«Fue un pintoresco personaje que apareció, ya treintón, por los años veinte de este siglo pasado, en nuestra Ciudad. Llegó acompañado de su señora madre, de la que era hijo unigénito, nacido en Puerto Real y se decía que habido con un canónigo de la Catedral de Cádiz. Y es que, de toda la vida de Dios, a Puerto Real se le llamó "reffugium peccatorum". Las primeras noticias que tengo de él están en el libro "Recuerdos gaditanos" (Cádiz, 1897) del Canónigo Don José María León Domínguez: con motivo de las fiestas de la Beatificación de Fray Diego José, en abril de 1895, se organizó en el Seminario una Velada poética en la que recitó una poesía "con sin igual gracejo, cautivando a los oyentes, el niño Juan José Bottaro y Pálmer". Ilustración: Óleo de Frei Miguel Güedes de Sousa, Hermano Cartujo, portugués, que estuvo en las cartujas de Miraflores, Jerez y Évora, donde murió. Pintó de diversas maneras y técnicas a Bottaro, siendo ésta una imagen de la colección de tres. (Cedidas para Gente del Puerto por Juan Mayo Escudero).
Su vida posterior transcurre entre Córdoba y Roma, ciudades donde estudia humanidades, ciencias exactas, dibujo, pintura, escultura y toda una serie de artes y oficios artísticos que lo hacen un imprescindible consultor y maestro. Su educación era exquisita, pero, a veces, era maniático e incluso mordaz.
Ya en El Puerto, en 1922, comienza a dar clases de dibujo y pintura en el Colegio de San Luis Gonzaga, el colegio grande de los Jesuitas. Imparte clases de pintura y escultura en la Academia de Bellas Artes de Santa Cecilia y aun da clases particulares de estas disciplinas. Sus alumnos predilectos llegan a formar el llamado "grupo de El Puerto": Juan Ávila Gutiérrez, el mejor, y, luego, Luis Suárez Rodríguez, Luis Rousselet, Manolo Rioja, Isabelita Perdigones... Mención aparte merecen sus discípulos Manolo Prieto, cartelista y medallista, Carlos García Gil, caricaturista, y el más pequeño de todos, en edad, Juan Lara Izquierdo, pintor, que se dedicaron profesionalmente --y con notable éxito-- al arte. En la fotografía el canónigo citado, dos veces,en este texto, José María León y Domínguez. (Foto Colección L.S.A.)
En el año 1928, Don Juan desapareció, de pronto, para irse, novicio cartujo, al Monasterio de Aula Dei, en Zaragoza, donde, por cierto, perseveró poco. De nuevo en El Puerto, la familia Terry lo acoge como preceptor y profesor de equitación, y, en las Bodegas de su propiedad, realiza obras de escultura, arquitectura, forja, pintura, mobiliario, tapices, etc. Fue, además, un magnífico fotógrafo y cámara de cine aficionado.
En los años 60 se marcha, como laico acogido, a la Cartuja de Jerez, donde intervino, certera y cuidadosamente, en la restauración del monumento. En la Cartuja lo traté, en 1961, cuando yo estudiaba Preuniversitario en Jerez, y allí me enseñó a modelar en barro y en cera, a sacar de punto, a hacer escultura en madera y a repujar en metales. Allí murió, en 1968, y allí está enterrado. A sus exequias, con el rito cartujo, asistieron Javier Terry, José Ignacio Merello, Juan Lara y mi padre. En la fotografía, Bottaro a caballo, maestro de equitación, entre otras disciplinas de las que fue
preceptor de los hermanos Terry Merello. (Hemos de lamentar que no exista una buena y nítida fotografía de Bottaro; al menos nosotros no la hemos conseguido. ¿Hará posible Gente del Puerto que podamos encontrarla? En la pequeña fotografía a caballo que pertenece a la Colección José Antonio Castro Cortegana, no se aprecia con nitidez las facciones de nuestro protagonista).
Don Juan sabía, sorprendentemente, de todo. Era enciclopédico, un hombre transportado de otra época, posiblemente del Renacimiento. Fue una caja de sorpresas. Así lo caricaturizó mi tío Juan Ávila, saliendo su cabeza, despedida por un muelle, de una caja abierta. Y yo conservo su recuerdo, sus enseñanzas y su caricatura». Luis Suárez Ávila.
«Don Juan tenía amplísimos conocimientos de la “cocina del artista” y se autoabastecía de pigmentos naturales pulverizaba y batía, bien con aceite de linaza para el óleo, bien con goma arábiga para hacer colores de acuarela o témperas. Se fabricaba, en una fragua que tenía en la Cartuja, los cinceles para tallar la piedra y algunas gubias complicadas que afilaba en una piedra de agua y asentaba con la piedra de aceite. Sabía “fórmulas magistrales” de toda clase de productos para restaurar, dorar, o pintar. Yo conservo muchas notas manuscritas de él con esas fórmulas que me daba. Lo mismo hacía hacía, con madera de boj, sus propios palillos para modelar el barro o la cera, que hacía el bastidor para un lienzo y lo montaba con su lino. Con muy pocos medios lo realizaba todo.
También le ayudé a reponer un brazo que faltaba al altorrelieve de Adan en el muro de entrecoros de la Cartuja. Le faltaba al dichoso Adán el brazo desde el hombro hasta la mano. Don Juan con piedra “crema Sevilla” pulverizada hacía una pasta con pegamento “Imedio” y poco a poco iba haciendo el volumen para después modelarlo e incluso cincelarlo, escofinarlo o lijarlo. Ahí está todavía Adán con su brazo imperceptiblemente arreglado.» (Ilustración: Bottaro visto por Frei Miguel Guëdes de Sousa). Puede leer el resto del comentario pulsando aquí.

Virgen del Carmen en el Río Guadalete, obra de Bottaro. (Foto Paco Serrano)

Caligrafía de Bottaro. Año 1963. Felicitación manuscrita a Ezequiel Cortines García, propietario del Bar la Lucha -donde a diario se tomaba nuestro personaje su copa de vino fino- con motivo de las fiestas navideñas. (Colección Vicente González Lechuga).
EXPOSICIÓN DE FOTOGRAFÍAS ANTIGUAS.
El viernes 7 de marzo se inaugura en el Centro Cultural Alfonxo X 'el Sabio', organizada por el Centro Municipal de Patrimonio Histórico, una exposición sobre fotografías antiguas de Bottaro Pálmer, propiedad de José Antonio Castro Cortegana, a quien queremos agradecer las faciliades que nos prestó para acceder a diverso material que perteneció en vida a nuestro personaje y que fue abandonado por los Padres Cartujos al dejar la Casa de Jerez, hará ya unos años, siendo su actual propietario tras su reglamentaria adquisición, el citado Castro Cortegana. El San Bruno inacabado que mostramos en la fotografía fue utillizado por Botaro para dar clases de escultura, entre otros a Luis Suárez Ávila, en la propia Cartuja de la Defensión de Jerez.

Obra de construcción del Monumento al Sagrado Corazón, en el interior de Bodegas Terry.
Este monumento está ubicado en el patio de las Bodegas Fernando A. de Terry, y se comenzó a construir en 1952, esculpido por Juan José Bottaro Pálmer, ademas autor de la foto en Blanco y Negro. Los canteros, marmolistas, carpinteros y ayudantes, fueron: Manuel Mulero Baracho, Antonio Sánchez Cortés, José Santilario Álvarez, Francisco Martínez Selma, José Infante Tardío, Manuel Vidal, Manuel Ortega, Gonzalo Gambín García, José Ganaza, Rafael Moreno Carmona. En la actualidad sólo viven Manuel Mulero Baracho, propietario de la fotografía y actualmente lapidario y escultor, y Antonio Sánchez Cortés. En Terry, construyó, ademas el arco de entrada y la sala de consejo o de degustación, que consta de obras en piedra, marquetería y paneles de azulejos y óleos con escenas vinícolas. (En la fotografía a color, el monumento ya terminado. Ambas fotografías pertenecen a la colección de V.G.L.)

Bottaro tiene calle en El Puerto, a la espalda del Hospital Santa María del Puerto.
Otra faceta controvertida de la personalidad de nuestro protagonista es su ambiguedad sexual. Determinadas mujeres querían posar desnudas para el pintor para presumir de haber estado con él, empero además, la leyenda urbana afirma que no le hacía ascos a congéneres de su propio género. Tuvo una vida tumultuosa y atormentada entre el mundo de las artes, el demonio de la buena vida, la carne y la vida contemplativa.
"Destacó en seguida entre nosotros por su discrección, prudencia y austeridad de vida. No se metía en nada, salía muy poco, leía bastante y trabajaba mucho (pintaba, restauraba, esculpía..) a horas libres, pues naturalmente no se le exigía nada ni entró con ningún compromiso formal en este punto. También edificaba a todos por su recogimiento y devoción en el coro. Pero en nuestras recreaciones, a las que a veces le invitaba el P. Prior, (también a algún paseo prioral), se mostaba siempre muy comunicativo, ameno y chispeante; sabía y contaba muchísimas anécdotas e historietas, y se convertía así, sin pretenderlo (dada su natural modestia y humildad) en centro de atención, pues todos le apreciábamos mucho". (Ilustración: Bottaro visto por Frei Miguel Guëdes de Sousa).
El texto pertenece a un "Vademecum" de personas que ingresaban o pasaban por la Casa. Ahí están reflejados todos los que estuvieron en la Cartuja de la Defensión desde que se reabrió en 1949. Suele ser el Padre Procurador (Administrador), u otro monje que le guste historiar, el que escribe en ese libro datos como: nombre civil y nombre eclesiástico, fechas de ingreso, datos personales, datos importantes de los monjes, hermanos o postulantes... y cuando mueren, también: datos de la muerte, lugar exacto donde está enterrado (pues en la cruz del cementerio no pone dato alguno), pequeña semblanza del fallecido... Bottaro murió con 84 años el 15-09-1970 y está enterrado en el cementerio de la Cartuja, en la fosa del rincón derecho del fondo, según consta en el croquis de situación. (En la fotografía, Cementerio de la Cartuja de Jerez. A la sombra de la cruz, cruces de madera anuncian que se encuentran enterramientos, entre ellos el de Bottaro).

El periodista porteño José Miguel Vicente Navarro nos dejaba silenciosamente, de noche, en la madrugada del miércoles 3 de febrero de 2009 -hace un mes- en su domicilio, después de sufrir una recaída en la delicada enfermedad que lo aquejaba desde hacía ya tiempo. La última vez que le vi fue justo antes de las pasadas Navidades: --«Aquí estamos luchando contra la enfermedad, echándole valor». --»Venga, José Miguel, que tu puedes». Y él sonreía, siempre sonreía... José Miguel Vicente era un profesional al que querían en El Puerto y su último trabajo lo desempeñó en el periódico de Internet
Esto escribía, al enterarse de la noticia, el Jefe de Televisión del Grupo Joly, Francisco Andrés Gallardo, 


Desde los años 30 y sobre todo a partir de la década del 40 del siglo pasado las necesidades familiares obligaban a los menores con edades comprendidas entre los 12 y 14 años a zarpar para faenar en alta mar y emprender una trayectoria que no abandonaban durante su vida. Sus conocimientos tan solo eran él haber permanecido en el cantil del muelle observando las descargas del pescado y el avituallamiento de los barcos, pero la voluntad y la vocación marinera que poseían eran suficientes para superar las múltiples dificultades que en los primeros viajes sucedían. La continuidad en el puesto consolidaba sus conocimientos pesqueros y permitía la especialización en faenas de neveros, engrasadores, cocineros, rederos, contramaestres y marineros, motivando a algunos de ellos que optaban por prepararse para obtener el título de patrón y motorista, volviendo posteriormente a la dirección de las embarcaciones. Dos enseñantes, dos capitanes de la Marina Mercante José Luis Poullet y Francisco Sánchez-Romate Sambruno fueron los preparadores de tantos y tantos hijos y padres de la mar. (En la ilustración Nombramiento de Jaime Devesa Maño de Patrón de Pesca para la comprensión de esta provincia marítima de Cádiz, Septiembre de 1935).
Cádiz la que examinaba y habilitaba para el cargo. Entre aquellos alumnos Juan Devesa Cabrera, Juanito ‘Carrión’, y José Roselló Castell.
La familia de José Roselló Castell, procedía de Calpe. Su prematuro fallecimiento que causó un hondo pensar en toda la marinería le impidió continuar gobernando los barcos de su familia, la de los Rosello Castell: José, Juan, Jaime y Guillermo, conocidos en la jerga marinera porteña como ‘los de la Perla’, como derivación del segundo apellido de su padre, Perles, y fueron armadores de los pesqueros: “Dos Hermanos’’, “José Rosello”, “Juan y Jaime”, “Juan y Ángeles”, “Jaime y Angelita” y “Matilde Castell.


LAS ENSEÑANZAS DE SÁNCHEZ-ROMATE.
A esta Escuela, en la que impartían clases, entre otros profesores, don Mario Vallejo Guerrero y don José María Carrascosa, acudían becarios y pescadores de El Puerto que al realizar el servicio militar en el Instituto Hidrográfico de la Marina de Cádiz contaba con licencia para asistir a clases y alcanzar la titulación de Patrón de Altura. De aquellos cursos, entre otros marineros, consiguieron el título Juan de Dios Pérez Álvarez, Andrés Devesa Molina, Simeón Mollá Llorca, Bartolomé Sendra Palma, Manuel Grado Hidalgo, ‘Cagalo’; Cristóbal Guzmán Martí, José Tur Tur, Antonio Crespo Blanquer, ‘Toni pala’; Manuel Manga García, Francisco y José Perles Bordes. Andrés Devesa Molina, durante el servicio militar en el Instituto Hidrográfico de la Marina. Cádiz, año 1956. (Fotografía Colección de José Devesa Molina)

Libreta de inscripción martítima de Juan Sanchez-Romate Sambruno, igual a la de marinería, la libreta de los pescadores de aquella época. Año 1928. (Foto Colección M. S-R.G.)

Antonio Álvarez Herrera, el primer alcalde del actual periodo democrático le tocó lidiar con la situación. No se movió de su despacho hasta que el discurso del Rey lo tranquilizó como al resto de españoles. Allí estaba con algunos concejales que iban y venían, y a los que aconsejó que se fueran a su casa, cosa que hicieron, pero el permaneció en su despacho. Curiosamente el comandante de la Policía Local, Manuel López Romero (acompañado por el guardia Manuel García de Quirós Domínguez), estuvo con el alcalde hasta el final: «--La suerte que Vd. corra, la correremos los demás». Y es que en el pasado predemocrático Manuel López y Antonio Álvarez vivieron una situación difícil cuando el primero apresó al segundo; pero esa es otra historia que un día contaremos en Gente del Puerto. Mario Peluffo Rojas, Teniente de Alcalde de la Policía estuvo durante una buena parte de la tarde a la puerta del Ayuntamiento, controlando los accesos a la Casa Consistorial, vigilante de cuanto pudiera acontecer en las afueras del primer edificio público.
Esteban Caamaño Bernal. Diputado en Cortes. Era, además de concejal socialista, diputado a Cortes Constituyentes en Madrid y la asonada le cogió en la votación en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo. Estos comentarios nos hacía en marzo de 2005, evocando aquel día: «Yo me río mucho de eso. ¿Cómo era posible que, cuando estábamos saliendo de la dictadura, camino de Europa, nos quisieran llevar otra vez atrás?. Gracias a que el Rey lo cortó de momento… Sentí vergüenza de ser de mi país, y del espectáculo que estábamos dando. Recuerdo que la única vez que me levanté de mi escaño, camino de los servicios, Fraga le estaba diciendo con voz aturrullada y alta a Tejero que dudaba que Milans estuviera metido en aquello. Tejero lo mandó a su sitio con cajas destempladas. Y yo quise ir a comprar tabaco a la calle, ver el ambiente y volver, pero me mandaron para el escaño, junto al diputado Vargas Machuca. El sabe que no pasé miedo. No acepté ni agua, ni tabaco: no quería nada de esa gente.»
Francisco Lara Fernández, era el portavoz del PSOE y socio en el gobierno local. Estaba en casa escuchando la radio por si había algún cambio en el sentido de la votación que se estaba celebrando en el Congreso. Al ver que no hay cambios salió a hacer un recado y a su regreso se encontró con su mujer que bajaba las escaleras muy alterada diciendo que: «--Han habido tiros en el Congreso». Al comprobar por la radio lo que pasaba empezó a llamar a compañeros para contrastar la información. Recibió una llamada de su padre: un amigo suyo, representante de una marca de cava le ofrecía cruzar la frontera con Portugal a través de una finca de su propiedad que poseía en Badajoz, algo que Paco agradeció pero declinó. Se fue para el Ayuntamiento y allí permaneció junto a Antonio Álvarez y otros concejales que no recuerda hasta después de las ocho de la tarde, aunque permanecieron en contacto telefónico a lo largo de la noche Los ficheros del Partido Socialista los escondió Rafael Valera Rey. Y en Madrid, según supo Paco por su amigo Lito, secretario de Luis Fajardo, los ficheros del PSOE a nivel nacional pasaron la noche en el depóstio de la grúa municipal, pues en el coche del primero se encontraban escondidos cuando la grua lo retiró por mal aparcamiento. Estaban en un lugar seguro.
