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mercedesalvarado_puertosantamariaA Mercedes la llamaban “la Jerezana” en un tiempo en que Jerez parecía el extranjero y Bolivia o Ecuador eran remotos nombres de los libros de Historia y de Geografía.   Bautizada en San Pedro y vecina del barrio de San Miguel, muy cerca de la casa donde nació Lola Flores, llegó veinteañera a El Puerto en 1958, cuando su marido, el mecánico Juan Gallardo, vino a trabajar en aquella Base que comenzaba montarse y que trajo un buen puñado de norteamericanos con Mr. Marshall. La familia contaba con dos pequeños y un montón de ilusiones por cumplir. Mercedes no terminó de cumplir una de esas esperanzas que se llevan en el corazón, convertirse en una artista profesional del cante, aunque nunca le faltaron sus cualidades heredadas de su padre, Antonio Alvarado, de Arcos de la Frontera, y uno de los nombres del flamenco arcense de principios del pasado siglo. (En la imagen, Mercedes durante una intervención saetera en la peña El Chumi).

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(A la izquierda, cantando con su hermano Domingo Alvarado a la guitarra).

En el lavadero de la azotea de su casa en la calle Alquiladores, en la misma casa donde nació el pequeño del matrimonio,  el practicante Felipe Lamadrid, entre otros vecinos de la manzana, apuraba el oído para escuchar los arranques flamencos y de copla de la hermana de Domingo Alvarado, un cantaor jerezano que triunfaba a finales de los 50 cuando las canciones del verano eran sinceras rumbas y boleros. Domingo se  embarcó entonces en la gira de Carmen Amaya, el valor más internacional de la escena española cuando este país aún estaba enroscado en su autarquía y enfrentado al resto del mundo.

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El hermano de Mercedes se quedó en Nueva York y allí formó su familia. Domingo Alvarado no pierde por cierto su vínculo con su tierra. Es padre de Domingo Javier Alvarado, entrenador en varias etapas del Racing Portuense (la primera de ellas en el primer ascenso deportivo del club, a Segunda B, en la temporada 90-91) y que ahora está al frente del Xerez B. Como de casta le viene al galgo de esta estirpe, una hija de Domingo es la actriz Trini Alvarado, la protagonista de películas como la última versión de ‘Mujercitas’, en 1994; ‘Mrs. Soffel’, con Mel Gibson, 1989;  ‘Agárrame esos fantasmas’, 1995, con Michael J. Fox; ‘Paulie’, 1998; y más recientemente en la televisión, varios capítulos de la serie ‘Fringe’. (En la imagen, cartel de la película ‘Stella’, protagonizada por Bette Midler y Trini Alvarado. La bufanda que luce en el cartel Trini fue confeccionada por su tía Mercedes. La lana, por cierto, fue adquirido en el establecimiento de Pingouin-Esmeralda en La  Placilla).

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Mercedes Alvarado y su marido Juan Gallardo, en una fotografía de junio de 1999

Trini, que desde los seis años ya estaba en los escenarios de Broadway, al menos vino a compensar las ilusiones de su tía portuense. En una de aquellas visitas de Trini, Mercedes le regaló una bufanda amarilla que había realizado ese invierno. Trini Alvarado luce esa prenda, precisamente, en el cartel promocional de la película ‘Stella’,  protagonizada por la insuperable cantante Bette Midler. Es una pequeña y artesana aportación de El Puerto a la intrahistoria de Hollywood.

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Una estampa familiar, con su marido, Juan Gallardo, sus hijos y varios sobrinos, en la playa de la Colorá

La devoción de Mercedes por la Semana Santa (varios de sus nietos son costaleros y capataces en la Semana Mayor porteña) se traducía en una intensa interpretación de sus saetas, al estilo arqueño, como le había enseñado su padre, prematuramente fallecido.  Mercedes, que durante muchos Viernes Santos cantó por promesa a su Cristo, el Cristo de la Expiración jerezano, recordaba siempre con cariño que cantó a la Virgen de Gracia y Esperanza, la titular de la Oración en el Huerto, en su primera salida, cuando pasaba por la calle Jesús de los Milagros. El Nazareno o Jesús de los Afligidos fueron otras de las imágenes a las que rezó Mercedes con su sello saetero.

mercedesalvarado_joven_puertosantamariaEntre los años 80 y 90, formando parte de la peña El Chumi, Mercedes intervino en diversos recitales organizados por la veterana entidad flamenca.
Vecina durante muchos años en el barrio de Palmar de la Victoria, su voz nos dejó hace año y medio, apenas unos años después de que fallecieran su marido y su hija, María, hechos que le rompieron el corazón. Para su familia es como si todos estuvieran aquí, compartiendo la alegría que caracterizaba a Mercedes. (En la imagen, Mercedes Alvarado en 1954, con 20 años, poco antes de llegar a El Puerto).

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diegoanguloiniguez_puertosantamariaDe los devotos y enamorados de esta Ciudad de El Gran Puerto de Santa María, debo traer hoy aquí a don Diego Angulo Iñiguez. ¿Quién no ha estudiado en su “Manual de Historia del Arte”, en dos tomos? Pues sencillamente el que no haya estudiado Historia del Arte, pero era texto obligatorio en Escuelas de Arquitectura, en Facultades de Bellas Artes, en Facultades de Filosofía, y en cualquier centro donde se cursara algo relativo a las artes.

Don Diego Angulo, Catedrático de Historia del Arte, Director que fue del Museo del Prado, Director de la Academia de la Historia, Académico de la de Bellas Artes de San Fernando, etc. etc., el especialista más notable de Murillo, en el verano en que yo cumplí quince años comenzó a hablarme de Vd. con la excusa de que yo ya era bachiller. El tratamiento, pese a mis múltiples requerimientos, no me lo apeó nunca. Así que todos los veranos, cuando venía a casa de mis padres, me usteaba, mientras yo, por mandato paterno, lo acompañaba a todos sitios. Así pude ver cosas que poca gente ha visto, mientras ayudaba a Don Diego a medir, a pesar, a reseñar, objetos artísticos, cuadros, esculturas, edificios, artesonados, etc., etc. para su Catálogo Histórico-Artístico de Andalucía que dejó muy terminado, pero sin acabar.

diegoangulo_manual_puertosantamariaCuando saqué mi carnet de conducir, me convertí en su chofer y seguí llevándolo a donde quiso, mientras yo me iba empapando de la riqueza artística de Andalucía. (En la imagen de la izquierda, tres ilustraciones del Manual de Historia del Arte" de D. Diego Angulo).

