
El Tío Aquiles tenía “sobrinos a miles”, con su aspecto de abuelo tirolés, un retrato surrealista de esos de la televisión que apelaba a la imaginación infantil con rudimentarios medios, que daba réplica a Valentina (Mari Carmen Goñi), al trolero Capitán Tan (Félix Casas) y Paquito Cano (Locomotoro). Este cuarteto fueron los ídolos de los niños españoles durante casi un decenio, desde que se fueron asomando (el capitán fue el primero) en 1965 en el programa Antena Infantil de TVE.
El argentino Oscar Banegas, creador de las aventuras de Los Chiripitifláuticos, las historietas que ambientaban el programa de variedades para los pequeños, se fijó en un actor veterano con mucha vis cómica para dar vida al contrapunto sensato a Locomotoro y al resto de la pandilla. Fichó así a Miguel Armario Bosch, nacido en Larache, entonces Protectorado Español de Marruecos, en 1916, y de ascendencia de El Puerto.

De izquierda a derecha, Miguel Armario 'Tío Aquiles; Felix Casas 'Capitán Tán'; Mari Carmen Goñi 'Valentina; el productor Oscar Banegas y Paquito Cano, 'Locomotoro', en la primera etapa de los Chiripitifláuticos.
Ese vínculo portuense fue el origen de su trayectoria artística, cuando su padre, el periodista Miguel Armario Peña, lo puso en contacto con su paisano, Pedro Muñoz Seca, el rey Midas del teatro comercial en España en los años 20 y 30. Armario-Tío Aquiles llegó a Madrid en 1932, cuando apenas era un adolescente y participó en algunos de los últimos montajes de Muñoz Seca, años antes de la Guerra Civil de la que el comediógrafo portuense no escapó con vida al ser detenido en los primeros días por la guardia de asalto madrileña. El autor de ‘La Venganza de don Mendo ‘ sería fusilado en Paracuellos del Jarama.

Miguel Armario actuaba el 18 de julio de 1936 en el Teatro Poliorama de Barcelona, en el reparto de la obra de Muñoz Seca, 'La Tonta del Rizo'.
El estallido de la guerra encontró a Miguel Armario Bosch, al futuro chiripitifláutico, en Barcelona, donde representaba precisamente una obra de Muñoz Seca, La tonta del rizo. Durante años aquel joven criado en Larache formó parte de la compañía teatral de Luis Benito Arroyo (descubridor por ejemplo de grandes valores de la comedia como Rafaela Aparicio). Armario formaba el motor de la compañía junto a su esposa, Rosa Sabatini, con la que se casó en La Carolina, en una casa de la familia, en 1941. Tuvieron una hija, Rosa.
Miguel vivió a pie de escenario los decenios más duros, curtido en hacer reír a la concurrencia con obras de autores reconocidos (el mencionado Muñoz Seca, Jardiel Poncela) y de otros nombres menores con los que recorrió el país. Los compañeros que trabajaron con él recuerdan su chispa, su buen humor ocurrente y recurrente, de ADN de El Puerto. El cine casi descubrió a Miguel a la vez que la televisión (en películas como Sor Citroen, La ciudad no es para mí, Buenos días, Condesita, rodada en exteriores portuenses, por cierto).

Imagen promocional de la segunda etapa de 'Los Chiripitifláuticos'.
Un libro sobre el programa Los Chiripitifláuticos, ‘Chiripitifláutico es don José’, acaba de ser editado por Diábolo Ediciones, obra de Cruz Delgado Sánchez y Jorge San Román y en el volumen se relata todo el desarrollo de uno de los espacios de cabecera para varias generaciones de espectadores. Miguel Armario fue el Tío Aquiles durante siete años, de 1967 a 1974 (Antena Infantil desapareció en 1971, reapareciendo ya como Los Chiripitifláuticos al año siguiente), pero siempre será ese tío prolífico que se conserva en la memoria colectiva de millones de seguidores. En octubre de 1981, avejentado, reaparecería en un especial de La cometa blanca. Había dejado los escenarios en 1976, a raíz del fallecimiento de su esposa, varapalo del que nunca terminó de recuperarse. Fumador empedernido, falleció en el año 2000 entre la nostalgia de sus seguidores.

De izquierda a derecha, Rafael Navas, director de Diario de Cádiz, Modesto Barragán, director de Andalucía Directo, Mari Carmen Goñi 'Valentina', José María Morillo, director de Gente del Puerto y Francisco Andrés Gallardo, director de TV y Sociedad del Grupo Joly en 2006, cuando Valentina participó en un seminario en la UCA sobre 'Los Niños de la Transición y la Televisión' organizado por el autor de esta nótula.
ASCENDENCIA PORTUENSE.
El padre de Miguel Armario Bosch era Miguel Armario Peña, nacido en El Puerto de Santa María a principios del último decenio del siglo XX, y que con pocos años se incorporó al taller de Diario de Cádiz. Su fuerte vocación periodística le llevó a tomar contacto con la profesión a través de la rotativa, ya que no pudo terminar la formación escolar. En 1915 emigró al Marruecos Español y eligió Larache para cumplir su sueño de fundar un periódico. En 1916 nacía la publicación, con la cabecera de ‘El Popular’, un medio de comunicación totalmente identificado con el próspero lugar y que nacía para informar y velar por sus intereses. Tres años después Larache vería una segunda cabecera, ‘El Diario Marroquí’, fundado por Rafael López Rienda. /En la imagen de la izquierda, Miguel Armario Peña, padre de nuestro protagonista.
La Guerra Civil dio al traste con estos periódicos. El Popular debió clausurarse en octubre de 1938 al establecer el nuevo régimen que no podían existir periódicos sin control gubernamental. El portuense Miguel Armario Peña no pudo levantarse del dolor de ver cerrado su sueño. El 12 de marzo de 1939 fallecía de un infarto en ese Larache que se vió privado de ‘El Popular’. / Texto: Francisco Andrés Gallardo.