Antonio Muñoz Cuenca, era portavoz del Partido Andalucista, el tercer socio de gobierno del pacto de las izquierdas. Muñoli estaba llevando a su hijo Daniel al médico, concretamente a Manuel Pérez Blanco a la consulta de la calle Cielos. Se enteró de lo sucedido por el médico y se fue para su casa con su hijo donde estuvo escuchando la radio. Luego al Ayuntamiento y allí se encuentra con Antonio Álvarez quien le conmina para que se vaya para su casa, a lo que le preguntó: «--¿Te vas a quedar solo? y desoyéndolo estuvo acompañando al alcalde junto con otras personas que no recuerda, algo más de una hora. Como era lunes, el jesuita Diego Casares, no entendiendo la gravedad de la situación, prosiguió con los ensayos del Orfeón Portuense, del que era su director. Antonio no ensayó. De vuelta para su casa estuvo hablando por teléfono con José María Simón y con Carmelo Ciria, en aquella época en el PA, quienes le tranquilizaron tras el discurso del rey. Se acostó a las tres de la mañana. Al día siguiente, en el colegio, unos adolescentes pertenecientes a Fuerza Nueva le increparon junto a los profesores José María Simón y Manolo Sierra, respondiédoles éstos con unos significativos cortes de manga.
Enrique Miranda García, concejal de Unión de Centro Democrático. El más joven, quizás por eso “el más inconsciente” según sus propias palabras. A la hora de los tiros en el Congreso estaba en un consultorio médico protagonizando pacientemente una operación de cirugía menor. Cuando se enteró se quedó tan pancho «¡que inconsciencia la mía!» se reitera. No supo calibrar la importancia y gravedad del momento. En la sede del partido a la que acudió había gente con miedo y gente que estaba contenta por lo que estaba sucediendo. Algunos se quitaron de en medio. Él se fue para su casa. Según sus propias palabras lo quisieron expedientar en UCD dos veces por “confraternizar con el enemigo” y es que Chelique se llevaba bien con todo el mundo, independientemente de sus ideas, independientemente de su militancia.
Manuel Moreno Romero, portavoz y único concejal de Coalición Democrática, de la “minoría absoluta”, como a él le gustaba autodenominarse. Estaba en su casa regando el jardín cuando se produce el asalto al Palacio de la Carrera de San Jerónimo. Al principio no sabía si se trataba de un bulo o era la realidad lo que le estaban contando. Cuando confirma la asonada, llamó al alcalde, Antonio Álvarez, con el que le unía un cordial relación de amistad y le ofreció su casa para que se escondiera por si fuera necesario, a lo que éste le respondió que «--yo me quedo en el Ayuntamiento; no me marcho de la Alcaldía». Otros concejales si saldrían de El Puerto. Según Moreno, aquella intentona no tenía porvenir. El portavoz de la derecha, único concejal de esta tendencia política en el ayuntamiento presume de su buen trato con el alcalde Álvarez y, como prueba de ello, recuerda que fue el primer concejal que representó al Ayuntamiento fuera de El Puerto, en el primer viaje oficial que se realizó en el actual periodo una vez restaurados los ayuntamientos democráticos.
Al día siguiente, con la radio y los medios de comunicación anunciando en grandes titulares el fracaso del golpe, se reunieron en la alcaldía desde muy temprano políticos, sindicalistas y otras representaciones que abarrotaban la alcaldía: mas de cincuenta personas. Todos se felicitaban y tomaron el propósito de estar vigilantes ante una democracia tan frágil. Felicitaban a Álvarez por su valentía y recordaban los momentos pasados. Mas tarde se celebró un Pleno Extraordinario para reafirmarse en la vocación democrática de este país, en el que acordaron defender la democracia y -que ilusión la de entonces- ser mas leales entre los partidos y no llegar a confrontaciones que pusieran en peligro la democracia. En la fotografía de la izquierda, el Comandante de la Policía Local, Manuel López Romero, excaballero legionario, tenía la Medalla Militar individual y una Cruz Laureada de San Fernando colectiva (obtenida durante la Guerra Incivil; al ser la máxima condecoración militar concedida, empleos militares de mayor graduación se cuadraban en su presencia. Siempre la llevaba puesta ). El militar retirado y jefe de los guardias tuvo un papel destacado aquella noche, defendiendo con su presencia la soberanía popular en la persona del alcalde Antonio Álvarez, con quien permaneció hasta el final. Su frase «--La suerte que Vd. corra, la correremos los demás» ya no la olvidaría nunca.
Manuel Delgado Villegas, “el Arropiero” debía su apodo a que su padre vendía arropías o arrope, un dulce elaborado con higos, a la puerta de los colegios, concretamente a la puerta del Colegio de La Salle donde tuve la oportunidad de verle de pequeño. Las arropías tenían tres colores: frecuentemente rosa, pero también traía en el canasto de mimbre las de color amarillo y verde claro. El pregón que lanzaba el padre era: «¡Arropía de Turquía! / ¡Las llevo largas y retorcías! / ¡Que ricas y que buenas, / llevo mis arropías!». Y en función del público oyente, agregaba nuevos versos: «¡Largas, largas, / como las malas lenguas!». O este otro: «¡Qué larrrrrrrga la tengooooooooooo!». La colaboración de dos policías locales, uno de ellos vecino de la novia del hijo del arropiero, Juan Barrios Quirós y su compañero Manuel García de Quirós, fue decisiva para la detención del personaje a manos del Cuerpo Superior de Policía.
«En septiembre de 1970 decidió trasladarse a vivir al puerto de Santa María con su padre, para ayudarle en la fabricación de arropías y vender golosinas en un carrito por las calles. Pronto hizo amistad con un homosexual, con el que mantuvo secretas relaciones. "Fuimos a dar un paseo en moto y cuando íbamos a salir a la carretera general, me acarició. Le dije que se estuviera quieto, pero no me hizo caso. Enfadado, paré y le di un golpe en el cuello, despacio, pero era tan flojo que se cayó y se rompió las gafas. No respiraba bien y me dijo que lo llevara al fresco, junto al río. Allí intentó otra vez tocarme y, sin pensarlo, le solté un golpe más fuerte y cayó al fango, boca abajo e inmóvil". El cadáver fue localizado flotando a 12 kilómetros del lugar del crimen...» Margarita Bernal.
Cuando fue detenido, confesó 47 crímenes más además del de Paqui, entre ellos el de Francisco Marín, un vecino suyo de El Puerto que apareció ahogado en el Guadalete, una hippie francesa ciega de LSD en Ibiza, un millonario barcelonés que había solicitado sus servicios de chapero, un publicista al que dejó seco de un golpe de karate... De 1964 a 1971, El Arropiero regaba muerte en su vagabundeo. La policía pudo comprobar ocho de esos crímenes, dio verosimilitud a otros 22 y no siguió investigando los demás. Cuando iba en el coche policial, escucharon por la radio el caso de un mexicano al que se le atribuían 49 crímenes. "Este te gana", bromeó el policía. "Señor inspector" -contestó El Arropiero- "déjeme libre tres días más. No deje que ese mexicano me gane".
BERNARDO SÁNCHEZ.
ARROPIERO, EL VAGABUNDO DE LA MUERTE.
«Más de 20.000 alumnos han pasado a lo largo de siglo y pico de existencia de la Academia por sus aulas. La exposición de los trabajos realizados, la entrega de diplomas y las visitas de personalidades a las clases han sido tónica permanente de todos los tiempos. Muchos alumnos encontraron en las enseñanzas de la Academia la orientación hacia su futuro profesional como arquitectos, pintores, músicos y oficios artesanos.» (Del catálogo de la exposición: Un siglo de Actividad e Historia).
Juan de Mata, Expedito, Genaro del Cuvillo y Sancho (El Puerto 08.04.1898, Sevilla 16.09.1974) fue el primer vástago del matrimonio compuesto por los primos hermanos Don Carlos del Cuvillo y Sancho y Doña Dolores Sancho, hijos de dos rancias familias bodegueras. Por no se sabe qué razón, o si por enfermedad en edad menor, Juan de Mata perdió la cordura y terminó sus días en una casa de templanza en Sevilla, luego de haber sido un educado ciudadano y un tranquilo, curioso y simpático especímen. Ocurrió que, en edad nubil, conoció a una señora de Cádiz, con la que quiso contraer matrimonio, en contra de toda su familia. Diariamente, Juanito Cuvillo, como se le conocía, se acercaba a la Iglesia de San Francisco, donde, al fondo, estaba el confesionario del Padre Lambertini, S.J., al que le contaba sus cuitas amorosas y los pormenores de la oposición familiar. Día a día, como una gotera. Tan harto estaba el P. Lambertini, que un mal día, al acercarse al confesionario Juanito, le espetó: «--Juan, retírese o llamo a la Guardia Civil». Y acto seguido el jesuita le señaló una línea de losas de la iglesia que nunca debería traspasar. Detrás de esa línea estaba el confesionario. Y a la línea le puso Juanito "el Paralelo 38". (En la fotografía, Juanito Cuvillo, cuarentón. La fotografía pertenece a la colección de José Joaquín Sánchez Sena).
Pero su más íntima frustración era no haber sido Gobernador Civil de Cádiz. Le habían dicho que el nombramiento estaba al caer y que dependía tan sólo de una firma. Y Juanito preparó su discurso de toma de posesión que leía en alto, bien entonado, en todas las casas portuenses, donde tenía acceso y era muy querido, subido en una silla. En ese trance, Juan se transfiguraba, como aquel Loco del Pumarejo, o aquel Loco Amaro que pasaron por la vida dando sermones de pega y de cuyas historias han quedado escritos cronicones famosos.

Al final me enteré por qué mi padre, en broma, saludaba a Francisco Dueñas Piñero (Ubrique,1905-El Puerto 1986) con aquel "Venerable Fray Francisco de la Menor Observancia". Y yo pensaba que era porque Dueñas tenía gafas y no veía bien. Pero no. Dueñas, el más polifacético de todos los personajes que he conocido, comenzó de pastor, de curtidor de pieles, y, en 1921, ingresó como hermano lego en el convento de Capuchinos de la Menor Observancia de Sevilla. Como fraile estuvo de misionero en la República Dominicana, donde aprendió música y, en 1930, volvió a España para cumplir su servicio militar. (La fotografía de la izquierda pertenece a la colección de Vicente García Díaz. Es de Rafa y está tomada el 8 de mayo de 1980.).

Del mismo modo se le podría encontrar tocando el órgano en un bautizo, en una primera comunión, en una boda, de sochantre y organista en un funeral, o cantando los "gori, gori" en un entierro. Como músico, compuso muchas piezas notables, pero que yo recuerde, entre las de música sacra, tuvieron un gran predicamento una "Ave Maris Stella" y los Gozos de Nuestro Padre Jesús Nazareno que cantaba y acompañaba durante los famosos quinarios. No hubo nadie con mayores merecimientos para tener sobre su pecho la Medalla del Mérito del Trabajo que se le concedió con motivo de su jubilación en 1975, ni nadie más indicado para tener una plaza de la ciudad con su nombre, como la tiene. La Banda Municipal, hoy, se llama "Maestro Dueñas" en su recuerdo. Y, la verdad, es que la gente no se explicaba si había muchos Dueñas clónicos, o si era uno sólo. Porque, como Dios, estaba en todas partes, se multiplicaba, se transmutaba: en una hora lo veías de particular, por la calle con su "Mobilette", vigilando las obras, tocando el órgano en una boda en el coro, con el uniforme de la Banda en un acto, con sotana y roquete en un entierro y, de pronto, otra vez de paisano... Y todo sin perder la compostura, sencillamente". (Texto: Luis Suárez Avila). (Foto: Academia de Bellas Artes).

Enrique Pérez Fernández hace referencia en un librito homenaje sobre los 150 Años de Música en El Puerto, auspiciado por la Banda de Música Maestro Dueñas «que la “masa coral” apuntada en artículo de Buhigas era la Capilla Musical, que desarrolló su labor al amparo de Acción Católica una de las voces solistas fue la de la popular 



