Alfonso X el Sabio (n. 1221) fue, sin lugar a dudas, el monarca más universal y brillante que produjo la Edad Media hispánica; el más universal, por la amplitud de sus conexiones, y el más brillante, por la amplitud de su cultura, por el hálito renovador de sus leyes y por la generosidad y ambición de sus empresas artísticas y culturales. También fue un rey controvertido, en vida y en muerte. Su triste final ha llevado a los historiadores a efectuar de su reinado un balance excesivamente negativo, y a distinguir, de manera errónea, entre su fracaso como político y gobernante y sus logros en el campo de la cultura. Esta valoración ha dominado en la consideración que la Historia ha hecho del gran rey castellano desde que en el siglo XVI el padre Juan de Mariana sentenciara aquello de que “mientras estudia el cielo y observa los astros, perdió la tierra”. Tiene, sin duda, algunos fundamentos ciertos. Pero, veremos, es falsa en términos generales.
ACCESO AL TRONO.
El 1º de junio de 1252, a la muerte de su padre Fernando III, Alfonso accedía a un trono prestigioso. Llegaba al poder con fama de hombre refinado y culto, protector de artistas y poetas, y dotado de una curiosidad insaciable por acceder a todos los saberes. /En la imagen inferior, su padre, Fernando III, 'el Santo'.
No era, desde luego, un joven inexperto ya que tenía 30 años cumplidos. Pero de su larga etapa formativa, de la que emerge hacia 1240, a punto de cumplir los 20 años, ignoramos muchos aspectos fundamentales. Sabemos, sí, que tenía una más que aceptable experiencia política y militar. Había llevado a efecto, entre 1243 y 1246, la conquista del reino de Murcia; había participado en la conquista de Jaén y Sevilla; había negociado con Aragón el tratado fronterizo de Almizra (1244), y se había visto envuelto, al lado del rey portugués Sancho II Capelo, en la guerra civil que enfrentó a éste contra su hermano el conde de Bolonia, el futuro Alfonso III de Portugal. Pero ignoramos casi todo acerca de su formación intelectual: qué maestros tuvo, qué libros estudió, quiénes formaban el círculo intelectual de sus más allegados. Así, pues, cuando accede al trono de Castilla, en junio de 1252, Alfonso X era un personaje maduro y perfectamente conocido en el mundo político europeo.
INICIOS DE SU REINADO.
Los inicios de su reinado fueron, ciertamente, prometedores. En ellos pudo esbozar cuáles iban a ser sus principales líneas de actuación. Algunas prolongaban iniciativas ya en marcha en tiempo de su padre Fernando III, como la Cruzada contra el norte de África o, como se decía en la época, el fecho de allende, que el Rey Santo proyectaba llevar a cabo. La construcción de la atarazanas de Sevilla y la creación del cargo de almirante mayor de la mar, junto con otras iniciativas, prueban que este proyecto ocupó a Alfonso X por lo menos hasta las Cortes de Sevilla de 1261. /En la imagen de la izquierda, Alfonso X, con el manto de castillos y leones.
ATRAER POBLADORES: SEVILLA.
Las primeras medidas de gobierno de Alfonso tuvieron, como no podía ser menos, un claro carácter coyuntural. Había que afrontar una serie de problemas cuya solución se había ido aplazando debido a la larga enfermedad de su padre y a otras circunstancias. Este era el caso, por ejemplo, del repartimiento de Sevilla, que su padre no pudo ultimar y que Alfonso X retoma con energía y concluye a 1º de mayo de 1253. Retengamos un dato: el repartimiento de Sevilla estuvo presidido por el principio de atraer el mayor número de pobladores a Sevilla, y entre ellos se repartió el 88 por ciento de las tierras disponibles. Quiere ello decir que la nobleza debió contentarse con una mínima parte de la tierra repartida. Era el primer indicio de un enfrentamiento larvado entre el rey y sus nobles. En la misma línea habría que entender la recuperación para el realengo del enorme señorío otorgado por su padre al infante don Enrique, centrado en torno a Jerez, y de algunas de las villas dadas a su segunda esposa, doña Juana de Ponthieu o de Pontis, como Carmona.
MODERNIZACIÓN Y REFORMA ADMINISTRATIVA.
Pero Alfonso X hizo algo más que afrontar problemas heredados. Para empezar renovó, con algún que otro problema, los principales cargos de la corte, dando entrada a hombres nuevos, de su propia generación, al tiempo que emprendía una reforma administrativa tendente a dotar de mayores competencias a los responsables de la administración de las grandes circunscripciones territoriales del reino, los antiguos merinos que, a partir de 1253, comienzan a ser sustituidos por los adelantados. La corte misma, en cuanto centro de la administración, debió reformarse en el sentido que se expresa en las Partidas, dando entrada en ella a un numeroso y especializado cuerpo de funcionarios, entre los que destacaban los alcaldes reales.
REFORMA LEGISLATIVA.
Otro problema de urgente resolución era la reforma legislativa, acorde con las nuevas corrientes jurídicas, y a tono con lo que el propio rey pensaba acerca de sus propias competencias. Y entre ellas estaba, en un primerísimo plano, la de crear derecho o fazer leyes y administrar justicia. Como ha señalado el Prof. Aquilino Iglesia, Alfonso X reivindicaba para sí de manera exclusiva el "monopolio legislativo". Pero al mismo tiempo pretendía "la renovación jurídica" incorporando lo mejor del derecho común y la "unificación jurídica de sus reinos".
De esta forma, sucesivamente, Alfonso X promulgó el Fuero Real (1254-55), que se difundió preferentemente por Castilla la Vieja; el Espéculo (1255), promulgado antes de su definitiva redacción que quedó interrumpida al iniciarse en 1256 la elaboración de las Partidas, concluidas, al parecer, en 1265.
Al hablar de la obra jurídica de Alfonso X estamos hablando del principal monumento de la ciencia jurídica, peninsular y europea, de la Edad Media y de uno de los logros más destacados de su reinado, no importa el fracaso relativo del rey a la hora de hacer efectivas sus leyes. /En la imagen de la izquierda, Alfonso X ‘el Sabio’ uno de los legisladores retratados en el edificio del Capitolio, en la galería de visitantes de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, donde existen 23 relieves con retratos de legisladores cuya obra se considera que ha servido de base para la legislación americana. Fue seleccionado por su autoría del Código Real, recopilación de legislación local de uso general que establecía las normas sobre las relaciones jurídico-políticas entre los reyes y sus vasallos, y por redactar el Código de las Siete Partidas, considerado por los estudiosos como el legado de más relevancia aportado por España a la Historia del Derecho. A cada lado de la sala hay 11 retratos. Todos están mirando al del centro, que pertenece a Moisés.
PROFUNDA REFORMA FISCAL.
Cimientos de la Hacienda Pública moderna.
Estas reformas exigían un amplio soporte financiero que sólo podía ser el resultado de una profunda reforma fiscal. Hasta entonces la hacienda real se había nutrido de algunos impuestos tradicionales (moneda forera, martiniega, fonsadera), ingresos por vía de multas y confiscaciones, además de los recursos obtenidos de la explotación de su propio patrimonio territorial o realengos, algunos impuestos heredados del mundo islámico (los almojarifazgos de Toledo, Murcia y Andalucía) y algún que otro impuesto extraordinario./En la imagen moneda alfonsí: vellon (Dinero Blanco de la guerra)- En la leyenda de la moneda se lee: ALFONSVS REX CASTELLE ET LEGIONIS. Cayon 1144.
Tras duras negociaciones con la Iglesia, Alfonso X se hizo con el control de una parte del diezmo eclesiástico (las llamadas tercias reales), que sumadas a las parias o tributos que pagaban los reinos musulmanes vasallos de Granada, Murcia, Niebla y Jerez, además de los ingresos fiscales pactados con los mudéjares andaluces que habían permanecido en la región tras la conquista, daban a la corona una amplia capacidad de maniobra. A estos ingresos hay que añadir, en años posteriores, servicios aprobados en Cortes, los impuestos aduaneros o diezmos de la mar y los que aportaban los ganados trashumantes de la Mesta, institución creada por el rey, a la que dio privilegios y controló de forma muy eficaz. Estas medidas permiten afirmar sin género de dudas que Alfonso X puso los cimientos de la Hacienda pública moderna. /En la imagen, óbolo alfonsí.
ACTIVIDAD REPOBLADORA.
Igualmente notable fue su actividad repobladora, tan brillantemente iniciada con el repartimiento de Sevilla. En efecto, la obra repobladora de Alfonso X se centró especialmente en Andalucía y en Murcia, es decir, en los territorios conquistados por su padre y por él mismo. En este sentido, a Alfonso cupo la gloria de repoblar y organizar Sevilla, Carmona, Niebla, Jerez, Écija, Cádiz y El Puerto de Santa María, la última de sus actividades repobladoras, por citar las principales villas y ciudades del reino de Sevilla, además de Murcia, Lorca, Orihuela, Alicante y otras más en el reino de Murcia. Pero su actividad repobladora no se redujo al sur. Por el contrario, se extendió, de forma más o menos intensa, por todo el reino, desde Villa Real (hoy Ciudad Real) hasta Villafranca de Ordicia, en Guipúzcoa; desde Galicia a la Rioja. Especialmente intensa fue la fundación de “polas” o pueblas nuevas en Asturias y las villas nuevas de Álava y Guipúzcoa. /En la imagen, vista interior del Catillo de San Marcos.
EL ‘FECHO DEL IMPERIO’.
El fecho del Imperio es, probablemente, uno de los aspectos de la política de Alfonso X sobre el que más ríos de tinta se ha vertido, y no siempre de forma acertada. Frecuentemente la cuestión se considera como si se tratase de algo que se cruzó en la vida del rey, desviándole del camino que se había trazado al comienzo de su reinado. Otras veces se piensa que se trató de un empeño personal del rey en el que se obcecó hasta el punto de perder todo sentido de la perspectiva y hasta de la realidad. Creo que se trata de puntos de vista que no tienen en consideración la globalidad del problema y, por supuesto, desconocen lo que de verdad pretendía Alfonso con su obsesiva reclamación del título imperial.

