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Reproducción de un acróstico (*) dedicado al filántropo Elías Ahuja y Andria, publicado en el periódico local "La Verdad" del 31 de agosto de 1933. De autor anónimo, aunque posiblemente guarde relación con alguien de Jerez conocedor de la labor realizada por este gran hombre con los hijos de los jornaleros de aquella ciudad vecina. A éstos los que traía cada verano para que tomasen los baños de mar y percibiesen el yodo del que muchos andaban necesitados, a través de una asociación llamada Colonia Escolar Obrera, de la que era, como de tantas otras, presidente honorario. /Texto: A.G.R. 

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(*) Un acróstico es una composición poética o normal en la que las letras iniciales, medias o finales de cada verso u oración, leídas en sentido vertical, forman un vocablo o una locución. Por extensión se llama también acróstico a la palabra o locución formada por esas letras. (W)

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Manuel-Lojo-Espinosa-puertosantamariaUna de las privilegiadas memorias que estaban vivas en 2004 presentó un libro sobre la historia viva de nuestra Ciudad, correspondiente a las décadas de los 50 y 60 del siglo pasado. Quizás me equivoque, pero me arriesgo a afirmar que del santuario de la libación del que se ha escrito aquel libro: “Casa Lucas”, salieron más decisiones que afectaban a la vida local –política, intelectual, artística, social, etc-  que del propio Ayuntamiento que por la fecha estaba en la Plaza de Isaac Peral a la que está regresando en estos días.

 No había circunstancia de la época que no pasara por la tertulia que allí formaban, amigos y coincidentes en las consumiciones moyatosas, en aquella especie de Casino que era la casa de bebidas situada en la calle Larga, entre Palacios y Luna, donde hoy existe un establecimiento de material de oficina: HIVA. (Ver nótula núm. 037 en Gente del Puerto). Los más antiguos recordarán aquella bodega, con sus botas en primer y último término, su mostrador donde se apuntaban las chicas y medias chicas que se jugaban al mús entre los contertulios con tiza indeleble al agua, y aquella cuerda con cestillo, que servía para enviar a casa de Tio Pé, la media botella del exquisito caldo que allí se consumía.

La privilegiada memoria del que fuera una institución local en su persona,  Manuel Lojo Espinosa, otrora concejal del Ayuntamiento de El Puerto –curiosamente de Deportes, pese a su poco deportiva figura-, director del entonces Instituto Nacional de Previsión, y no se cuantos cargos más del anterior régimen político, lo hizo posible.

casalucas_225_puertosantamariaD. Manuel, -Manolo- rescató en este libro múltiples vivencias y circunstancias de la época, para deleite de cuantos tienen aún en su mente un Puerto en el que todos se conocían, y por el que ponían una ilusión distinta a la que hoy ponemos los que lo habitamos desde la globalización, quizás porque no cumplimos con la  máxima de “Pensar en global y actuar en local”.

En la evocación a los parroquianos de Casa Lucas: Castillita, los hermanos Lara, Juan Sala, los Gil, Vélez, ..., se funden dos recuerdos que, personalmente tengo en mi poder: uno material, regalo de Cayetano Vélez, consistente en sendos cuadros de Antonio Bienvenida por el firmado, y otro de la Plaza de Toros expuestos en la zona de tertulia de la tasca. Y otro sentimental, y es el espacio que ocupa en mi memoria aquel lugar donde iba de pequeño a acompañar a mi padre, Pepe Morillo, y donde aprendí que la tolerancia y el buen humor, son muy buenos consejeros en la vida. En recuerdo a su memoria, muchas gracias D. Manuel, por aquel libro que nos legó, va a hacer ahora 10 años. /Texto: José María Morillo.

 

 

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Cuando el mago apaga la vela, la oscuridad amedrenta al rey. El oráculo, la adivinación, las justas medievales, la moneda al aire, la dirección del viento o la iluminación divina, juegos físicos o juegos mentales, el diálogo con lo oculto, la alucinación de la seta, los fantasmas y los espíritus; ¡espera, espera que le pregunto a los dioses qué debería hacer! Los juegos de mesa proceden de ese galimatías en el que la humanidad siempre se ha visto inmersa; el ajedrez no es ajeno a este origen y su aparición en Europa, en la península ibérica, en los tiempos de los reinos cristianos y musulmanes, recoge sin duda esa antorcha de los tiempos arcanos. A finales del siglo trece nos imaginamos el siguiente diálogo entre Alfonso X el Sabio (ver nótula 1000 en Gente del Puerto), fundador de El Gran Puerto de Santa María  y Moisés, uno de sus desconocidos traductores:

—Mi Rey. ¿Qué queréis? —Quiero algo que llene mis días, algo que me recuerde que hay vida más allá de las persecuciones y las guerras. —Tengo lo que me pedís. Lo he visto en Fez y en las soleadas tardes de Marrakech. Puede verse, también, bajo la luz blanca de la luna en las noches claras del desierto, a gentes embelesadas, embrujadas por la atracción fatal de su geometría, desde el Atlas hasta la misma Persia. —¿De qué me habláis, traductor? —Os hablo de un maravilloso juego que es como la vida misma, como el alma de la tierra. De un juego que simula las miserias y la astucia de la gente, que enfrenta a reyes y guerreros y estimula el seso, más allá de la ventura. De un juego que puede absorber todas las horas del día, tal es su profunda complejidad. De un juego cuya belleza es inigualable, pues la simplicidad de la simetría de su tablero y las reglas sencillas de los movimientos de sus piezas dan paso a una explosión de tácticas y sacrificios y movimientos como jamás hayáis visto. –¿Y cómo se llama este juego tan peculiar? ¿Por qué no lo conozco? ¡Habla, traductor, en nombre de tu fe hereje!

