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| Viñeta: Alberto Castelo | Fuente texto: Pedro Ingelmo. Grupo Joly.

Los ultraliberales no ocultan su fascinanción por un personaje que a los ojos de cualquier observador objetivo exhibe un comportamiento excéntrico propio de un perturbado. Sólo esa fascinación puede explicar que el alcalde de una localidad del sur de Europa de 90.000 habitantes considere que es una buena idea usar dinero público para hacer una excursión con unos amigos a esta nueva Meca [Argentina] de lo que alguien ha bautizado como el anarcocapitalismo.

...continúa leyendo "La viñeta de Alberto Castrelo. Gran Espectáculo portuense en Argentina #6.096"

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Texto: Antonio Burgos | 1997.

Negro, negro, negro, como aquel cantaor de viejos romances del Puerto al que El Negro llamaban, y completamente vestido de blanco, de primera comunión. A la verita de la mar, un canasto de papas fritas que se le señala en el brazo y un pregón, qué jaleo junto a los toritos de las olas que derrotan en tablas de la arena. Una gorra blanca. Una blanca guayabera. Playa de Vistahermosa, que así le llaman por lo bonita que se ve Cádiz cuando, como una mujer, se la contempla en la distancia, Venus nacida entre la espuma cuyos pechos fueran las torres de la Catedral. 
...continúa leyendo "Rafael Pérez Sánchez. El Papi #5.125."

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Rafael Pérez Sánchez, ‘el Papi’ recibía este mes de octubre un merecidísimo homenaje organizado por El Rincón del Arte. El Papi, aunque residente en Málaga con una hermana, se desplaza con alguna periodicidad a El Puerto de Santa María, donde se hizo tan popular con el pregón de las patatas fritas en las playas, y en esta ocasión acudió a verse con amigos y conocidos en la asociación que preside David Oliva, ‘el Niño Villar’.

...continúa leyendo "4.865. Homenaje a ‘El Papi’ en El Rincón del Arte."

El pasado fin de semana la redes sociales anunciaron el fallecimiento de la ventrílocua Mari Carmen ‘y sus muñecos’ , noticia que ella mismo se encargó de desmentir, desde su casa de El Puerto de Santa María, donde reside en la actualidad. A sus 74 años, María del Carmen Martínez-Villaseñor Barrasa, --verdadero nombre de la humorista— disfruta de la compañía de su familia y amigos en nuestra Ciudad, un poco harta de la maledicencia patria.

...continúa leyendo "3.409. ‘Mari Carmen y sus muñecos’, dan señales de vida desde su casa en El Puerto."

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Rafael Vargas, nombre artístico de Rafael Rodríguez Mora, nacido el 2 de febrero 1930, en El Puerto de Santa María, se nos fue con los que no vuelven el 6 de Octubre de 1992. Era un profesional del cante y del baile, un hombre con mucho mundo, que se buscó con la vida con el flamenco por toda España y parte de Europa y de un gracejo picaresco.
...continúa leyendo "3.207. Rafael Vargas. La personalidad flamenca."

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En la imagen, Fernando Camacho Arana (ver nótula núm. 1.851 en GdP)

Dedicado al tapatólogo Gabriel Alconchel, gran higuista.

'--A los reondos y durse' cantaban los hombres rústicos por las calles. Conducían unas “amotos” (moto rústica) más viejas que el taparrabos de Tarzán. En la parte de atrás portaban dos peazos de cerones de esparto donde iba el preciado fruto. Todos estaban morenos, no precisamente los pobres míos de ir a la playa y se tapaban con gorrillas, preferiblemente de acuadritos. Recuerdo que en el barrio la gente salía con los platos en la mano para que el hombre rústico les sirviera la “ocena”, unidad de medida por la que se vendían los higos.

No sabía muy bien si su nombre eran higos chumbos o chungos, porque los pobres míos eran de segunda división. Mientras sus primas hermanas las brevas, de suave frescor, y los higos negros, se lucían en las fruterías de tronío con el pomposo nombre de frutas de temporada, el se paseaba en serones por las calles, muertecito de calor y además con un abrigo de púas.

