Francisco Romero Peña, 78 años, nacido en El Puerto de Santa María. Entró como fogonero en los trenes que hacían el trayecto Atocha-Madrid aunque pronto se trasladó a Sevilla integrándose en el servicio de la línea de Cádiz-Madrid en el trayecto entre la Bahía y Alcázar de San Juan, primero con máquina de vapor, después en el Expreso y en el Rápido. Eran tiempos en el que el viaje entre Sevilla y Cádiz se invertían cerca de tres horas y media. "En el viaje que realizábamos en el Expreso, teníamos que realizar una parada de 20 minutos a la espera de otra unidad, acoplándose dos composiciones que se reforzaban con cambios de máquinas lo que alargaba el tiempo de viaje. /A la izquierda, una imagen actual de Paco Romero.
Por su edad, Francisco Romero trabajó con máquinas diesel y eléctricas. "¡Se cruzaba Despeñaperros (la complicada frontera física con el centro del país) de maravillas; nada que ver con el vapor". Rememora la dureza del trabajo que realizaban. Pero, también, en la atracción que tenían con el mismo. "Todo lo que te cuente es poco", comenta Romero cuyo amor al tren le viene de familia pues su padre fue también ferroviario, estando al frente de la 3.307, una de las máquinas más potentes de la flota y que incluso podía alcanzar los 160 km/hora.
MI VIEJO CANASTO.
Dejó atrás miles de historias, algunas recogidas en su libro 'Juanito Romero y el tren de la libertad' y otras que llenan las páginas de su segundo libro 'Mi viejo canasto', publicado recientemente. /Portada del libro, recientemente publicado, 'Mi Viejo Canasto'.
Su vida en Renfe está llena de anécdotas. "Recuerdo los fines de semana cuando con la llegada del pasaje procedente del barco de Canarias, con el que se llenaban hasta 16 coches, con un peso que nos obligaba a utilizar hasta dos locomotoras para salvar la subida de El Portal". Mucha carga y, también, mucho retraso. Nada que ver con la puntualidad actual de los trenes españoles. "A la hora era muy difícil que vinieran. Una vez, en Zafra llegó el tren procedente a su hora... ¡el problema es que iba con 24 horas de retraso!" En 1992 Renfe dio un paso trascendental en su desarrollo con la puesta en servicio de la Alta Velocidad. Francisco Romero optó por no presentarse como maquinista de las nuevas unidades, aunque era uno de los empleados de la Compañía con mayor experiencia y mejor valorado.
MADRID-CÁDIZ: DE 25 A 4 HORAS.
La duración del viaje por tren entre Cádiz y Madrid está por debajo de las cuatro horas y aún se rascarán unos minutos más cuando esté terminada toda la duplicación de la línea férrea entre la capital gaditana y Sevilla. Son tiempos más que asumibles, que nos permiten incluso realizar viajes de ida y vuelta a la capital en una misma jornada.
Nada que ver con lo que pasaba hace 150 años, cuando comenzó a funcionar la primera línea ferroviaria entre Cádiz y Madrid, con las primitivas locomotoras a vapor y vagones (y asientos) de madera. Entonces, y nos situamos en 1867 (los intentos de unir ambas ciudades datan de 1852), este mismo trayecto consumía 25 horas de duración en cada sentido, ¡más de una jornada!, en un viaje que no parecía que fuera eterno... simplemente lo era y donde a las paradas en las ciudades con estación intermedias se unía las que se hacían para aprovisionarse del agua con la que funcionaba la máquina de tracción. /De joven, abajo a la derecha, haciendo el Servicio Militar en la Unidad de Ferrocarriles de Madrid-Atocha. Año 1955.
Hace 150 años, este tren lograba una velocidad máxima de 29,14 kilómetros a la hora (apenas cinco más que la locomotora que realizó el trayecto entre Stockton y Darlington en 1825, en el primer viaje con este sistema de transporte en el mundo). Hoy, en los tramos de la alta velocidad entre Sevilla y Madrid, el Alvia que realiza este trayecto desde la Bahía puede tener puntas superiores a los 200 kilómetros a la hora. Y encima, el recorte se ha hecho más corto, de 726 kilómetros a los 626 actuales, gracias a los nuevos trazados de la red ferroviaria, especialmente con la apertura de túneles que han facilitado de forma notable el tránsito de estas unidades.
Lo cierto es que el tiempo de viaje hasta la capital ha sido hasta hace poco un auténtico suplicio, y más cuando no se tenían las comodidades y las ofertas de ocio que hoy ofrece este transporte público.
FUNDACIÓN DE FERROCARRILES.
Un estudio elaborado por Ana Cabanes y Raúl González, para la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, ofrece un listado de tiempos de viaje en las principales líneas españolas desde que el tren funciona en nuestro país. La evolución, a la baja, de estas cifras va en paralelo a la propia evolución de la economía del país y el lento desarrollo que han tenido las comunicaciones en España hasta hace apenas dos décadas. Si en 1867 el viaje era de 25 horas, en 1892, un cuarto de siglo más tarde, aún se tardaban 19 horas, aunque los primeros trenes expresos alcanzaban ya los 40 km/hora de velocidad. En 1930 se había logrado bajar hasta las 12 horas, pero la Guerra Civil y la destrucción de buena parte de las infraestructuras disparó de nuevo la manecilla del reloj: 16 horas y media el viaje en 1950. Los años del desarrollo, con la llegada de los tecnócratas al poder en la década de los sesenta, mejoró las máquinas más que las líneas, especialmente con la expansión del Talgo, la estrella de los ferrocarriles españoles. /En la imagen de la izquierda, Paco Romero trabajando de fogonero en Sevilla-San Jerómino. Año 1962.
En 1970, el viaje ya está por debajo de los 10 horas; 8 en 1980 y poco más de 7 horas en 1990. La Alta Velocidad nacida en 1992 fue ya en no va más, mostrando el contraste de un viaje rápido y cómodo entre Sevilla y Madrid, y el viaje lento y algo menos cómodo entre la capital hispalense y Cádiz, hasta ahora en la que las eternas obras de duplicación de la vía férrea están a punto de terminar el horizonte de bajar de las 4 horas lo que en el origen de los tiempos se hacía en 25 es una realidad al alcance de la mano, y del billete del pasajero. /En la imagen de la izquierda, Francisco Romero (agachado) junto a Ventura, fogonero militar, y Francisco en la Locomota 1.740.
Una parte de esta historia de trenes entre las dos ciudades está fresca en la memoria de los ferroviarios que han cubierto durante años y años la línea y han visto la evolución de las máquinas, las traviesas, los recorridos, las estaciones y los propios viajeros. Quienes trabajan, o han trabajado, en el tren es un colectivo muy especial. Su implicación en su labor ha ido más allá de la edad laboral, conformando asociaciones que han mantenido los lazos de unión ya jubilados.

Francisco Romero en el centro, delante del último tren de su vida ferroviaria. Tren Contenedor en la antigua Estación de Cádiz. Año 1994.
El largo trayecto con Madrid obligaba, en esta segunda mitad del siglo XX a realizar numerosas paradas para la toma de agua, debido a la escasa capacidad de los depósitos del tren. Se paraba para ello en El Puerto, Jerez, Utrera, Los Rosales, Almodóvar, Córdoba, Andújar, Espeluy, Linares-Baeza, Vadollanos, Santa Elena, Santa Cruz de Mudela, Manzanares, Alcázar de San Juan, Aranjuez... que unidas a las paradas para la recogida de pasajeros convertía al viaje en una peculiar ruta turística. La llegada de las locomotoras 3.007 permitió una mayor reserva de agua y una disminución de estas paradas, como destaca Francisco Romero, nuestro contertulio ferroviario. /Texto: José Antonio Hidalgo.








Aprendió a jugar al fútbol cuando aún no se estilaban por aquí las escuelas de fútbol. O puede que sí: cuando la única escuela era una calle sin apenas circulación en la que se improvisaban porterías con pelotes –también llamados piedras- y partes de arriba de chándals hechas un gurruño. Partidos infinitos con el bocadillo bien agarrado en una mano mientras con la otra se hacía visera hasta que el sol se volvía un balón fofo, derrotado y oscurecido por el ancho cielo nocturno de las barriadas obreras. Algún destello de aquél niño de los ochenta prende todavía en la mirada perspicaz de Baldomero Hermoso, Mere, futbolista de larga trayectoria, entrenador profesional desde hace varias temporadas y portuense de ese año en el que al Generalísimo se lo llevo por delante una flebitis y El Puerto era una joya turística por descubrir en la que nunca más veranearía el almirante Carrero Blanco.



--¿Y cuál es tu próximo “ascenso” después del más que seguro ascenso del Algeciras?
(continuación).

AYUDANTE DE MARINA EN EL PUERTO.
El 18 de agosto de 1818 --en una semana se cumplirán 196 años de su alumbramiento-- nació en El Puerto de Santa María Juan de Winthuysen Martínez de Baños, hijo de don Pedro de Winthuysen y Bustillo y de doña Felipa Martínez de Baños. Por aquel entonces se encontraba España en pleno Sexenio Absolutista. Tras aceptar el rey Fernando VII la propuesta para la restauración de la monarquía absoluta y con el apoyo de los antiliberales y del ejército, sometió al país a seis años en los que dominarían los sectores más reaccionarios de la sociedad. /En la imagen de la izquierda, retrato deJuan de Winthuysen a los 30 años de edad, siendo entonces teniente de navío.


Al mes siguiente, salió con la escolta de una bombarda y un falucho cargados de pólvora para el Ejército de Cataluña y otro falucho que transportaba a Valencia cuatro cañones de a 24. Cinco días después, el 17 de mayo, entró en Barcelona donde permaneció unos días. El 22 entró en los Alfaques, donde el bergantín de su destino se situaría el día 26 frente a la Rápita para proteger su ocupación que se produciría la noche del 31, en el momento en que hicieron fuego desde las casas de la Rápita al Castillo de San Carlos y a las embarcaciones apostadas sobre el muelle; habiéndosele encomendado a Winthuysen la labor de encargarse del primer bote de la fragata Cortés, que allí se encontraba, con el que les hizo fuego para ahuyentarlos. /Nuestro protagonista estaba en posesión de la Cruz de la Marina.
La Regente, María Cristina, había estado un tiempo en Barcelona con su hija Isabel con la intención de sanar en lo posible una alergia dermatológica que sufría la futura reina, Allí mismo se entrevistó con Espartero aunque poco después tuvo lugar una serie de altercados entre los partidarios de Maria Cristina y los de Espartero que obligaron a la Regente a trasladarse a Valencia. /En la imagen de la izquierda, la regente, María Cristina de Borbón.






Con esta misma fecha, --7 de agosto-- hace doscientos años, el papa Pío VII firmó la Bula por la que se rehabilitaba a la Compañía de Jesús, suprimida durante cuatro décadas desde que un antecesor suyo, el papa Clemente XIV, en 1773, cediendo a la presión ejercida por algunos monarcas católicos, especialmente la de nuestro rey Carlos III, la suprimió.





