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Hablar de Muñoz-Seca es chocar con eso del ‘astracán' aunque yo quiero pasar sobre él sin detenerme, porque para mí el astracán, que según Sáinz Robles lo inventó Enrique García Alvarez, pero que como él dice fue el inolvidable autor portuense, su ‘máximo pontífice', para mí el astracán es algo que no lo tengo en cuenta. Pedro Muñoz-Seca, 'un hombre bueno, un corazón limpio, una gracia fresca, una modestia clara', como ha escrito José María Pemán, es una figura indiscutible en el teatro cómico español de todos los tiempos, al lado por ejemplo, de Jardiel Poncela o de Miguel Mihura. Cada uno, eso sí, con sus características inconfundibles, pero a una igual altura. Por tanto a Muñoz-Seca no hay que relegarlo al olvido, como es el caso de algunos que parecen ignorarlo, tal ves porque existe una creencia, de la que yo no participo, de que el teatro cómico es, diríase, un teatro menor al que no debe prestársele demasiada atención. Admito que Pedro Muñoz-Seca tengan sus detractores pero de eso a punto menos que ignorarlo, me parece un error lamentable. Con astracán o sin él, no siempre sus obras de las cerca de trescientas que escribió, han de ser consideradas como productos tan sólo para la risa, lo cual es ya un bien, porque el hacer reír no sienta mal a nadie. En Muñoz-Seca, muchas veces, tras la escena disparatada y regocijante, se esconde un fondo humano y serio.

En la fotografía aparecen, de izquierda a derecha, Pedro Muñoz-Seca, don Alfonso de Borbón y Tirso Escudero. Fue obtenida en el saloncito del Teatro de la Comedia (Madrid), en el entreacto de un estreno.

He leído no hace mucho, en un libro de publicación reciente, que Muñoz-Seca "no es que fuera un hombre inculto, aunque en su teatro, generalmente, brilla por su ausencia la literatura, arrastrando por el torbellino de su peregrino ingenio, de su fecundidad fabulosa". Me permitirán no esté conforme con ese parecer, porque no es que don Pedro rodease a sus obras de un marcado tinte de literatura, lo cual hasta cierto punto, no conviene a un tipo de teatro como el suyo, pero de eso a decir que los valores literarios en su teatro brillan por su ausencia, me parece hablar en términos muy expeditivos. Más prudente encuentro a Gonzalo Torrente Ballester cuando afirma que, 'aunque parezca raro, el teatro de Muñoz-Seca supone un pensamiento'. De ahí lo que dije antes de que muchas de sus obras esconden una idea formal y seria, pese a su envoltura superficial y cómica.

En la imagen,  Pedro Muñoz-Seca y su mujer Asunción Ariza, con su hermano el Dr. Muñoz Seca y Elisa Bela Marchena, en Sevilla.

Una de las virtudes del autor portuense es que su teatro gustaba a todos los públicos, con sus excepciones claro. Es de notar en el teatro muñozsequista dos perfectas y definidas facetas, las que corresponde a las obras escritas por Muñoz-Seca solo y las debidas a su estrecha y continuada colaboración con Pérez Fernández.

...continúa leyendo "1.396. PEDRO MUÑOZ-SECA. Gracia fresca, modestia clara."

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«El Castillo de san Marcos, en El Puerto de Santa María está en la plaza de Alfonso el Sabio, y se trata de una iglesia mozárabe rectangular, flanqueada por cuatro torreones octogonales del siglo XIII, y el principal (perforado en 1908, con los escombros esparcidos por todo el pavimento) que contiene el sagrario en su base; y algunas salas de época medieval, en el piso alto, con acceso por la azotea o patio que cubre la bóveda del templo». Así lo describía Carlos Sathou Carreres ("Castillos de España: (su pasado y su presente)", Espasa-Calpe), hace sesenta años.

Según los testimonios de la época, el Castillo o la antigua mezquita de Alcanate (Al-Qanatir) era la única iglesia existente en El Puerto. Argumento que defiende Manuel González Jiménez ("Repartimiento de El Puerto de Santa María", Univ.Sevilla, 2002, p.167) frente a la tesis contraria de Mariano López Muñoz que la confundió con la iglesia de Santa María, en el Pozo Santo, sobre la que se alzaría posteriormente la actual Iglesia Prioral.

Altar Mayor de la Iglesia de San Marcos (Castillo) en el siglo XIX. /Colección LSA.

En las Cantigas se relata que fue Alfonso X quien ordenó al alarife Alí que aprovechara la planta de la mezquita oratorio islámico, del siglo X, y levantase esta iglesia-fortaleza. Durante las obras  se produjo una avenida del Guadalete que arrastró hasta El Puerto el puente de madera del Portal de Jerez, como se recoge en la Cántiga 356.  Las obras se realizaron entre 1268 y 1272 y se respetaron la naves abovedadas soportadas por gruesas columnas romanas embutidas, el mirhab, un nicho de planta cuadrada y el patio de las abluciones, o sahn. Ignoramos si, como era común en los recintos fortificados de la época, tenía cava, cárcava o foso avanzado. La fortaleza de Santa María poseía varias puertas. La principal, de hierro, y las que conducían a pasos internos protegidos por torres y rastrillos corredizos que bajaban por aberturas hechas en la bóveda y ranuras laterales. De este modo se aseguraba la defensa de la fortaleza; pues, el asaltante debía recorrer un largo trecho, entre bastiones, antes de llegar a la puerta que no podía incendiar al ser de hierro. Aún se conservan algunos bastiones, ocultos en la muralla, y las puertas existentes en la actualidad no parece que sean defensivas, sino de acceso a la capilla interior, como señala González de Simancas, resultado de la adaptación de la mezquita y la fortaleza. Bellísimas son, sin embargo, las guarniciones de los muros y torres mediante merlones de base cuadrangular y capirote piramidal.

Óleo sobre tela (3760x32o0 cms. obra de José María Rodríguez Losada. (Año 1852). Idealización de Alfonso X recibiendo del alguacil moro de Jerez las llaves de la aldea de Alcanate. Al fondo el Castillo de San Marcos y, sobre la torre del homenaje, aparición de la Virgen de los Milagros, escudo de la Ciudad.  /Foto: Academia de Bellas Artes.

LEYENDAS.
Según la tradición popular, de explorarse el subsuelo del Castillo confirmaría o desmitificaría muchas historias que los portuenses ancianos contaban en torno a un velón de aceite, cuando se iba la luz eléctrica; porque, al parecer, la fortaleza está plagada de túneles subterráneas. Podrían ser primitivas covachas subterráneas, pasadizos por donde acceder a lugares estratégicos, más allá del perímetro convencional de la cerca defensiva, y que permitiría aprovisionarse de agua y comestibles en el caso de sitios prolongados. Se habla de dos túneles en concreto: El primero, la  comunicaría con la sierra de san Cristóbal y el segundo, más corto, con el río. De su existencia podrían dar buena cuenta los caballeros de la Orden de Santa María de España, fundada por Alfonso X el Sabio, que utilizaron el Castillo como fortaleza.

Cuadro que idealiza a unos canteros en pleno trabajo.

FRANCMASONERÍA.
Son curiosos los signos lapidarios que describe Hipólito Sancho en los años cuarenta del siglo pasado, y que existieron antes de que el Castillo fuera restaurado para tomar el aspecto que posee en la actualidad. Rafael Gómez Ramos ("Los constructores de la España Medieval", Universidad de Sevilla, 2006, p.184) los sitúa en las cinco torres y, sobre todo, en el muro este. ¿Significa esto que, como opina Rubio Samper (J.M.Rubio Samper, "La figura del arquitecto en el periodo Gótico. Relaciones entre España y el resto de Europa", Boletín del Museo e Instituto Camón Azanar, XXII, 1985, p.102, los canteros constituían una "aristocacia" dentro de los obreros, considerándose incluso superiores a los otros "masones" o albañiles? No parece que exista relación alguna entre esta "casta de alarifes" (G.E.Street, "La arquitectura gótica en España", Madrid, 1926, p.466) y la francmasonería; aunque, en el "Libro del Peso de los alarifes y Balanza de los menestrales" aparecen datos muy semejantes a los conocidos de las corporaciones europeas, con secretos del arte de construir basados en la Geometría.

Acuarela de Molina Mora de la Bajada del Castillo.

La copia que se conserva es la que celosamente guardaban los alarifes sevillanos en 1540, y que fueron obligados a entregar al concejo de Sevilla, por una orden del emperador Carlos V. Sobre la portada de este manuscrito aparece la figura de un rey sentado, con el escudo de Castilla y la leyenda "Alarifes juzgad y seréis bien juzgados", sobre la imagen de una ciudad amurallada y las herramientas del oficio de albañiles (R.Gómez, "El Libro del Peso de alarifes y Balanza de los menestrales", Actas del I Simposio Internacional de Mudejarismo, Madrid-Teruel, 1981, ps. 255-267) ¿Qué ciudad amurallada representaba?» (Texto: Álvaro Rendón Gómez).

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Los ríos dan a la tierra una inmensa fecundidad que se palpa en muchos aspectos del paisaje. El agua es vida y es también vehículo. Las ciudades con río poseen una idiosincrasia especial que las hace únicas. Señalan un camino hollado, mantenido en el espacio y el tiempo, por el que es posible transitar apaciblemente. Los ribereños han utilizado esta corriente constante para desarrollar su actividad comercial.

Óleo de Ángel Lara Barea.

A través del río se accede fácilmente al mar y de ahí a los océanos que bañan mundos accesibles, porque el agua lo une todo. Está presente en los seres y objetos de la Tierra. Es universal. El elixir de la vida que reclamaban los alquimistas medievales, el disolvente universal que destacaron en sus fórmulas esotéricas. Las ciudades con río son abiertas. Despiertan expectación y crían ciudadanos con alma inquieta, conscientes de ese eterno manar segundos de un tiempo que parece no detenerse nunca.

Merced al río, El Puerto es una ciudad franca y luminosa, cordial y amiga. Acoge al viajero que, como corriente libre de agua, cree moverse aunque nunca la abandona: Peregrino de una misma ruta, siempre cadente y renovada. Camino insondable que conoce y ama; que forma parte de remotos ayeres, que le hace recorrer largos viajes entre la vida y la muerte. Porque la vida, como la muerte, es un constante fluir, una incesante sucesión de conciencia-inconciencia, nacimiento y renacimiento, sueño y despertar. El Puerto perpetúa sus brazos abiertos, como lenguas de arena fina, de arrullo de ola, de brisa que al sumergirse en los esteros, se sala.

El desaparecido puente de hierro sobre el Guadalete en el siglo XIX.

El río arroba la mirada del caminante cansado, lo trata con llaneza y sinceridad. Como al hermano que intuye tiene en cada muelle, allende los mares. Los mismos donde atracaron navíos que partieron hace mucho del improvisado muelle de mi pueblo.

Hoy, el errante inmóvil arrastra blancas vivencias fijadas, como espuma, a las sienes de las olas. A este muelle llegaron también fenicios y griegos, cartagineses y romanos, mucho antes de que se instalara "el moro" durante ocho siglos y le añadiera el prefijo "guada" al que se denominó Lethéo, y su nombre en griego Lethe que quiere decir olvido.

Es el mismo río al que Lucio Aneo Floro, amigo personal del emperador Adriano, en su Epítome de la Historia de Tito Livio (lib.2, cap.17) dice que los soldados de Decio Bruto temían pasarlo por temor a morir y por eso cambiaron su nombre por el de Flumen Oblivionis. En el poema épico Púnica, Tiberio Catio Asconio Silio Itálico, escribió que el río causaba olvido al que bebía sus aguas, y añade con sarcasmo que habría que "tenerla a mano y a la boca en muchas ocasiones del mundo y de la fortuna". Claudio Eliano, en cambio, en su Varia Historia dice que la denominación de "río del olvido" era porque en sus riberas crecían adormideras, mandrágoras y otras hierbas, cuyos zumos causaban y reconciliaban el sueño. Según otras fuentes, por este río Lethéo, o Guadalete, se sospechaba que se accedía a los campos de Elisia Pedia –Elíseos–, un vergel apacible y ameno, con gloriosos bosques donde moraban los hombres buenos. Poseía una luz del Cielo que todo lo transformaba en risa, alegría y regocijo. /En la imagen de la izquierda, el emperador español Adriano.

Los campos olían a Primavera, aromas y flores, acompañados de mucha variedad de frutos sabrosísimos, y fáciles de cultivar con azada, reja o cultura. No cabe duda de que este autor dijo verdad. Desde su origen, el río de mi pueblo, el río del Puerto crió buenos pescadores y hábiles marineros; aunque los hizo esclavos de los vientos que soplan apacibles de levante y poniente, ciegos de la luz que blanquea las frágiles pirámides de sal; aunque, eso sí, también los hizo serenos y creativos, perpetuamente abiertos a la inmensidad del cielo, azul e incierto.

Vista aérea del río y la Ciudad. /Foto: Jorge Roa.

Si mi pueblo, El Puerto de Santa María, diera la espalda al río, se negaría a si mismo, rompería la historia, se hundiría en la nada de lo vacuo y efímero, y se perdería un futuro que invariablemente le perteneció.  (Texto: Álvaro Rendón Gómez)

François Pérez Ayrault nace en Madrid en 1961. Conoce El Puerto de Santa María desde hace aproximadamente 20 años, donde colaboró con la desparecida emprendedora del Turismo, Rosa Mayo (ver nótula núm. 1053 en Gente del Puerto) como ejecutivo de Viajes Vincit y es a raíz de esa relación profesional, donde conoce en profundidad los escenarios portuenses que aparecen en la novela ‘Anochecer en El Puerto’, donde se desarrolla la trama.

Ha desempeñado a lo largo de su vida profesional diversos cometidos siendo en la actualidad Director Comercial de la consultoría para directivos Instituto de Formación Avanzada (Infova). Es articulista de diversos medios: El Economista, Cinco Días, Expansión & Empleo, ABC, Nuevo Trabajo, Gaceta de los Negocios, etc… sobre gestión y recursos humanos. Persona polifacética, le gusta cocinar, hacer pilates, nadar en mar abierto y estar en su casa, en Torrelodones (Madrid), donde vive, está casado, tiene dos hijos y dos perros. Tiene, además, su propia banda de rock&roll.

ANOCHECER EN EL PUERTO.
‘Anochecer en El Puerto’ es la primera novela de François. Una aventura de terror, humor y amor ambientada en El Puerto de Santa María, que describe las aventuras de dos peculiares detectives privados Martínez & Manteca, quienes tendrán la responsabilidad de defender al mundo ante una siniestra estirpe de vampiros, decidida a conquistar el mundo y acabar con nuestra forma de vivir tal como la hemos conocido hasta ahora.

Martínez & Manteca, ¿investigadores privados?, han de resolver en El Puerto de Santa María el caso de sus vidas: una conspiración que arranca en Valaquia a finales del siglo XV y que enfrenta al príncipe de las tinieblas y rey de los vampiros, Drácula, contra nuestra civilización. Los protagonistas vivirán una aventura desmesurada, con personajes redondos, complejos, una maldición, el mismísimo Conde Drácula y vampiros por doquier que se dan cita en El Puerto. Estos investigadores tan particulares serán los encargados de librarnos del asedio y ataque final de este ejército del mal en lugares tan conocidos de nuestra Ciudad tales como el propio Castillo de San Marcos, las bodegas de Osborne o mariscos Romerijo.

Para la editorial ‘Infova Ediciones’ «François Pérez Ayrault, en su ópera prima, nos brinda un originalísimo cóctel de aventuras, de terror, de conflictos personales, con un humor absurdo, brillante y un ágil ritmo narrativo. El poderoso comienzo, que no deja indiferente a nadie, da paso a una historia donde con maestría engarza el miedo con la risa en un ejercicio en el que si uno se despierta a las cuatro de la madrugada no sabrá si reírse o mirar para las cortinas con una cabeza de ajos en la mano y un crucifijo en la otra. En suma, una original, divertida y terrorífica novela cuyo entretenimiento está asegurado por unas horas. Algo muy necesario en tiempos difíciles».

Será presentado el jueves 17 de mayo a las 20:30 horas en la Fundación Rafael Alberti. ‘Anochecer en El Puerto’. François Pérez Ayrault. ‘Anochecer en El Puerto’. Infova Ediciones. Madrid, 2011. 18€

Leer las primeras páginas del libro, pulsando aquí.

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“Desde el balcón de mi cuarto se ve la entrada del Guadalete. En el barro del río hay un casco viejo de un barco que están componiendo; un poco más lejos, al lado de una barraca, se ven las costillas de otro barco sostenidas por puntales. Sobre el muelle de la Ribera, unos cuantos hombres y chicos hacen cuerda de cáñamo; los hombres marchan hacia atrás con una madeja de estopa en la cintura y los chicos dan vuelta, mientras tanto, a una manivela que retuerce la maroma. Cerca, a la izquierda, hay junto al río una antigua fuente, pintada de rojo, que se llama la Galera.”
PÍO BAROJA: El mundo es ansí.

“El Puerto, que también llaman Puerto de Santa María, está situado en la desembocadura del Guadalete, que va a verter sus aguas en la bahía de Cádiz. Es el almacén y el puerto de los vinos de Jerez. La ciudad, que es blanca, alegre y limpia, es como un Cádiz diminuto. Visitamos sus bodegas, grandes cuevas, anticipo de las de Jerez, y su plaza de toros, una de las mejores de toda España y mucho más frecuentada por los aficionados que la de Cádiz.”
BARÓN DE DAVILLIER: Viaje por España.

"El Colegio estaba sobre el mar y rodeado de grandes parques; cerca de mi dormitorio había una ventana que daba a la playa y por donde, las noches de primavera, se veía el cielo profundo y dormido sobre el agua, y Cádiz, a lo lejos, con la luz triste de su faro."
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ: Autorretrato.

"Sin cenar apenas, me acosté, durmiéndome en seguida, cruzado el sueño de azoteas azules, que ella saltaba alegremente, perseguida por mí y los ladridos de su perro, entre la algarabía de todo el barrio, encaramado hasta en la punta de las veletas. Pero a ninguno de los tres nos importaba. Sin Treviño, que jamás supe por qué rincón del sueño se había extraviado, seguíamos corriendo, a caballo sobre los pretiles, más lejos cada vez de los que nos gritaban, desvaneciéndonos al fin por la penumbra fresca de aquella manzana con chimeneas que se iba hacia el mar..."
RAFAEL ALBERTI: La arboleda perdida.

Fotos y selección de textos: Rubén Pérez Fernández.

A veces, los que viajamos tanto o más a través de las páginas de viejos libros, que por  caminos que nos llevan a lugares reales, nos podemos encontrar realizando viajes tan inesperados   como apasionantes. Es lo que me sucedió hace unos días,  donde por casualidad me topé con un curioso libro. Curioso porque resultó ser una rareza bibliográfica apenas localizable en alguna biblioteca y, además, porque el libro en cuestión, de literatura viajera, recogía algunas referencias a la provincia de Cádiz, incluyendo en ellas al Puerto de Santa María, por unos desconocidos para mí, hasta este momento, viajeros polacos. Pues bien, en este 'Viajeros por España y Portugal' de Javier Liske, se nos dan noticias de tres viajeros polacos, que enrolados en los ejércitos, primero de Carlos V y luego de Felipe II, recorrerán España camino de sus compromisos bélicos.

Portada del Libro 'Viajes de Extranjeros por España y Portugal en los siglos XV, XVI y XVII'.

Hay en el libro algunas  referencias, como comentaba más arriba, al Puerto de Santa María, cuyo interés reside principalmente en ser estas anteriores a la eclosión del fenómeno viajero por nuestro país, primero por los viajeros ilustrados y luego, y muy especialmente, por los románticos. Por ello el libro de Liske tiene un doble interés ya que, por un lado, nos descubre a viajeros que por una razón u otra pasaron por nuestra población en fechas muy anteriores al fenómeno viajero, pero sobre todo descubrimos en estos testimonios la imagen de una ciudad , más cercana a la imagen medieval y sus servidumbres bélicas que a la que dos siglos después nos dejarían los viajeros románticos. No son extensas las referencias encontradas, pero sí muy curiosas, sobre todo en el más extenso de los textos sobre nuestra ciudad, obra del germano polaco Erich Lassota que el 6 de Octubre de  1583 desembarca en Cádiz después de distintas campañas militares con un regimiento alemán al servicio de España.

El Puerto  de Santa María visto en 1567 por Anton van Wyngaerden. Detalle.

Dos días después Lassota se acerca acompañado de dos compañeros de armas, Felipe Molfritz y  Juan Stridel, a la vecina ciudad de El Puerto, y  de aquella efímera visita nos dejaba el siguiente texto:

«Porto Santa María es una grande y  hermosa villa, propiedad del duque de Medina Celi. Atraviesa esta localidad un bello río que corre dentro del país y ofrece mucha seguridad, las galeras de España suelen estacionar allí. Posee algunas magnificas iglesias y conventos. De este lugar nos fuimos a pie a una milla más adelante, a una venta donde comimos y luego dos millas, a Sanlúcar de Barrameda».

Los siguientes días nuestro viajero recorrerá, siguiendo el río, poblaciones vecinas como Lebrija, Puebla, Coria, hasta llegar a Sevilla. Permaneció en la provincia, una veces acuartelado en Cádiz, otras en Jerez y el Puerto, hasta Mayo de 1584, periodo que le permitió conocer otras poblaciones como Trebujena, Medina, Puerto Real, etc. Fue entonces cuando todas las banderas alemanas acampadas por entonces en el Monasterio de Nuestra Señora de la Victoria en El Puerto de Santa María, recibieron orden de embarcar. Nuestro personaje Erik Lassota lo haría en la nave capitana Vicenzo de Pola, que al frente de una flotilla de galeras partió rumbo a Italia a la llamada de nuevos servicios militares, y por lo que sabemos fue la última vez que este viajero estuvo por  estos parajes del sur peninsular.   (Texto: Ramón Clavijo Provencio).

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Puerta inconclusa de Las Campanas. Gran angular. /Foto: Javier de Lucas.

Debió destacar como ningún otro edificio, ¡y eso que en El Puerto los hay muy bien plantados, cuyas fachadas aun reflejan el pasado abolengo de una época próspera! Y los patios que cobijan, ¿qué me dicen de ellos…? La Prioral es una inmensa mole de piedra, de planta gótica y remates neo-renacentistas que se eleva sobre un templete escalonado. No guarda proporción con los edificios colindantes, en especial con la capilla de la Aurora, tan modesta y tan hermosa, que apenas toca por una de sus esquinas. La bien planeada plaza de España permite contemplar el monumento en su justa proporción.

Puerta del Sol. Detalle. /Foto Paco Belmez.

Y, si no fuera suficiente, se puede admirar desde Micaela Aramburu, recorriendo con la vista toda la calle Palacios, hasta tropezar con ella. Es una visión espeluznante hacerlo al atardecer, cuando la luz desfallecida aún tiene ánimos para jugar con la espadaña y el campanario, cuando proyecta sombra sobre los contrafuertes y la recorta del inmenso cielo.

Zona de respeto de la Iglesia Mayor. Detalle Columnas. /Foto: Bitarita.

Las columnas que señalaban los límites del suelo sagrado ya no sostienen guirnaldas de hierro, donde los críos nos columpiábamos con equilibrio arriesgado e inestable.

Capilla adosada a la fachada de la Iglesia Mayor Prioral. “Tu honorificencia populi nostri” Tu eres la honra de nuestro pueblo. Fue construida por internos del Penal del Puerto en el año de 1940. /Foto: J.M.M.

Mientras la circundamos, sorprenden muchos detalles de la misma: La modesta capillita de la Virgen, oratorio callejero y recuerdo de su celestial presencia… Nunca faltan flores frescas y los candelabros laterales aún brillan mientras la ciudad duerme. En dirección sur, al otro lado de la portada, hay una gran cruz de madera que recuerda a Cristo en su pasión. La madera se ha abierto y apenas se sostiene con los cuatro agarres de hierro que la fijan al paramento. Sus lineas oscuras, entrecruzadas y ordenadas, forman un doble eje de simetría respecto del ventanal y los ojos ovalados.

Sillares desgastados de la Piroral de la Puerta de las Campanas. /Foto: F.A. Gallardo.

¡Qué será de ella cuando los vientos de poniente y levante, tan característicos y conocidos, acaben por borrar la fisonomía de sus tallas, en su afán por devolver lentamente la arenisca que la conforman a la sierra de San Cristóbal! ¿Quién detendrá este deterioro, esta conversión a la nada de su impresionante alzado? ¿Qué será de sus espectaculares remates, de sus bajorrelieves, de las virtudes capitales que otean impertérritas la ciudad, de la enigmática fachada del sol y la pretendida fachada gótica?

Otra vista de la Puerta del Sol. /Foto: Hikergoer.

Si nadie lo remedia, acabarán desdibujadas en el espacio y el tiempo; en ese tiempo que alguna vez marcó el reloj de la torre lateral de levante. ¿No es una ironía que se haya detenido en las diez y diez, la hora más simpática?» (Texto: Álvaro Rendón Gómez).

Fachada lateral de la Iglesia Mayor Prioral, convertida en principal. /Foto: Costaluz.

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En este Gran Puerto se han puesto los cimientos de muchas corrientes artísticas. Los gérmenes son mucho más interesantes que las etapas consolidadas. Así la poesía de Bécquer, tiene sus precedentes en la del portuense Angel María Dacarrete, o la de  Don Luis de Góngora en  la de Don Luis Carrillo, o el portuense Don Juan Francisco de Enciso Monzón despide aquí el barroco y se hace preneoclásico.

El día 22 de enero han hecho cuatro siglos desde que Don Luis Carrillo Sotomayor muriera en  este Gran Puerto de Santa María.  Don Luis Carrillo, poeta preculterano, cuatralbo de las Galeras Reales de El Puerto, nació en Baena (Córdoba) en una fecha imprecisa entre 1585 y1586. Aquí, en El Puerto, vivió y murió este caballero del "ávito de Santiago, con que se fue a serbir a las galeras de España, desde hedad de diez y siete años, de entretenido en las dichas galeras, de capitán en la Patrona de España y de Quatralvo... [y] murió [en el Gran Puerto de Santa María] sirviendo el dicho ofiçio de hedad de veinticuatro años..." el 22 de enero 1610.

En este último año, el Padre Fray Luis Núñez de Prado, de la Orden de los Mínimos del Convento de la Victoria, predicó un sermón en la iglesia del Convento de San Agustín de esta Ciudad, "A las honras del nobilíssimo Caballero de buena memoria Don Luis Carrillo del Hábito de Santiago, Comendador de la Fuente del Maestre y Quatralbo de una Escuadra de Galeras de España...".

Aquí, en El Puerto, durante un invierno, escribió su Fábula de Acis y Galatea.  Muchos de sus poemas están escritos aquí y, sobre todo, su ”Libro de la erudición poética”. Cuando "estaba consultado para general de las [galeras] de Portugal...", murió con sentimiento general de todos, y declaró que "tenía hecho voto de castidad y religión". Su cuerpo fue enterrado en la iglesia de San Francisco [de Paula?] en El Puerto. En su testamento dejó “al convento de Nuestra Señora de la Victoria toda su librería".(¿Dónde estarán hoy sus libros?).

Estoy seguro de que nuestro Ayuntamiento, tan preocupado por las cosas culturales, habrá programado un Congreso, por el IV Centenario de la muerte de quien fue precursor del culteranismo, con los más grandes especialistas en la obra de Don Luis Carrillo como las Profesoras Rosa Navarro Durán, Fiorenza Randelli Romano y Angelina Costa Palacios, o con el Profesor Antonio Carreiras, y habrá aprobado ponerle una calle. Lo digo al revés para que ustedes me entiendan. Soy consciente de que predico en el desierto. Pues vale.

P.S.  Esto lo escribí en Diciembre de 2010. Pues ha pasado el 2011, 2012, sin que nadie se enterara de esto. Es una pena. (Texto: Luis Suárez Ávila).

(*) Cuatralbo. Jefe o cabo de cuatro galeras.

El Puerto es un santo lugar común de todo lo castizo, cuando lo castizo comienza a interesar en Europa. Viajeros extranjeros, saineteros, tonadilleros, ciegos copleros, gacetilleros, del XVIII y del XIX hacen de nuestra ciudad el centro y la raíz de lo castizo.

A título de ejemplos: el loro “gitano”, de treinta y nueve años, que baila el fandango  y el  olé y se jalea, llevando el compás, que encuentra en El Puerto el Conde de Maule, en pleno siglo XVIII; o los sainetes de Don Juan Ignacio González del Castillo,  en las postrimerías del XVIII, “El robo de la pupila en la feria del Puerto”,  “El día de toros en Cádiz”, “La feria del Puerto”, por citar algunos que contribuyeron a la fama de El Puerto. O, en 1847, “La venta del Puerto o Juanillo el Contrabandista”.

En la imagen, una estampa que muestra  una feria-mercado de finales del XVIII o principios del XIX.

O las zarzuelas del XIX, de ambiente portuense y gaditano, como “El Tío Caniyitas” o “Los celos del Tío Macaco”... O el pliego de cordel de la  “Boda de negros”. Romance en que se refiere la celebridad, galanteo, y acasos de esta Boda, que se  efectuó en la Ciudad de El Puerto de Santa María”, donde, por cierto, se relata una gran juerga con fandango, el Guineo, y otros cantes y del que se publicaron en toda España y se difundieron millares de ejemplares.

O el que relata la muerte, en El Puerto, de José Cándido, el 24 de junio de 1771, primer torero de a pie que sucumbió de una cornada. O la canción “Toros en El Puerto” de Don Luis González Bravo, estrenada en 1841 y, desde entonces, la canción más repetida y famosa de todo el siglo XIX... /En la imagen, anuncio de la zarzuela de ambiente portuense 'El Tío Caniyitas'.

Pero en París, en 1834, el 29 de marzo,  se presenta un drama lírico “El Gitano ou la Voile rouge” en cuatro actos, con texto de Partenneaux y música de Fontmichel, cuyo argumento, todo él castizo, se desarrolla en una plaza de El Puerto de Santa María, en el  que intervienen un matador de toros y un barbero. El “Romance de Rosita”, que se canta en la obra comienza: Dans cet asile solitarie,/ Un jour ton coeur se brisera,/ Et pour te consoler, ton père,/ Ton père ne sera plus là...” etc. La “Gazette des Théâtres” da cuenta de todo ello al día siguiente, el 30 de marzo.

Teatro Lírico de París en una imagen del siglo XIX.

En el periódico “Le Théâtre” el 17 de junio de 1857, mientras se estaba poniendo en París, en el Théâtre Lirique, la ópera en dos actos “Les nuits d’Espagne”, en que se escenifica una en la Plaza de Toros de Cádiz. Para dar más verosimilitud a lo que está sucediendo en el teatro, se da la noticia, en una extensa gacetilla, de la muerte en El Puerto de Santa María --cerca de Cádiz, se dice--, del célebre espada  Manuel Domínguez,  por el toro Barrabás, y narra los pormenores de la lidia, la cogida y la muerte del torero.

Manuel Domínguez fue cogido en la Plaza de Toros de El Puerto por un toro de la ganadería de Concha y Sierra, de nombre 'Barrabás', que le dió primero una cornada en la mandíbulo. (Grabado de 'La Lidia').

Y es que en el XVIII y en el XIX, en toda España o en París, El Puerto de Santa María, fue todo un referente de lo exótico, de lo español, de lo racial, de lo castizo. Quede dicho. (Texto: Luis Suárez Ávila).

Libros de la Biblioteca de la Aurora en depósito en el Archivo Histórico Municipal. Entre ellos hay algunos ejemplares propiedad del Dr. Pariente.

En el Archivo Histórico Municipal de El Puerto de Santa María se conserva la colección Papeles Curiosos que el doctor don Antonio-Manuel Pariente Sánchez, a finales del siglo XVIII, recopiló y reunió en un numero indeterminado de volúmenes que forman parte de cuatro series distintas. Y decimos un número indeterminado porque no han llegado a conservarse las cuatro series completas. Esta colección tiene un enorme interés para la investigación. Han sido y son objeto de frecuentes consultas por parte de numerosos investigadores y estudiosos que han hallado en estos Papeles Curiosos, documentos en unos casos desconocidos, en otros inéditos o también perdidos, y que en ocasiones pueden ayudar a completar los estudios que se lleven a cabo sobre el siglo XVIII

Informe firmado por el Dr. Pariente en el que hace referencia a la viruela

Antonio-Manuel Pariente nació en Cádiz el 15 de junio de 1755. En 1783 obtuvo el título de bachiller en Filosofía y Medicina por la Universidad de Sevilla, tras haber asistido a cuatro cursos en la Facultad y realizado los dos años de práctica reglamentarios que le permitían ejercer su carrera. Este mismo año se asienta en El Puerto de Santa María y contrae matrimonio con Josefa-Rafaela Welch,  lo que le permitió entroncar con una familia de origen irlandés afincada en nuestra ciudad. El padre de su esposa, Eduardo Welch, fue vicecónsul de Inglaterra en esta población.

Recreación del sello de la Socieda Ecónomica de Amigos del País en la que pretendió ingresar el doctor Pariente, tomada esta ilustración de un trabajo de Juan José Iglesias Rodríguez

...continúa leyendo "1.322. ANTONIO MANUEL PARIENTE SÁNCHEZ. Médico de El Puerto en 1812."

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