locales o por correo electrónico: sedtel@hotmail.com)

La A.C. PUERTOGUÍA, editora de esta serie, invita a los seguidores de GdP a la lectura del IV volumen para conocer otros interesantes personajes de esta misma familia y, en general, un abanico de anécdotas, sucedidos, relatos, crónicas e incluso leyendas referidas a los personajes protagonistas y a la ciudad en la que, generalmente, nacieron, vivieron y murieron: El Puerto de Santa María. ¡VOSOTROS, LOS LECTORES, SOIS NUESTROS ÚNICOS PATROCINADORES!

He solicitado al Sr. Morillo, que dirige y coordina esta exitosa ventana virtual de todo lo local, a la que se asoman diariamente tres millares de internautas, insertar en esta fecha, el 27 de enero,  la colaboración que me dispongo a desarrollar con algunos datos y apuntes biográfico de un portuense de cuna: Martin de Garay Perales. Es la misma fecha en la que, hace 242 años, (número capicúa) recibió este ilustre personaje, dos veces ministro de Hacienda entre otros muchos e importantes cargos que desempeñó, el líquido bautismal en la pila de nuestra iglesia Mayor Prioral un día después de su nacimiento.

Corría el año de 1771 (también capicúa) fecha en la que se asentaba en nuestra ciudad el Regimiento de Caballería de Santiago, cuyo capellán castrense, de nombre Antonio Ruiz Navarrete, fue el encargado del ritual sacramental del hijo de uno de los capitanes de dicho Regimiento llamado Martin de Garay Martínez de Villela y de su joven esposa, María Sebastiana Perales Franco, aragonesa como él, de la Almunia de Doña Godina. Al recién nacido, primogénito de la pareja, se le impuso el nombre de Martín, como a su padre, abuelo y bisabuelo, añadiéndoles los de Policarpo, Sebastiano, Francisco, Felipe, Joaquín, Antonio y Vicente. Posteriormente, lejos de estas tierras del Sur, la pareja tendría otros tres hijos, hermanos de nuestro protagonista; dos varones: Mariano Joaquín y Faustino José, que fueron ambos Caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén,  y una hembra: Bárbara de Garay Perales.

Firma de Martín de Garay Perales.

Actuó de padrino, un fraile capuchino en representación del Obispo de Barbastro, el  Sr. Don Fernando de Perales, tío abuelo del cristianado. Su ilustrísima, en esa fecha, era victima de una enfermedad “grave y dilatada” que le mantenía sumido en una especie de sopor que le dejaba inútil para el gobierno de la diócesis. Veinte meses después de apadrinar a su sobrino perdió la mitra. Se le retiró del cargo por “privación de potencias y torpeza corporal” y al poco tiempo falleció (22-11-1772). En su familia materna, que poseían la Baronía de Latorre, hubo también otro notable clérigo, Fray Pedro Mercado, franciscano guardián del convento de Belén y del de San Juan Bautista de las montañas de Judea.

Debieron asistir a la ceremonia compañeros de armas del padre y, tal vez, sus superiores jerárquicos, el Sargento Mayor Don Francisco Xavier de Santiesteban y el coronel del regimiento,  el Brigadier Marqués de Casa Henestrosa. Años después, en 1793, justamente 22 después de esta fecha, (otro número capicúa) Martín de Garay padre, que ocupaba ese último cargo citado, el de coronel del Regimiento de Caballería de Santiago, fallecería en el feudo familiar, aprovechando esta circunstancia el joven Martín de Garay (IV de este mismo nombre) que era un imberbe militar con el empleo de alférez, después de estudiar en el Seminario de Nobles de Madrid, pasar por la Real Academia y Picadero Militar de Ocaña, ocupando una de las 18 plazas asignadas a los hijos de la oficialidad  y debutar en algunas acciones bélicas de la Guerra del Rosellón, para retirarse a su pueble natal con la excusa de su primogenitura y, por tanto, de su obligación para con su familia.

Placa que se encuentra en el Paseo de la Independencia de Zaragoza.

LIBREPENSADOR, INNOVADOR Y CULTO.
No era un hombre de acción, más bien todo lo contrario. Un librepensador, innovador y culto que se transformó en experto economista en los siguientes lustros hasta ser considerado entre los más importantes y prestigiosos de su época en toda Europa. Si insertamos su nombre en un buscador de la red de Internet aparecerán más de veinte mil referencias con cuyo contenido se puede desmenuzar su trayectoria  pública y conocer los diversos cargos de responsabilidad que ocupó durante el periodo que duró la invasión francesa y años posteriores, tanto en la Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino, de la que fue Secretario de Estado como ejercitando de forma interina la dirección del Ministerio de Estado y Asuntos Exteriores.

MINISTRO DE HACIENDA.
Después sería “fichado” por Fernando VII para el Ministerio de Hacienda, salvando –según algunos historiadores- a la corona de la bancarrota con sus acertadas gestiones en el corto periodo que medió entre su nombramiento, curiosamente el día de los Santos Inocentes, 28 de diciembre de 1816, y su cese, un cese administrativo realmente, el 4 de Febrero de 1817, pues en la misma fecha  fue nuevamente nombrado ministro, en esta ocasión con una duración en el cargo algo más extensa, casi un año y medio. El encargo regio fue el de regenerar la economía nacional, remodelando el sistema tributario existente. Cuando Garay expuso que para conseguir esa meta era indispensable una desamortización general y suprimir buena parte de los privilegios de la nobleza, además de hacer tributar más al que más poseyese, el circulo de influencia de la corona, formado por nobles, generalmente grandes terratenientes, debió ver esa teoría como una blasfemia al conservadurismo imperante y una amenaza evidente hacia sus propios intereses, retirándolo del cargo, lógicamente. /En la imagen, portada del libro 'Biografía de un liberal aragonés: Martín de Garay. 1771-1822', escrito por su descendiente Nuria Alonso Garcés.