Siempre que mi madre salía a comprar la ocena, me enrolaba en la expedición para disfrutar de la ceremonia del pelado de los higos. Me llamaban la atención las peazos de manos de los hombres rústicos, capaces de derribar hasta un hipopótamo de una sola cachetá y como eran inmunes a clavarse las puyas… aunque yo creo que éstas, cuando impactaban en su piel, hasta rebotaban de lo hartas que estaban esas manos de coger higos, tagarninas, aceitunas y todo lo que se pudiera por el campo. Una vez uno relataba, mientras manejaba con destreza la navaja con la que pelaba los higos,  que una pitonisa intentó leerle las líneas de las manos y le dijo, chiquillo tu más que líneas lo que tienes aquí es la autopista Cádiz Sevilla de lo ancha que es.

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En la imagen, Juan Guerrero Villegas 'el Rifle'.

Enrolarse en la expedición tenía como premio que me comía el higo de regalo que daban por la ocena en una demostración más de que el tres por dos no lo inventaron los chichinabos del Carrefú. Ya no se ven los hombres rústicos por las calles, por lo menos por los pueblos por donde me muevo, pero los higos no han dejado su carácter de segundones. No se venden en los puestos de las plazas, sino en los exteriores, casi clandestinos, en bolsitas transparentes, que sustituyen a los platos de duralex de cuando había que llevar el envase puesto.

Pero los higos “chungos” siguen teniendo el encanto de lo salvaje, de todo lo que se come a chupetones, el encanto de que el caldo que sueltan te llegue hasta el codo. Deben de estar fresquitos y no comerte más de seis porque si te pasas te puede dar un tralará de cuarto baño.

Permitemé una solo pregunta ¿tú de que eres de los verdes o de los coloraos de final de temporada? Y segunda pregunta ¿es tapatológicamente correcto comérselos en una mousse con crujiente de sus pepitas?. /Una reflexión tapatológica de Pepe Monforte.

Más sobre higos chumbos en Gente del Puerto.
Nótula núm. 376 de Luis Suárez Ávila.
Nótula núm. 1.788 de Alberto Boutellier Caparrós.

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El Carromato nace en el año 2000 bajo la dirección de Pascual Varo. Su trabajo va enfocado a espectáculos de Teatro de Calle entre los que destacan “Volando en Aeroplano”, “El Carromágiko”, “Paseando Ícaros” y “Bufonadas” con los que ha pisado festivales y circuitos importantes como el Festival Internacional de Teatro i Animació “Al-Carrer” de Viladecans (Barcelona), Festival Iberoamericano de Teatro (FIT) de Cádiz, Feria de Teatro de Calle “Lateatral” de Espartinas, Circuito Andaluz de Teatro, I Muestra de Teatro Andaluz de El Puerto, Festival de Teatro de Comedias de El Puerto, Festival de Teatro de Calle de Úbeda, III Muestra de Teatro y Artes de Calle de Aljaraque, Fiestas de San Pedro y San Pablo de Burgos, Circuito Provincial de Teatro de Almería y Cádiz, Fiestas de la Virgen Blanca (Vioria), Festas Antoninas de Vilanova de Famaliçao (Portugal), Jornadas Medievales de Cortegana… además de encargos para Ferias de Turismo Andaluz (Junta de Andalucía) participando en Bilbao, Barcelona y Valencia.
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Con la obra 'Carne al Toro'.

El teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país, y el barómetro que marca la grandeza o su descenso. Un teatro sensible y bien orientado puede cambiar en pocos años la sensibilidad del pueblo. Con estas palabras justificaba Federico García Lorca su entrega generosa como director de La Barraca, y su empeño en llevar el teatro a la calle, a las mismas casapuertas de los pueblos perdidos de nuestra geografía andaluza. Hoy en día, que somos testigos mudos de la supervaloración de la calidad de cualquier propuesta escénica ante el concepto teórico en que se circunscribe una obra, son dignas de admiración las compañías que se dedican a patearse la calle baldosa a baldosa con el único de fin de acercar al público familiar la verdadera esencia del teatro. El teatro de calle todavía es considerado por algunas mentes preclaras un subproducto, en cambio, el público está cada día más necesitado de estas nuevas formas de comunicación que se alejan de lo que es el teatro a la italiana. En El Puerto nos podemos sentir orgullosos de contar entre nuestros convecinos con un verdadero entusiasta de esta ancestral forma de llevar la cultura a la calle. Pascual Varo, alma máter de la compañía portuense El Carromato, está consiguiendo cruzar el Rubicón local, y con la sabiduría y la paciencia que le caracteriza ha logrado meter la cabeza en circuitos tradicionales de teatro de calle que hasta hace bien poco eran impensables para una compañía de El Puerto.

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Bufonadas, por las calles de Bilbao.

Además de creador de la compañía, es autor de varias obras de teatro infantil y de guiones para teatro de calle, que junto con su docencia en la Escuela de Formación Teatral de la Universidad de Cádiz, aglutina su magisterio permanentemente en el taller de Teatro  que mantiene en nuestra ciudad, del que se nutre de nuevos actores para los distintos espectáculos. La Máquina de Otto, Volando en Aeroplano o Las hazañas del Caballero de la Mancha, son algunas de las producciones con las que ha paseado su Carromato por el resto del país con notable éxito. Este Carromágiko nacido con el siglo, está en estos momentos enfrascado con el montaje de su última creación, un espectáculo de títeres llevado a cabo con la técnica del guante y la varilla de gomaespuma titulado El Teatrillo de Panero, en donde comparten escenario Mesié Guiñol, la Tía Norica y Don Cristóbal, pionero de la saga de los cristobitas. Sin pecar de pretenciosos, es probable que en alguna ocasión nos encontremos ante una ópera de Rossini convertida en un espectáculo insufrible, y que nos sobrecojamos ante una sublime representación de títeres. El esfuerzo siempre obtiene recompensa, y en este caso está más que justificada. Amanece sobre El Puerto y que salga el Sol por donde quiera. /Texto: Manolo Morillo.

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 En la imagen, Juan Guerrero Villegas, en el exterior de la Plaza. Mas de treinta años viniendo desde Paterna de Rivera a El Puerto. La bolsa de 12 unidades, ya sin piel y envasado a la vista de todos, cuesta 2 euros.

Este último sábado, me detuve ante el vendedor de chumbos que se sitúa frente a la puerta principal del mercado, donde lo veo desde hace largos años y ante el que he pasado siempre sin reparar en que había un ser humano, solo un simple vendedor de chumbos.

Me acerqué y le pregunté, sin más: «--¿A cómo está la docena de chumbos?». --»A dos euros», me respondió con semblante circunspecto, es probable que aburrido de dar siempre la misma respuesta. «--¿A dos euros? ¡Que caros! --no termino de aprender--, con Juan ‘el Canastero’ (ver nótula núm. 1.780 en GdP) me pasó igual, preguntas obvias o comentarios apresurados. «--Hombre --me habló mirándome a los ojos-- ¿Usted sabe lo que cuesta hoy día coger los chumbos?». «--Antiguamente apenas tenían valor, las chumbares están en el campo abierto». Respondí. «--Si, pero hoy se han hecho muchas construcciones y han desaparecido las chumbares; en los campos donde las hay, no nos dejan entrar y además este trabajo no lo quiere nadie. Todos los años, al terminar la campaña, preciso ser atendido en el hospital para que me extraigan las púas infectadas de los párpados».

juanguerrerovillegas3_puertosantamariaSegún me hablaba, el estómago se me encogía. «--Ademá --continuó-- es muy duro, pero con esto en verano y los caracoles en invierno he sacado a mi familia adelante. No puedo encontrar otro trabajo, ¡ya me gustaría! total mucho esfuerzo para sacarme treinta o cuarenta euros con los que pago el impuesto al Ayuntamiento, la gasolina y tomarme a media mañana el desayuno aquí en el bar de al lado.

Probablemente, pensé, no cotizará a la Seguridad Social y su jubilación terminará en una miserable prestación de subsistencia. ¿--Como te llamas?», pregunté. «--Juan y también ‘el Rifle’». «--Me permites que te haga una fotografía». «--Naturalmente que si. ¿Quieres probar un chumbo?». «--Bueno, --respondí-- y me obsequió con el mejor higo chumbo que pudo seleccionar. Le compré dos docenas y me fui. «--Gracias Juan», --y para mis adentros pensé-- cada sábado me dan una lección. ¡Y todavía hay quienes piensan que los chumbos son caros!. /Texto: Alberto Boutellier Caparrós.

Más información de Juan Guerrero Villegas en GdP.

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Decir ‘Kiliki’, es trasladarse al pasado ‘esplendoroso” de La Placilla. Desde que tengo conciencia --si es que alguna vez la he tenido-- me acostumbré a ver a muchos comerciantes, dejarse la piel día a día. Cada uno tiraba del carro de su vida, con uñas y dientes, sabedores de que en la vida pocas cosas hay gratis. A ellos desgraciadamente les toco luchar muy duro, por todo lo que con valentía y esfuerzo lograron. La familia Tejada Bautista, no iba a ser una excepción: desde las primeras luces del alba Francisco Tejada Torres ‘Kiliki’ natural de El Puerto, --nacido el 17 de Abril de 1911 y fallecido el 19 de Marzo del 1986-- se preparaba para su laboriosa jornada laboral. Vivieron en la plaza del Polvorista, en la calle Cantarería y en la nueva barriada de Crevillet.

KILIKI.
El origen de la palabra kiliki es desconocido, aunque algunos estudiosos apuntan a que proviene del euskera kili-kili, que se traduciría como, moscorra, curda… El Kiliki es un personaje que forma parte de la tradición navarra: la comparsa de gigantes y cabezudos de Pamplona aglutina a un conjunto de figuras de cartón piedra, que incluyen gigantes, cabezudos, kilikis y zaldikos, así como a quienes lo portan. Acaso nuestro Francisco Tejada Torres viajero y feriante infatigable por las Ferias y Fiestas del país recordara a alguien la fisonomía de estos personajes de ficción, tocados con un tricornio y… Kiliki se le quedó para siempre. /En la imagen de la izquierda, cartel las fiestas de San Fermín 1997, dedicado al Kiliki.

Kiliki y su mujer, junto a su padre y hermanos en la tómbola que tuvieron en Canarias.

CANARIAS.
Kiliki contaba con la inestimable ayuda de Juana Bautista Díaz- su esposa- y años más tarde de sus hijos Milagros y Salvador. Poco imaginaban Francisco Tejada y Milagros Torres padres de Kiliki que en el traslado para trabajar en la bonita Isla de La Palma, una canaria simpática y bonachona sería la fiel compañera de su niño. Juana fue una compañera infatigable, --las mujeres de su generación parecían estar hechas de otra pasta-- trabajadora constante y una luchadora nata.

La mujer de Kiliki, Juana Bautista Díaz en el puesto de la Placilla instalado delante de la puerta de los artistas del Teatro Principal.

ENTRE EL PARQUE Y LA PLACILLA.
Los derroteros de la vida llevó a los padres de Kiliki a trabajar en Tómbolas, casetas de Feria y venta ambulante. Una de estas casetas, concretamente de tiros, se montó en el Parque Calderón y la fatalidad quiso, que un cliente errara el tiro y para su desgracia un plomillo le diera de lleno en la cara. A consecuencia de este hecho perdió un ojo, pero afortunadamente no su alegría, ni sus geniales ocurrencias. De vuelta a El Puerto, sus padres por fin recalaron en La Placilla. Instalaron una Reolina en los alrededores de la Plaza de Abastos, el premio consistía en una pastilla de jabón, un paquete de galletas o de tabaco, la tirada era a 10 céntimos. ¿Curioso verdad?

Kiliki, en la Feria de Ganado en El Palmar de la Victoria sentado en el suelo, sobre él su hermana Pepa y a la derecha de ésta, la mujer del pintor Juan Lara. El niño de pié es Juan José Lara ya fallecido, hijo del pintor de la luz.

Kiliki, Antoñito Castilla (de la desaparecida imprenta y papelería Pérez Pastor que estaba en la calle Larga entre Luna y Palacios) y Manuel García, empleado municipal padre de Manolo García Campos, contertulios de Casa Lucas (ver nótula 037 en GdP).

Pasado el tiempo, los tres hermanos, pusieron sus puestos en la Placilla. Kiliki y Juana se instalaron junto a la puerta de los artistas, del desaparecido Teatro Principal. En aquellos momentos sus vecinos eran Carmen apodada ‘la Bigotona’, la señora Pepa, José Ramírez –alpargatero- y su genial hermana Pepa. Esta última junto a su bonachón y sonriente marido Manolo Bermúdez Riqué, comerciantes ya veteranos de La Placilla, les dieron la bienvenida no solo a Kiliki, sino también a Félix tercero de los hermanos Tejada Torres.

Pepa 'la de la Quincalla', la hermana de Kiliki, junto a Basti el carnicero y Eduardo, en el puesto de la plaza, frente al puesto de congelados.

SU HERMANA PEPA.
Si me permiten una pequeña licencia, querría destacar a la persona de su hermana Pepa, 'la de la Quincalla' . Para casi toda la Placilla ella y Pepe –el de los ultramarinos Los Dos Pepes- eran dos personas con un sentido del humor extraordinario y ambos dos con un corazón que no les cabía en el pecho. Afortunadamente Pepa goza hoy día de buena salud --vive en Jerez-- y atesora una memoria prodigiosa. Esperemos que nos siga alegrando por mucho tiempo con esa su preciosa y dorada sonrisa.

En la imagen, Miguel, de Plateria Iglesias, Pepa Tejada y Milagritos, niño desconocido, en la Placilla.

Pero volvamos al principio de su llegada a la Placilla. Desde ese día, era normal verlos en las labores de acarreo de la mercancía, con su pequeño carrillo daban mil y un viajes, siempre cargados, siempre infatigables una y otra vez. Pero… ¿que hacer?, eran tiempos duros, en los que ganarse el sustento no era tarea fácil para nadie. Vendían un poco de todo: unos sartenes, platos, vasos, lámparas, búcaros, macetas etc. Cuando llegaba la época navideña, era fácil encontrar entre sus artículos las desaparecidas matracas, así como las zambombas, panderetas etc. Había que adaptarse a todo, no quedaba otra.

Juana y su hija Milagros, en el atiborrado puesto de la Placilla.

MILAGROS Y SALVADOR.
Años más tarde, Milagros y Salvador dignos hijos de sus padres se incorporaron al negocio familiar. Con ellos llegaron nuevos ímpetus y renovadas ilusiones. Milagros era una trabajadora nata como su madre, desde muy jovencita, se tomó su trabajo con gran responsabilidad, deseosa de echarles una mano a sus padres. Despierta y con una sonrisa franca que hacía que fuera muy apreciada por todos. A menudo la veía pasar con su carrillo, y me admiraba de su gran fortaleza. El carro iba cargado de género y ella tiraba de él con gran presteza, sin perder ni el agrado ni su preciosa sonrisa. Milagros no solo es una gran trabajadora, también una mujer extraordinaria.

Milagritos y dos amigos en el puesto, frente a Calzados Heredia.

Poco después fue Salvador quien se incorporó a la empresa familiar. Salva tiene ese ‘pellizco’, de las geniales ocurrencias de su padre, buen trabajador, supo innovar el negocio familiar, con la venta de otro tipo de artículos. Ya ni el carrillo era el de antaño, mucho más apropiado, y provisto de un pequeño toldo, para esos momentos de apuro, en los que la lluvia hacía difícil la recogida de tanto género.  Me gustaría destacar la gran nobleza y honestidad de esta familia.  Mi amigo Paco Rodríguez Lores me recordaba lo buen amigo de sus amigos que era Kiliki y como la gracia natural y espontánea era una de sus rasgos más característicos. Y sí aunque yo añadiría la entrañabilidad de todos y cada uno de los Tejada. (Texto: María Jesús Vela Durán).