Libro de Juegos.
A comienzos de 1256, estando en Soria, Alfonso X recibió una embajada de la república de Pisa que venía a ofrecerle, en nombre de las ciudades gibelinas de Italia, el Imperio al que por su linaje tenía todo el derecho.
Este ofrecimiento no debió de coger por sorpresa al monarca castellano ya que, desde el fallecimiento de Conrado IV, dejando como heredero a un niño de corta edad, entraba dentro de lo posible que, en su condición de cabeza del linaje de los Staufer, su nombre se viese implicado en cualquiera de las previsiones sucesorias relacionadas con la casa imperial: el ducado de Suabia, el reino de Sicilia y el mismo Imperio. Una vez propuesto para el título imperial y efectuada, en 1257, aunque de forma irregular, la elección preceptiva, contando incluso con el apoyo inicial del papado, el Imperio parecía algo al alcance de su mano. Renunciar a ello era renunciar a algo que le correspondía por derecho y que redundaba tanto en honor suyo como en el de su reino. Pero, además, ser emperador era algo que reforzaría sus proyectos políticos sobre el papel de Castilla dentro del contexto político peninsular.
PROYECTO DE FERNANDO III
En efecto, desde el comienzo de su reino Alfonso X se propuso hacer efectivo un antiguo proyecto de su padre: ser "emperador de España". No se trataba simplemente de resucitar la vieja idea imperial leonesa, cuyas bases ideológicas correspondían a un pasado marcado por el ideal neo-goticista o por un feudalismo trasnochado. Se trataba más bien de reforzar, a partir del título de emperador, la preeminencia efectiva de Castilla sobre los restantes reinos peninsulares. /En la imagen de la izquierda, libro sobre Fernando III 'el Santo', de Manuel González Jiménez, Premio Antonio Domínguez Ortíz de Biografía 2006.
A la luz de este proyecto se entienden muy bien algunos hechos que, por sí solos, no se explican de manera suficiente: como la cesión temporal a Navarra de los puertos de San Sebastián y Fuenterrabía; la renuncia de Alfonso X al Algarbe portugués y hasta el mantenimiento, a trancas y barrancas, del fecho de allende o Cruzada a Africa. En una palabra, detrás de la obsesión por el Imperio había algo más que orgullo dinástico y afán de notoriedad. Por tanto, la idea no era en modo alguno, como algunos piensan, una muestra más de su falta absoluta de olfato político.

“Aparición de la Virgen a Alfonso X” Cuadro de grandes dimensiones que se exhibe en el Auditorio Municipal San Miguel. Anteriormente se encontraba situado en la escalera del antiguo Ayuntamiento de Plaza de Peral, para donde fue originalmente concebido. Ha sido restaurado por los técnicos de Museo Municipal, Javier de Lucas y Juan José López Amador. /Foto Servicio Municipal de Restauración del Excmo. Ayuntamiento).
EL ‘FECHO DE ALLENDE’ DESDE ALCANATE.
La idea de proseguir la conquista del norte de África la había concebido el rey Fernando III. Alfonso retomó la cruzada, o como solía él mismo llamarla, el fecho de allende. La cantiga de Santa María 328 refiere como el rey Alfonso preparó personalmente en 1260 la expedición a Salé, residiendo una larga temporada en Santa María del Puerto desde donde pudo seguir los preparativos de la expedición. El lugar, llamado entonces Alcanate fue escogido, sobre todo, por su riqueza agrícola y ganadera. La cantiga 328 refiere, en efecto, que
“Este lugar está en una tierra
muy buena y abundante
en pan, en vino, en carne
y en fruta muy sabrosa;
y en pescado y caza;
por lo que es tan deliciosa
que muy raro sería
en un largo día poder contarlo”

Óleo sobre tela (3760x32o0 cms. obra de José María Rodríguez Losada. (Año 1852). El cuadro, antes de su restauración y anterior a la desaparición de los lampareros, rrepresenta una idealización de Alfonso X recibiendo del alguacil moro de Jerez las llaves de la aldea de Alcanate. Al fondo el Castillo de San Marcos y, sobre la torre del homenaje, aparición de la Virgen de los Milagros, escudo de la Ciudad. / Foto: Colección LSA.

Fue restaurado, a instancias de la Academia de Bellas Artes de forma altruista, a finales de 2010 por parte de su equipo técnico, formado por José Sánchez González, José Zamorano Franco, Fernando Sánchez García, Salvador Rodríguez Sánchez y Rosario Navarro Giner, bajo la dirección del Lcdo. en Bellas Artes José Ramón Villar Juan. | Foto: Academia de Bellas Artes.