LA ALMUNIA DE DOÑA GODINA.
El resto de su vida, que apenas se prolongaría un lustro, lo pasó en la comarca aragonesa en la que habían nacido y vivido sus antepasados.  Nuria Alonso Garcés, que se autodefine como la única descendiente con estudios de Historia, ha publicado un extenso trabajo titulado: “Ideas y pensamiento político de Martín de Garay” en el que indica: “Martín de Garay nació en 1771 en el Puerto de Santa María, Cádiz, aunque siempre se consideró aragonés a causa de que su familia había vivido en La Almunia de doña Godina –un pequeño pueblo de Zaragoza- desde el siglo XVI.”  Y al que se trasladó a muy corta edad, debemos añadir, llegando incluso a solicitar y obtener su familia la inscripción del acta de bautismo en los libros parroquiales de aquella población zaragozana, hecho consumado en 1782 con la autorización y beneplácito del Vicario General del Arzobispado de Zaragoza, hecho este que ha confundido a algunos biógrafos a la hora de determinar el lugar de nacimiento de Garay.

La plaza, que tuvo funciones de plaza de Toros, de La Almunia de Doña Godina (Zaragoza). Está enterrado en la parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción. Y tiene calle a su nombre en el pueblo, detrás de la plaza que aparece en la fotografía.

DESMONTANDO EL ANTIGUO RÉGIMEN.
Continúa esta autora y descendiente comentando que, aunque “emprendió una reforma de la Hacienda cuando ocupó ese ministerio, lo cual es sobradamente conocido,  también tomó parte en importantes decisiones que contribuyeron a desmoronar las viejas estructuras del Antiguo Régimen en España, lo cual solo conocen contados investigadores. Su pensamiento político e ideas permanecieron ocultos en medio de su archivo privado por el espacio de doscientos años.”   

En 1820, al inicio del trienio liberal fue llamado a Madrid para que formase parte del Consejo de Estado pero el agravamiento de su enfermedad, la terrible tuberculosis, que era un mal prácticamente incurable en esa época, le obligó a abandonar definitivamente cualquier actividad, retirándose a la Almunia de doña Godina, donde falleció en 1822.

CON LA CONSTITUCIÓN DE 1812.

En la imagen de la izquierda, alegoría de la Constitución de Cádiz de 1812.

Hemos visto con asombro como siendo un personaje bastante relacionado con las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812, en cuyo Bicentenario, recientemente finalizado,  El Puerto y los portuenses no hemos tenido ningún protagonismo, no se aprovechase la condición de ser El Puerto de Santa María su ciudad natal para, al menos, hacer un guiño a la historia oficial del evento, reivindicando al personaje como algo nuestro. Y es que podemos sentirnos orgullosos de él, que es “gente del Puerto” pues dejó fama de sabio, íntegro y patriota y al decir de los que lo trataron, estaba dotado de un carácter afable y bondadoso.  De todo ello he querido dejar constancia en el 191º (¡otro capicúa!) aniversario de su muerte, ofreciendo algunas de las pinceladas menos difundidas de su biografía que lo conectan con nuestra ciudad. (Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. PUERTOGUÍA).

Milagos Moya y Miguel Larios, detrás de la barra de la Venta que regentan.

La Venta Miguel tiene la estructura típica de venta de carretera con decoración sencilla, abierta en marzo de 2012, frente a la segunda gasolinera que encontramos en la carretera de El Puerto a Sanlúcar, antes de la antigua fábrica de Cádiz Electrónica. El establecimiento tiene dos salones comedores, uno de ellos con barra para tapear, y una terraza. Fuera aparcamiento para coches. Miguel Larios y Milagros Moya decidieron, cuando se hicieron cargo del establecimiento, especializarse en pescados y mariscos, un mundo que conocen bien ya que Miguel ha sido pescador y también ha tenido una pescadería. Con anterioridad también habían regentado un pequeño bar en la barriada de El Juncal. La fritura mixta de pescados es una de las estrellas de la casa. Suele llevar acedías, pijotas, salmonetes, cazón, boquerones, aunque la composición depende de lo que compren fresco. En el apartado de mariscos suelen tener gambas, cigalas, langostinos de Sanlúcar y bogavantes, aunque estos es mejor encargarlos ya que siempre no están disponibles. Las tortillitas de camarones, son también otro de los platos más solicitados. Por las mañanas tienen desayunos y los días laborables menú. Se puede comer por tapas o también por raciones y platos. Tienen también algunas tartas caseras.

Una contundente realidad: las tortillitas de camarones.

Habíamos acudido a esta venta tras la alerta de varios tapatólogos sobre las tortillitas de camarones de este establecimiento y es verdad que las tortillitas de camarones están buenas, pero los inspectores del colegio disfrutaron especialmente con media ración de cazón frito, de ese que está más blanco que el vestido de una novia (antes del convite). El cazón frito güeno es difícil de encontrar. El adobo permite ser menos “estricto” con este pescado, pero cuando se presenta frito, sin aliño alguno, ahí es cuando la calidad del pescado da la cara.

Cazón frito de la Venta Miguel.

