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En la imagen, Miguel Salguero Suárez, patriarca de toda una estirpe de churreros con Charo Salguero Venegas (ver nótula núm. 350 en GdP). Sus hijos tienen un gran parecido, especialmente José Luis, quien mantiene con Tere (ver nótula núm. 093 en GdP) un puesto de patatas fritas en el Parque Calderón (ver nótula núm. 1.228 en GdP) y a veces está en la churrería. La tradición viene de familia del padre de Miguel, Facundo Salguero Junquera y sus tíos.

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En el centro de la imagen, tomada en la Velada del Paseo de la Victoria, con la manga metálica de echar los churros un muy joven Alfonso Romero Núñez, marido de Charo Salguero. Y detrás, la señora que atiende a la clientela es posible que sea Dolores Venegas, esposa de nuestro protagonista con las varillas de freír los bollos.

Según el historiador, Enrique Pérez Fernández, "Aunque no puedo asegurarlo, creo que fue un familiar de Facundo Salguero Junquera, Antonio Suárez Junquera, quien instaló el primer puesto de churros en el Parque Calderón, en 1924, frente al kiosco de Murga.
Al año siguiente quiso de nuevo ponerlo pero no se le concedió permiso, y sí a Miguel Peña Oviedo y otro a su hermano José Suárez Junquera (Bornos, 1874), también en el Parque, entre los dos parterres fronteros a Javier de Burgos, donde José instaló su anafe de carbón y leña hasta mediado los años 30.

En plena guerra civil, en el verano de 1938, fue cuando Facundo puso por vez primera su puesto de masa frita -que decían entonces- en el Parque.

José Suárez a la vez que churrero ejerció de conductor de camiones, según leí en esta noticia que publicó la Revista Portuense sobre un accidente que tuvo en agosto de 1933: “Entre otras notas que quedaron por insertar en nuestra anterior edición, figuraba el dar cuenta del suceso ocurrido en la tarde del pasado miércoles, en que el camión destinado a transportar piedra de la cantera [de la Sierra de San Cristóbal], matrícula PO-107, propiedad de José Blas Núñez y conducido por José Suárez Junquera, cuando se dirigía hacia el puente de San Alejandro, debido sin duda a algún desperfecto en su mecanismo, comenzó a descender hacia atrás hasta venir a chocar con el árbol y el banco de material más próximo al puente, de los existentes en el Parque. Efecto del choque rompió el árbol y parte del banco, viniendo una de las ramas de aquél a dar en la cabeza del anciano Francisco Díaz Lanceta que se hallaba allí sentado, y el que fue asistido en el hospital de una herida contusa de 4 centímetros en la región occipitoparietal, lado izquierdo, que interesa todas las partes blandas hasta el periostio, con mortificación de los bordes, de pronóstico reservado.

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Miguel Salguero, en el centro, probando una copa de vino, y a la derecha, su compadre Manolo Vélez Hidalgo, con gorra. /Foto: Colección Bar Vicente.

Pero volviendo a Miguel, nuestro protagonista, además de trabajar duro con los churros en la Plaza de Abastos, en ferias, fiestas y verbenas, trabajó también en una bodega portuense para suplemental el jornal que sacó a su familia adelante.

Como nos cuenta la que fue su vecina en la Placilla, María Jesús Vela: “Miguel tenía muy buen carácter, siempre sonriendo a la clientela y cantiñeando, tal como su yerno Alonso Romero Núñez. Muy cercano en todo. Aficionado a las peleas de gallos, quizás por su amistad con los hermanos Manolo y José Vélez Hidalgo. Ellos criaban y adiestraban a los pollos y, de hecho, Manolo Vélez y Miguel Salguero eran compadres.

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El puesto que Miguel Salguero tenía frente a la Casa de los Leones, en La Placilla, atendido por su hija Charo y su yerno Alfonso, salió ardiendo y todos los vecinos salieron a ayudarles, por lo que no hubo que lamentar desgracias personales. Coincidió con una Feria cuando se celebraba en Crevillet.