El Teniente de la Guardia Civil, el portuense Juan Salvador Gallego Carvia, ha recibido de manos del que fuera obispo de Jerez y hoy arzobispo castrense, Juan del Río, la Cruz de Honor de la Cruz Fidélitas. El acto se llevó a cabo durante el transcurso de una eucaristía celebrada hace una semana, el pasado viernes 13 de septiembre, en la parroquia de San Pedro Apóstol de Güímar (Santa Cruz de Tenerife).
Está en posesión, además, de la Cruz de la Orden del Mérito Civil 2013 y la Cruz al Mérito Militar, con distintivos blancos, entre otras distinciones. La Cruz de Honor de la Cruz Fidélitas es una condecoración del Arzobispado Castrense, relativamente reciente --año 2007-- que reconoce la labor de Juan Salvador, habiendo destacado por un servicio excepcional y relevante y una colaboración constante y altamente eficaz en el marco del Arzobispado Castrense que la otorga, como se asegura en la Cédula Episcopal probatoria, firmada y refrendada por Juan del Río.








no sea la satisfacción por trastear en su barra, escuchando a su parroquia y preguntándose qué tienen unas manos como esas para conseguir el milagro de lo inalcanzable. De nuevo a Los Amarillos y vuelta a la desembocadura del Guadalquivir (cualquiera conduce después de todo eso). Y que sea lo que Dios quiera. /Texto: Carlos Herrera.
Se proyecta en el Teatro Principal ‘El Planeta de los Simios’. Se estrena en la Scala de Milán, un ballet basado en el poemario de Rafael Alberti ‘Sobre los ángeles’, que ese año publica ‘Roma, peligro para caminantes’.


Viaja solo, o en compañía de su pareja, con una mochila, el billete de ida y vuelta y la primera noche de hotel. De los 194 países que existen en el mundo, ha visitado algo más de la cuarta parte: casi 60 y empieza a enumerarlos, consciente de que se olvida de muchos. En Africa: Egipto, Lesoto, Marruecos, Sudáfrica, Túnez; en Oriente Medio: Siria y Jordania; en Asia: Camboya, Malasia, Sri-Lanka, Tailandia, Vietnam; en América del Sur: Argentina, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, Guatemala, Honduras, Méjico, Perú; en Europa: Austria donde trabajó de au pair, Bégica, Dinamarca, Escocia, Francia, Holanda, Irlanda, Italia, Liechtenstein, Luxemburgo, Rumanía, Portugal, ... /Texto: José María Morillo.

Pero el ejemplo más claro de mimetización en el ambiente era Antoñita la de las flores, la vendedora de iguales a la que, tal como su propio nombre indicaba, le prendió una mañana, una cuarta más arriba del roete, una selección de la vegetación más característica del entorno. También el ecosistema humano era un ejemplo de convivencia. Macario y Bruce Lee se hermanaron en el Cine Playa, en aquellas dobles sesiones en las que el maestro de kung fu nunca se caía de la cartelera por muchos saltos que diera. Ardían los juanillos y las penas en las fiestas de San Juan en la genuina Crevillet. A mediados de julio, los hijos pobres del mar nos recibían en su semana grande, que también encendía las noches de Los Marineros, y el día de la Virgen del Carmen la banda del músico que daba nombre a mi barrio nos despertaba a las del alba con la marcha Reina del Mar. Eran las dos grandes citas festivas de la zona, cuando existían aquellas verbenas populares en las que todavía se estilaba esa cosa tan antigua de salir a la plaza juntos, de trabajar juntos, de sufrir juntos, de celebrar juntos.
Como canta Sabina, aquellos veranos duraron lo que tardó en llegar el invierno. El invierno helado y tenebroso de la droga, que asoló la vida y la esperanza de tantas familias portuenses en los primeros 80. Satanás andaba suelto, y empezó a abrir franquicias, la más importante en mi barriada, que de pronto dejó de llamarse Francisco Dueñas y pasó a ser conocida como el Distrito 21. Los chavales caían como chinches de un caballo llamado muerte que Miguel Ríos recomendaba no montar, el torbellino del tiempo, del negocio y del poder, te empujan sobre unos cascos hechos de sangre y de hiel. Nos hicimos mayores viendo como muchos jóvenes se hicieron directamente viejos antes de convertirse en cadáveres andantes con los brazos taladrados a pinchazos y la mirada ya tomada por la muerte.



Y que sus alumnos-actores aprendan a hacer teatro. Creen en el lenguaje dramático como un valor importante en el proceso educativo. Retoman el propósito del ilustre gaditano Balbo el Menor y continúan con su mismo objetivo, difundir el teatro pero esta vez con piedras de espectáculo y pasión. Y transmiten su eterno deseo: el teatro como educación, risa, desenfado y fiesta. Y siempre buscando evocar palabras de reencuentro con el pasado que hagan esponjar piedras y rocas antiguas con el aire de la brisa gaditana.
Dice Mendicutti que este pueblo ha cambiado. Pero el aire no se lo han podido cambiar. El aire de Alberti. Huele el sol. “Te ataca los sentidos. No lo controlas. Influye sobre el olfato y por tanto sobre la memoria”. Estanislao Merello, que ahora tiene 91 años y está entre los parientes que han sobrevivido a Alberti, vive en el vértice de la bahía. Se asoma (con el olfato de su memoria) a esos olores; queda poco de lo que él vio, pero queda esta inmensa bahía. El Puerto es como un barco: desde este promontorio que hay en Vistahermosa ves lo que veía Alberti. San Fernando, Cádiz. La bahía de sus poemas. Me llevó por los lugares por donde el niño y el adolescente que fue el poeta paseaba cuando hacía rabonas y se fugaba de la disciplina feroz de los jesuitas. Ya no están las dunas cuya arena se metía entre sus ropas. Las playas ya no son el desierto que curtieron de mar su Marinero en tierra, pero el aire es de Alberti, lo respiras desde que llegas. /En la imagen de la izquierda, Eduardo Mendicutti.
Ese espacio es mental, aunque existan el colegio y aunque esté el mar intacto como paisaje de su memoria, El Puerto es un lugar que ahora se lee en La arboleda perdida como una invención de Alberti, dicen Luis García Montero y Caballero Bonald. Dice Caballero: «—Lo vi en Colombia cuando él estaba en el exilio, en 1960. Me dijo, nada más oírme: “¡Me has traído El Puerto de golpe!”». /En la imagen de la izquierda, Rafael Caballero Bonald.
La arboleda era, dice Caballero, “un pinar de pinos prietos, un bosquecillo”, pero para Alberti era el paraíso que quiso recuperar describiéndolo. Estanislao nos llevó por los senderos perdidos de la arboleda. También nos llevó al patio aireado de los jesuitas que tanto hicieron sufrir al poeta “con su disciplina militar”. Están también todos esos lugares que ya solo existen en la memoria escrita, pero nadie ha podido tocar la mar. La señala su primo Merello: “La bahía es el sueño de Alberti”. Se huele, se ve, tan tranquilo este paisaje que huele. “¡Excepto si viene el Levante!”, dice Carmen, una de las hijas de Merello. “El Levante enloquece; a lo mejor es ese viento el que a veces ponía melancólico a Alberti”. /Rafael Alberti luciendo una de sus vistosas camisas.
Para Rafael, dice García Montero, “El Puerto de Santa María fue una construcción literaria”. Merced a ella siguió respirando en el exilio; El Puerto era, dice el secretario de la fundación Alberti, Enrique Pérez Castallo, que nos llevó por toda la memorabilia (“está abierta y está todo”, nos recalcó Enrique), “la nostalgia del paraíso perdido de su infancia”. De allí lo arrancó el padre, en medio de vicisitudes económicas que él cuenta en La arboleda perdida; en Marinero en tierra, su poema de amor a la bahía, le reprocha al padre por qué lo arrancó del aire del Puerto. “Esa es”, para Montero, “la metáfora de la libertad del mar, el relato de su inocencia, la simiente de su propia biografía”. /En la imagen de la izquierda, Luis García Montero.
Antes de ir a El Puerto de Santa María a encontrarme con esa luz que buscaba Alberti arañando en la memoria que hay en su arboleda perdida, fui a hablar en Madrid con dos sobrinos suyos, que son matrimonio de primos: Luis Docavo Alberti y María Alberti Aznar, hijos de María y de Vicente, dos hermanos de Rafael. Conservan correspondencia, dibujos, memorias del tío Cuco. Un día fue a verlos, ya en España de nuevo, y de la casa familiar se fue con una virgen de El Puerto, que es la Virgen de los Milagros. Ahí están, en los manuscritos que vinieron del exilio romano, sobre todo, los dibujos caprichosos, los peces en que convertía las tachaduras en las cartas donde relataba su más personal arboleda, la del exilio. “Añoraba el mar por encima de todas las cosas”. Cuando cumplió 70 años lo fueron a ver a Roma. Luis es hijo del hermano mayor, Vicente, al que Alberti protegió en la guerra. “Vicente, te tienes que ir, van a bombardear Madrid”. Y allí estuvo, escondido Vicente en la casa de Rafael y María Teresa, en el mismo sitio donde se preparaban los mítines del Frente Popular. /En la imagen de la izquierda, Benjamín Prado.