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Moisés, el traductor desconocido, suspira ante la insistencia de Alfonso; sabe que tarde o temprano, él o sus descendientes volverán a marchar a otras tierras. Los reyes cristianos ponían las guerras en la península ibérica; ellos y sus reinas y sus consejeros y sus ejércitos con sus caballos y caballeros. Y en cada castillo una torre que parecía inexpugnable dominaba el paisaje; la península era un tablero jugado a varias bandas: cristianos contra musulmanes y judíos que aún podían establecer relaciones con la corte cuando no eran perseguidos, instigados por las proclamas papales o de los reyes de turno. En medio de tan desolador paisaje, Ramon Llull, un adelantado de su tiempo, escribía sus filosofías y sus artes magnas y sentaba unas bases lejanas, pero ciertas, para la teoría de la información computacional de donde beberá la incipiente ciencia de la inteligencia artificial a mediados del siglo XX.

ramonllullEl ajedrez trajo consigo un modelo de sociedad, un modelo de conocimiento y un pasatiempo que se tornó a llamar «real» (de la realeza, por supuesto) que reflejaba una gran metáfora de la situación del momento. Lo habían dejado los árabes en la Europa meridional y lo jugaban tropas y cortesanos y reyes. Frente a los otros juegos, era paradigma de la razón, de la inteligencia y así lo entendió el rey Alfonso. En ese diálogo entre un rey que busca conocimientos de sus vasallos herejes, en medio de esas guerras que se hacían en nombre de la fe, el rey y sus traductores terminaron, hacia 1283, el Libro de los juegos, ajedrez, dados y tablas, una recopilación, podríamos decir, de actividades ociosas permitidas por la gracia divina. El libro, como muchos otros que salieron de manos de los traductores de la corte alfonsina, procedía de obras árabes hechas tiempo atrás. Los traductores transmitían la cultura y el conocimiento que traían los árabes del norte de África y más allá hacia oriente, de Persia y la India y hasta de la antigua China, a una península que se había pasado demasiado tiempo absorbida en las guerras y en las inopinadas consecuencias de la misma gracia divina que permitía algunos juegos.

...continúa leyendo "1.924. ALFONSO X. La inteligencia y la suerte."

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macarenaosborneheard_puertosantamariaMacarena Claudia Osborne Heard, única hija de Rafael Osborne Macpherson y Claudia Antonia Heard, de origen norteamericano perteneciente a una familia petrolera de Tejas (EEUU). Fueron quienes construyeron la casa palacio de la Finca ‘El Cerrillo’ edificio que, durante los años ochenta, fue la célebre discoteca ‘Joy Sherry’, gestionada por Pedro Trapote, y de la que Macarena fue propietaria hasta mediados de dicha década. Había nacido en 1951.
Su padre, un hombre de mundo con el que se modernizó y creció bodegas Osborne, amigo de Dalí --que diseñará la famosa botella del brandy Conde de Osborne y hará publicidad de la empresa vinatera-- fue el impulsor de uno de los mayores aciertos publicitarios del siglo XX: el toro de Osborne, diseñado por el publicitario, artista y medallista Manolo Prieto en 1957. Su padre, que había sido hermano mayor honorario de la Hermandad de la Misericordia,  falleció en Montreaux (Suiza) en 1985.

andressotocarrera_puertosantamariaAndrés Anastasio Soto Carrera, fraile capuchino con el nombre de Gil de El Puerto de Santa María, nació el 29 de junio de 1883. Fueron sus padres Andrés Soto y Genoveva Carrera. siendo bautizado el 26 de julio de 1883 en la Iglesia Mayor Prioral, recibiendo los nombres de Andrés Anastasio Marcelo Pedro de la Santísima Trinidad.  Siendo aún niño ingresó en el Seminario Seráfico, de donde pasó, una vez finalizados los estudios de humanidades, al noviciado, vistiendo el hábito capuchino con 15 años de edad , el 5 de julio de 1898 y emitiendo su profesión simple el 27 de julio de 1899 y la solemne el 5 de enero de 1905; fue ordenado sacerdote el 21 de diciembre de 1907.

Ocupó  diferentes cargos  de relevancia tanto en la orden como el de profesor y director del Colegio Seráfico, Lector, Vicario, Guardián, Maestro de Novi­cios, doce años secretario provincial y Definidor Provincial.

El P. Jerónimo de Málaga afirmaba que era un religioso "muy humilde, obediente, observante de la pobreza; tenía en gran estima el buen uso del tiempo y cumplía, muy diligentemente, con sus deberes a la hora de preparar las predicaciones o las cla­ses..." Casi todos los que lo conocieron destacan su espíritu de obe­diencia, su total disposición para aceptar las órdenes de los supe­riores puesta de relieve en el hecho de que "siendo Secretario Provincial, debería residir en Sevilla, pero estaba en Antequera por obediencia y para ser más útil a la Orden como Profesor" (P. Sebastián de Villaviciosa). Tenía también una gran capacidad de trabajo.

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El municipio de Antequera, durante la contienda civil.

GUERRA Y ASESINATO.