Cuando en la década de los sesenta del siglo pasado vinieron unos misioneros a El Puerto, promocionando las vocaciones, uno de aquellos sacerdotes se parecía a su yerno, Alfonso, al que le pregunté si era su hermano. Éste me respondió afirmativamente, y yo todos los días iba al puesto de churros y le preguntaba por él, e incluso le llegué a escribir varias cartas. Yo, con mis pocos años, creía que era verdad y Alfonso me seguía el juego, contándome las aventuras de su supuesto hermano, y me decía que las cartas tardaban mucho en llegar porque su hermano estaba en el extranjero. Y que fuera buena y que rezara, que un día vendría a verme. Mientras a diario esperaba una carta que nunca llegó. Y así hasta que un día me di cuenta del engaño. Pero Alfonso no lo hacía con maldad. Era un bendito".

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En la imagen, Fernando Camacho Arana (ver nótula núm. 1.851 en GdP)

Dedicado al tapatólogo Gabriel Alconchel, gran higuista.

'--A los reondos y durse' cantaban los hombres rústicos por las calles. Conducían unas “amotos” (moto rústica) más viejas que el taparrabos de Tarzán. En la parte de atrás portaban dos peazos de cerones de esparto donde iba el preciado fruto. Todos estaban morenos, no precisamente los pobres míos de ir a la playa y se tapaban con gorrillas, preferiblemente de acuadritos. Recuerdo que en el barrio la gente salía con los platos en la mano para que el hombre rústico les sirviera la “ocena”, unidad de medida por la que se vendían los higos.

No sabía muy bien si su nombre eran higos chumbos o chungos, porque los pobres míos eran de segunda división. Mientras sus primas hermanas las brevas, de suave frescor, y los higos negros, se lucían en las fruterías de tronío con el pomposo nombre de frutas de temporada, el se paseaba en serones por las calles, muertecito de calor y además con un abrigo de púas.

Siempre que mi madre salía a comprar la ocena, me enrolaba en la expedición para disfrutar de la ceremonia del pelado de los higos. Me llamaban la atención las peazos de manos de los hombres rústicos, capaces de derribar hasta un hipopótamo de una sola cachetá y como eran inmunes a clavarse las puyas… aunque yo creo que éstas, cuando impactaban en su piel, hasta rebotaban de lo hartas que estaban esas manos de coger higos, tagarninas, aceitunas y todo lo que se pudiera por el campo. Una vez uno relataba, mientras manejaba con destreza la navaja con la que pelaba los higos,  que una pitonisa intentó leerle las líneas de las manos y le dijo, chiquillo tu más que líneas lo que tienes aquí es la autopista Cádiz Sevilla de lo ancha que es.

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En la imagen, Juan Guerrero Villegas 'el Rifle'.

Enrolarse en la expedición tenía como premio que me comía el higo de regalo que daban por la ocena en una demostración más de que el tres por dos no lo inventaron los chichinabos del Carrefú. Ya no se ven los hombres rústicos por las calles, por lo menos por los pueblos por donde me muevo, pero los higos no han dejado su carácter de segundones. No se venden en los puestos de las plazas, sino en los exteriores, casi clandestinos, en bolsitas transparentes, que sustituyen a los platos de duralex de cuando había que llevar el envase puesto.

Pero los higos “chungos” siguen teniendo el encanto de lo salvaje, de todo lo que se come a chupetones, el encanto de que el caldo que sueltan te llegue hasta el codo. Deben de estar fresquitos y no comerte más de seis porque si te pasas te puede dar un tralará de cuarto baño.

Permitemé una solo pregunta ¿tú de que eres de los verdes o de los coloraos de final de temporada? Y segunda pregunta ¿es tapatológicamente correcto comérselos en una mousse con crujiente de sus pepitas?. /Una reflexión tapatológica de Pepe Monforte.

Más sobre higos chumbos en Gente del Puerto.
Nótula núm. 376 de Luis Suárez Ávila.
Nótula núm. 1.788 de Alberto Boutellier Caparrós.

Todo en la niñez, se vive con mucha  intensidad e ilusión, la festividad de  la Virgen de los Milagros no iba a ser una excepción. Los días previos, ya  se respiraba, ambiente de fiesta, pues desde bien temprano, las campanas  de La Iglesia Mayor, nos daban los buenos días, con  repiques armoniosos y acompasados, que daba gusto oírlos.

