
Alexander Robert Eady nació en 1938 en Wennington, condado de Essex, (Inglaterra). Es trilingüe, habla ingles, español y francés, “mais depuis 45 années en Espagne, j’ai presque tout oublié”. Vive en El Puerto desde 1964, fecha en la que es fichado por Bodegas Terry, donde presta sus servicios hasta que, en 1991 es reclutado por Bodegas Caballero, trabajando allí hasta su jubilación en 2003. Casi toda una vida, un total de 39 años, trabajando en el negocio de exportación de Vinos del Marco del Jerez-Xérès-Sherry y Brandy en dos empresas familiares de El Puerto. Está casado con la porteña Mercedes Puyana, con quien tiene dos hijos. Es socio de la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia y ha participado como miembro del jurado de la Fiesta de los Patios 2009. También es Presidente del Ateneo del Vino Fino con sede en nuestra Ciudad.
ROYAL AIR FORCE.
Alex es ex combatiente, fue condecorado en el conflicto de Chipre donde estuvo en la Royal Air Force desde 1956 a 1959. En 1955 la EOKA, (Organización Nacional de la Lucha Chipriota), empezó con violencia para echar los británicos de Chipre a la fuerza como preludio a conseguir “enosis”, es decir, su unión con Grecia. Georgios 'General' Grivas, alias 'Dighenis' con el apoyo del Arzobispo Makarios, encabezó la organización terrorista Greco-Chipriota. Makarios y Grivas eran dos personalidades diametralmente contradictorias. El primero, un líder religioso con aversión a la violencia y con una propensión hacia la diplomacia. El segundo era militarista, curtido en la violencia y el terror, cuya notoriedad empezó en la guerra civil griega a mediados de los años 40.
EL PUERTO EN 1964.
Estando aun en la Reserva, Alex salió desde la Pérfida Albión --como llamaba Napoleón a lo que es hoy en día el Reino Unido-- el 5 de noviembre de 1964 con rumbo a España, concretamente hacia nuestra Ciudad. Allá por el año 1964 las bodegas de Fernando A. de Terry, S.A. decidió lanzarse definitivamente en los mercados internacionales del Vino de Jerez, aunque por ejemplo con su brandy -o 'coñac' como se llamaba en aquel entonces- había estado presente en los Estados Unidos desde cuando terminó La Prohibición en el año 1933 a través de la empresa “Briones Inc”. Fue durante una entrevista que se celebró en el famoso Savoy Hotel en Londres después del lanzamiento de la gama de vinos del Marco de Jerez --Sherry para los ingleses-- que incluía el famoso Fino Camborio “Viva moneda que nunca se volverá a repetir” en memoria de Federico García Lorca, cuando se contrató a Alex para trabajar en la bodega en el equipo que comandaba el Director de Exportación de Bodegas Terry, Manuel Gago García.
Después de unos meses de estancia en la Residencia Sol y Mar regentada por Agusto Atalaya, oriundo de Tánger, muy cerca de la Bodega de Terry y la Plaza de los Jazmines, Alex llegó a parar en casa de 'Las Botijas', o sea de las hermanas Fernández, que vivían en una casa enorme encima de la tonelería que fuera de su padre en la calle Sol. Las buenas hermanas Mari Pepa y Milagros leían asiduamente la publicación local Cruzados y en Navidades preparaban cestas para los pobres con polvorones y otras delicias navideñas suministradas por Acción Católica. No había calefacción en aquella enorme casa, pero si un suministro inagotable de tacos de roble procedentes de la tonelería en la planta baja para alimentar su 'cocina económica' y también para preparar el cisco para su brasero.
Fueron tiempos muy distintos a los actuales. La central de Telefónica de España, en la calle Larga era todavía manual, y las conferencias telefónicas para el extranjero, y las nacionales también, había que pedirlas con antelación, y a veces la espera era mucho mas que solo unas horas. En los casos de cierta urgencia se desplazaba a Jerez, al Hotel Los Cisnes, donde solo tardaban más o menos el tiempo de tomar un café para que te conectaran con Londres por ejemplo. Las demás comunicaciones por Telégrafos –el telex, si bien se había inventado, aun no había llegado a El Puerto– o por Correos. (En la imagen, Alex, con una copa de Brandy Milnario, de Bodegas Caballero, en el interior del Castillo de San Marcos).
GRANDES CAMBIOS EN TERRY.
Fue mucho tiempo después en el año 1991, siendo Alex Director de Exportación de Terry desde Abril de 1980, cuando empezaron los grandes cambios en Fernando A. de Terry, S.A. y cuando pasó la empresa a manos de una multinacional –Allied Breweries, de Inglaterra– y el resultado final de ello fue la salida de Alex de Terry en diciembre de 1994 para colaborar en el área de exportación e importación de Luis Caballero, S.A. hasta su jubilación en septiembre del 2003.

Presentación de Catavinos al presidente de las Bodegas Góngora, en Villanueva del Ariscal (Sevilla).

Alex, a la derecha, ha sido jurado de la Fiesta de los Patios en su edición 2009
LA FAMILIA PORTEÑA DE ALEX.
En 1968 Alex se casa con Mercedes Puyana –hija de Juan Puyana, mancebo de toda la vida en la Farmacia de Fernández Prada en la calle Larga- y tiene dos hijos: Ruth, bióloga por la Universidad de Sevilla y licenciada en ciencias medioambientales por la Universidad de Aberystwyth, y Alexander, filología inglesa por la Universidad de Cádiz, y licenciado en traducción por la Universidad de Salford.
Lo de la jubilosa jubilación de Alex es un decir ya que, frecuentemente, le podemos encontrar junto con Mercedes andando por los senderos del Parque Natural de Grazalema: tienen una casita en el mismo pueblo de Grazalema. Además colabora activamente con su hijo Alexander, lingüista, profesor y traductor, en sus proyectos de traducción.
EL ATENEO DEL VINO FINO.
El Ateneo del Vino Fino, es una organización de naturaleza asociativa y sin ánimo de lucro, que se constituyó hace cerca de siete años, el 14 de diciembre de 2002, y entre los fines de la asociación se encuentran, entre otros, fomentar la cultura del vino en general, y en particular la del Marco del Jerez, promover y defender el patrimonio cultural que representa el mundo del vino, en sus aspectos productivos, lúdicos, arquitectónicos y artísticos, y promocionar la creación literaria, artística y audiovisual relacionada con la Cultura del Vino. Tal vez lo más representativa destaca la organización y gestión de las Jornadas del Vino Fino, de carácter anual, en las que se exponen y debaten numerosos aspectos de la relevancia que tiene la cultura del vino en nuestro entorno.
MUSEO DE LA CULTURA DEL VINO FINO.
El Ateneo del Vino ha tenido desde sus inicios la intención de incentivar la creación de un Museo de la Cultura del Vino Fino. Han presentado al Gobierno Local un proyecto detallado de la creación de una Fundación que pudiera asumir su gestión para no gravar aun mas las arcas municipales, ya de por si maltrechas en la actual coyuntura económica. Dicho proyecto ya cuenta con el apoyo oficial del Consejo Regulador de Jerez Xérès Sherry, así como el de la Universidad de Cádiz, como patronos, aparte del apoyo decidido de otras entidades no oficiales. Actualmente, están pendientes de una importante decisión del Ayuntamiento ya que, sin su participación como patrono, sería imposible llevar a cabo este importante proyecto.







Aunque ya existían noticias por parte de eruditos locales como Francisco Ciria y Vergara y el investigador alemán Shulten que la identificó como el Puerto de Menesteo, no fue hasta la llegada a nuestra Ciudad en torno a 1979, de Ruiz Mata, cuando se propusieron las excavaciones sistemáticas del yacimiento del que su principal mentor ha llegado a firmar que acaso pudiera ser la Gadir fenicia ya que, en Cádiz no se encontraban registros arqueológicos que sustentaran la antigüedad de la ciudad. En una compleja teoría, Ruiz Mata componía la situación de las islas antiguamente, siendo Cádiz una necrópolis, Doña Blanca la ciudad y la isla de Sancti Petri un templo. Las teorías van y vienen, los estudios avanzan y retroceden, y diversas escuelas y arqueólogos están a favor y en contra de la misma. Pero no deja de ser un lugar apasionante que ha apasionado a cuantos en él han trabajado. Otra interesante teoría, la Sidunia árabe, ha sido expuesta por el profesor Borrego Soto,
En un trabajo infográfico realizado a auspicios de la Fundación CEEI, Bahía de Cádiz, se afirma que el yacimiento presenta una importancia singular en el panorama de la colonización fenicia en el Mediterráneo occidental. Su excavación, entre 1979 y 1995, ha sacado a la luz restos de murallas, necrópolis y viviendas de entre los siglos VIII y III a. C. Con un excepcional grado de conservación, el yacimiento guarda las claves sobre el paso de los fenicios por la Bahía de Cádiz y su relación con los pueblos indígenas de la Baja Andalucía. (En la imagen, infografía de la muralla fenicia).


El ius usus innocui es una institución del derecho consuetudinario que tiene su apoyo nada menos que en el Levítico (XIX, 9, 10) y en el Deuteronomio (XXIV, 19, 20). El ius usus innocui equivale al soutelo o la musga gallegos y al emprìu catalán. Se trata del aprovechamiento de aquello que a nadie puede estorbar, ni lesionar en sus intereses. O dicho como lo decían los romanos: quod tibi non nocet et alii prodest non prohibetur; quod mihi prodest et tibi non nocet, faciendum est. (En la imagen, portada del Libro del Deuteronomio).

Si Vd. cogía por el camino de los Enamorados, por la hijuela del Tío Prieto, por la del Tío Gilito, por la vereda del Verdugo o la del Presidio, por la Cañada de La Valenciana, por la del Hato de la Carne o por cualquier paraje rústico de nuestro término municipal, seguro que, a un lado y a otro, se encontraría liños de tunas, necesario resguardo para las bichas, los lagartos, los erizos, las ratas, las panarrias, los gallitos-marzo, las mariquitas de San Antón, los escarabajos peloteros, los panales de abejas o los avisperos, que mantenían, entre sí, un admirable equilibrio ecológico. Las pencas de las tunas tostadas, servían para alimento de las vacas, una vez desprovistas, por el fuego purificador, de las púas. (En la imagen, pinchos de aromo con su característica flor amarilla. Todavía se pueden ver por el Camino de los Enamorados).
Al amanecer, por cualquier camino te podías topar con gente que, con una burra con su albarda y sus serones, armada de una caña (convenientemente cascada por la punta, abierta lo necesario con un tapón de corcho y fijada la apertura con una cuerda de abacá), se dispusiera a hacer suyo el fruto de todo un vallado. Luego, recolectados los higos, debía barrerlos, esto es, desproveerlos de las pequeñas púas. Los higos barridos, restregados por la arena, quedaban en disposición de ser lavados. El agua debía cambiarse varias veces, mas que nada, porque en su superficie quedaban nadando los restos de minúsculas púas, como pelillos, y algunas impurezas. Así, finalmente, los higos quedaban preparados para ser expuestos y expendidos en los tenderetes callejeros.
Fue el alcalde don Luis Caballero Noguera, recordable por tantos buenos motivos, quien dispuso que los puestos de higos debían tener su regulación estética. Así quedaron acuñados los modos de vender higos: en un tablero, flanqueado por unos listones que servían de topes, sobre dos caballetes, se disponían dos pirámides de higos ( los de a chica y los de a gorda). El frontal y los laterales se guarnecían de tela de vichy a cuadros y en las dos esquinas del tablero se colocaban sendas macetas de albahaca. Eran inevitables el cubo con agua, el paño para secarse y la navaja. "--¡Al buen higo!, pregonaban, o ¡Al gordo, al gordo, higo!"
Sin embargo, otros, como el desvergonzado de Cambriles, en su puesto, al lado del Cine Macario, cuando veía pasar a un grupito de muchachas, echaba su pregón: "--¿A quién le pelo el higo?", con un trasfondo marcadamente erótico que no voy a permitirme explicar. Pelar un higo es labor altamente difícil y especializada: en un solo movimiento de muñeca, con el higo en una mano y la navaja en la otra, se hacían tres cortes (uno, en la cabeza, otro, en el lado, y otro, en el culillo) y el higo aparecía, como por ensalmo, libre de su pellejo y a disposición del consumidor, que los engullía uno tras otro. Lo importante era llevar el mismo ritmo, esto es, sincronizar eso de higo pelado, higo comido, pero nunca quedarse atrás. Cuando, ahíto, el insaciable comedor, pronunciaba la palabra ¡Ya!, cesaba la tarea de pelar higos. Entonces, la dueña del puesto comenzaba a contar los pellejos, a realizar arqueo y a comunicar la cuenta al repleto viandante. Repleto y bien atascado, porque, según decían, con las pepitas, los higos producían un gran atasco intestinal que no se curaba más que con la enorme y terrible lavativa del Hospital. (En la fotografía, un peso y medidas del actual puesto de higos de tuna de Juan Guerrero Villegas).
Así, aquel verano, cuando un día visité a Rafael Alberti en su casa y le llevé un canasto de higos de tuna pelados, se puso inmediatamente a comerlos y, transportado a sus años infantiles, prorrumpió: "--¡Ja, ja, ja!, me van a tener que poner la lavativa de San Juan." La misma terrible lavativa de la que yo había oído hablar desde chico: la lavativa del Hospital de San Juan, de San Juan de Dios, llena de agua de mar templada; aquella que Felipe Lamadrid, prevenido, amparado en un baby de hule, aplicaba al paciente devorador de higos de tuna, mientras éste, antes de dar el taponazo, sentía por sus entrañas el benéfico alivio de el mar, la mar, sólo la mar, que dijo el poeta. (Texto: Luis Suárez Ávila. Pie de fotos: Redacción).
Nace en Sabadell. Estudia Medicina en la Universidad de Navarra donde, tras acabar la licenciatura en 1968, hace la especialidad de Pediatría en la misma universidad, en el Departamento de Pediatría del Prof. Manuel Bueno. En 1971 defiende su Tesis Doctoral titulada “Los Dermatoglifos en la Población de Navarra”, dirigida por el mismo Prof. Bueno. (Los Dermatoglifos son los patrones que forman los pliegues de la piel de los dedos, palmas de las manos y plantas de los pies).
En 1975 se traslada a Cádiz, viniéndose a vivir a El Puerto, tras obtener la plaza de Profesor Agregado de Pediatría y en esta capital andaluza permanecerá durante 9 años. En 1979, sustituye al Prof. Alberto Valls como Catedrático. En la Bahía de Cádiz, además de su labor docente e investigadora ocupa diversos cargos académicos y culturales entre los que cabe destacar los de Vicedecano en la Facultad y Presidente de la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia de nuestra Ciudad.
En 1984 vuelve a su ciudad natal para dirigir una Clínica Pediátrica de 170 camas y se reincorpora a la docencia universitaria en la Cátedra de Pediatría del Prof. Cruz.
Tiene más de un centenar de publicaciones en revistas nacionales y extranjeras y ha realizado diversas estancias en el extranjero, entre las que caben destacar las del Centro Internacional de la Infancia de París y en Harvard Medical School.
Electra-Peral dio luz eléctrica a la Ciudad hace 115 años. Lo bombilla comenzó a sustituir entonces, al mechero de gas. Este año se cumplen pues 115 de la inauguración de la 'Fábrica de la Luz' de El Puerto. La electricidad entraba en nuestra Ciudad pronto, muy pronto: antes que en otras poblaciones importantes. Hubieron unas causas que lo explican todo, como vamos a ver.

La empresa que acometió este proyecto de electrificación para la localidad, denominada Sociedad Electra-Peral Portuense, estaba presidida por Isaac Peral y Caballero, tenía por gerente a Julio Fortunaty y por director de la fábrica al ingeniero electricista belga Alberto Oetthly. Otro de sus directivos era Aniceto Abásolo, colaborador de Isaac Peral. En una situación de grave crisis económica, como la que entonces se vivía, [los ciclos repiten, ahora estamos inmersos en otra crisis] la "fábrica de la luz" fue un proyecto doblemente beneficioso para El Puerto. Con él la Ciudad se dotaba de una moderna forma de energía, con cuanto ello suponía de posibilidades de desarrollo y, por ende, de mejora de la caldiad de vida. A corto plazao, además, contribuyó modestamente a aliviar parcialmente el dramático paro obrero existente en la época.





Cándida Jiménez Huelva, Cándida “la Negra” nacida esclava en Luanda (colonia portuguesa) el 2 de mayo de 1845 y muerta libre en El Puerto el 22 de enero de 1951, con 110 años de vida, es la última esclava que vivió en El Puerto, ya libre y a la que todavía muchos recuerdan pues la conocieron de pequeños. Llegó a El Puerto por un naufragio algo mediado el siglo XIX, a la playa de Valdelagrana, viajando como mercancía presumiblemente para ser vendida en Ultramar, procedente de Huelva donde existía un mercado en el que se traficaba con esclavos. Vivió desde su llegada a El Puerto en la calle Lechería, número 5, actual Cervantes.
En dicho trabajo afirma «Mi apreciado y buen amigo, profesor Juan José Iglesias, quien en su tesis doctoral Una ciudad mercantil en el siglo XVIII: El Puerto de Santa María, nos ofrece un estudio de los esclavos de El Puerto en dicho siglo, contándose sólo 80, y de ellos el reducido número de 11 en los últimos 50 años. Sin embargo, desde mediados del XIX y durante algo más de cien años, nos vamos a encontrar con un caso singular, con una esclava que nadie le dio la libertad, pero las contrariedades se la dieron, viviendo entre nosotros y siendo reconocido como un personaje singular y popular.» [...] de pequeño, «cada vez que me cruzaba con Cándida analizaba su figura palmo a palmo. Tenía para mi un encanto especial. Me quedaba ensimismado viéndola. Pensemos en El Puerto por aquellos años, finales de los cuarenta, podría tener unos veintitantos mil habitantes y Cándida era la única mujer de este color de piel.
Pacheco estudió los padrones municipales del Archivo Municipal de El Puerto y averiguó fechas y procedencias, así como su estado en la vivienda que ocupa -en Lechería, 5- desde que llega hasta su muerte: como “huesped”, casada, o incluso como único habitante del habitáculo que le servía de hogar. Continúa el autor del trabajo, «Cándida, por los años cincuenta del siglo XIX, siendo una esclava muleque, como se le llamaba en Cuba a los comprendidos entre los seis y los catorce años, viajaba como “mercancía” en un navío próximo a nuestras costas. Al estilo que solían hacer cuando se les conducía a los enclaves de trata, iba con sus manos y pies aprisonados por grilletes. Sus tiernas carnes no habían sido marcadas a fuego, ni con la “R” en la espalda de la mornarquía, signo de que era mercancía legal y no de contrabando, ni en el pecho con otra clase de carimba (*) que dijera quién era su propietario, o quien el asentista que la transportaba; sin embargo si portaba las marcas que dejaron los grilletes en sus muñecas y tobillos desde muy joven, huellas que ella escondió siempre celosamente, y que denostaban sus orígenes.» Refiere a continuación Pacheco como pudiera haber sido el naufragio frente a nuestras costas y como pudo haber sido la arribada a la playa de Valdelagrana donde la encontraron. «Recordaba como acertó a pasar por allí un hombre ya mayor, antiguo campesino, que recogía madera y retama para hacer el picón con que se ganaba el sustento en su madurez. Al piconero, por su parte, semejante hallazgo le conmocionó; no eran los restos de la madera que un naufragio los que arrojaba el mar, como otras veces, sino una linda y joven negrita. La tomó con delicadeza, se compadeció de ella, le dio el calor que pudo, compartieron sus escasas ropas, y lentamente caminaron hacia la calle Lechería donde él vivía. A pesar de sus pocas posibilidades económicas, la prohijó y, ya adolescente la tomó por compañera hasta su muerte». (*) En la ilustación la Carimba de la Compañía Gaditana de Negros, nombre de la sociedad mercantil española dedicada al tráfico de esclavos entre África y la América española en la segunda mitad del siglo XVIII. Estaba ubicada en Cádiz, sede de la Casa de Contratación.
esclavos, llamada Cándida La Negra, Cándida Jiménez Huelva, vecina de “El Cohete”, un gitano fragüero de la calle de la Rosa, con quien convivirá o se casaría. Cándida daba sus vueltecitas por bulerías, mientras, sin ningún rubor, pero aceptándolo ella, le cantaban aquello de:








