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El periodista e historiador Francisco Andrés Gallardo no estuvo allí. Pero en una especie de ‘viaje al pasado’ nos cuenta en un a modo de crónica periodística, como se recibió en El Puerto la noticia en aquella Ciudad de Señorío, en 1479.

Por los servicios prestados a la Corona durante la guerra civil castellana, la reina Isabel eleva a duque a Luis de la Cerda, señor de Medinaceli y, por dicha cédula real, conde de El Puerto de Santa María.

Toledo, 31 de octubre de 1479.

Los Reyes Católicos acaban de conceder mediante una cédula real la elevación del rango nobiliario de Luis de la Cerda, que a partir de ahora ostentará el título de duque de Medinaceli y, por tanto, como señor de El Puerto de Santa María, pasa a ser conde de esta localidad andaluza. La reina castellana ha querido recompensar de forma especial los servicios prestados por este noble tanto en las guerras civiles que asolaron el reino, con la pugna de Isabel frente a Juana La Beltraneja, como la defensa y conquistas de los castellanos frente a las huestes del reino de Granada

Desde el entorno de Luis de la Cerda se asegura que habrá una respuesta agradecida por el noble, pese a que no mantiene una buena relación diplomática con los monarcas, como tampoco con buena parte de la nobleza del reino. De la Cerda, pese a sus amplias posesiones, prefiere centrar sus desvelos en la emprendedora localidad de El Puerto, convertida ahora en dignidad de condado, más que formar parte del círculo de la corte castellana. El señor portuense es el sexto heredero Luis de España y Leonor de Guzmán, fundadores de lo que se conoce como casa de la Cerda o de Medinaceli y que sumieron el señorío de El Puerto en 1306.

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Michelle Jenner y Rodolfo Sancho, los actores que han encarnado a los Reyes Católicos en la serie de televisión ‘Isabel’.

“Acatando que vos, conde de Medinaceli, desciende vuestro linaje de las casas de Castilla y Francia, es digna y justa cosa que la condición vuestra mereciesen según vuestros servicios”, resume la exposición de motivos de la cédula, reservándose las distinciones también para los herederos que sucediesen al nuevo duque en un futuro.

Mientras la localidad portuense vive con efervescencia el comercio marítimo con las localidades atlánticas y la costa africana, se están preparando tropas para intervenir en los dominios musulma- nes en la Península.
Luis de la Cerda, con la nueva dignidad ducal, deberá presumiblemente aportar mayor número de personal y material para las expediciones militares que están planeando los asesores de la reina Isabel.

/Texto: Francisco A. Gallardo.

Recordé en otra nótula, a propósito del excusado que está en el Parque Calderón, aquel otro que existió frente al Parque Calderón y a la calle Luja, el que cumplió su benéfico y reparador fin entre 1956 y 1977 (ver nótula 2.336 de Gente del Puerto). Y no es que uno –de momento- padezca de próstata y esté obsesionado con el asunto, pero servicios públicos como el de los urinarios también forman parte de lo cotidiano y de la historia de nuestra ciudad.

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Donde está el automóvil, el lugar que ocupó en los años 20 el urinario. Enfrente, el almacén de Obras del Puerto, ‘la Copa’ y la Fuente de las Galeras.

Por eso quería rememorar otros antiguos mingitorios del Parque. De dos que se emplazaron donde confluían el Vergel del Conde y el Parque Calderón, frente a la plaza de la Herrería, precisamente donde se encuentra el adefesio actual, sólo sé de su existencia por esta noticia que publicó la Revista Portuense el 6 de agosto de 1897, a los dos años de fundarse el Parque por obra y gracia del alcalde Severiano Ruiz Calderón: “¿No ha pasado usted sr. Alcalde para el Parque por el Vergel? Pues necesariamente habrá llegado a su olfato un olorcillo nada agradable que despiden los dos urinarios que están situados a la salida del citado paseo. Y pregunto yo, ¿no sería fácil recomendar cuidadosamente la limpieza de los citados urinarios, muy especialmente las noches de velada?

severianoruizcalderon_puertosantamariaAcaso se quitaron por la misma razón por la que se desmanteló en 1891 el que hasta entonces existió en la plaza Peral; según adujo el Ayuntamiento, “so pretexto de que estando demasiado reservado, podría servir para mucho más de aquello a que estaba destinado.” /En la imagen de lz izquierda, Severiano Ruiz Calderón. Alcalde de El Puerto en 1867. /Foto: Manolo Pico. C.M.P.H.

En 1914, cuando se reformó el Parque, se proyectó construir otros dos urinarios, a cada extremo: frente al muelle del Vapor y junto al puente de San Alejandro (además de otros en la Plaza de Abastos y la plaza Peral), pero quedaron en proyecto, como el que entonces barajó el Ayuntamiento –qué barbaridad- de demoler la Fuente de las Galeras, porque, según se hizo eco la Revista Portuense, “quedaría un muelle mucho mayor y una perspectiva encantadora que ahora queda oculta por esa enorme mole.

Pero el previsto junto a las Galeras sí terminaría por construirse. Aún no lo estaba en 1917, según se quejaba un periodista de la Revista el 19 de agosto, en estos términos: “En la playa [de La Puntilla] se han instalado dos urinarios públicos a derecha e izquierda de la Rotonda y no nos explicamos cómo no se ha pensado en algo análogo en el Parque, porque la aglomeración de público es considerable y han tomado por urinarios todas las paredes de las fincas allí situadas y el muro del Vergel, y no sólo el indecoroso espectáculo, sino al mismo tiempo el hedor tan insoportable que se percibe en las proximidades de dicho sitio.

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A la derecha, la caseta del urinario, desde el muelle del Vapor.

El caso es que las autoridades locales, siempre atentas a las demandas del pueblo al que sirven, y con el retraso que también les es acostumbrado, terminaron por obrar, en 1923 y a cargo de Obras Públicas, el urinario frontero a la Fuente de las Galeras. Que se construyó al tiempo que se levantó enfrente la caseta-almacén de efectos de Obras del Puerto (la pérgola que desde 1997 es un local de copas) y se pavimentó el inmediato muelle.

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La caseta-almacén de Obras Públicas, que se levantó al tiempo que el urinario y que hoy alberga a un bar de tragos largos.

Pero al urinario le faltaba algo, que se reclamó desde la Revista el 3 de julio de 1924: “Sería muy conveniente instalar una luz en el urinario que para el servicio público hay en el muelle, adosado al paseo del río. Esta importante mejora debida a Obras Públicas y en cuya construcción puso tanto interés el Ayudante D. Emilio Lorite, querido amigo nuestro, se completaría con la indicada reforma.” Dicho y hecho. A los tres días, el periodista, como era bien nacido, escribió lo que sigue: “MUCHAS GRACIAS.- Desde el sábado último, ha quedado instalada una lámpara eléctrica en el retrete del muelle. Muchas gracias por la solicitud y diligencia con que nuestro querido amigo D. Emilio Lorite atendió nuestra indicación.

joseluismaciascaro_gentedelpuertoAl paso de once años, el estado del urinario era el que refería el periódico el 17 de agosto de 1935: “CARTAS A LA REVISTA.- Hemos recibido una nueva carta de queja sobre el estado en que se encuentra el urinario del Parque y de su contenido copiamos que ‘bien podría la autoridad competente [el alcalde, que lo era José Luis Macías Caro] haber tenido necesidad de utilizarlo anoche que se encontraba de forma que para penetrar en él había necesidad de hacerlo en lancha. Espero que atenderán esto por el bien de la ciudad, pues son ya varios los veraneantes que he oído protestar de ello.’ Por nuestra parte confiemos que tal vez no se repetirán las quejas sobre este asunto.” /En la imagen de la izquierda, José Luis Macías Caro, alcalde de El Puerto en 1935.

Al comienzo de los 40, aunque los tiempos eran difíciles, el veterano urinario conoció tiempos de gloria que fueron menguando con los años, según contó en julio de 1948 Zutanito, Manuel Sánchez, (ver nótula núm. 329 en GdP) el espléndido e irónico cronista de las cosas de la ciudad que desde su sección Perfil de la semana del Cruzados escribió: “De la casetita aquella, de que hablé algún día, situada en el margen derecho del Parque, muy cerca de la entrada a este Paseo -¿estamos?- con grandes ojos en los parietales y gorro de clown, por más señas, va quedando bastante menos. Poco a poco desaparecen los tubos de cobre de su instalación y alguna otra cosa de su mobiliario que merezca la pena. Tuvo unos días de cuido esmeradísimo, que daba gusto verla, pero otra vez ha caído en desgracia. Y lo que es peor es que va desapareciendo todo, menos lo que debería desaparecer enseguida. ¿Seguimos comprendiendo?    

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Cerramiento del Parque para delimitar la actividad portuaria de la de ocio y paseo.

Finalmente, a los 30 años de construirse, en 1953, el excusado se derribó con motivo de que el año anterior se procedió, para el control aduanero del muelle frontero, al cerramiento del Parque y la plaza de las Galeras con una verja de hierro y mampostería (que se quitaría en 1985, excepto en el tramo del Vergel), quedando así segregados de la zona portuaria.

Y así concluyó la historia del urinario que se levantó frente al Guadalete en los felices años veinte, que a los treinta años, en 1956, fue reemplazado por el que se dispuso en la Ribera, frente a la calle Luja. Así que, si me excusan, aquí lo dejo, que de escribir de lo que he escrito, me han entrado ganas. Y menos mal que no estoy en la calle. / Texto: Enrique Pérez Fernández.

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En aquellos veranos de los primeros 70, cada tarde jugábamos la final de un Mundial, cada día teníamos un partido del siglo. Nosotros le llamábamos “echar un desafío”. Que los de la barriada de La Playa quieren un desafío. Que ha venido uno de Fermesa pidiendo un desafío. Que el portero del 18 de Julio dice que el desafío del  sábado hay que repetirlo, que el gol de desempate fue alta. Aquellos sí que eran desafíos y no los de Jesús Calleja.

Nuestro equipo se concentraba cada mañana en la plazoleta de la barriada Francisco Dueñas, los pisos del Sindicato para los porteños, el Distrito 21 para la policía. Un parque temático de la pobreza en el que los chutes más peligrosos no eran los que iban a los cristales de las ventanas sino directamente a la vena de la generación anterior a la nuestra. Teníamos un estadio compartido con el resto de equipos de Crevillet (de la plaza de toros a La Puntilla todo era Crevillet), el campo Arana, un agujero a los pies de las Dunas de San Antón camuflado entre pinos piñoneros, retamas y lentiscos. Nuestra camiseta era celeste, como la del Celta de Vigo. Las compramos en Tejidos López y las sufragamos con una rifa clandestina, pues todavía no se estilaba lo de los sponsors y esas cosas. Había libertad de modelos y colores para pantalones y calcetines. La mayoría calzábamos unas Tórtolas indestructibles, las Adidas F-50 de la época, cuyo único problema es que sudaban más que nosotros y por la noche cantaban más que Casillas.

Los trofeos eran Caseras, aquellas Caseras de cristal con un tapón de porcelana que se te tatuaba en el dedo cuando las abrías. A veces saco una del frigorífico y doy a escondidas un par de tragos a morro. Me sucede lo mismo que le sucedía a Proust con su magdalena. El sabor dulce y la quemazón helada en la garganta me devuelven a aquellos días de abrazos puros a pie de campo tras cada victoria y de berrinches largos después de la derrota en el camino de vuelta a casa.

En aquellos desafíos en los veranos de los primeros 70 en el campo Arana, entre amigos sudorosos barnizados por la arena y por el crepúsculo a la caída de la tarde, sitúo yo el último paraíso perdido de mi infancia. La policía iba de gris y nosotros de celeste. /Texto: Pepe Mendoza.

En la imagen inferior, redacción de la Revista Portuense en 1907. Primero a la izquierda, Mariano López Muñoz. Marcado con la flecha, el maestro Caballero. A la derecha, Pedro Muñoz Seca. Los acompañan Luis Pérez Gutiérrez, propietario del periódico, y los redactores Manuel Soto y Antonio Peñasco. / Foto, Colección Pérez Pastor.

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Comparto con el director de Gente del Puerto el afecto por dos portuenses que vivieron entre los siglos XIX y XX. Fueron amigos, compañeros en la Revista Portuense y algunas veces colaboradores en las ramas artísticas que dominaban: la escritura y la música. Al final de sus días vivieron tiempos difíciles. Uno, Mariano López Muñoz (1869-1941, ver nótula 1.636 de GdP), el escritor y periodista que tras la guerra civil fue depurado torticeramente por las autoridades franquistas por partida doble: por su condición de andalucista involucrado en el movimiento regionalista que lideró Blas Infante y por ser homosexual.

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Aquello le destrozó la vida y precipitó la muerte de un hombre bueno, noble y defensor –eso sí, con espíritu crítico y revitalizador- de todo lo que concernía a nuestra ciudad y su gente.

Y el otro portuense, a quien adornaron las mismas virtudes –hay apellidos que retratan a su portador-, el ‘maestro Caballero’, como era conocido por todos Francisco Javier Caballero Maldoqui, que fue, junto al maestro en el género chico y la opereta española Rafael Taboada y Mantilla (1837-1914), el músico y compositor portuense de mayor calado; de cuya vida y obra, a petición de mi amigo José María Morillo, hilaré una semblanza con la información que hace años investigué en el Archivo Municipal y la ayuda del almeriense Francisco Cuenca Benet (1872-1943), como López Muñoz, andalucista, que en 1927 editó en La Habana su Galería de músicos andaluces contemporáneos, donde apuntó el recorrido musical de nuestro paisano.

SU FORMACIÓN 

franciscojaviercaballero_puertosantamariaFue Caballero un portuense de devoción, que no de nacimiento, porque nació enfrente, en Cádiz, en 1853, de donde a los pocos años se trasladó con su familia a nuestra ciudad, en la que pasó la mayor parte de su vida. Poseedor de innatas condiciones musicales, las primeras nociones de solfeo las recibió de los profesores Honorato Bisbal y Francisco Boussiller, directores que fueron de la Banda Municipal, respectivamente, en 1861 y de 1862 a 1874. /En la imagen de la izquierda, Francisco Javier Caballero (1853-1933). / Foto, Academia de Bellas Artes Santa Cecilia; Francisco Mata.

Este año del 74 marchó a Sevilla para concluir el bachillerato y dedicarse por completo al estudio del violín. En la capital hispalense, al decir de Cuenca, “dirigido por el notable profesor Mariano Taberner, pronto hizo grandes progresos en su carrera musical, entrando a formar parte de la orquesta del teatro de San Fernando como primer violín durante varias temporadas de ópera; pero necesitando su intuición artística una esfera más amplia para su desenvolvimiento se trasladó a Madrid en 1877, integrando la orquesta de los Conciertos del Retiro que dirigía el maestro francés Olivier Métra y cursando violín, armonía y composición en el Conservatorio Nacional, bajo la dirección del insigne Monasterio.

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El Teatro San Fernando de Sevilla, escenario de los primeros éxitos de Caballero, en 1908.

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Olivier Métra (1830-1889) y Jesús de Monasterio (1836-1903), maestros de Caballero.

Una grave dolencia le obligó a regresar a tierra portuense (lo que, tal vez, le cortó una larga trayectoria de éxitos en los mejores escenarios). En El Puerto fundaría, en la década de los 80, la Sociedad Coral, que ofreció, en palabras de Cuenca, “numerosos y brillantes conciertos vocales e instrumentales”. Como profesor de instrumentos de arco, durante 25 años ejerció de catedrático en las academias de música de San Fernando, Sanlúcar y El Puerto, siendo uno de los fundadores, en 1900, de ésta, la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia.

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Sede de la Academia Sta. Cecilia en 1901, calle Larga nº61. Sentado a la izquierda el maestro Caballero. En el centro, el presidente, Adolfo Barra. A la derecha, el profesor de piano José Luis Benítez./ Foto, Academia de Sta. Cecilia.

Su magisterio en academias y conservatorios lo compatibilizó con la enseñanza particular. Así se anunciaba en la Revista Portuense en 1893: “Fco. Javier Caballero.- Director de orquesta y profesor de instrumentos de arco del Conservatorio de Música de Cádiz y San Fernando, da lecciones de solfeo, piano, canto, violín, violoncello y contrabajo a precios convencionales. Enseñanza especial de violín para niñas y señoritas. Los avisos pueden dirigirse a su domicilio Larga 32 y a la redacción de este periódico Larga 116.

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El equipo directivo y técnico de la Academia en 1911. Caballero, primero a la derecha. / Foto, Academia de Sta. Cecilia.

En los últimos años del XIX fue director de la Orquesta –que no Banda- Municipal portuense, también conocida como la Orquesta de Caballero, compuesta de seis instrumentos. Con ella dirigió la música de varias compañías de zarzuela por los teatros de la provincia y ofreció, entre otros lugares y en no pocas ocasiones, conciertos en el Parque Calderón. Lo habitual por estos años fue que la Banda Municipal que dirigía Domingo Veneroni y la Orquesta de Caballero se alternaran en las mismas veladas y, en otras ocasiones e indistintamente, una ofreciera los conciertos en el Parque y la otra en la plaza Peral.

maestrocaballero_9_puertosantamariaEn sustitución de la Orquesta de Caballero, en julio de 1912 se constituyó la Sociedad Orquesta Maqueda, que fundó, presidió y dirigió Caballero y tuvo como vocal a Veneroni. El nombre se lo puso en homenaje al músico granadino Antonio Maqueda, quien durante muchos años ejerció de maestro de capilla de la catedral de Cádiz. /En la imagen de la izquierda, Antonio Maqueda Castillo (1811-1905).

Como compositor, Caballero cultivó el teatro musical, obras de concierto –muchas de marcado carácter popular- y música religiosa, “habiéndose significado en todos estos géneros –escribió Cuenca- por su inspiración lozana y técnica irreprochable”. Estas fueron sus principales composiciones:

ZARZUELAS
-Ojeada al Puerto, con libreto del portuense Manuel del Río García (ver nótula 1.206 de GdP) fue estrenada el 25 de febrero de 1895 en el portuense Teatro Principal
-No hay enemigo chico o el taller de un sombrerero en un día de fiesta solemne, sainete lírico también escrito por Del Río, estrenado, sin éxito, el 18 de julio de 1898 en el Teatro del Vergel (de quita y pon, instalado en el tramo de las Galeras a la Herrería).
-El apropósito lírico El repatriado, con letra de Mariano López Muñoz expresamente escrito para ser representado, como así fue en el Teatro Principal en 1900, por el joven (19 años) Pedro Muñoz Seca, que por entonces daba los primeros pasos como autor teatral, actor y cantante.

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El desaparecido Teatro Principal de la calle Luna hacia 1903.

-La gitanilla, letra del también portuense Antonio Sucino Lorca (el de Nobleza… en el corazón, su obra más conocida), puesta en escena en el Teatro Principal en 1909.
-Bailén, con letra (ojú) de José Millán Astray. Estrenada el 24 de septiembre de 1910 en el Teatro de las Cortes de San Fernando.
-Ya llegó mi tío, letra de Mariano López Muñoz.
-El ascenso, letra del portuense Rafael Benvenuty Morphy.
-El libro del forro verde, letra del propio Caballero.

OBRAS DE CONCIERTO
-El vinillo de mi tierra, ‘coro de actualidad’. Con letra de un joven Caballero, se interpretó en el Vergel en 1880.

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El Vergel del Conde, en una reproducción de un plano de El Puerto.

-Morisma, parodia del capricho Moraima de Gaspar Espinosa de los Monteros, para orquesta.
-Esperanza, melodía para violín y piano.
-Un sueño, melodía para violín y piano.
-Nubes de verano, tanda de valses para orquesta.
-Nos entretendremos, vals característico para orquesta.

maestroaballero-12_puertosantamariaComienzo de la partitura del Himno de El Puerto de Fco. J. Caballero. / Archivo Municipal.

-Himno al Puerto, pasodoble para banda y orquesta, con letra de Caballero. Se estrenó en el Parque Calderón el 25 de julio de 1897. Arreglado para piano, copias de la partitura las puso a la venta en la redacción de la Revista Portuense, a 2’50 pesetas. Remodeló la composición en octubre de 1927. Las dos estrofas iniciales decían: “A esta ciudad de claro cielo, / de alegres casas, con aire y sol, / donde la virgen de los Milagros en un castillo se apareció; / en estas notas y melodías, / hoy sus grandezas he de cantar / con el cariño que a su Patrona / tienen los hijos de esta ciudad. / Los atractivos que tiene El Puerto, / como su Parque de Calderón / y su paseo de la Victoria, / el más famoso de la región; / su áurea playa de la Puntilla / de suaves brisas, tranquilo mar; / sus arboledas y sus viñedos / tienen por orla cerros de sal.

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Partitura de Vía libre (1921). / Archivo Municipal.

maestrocaballero_14_puertosantamaria-Vía libre, galop (música de danza húngara de movimiento muy rápido) característico para piano. Escrito en abril de 1901 y dedicado a Federico Laviña, diputado a Cortes por El Puerto, la partitura la entregó para su arreglo al Director de la Banda municipal, Veneroni, expresando su deseo de que se conservase en el Archivo. /En la imagen de la izquierda, el ingeniero de montes y político liberal Federico Laviña y Laviña (1852-1932). / Foto, web geneall.net.

-Puerto Alegre, pasodoble para banda y orquesta. Caballero entregó la partitura en agosto de 1912 al Director de la Banda de Álava para que figurara en su repertorio. En la Revista Portuense del 14 de agosto de 1925 apareció esta simpática noticia: “Hace unos días, estimados convecinos que tienen instaladas estaciones receptoras de radiotelefonía, tuvieron ocasión de escuchar una onda emitida por una estación vasca, de cuya audición formaba parte la interpretación del bonito y aplaudido pasodoble Puerto Alegre, original de nuestro querido amigo y colaborador don Francisco Javier Caballero.
-¡Viva Rota!, pasodoble-himno para banda y orquesta compuesto en 1922.
-Manolito (el torero Niño del Matadero), pasodoble que lo interpretó en el Parque Calderón el Cuarteto Portuense (los sres. Rodríguez Carribero -director-, Jarque, Nieto y Troncoso) en junio de 1928.

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Manuel del Pino, Niño del Matadero (1911-1964).

-Diversos coros para voces y orquesta compuestos para ser interpretados por la Sociedad Coral.
-Quejas de amor, barcarola.
-Dime que sí, vals.

COMPOSICIONES RELIGIOSAS
-Ave María, para tenor y orquesta: “obra magistral y delicadísima”, al decir de Francisco Cuenca. Compuesta antes de 1913, sigue interpretándose en la Prioral los 8 de septiembre, festividad de la Patrona.
-Himno de la Coronación de la virgen de los Milagros, para gran orquesta, con letra del autor. Compuesto en 1916 con motivo de las fiestas que celebraron tal acontecimiento.

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Portada del Himno de la Coronación (1916). / Archivo Municipal.

-Gozos a la Virgen de los Milagros, para orquesta.

-Cantiga 328 de Alfonso X, para orquesta. Estrenada el 8 de septiembre de 1929 y dedicada al historiador Hipólito Sancho, quien le facilitó el texto.

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El historiador Hipólito Sancho (1893-1964) en su casa de la calle Luna.

-Dos Himnos a Santa Cecilia, para coro y orquesta.
-colección de motetes al Santísimo Sacramento y varias letanías.

EL ESCRITOR Y GESTOR
Además de músico y compositor, Francisco Javier Caballero también tuvo una decidida vocación como articulista y poeta, que dejó impresa en las letras de sus composiciones. Desde la fundación de la Revista Portuense en 1890, durante 28 años escribió de forma continuada en sus páginas, habitualmente con el seudónimo Ventura. Al respecto, Manuel Martínez Alfonso dejó escrito: “Colaborador asiduo de la Revista, versificaba en ella casi a diario, con esa facilidad que tenía para el verso –si no para la poesía- y con ese ingenio, malicia y buen humor que ponía en sus escritos.” También fundó un periódico, La Crónica del Puerto, en 1888, que a los dos años se convirtió en edición del diario madrileño La Correspondencia de España.

Caballero colaboró durante muchos años para el Ayuntamiento, en el negociado de Fiestas. A principios de siglo, entre otras tareas, era el encargado de contratar a las compañías de teatro y zarzuela que algunos veranos actuaban en el paseo del Vergel, ejerciendo ya a principios de los años 20 de Jefe del Negociado de Fiestas.

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Alzados y planta del ‘Salón-Teatro Variedades’ que en 1909 se instaló en el paseo del Vergel. / Archivo Municipal.

Ya jubilado, en julio de 1927 Manuel Rubín de Celis escribió en la Revista Portuense este sentido retrato del anciano Caballero: “SIC TRANSIT.- Con paso lento, incierto y algo temblón, vemos pasar por nuestras calles, a un ancianito agobiado por el peso de sus años [74], de sus achaques, y más que nada, por los sinsabores, las desilusiones, los desengaños, las negruras de la soledad y el olvido. ¡Triste cortejo que acibara casi siempre a la honradez! Todavía, a pesar de su lento andar, se nota en su persona como recuerdos de vagas cadencias, como ecos de una armonía lejana, casi ya imperceptible. Si os fijáis en su semblante, sin que este ancianito se dé cuenta de nuestra inquisitoria, observaréis que su fisonomía está algún tanto como empañada por angustiosa melancolía. Es, que el ancianito, tras los sufrimientos morales que entristecen su alma, ahora, en el crepúsculo de su vida se encuentra muy enfermo, y se ve también enferma a la digna compañera de su existencia. […] Siempre veréis a este buen ancianito, sin salir de su paso lento e incierto, paseando por este Puerto de sus amores, sus alegres y tristes recuerdos de su bondadoso corazón, no queriendo, mientras un hálito de vida le acompañe, dejar de recorrer sus calles, jardines y paseos, frecuentar sus casinos, sociedades y amistades, y sobre todo, visitar a la Virgen de los Milagros.

Melancólica y triste semblanza del ocaso del músico portuense que se agravó con el tiempo. A la altura de 1930, tres años antes de fallecer, su situación económica no debía ser nada boyante, según se infiere de este irónico y críptico anuncio que publicó la propia Revista Portuense en septiembre de 1930:

AVISO AL PÚBLICO INTELIGENTE.- Cede un piano con cuerdas cruzadas, con clavijero de hierro, en 1.250 pesetas, dadas a tiempo, sin intereses vencidos, dádivas ni documentos.
Dará noticias e informes el vendedor del piano.
-¿Quién?
-D. Javier Caballero.

Hoy, la memoria del ‘maestro Caballero’ ha quedado en la calle a él dedicada (frente al Resbaladero) y, sobre todo, en el Ave María que cada 8 de septiembre resuena en la Prioral. / Texto: Enrique Pérez Fernández.

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Ayer se recibía en la Iglesia Mayor Prioral la noticia desde el Vaticano que comunicaba que el primer templo local, --que ya era Santuario Diocesano desde septiembre de 2013--, será erigido Basílica, el próximo 25 de enero, festividad de la conversión del apóstol Pablo. A las 12 del mediodía, en una ceremonia eucarística presidida por el Obispo de Asidonia-Jerez, José Mazuelos, se leerá el decreto de la Santa Sede que le concede el título. A partir de entonces, el templo podrá lucir en el altar mayor dos signos de la dignidad papal y la unión con el Vaticano: el conopeo o ubráculum -es una pieza histórica de la indumentaria e insignias papales, usada en principio para proveer de sombra al Romano Pontífice. También conocido como pabellón-- y una campana de metal de pequeñas dimensiones, montada en un campanario portátil sobre un báculo, de nombre tintinábulo.

El colaborador de Gente del Puerto, Luis Suárez Ávila elaboró una reseña histórica sobre la Prioral, que fue adjuntada entre los documentos que se presentaron a Roma, y que reproducimos para nuestros lectores.

BREVE RESEÑA HISTÓRICA DE LA SANTA Y CONSAGRADA IGLESIA MAYOR PRIORAL DE NUESTRA SEÑORA DE LOS MILAGROS CORONADA, SANTUARIO MARIANO DIOCESANO EN EL PUERTO DE SANTA MARÍA. 

I. La imagen de “Santa María del Puerto, por otro nombre Nuestra Señora de los Milagros” y su devoción.

En torno a la imagen mariana de Santa María del Puerto, se inició una fuerte corriente devocional ininterrumpida desde los años 1260 hasta la actualidad.

alfonso_x_puertosantamaria2Alfonso X El Sabio al hacerse con Alcanate y sus alquerías, mediante pactos con el alguacil moro, colocó en la antigua mezquita, que convirtió en Santuario fortificado, una imagen de Nuestra Señora sedente, con el Niño en los brazos. Los primeros repobladores de la alquería, comenzaron a aclamar este nombre, Santa María del Puerto, contra los pactos que el Rey había hecho con al alguacil moro y, al final, pese a las penas impuestas a los que tal nombre pronunciaran, se terminó, lo dice la Cantiga 368, con que Santa María, milagrosamente, dilucidó el pleito de otro modo y pudo llamarse la nueva población Santa María del Puerto y luego El Gran Puerto de Santa María como se lee en la Carta Puebla de 1281. /En la imagen de la izquierda, “Aparición de la Virgen a Alfonso X” Cuadro de grandes dimensiones que se exhibe en el Auditorio Municipal San Miguel. Anteriormente se encontraba situado en la escalera del antiguo Ayuntamiento de Plaza de Peral, para donde fue originalmente concebido. Ha sido restaurado por los técnicos de Museo Municipal, Javier de Lucas y Juan José López Amador. /Foto Servicio Municipal de Restauración del Excmo. Ayuntamiento).

En loor a la imagen milagrosa, el Rey Sabio compuso 24 Cantigas, todo un cancionero propio, que relata los avatares de la construcción del santuario fortificado y los hechos milagrosos que en él se estaban produciendo.

Las noticias que corren sobre la fama de este Santuario, hace que se fomente la asociación de fieles devotos, al principio llamados “freires de Nuestra Señora” en las Cantigas, y, luego, es objeto de muchos legados en testamentos del siglo XIV, que dejan mandas para la cera o para el mantenimiento del culto de Nuestra Señora, a los hermanos de Santa María del Puerto.

La imagen, de una vara castellana de altura, con el rostro resplandeciente, moreno, como la vio Don Juan de Ledesma y relata en su manuscrito de la Biblioteca Colombina, sufrió una primera modificación en el siglo XIV. Su rostro y sus manos fueron encarnadas en negro, porque habían aparecido unos iconos marianos bizantinos en los que, por la desnaturalización de sus barnices, parecía oscura su tez. Se corrieron las voces de que eran el verdadero retrato de la Virgen, hecho por San Lucas, al que se atribuye la fama de haber sido pintor. Esta corriente afectó a muchas imágenes españolas –a veintiocho--, y otras muchas europeas. La Iglesia zanjó la cuestión con el hermoso versículo del Cantar de los Cantares: Nigra sum sed formosa.

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Fachada de la Puerta del Sol de la Prioral. En el segundo cuerpo, aparece entre dos hornacinas con figuras, la patrona de la Ciudad.

El aspecto de la imagen en 1572, es el que aparece en el intradós de la Puerta del Sol de la Prioral, ya vestida de telas y, de mayor altura, con corona real cerrada y con el Niño Jesús añadido. A sus pies, la luna. En efecto, por esas fechas y dado el mal estado en que se encuentra la imagen, por el ataque de insectos xilófagos, se corta y sus restos se emparedan siguiendo la costumbre de la época. Al busto de la primitiva, se le añade un trozo de imagen de origen desconocido, para darle la altura que actualmente tiene y, en 1691, los Duques de Medinaceli le regalan una coraza y traje de plata con que recubren todo el cuerpo de la imagen, a la que se añaden brazos articulados de plata con manos de escultura y un Niño Jesús nuevo. A esta imagen, enmarcada la cara con un rostrillo, se le viste con sayas de mangas de ángel y mantos de telas bordadas y brocateles. A sus pies se coloca una media luna de plata del siglo XVII y, en la cabeza, corona real cerrada.

El movimiento asociativo devocional en torno a esta sagrada imagen parte del propio siglo XIII y, en 1602, existen unos estatutos de la Esclavitud de Nuestra Señora de los Milagros que citan otros de un siglo antes. Así, la Esclavitud de Nuestra Señora, junto con otras Asociaciones piadosas, como el Rosario de Señoras, la Hermandad de la Virgen de la Lumbre, la Asociación Sabatina y otras menores, se convierten, por Breve de Benedicto XIV, en la Archicofradía y Esclavitud de Nuestra Señora de los Milagros que subsiste hasta nuestros días.

virgenmilagros_litografiasxix-puertosantamaria2La imagen es, desde 1260, titular de la Ciudad y Gran Puerto de Santa María y, luego, su Patrona y Protectora. Fue nombrada Alcaldesa Honoraria Perpetua de la Ciudad y, en su escudo, desde el siglo XIV, campea su efigie sobre un castillo que está sobre las aguas, en recuerdo de la leyenda de su aparición al Rey Alfonso X sobre las almenas del Castillo, llamado hoy de San Marcos, que el propio Rey Sabio convirtió en Santuario fortificado de Nuestra Señora. /En la imagen de la izquierda, litografía que tuvo mucha circulación en el siglo XIX.

Los primeros Estatutos conservados de su Archicofradía, entonces Hermandad, hablan de "Santa María del Puerto, por otro nombre Nuestra Señora de los Milagros". Y es que, por su intercesión, se obraron tantos prodigios que su fama la hizo ser "la de más devoción, milagros y una de las de más antigüedad de toda España", dice un documento de 1602. Desde los pequeños y cotidianos desarreglos: la pérdida del azor, por el Infante don Manuel; la falta de madera o de piedra para proseguir la construcción del Santuario fortificado de Santa María; la curación del caballo del escribano del Rey; hasta el hallazgo de la salud por tantas gentes que acudían a ponerse a sus pies; el propio Alfonso X experimentó el poder de Santa María del Puerto en sí mismo: sus piernas hinchadísimas, que no le cabían en las calzas, quedaron curadas tan pronto como invocó el nombre de esta Señora y vino a postrarse ante ella. Todo, lo grande y lo pequeño, fue solucionado por Santa María do Porto que mereció tener todo un Cancionero propio en las veinticuatro Cantigas que el Rey Sabio le dedica. Un gran número de poetas de los Siglos de Oro, del barroco, del neoclasicismo, del romanticismo y de las vanguardias han cantado las glorias de Nuestra Señora de los Milagros y sus cultos anuales son convocados, en el día de su Natividad y en su octava, por su “Archicofradía y Esclavitud, por el Venerable Clero, el Cabildo de la Ciudad y el católico vecindario”. Desde tiempo inmemorial el camarín de Nuestra Señora está cuajado de exvotos de plata y pictóricos en recuerdo de sus gracias y milagros.

alfonsox_castillos_leones_puertosantamaria2La devoción de las personas de la realeza por esta imagen de Nuestra Señora va desde el propio Rey Alfonso X, el Infante don Juan Manuel, hasta el Príncipe Manuel Filiberto de Saboya que fue su devoto esclavo y Patrono de su capilla, y fueron miembros de la Archicofradía y Esclavitud los reyes Felipe V e Isabel de Farnesio y los infantes don Fernando y don Carlos, que luego serían Fernando VI y Carlos III que en los años 1729 y 1730 asistieron a su procesión y a la solemne octava de la Santísima Virgen.

La Archicofradía y Esclavitud tiene cartas de hermandad con la Compañía de Jesús, con los Dominicos, con los Mínimos, con las Concepcionistas Franciscanas, con las Capuchinas, con las Comendadoras del Espíritu Santo, y tiene numerosos breves y bulas papales con gracias e indulgencias, además de las concedidas por muchos Arzobispos y Obispos.

Un hito en la devoción de Nuestra Señora fue su coronación canónica el 8 de septiembre de 1916, por Breve de S.S. Benedicto XV, coronación que efectuó el Cardenal Enrique Almaraz y Santos, Arzobispo de Sevilla a cuya Archidiócesis perteneció El Puerto desde su reconquista hasta 1980. Fue la primera imagen mariana coronada en la provincia de Cádiz.

Así pues, la imagen de Nuestra Señora de los Milagros que se encontraba al culto en el Santuario fortificado de Santa María de El Puerto, única parroquia que existía en la Ciudad, fue trasladada al nuevo templo que se comenzó a construir, extramuros, en el lugar llamado el Pozo Santo, ante el crecimiento de la población y la pequeñez de la primitiva parroquia. Sobre el traslado de la imagen, en el siglo anterior, a principios del XV, al nuevo templo y otros extremos trata el vicario Martín de Radona en su famoso Informe de 1561 dirigido al Provisor del Arzobispado de Sevilla.

II. La construcción del nuevo templo Prioral de Santa María del Puerto, vulgo del Pozo Santo. El priorato, concesión de Sancho IV. Capillas y patronos.

En un lugar, extramuros de la villa del Gran Puerto de Santa María, denominado el Pozo Santo, referente en todo el Libro del Repartimiento, se acordó construir la nueva iglesia. Era el Pozo Santo el sitio donde, según la leyenda, estuvo escondida en tiempos de los moros, la imagen de Nuestra Señora con todo su ajuar desde 1253 hasta 1260. Allí, al parecer, fue encontrada después de inspeccionar, en la reconquista de la ciudad, todos los pozos. En la actualidad ese pozo medieval se conserva y está situado en el empedrado exterior de la Prioral.

...continúa leyendo "2.347. IGLESIA MAYOR PRIORAL. El Vaticano la erigirá Basílica el 25 de enero."

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caduycanavese_1885_puertosantamariaAl objeto de atender las peticiones de las bodegas se instalaron en la Ciudad una serie de fábricas de vidrios, botellas y tarros durante la segunda parte del siglo XIX y bien avanzado el XX, dado que el término municipal portuense posee abundantes terrenos en sílice, lo que propició el asentamiento de estas industrias auxiliares de la vinatería, que surtieron de dicho mineral a las fábricas instaladas en Jerez, aunque dichas arenas también se obtenían en el término municipal de Arcos de la Frontera. /En la imagen de la izquierda, timbre de cartas de la Fábrica de Vidrios Cadú y Canavesse, en 1885.

La fábrica de vidrios local más antigua que hemos localizado se llamaba "La Ceres" y parece que estuvo funcionando entre 1852 y 1855. desconociendo donde estaba ubicada. Tenía el depósito de sus fabricados en la calle Cielos 90, antiguo.

En el año 1870 encontramos la fábrica "La Portuense", ubicada en calle de la Rosa 26 moderno, y su propietario fue E. Gameo. En esa misma fecha existía en Vergel 12 una "Fábrica de Cristales, Muselina y Baubé" de la que era propietario Miguel Martinez.

En 1876 encontramos referencias de una fábrica de vidrios huecos (botellas)  llamada "La Vinatera" dirigida por Emilio Boureoud. Indicándose como domicilio la calle Cobos 12, cuya localización desconocemos.

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Publicidad de la fábrica de vidrios de Cadú y Canavese.

En 1880, el año de la inauguración de la Plaza de Toros, se instala la fábrica de botellas y tubos “Nª Sª de los Milagros" de Luis Cadú, con domicilio en calle de la Rosa 14, (véase albarán fechado en 1884), que realizaba botellas de las denominadas ‘bordalesas’ e ‘inglesas’ y vidrios. Es posible que este empresario se asociara con Canavesse y esa empresa se mantuvo hasta 1893, fecha en la que estaba en liquidación.

En 1893 existen nada menos que tres fábricas en El Puerto: "L. Arana y Cía.", "José Iglesias" y "Cadú y Canavese" que se disolvió ese mismo año. Sebastian Canavesse, el socio de Luis Cadú, abrió con capital de Ruiz y Rodriguez Hermanos una fábrica en Jerez llamada "La Constancia Industrial" en la calle Circo, cerca de la Plaza de Toros de la vecina población, que duró poco tiempo (1895-1899) y después, en el mismo sitio en sociedad con Andrés Bocuze una fábrica de botellas, de fabricación francesa con el nombre de "La Jerezana" de la que debió apartase en 1900 o 1901 al fusionarse esta con una compañía belga.

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Albarán de la Fábrica de Botellas de Todas Clases 'La Constancia Industrial', en Jerez de la Frontera. 

Y, finalmente, en Septiembre de 1901 en la sesión municipal del 26 de ese mes se aprobó una solicitud para establecer una fábrica de botellas en el edificio del antiguo hospicio, que lindaba con el edificio del Monasterio de la Victoria, ya convertido en Prisión General, de acuerdo con el informe favorable del Maestro Mayor.

La solicitud fue hecha por Bernardo Canavese, un hermano, hijo o padre --desconocemos el parentesco-- de Sebastian Canavese, este emprendedor de los vidrios, que será el responsable técnico de esta nueva fábrica, bautizada como "La Victoria" que tenía un horno que le permitía fabricar entre 2.500 y 3.000 botellas blancas ya que las negras, inicialmente, no las fabricaban). La sociedad se constituyó con el nombre de "Melendez y Canavese", figurando como gerente Miguel Melendez Polo, que era junto con su hermano Joaquín, socio capitalista de dicha compañía. En 1902 estaba en plena actividad y tenia proyectos de ampliarse.

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La Fábrica de Botellas "Vidrieras Palma" que provenía de las Islas Balerares y de ahí su nombre, estuvo situada frente a la Casa de la Cultura, hasta el el tercer tercio del siglo XX, cuyo solar hoy lo ocupa un conjunto de viviendas unifamiliares, de puertas azules. En la imagen, cuando aún no estaba construida la Casa de la Cultura y viviendas adyacentes, y su lugar  lo ocupaba el campo de fútbol 'Eduardo Dato', del Racing Club Portuense.

La inestabilidad de estas industrias, bastante peligrosas por cierto --en 1924 se produjo una explosión en Milán, en la fábrica de fósforos Canavese, con más de 25 víctimas mortales-- tienen su origen en la dependencia de los "caprichos" de los vinateros que solían proveerse en Alemania de sus botellas; aquellas que no lograban mantener un buen equilibrio en la dualidad calidad/precio estaban abocadas a desaparecer.

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Flotador de cristal para las redes realizado en “Vidrierías del Guadalete”. En una cara tiene el sello de “VG” --en la foto-- y en el lado opuesto del flotador se puede leer “PUERTO STA MARIA ESPAÑA”

Otras dos vidrieras bien mediado el siglo XX fueron “Vidrierías del Guadalete, S.A.” y “Vidrieras Palma, S.A.” (VIPA). La primera fue absorbida por la sociedad francesa “Saint-Gobain” en 1945 --los franceses había ejercido el monopolio de la fabricación de botellas durante mucho tiempo en el Marco del Jerez--, mientras que “Vidrieras Palma. S.A." eran transferida de las Islas Baleares a El Puerto de Santa María y, a su vez absorbidos por Vidrierías Españolas, S.A. (VICASA) en el último tercio del siglo XX.

 

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“No era de mi familia, pero sin ser nadie, era un personaje popular, digno de haber sido Rey Mago, en una Noche de Reyes en El Puerto. Un día, fuí a trabajar a la Residencia de Ancianos de ‘Las Banderas’ y al verlo pensé: ‘--Ahí está Romualdo’. Inmediatamente me hice una fotografía con él porque, era para mí un Grande del Pueblo. De verdad, ya quisieran muchos políticos y gente de El Puerto, tener la popularidad, y el cariño, que le teníamos a Romualdo Peña Montes (ver nótula núm. 1.310 en GdP). ¡Viva tú, allá donde estés, Romualdo!”. /Texto: Antonio Gutiérrez Navarro.

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Imagen de Romualdo (Remujardo) con Antonio Gutiérrez. Romualdo nos dejaba el 17 de febrero de 2012, con casi 92 años.

 

El pasado mes de diciembre un azulejo de la Escuela Holandesa tipo ‘Delft’, que representa la Epifanía: los Tres Reyes Magos, fue la pieza del mes del Museo Municipal y que nos aproxima a la fiesta de la religión católica que se celebra el próximo día 6 d enero.

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Azulejo de barro vidriado, decoración de estarcido. Monasterio de la Victoia. 13x13x0,7 cm. S. XVII. Museo Municipal.

El azulejo es comentado por Mercedes García Pazos, del Centro Municipal de Patrimonio Histórico: “Las relaciones comerciales entre la Bahía de Cádiz y los Países Bajos y la presencia de holandeses en la zona gaditana pueden explicar la aparición, al parecer, del mayor conjunto de azulejos holandeses importados en España. Estas piezas eran fabricadas en varias ciudades holandesas reproduciendo la apreciada loza de China, aunque sería Delft, al ser sede de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, la que impondría su nombre al estilo, que se desarrolló desde mediados del siglo XVII. El Puerto llegó a fabricar loza azul sobre blanco desde finales de este siglo.

La técnica del dibujo azul (cobalto) sobre fondo blanco (estaño), en ocasiones sustituido por otro color, era el estarcido, y gracias a un esmerado proceso se obtenían piezas de gran calidad. El modelo, como el de esta pieza, sele ser una sola escena inscrita en un círculo doble, tangente al cuadrado del azulejo, con sencillos dibujos en las esquinas.

Este azulejo representa la Epifanía o la presentación de los Magos de Oriente ante Jesús, aunque no en el momento de la Adoración, pues los tres magos aparecen aislados ante un típico paisaje holandés, lo que era habitual.”

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manuelpalacios1_puertosantamariaDel matrimonio entre Miguel Palacios y Guillén, conocido y querido Maestro mayor titular de Obras que fue del Ayuntamiento de El Puerto de Santa María, y Elena de Winthuyssen y Urruela, nacía a las once y media de la noche del 12 de octubre de 1881, en el nº 14 de la calle Diego Niño, Manuel Palacios y Winthuyssen. Con tres días de edad fue bautizado por Antonio Crespo Andrade, cura de la Iglesia Mayor Prioral y fue apadrinado por Manuel Fernández Coria, capitán de navío de la armada y por la esposa de éste, Olimpia García de Polavieja y Urruela, prima de su madre. Fue el mayor de seis hermanos; le seguirían Juan José, Miguel, Antonio, Pedro Nolasco y María del Pilar.

LA ESCUELA.
En su etapa escolar, pasó por el colegio San Luís Gonzaga de El Puerto de Santa Maria, al igual que sus hermanos Juan José y Antonio. Con ocho años, pertenecía a la 4ª División de alumnos con el nº 80, nivel en el que se calificaban tres aspectos: Deberes Religiosos, Urbanidad y Conducta General; además de las notas de clase que calificaban la Doctrina Cristiana,  Conducta en Clase, Aplicación y Aprovechamiento. Las calificaciones de Manuel Palacios no salían del 1 (muy bien) o el 2 (bien), sin que apareciera en su expediente calificaciones inferiores: 3 que es mediano; 4 que es mal y 5, muy mal. También pasó por el colegio de San Cayetano, situado en el nº 81 de la calle Larga de El Puerto, que abrió sus puertas en 1874 y cuyo director y fundador fue Baldomero Ruiz Lizano. Se conserva además su expediente y un examen de ingreso en el instituto jerezano “Padre Luís Coloma”.

Unos años después, exactamente el 26 de Noviembre de 1899 y recién cumplidos los 18 años,  fallecía su abuela materna, Inés de Urruela y Barreda, en su domicilio de la calle Diego Niño a las ocho de la tarde. Esta distinguida señora, gaditana pero de origen guatemalteco, era hija de Julián de Urruela y Casares (ver nótula) y de la onubense Pastora Barreda y Ortiz de Zárate.  Tan solo tres años después, un 27 de marzo de 1902, moriría, a los 84 años, su abuelo, viudo de Inés, Juan de Winthuysen Martínez de Baños (ver nótula).

antoniamunozseca_puertosantamariaLA HERMANA DE MUÑOZ SECA.
En estos primeros años del recién estrenado siglo XX, Manuel conoció a la que se convertiría en su esposa, la señorita Antonia Muñoz Seca, hija de José Joaquín Muñoz Césari,  natural de Cádiz y de la portuense María de las Mercedes Seca Miranda. El matrimonio Muñoz Seca vivió en la calle Castelar nº 44, en la actualidad, calle  Pedro Muñoz Seca.  Antonia era la séptima de diez hermanos, éstos eran María Teresa, Ana, Francisco, Pedro, Concepción, Josefa, Milagros, Carmen y José Muñoz Seca; algunos de los cuales optaron por la vida religiosa, otros por la medicina y Pedro, tras sus estudios universitarios de filosofía y letras además de derecho, escribió teatro, su gran pasión que le llevaría a un rotundo éxito.

LA BODA.
Manuel y Antonia decidieron casarse el 12 de octubre de 1906, día de la Virgen del Pilar y cumpleaños de Manuel. Los esponsales se verificaron días antes en el domicilio de la familia de la novia coincidiendo éstos con  los de una hermana de Antonia, Concepción y su prometido Pedro Luís de Lassaletta. El sacerdote que les asistió fue don Bartolomé Carro y los testigos, los señores condes de Casa Segovia, Juan Fadrique Lassaletta, José Jácome, Arturo Marenco, Luis Bela, José María Heredia, Plácido Navas (ver nótula) y Felipe Rigozzi. Al acto se acercaron familiares y amigos de ambas familias: Los Lassaletta, los señores de Palacios, Cruzzoe, Thuillier, González y Heros, Juan de Dios Dasti, Andrés Rodríguez, don Jorge Thuillier (ver nótula), don Rafael Marenco. Los señores de Muñoz Césari celebraron el evento ofreciendo una merienda a sus familiares e invitados.

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La familia de los Muñoz Seca. Arriba, el segundo por la izquierda, el comediógrafo Pedro Muñoz Seca.

El sábado 13 de octubre de 1906 y con el encabezamiento de “UNA BODA”, se dio a conocer la noticia del enlace en “Revista Portuense”: “Ayer a las cinco de la mañana se celebró en la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, la boda de la bellísima señorita Antonia Muñoz Seca, con el joven Manuel Palacios Winthuyssen, perteneciente a la Jefatura de Obras Públicas de la provincia de Huelva.

El acto tuvo carácter íntimo y a él asistieron la familia y amigos de ella. A la hora indicada llegó la comitiva a la citada Iglesia. Apadrinaron a los novios la distinguida señora doña Elena Winthuyssen de Palacios, y el ilustrado facultativo don Francisco Muñoz Seca.

La novia radiante de hermosura vestía rico traje negro y velo blanco adornando su figura interesante con los simbólicos ramos de azahar. Es unánime la admiración de cuantos la contemplan. El novio viste levita. Ambos se postran en lujosos reclinatorios, colocados frente al altar de la Virgen del Perpetuo Socorro, que ostenta nutrida iluminación.

Poco después el Capellán de las RR. MM. de la Purísima Concepción, don Bartolomé Carro da principio a la ceremonia religiosa que se efectúa ante la artística Gruta de la Virgen de Lourdes, que existe en la misma iglesia.

La escena resulta conmovedora. A un lado los novios, acompañados de sus padrinos que escuchan las religiosas palabras de la Epístola de San Pablo. Al fondo de la iglesia y sumamente conmovidos sus padres, y hermanos que no pueden contener la emoción que les producía la separación de seres tan queridos, y todos rodeado de ese ambiente de misticismo y suprema religiosidad, con que la Iglesia Católica consagra sus actos más solemnes.

Después vuelven los novios a sus reclinatorios y el mismo sacerdote, dice la Misa de velaciones. El armonium acompaña la misa con sus místicos arpegios. Al consumir reciben la comunión los desposados. Terminada la ceremonia la comitiva sale de la iglesia. Entonces cesa aquel silencio que parece dominar y los novios abrazan a sus padres, y los amigos les estrechan las manos deseándoles mil venturas y felicidades.

Pueden llamarse estos instantes, momentos supremos de la vida, en que todo habla al alma: a unos le evoca recuerdos de tiempos mejores y a otros les hace entrever dichas inacabables.

En el domicilio de los padres de la novia se verifica la ceremonia civil. Representan al juzgado, el Fiscal suplente don Ramón Varela Campos y secretario don Lorenzo González Villagrán. Firman el acta como testigos don Luis Bela Nerini, don Felipe Rigozzi, don Pedro Luis Lassaletta, don José Luis García, don José Luis y don Manuel González Agreda hijos del señor Marqués de Bonanza, y don Luis Pérez Gutiérrez. Después la alegre fiesta de familia; sirviéndose un espléndido desayuno.

Además de los señores de Muñoz Césari y Palacios Guillén asisten al acto los señores doña Concepción Muñoz Seca, de Lassaletta; doña Elisa Bela, de Muñoz Seca; doña Inés Gil, de García; doña Pastora Winthuyssen, viuda. De González, y doña Carmen Heros. Srtas. De Muñoz Seca, Iribarren, González y Palacios Winthuyssen.

Sres. De Pedro Luis Lassaletta, don Felipe Rigozzi, don Manuel y don José Luis González Agreda, don Luis Bela Nerini, don José Luis García, don Luis Pérez, don Emilio Lorite, don Guillermo Alberti y Sánchez Bustamante, y don Miguel, don Antonio y don Pedro Palacios.

Trocadas las galas de los desposados por el traje de viaje, los ya señores de Palacios (don Manuel) marcharon a la estación, acompañándoles sus hermanos políticos don Pedro Luis Lassaletta y don Felipe Rigozzi.

La despedida fue cariñosísima deseándoles mil venturas y parabienes en su nuevo estado. Los señores de Palacios (don Manuel) marcharon en el tren correo a Sevilla donde pasarán los primeros días de su luna de miel, trasladándose después a Huelva donde fijarán su residencia.”

DESTINADO A HUELVA.
Efectivamente se trasladaron a Huelva, donde Palacios llevaba un tiempo trabajando en la jefatura de Obras Públicas de esa. Vivían en el número 18 de la calle General Azcárraga. En 1907 nacía el primero de los ocho hijos que tuvieron: Manuel, seguido de Elena, María, Mercedes, Miguel, José Carlos, Javier y Jesús:

“En Huelva, donde reside, ha dado a luz felizmente una niña la señora doña Antonia Muñoz Seca, esposa de nuestro muy querido amigo don Manuel Palacios Winthuyssen. Fue bautizada el pasado Martes 8, oficiando en la ceremonia religiosa el señor cura don Pedro Román Clavero que impuso a la recién nacida los nombres de Elena, María de la Concepción y Elisa.

Fueron padrinos D. Francisco Muñoz Seca y doña Elisa Bela y Marchena, de Muñoz Seca, representados por don José Paz y Caspe y la señorita María Muñoz Seca. Terminada la ceremonia, pasaron los invitados al domicilio de los señores de Palacios, siendo obsequiados con un lunch.

Asistieron a la ceremonia las señoras Caire de Medina y Haynes de Ages, y Srtas. Mora (C. y A.), Blanco Vargas (L. y M.), y Esparducer (María Teresa). Del sexo feo recordamos a los señores Sánchez, Caspe, Barredo, Vargas (D.C.), Merello y Medina.

Los invitados salieron muy complacidos de las atenciones que para con ellos tuvieron los señores de Palacios. Reciban estos nuestra mas cordial enhorabuena por tan fausto suceso de familia.” Revista Portuense”12/12/1908

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Claustro de la Escuela de Artes y Oficios de Jerez. 

PROFESOR EN JEREZ.
En 1911, por Real Decreto de 14 de octubre de 1910  y tras años de espera, abría sus puertas la Escuela de Artes y Oficios de Jerez bajo la dirección de Nicolás Soro Álvarez. Entre el profesorado propuesto había ya algunos que pertenecieron a la recién clausurada Academia de Santo Domingo y también se encontraba Manuel Palacios que ocuparía la plaza de profesor de Dibujo Lineal.  Más tarde, en 1916, sería admitido para examinarse de unas oposiciones a la plaza de profesor de Dibujo Artístico en la Escuela de Artes e Industrias de Jerez, según la Revista General De Enseñanza y Bellas Artes.

En 1922, trabajó Palacios como ayudante interino en asignaturas como dibujo artístico, modelado y vaciado, elementos de Historia del Arte y carpintería artística. Asignaturas que formaban parte de la sección artística habiendo otra sección denominada técnica y cuyas asignaturas eran dibujo lineal, gramática y caligrafía y elementos de mecánica.

AUXILIAR DE OBRAS PÚBLICAS.
En 1912, trabajó como auxiliar de Obras Públicas y ayudante del ingeniero director de las obras del pantano de Guadalcacín, por aquel entonces, Pedro Miguel González Quijano. Este señor fue ingeniero y matemático de reconocida reputación que participó además en proyectos como en el del sifón en la junta de los ríos y en la realización del trazado de la línea férrea Jeréz-Almargen. Además fue profesor de Hidrología en la Escuela de Ingenieros de Caminos y obras Hidráulicas de Madrid y fue autor de una veintena de estudios sobre temas de Obras Públicas e Hidráulicos.

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Imagen del Pantano de Guadalcacín.

EL PANTANO DE GUADALCACÍN.
En este mismo año, en un establecimiento llamado “Casa Chivas” situado en la calle Duque de Almodóvar esquina a la de Algarve, en Jerez, se expuso un plano de Palacios que representaba el embalse del Pantano de Guadalcacín con las dos vistas principales de la presa tal como mas adelante quedaría cuando estuviera terminada. Además, añadió anotaciones muy interesantes, tales como que la presa tendría treinta y un metro de altura desde la solera del túnel de fondo a la parte superior del pretil y que su altura total hasta la coronación, treinta metros y que su capacidad total sería de ciento once millones, seiscientos cuarenta y ocho mil ciento cuarenta y cuatro metros cúbicos.

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Pantano de Guadalcacín.

...continúa leyendo "2.339. MANUEL MARÍA PALACIOS WINTHUYSSEN. Ayudante de Obras Públicas.  "

Andaba el otro día por el Parque Calderón y pasé por el “servicio público” que está frente a la Herrería, uno de esos artefactos horrorosos de imposible uso para una emergencia y que parecen que de un momento a otro van a despegar, que es lo que deberían hacer.

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Los servicios que se emplazaron entre la Ribera del Río y la del Marisco, en 1974. / Foto, Rafa. Archivo Municipal.

Y me acordé de aquel otro evacuatorioque existió frente al Parque y a la Casa de la Munición (ver nótula núm. 2.301 en GdP), donde hoy está la fuente de la plaza Pedro el de los Majaras.

Se construyó en 1956. Si tiene edad para ello, seguro que lorecuerda. Entrando en los servicios de señoras, a la izquierda, dos water-closet con asientos y tapas de madera esmaltada en blanco, y a la derecha un lavabo de porcelana. Para los caballeros, al frente dos W.C. y el lavabo, y a la izquierda, en semicírculo, cinco urinarios de pared. Todo de Roca, claro. Cumplieron su higiénica función hasta 1979, y a los dos años, para mejorar la densidad del tráfico en la zona, se derribó el socorrido edificio que tantos apretones alivió.

Que tenía delante, como se ve en la foto adjunta, la figura de un guardia urbano de mentirijillas, uniformado de punta en blancocomo los de verdad (recordarán a los que se ponían en el centro de la plaza de las Galeras, en verano con sombrilla) y que distribuía a uno y otro lado de la Ribera del Río y del Marisco el paso de los automóviles y los de cargas pesadas. Eficiente servidor del orden que también tenía la virtud de que no ponía multas y no te echaba una bronca si incumplías las normas de las buenas conductas al uso.

En el 79 también se quitó el transformador anejo que se construyó al tiempo que los servicios, que al año siguiente se puso de nuevo en el Parque, junto al puente de San Alejandro, donde sigue.

Una vez despejado el solar –donde se pensó levantar un monumento al Arrumbador, que no cuajó-, se ajardinó, hasta que en 1983 se colocó el monumento dedicado al Pescador, obra de Javier Tejada Prieto (1929-2009)(ver nótulas núm. 020 y 790 en GdP)hasta que a mediados de los 90 se trasladó al paseo del río, frente al muelle del Vapor.

Y ahora que recordaba los servicios públicos que tiraron en el 79 me vuelvo a acordar de los que vi el otro día en el Parque. Y qué quieren que les diga…(continuará)./ Texto: Enrique Pérez Fernández.

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Aspecto anterior de la calle Santa María desembocando a la plaza de Juan Gavala. Albergó, en el último tercio del siglo XX la Ferretería Zaragoza y el Bazar Plastimar. Actualmente existe un solar en dicha esquina, una vez derribado el edificio de la izquierda.

Estas foto plumillas, originales del investigador Antonio Gutiérrez Ruiz  y comentadas por él, recogen, a excepción de la última, imágenes que no pueden verse en la actualidad tal como figuran en ellas, siendo realizadas en diferentes épocas.

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Anterior estación de ferrocarril y los muelles de carga de mercancías. Todo ha desaparecido, dando paso a una moderna estación.

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Hace unos años que se acabó de derribar esta capillita existente en el Camino Viejo de Rota, ya ruinosa en la época en la que se realizó la fotografía y que muchos portuenses tuvieron uso de razón de su existencia, por ser uno de los accesos al recinto ferial de Las Banderas.

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En el lugar donde estaba la Fábrica de Hielo, en el antiguo muelle pesquero de esta margen del Guadalete,  se hizo este moderno edificio para bar discoteca que ya ha desaparecido, igualmente, dando paso a otro negocio de hostelería.

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Aspecto que presentaba esta parte de la iglesia de San Francisco, en la calle del mismo nombre, cercada de tapias y sin la garita-campanario que fue añadida por el párroco del templo hace una década.

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Este encuadre fotográfico aún puede realizarse en las lindes del terreno de la feria, suponemos que por poco tiempo.

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La Asociación Cultural Puertoguía ha editado un nuevo libro de la serie 'Mansiones y Linajes de El Puerto de Santa María', del que es autor, como de todos los anteriores, Antonio Gutiérrez Ruiz. Se trata del volumen VI, con el título de: 'Cuatro rosas de piedra' que, manteniendo la misma línea y estilo de los otros volúmenes, reseña la historia de la casa número 76 actual de calle Larga, casas principales de la familia Fleming, de origen irlandés, en el siglo XVIII, y primera fábrica eléctrica a fines del XIX.

Esta saga familiar de los Fleming portuenses fue fundada por John Fleming y Elena Geynan que se establecieron en El Puerto abriendo una casa de comercio en la que participarán posteriormente todos sus hijos, bajo la dirección del mayor de ellos, Domingo Fleming, fundador de un Mayorazgo familiar. Se incluyen en las 280 páginas y 61.282 palabras que componen el texto, semblanzas biográficas de todos y cada uno de los hermanos y un seguimiento de los descendientes de Antonio Fleming Geynan, que se ordenó presbítero cuando enviudó, originando dos ramas perfectamente definidas y diferenciadas, la de los Fleming alicantinos y la portuense. No es habitual conseguir ensamblar miembros contemporáneos de un mismo apellido con sus orígenes, alejado en este caso más de tres siglos, detallando todas y cada una de las generaciones que le precedieron. En este trabajo de intensa investigación, el autor lo ha conseguido, desarrollando además algunas biografías cargadas de interés humano, en algunos casos, emociones que intenta trasladar a los lectores en su relato de la historia familiar de este 'linaje', principales moradores de la 'mansión' protagonista.

 

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En un segundo capítulo relaciona y da a conocer a los que fueron propietarios de dos casas situadas en la esquina de las calles Descalzos y Diego Niño, que se fusionarán posteriormente con la casa de los Fleming, personajes de apellidos conocidos en la localidad como son los Barreda, Ruiz-Tagle, Febrés, y otros, haciendo una sinopsis de su evolución como casa habitación hasta que fue adquirida por la compañía que la transformó en una fábrica eléctrica, junto con la casa y jardines de los Fleming.

 

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Y, finalmente, en un tercer capítulo aborda el nacimiento del alumbrado eléctrico en El Puerto, una breve reseña de los comienzos y trayectoria de “Electra Peral Portuense” y de su absorción por la que fuera su competencia, la Compañía de Gas Lebón, cerrándose así el ciclo histórico de este amplio inmueble con fachadas a las calles Larga y Diego Niño y todo el lateral en calle Descalzos, en el tramo entre las dos anteriormente citadas.

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Copia de comienzos del s. XVI de la Carta-puebla que Alfonso X otorgó a nuestra ciudad. Archivo Municipal. / Foto, Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

Hoy, 16 de diciembre de 2014, El Puerto de Santa María cumple 733 años. Tal día como hoy de 1281, Alfonso X (ver nótula núm. 1.000 en Gente del Puerto) otorgó, rubricada en Sevilla, la carta-puebla fundacional de la ciudad que hoy habitamos, su ‘partida de nacimiento’; de la que el rey en ella decía: “…el Puerto que llaman de Santa María, que solía haber nombre Alcanatín en tiempo de moros, que es entre Xerés y la ciudad de Cádis, y tiene de la una parte la Grand Mar que cerca todo el mundo y que llaman Océano, y el gran río de Guadalquivir, y de la otra el mar Mediterráneo y el río de Guadalete, que son dos aguas dulces por donde vienen grandes navíos, es lugar más conveniente que otros que nosotros sepamos ni de que oyésemos hablar para hacer noble ciudad. Toda una declaración de principios del monarca a un lugar que bien conoció y por el que sintió verdadero afecto. Fue la última carta-puebla que en vida firmó.

islacartare8_2_puertosantamariaEn el gráfico de la izquierda, localizaciones de las 13 alquerías andalusíes en el término portuense. En verde, la aldea de Al-Qanatir.

La definitiva conquista y repoblación alfonsí de las aldeas andalusíes que poblaron las tierras del actual término portuense, que fueron parte de Cádiz hasta 1272 y de las que hicimos memoria en anteriores entregas (ver nótulas 2.294 y 2.308 en Gente del Puerto), se llevó a cabo en 1264, salvo las casas y solares de Al-Qanatir, que serían repartidas en 1268 a 300 repobladores. Pero al paso de nueve años, en septiembre de 1277, la recién poblada villa de Santa María del Puerto fue atacada y asolada por huestes benimerines procedentes del norte de África, al mando de Abu Yusuf Yaqub, hijo del emir meriní.

Tras la desolación, el rey decidió en 1281 avivar en la carta-puebla una nueva repoblación y marcar las bases económicas para el desarrollo de la villa, otorgando concesiones y privilegios a quienes se asentaran en su solar –extranjeros incluidos- y eximiéndoles del pago de impuestos. También se fijó su gobierno bajo la autoridad de alcaldes de la villa y del mar y un juez, se marcó su término municipal –grosso modo el actual- y, entre otras reglas, para el correcto abastecimiento de la población se establecieron mercados los miércoles y sábados y ferias a celebrar al comienzo de la Cuaresma y en octubre.

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Alfonso X el Sabio representado en las Cantigas de Santa María, en su corte.

Otros privilegios otorgaría el monarca en marzo de 1283 –un año antes de fallecer-, con el Guadalete como principal activo del porvenir de la población:Por hacer bien y merced a los pobladores del Puerto de Santa María, y porque se pueble mejor el lugar, tengo por bien que todos los bajeles cargados que pasaren por el río de Guadalete para ir a Xerés que se descargue y el tercio, también de vianda como de madera o de otras cosas que ellos mester hubieren”; “mando a todos los marineros mercaderes que por í pasaren que descarguen y el tercio de lo que llevaren en sus bajeles, y que lo vendan y también de vianda como de las otras cosas.

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Figuración de un barco del siglo XIII en las Cantigas.

Ciertamente, en el río y por el mar le llegó al Gran Puerto de Santa María –como Alfonso X también tituló a la población- el esplendor comercial que conoció la villa durante toda la Baja Edad Media y la Edad Moderna. Pero los pilares de su desarrollo –el aceite, trigo y vino de su fértil campiña, las vías comerciales abiertas y conocidas de antiguo, los avezados marineros, pescadores y carpinteros de ribera, la imprescindible sal de sus inmensas salinas, la piedra de las canteras de San Cristóbal, el agua de los manantiales de La Piedad…- se cimentaron mucho tiempo atrás.

LA ANDALUSÍ AL-QANATIR

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Inscripciones islámicas sobre mármol de Al-Qanatir.

Fue Santa María del Puerto heredera de la alquería andalusí que ya en el siglo X, en tiempos del próspero califato de Córdoba (929-1031), se había establecido en la ribera del wadi Lakka, dependiente en su fiscalidad y administración de Saris (Jerez), la capital de la cora de Sidonia hasta la conquista castellana. A su vez, Al-Qanatir fue sucesora del Portus Gaditanus que Balbo el Menor fundó a fines del siglo I a.C. y del Portum tardorromano y bizantino (ver nótula núm. 2.000 de Gente del Puerto). Su ubicación a orilla del Guadalete y de la bahía de Cádiz, estratégico puerto de comunicación entre continentes, propició que Al-Qanatir fuera la única alquería de las trece que existieron en el término portuense que ha perdurado hasta nuestros días.

Del urbanismo de la alquería andalusí destacaremos aquí y ahora dos elementos arquitectónicos: su muralla y la mezquita, de las que a continuación haremos memoria.

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La cimentación de la muralla excavada en Ricardo Alcón en 1993. /Museo Municipal.

LA MURALLA ALMOHADE.

En 1993, el Museo Municipal excavó en linde a la calle Ricardo Alcón (hoy Centro de Salud ‘Federico Rubio’) un tramo de la cimentación de la muralla (14 m de largo por 2’5 m de anchura) que circundó Al-Qanatir, y a ella adosada al exterior una torre defensiva (4’5 m x 2’5 m). La muralla, construida en sus paramentos con piedra arenisca y ostionera y al interior de mortero de cal y arena con guijarros y fragmentos de ladrillos, ha de datarse, según informaron arqueólogos medievalistas, en algún momento del periodo en que los almohades dominaron al-Andalus durante cuatro décadas (1172-1212), coetánea a la Giralda de Sevilla.

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Dibujo de planta de la cimentación de la muralla excavada en Ricardo Alcón en 1993 y su planta en dibujo. / Museo Municipal.

Este lienzo exhumado y otros eran conocidos de antiguo. De hecho, en el Libro del Repartimiento alfonsí (1268) se mencionan –con la voz de pared y paredes- en varias partidas del reparto, mencionándose el frente de la muralla donde se excavó en éstas: Comiença otra tabla de fuera del valladar e de la cárcava, del majuelo de Pero Ganzana fasta el cabo [extremo, esquina] de las paredes.”; otra tabla “cerca la noria en los espinos, de los solares que están en las espaldas de la casa de Pero Ganzana, la carrera del pozo en medio, de parte de Xerez, en el prado, como van al pozo hasta la pared que está levantada.”; y “Copo la punta entre las dos carreras en cabo del valladar del majuelo de Pero Ganzana con el corral y el figar, que está de fuera del valladar, y con los dos de dentro de las paredes sobre sí, que son cuatro solares para cuatro moradores, para hacer casas

Esa cárcava citada era el curso de agua que documentos de comienzos de la Edad Moderna llamaban arroyo de la Zangarriana, que transcurría –y aún transcurre en el subsuelo- desde su nacimiento en la finca El Caracol del cerro de la Belleza, a cuyo pie se asienta la ciudad. Y es preciso el documento alfonsí, porque una cárcava más que un arroyo debió ser el aspecto que presentaría su cauce en tiempos de fuertes lluvias, un torrente de agua bajando por la hoy calle Ganado para desaguar, por la plaza de la Herrería, en el Guadalete. Esta vía fluvial –una frontera natural- determinó el trazado urbano –su límite norte– de las villas andalusí y cristiana, y también la del Puerto Gaditano. En 1735 se procedió a canalizar su curso bajo tierra en la obra, reformada en varias ocasiones, que llamaron Caño de la Villa.

islacartare9_8_puertosantamariaEn la imagen de la izquierda, el Caño de la Villa, antiguo curso del arroyo de la Zangarriana, cuando apareció al hacerse obras en los 60 frente a la plaza de la Herrería. / Foto, Archivo Municipal.

La presencia de la muralla medieval en Ricardo Alcón –la antigua calle del Muro y de la Tripería (por el Matadero público que aquí existió hasta 1699, con acceso desde Ganado)- se puede rastrear en el Archivo Municipal. Así, el Cabildo acordó en 1641 “reparar el muro de la calle de la Tripería” (empleándose en ello diez carretadas de cantillos, nueve de ripios, arena y ocho cahíces de cal). Y en 1698, un vecino adquirió al municipio el solar para edificar en él: “se aplican 200 reales que dio Juan Rendón, por un pedazo de sitio y muralla propio de la ciudad en la calle de la Tripería, linde de sus casas.” Lienzo de muralla que aún era visible en 1764, según anotó el historiador Anselmo Ruiz de Cortázar, y subsistía en 1880, en testimonio de Joaquín Medinilla: “todavía se conservan restos de estas murallas en la calle Jesús de los Milagros casa sin número junto al uno [frente a la plaza de la Herrería], y en la del Correo, antes Muro, en la casa donde están los graneros del señor Camacho”; inmueble éste, más abajo del tramo excavado, entre Nevería y Larga, donde ciertamente se conserva en 2’5 metros de altura el lienzo de la muralla, como muy probablemente suceda en otros inmuebles en todo el perímetro de su recorrido, enmascarados bajo la cal y los repellados de las fachadas.

Es singular la mención en el Libro del reparto en dos partidas a cruces dispuestas en las paredes de la muralla: otra tabla como van al Pozo Santo, hay calle hasta la pared, que está la cruz en el canto (en un ángulo o esquina de la muralla); “…hasta la plazuela otra, donde está una cruz en la pared”. Cruces que parecen marcar la sacralización, desde los primeros momentos de la ocupación cristiana de Al-Qanatir, de una construcción –el cerco de la villa- levantada por moros.

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Reconstrucción ideal de Santa María del Puerto a fines del siglo XIII, con el recorrido de la cerca y el arroyo de la Zangarriana (que en castellano viejo es decir de la Tristeza o, en su acepción andaluza, de la Borrachera).

...continúa leyendo "2.324. DE AL-QANATIR AL PUERTO. 733 Aniversario de la Fundación de El Gran Puerto de Santa María. Isla Cartare (VIII)."

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El puente colgante de San Alejandro en 1867, fotografiado por Jean Laurent. Biblioteca Nacional de España.

Mal acabó el año 1839 para El Puerto. El 1 de diciembre, el puente de barcas de San Alejandro, el que se construyó a iniciativa del Capitán General Alejandro O’Reilly sesenta años atrás, se desplomó y la corriente del río se lo llevó. Pero para día aciago, el de su inauguración, el 14 de febrero de 1779, cuando la aglomeración de gentes sobre el puente fue tal que provocó que las compuertas móviles cedieran y se precipitaran al río numerosas personas, falleciendo 115.

De inmediato, el Ayuntamiento comenzó a gestionar la cons­trucción de un nuevo puente en el mismo lugar, decantándose en marzo de 1840 por el proyecto de un puente colgante que tenía presentado al Gobierno de la nación el francés Jules Seguin, aunque las obras se retrasaron varios años.

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Los hermanos Jules Seguin (1796-1868) y Marc Seguin (1786-1875), artífices de los puente de San Alejandro y San Pedro.

Era Jules Seguin empresario y hermano del prestigioso ingeniero francés Marc Seguin, el inventor en 1824 de los puentes colgantes suspendidos de cables de acero y también de la caldera tubular, entregada a la industria en 1827 y aplicada a la primera locomotora de Stephenson. Su ingenio le venía de familia: era sobrino de los hermanos Montgolfier, los inventores del globo aerostático.

El nuevo puente que sustituyó al de barcas –todo un alarde técnico para la época-, se conformó con un tablero de madera (95 metros de largo por 6’40 m) suspendido de cables que pendían de cuatro cilindros de fundición y retenidos a otros tantos pozos de amarra. Para su construcción se aprovecharon las calzadas de acceso y los estribos del puente de barcas. La obra la ejecutó la empresa de Jules Seguin, previéndose sufragar su coste con la reimplantación durante treinta años de un antiguo arbitrio de carreteras, debiendo pagar el Ayuntamiento como rédito anual 12.178 reales. Luego su propiedad quedaría en manos del Estado por situarse el puente en el tránsito de una carretera nacional de primer orden.

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Litografía del puente y la Ribera de 1864, de la ‘Guía del viagero por el Ferrocarril de Sevilla a Cádiz’, de Eduardo Antón Rodríguez.

Se inauguró el 18 de enero de 1846, a partir de las dos de la tarde. El programa de actos quedó fijado con el boato propio de la época… la presencia de las autoridades, los invitados y el clero portando la Cruz Parroquial; la música de dos bandas militares, situadas a cada extremo del puente; su bendición por el Vicario y la entonación del tedeum; la salva de la Brigada de Artillería dispuesta del lado del arrecife de Puerto Real; de nuevo las músicas militares; y el puente adornado con vistosas guirnaldas y banderas para marcar tan señalado día, pues el puente era la única vía de acceso terrestre a Cádiz y a las demás poblaciones de la bahía. Cinco meses después, el 30 de junio de 1846, también según proyecto de Marcos Seguin, quedó inaugurado otro puente colgante sobre el río San Pedro (que se hundió a fines de 1880, tres años después de hacerlo el de San Alejan­dro).

SE VEÍA VENIR…

Pese a los alardes técnicos empleados, el nuevo puente de San Alejandro (si los romanos levantaran la cabeza) no tendría una larga vida: a los 31 años de construirse se vino abajo. Según refleja la documentación conservada en el Archivo Municipal, era algo que se veía venir hacía años…

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Lámina del puente en 1864.A su lado, un pequeño astillero, lugar donde entonces se permitía bañarse a las mujeres –sólo a las mujeres- de noche.  

En mayo de 1855 el alcalde portuense elevó un oficio al gobernador civil de la provincia solicitando que se verificara un reconocimiento del puente (no realizado desde su inaugura­ción), especialmente en los cables no visibles de los pozos de amarra, pues se contaba con el antecedente reciente de cuando se tuvo que descolgar el tablero del puente del San Pedro para efectuar algunas reparaciones, se comprobó que los cables de suspensión embutidos en sus muros de mampostería tenían cortados las tres cuartas partes de los hilos. A tal requerimiento, el gobernador dispuso que pasase a inspeccionarlo el Ingeniero civil de la provincia, pero éste contestó que el alcalde tenía excesivo celo e incurría en un acto de injerencia y desconfianza al ser a él a quien correspondía juzgar si era necesario o no reconocer su estado. Al mes siguiente, el Ayuntamiento reiteró al gobierno civil lo solicitado, pero no consta que se obtuviera respuesta. Días antes, un dictamen de los síndicos portuenses recordaba que por Real Orden de 25-XII-1843, mientras no concluyese la concesión del puente a la empresa constructora, ésta tenía la obligación, no cumplida, de mantenerlo en buenas condiciones, teniendo que pintar la madera y los hierros al menos una vez cada tres años, y recomponerlos o reemplazarlos cuando lo exigiese la seguridad del tránsito, al igual que los cables de suspensión y retención que se rompieran. Otros intentos para reconocer el estado de conservación del puente se repitieron con el tiempo, pero siempre en vano. En julio de 1858 ardió el tablero en su totalidad, posteriormente repuesto a costa del Estado

Pasaron los años. En noviembre de 1873, la comisión de Obras Públicas del Ayuntamiento, aun a sabiendas de que no era asunto de sus atribuciones, pasó a reconocerlo. Se encontraron las maderas del pavimento podridas, así como la mayor parte de las transversales sobre las que descansaban, no siéndoles posible comprobar las amarras por encontrarse los pozos en que se sujeta­ban cubiertos de agua; días antes, el guarda del puente vio en ellos pedazos de alambres podridos. Y así, de momento, quedaron las cosas.

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Imagen captada en mayo de 1877, mientras el puente se reparaba, poco antes de derrumbarse. / Foto, colección de Manuel Pacheco Albalate.

…Y SE CAYÓ

El 15 de mayo de 1877, de uno de los pozos de amarra se safó uno de los cables o calabrotes (cabo grueso de 9 cordones corchados de izquierda a derecha, en grupos de 3 y en sentido contrario al reunirlos) que sostenían el tablero. Como precau­ción, se cerraron los accesos al puente con vallas y se reali­zaron algunas reparaciones menores. Entonces fue cuando se captó la imagen adjunta, en la que se observa a un operario encaramado a horcajadas a uno de los calabrotes, comprobando su estado o reparándolo. No pierda el detalle de la escalera por la que subió.

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Una vez venido abajo, aún con algunos cables de acero colgando. Fotografía de J. Laurent, 1879.

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Composición del puente derribado a partir de otra instantánea de Laurent, 1879.

El 2 de octubre, al paso de un carro cargado con losas de Tarifa que conducía el portorrealeño Diego Carrera, se asti­llaron completamente dos vigas madre del pavimento, hasta que definiti­vamente, el 16 de noviembre de aquel 1877, a las cuatro y media de la tarde, cuando cruzaban el puente en dirección a Puerto Real tres carros sin carga tirados por tres mulas cada uno, se desprendieron de sus amarras los tres calabrotes que colgaban del lado izquierdo de la orilla de la otra banda; los que (en la foto) revisaba el operario. Bestias y arrieros se precipitaron al río, resultando tan sólo herido leve uno de los arrieros, Manuel Romero. Como remedio provisional, se construyó una barca de pasaje, arrendada para su explotación a Francisco Vaca, y se habilitaron en ambas orillas sendos muelles.

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El puente de hierro de San Alejandro (1884-1977) desde ‘la otra banda’. En la orilla, el espacio que ocupó el pequeño carenero que en 1906 estableció José María Ponce. (Ver nótula núm. 2.311 en Gente del Puerto).

Y al colgante le sucedió el tercer puente de San Alejandro, el de hierro, que se construyó, con diseño del ingeniero Emilio Iznardi, en 1884 y fue desmontado, salvo sus pilas, que siguen aflorando en el río, en 1977. Justo un siglo después de que se hundiera, por dejación de las autoridades competentes, el colgante. / Texto: Enrique Pérez Fernández.

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Antonio Fernández Galloso y su cuñado Luis Feria, padre del torero José Luis Galloso, vendiendo caramelos y pipas --y algún tabaco de contrabando como Chester y Camel-- en el carrillo que instalaban durante la Semana Santa y otras fiestas. Antonio, tonelero y Luis, panadero, juntaron algo de dinero para crear, en 1958, las Destilerías Galloso (ver nótula núm. 92 en Gente del Puerto). /Foto: Colección Antonio Fernández Feria.

 

El varadero de los Hermanos Pastrana que en 1954 se estableció en Pozos Dulces (ver nótula 713 de Gente del Puerto) tuvo un antecedente medio siglo antes, justo enfrente, en la otra orilla.

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Entre los puentes del Guadalete, el carenero de José María Ponce. / Foto, Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

Fue en febrero de 1906 cuando José María Ponce Pérez presentó un proyecto a la Jefatura de Obras Públicas de la Provincia (presupuestado en 600 pesetas) con el fin de habilitar un modestísimo carenero “para la gente trabajadora” –decía en su solicitud- dedicado a la reparación de embarcaciones menores y ‘parejas’, a emplazar en la orilla limitada entre el puente de hierro de San Alejandro (1884) y el del Ferrocarril (1862), en los 37 metros existentes entre ambos y 30 m adentro a contar desde la línea de plea­mar.

La obra a ejecutar era un pequeño muelle sobre estacas de madera, una calzada de madera donde varar las embarcaciones, una palizada (defensa de estacas) para protegerlo de las aguas y una caseta de madera para taller y almacén de las herramientas. Posteriormente, según refleja la foto primera de esta nótula, se levantó otra caseta, lindera al puente, de mampostería. No sé cuándo comenzó a funcionar ni cuándo cerró el carenero, pero consta que fue en junio de 1908 cuando el Ingeniero Jefe de la provincia fijó sus tarifas.

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Imagen del 29 de agosto de 1930, primeras regatas organizadas por el recién fundado Club Náutico, junto a sus instalaciones. Al fondo, el transbordador de sal de La Tapa y a la izquierda la caseta eléctrica del Guadebro. / Foto, Autoridad Portuaria en copia del CMPH.

En su proyecto Ponce dio cuenta de su intención, aunque fue en vano, de establecer junto al carenero, al otro lado del puente de San Alejandro, una “industria del automovilismo náutico”, iniciativa que de haberse llevado a cabo hubiese sido una de las primeras creadas en España. Al paso de los años, en julio de 1930, quedaron inauguradas, en el terreno que pretendió Ponce, las primeras instalaciones del Club Náutico.

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El espacio inmediato al Náutico, junto al puente, acogió, al menos a mediados del siglo XIX, un pequeño astillero, como refleja la lámina de 1864 y consta en unos edictos de alcaldía en los que se permitía a las mujeres -no a los hombres- bañarse de noche, sólo de noche, junto al estribo del puente -el colgante- de la parte del Coto, “en el sitio de el Astillero” (1850), “donde se está construyendo el bergantín” (1854). / Texto: Enrique Pérez Fernández.

rafaelgomezelgallo__puertosantamariaAquella tarde Rafael Gómez Ortega ’el Gallo’, Juan Belmonte y Francisco Vega de los Reyes ‘Gitanillo de Triana I’, o ‘Curro Puya’, alternaron en la Plaza de Toros de El Puerto de Santa María el 28 de agosto de 1927, día que recibió la sagrada investidura ‘Gitanillo de Triana I’, al cederle ‘el Gallo’  el toro de nombre ‘Vigilante’, berrendo en negro, de don D. Tomás Pérez de la Concha. Un testigo presencial del aquel doctorado, el portuense Juan Marchán Garcia –abuelo de nuestro amigo Francisco Varo Marchán- le contó a su nieto «...haber vivido la alternativa más larga de la historia del toreo, que duró 8 minutos.»

Juan Marchan era amigo de los tres matadores y era común en él que fuese de muy pocas palabras. A Juan Belmonte le caía personalmente muy bien por esa «virtud», y porque, además, era Marchan muy discreto, amable, bondadoso y noble. Jamás solía violentar una conversación y aceptaba las propuestas. Fue un modelo de condición humana: después de que sus cuñadas se quedaron viudas, él crió a todos sus sobrinos huérfanos. Todo lo asimilaba con frases taurinas. En cierta ocasión vio a un jubilado ya achacoso y dijo: «...tiene media estocá y se está acercando a las tablas.»

La histórica anécdota dice: En cierta ocasión, de las muchas que Rafael (Gallo) venía a El Puerto de Santa María y se quedaba a vivir en casa de los González (los Villegas) –cuando tenía que torear en nuestra plaza llegaba a la ciudad al menos tres días antes-, solía asistir a las peleas de gallos que entonces se celebraban, en el reñidero ubicado en la esquina de la  calle Santa Clara, al lado derecho donde hoy está el cementerio y desde donde se veía la finca de los Gallardo, en la que pastaban los toros de la primitiva casta de Miura. Rafael siempre recordaba una de las peleas de gallos de las que se ofrecían junto a los corrales –viviendas comunitarias de aquella época- en un local situado en la esquina de las calles sevillanas de Pagés del Corro y Costilla, en Triana.

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Reñidero de la calle Santa Clara. /Foto: Fernando Herraz

De todos es conocido la afición de la mayoría de los toreros a la crianza de los gallos de pelea, especialmente los de la raza calé. Así que entre ambos matadores se creó una especie  de competencia por tener el gallo negro, del que según Juan Marchán  se había enamorado Rafael ‘el Gallo’. Y en esa situación llegó el día en que ambos se vieron en la plaza de El Puerto de Santa María... la hora de que Rafael iba a imponer su investidura de doctor a ‘Gitanillo’. Los segundos transcurrían y ambos entablaron una amistosa y divertida charla de compra-venta, estando los tres lidiadores en el ruedo bajo el Palco. Lo que ambos se dijeron podía fácilmente interpretarse por los gestos y movimientos que hacía Juan Belmonte, que una y otra vez se separaba de ambos riéndose a carcajadas, poniéndose las manos en la cabeza y separándose de ellos... seguro que Rafael, al seguir oponiéndose ‘Gitanillo’ a venderle el gallo, le dijo: «O me lo vende, o te queas sin el sayo de mataó... y ahí te sigue de novillero...», durando aquella conversación los 8 minutos señalados,  mientras los peones no hacían otra cosa que detener a ‘Vigilante’ lejos de la ceremonia... y el respetable impacientándose. ‘El Gallo’ pasó a ser el propietario del gallo en litigio y ‘Gitanillo’ recibió la investidura. /Texto: Juan Zaldivar.

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Este epitafio se lo escribió Pedro Muñoz Seca al matrimonio que tenia la portería donde él vivió y que murieron con muy pocos días de diferencia:

Fue tan grande su bondad,
tal su laboriosidad
y la virtud de los dos,
que están con seguridad
en el Cielo, Junto a Dios.

El Obispo de la diócesis de Madrid que tenia que dar su consentimiento lo rechazó con el argumento de que Muñoz Seca no era nadie para asegurar que los porteros estaban en el Cielo, y junto a Dios. Muñoz Seca escribió otro:

Fueron muy juntos los dos,
el uno del otro en pos
donde va siempre el que muere...
Pero no están junto a Dios,
porque el Obispo no quiere.

El Obispo envió una carta a Don Pedro en la que decía "Ni yo, ni ningún otro representante de la Santa Iglesia, intervinimos para nada en el destino de los difuntos, por tratarse de un misterio inescrutable que ni usted, a pesar de su buena voluntad, ni nosotros estamos capacitados para aclarar", y Muñoz Seca escribió el siguiente epitafio:

Flotando sus almas van
por el éter, débilmente,
sin saber qué es lo que harán,
porque desgraciadamente
ni Dios sabe dónde están.

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Estos días pasados le han ‘lavado la cara’ parcialmente a la fachada de la Casa de la Munición, el singular edificio que divide la Ribera del Río de la del Marisco y que es el escaparate de entrada por Pozos Dulces al casco histórico. Pero yo, que ando frecuentemente por ahí y sabiendo que las estructuras interiores del edificio están mal, por si acaso, paso por la acera de enfrente, porque este histórico inmueble –como tantos otros- necesita más que un chapú, que sólo enmascara su lamentable estado.

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Frente a esta casa, por la Ribera del Río, nació Luis del Pino Robles, conocido como Luis 'el de los huevos' (ver nótula núm. 203 en Gente del Puerto).

La Casa de la Munición o de la Provisión se construyó en 1781 –dos años después de levantarse enfrente el puente de barcas de San Alejandro- para servir de almacén de víveres para las tropas acantonadas en la ciudad, en los cuarteles de la plaza del Polvorista y en el del Alamillo, junto a la Plaza de Toros. Para su uso exclusivo, pero se conoce que al año siguiente, en 1782 y a petición de Juan Pérez de Mena, arrendador de las rentas de los arbitrios municipales, se formó un auto contra Tomás de Goyechea, administrador de la Provisión, para “que no consienta que por el muelle al pie de la casa de la Provisión embarque o desembarque géneros de dueños particulares, pues la ciudad tiene para ello el muelle de madera y surtidas bajas [en la plaza de la Pescadería y aledaños], ya que éste es sólo para la provisión”; hecho que ocultaba, como venía siendo habitual, la ‘picaresca’ de evitar el pago de los aranceles fijados sobre los géneros y productos embarcados y desembarcados en el río.

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Se levantó el inmueble militar junto a una pequeña ensenada que la corriente del río formó de antiguo, orillada en los portales de la ribera, los que, según escribió en 1764 Anselmo J. Ruiz de Cortázar “sirven de no menor utilidad que hermosura los portales que se registran inmediatos a la orilla del río a cuyo amparo trabajan los calafates en la carena de las embarcaciones y pescadores en el aderezo de sus redes.” Lugar donde existió, frente a la calle Chanca, el humilladero conocido como Cruz de los Calafates, sufragado por el gremio de los carpinteros de ribera que de siglos atrás aquí habitaban y trabajaban.

federeicorubiogali___puertosantamariaY para el particular uso de los militares se levantó el referido muelle, de madera sobre pilotes, el que al paso de los años Federico Rubio (1827-1902) mencionó en sus Memorias recordando una travesura que de niño vivió en el río, en 1840, que a punto estuvo de costarle la vida. De su testimonio extraigo estos fragmentos: “El lugar de mi partida fue como a mitad de la distancia que media entre el puente [el de barcas] y un almacén que hay a la derecha, construido sobre pilotes, y que tiene a modo de un muellecito, que el río cubre en las crecientes y lame en las menguantes.

Cuando dueño de mí quise ganar el trecho perdido, hallábame como a dos cuerpos de edificio más allá del almacén. Tomar la orilla fangosa en el punto más próximo y seguir por ella a pie hasta el lugar de mis vestidos, era imposible; adelantar a nado, más imposible aún. […]

Lacerado cual se puede suponer, casi exhausto, llegué al punto donde, sobresaliendo el muelle del almacén, vi cortada mi carrera de caimán o de hipopótamo. Era preciso volver a convertirse en pez. Empresa vana: el cansancio extremado, el río veloz en opuesto sentido, hacíanme retroceder lo avanzado con tan penoso arrastre. Tenté a ver si agarrándome a las junturas de los cantos de la construcción podía pasar; y ¡oh, ventura!, casi a nivel de agua toqué, una magnífica hilera de estacas o defensa de pilotes que corrían por todo lo largo de la pared [estacada que se recompuso en 1854]. Ganada ya la última estaca, volví a nadar sobre la orilla; y fuese porque el estribo del puente cortase la fuerza de las aguas, fuese por haber terminado la bajamar, vi que adelantaba regularmente y sin obstáculos que vencer.”

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La fachada de la casa que da a la Ribera del Marisco, en 2012, el año del Bicentenario de las Cortes de Cádiz.

La ensenada del muelle de la Munición subsistió hasta que en 1873 comenzó a cegarse para construir una muralla de encauzamiento del río entre el puente colgante de San Alejandro y la plaza de la Herrería (138 años después de la que se levantó –en 1735- desde las Galeras a la Herrería).

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En este espacio inmediato a la Munición, cuando el río no estaba canalizado, sus aguas, durante las crecidas, golpeaban las fachadas de las viviendas situadas en primera línea. Así, en 1622, los franciscanos descalzos del convento de San Antonio de Padua, ubicado hacía dos años en la esquina de la calle Sardinería (hoy Javier de Burgos), decidieron trasladarlo de lugar (a la hoy plaza Peral), entre otros motivos y según alegaron, “por tener de la una parte el río de Guadalete que llega hasta las paredes de la dicha casa cuando crece el agua”.

Pero los trabajos de la nueva muralla comenzada en 1873 –por eso de que las cosas de palacio siempre fueron despacio y las del ayuntamiento más lento-, desde su inicio estuvieron cuajados de problemas técnicos, financieros y burocráticos, fueron paralizados en varias ocasiones y repetidamente motivaron la crispación en la ciudad, no culminándose las obras hasta fines de 1884, once años después de iniciarse.

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Con todo, el resultado dejó mucho que desear, por lo que de inmediato fue preciso acometer nuevas obras –conocidas en la época como ‘la Canalización’- que se prolongaron hasta 1895 (otros once años más), cuando el entorno del muelle y de la Casa de la Munición quedó definitivamente habilitado con la fundación del Parque Calderón. / Texto: Enrique Pérez Fernández. /Fotos: C.M.P.H.

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