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Pues bien, ese precioso sonido, unido al de los cantos Gregorianos  hacía que afloraran en mi, sentimientos contrapuestos. Por una parte,  sentía mucha emoción, pero a la vez, me invadía, una tristeza, que ni yo misma, sabía explicar, y  que hacía que saltara de la cama como un resorte.

Ya en el colegio --La Divina Pastora-- nos llevaban a confesarnos y a celebrar los actos religiosos y aunque lo tengo muy presente, me gustaba mucho más ir con mis hermanas.  Siempre  iba de la mano  de la mayor, no me faltaba, ni mi velo negro, como señal de respeto, ni mi misal ni mi rosario rojo.  La  imitaba en todos sus gestos, así, si se arrodillaba, yo también, si unía sus manos, yo lo mismo, solo a la hora de comulgar me quedaba en mi asiento  y me  preguntaba  porque  esa parte de la liturgia, siempre me la perdía.

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Por la puerta principal del edificio de la imagen -la Casa de los Sancho- se accedía, en la primera planta al Colegio de Infantil de La Divina Pastora. Allí ejercieron Doña Francisca González Sousa y Doña Lola Sancho.

Había una cola larguísima  y  era muy agradable, ver  las muchísimas caras conocidas. Algunas  según algún pequeño murmullo, eso sí  en voz queda, solo se les  veía en estas mismas fechas  Y era cierto, porque…  ¿toda esa gente vivía en el Puerto? Me preguntaba… ¿donde?.

prioral_1955_puertosantamariaEn la misa de ocho, no se cabía, y había que irse con tiempo, para conseguir un asiento en uno de los bancos o una silla, de las que la voluntariosa María ‘la de las sillas’—creo-- guardaba  celosamente; y  que con solo ver a la persona  en cuestión, entregaba sin equivocarse. Esta señora  recordaba  perfectamente a quien pertenecía cada una y además si ya había asistido a misa, pues en ese caso tenia la tranquilidad para prestarla. Aquello, aunque podría parecer un caos, no lo era, lo único  era que a todos no podía atender a la vez. Silla que vislumbraba, silla que entregaba.

A la salida de misa, nos esperaba en casa un buen desayuno, aquellos primeros años la cosa no estaba para muchos dispendios, pero en las  sucesivos, nos veíamos y nos las deseábamos, para conseguir mesa en las cafeterías  y no digamos el tiempo que nos llevábamos en los puestos de churros.

Ya por la tarde, bien arregladitas  a la calle a ver  nuestra preciosa procesión y aunque mi madre nos leía la cartilla éramos como papagayos. “--Mamá…..me compras, esto o aquello, me montas en los caballitos?”

pacoduenas_8mayo70_puertosantamariaPero fueron los años posteriores, en los que de verdad disfruté de esta fiesta. Ya iba camino de los diez años, y llevaba varios de ellos perteneciendo al coro del Maestro Dueñas (ver nótula núm. 197 en Gente del Puerto). Era un hombre admirable que irradiaba bondad, no quiero decir que no fuera estricto, lo era como no, pero tenía tacto y comprensión  a la hora de bregar con tanta niña chica.. Maribel, nuestra solista, era  un encanto de niña , tenía  desparpajo y  gracia innata, que para sí la quisieran muchos humoristas actuales;  pero no era solo eso, además  poseía una preciosa voz. Cada una teníamos nuestro sitio en los asientos del coro, fue  el propio Dueñas, quien nos lo asignó, y solo se variaba, en caso de que alguna faltara,  por aquello de que no quedaran  huecos vacíos. /En la imagen de la izquierda, Francisco Dueñas en mayo de 1980. /Foto: Rafa.

ramonzarcohernandez_puertosantamariaCuando llegaba este día de fiesta tan  ilusionante para nosotras,  cantábamos varias veces al día, pero no nos resultaba pesado, todo lo contrario, lo disfrutábamos  oyendo  y acompañando a Merche ‘La Macaria’ (ver nótula núm. 047 en GdP) a Felices Rivas, al virtuoso Ramón Zarco y su violín... Hasta  Doña Virginia Hernández su madre  más de una vez  nos deleitó al piano. Y como no acordarme de una de las hijas del maestro y de los hermanos Salvatierra,  que hacían que nos estremeciéramos todos de puro goce al oírlos. Realmente, una delicia a la que pude asistir, contemplar y disfrutar enormemente. /En la imagen de la izquierda, el virtuoso Ramón Zarco. /Foto: Academia BBAA Santa Cecilia.

Ya con mis amigas,  por cierto, todas monísimas completábamos el recorrido  de la procesión,  unas veces  en las  filas  y otras fuera de ellas. Quien lo disfrutaba realmente era mi padre,  muy devoto de La Virgen de los milagros, hasta el final de sus días.

Terminada la procesión, nuestro obligado paseo por la calle Luna, Larga y   Parque Calderón,  a presumir un poquito de lo linda que estábamos  todas las amigas y comprarnos  un papelón de patatas fritas, sentadas tranquilamente, en  unos de los bancos,  de piedra y  hasta en esas bolas enormes, junto a estos, en espera de poder tomarnos alguna refresco de la marca Mirinda, cosa harto difícil, debido a la  gran marea humana que llenaba todas las terrazas.

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La plaza del Polvorista, cuando se remodeló hasta conseguir su actual estado, el 5 de abril de 1970. /Foto: Rafa.

No nos aburríamos,  algunos años  en la Plaza del Polvorista, ponían alguna atracción de feria, algún cacharrito y una pista de coches de choque, y allá que nos íbamos. Nos encantaba la música que ponían estas instalaciones,  de los Brincos, Formula V, Pekenikes  y tantos otros grupos. Como olvidar canciones tales como: Con un sorbito de Champan, Si yo tuviera una escoba,  Ana María se fue

A partir de este día,  ya sabía la respuesta a  la pregunta que había estado haciendo todo el año ¿Cuantos días faltan para mi santo el 12 de septiembre? Efectivamente, solo faltaban cuatro días, para el Dulce Nombre de María, y  así recoger algún  regalo. Lo malo es que aunque ya no me hiciera falta preguntar, continué con la misma ilusión repitiendo: ¡faltan cuatro días!. /Texto: María Jesús Vela Durán.

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El armador de un barco, aquel naviero o empresa naviera que gestionaba los barcos de pesca cuando en El Puerto era una floreciente industria, solía encargar a los almacenes y panaderías del entorno de la zona de la Pescadería el aprovisionamiento, tanto de comestibles, como de piezas de recambio y combustible para el barco que iba a faenar por muchos días.

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En la imagen, Alberto Morejón López, empleado de ultramarinos 'Los Caballos' por la antigua Pescadería, transporta pan de la panadería La Pajarita --Antiguo Horno de las Cañas-- fundado por Felipe González de los Ríos, continuado por José González Narváez y hoy en activo llevado por algunos nietos del fundador (nótula 1.057 en Gente del Puerto)  así como el grueso de vituallas del Almacén ‘Los Caballos’ en el edificio que en su día fue Aduana, propiedad hasta su cierre en 2007, de José Manuel Garcia Gómez (nótula 1.889 en Gente del Puerto), situados ambos en los tramos finales de la calle Pozuelo. /Foto: Colección AP.

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Noticia aparecida en Diario de Cádiz, hace 100 años, en octubre de 2014.

Anoche cuando regresaban de prestar servicio de vigilancia en el teatro de verano los Guardias municipales Juan Marroquín y Rafael Gómez Márquez, a quienes acompañaba el cabo Sr. Sanchez, éste se quedó en la calle Larga para continuar su servicio y los referidos guardias siguieron unidos para sus respectivos domicilios; pero a poco de irse aproximando a las esquinas de las calles Castelar [la actual calle Nevería llevó el nombre del escritor, orador y político español, presidente de la I República en 1873-1874, Emilio Castelar, a su muerte en 1899] y Navarrete [la actual calle Palacios llevó el nombre de José de Navarrete y Vela-Hidalgo (ver nótula num. 1.996 en Gente del Puerto), la calle donde había nacido, y vivido entre 1903 y 1935], apercibiéndose que salía gran cantidad de humo por la ventana baja del almacén de comestibles de D. Juan Custodio Rivas.

