Saltar al contenido

1

CARA Y CRUZ DE LA VIDA. En febrero de 1852 la sociedad española se conmocionó al conocer el fallido intento de un  sacerdote de apuñalar a Isabel II, a su salida de la iglesia de Atocha, a la que solo consiguió herir levemente en el costado.  El cura regicida se llamaba Martín Merino, tenía 63 años y era natural de Arnedo (Logroño). Conocido o apodado como “El Apóstata” al haber renunciado a sus órdenes sagradas a los siete años de ser ordenado sacerdote en Cádiz, en 1813, fue ejecutado a garrote vil días después del intento de homicidio a pesar de estimársele trastornos mentales y de la opinión contraria de la víctima, la reina Isabel II.

glacis_puertatierra_cadiz

Los glacis de Puerta Tierra de Cádiz.

Apenas iniciado el verano de ese mismo año de 1852, el miércoles 23 de junio, tuvo lugar otra ejecución, menos sonada y más próxima, la ejecución por fusilamiento en los glacis de la derecha de las Puertas de Tierra, en Cádiz, de dos delincuentes prófugos, uno de ellos, José Otero Pérez, nacido en El Puerto de Santa María en 1820 y avecindado en Utrera. En esta última población había iniciado su carrera delictiva con diversos robos en despoblados, agravados con una primera fuga cuando era conducido de tránsito por la Guardia Civil. Sobre él pesaba una condena de veinte años de cadena en el momento en que, junto con otros dos reclusos, logró fugarse nuevamente el 18 de marzo de ese año. A uno de los fugados, llamado Antonio Segovia, lo detuvieron a cien metros de la cárcel. Hacemos un pequeño inciso para referir el delito de este último, un crimen de los llamados pasional, que en su día se cantaría en romances como el “Crimen de la Gallina Ciega”.

lagallinaciega_goya

Óleo sobre lienzo 'La gallina ciega' de Francisco de Goya (1789). 269 cm x 350 cm. Museo del Prado. (Madrid).

Años después de romper noviazgo con una mujer y tener ésta nueva pareja, el sujeto, aparentemente,   mantenía relación de amistad con ambos con los que alternaba socialmente. En una fiesta a la que asistían los tres, propuso jugar a la “gallina ciega” y cuando le toco el turno de actuar como tal al nuevo novio, y tuvo los ojos vendados, apagó Segovia la luz y asestó numerosas puñaladas a su indefenso rival hasta matarlo. Aunque fue sentenciado a muerte por ello, le fue conmutada la pena por 20 años de cadena, la misma que padecía el portuense Otero Pérez. El otro, llamado Manuel Torres, cuyo historial delictivo desconozco, parece que no fue localizado en los días que siguieron a la fuga, mientras que José Otero, que tiró para su tierra, haciendo alguna “visita” en algunas de las cortijadas del camino, donde se proveyó de dinero metálico, una escopeta y un caballo, fue reconocido y detenido con estos pertrechos por la partida de la renta de Consumos, siendo trasladado a la cárcel de Cádiz.

La pena de muerte se les impuso por el delito de atropello al centinela y fue aprobada por el Capitán General de Andalucía. Se  leyó la sentencia a los condenados 24 horas antes de su ejecución, quedando en capilla bajo la custodia de un batallón del Regimiento de Almansa. Las crónicas periodísticas indican que ambos mostraron una gran serenidad durante todo este tiempo, “comiendo con apetito y hablando con los circundantes, especialmente Otero, que salpicaba la conversación con dichos agudos y chistosos, convidando a comer con ellos a cuatro presos de la misma cárcel y al Sr. Alcaide.” José Otero tuvo el detalle, antes de ser fusilado, de llamar al Ayudante de Guerra y declarar que dos personas presas en la cárcel de Utrera por robos en despoblados eran inocentes, pues “aquellos crímenes lo había cometido él solo”.

antiguacarcel_grabado_cadiz

La antigua cárcel, o Cárcel Real de Cádiz.

Los condenados hicieron el “paseíllo” desde la Cárcel Real, edificio proyectado por el arquitecto portuense Torcuato Benjumeda, hasta las murallas de Puerta de Tierra, que habían sido remodeladas por su antecesor municipal y padrino de bautismo, Torcuato Cayón, escoltados por treinta granaderos. A las once de la mañana del 23 de junio, un piquete de la brigada de Artillería del Regimiento de Almansa realizó la descarga mortal, en cumplimiento de la sentencia dictada.

LA OTRA MUERTE, ANTAGÓNICA.

Dos días después, caía herido mortalmente  en la arena del que sería el sexto coso taurino local, inaugurado en 1845, propiedad de una sociedad anónima, el picador Carlos Puerto,  consagrado como  figura estelar en su arriesgado oficio, -entonces los caballos no tenían el peto de protección- como puede comprobarse revisando las publicaciones de mediado el siglo XIX, donde  son innumerables las citas que de él se hacen en  periódicos de la capital y provincias, dando fe de su excelente cualificación y prestigio como varilarguero.

Por el escritor y documentalista taurino José Carralero, autor de “Los toros de la muerte”,  hemos conocido los detalles de este dramático suceso, ocurrido durante la lidia del quinto toro en la tradicional corrida de San Juan, que en esta ocasión se celebró el 25 de junio de 1852.  Carralero firma un artículo en la Revista Portuense del 2 de julio de 1932,  titulado: “Una corrida célebre en El Puerto hace ochenta años. La muerte del picador Carlos Puerto Sarto”  de la que reproducimos parte de su contenido:

alostoros_froment

'A los Toros'. Grabado en madera de Froment.

“…Van a correrse ocho toros escogidos de la ganadería de don Anastasio Marín, de Coria del Rio. Pica Carlos Puerto, el hijo adoptivo de la Ciudad, el amigo de todos, el que viene a justificar ante sus paisanos la gran reputación adquirida en las plazas de la Península y de América, a fuerza de constantes alardes de valor y destreza… Salta a la arena el quinto toro, de nombre Media Luna, de pelo colorado, careto y ojo de perdiz. Sale abanto y con muchos pies, consiguiendo parárselos el (diestro) Salamanquino con cinco lances, y emprende una faena dura con la gente montada, dejando seis caballos en la arena a cambio de nueve puyazos. Se aploma un tanto el toro y trata de obligarle Carlos Puerto, citándolo muy en corto. En ese crítico instante, cuando todo el concurso admira la serenidad del lidiador, que se estrecha de un modo magistral con la fiera, el Gobernador Civil de la provincia, que en mala hora ha ido a presidir  la fiesta, (aunque no lo indica, se trataba de Martín de Foronda que pasaba sus últimos días en la provincia pues poco después pasaría a ejercer  como gobernador de Barcelona, ignorando si este incidente y sus posteriores consecuencias tuvieron relación con el cambio de destino) hace una seña enérgica a un salvaguardia para que arree al caballo del picador.  Castigado al animal con un fuerte latigazo en sus cuartos traseros, se atraviesa delante del toro, que arremete con espantosa violencia; saca de la silla a Carlos Puerto, llevándoselo clavado del cuerno derecho y, campaneando por espacio de varios segundos, le arroja con furia sobre la tierra.  Se escucha entonces en todos los ámbitos de la plaza una exclamación de horror, mezclada con gritos y denuestos a la Autoridad, que se acentúan y suben de punto hasta tener que intervenir la fuerza armada y desalojar la plaza. ”

pepehillo_ortega_litografia

Pepe-Hillo salva al picador Ortega, obra de José María Chaves Ortiz. (1886). Litografía Palacios. Serie 'La Lidia'.  (Madrid).

...continúa leyendo "1.874. CARLOS PUERTO Y JOSE OTERO. Dos muertes violentas, casi paralelas, aunque antagónicas, en el XIX"

En la imagen, tomada en 1918, podemos ver a unos señores de excursión, posiblemente procedentes de Huelva, no precisamente con ropa de playa, visitando las ruinas del Castillo de Santa Catalina, o Fuerte Ciudad, por la zona de la playa.

visita_santacatalina_1918_puertosantamaria

Al dorso de la fotografía figuran sus nombres: Manuel Cacallos y Belloso, Juan Cervera y Cervera, Pedro Arroyo y Aznar, Rafael Halcón, Joaquín Cervera, José G. Sicre y España, José Sánchez de Alva y Molina, Fermín González y Brit, Hermenegildo Soler y Zarandieta y Luis Roca y García. /Foto: Colección Vicente González Lechuga.

 Al anochecer, en este clima que respiró Rafael Alberti en El Puerto de Santa María, José Manuel Caballero Bonald dice, hablando del aire y de la manzanilla de Sanlúcar: «—Es como si te bebieras el aire que viene de Doñana». El aire de Alberti viene de ahí, y de la bahía de Cádiz, y su cuna, y su arena y su luz es El Puerto de Santa María.

riodelolvidopescador_puertosantamaria

Pescando en el Río del Olvido. /Foto: Jorge Roa.

Dice Eduardo Mendicutti, que nació en Sanlúcar y vivió los primeros años de su vida respirando aquí: «—Le pasó a Alberti, nos pasa a todos. La bahía es el aire, la luz. El Puerto es una mezcla muy sensorial». Lees La arboleda perdida y hallas la respiración de Alberti.

eduardomedicutti_2_puertosantmariaDice Mendicutti que este pueblo ha cambiado. Pero el aire no se lo han podido cambiar. El aire de Alberti. Huele el sol. “Te ataca los sentidos. No lo controlas. Influye sobre el olfato y por tanto sobre la memoria”. Estanislao Merello, que ahora tiene 91 años y está entre los parientes que han sobrevivido a Alberti, vive en el vértice de la bahía. Se asoma (con el olfato de su memoria) a esos olores; queda poco de lo que él vio, pero queda esta inmensa bahía. El Puerto es como un barco: desde este promontorio que hay en Vistahermosa ves lo que veía Alberti. San Fernando, Cádiz. La bahía de sus poemas. Me llevó por los lugares por donde el niño y el adolescente que fue el poeta paseaba cuando hacía rabonas y se fugaba de la disciplina feroz de los jesuitas. Ya no están las dunas cuya arena se metía entre sus ropas. Las playas ya no son el desierto que curtieron de mar su Marinero en tierra, pero el aire es de Alberti, lo respiras desde que llegas. /En la imagen de la izquierda, Eduardo Mendicutti.

cballerobonald_psm_puertosantamariaEse espacio es mental, aunque existan el colegio y aunque esté el mar intacto como paisaje de su memoria, El Puerto es un lugar que ahora se lee en La arboleda perdida como una invención de Alberti, dicen Luis García Montero y Caballero Bonald. Dice Caballero: «Lo vi en Colombia cuando él estaba en el exilio, en 1960. Me dijo, nada más oírme: “¡Me has traído El Puerto de golpe!”». /En la imagen de la izquierda, Rafael Caballero Bonald.

Estaba pendiente de ese sonido; por eso escribió aquel libro, para no olvidarse, y para eso regresó, tras la muerte de Franco, y luego se instaló aquí, en sus últimos años, con su segunda esposa, la profesora y escritora María Asunción Mateo. Ahora todos los recuerdos de Alberti (la niñez en El Puerto, la vida en Madrid, la guerra, el exilio, la vida con María Teresa León, la bruma de su desolación) están en la Fundación Rafael Alberti, en la casa donde él pasó su infancia, en la calle de Santo Domingo.

rafaelaberti_camisa_puertosantamariaLa arboleda era, dice Caballero, “un pinar de pinos prietos, un bosquecillo”, pero para Alberti era el paraíso que quiso recuperar describiéndolo. Estanislao nos llevó por los senderos perdidos de la arboleda. También nos llevó al patio aireado de los jesuitas que tanto hicieron sufrir al poeta “con su disciplina militar”. Están también todos esos lugares que ya solo existen en la memoria escrita, pero nadie ha podido tocar la mar. La señala su primo Merello: “La bahía es el sueño de Alberti”. Se huele, se ve, tan tranquilo este paisaje que huele. “¡Excepto si viene el Levante!”, dice Carmen, una de las hijas de Merello. “El Levante enloquece; a lo mejor es ese viento el que a veces ponía melancólico a Alberti”. /Rafael Alberti luciendo una de sus vistosas camisas.

Era un chico díscolo, hacía cosas raras con las manos, era un poeta; luego, dice Merello, fue sabiendo que aquel muchacho que discutía con su hermano mayor, José Ignacio, era un escritor, que todo lo que hacía y que le parecía raro era lo que había detrás de Marinero en tierra. “Y cuando ya tuve hijos me aprendí esos versos”. Ahora él mira la bahía y las playas y el bosquecillo que ya solo está en la memoria como si escuchara recitar a Alberti.

luisgarciamontero_puertosantamariaPara Rafael, dice García Montero, “El Puerto de Santa María fue una construcción literaria”. Merced a ella siguió respirando en el exilio; El Puerto era, dice el secretario de la fundación Alberti, Enrique Pérez Castallo, que nos llevó por toda la memorabilia (“está abierta y está todo”, nos recalcó Enrique), “la nostalgia del paraíso perdido de su infancia”. De allí lo arrancó el padre, en medio de vicisitudes económicas que él cuenta en La arboleda perdida; en Marinero en tierra, su poema de amor a la bahía, le reprocha al padre por qué lo arrancó del aire del Puerto. “Esa es”, para Montero, “la metáfora de la libertad del mar, el relato de su inocencia, la simiente de su propia biografía”. /En la imagen de la izquierda, Luis García Montero.

Con Benjamín Prado que, como García Montero, habita en verano por estos aires, volvió a El Puerto en 1979. “Él estaba recuperando sus lugares de la infancia, y le gustaban tanto estos pueblos marítimos como los pueblos blancos”. “Recorrí el mundo”, le dijo Alberti ante la bahía, “pero Cádiz es otra cosa”. Tenía memoria de pintor. Era playero de tarde. “Mira”, decía, “cómo la luz se queda en la arena”.

benjaminprado_puertosantamariaAntes de ir a El Puerto de Santa María a encontrarme con esa luz que buscaba Alberti arañando en la memoria que hay en su arboleda perdida, fui a hablar en Madrid con dos sobrinos suyos, que son matrimonio de primos: Luis Docavo Alberti y María Alberti Aznar, hijos de María y de Vicente, dos hermanos de Rafael. Conservan correspondencia, dibujos, memorias del tío Cuco. Un día fue a verlos, ya en España de nuevo, y de la casa familiar se fue con una virgen de El Puerto, que es la Virgen de los Milagros. Ahí están, en los manuscritos que vinieron del exilio romano, sobre todo, los dibujos caprichosos, los peces en que convertía las tachaduras en las cartas donde relataba su más personal arboleda, la del exilio. “Añoraba el mar por encima de todas las cosas”. Cuando cumplió 70 años lo fueron a ver a Roma. Luis es hijo del hermano mayor, Vicente, al que Alberti protegió en la guerra. “Vicente, te tienes que ir, van a bombardear Madrid”. Y allí estuvo, escondido Vicente en la casa de Rafael y María Teresa, en el mismo sitio donde se preparaban los mítines del Frente Popular. /En la imagen de la izquierda, Benjamín Prado.

El Puerto es la memoria de “unas casas preciosas, de jardines grandes y frondosos, no había gente ni había coches; el mar era la orilla de los bañadores decentes, del cochecito de caballos, de la playa de La Puntilla, de las dunas preciosas, de los pinos...”. Era, dice María Alberti Aznar, “una especie de sueño, que era el que añoraba el tío Cuco cuando nos vio en Roma”.

Volvió, paseó por la bahía sus camisas alegres. María Asunción Mateo dijo en una entrevista: “Murió casi sin darse cuenta, como se merecía: en su casa, muy cerca del mar, en nuestra cama, junto a mí y a los 97 años”. La arboleda ya se había perdido; él regresó a respirar la infancia, a morir, como él quería, en paz, ante la bahía de la que nunca se fue el aire de Alberti. /Texto: Juan Cruz

pepeojedaalegre_puertosantamariaJosé Ojeda Alegre nació el 28 de mayo de 1957, en El Puerto cuarto hijo de cuatro, del matrimonio formado por Miguel Ojeda y Josefa Alegre. De pequeño vivió en la calle Larga y estudió en el Colegio La Salle Santa Natalia. Su lugar de juegos en la infancia y adolescencia: la Plaza de Isaac Peral.

1957.

Ese año nacían nacía muchos artistas: el pintor Angel Lara Barea, hijo del también pintor Juan Lara;  el escultor Pablo Tejada, hijo del poeta José Luis Tejada; José Antonio Gutiérrez Áspera, ‘el Lúgano’. Juan Franco del Valle, maestro coctelero. Pepe Ordóñez, filósofo. Nacía en Sevilla, el gestor turístico Enrique Fernández de Bobadilla y Lassaletta: en Italia, en San Gregorio Magno, el pintor Franco Policastro. El huelva geógrafo José Luis Martín Ruiz, estos afincados en El Puerto. Dejaban de existir Luisa Butrón, ‘Luisa la del Puerto’ y Norberto Sordo de la Borbolla, uno de los propietarios de la taberna ‘La Burra’, por otro nombre ‘La Andaluza’.

pepejojeda_lasalle_puertosantamariaEl año de su nacimiento, 1957, ya existían 16 toros de Osborne, diseñados por Prieto, en las carreteras españolas. Ese año se instalaba en la fachada de la Capilla del Hospital San Juan de Dios, el retablo cerámico de N.P. Jesús de los Afligidos. El Ateneo de Sevilla se desplazó a nuestra Ciudad para rendir un homenaje a Pedro Muñoz Seca. Se construye en la calle San Juan la casa del Cura, en el espacio que ocupaban unos almacenes en mal estado. El Colegio conocido como Asilo de Huérfanas o de San José, en la calle Cielos, instala un internado y medio pensionado bajo los auspicios de la Junta de Protección de Menores. Se estrenaba  en Madrid la versión de Gustavo Pérez Puig de ‘La Venganza de Don Mendo’, con los hermanos Ozores. /En la imagen, caracterizado para una representación, de niño, en el Colegio de La Salle.

Si bien Pepe se inició en el Magisterio, dejó inconclusa la carrera por el mundo de la contabilidad y las finanzas, actuando como contable y asesor fiscal en diversas empresas, destacando en las Salinas y en transportes portuenses Paquín. Muy amigo de sus amigos, quería a su familia a mas no poder, como gentes felices que eran hasta su desaparición en 2011. De joven era aficionado al tenis y ya de mayor al dominó, pero donde se sentía a gusto era en el mundillo del teatro.

pepeojeda_tenis_puertosantamaria

El tenis, una de sus aficiones de juventud.

pepeojeda_domino_puertosantamaria

El dominó, otra de sus aficiones ya de mayor. En la imagen, con un grupo de compañeros, recibiendo un trofeo de un Campeonato de Dominó.

Muchos buenos momentos en el recuerdo. Comparto la estela de un hombre, un amigo que nació dentro de una familia humilde pero grande, muy grande en sí misma como tal. Que perteneció a una generación en la que los niños pronto debían convertirse en hombres y en la que los hombres nunca llegaron a ser verdaderos niños. Herederos de un mundo de atropellos y sinrazones –sobre todo para la clase trabajadora- contra los que luchar, para que un día no muy lejano los hijos de sus hijos pudiesen vivir en paz y en libertad en el más amplio sentido de las palabras.

pepeojeda_novios_puertosantamaria

Con su mujer, de viaje de novios.

Donde las risas y la solidaridad eran ineludibles en los patios de vecinos. Donde no se necesitaba más que una pandereta y ganas de cantar para celebrar la Navidad. Así fue creciendo mi amigo Pepe, al que hoy rindo particular homenaje en tribuna pública porque hasta hoy, después de casi dos años de su muerte no he tenido las agallas necesarias para dedicarle unas sencillas palabras de reconocimiento por su amistad y sincera camaradería. Suele ocurrir que cuando te faltan estos amigos te das cuenta de lo importante que han sido en tu vida, y lo mucho que han significado para que tú mismo puedas seguir viviendo. Y justo es reconocerloPepe-Ojeda-y-La-Salle_puertosantamaria

Pepe Ojeda y su mujer, María del Carmen Andrades, en primer término a la izquierda, en un acto organizado por los antiguos alumnos del Colegio de La Salle Santa Natalia, donde colaboró con motivo de los actos del cincuenta aniversario del centro.

José Ojeda Alegre tuvo la enorme fortuna de conocer a María del Carmen Andrades Robles, su cómplice de coexistencia, que hizo posible que cada día pareciese único e irrepetible tanto para él como para sus hijos Javier y Eloísa. El matrimonia se había casado el 8 de octubre de 1983. Le ilusionaba que su hijo Javier estudiase medicina y su hija Eloisa se decantara por el mundo de la empresa.

pepeojeda_teatro1_puertosantamaria

Interpretando a Muñoz Seca, concretamente la obra 'Usted es Ortiz', en el Festival de Teatro de Comedias de 1988, junto a la actriz Lola Teja.

Su gran afición por el teatro de la mano del recordado Paco Teja y su grupo de Bellas Artes le marcó para el resto de sus días. Fue miembro activo y activista de ese elenco teatral y mantuvo encendida la llama de la farándula muñozsequiana en El Puerto de Santa María durante más de treinta años.

Lectura-dramatizada---La-Plasmatoria---Don-Juan-Tenorio

Pepe Ojeda, de pie en el centro de la imagen, con un grupo de actores porteños, en la lectura dramatizada de 'La Plasmatoria - Don Juan Tenorio' en el antiguo Monasterio de la Victoria.

Con sus pinitos como actor, donde verdaderamente sobresalió fue en el mundo de la regiduría. Otro regidor de escena como Pepe Ojeda raro será que salga en nuestra ciudad. Siempre cuidando el detalle y la compostura de los actores y actrices para el buen fin de la función que fuese. Y lo mismo hizo en la representación teatral de su vida hasta el final. A los amigos los quería a su vera. Y claro, los amigos ahora le echamos de menos. /Texto: Manolo Morillo.

18noviembre1907_puertosantamaria

Gran suceso, Donini, transformista sin rival, anunciaba la prensa. Se veía desfilar por las tablas del Teatro Principal de don Críspulo Martínez una surtida gama de personajes caracterizados. Este número estaba realizado por una sola persona que se transformaba radicalmente cada vez que pasaba por detrás de un biombo, haciéndolo con la misma rapidez que un parpadeo. Podía verse a un señoritingo de impecable ridiculez, bastón y sombrero de paja haciendo juego con su bigote engominado, chaleco parapetando una camisa almidonada y gestos sueltos y displicentes y, en un plisplas, ver aparecer a una señora rolliza, de amplio sombrero engalanado, forradita en un traje de moda, con gestos de alto copete y, en otro plisplas, aparecer un pobre de solemnidad aderezado con lamparones y calzado con zapatos boquiabiertos.

eltransformistadonini

3

marujamallo_rafaelalberti_puertosantamaria| Texto: María del Prado Rodríguez Martín, Maroula.

Una de las peores formas de degradación humana es la eliminación de la memoria. Si se niegan los recuerdos, la memoria de lo vivido se esfuma. Si el otro reniega del recuerdo de las experiencias y el tiempo compartido sólo quedan fantasmas, ensoñaciones que ponen en duda la veracidad del relato contado por su protagonista. Rafael Alberti negó a Maruja Mallo, la negó como compañera sentimental y la negó como influencia artística. Este olvido premeditado tuvo una causa y una reparación. /En la imagen, Maruja Mallo y Rafael Alberti.

La relación Mallo-Alberti fue tan próspera a nivel creativo que, durante el tiempo que duró su relación sentimental, las trayectorias de ambos artistas aparecen definitivamente imbricadas.

Maruja y Rafael se vieron por primera vez en el Parque del Retiro a finales de mayo de 1925, el día que Federico García Lorca ofreció allí un recital poético con motivo de la inauguración de la I Exposición de Artistas Ibéricos, y sus trayectorias vitales y artísticas correrán en paralelo hasta inicios de 1931. “Estábamos en el Retiro –recuerda la pintora– Dalí, Federico y yo. Unos muchachos pasaron cerca y saludaron así con el brazo. Pregunté: “¿Quiénes son?” Lorca me contestó: “Uno es un poeta muy bueno y otro es un poeta muy malo”. Eran Alberti e Hinojosa”. De hecho, el poeta porteño acababa de ganar el Premio Nacional de Literatura por Marinero en tierra. Poco después de este encuentro, los dos jóvenes comienzan a verse frecuentemente. Su amor por el arte les une y sus primeras citas se producen en las salas del Museo del Prado.

marujamallo_joven_puertosantamariaA esta joven Maruja Mallo, de peculiar belleza, conoce nuestro paisano Rafael Alberti.

Sin embargo, será el año 1929 el que marque el momento culminante de su colaboración artística, ya que Alberti en sus Sermones y moradas realiza transcripciones poéticas de los cuadros de Mallo, e, incluso, algunos de los poemas de Sobre los ángeles están directamente inspirados en las obras de Maruja. La gallega en esos momentos había entrado en relación con los artistas de la denominada Escuela de Vallecas (Luis Castellanos, Alberto Sánchez y Benjamín Palencia) y había comenzado a realizar su serie Cloacas y campanarios. Dicha serie representa, dentro de la trayectoria artística de Mallo, la más cercana a los planteamientos del Surrealismo, tanto que fue profusamente admirada en París por Paul Elouard e, incluso, el propio padre del movimiento, André Breton, adquirió uno de los lienzos (El espantapájaros, 1929).

espantapajaros_marujamallo_1929

El Espantapájaros. Marulla Mallo. 1929.

En esta serie Maruja abandona el vitalismo de sus Verbenas y se adentra en un mundo orgánico de desechos, de naturaleza muerta y animales en descomposición, de huellas humanas embarradas y restos de civilización abandonados que eran los objetos encontrados por los artistas de la Escuela de Vallecas en sus paseos por las afueras de Madrid.

Al mismo tiempo en Rafael Alberti se produce una evolución paralela. En Sobre los ángeles (1929), considerada su obra maestra, el poeta realiza un giro hacia el Surrealismo y sus poemas se convierten en alegorías donde los ángeles representan fuerzas dentro del mundo real.

Maruja-Mallo-y-Josefina-Carabias-con-Antro-de-fósiles,-Madrid,-1931

Maruja Mallo y Josefina Carabias con Antro de fósiles, 1931

Este mismo tono se prolonga en Sermones y moradas (1930). Él mismo acabaría reconociendo que su compañera le abrió los ojos a nuevas realidades: “A mí me habían quedado ya muy lejos mis canciones de Marinero en tierra, La amante y El alba del alhelí […] De la mano de Maruja recorrí tantas veces aquellas galerías subterráneas, aquellas realidades antes no vistas, que ella, de manera genial, comenzó a revelar en su lienzos. “Los ángeles muertos”, ese poema de mi libro, podía ser una transcripción de algún cuadro suyo”.

lagacetaliteraria_alberti_malloEs más, en julio de este mismo año, 1929, aparece publicado en La Gaceta Literaria un poema inspirado y dedicado a Maruja Mallo por Rafael Alberti bajo el título La primera ascensión de Maruja Mallo al subsuelo, acompañado de la reproducción de dos obras de la gallega (Huella y Cloaca), pertenecientes a la serie Cloacas y campanarios, que pone de manifiesto la vinculación artística y sentimental de pintora y poeta. Empieza así:

Tú,
tú que bajas a las cloacas donde las flores más flores son ya unos tristes salivazos sin sueños
y mueres por las alcantarillas que desembocan a las verbenas desiertas
para resucitar al filo de una piedra mordida por un hongo estancado,
dime por qué las lluvias pudren las hojas y las maderas.
Aclárame esta duda que tengo sobre los paisajes.
Despiértame.

El texto completo se puede leer pulsando: ALBERTI, R. ‘La primera ascensión de Maruja Mallo al subsuelo’. Gaceta Literaria. 1 de julio de 1929.  

Colorín,-colorete,-h.-1929En este sentido, vemos que la influencia artística, como reflejó el poeta en sus memorias, se ve ejercida al revés de lo que la crítica tradicional no se ha cansado de manifestar; es la artista, en femenino, quien influye y presenta el modelo que retomará su compañero masculino. /En la ilustración de la izquierda, Maruja Mallo, Colorín, colorete, h. 1929

Al mismo tiempo que se adentraban en estas experiencias, Maruja y Rafael trabajaban conjuntamente en las obras teatrales de Alberti, ya que Maruja Mallo elabora los figurines y decorados de Santa Casilda, obra que no llegará a estrenarse ya que Rafael Alberti lo anulará tras abandonar a Maruja, y La pájara pinta, y los guiñoles de Colorín, colorete.

Otro proyecto que desarrollaron en común fue la preparación conjunta, los poemas a cargo de Alberti y las ilustraciones a cargo de Mallo, del libro Yo era un tonto, y lo que he visto me ha hecho dos tontos, dedicado a los cómicos del cine mudo, y adelantado en varias publicaciones durante el mes de septiembre de 1929 en La Gaceta Literaria.

El-Arzobispo-de-Constantinopla-(personajes-de-La-Pájara-Pinta),-h.-1929

Maruja Mallo, El arzobispo de Constantinopla (personajes de La pájara pinta), h. 1929

Del mismo modo, cuando se produce el debut de las colaboraciones de Rafael Alberti en el periódico ABC, publicando el 9 de noviembre de 1930 los poemas Chuflillas de “El niño de la Palma”, Joselito en su gloria y Seguidillas a una extranjera, Maruja Mallo es la encargada de ilustrarlos. Y para esta ocasión, realiza un dibujo, que recuerda claramente a Lorca, representando a un torero lidiando un toro, acompañado y contemplado por unos ángeles, desde el mismo albero y desde la barrera.

alberti_abc_Ésta última publicación supone el postrer documento de la relación artística y afectiva que vinculó a Alberti y Mallo, ya que en enero de 1931 el poeta se fuga a Mallorca con la escritora María Teresa León, abandonando a Maruja Mallo. Y en ese momento, ambos quizá comiencen a dejar en el olvido esta fecunda relación dificultando así su reconstrucción actual, ya que “el que se hayan perdido tantas y tantas pruebas de esa estrecha relación artística – los figurines y decorados de las obras teatrales y los dibujos sobre los cómicos del cine mudo – son pruebas, quizá, de un olvido consciente por ambas partes, y un ejemplo elocuente podría ser el que Alberti, cuando publique Yo era un tonto…, suprima el poema titulado “Carta de Maruja Mallo a Ben Turpin”.” José Luis Ferris, en su biografía de la pintora Maruja Mallo: la gran transgresora del 27, nos ofrece una explicación para este olvido consentido y buscado cuando nos dice que “[…] la razón de ese silencio cabría buscarla, en primer lugar, en el ciclo de memorias de La arboleda perdida, en cuyo primer volumen, aparecido en Buenos Aires en 1959, Alberti no hace una sola alusión a la artista de Viveiro. El autor de Cal y canto desterró a su compañera y amante de ese testimonio vital por causas que nada tenían que ver con la ruptura traumática que ambos protagonizaron a comienzos de los treinta y sí, bien a las claras, por voluntad y deseo de la que, a partir de aquella fecha, pasó a ocupar la vida afectiva del poeta: María Teresa León. Es, pues, razonable, que Maruja Mallo correspondiera a ese silencio con otro igual, demostrando así un asombroso y, quizá, doloroso respeto, que mantuvo durante más de sesenta años, respondiendo a preguntas directas sobre el asunto con simples evasivas.”

Sin embargo, muchos años más tarde llegaría la reconciliación con el recuerdo, como nos sigue recordando el mismo Ferris, “Tuvo que agravarse el proceso degenerativo de María Teresa León y fallecer ésta para que Rafael Alberti rompiera el pacto de silencio y reparara el falso olvido con un bellísimo texto, “De las hojas que faltan”, publicado en el diario El País el 29 de septiembre de 1985.” Dicho artículo quedó más tarde también incluido entre las páginas que debió ocupar originalmente y “[…] Rafael Alberti, tras medio siglo de silencio, reconocía en la segunda parte de La arboleda perdida su impagable deuda con la pintora, dedicándole a continuación un amplio capítulo que restituía su papel decisivo en el movimiento vanguardista de su tiempo y en la historia de la modernidad.” 

marujamallo_mayor_puertosantamaria

Maruja Mallo, en una exposición retrospectiva de su obra.

Un selección del artículo ‘De las hojas que faltan’: «Sucede que si con una nube de olvido se tapa la memoria, ella no es la culpable de lo que no recuerda; mas si el olvido es deliberado, si se expulsa de ella lo que no se quiere por cobardía o conveniencia... ¡Oh! Porque aquella muchacha pintora era extraordinaria, bella en su estatura, aguda y con cara de pájaro, tajante y llena de irónico humor... Se sumergía en las verbenas y fiestas populares, se remontaba al aire en los columpios, retratando a su hermana, casi desnuda, en bicicleta por la playa. .. Yo la admiraba mucho y la quería. Época rimbaudiana de los bares, de los cafés de barrio, de los boks, los helados y las limonadas. Primavera siempre con media peseta en los bolsillos. Y los penumbras de los cines, con la polka y el vals en el piano acompañante de aquellos mudos, geniales asombros de Charles Chaplin, Buster Keaton, Stan Laurel y Oliver Hardy, Harold Lloyd... Se amaba igual la oscuridad de las salas cinematográficas que la de los bancos bajo la sombra nocturna de los árboles».

El texto completo se puede leer pulsando:  (ALBERTI, R., “De las hojas que faltan”, en  El País, Madrid, 29 de septiembre de 1985)  

Lamentablemente, la publicación de dicha reparación coincidió con el momento de decadencia de Maruja Mallo. Había padecido un coma diabético del que logró recuperarse al cabo de un año para, poco después, sufrir una grave caída a resultas de la cual se fracturó la cadera. Como consecuencia es ingresada en la Clínica geriátrica Menéndez Pidal, en la que permanecerá postrada los diez últimos años de su vida. 

3

cangrejorojo___puertosantamaria copiaFue a mí tío José al primero que se lo oí pronunciar un domingo de agosto en La Puntilla, principio de los setenta, con esa media voz como de espías que ponían siempre los mayores cuando hablaban de secretos familiares o de política. Dijo “el Cangrejo Rojo” y enseguida mi tío Manolo y mi padre se perdieron con él, orilla abajo, en dirección al Castillito. Yo ya había escuchado en la clandestinidad doméstica del corredor de mi casa que mi tío José era comunista (de la filiación política de mi padre y de mi tío Manolo no había  podido averiguar nada todavía), por lo que imaginé que igual se habían citado, en alguna parte del litoral menos concurrida, con un alto cuadro del Partido, para cerrar los últimos detalles de una democracia que estaba al caer.  El Cangrejo Rojo, continúe con mis ya por entonces brillantes deducciones, podía ser el apodo en clave revolucionaria de Santiago Carrillo o de Marcelino Camacho, o del mismísimo Rafael Alberti, que lo mismo tenía un piso franco camuflado, con vistas al mar, en La Arboleda Perdida. /Anuncio en ABC.

Cualquiera de ellos podía ser el autor intelectual de la emboscada definitiva que acabaría para siempre, esta vez sí, con el Caudillo, quizá en su próxima visita a Cádiz, tal vez en la tranquila intimidad de su habitación del Motel Caballo Blanco (siempre la misma), donde pernoctaba cuando bajaba a la provincia. Cangrejo Rojo, Caballo Blanco, no estaba mal como título para una novela con la que El Puerto pasaría a formar parte de la historia gloriosa de todas esas ciudades europeas que se rebelaron y derrotaron al fascismo gracias a algunos héroes anónimos. En el caso que nos ocupa, mi tío José, mi tío Manolo, y Rafael, mi padre, los tres en meyba y con la espalda hasta arriba de Nivea.

Pero no, el Cangrejo Rojo tenía más de Freud que de Marx. Lo descubrí unos años más tarde, a esa edad en la que tan importante como la lucha incansable por la implantación de una sociedad sin clases es la utopía fervorosa e igualitaria del deseo carnal. Aquel Club de Vacaciones, poseía, justo delante del hotel, una zona de dominio público en la que retozaban medio en cueros, soñolientas y despreocupadas, ardientes hembras francesas (las suecas de aquí) que, no teníamos ninguna duda, venían buscando lo que venían buscando. La España alegre y faldicorta, de la que hablaba Fraga como símbolo de modernidad, era una película de Walt Disney al lado de aquel cine con dos rombos que se rodaba cada verano al final de Vistahermosa, en un Puerto ya preparado para el turismo y para lo que hiciera falta,  en el que, más temprano que tarde, acabaría triunfando la república dependiente y festiva del amor libre. Nos lo merecíamos, pues habíamos pasado sin traumas, y con una saludable alegría epidérmica, del refajo al traje de baño y del bikini al despelote, gracias sobre todo a nosotros, jóvenes y sobradamente acalorados, machotes coquineros en permanente estado de ebullición, atletas sexuales de la Ciudad de los Cien Palacios y un Número Indeterminado de Fantasmas.

cangrejorojo2_puertosantamaria

Edificio principal del Cangrejo Rojo, enclavado junto al Pinar de Mochicle.

No voy a negarlo (salvo la primera vez, que me puse las gafas de buzo, el resto de comparecencias las hice siempre a cara descubierta): yo también fui de excursión a esa playa libertina, a la edad en la que, según Quevedo, uno “vivía amancebado con su mano”. Y sí, también doblé bastante la vista a la derecha (en el camino de vuelta, a la izquierda), bizqueando mucho para no perderme detalle, sin dejar nunca de andar, porque si te parabas, algún gabacho, sólo por  disimular (era vox populi que todos tenían más venas que una caja de huevas), podía ponerse gallito, acomplejados como estaban por un pasado de guerras perdidas y un presente de cuernos bien puestos.

Sí, definitivamente el Cangrejo Rojo tenía mucho más de Freud que de Marx. (Texto: Pepe Mendoza).

Más información en Gente del Puerto: 

1

 

palaciouriarteyborja_1_puertosantamaria

Fachadas del palacio de Uriarte y Borja, en Fernán Caballero (portada) y calle Comedias.

Palacio del Capitán General Francisco Javier de Uriarte y Borja (ver nótula núm. 169 en GdP), nacido en El Puerto de Santa María en 1753, hijo de un vasco de Azpeitia y de una riojana. Fue marino, llegando a la mayor dignidad de su carrera, es decir Capitán General de la Real Armada Española en 1836. Asistió a la famosa batalla naval de Trafalgar, al mando del navío Trinidad, que fue el que puso fuera de combate al buque almirante inglés en el que Lord Nelson halló la muerte.

escritorio_osborne_2_puertosantamaria

Patio interior del Palacio, cuando era escritorio de Bodegas Osborne.

En 1822 Uriarte y Borja se retiró a vivir en nuestra Ciudad, donde falleció en noviembre de 1842, sin dejar descendencia. En 1983, sus restos mortales, como Capitán General, fueron trasladados desde el Cementerio de El Puerto hasta el Panteón de Marinos Ilustres de  la vecina localidad de San Fernando, en un acto organizado por el colaborador de estas páginas, Luis Suárez Ávila (ver nótula núm. 128 en GdP).

escritorio_osborne_1_puertosantamaria

Planta alta de escritorios de Osborne.

palaciouriarteyborja_2_puertosantamaria

Otra imagen del Palacio de Uriarte y Borja.

En dicho palacio, donde estuvieron los escritorios de Bodegas Osborne (entre las calles Comedias y Fernán Caballero), se encuentran en la actualidad, tras su destrucción, la sede central de Bodegas Osborne, un edificio moderno para su época, hoy sobredimensionado para el personal que trabaja en las mismas.

escritorio_osborne_solar_puertosantamaria

Solar del desaparecido palacio tras el derribo, sobre el que se construirían las actuales oficinas de Osborne.

grupoosborne_1_puertosantamaria

Actual sede del Grupo Osborne. /Foto Mata. Año 2002.

portada_hoteldoñamaria_sevilla

Hotel Doña María, en la calle Don Remondo. Sevilla.

La portada del Palacio Uriarte y Borja, tras el derrumbe, se encuentra en Sevilla, sirviendo de puerta de acceso al Hotel Doña María, en la calle Don Remondo.

3

gegoriomaranon_por_sorolla_puertosantamariaEn la revista local “Cruz de Guía”, que edita la Hermandad del Dolor y Sacrificio, correspondiente a la Semana Santa de 1968 –hace 45 años- se publicaba la reproducción de una cariñosa carta remitida por Gregorio Marañón Moya, en aquella fecha director del Instituto de Cultura Hispánica, hijo del insigne médico, escritor e historiador, Don Gregorio Marañón Posadillo, uno de cuyos párrafos transcribimos: “… Cuando cumplí la mayoría de edad, mi padre me llevó a El Puerto y allí, en sus aguas azules de sol y sal –de cielo y tierra- mi padre, con una gran concha de sus antepasados me volvió a bautizar. Es ello para mí un recuerdo emocionante y siempre vivo.” /En la imagen, Gregorio Marañón Posadillo, visto por el pintor Povedano.

Esta tradición familiar de bautismo simbólico con agua de mar de la bahía de Cádiz,  desconocemos si se realizó  con sus otros hermanos y generaciones posteriores, aunque damos por hecho que también la experimentó su padre y, presumiblemente, sus ascendientes maternos, los Vernacci, vinculados nada menos que en cinco generaciones con Cádiz y El Puerto, de entre los que destacaré a Juan Vicente Vernacci, significado miembro de la Armada, comandante de la nao “Magallanes”, responsable, entre otras misiones y acciones de mérito, del levantamiento de los planos del puerto mejicano de Acapulco, en 1808. En la genealogía de la rama materna de Marañón sería el abuelo de su bisabuelo.

Al ser tan evidente la comunión del eminente y prestigioso personaje con El Puerto de Santa María cobró fuerza popular la creencia de que su madre, Carmen Posadillo Vernacci era portuense. No parece que sea así, o mejor dicho, exactamente así, puesto que no figura incluida en el listado de nacidos del Registro Civil que se conserva en el Archivo Histórico Municipal de El Puerto. Doña Carmen, “gaditana de gran belleza” como refiere Marino Gómez Santos en su obra “Vida de Gregorio Marañón” nació en 1859 en Cádiz capital.

gregoriomaranon_calavera_puertosantamaria

Gregorio Marañón en una imagen de 1908. / Foto: Archivo Belén Marañón Moya.

 Era hija de Manuel José Posadillo Bonelli, también gaditano de nacimiento, al que podemos definir de ascendencia cántabro-andaluza pues su padre, Francisco Posadillo Helguera, había nacido en Castro Urdiales y pertenecía a la cuarta generación de ese mismo apellido y procedencia, y la madre, Josefa Bonelli Caballeri, era natural de Cádiz pero con evidente ascendencia italiana.  Manuel José Posadillo había emigrado en su juventud a Filipinas. Posteriormente se licenció en derecho, alcanzando un merecido prestigio como abogado, ejerciendo diversos cargos en la Magistratura de la isla de Cuba durante quince años. Militante destacado del partido Conservador, en su dilatada carrera profesional ejerció como Magistrado del Supremo, ocupando plaza de Ministro en el Supremo Tribunal de Justicia, siendo uno de la treintena de magistrados cesados entre 1837 y 1866 por motivaciones políticas, aunque poco después, volvería a Cuba, nombrado presidente de la Audiencia de La Habana. Encargado de pronunciar el discurso de apertura del curso 1868, en su redacción se observa la facilidad de expresión y la elocuente exposición de datos y temas, virtudes que heredará su nieto Don Gregorio, al que profeso una singular devoción y gran admiración por la pulcritud de sus trabajos históricos.

Gregorio_Marañón_MoyaLa esposa de Posadillo y abuela materna de Don Gregorio Marañón sí nació en El Puerto de Santa María, alrededor de 1830. Se llamaba Guadalupe Vernacci Sedze y fue la única hija habida en el primer matrimonio de Joaquín Vernacci Aguado, subteniente de Infantería y propietario, con María Antonia Sedze Bosarco. Joaquín Vernacci, nacido en Cádiz, era hijo, a su vez, de José Vernacci Retamar, también gaditano, teniente de Fragata, capitán del puerto de esta ciudad y de una de las nietas de Roque Aguado, el que labró la casa palacio de la plaza del Polvorista, llamada María del Carmen Aguado Mejias. /Gregorio Marañón Moya, primer marqués de Marañón.

Es probable que la abuela de Marañón naciese en la casa de calle Cielo, frente a Caldevilla, que es en la actualidad la casa del párroco de San Joaquín. Allí he localizado a Joaquín Vernacci en los padrones de 1836. En esa fecha había enviudado y figura censado junto con su segunda esposa, María Dolores Moreau Meleros y dos de los diez hijos que, pasando los años, procrearía en este segundo enlace. Años después se trasladaron a la casona de calle Larga número 19, conocida como “De Torrejón” donde arrendaron el piso principal. Y esta nueva consorte, nacida en El Puerto, era hija de un francés de Sant Marie de Olorón llamado Domingo Moreau y de la jerezana Maria Angustias Melero.

De la amplia prole Vernacci Moreau vamos a referir aquí solamente a dos de ellos: Joaquina, que entroncaría con los Sancho al casar con Juan de Mata Sancho de Sopranis y, de forma especial, a Dolores Vernacci Moreau, media hermana de Guadalupe, que contrajo matrimonio con su cuñado, un hermano de Manuel Posadillo llamado Joaquín Posadillo Bonillo, que había nacido en Cádiz en 1818 y, por tanto, superaba en 24 años a su cónyuge, que nació en El Puerto en 1842. Joaquín era funcionario adscrito a la Dirección General de Contribuciones. Suponemos que al ser destinado a nuestra ciudad como auxiliar de la contribución territorial, visto el parentesco existente con la hija mayor de Vernacci y el consiguiente trato social, nacería la relación que terminó en boda y, al casarse dos hermanos con dos hermanas, los hijos de ambos matrimonios llevaban el mismo apellido: Posadillo Vernacci, posible origen de la confusión apuntada anteriormente.

maranon3generaciones_toledo_puertosantamaria

Tres generaciones en el Cigarral de Menores de Toledo: Gregorio Marañon Posadillo, Gregorio Marañon Moya y el entonces niño Gregorio Marañon Bertrán de Lis, actual marqués de Marañón. /Fotografía de Juan Gyenes en 1954.

A esta última familia solamente la he localizado en los padrones de 1866 censada en calle Larga, en el Palacio Oneto. Figuran el matrimonio y dos de los cinco hijos que nos consta tuvieron, en este caso Dolores y Milagros, primas hermanas de Carmen, la futura madre de Marañón, a la que les unía una buena amistad, además del parentesco, con las que pasaba temporadas y que serian el nexo de unión con Marañón que las consideraba sus “titas de El Puerto”.

Resumiendo, los parientes portuenses de la madre de Marañón, y por extensión de él mismo, fueron nada menos que diez tíos y tías, los Vernacci Moreau, hermanos de padre de Guadalupe Vernacci Sedze; Josefa, José María, Dolores y María del Carmen Sancho Vernacci, primos hermanos de Doña Carmen Posadillo al igual que Francisco, Joaquín, Dolores, Angela y Milagros Posadillo Vernacci, los hijos de Joaquín Posadillo y Dolores Vernacci y también su abuelos Antonio Sedze Verges y Josefa Bosarco. Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz.- A.C. PUERTOGUÍA

2

duquesamedinaceli_puertosantamaria_Victoria Eugenia Fernández de Córdoba y Fernández de Henestrosa, quien pudo haber tenido –caso de haber sido renovado ante el registro correspondiente—el título de Condesa de El Puerto de Santa María, ha fallecido en la tarde del domingo en su domicilio familiar de la Casa de Pilatos de Sevilla a los 96 años de edad. /En la imagen de la izquierda, Victoria Eugenia Fernández de Córdoba.

El Condado de El Puerto de Santa María es el título nobiliario español que Isabel I de Castilla concedió el 31 de octubre de 1479 a Luis de la Cerda, VII Señor de El Puerto, por los servicios de guerra prestados en la de Sucesión Castellana y en las Guerras de Granada. También le concedió la dignidad de Duque de Medinaceli, título posterior. Los herederos no renovaron el título que, actualmente, no está en vigor.

Cualquiera persona con derechos sobre el mismo puede solicitar ante el Ministerio de Justicia para sí o sus herederos la activación del Condado de El Puerto de Santa María, un título de prestigio, que no dinerario ni de posesiones. En 2009 existían en el Reino de España 2.874 títulos nobiliarios, en posesión de 2.205 personas. Cerca de 400 son Grandes de España. Entre las diez mayores casas ducales, suman 199 títulos.

escudo_monasterio_duques_medinaceliEsta aristócrata era nueve veces duquesa, diecinueve veces marquesa, diecinueve veces condesa y cuatro veces vizcondesa y once veces grande de España. El título más destacado y por el que era conocida era el de duquesa de Medinaceli. Victoria Eugenia era la mujer con más títulos de España después de la Duquesa de Alba, y era la cabeza de una de las ramas aristocráticas más importantes de nuestro país, rivalizando tan solo con la Casa de Alba y la Casa de Medina Sidonia. Victoria Eugenia sucedió en 1956 a su padre, tras la muerte de éste, en el ducado de Medinaceli. Heredó su nombre de la Reina Victoria Eugenia, a quien su madre servía como Dama de la corte. /En la imagen de la izquierda, escudo de la Casa de Medinaceli, en el claustro del Monasterio de la Victoria, en un lamentable estado de conservación.

duquesa-medinaceli_jovenEsta Casa tiene en propiedad y gestiona a través de su fundación monumentos como el Hospital Tavera de Toledo (en el que se exponen cuadros de autores como El Greco, Zurbarán y Luca Gordano) y la Sacra Capilla de El Salvador de Úbeda (Jaén), entre otros.

Victoria Eugenia nació en Madrid el 16 de abril de 1917. Contrajo matrimonio en el 12 de octubre de 1938 en Sevilla con Rafael de Medina y Vilallonga, alcalde de Sevilla entre 1943 y 1947con quien tuvo cuatro hijos: Ana, Condesa de Ofalia, fallecida en 2012, Luis, Marqués de Cogolludo, muerto en 2011, Rafael, Duque de Feria, que perdió la vida en 2001, y el único superviviente, Ignacio, Duque de Segorbe. También conoció a 9 nietos y 9 bisnietos. /Una imagen de Victoria Eugenia, de joven, en la Casa de Pilatos (Sevilla).

Ayer lunes se ha celebrado una misa por su eterno descanso en la capilla de la Casa de Pilatos , los cuales recibieron, posteriormente,  sepultura en la cripta del Hospital San Juan Bautista de Toledo, panteón de la Casa de Medinaceli.

condesa_amigos_funeral_sevilla

En la fotografía, amigos de la Duquesa de Medinaceli, asistiendo ayer lunes a su sepelio en la Casa de Pilatos. 

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies