Manuel Vázquez León, al que la marinería que faena en el Golfo de Cádiz conoce por el apelativo cariñoso de Manolo ‘el Gallego’, apodo que hace honor a la tierra que le vio nacer: Galicia. Manolo nace el día 22 de mayo de 1.925 en Portosin (distrito de Noya, y Parroquia de San Sadurniño de Goyanes, anexa de San Martín de Miñortos, Ría de Noya y Muros, perteneciente al ayuntamiento de Porto do Son, en La Coruña), hijo de Manuel Vázquez Lado y Pilar León García. Tuvo una infancia triste ya que a los tres años murió su madre, cuando se encontraba a bordo de un pesquero faenando en la mar. Su madre era marinera.
Después de afrontar numerosas vicisitudes en su Galicia natal porque los tiempos eran difíciles, decide, como muchos vecinos suyos, emigrar. Esto ocurría en 1.949 y su destino el litoral gaditano. Manolo, quedó tan maravillado de las costumbres y de la forma de ser de los pescadores de la Bahía de Cádiz, que ya no volvería a irse. Un año después, logra que su esposa se traslade desde Galicia hasta El Puerto , donde establecen definitivamente su residencia, a donde vendría con su hijo Pepe, que tenía poco más de dos años.

Manuel y Ramona, en una instantánea de 1957. (Foto Estudio Pantoja)
El caso es que Manolo ‘el Gallego’, muy bueno como pescador de la Bahía de Cádiz, eligió una excelente compañera, nuestra recordada Ramona quien, al mismo tiempo que administraba los recursos que obtenía su familia en la mar, colaboraba incluso en el avituallamiento del barco y remendando las redes.
Todavía conservamos en nuestra memoria el recorrido que realizaba Ramona, desde la plaza del Polvorista hasta su casa, conocida como de La Gaviota, en la avenida de la Bajamar, llevando colocado en la cabeza un cubo de zinc lleno de agua potable y sin tocarlo con las manos. Esto sucedía a finales de los años 50 y principio de los 60 del siglo pasado. (Manolo, en una fotografía de 1954).
Se convirtieron en padres de cuatro hijos, José Manuel, Antonio, Arturo y Jesús. La familia de Manolo ‘el Gallego’, --especialmente su hijo José Manuel, conocido igualmente con el apelativo de Pepe ‘el Gallego’--, cuentan con mucho arraigo en la Ciudad ya que durante muchos años a bordo de los pesqueros “Mari Carmen y Ramona”, “Angelina Lloret” y ‘Bonanza” han paseado cada 16 de Julio por la bahía de Cádiz y por el río Guadalete, en procesión marítima, a la Imagen de la Virgen del Carmen que se encuentra en el Convento del Espíritu Santo y han contribuido de forma eficaz al realce de las Fiestas del Carmen.

De izquierda a dereahc, sus hijos Pepe y Arturo, su padre Manuel, nuesgtro protagonista Manuel y esposa Ramona y Antonio, en 1958 en la Feria de Ganado, en el Palmar.

Manuel y Ramona y una de sus nietas, con el Guadalete y Valdelagrana al fondo, con su nieta Pilar.
EXPRESIONES DEL RENTOY MARINERO.
La familia y el trabajo en la mar de la Bahía de Cádiz, en ese orden fueron las prioridades en la vida de Manolo y sus ratos de ocios en el Bar La Lucha, con nótula 147, siendo este emblemático local social de la marinería durante el siglo pasado, el lugar donde “el Gallego”, atendido siempre magistralmente por el excelente camarero Gonzalo Camacho Bolaños, a quien todo el mundo llamaba Pepe y nadie Gonzalo, y Carmela Barrera Tejada, propietaria del Bar, comenzó a oír expresiones tales como “llevo hambre”, “se me ha ido el pescado por debajo del plomo”, “mete espina para sacar corvina”, “llevo dos días sin escucharlo”, “me ha dado coba”, “se ha pegado un rentoy”, “tres por cada baza y el partido boca a boca” y “mira que soy perro viejo y tú estás muy tranquilo”.

El pesquero 'Bonanza', decorado con adornos festivos.
Estas expresiones, entre otras, eran utilizadas habitualmente por los pescadores en las partidas de rentoy, terminologías parecidas a las empleadas por los patrones de pesca a través de la radiotelefonía cuando se encontraban embarcados en alta mar y querían desorientar a los patrones de otros barcos sobre los bancos de peces y las capturas obtenidas en la singladura.

El pesquero 'Mari Carmen y Ramona' junto al cantil de la Fábrica de Hielo, de la Compañía General de Carbones, que luego se dejaría la explotación de la misma en régimen de cooperativa a los trabadores.
Manolo jugaba al tute subastado, popularmente conocido como «el subastao» y al mus, con José Agarrado Macias, vendedor en la Lonja de Pescados; Vicente Sánchez Carbonell, armador y patrón del pesquero “Veluca”, que fue el primero pescador en alcanzar en la lonja un millón de pesetas por la venta de las capturas obtenidas en alta mar, posiblemente uno de los mejores pescadores porteños pescando en los caladeros del Sur de Marruecos y con gran carisma entre la marinería; Jaime y Vicente Soler Zaragoza, apodado “Cariño”, intimo amigo del artista humanista Juan José Bottaro, con nótula 212; Pepin Camacho Negreira hilador, hermano del Párroco de San Joaquín Guillermo Camacho; Manolo Manga García, otro excelente lobo de mar; Francisco Morató Martínez, Paco “Peti; conocedor como nadie de la pesca de la Bahía de Cádiz; Manuel Vélez Hidalgo, maestro redero y sus hijos, Juan Gregorio, José Manuel, también rederos y Gabriel, un gran experto en la actualidad de la pesca en el Golfo de Cádiz y Manuel de la Cruz Santilario, Jefe maitre del Restaurante “El Resbaladero”…

El “Angelina Lloret” en procesión marítima el 16 de julio de 1985, portando a la imagen de la Virgen del Carmen que se encuentra en el Convento del Espíritu Santo.
Como pescador y armador Manolo, “el Gallego”, formó parte de la flota de El Puerto, en su época de mayor esplendor, décadas de los años 70 y 80 del siglo pasado, que llegó a tener 140 barcos pesqueros y 1.500 pescadores censados además de los pescadores de las cientos de embarcaciones, denominadas forasteras, que desde otros puertos arribaban diariamente a la lonja de este puerto para vender sus capturas obtenidas en alta mar

Manuel recibió en la Casa del Mar, el 7 de noviembre de 1999, la insignia de la Virgen del Carmen, de manos del entonces presidente de la hermandad, José Galán, en presencia de Manuel Blanca, mecánico jubilado de tierra y Teniente de Hermano Mayor del Carmen. En el acto estuvieron Francisco Corral, Director Provincial de Instituto Social de la Marina y el local, Felipe Bononato.
Manolo, “el Gallego”, a sus casi 85 años, a pesar de algunos contratiempos debido a su estado de salud, ya superados, se encuentra bien en la actualidad y muy orgulloso de sus nietos y un bisnieto.

José Grado Hidalgo nació en Sanlúcar de Barrameda el 2 de marzo de 1938, hijo de José Grado Romero y Antonia Hidalgo Luque, siendo el tercero de cinco hermanos, Magdalena, Manolín, José, María y Antonio. Con tan solo dos años, su familia se traslada a El Puerto, viviendo en la calle Palacios, 37.

CUARTO DE REDES.





HOMENAJE A TAN ILUSTRE CARTOGRAFO. OCTUBRE DE 1992." (Foto: Jorge Roa).


Juan de la Cosa, marino y cartógrafo español nacido en Santoña hacia 1460, falleció el 28 de febrero de 1510, en el séptimo y último viaje, herido por más de veinte flechas envenenadas peleando con los indios en las cercanías de Turbaco, cerca de Cartagena. Acompañó a Colón en sus dos primeros viajes y era dueño de la carabela Santa María, antes conocida por La Gallega, hecha según testimonio del Padre Sarmiento, en los astilleros de A Moureira en Pontevedra.
Se ve la isla de Cuba separada del continente en contra de las creencias de Colón y en una posición geográfica que no es exacta. Las líneas del Ecuador y el trópico de Cáncer, que hace de eje de la carta, están en su correcta posición.







Del carajo. Es una de las palabras más usadas en los repertorios carnavalescos, qué carajo. Y por muy gruesa que suene, “carajo” tiene un componente más marinero que genital y el término gaditano de “carajote” está relacionado con la vida náutica. Por eso no es lo mismo “mandar” o “ir al carajo” (gran y verdadero estribillo de Los Falsos, “…tequiarcarajo, Juan”) que “irse al carajo”, sinónimo de naufragar, irse a pique. Cuando un velero se hunde lo último en quedarse a la vista suele ser su palo mayor, lo que coloquialmente se llama, ejem, carajo. Por su inhiesta disposición, el principal palo de los barcos se comparaba con el miembro viril y estaría por ver qué fue primero, el término nabal o el término naval. Por eso las cosas pueden ser “del carajo”, de lo espectaculares o estupendas que se presentan. El carajo era lo máximo en nuestros antiguos barcos. Como término de ida y vuelta, en Cuba y en muchos países hispanoamericanos, también se utiliza con profusión. (A la izquierda, canastilla o carajo del Palo Mayor del Juan Sebastiáin Elcano).
Pero incluso hay un lugar geográfico que atiende de forma exacta el envío que se suele pronunciar de forma airada o cariñosa, como el oído hace unos días entre dos ministros suramericanos. Hay un lugar en el mundo que se llama Carajos, en concreto Carajos Cargados, unas islas descubiertas por marineros españoles y que se encuentra en pleno Oceáno Índico. Un bastinazo. Si merodean en google maps el buscador no tardará ni un segundo en mandarles a Carajos Cargados. Este archipiélago de escasa población y de alargadas superficies (ejem, la foto de la izquierda es real, la de la isla principal) puede deber su nombre, con retintín guasón, por su evidente forma. Pero también los carajos a los que aluden pueden ser las majestuosas palmeras, como altas vigías, que pudieron sorprender a nuestros paisanos allá por el siglo XVII.







(En la imagen de la izquierda, José Fernández Sanjuán, Pepe 'el del Vapor'. Foto: Faly). Antonio Carbonell, Secretario que fue de la Cofradía de Pescadores refería una tarea desarrollada por el Vapor en relación con el mundo de la mar: «Pepe y el Vapor fueron durante muchos años indispensables para el mantenimiento de la actividad pesquera portuense. Pues resulta que antes de construirse los espigones de Poniente y Levante en la desembocadura del Guadalete, obras que finalizaron en 1970, la entrada de arenas que arrastraban las corrientes litorales y formaban la barra en la boca del río, impedían que la práctica totalidad de los barcos pudieran pasar por el Guadalete a media marea o bajamar escorada. Entonces Pepe, a bordo del Vapor, con un instrumento formado por una pesa u otro metal colgado de una cuerda (sonda de mano, escandallo o plomada), no sólo medía la profundidad del río, sino que de la misma manera al colocar cebo en la pieza de metal, con tan solo tocarlo, iba conociendo la calidad de fondo de la desembocadura del Guadalete. Y Claro. Con esta maniobra, le permitía, al esquivar los cascajos y arenas del río, alcanzar la navegación correcta y, así, los barcos, al seguir el rumbo del Vapor, entraban en puerto sin esperar la pleamar. Esta laboriosa operación, además, era fundamental para evitar cualquier desgracia cuando las condiciones meteorológicas eran adversas, como por ejemplo, la niebla.»
El principio del milenio, nos ha llevado otra vez a lo antiguo, a recuperar costumbres y tradiciones que nunca se debieron abandonar, a volver a aplicar tecnología que han sido útiles durante miles de años y que, de forma inexplicable estaban prácticamente desaparecidas en nuestra Bahía de Cádiz.



Estamos convencidos que, cuando las líneas marítimas de pasajeros, numerosas y múltiples en sus recorridos, rápidas y con horarios amplios, frecuentes y flexibles, sean una constante en la Bahía, como lo son hoy los catamaranes puestos en marcha por el Consorcio nuestro Vapor Adriano III volverá a ser el buque insignia de la flotilla de barcos de pasajeros gaditanos, y de quienes nos visiten, pues el uso turístico es su mejor y más claro cometido de presente y futuro.
Tal dignidad no se alcanza de forma gratuita, pues son ya 80 años, desde que aquel lejano 1929, José Fernández Fernández, y sus cuatro hijos, llegasen a bordo del ‘Adriano I’ a aguas de nuestra bahía para cubrir el trayecto de El Puerto-Cádiz. 


Dionisio Capaz y Rendón nació en El Puerto en 1780 y murió en Madrid en 1855. En 1799 sentó plaza de guardiamarina, embarcando en el Conquistador , que mandaba Churruca, y al año siguiente ascendió a alférez de fragata. Participó luego en la expedición francesa de Leclerc a Santo Domingo, y en 1802 en la Comisión cartográfica que debía levantar los planos del archipiélago griego. Asistió a la batalla de Trafalgar, embarcado en el Bahama, y fue hecho prisionero por los ingleses. Al ser puesto en libertad se reintegró a Cádiz, ascendiendo a alférez de navío, y sucesivamente a teniente de fragata y de navío.
MINISTRO DE MARINA.
RETRATADO POR FRANCISCO LAMEYER
Seguramente, para la gran mayoría de ciudadanos y ciudadanas, el nombre de Blas de Lezo les es desconocido. Quizá hayan oído hablar de una fragata de la Armada que lleva ese nombre y la gente de la vela sabrá que hay una importante regata nocturna que organiza el Club de Mar Puerto Sherry -el pasado 2008 asistió el actual Marqués de Ovieco, descendiente de Lezo-. Pero, por fortuna, en los últimos meses la figura del insigne marino vasco Blas de Lezo y Olavarrieta (también conocido como El Almirante 'Patapalo') ha sido difundida a través de conferencias, artículos periodísticos y radiofónicos, cientos de páginas web -algunas de ellas con errores y anacronismos-, varios vídeos que se pueden visionar en 

se fueron acentuando en los distintos frentes en los que participó. Era tuerto, cojo y manco. (Foto Juan Carlos Muñoz).
Las diferencias de estrategia que mantuvo con el virrey de Nueva Granada, Sebastián Eslava, en la defensa de Cartagena hizo que éste conspirase contra el marino (en el cuadro de autor desconocido que aparece a la izquierda de este texto) y el rey Felipe V actuase de tal manera que su determinación ocasionó a su familia la ruina económica y social, hasta el punto que ni siquiera pudieron pagarle una sepultura digna, por lo que se desconoce su enterramiento. Incluso después de muerto fue destituido. Finalmente y, pasado un tiempo, fue rehabilitada su figura y el 26 de agosto de 1760 el Rey Carlos III le otorgó, a título póstumo, el Marquesado de Ovieco, que recayó en su hijo Blas Fernando de Lezo y Pacheco, el cual fue investido en diciembre de 1771 por el Rey como maestro de ceremonias de la Orden de los Caballeros de las Grandes Cruces de Carlos III. Gracias a este reconocimiento, los descendientes de Lezo empezaron a obtener privilegios y nombramientos y a emparentarse con la aristocracia del país. Tomás de Lezo y Pacheco murió en Santa Cruz (Bolivia) en 1782, siendo gobernador.
Un sobrino de los anteriores, hijo de una hermana, llamado Alvarado Lezo, llegó también a ser Almirante. Blas de Lezo y Castro, Marqués de Ovieco, fue nombrado Académico de honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1815. Otro Lezo, José Lezo y Vasco, durante el período 1858 a 1900, año de su muerte, fue Senador vitalicio, además de llevar el título del Marquesado. En la actualidad, el título está regentado por Antonio Marabini y Bérriz. (En reconocimiento de sus servicios al Rey, este le concedió en 1731 como estandarte para su capitana la bandera morada con el escudo de armas de Felipe V, las órdenes del Espíritu Santo y el Toisón de Oro alrededor y cuatro anclas en sus extremos).
Tras las investigaciones realizadas en los padrones de la época por Miguel Ángel Caballero Sánchez -historiador de Patrimonio Histórico de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de El Puerto- al que agradezco su constancia y dedicación ya que, sin sus aportaciones, no se hubiesen podido divulgar estos datos que se relatan a continuación, hemos podido saber fehacientemente tras el estudio de los padrones de la Iglesia Mayor Prioral que Blas de Lezo, su mujer, Josefa Pacheco Bustos -una criolla peruana con la que se había casado el 5 de mayo de 1725 en Lima- sus hijos y un criado (¿?) afroamericano llamado Antonio Lezo, vivieron desde 1736 en una casa de la calle Larga, para ser más exactos en Larga, 70, hoy reconvertida en apartamentos de alquiler. Tras su muerte, su viuda -conocida en la localidad como 'La Gobernadora'- y sus hijos permanecieron en ella hasta la muerte de ésta el 31 de marzo de 1743. (En la imagen, la 'Casa de la Gobernaora', hoy Apartamentos 'Larga 70').
A la izquierda, firma del Almirante Blas de Lezo. 



El primero de los hijos fue militar, la ultima de las noticias que tenemos es que viajo rumbo a las Américas en el año 1712. El segundo fue sacerdote, y se marchó a Nueva España con un ilustre familiar, D. Juan Antonio Vizarrón Eguiarreta, concretamente a Méjico, donde llego a ser prebendado de la Catedral, donde esta enterrado, y administrador del Hospital del Amor de Dios, falleciendo en el año 1755. Teresa sabemos que falleció a la corta edad de 10 años. Catalina, se casó con Pablo Miguel Vizarrón, con quien tuvo 5 hijos. (En la imagen, el escudo de la fachada principal del Palacio de Valdivieso, en la década de los ochenta, antes de la restauración del edificio).







A finales de este mismo año es nombrado Almirante, cargo que disfrutara poco tiempo, su médico José de Salazar tiene que tratarlo por una enfermedad, que le causó la muerte el 22 de marzo del año 1.691, siendo enterrado en el panteón familiar, que se encontraba bajo lo que hoy es el Altar Mayor en nuestra Iglesia principal. (En la imagen de la izquierda, pintura de Rafael Tardío Alonso).
Alberto Alcaraz Roca (1931-2009), natural de Roquetas (Almería) dejó huella en la Bahía de Cádiz. Murió en los primeros días de este mes de Octubre, tras una larga vida dedicada a la pesca. Con sus barcos, como el Roquetero, Enri, María la Belema, Rosa María Martí, Alver o Nuestra Señora de África, que faenaron en las costas del Mediterráneo y en Marruecos, 'en el moro', se dedicó en cuerpo y alma a su pasión. Mecánico naval en los años 70 se incorpora como armador a la flota pesquera portuense proveniente de Alhucemas y, según recuerdos que me cuenta Antonio Carbonell, quien vivió junto a él como secretario muchas horas de faena en la Cofradía de Pescadores portuense, no escatimaba ningún medio para mejorar la seguridad de sus trabajadores y la bonanza económica de ese puerto pesquero. (En la imagen, Alberto Alcaraz Roca, dirigiéndose a los pensionistas del mundo del mar, días antes de la Navidad, en el restaurante El Resbaladero. Diciembre de 1982). (La foto es de la Colección de A.C.L.)



Alberto fue socio fundador de la Federación Andaluza de Cofradías de Pescadores, llegando a ser su Vicepresidente; fue Presidente de la Federación Provincial de Cofradias de Pescadores de Cádiz y vocal de de zona suratlántica en la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores. Ahora, a sus 78 años presidía la compañía de seguros más prestigiosa del sector marítimo: Mutua de Riesgo Marítimo (Murimar) a la que reflotó y dotó de una nueva directiva, nuevos mercados e impulsó nuevos productos. (En la imagen, Alberto Alcaraz, en una fotografía tomada poco antes de su enfermedad).