El cuadro está situado arriba y delante de la Capilla de la Patrona, en la Iglesia Mayor Prioral. Fue entregado por Bellas Artes el 22 de noviembre de 2010. Podemos comprobar que ya no se pusieron los lampareros. /Foto: Vicente González Lechuga.
Pues bien, el interés estratégico de El Puerto de Santa María llevó a Alfonso X a solicitar su entrega por parte del alguacil [moro] de Jerez, a cuya jurisdicción pertenecía la zona. El objetivo de esta nueva repoblación finalizada en 1268 era evidente: disponer de un puerto excelente para la empresa del fecho de allende.
FUNDACIÓN DE EL PUERTO.
Los hitos principales, hasta 1281, fecha de la concesión de la carta puebla a El Puerto de Santa María son: 1268: Conclusión del repartimiento de Cádiz-Puerto de Santa María. 1272: El Puerto de Santa María es segregado de la jurisdicción de Cádiz, pasando a depender de la recién creada Orden de Santa María de España. 1275 - 1277: Incursión de los benimerines por el territorio de la Bahía de Cádiz. 1277: Saqueo y destrucción de El Puerto de Santa María por los benimerines. 1279: La Orden de Santa María de España traslada su convento mayor a Medina Sidonia que había sido concedida a dicha Orden, junto con Alcalá de los Gazules y, probablemente, Vejer de la Frontera. 1280: Extinción de la Orden de Santa María de España e integración de sus freires y propiedades en la Orden de Santiago. 1281: Alfonso X otorga a Santa María del Puerto la condición de concejo autónomo de realengo mediante la carta puebla --la última que otorga antes de morir-- del 16 de diciembre. Le concede también el título de ciudad y manda que en adelante fuese llamada El Gran Puerto de Santa María. /En la imagen vista parcial perteneciente al retablo barroco del siglo XVII, de la escuela de Pedro Duque Cornejo en el que se representa, en la cúspide del mismo, la aparición de la Virgen al rey Sabio. Capilla de la Virgen de los Milagros. Iglesia Mayor Prioral.
LA CARTA PUEBLA.
Las concesiones y privilegios que otorga Alfonso, abarcan diferentes aspectos: Se dota a El Gran Puerto de Santa María de término municipal. Se otorga la norma foral (el Fuero de Sevilla). Los habitantes podrán elegir alcalde de la villa, del mar y un juez. Los extranjeros podrán tener sus ‘rúas’ apartadas y tener cónsules. Se le eximirá de impuestos como el portazgo y el diezmo. El Rey renuncia al “quinto de cavalgadas” a favor de los vecinos. Se favorece la pesca sin impuestos por captura y pesca. Se establecen mercados --miércoles y sábados-- y dos ferias, una al principio de la cuaresma y otra en octubre. /En la imagen, Privilegio rodado concediendo carta puebala a nuestra ciudad. Traslado hecho en el siglo XVI. Archivo Municipal.
Dejemos aquí la historia de la fundación de El Puerto, de la que se cumplen en diciembre 730 años y volvamos con la de Castilla y León y nuestro personaje.
1264. SUBLEVACIÓN MUDÉJAR EN ANDALUCÍA Y MURCIA.
Hasta la sublevación de los mudéjares andaluces y murcianos, en 1264, la estrella política de Alfonso X brilló sin discusión dentro y fuera de España. A partir de entonces, los problemas se acumularon. Pretender tan siquiera enumerarlos es algo que desborda mis pretensiones. Voy, por ello, a referirme tan sólo a los asuntos que considero fundamentales.
1272. SUBLEVACIÓN NOBILIARIA.
Dejando de lado la cuestión con el reino musulmán de Granada, cuyas relaciones con Castilla no volverían a ser las mismas que antes de la ruptura de 1264, y el interminable fecho del Imperio al que acabamos de referirnos, Alfonso X hubo de afrontar en los últimos años de su reinado dos graves problemas: la sublevación nobiliaria de 1272 y la cuestión sucesoria, planteada en 1275 a raíz de la muerte imprevista del heredero don Fernando de la Cerda. /En la imagen de la izquierda, sello de cera alfonsí. En la imagen inferior, Alfonxo X a caballo, en la tumba del Apóstol Santiago.
No voy a detenerme mucho en el primero de los problemas. Lo traigo simplemente a colación por ser una manifestación muy significativa de la resistencia que la nobleza, en cuanto grupo, ofreció a las innovaciones y reformas legislativas del Rey Sabio.
A través de sus leyes y de otras disposiciones concretas Alfonso X había recortado el poder de la nobleza y, sobre todo, su ámbito de actuación, especialmente en las villas y ciudades. En efecto, la política del rey de fundar pueblas nuevas en las propiedades reales, o realengos, dispersas por todo el reino y, especialmente, por Galicia, Asturias y León, había substraído estas tierras al beneficio de los ricoshombres e hidalgos locales. Por otra parte, las nuevas pueblas reales se estaban convirtiendo en focos de atracción del campesinado de la zona que abandonaba sistemáticamente a sus señores para acogerse al seguro del rey y a los beneficios de un régimen jurídico más beneficioso y menos arbitrario. Fue el primero de los enfrentamientos de un largo conflicto que, con altibajos, se prolongaría hasta el reinado de los Reyes Católicos.

Escultura de Alfonso X en la escalinata de acceso a la Biblioteca Nacional (Madrid). Obra de José Alcoverro y Amorós. Año 1892
EL PROBLEMA SUCESORIO.
El problema sucesorio tuvo mayor repercusión y complejidad. A mediados del siglo XIII la sucesión al trono se regía por una norma tradicional que primaba la primogenitura por línea masculina y, en defecto del primogénito, al mayor de los hijos supervivientes. A falta de hijos varones, podían acceder al trono las mujeres. Estos fueron los principios que rigieron la sucesión al trono durante los siglos XI, XII y XIII, desde la muerte sin sucesión directa de Sancho II (1072) hasta el accidente que puso fin a la corta vida de Enrique I, el tío de Fernando III, en 1217. Y así hubiera seguido siendo de no haber sido por la recepción en Castilla del derecho romano, de mano de la obra legislativa de Alfonso X el Sabio. Muy lejos estaba el Rey Sabio de pensar que esta intrusión en el derecho público de un principio de derecho privado romano (ius representationis) iba a provocar no sólo la división del reino y de su propia familia, sino una guerra civil que sólo interrumpiría su fallecimiento en abril de 1284.