EL SEÑOR AL QUE NO LE GUSTABA EL POLLO.
Cuando murió mi padre, en 1977, Don Diego siguió frecuentando mi casa y proseguimos la misma labor. Pero es el caso que, mientras yo seguía siendo tratado de Vd., Don Diego Angulo se convirtió --y él nunca lo supo--, por un chiste que contaron a mis hijas en el colegio, en "el Sr. al que no le gusta el pollo". En cuanto aparecía por mi casa, mis hijas decían: “Papá, ahí está el Señor al que no le gusta el pollo” Y yo ya sabía que había comenzado el veraneo de Don Diego.

murillo_diegoangulo_sevillaA mis hijas le contaron este chiste y fue suficiente para que lo relacionaran: Se trataba de un banquete en que era preciso repartir un pollo guisado en pepitoria y el que lo repartía decidió adjudicar cada parte del animal a un comensal según su nombre: "Bengala, para ti las alas; Lechuga, para ti la pechuga; Cantueso, para ti el pescuezo; Paullata, para ti las patas; Angulo, para ti..." Y Angulo, viéndolas venir, dijo que no le gustaba el pollo. La verdad es que yo le reñía a mis hijas con la boquita cerrada aquella maldad para con el maestro, a quien seguía respetando y venerando. Don Diego me dedicó de su mano el "Murillo", "La arquitectura mudéjar sevillana", su "Manual" famoso e infinidad de separatas que conservo con verdadero cariño. (En la imagen superior, la portada del ejemplar de 'Murillo' y en la imagen inferior, la dedicatoria que realizó de dicho ejemplar al autor de este reportaje).

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"A D. Luis Suárez, deseándole muchos éxitos en sus empresas culturales en favor del Puerto de Santa María. Diego Angulo Íñiguez". Dedicatoria del "Murillo"

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Instalaciones del desaparecido Hotel Meliá Caballo Blanco, donde Don Diego Angulo pasaba una temporada todos los veranos.

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Lienzos de muralla almohadillada del yacimiento arqueológico de Doña Blanca

DOÑA BLANCA Y EL CABALLO BLANCO.
Particular interés tenía don Diego por cómo iban apareciendo materiales en el yacimiento de Doña Blanca y, en la ultima visita que hicimos, el Profesor Ruiz Mata estaba  excavando y salieron los impresionantes lienzos de muralla almohadillada, lo que le produjo una gran alegría. Pero al día siguiente, estando conmigo, Don Diego se puso a morir. Juan Luis Ortega Rosillo, [ya desaparecido] entonces Director del Hotel Caballo Blanco y yo mismo, tuvimos que llevar a Don Diego, desde El Puerto a la Clínica de la Cruz Roja de Sevilla, donde fue asistido por su amigo el Dr. Eloy Domínquez Rodiño. En sus últimos días, postrado en la cama, moribundo, me preguntaba, interesado, por la muralla de Doña Blanca y yo, exagerando y por darle alguna alegría le decía: "Don Diego, lo de Micenas y Tirinto, una porquería, al lado de la muralla de Doña Blanca". Y se reía y nos reíamos.

UN ENTIERRO COMO EL DE MURILLO.
Dejó dicho que su entierro y funeral fueran como los de Murillo. Y así lo organizamos, en la Santa Caridad de Sevilla, con el muñidor, el crucero, los faroleros, los doce pobres con hachones, la tumbilla con los porteadores, todos vestidos con hopas azules y tocados con sombreros negros y borlas de seda, a más de muchos curas y frailes, capilla de música y sochantres. Tal como Murillo. (Textos: Luis Suárez Ávila).

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Hermanos de la Santa Caridad a su paso por el empedrado que lleva a la Iglesia de San Jorge, llevando la tumbilla cubierta por el paño fúnebre de dicha Hermandad. Recibido de hermano de la Caridad poco antes de su muerte, fue enterrado con el rito de la Santa Hermandad del Venerable Mañara.

El ABC de Sevilla recogía la siguiente información sobre el entierro: «Al funeral acudieron sus discípulos, amigos y compañeros académicos, entre los que se encontraban Jesús Aguirre, duque de Alba; el teniende alcalde Manuel Fernández Floranes; el director del Museo del Prado, Alfonso Pérez Sánchez, y el presidente de la Academia de Bellas Artes, José Hernández Díaz, que acompañaron a la viuda, doña Pilar Romero Galé, hasta el panteón familiar del cementerio de San Fernando donde fue enterrado el primer especialista mundial en Murillo. Don Diego Angulo residía habitualmente en Madrid, desde donde se trasladó hasta El Puerto de Santa María --lugar de su veranero habitual-- el pasado verano en compañía de su esposa para pasar las vacaciones.  El 10 de agosto de 1986, el profesor fue trasladado a Sevilla, donde empeoró, falleció y fue enterrado el 9 de octubre del mismo año».

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En la cena de gala que se ofreció a las aspirantes a Miss España, estuvieron presentes, entro otros Julio Iglesias (a la izquierda) que formaba parte del jurado y el porteño Tomás Terry (a la derecha).

El 24 de Septiembre de 1970, Juan de la Lastra y Terry escribía en el ABC de Sevilla que «el Puerto de Santa María se está engalanando para homenajear a las guapas que concurrirán en Cádiz con el título de Miss España. Homenajearlas. Son seis casas vinateras, Osborne, Fernando A. de Terry, Luis Caballero, Carlos y Javier de Terry, Miguel M. Gómez y Duff Gordon quienes, en definitiva colaboran con el Ayuntamiento portuense en lo que va a ser esplendorosa antesala de la gran final de Cádiz».

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En primer plano, las aspirantes a Miss España, detrás las cabeceras de las botas con las marcas de las bodegas participantes.

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Otra imagen con las 24 aspirantes a Miss España y Miss España 1969 y a su vez Miss Europa, Noelia Alfonso, todas juntas, en una kilométrica mesa.

Efectivamente en El Puerto se celebró en 1970 una gran fiesta en las instalaciones del Club “El Buzo” de Vistahermosa con recepción previa en el Castillo de San Marcos, formando parte del “circo promocional” de la elección de Miss España que en 1970 se celebraba en la capital de Cádiz. El Puerto jugó su papel y supo estar a la altura de las circunstancias. La prensa de la época y las revistas cardíacas así lo atestiguaron, por medio de los representantes de radio, prensa y televisión. Aquello supuso un revulsivo para la promoción turística de El Puerto, y al principio de los setenta se acuñaría el lema de “Ciudad de Historia y Turismo” que supuso un fuerte empujón para el desarrollo de dicha actividad económica y social, en nuestra Ciudad.

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Las guapas entrando en el Castillo de San Marcos, donde eran escoltadas por la Guardia Municipal, con uniforme de gala. Procedían de Sevilla de visitar la fábrica de cervezas Estrella del Sur.

En 1970 acabaría resultando elegida Miss España María García García, por nombre artístico Bárbara Rey. Aunque realmente fue elegida primera dama (representando a Madrid) y acabaría recibiendo el título como segunda opción porque la elegida, la chiclanera Fina Román renunció al título para casarse. En el certamen de Miss Mundo, celebrado también en 1970, Bárbara quedo semifinalista e, igualmente semifinalista en Miss Internacional 1971.