Este cazón frito de la Venta Casa Miguel destaca por la calidad de la materia prima, un cazón de esos de textura agradable. Miguel Larios, que se encarga de freirlo en la Venta Casa Miguel, sabe de que habla porque ha sido pescador y pescadero antes que cocinero en este establecimiento que regenta junto a su mujer Milagros Moya. El pescado que utilizan es fresco y habitualmente es de la lonja de El Puerto de Santa María. Llega a la mesa en color rubito escandinavo y Miguel destaca que para freirlo usa la premiada harina de El Vaporcito. El cazón se puede pedir solo, en medias o en raciones completas, o también formando parte de un frito de pescado mixto a los que el colegio le echo el ojo, sobre todo a unas huevas que iban con el plato, que pa mí que me guiñaron y tó. (Texto y fotos: Pepe Monforte).

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Milagros Martín, 'La Macaca', con una lechera al fondo de la imagen.

Este artículo es un  pequeño homenaje a la gran matriarca de mi familia paterna, mi bisabuela Milagros apodada 'la Macaca'. Para mí, ella  fue siempre un gran ejemplo de vida, de trabajo y de dedicación a su familia, valores que hoy en día, desgraciadamente se están perdiendo.

Milagros Martín, que heredó el apodo de 'la Macaca' por su rama paterna, nació en El Puerto de Santa María en el año 1890, falleciendo en 1990, con 100 años de edad. Se casó a los 18 años de edad con Antonio Parralo, de esta unión nacieron 5 hijos: Rafaela (mi abuela), Antonio, Lola, Vicente y Ángel. Mi bisabuelo Antonio era cabrero y tratante de ganado, oficios ambos muy comunes en el siglo pasado. Poseía un rebaño de cabras que fue el sustento de su familia.

Todos los días, apenas amanecía marchaba a los campos con sus cabras para el pastoreo y ordeño de las mismas. Una vez ordeñadas enganchaba la mula al carro y cargaba las lecheras con la leche recién ordeñada y los quesos que mi bisabuela –su mujer- elaboraba con la leche de las mismas y el cuajo del chivo, para posteriormente intentar vender toda la mercancía por las calles de El Puerto.

Así, todos los días durante buena parte de su vida, hiciera aire, frío, calor, lloviera, etc. Había que alimentar y sacar adelante a su familia. Los días de invierno eran los más duros de sobrellevar debido al frío, que junto con algunos días de lluvia, llegaba a casa totalmente mojado. Días como estos, fueron  los que hicieron que la salud de mi bisabuelo se fuera minando hasta que falleció de una grave neumonía en 1936, año que comenzó la Guerra en España.

AÑO 1936. AÑO NEFASTO, COMIENZO DE LA GUERRA “INCIVIL” ESPAÑOLA.
Este año , fue un año nefasto para mi bisabuela ya que, al poco tiempo de quedarse viuda reclutaron a su hijo Antonio para que luchara en el frente de la guerra, a los pocos meses, falleció otro de sus hijo, su hijo Vicente víctima de las fiebres tifoideas. /En la imagen, monedas de dos reales (25 cts. de peseta) de ambos bandos, republicano y golpistas.

Recuerdo siempre que mi bisabuela nos contaba sus recuerdos de estos años con mucho dolor, sufrimiento y pena en su corazón de mujer, madre y amiga. Fueron años de mucho sufrimiento para muchas familias en general, sobretodo y principal por quedarse sin ingresos con el que poder alimentar a sus hijos debido a los reclutamientos obligatorios de los cabezas de familia e hijos en edad de luchar en los frentes, y, aunque mi abuela no tuvo que lamentar la pérdida de su hijo Antonio en la guerra, sí que se perdieron muchos seres queridos y conocidos.

Posteriormente vino la posguerra junto con todo lo que conlleva, bajas en las familias, pobreza, escasez de alimentos, falta de libertad e incertidumbre en la vida diaria. Pero a ella, todas  estas circunstancias y avatares la convirtieron a su vez en una mujer fuerte y luchadora, decidiendo junto con sus hijos volver a coger las riendas del negocio que había dejado su marido.

San Bartolomé esquina calle Los Moros. /Foto: Vicente González Lechuga. 2008.

LECHERIA EN SAN BARTOLOMÉ ESQUINA LOS MOROS.
Abrió una lechería en su propia casa aumentando las cabezas de ganado con la compra de varias vacas y poder así vender leche de cabra y de vaca al mismo tiempo.

A cada hijo le designó una labor diferente dentro del negocio. A mi abuela Rafaela le tocó junto  con su hermano Ángel el reparto de la leche a los domicilios particulares, bares, hostales y pensiones. De todos estos repartos que hacían, los que peor llevaba mi abuela eran estos tres últimos debido a la vergüenza que pasaba por las regañinas que recibía de los dueños, ya que estos, poseían un artilugio llamado Medidor pesa leches que servía para medir la cantidad de agua añadida a la leche y que siempre daba positivo, aunque nunca llegó a ser “agua lechosa”. Mi bisabuela siempre alegaba que lo tenía que hacer así para aumentar los litros de leche y poder abastecer y cumplir con todos sus clientes.

El densímetro o medidor pesa leches. Se atribuye su invención a Hipatia de Alejandría.

MEDIDOR PESA LECHES
Este artilugio servía para comprobar la cantidad de agua añadida que podía contener la leche, sobre todo en los tiempos de hambruna posteriores a la guerra civil. Los vendedores de leche y sobre todo los ganaderos se dedicaban a añadirle agua a la leche con el fin de que la misma cundiera más, sacando mayor beneficio.

Estos medidores bien podían estar en posesión de los vendedores como de los compradores. Los primeros lo utilizaban para ir regulando el agua que añadían hasta el máximo permitido por la ley y no ser denunciados tanto por los controles policiales como por los particulares; los segundos lo utilizaban para no ser engañados a la hora de comprarla.

Este medidor está realizado en cristal fino y divido en tres partes; la primera e inferior consiste en una bola de cristal tintado en negro y hueca, cuyo interior contiene unas bolitas de plomo con un peso aproximado de 35 gr., cuya función es hacer de contrapeso entre la leche y el agua; la segunda parte, es un cilindro de 8 cm de largo y hueco para poder mantenerse flotando en el líquido; la tercera parte, la superior, consiste en un tubo mucho más fino y estrecho que el anterior, de 10 cm de largo con dos leyendas informativas en su interior. Una cara nos informa con un papel reglado del 0 al 25; y por la otra cara, con las posibles cantidades de agua: ¼, ½, ¾ o bien, leche entera.

Su finalidad era introducirlo verticalmente en las lecheras, si el medidor se hundía marcando la raya del 25 al 20, significaba que la leche era entera completamente, si se hundía del 20 al 15, significaba que contenía ¼ de agua añadida; del 15 al 10, ½ de agua; del 10 al 5, ¾ de agua y finalmente, si se hundía del 5 al 0, descaradamente la leche estaba totalmente aguada. Debido a estos pillajes se crearon controles policiales llamados fiscalías que se dedicaban a revisar todas las mercancías, tanto las que salían al exterior desde el muelle del vapor, como las de las propias lecherías, en las que se presentaban sin previo aviso. (Texto: Coral Piá Oviedo).

Lecheras con las que hacían el reparto por las calles de El Puerto Ángeles Pérez Navarro, su hermana, y una prima de su padre durante los últimos años de la Lechería.
RECUERDOS Y OLORES EN MI MEMORIA
Cuando recuerdo aquellos tiempos me vienen vaivenes de aromas, olores, sabores y colores que me trasladan al cuarto donde estaba la pequeña lechería, donde tantas horas de mi niñez se quedaron dormidas oliendo la leche recién ordeñada, el queso recién hecho, el vaso de leche azucarada que me daban para beber y aquellos requesones con azúcar de los calostros de las vacas recién paridas.

Y sobre todo la sensación de sentirme arropada y querida por la gente que te quiere, sensación, que jamás volverá a repetirse porque las piezas del conjunto caídas son más que las que quedan en pie.
Gracias por todo, gracias por estar en los momentos que solo tú supiste estar, acogerme como solo tú sabias. Doy gracias a Dios por habernos unido en esta vida, fuiste maestra de hacer pan de la nada, superando todos los obstáculos que la vida te impuso, por tus enseñanzas y por tu visión madura de la vida.

Abarcaste y protegiste a tres generaciones: hijos, nietos y bisnietos, siendo la gran Matriarca de esta familia. Demostrando que el mundo no es tan absurdo como muchas veces pensamos, gracias a tu legado de amor, dignidad honradez y sobre todo, unión familiar. Enseñanzas que siempre llevaré en lo más profundo de mi corazón y de mi memoria, gracias a tu larga vida.

Nos dejaste  a los 100 años de edad.

“Sé que en el trascender de mis años, llegará el momento exacto que volveré a estar frente a ti y podré  tocar tu rostro de nuevo. / Sentiré el respirar de tu aliento sin miedo a volver a perderlo. / Más allá del cielo azul será nuestro encuentro.” (Texto: Ángeles Pérez Navarro).

Más información sobre la familia de La Macaca. Josefa Martín Lanzarote 'La Macaca'. nótula 1.455 en GdP. La belleza de una porteña en París.


Xen el cocinero asiático que elabora los platos con uno de sus sushis.

La cocina japonesa, y más concreto todo lo relacionado con un plato concreto de ella, el sushi, sigue en plena expansión en la provincia de Cádiz. Si hace unas semanas abría en Cádiz Gadisushi, desde el pasado día 12 ha abierto un nuevo establecimiento en El Puerto de Santa María. Se llama ‘Sushi & Fresh’ y está situado junto a la rotonda por la que se accede a la carretera de El Puerto a Sanlúcar.

La iniciativa es del empresario gaditano afincado en El Puerto de Santa María, Luis Rosety, de 30 años y marino mercante de profesión. Precisamente esa actividad le ha llevado a vivir un tiempo en Canadá donde estaban de moda los “sushi bar”, unos establecimientos, al estilo de los bares andaluces, en los que se sirve este tipo de especialidades en una barra, mientras que el cocinero, a la vista del público, los prepara.

Rosety se mostró encantado con esta cocina y por eso, y tras comprobar que en la zona no existía esta oferta, ha decidido traerla aquí. Señala que “lo que hemos puesto en marcha no es exactamente un sushi bar, puesto que no tenemos barra, sino mesas altas y bajas donde poder tomar los productos, pero si tenemos la filosofía ya que lo que tenemos es eso sushi, de muy variadas presentaciones y presentaciones en torno a él”.

Luis Rosety junto a su cocinero en "Sushi & Fresh".

Para que los platos estén en su punto, algo fundamental en esta cocina donde se trabaja con materia prima de primera calidad, Rosety ha traido a El Puerto a Xen un cocinero de origen asiático que lleva ya afincado cinco años en España y que es el que se encarga de preparar las especialidades”. Todos los platos se preparan en el momento que los solicita el cliente para que así estén en perfecto estado.

Rosety destaca que el estilo de su establecimiento es “californiano” dentro de la clasificación que hacen los aficionados a estos platos que distinguen entre la “escuela”  japonesa, más purista, y la que ha surgido en Estados Unidos que ha aportado algo de esta cultura también a este tipo de locales. En la carta se pueden encontrar una ensalada realizada con soja, que viene en sus vainas, muy parecidas a las de los chícharos, y que se sirven cocidas y sólo aderezadas con sal. De ellas tan sólo se comen las semillas, como se hace con los chícharos. Asimismo hay una carta de “sashimis”, trozos de pescado crudos cortados muy finos y que se sirven con salsas como la soja o el wasabi (muy picante) como acompañamiento, además de guarnición de rábano rallado. En Sushi & Fresh lo hacen con atún, salmón o con pez mantequilla, un pescado muy apreciado por los japoneses por su sabor suave y su textura blanda, de ahí su nombre.

En cuanto al sushi lo tienen de más de 40 variedades. Van desde los rollitos (roll) que pueden ser de salmón con aguacate y sésamo, además del arroz, o de gambas y aguacates envueltos con el arroz y huevas de pez volador (tobiko), otro producto muy característico de la cocina japonesa.

Una de las especilidades del restaurante japonés, el City-Roll.

La fusión de culturas puede verse, por ejemplo, en el maki (relleno recubierto de arroz y de algas) de salmón queso de untar. En cuanto a los sushis los hay de pez mantequilla, salmón, sepia, lubina, atún, vieira, gambas o de anguila.

En cuanto a las bebidas, además de refrescos o algún vino, cuentan con cerveza importada de Japón o sake. De todos modos para Rosety lo ideal es acompañar el sushi con té japonés, aunque aún no lo tienen disponible. La idea es tenerlo en las próximas semanas para acompañar los platos. La carta se complementa con algunos postres como el helado de té verde.

El establecimiento cuenta con una zona de mesas altas y otras bajas, en total unas treinta plazas. Rosety resalta “el aire informal del establecimiento. Es para tapeo, aunque a base de estas especialidades japonesas, pero la filosofía es la misma, poder probar muchos sabores y compartir”.

En el local no hay tenedores ni cuchillos. Para tomar los sushis se acompañan unos palillos y, si el cliente lo desea, se le entregan unas pinzas de madera con las que también puede coger los productos. Los productos también se sirven para llevar, además de poder degustarlos en el local. (Texto y Fotos: Pepe Monforte).

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Hosteleros de El Puerto en la década de los sesenta del siglo pasado, durante la visita a la Fábrica de Cervezas Cruzcampo, de Sevilla, delante de la maqueta de las instalaciones cerveceras, que fueron fundadas por dos portuenses, los hermanos Roberto y Tomás Osborne Guezala (ver nótula núm. 333 en GdP).


De izquierda a derecha, desconocido, Isidoro Obregón, Manuel Rodríguez Ceballos del Bar La Placilla, José Sánchez Rodríguez 'El Nene' de Los Tres Reyes, Luis Palomo del 'Bar Palomo', José Cressi, Guillermo García de Leániz, Luis Osborne representante de la Cruzcampo en El Puerto, un directivo de la Cruzcampo de Sevilla, desconocido, Tadeo Sánchez Rodríguez del Bar Tadeo, Manuel Moreno y el 'Pobre Pepe' del Bar Cádiz. /Foto Colección José Sánchez.

Una imagen publicitaria de 1960 que hoy sería considerada 'políticamente incorrecta' e incluso llevada al Defensor del Menor y otros organismo que vigilan el consumo de alcohol y su publicidad.

Antonio Sánchez López delante de un azulejo del Vapor. /Foto: Pepe Monforte.

Hoy 10 de enero cierra sus puertas uno de los establecimientos de hostelería más veteranos de la ciudad, el bar Playa-El Rempujo, situado en la plaza del Polvorista. La jubilación de su propietario y el descenso generalizado del consumo han sido las razones que han llevado a la decisión de cerrar el negocio · En los buenos tiempos el establecimiento llegó a servir 700 cafés diarios

La calle de la Aurora, a la izquierda la Plaza del Polvorista, a la derecha la Casa de Roque Aguado, donde hasta hoy estaba el Bar Playa-El Rempujo. El establecimiento se fundó en la década de los 30 del siglo XX.

Una imagen de la Casa de Roque Aguado, donde estaba prevista una promoción inmobiliaria.

La decisión viene motivada por la jubilación de su propietario, Antonio Sánchez López, que comenzó en el negocio hace 55 años con tan solo diez años de edad, junto a sus padres Luis Sánchez y Milagros López Alejo. La familia trabajó antes en otro establecimiento también llamado El Rempujo en la calle Aguado, muy cerca del local actual, pero el padre de Antonio lo trasladó a la casa de Roque Aguado y rebautizó el establecimiento con el nombre de bar Playa, al no haber otro local similar ya hasta La Puntilla.

El rempujo es, según la terminología marinera, una manopla de cuero con refuerzo metálico en la palma para empujar la aguja de coser velas, nombre recogido de la nomenclatura martítima que ha dado nombre al establecimiento de hostelería.