Escultura de Felix Tejada, situada en uno de los laterales exteriores del Castillo de San Marcos.
En efecto, el problema de la sucesión no era una simple cuestión de optar por una u otra solución: por la práctica tradicional o por las Partidas. La cuestión no era tan simple, ya que Alfonso X estaba cogido entre dos fuegos: por las leyes que él mismo había creado y por los compromisos contraídos con Francia cuando Fernando de la Cerda casó con Blanca, hija de San Luis IX.
NOMBRAMIENTO DE HEREDERO: SANCHO.
Tras largas vacilaciones, en abril de 1278 Alfonso X reconoció a su segundo hijo, el infante don Sancho, como hijo mayor heredero. Y fue entonces cuando el problema se exacerbó. La reina doña Violante se refugió en Aragón acompañada de los hijos y de la viuda de don Fernando de la Cerda, y Felipe III de Francia, tío de los “infantes de la Cerda”, exigió el cumplimiento de los compromisos firmados con ocasión de la boda de don Fernando. La tensión entre ambos reinos estuvo a punto de provocar la invasión de Castilla. La intervención del papa y del rey de Inglaterra consiguió conjurar de momento el peligro. Para satisfacer al francés, Alfonso X se mostró dispuesto a ceder a su nieto Alfonso de la Cerda el reino de Jaén. Pero esta solución no satisfizo a Francia ni menos aún al infante don Sancho.
SUBLEVACIÓN, GUERRA CIVIL, SUSPENSIÓN Y DESHEREDO.
Sintiéndose amenazado en sus derechos y temiendo que Alfonso X cambiase sus disposiciones sucesorias, don Sancho rompió con su padre e inició, en 1282, contando con el apoyo de la mayor parte del reino, una sublevación que culminaría con la sentencia de la suspensión de Alfonso X en sus funciones de rey, pronunciada en Valladolid el 20 de abril de dicho año, 282 por el infante don Manuel, hermano del Rey Sabio.
Ante este acto de rebeldía, la reacción de Alfonso X no pudo ser otra que la de maldecir y desheredar a don Sancho. Y esta maldición parece que le acompañó hasta la tumba, a pesar de que poco antes de morir el rey su padre manifestase la intención de perdonarle. Pero nunca lo hizo, al menos formalmente, aunque otra cosa se diga en la Crónica del rey escrita sesenta años después de su muerte.

Arqueta que contiene las entrañas del rey Sabio. Catedral de Murcia. El sepulcro con el resto de el cuerpo se encuentra en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla.
La muerte de Alfonso X el 4 de abril de 1284 puso fin a la crisis sucesoria, al menos dentro del reino. El infante don Juan y todos los ricos hombres castellanos que habían regresado a la fidelidad del rey difunto reconocieron como rey a don Sancho. En 1304 se produciría, en un contexto político muy diferente, la renuncia de don Alfonso de la Cerda a sus derechos al trono castellano, reinando entonces su primo Fernando IV.
LEGADO CULTURAL: UNA CORTE DE SABIOS.
Puede discutirse la capacidad política de Alfonso X, aunque, como hemos visto, la valoración que hoy podemos hacer de su actuación como gobernante no es tan negativa como tradicionalmente se ha dicho. Pero lo que, sin duda, está fuera de toda discusión es su legado cultural, que le mereciera, justamente, el título de “el Sabio”.

Heredero de una tradición cultural riquísima, en la que se entremezclaban influencias de todo tipo, tanto orientales y clásicas, vía al-Andalus, como occidentales, Alfonso fue un hombre que amó por encima de todo la sabiduría, las artes y la literatura. Dotado de una especial sensibilidad para apreciar la belleza de las obras de arte y de una curiosidad universal, puso a disposición de estas aficiones toda su capacidad de organización y de mecenazgo. Y lo hizo en extraordinaria medida, como señalara hace años Evelyn Procter en un extraordinario libro titulado “Alfonso X de Castilla, patrón de las letras y del saber”. Como resultado de estas aficiones, su corte se convirtió en punto de atracción de poetas, sabios, juristas, astrónomos y astrólogos, traductores y compiladores, músicos e iluminadores de todas partes y de toda condición: judíos y cristianos, portugueses, provenzales, italianos, castellanos y leoneses.

Libro de Ajedrez, Dados y Tablas.
POETA DE LO SAGRADO Y LO PROFANO.
Alfonso X fue, además de mecenas e impulsor de traducciones, un buen poeta en la lengua entonces de moda en la corte de Castilla, el gallego-portugués. De su obra poética de tema profano nos ha llegado un conjunto de cantigas de tema amoroso, burlesco o crítico, que los especialistas consideran como de las mejores de su época. Pero su gran obra es de carácter religioso, las Cantigas de Santa María: una extraordinaria colección de más de 400 milagros y loores a Nuestra Señora, originales unos, tomados de otras colecciones otros, muchos de ellos referidos al rey, a personajes de su familia y corte, y a acontecimientos de su propio reinado, en los que está presente la mano del rey trovador, unas veces como autor y otras, las más, como inspirador.

Libro de Cantigas de Santa María.
CANTIGAS DE SANTA MARÍA DEL PUERTO.
Del cancionero mariano destaca, sin duda, el ciclo de cantigas de Santa María del Puerto, reflejo de una de las devociones marianas más personales de Alfonso X. Las Cantigas nos han llegado en una serie de códices preciosos en los que los poemas se acompañan de su música y se ilustran con centenares de viñetas que constituyen todo un friso de la sociedad, de las costumbres y de la vida real de la Castilla de la segunda mitad del siglo XIII.
Cantiga 375, del Cancionero de Santa María de El Puerto 'En todo nos faz mercee'. "De como Santa María del Puerto sanó un caballo moribundo que pertenecía a un escribano del Rey". Eduardo Paniagua, de su serie Música Antigua, tiene editados sendos trabajos discográficos (Santa María del Puerto I y Cantigas de Jerez), que contienen un número de cantigas que forman parte del Cancionero de Santa María del Puerto.
TRADUCCIONES: ASTRONOMÍA, ASTROLOGÍA O ASTROMAGIA.
Menos sello personal tienen las muchas traducciones hechas directamente del árabe de obras de astronomía y de astrología o astromagia, aunque muchas de ellas se encabezan con prólogos redactados personalmente por el monarca. Los traductores fueron, por lo general judíos, oriundos muchos de ellos de Toledo, pero también pudieron intervenir en esta tarea mozárabes toledanos. En cualquier caso, a pesar de su probable vinculación a la famosa “escuela” de traductores de Toledo, los traductores que trabajaron para Alfonso X lo hicieron en la corte o en algún centro cultural secundario, como Murcia.

Libro del Saber de Astronomía.
Y dado que la corte de Alfonso X residió durante buena parte de su reinado en Sevilla –donde, además, el rey creó un Estudio General del “latino y del arábigo”–, es muy probable que en esta ciudad trabajasen de manera asidua muchos de estos traductores y otros muchos colaboradores en las empresas literarias del monarca Sabio. De esta tarea “científica” fueron resultado, entre otras obras, los Libros del saber de astronomía, las llamadas Tablas alfonsíes, hechas en Toledo y que estuvieron vigentes hasta Kepler y Copérnico, y el Lapidario, sobre las virtudes y efectos mágicos de determinadas piedras.
COMPILACIONES: PRIMERA CRÓNICA GENERAL DE ESPAÑA.
Ya hemos hablado de sus compilaciones jurídicas. Notabilísima es también la aportación de Alfonso X a la historiografía. Él fue el creador de las primeras historias escritas en castellano, inaugurando el género de las Crónicas Generales de España con su Estoria de España, conocida también, desde don Ramón Menéndez Pidal, su editor, la Primera Crónica General de España. Se trata de una gran compilación, que nunca llegó a ser revisada del todo, que abarca desde los orígenes míticos de España hasta la muerte de Fernando III (1252), hecha a partir de materiales de muy diversa procedencia, históricos los más y, también de cantares de gesta, hoy desaparecidos, que los compiladores de la Estoria prosificaron para incorporarlos al relato. También mandó hacer una monumental e inconclusa historia universal, desde la creación del mundo, titulada la General Estoria.
CREADORES DE LA LENGUA CASTELLANA.
Este magno esfuerzo de traducciones y de poner en castellano “derecho” materias y conceptos que hasta entonces se habían expresado solamente en latín o en árabe produjo unos resultados realmente sorprendentes.
La lengua que, según Gonzalo de Berceo, empleaba todo el mundo para “fablar con su vecino” se convirtió, gracias a Alfonso X, en instrumento de transmisión de conocimientos, científicos, jurídicos o literarios. En este sentido es de justicia reconocer que el Rey Sabio y sus colaboradores fueron los creadores de la prosa castellana, situando el viejo romance nacido en aquel “pequeño rincón” donde surgió Castilla a la misma o superior altura que las otras lenguas románicas. /Ilustración de Gonzalo de Berceo.
LA SENDA DEL ESTADO MODERNO.
En conclusión, puede afirmarse que Alfonso X vivió en una época histórica esplendorosa, pero también plagada de dificultades. Su tiempo fue un tiempo de grandes cambios, y el monarca, sin duda, fue el impulsor en su reino de alguna de estas profundas transformaciones. En este sentido, Alfonso X introdujo de forma decidida a Castilla en la senda de eso que llamamos el Estado Moderno. Y lo hizo de forma consciente, aunque muchos de sus proyectos y directrices se vieron, aparentemente, abocados al fracaso.
Alfonso X fue, sin duda, un gran intelectual. Pero también fue un gran político. La opinión del historiador Juan de Mariana no solo es injusta, sino simplista y superficial. Porque, como ha escrito el prof. O´Callaghan, "los más de treinta años del reinado de Alfonso X estuvieron marcados por extraordinarios triunfos y por logros definitivos eimportantes", que hicieron de su reinado todo un hito en la historia de Castilla y de España. (Texto: Manuel González Jiménez. Catedrático Emérito de Historia Medieval. Universidad de Sevilla).


El aislamiento de Bécquer es menos absoluto de lo que a primera vista parece. Como todos los artistas, y por muy individual que sea, Bécquer está ligado a su tiempo y tiene en él, si no justificación, por lo menos una ambientación suficiente. Por lo pronto, Bécquer encontró no diremos una escuela formada, pero sí un clima, un ambiente propicio a la germinación de su obra. De cualquier modo, ya no se puede hablar de Bécquer como de un fenómeno aislado; y siempre al iniciar su estudio, debiera aludirse al grupo de precursores, entre los que destaca Ángel María Dacarrate. /En la imagen de la izquierda, G.A. Bécquer.
Dacarrete colaboró, como Bécquer, en La España Musical y Literaria, y en muchas otras publicaciones. Dacarrete, colaboró asiduamente en La América, revista de Madrid, que empezó a publicarse en 1857 y en la que también escribían Emilio Castelar, la Avellaneda, Carolina Coronado, Eulogio Florentino Sanz, Ruiz Aguilera y Campoamor, aparte de otros ingenios menos conocidos, entre ellos el íntimo amigo de Bécquer Luis García Luna. La América, cuya publicación se prolongó bastante años, concedía singular atención a la poesía inglesa, y mayor aún a la alemana, insertando frecuentes imitaciones y traducciones de Goethe, Schiller y, sobre todo de Heine. Uno de los más afortunados imitadores de éste fue Dacarrete. Sólo en el número del 8 de agosto de 1858 se insertan hasta ocho poemas suyos, todos los cuales, tanto por el tema y la manera de tratarlo como por el lenguaje y hasta la estructura métrica, delatan evidente parentesco con la poesía posterior del autor de las Rimas.
Estaba en posesión de la Gran Cruz de Alfonso XII. Propuesto para ocupar el sillón “R” de la Real Academia Española de la Lengua el 2 de diciembre de 1900 no llegó a ocuparlo ya que cuando estaba justamente preparando el discurso de entrada, el 13 de octubre de 1904, a las dos de la tarde, le llegó la muerte a causa de una úlcera venal en su domicilio madrileño de la Plaza del Cordón, núm. 2.
Abunda en nuestro poeta la estrofa que luego se llamó becqueriana, compuesta de tres endecasílabos seguidos y de un heptasílabo, que con frecuencia se sustituye por un pentasílabo. En Ensueño, una composición publicada en La América en 1858, aunque se sabe que estaba escrita un año antes, leemos: “Inmóviles los dos y silenciosos, / apoyada la mano sobre el seno, / sonreímos ... ¡Yo estaba al despertarme / en lágrimas deshecho!”. La semejanza de estos versos con alguna rima de Bécquer son tan evidentes que no hay que señalarlas. Lo mismo se podría decir de otras composiciones de Dacarrete: Vigilia, A..., Dime, ¿por qué?, El amanecer. Escribió asimismo Cantares, cuyos contactos con ciertas Rimas becquerianas son casi seguros. Y como dijo el poeta portuense : “¡Ay! ¡Mil ojos se fijan en mis ojos / pero los suyos no! / ¿Por qué extrañar que ante el bullicio aislado / enmudezca mi voz?”. (Texto: Francisco Arias Solís).
Magdalena (1855)


María Josefa García Granados nació en El Puerto el 10 de julio de 1796 y falleció en Guatemala el 28 de julio de 1848. Desde su juventud llegó a tierras guatemaltecas alrededor de 1810-1811. Mejor conocida por sus amigos y conocidos como Pepita, casada con Ramón Saborío, de Nicaragua. Literata y poeta guatemalteca es una de los exponentes intelectuales de la independencia de Guatemala, primer referente de la poesía feminista de aquel país.
Ciertamente el ingenio y cultura de esta ilustre dama le valió ser reconocida como una de los referentes de la literatura guatemalteca en su época. Fue amiga personal de Pedro Molina, José Cecilio del Valle, Mariano Gálvez, José Milla y de Rafael Carrera. Se dice que su mejor amigo fue José Batres Montúfar, de quien ella fue maestra de canto y guitarra. /Imagen de la izquierda, José Batres Montúfar.
Como aficionada a la lectura, María Josefa García Granados se cultivó en la poesía, no solamente escribió sátira sino también cantaba poéticamente. Además de "A la ceiba de Amatitlán" otras de sus composiciones son: "Himno a la Luna" (1830), "La Resolución"; "A una hermosa joven -desgraciadamente enlazada con un achacoso viejo-"; "A una abeja"; "Plegaria"; "Despedida". Además tradujo algunos versos de Byron. También cultivó la oda histórica.
García Granados, María Josefa. Su poesía. (Poesía). Guatemala: Tipografía Nacional, febrero 2010, 1ra. edición. 184 págs. 12.2 X 18.2 cms. ISBN: 978-9929-8005-0-2. Rústica.
EL SERMÓN.

El escritor, dramaturgo y ensayista Manuel Pérez Casaux nació en la calle Luna, núm. 6, el 29 de enero de 1929, esquina a Jesús de los Milagros, donde en tiempos existió un Freidor de Pescado y hoy es una tienda de ropa en un nuevo edificio. Su padre, Manuel Pérez Martínez, natural de Puerto Real, delineante proyectista, era funcionario civil del ejército y estaba destinado en la Ayudantía Militar de Marina de El Puerto. Su madre, natural de San Fernando, pertenecía a una familia de marinos instalados en San Fernando en el siglo XVIII.




TEATRO INDEPENDIENTE.
SÁNCHEZ CASAS.
LA CENA DE LOS CAMAREROS.
NOVELA CORTA.


TEATRO SELECTO.
Dentro de un par de meses se alcanzará el ‘milenium’ de GdP y no parece razonable dejar pasar más tiempo sin incluir a este prolífico autor entre los personajes locales difundidos y referenciados desde su creación en Gente del Puerto en cuyas nótulas tan solo ha sido mencionado al citarse la calle a él dedicada. Hoy se cumplen 109 años de su fallecimiento, con apenas 60 años.
Lo poco que hemos podido averiguar del paso de su familia por esta Ciudad de El Puerto entre 1830 y 1850 es como sigue: Por esas fechas, la viuda de Juan Manuel Larragoiti, vizcaino de Plencia asentado en Cádiz, dedicado al comercio, doña Antonia Sabio, procedente de la capital de la provincia se instaló en nuestra ciudad, en casas de su propiedad de calle Larga, que hacen esquina y vuelta con la calle Caldevilla, acompañada de su hermana Josefa y de sus dos hijas, Regla y Rafaela. Parece que Regla Larragoiti conoció aquí al abogado sevillano Francisco Javier de Burgos Mendicuti, funcionario judicial, se prometieron y casaron en 30 de junio de 1834, instalándose como inquilinos en una casa cercana, la llamada de Torrejón, cuatro casas más arriba, pasando el convento de las Capuchinas.