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Nunca pensé, que la trivial  descripción de una escena rutinaria de la calle, sin más pretensión que descubrir al lector una estampa de la vida cotidiana de la ciudad, diera lugar a un ataque contra el personaje. Es cierto, que quienes así se manifiestan, tienen sus razones, pero es probable que su razón, venga precedida de un hecho puntual. ¿Quién puede decir que nunca ha tenido un comportamiento reprobable en un momento determinado? ¿Es justo que por uno o varios actos anormales haya que estigmatizar a alguien? ¡Quién sabe qué hay detrás de esos actos! ¡Qué móviles le han llevado a tal comportamiento! El rumor circula desbocado colocando sobre cualquiera un halo, de bondad o de maldad, a veces injustamente. Hay un fenómeno que en psicología se denomina efecto iceberg. Como se entiende fácilmente, el iceberg, solo deja ver una puntita de todo su contenido; no podemos juzgar por lo que vemos, cuando es mucho más importante lo que no se ve.

He hecho este preámbulo, porque a la vista de los comentarios, este pasado sábado volví para observar el comportamiento del indigente, y hoy martes, me he acercado a él y hemos hablado por espacio de quince minutos.

SÁBADO 15 DE SEPTIEMBRE.
Volví a La Placilla. Fui al Mercado y regresé desde la calle Luna, pasando ante mi hombre en dos ocasiones. Rebañé cuanto pude con mi vista sin detenerme, no fuera a reconocerme, y pudiera darme un meeting.

En la primera pasada, vi que de pie, discutía en voz alta,  probablemente con el dueño de la vivienda, en cuyo escalón se sienta con sus perritos. Reduje la marcha, pero el hombre entró en el portal y cerró. No oí nada. Solo vi que los perritos, estaban a un metro del escalón, no tumbados y de natural adormecidos, sino de pié, con sus orejitas tiesas, mirando fijamente a su dueño y al supuesto propietario.

A la siguiente vuelta, estaba en su posición habitual, sentado en el escalón;  tenía un ataque de tos; las flemas y balsas se le vinieron a la boca, expectorando en numerosas ocasiones; por fin pudo depositar en una bolsa de plástico los esputos que tal acceso le provocaron, acompañando este acto de imprecaciones masculladas en tono  bajo y entrecortado. No soy médico, pero podría dejarme cortar un dedo, si estuviera equivocado al deducir, que este hombre está aquejado de bronquitis crónica, y hasta es posible acompañada de un cuadro de disnea, que en los asmáticos produce tal sensación de angustia, que en sus crisis, les cambia el carácter, y a veces, se tornan irascibles.

Me fui sinceramente con el corazón encogido. Había descubierto una variante que algunos de los comentaristas no han apreciado. Pasada una hora, vuelvo y me siento en uno de esos bancos, atornillados al suelo; duros como la rodilla de una cabra; incómodos, porque el alcalde nunca se sentó en ellos; y a treinta metros, observé al indigente. Se acercó a un velador en la puerta del Cafetín donde dos señoras tomaban un refresco. Muy respetuoso, lo vi agacharse frente a ellas y reincorporarse. A esta distancia, es obvio no saber de qué hablaban, ni si pidió o no; solo lo veía aspaventar, levantando los brazos, pisando fuerte en el suelo, dándose con la palma de la mano en la frente, supongo que sonriendo porque las mujeres  permanecían atentas y hasta complacidas. Acompañó con una demostración histriónica su discurso. Pasados diez minutos, saludó a las señoras y se retiró a su escalón. Las señoras abandonaron El Cafetín en dirección a Luna; yo me fui tras ellas y las abordé:


«--Perdone señora que la importune». «--No, no me molesta, ¿qué desea?» «--He visto como ese pedigüeño ha estado hablando con ustedes durante diez minutos, ¿las ha molestado?» «--¡No, en absoluto!» «--¿Les ha pedido dinero?» «--¡Tampoco! Nos ha pedido un cigarro. Y nos ha contado que tiene muchos problemas, que tiene 56 años, que ha trabajado de minero, que ha tenido una ayuda de 400 euros, pero que ahora no; que hasta que no cumpla 60 años no le darán una pensión, que no sé donde,  se ha construido una casa (chabola), que ha tenido problemas con drogas… yo creo que tiene algún problema de tipo mental…» «--¿Y no se ha puesto pesado?»  «--No, esta es mi hermana y padece un trastorno mental, eso me hace muy sensible hacia estas personas y no me molesta en absoluto». «--Le hago estas preguntas porque he escrito un relato en GdP y voy a escribir una segunda parte». «--Sí, me lo ha dicho». «--¿¡Cómo!? «--Me ha manifestado  que ha salido en el periódico, que han hablado muy bien de él, y que se va a hacer famoso porque Quintero lo va a llevar a la Televisión».

Me quedé boquiabierto, no sé cómo ha podido enterarse. ¡Sabe que he sido yo quien ha escrito el artículo!, alguien ha debido informarle, pero a mí, no se ha dirigido para nada. Después de esta mañana de sábado, lo que fue un simple relato por mor de los comentarios, me ha hecho descubrir que debajo de esa punta de iceberg de su mal carácter y su vocabulario soez cuando se le niega una limosna, se ocultan otras  facetas desconocidas, en las que seguro hay drogas, falta de salud a causa del trabajo, enfermedad, aislamiento, rechazo, insolidaridad,  pérdida de  autoestima… ¿pretendemos además que sea agradable, simpático y que dé las gracias cuando le nieguen una propina?


MARTES 20 DE SEPTIEMBRE.
He querido profundizar más para que mi relato sea objetivo. Sobre las 12.30 me he acercado a él. Me he presentado. Le he dicho que soy el autor del artículo. No entro en detalles pero se ha sentido muy complacido. Le he comentado que hay muchos comentarios en su contra y se ha defendido en un tono humilde. Dice que en alguna ocasión no se ha comportado bien, pero han sido escasas las veces. Ha llamado al camarero del Cafetín y le ha preguntado por su comportamiento y este le ha respondido que muy bueno. Han pasado numerosas personas que lo han saludado. Otra le ha dejado dos manzanas. Entonces le he hecho unas preguntas que me ha contestado muy amablemente.

Se llama Antonio Vázquez, natural del Riotinto. Su padre y dos de sus hermanos han fallecido, eran mineros. Tiene una hermana en Madrid y otro en Mallorca, pero sus economías son modestas y no saben que él está en la calle. El ha sido minero en Riotinto y en Mallorca; ha trabajado en la construcción hasta que perdió el trabajo y no ha tenido otra oportunidad. Se ha construido una chabola al lado del comedor social de la calle Cruces, que era un estercolero. Ha recogido toda la basura, la ha retirado el Ayuntamiento  y está cultivando en lo que fue el estercolero un pequeño huerto, y allí vive con sus perritos y algún gato para ahuyentar las ratas. Lleva en El Puerto trece meses, «--Porque aquí la gente es muy buena», dice.

Su conversación conmigo, ha sido amable y respetuosa y su mirada franca. Hasta me he permitido sugerirle que cuide en lo posible sus ocasionales reacciones. Me lo ha prometido. Yo no soy quien para ser celador de sus promesas, pero sí deseo, que este relato, en la medida de lo posible, nos lleve a la reflexión,  incluyéndome a mí, ante esos icebergs que nos encontramos en nuestra vida cotidiana. Con esta exposición, pretendo dar respuesta a los comentarios anteriores. (Texto y fotos: Alberto Boutellier Caparrós).

EL INDIGENTE DE LOS PERRITOS (I).

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