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Trabajo realizado –ayer día 13 de agosto de 2012- por el Consorcio de Bomberos de la provincia de Cádiz, para bajar el cuadro pintado al óleo de 376X275 cms. original de José María Rodríguez Losada, “La Madre de los Macabeos”, localizado en el trascoro, mirando hacia el Altar Mayor, en la parte superior de la Puerta del Perdón de la Iglesia Mayor Prioral de El Puerto de Santa María.

Los participantes (bomberos fuera de servicio) de una forma altruista, han hecho posible esta operación compleja y arriesgada al servicio del Patrimonio cultural y artístico de nuestra ciudad.

Bajo las órdenes de la Jefa de Zona: María Jesús Palacios y del Jefe del Parque de El Puerto de Santa María: Joaquín Barba, ha intervenido el siguiente equipo:
Antonio Mateos Macías, Manuel Bueno Ortega, Antonio Péramo Galván, Juan Luis Merino Buhigas, Marco Antonio Ortega Leiva, Jacob Soria Redondo y Carlos Ortega Cairón.

Gracias, muchísimas gracias, al Equipo del Consorcio de bomberos de la provincia de Cádiz, que ha participado en este excepcional trabajo.
Y A Vicente González por las fotografías.

La Academia promotora de este acontecimiento, comprometida con la conservación del Patrimonio cultural de El Puerto, quiere agradecer de corazón, la labor realizada por este equipo de personas generosas, que han dedicado muchas horas a tan arduo trabajo, realizando maniobras delicadas y peligrosas, para conseguir el objetivo propuesto de bajar al suelo el citado cuadro.

Ahora llega la difícil tarea para la Academia, de buscar un local adecuado (por las dimensiones del cuadro) y a los patrocinadores para sufragar los gastos de su restauración. (Texto: Academia de Bellas Artes). /Fotos: Vicente González Lechuga.

Monasterio de la Victoria. /Foto: Nani Delgado Poullet.

Desde la nueva estación del tren contemplamos el monasterio de la Victoria, iglesia de principios del siglo XVI, con una rica fachada gótica. Actualmente es un recinto cultural, si podemos acceder, hay que contemplar su solemne claustro. Entre 1896 y 1981 fue una cárcel y en sus jardines hay un monumento que recuerda a los reclusos políticos. Cruzando la antigua carretera, podemos acceder al Paseo de la Victoria, antigua huerta del monasterio y jardín desde finales del siglo XVIII. Continuando hacia la Plaza de los Jazmines en las inmediaciones se encuentran las Bodegas Terry (para visitas 956 151 500).  Desde el monumento al Sagrado Corazón (1927) tomaremos por calle Larga. En el número 19 podemos encontrarnos con la fachada civil más antigua de la ciudad, del siglo XVI. A continuación el Hotel Monasterio San Miguel, antiguo convento de las capuchinas, del siglo XVIII. En el  número 64, el Palacio Oneto, también del siglo XVIII, podemos asomarnos a su encantador patio porticado.

En la imagen de la izquierda, patio del Palacio Oneto, en la calle Larga. /Foto. AGR.

Desde la plaza Peral nos acercamos hacia el rehabilitado Ayuntamiento, del siglo XIX, erigido sobre el desaparecido monasterio de los Descalzos. Tomamos a la izquierda por calle Nevería y subimos por Ganado hasta el mercado de abastos, siglo XIX, y en esquina con Sierpes, siempre viene bien una parada en el bar Vicente (Los Pepes, para los portuenses) y contemplar sus reclamos publicitarios bodegueros. Tomando Ganado arriba, en esquina a Zarza se llega al Hospitalito, siglo XVIII, sede del futuro Museo, que abre con exposiciones temporales. Por Placilla llegamos a la casa palacio de Los Leones, convertida en establecimiento hotelero, con una rica fachada del siglo XVIII y  un interesante patio. Continuando por San Bartolomé llegamos a la calle Palacio. A la izquierda, en el número 48, una de las fachadas más originales de las casas de cargadores de Indias, la de los Govantes (siglo XVII), con yelmos y armaduras en la última planta. En la esquina con Misericordia, podemos contemplar parte de lo que fue el convento de San Agustín, actual conservatorio. Tomando a la izquierda por la calle Jesús de los Milagros podemos contemplar otras  fachadas de interés, y a la izquierda, en calle Luna, la iglesia de las Esclavas, (con retablo del siglo XVIII).

La plaza de la Herrería, en la actualidad.

Llegaremos a la plaza de la Herrería, presidida por la Casa de los Diezmos, siglo XVII, perteneciente en su momento al Arzobispado de Sevilla. Tras contemplar la cercana plaza de la Cárcel y los pórticos de la Ribera del Río (más apartada se encuentra la iglesia del Espíritu Santo, en Pozos Dulces, siglo XVIII), podemos reparar fuerzas tapeando en algún bar de toda esta zona, de la Ribera del Marisco o de la calle Misericordia, o continuar por el parque Calderón (1896), plaza de las Galeras, con la fuente de Las Galeras (siglo XVIII),  y continuar por la Bajamar o por Micaela Aramburu hasta la esquina de calle Palacio, donde se encuentra la fachada de la antigua aduana del Palacio de los Medinaceli, señores de El Puerto (siglo XVI).

El antiguo Hospital Municipal, antes del 'palmericidio'.

Frente a ella, el antiguo Hospital Municipal (siglo XX), pendiente de restauración. Si está abierta la capilla se puede contemplar la venerada talla de Jesús de los Afligidos (siglo XVII), de posible origen americano. Por esta calle, frente a la plaza Colón. Tomando hacia la plaza del castillo, el palacio de Araníbar, siglo XVII, la casa de cargadores de Indias más antigua, que es actualmente Oficina de Turismo, junto al castillo de San Marcos (siglo XIII). En la manzana adyacente está El Resbaladero, antigua lonja del siglo XVIII. Tomando por calle Cañas y Sol llegamos frente al Palacio de Valdivieso, actual sede municipal de Urbanismo, desde aquí alcanzamos la plaza del Polvorista. En un lateral se encuentra el Teatro Pedro Muñoz Seca, antiguo cuartel del siglo XVIII; la sede del Ayuntamiento es el palacio de Reinoso, siglo XVII, pudiendo acceder en horario de mañana a contemplar su patio. Regresando a la acera de Micaela Aramburu se encuentra el palacio de Imblusqueta, siglo XVII. En su patio se contemplan unas cadenas que recuerdan la doble estancia del rey Felipe V. A continuación, tras pasar la calle Cadenas, se halla la casa palacio de Roque Aguado, con una original escalera de acceso en su patio. Desde este lugar tenemos cerca una visita a las bodegas Osborne (956  869 100), con acceso en calle Los Moros; bodegas Gutiérrez Colosía (956 852 852), en la avenida de la Bajamar; o bodegas Grant, en calle Bolos (956 870 406). (Texto: Francisco Andrés Gallardo).

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El historiador, profesor y político Jesús Pabón Suárez de Urbina (Sevilla, 1902-Madrid, 1976) nació en un hogar tradicionalista (mitad integrista, mitad carlista), siendo el séptimo de diez hermanos. Cuando Pabón inicia en septiembre de 1911 su primer año de bachillerato en el colegio de los jesuitas de El Puerto de Santa María, ya le habían precedido los otros tres varones: José Manuel -futuro catedrático de Griego- y Benito -luego, abogado y diputado anarquista- salen del internado en 1908 y 1910, respectivamente, mientras que con Antonio -que será también abogado- coincide tres cursos, hasta que este termina sus estudios en 1914. /En la imagen Jesús Pabón Suárez de Urbina , en 1968.

El colegio de San Luis Gonzaga al que se incorpora Jesús Pabón en 1911 está próximo a cumplir su medio siglo de historia, que arranca en 1864. De 1909 a 1915 es rector el padre Rodolfo Velasco. Le suceden Raimundo Zamarripa -que desempeña el cargo solo un año- y Martín Mendoza, cuyo mandato concluye en 1920. En el prólogo al libro de Diego Sevilla Canalejas (1956), Pabón evoca con afecto al asturiano P. Velasco, "cuyo rostro ascético (…) nos inspiraba el respeto de una auténtica santidad". También recuerda al prefecto del colegio, Manuel Abreu, a la vez severo y cordial, y a Mariano Ayala, padre espiritual, "en quien la simpatía andaluza era nuestro paño de lágrimas de cada día". ¿Y de qué alumnos se acordará Jesús Pabón, de entre los 215 de media -en su mayoría internos- que había en su época? Sobre todo del novelista sevillano Manuel Halcón, a quien Pabón dedicará su obra Los virajes hacia la guerra (1946) con estas palabras: "Mi memoria no guarda una amistad anterior a la tuya". En el homenaje que los "sevillanos en Madrid" tributarán a Halcón en 1961, Pabón menciona además estos nombres: "Joaquín Peñuela -jesuita hoy, y primer orientalista español-; Julián Pemartín -excelentísima pluma-; un poeta como Rafael Alberti". Manuel Halcón, por su parte, cuenta en "Los dos macferlanes" (1949) cómo Pabón y él mismo, portadores de unos abrigos anticuados, tuvieron que hacer frente común ante las burlas de sus compañeros en el primer año de bachillerato, mientras que en otro relato, "El pecado insepulto" (1959), vemos que Pabón -"con sus ojos vivaces y su imborrable gesto de guasa"- es uno de los castigados de rodillas en el patio central por el P. Hurtado, profesor de Física en el curso 1915-16.

Niños haciendo gimnasia en el patio principal del Colegio.

Jesús Pabón hizo alguna travesura más en el internado, según Halcón: "Juntos, trabajando en equipo, hacíamos reír a las dignidades en las horas de silencio". Pero debemos clasificar a Pabón en el bando de los buenos y de los estudiosos. En el curso 1912-13 pertenece a la congregación de San Estanislao y al año siguiente es admitido -al igual que Alberti- en la de San Luis, cuyo prefecto era el alumno cordobés Ildefonso Porras. Jesús Pabón muestra a edad temprana sus grandes dotes para la oratoria: el 8 de diciembre de 1912, cuando aún no ha cumplido los 11 años, impresiona a la audiencia con su intervención en el mitin católico de protesta contra las escuelas laicas que -organizado por el padre Gabino Márquez- se celebra en el colegio, siendo otro de los oradores su compañero portuense Rafael Muñoz Ávila. En cuanto al rendimiento académico de Pabón, su expediente refleja que a lo largo de los seis años de bachillerato cursa 25 asignaturas, que revalida en el Instituto de Jerez con estas calificaciones: 13 aprobados, 7 notables y 5 sobresalientes. Es sintomático que en las materias de Historia de España e Historia Universal obtuviera la máxima calificación.

Concluido el bachillerato en 1917, Jesús Pabón estudió Filosofía y Letras en las Universidades de Granada y Sevilla, doctorándose en la Universidad Central en 1924. Tanto en la licenciatura como en el doctorado obtuvo premio extraordinario. Dio clases de Literatura Española y Latina en la Universidad de Zaragoza hasta 1930, cuando ganó por oposición la cátedra de Historia Universal Moderna y Contemporánea de la Universidad de Sevilla, de la que pasará diez años más tarde a la misma cátedra en Madrid (ocupándola hasta su jubilación en 1972). De 1931 a 1934 fue director del diario católico El Correo de Andalucía, diputado de Acción Popular (1933-35), Director General de Trabajo (1935) y diputado de la CEDA (1936-39). Designado jefe de Prensa Extranjera por la Junta Técnica del Estado, Pabón rompe con el régimen de Franco tras la Guerra Civil, siendo multado y confinado en Tordesillas (Valladolid) en 1944 por promover el retorno de la monarquía. Entre 1963 y 1966 ejercerá como delegado político de D. Juan, conde de Barcelona, en España (Pabón tuvo como discípulo al entonces príncipe D. Juan Carlos). Ganador del premio Camoens (La revolución portuguesa, 1941) y del Nacional de Literatura (Bolchevismo y literatura, 1949), su obra cumbre es Cambó (3 vols., 1952-1969), exhaustivo fresco de la España de la Restauración. Miembro de la Real Academia de la Historia desde 1952, fue elegido director de la institución en diciembre de 1971 (y reelegido en 1974). Tras su muerte el 26 de abril de 1976, el historiador Carlos Seco Serrano escribió: "Su vida ejemplar ha sido la mejor lección para cuantos nos honrábamos en llamarnos sus discípulos".

El 12 de noviembre de 1912, el jesuita Manuel Abreu interrumpió la cena de los alumnos del colegio de San Luis para comunicarles el asesinato -esa misma mañana- de D. José Canalejas (en la imagen de la izquierda), presidente del Consejo de Ministros, víctima de un atentado anarquista. Luego, puestos todos en pie, rezaron por su alma. Jesús Pabón reflexionará sobre los hechos en 1956: "De una parte, Canalejas, el terrible hombre de izquierda, el gobernante que encarnaba y obedecía al desorden, había caído por obra del anarquismo. Algo no era correcto en mi opinión infantil sobre él. Por otra parte, la Iglesia, sin duda combatida por Canalejas durante su vida, ante su muerte me enseñaba a rezar por él: toda la Iglesia estaba, para mí, en la plegaria del Padre Abreu. (…) Transcurrieron los años y los años. Hablé con familiares, con amigos y con partidarios de Canalejas. Estudié lo que él escribió, dijo e hizo, y cuanto se escribió sobre su vida y sobre su obra. Guiado siempre e invariablemente por las dos verdades que el Padre Prefecto del Colegio del Puerto me enseñó con ocasión de su muerte: le había asesinado la anarquía; y yo debía rezar por él, ejercitar la caridad al recordarle". (Texto: Bernardo Rodríguez Caparrini).

Tal día como hoy, 6 de agosto, hace 115 años, fallecía en Sevilla Emilio Seca Gutiérrez, un culto y virtuoso presbítero portuense al que faltaban dos meses para cumplir 38 años. Era cura en San Gil, la popular parroquia hispalense que toma su nombre del barrio donde está enclavada, casi lindando con las antiguas murallas de la ciudad, sede en aquella fecha –de 1653 hasta 1949- de la Hermandad de la Esperanza Macarena.

San Gil, la popular parroquia sevillana donde ejerció el Padre Seca.

En ese año de 1897 azotaba cruelmente a las cerca de 150.000 almas que poblaban la capital andaluza  una virulenta epidemia de viruela cuya mortandad rompió los parámetros estadísticos de todas las enfermedades infecciosas, que no eran pocas, padecidas por los sevillanos a lo largo y ancho del siglo que estaba a punto de finalizar. Se estimó, decima más o menos, 50 víctimas por cada mil habitantes, cifra esta que situaba a la capital andaluza en un dramático ranking como uno de los “puntos negros” más importantes del mapa sanitario internacional, solo superada por algunas capitales de la India como Bombay o Madrás, según Indica Ángel Pulido en su obra “Saneamiento de poblaciones españolas. Sevilla”.

Nuestro personaje, asiduo visitante de sus feligreses enfermos, a los que asistía humana y espiritualmente, en sus casas y en los hospitales, confortándolos y administrándoles los sacramentos en sus últimas horas, como no podía ser de otra manera,  al estar sometido a un riesgo constante y continuo, fue contagiado con el fatal desenlace que enunciamos en las primeras líneas de esta breve biografía.

Había nacido en El Puerto, en la casa número 2 antiguo de la calle Nevería, amaneciendo el día de la Hispanidad de 1859. Su padre, que era albañil de profesión, se llamaba Pedro Seca y su madre María Josefa Gutiérrez, ambos portuenses. (No hemos profundizado en investigarlo pero creemos que no tenía parentesco con la familia Muñoz Seca, aparte la coincidencia del apellido).

Una semana después, el 19 de octubre, era bautizado solemnemente en la pila bautismal, ahora en desuso, de la iglesia Mayor por don Francisco de Paula González de la Cotera, Cura Teniente y beneficiado de la misma, que le impuso los nombres de Emilio Julio de la Santísima Trinidad. Estudió en el Colegio Portuense, centro para niños en el que se impartía enseñanza primaria, aunque en su nivel máximo o superior, según matiza nuestro paisano Juan Gómez Fernández en su ensayo: “Formar hombres de bien. La enseñanza en El Puerto de Santa María en el siglo XIX”, colegio del que era propietario y también director Don Ricardo Alcón. Al decir propietario me refiero al concepto porque el inmueble en el que se impartían las clases, si no estoy equivocado, era el antiguo convento dominico de la calle Santo Domingo, propiedad del estado. Al menos el Colegio Portuense estaba establecido en el número 29 de esa calle, número que coincide con el del actual centro de enseñanza, antiguo Instituto Laboral, en el que curse mis primeros años de bachillerato.

Convento de Santo Domingo, hoy instituto.

Refieren que fue discípulo del docto Juan de Luna, completando su carrera sacerdotal en los seminarios de Cádiz y Sevilla. Promovido a la dignidad de sacerdote fue nombrado cura ecónomo de la parroquia de un pueblecito de la serranía de Aracena, una parroquia cuya advocación le recordaría a su ciudad natal, sin duda: la iglesia de San Marcos de Alajar, provincia de Huelva. Poco después iniciaría una prometedora carrera al ser elegido por monseñor Pedro Núñez, Obispo de Coria para Secretario de Cámara y Gobierno de su obispado, carrera a la que el mismo renunciaría poco después con motivo del fallecimiento de su padre. Para estar lo más cerca de su madre, reacia a dejar El Puerto para trasladarse a Extremadura, y acompañarla en la soledad de su viudedad, ocupó un curato en Sanlúcar suponemos que hasta la muerte de su progenitora, siendo promovido finalmente a la parroquia sevillana con la que hemos iniciado nuestro relato.

Púlpito de la Prioral, donde predicaría un año antes de su muerte.

Ejerció de portuense a pesar de estar siempre alejado de su tierra natal, manteniéndose en contacto con amigos, familiares y entidades locales. Había ingresado en la Hermandad de San Pedro In Sacri desde que era subdiácono, asentándose en la misma como hermano en 1881. Su último y público contacto con sus paisanos fue en septiembre de 1896, el año anterior a su óbito, predicando desde el púlpito de la iglesia en la que fue bautizado con ocasión de las fiestas religiosas de la Octava de la Patrona.

¡Gloria al Padre Seca y a todos los anónimos y desconocidos que como él, limpios de corazón,  sirven los demás con honradez y sacrificio! (Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. PUERTOGUÍA).

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Cuando se ha  construido una ciudad, paso a paso, y su urbanismo tiene peso, seguro que es producto de las invariantes. Las invariantes se repiten, están en el inconsciente forjador, son elementos imprescindibles de la personalidad y de la idiosincrasia de algo. Así, las invariantes del urbanismo portuense son las calles tiradas a cordel, el urbanismo en damero; los bluendes, esas especies de almenas que coronan los pretiles de las azoteas; los guardacantones de las esquinas; los cierros bajos y altos; los pavimentos tradicionales; los huecos de escalera; los patios; y los soportales, por ejemplo.

Copia idealizada de plano de El Puerto de 1787. Ameneiro. 1970

Cuando el Puerto fue declarado Conjunto Histórico-artístico, yo creí, inocentemente, que sería su salvaguarda. Esta Ciudad de los cien palacios, ha ido, poco a poco, deturpándose y adocenándose, con la permisividad, ciertamente punible, de las autoridades locales. El paisaje urbano se ha degradado hasta límites insospechados, sin que nadie le ponga tasa ni coto. Aquí cualquiera ha dispuesto como suyo de algo que es del común; el paisaje urbano –y el rústico—heredado, preservable, por Ley.  Pero está visto que la Ley no se ha aplicado, ni se aplica; no se tiene conciencia de estar ante una Ciudad singular, a la que poco a poco se le va despojando de sus invariantes, fijadas y forjadas siglo a siglo.

Es el caso de los soportales de la ribera del Guadalete. Desde Pozos Dulces hasta casi el comienzo del Parque de Calderón por la Plaza de las Galeras Reales hubo soportales, magníficos ánditos cubiertos al mismo nivel de la calle; espacios públicos de suelo sin cielo, antesala de las viviendas de gentes de la mar que han ido quedando como testigos, aparentemente roqueños, de las invariantes arquitectónicas portuenses. Y sin embargo, pese a su robustez, llega un cualquiera y los derriba, impunemente. Con sólo repasar las antiguas fotografías puede apreciarse cómo constituían un conjunto muy homogéneo de construcciones que daban la sensación de haber heredado de nuestros repobladores de la cornisa cantábrica una de sus invariantes y haberlas convertido, con el paso de los años, en nuestra.

Pues no, parece que no. En el edificio de Pozos Dulces esquina y vuelta con calle Chanca, se han permitido sus promotores derribar los soportales y la primera crujía del edificio, pese a la prohibición expresa que tenían de hacerlo.  Sea bienvenido el expediente de la Delegación de Cultura y caiga sobre esos desaprensivos todo el peso de la Ley. A ver si, de una vez, se enteran que aquí no se juega ni con las invariantes, ni el paisaje urbano, ni el rústico, ni  con la historia. (Texto: Luis Suárez Ávila).        

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Félix Sancho de Sopranis Peñasco nació el 10 de mayo de 1885 en el número 19 de la calle San Bartolomé, en El Puerto de Santa María. Era el primogénito de Alfonso Sancho Mateos (1858-1952) y de Mercedes Peñasco García (1861-1929), que tendrán otros dos hijos, Alfonso (1896-1971) y Mercedes (1899-1994).

Los primeros años de Félix Sancho transcurren en París, ciudad a la que su padre se traslada temporalmente por negocios vinateros de la casa Sancho Hermanos. De vuelta en España, Félix ingresa interno -septiembre de 1894- en el colegio de los jesuitas de El Puerto, donde estudiará cinco cursos de bachillerato. Obtendrá el título con 14 años, tras aprobar en junio de 1899 los ejercicios del grado ante la comisión de catedráticos del Instituto de Jerez de la Frontera.

La estancia de Félix en el colegio de San Luis Gonzaga coincide fundamentalmente con el mandato del jesuita madrileño Pedro Castelló, rector desde diciembre de 1893 hasta su relevo en septiembre de 1897 por el padre José María de la Torre. En 1896 terminan su bachillerato en San Luis Gonzaga los poetas Juan Ramón Jiménez y Fernando Villalón, así como el comediógrafo portuense Pedro Muñoz Seca. El 12 de mayo de 1895 se había inaugurado el pabellón de la nueva fachada y entrada principal del edificio. Disponía ya el colegio de alumbrado eléctrico: en El submarino Peral (1927) recordará Juan Ramón "aquella noche primera en que encendían los focos grandes del patio para deslumbrarnos la nostaljia". La media de alumnos en el último lustro del siglo XIX es de 205, en su mayoría internos. Félix Sancho tuvo por compañeros de curso, entre otros, a Juan Gavala Laborde (ingeniero de minas), Ignacio de Casso Romero (jurisconsulto), Julio Toscano Delgado de Mendoza (alcalde de Alcalá de los Gazules en 1930) y Ángel M.ª Rubio Castillejo (marqués de Valdeflores). Concluido el bachillerato, Félix Sancho prepara y aprueba el examen de ingreso en la Escuela Especial de Ingenieros Agrónomos de Madrid (Instituto Agrícola de Alfonso XII). Terminará la carrera -de seis años de duración- en octubre de 1910, obteniendo el número nueve de los 19 egresados de su promoción. Durante esta etapa madrileña, Félix ha coincidido algún tiempo en la misma pensión con su paisano Muñoz Seca, que le dedicará el entremés 'Mentir a tiempo' (estrenado el 25 de enero de 1908).

San Luis Gonzaga, fachada lateral.

Tras ingresar en el Cuerpo de Ingenieros Agrónomos, Félix Sancho es destinado en febrero de 1911 a la Granja-Escuela de Agricultura de Jerez de la Frontera. Dos años después pasa a El Puerto de Santa María como ingeniero-director de la flamante Estación Sericícola y de Industrias Zoógenas, creada gracias a la gestión del diputado a Cortes Dionisio Pérez en terrenos municipales aledaños al Monasterio de la Victoria. El 8 de mayo de 1913, se casa en París con Germaine Favraud (1891-1972), hija del agente general en Francia de la bodega A. & A. Sancho. Del matrimonio nacerán cinco hijos: Juan Manuel, Genoveva, Félix, Magdalena y Teresa. En octubre de 1918 redacta con Juan Gavala el proyecto de desecación, saneamiento y puesta en cultivo de las marismas de la margen izquierda del Guadalquivir. Sancho dirigirá laboriosamente la Sericícola durante casi 20 años, hasta la supresión de este centro de investigación, producción y fomento de la industria sedera en enero de 1931. Entonces es promovido de ingeniero primero a ingeniero jefe de segunda clase y nombrado director de la Estación de Viticultura de Moguer (Huelva). En agosto de 1932 asume la dirección de la Estación de Cerealicultura de Jerez. A finales de 1934 es trasladado a Madrid como director del Instituto de Cerealicultura, ubicado en la Casa de Oficios de La Moncloa, donde reside. Nombrado presidente de la Sección de Cerealicultura del Instituto de Investigaciones Agronómicas en enero de 1935, en abril del año siguiente asciende a ingeniero jefe de primera clase del Cuerpo.

El estallido de la guerra civil sorprende a Félix Sancho en La Granja de San Ildefonso (Segovia), donde veraneaba su familia. El 20 de julio de 1936 intenta restituirse a su puesto de trabajo en Madrid, pero no lo logra al estar cortadas las carreteras en Villalba: un hecho providencial, ya que la siniestra 'Brigada del Amanecer' -de Agapito García Atadell- irá varias veces a su domicilio de La Moncloa para detenerle. La vivienda será registrada y saqueada por completo.

Constituida la Junta Técnica del Estado (octubre de 1936), Félix Sancho fue confirmado en la dirección del Instituto de Cerealicultura, que se instaló provisionalmente en Segovia (1936-37) y Palencia (1937-39), ambas en zona nacional. Terminada la guerra, Sancho se reintegra a sus funciones en Madrid y es nombrado -octubre de 1940- colaborador técnico del Servicio Nacional del Trigo. En la década posterior publicó Métodos de análisis de trigos y harinas (1942), Trigos tremesinos o de ciclo corto (1949) y artículos sobre los cereales y el vino de Jerez en las revistas Boletín del Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas, Agricultura y Siembra. Fue asesor técnico del documental Trigo en España (1943), del marqués de Villa Alcázar.

Por ascenso en el escalafón, Félix Sancho de Sopranis pasa en junio de 1949 al Consejo Superior Agronómico (Madrid), órgano consultivo del Ministerio de Agricultura, tomando posesión como inspector general del Cuerpo Nacional de Ingenieros Agrónomos. Tras ascender a presidente de sección (jefe de zona) en enero de 1953, en julio de ese mismo año es designado presidente del Consejo Superior Agronómico, cargo que desempeñará hasta su jubilación el 10 de mayo de 1955. El año anterior se le había concedido la Gran Cruz de la Orden Civil del Mérito Agrícola. Fallecerá en Madrid el 19 de febrero de 1958, con 72 años. Sus restos descansan en su ciudad natal.

PIONERO EN EL APROVECHAMIENTO DE LA ENERGÍA SOLAR.
El 28 de mayo de 1921, Felix Sancho patentó con el número 78.346 un calentador de agua «para baños y otros usos domésticos o industriales». Llevó a la práctica su invento instalando aparatos en edificios particulares y públicos de El Puerto, Jerez, Sevilla, Madrid, Barcelona, Levante, Canarias y Baleares. En 1930 fabricaba los calentadores --de 300 a 600 litros-- la empresa madrileña OTAM y su precio, ya instalados, era de 1.750 a 2.500 pesetas. Todavía hacia 1945 se puso un colector solar en el colegio del Sagrado Corazón de la calle Ferraz, 65. (Texto: Bernardo Rodríguez Caparrini).

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La pequeña historia de esta mujer no podía quedar en olvido, por liberal y por la valentía con la que vio la vida y la vivió. /En la imagen, 'La Macaca' en París, a finales de la década de los cincuenta del siglo pasado.

Josefa Martin Lanzarote, “La Macaca”, nació portuense, en 1922. De unas familias muy conocidas en nuestro pueblo, por parte paterna de los 'Macacos' y materna de los 'Tocatejas'. Ya he dicho en muchas ocasiones que en las fechas que nos vamos a mover, se conocía en nuestra ciudad más por los apodos que por los apellidos. Creo que estuvieron domiciliados en Pozos Dulces o zona de La Ribera del Río,  según me cuentan.

Los  Martin Lanzarote estuvieron obligados a emigrar a Francia, por pertenecer el patriarca de la familia al Partido Comunista. Huyeron al inicio de la contienda nacional, de la que heredamos, huérfanos, muertos y hambre.

Se crió en el ambiente liberal y democrático que tenía Francia, en aquella época. En Paris, tomo clases de baile moderno. Al principio de nuestra guerra nacional, llego a la capital gala, un profesor de danza madrileño, de nombre Esteban con quien, durante unos meses estuvo practicando flamenco. Según Luis Maravilla, el nombre de este maestro era falso, no me dio más referencia, ni explicación. Los refugiados políticos que emigraron a Francia, en los años treinta seis, la gran mayoría ocultaban sus nombres y apellidos por miedo. No fue una bailaora flamenca para vivir de este arte, pero se bailaba bien por fiesta. Con dieciocho años entro el cuerpo de baile, de un cabaret, de lujo de la capital cultural de Europa, de aquella época. /Antonia Gallardo, 'La Coquinera', en un afiche publicitario.

LIBERAL Y SOCIALISTA.
Mujer liberal de ideología socialista, transmitida por sus progenitores, Manuel Martin y  Rafaela Lanzarote. Hembra que según los que la conocieron se le podía clasificar de monumental. En los años cincuenta, se paseaba por nuestro pueblo en un coche mercedes descapotable. Tuvo un incidente por estas fechas en la feria del Puerto. Un guardia municipal, la llamo al orden y la tachó de ir  provocando por el recinto ferial, comunicándole que le acompañara a comisaría. Ante la actitud del guardia, las personas presente en la caseta ferial, se manifestaron y protestaron la conducta de este guardia del orden, por lo que tuvo que intervenir el comandante de los municipales, quien ordenó y le mandó al puritano municipal, salvador de almas, que se marchara, porque que él estaba alterando el orden público, era él.

En estos tiempos todo aquel que fuera ideología de izquierda, estaba controlado o vigilado por las autoridades de la ciudad. Por lo que yo creo, que este agente, conocía los antecedentes de la familia de “Los Macacos”, y quiso ganar méritos, llevándola detenida. Los portuenses que tenemos más de sesenta años, conocimos a este policía municipal del orden suyo, era tanto de izquierda, como de derecha, se cambiaba la camisa, al mejor postor. No vale la pena mencionar su nombre, hay que dejarlo que descanse en cal, con los que no vuelven.

Luis Maravilla, de joven, con la Copa Pavón, un trofeo flamenco de prestigio.

Luis Maravilla es el nombre artístico de Luis López Tejero. (Sevilla, 1914, Alicante 2000). Este ilustre maestro de la guitarra, persona educada y de modales exquisitos, me contó: "--En el año cuarenta nueve o cincuenta, estuvo de gira en Paris, con el ballet de Pilar López. En esta ciudad conoció a una joven porteña, de nombre Pepa Martin, actuando en dicho cabaret, como bailarina del coro, de este local faustuoso". Se acordaba de ella porque sobresalía por encima de las demás coristas. Entablamos conversación, preguntándome como estaba España, en estas fechas, con el tiempo supe que se casó con el Príncipe Gitano. "Pepa tenía un cuerpo monumental, de cara, ojos y cabellos, en concordancia con su morfología".

Compañía de Pilar López

MUJERES GUAPAS.
Si hay una de las cosas que  podemos presumir los portuenses,  es de mujeres guapas en el mundo artístico flamenco, estas fueron: Antonia, Pepa y Milagros Gallardo “las Coquineras”, su tía Maria del Carmen Gallardo Rueda “la Gaditana”, Josefa Martin Lanzarote “la Macaca”, Milagros Lechuga y Josefa Gallardo “la Gallardo”. De algunas de estas mujeres dejó constancia de su belleza, Fernando de Triana, en su libro, Arte y Artistas Flamencos.

RELIGIOSA Y MODERNA.
Pepa, le tuvo un gran cariño a su pueblo, cuando podía escaparse, regresaba a su tierra, a pesar de los kilómetros que había entre Paris, Madrid, y El Puerto. Que me lo digan a mí, llevo cuarenta años viajando de la capital de España, a mi patria chica, cuatro o cinco veces al año.

Le tenía mucha devoción a la Virgen de Los Milagros, siempre que venía a su origen la visitaba. Posiblemente en el tiempo que venía de vacaciones a su ciudad, estaría en boca del vecindario por su libertad de expresión y la forma de ver la vida, que nosotros en aquel tiempo no teníamos. Utilizaba biquini, para bañarse que, en aquellos años, no estaba bien visto, por los motivos que todos sabemos y que no voy explicar, porque lo conocemos.

Se hospedaba cuando venía a su origen, en el domicilio de sus tíos en la calle ya mencionada. Me contaba Milagros Párralo, familia de Pepa, "que tenía un cuerpo diez y una cara guapísima, cuando paseaba por la calles Luna, Larga y El Parque Calderón, llevaba gente detrás como si fuera un paso de Semana Santa".

Familia de los Tocajeta en una reunión. De izquierda a derecha, Rosario Ruiz Camacho, Francisco Martín Murga 'Tocateja', familiar de 'La Macaca', Carmen Ruiz Camacho, madre de Antonio Cristo Ruiz, Ángeles Ruiz Camacho, José María Martín Murga 'tocateja', Luis Martín Murga Ruiz y Maruja Ruiz Camacho.

ENTRE LA LECHERÍA Y EL TAXI.
La familia de los Macacos tenían una lechería, en la bocacalle de Palacios, San Bartolomé, y las cabrerizas o vaquerizas estaban situadas en la calle San Bartolomé, esquina calle de Los Moros. Los Tocatejas, familia de la madre, se dedicaban mayormente al transporte de mercancías y a los taxis. Que por cierto Francisco Martín Murga, muy conocido en El Puerto, por Paco Tocateja, “el Taxista”, y su hermano José María Martín Murga, transportista apodado “Requeté” eran familia de Josefa. Estos dos portuense, estaba casados con dos hermanas de mi madre, mi tía Charo Ruiz, con Paco y Angelita Ruiz, con José María.

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Cuántas veces habré escuchado, o leído, sobre la milenaria historia del vino en estos campos ceretanos –posiblemente los de los fenicios y los de Columela–, de su importancia cultural y económica, de sus rituales en la comida y en las fiestas, e incluso de sus efectos benéficos para la salud, de las cualidades y cuidados primorosos de las viñas, de su elaboración ritual en las oscuras y húmedas bodegas, como un sancta sanctorum de los templos, de los olores agridulces de las calles estrechas de las bodegas de Sanlúcar de Barrameda, Jerez de la Frontera o El Puerto de Santa María, que aún retengo en el olfato de mi mente como algo especial y para siempre.

Poblado de Las Cumbres. Sierra de San Cristobal. /Foto: H. Lázaro.

Cuántos visitantes embelesados han recorrido esos patios luminosos de las bodegas para adentrarse con recogimiento religioso en las estancias oscuras donde yacen los bocoyes de nobles maderas, durmientes, en los que se genera este líquido amarillo, sangre de las uvas, para degustarlo al final de la visita y con la satisfacción del que ha culminado un rito de paso que es preciso hacer una vez en la vida, al menos. Cuántos congresos, simposia, reuniones, libros, artículos, versos y ripios se han realizado y escrito sobre la historia del vino en todas sus vertientes. Y cuando aparecen los vestigios más antiguos de su historia, exhumados por el pico y la pala del arqueólogo en algún lugar de la Bahía, que atestiguan las historias narradas, se les destina al olvido, yaciendo sepultados bajo un cúmulo de piedras y tierra para seguir durmiendo, privándonos de disfrutar, ver y tocar con nuestros propios ojos y manos esos restos de muros milenarios que en otro tiempo fueron lugares industriales de elaboración de vinos sin marcas conocidas para nosotros. Paradojas de la palabra y el espectáculo, que nos lleva a lo más sublime o a lo más penoso de la cultura.

Restos de un lagar colmatado en el Yacimiento de Las Cumbres. Enero 2009. /Foto: Francisco Ruiz Serrano - Francisco J. Rodríguez Andrade

Es lo que ocurrió con la bodega excavada en la cima de la Sierra de San Cristóbal, dependiente y cercana a la ciudad fenicia y turdetana del Castillo de Doña Blanca. En efecto, en 1991 realicé una campaña prolongada de excavación arqueológica en la cima de la sierra, en una extensión de casi 2000 metros cuadrados, facilitada por la existencia de un solo nivel constructivo del siglo III a. de C. Se me ofrecía la oportunidad de excavar y conocer con poco esfuerzo un espacio industrial, que resultó ser una bodega amplia y compleja, la única conocida hasta ahora tan antigua. Pues excavamos casi siempre retazos de la realidad a la que hay que suponer su función, sin la certeza de que realmente fue. En esta superficie se han hallado más de una treintena de habitaciones para distintos usos, además de espacios abiertos, o plazuelas, calles, y un elenco de vasos cerámicos muy abundante. Sus muros recios a cordel, delimitados con la precisión de un topógrafo, se construyeron de mampuestos –piedras sin carear– y ripios rellenando los intersticios, con paredes enfoscadas e indicios de pintura blanca y suelos rojizos en muchas de ellas. Colores familiares en esta zona. En ocasiones, muretes de adobe separan los espacios. Y en ellos, piletas, cantareras, hornacinas, pequeños recipientes ahuecados de piedra local, o plataformas circulares de piedras y fosos. Elementos comunes y útiles en las construcciones de la época.

Lagar en el Yacimiento de Doña Blanca.

Pero, siendo tantos y variados los aspectos a los que tendría que referirme, sólo lo haré con los más significativos. Me refiero a los lagares –se han hallado dos–, donde se pisaba la uva para la obtención del mosto. Uno está constituido por tres piletas: dos de ellas, donde se pisaba la uva, en un nivel superior desde los que corría el zumo de la uva, a través de sendos canales, a otra de mayor dimensión que se tapaba con tablones de madera. El otro lagar, en otro punto de la bodega, poseía depósitos similares. Y los dos muy bien conservados y primorosamente trabajados, enfoscados mediante una mixtura de cal y arena, una especie de cemento que en términos latinos conocemos como “opus caementicium”. Junto a ellos, se disponen habitaciones estrechas y largas, los almacenes, donde ocasionalmente se han hallado ánforas apostadas contra la pared, contenedores de vino, preparados para la exportación por tierra o en barcos. Además de lagares y almacenes, numerosas habitaciones cuya función desconocemos por ahora, quizás para el servicio de la industria y como vivienda de los operarios y administrativos. Pero he de resaltar dos conjuntos, con varias estancias, perteneciente una de ellas a lo que he supuesto que sea la vivienda del propietario y la segunda a un templo doméstico en relación a esta actividad de producción del vino. En la primera se advierte claramente su carácter doméstico, pero los materiales empleados para la construcción y su distribución sugieren claramente la vivienda de un propietario o administrativo principal. Y la segunda corresponde con nitidez a un templo: en una de sus estancias se hallaron dos betilos de piedra bicónicos, como testimonios de divinidades de la fecundidad, y en este caso del vino, un sancta sanctorum de pequeño tamaño y un foso de ofrendas –o favissa– con decenas de vasos depositados y de formas variadas, entre los que destacan vasitos de perfumes.

Las Cumbres. /Foto: Paco Ruiz.

Es lo normal, la producción, cultos y rituales religiosos van intrínsecamente unidos, e incluso en la actualidad. Quiero resaltar, además, que en los espacios abiertos se han hallado hornos, de diferentes tamaños, que han producido escasa temperatura, y que se deben interpretar para cocer en ellos, y en calderos, lo que más tarde Columela denominó la ‘sapa’ y el ‘defrutum’ –productos conocidos de antaño–, que son mosto cocido y posiblemente mezclado con frutas. Los menciona Columela, quizás nacido en Cádiz, en su libro ‘De los trabajos del Campo’, escrito a mediados del siglo I después de Cristo, tal vez consignando un uso anterior púnico, como sugiere los lagares del Castillo de Doña Blanca.

Como supondrá el lector, me han quedado muchos aspectos por exponer, mucho por escribir. Lo haré en otras ocasiones. Mas ya queda en el conocimiento, y en la conciencia, la existencia de la bodega gaditana más antigua, por ahora enterrada, no visible, a la espera de su resurrección y disfrute, como demanda la dilatada e importante historia del vino en la Bahía gaditana. Que sea pronto. (Texto: Diego Ruiz Mata).

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Reproducimos aquí algunas instantáneas del fotógrafo Francisco Sánchez Pérez, ‘Quico’, (ver nótula núm. 146 en GdP), uno de los grandes documentalistas gráficos que ha tenido El Puerto de Santa María en la primera mitad del siglo XX.

Desfile (1). Esta foto es del 16.06.1938 y es del entierro de Fernando Zamacola, (ver nótula núm. 800 en GdP), está tomada a la altura de la actual casa Nº 70 de la Calle Larga, es decir frente a donde viví hasta mediados de los 50 del siglo XX.

Desfile (2). Desfile de fuerzas armadas por la Plaza de Peral. Puede ser en una procesión. Lo que me pone en duda es la curva que hace el público hacia la izquierda de la foto, pues el Ayuntamiento está justo en frente del desfile. El que está abajo del todo agarrado del brazo de otro, me parece que es el padre de los Ciria, Paco Ciria, hermano del que fuera Alcalde de El Puerto, Eduardo Ciria Pérez (ver nótula núm. 1313 en GdP). Foto muy curiosa donde se puede distinguir las diferentes clases sociales de la fecha.

Puede ser Campo de la Gimnastica. Como digo en el título, puede ser el Campo de la Gimnastica, pero tengo mis dudas si es en el Eduardo Dato en sus prinpicios. El de la mascota con gafas, juraría que es mi tío Fernando Arjona Cía y la siguiente puede ser mi tía Francisca González Bruzón, pero el tener la mano en la boca me impide ver su cara. Esta foto puede ser de principios de los años 40 del siglo XX.

Plaza España postguerra. Misa de campaña en la Plaza de España. los militares armados están en posición de rindan, y parte de los asistentes con el brazo en alto. En la puerta de la Prioral se puede ver el altar presidido por una cruz, que puede ser la que sacaba el Santo Entierro en Semana Santa y detrás  se puede ver el yugo y las flechas y arriba un letrero de Presentes. La fecha puede ser entre Octubre de 1941 y Abril de 1943, ya que creo distinguir a la derecha de la puerta de la Iglesia a Fernando C. de Terry y del Cuvillo, que era el alcalde en esa época.  (Texto y Colección de las imágenes: Vicente González Lechuga).

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Nadie podría pensar que la costa y el fondo marino de la Bahía Gaditana, guardara bajo sus sedimentos los restos de la fauna marina que hace millones de años habitaban nuestras aguas. Fósiles con una conservación extraordinaria, que el tiempo ha permitido que llegase hasta nuestros días.

Acantilados en la playa del Almirante, Bahía de Cadiz, en el interior de la base naval de Rota (término municipal de El Puerto). Se observan su altura, y los diferentes estratos, los fósiles se encuentran en los que están mas a nivel del mar.

La geología de una bahía tan dinamizada como ésta, turismo, industria naval y pesquera, o comercio, han desfigurado la costa hasta el punto de ocultar la mayoría de sus testigos geológicos. Sin embargo queda un área con una extensa estratigrafía geológica de la Bahía Gaditana, con más de 30 metros de altura, contienen los estratos geológicos que guardan los cambios producidos y que ahora se estudiaran con precisión, se encuentra en el interior de la base Hispanoamericana de Rota (término municipal de El Puerto de Santa María), donde se localiza una gran parte del yacimiento paleontológico de El Manantial.

En la imagen, distintas vértebras fósiles, posiblemente de Delfín, que guardan conexión anatómica.

IMPORTANTES INVESTIGADORES.
Un importante elenco de investigadores de todo nuestro país, están estudiando los restos fósiles contenidos en dos colecciones pertenecientes a los fondos del Museo Municipal de El Puerto de Santa María. La primera depositada en el Ayuntamiento de la ciudad en el año 1979, proveniente de un rescate efectuado después de unos temporales, en ese mismo año, y la segunda una significativa donación de la Familia Castilla al Ayuntamiento. En total podemos estar hablando de cerca de mil piezas.

El estudio que se está llevando a cabo pretende conocer los restos paleontológicos que se han hallado en la Bahía de Cádiz. Una serie de especialistas han estudiado, y aun estudian, los fósiles de la Era Terciaria, recuperados en un yacimiento situado en la costa, El Manantial. En el futuro, cuando haya dinero para estas cosas, un catalogo recogerá el estudio de dicha colección, ofreciendo el conocimiento de las especies localizadas.

COMO SE FORMÓ LA BAHÍA.
En pleno corazón de la Bahía de Cádiz se encuentra un yacimiento Paleontológico de origen marino que esta ofreciendo una información importante  de cómo se formó la bahía gaditana, y cuales fueron los  cambios geológicos, y que fauna habitaba estas costas y mares hace al menos cinco millones de años. En la playa del Manantial, en El Puerto de Santa Maria, encontramos el afloramiento de margas azules Mioceno-Plioceno, entre 20 y 3´5 millones de años, con un depósito de restos macro y microfósiles de primera magnitud. /En la imagen de la izquierda, gran diente fósil de Carcharodon Megalodon, se trata de un tiburón gigante.

Durante años, y sobre todo cuando arrecian los temporales, en una zona de la costa de El Puerto de Santa María, se han recogido un sin fin de restos fósiles. Estos, proceden en su mayoría de un sustrato margo-arenoso, totalmente repleto de fósiles, que queda al descubierto al retirarse la arena que los cubre normalmente, durante los temporales. El oleaje va desgranando el sustrato que esta compuesto por dos tipos de sedimentos, aunque formados por el mismo sustrato, uno blando, donde la conservación de los fósiles es extraordinaria, y formando parte del mismo, uno duro, donde los fósiles se conservan también en buen estado, aunque la dureza del sedimento que los cubre sea tan dura en algunos casos como el granito. En un tiempo extraordinariamente breve, los restos fósiles son esparcidos por las playas, quedando en poco tiempo solo los elementos mas duros, como los dientes de tiburón; los restos óseos no cubiertos de sedimento duro son totalmente fracturados y posteriormente disueltos, desapareciendo. /En la imagen de la izquierda, caja timpánica de ballena.

DESDE HACE TRES AÑOS.
Desde el Servio de Arqueología y Conservación del Ayuntamiento de El Puerto de Santa María, hemos estado durante más de tres años (aún continuamos), restaurando una gran parte del material paleontológico, perteneciente a los fondos del Museo Municipal de esta ciudad, esto ha permitido no solo poder estudiar de que especies se trata, sino que además se ha dotado a esta ciudad de un patrimonio Paleontológico de la Era Terciaria, uno de los pocos existentes en el mundo, por la gran variedad de especies que se están conociendo, que habitaban esta aguas.

LAS ESPECIES ANIMALES.
Los restos fósiles pertenecen en su gran mayoría a mamíferos marinos, sobre todo cetáceos (ballenas), vértebras, costillas, mandíbulas, etc., también están presentes sirénidos (manatí), de delfín hay tres cráneos, además de vértebras y otros restos. Pero son sin duda los dientes de tiburón, desde minúsculas mandíbulas a gigantescos dientes, pertenecientes al Charcharadon megalodon, los hallazgos más frecuentes. También son frecuentes hallazgos de vértebras de peces pequeños como sargos, o aguijones de rayas. Posiblemente hay restos de foca, los caparazones de tortuga tienen una conservación excepcional. Son muy abundantes los fósiles de corales y algas, así como de una gran variedad de moluscos y crustáceos. Hay hallazgos significativos  como el de restos de un ave (Alca). /En la imagen de la izquierda, lámina con cabeza de Delfín fósil, arriba, antes de la restauración, y abajo distintas vista una vez restaurado.

LAS ESPECIES VEGETALES.
Pero sin duda algunos de los hallazgos mas destacados, lo forman los restos de maderas entre ellas dos grandes fragmentos de troncos, semillas entre las que destacan las piñas, fósiles vegetales que no son muy abundantes. Los análisis que se han realizado a los sedimentos, han puesto al descubierto una abundante presencia de vida orgánica fósil, foraminíferos, (bentónicos) que viven en el sedimento, (planctónicos) que viven en la columna de agua. /En la imagen de la izquierda, diferentes vistas de una piña fósil.

Lo que se pretende, tanto con los estudios específicos, como con los criterios de conservación-restauración elegidos para los fósiles, y por este orden, es: salvar lo más posible de su estructura y conservarla adecuadamente para el futuro, facilitar su estudio, catalogación, y difusión, además de dotarlos de una visión museográfica y a la vez estética, para el disfrute del ciudadano.

Playa de El Almirante en el interior de la Base Hispanoamericana de Rota, en la Bahía de Cádiz, continuación de la playa de El Manantial y del yacimiento Paleontológico

Tenemos la ocasión de conservar unos restos paleontológicos que son algo más que buenas piezas para la investigación. Desde nuestro concepto y visión de conjunto, lo vemos como un rico Patrimonio, fuente de proyectos para su explotación racional, un engranaje más para el motor social que el futuro necesitará para generar recursos económicos. En definitiva, podemos estar de enhorabuena, los estudios que sobre el yacimiento se están realizando seguro aportaran un mayor conocimiento de la Vida durante la Era Terciaria en el Sur de la Península Ibérica, y específicamente en  la Bahía de Cádiz. (Texto: Juan José López Amador).

Vista aérea de las playas de Santa Catalina, El Manantial, Fuenterrabía y El Almirante.

EL ESTUDIO LO REALIZAN.

  • Geología, Javier Gracia, Profesor Titular, Laura Del Río, Profesora Ayudante, Doctora, Departamento de Ciencias de la Tierra, Facultad de Ciencias del Mar y Ambientales, Universidad de Cádiz.
  • Foraminíferos, Juan Manuel Usera, Catedrático de Paleontología, y Carmen Alberola, colaboradora, Departamento de Geología. Universidad de Valencia.
  • Vertebrados marinos, Maria del Carmen Lozano Francisco, Grupo de Investigación Andaluz RNM353 Paleobiología, Bioestratinomía y Tafonomía. Investigación y Gestión.
  • Moluscos, etc., José Luís Vera Peláez, Investigador, Director,  Museo Municipal Paleontológico de Estepona.  Ayuntamiento de Estepona.
  • Ave, Antonio Sánchez Marco, Investigador del  Instituto Paleontológico de Cataluña.
  • Maderas y semillas, José María Postigo Mijarra, Profesor Asociado. ETSI Montes (UPM, Madrid), y Eduardo Barrón López, Titular. Instituto Geológico y Minero de España, Madrid.
  • El Yacimiento como Patrimonio Cultural, José Antonio Ruiz Gil, Profesor Contratado Doctor, Departamento de Historia, Geografía y Filosofía, Universidad de Cádiz.
  • Coordinación del estudio, Conservación y restauración, Juan José López Amador, Técnico del Servicio de Arqueología y Conservación, Ayuntamiento de El Puerto de Santa María, Cádiz.

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