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A la izquierda, la representante de Madrid, Bárbara Rey -en su carnet María García García-, quien resultaría elegida Primera Dama y luego Miss, por la renuncia de la titular. A su lado Sara Montiel, en el Castillo de San Marcos.

Al parecer, y sin conocer en profundidad el sucedido, un travestido de la época participó en el certamen y fueron varios los munícipes que, sin advertirlo, estuvieron bailando con él. Cuando se descubrió el pastel, hubo comentarios para todos los gustos.

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El periodista gaditano De la Viesca, el alcalde en 1970, Juan Melgarejo Osborne y el Director del Certamen de Miss España, Paco Amores.

La primera Miss España fue Carmen Cervera en 1961, antes de esa fecha se había realizado el certamen con mas o menos continuidad, pero el título no era el de Miss, sino el de Señorita de España. De 1936 a 1959 no se realizó el concurso debido a razones evidentes relativas a la “moral y las buenas costumbres”: el régimen político de la época no quiso que se celebrara. (Fotos: Archivo Municipal).

Más información de la estancia de las Misses en Cádiz y la elección, en la página hermana Gente de Cádiz.

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En la imagen tomada delante del Bar Santa María, en el Parque Calderón y de izquierda a derecha, Leopoldo Jiménez Ruiz “Polo”, Jaimen Gutiérrez Perea, Miguel Roselló Tarrio, Vicente Gutiérrez de la Rosa, Toto Zaragoza y su hermano Pepín Zaragoza. Década de los sesenta del siglo pasado. (Foto Cuellar. Colección VGR)

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La calle Luna y la Ribera del Marisco, a la derecha el Parque Calderón sin el Kiosko del Bar Santa María. (Foto Colección Mata)

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El mismo sitio, en 2002, con la instalación del Kiosko. (Foto Mata).

"En noviembre de 1948, Angel Lozano García, una vez que finalizó el contrato de arrendamiento que tenía suscrito con Guillero Rivas, propietario del Bar Buenavista, solicitó al Ayuntamiento construir en un terreno de 68 metros cuadrados situado dentro del Parque Calderón y esquina a la Plaza de las Galeras, un nuevo bar. Y así fue. Con un bello y acertado diseño de Francisco Ameneiro, el arquitecto Fernando de la Cuadra concluyó la obra a mediados de 1949" Enrique Pérez Fernández. Bares y Tabernas con Solera.

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joselopeznavarrete_tiriri_puertosantamariaJosé López Navarrete, “el Tiriri” nació en nuestra Ciudad el 1 de abril de 1918. Hijo de Antonio y Milagros, fue bautizado como José Joaquín de la Santa Trinidad. Su madre, Milagros, fallece en 1922, cuando José tiene 4 años, quedando solo con su hermano mayor, Antonio, y su padre, del que tampoco disfrutaría muchos años, ya que al poco tiempo falleció, quedando los niños al cuidado de su tía, Carmelita General, y de Ana, que en el futuro sería su suegra. (En la imagen, Tiriri, en una instantánea de finales de la década de los sesenta del siglo pasado).

Su vida infantil y juvenil resultó ser muy breve. A la edad de 5 años ya merodeaba por el muelle pesquero, y a los 7 años se empezó a fraguar su futuro entorno a la pesca, donde se buscaría la vida. Todo esto lo compaginaba con unos estudios que le proporcionaron saber leer, tener una estupenda escritura y los conocimientos que le facilitaron obtener un nombramiento profesional. Creemos que no fue hasta los 12 años de edad cuando embarca como marinero, pero será cuatro años después cuando consta por primera vez en la cartilla de embarque.

LA PRIMERA CARTILLA DE EMBARQUE.
La vida laboral de José está bastante bien documentada, al menos con respecto a su relación con el mar. Por las cartillas de embarque sabemos los nombres de los barcos y la fecha que estuvo embarcado. En la primera de estas cartillas sabemos que la obtuvo en 1932, con la edad de 14 años, aunque no consta su primer embarque hasta 1934, cuando ya había cumplido los 16.

lopeznavarrete_tiriri_2_puertosantamariaRespecto a la relación laboral que mantiene en las embarcaciones, sabemos que son generalmente cortas, cambiando constantemente de barco. Repite en varios de ellos muchos años después, incluso en algún barco se enrola 22 años después de haberlo hecho la primera vez, como es el caso del “Victoria”, pero no el único de los 85 barcos en los que estuvo embarcado. (En la imagen 'Tiriri' a comienzos de la década de 1940).

LA GUERRA CIVIL.
Durante la Guerra Civil Española, y más concretamente el 24 de octubre de 1936, José desembarca, según consta en una nota de la 1ª cartilla, “Por ser delegado de La Naval” -aun no sabemos a que se refiere esta nota. Es enviado al frente de guerra, donde resulta herido en la sien izquierda -le roza una bala- y en la pierna, donde le hieren restos de metralla. Permanece en el frente hasta el 1 de enero del año 1938, cuando por su quinta, “ingresa en la situación activa de la Armada”, como también consta en la 1ª y 2ª cartilla (imagen inferior).

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Sabemos que realizó la instrucción militar, al menos durante siete meses, en el Buque Escuela Juan Sebastián Elcano, aunque desgraciadamente no hemos localizado documentación alguna ya que, al parecer, parte del archivo histórico de este buque se perdió en un incendio.

DE VUELTA A LA VIDA CIVIL.

De nuevo vuelve a aparecer José, en un asiento en la cartilla 1ª, el 12 de septiembre de 1938, como Marinero, aunque no había acabado la guerra. José ya no está en ella desde primeros de este mismo año. A partir de entonces, parece que comienza su formación, lo que mejorará sensiblemente en su nivel laboral. Durante su embarque en el “Natividad”, que se produce por primera vez el 15 de junio de 1939, la plaza que ocupa es de marinero, pasando rápidamente a Ayudante Motorista.

lopeznavarrete_tiriri4_puertosantamaria85 BARCOS Y 136 EMBARQUES.
Según consta en los registros de las cartillas, fueron 136 las ocasiones en las que embarcó, y otras tantas las que desembarcó y, como se ha comentado anteriormente, fueron 85 los barcos en los que realizó su labor el “Tiriri”,  siendo muy distintas las plazas que ocupa. Los motivos en los cambios de embarcaciones son muy diferentes, pero en su mayoría lo fueron por su propia voluntad. Lo cierto es que no estuvo mucho tiempo en un mismo barco, aunque en el “Paco Nuis” estuvo de 2º Mecánico casi dos años seguidos, del 9 de mayo de 1951 al 16 de marzo de 1953. Durante la construcción de la base Hispano-Americana de Rota, José probó a trabajar cerca de tierra, y estuvo contratado para labores realizadas con maquinaria pesada. No tenemos constancia de cuándo y de cuánto tiempo duró esta aventura, pero no debió ser mucho. Según los datos de embarque y la época de construcción de la base, debió tener lugar entre finales de 1957 y principios de 1958, periodo de 5 meses en los que no estuvo embarcado. (En el cuadro adjunto, relación de oficios desempeñados y motivos por los que desembarcó).

milagrosamadorperez_puertosantamariaLA FAMILIA DE JOSÉ
Se casó “el Tiriri” cuando tenía 22 años, el día 13 de febrero de 1941, con Milagros Amador Pérez, natural de El Puerto de Santa María. Tenía Milagros 20 años (fotografía de la izquierda a principios de 1940). A partir de entonces, las vecinas conocían a Milagros por “La Pescadera”, ya que la parte del rancho que le pertenecía al “Tiriri” como marinero, no sólo servía para mejorar algunas comidas durante unos días, si no que además, la parte que no se podía conservar se la daba a los vecinos.

Tuvo siete hijos con Milagros. El último, José Joaquín, en 1959. Ninguno quiso o pudo ser marinero. Antonio, el mayor de los varones, hizo el intento en el verano de 1961, en un barco que pescaba durante 3 o 4 días, el “Paquita Marti”, con tan mala fortuna que en el primer viaje, a la vuelta, el barco embarrancó en la Bahía de Cádiz, y más concretamente a la entrada del río Guadalete, donde se formaba una barra. Una fuerte “levantera” los condujo hasta allí, lo que motivó una rápida intervención de barcos de Obras de Puerto dirigidos por el ingeniero, no produciéndose ninguna baja. Antonio, que con 11 años iba de forma ilegal, pues había que tener 14 años para poder embarcar, se salvó de cometer infracción alguna. Su sueldo consistió en un Cuartón, un cuarto de la parte de un marinero. De vuelta a su casa, no volvería a salir nunca más a la mar, aunque continuó ayudando en algunas faenas en el muelle.

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Pescado seco.

No fue fácil la vida de este marino. Durante muchos años, excepto los tres últimos, ya estando enfermo, tenía una dependencia absoluta del alcohol. La economía funcionaba gracias a que antes de partir a alta mar, a echar el turno, los armadores ofrecían a los contratados la posibilidad de recibir un anticipo, que se le restaba del sueldo al cobrarlo, acción que se llamaba safar. En la parte del pescado capturado que pertenecía al marinero, entraba alguna de la pesca que durante el periodo de embarque realizaba el propio pescador, para uso propio, y que durante la travesía secaba al sol o salaba. Así hemos podido comer salado o seco, atún, bonito, pulpo, safio, marrajo, tapaculo y voladores (en la imagen inferior). Cuando era una cantidad importante, se colgaban con los alfileres de los tendederos del patio, al que llamábamos corral.

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El corral donde se ponían a secar los pescados, colgados en los tendederos.

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Viviendas de la Barriada del 18 de Julio, construida en las huertas próximas a la Plaza de Toros.

EL CORRAL.
El corral era el patio que pertenecía a la casa que el Ayuntamiento, a través del Estado, construyó en las huertas próximas a la Plaza de Toros de El Puerto de Santa María; casa que en principio (1956) alquilaron y después vendieron al matrimonio López, que lo había solicitado desde hacía bastante tiempo. Al barrio le llamaron “18 de julio”, y en la calle D nº 11 vivían José, Milagros y su familia. Casas adosadas, amplias y de una sola planta, patio, tres habitaciones, cocina, cuarto de baño y salón. Un palacio respecto a los cuartos que tenían alquilados en una casa de vecinos en la Plaza Juan de Austria “Casa la Lenga”. Situada en una esquina del barrio, la casa del “18 de julio” lindaba con el campo, aunque con el tiempo quedó inmersa en el entramado urbano, y cuando los vecinos de más edad la abandonaron, incluida la familia del “Tiriri”, el barrio pasó sus peores momentos, siendo derribado y construido uno nuevo.

huesodecorvina_puertosantamariaAMULETOS DE CORVINA.

Uno de los ritos o creencias marineras de José consistía en llevar en los bolsillos de los pantalones unos huesecillos que, misteriosamente, le quitaba, según el marinero, el dolor de cabeza que tenía a menudo. Con el tiempo, hemos estudiado estos huesos que pertenecen a otolitos que lleva en la cabeza la corvina, un pez muy relacionado con el Golfo de Cádiz. Esta tradición de llevar amuletos es muy antigua; en excavaciones de tumbas gaditanas de época fenicia han aparecido los restos óseos del difunto, con un hueso de corvina alrededor. (En la imagen, un otolito o hueso de corvina, engarzado para colgante con la Cruz de Caravaca).

gaviota_argentea_puertosantamariaUNA GAVIOTA POR MASCOTA.
La historia que vamos a contar, si uno en persona no lo hubiese vivido, seguro que sería difícil de creer. José López Navarrete “Tiriri” había criado una gaviota Argentea -no sabemos bien si desde que era una cría o que se enredó en algún arte del barco- a la que llamó “Juanillo”. La cuestión es que el pájaro seguía al “Tiriri” allá donde éste iba, incluido los viajes a las áreas pesqueras, la más sonada, la del "Moro", zona geográfica que comprende la banda atlántica de Marruecos y el norte de las islas Canarias.
Aquél pájaro, “Juanillo”, comía junto a José, y en su mismo plato. Lo curioso era ver cómo el animal, cuando escuchaba a Milagros poner los platos, era el primero en acudir a la mesa. No se dejaba tocar por nadie excepto por José. Le seguía por el pasillo o la calle andando tras él, igual que un perrito. Muchas de las veces se posaba en los hombros del marinero y, cuando alguien se acercaba, echaba a volar. Cuando el marino entraba en las tascas o bares, se quedaba fuera, sobre una cornisa, para seguirlo de nuevo a la salida.

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Pesquero entrando en la Bahía de Cádiz.

HUNDIMIENTO DEL “JOSÉ MIGUEL PERLES”
Hay una historia real que trata de la relación entre el marinero y el ave. El día 10 de mayo de 1969, el barco pesquero “José Miguel Perles” se hunde en las aguas de La Guera, en la Guinea Española. Durante algunos días los familiares no tienen claro qué ha ocurrido con la tripulación. Durante esos días la gaviota “Juanillo” apareció por los techos y el patio de la casa de José y Milagros. En cuanto la vio, Milagros supo que a su marido no le había ocurrido nada. Efectivamente, al poco tiempo se le comunicó la localización de su marido y, en pocos días, José estaba en su casa. Desgraciadamente “Juanillo” murió atropellado por uno de los pocos vehículos que había en la ciudad. Le atropelló en una calle junto al muelle pesquero de entonces, cuando seguía al “Tiriri”. En los años finales de su vida crió otro pájaro, en este caso un canario, al  que llamó “El Cordobés”.

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Tiriri y un amigo de la familia, en una instantánea tomada a principio de los 70 del siglo pasado.

ÚLTIMA ANOTACIÓN EN SU CARTILLA.
Sin duda la anotación más importante en la vida de José fue la del 3 de abril de 1974: En la 4ª cartilla consta cómo es desembarcado en Tarifa (Cádiz) por enfermedad. Ésta sería la ultima anotación, pues no volvería a embarcar. Una enfermedad que le duró hasta su fallecimiento, el 11 de enero de 1977. Casi tres años que pasó en tierra junto a su familia, el mayor periodo junto a ellos. Hoy sus cenizas descansan, junto a las de su esposa, en las aguas que tanto adoró: la Bahía de Cádiz.

VIDA DE UN MARINERO.
Excepción hecha de los grandes personajes de la Historia, la mayoría de los relatos de vidas que son contadas nos llegan a través de la documentación  escrita, generalmente generada según el poder adquisitivo del que ha disfrutado en vida y que queda reflejada en los archivos. Rastrear la vida de alguien que sólo ha desempeñado su oficio, sin hechos destacables ni posesiones resulta algo más complicado, aunque no imposible. En el caso de un marinero, sí se acumula suficiente información como para saber muchas cosas de su vida, y ello gracias a los registros del Instituto Social de la Marina y de la Marina Mercante, entre otros. (Textos: Juan José López Amador).

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En los años 50 yo tenía ocho o nueve años y mi abuelo tres burros y un arriero llamado el Paquiro, el cual llevaba los burros a la playa para cargarlos de arena, la cual se vendía a la calería. Todas las semanas mi abuelo le vendía unos cuantos metros cúbicos de arena y la calería la vendía para la construcción. Yo aprovechaba todas las coyunturas posibles para irme a la playa con los burros y el Paquiro.
De los tres burros que iban a la playa el de delante se llamaba Liviano, era el más listo, el más ligerillo, el más vivaracho y el más apuesto, ¡lo que sabía Liviano!. Lo que me quería a mi y yo a él. Cuando veníamos de la playa cargados de arena yo me ponía delante de él y este dejaba caer sus hocicos sobre mi hombro, a la altura de mi oreja, para que yo escuchara sus resoplidos y entre los dos les marcábamos el paso a los demás.? A la ida para la playa, Liviano iba descargado y sin peso, pero como yo lo quería tanto, cogido del bozal le llevaba andando. Pero cuando llevábamos un buen trecho yo me cansaba y entonces le decía a Paquiro que me montase en el lomo de Liviano. Cuando Liviano sentía que yo estaba sentado sobre él se le cambiaban los andares. Del paso monótono y cansino pasaba a un braceo chulesco y altanero, engallaba el pescuezo, estiraba las orejas y levantaba el rabo para tirarse dos pedos trompeteros y a renglón seguido sonaba la voz del Paquiro: «--¡Liviano, con las pamplinas!». Estos actos estaban marcados como un reloj. Montarme yo, los dos pedos de Liviano y la voz del Paquiro. Estábamos tan acostumbrados a esta trilogía que una vez me monté sin llamar a nadie, sonaron los pedos de Liviano y al no escuchar la voz del Paquiro, los dos volvimos la cabeza extrañados buscando al arriero y él venía distraído con el último burro.
Un día por el callejón estrechito de Jesús Cautivo, íbamos mi abuelo y yo camino a casa, él iba hablando fuerte y no sé si lo hacía para que yo me enterara o estaba pensando en voz alta: «--A Liviano voy a tener que venderlo. El señorito Don Juan se ha enamorado de él y se lo voy a tener que vender. Le he dicho que no lo vendo y él me ha contestado que le ponga precio, que me lo puede pagar como un borrico, como un potro o como un pura sangre inglés. Así es que no voy a tener mas remedio que vendérselo. Aunque por otro lado estoy contento porque sé que estará en buenas manos, Don Juan le cuidará como es costumbre en él».
A los dos o tres días por la mañana me dijo mi abuelo que me arreglara para ir al trato con Liviano. Yo mas que arreglarme me peiné el flequillo, y los dos juntos nos fuimos para la posada de la fruta que está enfrente de mi casa, junto a la barbería y la tienda Rueda.

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Parroquianos en la tienda de Rueda, con nótula propia en Gente del Puerto núm. 308.

Sacamos a Liviano de la cuadra y nos pusimos en la puerta de la tienda Rueda donde nos estaba esperando Don Juan. Los dos hombres se saludan, charlan, miran el borrico y se meten dentro de la tienda, se beben una chiquita (copa de vino) y salen para ver el borrico. Don Juan se acerca al cuello, lo palmea y le toca el pelo. Mi abuelo se queda en los cuartos traseros acariciándole la culata. Don Juan dice un precio y mi abuelo otro. Los dos hombres se meten en la tienda y otra chiquita. Al rato salen los dos más contentos y sonrientes. Don Juan para la cara del burro y mi abuelo para la culata. Don Juan le abre la boca a Liviano y le mira los dientes. Como ha quedado contento con lo que ha visto le da una palmadita en el cuello. Mi abuelo sin moverse de la culata no hace mas que acariciarle los cuartos traseros y tiene su explicación.

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Arrieros con sus burros en la Playa de La Puntilla.

Todos los meses viene a El Puerto un pelador de borricos y los pela a todos menos a Liviano. A este lo pela mi abuelo, él tiene unas tijerillas de pelar muy buenas por lo suave que es para adaptarse a lo que él quiere. Mi abuelo después de pelar a Liviano se esmera en hacerle unos dibujos arabescos en la culata, imitando a los mosaicos de la fábrica Pitman de Sevilla, formando unos cuadrados y círculos concéntricos los cuales dan vistosidad y es pura artesanía, de lo cual él se siente muy ufano.? Don Juan dejó de mirarle la boca y los dientes a Liviano y se fue junto a mi abuelo, los dos miraron los dibujos arabescos y hablaron de dinero. uno sube a más lo que ofrece y el otro baja a menos lo que pide, acercándose los dos al precio deseado.? «--¡Pero mire usted Don Juan, si es dócil y obediente como un perro faldero!», dijo esto mi abuelo dándole una palmada en los cuartos traseros levantándole el jopo y metiéndole la mano por los corbejones para tocarle la barriga.?Yo tenía la mano puesta en los hocicos de Liviano y cuando vi la operación de mi abuelo levantándole el rabo, me eché a temblar pensando: aquí se acabó el trato. Liviano se pegará sus dos pedos trompeteros y se quedará solo, de aquí nos vamos a tener que ir los tres. Pero no, Liviano era andaluz y filósofo como Séneca, así que adormeció su instinto burriquil para fortalecer su postura ferial.
Los dos hombres quedaron contentos. Subieron la oferta y bajaron el precio para llegar al acuerdo. Cuando el precio y la oferta coincidieron, los dos hombres alargaron el brazo y se estrecharon la mano, el trato estaba cerrado. Ese apretón de manos es un cheque al portador, vale más y es más serio que la firma del Banco de España, la honra de los dos hombres está sellada en sus manos.? Don Juan recoge el burro, mi abuelo y yo en la puerta de Rueda vemos como los dos se van alejando. Mi abuelo feliz por el precio alcanzado. Don Juan contento por la joya comprada.