La Guerra Civil le sorprendió en el convento de Capuchinos de Antequera (Málaga) junto a otros compañeros suyos. Según el relato que se conserva, «el 6 de agosto de 1936 por la tarde, milicianos mandaron al P. Gil y a sus compañeros salir del convento. En sus palabras y Fray Gil, nervioso, trasladó a sus otros seis compañeros frailes con los que llevaba unos días en el Convento de Capuchinos, asediados: ‘Mandan que salgan todos los Padres, que si no va a ser peor’. Andrés Soto fue el pri­mero en salir fuera. Mientras se dirigía hacia el monumento de la Inmaculada con sus compañeros, rezando el Libro de Horas, cayó abatido por las balas de sus ase­sinos».

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Momento del mensaje del Papa, durante la beatificación. / Foto: José Luis Sellart.

BEATO Y MARTIR DESDE EL 13 DE OCTUBRE.

Uno de los 522 mártires del siglo XX beatificados por la Iglesia el pasado domingo 13 de octubre de 2013 en Tarragona ha sido Andrés Soto Carrera. El vicario de La Prioral, José Luis Oca, en su misa en las Concepcionistas recordó el domingo 13 a este, según sus palabras, ‘Mártir del Siglo XX'. En estos días se han estado repartiendo en La Prioral estampas devocionales alusivas a la beatificación, en la que el sacerdote capuchino aparece junto a un grupo de religiosos antes de su muerte en el año 1936. 77 años después, la Iglesia culminaba su proceso de beatificación, entre comentarios a favor y en contra con motivo de las heridas de nuevo abiertas, de los que recuerdan a sus fallecidos de uno y otro bando de la contienda civil.

Se han cumplido 190 años desde que, el 1 de Octubre de 1.823, desembarcara Fernando VII en El Puerto, tras su liberación por “Los Cien Mil Hijos de San Luís” de la prisión a la que le tenían sometido los liberales en Cádiz.

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“Desembarco de S.M. el Rey Don Fernando VII en El Puerto de Santa María, el 1 de Octubre de 1823.” José Aparicio. Óleo. El original (*) desapareció en un incendio. Esta es una copia del mismo autor (1,10 x 0,82), que se conserva en la Sala del Museo Romántico, de Madrid, propiedad de Mariano Rodríguez Rivas en 1959.

(*) El cuadro a gran tamaño estaba en el Convento de las Salesas Reales, de Madrid, donde estaba situado el Tribunal Supremo. Ardió completamente por efecto de un devastador incendio.

Poco después, el ‘malajoso’ rey del paletó derogaba la Constitución liberal, en el número 74 de la calle Larga. Un lugar, al parecer maldito, pues los comercios que alberga el actual Centro Comercial allí instalado (solo se conserva la fachada con una placa que recuerda la efemérides), no suelen tener, salvo excepciones, una larga singladura.

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Número 74 de la calle Larga, donde hoy se encuentra un Centro Comercial, (solo se conserva la fachada), donde se derogó la Constitución liberal.

Hay que recordar que cuatro años antes, aquí, en las afueras de El Puerto, se reprimió un intento de revolución el 8 de julio de 1819. Su propósito era imponer un régimen constitucional a Fernando VII, previo al ‘Trienio Liberal’, que fracasó por diversas circunstancias, siendo conocido como ‘El Pronunciamiento de El Palmar’. 

Pero volvamos a 1823. Así relata Santiago Montoto el suceso reflejado en la reproducción del óleo que acompaña estas líneas: «La hermosa ciudad, un día Capitanía General del Mar Océano, reunía en su seno lo más selecto del ejército francés y de los personajes del gobierno realista: el embajador de Luís XVIII, los de la Santa Alianza, el Presidente de la Regencia, Duque del Infantado, el ministro don Víctor Sáez, el Duque de Angulema, el Duque de Guiches… El muelle de El Puerto se hallaba engalanado con banderas y gallardetes; por las aguas de la bahía surcaban barcos empavesados. […]"

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Vista de El Puerto de Santa María, desde el Castillo de San Marcos. Los soldados al mando del Duque de Angulema, en el Patio de Armas del Castillo, al fondo Cádiz y los barcos que traían libre a Fernando VII, para llegar a los muelles de El Puerto. (Colección L.S.A.)

"La falúa real atracó al muelle… Una lluvia de flores cayó sobre Fernando y su familia. El Rey dio a besar su mano a las personas más significadas y ostensiblemente mostraba su alegría al pisar la tierra de El Puerto. Abrazó al Duque de Angulema, […] y se apresuró a buscar descanso en la hermosa casa que le habían señalado en la calle Larga, número 74, propiedad a la sazón de la familia Reinoso Mendoza de las Panelas, constituyendo el desembarco, según el Marqués de Miraflores, una de las escenas más interesantes que ofrecen los siglos»

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“Llegada de Fernando VII en una falúa al muelle de El Puerto de Santa María”. Litografía. (Colección de Antonio Osborne Vázquez en 1959)

El Puerto, por aquella época, se emperifollaba feliz por la presencia de tantos y tan principales personajes de toda índole, con repique de campanas en la Prioral. Los portuenses de 1823 vivieron en primera persona los agitados acontecimientos, violentos unos, diplomáticos otros; las conspiraciones y las traiciones, que han quedado reflejadas en tan triste momento de la historia de España: unas tropas extranjeras venían a liberar a un torpe rey de infausta memoria, que vino a derogar en nuestra Ciudad –por segunda vez- la primera carta magna que provenía del pueblo, fruto de la convulsa España de principios del XIX,  dando paso  a la que sería conocida como “Década Ominosa” (1823-1833). Autoridades y potentados, diletantes y militares, residentes o sobrevenidos se erigieron por unas fechas en protagonistas en torno a ese momento que finaliza con el desembarco real y subsiguientes decretos de anulación de lo actuado en el anterior periodo de política constitucional. A partir de ese día se produjo una fuerte represión, con especial depuración de oficiales del ejército, jueces, funcionarios y cuantos hubiesen colaborado con el gobierno liberal, faltando el rey a su palabra/manifiesto de un ‘olvido general’ para los protagonistas del periodo liberal.

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Grabado que representa una escenas del episodio de la liberación por el Duque de Angoulême y los “Cien Mil Hijos de San Luis ” del Rey Fernando VII, retenido en Cádiz por los liberales por sus veleidades absolutistas.  J.P. Wagner sobre dibujos de Andreas Rossi. Siglo XIX. (Colección J.S.A. Bruselas).

Texto del Grabado: «LLEGADA DE S.A. EL S. DUQUE DE ANGULEMA AL QARTEL GENERAL DEL PUERTO DE SANTA MARÍA EL 16.DE AGOSTO.
Al Excmo. S4. José Aznarez Navarro Sanchez y Fuertes. Consegero de Estado. Academico de honor de Nobles y bellas artes de San Luis de la Ciudad de Zaragoza, individuo de la Real Sociedad Aragoneza de Amigos del Pais. Socio honrífico de la de Sevilla y Asistente de esta Ciudad. Yntendente general de Facto de los quatro Reynos de Andalucia y de la Provincia en Comicion.

Y el portuense de a pie asistía, desde calles y plazas a un incesante ir y venir de carrozas, compañías de militares, servidumbre distinguida, acopio de avituallamientos, movimientos económicos y zarandeo a la monotonía. Era un reality show, en vivo y en directo.

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“El Puerto desde la Otra Banda”, con el puente colgante sobre el Guadalete. Litografía utilizada como cubierta del libro de Santiago Montoto ‘El Puerto de Santa María en la liberación de Fernando VII’. 1959. Edición Limitada de 500 ejemplares.

La  medalla que luego otorgara el rey al ayuntamiento de la Ciudad, como agradecimiento por los servicios prestados, venía con una cinta amarilla y hojas de laurel. Con posterioridad serviría de inspiración para los colores amarillo y verde de la Hermandad del Rocío, en el segundo tercio del siglo XX y mas tarde para definir los colores de la Ciudad. Unos colores basados en un momento indigno de la historia española. Ya hay quien aboga por el carmesí del pendón de los Duques de Medinaceli, señores de El Puerto hasta su incorporación a la corona, o el sugerido, previamente, en colores alfonsíes por su vinculación con la fundación por el rey Sabio. Que son, por otro lado, los colores del Racing Club Portuense junto con el blanco.

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Explicación de los personajes que aparecen en el cuadro de José Aparicio, que aparece al inicio de esta nótula.

Lo cierto es que el suceso, reproducido en un óleo de José Aparicio depositado en el Museo de Arte Romántico de Madrid (ojo al linnun crucis reproducido, cruz que se conserva en el tesoro de la Prioral), marca de forma clara a la Ciudad. Un lugar donde la Constitución es abolida, donde los principios de soberanía del pueblo venían a ser pisoteados por alguien que no supo interpretar su papel, en el escenario de una España que quería caminar hacia la modernidad. Se cerraron universidades y periódicos; se restableció la censura; se expurgaron bibliotecas y librerías, y no se restableció la Inquisición abolida en el Trienio Liberal, de puro milagro, valga el contrasentido. Un rey bajito de miras, corto de alcances y que pasó a la historia con semejante baldón, permaneciendo en las coplas por usar aquel gabán afrancesado, de paño grueso, largo y entallado: el paletó. Vaya prenda para un tío malaje. /Texto: José María Morillo.

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juanespinosapalacios_II_puertosantamariaEl día 6 de agosto se cumplieron 14 años de la desaparición de Juan Espinosa Palacios, “Juani de Guadebro”. Le conocí algo tarde y tengo que decir que su conversación, sus conocimientos, su humanidad y su cocina hicieron que, desde la admiración, aspirase a su amistad, algo de lo que me enorgullezco catorce años después de su óbito.Tenía Juan esa sabiduría aprendida desde chico entre fogones, barra de bar y ambientes marineros, primero en el bar de sus padres -Eugenio y Milagros-  de la calle Cañas; luego en el restaurante Guadalete, para independizarse en el establecimiento  cuyo nombre tomó prestado de la inmobiliaria, en la Avda. Antonio Fernández Sevilla.

Juan miraba en el bar como el que mira en el mar al horizonte, desde lejos y al lejos. Y cuando la complicidad se establecía, la conversación era fluida, las confidencias largas y los momentos mágicos de estar a gusto, de estar bien, en compañía de otros amigos como Carmelo el taxista, hacían que se retrasase la hora de continuar otras obligaciones. Tenía un libro de recetas al que tuve oportunidad de tener acceso y allí había magia -la alquimia de los peroles- ya que eran sabias combinaciones entre los frutos del mar y de la tierra.

Como comprenderán, no solo tuve acceso a las recetas sino que probé la mayoría de sus platos: raya en pimentón, caballas con fideos o aliñadas, chocos con garbanzos o éstos con langostinos, pescados con salsa de carne, atún en escabeche o mechado, rape en pan frito, urta como a la roteña, pescado en sobrehusa, papas con chocos, pescados y mariscos a la sal, y un arroz de mariscos caldoso que, por mucho que lo intento, no consigo emular.

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Juan el día de su boda. Detrás, en el centro, su hermano Eugenio, (nótula 414 en GdP).

Al final de, lo de menos ya era la comida. Eran las conversaciones profundas de un hombre que había vivido lo suyo, que lo compartía y que se nos fue a destiempo, pero dejando un gran legado: sus hijos y su forma de ver la vida, de hacer la cocina de aquí, de hacer amigos. /Texto: José María Morillo.

RECETA DE JUANI: CHOCOS CON GARBANZOS.

Ingredientes. 1 Kg de chocos, 2 botes de garbanzos, 1 cebolla, 2 pimientos, 2 ajos, 1 vaso de tomate frito, hierbabuena, 1 cucharadita de café de pimiento molido de la comarca de la Vera. Vino Fino. Azafrán.

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Elaboración. Se cuece el choco en agua con un poco de sal hasta que esté tierno y se reserva el caldo. Se corta el choco en trozos y se lavan los garbanzos. Con el aceite ya caliente se rehogan las verduras, una vez doradas se le añade el azafrán, el pimiento molido y el vino que dejamos evaporar y añadimos el agua de los chocos y la sal, teniendo en cuenta que el agua al cocer los chocos ya tiene sal. Una vez cocido se bate y se cuela y, en ese caldo se añaden los chocos y los garbanzos con el toma frito y la hierbabuena.

Más información de Juan Espinosa en GdP.

Nótula 321: El Alquimista de los Peroles.

 

 

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En la fotografía, de izquierda a derecha: José Sánchez Ivars, José Rico, conocido como ‘Joselito Baltasar’ uno de los ‘llamaores’ de El Puerto y Antonio Pascual Rostoll, en el ‘Martínez Ferrer’, anteriormente llamado ‘San Servando’. La figura del llamador está prácticamente perdida con la aparición de los teléfonos móviles. Otros llamadores fueron Vicente Albaiceta Núñez conocido como  ‘Manolico’ y Manuel Patino Berciano.

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Hace años, en la práctica totalidad de los puertos andaluces existía un personaje que, siempre alerta y a cualquier hora de la madrugada se encargaba de avisar a los pescadores insistiendo una y otra vez para informarles que había llegado el momento de partir hacia alta mar. A esta persona, todos cariñosamente la conocíamos como el “llamaó”.

Su voz en la madrugada era inconfundible para los hombres de la mar y sus familiares. No solamente se conformaba con recibir el “ya” por parte del pescador, además de esto, lo esperaba y lo acompañaba hasta el muelle para que junto al resto de sus compañeros pudiera comenzar la singladura. Su figura era imprescindible, y como fieles cumplidores de su trabajo no desfallecían en su cometido. Difícilmente un pescador no zarpaba para la mar por quedarse dormido.

Los bares cercanos a los muelles de El Puerto eran los puntos de encuentro de los marineros. Un ejemplo de ellos es el desaparecido bar “La Lucha”, que estaba situado en la Bajamar de El Puerto de Santa María. A ellos también acudía el llamador, el cual estaba atento y pendiente a cualquier indicación de la tripulación. Era uno más de ellos, participaba del día a día, de todo cuanto acontecía alrededor del barco, de sus capturas, de las condiciones meteorológicas adversas, de las averías, y en definitiva, de la problemática personal o laboral de cualquiera de sus compañeros. Aunque los pescadores cambiaran de embarcación, el “llamaó” seguía avisándoles, pues la relación entre ellos era de por vida. Tal es así, que se acercaban también a los entresijos familiares y se desvivían por ayudar en ausencia de la marinería.

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Descargando para la subasta del pescado.

Aparte de las funciones de avisador, actualmente en la vecina localidad de Sanlucar de Barrameda, también suelen actuar como lancheros, o incluso se dedican a la guardia y custodia de las embarcaciones mientras permanecen en puerto. Tan importante es su trabajo, que sus hijos suelen seguir la tradición, reemplazándolos llegado ya el momento de no poder continuar por razones de edad o por problemas de salud.

Son personas vinculadas a la mar, la mayoría de ellos son pescadores ya jubilados o incapacitados para su profesión habitual por cualquier problema de accidente o enfermedad pero, sin duda alguna, son uno de los eslabones del sector pesquero. Desde el punto de vista laboral no cuentan con la cobertura necesaria ya que tan solo reciben las cantidades que conciertan con los marineros por marea. Sin embargo en Sanlucar de Barrameda por la dedicación a otras tareas, el llamador por uso y costumbre participa del antiguo sistema tradicional “a la parte” percibiendo cantidades en consonancia con las faenas realizadas.

Desgraciadamente, hoy por hoy, la figura del llamador se encuentra en vías de extinción, pues las nuevas tecnologías han llevado a los barcos a autorregular sus salidas. Vaya este reconocimiento a aquellos que se marcharon y a los que actualmente quedan entre nosotros. A su atenta voz de madrugada y a su extraordinaria y eficaz colaboración con la actividad extractiva y con los hombres de la mar. /Texto: Antonio Carbonell López.

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paquitomorenoacosta_puertosantamariaYa ves, después de tantos años,  tu recuerdo sigue anclado, en este corazón mío, como huella indeleble de lo mucho que te hacías querer.

Y es que eras un niño adorable con muchas ilusiones y proyectos, pero a la vez con los pies en la tierra sabiendo tus limitaciones. Tu mayor logro  era poder levantarte cada día pletórico de facultades, para felicidad de los tuyos, entre los que me encuentro. No, no teníamos una sola gota de sangre en común, pero…es que acaso eso es importante?  Yo sé bien que no, porque no solo éramos dos familias amigas, de eso nada! Había lazos invisibles de sincero y fraternal cariño. /Paquito, delante de su casa de Pozos Dulces; detrás, la iglesia del Convento del Espíritu Santo.

Muchos fueron los momentos que compartimos, durante esos  veinte dos años,  y nunca un enfado, a pesar de  que ambos teníamos, nuestro poquito de genio. Y es que tenías lo que se dice ‘mano izquierda’ --símil taurino-- a la hora de  saber darle su sitio a cada uno de tus muchos amigos. Como no ibas a hacerlo, si tenias una claridad mental, envidiable.

Querido Paquito, está claro  que estabas genialmente  dotado para las artes,  pero  el caprichoso destino, hizo diana en ti y no te permitió cumplir todos tus sueños,  ni  a mi poder tener la dicha de verte realizarlos. Eras muy grande, y por tanto sé que allá en el cielo, seguro que estas deleitando a toda la corte celestial, con tu  prosa, tu  alegre y colorido trazo y con el  armonioso y sentido sonido de tu guitarra.

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De izquierda a derecha, Antonio Morión Monge, Capataz de Williams & Humbert Ltd., de Jerez;  José Lobato Peralta,  Capataz de Fernando A. de Terry, padre de Mari Carmen Lobato, casada con Javier Benjumeda; Luis Moreno Paz, Capataz de Fernando A. de Terry  padre de Juan Luis, Tatín, Mila y Paquito Moreno; y Manuel Camacho Cala, Capataz de Osborne y Cía., hermano de Milagros, la segunda mujer de Pepe Romero Zarazaga, de Romerijo. A estos capataces de la fotografía les dieron un homenaje en una Fiesta de la Vendimia de Jerez, en la década de los sesenta del siglo pasado.

¿Te acuerdas, como  me ganabas en todo? Yo, si y nada, no había nada que hacer, puñetero, que hábil eras  dejándome ganar alguna vez, para que no me sintiera mal. Y es que las cosas en su sitio, no era rival para ti, ¿ambos dos lo sabíamos verdad? No sabría por dónde empezar, si tuviera que enumerar todos los gratos momentos pasados en tu compañía,  pero si te parece,  ¿te acuerdas de cómo me invitabas a jugar con tus vecinos y amigos a la puerta de tu casa? Bien a la pelota, a las cuatro esquinas, al pañuelo etc. Tu pobre madre,  requiriéndote y  con el “¡Ay! en la boca” atenta para que no te cansaras, ni sufrieras ningún rasguño, ni caída. Escucha,  todas las madres, somos ‘un poquitín pesaditas’, ahora lo sé, pero era lógico,  tú eras su niño de su alma, y  sabía que  cualquier esfuerzo era perjudicial para ti, pero claro tú querías seguir jugando. Yo alucinaba con tu habilidad con el Mecano, los juegos de construcciones  y con esos  estupendos juguetes, que aunque nuevos siempre compartías.

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De izquierda a derecha, Milagros Moreno Acosta, Conchita, María Jesús y Kika Vela Durán, hermana y amigas de Paquito, respectivamene.

Todo te parecía poco para agradarnos. Recuerdo como  me explicabas  que vino contenía, cada uno de  tu amplia colección de botellines. A mí me gustaban los que tenían mallas, me parecían muy bonitos, además me viene a la memoria como se reunían   en la azotea de la casa de una  amiga- a la hora de la radio novela: Ama Rosa, Esmeralda, Lucecita etc. Que habilidosas eran. ¡Anda que no se lo pasaban bien, ni nada! Fíjate, que más de una vez, creo haber acompañado a  algún sitio donde se las recogían, solo que no lo pongo en claro. Así, como al Colegio de las hermanitas en la calle cielo, a por leche el polvo... La primera vez que mi amiga me  dio una cucharadita, casi me ahogo,  pero la verdad es que estaba buenísima, y más de una vez le puse la mano, y  aunque este feo decirlo,  más parecía un gato que una niña.

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Paquito, delante de su casa en Pozos Dulces. Detrás la desaparecida bodega de Pedro Domecq, derrumbada para hacer el ensanche de la entrada a El Puerto por dicha vía.

Y es que así era nuestra ciudad en aquellos años,  bulliciosa y alegre.

Bulliciosa, porque las calles  tenían vida, cierto es que  prácticamente casi todos vivíamos en el centro, y que apenas empezaban a construirse las primeras barriadas. Alegre, porque al haber tan pocos coches, por la tarde a la salida de los colegios, los niños nos adueñábamos de ellas con nuestros juegos y era  pura alegría. Ahora han cambiado mucho las cosas, apenas si se ven niños jugando, y los pocos que hay, no siempre son cívicos y respetuosos. Una pena, pero así es, a nosotros nos reñían y agachábamos la cabeza  sin chistar. Ahora es un poquito……complicado.

Muchas de las cosas que hemos perdido, sin lugar a dudas, es la familiaridad entre vecinos,  y no saben los que se pierden,  porque nosotros lo pasábamos muy bien juntos. ¿Te acuerdas  de los largos paseos --éramos muy pequeños, y todo parecía muy lejos-- los domingos  por la tarde  con nuestras tías Lalo y Tata? Cruzábamos el puente San Alejandro, y llegábamos hasta una pequeña Venta Pacorro, --creo-- y  allí descansábamos un poquito,  nos tomábamos una Mirinda y como estaba en pleno campo jugábamos  de los lindo  y de vuelta a casa, cansados pero muy contentos, y nuestras madres más, porque caímos rendidos  y no dábamos guerra. ¿Y de los guateques de nuestros hermanos mayores?  Ahora en la distancia, me parecen entrañables. Aunque a nosotros  los pequeños, no nos dejaban entrar --normal-- nos colábamos y echábamos nuestros bailecitos Tenían la música más en boga del momento como: La casa del sol naciente de The Animals, Noche de blanco satén de The Moody Blues, Desencadenando Melodías de The Righteous Brothers, Yesterday de los Beatles y tantas canciones bonitas.  La cosa se animaba con el  Twist, y  la Yenka, esperando siempre, que no viniera algún patoso y  sin querer moviera  el tocadiscos y rallara los discos de vinilo. Que agradable  era todo, ¿verdad?

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En la imagen, El Puerto anegado por las lluvias, delante de casa de nuestro protagonista. Con delantal a la derecha, María Acosta Higueas, prima de María Torres Higuera, conocida modista de La Placilla.

Como agradable y entrañable,  era el reunirnos las dos familias para hacer las tortas de Navidad. Recuerdo que mi padre  nos traía  naranja agria y si no la encontraba, se la pedíamos al guarda de la Plaza Peral. Un par de ellas, nada más, porque tampoco había que abusar. Todos disfrutábamos mucho, con los preparativos, y  tú con ese salero que tenías  nos hacías pasar una tarde inolvidable con tus chistes y  gracietas.  Y es que estabas sembrado!

Unos  estirábamos la masa con  rodillos, otros con botellas, y  los más pequeños solo nos limitábamos  a hacer la forma redondeada de las tortas con vasos. Todos echando una manita y animando el cotarro y  hasta  haciendo música con la botella de Anís del Mono, con las panderetas, matracas y zambombas, hasta con las tapaderas de las ollas si venia al caso. Cuando alborotábamos en demasía,  tanto tu tía Lalo, como mi tía Emilia, nos ponían firmes en un segundo, y todos más buenos que el pan.

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La casa donde vivía Paquito, en la actualidad (entre la entrada principal a El Cortijo y el desaparecido Economato de Terry). En la planta baja vivían los Moreno Acosta y en la superior los Ameneiro Rodríguez.

El colofón era el día de reyes, todos deseosos de ver lo que SS.MM. los Reyes  de Oriente  habían tenido a bien dejarnos a cada uno. Dudas había, porque  más de una vez nos habían dicho, que nos podían traer carbón,  pero nunca fue así. No, no es que no hubiera carbón, claro que lo hubo pues  uno de los reyes magos, debía ser un poquito guasón  y nos gastó la broma, pero. menos  mal  que era de caramelo. Nuestras caras eran unos poemas todos alucinados preguntando…. ¿a ti que te han traído? Pues a mí esto  o aquello  y claro nuestros mayores poniendo caras de circunstancias para no descubrirse.

Ves querido Paquito, ¿como tus veintidós años, han sido muy ricos en vivencias y en  bonitos recuerdos? Pasaste por este mundo, dando muchas alegrías, y lecciones de vida. Alegrías porque todo tú eras, un día  radiante y esplendoroso,   de  risas contagiosas, de calidez y cariñoso magnetismo, porque  irremediablemente,  te llevabas de calle  a cuantos te conocíamos. Y  lecciones, por la  dignidad y  entereza, al  afrontar tu enfermedad, contagiándonos de  optimismo y dándonos el alma, en cada uno de esos  benditos veintidós años,  de un ser humano maravilloso y  excepcional.

Querido Paquito, gracias, por el privilegio de  tu valiosa amistad. /Texto: María Jesús Vela Durán.

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The_Battle_of_Trafalgar-puertosantamariaEn los días que sucedieron al nefasto 21 de octubre de 1805 (se cumplen hoy 208 años), penúltimo desastre naval, una decena de barcos derrotados, con sus bodegas llenas de heridos, la mayoría desarbolados y con graves averías,  fueron zarandeados a placer por la tormenta que azotó el Golfo de Cádiz, desde el cabo Trafalgar al de Santa María, desde Tarifa hasta Faro, terminando por arrojarlos, desencuadernados unos, varados otros, a las costas gaditanas y onubenses. /En el folleto inglés, se relatan las hazañas victoriosas del almirante Horacio Nelson en Trafalgar, quien pereció en la batalla naval.

Cercano a nuestra ciudad, según relata magistralmente la historiadora gaditana Lourdes Márquez Carmona en su artículo “Naufragios de la Batalla de Trafalgar y El Puerto de Santa María”, publicado hace una década en el número 30 de la “Revista de Historia de El Puerto”, zozobraron cuatro embarcaciones; dos francesas: El “Indomptable”, navío de 80 cañones al mando del capitán Hubert que se fue a pique pereciendo casi toda su tripulación, y el “Aigle”, de 74 cañones, capitaneado por Courrége que también se hundió, posiblemente frente a la Punta de los Saboneses, entre El Puerto y Puerto Real, y dos españolas: El “Neptuno” del porte de 80 cañones, mandado por el Brigadier Cayetano Valdés, el mismo que dieciocho años después dirigiría la falúa en la que Fernando VII viajó de Cádiz a El Puerto, liberado por los Cien Mil Hijos de San Luis Y el segundo barco de línea de la Armada española naufragado fue el “San Francisco de Asís”, de 74 cañones, comandado por Luis Antonio de Flores.

Cayetano_valdes_puertosantamariaHace unos años, - en 2005- con motivo de la celebración del segundo centenario vieron la luz infinidad de libros, artículos y reportajes en los que se analizaban y desmenuzaban todas las circunstancias y detalles de la efeméride. En estos días en que estas trágicas jornadas vividas por nuestros antepasados cumplen 208 años desde que se produjeron voy a relatar dos anécdotas de salvamentos de náufragos, de entre las muchas que conforman esta página de la historia moderna de España./ En la imagen de la izquierda, retrato de Cayetano Valdés y Flores capitán general de la Real Armada. Pintado por José Roldán y Martínez, realizado en Sevilla en 1847, por encargo del Museo Naval.

El “Neptuno”, que tenía 55,6 metros de eslora (largo) por 15 de manga (ancho) debió encallar en alguna de las escolleras naturales que rodean al fuerte de Santa Catalina. Podemos hacernos una idea del encaje que debió tener entre las rocas al mantenerse allí varado sus restos durante al menos dos años, tiempo que se tardó en rescatar toda su artillería. Con el mar embravecido resultaba imposible organizar el rescate de la tripulación. El método empleado en estos casos era armar una “jangada”, una especie de balsa construida con los propios restos del naufragio y con troncos de árboles, en la que se incluían numerosos asideros y dos postes, a proa y a popa, a los que ataban cabos para remolcar en las dos direcciones. A esta operación de tirar –jalar- desde el barco naufragado hacia él, y la contraria, desde tierra, cuando los náufragos se situaban encima de la balsa, se la denominaba “alar la jangada”.

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Alzados y perfiles del 'Neptuno'.

Los marineros valencianos que formaban un curtido gremio en El Puerto  intentaron acercarse con sus barcas, valiéndose de su experiencia e intrepidez, pero les resultó imposible, pudiendo llegar tan solo a voz del barco. Desde la distancia, preguntado los tripulantes, que animales vivos llevaban a bordo, dijeron que gallinas y una pareja de cerdos. Siguiendo las indicaciones de los marineros arrojaron al mar uno de los cerdos al que habían atado a una de las patas traseras una cuerda robusta, aunque fina, que a su vez enganchaba a otra más gruesa que pudiese servir de cabo a la jangada. El cerdo, a pesar del fuerte temporal, alcanzó tierra nadando y de esta forma se pudo, alando la jangada, llevar a tierra gran parte de la tripulación, siendo rescatados los heridos, entre los que se encontraban el propio Valdés, el segundo comandante Joaquín Somoza y el resto de supervivientes, días después, al amainar el temporal, por parte del capitán Ayalde, Ayudante General de la Escuadra.

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Plano y perfiles del Castillo de Santa Catalina.

El otro navío, al que simplificadamente llamaban “Asís”, debió varar frente a Vistahermosa o Fuentebravía, en mejores condiciones para poder enviar un cabo a tierra que el “Neptuno” si no hubiera sido por la furia del mar que impedía que nadie pudiera acercarse a tierra, donde estaban preparando la jangada de rescate. En esas circunstancias, se le ocurrió al comandante Flores arrojar un tonel vacío con el cabo atado y esperar a que el oleaje lo llevase a tierra. Y así fue, aunque no acababa de llegar a la orilla por el reflujo del oleaje, ante la desesperación de un nutrido grupo de militares del Regimiento de Zaragoza, que estaban de guarnición del fuerte de Santa Catalina, del Departamento marítimo y de los Carabineros Reales que esperaban en la playa poner en marcha la jangada para el rescate. Rompiendo la impotencia pasiva de sus camaradas, un carabinero, azuzó a su caballo y ambos se internaron entre las olas con gran valentía y riesgo hasta alcanzar el barril, permitiendo el inicio  del rescate de los tripulantes del “San Francisco de Asís” que estaban ya en tierra en la madrugada del día 25, contabilizándose como una buena cifra que no pasasen de treinta el número de ahogados, lo que vendría a suponer un 5% de los tripulantes, y casi todos debidos a intentos fallidos de llegar a tierra a nado.

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Combate entre el San Francisco de Asís y tres fragatas el 25 de enero de 1797

A todos los que participaron y colaboraron en el rescate y cuidado de los náufragos se les realizó público reconocimiento de su labor, y a la oficialidad se le elevó un grado, siendo especialmente elogiados el capitán de Fragata Pedro Cabrera, el teniente de Fragata Francisco Michelena y el coronel del Regimiento de Zaragoza,  el Brigadier Narciso de Pedro, que fue ascendido a Mariscal de Campo y como tal participó en la Guerra de la Independencia.

Como habéis visto, tanto el cerdo como la montura del carabinero, dos animales, fueron parte importante en el feliz rescate de numerosos náufragos. / Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz.- A.C. Puertoguía.

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