ÉLITE TEATRAL DE LA ÉPOCA.
BAILE Y BODA DE LUIS ALONSO
El autor de ambos libretos, en verso, fue nuestro paisano Javier de Burgos. El texto de ‘El baile de Luis Alonso’ era una adaptación de un sainete suyo, estrenado el 16 de diciembre 1889 en el Teatro Español, de Madrid, y el inicio de una colaboración entre ambos, músico y escritor, que producirían otros éxitos en esta modalidad de sainete lírico como, por ejemplo, ‘Las mujeres’, obra que se representó por primera vez en El Puerto, en el Teatro Principal, en diciembre de 1896, en un homenaje a beneficio de la actriz Margarita Monreal.
Fue una especie de desagravio localista. Después del estreno de la zarzuela ‘Cádiz’, ‘episodio nacional cómico-lírico-dramático’, en el teatro Apolo de Madrid y a consecuencia del éxito popular de uno de los pasodobles que se convirtió poco más o menos que en el himno nacional, los autores de la música, los maestros Chueca y Valverde, recibieron una recompensa oficial, siendo condecorados, ninguneándose al autor de la letra. Se formó una comisión, en la que se integraron numerosos personajes de la sociedad culta de la época y en un acta, fechada el 7 de abril de 1896, entre otros acuerdos, solicitaron al municipio diesen su nombre a una de las calles de la ciudad.
CUENTOS, CANTARES Y CHASCARRILLOS.
CURSI.
El 13 de agosto de 1937 nace Federico Rodríguez García, ‘el Cote’ a la corta edad de cero años, en Sanlúcar de Barrameda, en el seno de una modesta familia que por aquel entonces ya contaba con tres hijos, pero que no había hecho nada más que empezar a ‘producir’, pues lo intentaron como unas 10 veces más. Nació el mismo años que otros casi tan famosos como él, tales como Lina Morgan, Amparo Baró, Robert Redford o Jane Fonda.

CURRÍCULÁ CARNAVALERA.
LLEGA A MADRID.
Después de muchas horas extras, en pastelerías varias, y trabajos alternativos, alguno muy sospechoso porque los desempeñaba de noche, nace su hijo Enrique el 2 de marzo de 1974. A pesar de lo guapísimo que era y sigue siendo, nadie se atreve a dudar que es suyo. La prueba de que le salió tan bien está en que no le hizo falta tener más.
HOMENAJE EN CHICLANA.
PREGONERO EN EL PUERTO.


De joven perteneció a Acción Católica hasta que ingresó, ya mayor en el Seminario Menor de Bonanza (Sanlúcar), siendo su benefactora, --quien le pagó los estudios--, Isabel Merello, Vda. de Terry. Luego vendrían el Seminario Mayor Metropolitano de Sevilla y por último el Seminario de Salamanca, donde terminó su carrera. Fue muy amigo de otros compañeros de seminario de El Puerto. /En la imagen, de izquierda a derecha, José Robles, Pepe Carmé, Juan Carreto, y Manuel Pérez ‘el Niño Pérez’. Falta Guillermo Camacho.



JEREZ.

DESDE PEQUEÑITO.












Ha participado en los consejos de redacción de diferentes revistas: Resurgimiento, Letras del Sur, Travesaño, Divertimento, Educa, Trivium, Los Tiempos y más recientemente en los de Sureste, Humanística etc. Fue coordinador junto a Mauricio Gil Cano de las páginas de Azul, Cuaderno de Cultura de El Periódico del Guadalete y de El Periódico de La Bahía. Coordinó desde 1996 a 1998 la sección de cultura del semanario El Faro, y en la actualidad colabora con asiduidad en Cuadernos del Sur, del Diario Córdoba. (Lupiáñez, en Jerez de la Frontera, en 1987).
Hasta la fecha ha publicado (además del citado Ladrón de fuego): Río solar (Ánade, Granada, 1978), El jardín de ópalo (Edascal, Madrid, 1979), Amante de gacela (Zumaya, Universidad de Granada, 1980), Música de esferas (Genil, Diputación Provincial de Granada, 1982), Arcanos (Diputación Provincial de Córdoba, 1984) y la antología Laurel de la costumbre (Ánade, Granada, 1988), en donde se recoge una selección de su obra publicada hasta esa fecha, con algunos inéditos finales. En 1989 recibió una Beca de Creación del Ministerio de Cultura para escribir su libro Número de Venus, publicado en la granadina colección "Campo de Plata", (Granada, 1996). En ese mismo año también se edita la Égloga de la estación segunda: El verano, (Colec. "Ánade", Granada). En 1997 apareció La luna hiena, en la colección "Provincia", (Excma. Diputación Provincial de León). Con posterioridad han visto la luz : Puerto escondido, publicado por el Centro de la Generación del 27, en su colección "Ibn Gabirol" (Excma. Diputación Provincial de Málaga, 1998), La verde senda (Colec. "Fenice", Huerga y Fierro, Madrid, 1999); y más recientemente: El sueño de Estambul (Colec. "Granada Literaria", Ayuntamiento de Granada, 2004), Petra (Ediciones Port Royal, Granada, 2004) y La edad ligera (EH Editores, Jerez de la Frontera, 2007). En prosa ha publicado entre otros títulos Las tardes literarias (Granada, 2005) y Poetas del Sur (Granada, 2008), ambos en la colección “Mirto Academia”. (En la imagen de la izquierda, José Lupiáñez en el Paraninfo de la Universidad de Granada, el día de su recepción como miembro de la Academia de Buenas Letras. 2004).
Es miembro fundador de la Asociación Andaluza de Críticos Literarios y director de publicaciones de Port Royal, Ediciones. Fue presidente de la Asociación Cultural Guadalfeo, Instituto de Estudios de la Costa granadina y de las Alpujarras y, en la actualidad, es Consejero de Honor del Instituto de Estudios Campogibraltareños y miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada.