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El burropolo, una versión Light y divertida del Polo pero con burros en lugar de caballos, se lleva practicando en El Puerto desde hace al menos 15 años. Ahora, desde que Jesús Grandes (ver nótula 1.366 en Gente del Puerto) y Jaime Terry han creado una sociedad para gestionar las instalaciones de la vivienda rural ‘Villa Julia’ han dado protagonismo y un espacio mejor a este divertido deporte, donde las reglas se relajan y es mas la diversión y la participación que la normativa la que hacen que sea una actividad cada vez mas demandada.

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A la izquierda Jaime Terry Osborne, a la derecha Jesús Grandes Melgarejo en el monumento a Sancho y su burro, en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real).

Se suelen hacer competiciones e incluso liguillas en Villa Julia, en el picadero de tierra de la finca ‘Las Marías’ o, a demanda, en instalaciones particulares como complemento a una fiesta o una celebración; se han llegado a desplazar, incluso a Alanís y a Badajoz, entre otras giras. Cada vez lo solicitan mas para comuniones, bodas o reuniones familiares y en vacaciones suelen celebrar un ‘Abierto’ por equipos, con cuartos de finales, semifinales y una gran final.

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Un reñido partido de burropolo en el campo de Villa Julia.

Los equipos suelen estar formados –al igual que en el polo-- por 4 jugadores con sus correspondientes jumentos, en el que dos equipos contrarios intentan llevar un balón de plástico hacia la portería del rival, por medio de un cepillo de barrer en sustitución del taco o mazo. Duando se trata de niños, son el doble de jugadores ya que uno lleva al pollino y el otro lo monta. Los partidos no suelen durar mucho tiempo, ya que se puede jugar bien por número de tantos o goles o por un espacio de tiempo relativamente pequeño, para dar participación a todos. El que no juega es porque no quiere.

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Jesús Grandes con la veterinaria nacida en Portugal María Joana Campos.

No todos los burros están preparados para el juego y la cabaña de asnos de Jesús y Jaime se tiene que ver complementada a veces con semovientes procedentes de Sanlúcar, cuando se requieren de muchos participantes. ¡Quien no se acuerda de aquella familia de arrieros de El Puerto, los Cantalejo, que desmontaron las dunas de las playas para proveer de arena a las calerías, en su monótono recorrido por el Camino –hoy Paseo—de los Enamorados!

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Arrieros en la playa de La Puntilla, desmontando dunas.

Enlace a una interesante colección de imágnes sobre burros y mulas en Pinterest.

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La casa existente en Villa Julia, antes de su demolición, propiedad de la familia Benjumeda, en una acuarela realizada por Santiago Díez Benjumeda.

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mujercitamia1_puertosantamariaComedia en tres actos, en prosa, original de : Antonio  Paso, Antonio López Monis y José Pérez López representada a finales de los años cuarenta en el desaparecido Teatro Principal, y estrenada en Madrid, a mediados de los años veinte, en 1925.

La literatura teatral en España experimentó un auge con la llegada del siglo XX, coincidiendo con la expansión del libro como vehículo de difusión de la cultura. Junto a las publicaciones de poesía, de novela, de cuento, de actualidad o de información general, se fue desarrollando también una rica y no siempre bien estudiada bibliografía que recoge sobre el papel la actualidad de lo que tenía lugar sobre los escenarios, como la imagen de la izquierda, con la obra ¡Mujercita Mía!, objeto de esta nótula. En muchos casos incorporaban caricaturas de los actores, autores o compositores responsables o que intervenían en la representación que tenía lugar más o menos simultáneamente a la publicación de la obra. De esta forma, se fue creando una rica galería de rostros de personajes vinculados al mundillo teatral

obradeteatro_puertodesantamariaSINOPSIS
Hombres brutos, mujeres manipuladoras, hombres conquistadores, aunque sea con malas artes, mujeres que se dejan seducir, etc. ha habido, hay y habrá siempre visto lo visto. Y si vamos al desenlace de la obra no digamos. Son los hombres los que se creen que manejan el cotarro y resulta que no, que al final las que deciden y eligen son las mujeres y los hombres, como tontos, bailan al son que les tocan.

MUJERCITAMIA2LOS ACTORES.
Los actores pertenecientes al denominado 'Cuadro Artístico Local', también lo fueron del grupo de Acción Católica y de la Academia de Bellas Artes: Ángeles Ayuso, Úrsula Vinuesa, María Perles, Charito Neva, Carmen Sánchez, Milagros Ayuso, Antonio Chamorro, José Buhigas, José Blandino, José Morillo, José Luis Crrasco y Paquito Chamorro, actuando como apuntador Eduardo Maza y traspunte, Francisco V. Argüello.

MUJERCITAMIAPUBLICIDAD.
Una publicidad insistente y muy de la época, no solo de la obra de teatro sino del establecimiento patrocinador ‘Los Dos Pepes’, en la actualidad el ‘Bar Vicente’.

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La programación estable del Teatro del Títere La Tía Norica echa a andar hoy en Cádiz capital con una versión escénica de la obra de Fernando Quiñones Las mil noches de Hortensia Romero, y que parte del relato corto «La Legionaria» realizado por el autor en la primavera de 1978. En esta novela amplía y enriquece la historia de la protagonista y con ello sigue la tradición de la desapareciente narrativa popular española-andaluza de tradición oral anónima que son las ‘historias con gracioso o con valiente’ en palabras de Fernando Quiñones. La protagonista hoy es la actriz portuense Montse Torrent. (Ver nótula 154 en Gente del Puerto).

Bajo la dirección de Estrella Távora, Las mil noches de Hortensia Romero es la adaptación teatral de la novela del mismo título que escribió Fernando Quiñones (finalista del Premio Planeta de 1979). Esta adaptación teatral incluye parte de las vivencias de Hortensia --una prostituta de cincuenta años que relata sus experiencias eróticas-- hasta ahora desconocidas en un escenario; personajes, situaciones personales, ambientes, anécdotas con duende, las emociones de un personaje popular y sin pudor. Y al frente, la porteña Montse Torrent. La obra comenzará a las nueve de la noche.

MONTSE TORRRENT & HORTENSIA ROMERO.

Fernando Quiñones hace de La Legionaria un spin off tan magistral, tan académicamente andaluz y gaditano que consigue encumbrar a Hortensia Romero, la mujer que vivía de sus partes y de sus carnes al Olimpo literario del Planeta, siendo finalista del reconocido premio en el año 1979 con Las mil noches de Hortensia Romero. Legionaria, nombre de guerra de una puta que vivió entre las pensiones de la Alameda de Hércules de Sevilla y los prostíbulos de Cádiz nace como relato corto un año antes de salir a la luz trasfigurada en novela.

Estrella Távora, actriz y directora pujante dentro de la escena andaluza, consigue al alimón con Montse Torrent desmenuzar con una dramaturgia limpia de espinas trasversales el texto dicharachero y pegado a la cal de los callejones gaditanos, que Quiñones llevaba metido entre las venas y la sal de la Caleta pegada a su piel, desnudándolo y alejándolo a la vez de las miradas aviesas y entre visillos de las burguesas púdicas asomadas a los balcones abalaustrados de la Cádiz más cosmopolita.

El mundo de una hembra que nunca pudo ser niña es lo que nos enseña con desgarro y con la gracia y el desparpajo que se lleva por la baja Andalucía esta mujerona que tuvo que echarse a la vida antes de que la vida se la comiera por los pies.

lasmilnochesEs el retrato de una tragicomedia en estado puro. Es la soledad de Hortensia Romero,  que gira alrededor de una cama acoplada a lo largo de la representación a la propuesta escénica de la actriz portuense.

Las anécdotas y usanzas risibles y chocantes con sus clientes más habituales –el marino mercante, el de la risa, don Román Matute, el del calamar- consiguen las risotadas cómplices y a la vez descarnadas de un público que asiste entre incrédulo y fascinado a la sucesión de imágenes y de respuestas sin preguntas que ofrece una prostituta que se conforma con tener una casa y la ropa limpia a la hora de su retiro; que se conforma con el recuerdo de los baños en cuero en “la má” y con la luna.

La adaptación de la novela logra la conjunción entre la charla y el cante teatral con una interpretación medida y ajustada de una Hortensia muy diferente a la que estábamos acostumbrados a ver, en donde la actriz da muestras de su versatilidad y valentía siendo la primera mujer que se enfrenta a este personaje desde que saliera de la pluma del autor de Chiclanero.

Bien resuelto el comienzo de la obra con una proyección que prepara al espectador para el mar de sensaciones que viene después. Los quejíos en voz alta de Hortensia Romero, ese artificio carnal que traspasó la casapuerta de la calle de todos los días del maestro Quiñones, llegó con nitidez a los cinco sentidos del patio de butacas de un Muñoz Seca lleno hasta las trancas y que se rindió al magnífico trabajo actoral de Monserrat Torrent en su reencuentro con los escenarios andaluces. Larga vida a La Legionaria. /Texto: Manolo Morillo.

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Antonio Labrador Ruiz nacido en Zufre, (Huelva), el 25 de abril 1837 y fallecido en El Puerto de Santa María, el 5 de agosto de 1915, fue un sacerdote jesuita y misionero antepasado del escritor, vinculado literariamente con nuestra Ciudad, Aquilino Duque.

Predicador y padre Jesuita. Después de pasar algunos años en Valverde de Leganés (Badajoz) con su hermano José, ingresó en la Compañía de Jesús en 1837. En la dispersión acaecida con la Revolución de 1868 volvió a pasar unos años en Alburquerque (Badajoz) con su hermano, a la sazón arcipreste de la iglesia de Santa María, y en 1871 es destinado a Palencia, formando parte de la pequeña residencia que los Jesuitas tenían en dicha población, en cuya diócesis comienza a ejercer de misionero en 1877. Durante los ocho años siguientes, dio prédicas en numerosos pueblos de Castilla.

Por iniciativa propia y mediando la recomendación del superior general de la orden de los Jesuita, el 18 de agosto de 1885 marchó a México como parte de una campaña de misiones., siendo nombrado superior de la iglesia de Orizaba. Estando en aquella misma ciudad, fundó además el Hogar Santa Isabel para ancianos desamparados, así como una casa de ejercicios anexa a la residencia y a la iglesia, y la congregación de las hijas de María.

En abril de 1889, durante una misa en Minas de Luz (Coahulla de Zaragoza), fue agredido por el Jefe político Carlos Beascoechea, lo que provocó un motín popular que se saldó con varios muertos. En carta al P. Ramírez, el jefe político Carlos Beascoechea justificaba el arresto por infracción del artículo II de la ley orgánica de la reforma constitucional del 14 de diciembre de 1874 y lo consignaba a la cárcel de Granaditas (Guanajuato), donde fue en compañía del P. Estanislao Mauleón y Vicente Luis Maucí. Como resultado, Antonio Labrador estuvo preso en Granaditas desde el 25 de mayo de 1889 al 28 de marzo de 1890.

Habiendo regresado a España al comienzo de la revolución mejicana en 1910, pasó algún tiempo en las residencias de San Jerónimo en Murcia y El Puerto de Santa María, donde falleció el 5 de agosto de 1915.

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EN EL PUERTO.
Los pormenores de su estancia en el Puerto de Santa María se hallan relatados en una carta  (Cf. Cartas ejemplares de la provincia de Toledo (1913-1914), p. 99), dirigida al P. Torres el 2 de noviembre de 1914, donde da cuenta de su trabajo en el tristemente famoso Penal, en los colegios de niñas y comunidades religiosas del Espíritu Santo, Capuchinas y Concepcionistas, Hermanitas de los pobres, etc. Fue asimismo responsable de la colocación de una imagen del Sagrado Corazón de Jesús en el Penal.

En El Puerto se creó  un cuerpo de trabajadores portuarios independientes de los de Cádiz, trabajadores de la Junta del Puerto hoy Autoridad Portuaria, en la década de los sesenta del siglo pasado. Las imágenes pueden pertenecer al cambio de década, con los setenta y están tomadas en el Bar Casa Paco Ceballos, a cuya colección de fotografías pertenecen. En aquellos tiempos se vivieron los mejores momentos de actividad portuaria en nuestro puerto, pujanza hoy tristemente desaparecida.

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Paco Ceballos aparece a la derecha de la imagen, con un niño sentado sobre sus piernas.

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Los vinos que se bebían a granel, eran de las bodegas de El Puerto, del altar de cuartos de bota que existía en Casa Paco, que aparecen al fondo de la imagen.

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Detrás de la barra, junto a su padre, aparece Baldomero Rodríguez, recientemente jubilado.

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Dos portuarios en la imagen A la derecha,  si bien, a la izquierda está Antonio Aragón Astorga quien trabajaba en el escritorio de Osborne y añadiría que, por sus conocimientos administrativos, pudiera echar una mano a Paco Ceballos o a los consignatarios ya que en aquellos tiempos todo era posible ante las necesidades familiares. Aparecen tres camareros detrás de la barra, unos de ellos Paco, hijo del patriarca quien aparece en el centro de la imagen, con gafas.

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En la imagen, rederos al final de la zona portuaria, en la que fue Avda. de Enrique Martínez hoy de la Bajamar, en una configuración actual bastante cambiada, en los años 70 del siglo pasado. /Foto: Rafa.

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La Bajamar, la Avenida de la Bajamar, fue buque insignia de la marinería pesquera portuense. La conocí, no hace muchos años, como Avda. de Enrique Martínez. El Sr. Enrique Martínez y Ruiz de Azúa, bajo la Presidencia Provincial de Puertos  de D. Julio Merello, fue, en los alrededores de 1899, el urbanizador de tan importante –social y económicamente- calle portuense. Ha sido olvidado, ejerciendo ingratitud no justificada.

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Vicente González Lechuga, en 1944, en un coche de caballos, con su madre, su abuela Milagros Bruzón, su tata Milagros y su hermano José Ignacio. /Foto Colección V.G.L.

LOS COCHES DE CABALLOS.
A la Bajamar la he conocido cuando su principal misión circulatoria estaba alrededor de los veraniegos coches de caballos que nos llevaban y traían de la playa de la Puntilla, única entonces en El Puerto, previos “purgantes”, para los preceptivos y rigurosos baños de 10 minutos, y quince días cada temporada. Los coches del Piriñaca, Mancera, Salmerón, Felipe, Ariza etc. han formado parte de la historia del verano portuense, que ya pocos tenemos edad de recordar, con sus breaks, jardineras, milords, etc. Es de mencionar el placer inigualable que a los adolecentes de aquella época nos proporcionaba el ir a la Puntilla en el pescante de uno de aquellos coches.  Luego, la Bajamar ha sido testigo de las idas y venidas del celeste autobús de Bootello, con mi buen amigo Gabriel en su estribo, organizando los viajes, dando fin (¿) a la entrada de viajeros, que apretadamente, nos acomodábamos felices –-qué tiempos-- en su interior.

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El Hospital San Juan de Dios, y la capilla de los Afligidos. /Foto: Hda. Afligidos.

HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS.
A la Bajamar daba su espalda –-todavía hoy cadavérico-- el Hospital de San Juan  de Dios, siendo su Director, D. Plácido Navas, padre de Carmen Navas, vecinos míos en el  Parque (claro que me refiero al Parque Calderón), en los bajos de la casa donde nací y viví muchos años. Carmela, soltera,  me dedicó especial cariño y me inició, junto con mi cuidadora Teresa, en mis primeros paseos por el Parque. A ambas, ya en feliz y eterno descanso, dedico emocionado recuerdo.

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El Parque visto desde las azoteas. /Foto F. Pérez.

El Hospital de San Juan de Dios vivía bajo escasísimos recursos del patrocinio municipal, acogiendo a los que ya entonces, desprovistos de la menor ayuda social, estaban a merced de la llamada Beneficencia. Se sostenía por el nunca bien ponderado sacrifico de las Hermanas de la Caridad, que aún en aquello tiempos de absoluta indigencia, sostenían con alegría y esperanza, la pesada carga de sus impolutas tocas. Benditas sean. El Hospital aparecía engalanado y alegre, con repiqueteo de la campana de su Capilla, cada 8 de marzo, festividad de su Patrono, San Juan de Dios. Como otros tantos sonidos portuenses, ya adormecidos, yo todavía tengo presente el alborozo de dicho campanario. Seguro que las Srtas.  Bish,  Antonio Ruiz de Cortázar,  los Riva y los Salmerón, también.

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Febril actividad en el cantil del muelle: cajas, porteadores y estibadores, hielo, ...

LA PESCADERÍA.
En la Bajamar estaba nada menos que la Pescadería, en los tres asentamientos que creo recordar en la banda portuense del Rio, por iniciativa de D. Juan Machimbarrena, D. Manuel Álvarez y D. Juan Villar. La Pescadería fue fuente inagotable --parecía serlo-- de riqueza portuense, aunque para algunos marineros, significó un esfuerzo inasumible hoy. De allí salían los camiones cargados de cajas de madera, acondicionadas (¿) con hielo para la subasta madrileña de las primeras horas de la mañana; a toda mecha para llegar a tiempo. Debe hacerse constar las precarias condiciones que tenían que sortear dichos camiones  --todavía no se sabe cóm-o- para soportar la durísima carretera hasta Madrid, pasando por el tremendo Despeñaperros. Loor a aquellos temerarios y abnegados conductores, de cuyo esfuerzo fue beneficiaria la lonja portuense.

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Tras la barra del Restaurante ‘El Resbaladero’, propiedad de Maximino Sordo en 1960, podemos ver, de izquierda a derecha a Pepe Ríos, Elías a la sazón encargado del Restaurante, oriundo de la Montaña, el maestro repostero Pepe Mesa González, el niño es Guillermo Salas que hoy trabaja en APEMSA y Florencio. Al fondo, el cocinero José, ‘de toda la vida en el ‘Resbalón’.

Los armadores de entonces, señores de la Pescadería, era gente importante, tales como José Agarrado, Juan Hernández, los Tripa, la Abuelita, etc. Yo recuerdo, anecdotariamente, los “zafes” después de la subasta de lo pescado. Por ejemplo, presencié muchas en aquel pequeño local que tenía el armador conocido como la Abuelita, en el Resbaladero, esquina a Pozuelo. Allí, mi abuelo Paché, por supuesto que sin calculadora y antes de haberse inventado el bolígrafo, con lápiz de mina en mano, ajustaba las “partes” que de la subasta del pescado,  correspondía al armador, al patrón, a los marineros, etc. Éstos, tomada la suya, se iban indefectiblemente a la taberna más de su agrado. Y allí era ella. Quiero decir que “ella”, la esposa del marinero, con débitos de todo el mes en Serafín, en Los Caballos, en Suárez, en Casimiro, etc, veían impotentes cómo sus maridos se resarcían, a su modo, de las angustias pasadas en la mar. Porque a las mujeres les estaba vetada la entrada en los “tabernones”. Y con muy poco ya, a casa, y vuelta a empezar. Tremendo, pero así fue.

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La desaparecida casa-palacio que hoy ocupa el edificio de Romerijo.

CASAS DE PESCADORES.
La Bajamar era residencia modesta de los pescadores y marineros. Sus hogares llegaban, con el salto de Buenavista y el Parque, hasta la Plaza de la Herrería, incluido aquella especie de gueto que constituyó lo que hoy es bloque de viviendas en donde está Romerijo. Por la Bajamar, sus casas llegaban hasta la Fábrica de Productos Químicos y Enológicos de D. Augusto Haupold. Yo recuerdo, a este respecto, desde mi cierro del Parque, que en las tardes de bonanza, como un rito, después de la jornada laboral en la Fábrica de Haupold, presenciaba que caminando por la Bajamar hasta sus hogares, regresaba ceremoniosamente el trío formado por D. Antonio Haupold, que vivía en el comienzo de Micaela Aramburu, D. Antonio Pérez, contable de la empresa, que vivía en la plaza de la Iglesia, y D. Emiliano Cristóbal, madrileño, director técnico de fabricación de dicha empresa,  que era vecino mío en el Parque, como muy bien recuerda su hija Milagritos.

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Actividad comercial en la Otra Banda y, en esta, pesqueros abarloados. /Foto: Rafa.

FUNCIONES Y SONIDOS.
La Bajamar, marinera y salina, siempre ha sido importante brazo aledaño del Puerto de Santa María. Ha sido soporte del puente, asidero del Parque, aculadero del Vapor –-nada de Vaporcito--, sostén de la flota pesquera, aspirante a puerto comercial, reposo del Ario que transportaba la sal,  posibilitación del Club joselopezruiz_Gente-del-Puerto_puertosantamariaNáutico, cuna de la Puntilla y fin urbano de la Ciudad. En la conciencia más soñadora y extrema del Puerto siempre se tendrá presente su Bajamar, anclada en el río salino que es el Guadalete del Puerto, y se oirán los pitidos del Vapor, el bullicio de la Pescadería y sus barcos, la campanadas del Hospital anunciando ingresos, el sordo rumor de las vagonetas del embarcadero de la sal, etc. Sus ecos pasaron a la Historia pero su recuerdo nada puede borrarlo. /Texto: José López Ruiz

La instantánea está tomada en la playa de La Puntilla en 1965. Voluntarias de la Cruz Roja, de izquierda a derecha, desconocida (posiblemente cuñada de Luis Bootello Reyes), María del Carmen Gómez Pérez, María Cárave, Eloisa Martínez Govantes, Carmina Jiménez Alcázar y Lourdes Merello Govantes. Agachados dos camilleros de la Cruz Roja cuyos nombres desconocemos.

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De izquierda a derecha la rejoneadora María Zambrano, el ganadero Luis Sánchez Sánchez, desconocido, el torero Emilio Oliva Fornell, Gregorio Sánchez, el diestro Rafael Ortega Domínguez, Joselito Escribano Ivison, presidente del Club Náutico y el matador Francisco Ruiz Miguel.

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La fotografía está tomada a las puertas de la Plaza Real, el día que se celebró la última corrida de toros y novillos la plaza partida, el 14 de julio de 1.995, hace 19 años. Gregorio Sánchez; Rafael Ortega; Juan Antonio Romero y los novilleros Pepe Alvarez; Emilio Oliva; y Rafael de Paula formaron el cartel de la anterior corrida a plaza partida celebrada el 31 de Agosto de 1958, hace 55 años. Juan Antonio Romero había fallecido el año 1974, y dos años después de tomarse esta imagen, concretamente el 18 de Diciembre de 1997, fallecía en Cádiz Rafael Ortega Domínguez. El espectáculo fue restransmitido en directo por Tele5, cuando era la tele de las 'mamachicho'. /Foto: Colección V.G.L

Programa de mano de aquella corrida a plaza partida:

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Hubo un tiempo, mediado el siglo pasado, es decir en la década de los años cincuenta del siglo XX, en el que cenar ‘pescao del freidor’ era un hábito más que extendido, obligado, para la generalidad de las familias portuenses. Bien es cierto que, como todo en la vida, en el consumo nocturno de esta modalidad gastronómica, había clases y clases; mientras  los pudientes solicitaban cazón, frito o en adobo --bienmesabe--, y esas pescadillitas enroscadas de tan exquisito bouquet y sabroso gusto, los menos favorecidos económicamente o con muchas bocas que mantener debían conformarse --debíamos conformarnos-- con un papelón de ‘memejuelas meonas’ –así denominadas por el fuerte olor, similar al del orín-, una especie de sucedáneo del más popular y de mayor consumo de los diversos productos comestibles del freidor: las rodajas de pescada.

joseluis_freidor_puertosantamariaTodo lo que no fueran las ‘tajaítas’ --que así también se designaban en lenguaje coloquial a los trozos de raya rebozados y fritos-- y esos medallones dorados procedentes de las merluzas al trocearlas transversalmente, debía considerarse delicatessen (chocos, tapaculos, acedías, huevas, etc.), aunque tal carácter tenía igualmente para los pequeños las denominadas ‘mijitas del freidor’, las migajas de toda la fritanga en una deliciosa rebujina que más que alimentos eran golosinas dentro del cartucho grasiento de papel de estraza. «--Deme usted un cartucho de militas». /En la imagen de la izquierda, José Luis, el último gallego de la desaparecida Freiduría Apolo.

En la época que les cito, que es la de mi niñez, creo que había tres o cuatro freidores, regentados todos ellos por gallegos. El más popular e importante ocupaba la escuadra de las calle Ganado y Nevería propiedad de la familia Villar, frente a la confitería de Ojeda ‘La Perla’ --ambos edificios han desaparecido, sustituidos por otros de moderna construcción--, seguido de otro en esa última  calle, cerca del cruce con Palacios, lindando con el popular Bar Apolo, que cerró no hace mucho, cuyo último propietario fue José Luis, apodado ‘el Rape’, (ver nótula núm. 016 en Gente del Puerto).

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Fachada de la calle Postigo, a la derecha la calle Cruces, del edificio en un pésimo estado de conservación, que albergó las instalaciones del freidor de La Gloria.

Existía otro en calle Luna, esquina con Jesús de los Milagros y un cuarto en la calle Cruces esquina con Postigo junto al desaparecido bar ‘La Gloria’, aunque tanto en volumen de ventas como en la amplitud de sus instalaciones los dos primeramente citados se llevaban la palma. 

cruzados_16-jul_1966_puertosantamariaEstos hábitos gastronómicos que fueron diluyéndose hasta casi desaparecer a medida que pasaban las décadas tenían una tradición de siglos. Pascual Madoz en su diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar, editado en 1846,  reseña en su volumen 5º los establecimientos con puerta abierta a la calle de la ciudad de Cádiz y al referirse a los freidores de pescado añade: “cuyo número es prodigioso”, asombrado de la cantidad de freidurías existentes, y completa su ilustración al respecto con este comentario: “La especie de pescado que más abunda en la pescada pequeña que puede decirse constituye el principal alimento de la generalidad del pueblo, pues los muchos freidores públicos que se encuentran repartidos por toda la ciudad, viven y aún hacen capitales, sin más giro ni ocupación que esta tan mezquina al parecer; la misma gente rica la usa generalmente en sus cenas.” /En la imagen de la izquierda, suelto publicado en la revista Cruzados  el 16 de julio de 1966, sobre los malos olores y los freidores.

Siendo un negocio popular y rentable no es de extrañar que por esa misma época --mediados del siglo XIX-- en El Puerto, con una población mucho menor que Cádiz, hubiese más de una docena de freidores públicos. Cinco de ellos estaban situados en la calle Ganado, una arteria muy comercial. Eran sus propietarios Francisco de la Vega, Juan Marchena, Juan Bautista Bula, Andrés Chosenz y Rosa Martínez.  En la plaza --el Mercado-- había un freidor  cuyo propietario era José Iñigo y en su entorno, aparte los citados de calle Ganado, otro en Vicario, propio de José Muñoz y en Cielo, de José Genís. En esta última calle se ubicaban otros dos freidores más: uno, en la esquina con Santa Clara, propiedad de Luis Cuevas González, y otro en la esquina de Lechería --actual Cervantes-- del que era dueño Pedro Palma. En la parte opuesta del casco antiguo, en la esquina de San Bartolomé con Pozuelo (Federico Rubio) había otro, propiedad de Pedro González y, finalmente, José Morro regentaba dos establecimientos, uno en calle Luna y otro en la pescadería.

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En el freidor propiedad de la familia Villar, en la calle Ganado esquina con Nevería, existía un puesto aparte para despachar aceitunas aliñadas. En la imagen, de izquierda a derecha, Miguel Pérez Sánchez; Antonio Ramírez Alejo 'el Peana'; Sebastian Marroquin Gómez; Diego López Romero; y el propietario de la freiduría de pescado, Daniel Villar. 30 de marzo de 1963.

Los bares --como La Galera en su última etapa con un puesto de freidor-- y restaurantes y la única freiduría existente --la de Romerijo-- deberán coger el testigo y ser los que mantengan el prestigio y popularidad alcanzado por esta modalidad siglos atrás para que las nuevas generaciones no se priven de este placer culinario tan peculiar. ¡Viva el pescaíto frito! /Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. Puertoguía.

cmha_cadiz_puertosantamariaEl Ministerio de Cultura y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) realizaron el proyecto de investigación, conservación, digitalización y difusión del Catálogo Monumental de España. El Instituto del Patrimonio Cultural de España restauró y digitalizó el centenar y medio de volúmenes en los que, a lo largo de la primera mitad del siglo XX (1900-1961), se inventariaron los monumentos artísticos y arqueológicos más significativos de gran parte de las provincias españolas. Aunque no llegó a completarse, este Catálogo está considerado como la empresa colectiva más importante realizada en la España contemporánea para estimular el conocimiento de su patrimonio cultural. /La portada del catálogo realizado por Enrique Romero de Torres, hermano del pintor Julio, conservador-director y posteriormente director del Museo de Bellas Artes de Córdoba hasta 1941.

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En 1908 estaban en pie las edificaciones altas del Castillo, derribadas, precisamente en 1934, año en el que ve la luz este catálogo. Eran unas estancias góticas de gran porte, con excelentes columnas helicoidales. Las piedras se aprovecharon y fueron al denominado 'Cortijo Nuevo' para construir una estancia para bueyes, hoy desaparecida. /Foto 206.

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El interior del castillo, en piedra y con derrumbes. /Fotos 208, 209

LA PROVINCIA DE CÁDIZ.
En el Catálogo digitalizado se incluyen ocho volúmenes de fotografías originales, con notas manuscritas, correspondientes al Catálogo Monumental la Provincia de Cádiz, faltando los tres volúmenes de los textos. El Catálogo gaditano se inició en 1907 y estuvo a cargo de Enrique Romero de Torres. Fue publicado en 1934 en Madrid por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, en dos volúmenes, uno de texto y otro de fotografías. Desde entonces ha sido una fuente historiográfica fundamental para conocer el patrimonio cultural y artístico de la provincia de Cádiz.

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Posando delante de las fachadas principal y lateral del templo. Todavía era un espectáculo ver a un fotógrafo venido de fuera para inmortalizar monumentos o acontecimientos. /Fotos: 210, 211.

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Copón, cáliz y vinajeras del tesoro de la Prioral. /Fotos 214, 215.

EL PUERTO
De El Puerto de Santa María se recogen 19 fotografías que reproducen el Castillo de San Marcos como se encontraba en aquel principio de siglo, con una foto de la fachada y 3 de los interiores en piedra y con el mobiliario existente, 2 imágenes de las dos portadas de la Iglesia Mayor Prioral, una de interior, 2 de vasos de culto y una custodia, una imagen del Cristo del Amor, 3 del Monasterio de la Victoria con la fachada de la iglesia, el interior y una vista parcial del claustro, y luego unos documentos: Carta Puebla, Privilegios de Alfonso X y Sancho IV, Privilegio durante la minoridad de Don Juan II, Cartas de Felipe II y Real Ejecutoria del Siglo XVI, algunos de los cuales se conservan hoy en día en el Archivo Histórico Municipal.

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Real Ejecutoria del Siglo XVI. /Foto: 224.

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alejandrodumas_nadar_puertosantamaria«Alejandro Dumas fue un gastrónomo quen escribió novelas y un novelista que hizo incursiones notables en el mundo de la literatura culinaria. Por consiguiente es bastante lógico que no falten testimonios por su interés por las cosas del vino,  quien  incluyó, también, un amplio artículo ‘--Vino’-- en su Diccionario de Cocina, una obra compleja que fue su contribución fundamental a la literatura gastronómica». Pablo Lacoste y Frederic Duhart. /En la imagen de la izquierda, Dumas, fotografiado por Nadar.

Según parece, el famoso escritor francés Alejandro Dumas (1802-1870) no pasó por Jerez. Así es al menos lo que se puede concluir si se lee su libro de viajes por España, De Paris a Cádiz, escrito entre 1847 y 1848.

Aunque no llegó a pisar tierras jerezanas, las referencias a los vinos de la zona están presentes, no sólo en esta publicación de viajes sino en algunas de sus novelas más populares y conocidas.

De seguro que esta inspirada frase de Dumas, "Jerez, símbolo de la alegría y del espíritu español", pronunciada por él o puesta en boca de algún personaje de ficción nacidos de su imaginación recoge fielmente la percepción que tenían otros famosos paisanos suyos que disfrutaron de la magia de la Campiña y la Bahía de la provincia, como el pintor Gustave Doré y los escritores Theophile Gautier y Pierre Louys, entre otros.

En cambio, describe su paso por Sanlúcar y El Puerto de Santa María, otras dos de las poblaciones que conforman el actual Marco del Jerez, además de Cádiz, a donde le trae su itinerario desde Sevilla a través del Guadalquivir y el Guadalete. En los últimos capítulos del libro podemos leer:

legrandictionnaire_puertosantamaria"El vino de Jerez se extiende por el mundo gastronómico desde El Puerto de Santa María. Ya conoce el famoso jerez, el jerez de los caballeros que tanto le gusta encontrar a don César Bazán junto al rey de los patés. Por eso El Puerto de Santa María es un verdadero lugar de peregrinación para los ingleses. El barquito de vapor que cada hora hace el recorrido de Santa Maria a Cádiz lleva en cada viaje, si no un cargamento completo, sí por los menos una buena muestra de gentlemen viajeros que, tras haberse detenido en Sanlúcar, quieren comparar el pajarete con el jerez". /En la imagen de la izquierda, El Gran Diccionario de la Cocina.

Pero Dumas ya conocía y apreciaba el jerez antes de probarlo en su mismo origen. Al menos así nos lo hace saber por boca de algunos de los aristocráticos personajes de su novela, El conde de Montecristo (1844): "...votre vin d'Espagne est excellent" (vuestro vino de España es excelente). Igualmente, va a estar presente en otras tres de sus obras, en las que queda patente que el jerez era muy conocido en otros períodos de la historia de Francia. /Texto: José Luis Jiménez García.

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