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Un nutrido grupo de empresas relacionadas con la gastronomía, entre ellas las más representativas de la ciudad,  organizan para septiembre unas jornadas de 3 días en el Castillo de San Marcos en las que mostrarán las posibilidades de los mariscos y pescados de estero, uno de los tesoros por descubrir en la provincia de Cádiz. /En la ilustración, imagen que anuncia las jornadas y que reproduce unas salinas. El dibujo abre la página web del evento.

La cocina de los esteros es el próximo tesoro a descubrir en la provincia de Cádiz. Tras la explosión de la cocina del atún rojo de almadraba, ahora la desconocida gastronomía relacionada con los esteros y las salinas, y protagonizada por pescados, mariscos, la sal y las algas, comienza a captar el interés del mundo de la gastronomía. ...continúa leyendo "2.504. Encuentro Gastronómico de la Sal y el Estero"

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Corral-arboleda de la finca donde estuvo instalada la Taberna “El Ocho”, la puerta se comunicaba con el despacho. Delante, la imponente figura de “Arnay” con terno blanco de maestro albañil.

En los años de mil novecientos cuarenta y mil novecientos cincuenta del siglo pasado, existían en el barrio alto de nuestra ciudad un porcentaje importantes de corrales-arboledas. Recuerdo los que había en las calles Zarza, Cruces y Santa Clara. Corrales que con el paso de los años fueron desapareciendo, convertidos en viviendas en toda su superficie o en parte. Los corrales formaba parte de la despensa de los propietarios, eran pequeños huertos dentro de la ciudad, en algunos casos eran bonitos jardines.

...continúa leyendo "2.497. La Taberna ‘El Ocho’"

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En la imagen, de izquierda a derecha, Fermín Mateos, Fernando --tenía una tienda de tejidos en la calle Ricardo Alcón---, Juan Salas, Manolo Rodríguez Ceballos propietario del restaurante económico y Kiliki Tejada, bajo un cartel de Luisa Ortega. /Foto: Colección María Jesús Vela Durán.

Manuel Rodríguez Ceballos, alquiló un freidor en La Placilla, --donde no hace mucho se encontraba una tienda de electrodomésticos-- en el que instaló un ‘Restaurante Económico’: el menú constaba de dos platos a elegir entre ocho primeros y ocho segundos pan y postre, costando el cubierto 15 pesetas en la década de los sesenta del siglo pasado.

...continúa leyendo "2.496. Restaurante económico ‘La Placilla’"

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La pobre asistencia a la corrida de toros de feria y un verano taurino de sólo cuatro festejos preocupan a la afición de El Puerto Preocupa el futuro taurino de El Puerto. La pésima asistencia a la corrida de toros de Feria de Primavera fue sintomática. Los tendidos vacíos y la plaza tocando fondo.

...continúa leyendo "2.480. La Plaza de Toros. El trasatlántico que atraca todos los veranos en la calle Valdés."

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Celestino de Serdio Ordóñez, de padre gaditano y abuelo montañés --de Cabanzón (Cantabria)-- regenta el ‘Bar Las Cadenas’ en la calle del mismo nombre, hoy propiedad del Banco Santander, ubicado en la Casa de Vizarrón conocida como Palacio de las Cadenas.

...continúa leyendo "2.475. Celestino de Serdio Ordóñez. S.O.S por el Bar ‘Las Cadenas’."

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Leamos los sabios comentarios que el profesor Antonio Muñoz Cuenca hace de la Feria: De entre los muchos significados que la palabra feria tiene, creo que el que mejor le cuadra es el de fiesta.

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En la imagen, tomada en la Feria de Ganado, vemos entre otros a la izquierda de la imagen a Felipe Bononato, en el centro a Eleuterio Ferrera Díaz, químico de la fábrica de bebidas carbónicas local 'Volpa' --el refresco antised--Director del Departamento de Enología que fue de Bodegas Terry, profesor de SAFA y del Instituto Laboral; Javier Osborne Domecq, Michel Corzo Ganaza, Carmen Pinilla, María Teresa Alba, Manolo Santiago y Tily Santiago Cossi, y la mujer de Lopete, entre otros. Lourdes Poullet Ramírez, Ana María Brea, Conchita Poullet, Milagros Alba Medinilla, María del Carmen Briceño Herraste, José Luis Poullet Ramírez y Luis Alba Medinilla. A la derecha de la imagen, en el suelo, vemos la sombra del fotógrafo, desconocido para nosotros. /Foto: Colección Ana María Brea Fernández.

Sin embargo, no siempre nuestra Feria ha tenido este significado exclusivo. En los años cuarenta cuando se reinicia la Feria en los pinares del Coto fue una feria modesta, ganadera y expositiva y es que El Puerto de los entonces era mas ganadero que ahora y sacó a exposición lo que había.

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La familia de José Fernández Villegas en la Feria de Ganado de 1952. En el centro, sentado con sombrero de ala ancha, Paco Fernández, ‘el Torero’. /Foto: Colección J.F.V.

En los años cincuenta sigue manteniendo su carácter ganadero, pero aparte de que la población va creciendo y por lo tanto también su Feria, esta se traslada desde los pinares del Coto a una nueva ubicación en la carretera de Jerez enfrente del actual centro comercial El Paseo en un prado magnífico que le va a aportar a esta feria un carácter único y singular que nunca debió perder pues es la causa principal de que en aquellos tiempos vinieran a disfrutar de nuestra feria muchos ciudadanos del entorno.

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Manuel de Jesús Viñas, ‘el Poli’, conocido activista vecinal en una imagen de 1956, con poco mas de cinco años, en la Feria de Ganado, con su padre Manuel de Jesús Benítez y su hermana.

Me refiero a que aquella feria, además se convirtió en una romería y era de ver como la gente iba en romería al borde de la carretera cantando y bailando camino de la feria de ganado con su modesto cestito de comida, sus ganas de vivir y su alegría. El llegar al ferial, era llegar al séptimo cielo o al oasis.

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A la izquierda, Juan y su esposa Loli Ramírez, desconocida, amiga de Loli de hermana de Mercedes Suárez --ambas hermanas cantaban muy bien-- y Pilar Lacarta Lagunas /Foto: Colección María Jesús Vela Durán.

La gente tomaba posesión de aquella especie de pradera de San Isidro y se iba poquito a poco adentrando en el corazón de la feria con sus cantes, sus bailes, su vinito rebujao y su comida casera. Por la noche, había otra feria esencialmente distinta: Era la Velada, la feria de los Enamorados, la feria de las ascuas de luz en el paseo de la Victoria que era el paseo más romántico de El Puerto.

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En la imagen en el interior de una caseta de Feria, aparecen de izquierda a derecha, Juan Luis Carrillo Lucero; Vicente Arniz Arévalo, conocido como ‘Vivi’; Pepe ‘Bigote Jiménez’, durante muchos años ‘embajador oficioso’ de El Puerto en Madrid; Pepe Romero Zarazaga, de Mariscos Romerijo y Manuel Gutiérrez, Manolito ‘el Cochino’.  El camarero es posible que sea Luis Merino. Aparecen las hijas de Pepe de Romerijo y Manolito ‘el Cochino’. No cabe duda de que, entre las viandas que se degustaron, se encontraban los mariscos.

No quiero establecer comparaciones entre los distintos periodos históricos que la feria de El Puerto ha tenido. Su evolución es fruto de los cambios de la vida y su incidencia en la forma de divertirse colectivamente los pueblos. También nuestra Feria durante cierto periodo de tiempo tuvo carácter marinero por asomarse a la popular playa de La Puntilla y un carácter taurino que no debió perder nunca.

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Delante de la portada de la Caseta de la Peña ‘El Binomio’, en 1969, el año de su fundación en los terrenos de Crevillet. La portada representaba la Fuente de las Galeras Reales.

Lo de la novillada de este año ya es el colmo del descaro y la desfachatez. Con razón el gran maestro El Juli ha dicho que la fiesta de los toros es responsabilidad de todos: toreros, empresarios, ganaderos y autoridades y que entre todos deben salvarla. Estas palabras son perfectamente aplicables a El Puerto de Santa María y a su histórica y bellísima plaza. /Texto: Antonio Muñoz Cuenca.

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El sastre de moda flamenca, torera y española que está triunfando en Europa, Salvador Egea, en una instantánea con su familia en la Feria de El Puerto hace unos años.

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Por los años 60-70  estaba claro que los niños nos adueñábamos de las calles de nuestro entorno y  principalmente de nuestra maltratada plaza de Isaac Peral. Hemos tenido una infancia tan bonita, tan alegre y tan en calma, que para sí quisieran las generaciones actuales, pues entre las tareas, las clases extra escolares, y  los deportes,  apenas les queda tiempo para divertirse y jugar. Nosotros teníamos menos libros y  hacíamos menos tareas, y no por eso fuimos peores estudiantes ni tuvimos peor educación. Nuestros maestros eran más que excelentes y se desvivían por  formarnos y educarnos en valores  fundamentales como: el respeto, la urbanidad y el civismo amen de las materias, escolares etc.

Considero que  nosotros vivíamos con menos estrés, debido al ejercicio que hacíamos al jugar y corretear como gamos. Realmente  en mi primera infancia, mis  mejores compañeros de juego  fueron mis hermanos. Los domingos, nos lo pasábamos en grande, los mayores llevaban la voz cantante, y las más ‘menúas’ --las más chicas--, sin chistar o corríamos el riesgo de que nos dejaran con dos palmos de narices y se fueran con la música a otra parte. Y eso, claro no era plan. Como el tiempo pasaba inclemente, llegó el momento de volar sola, y tener mis propios y buenos amigos. La verdad es que lo tuve fácil, pues al ser la mayoría vecinos, nos conocíamos  y nos llevábamos bien , eran lo que se decía… niños de confianza.

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Vicentín, sobre la máquina de café, junto a su padre, el desaparecido Vicente Sordo Díaz.

Uno de estos niños, era Vicentín, --Vicente Sordo-- un encanto  de crío y nada bruto. Vicentín sin duda era unos de mis buenos amigos, junto a  Manolín --hijo de Sofía-- Jeromín Castro y los hermanos  Leopoldo y Manuel --hijos de Leopoldo, el gallego--, Roberto, --hijo de Boli--, y Roberto e Ignacio Rodríguez Sánchez --de Casa Paco Ceballos-- y alguno más que mi memoria no alcanza a recordar.

Pues bien, todavía recuerdo cuantos momentos  agradables pasamos en la trastienda del Almacén de Leopoldo charlando o jugando a algún juego de mesa bajo la supervisión de Luisa la esposa de Leopoldo y viendo crecer feliz a la benjamína de la familia Luisita, como su madre, creo recordar. Luisa era tan genial como su marido. Nunca un mal gesto, por el contrario todo era agrado. ¿Quien dice que uno no se acuerda de los olores de la niñez? Esa trastienda olía  a gente buena y encantadora,  que a pesar  de que hayan  pasado los años y ya no estén entre nosotros, no tenemos que hacer ningún esfuerzo, por traerlos a la memoria, porque han dejado tanta huella, que al hacerlo nos viene una sonrisa y porque no decirlo, también mucha nostalgia.

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EL JUEGO DE LA PALMÁ.
El que no nos gustaran los  niños brutos,  evidentemente era porque  alguna vez salimos lastimadas. Algunos juegos como el de la ‘Palmá’ eran eso, un poquito brutos y los niños de alguna manera competían  en ‘dar  más fuerte’. No era cosa de lastimarnos  pero cierto era  que  arrearnos esos mamporros  en la mano,  nos la dejaba colorada como un tomate. Claro que ellos no se quejaban e incluso repetían. El que se la quedaba --era la forma de decir quién  perdía y  recibía los cates--, se colocaba de espalda a los compañeros de juegos, la palma de la mano se cruzaba abierta debajo de la axila y ahí empezaba el juego. Nos  arremolinábamos a su alrededor y uno era quien daba el cate. Lógicamente unos daba más fuerte que otros y era fácil reconocerlos,  pero no crean que  las niñas  también recibíamos aunque no como entre ellos.  Ahí se reían sí, pero la mano la llevaban calentita. Y es que al ser ya mayores jugábamos más  en grupo.  No es la primera vez que lo digo pero es cierto que  en mi primera infancia la Placilla me parecía enorme. Cabíamos todos los niños de los alrededores sin molestarnos unos a otros y sin pelearnos mucho. Que sí, que también había, enfado , pero duraba muy poco. La enfadá, bajaba a jugar, sola o con alguna amiga, pero nos miraba con carita de buena y  se esfuma el enfado, no sin antes, eso sí, hacerle la pregunta “--¿Vas a hacerlo otra vez?” ¡Que iba a decir la criatura! ...

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VICENTITO.
Pues bien, todos estos amigos, al crecer nos fuimos de alguna manera desperdigando y  cada uno siguió su camino. Con Vicentito, jamás salí, ni a dar una vuelta como se decía antes, pero los dos nos tenemos mucho aprecio. Y es que quien conoce a Tito sabe que  es un encanto. A ver, esperar un momento, que lo que estoy diciendo, no es una cursilería por quedar bien, os cuento: haciendo un símil taurino, Tito, es un torero de cante grande y salida a hombros, ¿y por qué? Fácil.  Tiene: Hondura,  con ella va el saber estar, dándole a cada uno su sitio, sin menospreciar a nadie.  Pureza , con ella va la bondad  y,  a esta  la regala, haciéndonos sentir, que es una persona sincera, cercana y cálida. Aparte, ¿y su empaque?  Torero. ¿A que tengo razón?

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Vicento Sordo Fernández, Vicente Sordo Díaz, Vicente Sordo Gómez, nieto, abuelo y padre, en una foto para el recuerdo.

Pues bien, es una alegría, saber que sigue ‘al pie del cañón’ en el mismo rincón donde empezó su padre Vicente Sordo Díaz (ver nótula núm. 2.091 en GdP), casado con Ascensión Gómez Recalde,  y que tanta historia guarda entre sus muros. Y es que sigue siendo, un lugar especial  donde poder reunirse,  y que sigue conservando el encanto  y ecos de antaño. Pareciera, que se hubiera detenido el tiempo,  y pudiéramos adivinar, las instructivas tertulias, las miradas ilusionadas, ante un nuevo proyecto de vida o de trabajo y la risa alegre de los niños al degustar, un buen tazón de  chocolate con churros. Y todo mi rinconcito del alma, para orgullo de sus padres, y de los que lo queremos bien.

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Ivan Sordo Fernández.

Por suerte cuenta con  espléndida savia  nueva  en la figura de sus hijos, frutos del matrimonio con Carmen Fernández Jiménez: Vicente, como su padre y su abuelo, e Iván. Está clarísimo que el futuro está asegurado, pues ambos dos han heredado, las virtudes de sus padres, en cuanto  a calidez, educación, saber estar  y bondad, mucha bondad. Amigo Tito,  te emulo dándome un toque en el corazón, y diciéndote: hermano, sabes el cariño que os tengo. /Texto: María Jesús Vela Durán. Fotos: Bar Vicente.

Nota de Rectificación  La dirección de Gente del Puerto tituló erróneamente la nótula dedicada a Vicente --su primer apellido--, como Sordo de la Borbolla, entendiendo que era un apellido, como otros de la Montaña compuesto, pero que éste no usaba, al igual que los Gil de Reboleño, Ruibal de Celis y otros. Queda, pues, hecha la rectificación.

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De izquierda a derecha, Ignacio Rodríguez Sánchez del Bar Casa Paco, Patricio Melgarejo de la Distribuidora Cruzcampo, Pepe Garrido Prado del Bar ‘Er Beti’ y José María Escribano Ivison, presidente del Real Club Náutico.

 

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Su ilusión desde hace tiempo era volver a El Puerto donde vivió de pequeño. Roberto Romero Miura no olvida los años felices de su niñez y el sabor de las Conservas Sur (ver nótula núm. 333 en Gente del Puerto) , una fábrica de conservas vegetales y de pescado que puso en marcha su abuelo, Alejandro Romero Osborne.

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Así que cuando le salió la oportunidad de hacerse cargo de la gestión del restaurante El Chozo, situado en Vista Hermosa, no lo dudó un momento y se ha venido para acá. El Chozo es un restaurante de esos con encanto. Está situado dentro del Club Vistahermosa. En invierno puede acceder al establecimiento todo el mundo, aunque en los meses fuertes del verano hay que acudir acompañado de algún socio. El local, que recuerda a las construcciones cubiertas con techo vegetal, de ahí su nombre, está al pie de una pista de saltos para caballos con lo que es posible, en algunos momentos comer mientras se ve evolucionar a los animales y sus jinetes.

Hay dos terrazas, cada una con 12 mesas y ambas cubiertas. Luego, un comedor con amplios ventanales y un salón donde está la barra que tiene cierto ambiente de pub inglés. En este último espacio se sirven tapas, aunque la idea del cocinero es impulsar más bien el restaurante. El Chozo es un establecimiento muy conocido en El Puerto. En su tiempo, relata Roberto Romero, lo regentó Pepe Delgado y en los últimos años estuvo a cargo de José María Pemán, que ahora regenta los establecimientos especializados en cocina italiana “Little Italy”.

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Roberto Romero Miura tiene ya 47 años. Es de esos cocineros que te describen los platos que hace de una forma que te hace quererlos probar casi de inmediato. Pero no sólo habla bien. Cocina bien y es de esos que bordan las salsas. Por eso en su carta, no muy amplia para así poder manejar buena materia prima, no falta una versión de la urta a la roteña, que hace “con corvina o con otros pescados de roca, depende de lo que me traiga Diego Lora, de Bedimar, que es mi pescadero”.

“Me gusta que la verdura se vea. Tomate, pimiento, cebolla, su buen aciete de oliva porque aquí lo usamos hasta para freir -resalta-, todo bien refrito y luego cuando le pongo el pescado, que va fileteado y limpio, le añado un toque de brandy de Jerez, pero poco para que resalte el sabor del pescado”.

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A Romero Miura también le gusta la cocina internacional, especialmente la inglesa. Se formó en una escuela de hostelería de Madrid, “Sol”. Ejecuta platos poco habituales en la zona como el “roastbeef”, una carne asada que se sirve a lonchas muy finas. Ahora, en El Chozo lo hace con carne de cadera de buey madurada durante 5 meses, lo que le da un sabor intenso. Otro plato poco habitual en la provincia y proveniente del recetario anglosajón que se podrá encontrar en “El Chozo” es el banoffee, un postre con platano y dulce de leche que si se puede encontrar por el Campo de Gibraltar, importado de la colonia inglesa, o en Jerez donde lo tienen un par de establecimientos.

La presencia de “clásicos” prosigue con unos chipirones en su tinta. “El pasado fin de semana vendimos más de 20 kilos” señala. A estos los acompaña con otro plato de fondo vasco, unos tacos de merluza rebozada y el clásico arroz en blanco. En la carta suele tener siempre sugerencias, entre ellas, cada día, un plato de cuchara y la idea es instalar para el verano dos parrillas, una dedicada a carne y otras al pescado. “Quiero tener una buena versión del calamar a la plancha, porque tenemos muy buena materia prima por la zona y hay que aprovecharla”.

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Fachada del restaurante Foccolare, en General Pardiñas, 40 (Madrid).

Para terminar otro clásico, su tocino de cielo, otro de los platos fuertes del restaurante Focolare (ver nótula núm. 551 en Gente del Puerto) en Madrid. Roberto se ha hecho también para su establecimiento con un joven profesional de prestigio, el maitre Martin Dominguez Gil, de 26 años y natural de Vejer. Dominguez ha estado casi dos temporadas en Aponiente, en El Puerto de Santa María, formándose al lado de uno de los somelier de más prestigio ahora en Andalucía, Juan Ruiz Henestrosa, del que ha aprendido su pasión por los jereces. Estos estarán muy presentes en la carta de El Chozo, donde también habrá blancos y tintos de la provincia, además de vinos de otras denominaciones de origen. “Queremos que no sólo haya riojas y riberas del Duero, sino que haya represantaciones de más zonas de España”. /Texto: Pepe Monforte.

Con anterioridad a su entrada en Vistahermosa, Roberto ha participado en el proyecto Ajo Negro, en Jerez. Ver nótula núm. 1.749 en Gente del Puerto 

Con aire de los años sesenta, acaba de abrir en El Puerto de Santa María, “La Chicha Yeyé” un local donde se puede desayunar con mermeladas elaboradas artesanalmente, tomar tapas servidas en discos de vinilo o merendar una tarta casera

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Manolo Chaparro, Chantal Olivares y Rocío Hornero en su establecimiento.

La chirigota “Los Super Pop” del autor José Antonio Vera Luque, recordaron los años ochenta durante estos últimos carnavales y nosotros desde Cosasdecomereivindicamos el cine y la música pero de la época de los sesenta, y sobre todo a la “Chicha Yeyé”. Sí, han leído bien, la “chicha” yeyé, y no la chica yeyé, como aquella famosa canción que interpretara Concha Velasco. Porque aquí somos de comé y donde hay chicha hay carne y precisamente en El Puerto de Santa María tres jóvenes empresarios acaban de inaugurar un nuevo establecimiento llamado “La Chicha YeYé” con un aire sesentero en su decoración y donde “la chicha” que ofrecen son chacinas ibéricas de bellota de Castaño de Robledo (Huelva). El local se encuentra justamente a la espalda del Castillo de San Marcos.

El proyecto surge de la mano de tres amigos residentes en El Puerto de Santa María, Rocío Hornero, Chantal Olivares y Manolo Chaparro. Es una idea que le rondaba en la cabeza a Tali Carreto, marido de Rocío y al comentárselo al resto decidieron unirse para “crear un local diferente donde poder desayunar, tapear, tomar una copa o un café con tarta a la vez que estás con tus hijos” según detalla Manolo Chaparro, que precisamente es de Nerva (Huelva) y el encargado de seleccionar todo los productos ibéricos de la Sierra que tienen en su oferta de tapas frías.

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La terraza de la Chicha Yeyé.

Chantal Olivares, terminó de estudiar pastelería hace dos años en la Escuela Superior de Hostelería de Sevilla – Taberna del Alabardero y luego pasó por el taller de pastelería artesena “Masquepostres” del maestro pastelero Manuel Jara y por el Hotel Jardín Tropical en Tenerife. Uno de los platos fuertes de “La Chicha Yeyé” son las tartas elaboradas a diario por Chantal. Un gran surtido entre las que destacamos la de queso con compota de calabaza, la tarta de cerveza negra con crema de queso, la tarta Hummingbird, con plátano, coco, piña y crema de queso y chocolate, la tarta de dos chocolates con fresas o los rollos de canela.

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Una de las tartas que elabora Chantal.

Pero la cosa gastronómica en su vertiente de tapas frías no queda en esas chacinas ibéricas de morcilla, chorizo, morcón, caña de lomo o jabuguitos de la sierra de Huelva, también destacan la presencia de quesos de la provincia de Cádiz, como los de El Bucarito (Rota), El Bosqueño (El Bosque) o Mangana (Benaocaz). Entre las tapas que ofrecen nos llaman la atención los “despistaos”, unos trozo de pan con una rodaja de tomate natural y donde encima se coloca una loncha de papada ibérica o panceta.

En productos del mar no podían faltar las salazones de mojama de atún y las huevas de maruca de Barbate. Una de las curiosidades de “La Chicha Yeyé” es que todas las tapas se sirven sobre discos de vinilo, singles (pequeños) o longplay (grandes) dependiendo si son 50 gramos o 100 gramos. Y tal y como dicen ellos a través de las redes sociales “la grasa sobre analógico suena mejor”. Los fines de semana tienen guisos del día.

Para los desayunos, una gran variedad de panes de semilla y multicereales de la panadería Roque de El Puerto de Santa María a los que se les puede acompañar con compotas caseras, mermeladas tradicionales o las artesanalmente elaboradas por Chantal, como la mermelada de calabaza y zanahoria con clavo y canela o la mermelada de manzana con pimienta de jamaica o paté de setas y de boniatos. Otra posibilidad a la hora de desayunar es el hummus (puré de garbanzos) de calabaza o de remolacha así como la granola (alimento formado por nueces, copos de avena mezclados con miel y otros ingredientes naturales) casera con yogurt y fruta fresca.

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La original forma de presentar las tapas en "La Chicha Yeyé", en discos de vinilo.

Para los amantes del té, tienen una gran variedad que compran a granel y sirven en bolsitas con una taza de agua caliente. En lo relativo al café, ofrecen un café caramelo elaborado al estilo de un capuchino pero con sirope de caramelo o un café chocolate con sirope de chocolate. Disponen de bebidas vegetales (Soja y avena) para intolerantes o veganos, sidra gallega Maeloc de diferentes sabores, una selección de vinos de la provincia de Cádiz que se pueden tomar por copas y un vermouth que traen de Sanlucar de Barrameda.

Con relación a la decoración del local, se ha encargado de ella Maite Romero, esposa de Manolo Chaparro. Se trata de un espacio de unos 120 metros cuadrados donde conviven paredes empapeladas con aire psicodélicos, sillas dispares, radios antiguas, pick up tocadiscos y unos sofás Chester de color amarillo y negro que te harán sentir como en casa. Un ambiente muy premeditado para que sea descuidado y a la vez muy acorde con la época. Además encontramos algunos carteles originales de películas como “Sor Ye Ye” o “Los Chicos del Preu”, fotografías de Jose Luis López Vázquez, Raphael o de Concha Velasco.

Un local que no deja indiferente y en el que se puede disfrutar de una gran terraza al aire libre y contemplar el Castillo de San Marcos. La Chicha Yeyé se encuentra ubicada en la calle Cañas, 1 y su horario de apertura es de lunes a jueves de 8 a 20 horas, los viernes de 8 a 2 de la madrugada, los sábados de 13 a 2 de la madrugada y los domingos de 13 a 20 horas. /Texto y fotos: Benjamín Colsa.

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