Luis Francisco de la Cerda, IX duque de Medinaceli. Detalle de óleo pintado por Jacob-Ferdinand Voet, Museo del Prado (Madrid), pintando probablemente con motivo de su nombramiento como Comandante de Galeras en Nápoles, donde fue Virrey y Capita´n General.
Luis Francisco de la Cerda y Aragón, IX Duque de Medinaceli, señor de El Puerto, nació en nuestra Ciudad, El Puerto de Santa María, el 2 de agosto de 1660. Era el primer hijo varón de Juan Francisco de la Cerda Enríquez de Ribera y de Catalina Antonia de Aragón Folc de Cardona y Córdoba. Heredó de su padre los títulos de duque de Medinaceli, de Alcalá de los Gazules, marqués de Cogolludo, de Tarifa y de Alcalá de la Alameda. Heredó de su madre los de duque de Segorbe, de Cardona, de Lerma, marqués de Denia, de Comares, de Pallars y conde de Prades. De ambos, el de Grande de España, convirtiéndose en uno de los aristócratas más importantes de la España de finales del siglo XVII y comienzos del XVIII.
Planta y alzado de la Ciudad de Nápoles en 1698 de donde llegó a ser Virrey.
Durante el reinado de del rey Carlos II fue embajador ante la Santa Sede --siendo papa Inocencio XII--. Fue nombrado en 1684 comandante de Galeras de Nápoles, llegando a ser virrey y Capitan General de dicha ciudad italiana y desde 1699 miembro del Consejo de Estado.
Tras las nupcias celebradas con María de las Nieves Téllez-Girón y y de Sandoval en 1732, hija del duque de Osuna, Gaspar Téllez-Girón, tuvieron dos hijos, Catalina y Luis, que fallecieron antes de llegar a la mayoría de edad, por lo que sus títulos nobiliarios pasaron a su sobrino Nicolás Fernández de Córdoba, hijo de su hermana Feliche. /En la imagen de la izquierda, escudo de la Casa de Medinaceli, señorío entre otros de El Puerto de Santa María.
Al morir sin herederos de Carlos II y el comienzo de la Guerra de Sucesión fue nombrado Primer Ministro por el rey Felipe V. Opuesto a la creciente influencia francesa en la corte española, en 1710 desveló a los ingleses los planes secretos para concertar una tregua entre las Provincias Unidas y Francia, por lo que fue encarcelado en el alcázar de Segovia y posteriormente trasladado al castillo de Pamplona donde murió al año siguiente, el 26 de enero de 1711.
El periodista e historiador Francisco Andrés Gallardo no estuvo allí. Pero en una especie de ‘viaje al pasado’ nos cuenta en un a modo de crónica periodística, como se recibió en El Puerto la noticia en aquella Ciudad de Señorío, en 1479.
Por los servicios prestados a la Corona durante la guerra civil castellana, la reina Isabel eleva a duque a Luis de la Cerda, señor de Medinaceli y, por dicha cédula real, conde de El Puerto de Santa María.
Toledo, 31 de octubre de 1479.
Los Reyes Católicos acaban de conceder mediante una cédula real la elevación del rango nobiliario de Luis de la Cerda, que a partir de ahora ostentará el título de duque de Medinaceli y, por tanto, como señor de El Puerto de Santa María, pasa a ser conde de esta localidad andaluza. La reina castellana ha querido recompensar de forma especial los servicios prestados por este noble tanto en las guerras civiles que asolaron el reino, con la pugna de Isabel frente a Juana La Beltraneja, como la defensa y conquistas de los castellanos frente a las huestes del reino de Granada
Desde el entorno de Luis de la Cerda se asegura que habrá una respuesta agradecida por el noble, pese a que no mantiene una buena relación diplomática con los monarcas, como tampoco con buena parte de la nobleza del reino. De la Cerda, pese a sus amplias posesiones, prefiere centrar sus desvelos en la emprendedora localidad de El Puerto, convertida ahora en dignidad de condado, más que formar parte del círculo de la corte castellana. El señor portuense es el sexto heredero Luis de España y Leonor de Guzmán, fundadores de lo que se conoce como casa de la Cerda o de Medinaceli y que sumieron el señorío de El Puerto en 1306.
Michelle Jenner y Rodolfo Sancho, los actores que han encarnado a los Reyes Católicos en la serie de televisión ‘Isabel’.
“Acatando que vos, conde de Medinaceli, desciende vuestro linaje de las casas de Castilla y Francia, es digna y justa cosa que la condición vuestra mereciesen según vuestros servicios”, resume la exposición de motivos de la cédula, reservándose las distinciones también para los herederos que sucediesen al nuevo duque en un futuro.
Mientras la localidad portuense vive con efervescencia el comercio marítimo con las localidades atlánticas y la costa africana, se están preparando tropas para intervenir en los dominios musulma- nes en la Península.
Luis de la Cerda, con la nueva dignidad ducal, deberá presumiblemente aportar mayor número de personal y material para las expediciones militares que están planeando los asesores de la reina Isabel.
El Bar 'el Ocho' --antes llamado ‘el Níspero’--. En la imagen, de izquierda a derecha, Diego Fernández Galloso que trabajó los últimos años de su vida laboral en el Bar Playa-Rempujo; Antonio Simeón, que fue portero de los equipos de fútbol San Javier, Portuense y Atlético Sanluqueño, los hermanos Francisco y Antonio Fernández Feria y el niño que luego sería torero, José Luis Galloso. /Foto: Colección A.F.F.
En la imagen inferior, redacción de la Revista Portuense en 1907. Primero a la izquierda, Mariano López Muñoz. Marcado con la flecha, el maestro Caballero. A la derecha, Pedro Muñoz Seca. Los acompañan Luis Pérez Gutiérrez, propietario del periódico, y los redactores Manuel Soto y Antonio Peñasco. / Foto, Colección Pérez Pastor.
Comparto con el director de Gente del Puerto el afecto por dos portuenses que vivieron entre los siglos XIX y XX. Fueron amigos, compañeros en la Revista Portuense y algunas veces colaboradores en las ramas artísticas que dominaban: la escritura y la música. Al final de sus días vivieron tiempos difíciles. Uno, Mariano López Muñoz (1869-1941, ver nótula 1.636 de GdP), el escritor y periodista que tras la guerra civil fue depurado torticeramente por las autoridades franquistas por partida doble: por su condición de andalucista involucrado en el movimiento regionalista que lideró Blas Infante y por ser homosexual.
Aquello le destrozó la vida y precipitó la muerte de un hombre bueno, noble y defensor –eso sí, con espíritu crítico y revitalizador- de todo lo que concernía a nuestra ciudad y su gente.
Y el otro portuense, a quien adornaron las mismas virtudes –hay apellidos que retratan a su portador-, el ‘maestro Caballero’, como era conocido por todos Francisco Javier Caballero Maldoqui, que fue, junto al maestro en el género chico y la opereta española Rafael Taboada y Mantilla (1837-1914), el músico y compositor portuense de mayor calado; de cuya vida y obra, a petición de mi amigo José María Morillo, hilaré una semblanza con la información que hace años investigué en el Archivo Municipal y la ayuda del almeriense Francisco Cuenca Benet (1872-1943), como López Muñoz, andalucista, que en 1927 editó en La Habana su Galería de músicos andaluces contemporáneos, donde apuntó el recorrido musical de nuestro paisano.
SU FORMACIÓN
Fue Caballero un portuense de devoción, que no de nacimiento, porque nació enfrente, en Cádiz, en 1853, de donde a los pocos años se trasladó con su familia a nuestra ciudad, en la que pasó la mayor parte de su vida. Poseedor de innatas condiciones musicales, las primeras nociones de solfeo las recibió de los profesores Honorato Bisbal y Francisco Boussiller, directores que fueron de la Banda Municipal, respectivamente, en 1861 y de 1862 a 1874. /En la imagen de la izquierda,Francisco Javier Caballero (1853-1933). / Foto, Academia de Bellas Artes Santa Cecilia; Francisco Mata.
Este año del 74 marchó a Sevilla para concluir el bachillerato y dedicarse por completo al estudio del violín. En la capital hispalense, al decir de Cuenca, “dirigido por el notable profesor Mariano Taberner, pronto hizo grandes progresos en su carrera musical, entrando a formar parte de la orquesta del teatro de San Fernando como primer violín durante varias temporadas de ópera; pero necesitando su intuición artística una esfera más amplia para su desenvolvimiento se trasladó a Madrid en 1877, integrando la orquesta de los Conciertos del Retiro que dirigía el maestro francés Olivier Métra y cursando violín, armonía y composición en el Conservatorio Nacional, bajo la dirección del insigne Monasterio.”
El Teatro San Fernando de Sevilla, escenario de los primeros éxitos de Caballero, en 1908.
Olivier Métra (1830-1889) y Jesús de Monasterio (1836-1903), maestros de Caballero.
Una grave dolencia le obligó a regresar a tierra portuense (lo que, tal vez, le cortó una larga trayectoria de éxitos en los mejores escenarios). En El Puerto fundaría, en la década de los 80, la Sociedad Coral, que ofreció, en palabras de Cuenca, “numerosos y brillantes conciertos vocales e instrumentales”. Como profesor de instrumentos de arco, durante 25 años ejerció de catedrático en las academias de música de San Fernando, Sanlúcar y El Puerto, siendo uno de los fundadores, en 1900, de ésta, la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia.
Sede de la Academia Sta. Cecilia en 1901, calle Larga nº61. Sentado a la izquierda el maestro Caballero. En el centro, el presidente, Adolfo Barra. A la derecha, el profesor de piano José Luis Benítez./ Foto, Academia de Sta. Cecilia.
Su magisterio en academias y conservatorios lo compatibilizó con la enseñanza particular. Así se anunciaba en la Revista Portuense en 1893: “Fco. Javier Caballero.- Director de orquesta y profesor de instrumentos de arco del Conservatorio de Música de Cádiz y San Fernando, da lecciones de solfeo, piano, canto, violín, violoncello y contrabajo a precios convencionales. Enseñanza especial de violín para niñas y señoritas. Los avisos pueden dirigirse a su domicilio Larga 32 y a la redacción de este periódico Larga 116.”
El equipo directivo y técnico de la Academia en 1911. Caballero, primero a la derecha. / Foto, Academia de Sta. Cecilia.
En los últimos años del XIX fue director de la Orquesta –que no Banda- Municipal portuense, también conocida como la Orquesta de Caballero, compuesta de seis instrumentos. Con ella dirigió la música de varias compañías de zarzuela por los teatros de la provincia y ofreció, entre otros lugares y en no pocas ocasiones, conciertos en el Parque Calderón. Lo habitual por estos años fue que la Banda Municipal que dirigía Domingo Veneroni y la Orquesta de Caballero se alternaran en las mismas veladas y, en otras ocasiones e indistintamente, una ofreciera los conciertos en el Parque y la otra en la plaza Peral.
En sustitución de la Orquesta de Caballero, en julio de 1912 se constituyó la Sociedad Orquesta Maqueda, que fundó, presidió y dirigió Caballero y tuvo como vocal a Veneroni. El nombre se lo puso en homenaje al músico granadino Antonio Maqueda, quien durante muchos años ejerció de maestro de capilla de la catedral de Cádiz. /En la imagen de la izquierda, Antonio Maqueda Castillo (1811-1905).
Como compositor, Caballero cultivó el teatro musical, obras de concierto –muchas de marcado carácter popular- y música religiosa, “habiéndose significado en todos estos géneros –escribió Cuenca- por su inspiración lozana y técnica irreprochable”. Estas fueron sus principales composiciones:
ZARZUELAS
-Ojeada al Puerto, con libreto del portuense Manuel del Río García (ver nótula 1.206 de GdP) fue estrenada el 25 de febrero de 1895 en el portuense Teatro Principal
-No hay enemigo chico o el taller de un sombrerero en un día de fiesta solemne, sainete lírico también escrito por Del Río, estrenado, sin éxito, el 18 de julio de 1898 en el Teatro del Vergel (de quita y pon, instalado en el tramo de las Galeras a la Herrería).
-El apropósito lírico El repatriado, con letra de Mariano López Muñoz expresamente escrito para ser representado, como así fue en el Teatro Principal en 1900, por el joven (19 años) Pedro Muñoz Seca, que por entonces daba los primeros pasos como autor teatral, actor y cantante.
El desaparecido Teatro Principal de la calle Luna hacia 1903.
-La gitanilla, letra del también portuense Antonio Sucino Lorca (el de Nobleza… en el corazón, su obra más conocida), puesta en escena en el Teatro Principal en 1909.
-Bailén, con letra (ojú) de José Millán Astray. Estrenada el 24 de septiembre de 1910 en el Teatro de las Cortes de San Fernando.
-Ya llegó mi tío, letra de Mariano López Muñoz.
-El ascenso, letra del portuense Rafael Benvenuty Morphy.
-El libro del forro verde, letra del propio Caballero.
OBRAS DE CONCIERTO
-El vinillo de mi tierra, ‘coro de actualidad’. Con letra de un joven Caballero, se interpretó en el Vergel en 1880.
El Vergel del Conde, en una reproducción de un plano de El Puerto.
-Morisma, parodia del capricho Moraima de Gaspar Espinosa de los Monteros, para orquesta.
-Esperanza, melodía para violín y piano.
-Un sueño, melodía para violín y piano.
-Nubes de verano, tanda de valses para orquesta.
-Nos entretendremos, vals característico para orquesta.
Comienzo de la partitura del Himno de El Puerto de Fco. J. Caballero. / Archivo Municipal.
-Himno al Puerto, pasodoble para banda y orquesta, con letra de Caballero. Se estrenó en el Parque Calderón el 25 de julio de 1897. Arreglado para piano, copias de la partitura las puso a la venta en la redacción de la Revista Portuense, a 2’50 pesetas. Remodeló la composición en octubre de 1927. Las dos estrofas iniciales decían: “A esta ciudad de claro cielo, / de alegres casas, con aire y sol, / donde la virgen de los Milagros en un castillo se apareció; / en estas notas y melodías, / hoy sus grandezas he de cantar / con el cariño que a su Patrona / tienen los hijos de esta ciudad. / Los atractivos que tiene El Puerto, / como su Parque de Calderón / y su paseo de la Victoria, / el más famoso de la región; / su áurea playa de la Puntilla / de suaves brisas, tranquilo mar; / sus arboledas y sus viñedos / tienen por orla cerros de sal.”
Partitura de Vía libre (1921). / Archivo Municipal.
-Vía libre, galop (música de danza húngara de movimiento muy rápido) característico para piano. Escrito en abril de 1901 y dedicado a Federico Laviña, diputado a Cortes por El Puerto, la partitura la entregó para su arreglo al Director de la Banda municipal, Veneroni, expresando su deseo de que se conservase en el Archivo. /En la imagen de la izquierda, el ingeniero de montes y político liberal Federico Laviña y Laviña (1852-1932). / Foto, web geneall.net.
-Puerto Alegre, pasodoble para banda y orquesta. Caballero entregó la partitura en agosto de 1912 al Director de la Banda de Álava para que figurara en su repertorio. En la Revista Portuense del 14 de agosto de 1925 apareció esta simpática noticia: “Hace unos días, estimados convecinos que tienen instaladas estaciones receptoras de radiotelefonía, tuvieron ocasión de escuchar una onda emitida por una estación vasca, de cuya audición formaba parte la interpretación del bonito y aplaudido pasodoble Puerto Alegre, original de nuestro querido amigo y colaborador don Francisco Javier Caballero.” -¡Viva Rota!, pasodoble-himno para banda y orquesta compuesto en 1922.
-Manolito (el torero Niño del Matadero), pasodoble que lo interpretó en el Parque Calderón el Cuarteto Portuense (los sres. Rodríguez Carribero -director-, Jarque, Nieto y Troncoso) en junio de 1928.
Manuel del Pino, Niño del Matadero (1911-1964).
-Diversos coros para voces y orquesta compuestos para ser interpretados por la Sociedad Coral.
-Quejas de amor, barcarola.
-Dime que sí, vals.
COMPOSICIONES RELIGIOSAS
-Ave María, para tenor y orquesta: “obra magistral y delicadísima”, al decir de Francisco Cuenca. Compuesta antes de 1913, sigue interpretándose en la Prioral los 8 de septiembre, festividad de la Patrona.
-Himno de la Coronación de la virgen de los Milagros, para gran orquesta, con letra del autor. Compuesto en 1916 con motivo de las fiestas que celebraron tal acontecimiento.
Portada del Himno de la Coronación (1916). / Archivo Municipal.
-Gozos a la Virgen de los Milagros, para orquesta.
-Cantiga 328 de Alfonso X, para orquesta. Estrenada el 8 de septiembre de 1929 y dedicada al historiador Hipólito Sancho, quien le facilitó el texto.
El historiador Hipólito Sancho (1893-1964) en su casa de la calle Luna.
-Dos Himnos a Santa Cecilia, para coro y orquesta.
-colección de motetes al Santísimo Sacramento y varias letanías.
EL ESCRITOR Y GESTOR
Además de músico y compositor, Francisco Javier Caballero también tuvo una decidida vocación como articulista y poeta, que dejó impresa en las letras de sus composiciones. Desde la fundación de la Revista Portuense en 1890, durante 28 años escribió de forma continuada en sus páginas, habitualmente con el seudónimo Ventura. Al respecto, Manuel Martínez Alfonso dejó escrito: “Colaborador asiduo de la Revista, versificaba en ella casi a diario, con esa facilidad que tenía para el verso –si no para la poesía- y con ese ingenio, malicia y buen humor que ponía en sus escritos.” También fundó un periódico, La Crónica del Puerto, en 1888, que a los dos años se convirtió en edición del diario madrileño La Correspondencia de España.
Caballero colaboró durante muchos años para el Ayuntamiento, en el negociado de Fiestas. A principios de siglo, entre otras tareas, era el encargado de contratar a las compañías de teatro y zarzuela que algunos veranos actuaban en el paseo del Vergel, ejerciendo ya a principios de los años 20 de Jefe del Negociado de Fiestas.
Alzados y planta del ‘Salón-Teatro Variedades’ que en 1909 se instaló en el paseo del Vergel. / Archivo Municipal.
Ya jubilado, en julio de 1927 Manuel Rubín de Celis escribió en la Revista Portuense este sentido retrato del anciano Caballero: “SIC TRANSIT.- Con paso lento, incierto y algo temblón, vemos pasar por nuestras calles, a un ancianito agobiado por el peso de sus años [74], de sus achaques, y más que nada, por los sinsabores, las desilusiones, los desengaños, las negruras de la soledad y el olvido. ¡Triste cortejo que acibara casi siempre a la honradez! Todavía, a pesar de su lento andar, se nota en su persona como recuerdos de vagas cadencias, como ecos de una armonía lejana, casi ya imperceptible. Si os fijáis en su semblante, sin que este ancianito se dé cuentade nuestra inquisitoria, observaréis que su fisonomía está algún tanto como empañada por angustiosa melancolía. Es, que el ancianito, tras los sufrimientos morales que entristecen su alma, ahora, en el crepúsculo de su vida se encuentra muy enfermo, y se ve también enferma a la digna compañera de su existencia. […] Siempre veréis a este buen ancianito, sin salir de su paso lento e incierto, paseando por este Puerto de sus amores, sus alegres y tristes recuerdos de su bondadoso corazón, no queriendo, mientras un hálito de vida le acompañe, dejar de recorrer sus calles, jardines y paseos, frecuentar sus casinos, sociedades y amistades, y sobre todo, visitar a la Virgen de los Milagros.”
Melancólica y triste semblanza del ocaso del músico portuense que se agravó con el tiempo. A la altura de 1930, tres años antes de fallecer, su situación económica no debía ser nada boyante, según se infiere de este irónico y críptico anuncio que publicó la propia Revista Portuense en septiembre de 1930:
“AVISO AL PÚBLICO INTELIGENTE.- Cede un piano con cuerdas cruzadas, con clavijero de hierro, en 1.250 pesetas, dadas a tiempo, sin intereses vencidos, dádivas ni documentos. Dará noticias e informes el vendedor del piano. -¿Quién? -D. Javier Caballero.”
Hoy, la memoria del ‘maestro Caballero’ ha quedado en la calle a él dedicada (frente al Resbaladero) y, sobre todo, en el Ave María que cada 8 de septiembre resuena en la Prioral. / Texto: Enrique Pérez Fernández.
Al objeto de atender las peticiones de las bodegas se instalaron en la Ciudad una serie de fábricas de vidrios, botellas y tarros durante la segunda parte del siglo XIX y bien avanzado el XX, dado que el término municipal portuense posee abundantes terrenos en sílice, lo que propició el asentamiento de estas industrias auxiliares de la vinatería, que surtieron de dicho mineral a las fábricas instaladas en Jerez, aunque dichas arenas también se obtenían en el término municipal de Arcos de la Frontera. /En la imagen de la izquierda, timbre de cartas de la Fábrica de Vidrios Cadú y Canavesse, en 1885.
La fábrica de vidrios local más antigua que hemos localizado se llamaba "La Ceres" y parece que estuvo funcionando entre 1852 y 1855. desconociendo donde estaba ubicada. Tenía el depósito de sus fabricados en la calle Cielos 90, antiguo.
En el año 1870 encontramos la fábrica "La Portuense", ubicada en calle de la Rosa 26 moderno, y su propietario fue E. Gameo. En esa misma fecha existía en Vergel 12 una "Fábrica de Cristales, Muselina y Baubé" de la que era propietario Miguel Martinez.
En 1876 encontramos referencias de una fábrica de vidrios huecos (botellas) llamada "La Vinatera" dirigida por Emilio Boureoud. Indicándose como domicilio la calle Cobos 12, cuya localización desconocemos.
Publicidad de la fábrica de vidrios de Cadú y Canavese.
En 1880, el año de la inauguración de la Plaza de Toros, se instala la fábrica de botellas y tubos “Nª Sª de los Milagros" de Luis Cadú, con domicilio en calle de la Rosa 14, (véase albarán fechado en 1884), que realizaba botellas de las denominadas ‘bordalesas’ e ‘inglesas’ y vidrios. Es posible que este empresario se asociara con Canavesse y esa empresa se mantuvo hasta 1893, fecha en la que estaba en liquidación.
En 1893 existen nada menos que tres fábricas en El Puerto: "L. Arana y Cía.", "José Iglesias" y "Cadú y Canavese" que se disolvió ese mismo año. Sebastian Canavesse, el socio de Luis Cadú, abrió con capital de Ruiz y Rodriguez Hermanos una fábrica en Jerez llamada "La Constancia Industrial" en la calle Circo, cerca de la Plaza de Toros de la vecina población, que duró poco tiempo (1895-1899) y después, en el mismo sitio en sociedad con Andrés Bocuze una fábrica de botellas, de fabricación francesa con el nombre de "La Jerezana" de la que debió apartase en 1900 o 1901 al fusionarse esta con una compañía belga.
Albarán de la Fábrica de Botellas de Todas Clases 'La Constancia Industrial', en Jerez de la Frontera.
Y, finalmente, en Septiembre de 1901 en la sesión municipal del 26 de ese mes se aprobó una solicitud para establecer una fábrica de botellas en el edificio del antiguo hospicio, que lindaba con el edificio del Monasterio de la Victoria, ya convertido en Prisión General, de acuerdo con el informe favorable del Maestro Mayor.
La solicitud fue hecha por Bernardo Canavese, un hermano, hijo o padre --desconocemos el parentesco-- de Sebastian Canavese, este emprendedor de los vidrios, que será el responsable técnico de esta nueva fábrica, bautizada como "La Victoria" que tenía un horno que le permitía fabricar entre 2.500 y 3.000 botellas blancas ya que las negras, inicialmente, no las fabricaban). La sociedad se constituyó con el nombre de "Melendez y Canavese", figurando como gerente Miguel Melendez Polo, que era junto con su hermano Joaquín, socio capitalista de dicha compañía. En 1902 estaba en plena actividad y tenia proyectos de ampliarse.
La Fábrica de Botellas "Vidrieras Palma" que provenía de las Islas Balerares y de ahí su nombre, estuvo situada frente a la Casa de la Cultura, hasta el el tercer tercio del siglo XX, cuyo solar hoy lo ocupa un conjunto de viviendas unifamiliares, de puertas azules. En la imagen, cuando aún no estaba construida la Casa de la Cultura y viviendas adyacentes, y su lugar lo ocupaba el campo de fútbol 'Eduardo Dato', del Racing Club Portuense.
La inestabilidad de estas industrias, bastante peligrosas por cierto --en 1924 se produjo una explosión en Milán, en la fábrica de fósforos Canavese, con más de 25 víctimas mortales-- tienen su origen en la dependencia de los "caprichos" de los vinateros que solían proveerse en Alemania de sus botellas; aquellas que no lograban mantener un buen equilibrio en la dualidad calidad/precio estaban abocadas a desaparecer.
Flotador de cristal para las redes realizado en “Vidrierías del Guadalete”. En una cara tiene el sello de “VG” --en la foto-- y en el lado opuesto del flotador se puede leer “PUERTO STA MARIA ESPAÑA”
Otras dos vidrieras bien mediado el siglo XX fueron “Vidrierías del Guadalete, S.A.” y “Vidrieras Palma, S.A.” (VIPA). La primera fue absorbida por la sociedad francesa “Saint-Gobain” en 1945 --los franceses había ejercido el monopolio de la fabricación de botellas durante mucho tiempo en el Marco del Jerez--, mientras que “Vidrieras Palma. S.A." eran transferida de las Islas Baleares a El Puerto de Santa María y, a su vez absorbidos por Vidrierías Españolas, S.A. (VICASA) en el último tercio del siglo XX.
“No era de mi familia, pero sin ser nadie, era un personaje popular, digno de haber sido Rey Mago, en una Noche de Reyes en El Puerto. Un día, fuí a trabajar a la Residencia de Ancianos de ‘Las Banderas’ y al verlo pensé: ‘--Ahí está Romualdo’. Inmediatamente me hice una fotografía con él porque, era para mí un Grande del Pueblo. De verdad, ya quisieran muchos políticos y gente de El Puerto, tener la popularidad, y el cariño, que le teníamos a Romualdo Peña Montes (ver nótula núm. 1.310 en GdP). ¡Viva tú, allá donde estés, Romualdo!”. /Texto: Antonio Gutiérrez Navarro.
Imagen de Romualdo (Remujardo) con Antonio Gutiérrez. Romualdo nos dejaba el 17 de febrero de 2012, con casi 92 años.
Del matrimonio entre Miguel Palacios y Guillén, conocido y querido Maestro mayor titular de Obras que fue del Ayuntamiento de El Puerto de Santa María, y Elena de Winthuyssen y Urruela, nacía a las once y media de la noche del 12 de octubre de 1881, en el nº 14 de la calle Diego Niño, Manuel Palacios y Winthuyssen. Con tres días de edad fue bautizado por Antonio Crespo Andrade, cura de la Iglesia Mayor Prioral y fue apadrinado por Manuel Fernández Coria, capitán de navío de la armada y por la esposa de éste, Olimpia García de Polavieja y Urruela, prima de su madre. Fue el mayor de seis hermanos; le seguirían Juan José, Miguel, Antonio, Pedro Nolasco y María del Pilar.
LA ESCUELA.
En su etapa escolar, pasó por el colegio San Luís Gonzaga de El Puerto de Santa Maria, al igual que sus hermanos Juan José y Antonio. Con ocho años, pertenecía a la 4ª División de alumnos con el nº 80, nivel en el que se calificaban tres aspectos: Deberes Religiosos, Urbanidad y Conducta General; además de las notas de clase que calificaban la Doctrina Cristiana, Conducta en Clase, Aplicación y Aprovechamiento. Las calificaciones de Manuel Palacios no salían del 1 (muy bien) o el 2 (bien), sin que apareciera en su expediente calificaciones inferiores: 3 que es mediano; 4 que es mal y 5, muy mal. También pasó por el colegio de San Cayetano, situado en el nº 81 de la calle Larga de El Puerto, que abrió sus puertas en 1874 y cuyo director y fundador fue Baldomero Ruiz Lizano. Se conserva además su expediente y un examen de ingreso en el instituto jerezano “Padre Luís Coloma”.
Unos años después, exactamente el 26 de Noviembre de 1899 y recién cumplidos los 18 años, fallecía su abuela materna, Inés de Urruela y Barreda, en su domicilio de la calle Diego Niño a las ocho de la tarde. Esta distinguida señora, gaditana pero de origen guatemalteco, era hija de Julián de Urruela y Casares (ver nótula) y de la onubense Pastora Barreda y Ortiz de Zárate. Tan solo tres años después, un 27 de marzo de 1902, moriría, a los 84 años, su abuelo, viudo de Inés, Juan de Winthuysen Martínez de Baños (ver nótula).
LA HERMANA DE MUÑOZ SECA.
En estos primeros años del recién estrenado siglo XX, Manuel conoció a la que se convertiría en su esposa, la señorita Antonia Muñoz Seca, hija de José Joaquín Muñoz Césari, natural de Cádiz y de la portuense María de las Mercedes Seca Miranda. El matrimonio Muñoz Seca vivió en la calle Castelar nº 44, en la actualidad, calle Pedro Muñoz Seca. Antonia era la séptima de diez hermanos, éstos eran María Teresa, Ana, Francisco, Pedro, Concepción, Josefa, Milagros, Carmen y José Muñoz Seca; algunos de los cuales optaron por la vida religiosa, otros por la medicina y Pedro, tras sus estudios universitarios de filosofía y letras además de derecho, escribió teatro, su gran pasión que le llevaría a un rotundo éxito.
LA BODA.
Manuel y Antonia decidieron casarse el 12 de octubre de 1906, día de la Virgen del Pilar y cumpleaños de Manuel. Los esponsales se verificaron días antes en el domicilio de la familia de la novia coincidiendo éstos con los de una hermana de Antonia, Concepción y su prometido Pedro Luís de Lassaletta. El sacerdote que les asistió fue don Bartolomé Carro y los testigos, los señores condes de Casa Segovia, Juan Fadrique Lassaletta, José Jácome, Arturo Marenco, Luis Bela, José María Heredia, Plácido Navas (ver nótula)y Felipe Rigozzi. Al acto se acercaron familiares y amigos de ambas familias: Los Lassaletta, los señores de Palacios, Cruzzoe, Thuillier, González y Heros, Juan de Dios Dasti, Andrés Rodríguez, don Jorge Thuillier (ver nótula), don Rafael Marenco. Los señores de Muñoz Césari celebraron el evento ofreciendo una merienda a sus familiares e invitados.
La familia de los Muñoz Seca. Arriba, el segundo por la izquierda, el comediógrafo Pedro Muñoz Seca.
El sábado 13 de octubre de 1906 y con el encabezamiento de “UNA BODA”, se dio a conocer la noticia del enlace en “Revista Portuense”: “Ayer a las cinco de la mañana se celebró en la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, la boda de la bellísima señorita Antonia Muñoz Seca, con el joven Manuel Palacios Winthuyssen, perteneciente a la Jefatura de Obras Públicas de la provincia de Huelva.
El acto tuvo carácter íntimo y a él asistieron la familia y amigos de ella. A la hora indicada llegó la comitiva a la citada Iglesia. Apadrinaron a los novios la distinguida señora doña Elena Winthuyssen de Palacios, y el ilustrado facultativo don Francisco Muñoz Seca.
La novia radiante de hermosura vestía rico traje negro y velo blanco adornando su figura interesante con los simbólicos ramos de azahar. Es unánime la admiración de cuantos la contemplan. El novio viste levita. Ambos se postran en lujosos reclinatorios, colocados frente al altar de la Virgen del Perpetuo Socorro, que ostenta nutrida iluminación.
Poco después el Capellán de las RR. MM. de la Purísima Concepción, don Bartolomé Carro da principio a la ceremonia religiosa que se efectúa ante la artística Gruta de la Virgen de Lourdes, que existe en la misma iglesia.
La escena resulta conmovedora. A un lado los novios, acompañados de sus padrinos que escuchan las religiosas palabras de la Epístola de San Pablo. Al fondo de la iglesia y sumamente conmovidos sus padres, y hermanos que no pueden contener la emoción que les producía la separación de seres tan queridos, y todos rodeado de ese ambiente de misticismo y suprema religiosidad, con que la Iglesia Católica consagra sus actos más solemnes.
Después vuelven los novios a sus reclinatorios y el mismo sacerdote, dice la Misa de velaciones. El armonium acompaña la misa con sus místicos arpegios. Al consumir reciben la comunión los desposados. Terminada la ceremonia la comitiva sale de la iglesia. Entonces cesa aquel silencio que parece dominar y los novios abrazan a sus padres, y los amigos les estrechan las manos deseándoles mil venturas y felicidades.
Pueden llamarse estos instantes, momentos supremos de la vida, en que todo habla al alma: a unos le evoca recuerdos de tiempos mejores y a otros les hace entrever dichas inacabables.
En el domicilio de los padres de la novia se verifica la ceremonia civil. Representan al juzgado, el Fiscal suplente don Ramón Varela Campos y secretario don Lorenzo González Villagrán. Firman el acta como testigos don Luis Bela Nerini, don Felipe Rigozzi, don Pedro Luis Lassaletta, don José Luis García, don José Luis y don Manuel González Agreda hijos del señor Marqués de Bonanza, y don Luis Pérez Gutiérrez. Después la alegre fiesta de familia; sirviéndose un espléndido desayuno.
Además de los señores de Muñoz Césari y Palacios Guillén asisten al acto los señores doña Concepción Muñoz Seca, de Lassaletta; doña Elisa Bela, de Muñoz Seca; doña Inés Gil, de García; doña Pastora Winthuyssen, viuda. De González, y doña Carmen Heros. Srtas. De Muñoz Seca, Iribarren, González y Palacios Winthuyssen.
Sres. De Pedro Luis Lassaletta, don Felipe Rigozzi, don Manuel y don José Luis González Agreda, don Luis Bela Nerini, don José Luis García, don Luis Pérez, don Emilio Lorite, don Guillermo Alberti y Sánchez Bustamante, y don Miguel, don Antonio y don Pedro Palacios.
Trocadas las galas de los desposados por el traje de viaje, los ya señores de Palacios (don Manuel) marcharon a la estación, acompañándoles sus hermanos políticos don Pedro Luis Lassaletta y don Felipe Rigozzi.
La despedida fue cariñosísima deseándoles mil venturas y parabienes en su nuevo estado. Los señores de Palacios (don Manuel) marcharon en el tren correo a Sevilla donde pasarán los primeros días de su luna de miel, trasladándose después a Huelva donde fijarán su residencia.”
DESTINADO A HUELVA.
Efectivamente se trasladaron a Huelva, donde Palacios llevaba un tiempo trabajando en la jefatura de Obras Públicas de esa. Vivían en el número 18 de la calle General Azcárraga. En 1907 nacía el primero de los ocho hijos que tuvieron: Manuel, seguido de Elena, María, Mercedes, Miguel, José Carlos, Javier y Jesús:
“En Huelva, donde reside, ha dado a luz felizmente una niña la señora doña Antonia Muñoz Seca, esposa de nuestro muy querido amigo don Manuel Palacios Winthuyssen. Fue bautizada el pasado Martes 8, oficiando en la ceremonia religiosa el señor cura don Pedro Román Clavero que impuso a la recién nacida los nombres de Elena, María de la Concepción y Elisa.
Fueron padrinos D. Francisco Muñoz Seca y doña Elisa Bela y Marchena, de Muñoz Seca, representados por don José Paz y Caspe y la señorita María Muñoz Seca. Terminada la ceremonia, pasaron los invitados al domicilio de los señores de Palacios, siendo obsequiados con un lunch.
Asistieron a la ceremonia las señoras Caire de Medina y Haynes de Ages, y Srtas. Mora (C. y A.), Blanco Vargas (L. y M.), y Esparducer (María Teresa). Del sexo feo recordamos a los señores Sánchez, Caspe, Barredo, Vargas (D.C.), Merello y Medina.
Los invitados salieron muy complacidos de las atenciones que para con ellos tuvieron los señores de Palacios. Reciban estos nuestra mas cordial enhorabuena por tan fausto suceso de familia.” Revista Portuense”12/12/1908
Claustro de la Escuela de Artes y Oficios de Jerez.
PROFESOR EN JEREZ.
En 1911, por Real Decreto de 14 de octubre de 1910 y tras años de espera, abría sus puertas la Escuela de Artes y Oficios de Jerez bajo la dirección de Nicolás Soro Álvarez. Entre el profesorado propuesto había ya algunos que pertenecieron a la recién clausurada Academia de Santo Domingo y también se encontraba Manuel Palacios que ocuparía la plaza de profesor de Dibujo Lineal. Más tarde, en 1916, sería admitido para examinarse de unas oposiciones a la plaza de profesor de Dibujo Artístico en la Escuela de Artes e Industrias de Jerez, según la Revista General De Enseñanza y Bellas Artes.
En 1922, trabajó Palacios como ayudante interino en asignaturas como dibujo artístico, modelado y vaciado, elementos de Historia del Arte y carpintería artística. Asignaturas que formaban parte de la sección artística habiendo otra sección denominada técnica y cuyas asignaturas eran dibujo lineal, gramática y caligrafía y elementos de mecánica.
AUXILIAR DE OBRAS PÚBLICAS.
En 1912, trabajó como auxiliar de Obras Públicas y ayudante del ingeniero director de las obras del pantano de Guadalcacín, por aquel entonces, Pedro Miguel González Quijano. Este señor fue ingeniero y matemático de reconocida reputación que participó además en proyectos como en el del sifón en la junta de los ríos y en la realización del trazado de la línea férrea Jeréz-Almargen. Además fue profesor de Hidrología en la Escuela de Ingenieros de Caminos y obras Hidráulicas de Madrid y fue autor de una veintena de estudios sobre temas de Obras Públicas e Hidráulicos.
Imagen del Pantano de Guadalcacín.
EL PANTANO DE GUADALCACÍN.
En este mismo año, en un establecimiento llamado “Casa Chivas” situado en la calle Duque de Almodóvar esquina a la de Algarve, en Jerez, se expuso un plano de Palacios que representaba el embalse del Pantano de Guadalcacín con las dos vistas principales de la presa tal como mas adelante quedaría cuando estuviera terminada. Además, añadió anotaciones muy interesantes, tales como que la presa tendría treinta y un metro de altura desde la solera del túnel de fondo a la parte superior del pretil y que su altura total hasta la coronación, treinta metros y que su capacidad total sería de ciento once millones, seiscientos cuarenta y ocho mil ciento cuarenta y cuatro metros cúbicos.
Andaba el otro día por el Parque Calderón y pasé por el “servicio público” que está frente a la Herrería, uno de esos artefactos horrorosos de imposible uso para una emergencia y que parecen que de un momento a otro van a despegar, que es lo que deberían hacer.
Los servicios que se emplazaron entre la Ribera del Río y la del Marisco, en 1974. / Foto, Rafa. Archivo Municipal.
Y me acordé de aquel otro evacuatorioque existió frente al Parque y a la Casa de la Munición (ver nótula núm. 2.301 en GdP), donde hoy está la fuente de la plaza Pedro el de los Majaras.
Se construyó en 1956. Si tiene edad para ello, seguro que lorecuerda. Entrando en los servicios de señoras, a la izquierda, dos water-closet con asientos y tapas de madera esmaltada en blanco, y a la derecha un lavabo de porcelana. Para los caballeros, al frente dos W.C. y el lavabo, y a la izquierda, en semicírculo, cinco urinarios de pared. Todo de Roca, claro. Cumplieron su higiénica función hasta 1979, y a los dos años, para mejorar la densidad del tráfico en la zona, se derribó el socorrido edificio que tantos apretones alivió.
Que tenía delante, como se ve en la foto adjunta, la figura de un guardia urbano de mentirijillas, uniformado de punta en blancocomo los de verdad (recordarán a los que se ponían en el centro de la plaza de las Galeras, en verano con sombrilla) y que distribuía a uno y otro lado de la Ribera del Río y del Marisco el paso de los automóviles y los de cargas pesadas. Eficiente servidor del orden que también tenía la virtud de que no ponía multas y no te echaba una bronca si incumplías las normas de las buenas conductas al uso.
En el 79 también se quitó el transformador anejo que se construyó al tiempo que los servicios, que al año siguiente se puso de nuevo en el Parque, junto al puente de San Alejandro, donde sigue.
Una vez despejado el solar –donde se pensó levantar un monumento al Arrumbador, que no cuajó-, se ajardinó, hasta que en 1983 se colocó el monumento dedicado al Pescador, obra de Javier Tejada Prieto (1929-2009)(ver nótulas núm. 020 y 790 en GdP), hasta que a mediados de los 90 se trasladó al paseo del río, frente al muelle del Vapor.
Y ahora que recordaba los servicios públicos que tiraron en el 79 me vuelvo a acordar de los que vi el otro día en el Parque. Y qué quieren que les diga…(continuará)./ Texto: Enrique Pérez Fernández.
Mañana sábado, 20 de diciembre, en las Bodegas Mora de Osborne (calle Los Moros nº 7) y a las 12 horas, se presentará la segunda edición del libro Tabernas y bares con solera. Una historia de la hostelería en El Puerto de Santa María, obra del historiador jerezano afincado en nuestra ciudad Enrique Pérez Fernández.
La primera edición del libro salió a la luz hace quince años, en diciembre de 1999, editada por la Asociación de Hosteleros Portuenses (Hospor) que presidía Juan Franco del Valle. Presentada en el mismo marco bodeguero que lo acogerá mañana, se editaron 1.000 ejemplares, que se agotaron en 2-3 meses. /En la imagen de la izquierda, imagen de la segunda edición de Tabernas y Bares con Solera, ampliada.
Al paso de estos años, el autor ha realizado una revisión y ampliación del texto e imágenes. En su origen, el libro nació de una serie de 11 artículos que Enrique publicó en la sección dominical Puerto Escondido del Diario de Cádiz en 1994-1995.
En las 336 páginas que conforman la renovada publicación, se hace memoria de más de 500 establecimientos hosteleros que existieron entre el siglo XVIII y los años 70 del XX. Las 47 fotografías que ilustraban la primera edición han pasado en la segunda a 217, todas en blanco y negro y en su mayor parte antiguas.
En sus 14 capítulos se hace un recorrido por las calles portuenses tras las huellas de los viejos establecimientos, desglosándose en algunos la historia de los más emblemáticos: La Burra, el Bar Vicente, el restaurante La Fuentecilla, la Tienda de Rueda… /En la imagen de la izquierda, portada de la primera edición de Tabernas y Bares con Solera.
Especial relevancia en la historia hostelera de nuestra ciudad tuvieron las ‘tiendas de montañeses’ que en elevado número se establecieron a partir de mediados del siglo XVIII, regidas por montañeses procedentes, principalmente, de los valles de Herrerías, Cabuérniga y Valdáliga. La obra se cierra con un capítulo dedicado a las ventas y ventorrillos que en los últimos siglos se apostaron en los caminos y a las afueras de la población. El autor aúna en el libro el rigor histórico con la divulgación de carácter eminentemente popular.
La edición ha corrido a cargo de la editorial portuense El Boletín que dirige Eduardo Albaladejo Manzanares. Tras la presentación se podrá adquirir el libro. Nos piden el autor y el editor que hagamos llegar su invitación a acudir al acto a todos los lectores de Gente del Puerto. Mañana, a las 12 del mediodía, es la cita.
Del autor ha escrito el colaborador de Gente del Puerto, Luis Suárez Ávila: “Enrique Pérez Fernández (Jerez, 1962), entrañable amigo, historiador tenaz y enjundioso, revividor de situaciones y espacios, regenerador de muchas nostalgias propias y ajenas y, pese a su juventud, autor de muchos artículos, ponencias, comunicaciones y libros que tienen el denominador común de ser imprescindibles. Cada tema que toca Enrique lo ha hallado virgen. Tiene esa virtud y esa agudeza. Que haya salido con tanto éxito de su producción sobre los bares y las tabernas, levantando un monumento a la historia pequeña industrial, comercial y consuetudinaria...”
En la imagen de la izquierda, Enrique Pérez Fernández.
La Asociación Cultural Puertoguía ha editado un nuevo libro de la serie 'Mansiones y Linajes de El Puerto de Santa María', del que es autor, como de todos los anteriores, Antonio Gutiérrez Ruiz. Se trata del volumen VI, con el título de: 'Cuatro rosas de piedra' que, manteniendo la misma línea y estilo de los otros volúmenes, reseña la historia de la casa número 76 actual de calle Larga, casas principales de la familia Fleming, de origen irlandés, en el siglo XVIII, y primera fábrica eléctrica a fines del XIX.
Esta saga familiar de los Fleming portuenses fue fundada por John Fleming y Elena Geynan que se establecieron en El Puerto abriendo una casa de comercio en la que participarán posteriormente todos sus hijos, bajo la dirección del mayor de ellos, Domingo Fleming, fundador de un Mayorazgo familiar. Se incluyen en las 280 páginas y 61.282 palabras que componen el texto, semblanzas biográficas de todos y cada uno de los hermanos y un seguimiento de los descendientes de Antonio Fleming Geynan, que se ordenó presbítero cuando enviudó, originando dos ramas perfectamente definidas y diferenciadas, la de los Fleming alicantinos y la portuense. No es habitual conseguir ensamblar miembros contemporáneos de un mismo apellido con sus orígenes, alejado en este caso más de tres siglos, detallando todas y cada una de las generaciones que le precedieron. En este trabajo de intensa investigación, el autor lo ha conseguido, desarrollando además algunas biografías cargadas de interés humano, en algunos casos, emociones que intenta trasladar a los lectores en su relato de la historia familiar de este 'linaje', principales moradores de la 'mansión' protagonista.
En un segundo capítulo relaciona y da a conocer a los que fueron propietarios de dos casas situadas en la esquina de las calles Descalzos y Diego Niño, que se fusionarán posteriormente con la casa de los Fleming, personajes de apellidos conocidos en la localidad como son los Barreda, Ruiz-Tagle, Febrés, y otros, haciendo una sinopsis de su evolución como casa habitación hasta que fue adquirida por la compañía que la transformó en una fábrica eléctrica, junto con la casa y jardines de los Fleming.
Y, finalmente, en un tercer capítulo aborda el nacimiento del alumbrado eléctrico en El Puerto, una breve reseña de los comienzos y trayectoria de “Electra Peral Portuense” y de su absorción por la que fuera su competencia, la Compañía de Gas Lebón, cerrándose así el ciclo histórico de este amplio inmueble con fachadas a las calles Larga y Diego Niño y todo el lateral en calle Descalzos, en el tramo entre las dos anteriormente citadas.
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