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Plano con la reconstrucción de la Bahía y desembocadura del Guadalquivir según Juan Gavala y ubicación de Pocito Chico.

El yacimiento de Pocito Chico se encuentra junto a la Laguna del Gallo que conduce sus aguas a la Bahía de Cádiz a través del arroyo Salado (ver nótula 2.231). Ocupa una posición centrada con respecto a las desembocaduras de los ríos Guadalquivir y Guadalete, así como a los asentamientos de Mesas de Asta, Doña Blanca y las poblaciones de Jerez de la Frontera, El Puerto de Santa María, Rota, Chipiona y Sanlúcar de Barrameda, en el sentido de las agujas del reloj, con distancias intermedias entre los 8 y los 17 kilómetros.

Se trata de una pequeña depresión lagunar, rodeada de cerros de pequeña altura, donde ninguno sobrepasa los 100 m. Debido entre otras causas al modelo de arado utilizado actualmente para la siembra, hay un gran aporte de sedimentos que están colmatando velozmente la laguna. Pocito Chico es uno de los lugares habitados en torno a la paleolaguna del Gallo, actualmente inundada en época de lluvias. Otros yacimientos alrededor de la Laguna son Bulé, Venta Alta, Santos Reyes, Campín Bajo y Grañina, también siguiendo las agujas del reloj.

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Cortijo de Pocito Chico una vez adaptado para ser habitado por los participantes en las excavaciones.

En Pocito Chico se han realizado dos excavaciones de urgencia, años 1997 y 1998, y una actividad puntual de prospección en 1999. Los motivos fueron causados por las fuertes lluvias de esos años que produjeron una gran cárcava en el terreno agrícola. Esta cárcava de más de 2 metros de anchura y 3 de profundidad, afectaron varias estructuras excavadas en el suelo de época antigua.

Las facilidades dadas por la propiedad del terreno, nos proporcionó el Cortijo de Pocito Chico como centro de actividades de las excavaciones durante esos años. El cortijo se acondicionó para poder vivir en él un grupo de especialistas y estudiantes compuesto de al menos 20 personas de forma continua durante más de dos meses cada año de actuación y al menos 6 obreros especializados los 3 años.

islacartare_4_3_puertosantamariaAsí pues las actuaciones no fueron solo en el yacimiento con las excavaciones, se acondicionó el cortijo al comienzo de cada campaña, se retiraba la tierra arrastrada al cortijo, se plantaban árboles y flores, se pintaba, se arreglaban las habitaciones y la cocina ya que habitábamos estos meses allí. Se colocaron toneles de agua para duchas, se contrataba un cocinero, la luz la proporcionaba un generador, etc. Los estudiantes y especialistas participantes provenían de universidades de toda España.

En la imagen de la izquierda, perfilando la cárcava y rellenando las marmitas para el control del agua.

Al mismo tiempo que se realizaban las excavaciones, acondicionábamos la cárcava para que no destruyera más el yacimiento, las grandes marmitas producidas por la velocidad del agua se rellenaron con piedras que recogimos por todo el área, se recortaron los perfiles de la cárcava para eliminar el recorrido en zigzag que producía la velocidad y desmoronaba los estratos arqueológicos. El área excavada se protegió instalando una empalizada de grandes troncos, y los arroyuelos que conducían las aguas a la cárcava fueron encauzados.

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Empalizada hacia la cárcava que protegía la Covacha de la Edad del Cobre y el Fondo de Cabaña del Bronce Final.

Aunque en Pocito Chico están representados todos los periodos de la Historia desde la Edad del Cobre hasta el siglo XVI, en esta nótula nos centraremos en los tres más destacados desde nuestro punto de vista, que son la covacha de la Edad del Cobre, el fondo de cabaña del Bronce Final y los restos Andalusíes de la Aldea de Grañina.

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Vasos de cerámica de la Covacha de la Edad del Cobre.

El espacio ocupado por el hábitat de la Edad del Cobre, con fechas calibradas de la covacha con; carbón, 2281 años a. C. UGRA 552; conchas, 2178 años a. C. UGRA 553, supuso un importante cambio en la fisonomía del Cerro de Grañina bañada en su falda por la laguna. Sin entrar en detalles sobre la antigüedad del Campo de Silos, podemos confirmar que el lugar era conocido y frecuentado antes del asentamiento sedentario. La marga, que en abundancia está presente en todo el yacimiento, es perforada y manipulada por el hombre para su hábitat modificada hasta dar una forma similar a pequeñas cavidades naturales. La utilización de la marga está presente en todos los poblados conocidos tanto en la Bahía de Cádiz como en casi todos los yacimientos que desde el Neolítico se asientan sobre estos terrenos. Pero no será hasta ahora cuando se nos ha presentado un poblado con estas características. En este caso, el sustrato de marga no es utilizado únicamente como base para excavar silos, basureros, o las pequeñas o grandes cubetas para la instalación de una cabaña, sino que también se planifica sobre ella, se excava parte o toda la casa, además de accesos, canalizaciones etc. En definitiva, se planifica para vivir bajo el suelo, con las implicaciones sociales que esto conlleva.

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Pesas del telar y trenzadores de cerámica para la fabricación de cuerdas de la Covacha de la Edad del Cobre.

La covacha que excavamos en el año 1997 y los restos arqueológicos recuperados, nos cuentan según nuestras interpretaciones, que se trataba de una vivienda dedicada a la fabricación de tejidos, al menos así lo vemos en los vasos globulares, los cuencos, agujas de hueso, paleta de hueso con restos de almagra, etc.; también la presencia de un telar con los contrapesos de cerámica para los hilos del tejido y los tirantes del telar, y elementos para la fabricación de cuerdas.

islacartare_4_7_puertosantamariaEn la ilustración de la izquierda, reconstrucción del telar de la Covacha, expuesto en el Museo Municipal.

Los análisis polínicos y carpológicos para este periodo, nos exponen un alto porcentaje de nitrófilos que indicaría un paisaje sumamente abierto de pastizales de origen antrópico, formados casi exclusivamente por especies nitrófilas. Hay un alto porcentaje de leguminosas, esto puede estar relacionado con el establecimiento de cultivos de regadío. De hecho, el porcentaje de polen de leguminosas alcanza el 10%.
Se detecta la presencia de formaciones cabezas de serie de la vegetación territorial, caso de los alcornocales, de los encinares o taxones riparios -como en los casos del aliso, fresno, chopo, sauce y, sobre todo, olmo-, zonas dunares -con sabinas, así como pinares de pino piñonero costeros-, alcornocales, encinares y coscojales. La vegetación arbustiva se encuentra representada por jarales, torviscos, brezales, etc., como parte de formaciones forestales dunares (pinares) o bien de los alcornocales y encinares.

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Reconstrucción ideal de la Covacha de la Edad del Cobre y los silos junto a ella.

En la marisma dulce de la laguna la distribución de la vegetación se plasma en un mosaico de diferentes situaciones: pastizal ralo y diversas gramíneas, en otros casos con Senecio jacobea o rodales de juncos; pastizal con especies arbustivas; y helechal con Quercus suber. Otros taxones de ecología hidro-higrófita, exclusivos de aguas dulces, caso del cáñamo, lenteja de agua o nenúfares, no aparecen durante la expansión de la marisma salada. 9-

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Reconstrucciones del poblado de la Edad del Cobre de Pocito Chico, vista desde el cerro de Grañina.

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Reconstrucciones del poblado de la Edad del Cobre de Pocito Chico, vista desde  la laguna.

Los restos de fauna de la Covacha de la Edad del Cobre no ofrecen dudas al respecto, se sigue utilizando la caza para el abastecimiento de carne, pero es el pastoreo para la producción de lana, y otros productos, de las principales actividades junto a la crianza porcina y la agricultura. Los restos óseos suman un total de 1.560 fragmentos, de los que 697 (44,68 %) han podido ser identificados, restos de oveja y de cabra, el porcino era la cabaña más representada, bovinos, caballo, conejos, gato montés y ciervo.

En resumen, pensamos en la existencia de un grupo humano fijado en el espacio, dedicado a la agricultura y al pastoreo. La sociedad sería de tipo igualitario, con existencia de grupos familiares autárquicos, donde existiría algún tipo de jerarquía. La existencia de un trabajo especializado tanto en el tejido de la lana como en la fabricación de objetos de cerámica ha de verse más en el autoconsumo e intercambio a pequeña escala.

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Estela al pie del camino en Pocito iluminada por una Luna preciosa

...continúa leyendo "2.259. EL YACIMIENTO ARQUEOLÓGICO DE POCITO CHICO. Isla Cartare (IV)."

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En 1864 llegaron a El Puerto la Comunidad de Jesuitas fundando en 1868 el Colegio que lleva su nombre. En él, como era habitual en los últimos decenios del siglo XIX, tanto en institutos como en colegios religiosos, existió un gabinete de física, química y de historia natural.

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Antigua colección de postales promocionales del Colegio de San Luis Gonzaga. Museo de Historia Natural y Física. 

El colegio de Jesuitas en el Puerto fue especialmente rico en especies exóticas, pues El Puerto era punto de desembarco de misioneros que traían de América ejemplares de esas especies exóticas. También cuenta con una importante colección de aves, peces, corales... así como maquinarias e instrumentos de laboratorio para el Gabinete de Física de alta innovación tecnológica, traídos desde París un año después de la fundación del actual colegio en 1867.

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Una imagen de la colección en 2011.

Los conflictos de las distintas etapas de cada época: la revolución de 1868, la guerra civil... acabaron con muchas de las piezas de tan importante colección, perdiéndose hasta un 50% de las mismas, aún así es digno de ver las piezas conservadas en lo que ha sido todo un esfuerzo por rescatar una parte fundamental de la historia de nuestra ciudad ligada a la Fundación Jesuita.

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Un aspecto de la colección de mariposas, en febrero de 2011.

CONTENIDO DEL MUSEO.
Se divide en cuatro apartados. 1. Especies traídas de América. El Puerto punto de desembarco en las relaciones comerciales con América. 2.Colección de especies animales: Aves: aves tropicales, aves del entorno de Doñana, aves del entorno marismeño de nuestra ciudad. Mamíferos: mapache, coyote, leopardo... Reptiles: varano del Nilo, serpientes, lagarto ocelado... Moluscos: gasterópodos marinos y terrestres, bivalvos. Conchas marinas: 2000 piezas de procedencia de todo el mundo, algunas talladas por los indígenas primitivos. Peces: ciclóstomos, condríctios, y los ostéctios. Corales. Fósiles. Mariposas. 3. Colección de minerales. 4. Material científico de laboratorio de física y química.

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La nueva iluminación sostenible del museo que se moderniza, fruto del acuerdo alcanzado entre las Fundaciones Sevillana Endesa y la de las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia.

NUEVA ILUMINACIÓN SOSTENIBLE.
El Museo de Ciencias del colegio Safa San Luis se moderniza. Cuenta desde ayer viernes con una nueva iluminación que se encendía por vez primera, que responde a criterios de sostenibilidad y eficiencia energética. El proyecto lumínico se corresponde con la instalación de 148 metros lineales de elementos de tecnología led, que supondrán una demanda de potencia de 2,13 kilovatios.

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En la imagen, visita girada  en el día de ayer, tras la prueba del alumbrado. De izquierda a derecha, Juan Pablo Rodríguez, director general de la Fundación SAFA; Antonio Olmo, párroco de San Francisco; Francisco Arteaga Alarcón, director general de Endesa en Andalucía; el ex consejero de Educación de la Junta de Andalucía y presidente de la Fundación Sevillana Endesa, Antonio Pascual Acosta; María Antonia Martínez Valera, concejala de Educación; Javier Benjumea Llorente, presidente de la Fundación de las Escuelas de la SAFA y María Isabel López Guerrero, la profesora del centro que ha coordinado los trabajos de catalogación y limpieza de los fondos del museo expuestos.

Por parte del Ayuntamiento, la teniente de alcalde delegada de Educación, María Antonia Martínez Valera, ha acompañado en el acto de inauguración del nuevo sistema de iluminación a los responsables de la Fundación Sevillana Endesa y de la Fundación Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia, así como a la profesora María Isabel López Guerrero, que ha coordinado el trabajo de catalogación y limpieza de las especies, realizado por alumnos del centro. Martínez se congratulaba que “las visitas a este museo se han incorporado como novedad al programa de la Oferta Educativa Municipal”. La colaboración entre ambas fundaciones ha sido fundamental para modernizar esta mas que centenaria colección.

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Más información del Museo de Ciencias Naturales en GdP.
Nótula 261. Museo de Ciencias Naturales.
Nótula 959. Padre Luis Conradi, S.J.

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fernandocañasgarcia_puertosantamariaEl músico percusionista Fernando Cañas García, de 39 años, con más de 20 de experiencia musical y 5 de docente --era un gran batería--, había grabado recientemente con Pepe Delgado, el otro componente del power duo, Fino Winos, su primer trabajo: Harder than a goat’s knee” (Más difícil que la rodilla de una cabra). Ha sido crítico musical y columnista en la revista Freek! Magazine y estrecho colaborador del Monkey Week Festival, a quien se le dedicará la edición del Festival este año.

Era hijo del aficionado taurino Fernando Cañas Bejarano y sobrino del novillero José Cañas 'Cañitas' (ver nótula núm. 1.838 en Gente del Puerto), ambos ya desaparecidos. Su abuelo, Fernando Cañas González, estuvo vinculado con el mundo de la mar, siendo pescador y un prestigioso mecánico motorista en barcos con base en el muelle pesquero de El Puerto. Curiosamente, tanto su padre como su abuelo, vivieron en la calle Luna, en la casa que habitó Joaquín Barba Rocafull (ver nótula núm. 217 en Gente del Puerto), quien fuera director de la Banda Municipal de Música, entre 1916 y 1949, en tres periodos diferentes.

ENTRE LA ARQUEOLOGÍA Y LA HOSTELERÍA.
Licenciado en Historia, Arqueología e Historia Antigua por la Universidad de Cádiz en 1996, se formó en la Fundación Andaluza ‘Fondo de Formación y Empleo’ (Faffe), como Técnico Medio en Prevención de Riesgos Laborales en 2010 y, previamente realizó un curso de Alemán en 2009.

De joven se buscó la vida trabajando en la hostelería para pagarse sus estudios y perfeccionar el inglés en Essex (Reino Unido) en la cadena de restauración Wimpy en 1996 y en Dublin (Irlanda) en el St. John of God Hospital, durante 1999 y 2000. Luego hizo incursiones en el mundo de la arqueología, trabajando como técnico arqueólogo en Tarragona para la Universidad Rovira i Virgili entre 2005 y 2006, y en las empresas y gabinetes de arqueología Arqueoterra, Figlina y Ánfora, entre 2007 y 2010, en Sevilla, San Fernando y Huelva.

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Hace 9 años, Manuel de Arcos, Lolo Ortega, Pepe Delgado, Manuel Márquez, Fernando Cañas y Michael Lindner, en la presentación de SESION #1 en Sevilla, en abril de 2005.

Ha sido profesor de percusión (batería) en Ferdidrumming, empresa local radicada en la calle San Bartolomé, con varios años de experiencia en la impartición de clases y cursos de batería a particulares y entidades, para todas las edades, niveles y estilos, así como en la asociación cultural Musicarte y monitor en talleres musicales de batería de los Ayuntamiento de Cádiz y El Puerto, e impartiendo talleres musicales de Cajón Flamenco, entre los años 2007 a 2013, compaginándolo con los contratos interinos de su especialidad académica: la arqueología. En la actualidad trabajaba en El Centro Inglés.

LA MÚSICA.
De pequeño, Fernando improvisaba una batería con cajas de zapatos y botes vacíos. Y desde muy joven consumía todos los discos que podía conseguir, quedando ojiplático al descubrir el primer album de Led Zeppelin y uno con grabaciones piratas de Jimmy Hendrix, en el cual casi todos los temas eran estándares de blues. Desde la guardería haría pronto migas con Pepe Delgado (ver nótula núm. 669 en GdP), su socio en el dúo musical Fino Winos. Previamente había formado parte de los grupos Filmore Jivé, Furia, tocando blues con Pepe Delgado y La Reunión de Blues, rock con Perro Peligro, soul con The Vip Soul Band ... Fue batería entre 2000 y 2002 con Sr. Chinarro: ‘La primera ópera envasada al vacío‘ y en ‘Cobre cuanto antes’. Diferentes estilos en diferentes formaciones: Latino, Gospel/Soul/Espiritual, Jazz/Blues/R&B, Rock, Pop, Heavy, Reggae...

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Pepe Delgado y Fernando Cañas, en una imagen promocional de su trabajo de inminente aparición:“Harder than a goat’s knee” (Más difícil que la rodilla de una cabra). /Foto: Pablo Bernardo.

FINO WINOS
En en el espacio digital MySpace, hacen esta curiosa definición del grupo: “Fino Winos, (traducción literal: Borrachos / Alcohólicos de Fino, el vino de su tierra natal) es un Power Dúo formado por Pepe Delgado y Fernando Cañas para estrenar con atronadora fuerza la 1ª edición del Festival Monkey Week (2009), y entre  cuyas intenciones están las de girar mundialmente,  pervertir musicalmente a la audiencia, y romper las caderas del público mezclando el ritmo arrastrado del blues  con la energía salvaje del punk y pinceladas  armónicas del jazz a un volumen ensordecedor.

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Fernando Cañas y Pepe Delgado en el Festival de Verano gaditano Lolatown.

El formato dúo les da rienda suelta para alternar en su repertorio clásicos del blues corrompidos por la energía desbocada, como Spoonful (Howlin’ Wolf) o Sloppy Drunk (Sonny Boy Williamson I), con  temas propios igualmente demoledores que les convertirán en los próximos supermillonarios del blues punk europeo : Honky Bitch, Psycho – mother blues o We Care a Fuck about your Opinion, recogidos en sus dos demos hasta la fecha: Dirtiest (2009)  y  Wino Pride (2010)”.

Para Fernando Cañas, "lo que queríamos con Fino Winos es despojarnos de ese clasicismo bluesero y explorar su lado más crudo. Nosotros nunca tenemos suficiente si hay feeling. Fino Winos es un proyecto con el que descargamos energía a raudales utilizando el blues como lenguaje, desnudándolo y pervirtiéndolo".

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Fernando, con The Vip Soul Band, el 14 de febrero de 2014, en Babaloo.

El músico indie Goli Super Summer se refería ayer así a Fernando: “Lo conocí hace años con un grupazo que me encantaba: Fillmore Jive. Fue en un concurso de Rock en la sala La Mosca de Chiclana, eran mediados de los 90, llevaba el pelo muy corto y tenía aspecto anglosajón y una forma muy personal y peculiar de tocar la batería. Los llevé en un par de ocasiones a tocar a Jerez. Pepe Delgado, José Ramón Vaca completaban la formación a la guitarra y al bajo. Di la lata hace unos cuantos años para que se reuniesen de nuevo para dar al menos un nuevo concierto no siendo esto posible. Fiel escudero de Pepe Delgado a la batería. Fué el primer batería de Furia junto con Daniel Rejano Sentís que tocaba la guitarra. Y en Mayo de este año me invitaron a tocar con ellos en Jerez en el Speed Fest y rockanroleamos el "Aint no grave can,t hold my body down",antes y luego nos bebimos unas cuantas cervezas, lo pasamos bien. Nur Wong era su compañera al frente de Perro Peligro donde también tocó la batería.

Podría poner un video con Furia, la foto del concierto de Mayo con ellos, pero me sale poner el lado mas punk y salvaje cuando me invitaron a subir con ellos, Fino Winos, en el Freek Fest de hace dos años sin ensayar el Maggie Mcgill de los Doors… Lo siento mucho, muchísimo, por él y también sobre todo por sus amigos mas cercanos como Pepe Delgado, Dani Rejano, Marsupial Sin Causa, Tali, Jesu, Cesar…”

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Foto: Pablo Bernardo.

IN MEMORIAM.
El de ayer fue un día con uno de los peores desayunos en los ambientes musicales de El Puerto y, por mor de las redes sociales, también en el panorama de música Indie nacional. Aunque ya se sabía desde la tarde del lunes que Fernando, su cuerpo inanimado, había aparecido en el muelle del Vapor, flotando en las aguas del río Guadalete, el Río del Olvido, tan portuense... era icinerado en la tarde de ayer. In memoriam.

Según el conocimiento que se tiene al día de hoy, los primeros pobladores que se establecieron en tierras portuenses lo hicieron durante la I fase del Neolítico, hace unos 6.000 años (datado por Carbono 14), en un paraje inmediato al mar y próximo al arroyo Salado de Rota, en el pago de Cantarranas (carretera El Puerto-Rota).

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El territorio de Isla Cartare con los asentamientos más antiguos del entorno del Salado de Rota, con dataciones por radiocarbono.

La presencia humana en nuestro término es muy anterior, constatada en las excavaciones que se realizaron a fines de los 70 y comienzos de los 80 en plena costa, en El Aculadero, donde se localizó –según las últimas revisiones del material- un taller lítico de pescadores y mariscadores del Paleolítico, activo hace unos 110.000 años; pero la primera comunidad que tuvo el fin expreso de arraigarse y crear una pequeña sociedad tribal con intereses comunes y compartidos, esa fue la que se asentó en Cantarranas, probablemente procedente de algún punto –al aire libre o en cuevas- de las sierras gaditanas.

CANTARRANAS Y LA VIÑA
El yacimiento de Cantarranas lo descubrimos –junto a nuestro amigo José Ignacio Delgado ‘Nani’ y en nombre del recién fundado Museo Municipal dirigido por Francisco Giles- en 1982, cuando se desmontaban –para la construcción y las fábricas de botellas- las grandes dunas eólicas de hasta 6 metros de altura que cubrían el paleosuelo de arcillas rojas y margas sobre las que se asentó la población neolítica.

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Algunos de los silos y otras estructuras excavadas en Cantarranas. / Foto, Museo Municipal.

Por vía de urgencia, el Museo realizó una primera campaña de excavación en 1982-83, a la que siguieron otras en 1985 –dirigida por Diego Ruiz Mata- y 1986 –a cargo de José Ángel Ruiz Fernández.

En conjunto, en un espacio de unos 6.000 m2 se detectaron los fondos de algunas cabañas del poblado (circulares y ovales, que tendrían paredes de adobe y cubierta vegetal), un extenso taller lítico (3.000 m2) lindero al hábitat, donde facturaban las herramientas precisas para la actividad agrícola (María Valverde estudió cerca de 9.000 objetos, tallados en sílex, principalmente, y en cuarcita), y numerosos silos –12 se excavaron, todos con perfil acampanado- para el almacenamiento de los excedentes de cereales, que fue la base, junto a la actividad ganadera y los recursos pesqueros y marisqueros, de la subsistencia económica del poblado. Y también la de su continuidad y su desarrollo espacial. 

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Vasos del llamado ‘silo de Enrique’ de Cantarranas y elementos líticos de piedra pulimentada y sílex. / Foto, Museo Municipal.

A comienzos de la Edad del Cobre  (o Calcolítico) –hace unos 5.000 años-, la población de Cantarranas creció para ocupar en toda su extensión (5.000 m2) un cerro (45 m) inmediato a la línea de costa y cerca de la desembocadura del Salado, La Viña, a un kilómetro del hábitat neolítico originario.

En 1984, al comenzarse a urbanizar el cerro –hoy Poblado Naval-, se realizó una primera excavación por la Delegación Provincial de Cultura dirigida por Lorenzo Perdigones y otras en 1986-1987 por nuestro amigo –arriba citado- Pepe Ruiz.

Los trabajos dieron por resultado la localización de unos 200 silos, cuyos materiales ofrecieron el mismo horizonte cultural de Cantarranas en su etapa final de la transición al Cobre Inicial, hacia los años 3000-2500 antes de nuestra era.

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Silo de La Viña que contenían vasijas cerámicas. / Foto, Museo Municipal.

Pero no se ocupó La Viña para ser habitada –no se detectó ninguna huella de cabañas-, sino exclusivamente para almacenar los excedentes agrícolas. El hábitat, probablemente, se encontraría más al oeste, junto a la boca del Salado, por el espacio que ocuparía la aldea andalusí de Casarejos. Y también, en casos puntuales, varios silos fueron reutilizados para acoger enterramientos de inhumación individuales y colectivos, en los que se exhumó un rico material cerámico depositado como ofrenda.

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Enterramiento de la Edad del Cobre de La Viña descubierta en la campaña de 1987. / Foto, José A. Ruiz Fernández. 

Enterramientos que eran contemporáneos a los que se descubrieron, al otro margen del arroyo Salado, al construirse en los años 50 la Base Naval: la necrópolis de ‘cuevas artificiales’ que dio a conocer Berdichewsky; cronológicamente vinculados al hábitat localizado al interior del Salado en el yacimiento de Casa Cortázar, también en término roteño.

Así pues, según los estudios de los yacimientos referidos, a uno y otro lado del arroyo Salado existió un importante núcleo poblacional –inicialmente establecido en Cantarranas en pleno Neolítico- que perduró hasta su transición al Calcolítico, cuando durante algún momento impreciso de la primera mitad del tercer milenio a.C. el poblado de Cantarranas-La Viña fue abandonado. Acaso su espacio y su entorno, después de ser habitado y explotado agrícolamente durante más de un milenio, estaba bien amortizado y fue preciso ocupar nuevas tierras en un tiempo nuevo.

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El yacimiento arqueológico de Cantarranas en 1982, cuando lo descubrieron José Ignacio Delgado y Juan José López. / Foto, Museo Municipal.

EN LA LAGUNA DEL GALLO
El Calcolítico se desarrollará en las tierras de nuestro término municipal en dos áreas: en la Sierra de San Cristóbal –al menos en los poblados de Las Beatillas y La Dehesa (éste, el origen del hábitat del Castillo de Doña Blanca), de los que escribiremos en otra entrega- y en el área de influencia del arroyo Salado de Rota y sus afluentes (ver nótula 2.231), de cuyo poblamiento haremos breve memoria a continuación.

Diez kilómetros tierras adentro del arroyo Salado –la columna fluvial que vertebra la campiña portuense- se encuentra la hoy desecada Laguna del Gallo y su marisma, que antes de que las tierras linderas invadieran, por la reciente acción del hombre, buena parte de su terreno, ocupaba una extensión de 120 a 150 hectáreas; espacio lacustre que se alimentaba, abriéndose camino entre las ‘tierras negras’ bajas, por el arroyo del Gallo, que también vertía sus aguas al Salado.

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Cuando las lluvias son abundantes, aún se puede entrever las dimensiones de la laguna del Gallo, como en esta imagen tomada en 1996 desde Las Animas. / Foto, Juan José López Amador.

El entorno de la laguna está rodeado por cerros de albarizas con cota máxima de 90 metros, que si hoy son terrenos desnudos dedicados –desde hace dos mil años- a la roturación agraria intensiva, en la Prehistoria reciente su espacio lo ocupaba un bosque abierto de alcornoques, encinas, coscojas, sabinas, pinos piñoneros…, envueltos con arbustos de jarales, torviscos, brezos…

Según los resultados de nuestras prospecciones, desde su primera ocupación hacia mediados del III milenio a.C., el entorno de la laguna del Gallo mantuvo una población continuada –con algunas fluctuaciones espaciales- durante 2.300 años, hasta el fin del periodo turdetano, a fines del siglo II a.C., cuando Roma impuso otra organización espacial del territorio, explotándose las tierras de la campiña a gran escala desde villae rústicas (antecedentes de los actuales cortijos), desapareciendo los antiguos núcleos de población. 

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Vista de la cara suroeste de Campín desde la laguna del Gallo. / Foto, J.J.L.A.

No sería hasta la época andalusí, entre los siglos X al XIII, cuando el entorno de la Laguna del Gallo volvió a poblarse con aldeas, en número de cinco: CampixGrañina, FinojeraPoblanina Fontanina. Con la conquista cristiana de la región mediado el siglo XIII, el modelo volverá a ser el romano, dividiéndose el espacio en latifundios en manos de una elite económica y social; distribución que se ha mantenido, en buena parte, hasta nuestros días

EL CÍRCULO Y LOS ÍDOLOS DE CAMPÍN BAJO
islacartare_3_9_puertosantamariaSegún indican los materiales culturales prospectados, fue al noroeste de la laguna del Gallo, a media ladera de un cerro, en las tierras de Campín Bajo, donde se estableció durante la Edad del Cobre una importante población –continuadora de la de Cantarranas-La Viña-, el núcleo que vertebró –también con la actividad agropecuaria como base de su desarrollo- el entorno de la laguna, donde se emplazaron otros asentamientos coetáneos de menor entidad y seguramente de él dependientes, arqueológicamente detectados en Venta Alta y, al mismo pie de la laguna, en Pocito Chico. Otro lo localizamos más al sur, en Vaina, junto al curso del Salado (ver primer plano adjunto).  /En la imagen de la izquierda, detalle del vuelo aéreo de 1979 en las tierras de Campín Bajo, donde se aprecia la huella de una gran estructura circular con dos arroyos que la rodean. 

islacartare_3_10_puertosantamariaEn 1984, el geógrafo del Ayuntamiento José Luis Martín informó al Museo de la existencia de una extraña estructura soterrada en las tierras de Campín, según observó en algunas fotografías aéreas entonces tomadas. Ciertamente, según cotejamos con otros vuelos aéreos, bajo tierra parece existir un recinto circular de 120 metros de diámetro (algo mayor que la Plaza de Toros de El Puerto) con la apariencia de ser un poblado cercado o fortificado, que tiene una amplia abertura en el flanco sureste junto al que discurre el curso de dos arroyos –hoy desecados y derivados del arroyo de Campín- y percibiéndose al interior de la estructura anillos perimetrales menores, derrumbes y construcciones de incierto origen.

En este lugar localizamos un ídolo cilíndrico de mármol (20 cm de altura), que aunque presenta la superficie muy desgastada, conserva en la parte trasera el peinado en zigzag propio de estos símbolos religiosos de la Edad del Cobre que se han hallado en algunos asentamientos de Isla Cartare: en las marismas bajas del Guadalquivir –Lebrija, Trebujena y Sanlúcar- y en Torrecera (Jerez), en el curso medio del Guadalete. /En las imágenes superior e inferior, a la izquierda, Idolo cilindro y  Estatua-menhir (‘la dama del Gallo) procedentes del entorno de Campín Bajo. / Fotos, J.J.L.A.

islacartare_3_11_puertosantamariaY abajo de Campín, junto a la laguna del Gallo y al yacimiento de Pocito Chico, en 1999 descubrimos en superficie, extraída por el arado, una pieza cilíndrica (30 cm de grosor) de mármol, fracturada, con una figuración antropomorfa femenina –la dama del Gallo la llamamos-- al modo de un ídolo cilíndrico pero de gran tamaño, similar al de una ‘estatua-menhir’. Tiene un rostro estilizado conseguido por pulimento y la cabellera tallada a golpes. La pieza conserva 1 metro de altura, encontrándose rota a la altura de una hendidura que recorre su perímetro y parece dividirla en dos mitades, por lo que en su origen tendría al menos 2 m de altura. Cronológicamente, ambos ídolos podrían fecharse –grosso modo- a mediados del III milenio a.C., en los inicios de la ocupación de Campín Bajo durante la Edad del Cobre. 

HUELLAS DEL MEGALITISMO 
Estos ídolos son manifestaciones ideológico-religiosas de una sociedad desarrollada y jerarquizada, asociados a monumentos megalíticos, habitualmente a enterramientos colectivos en dólmenes. En el espacio que media entre las desembocaduras del Guadalquivir y el Guadalete sólo se han excavado dos, el sanluqueño dolmen de Hidalgo que en 1959 exhumó Juan de Mata Carriazo y en Rota el dolmen de Munive, pero su presencia en Isla Cartare sería un elemento habitual de su paisaje.

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Francisco Giles, entonces Director del Museo Municipal, y el profesor de la Universidad de Cádiz José Antonio Ruiz ante una estela en Venta Alta (hoy desaparecida), probablemente asociada a un dolmen existente en el lugar. / Foto, J.J.L.A.

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Rodrigo de Balbín –uno de los grandes especialistas de Europa en megalitismo y arte paleolítico- inspeccionando en Venta Alta la estela anterior. / Foto, J.J.L.A.

Elementos que formaron parte de dólmenes del Cobre son las cuatro estelas –de arenisca de la Sierra de San Cristóbal- que hallamos en el entorno de Campín y la laguna del Gallo: en Pocito Chico, una con la figuración de un guerrero, una gran cazoleta y otros elementos simbólicos (expuesta en el Museo, sede del Hospitalito), y otra con grabados esquemáticos y huellas de uso de pulimentar piedra; en Venta Alta, con un puñal islacartare_14_puertosantamariagrabado, asociada a un amontonamiento de grandes piedras soterradas que podrían corresponder a un dolmen; y una cuarta estela –hoy desaparecida- en un camino que pasa por Campín, de cuyas cercanías debía de proceder.

Como ésta de Campín, son abundantes las lajas de piedra que hemos encontrado (y seguirán apareciendo) en la campiña portuense, extraídas durante las labores agrícolas y que secularmente han servido y sirven para marcar los lindes de las fincas y las mojoneras de los términos municipales. Fracturadas por los agricultores para facilitar su transporte y su ubicación, al menos algunas son ortostatos, las piedras verticales con las que se erigían los dólmenes y otros monumentos funerarios. /En la imagen de la izquierda, estela junto al camino de Campín que sube de Pocito Chico a Grañina. 1999. / Foto, J.J.L.A.

EN LA EDAD DEL BRONCE
Decíamos que la población que se asentó durante la Edad del Cobre en el entorno de la laguna del Gallo perduró en el tiempo. Cerámicas del Horizonte cultural Campaniforme, que marca el comienzo del Bronce (hacia 1900/1800-1500/1400 a.C.), las hallamos en Campín Bajo, Venta Alta y Cortijo de los Santos Reyes; y en lugar más retirado, junto a la laguna Salada, en El Barranco. La distribución espacial de estos cuatro asentamientos –distantes entre punto y punto unos 3 km- parece indicar la existencia de una vía de comunicación con el extremo occidental de la Sierra de San Cristóbal, también habitada en este periodo.

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Área de influencia del Salado con los yacimientos con hallazgos Campaniformes, Cogotas I y Bronce Final I.

Otra vía de comunicación, fluvial, pudo existir durante el Cobre y el Bronce (y posteriormente) a través del arroyo Salado de Rota y sus afluentes para enlazar con los esteros de las marismas del Guadalquivir, como apuntamos –recogiendo antiguos testimonios historiográficos- en la nótula 2.217. De cualquier modo, los contactos, fuesen los que fuesen, entre los asentamientos de la laguna del Gallo y los de las marismas del Guadalquivir –especialmente con la población de Mesas de Asta- debieron de ser constantes en el transcurso de la Prehistoria reciente.

La continuidad del poblamiento en torno a la laguna del Gallo durante el oscuro periodo del Bronce Tardío también está atestiguada en los materiales cerámicos prospectados, que vienen a decir que –como ocurrió en toda la Baja Andalucía- se produjo una disminución de la población, abandonándose algunos asentamientos y concentrándose los grupos humanos en los hábitats más pujantes, con más recursos. En nuestra zona, así parece que ocurrió en Campín Bajo, que durante las últimas centurias del II milenio a.C. parece de nuevo presentarse como la población única o más importante de la campiña portuense a comienzos del Bronce Final.

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Dibujos de materiales cerámicos de Campín Bajo: a la izquierda, Campaniformes y del Bronce; a la derecha, Campaniformes, Bronce y Cogotas I.

Un nuevo tiempo surgirá a partir del siglo XIII a.C., acaso con el aporte de gente procedentes de la Meseta, originarios de la cuenca del río Duero; grupos ganaderos trashumantes que se asentarán en nuestras tierras –como lo hicieron en gran parte de la Península Ibérica- y dejarán su impronta –reconocible por la arqueología- en las cerámicas del Horizonte Cogotas I, que en nuestras prospecciones encontramos, exclusivamente, en Campín Bajo y en Venta Alta, con datación final para este periodo en el siglo X a.C. También se hallan en Mesas de Asta.

Por entonces se estaba fraguando en un alto grado de civilización la cultura indígena que posteriormente los griegos llamarán Tartessos, cuyas huellas se hallan en el entorno de la laguna del Gallo en seis asentamientos que localizamos en nuestras prospecciones –siempre con nuestros amigos José Antonio y Nani- de los años 80.

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Vista desde Pocito Chico hacia Campín Bajo. La ganadería fue una de las bases económicas de los poblados del entorno de la laguna del Gallo. / Foto, J.J.L.A

De esos poblados tartesios escribiremos en una próxima entrega, y también del tiempo en que navegantes fenicios, procedentes de algunas colonias del Mediterráneo, pisaron, por vez primera en el siglo IX a.C., los cerros de la laguna del Gallo y que con los indígenas tartesios entablaron fructíferos contactos comerciales.

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Hacha de bronce del yacimiento de Venta Alta. / Foto, J.J.L.A.

De ello escribiremos después de que en la próxima nótula lo hagamos –con la firma de José Antonio  Ruiz, su director-  de las excavaciones arqueológicas que se realizaron a fines de los años 90 en Pocito Chico con los hallazgos de vestigios de poblados de la Edad del Cobre y del Bronce, a orilla de la laguna del Gallo. Al sur de Isla Cartare. / Texto: Enrique Pérez Fernández y Juan José López Amador.

Más de Isla Cartare en Gente del Puerto:
2.217. Isla Cartare. Un recorrido por la historia del término municipal. (I)
2.231. El arrollo de Salado de Rota y la Aldea de Casarejos. Isla Cartare (II).

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La perla 'Peregrina' que no se llama así por sus cambios de propietarios sino porque, en siglos anteriores, el adjetivo «peregrino» significaba «raro, caprichoso, especial». Esta perla fue también llamada «la Sola», «la Margarita»...

Si mencionamos a 'Pedro de El Puerto' enseguida se nos viene a la memoria Pedro Rico, el veterano comparsista que ha dirigido con tanto arte y acierto hasta hace bien poco la agrupación carnavalesca de la 'Peña Los Majara'; pero el 'Pedro del Puerto' al que me refiero, existió hace más de quinientos años. La vecindad en nuestra ciudad varios lustros antes del Descubrimiento de este personaje así llamado está debidamente contrastada y es citado como tal por cronistas antiguos, vinculado a la figura del marino portuense Charles de Valera, marino y aventurero como él, capitaneando una carabela que debía participar en la expedición a Guinea organizada por la Corona en 1476, al mando de Valera. Hizo una primera singladura hasta la isla de Santo Tomé y desde allí, retornó a Sanlúcar, de donde había salido, desistiendo de continuar, lo que se interpretó como una deserción que originó perjuicios a la Corona que confiscó todos sus bienes para resarcirse.

SU HIJO PEDRO.
Al parecer, un hijo suyo, de igual nombre, dedicado al comercio, cuya vecindad en esta ciudad no puedo avalar, se instaló  en Tenerife, siendo citado entre los “sujetos más conocidos” que formaron parte de la segunda expedición a aquellas islas, comandada por Alonso de Lugo. Desde allí pasó al Darién centroamericano, la provincia de Castilla del Oro, en donde empezaron a asentarse colonos españoles en la primera década del siglo XVI. Frente a la costa de la actual Panamá,  en el océano Pacífico, está la isla llamada por los nativos “Terarequi” y por los cristianos “Isla de las Perlas” y también “Isla de las Flores”.

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El archipiélago de Las Perlas, en Panamá.

LA PERLA ‘PEREGRINA’.
El cacique de paz de aquel territorio entregó al capitán Gaspar de Morales, en el año 1515, como vasallaje, gran cantidad de perlas, entre las que figuraba una, de las denominadas “perla pera”, tasada en 31 quilates, es decir de un peso de casi siete gramos (6,882 g.) “de muy lindo color y muy oriental”, junto con 4000 pesos de oro. De este botín, correspondía un quinto a la Corona y para poder satisfacerlo y repartir con la tropa mercenaria que controlaba aquellos parajes para los españoles, subastaron públicamente este hermoso ejemplar que cumple ahora medio milenio y que fue bautizada con el nombre de “Peregrina” no por los personajes de distintos países que la poseyeron en todo este tiempo y el trasiego que sufrió, sino por la acepción de esta palabra en aquellos años que definía su rareza y la condición especial de sus capas de hermoso nácar, comparada con millares de ejemplares de igual procedencia.

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Ilustración moderna a lápiz de Greta Hammond, sobre intercambios ocurridos entre indígenas en Las Perlas y españoles.

En la puja, Pedro del Puerto, subió por encima de todos sus oponentes, siéndole adjudicada con un remate de mil doscientos castellanos, una cantidad realmente exorbitada en aquellas fechas, convirtiéndose en el primer propietario de esta gema que está considerada una de las más valiosas y legendarias de la historia. Existen otras versiones de su origen diferentes a la aquí expuesta. Nosotros nos basamos en el testimonio de un reconocido cronista e historiador y, prácticamente, casi contemporáneo de este hecho, el eclesiástico Francisco López de Gomara, que lo cita en su “Historia General de las Indias”.

CAMBIO DE MANOS.
Cuando se calmó de la excitación de la puja, en frío, Pedro del Puerto llegó a la conclusión de que había pagado demasiado, descapitalizándose para poder continuar con en el comercio que ejercía y arrepintiéndose “no hacía sino suspirar y se tornó cuasi loco”. El gobernador Pedrarias Dávila para evitar el deterioro del naciente comercio en esta novísima colonia y, posiblemente, por considerarla una buena inversión a largo plazo, se la compró por el mismo precio y se la obsequió a su esposa Doña Isabel de Bobadilla quien la tuvo en su poder dieciséis años.

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Isabel I de Portugal, mujer de Carlos I de España y V de Alemania, luciendo 'la Peregrina' en el pecherín  de su vestido.

CARLOS I E ISABEL DE PORTUGAL.
Ésta a su vez la vendió por dos mil pesos, junto con otra perla de muchos quilates que también poseía, a la emperatriz Isabel de Portugal, que esa fecha celebraba el primer lustro de casada con Carlos I de España y V de Alemania que, posiblemente lo engarzó junto con un diamante denominado “El Estanque” en un broche o joyel que lucirán diversas reinas y primeras damas de la corte europea.

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Felipe III en un retrato ecuestre pintado por Velázquez, luce en el sombrero 'la Peregrina'

FELIPE III Y LA REALEZA.
A partir de aquí, heredada por su hijo Felipe II, la “Perla Peregrina” forma parte de las joyas de la Corona de España que se transmitían de padres a hijos. La lucieron Felipe III y su mujer, Margarita de Austria, Isabel de Borbón, María Luisa de Parma… y hasta Julia Clary, la esposa de José Bonaparte, que se la llevó consigo y la dejó en su testamento a Napoleón III.

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El collar con 'la Peregrina' y Elizabeth Taylor luciéndola en el escote.

LIZ TAYLOR.
Este último la vendió en 1848 al marqués de Abercorn y así llegamos en esta apresurada historia de esta gema, a la que se refirieron Cervantes o López de Vega, que pintaron Ticiano y Velázquez al año 1969, fecha en la que fue subastada en Nueva York y adquirida por un testaferro de Richard Burton en 37.000 dólares para regalarla a Liz Taylor que la lució por primera vez en la película “Ana de los mil días”. Cuando falleció, ésta y toda la amplia colección de joyas de la actriz fueron subastadas para fines benéficos, siguiendo las instrucciones de su testamentaría, alcanzando en esa fecha, 13 de diciembre de 2011 la espectacular cifra de nueve millones de dólares. /Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. - A.C. PUERTOGUÍA

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hipolitosancho_cuadro_puertosantamaria"Santas cosas son llamadas los muros et las puertas de las çibdades e villas".  Alfonso X ‘el Sabio’. Código de las Siete Partidas.

Se cumplen cincuenta años de la muerte del humanista e investigador portuense e Hijo predilecto de El Puerto de Santa María, Hipólito Sancho. Traemos a Gente del Puerto a dos historiadores con opiniones diferentes sobre el personaje.

‘IN MEMORIAM’.

El 17 de agosto de 1964 fallecía en su casa nº 26 de la calle Luna Hipólito Sancho, tal vez el estudioso de mayor relieve de nuestro pasado y del de la provincia de Cádiz. Para quienes desconozcan la labor de tan importante historiador, para rescatarle del injusto olvido o escaso reconocimiento quiero dedicar en la conmemoración del 50º aniversario de su muerte estas líneas a tan ilustre portuense, Hijo Predilecto de la Ciudad, entre otras muchas distinciones.

Hipólito Sancho Mayi Díez de Aux-Sopranis, nació y falleció en El Puerto de Santa María (1893-1964). Fue, principalmente, un gran humanista de amplios conocimientos (adquiridos mediante sus licenciaturas en Derecho, Filosofía e Historia en varias universidades) que sabría plasmar en sus trabajos históricos y artísticos, fruto de su infatigable labor de investigación en múltiples archivos.

Además de su faceta literaria e historiadora, reseñamos su labor docente en varios centros portuenses y jerezanos y algunos cargos en la gestión de varias instituciones municipales (secretario del Alcalde, Cronista Oficial, hermano mayor de la cofradía del Nazareno...). Buena parte de la fisonomía actual del castillo de San Marcos (con sus aciertos y errores en criterios de restauración) también se debe a él. Pero sobre todo debemos destacar sus más de 450 escritos reconocidos, desde 1913, fecha de su primera publicación conocida, hasta su muerte, además de los múltiples apuntes y anotaciones que no le dio tiempo a ampliar.

En su extensa obra sobresalen sus estudios acerca de los períodos medieval y moderno de las ciudades de Jerez y El Puerto con un rigor científico poco usual en aquella época. La mayoría de ellos fueron publicados en libros y artículos en revistas y periódicos firmados con seudónimos (Sancho de Sopranis el más frecuente). Si como portuenses tuviéramos que seleccionar alguno de sus muchos estudios, sin duda, el primero sería Historia del Puerto de Santa María. Desde su incorporación a los dominios cristianos en 1259 hasta el año mil ochocientos, publicado en 1943.

Resulta de gran interés el primer volumen de la colección Biblioteca de temas portuenses que Fernando Toscano de Puelles, bajo el título Bibliografía y recuerdo de Hipólito Sancho de Sopranis, publicó en 1993. En él se repasa desde su nacimiento y educación hasta su vocación científica, obra y atribuciones y su extenso repertorio bibliográfico (escritos impresos, póstumos, inéditos y probables). También es de obligada consulta la nótula 780 de la página web Gente del Puerto, en la que hace cuatro años se dedicó una semblanza a Hipólito Sancho. En ambas fuentes pueden ampliar información sobre su biografía y obra quienes estén interesados en aproximarse a la faceta de historiador de este insigne erudito portuense a quien tanto debe esta ciudad por hacernos partícipes de su esplendoroso pasado, al que muchos han criticado en múltiples ocasiones (por desfasado, errado o ya superado) y al que todos hemos terminado plagiando en más de una. Siga descansando en paz, 50 años después. /Texto: Francisco González Luque. Lcdo. en Historia del Arte.

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¿POR QUE, HIPÓLITO?

En los últimos días han aparecido en algunos medios artículos reivindicando la memoria de Hipólito Sancho de Sopranis. Quienes nos dedicamos a la historia de Jerez hemos de consultar con frecuencia algunas de sus numerosas publicaciones, en las que versó sobre la Edad Media o la escultura del XVI, por poner sólo algunos ejemplos.

En su defensa hay que decir que fue el primero que realizó una historia sistematizada de la arquitectura jerezana y que dio a conocer infinidad de noticias inéditas que localizó en los archivos. Sin embargo, no creo que don Hipólito merezca homenajes, ni que una vía urbana lleve su nombre, como han pedido algunos. Ciertamente para aquellos que se llaman investigadores y no han pisado en su vida un archivo, Sancho es Dios. Pero a poco que uno empiece a revisar legajos, se da cuenta de que el portuense no jugaba limpio.

Rey de la investigación local durante las décadas centrales del XX, en la que la mediocridad era la norma, Sancho jamás daba una referencia correcta de los documentos que citaba, para que nadie pudiese localizarlos y darse cuenta de que no dominaba la paleografía (aquella disciplina que nos permite interpretar la escritura de otras épocas) y que, por tanto, muchas de sus transcripciones son erróneas. Además, no dudaba en inventarse documentos, algo inadmisible y que deja en entredicho a cualquier historiador, por muchos libros que haya escrito y más renombre que tenga. Quizás la falta de otros autores rigurosos en su época le hizo pensar que sus vilezas jamás serían descubiertas. Sin embargo, la senda abierta allá por los 80 por autores como Esperanza de los Ríos y Fernando Aroca y continuada por otros muchos, ha sacado a la luz cadáveres que huelen bastante mal. Para que vean que no me invento nada, les pongo un caso práctico: el de la capilla bautismal de San Miguel, de la que Hipólito Sancho escribió una fantasía animada que nada tiene que ver con la realidad.

A la misma fase constructiva que el crucero de San Miguel, levantado en torno a 1525, corresponde la capilla bautismal, si nos atenemos a ciertos motivos estilísticos. Este baptisterio, según Hipólito Sancho es "un verdadero problema para el investigador". Realmente hasta el momento, él había sido el único que lo había estudiado en profundidad, relacionándolo con el cardenal Cisneros en una enrevesada argumentación histórico-artística. Entre las razones estéticas el historiador portuense señala la similitud de esta obra con otras realizadas bajo el patrocinio de los Reyes Católicos, como son la fachada de la iglesia del monasterio de Santa Cruz de Segovia, la fachada de la iglesia del monasterio de Santo Tomás en Ávila, "alguna [portada] de San Juan de los Reyes de Toledo y el antiguo palacio ducal de Torrijos entre otros", correlatos que no parecen tan evidentes si no es dentro del marco general de la arquitectura tardogótica castellana. Pero ahí no queda la cosa, ya que Sancho se refiere sin pudor a "la armonía existente entre la arquitectura de las obras del cardenal dirigidas por su alarife Gumiel y esta portada del baptisterio de San Miguel". Cualquiera que conozca el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares o las dependencias capitulares de la catedral de Toledo podrá comprobar que dicha armonía no existe. Además, la aparición del motivo del cordón anudado en la embocadura del arco del baptisterio jerezano, presente en otras obras patrocinadas por Cisneros, le sirve a Sancho para reforzar sus teorías.

Pues si las razones artísticas resultan peregrinas, las históricas lo son aún más. Tratando de buscar una relación del cardenal con Jerez, don Hipólito afirma que "el Dr. Cisneros leyó luengos años la cátedra de artes en la parroquia de San Lucas antes de ordenarse", dato que no mencionan los biógrafos del prelado y que él documenta en "las actas capitulares de 1489 que se conservan en el archivo del Marqués de Casa Vargas"(1), actas cuya existencia no está constatada.

...continúa leyendo "2.233. HIPÓLITO SANCHO DE SOPRANIS. Controversias."

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Situación de los cursos de agua, caminos y aldeas andalusíes del término.

Como decíamos en la presentación de esta serie (ver nótula 2.217), comenzaremos nuestro recorrido por las tierras portuenses –en las que sus paisajes y la Historia serán protagonistas- en el arroyo Salado de Rota, el que nace en el lugar nombrado Pozo Salado y captando aguas dulces de arroyos menores, tras 9 kilómetros zigzagueando por los términos de Sanlúcar, Rota y El Puerto –en tramos marcando sus divisorias municipales-, desemboca en la bahía de Cádiz en terrenos ocupados por la Base Naval. Terrenos de marismas se abren en su curso bajo y alto, en el entorno de la desecada laguna del Gallo.

Hoy el Salado de Rota no es ni sombra de lo que fue. Por último, las intervenciones antrópicas realizadas intensivamente durante la segunda mitad del siglo XX con la parcial invasión de su lecho por las tierras de los campos linderos y su canalización artificial para el regadío (obras que a fines de los 80 realizó el Iryda y en 2008 la Agencia Andaluza del Agua) fueron minando y desfigurando la antigua fisonomía del curso fluvial que en el siglo XIII llamaban río de Casarejos y durante la Edad Moderna arroyo Ratonero y Paparratones.

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El Salado, abriéndose camino en la campiña. /Foto: Juan José López Amador. 1987.

En la década de los 80, cuando repetidamente recorrimos su curso en compañía de nuestros amigos José Antonio Ruiz y José Ignacio Delgado ‘Nani’, presentaba un estado de conservación notablemente mejor que hoy. Y como para conocer un curso fluvial no hay mejor modo que navegarlo, empleamos una barquita que habíamos construido expresamente para recorrer la laguna Salada (ver nótula 788).

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Navegando por el Salado en 1987. / Fotos: Nani y J.J.L.A.

Realmente era delicioso remontar, a percha, como en la laguna, el Salado; especialmente en primavera, cuando sus márgenes estaban repletos de flores. Conocimos entonces un arroyo lleno de vida vegetal en sus riberas –abundante el salado y, más al interior, los carrizos donde anidaban patos y fochas- y sus aguas repletas de lisas, anguilas, robalitos, cangrejos americanos, camarones, almejas, coquinas…

arrollosalado_5_puertosantamariaEn la imagen de la izquierda, vemos como las nasas también poblaban las aguas del Salado. / Foto: J.J.L.A. 1985

Acaso fuimos los últimos que navegaron por el Salado, porque hasta los últimos años 50 –cuando los campesinos aún habitaban los campos– sus vecinos bajaban el arroyo en barcazas cargadas con los productos hortícolas de sus tierras para venderlas en Rota y Cádiz. Un viejo campero del cortijo de Vaina, que contaba con embarcadero propio, nos lo contó. Hoy sólo navegan los submarinos nucleares que fondean junto a la boca del Salado.

LOS AFLUENTES

Que el Ratonero o Paparratones fue una importante vía de comunicación cultural y comercial –desde fines del tercer milenio anterior a nuestra era y hasta época andalusí (siglo XIII)- es una afirmación que las prospecciones y las puntuales excavaciones arqueológicas realizadas en sus inmediaciones han constatado. (De las aldeas que desde la Edad del Cobre poblaron las riberas del Salado y su zona de influencia escribiremos en próximas entregas.)

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Las frondosas riberas del Salado en 1987, antes de su canalización con hormigón. / Foto, J.J.L.A.

arrollo_villarana_1_puertosantamariaEl curso del Salado y sus afluentes vertebran al Este gran parte de las ‘tierras negras’ y albarizas que configuran la campiña portuense, siendo cinco los principales arroyos secundarios que irradian sus aguas por el término, que son, desde la boca del Salado aguas arriba y en su margen izquierdo:

-El arroyo de Villarana recorre el extenso pago y donadío de su nombre hasta alcanzar la laguna Salada, cuyas tierras conformaron –ya en época romana- un núcleo agrícola muy destacado dedicado a la explotación de cereales y durante siglos, la despensa de trigo de El Puerto; las tierras que hacia el año 1319 adquirió doña María Alfonso Coronel –entonces viuda de Guzmán el Bueno y señora jurisdiccional de El Puerto- y luego pasaron a manos de los condes y duques de Medinaceli, sus sucesores en el señorío.  /En la imagen de la izquierda, puente de madera sobre el arroyo Villarana en 1984. / Foto, J.J.L.A.

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Cuando la marea vacía, las piedras sobrepuestas en el Vado de Villarana forman esta cascada. / Foto, J.J.L.A. 1984.

-Le sigue el arroyo de Campillo –al comienzo del siglo XVI lo llamaban arroyo del Serrano-, que brota de las inmediaciones del cruce de las carreteras El Puerto-Sanlúcar y Jerez-Rota. Hoy sólo se alimenta de las aguas de lluvia y de las escorrentías del vecino cerro de Venta Alta, pero antaño nacía en un manantial junto al paraje donde se levantó la alquería andalusí de Fontanina y próximo a donde están los viejos pozos del Duque (de Medinaceli). En la Antigüedad, su cauce, mucho más caudaloso que hoy, propició que junto al arroyo se estableciera un poblado tartésico en los siglos X-IX, del que se excavaron, por vía de urgencia, dos fondos de cabañas en 1984 (Museo Municipal) y 1985 (Diego Ruiz Mata), exhumándose cerámicas que denotan los primeros contactos comerciales tartésicos con navegantes fenicios, antes de que se establecieran en la bahía de Cádiz. 

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El arroyo de Campillo con sus márgenes inundados, en 1986. / Foto, J.J.L.A.

-El arroyo del Gallo aporta sus aguas al Salado desde la laguna y marisma del Gallo, cuyo entorno, en las laderas de los cerros que lo flanquean, se poblará con aldeas desde la Edad del Cobre –ininterrumpidamente- hasta época andalusí.

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El arroyo del Gallo desbordado, en 1996. / Foto, J.J.L.A.

-El arroyo de Campín cruza al norte del término portuense hasta adentrarse en el jerezano. Junto a este curso fluvial nació el poblado del Cobre de Campín, sólo conocido por las prospecciones arqueológicas que realizamos –con José Antonio y Nani- en la década de los 80, pero que si algún día se excava deparará el hallazgo de una importante población, seguramente amurallada.

-Y el arroyo Hondo, que es una bifurcación del de Campín y se adentra en tierras sanluqueñas, cubriendo con los otros cuatro arroyos secundarios y el principal del Salado gran parte del territorio de Isla Cartare.

LA UNIÓN DEL GUADALQUIVIR CON EL SALADO.

Escribir de la historia natural del arroyo Salado y sus afluentes precisa que nos hagamos eco de una antigua tradición que diversos autores recogieron durante la Edad Moderna y la Contemporánea. Desde mediado el siglo XVI, la historiografía repetidamente apunta a que el curso del Salado formó parte –en un tiempo impreciso- de un antiguo cauce del Guadalquivir, identificado por diferentes autores como la boca occidental “perdida” referida a fines del siglo I antes de Cristo por Estrabón: “…después se halla la desembocadura del Betis [Guadalquivir], dividida en dos brazos; la isla comprendida entre ambas bocas abarca un trecho de costa que tiene cien estadios [18’5 km] o más, según algunos.” (Geographia, III, 1, 9)

Esta identificación la contemplaron, entre otros, Florián de Ocampo (1543), Agustín de Horozco (1598), Bernardo Aldrete (1614), Martín de Roa (1617), Rodrigo Caro (1634), Esteban Rallón (1665) y un largo etcétera. Según ellos, un estero nacido del Guadalquivir se adentraba por las sanluqueñas tierras de Maina y conectaba con el Salado (suponemos que por el afluente de arroyo Hondo).

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Una segunda conexión la establecieron otros autores a partir del siglo XVIII desde el brazo de la marisma de las Mesas, donde se sitúa la romana Hasta Regia, de cuya cola nace el arroyo Tabajete (junto al que transcurría la calzada de la Vía Augusta). De esta supuesta unión se hicieron eco, entre otros, Enrique Flórez (1752), Bartolomé Gutiérrez (1787), Miguel Cortés López (1835) o Adolfo de Castro (1858). Al respecto, el citado Flórez decía en su España Sagrada (t. IX, cap. I): “...no necesitaremos recurrir a la costa occidental de San Lucar, para buscar la otra boca pues en esta parte junto a Rota se verifica la distancia que Estrabón señala a la costa marítima de la Isla, diciendo que tenía tres leguas y cuarto, o más según otros, […] y esto viene bien con el sitio de junto a Rota, donde vemos actualmente un Arroyo, llamado Ratonero, que baja desde las peñas de Asta y Trebujena, entre las cuales pudo también correr la boca antigua del Betis, pues aun hoy dista poco el nacimiento del Arroyo de la Isla mayor del río, como vemos en el moderno mapa del Reino de Sevilla, ejecutado por el Ingeniero Jefe Don Francisco LLobet…”.  /En la imagen de la izquierda, detalle del Mapa del Reino de Sevilla (1748) del ingeniero Francisco Llobet. / Real Academia de la Historia.

Aún en el siglo XX se incidía en este segundo enlace. Así, José Chocomeli precisó en 1940 en su En busca de Tartessos: “…el primer brazo oriental derivaba del lago Ligustino [marismas del Guadalquivir] por bajo de Lebrija, siguiendo las marismas del Bujón, de las Mesas y de Tabajete, arroyo de este nombre, vereda de Ferias [que muere junto a la laguna del Gallo], arroyos del Gallo y Salado de Rota, a desembocar donde hoy lo hace este mismo arroyo.” El mismo trazado lo había marcado en agosto de 1935 el portuense Francisco Ciria (‘Canales y desembocadura del Tartessos’, Diario de Cádiz).

Y es probable que así fuera. Mucho han cambiado los paisajes –más de lo que parece- en los dos últimos milenios, por la acción de la naturaleza y sobre todo por la del hombre. Y hay que tener presente que este paisaje es el espacio en el que Estrabón decía que las poblaciones de los márgenes de las hoy marismas bajas del Guadalquivir –nombraba a Asta (Mesas de Asta, Jerez) y Nabrissa (Lebrija)– habían abierto en sus esteros canales artificiales: “La serie de canales que han sido abiertos por doquier ayudan al tráfico y a las relaciones, tanto entre ellos mismos como con los forasteros. Del mismo modo también en la pleamar se utilizan los brazos confluentes [de los esteros] cuando los istmos que los separan se hacen navegables al quedar anegados. Las naos pasan entonces de los ríos a los esteros y viceversa.” Sobre los esteros, el geógrafo griego remarcaba: “Se llaman esteros a las escotaduras litorales que el agua del mar llena en la pleamar, y por las que se puede navegar remontando la corriente como por los ríos hasta el interior de las tierras y las ciudades de sus orillas.” (Geographia, III, 2, 5 y III, 1, 9)

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Marisma de las Mesas de Asta. / Foto, José y Agustín García Lázaro (web entornoajerez).

La conexión del Tabajete con el inmediato arroyo del Gallo –o acaso, apuntamos nosotros, con el de Campín, que se sitúa frente al de Tabajete– quedó cortada en 1877, cuando se construyó la vía férrea entre Jerez–Sanlúcar–Bonanza.

De cualquier forma, dejamos apuntada la vieja tradición (cuando el río suena…) de la antigua unión por vía fluvial de la bahía de Cádiz, a través del Salado de Rota y las campiñas de El Puerto, Sanlúcar y Jerez, con los esteros marismeños del Guadalquivir.

LA ALDEA ANDALUSÍ DE CASAREJOS.

Decíamos que el primer nombre conocido del arroyo Salado de Rota fue el de río de Casarejos, topónimo con el que fue bautizada –en el Libro del Repartimiento (1268) del término portuense- la aldea hispanomusulmana (de nombre árabe desconocido) que existía junto a la orilla izquierda de la desembocadura del Salado en el tiempo que la región gaditano-jerezana fue definitivamente conquistada para el mundo cristiano por Alfonso X.

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Detalle de la desembocadura del Salado, donde estuvo Casarejos . / Foto, Google. 2014.

Fue la de Casarejos una de las ocho alquerías andalusíes (de las trece que se distribuían por el término) que se fundaron, probablemente en los siglos X-XI, en el entorno del Salado y de sus afluentes y la laguna del Gallo, nombradas en el Repartimiento como Villarana, Bayna, Finojera, Fontanina, Grañina, Campix, Poblanina y, contiguo a la boca del Salado, Casarejos.

Aporta el documento medieval una interesante información para conocer algunos aspectos de la alquería andalusí, cuyas casas, solares y tierras fueron repartidas en 1268 a 77 repobladores castellanos.

casarejos_2_puertosantamariaSu término limitaba al sureste con el de Al-Qanatir (El Puerto), al norte con las tierras de las alquerías de Villarana y Bayna  y al oeste, en la otra margen del río, con la roteña de Flayna (probablemente emplazada en el yacimiento arqueológico de Las Mezquitillas). La ubicación de Casarejos junto a la boca del Salado indicaría su control del paso del cauce del río –probablemente con barcas- a la otra orilla y al interior de su curso, donde se emplazaban las otras siete aldeas andalusíes. Menciona el Libro del Repartimiento un camino –la carrera de Rota- que enlazaba Al-Qanatir, Casarejos y, por Flayna, con el ribat de Rota.  /En la imagen de la izquierda, reconstrucción del entorno de la alquería de Casarejos.

Se desconoce si Casarejos estuvo fortificado -como consta que lo estuvieron otras alquerías del Salado-, pero la repetida mención en el reparto a una pared  (o paredes) que servía para delimitar las entregas de los solares y casas a los repobladores, así podría indicarlo: por ejemplo, al decirse “…los palacios grandes como se sigue con la pared aiuso [abajo] o “…salvo los palacios que se siguen como va la pared ”.

arrollosalado_15_puertosantamariaEn el centro de la población se situaba su mezquita y –como los arriba citados- varios palacios grandes, que han de entenderse no como hoy, sino casas con más porte constructivo que los del común de la población. Y menciona el Libro dos calles, la rúa “que está de parte del río, la que va a Porluengas y “la de los Colmeneros”. Y un pozo comunal junto al camino de Al-Qanatir, y junto al pozo tierras públicas, el ejido. Y una cueva –“las casas que están sobre la cueva”-, que seguramente era un gran silo de la Edad del Cobre como los excavados en las inmediaciones del Salado en los años 50 dentro de la Base y en los 80 en La Viña. /En la imagen de la izquierda, ‘Cueva artificial’ de la Edad del Cobre en el yacimiento portuense de La Viña. / Foto, J.J.L.A. 1987. 

También menciona el texto alfonsí una isla e isleta, cuyo terreno también se repartió a los repobladores y que con seguridad se situaba en medio del río, al modo de un bajo formado por la colmatación de sedimentos marinos y fluviales, como aún se reflejaba en la cartografía del siglo XVIII.

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La isleta de la boca del Salado en un mapa de 1762.

La economía de Casarejos debió de basarse en la actividad pesquera con la explotación de corrales marinos, que aún se perciben en la margen izquierda de la boca del Salado, nombrados en la cartografía del XIX corral del Cueto. A una estructura pétrea que aún se ve en la misma boca del arroyo –tal vez la huella de un espigón o muelle de incierto origen- parece aludirse al comienzo del deslinde alfonsí (1268) de los términos de Rota y Casarejos: “El primer mojón es el Estapudal que llaman de los Camellos y Casarejos, que parte término con Rota. Han por mojones unas piedras que estaban en el mar que había nombre el Albequer.” Y una segunda base de la economía de Casarejos fue la explotación de las arenas litorales –al igual que en tiempos púnicos y romanos- como viñedos (vino, pasas, uvas), siendo 64 aranzadas las que se repartieron en 1268, linderas a las viñas de los arenales de Al-Qanatir. También tenía Casarejos, hacia el término de Bayna, un terreno menor dedicado a la explotación de cereales, y tierras de jaras con higueras y perales.

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Litoral entre El Puerto y Rota. Mapa de Francisco Coello, 1868. La flecha marca el Corral del Cueto.

Tras la ocupación cristiana de la alquería de Casarejos, su repoblación –como ocurrió en las demás a excepción de Al-Qanatir (El Puerto)- no cuajó y la vieja aldea andalusí se abandonó o, quizás, ni siquiera el conjunto de las casas y solares fuesen habitados por sus 77 beneficiarios. Sí perduró en el tiempo la ‘pesquería de Casarejos’ y la explotación de las arenas como viñedos y huertas.

Cuándo el término portuense de Casarejos pasó a integrarse en el roteño es cuestión que no podemos precisar, aunque lo más probable es que ocurriera poco después de 1341, cuando el señorío portuense pasó a manos de Juan de la Cerda I, hijo de Leonor Pérez de Guzmán y nieto, por vía materna, de los arriba citados Guzmán el Bueno y María Alfonso Coronel, también señores, desde 1297, de Rota. / Texto: Juan José López Amador y Enrique Pérez Fernández.

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La bahía de Cádiz, las tierras intermedias entre el Guadalete y el Guadalquivir y el Coto de Doñana. /Foto: Google.

Comenzamos aquí y ahora presentando una serie de textos que publicaremos en Gente del Puerto durante los próximos meses. Bajo el título general de Isla Cartare, todos tendrán el vínculo de que tratarán del espacio –los paisajes- y el paso del tiempo –la Historia- en el ámbito de las tierras que conforman el término municipal de El Puerto de Santa María (154 km2, marismas del Guadalete incluidas), cuyas tierras fueron habitadas  desde hace unos 6.000 años en tres áreas bien diferenciadas: las arenas que se extienden por la franja costera, la Sierra de San Cristóbal y las tierras negras y albarizas de la campiña; espacios que durante la Prehistoria reciente los ocupaba un extenso bosque mediterráneo exuberante de vida, hasta que en tiempos fenicios y romanos sus fértiles tierras fueron roturadas intensivamente de cara a la exportación de los productos de la tríada mediterránea: vino, aceite y trigo; al igual que ocurriría en los siglos XVII y XVIII por cuenta y cargo de los cosecheros y cargadores a Indias asentados en El Puerto.

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La campiña desde el camino de Campín, en 1986. A la derecha, el cortijo de las Ánimas, donde existió una aldea andalusí. / Foto: Juan José López Amador.

La demarcación del término portuense –que formó parte del de Cádiz hasta el año 1272- se fijó en 1268, tras la definitiva conquista y repoblación en época de Alfonso X del territorio gaditano de al-Andalus, englobando sus límites las tierras de trece alquerías (aldeas) andalusíes fundadas a partir del siglo X, que fueron herederas –en algunos casos sin solución de continuidad- de los asentamientos que desde la Edad del Cobre y en los periodos tartésicos, fenicios y romanos alcanzaron el esplendor comercial y cultural del territorio de Isla Cartare. 

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Nani y José Antonio, sobre las huellas de un fondo de cabaña de la Edad del Cobre de La Dehesa, junto al Castillo de Doña Blanca. 1982. /Foto: J.J.L.A.

EN LOS AÑOS 80
Junto a nuestros amigos José Antonio Ruiz Gil y José Ignacio Delgado Poullet –Nani-, durante la década de los 80 recorrimos asiduamente el término portuense con el fin de documentar el poblamiento antiguo –en todas las épocas- de sus tierras. Para ello realizamos exhaustivas prospecciones arqueológicas superficiales a lo largo y ancho del término con la recogida de materiales culturales –en su mayor parte cerámicos- que fijaron el origen y la cronología de los asentamientos detectados.

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Excavación en la Barriada del Pilar en 1982, la primera que realizó el recién fundado Museo Municipal. Agachado, su director, Paco Giles; en el corte, Nani y Juan Fernández; detrás, de izquierda a derecha, Juan José López, Juan Taboada, Javier Maldonado, Enrique Pérez, José Antonio Ruiz, Jesús Montero y José López. /Foto: Museo Municipal.

A partir de 1982, cuando se creó el Museo Municipal –dirigido por Francisco Giles Pacheco y al tiempo que comenzamos a trabajar en él dos de nosotros (Nani y Juan José)-, el objetivo se redobló y hasta el fin de la década continuamos prospectando el término y localizando en torno a un centenar de yacimientos, que permitieron conocer, a grandes rasgos, las características del poblamiento de los campos portuenses en el transcurso de la Historia.

Lamentablemente, las leyes vigentes en Andalucía durante las últimas décadas sólo han contemplado las intervenciones arqueológicas si lo son por vía de urgencia, negándose así el derecho de los ciudadanos a conocer el pasado global de su entorno vital y crear desde la disciplina arqueológica una ‘industria cultural’ que redunde en beneficio de la sociedad. De sobra existen en nuestro ámbito geográfico los mimbres para ello, pero no la política que ampare las excavaciones sistemáticas. 

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Equipo de la primera campaña de excavación de Cantarranas, 1982. /Foto: Museo Municipal

Así las cosas, al menos las prospecciones de los años 80 propiciaron que se realizaran excavaciones de urgencia en algunos de los yacimientos detectados: Barriada del Pilar (1982), La Dehesa (1982), Cantarranas (1982;1985;1986), El Barranco (1983), Vicuña (1983), Las Beatillas (1984), Campillo (1984;1985), La Viña (1984;1986;1987), El Palomar (1994), Buenavista (1997), Pocito Chico (1997-1999) y La Florida (1999). De sus improntas culturales y dataciones algo escribiremos en próximas nótulas.

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Sondeo arqueológico en El Barranco, junto a la laguna Salada. 1983. /Foto: Museo Municipal.

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Juan José, Enrique y José Antonio en abril de 1984 excavando en la Sierra de San Cristóbal, en Las Beatillas. /Foto: Nani.

Pero durante aquellos años que pateamos el término no sólo nos interesó la localización de yacimientos arqueológicos, sino conocer y atestiguar todos los elementos que configuran un espacio rural: los diversos biotopos y sus transformaciones naturales y antrópicas; la fauna y flora; los cursos de agua, pozos, lagunas y marismas; las cañadas, caminos, veredas e hijuelas; los cortijos, casas de campo y chozos; los sistemas de explotación de las tierras y las arenas…

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Chozo (hoy desaparecido) junto al cortijo de Vaina. 1984. / Foto, J.J.L.A.

De aquellas experiencias inolvidables que intensamente vivimos cuatro amigos –entonces muy jóvenes- en los pagos portuenses, tratarán los textos que a partir de la próxima entrega compartiremos con los lectores de Gente del Puerto; las huellas que en el curso del tiempo dejaron los hombres y mujeres en las tierras situadas al sur de Isla Cartare, como llamaron en la Antigüedad Clásica a las fértiles tierras situadas frente a la Bahía de Cádiz, entre las desembocaduras del Guadalquivir y el Guadalete. Un nombre, para nosotros, mágico y evocador. 

isla_cartare_9_puertosantamariaLA ORA MARÍTIMA DE AVIENO
Rufo Festo Avieno, escritor latino natural de Volsinia (Italia) que vivió en el siglo IV de nuestra era, nos legó en su poema Ora Maritima la primera descripción histórico-geográfica –somera, eso sí- del litoral gaditano y la mención de algunos de sus topónimos más significados en la Antigüedad. Para su composición el autor empleó fuentes muy anteriores a su época, principalmente la de un periplo griego massaliota que se fecharía hacia el año 535 antes de Cristo, interpoladas con noticias de autores posteriores y del propio Avieno.

Si bien el poema en sus 713 versos conservados contiene información acerca de la navegación entre Tartessos-Massalia (Marsella) y las Oestrymnides (Islas Británicas), así como apuntes de enclaves aún más lejanos, reseñaremos lo que dice Avieno de Isla Cartare, voz de origen fenicio-púnico (como Cartago, Cartagena, Carteia) que vendría a significar Isla de la Ciudad. /Planos de Juan Gavala (1959) con la ubicación de Isla Cartare y su entorno en la Antigüedad; en el plano de mas abajo, el mismo espacio geográfico, en nuestro tiempo.

isla_cartare_10_puertosantamariaLa certera identificación del antiguo topónimo con la geografía actual la propugnó por vez primera –tras erróneas propuestas de Adolf Schulten (1921) y Antonio Blázquez (1923)- el ingeniero de minas lebrijano-portuense Juan Gavala y Laborde (ver nótula 442) en 1959, en su obra La Geología de la Costa y Bahía de Cádiz y el poema ‘Ora Maritima’ de Avieno, cuya traducción del texto latino seguiremos.

Ora Maritima recoge en sus versos una supuesta descripción de los accidentes costeros gaditanos que visualizó un navegante griego massaliota desde su embarcación de cabotaje. Tomando como referencia la cronología del periplo, la travesía se realizó cuando en la Baja Andalucía comenzaba el colapso, o la transformación, de las bases económicas que sustentaron en un alto grado de civilización a la vieja cultura tartésica.

Tomaremos el texto de Avieno a partir de que el nauta griego pasa por la costa  onubense, donde cita un “monte y rico templo consagrado a la diosa infernal, en el interior de una profunda cueva [Gavala lo sitúa en la colina de Moguer], la laguna Erebea [estuario del río Odiel), la ciudad de Herbi [cabezos de Huelva] y el río Hibero [Tinto-Odiel], añadiendo que “la parte de levante contiene a partir de aquí a los Tartessios y a los Cilbicenos.

Es destacable en el poema la omisión del extenso cordón dunar (70 km) del litoral del Coto de Doñana, seguramente debida al no contemplar el navegante topografía alguna digna de mención en un entorno muy lineal de arenas bajas. (Como rasgo cultural señalado en la zona, cabría mencionar la existencia de una vía comercial que enlazaba las minas de Aznalcóllar con las colonias fenicias de Cádiz y el Castillo de Doña Blanca a través de Tejada la Vieja, Almonte y El Rocío; milenaria senda bien conocida por los peregrinos rocieros.)    

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Paso de la Hermandad de El Rocío de El Puerto por las inmediaciones de la laguna del Gallo. 1999. /Foto: J.J.L.A.

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Y tras mencionar al río Hibero, continúa Avieno (versos 255 ss.): “Después se encuentra la Isla Cartare, y es creencia bastante extendida que antiguamente estuvo ocupada por los Cempsos; arrojados luego por lucha con sus vecinos, se retiraron en busca de otros lugares. Se alza después el Monte Cassio […]; luego se encuentra el Cabo del Templo, y a lo lejos está la fortaleza de Gerión […]

Aquí se hallan, distanciadas unas de otras, las bocas del Golfo de los Tartessios, y desde el mencionado río [Hibero] hasta estos lugares hay para los barcos un día de navegación. [La distancia -60 millas- la cubriría una embarcación de la época en 16-18 horas.] Aquí está la ciudad de Gadir, […] la misma fue llamada primeramente Tartessos […] 

Mas el río Tartessos [Guadalquivir], al fluir del Lago Ligustino [marismas del Guadalquivir] a través de campos abiertos, ciñe por todas partes con su corriente a la isla. Este rio no avanza con una corriente única, ni surca con un solo cauce el terreno subyacente, pues vierte sus aguas en los campos por tres bocas por la parte de levante, y con una boca gemela baña también dos veces la región situada al sur de la ciudad. […] El mar que se halla en medio separa […] el Castillo de Gerión y el Cabo del Templo, y el golfo [de los Tartessios] se adentra entre altos acantilados de rocas.

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Acantilado en la playa del Almirante. 2010. /Foto: J.J.L.A.

Ese Templo, “junto a un ancho río” –añade el poema más adelante-, debe ser el santuario excavado en el sanluqueño Pinar de la Algaida, el que fue consagrado a la diosa cuyo nombre alude a la luz del crepúsculo (lux dubia), identificada con Phosphoros, y al lucero de la tarde, el planeta Venus. La fortaleza de Gerión (en memoria al mítico rey tartesio) se situaría –según Gavala- en la Isla de León o en el islote de Sancti-Petri. Ambos topónimos delimitaban el Golfo de los Tartesios, que es decir la Bahía de Cádiz.

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En la imagen de la izquierda, máscara en terracota del santuario de El Tesorillo, en La Algaida. /Foto: J.J.L.A.

En estos párrafos de Avieno queda fijada la situación de Isla Cartare: abarcaría el territorio situado entre las desembocaduras del Guadalquivir y el Guadalete. Aunque la unión entre ambos ríos nunca fue efectiva por la infranqueable barrera terciaria (38 metros) existente entre El Cuervo y los jerezanos Llanos de Caulina –aunque sí pudo existir  abriéndose caños artificiales entre ambos estuarios, como de hecho fue y contó Estrabón-, la peculiar fisonomía del paisaje que se les presentaba a los navegantes que cruzasen el litoral durante el I milenio anterior a nuestra era, aparentaría que los brazos de mar comunicaran entre sí y fuesen los esteros del Guadalete bocas dependientes del Lago Ligustino. Esta hipótesis ya fue enunciada por el investigador gaditano César Pemán en 1941, en su libro El pasaje tartéssico de Avieno a la luz de las últimas investigaciones.

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Caño y marisma en Sanlúcar. Al fondo, el Guadalquivir. /Foto: J.J.L.A.

DONDE ESTÁ EL AJO...
Alusiones al territorio que Avieno denomina Isla Cartare se vislumbra en otros escritores de la Antigüedad Clásica. Así, el geógrafo griego Estrabón, a fines del siglo I a.C. aunque empleando noticias de Estesícoro de Himera (hacia 630-550 a.C.), escribe: “Parece ser que en tiempos anteriores se llamó al Betis Tartessos y a Gadir y sus islas vecinas Erytheia. Así se explica que Estesícoro, hablando del pastor Gerión, dijese que había nacido casi enfrente de la ilustre Erytheia, junto a las fuentes inmensas del Tartessos, de raíces argentes, en un escondrijo de la peña. Y como el río tiene dos desembocaduras, se dijo también que la ciudad de Tartessos, homónima del río, estuvo edificada antiguamente en la tierra sita entre ambos.” El mismo espacio donde Estrabón sitúa las ciudades romanas de Nabrissa (Lebrija), Hasta Regia (Mesas de Asta, Jerez) y Ebora (inmediata al sanluqueño santuario de La Algaida), la Torre y el Faro de Caepionis (Chipiona), y el Puerto y Oráculo de Menesteo… 

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Mesas de Asta, en un estero del Guadalquivir, fue un enclave, desde el Neolítico, de      capital importancia en el curso de la Historia. En la imagen, excavándose en los años 50.

Isla Cartare viene a ser hoy el territorio de las fértiles campiñas vinícolas –hasta el siglo XVIII también pobladas de olivares- que se extienden, al sur de Lebrija y El Cuervo, por Jerez, Trebujena, Sanlúcar, Chipiona, Rota y El Puerto. Que viene a ser el mismo espacio del que los viejos flamencos, aludiendo a las tierras donde nació y desde donde se expandió el cante jondo, decían… De El Cuervo pa’bajo, donde está el ajo. 

De esas tierras, las situadas al sur de Isla Cartare que hoy conforman el término de El Puerto de Santa María –el Portus Gaditanus que a fines del siglo I antes de Cristo fundó Balbo ‘el Menor’-, escribiremos a partir de la próxima entrega.

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Los autores, en las marismas entre Trebujena y Sanlúcar. 1984. /Foto: Nani.

Y como por algún lugar hay que comenzar, lo haremos recorriendo el arroyo Salado de Rota, el que en la Edad Media llamaban río de Casarejos, donde en su desembocadura existió, hasta que fue conquistada y repoblada en tiempos de Alfonso X, una aldea andalusí. /Texto: Enrique Pérez Fernández y Juan José López Amador.

El pasado día 22 de este mismo mes hizo 78 años del fallecimiento en Madrid de Adolfo Gómez Rube, Vicealmirante de la Armada. Este insigne militar había nacido en El Puerto de Santa María el 11 de noviembre de 1861, ingresando por oposición cuando contaba quince años en la Escuela Naval Militar, en la que finalizó sus estudios como aspirante dos años y medio después, con 18 años recién cumplidos.

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Emblemas de guardiamarinas.

Sus mediocres notas, excepto en la asignatura de Cálculo, actitud rebelde y comportamiento poco disciplinado durante ese corto periodo de estudios, según consta en su expediente académico, no hacían prever la brillante carrera que iniciaría poco después de Guardia Marina al madurar como persona,  potenciando virtudes castrenses tan apreciadas en la Armada como el valor, espíritu de servicio y sacrificio, y camaradería.

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Fotografía del acorazado Pelayo, de cuya dotación formó parte en 1888.

De carácter extrovertido, siendo estudiante era un empedernido bromista y, a pesar de su corta estatura (ingresó en la academia midiendo 1,53 cm. y salió de ella con 13 cm. más) era un líder estudiantil en esa primera etapa formativa.  Durante su formación como oficial, obtuvo diversas licencias por enfermedad. Acabados sus estudios y plenamente restablecido de sus dolencias escolares, en el verano de 1888, se le ordena trasladarse a Tolón, donde se encontraba el acorazado “Pelayo” para formar parte de su dotación. Los días de mar que figuran en su expediente son: 55 en barcos de vela y 223 en vapores.

mundonavalilustradoEn febrero de 1890 es promovido al grado de teniente de Navío. Una Real Orden de fecha 11 de abril de 1893 lo destina a Filipinas y se encarga de los Guardias Marinas que prestan servicios en las Escuadras de Instrucción destinados en dicho Apostadero. Meses después es nombrado comandante del “Albany”, cesando en marzo de 1894 para coger el mando del cañonero “Paraguay”. Y es en esta lejana colonia, sumergida en la guerra por su independencia, donde iniciaría el tramo más brillante de su carrera profesional. Allí obtiene tres condecoraciones casi seguidas: en julio de 1897, la Cruz de 1ª Clase al Mérito Militar, con distintivo rojo, por las operaciones de Mindanao; en noviembre de ese mismo año la Cruz de 1ª Clase de María Cristina por los méritos que contrajo en el rio Paombong y en octubre de 1898, terminada la guerra, Cruz de 1ª Clase del Mérito Militar, con distintivo blanco por servicios prestados a lo largo de toda la campaña de Filipinas.  /En la imagen, la revista El Mundo Naval Ilustrado que nace con los enfrentamientos con Cuba y Filipinas.

camarin_virgen_M_1916_puertosantamariaFue repatriado en los primeros días de 1899, embarcando el día de Reyes con destino a Cádiz. En esa fecha, tenía 36 años, graduado como teniente de Navío, consiguiendo una licencia de casi seis meses por enfermedad y repatriación, designándosele después como segundo comandante de la Ayudantía de Marina de Huelva. Tengo la impresión de que no le gustó nada ser segundo y, de hecho, no se incorporó hasta noviembre de 1900, pero ya como comandante de la Ayudantía.  Estaba aún soltero, aunque por poco tiempo, pues el 24 de  agosto de 1901 contrajo matrimonio en la iglesia Mayor Prioral con la hija del bodeguero local Ramón Jiménez Dávila, María del Carmen Jiménez Mateos, que tenía en esa fecha 25 años. La ceremonia, un tanto extraña, pues se celebró a las cinco de la mañana en la capilla de la Patrona, con la novia vestida de negro, fue oficiada por don Antonio Iñigo, en presencia del abogado Lorenzo González Villagrán, secretario del Juzgado, actuando de testigos Rafael Franco Gil y José Molares Delgado. /En la imagen de la izquierda, camarín de la Virgen de los Milagros, en cuya capilla se casó nuestro paisano en 1900. /Foto: Justino Castroverde de principios del S. XX.

De Huelva pasó a Almería y de allí, en mayo de 1905, a Cádiz, como Jefe de la Estación Torpedista y unos meses después es nombrado comandante de la misma, relevando a Juan Antonio Gener. (El título o enunciado completo de este cargo sería: Jefe del Ramo de Armamento, Artillería, Ingenieros, Comisario y Jefe de la Sanidad de dicho Arsenal). Continuaba siendo teniente de Navío en 1908 cuando ejercía como Jefe de Electricidad y Torpedos, siendo elogiado en su trabajo por sus superiores, valiéndole la concesión de  la Cruz del Mérito Naval y dos años después la placa de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.

medallademarruecosEn 1912 asciende a capitán de Fragata y en 1914, con esta graduación ejerce como segundo comandante en los cruceros “Reina Regente”, Extremadura” y el cañonero “María de Molina”. En 1916 asciende nuevamente a capitán de Navío y en 1917 es nombrado comandante del acorazado “Pelayo” en el que inició su carrera militar.

A partir de esta responsabilidad, tras dos años al mando de tan emblemática embarcación, en el transcurso de la cual le fue concedida la Medalla Militar de Marruecos y dos meses de licencia que reparte entre Madrid y El Puerto  inicia una meteórica carrera que comienza siendo ascendido a contralmirante y nombrado General Jefe de la División de Instrucción, después General Jefe de Personal y Servicios Auxiliares del Estado Mayor Central y, en abril de 1923, Jefe de Estado Mayor del Departamento de El Ferrol. Antes de ser nombrado en noviembre de 1924, Comandante General del Arsenal de Cartagena, es ascendido a vicealmirante, puesto que desempeñó hasta su pase a situación de Reserva, el 16 de noviembre de 1927. /Medalla de Marruecos, concedida por Alfonso XIII.

Desde esa fecha, estando en dicha situación de Reserva,  hasta junio de 1931, ejerció como vocal del Tribunal Superior de Marina y Guerra, interviniendo en numerosos procesos, falleciendo en Madrid a la edad de 75 años el 22 de agosto de 1936.

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Capitanía General de El Ferrol, donde ejerció como Jefe de Estado Mayor del Departamento Marítimo del Ferrol, en 1923, coincidiendo ese año su ascenso a Vicealmirante. 

A pesar de ser uno de los que yo denomino “portuenses errantes” siempre ejerció como tal y no perdía ocasión para acercarse a su ciudad natal y la de su esposa, localizando en la “Revista Portuense” en sus notas de sociedad, numerosas citas anunciando su presencia, entre otras como acompañante junto a otras autoridades en la procesión de la Virgen de los Milagros. Con esta pequeña semblanza creo es de justicia recordar la memoria de este ilustre marino que une su figura y trayectoria a la de otros paisanos de igual arma como los Coig, Winthuysen o Piury. /Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. PUERTOGUÍA

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En la imagen, Javier Maldonado, Jefe del Servicio de la Concejalía de Patrimonio Histórico, al inicio de la Ruta de las Casas Viñas del Pago de Balbaina, el pasado viernes.

Un paseo por la Ruta de las Casas Viñas del Pago de Balbaina, permite conocer a través de 8 kilómetros varias casas viñas que forman parte de la cultura vinícola portuense, comentada por técnicos de la concejalía de Patrimonio Histórico que titula María Antonia Martínez, organizadora de la actividad. Se trata de una actividad que conjuga la belleza de un paisaje portuense distinto con explicaciones históricas que dan a conocer la arquitectura de las propias casas viñas, detalles de sus orígenes y pasado así como las características del terreno y el entorno del pasaje vitivinícola.

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Para el fotógrafo Adrián Morillo, autor de las instantáneas que acompañan esta nótula, es “Un lujo poder conocer paisajes y espacios de El Puerto de Santa María a muchos autóctonos nos pasan desapercibidos disfrutando de charlas de primer nivel, acerca de la elaboración del vino y sus particularidades”. /Fotos: Adrián Morillo.

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Fachada de la Casa Viña de Belludo Bajo.

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Un pozo de 1853.

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La concejala María Antonia Martínez en el acceso a una de las Casas Viñas: Belludo Bajo.

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Desde el otro lado de la ventana, se ven las almenas que circundan la casa viña.

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Explicación en el interior de la Casa Viña de Belludo Bajo.

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La Casa Viña vista al paso de los siglos.

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Todos son necesarios en los trabajos de la viña.

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... Y al fondo los molinos, tecnología para la energía eólica de nuestro tiempo.

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