Dieron aviso al cabo Sr. Sánchez, y tocando a llamada de serenos, pusiéronse éstos en movimiento, dirigiéndose a la casa incendiada, en tanto el Sr. Sánchez, daba aviso a los bomberos para que acudiesen con el servicio de incendios. De los primeros en llegar fueron el alcalde don Manuel Ruiz Calderón; secretario D. José Luis García; juez de Instrucción D. Alejandro Álvarez; jefe del puesto de la Guardia Civil y varias parejas; concejales D. Ramón Ameneiro y D. Manuel García Lago y jefe de la Guardia Municipal señor Fernández.

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La calle Nevería y la casa Morgan.

A poco llegó el servicio de incendios que tiene el Municipio, pudiendo utilizarse cómodamente por haberse alimentado de bombas de una boca de riego que hay en la esquina de la calle Palacios y Larga. Los de la incendiada tuvieron que salir por los balcones. Las medidas adoptadas por las autoridades pudieron lograr que se localizara el fuego en el almacén, hasta extinguirlo. Esto se consiguió a las dos y cuarto de la mañana.

En el último piso vivía una joven de 14 años y la  mujer encargada de la casa. Cuando se inició el fuego, el dueño del almacén se encontraba en el Teatro, así que se se enteró del suceso al regresar para su casa. La citada casa es de D. Manuel Gutiérrez y está asegurada por la compañía “El Norte”, que representa en esta D. Salvador Costas, el cual se personó también en el lugar del suceso desde los primeros momentos.

Vimos además al señor Inspector de los Servicios Municipales y al Maestro Mayor de Obras. La casa del siniestro es de las anotadas en el registro de las desgracias. Ha habido ya otra vez fuego en ella; otro que la tenía se suicidó arrojándose por una de las ventanas altas; otros han salido arruinados y actualmente otra vez ha sido envuelta por las llamas.

 

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La decadente belleza del abandono. (Edificio de la Taberna la Resaca, antiguo Cuartel).

Las imágenes en blanco y negro que se muestran son obra del fotógrafo Roberto Michel publicadas en junio de 2012 en su blog ‘Blow Up Fotografías’. Recogen una versión artística, tenebrosa y decadente, en blanco y negro, poniendo de manifiesto el abandono que sufren --no solo algunas de las fachadas-- de nuestro Casco Antiguo que goza --o debería gozar en la práctica-- de la protección como Conjunto Histórico Artístico que es, desde diciembre de 1981.

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La charme de la decadence. (Calle Alquiladores).

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Portadas. (Calle de la Zarza).

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Portada y Capilla.

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La antigua Pensión Las Columnas. (Calle Vicario frente al Mercado Municipal, a la derecha el Bar El Brillante).

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Jardín en la calle Nevería.

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Fachada al río del antiguo Hospital Municipal y Convento San Juan de Dios.

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Restos del 92.

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¿Cuantos ojos miraron a través de los cristales de esta ventana?

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Mirando atrás en la esquina achaflanada.

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IVETE. Entre el arco mixtilíneo y el ventanuco.

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Sombras de la Mezquita. (Puertas de las Campanas de la Iglesia Mayor Prioral).

 

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El churro es una obra de arte de la repostería popular española. Esta masa frita con forma alargada, bañada en algunos casos en azúcar blanco, que tantas y tantas mañanas alegraba los desayunos de muchas familias.

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Delante del puesto de churros del Mercado. /Foto: Roberto Michel.

El churro, ese gran olvidado en su propio país. Mientras en China o Estados Unidos se mueren por ellos, los españoles se han visto invadidos por los cupcakes o los macarons. El churro, considerado el lumpem de la gastronomía española.

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En la imagen, Miguel Angel Romero, uno de los hijos de Charo Salguero Venegas (ver nótula núm. 350 en Gente del Puerto)  sirve una rueda de churros recien hechas en el perol. Su madre se prepara para cortarlos y servirlos en un papel de estraza como el que tiene en su mano. El papel de estraza se usa para que chupe el aceite sobrante de los churros y estos queden más crujientes. El papel, a diferencia del plástico, evita que los churros se ablanden. /Foto: Cosas de Comé

¿Y el oficio del churrero? Una especie en peligro de extinción que habita en nuestro país churrerías antiguas y casi desérticas, menos en El Puerto, la de Charo Salguero en la Plaza. Churros con chocolate siempre de la mano, el binomio perfecto. Y es que nadie se ha atrevido a innovar, a darle un empujón a uno de los manjares españoles con más tradición y que endulza fiestas, desayunos y meriendas. /Texto: Eva Fernández.

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Típica cola de gente que se forma para comprar los churros en el puesto de Charo. Mientras se espera hay que estar atentos a la conversación de Charo porque no tiene desperdicio. /Foto: Cosas de Comé

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Carlos Besteiro, en la cafetería La Ponderosa, con una fuente de churros.

El churro, esa obra de arte de la repostería española, brilla de nuevo y con más fuerza con los nuevos establecimientos que van abriendo en El Puerto, --atrás quedó el cierre de El Cafetín y tantos otros en el entorno del Mercado-- no solo en los puestos móviles o kioskos fios estratégicamente situados por el extrarradio de las urbanizaciones, como los que funcionan llevados por la familia Basteiro, junto a la Cervecería El Puerto y en La Ponderosa.

Vídeo de Charo Salguero Venegas, subtitulado, realizado por Trinity School.

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Teresa Rabasco es una barcelonesa que hace cinco años abrió con su nombre apellido una tienda en Sevilla, en la calle Lineros. Este verano se ha venido al centro de El Puerto, donde lleva apenas mes y medio instalada en la confluencia de las calles Luna y Nevería, la tienda que fuera calzados Cachalot y que durante años estuvo ocupada los  Ultramarinos La Argentina, de José Sánchez Berrocal (ver nótula núm. 2.029 en Gente del Puerto), aunque, dado como se están poniendo los alquileres, puede que no permanezca mucho tiempo en el mismo espacio...

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Ultramarinos 'La Argentina, en 1910, en una foto localizada por José Antonio Tejero en el Centro Municipal de Patrimonio Histórico. 

Teresa quería aportar algo novedoso al comercio local, hacer algo diferente –y vaya si lo es— con una tienda dedicada a la decoración y algo de ropa. Abre en horario de mañana, y por las tardes y por las noches, con la fresquita y con la Ciudad llena de turistas, también. Y los sábados por la tarde. Y los domingos. Y no se queja de estos horarios porque afirma, ahora en verano “es cuando están los clientes en la calle: tengo que adaptarme a ellos, no ellos a mí, y así poder ejercer mi actividad comercial, con éxito. El domingo solo estaba mi tienda abierta y esto parecían las compras de Navidad”. Teresa, con la ayuda de su hija Ingrid, sabe que haciendo siempre lo mismo se obtienen, siempre, los mismos resultados, por eso se decidió por el cambio, en cuanto a horarios, en cuanto al concepto del negocio,...

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Teresa Rabasco y su hija Ingrid, a la derecha, con una cliente en la tienda.

Este comercio innovador, ha sabido aprovechar el marketing de los sentidos y de las emociones para generar un entorno único  donde el diseño y la creatividad se manifiestan de la forma más visual, para cautivar al  potencial consumidor. Es así como destacan los denominados ‘Concept Stores’, comercios donde los espacios interiores son recreados bajo formas innovadoras, minimalistas y coloridas de la mano de los diseñadores más vanguardistas.

teresarabasco_logo_puertosantamariaTiendas que marcan la diferencia, creadas para seducir al consumidor a través de emociones y una experiencia única y diferente. Marcas y negocios de éxito, que son conocedores de que la experiencia de compra puede ser determinante en las decisiones de los clientes y consumidores, se alían con este innovador comercio. Teresa es una mujer con una visión empresarial que se adapta a los nuevos tiempos, y que aprovecha el tirón del turismo paseando por las calles, ávidos de nuevas experiencias, también en las compras.

Algo parecido esta pasando este verano, conjugando ese 'concept store', en el espacio Julietta, en los bajos comerciales de las Suites Luxury Apartments, de Puerto Sherry.

La Casa del Jamón inaugura junto a la plaza de toros de El Puerto una espectacular tienda gourmet de 180 metros cuadrados en la que combina el jamón al corte con un amplio surtido de chacinas, quesos y conservas. También venden panes gourmet y bocadillos de jamón. El nuevo espacio también se caracteriza por su apuesta por los productos de la provincia

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Pero todavía hay más. A la calle se abren 4 ventanas desde donde el público puede comprar. Una está dedicada a panes especiales que ellos mismos hornean, una selección de empanadas que vienen desde Toledo, algo de bollería y una pequeña representación de dulces. La segunda tiene quesos y una tercera está dedicada a los bocadillos de jamón y unos cartuchitos, como los de los puestos callejeros de camarones, pero que llevan taquitos de jamón o de chicharrones de Paterna. La cuarta apertura está dedicada por completo al jamón y en ella un empleado corta el jamón a poco más de un metro de las personas que pasan por la calle…espectáculo en directo.

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Una vitrina refrigerada de nueve metros de largo y en la que el propio cliente puede coger los productos preside el local.

Hasta cinco personas, y ampliaremos para las fiestas, señala Juan Carlos Amado, atienden al público. Todos van exquisitamente vestidos de negro con un delantal de mismo color hasta los pies y el nuevo logotipo recien estrenado de la firma. Para que no falte de nada sirven a domicilio, cortan los jamones enteros y te los envasan en sobres al vacío y venden por internet a todo Europa. No cabe duda de que están a la vanguardia y tiendas como estas es difícil encontrarlas en España. Pero este empresario, afincado en El Puerto de Santa María desde la década de los 90, sabe lo que es crear tendencia. En 1995 abrió en El Puerto de Santa María la primera jamonería que se ponía en marcha en la zona. El principal atractivo era que el jamón se cortaba a cuchillo delante del cliente. El éxito fue tal que en la ciudad ha llegado a haber hasta una decena de tiendas bajo la misma idea y las “jamonerías” se han extendido por la provincia.

Ahora casi veinte años después quiere volver a revolucionar el sector. En la tienda, calcula, hay unos 1500 productos diferentes, con una amplia presencia de artículos de la provincia. “Siempre trato de impulsar todo lo bueno que se hace aquí. Si hay un producto que me gusta y que se elabora en la provincia lo pongo en la tienda. Ahora, eso sí, todo lo pruebo antes porque para mi y para que mis clientes confien en lo que vendemos, es fundamental que haya calidad”.

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Otra vista de la tienda, con la exposicón de conservas y chocolates. Detrás las cuatro ventanas por las que se atienda al público directamente en la calle.

En la tienda, que se inauguró el pasado 4 de julio, hay de todo. El diseño lo ha reliazado por el propio Amado “después de recorrer con mi mujer toda España viendo cosas. Al final, fijaté que un punto importante para nosotros fue cuando visitamos el nuevo mercado de Cádiz, porque allí vi muchas de las cosas que quería, que al público se le metieran los productos por la vista, que los tenga cerca”. Es verdad que la tienda tiene ese espiritu de mercado e incluso eso le quita “el miedo” que le da a muchas personas entrar en este tipo de establecimiento por temor a encontrarse productos caros.

Para evitarlo el empresario saca la tienda a la calle con tres ventanas a través de las cuales se expenden desde pan hasta bocadillos de jamón cortado a cuchillo. A un euro los de jamón serrano y a 1,90 los de ibérico.

Uno de los apartados más llamativos es el de los quesos, con una amplia presencia de quesos gaditanos. No faltan El Bosqueño, Los payoyos o la quesería de Pajarete, pero también firmas menos habituales y que están despuntando por su calidad, como la quesería de hermanos Mangana de Benaocaz o Andazul de San José del Valle, la primera de Andalucía en elaborar quesos azules.

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Una de las empleadas prepara los bocadillos de jamón delante del público.

Hasta 250 están llegando a vender al día, asegura Juan Carlos Amado.De todos modos el apartado que se lleva todas las miradas es el jamón cortado a cuchillo. Permanentemete tienen al corte una decena de variedades, pero en una especie de inmensa vitrina acristalada se apegotonan más de 1000 piezas de jamón de diversas procedencias. Entre los productos más llamativos las patatas fritas de San Nicasio o las croquetas de “Ameztoi”, muy conocidas por su calidad a pesar de ser de las congeladas. Vienen directamente del País Vasco y se hacen con leche de vaca de caserío. Tienen también algo de comida preparada como algunas ensaladas de ahumados o empanadas, además de los bocadillos que preparan ellos mismos.

Pero las ideas de Amado no se paran aquí. Además de esta tienda en los próximos meses abrirá un nuevo despacho en Vistahermosa, que se une al que ya tiene en aquella zona. Será un puesto de autoservicio que estará situado en el centro comercial y donde se venderá jamón y otras chacinas, además de quesos y otros productos listos para consumir. /Texto y fotos: Pepe Monforte.

Más de Juan Carlos Amado en Gente del Puerto
503. Y el jamón se hizo tienda.
1.274. De El Puerto a toda Europa.

 

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La Cruz de San Sebastián, entre las calles Santa Fe y Durango, en la actualidad y antes de la remodelación del espacio a finales del siglo pasado.

Tal es el título de la conferencia impartida en la noche del pasado jueves en el Palacio de Araníbar, por Miguel Ángel Caballero, técnico municipal de la Concejalía de Patrimonio Histórico del Ayuntamiento. La conferencia puso de relieve los numerosos elementos religiosos y espacios que se localizaban en el casco urbano, --algunos aún permanecen como reliquias, otras mas activos-- y en todo el territorio del municipio porteño, que hacen que se pueda hablar “de un espacio sagrado o territorio sacralizado”.

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En la imagen, al fondo, las murallas del Castillo de Santa Catalina, antes de la construcción de Puerto Sherry en 1984. En el solar que ocupan los restos del castillo de Santa Catalina se sabe que hubo una villa romana, con su alfar. También se encontraba la Ermita de Santa Catalina, de la cual no podemos establecer la fecha de fundación, si bien hay documentos que la mencionan en el año 1525.

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La Ermita de Santa Clara, según una interpretación de Faelo Poullet.

Miguel Ángel Caballero un detallado estudio de todos estos elementos, entre cruces y ermitas, que abarca un periodo comprendido entre el siglo XIII hasta el siglo XVIII. La charla se apoyó en la proyección de imágenes y dibujos esquemáticos. Entre los ejemplos que citó el ponente se encuentran varias ermitas, como las de San Cristóbal, Santa Catalina y a recientemente restaurada Santa Clara, entre otras muchas del término portuense.

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En un lamentable estado de abandono y deterioro, aún pueden verse hoy día los pilares de Las Cruces, en las proximidades de la entrada a los Depósitos de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. de la Sierra de San Cristóbal. Las Cruces, entre las que discurría el viejo arrecife de la antigua línea de costa portuense, marcaban la separación de los términos municipales de Jerez y El Puerto y, al llegar a este punto, los viajeros procedentes de Jerez tenían a la vista el hermoso paisaje de las tierras de Sidueña  con la Bahía de Cádiz como telón de fondo. En las cercanías de Las Cruces, el Castillo de Doña Blanca. /Texto y Foto: García Lázaro.

En relación a las cruces, se nombraron la Cruz de Guía, las Cruces de la Sierra Cristóbal y la Cruz de San Sebastián --entre las calles San Sebastián y Durango, que aún perdura, casi desapercibida desde que fue apeada del soporte original--. La teniente de alcalde delegada de Patrimonio Histórico, María Antonia Martínez Valera, agradeció al público su participación en esta convocatoria y ha recordado que “la charla divulgativa de Migue Ángel Caballero también se ofrecerá durante el mes de agosto”, como otras programadas en dicho espacio cultural y turístico.

 

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