BAR DE MARINEROS.
En sus inicios El Rempujo fue un bar de marineros. No hay que olvidar que en los años 50 en El Puerto la flota local contaba con unos 170 barcos y el sector daba mucho trabajo al bar, que abría entonces a las cuatro de la madrugada. Después llegaría la puesta en marcha de la parroquia del Carmen y San Marcos (al principio de forma provisional en la plaza del Polvorista), luego el impulso de la actividad bodeguera, con varias firmas del sector ubicadas en las inmediaciones como Osborne, Rives o Cuvillo.

En la imagen, el porteño José Manuel Domínguez Verano, que ha trabajado en El Rempujo desde el año 2004 --con anterioridad, desde 1977 a 2002 trabajó con Eugenio Quilimaco, como encargado en sus establecimientos en Carrefour-- Manolo Troncoso Pérez, que entró en la casa con 11 años y ya lleva 47, y Ramón Borja Arníz, trabajador de la casa desde 1993. Sin olvidar al ya desaparecido Diego.

Una instantánea de la cocina, que en su origen era atendida por la mujer de Antonio, Milagros Farfán y en los últimos tiempos por el cocinero Juan Ortiz.

EL AYUNTAMIENTO, EN POLVORISTA.
Y finalmente, lo que terminaría de darle al bar el empuje definitivo, el traslado del Ayuntamiento al actual edificio de la plaza del Polvorista, en los años 70. "Eso fue para nosotros una lotería", recuerda Antonio, que ha trabajado mucho durante toda su vida junto a su mujer, Milagros Farfán, que se encargaba de la cocina cuando el establecimiento amplió su actividad. Debido a su proximidad con la casa consistorial todos los políticos portuenses han pasado muchas horas en El Rempujo. "He conocido a diez alcaldes", dice Antonio, para quien su primer lema ha sido siempre la discreción: "ver, oír y callar".

Sin duda su especialidad más aplaudida son los chicharrones de atún, una receta propia que solo se puede probar en El Rempujo. En sus buenos tiempos en el bar Playa-El Rempujo se llegaban a servir hasta 700 cafés al día, unas cifras que quedan ya muy lejanas, ahora que la caída generalizada del consumo no respeta ni a los establecimientos más señeros.

Aunque hace unos años llegó a adquirir un nuevo local junto a la plaza de Peral, el retraso que arrastra el traslado del Ayuntamiento le ha hecho desistir, ya que a su inminente jubilación se ha unido la caída de las ventas en los últimos tiempos, algo a lo que casi ningún negocio está siendo ajeno.


JUBILACIÓN VIENE DE JÚBILO.
Sus tres hijos se ganan la vida al margen de la hostelería y tras 55 años de muchos sacrificios, Antonio está deseando estar libre para disfrutar de sus nietos, Carlos de 8 años y Martín, de tres meses. Aunque echará de menos a sus compañeros de trabajo, tiene claros su planes: "Voy a dedicar mi tiempo a mis nietos y a pasear por la playa, algo que no he podido hacer nunca porque siempre he estado trabajando", afirma. (Texto: Teresa Almendros Edeso).


TAPAS Y RACIONES.
Al mediodía y por la noche tapitas en la barra o medias raciones y raciones en la terraza. La carta es de platos clásicos con especialidades como el gallo empanao, los chocos a la plancha o guisos marineros como los fideos con almejas. Una de las últimas incorporaciones a la carta, los chicharrones de atún, se han convertido en su tapa más famosa. Se trata de trozos de atún fritos con los mismos ingredientes que los chicharrones de carne. Se comen fríos.


CHICHARRONES DE ATÚN.
Las obras de arte también pueden aparecer en las barras de los bares no sólo en los museos que, la verdad, los visita mucha menos gente. La imaginación humana no tiene límites y un buen día al equipo de cocina del Bar Playa El Rempujo de El Puerto en una acción coordinada, según narra Antonio Sánchez López, el propietario del local, se les ocurrió coger unos trozos de atún y aliñarlos como si fueran chicharrones de cerdo. Así les pusieron un poquito de orégano, un chorrito de vino fino de El Puerto, sal, laurel, ajo picaito, pimienta negra y los frieron en aceite. Luego dejaron que se enfriaran y los pusieron de tapas, el invento no salió nada mal porque cuatro años después estos chicharrones de atún, como bautizaron al invento tapístico, son la tapa de más éxito del establecimiento. Lo cierto es que el atún parece haberse disfrazado de cochino porque el guiso sabe al adobo de chicharrones, pero clavaito. Sin embargo, el atún no queda enmascarado y su sabor también se deja ver en la preparación. Para colmo la carne queda jugosita y llega a la mesa con un poquito del aceite de la fritura donde se puede mojar pan sin ningún tipo de remilgos, procurando coger un poquito del aliño para darle más gracia a la cosa. (Texto: Pepe Monforte).

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Contar la vida de un padre y de su familia es un poco complicado por muchas razones, creo que lo entenderán la gran mayoría de las personas que lean este texto. Mi padre y familia --los Cristo Charneco-- proceden de la provincia /distrito de Faro, en el Algarve, (Portugal). Fueron seis hermanos:  José, Cecilia, Lino, Manuel, Luciano y Juan. Todos vivieron y fallecieron en El Puerto, excepto mi tía Cecilia Cristo Charneco, (Vila Nova de Cácela 1911 - Vila Real de Santo Antonio, 1999). Estuvo casada con Antonio Gómez, hombre muy conocido en esta ciudad, era el encargado de Fomento en esta localidad fronteriza en 1947. Pasaron muchas temporadas de su vida en El Puerto, con sus tres hijos varones.

En la feria de Ganado (década de los 50 del siglo XX). De izquierda a derecha y de arriba a abajo: 1ª Fila: Lino Cristo Charneco; Juan Cristo Ruiz; Carmen Ruiz Camacho; Luciano Cristo Charneco; Gertrudis Velázquez; Juan Cristo de los Martyres; Cecilia Cristo Charneco; Carolina Charneco Gabana; delante de ella, Antonio Cristo Ruiz; María Aparicio; Manuel Cristo Charneco. 2ª Fila: 5 niños desconocidos; Manuela Álvarez; María del Carmen Cristo Ruiz .

LA VIDA EN LA FREGUESÍA.
La vida en aquella freguesía (pedanía) de pescadores dependiente de Vila Real de Santo Antonio, en el primer tercio del siglo veinte, según mi abuelo,  era dura, dedicada a la pesca y salazones de pescados azules, y a la agricultura, tenían un terruño de arena de sílice, improductivo, de unos cuatro mil metros cuadrados de secano.  Hoy el terreno valdría mucho dinero por tener la playa muy cercana. Corrían malos tiempos a principio del siglo veinte en Portugal.

Mariscando en Vila Nova de Cacela, pedanía de Vila Real de Santo Antonio (Portugal).

El abuelo, Juan Cristo de los Mártires (Vila Nova de Cácela, Portugal 1887 - El Puerto, 1961). Tuvo que emigrar en busca de nuevos horizontes con sus dos hijos mayores, José de 20 años y Lino, de 14 años, deciden cruzar el río Guadiana, en busca de mejoras, con destino a Tarifa, pueblo marinero por excelencia, con un gran movimiento en la pesquería y conserveras de pescados de aquellos años.

CRUZANDO LA FRONTERA.
Me contó mi padre, Lino Cristo Charneco, que pasaron el río ya mencionado en una balsa de madera grandísima, en la que entraban carros tirados por mulas y animales cargados con todo lo que se puede vender, comprar y trocar. Esta embarcación iba arrastrada desde tierra, por un grupo de hombres en la margen hispana y equivalente en la orilla lusitana. Esto le impactó mucho a mi padre, lo mencionaba en muchas ocasiones, nos describía estos hombres con el torso desnudo, se semejaban a los esclavos egipcios, como nos relata la  cinematografía.

Me informó que no pasaron el río por la frontera de Villa Real de Santo Antonio-Ayamonte, fue una zona interior de la provincia de Huelva, que no describió. Recorrieron mucho camino a pie, antes de llegar a su destino. En el viaje mi padre, le comentaba continuamente a mi abuelo: «--¿Papa dónde vamos?» Dejar la tierra donde uno emerge y crece, para emigrar a otra comarca siendo un niño, tiene que ser muy doloroso. Yo lo digo por experiencia, me fui de El Puerto, con veinte y nueve años, con destino a Tarragona, y mi salida fue angustiosa. /Portada de la Pensión Las Columnas, hoy en desuso, donde vivieron a poco de llegar a El Puerto.

Se instalaron en Tarifa, el pueblo de Guzmán “El Bueno”, y  posterior en Barbate, trabajaron de marineros y rederos, y mi padre como grumete en los barcos de pesca durante varios años. Conoció mi abuelo a un portuense, dueño de barcos, este le aconsejó que se afincaran en El Puerto, que había más vida y oportunidades de trabajos.

LLEGADA A EL PUERTO.

En 1933, se trasladaron el abuelo y mi padre a Alcanatif, el nombre árabe de mi ciudad. Mi tío José se quedo como redero en Tarifa. Dormían en los barcos donde estaban enrolados o embarcados, o sea, hasta que no hubo presupuesto para poder hospedarse por primera vez en la posada de Las Columnas.

La calle Sierpes, en la década de los sesenta del siglo pasado. Como se puede observar en primer término a la izquierda, los puesos de verduras se encontraban adosados y al aire libre, con el toldo de protección plegado. A la derecha, la ristra de bares de la calle en aquellos años.

Otra vista, mas reciente de la calle Sierpes.

Con posterioridad alquilaron una vivienda en el número 5 de la calle Sierpes. Toda una vida junto a la Plaza de Abasto. Tenían de vecinos el Bar de ‘Milindri’, dirigido por Simón e Ignacio. ‘El Lengue’, padre y Rafael, hijo carnicero de profesión, creo que fue novilleros sin caballos. Cristóbal, el de ‘El Baratillo’, comparsista y hombre inteligente. Pancho Rábago, dueño del bar del mismo nombre, creo que tuvo el cargo de teniente alcalde.

El Bar Milindri, en la década de 1950, contemporáneo en sus inicios de la Carpintería Lobo. Manuel e Ignacio Simón, los primeros a la izquierda. (Fotografía del libro ‘Tabernas y Bares con Solera’ de Enrique Pérez Fernández).

Recuerdo al cantante Antonio Machín, cuando venía a actuar al Teatro Principal, siempre visitaba la casa de Pancho, la mujer era cubana y creo de la misma ciudad del genial cantante de color. Los carpinteros hermanos Lobo, (ver nótula núm. 159 en GdP) su taller daba junto a la casa de mis abuelos. Eloy Fernández Moro,(ver nótula núm. 059 en GdP) dueño de la tienda de comestibles, esquina en la confluencia de calle Vicario y Sierpes. Parece que le estoy viendo, se cubría con la clásica boina negra, y con una bata de color garbanzo, como describía mi abuela el color, de esta prenda: comprábamos en este comercio. Tomás el del ‘Metro’, tenía una tienda de tejidos y ropas, estaba situada en frente del  establecimiento del mencionado Eloy. /En la imagen de la izquierda, el cantante cubano afincado en España, Antonio Machín.

LA ABUELA: SASTRA Y CULTA.

La abuela, Carolina Charneco Gabana, (Vila Real de Santo Antonio, 1892 - El Puerto, 1976), mujer culta para su tiempo, estudió corte y confección, conocida por ‘la Portuguesa’, llegó con el resto de la familia en los años treinta y algo. Costurera de ropa de hombre, por cierto muy buena sastra. La primera chaqueta que vistió Manolo Bermúdez Junquera ‘Anzonini’ (ver nótula 524 en GdP), se la confeccionó mi abuela. Solía asesorar y leerles las cartas a los lusitanos analfabetos, que trabajaban en embarcados en El Puerto. La gran mayoría de los portugueses, se desplazaban en bicicletas de España, a Portugal y viceversa,  tardaban en el viaje tres o cuatro días. /En la imagen de la izquierda, Carolina Charneco Gabana, (Vila Real de Santo Antonio, 1892 - El Puerto, 1976).

Lo que hace la necesidad, para poder ahorrar algún dinero para su familia. Aquellos tiempos fueron durísimos. Conocí a un portugués de nombre Manuel de Ana que solía  viajar  en bicicleta y, con el tiempo, se compró una motocicleta;  era muy amigo de la familia y del mismo pueblo de Lagoa, trabajó en El Puerto, más de veinte y cinco años, en la mar, era un ser muy agradable:  lo que llamamos por aquí muy buena gente. /En la imagen de la izquierda, el portugués Manuel de Ana.

EL ABUELO: POLIFACÉTICO, INTELIGENTE Y ANALFABETO.

El abuelo, Juan Cristo de los Mártires estuvo de joven en Macao, colonia portuguesa en China. Mi abuelo fue un trabajador incansable, tuvo muchos oficios: barbero-sacamuelas, capador de cochinos, marinero, agricultor, en los veranos venía con una cuadrilla de portugueses, a la siega del trigo, a España.

Hombre que no sabía leer, ni escribir, pero les puedo asegurar que podía sobrevivir en cualquier sitio donde le dejaran. Diestro en la pesca desde tierra y en el mar, elaboraba muy bien los salazones, extraordinario mariscador, experto en la caza en todas sus modalidades, conocía las plantas medicinales, y como utilizarlas. En la imagen de la izquierda, Juan Cristo de los Mártires (Vila Nova de Cácela, Portugal 1887 - El Puerto, 1961).

Era amante de los pájaros, tenía siempre colgados en la fachada de casa, tres o cuatro jaulones con alondras, le encantaba el cante de estas aves, eran muy difícil mantenerlas en cautividad;  recuerdo que había  que coger cigarrones (saltamontes), para la dieta alimenticia de estos pájaros. Contaba el abuelo, que estuvo segando en una finca cerca de Arcos de la Frontera, a principio de los años treinta, se quedo asombrado, viendo como pelaban los novios la pava, en esta zona. Se echaban al suelo y se veían por el ojo de las gateras de los portones, ubicados en la zona baja de dichas puertas.

Era un ser bueno, inteligente y educado, no lo digo porque fue mi abuelo, lo digo porque es verdad. Fue el espejo donde mirarme, en esta vida clasificada por mí, de tiempos perniciosos y de momentos buenos. Por muchos años que pasen le sigo recordando y echándole de menos, sin olvidarme de la abuela. (continuará). (Texto: Antonio Cristo Ruiz).

Imaginación no les ha faltado a varios hosteleros de El Puerto de Santa María que han creado unas curiosas tapas para conmemorar la Navidad dentro de la ruta “Sabores y regalos” creada por la asociación Centro Comercial Abierto (CCA) y en la que participan 13 establecimientos de la Ciudad, además de bares de copas, también con cócteles especiales o pastelerías y tiendas gourmet con ofertas de productos y que hoy sábado tienen su última oportunidad de degustar.

En el bar La Herrería (antiguo La Draga) en la plaza del mismo nombre (ver nótula núm. 1.180 en GdP)  el cocinero Francisco Gómez Real ha creado una curiosa tapa bautizada con el nombre de “Papa No e”. La idea de este cocinero de 42 años y que está perfeccionando sus conocimientos de cocina con cursos a distancia en la taberna del Alabardero de Sevilla, ha sido representar en una tapa la cara de Papa Noel. Para ello ha utilizado un pimiento del piquillo para representar el gorro y luego la cara la representa con una original ensaladilla en la que las patatas se sustituyen por pequeños tacos de manzana que se mezclan con los ingredientes habituales de la ensaladilla como el atún, las zanahorias o los chícharos. La mayonesa lleva también un toque de leche y otro de ketchup para contrarrestar la acidez de la manzana. Las barbas del personaje se simulan con un aire de espárragos.

Papa no é, la curiosa "ensaladilla" navideña creada por el Bar La Herrería, con manzana y que intenta recrear la cara de un Papa Noel.

El cocinero, que está intentando agregar a su establecimiento algunas tapas innovadoras que va incorporando a las clásicas del bar, donde ha sustituido en la cocina a su madre Isabel Real Sánchez,  (ver nótula núm. 700 en GdP también ha creado para la ruta unos filetes de pollo que se empanan con almendras picadas a cuchillo y que, una vez fritos, se acompañan con una salsa de queso payoyo de Villaluenga. (Texto y fotos: Pepe Monforte).

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