salvadorcortes_chigui_2_puertosantamariaPero el más feliz es Liviano, pavoneándose como una bailarina de cabaret. Camina en busca de nuevas aventuras, con el cambio de vida alcanzará nuevos horizontes.? Cuando se han alejado un trecho, Don Juan se para y le dice a mi abuelo: "--Diego …". Mi abuelo le responde. En ese momento vuelve la cabeza Liviano y me mira, yo le miro a él y los dos salimos llorando. (Textos: Salvador Cortés  Nuñez “El Chigüi). Nótula propia núm 307. en Gente del Puerto.

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lalotetejadapeluffo_puertosantamariaLalo Tejada era entrañable. Lalo Tejada Peluffo, amiga de mi madre desde el colegio, hermana mayor de José Luis y madre de mi amigo de la niñez y de toda la vida, Juan Luis Bermúdez Tejada, –emulando a mi padre, que a nosotros y a nuestros amigos, los domingos, nos ponía a hacer comentarios de texto–, quiso aumentar nuestros conocimientos de francés. Y, en su casa de la “Granja de San Javier” y, luego, en la calle Cervantes, 1, nos daba clase. En el Colegio de San Estanislao, donde estábamos, el profesor de francés era Don Áureo Sanz Hernangil, al que Lalo le tenía cierta manía, porque, sostenía que Don Áureo tenía la pronunciación “du Midi”, vamos, “del Sur”, que era incorrecta; que había que tener la pronunciación de las personas distinguidas de París. Lalo, empeñada en que hasta respiráramos en francés, nos regaló a José Mari García Máiquez, a su hijo y a mí, unos misales de Lefebre, en latín-francés. El mío, lo conservo.?De los comentarios de texto que nos ponía mi padre recuerdo que, un día, leyó unos versos del Poema del Mío Cid entre los que estaban estos:

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Estas palabras dichas, la tienda es cogida.
Mío Çid e sus conpañas cavalgan tan aina.
La cara de su caballo tornó a Santa María,
Alçó su mano diestra, la cara se santigua.

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En la imagen, Lalote Bermúdez Tejada y Lalo Tejada Peluffo, hija y madre, respectivamente.

Mi padre había explicado los versos en castellano moderno para que los comprendiéramos. Pero, de pronto, se masticó la tragedia: “Lalote,  (hija de Lalo Tejada) –le preguntó mi padre– "¿--quién se santigua?”" Y Lalote le respondió: “--El caballo”. Mi padre perdió los papeles: “--Lalote, hija, ¿tú has visto alguna vez a un caballo santiguarse?” Y Lalote, por no dar su brazo a torcer, dijo: “--Don Luis, en la Granja de mi abuelo Félix, El Pili (el guarda) tiene un caballo que levanta las manos y, además, se arrodilla, porque es muy devoto”. Aquello terminó como la comedia de Ubrique.: “ --¡¡¡Lalo, Lalo, mira lo que dice tu hija…!!!” Pero Lalo, para colmo, le dijo que era verdad, que El Pili, en la Granja, tenía un caballo que levantaba las manos haciendo el paso español y que lo había enseñado a arrodillarse. (Textos: Luis Suárez Ávila).

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"Mi abuela Aurora, mi madre, mi tío Juan  y mi tía Aurora. Una tata, Pilar Casillas y Lola Blandino de negro, señorita de compañía, en la Playa de la Puntilla. Felices años 20 del siglo pasado." (Foto Colección LSA).

confesionarioHace cosa de dos años, estando yo en Roma, visité la Iglesia del Giesu, o sea, los  Jesuitas. En un confesionario de la derecha según se entra, estaba sentado un sacerdote anciano que llamó la atención. Sobre el confesionario había un letrero “P. Blandino,.”. Y es que el anciano sacerdote se parecía, era clavado,  a Lola Blandino. Tan es así que le pedí permiso para hacerle una foto [que no encuentra ahora]. El Padre Blandino accedió  y yo me quedé con su retrato para corroborar en El Puerto la identidad del parecido. Debe ser que los aires de familia no se pierden y que el origen italiano de Lola salía a relucir. Lola Blandino, nacida en el siglo XIX, finales, en El Puerto, era la imprescindible en mi casa. Y lo fue en casa de mi abuela Aurora, en casa de mi tía Aurora y en las de mis tías María Rosa y Carmen. Hay en los álbumes familiares multitud de fotos en que aparece Lola Blandino. Lo mismo está en los años 1920 en una excursión en burro a Fuentebravía, con mi madre, mi tia Aurora, mi tío Juan y las tías Terry del Cuvillo, en la Expo del 29...,  como en la Habana, cuando mi tía Aurora y mi tío Manolo se la llevaron para ser señorita de compañía de mis primas; o de paseo con nosotros, o en una corrida de toros en El Puerto, o en bautizos, en primeras comuniones... Lola Blandino era como de la casa. Frecuentaba mi casa y, después de haber vuelto de Cuba, se dedicaba a la costura y a hacernos babys “crecederos”, a sacarnos de paseo o simplemente a estar. Generalmente, se ponía en el cuarto de costura, sentada, con el tablero de cortar sobre las rodillas, y nosotros, cuando pasábamos por delante de ella, siempre le decíamos:

“Dolores, ¿Con qué te lavas la cara
que tanto te huele a flores?”

Y ella siempre respondía:

“Me lavo con agua clara
que Dios la manda del cielo”.

Lola cantaba con sones guajiros una coplilla que decía:

“La mujer que quiere a un chino
es que no tiene amor propio;
porque el chino fuma opio
y alborota a los vecinos”.

Y contaba la preciosa historia de “La mulata Corina”—“que orina”, decíamos nosotros--, o relataba los pormenores del ciclón que le cogió en la Habana, o las travesías en barco, o las fiestas en el Yacht Club... En El Puerto, Lola vivía en el entresuelo de una casa de la calle Ricardo Alcón  en compañía de su hermana Asunción y los dos hijos de ésta, Antonio y Maruja Muñoz Blandino. Antonio, su sobrino, hizo la mili en Artillería de Costa, en Cádiz, y yo no pude saber nunca, si cogió el traspaso del ropero del cuartel o qué. El caso es que no sé de dónde sacaría Lola tantas gorrillas cuarteleras de esas de borlón, con el emblema del arma de artillería, porque nos regalaba, de cuando en cuando, a nosotros unas cuantas, para jugar a los soldados.

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Fachada del Hospital Municipal San Juan de Dios, en el siglo pasado.

mantondemanilaCuando murió, al final de los 60 del siglo pasado, en el Hospital de San Juan de Dios, donde hubo que ingresarla, sus sobrinos, Antonio y Maruja, le trajeron a mi madre una enorme colección de fotografías familiares y el mantón de Manila de Lola; que había que verla con su mantón. Porque Lola tenía muy buena facha, aun de vieja; alta, delgada, muy derecha, de facciones muy agradables, siempre peinada igual, con algún parecido a la Señorita Rotermeyer, aunque siempre afable, bondadosa, con la misma prestancia romana que el Padre Blandino, S.J. que me asombró el parecido y el nombre, en Italia, hace cosa de dos años. (Textos: Luis Suárez Ávila).

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De izquierda a derecha: Tomás Osborne Mcpherson, bodeguero y aficionado a la caza y pesca; Antonio León Amo, director del Banco Hispano Americano (hoy Santader Central Hispano); Vicente Lizaso Sampelayo, dentista; Luis del Cuvillo Sancho, bodeguero; Eligio Pastor Nimo, químico de las bodegas Osborne; Antonio Cortés, médico; de pié Fernando Portillo Sharfhausen, consignatario de buques y promotor de las urbanizaciones El Manantial y Urbaluz, también fue presidente de la Diputación de Cádiz, diputado de UCD y en sus tiempos de presidente de la Caja de Ahorros de Cádiz, fundó la obra social y cultural de dicha entidad financiera, hoy integrada en Unicaja; y desconocido. Paseo por la Bahía de Cádiz a bordo del Adriano II.

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En la imagen los Vapores Adriano I, atracado y Adriano II.

El Vapor de El Puerto es es en realidad una motonave que une Cádiz con El Puerto, heredera de la tradición naval que comunicaba, desde la época de los fenicios a la capital Cádiz, entonces una isla, con la península y con lo que luego sería El Puerto. Con el paso de los años, se institucionalizó la creación de servicios estables. Entre las ciudades citadas ya en la época de los barcos de vapor, primero con el Cádiz, que explosionó en 1929 en el muelle portuense de las Galeras Reales, siendo sustituido por el Adriano I, motonave que vino desde y tras la Exposición Universal de Sevilla en 1929, en servicio hasta 1955, alternando con el Adriano II que se utilizó hasta 1982.

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En la imagen los Vapores Adriano III y Adriano II a la derecha.

El actual Adriano III data de 1955 y fue encargada a los astilleros de San Adrián en Vigo; realiza la travesía en unos 45 minutos. Premio a la Promoción Turística de El Puerto 1990  ha sido declarado por la Junta de Andalucía "Bien de Interés Cultural" en 1999. En el Vapor se rodaron películas como La Lola se va a los puertos, La Becerrada o Calle 54. Su imagen es el logotipo turístico de El Puerto de Santa María.

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Antiguo muelle de San Ignacio, donde atracarían los primeros vapores. Al fondo la Plaza de las Galeras Reales.

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María Merello Álvarez-Campana nació hace 85 años en la calle Luna40,  el 26 de julio de 1924, casa en la que viviría hasta los 26 años. Fueron 14 hermanos y entre el mayor y ella, que era la mas pequeña, existía más de una generación de diferencia, con lo que, curiosamente tiene sobrinos de más de 70 años. Por cierto que el desaparecido periodista Agustín Merello (nótula núm. 262) era su sobrino favorito y a su hermano Faly (nótula núm. 306), lo recuerda también con afecto pues ella fue su confidente.

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La familia Merello Álvarez-Campana, en 1930. De pie, Carmen, Pepa María, Agustín, Rafael, José Ignacio, Jesús e Isabel Merello  - con el tiempo, Vda. de Terry- con abanico. Sentados: Luis Merello, la madre Mari Pepa Álvarez Campana Rivera; los tres vestidos de marineros: Francisco, Estanislao y Serafín, Mila, nuestra protagonista, la mas pequeña María y el padre, Jesús Merello Gómez.

Vivían junto al Teatro Principal por lo que padecían las colas e incluso, los niños, a hurtadillas veían algunos espectáculos, sorteando la prohibición de los mayores, desde una ventana que, en la azotea, daba al Teatro.  Estudió interna en un buen colegio en Sevilla, como premio a su actitud con los estudios: el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús del Valle. Allí, curiosamente, se da otra paradoja, pues conoce -de verdad- a su hermana la segunda, monja de aquella congregación, con la que se llevaba algo más de 20 años de diferencia. Lejos de tener facilidades, la monja apretaba a María para que, sin tener privilegios, destacase. Eran muy estrictos. «--Allí trataron de educarme; no se si lo consiguieron. Creo que sí», afirma con una sonrisa que casi siempre permanece en su cara.

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El Teatro Principal y, a continuación, la casa donde nació y vivió María Merello, hoy destruida y sede de un banco.

JUGANDO A FINALES DE LOS AÑOS VEINTE.
De pequeña jugaba a todo, con la particularidad de que la estricta educación de la época impedía que niños y niñas jugaran juntos. Si alguna vez jugaban juntos en el jardín de la casa de la calle Luna,  (aquel jardín donde el sobrino de María, Faly Merello plantó una perra chica, a ver si crecía dinero y para sorpresa suya, con el tiempo se instaló allí un banco: El Banesto)  la voz de la madre organizaba a los niños con los niños y las niñas con las niñas, aunque sus hermanos inmediatamente anteriores eran varones. Bailar el trompo con la guita, montar en bicicleta, juegos de bolindres de barro, jugar con zancos hechos de madera, ...

ignaciovaldessancho_puertosantamariaMaría se casa en 1950 con Ignacio Valdés Sancho, hermano de Joaquín, fundador y director de la Revista 'Diez Minutos'. Aunque nacido en Sevilla, su familia materna y su propia madre era de El Puerto, emparentado con el bodeguero Hipólito Sancho García, padre del historiador Hipólito Sancho de Sopranis. Vivieron, a partir de entonces, en la planta baja de una casa de la calle Pagador, 16., donde tendrían de vecino a alguien que, con el tiempo, alcanzaría justa fama de escritor. Tuvieron siete hijos: Francisco de Paula (+), María, Berta (+), Ignacio (Director de Arte de Diario de Cádiz), Fernando, Berta y Jesús.  (En la imagen Ignacio Valdés Sancho).

EDUARDO MENDICUTTI
En aquella casa vivían en la planta baja y en el primero tuvieron a un vecino que hoy es un prestigioso escritor y columnista: Eduardo Mendicutti, con nótula propia en Gente del Puerto núm. 065; a su padre lo habían destinado a El Puerto como químico de la Fábrica de Botellas. Ya iniciada la década de los cincuenta del siglo pasado, María entretenía a sus hijos mayores: Francisco y María, a sus sobrinos Ignacio y Carlos Merello del Cuvillo y a Eduardo Medicutti con cuentos, rimas y juegos. Eduardo pedía permiso y bajaba a escuchar las narraciones de “Tía María” como la llamaba.

eduardo_mendicutti_puertosantamaria¿Acaso fue ese el origen literario del escritor? Veamos que dice propio Mendicutti: «Siempre cuento que mis precoces, bochornosos y --en su momento-- celebradísimos inicios literarios tuvieron que ver con Rafael Alberti, aunque es verdad que de un modo tan indirecto que a lo mejor más de uno piensa que eso es coger el rábano por las hojas.  El caso es que, cuando yo tenía 6 o 7 años y vivía en El Puerto, una vecina nuestra, María Merello, prima hermana de Alberti, nos contaba a sus hijos y a mí y mis hermanos, sobro todo en las tardes de lluvia, unos cuentos fascinantes que no he vuelto a leer o a oír en ninguna parte: al cabo de muchos años, María Merello me reveló que eran cuentos que ella había oído en su casa y que seguramente acabarán perdiéndose porque nadie los ha escrito nunca. Bueno, yo una vez escribí uno. Quiero decir que, un buen día, arranqué unas páginas de un cuaderno escolar, las doblé por la mitad y las cosí por el canto con un hilo, para fabricar un libro, y allí escribí una historia cuyo encanto al parecer no conseguí estropear del todo con mi, por lo demás, comprensible torpeza. Cuando los mayores de la casa leyeron el cuentecito cayeron todos en trance: «--Este niño va a ser un Pemá», repetían una y otra vez, arrebatados de admiración. Pero María Merello, en un momento en el que estábamos los dos a solas, con una sonrisa entre cómplice y pícara, me dijo: «--Al principio, todos los escritores se inspiran en otros, ¿verdad?». Porque ella sabía que aquel cuentecito estaba calcado de uno de los que ella nos contaba, pero no me delató. De haberlo hecho, y por culpa de la vergüenza, seguro que yo no habría vuelto a escribir jamás una sola palabra. No lo hizo, María Merello no le contó la verdad a nadie, y  eso me ayudó, como ninguna otra cosa en la vida, entonces y en el discurrir del tiempo, a descubrir el encanto, el desafío, el dolor, la alegría y el compromiso de la escritura. Solo puedo decir que siempre que se me ocurre preguntarme por qué demonios escribo, recuerdo aquellas tardes lluviosas de El Puerto, la voz levemente afónica y el acento delicado de María Merello, aquellos cuentos fascinantes que nos contaba, y hay en todo eso un eco misterioso y seductor de los versos de Alberti, un parentesco raro y enigmático que me permite evocar el feliz descubrimiento de la escritura y llena de sentido y necesidad el sinuoso empeño de escribir».

vespa_1955_puertosantamariaUNA MUJER EN VESPA.
En los cincuenta del siglo pasado, María también era popular porque era la primera mujer que viajaba en una moto Vespa, expresamente traída de Italia, de color verde claro. A finales de la década, en 1959 se van a vivir a Cádiz, ya que la profesión de marino mercante de su esposo lo requería, por su vinculación con CAMPSA, donde fue una persona muy querida. A su jubilación vuelven a El Puerto, a Las Viñas, a la calle Lagar, y con la desaparición de Ignacio Valdés, en abril de 2002,  cambia de nuevo de casa a su vivienda actual en la Costa Noroeste de El Puerto, donde recibe visitas de sobrinos y sobrinos nietos, además de las de sus hijos.

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En la imagen celebración de las Bodas de Oro de María Merello e Ignacio Valdés, celebradas en el año 2000. La fotografía está tomada en las escaleras del altar mayor de la Iglesia Mayor Prioral. Fila superior, de izquierda a derecha: Fernández, Raul, María, Jesús e Ignacio Valdés Merello; nuestra protagonista María Merello Álvarez Campana y su esposo Ignacio Valdés Sancho; Berta Valdés Merello, Maite Delgado Roig. El grupo de chicas jóvenes está compuesto por Berta Castro Valdés, Marta Valdés Delgado, Pía Muñoz Valdés, Lucía Valdés Delgado, Ana Muñoz Valdés y María Valdés Delgado. Volvemos a la izquierda de la imagen y, con el traje estampado, Ana María Osborne Gordon; en el primer escalón, de izquierda a derecha, Pepa Martín Salvador, José Muñoz Marrero, Margarita Parra Reguera,  y les siguen los niños Blanca e Ignacio Valdés Parra, Ana María Valdés Osborne, Teresa Valdés Delgado, Fernando Castro Abellan, y en el suelo Ricardo Castro Valdés y Fernando Valdés Osborne.

mariamerello_ac_manos_puertosantamariaCUENTOS, POESÍAS Y JUEGOS.
Como ya hemos señalado, María siempre destacó por su capacidad narrativa y de escenificación de cuentos y tradiciones populares y juegos de otra época. Y aún hoy sigue, con una memoria envidiable, cautivando a sus nietos y sobrinos nietos que se acercan a saludarla e incluso al autor de esta nótula, al que ha hecho una impagable representación de como dar vida a un ratón confeccionado con un pañuelo y un imperdible, como podemos ver en la fotografía adjunta. Practica la papiroflexia y, en general tiene habilidad para construir cosas con las manos. Independientemente de que Gente del Puerto tiene previsto recoger de su boca cuentos y poesías, hemos querido traer a esta página un par de poesías donde números y rimas, van de la mano. (En la imagen inferior, jugando a la 'gallinita ciega').

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Cuanto descansan...
Una hora duerme el gallo,
dos el caballo,
tres el santo,
cuatro el que no es tanto,
cinco el peregrino,
seis el teatino,
(clérigo regular de San Cayetano)
siete el estudiante,
ocho el caminante,
nueve el caballero,
diez el majadero,
once el muchacho y
doce el borracho.

Al carnero quieto.
Si bien María nos lo relata como poesía, en algunas partes se jugaban como una variante del “Salto del Múa”.

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Una es la rueda de la fortuna,
Tu y yo somos dos,
dos gorriones y un cipres, tres,
tres cuchillos y un planto, cuatro,
cuatro curas descalzos y un San Francisco, cinco,
cinco príncipes y un rey, seis,
seis sotanas y un bonete, siete,
siete carneros y uno mocho, ocho,
ocho borrachos y uno que no bebe, nueve,
nueve cántaros y  uno de miel, diez,
diez cántaros y uno de bronce, once,
once batatas y una berenjena, la docena.


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