
El alcalde Fernando T. de Terry en su despacho de la plaza de Isaac Peral y el hijo de La Bilili. 8 de julio de 1974 /Foto: Rafa. Archivo Municipal.
Entre los años 30 y 60 [del siglo pasado], El Puerto contó con un buen ramillete de seres humanos muy singulares.
Si empezamos por los gitanos no hay que olvidar la colonia de herreros que vivía de su arte y destreza de la fragua. En aquella época se usaban muchos utensilios en el campo que, de cuando en cuando, requerían alguna reparación. Así, pasaban por sus manos escardillos, soletas, azadas y aperos de labranza en general. Además, todos los oficios artesanos recurrían a estos hábiles herreros. Los albañiles también lo hacían.
Cuando la faena decaía, hacían agarras para los arcos de vasijas de madera, maceteros con patas salomónicas en forma de tirabuzones terminadas en volutas y, sobre todo, planchas para quitar arrugas a la ropa, que eran unas piezas de hierro colado, con asa y en forma de triángulo alargado.
detrás de mi casa [en la calle Cielos], podía verse un patio en donde residían El Planchero y Tomasa la Planchera. Estas personas tenían las yemas de sus dedos desgastadas, debido seguramente al fuego que manejaban para fundir el metal. Algunas noches, iba con mi madre a la azotea de casa,m entraba en el lavadero, y desde allí podía ver a los gitanos en torno a una luz de candil, bordando cante jondo bien regado con buen vino. /En la imagen de la izquierda, Jeroma la del Planchero.
Había otras fraguas de flamencos y cabe recordar a la de los hermanos Canales, la de Frascuelo y, por último, la del hijo de éste, muy conocido en El Puerto como Veneno.
Incluso si no había parentesco ente ellos, los gitanos de El Puerto, se decían entre sí primos. Su modo de buscarse la vida, aparte de lo que he descrito antes, podía consistir en acercarse a las playas buscando lo que el mar arrojaba: leña o carbonilla. También trabajaban en el campo, como fue el caso del marido de Juana la Tormenta, padre de mi amigo José García el Conejo. /En la imagen de la izquierda, Veneno.
Según fueron desapareciendo las generaciones mayores, sus descendientes se fueron incorporando al sistema de producción habitual, al corretaje de animales o a la venta ambulante de tejidos.

Los que se ven deambular actualmente por el pueblo no tienen nada que ver con los que he mencionado. Muchos están viviendo aquí en relación con la existencia del Penal en nuestra ciudad. /En la imagen de la izquierda, Antoñito ‘el Tonto’, óleo pintado por Juan Lara en 1959. Foto: Colección LSA
Tenían fama en El Puerto La Macarrona, siempre con un pañuelo al cuello terminado en punta por la espalda y con extremos sobre los senos; siempre con la colilla en la boca. El Picha, cuñado de La Bilili y padre de El Cocó; el Rufoni, Antoñito el Tonto y Estropajo, amén de otros de menos edad cuyo nombre no recuerdo bien.
El Cocó y El Rufoni desaparecieron por los años 40 de esta ciudad, al igual que la mayoría de los ‘delincuentes’, porque el régimen los perseguía con saña. Robaban para comer. Dadas las circunstancias parecía lógico que lo hicieran.
Antoñito el Tonto se buscaba la vida con dos cubetas y un aro, acarreando agua potable a las casas que carecían de grifos, es decir, la mayoría. Recitaba barbaridades, parodiando el parte vespertino de Queipo de Llano (ver nótula núm. 1.992 en GdP), introduciendo algo de su invención. Decía que en el muelle del vapor habían aparecido dos ahogados y que se suponía que eran italianos «porque llevaban unos pelitos en la boca». Y continuaba diciendo «¡que lindos colores, tinte Gébil son los mejores!». Lo de los pelitos en la boca venía a cuento porque los italianos tenían fama de galantes y melosos con las mujeres, y les gustaba lamer sus partes más sensibles. /En la imagen de la izquierda, La Bilili.
José el Negro, hijo de La Bilili y primo de Antoñito el Tonto, nunca se pudo ganar la vida con su arte del cante jondo con toda su pureza. No hay quien borre su figura de la historia portuense. El Caneco, (ver nótula núm. 1.252 en Gente del Puerto) que no tenía hijos ni medios, perro con su buen sentido humano adoptó a uno, al que tanto a él como su compañera querían más que si hubieraguaria sido hijo propio: Antoñito. [Antonio Jiménez Salguero] El Caneco era capaz de gastase las manos con su caja y banquillo de dar betún al calzado para que a su niño ‘no le faltara gloria bendita’. Cagancho y su inseparable compañero Luis el Canuto. Estos dos salvaron la vida en los años 40, gracias a que no fueron escrupulosos a la hora de alimentarse de lo que encontraban en la basura. /En la imagen de la izquierda, el betunero Antonio Jiménez Salguero, 'el Caneco'.
Los Guariguas. Cuatro hermanos. Tres varones y una hembra. El padre, pecoso de viruela, enfermedad muy extendida en la época. Los tres hermanos se buscaron la vida como vendedores ambulantes. La hembra se casó con Ruperto, hijo del sacristán de las Capuchinas. Entre ellos, el mas popular por un defecto facial era [Manuel García Berciano] El Chato Guarigua. (ver nótula núm. 932 en Gente del Puerto).
La Farfolla. Aires de marimacho. Se ganaba la vida vendiendo lotería nacional. Siempre que circulaba [Dolores Herrera] por la calle, llevaba una cartera colgando de una correa puesta en bandolera y un cigarro en la boca. /En la imagen de la izquierda, Manuel García Berciano, 'el Chato Guarigua'.
Recalco lo del cigarro: en aquella época fumaban poquísimas mujeres, sólo las de vida fácil, las cigarreras del tabaco de contrabando y las supuestas hijas en lugares de lujo. /En la imagen de la izquierda la lotera Dolores Herrera 'La Farfolla'.
La Guachi. [Catalina Santos]. (Ver nótula núm. 021 en Gente del Puerto). Otra mujer popular. Casi sobran comentarios. Si no era gitana bien, estaba muy identificada con la raza, con la que finalizamos esta primera entrega de personajes populares que conocí a lo largo de mi existencia. /Texto: Francisco Artola Beuzón.
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Martínez Alfonso en su ensayo “El Puerto de Santa María en la literatura española” lo cita dentro de un epígrafe que rotula como “Tres nombres famosos” junto a Javier de Burgos y Federico Rubio, “los tres hijos del Puerto y ganadores de merecido renombre en el ámbito nacional”. Lo define como “militar levantisco, viajero infatigable, liberal impenitente y hasta un tanto demagogo, era, sin embargo, muy buena persona en el fondo.” Una definición inexacta e incompleta, en mi opinión. Inexacta por su calificación de militar levantisco o liberal demagogo, e incompleta por la omisión de una cualidad o característica importante de su personalidad: su gusto por las mujeres. La mejor definición la vemos en el título de una de sus pequeñas piezas teatrales: “Cuantas veo, tantas quiero” comedia en un acto y en verso que fue aprobada por la censura para representarse en los teatros Cádiz, durante los carnavales de 1868 y que, posiblemente, también se estrenase en el llamado “Teatro Viejo” de la calle Misericordia, del que tanta nostalgia tenía Navarrete.
En un artículo suyo publicado en el periódico capitalino “El Liberal” titulado “El Trípili”, relata que asistiendo a un concierto en el casino de Niza le sorprendió encontrar en el programa “Jota y Trípili, de M.A. Col” y comenta: “El Trípili, como sabe todo el mundo en España, es una tonadilla muy antigua, pero bonita, y que pertenece al repertorio de canciones andaluzas que no deben jamás confundirse con los cantos importantes de los gitanos. Esta tonadilla, se cantaba medio siglo há (cuando él tenía diez o doce años) en el teatro, que ya entonces llamábase viejo, sito en la calle de Misericordia, en el Puerto de Santa María.” Refiere también una jocosa anécdota de aquellos años infantiles en El Puerto, recordando “al gracioso (actor) Guerrero, un narigón que cantaba El Trípili con una real moza, la cual volvía loco al público de la cazuela con la copla de su invención:
Su vida profesional se inicia cuando ingresa en la Escuela Militar de Segovia de la que sale con el grado de Alférez. En 1860, con 24 años y ya teniente, participa en la Guerra de África a las órdenes del general López Domínguez, al que dedicará su obra “Las llaves del Estrecho”, publicada en 1882. Por la ocupación de Tetuan, Navarrete, que formaba parte de la Compañía de cohetes del 3º Regimiento de Artillería de a píe, fue ascendido al grado de capitán. En 1862, cuando se evacuó Tetuan fue destinado a Badajoz y, posteriormente a Colmenar. Ya entonces colaboraba asiduamente en la revista “El Mundo Militar” y en otras revistas nacionales. También se adhirió a la Liga Internacional de la Paz, descubriendo en este concepto –la paz- su autentica vocación, iniciando una serie de conferencias en el Ateneo Militar de Madrid, con títulos tan sugestivos y comprometidos como: “La fuerza pública en sus relaciones con el Derecho” o “¿Cuándo concluirá la guerra? En otras conferencias censuraba abiertamente la organización de los ejércitos y en todas ella recibió una crítica favorable de la prensa que alabó sus conferencias, “bellas de forma y de espíritu verdaderamente liberal.”
Sin embargo, frente a estas dos proposiciones tan razonables, pecando tal vez de ingenuo, encabezó una propuesta que secundaron cuatro diputados más para que fuese incluida como asignatura obligatoria en la enseñanza secundaria ¡el espiritismo!, influido sin duda por una corriente imperante y de moda en aquellos años entre algunos sectores intelectuales. Eso le valdría el mote o sobrenombre de “diputado espiritista”. /En la imagen, portada de su libro 'De Niza a Rota'

















Tradicionalmente los pescadores del litoral gaditano disfrutan en sus ratos libres de un juego de cartas que es conocido con el nombre de rentoy. En la provincia de Cádiz se practican dos modalidades, la de Sanlúcar y la de Conil, donde también es llamado 'la guinea'. Las partidas normalmente se juegan por parejas y si se realizan al estilo de Sanlúcar a cada jugador se le dan tres cartas repartiéndose cinco en la forma de Conil. En ambos casos siempre se saca una carta boca arriba sobre la mesa que es la de triunfo.
Los bares cercanos a los muelles, como 'El Corva' y 'El Arocha' en Sanlúcar; 'El Puchirichi' en Conil; 'El Paquete' en Barbate y ¡La Gaviota' en El Puerto son puntos de encuentro donde se juega al rentoy. En la actualidad este juego se ha extendido a todos los ambientes y asociaciones de la provincia de Cádiz.


Hijo de Macario el del cine, y hermano de Merche, la cantante del trío ‘La,la,lá”, este aficionado a las motos, por profesión y devoción, piensa que nuestro sentido del humor y de acogida conquista a quienes nos visitan.
Manuel Caballero Carmona nació en La Campana (Sevilla) el 20 de febrero de 1944, siendo el mayor de diez hermanos que pronto tuvo que dejar de estudiar para dedicarse a las labores del campo, ayudando a sus padres.
En 2002, con la jubilación pudo conseguir el sueño de estudiar, de formarse, algo que le fue vedado en su infancia y juventud por su pronta incorporación al mundo del trabajo en el campo. Alumno del Centro de Educación Permanente de Adultos ‘La Arboleda Perdida’ se graduó y luego participaría en los talleres de cultura y escritura, impartido por el maestro Juan Rincón Ares