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Aficionado y devoto de El Puerto de Santa María, escritor, periodista, dibujante, químico, atleta, bon vivant, con cara de anuncio de vino moscatel, el poeta viajero y gastrónomo Garmendia nos desvelaba, antes de morir en abril de 2007, por que escribía en la barra de los bares.

Pregunta: Para usted, ¿El Puerto de Santa María es...?.
Respuesta: Sevilla con agua salada.
P: Crítico de RNE, afamado gastrónomo, autor de más de 25 libros de toda laya. Licenciado en Ciencias Químicas. ¿Y aún le llaman bon vivant?.
R: La verdad es que mi vocación es la de ermitaño. Lo que pasa es que no he encontrado todavía un desierto donde se viva bien.
P: ¿Con quién le confunden más por la calle, con Fray Leopoldo de Alpandaire o con Fernando Fernán Gómez, caracterizado de ‘El Abuelo’?
R: Tanto Fray Leopoldo como Fernán Gómez pueden ser confundidos conmigo.
P: ¿Es verdad que usted escribe en las barras de bares y tabernas?
R: Sí. Las barras de los bares tienen la ventaja de que en ellas, además de escribir, se puede observar y escuchar.
P: Usted fue Campeón de España en Atletismo hace 50 años ¿qué le diría a Pedro Pacheco que al parecer corre con guardaespaldas?
R: Que yo no pude permitirme el lujo de llevar de escoltas a Carl Lewis y a Maurice Green.
P: En su calidad de crítico gastronómico le invitan a yantar y a libar de lo mejor, a dormir en las más afamadas posadas, le placean, y encima le pagan. Eso duele, ¿no?.
R: Eso duele, pero duele tan poco que casi no se nota.
P: En su libro ‘La Taberna del Traga, Santuario de la Gracia’, usted habla del Beni de Cádiz... ¿y que...?
R: El Beni de Cádiz fue el hombre con más gracia del mundo, después de su hermano Amós Rodríguez Rey.
P: ¿Algún plato de su elección, de esta zona?.
R: El bacalao al pil pil y la paella valenciana. Hablando en serio, las tortillitas de camarones.
P: ¿Quiere usted terminar con “un tercetillo asonetado” o sea, una soleá?.
R: Los “tercetillos asonetados” no existen. Sí los tercetillos asonantados, porque riman en asonante: “Aunque resulta sencillo/ en consonante rimar/ el dichoso tercetillo”.

Si bien Garmendia fue, también, humorista gráfico, salió de su propia gracia dibujarse a sí mismo en un peculiar autorretrato en verso, con el que saludó  a los lectores de El Correo de Andalucía en junio de 1970 (el dibujo se publicó en el mismo medio en 1971):

Nací en Sevilla; mi apellido es vasco.
Vasca mi sangre, vasca mi figura.
Temo a la gente, la cordial me apura.
La palmada en la espalda me da asco.

La hembra me enerva; le doy bien al frasco.
Soy tímido a la vez que caradura.
De cuanto di, jamás pasé factura.
Cuando me pica la ilusión me arrasco.

Creo en Dios. Uso barba, como Cristo.
Como Judas también, como el demonio.
Me gusta el mundo y me horroriza el mundo.

Soy uno más. Me canso, luego existo.
Adoro a mi mujer, me llamo Antonio,
y me muero segundo tras segundo.

 (Texto: José María Morillo).

1

Victor Unzueta Gabiola (Vitocho, como era conocido familiarmente) nació en 1921. De ascendencia vasca, aunque portuense por varias generaciones, era natural de El Puerto, ciudad por la que mantuvo un gran cariño toda su vida.  Su predilección por El Puerto fue tan grande, que incluso en sus últimos meses, cuando la enfermedad de alzheimer le hurtaba la memoria, recordaba con claridad y emoción el nombre de cada calle, cada rincón portuense y el lugar de residencia de las muchas amistades que tuvo.

Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla, Víctor Unzueta ejerció como abogado desde 1952 con despacho propio en su casa familiar, situada en la esquina de las calles Larga y Santo Domingo, donde residió con su mujer Sofía Melgarejo Osborne y con sus hijos Amparo, Fernanda, Lupe, Víctor y Cristina, antes de trasladarse a la calle Galeote de Vistahermosa, donde también se regentó una tienda de muebles clásicos y en la actualidad tiene su despacho de Gestoría José María Martín (ver nótula núm. 1545 en GdP). Fue empleado del Ayuntamiento y de la empresa privada, así como Juez sustituto. Formó parte de las Asociaciones de Padres de Alumnos de los colegios de sus hijos, tanto de enseñanza pública como privada

Víctor Unzueta Gabiola estuvo vinculado al mar desde su juventud, llegando a ser uno de los socios fundadores del Real Club Náutico en 1948. Su hijo Epi (ver nótula núm. 906 en GdP) es un reputado navegante.

De izquierda a derecha, Elías Martín, Carlos Campoy, Victor Unzueta, José Luis Poullet, Carmen Fernández y Pitarque, visitando la lonja del pescado el 21 de abril de 1982/ Foto: Rafa. Col. V.G.L.

El Ayuntamiento le dedicó en diciembre de 2007, en la Costa Oeste, un paseo frente a la Bahía que lleva su nombre, como reconocimiento a su generosidad en un momento muy importante para la historia de El Puerto, como fue la transición política, de la que fue un destacado artífice, siendo la persona más votada en las primeras elecciones democráticas celebradas en la ciudad después de la dictadura, en 1979, cuando se presentó a la Alcaldía como cabeza de lista de UCD, aunque no fue alcalde debido al pacto político de los partidos de izquierdas (PC, PSOE y PSA).

Victor Unzueta, arriba a la derecha, durante la celebración de 10 Años de Ayuntamientos Democráticos. Concejales electos: 1979-1989 La fotografía tiene 23 años: abril de 1989. El alcalde de la Ciudad, era el socialista Juan Manuel Torres Ramírez. (ver nótula núm. 827 en GdP).

Pese a ello, aun se le recuerda por la forma de hacer política: marcada por la educación, la amabilidad y los buenos modales hacia toda la Corporación, lo que allanó el camino para el cambio democrático en la Ciudad. Falleció en la madrugada del jueves 30 de abril de 2009 de un fallo cardiaco, a los 88 años de edad.

Candidatura a concejales por UCD en 1979. (1).

Candidatura a concejales por UCD en 1979. (2).

3

Juan Segura Lobo, nace el 20 de Septiembre del 1913 en El Puerto de Santa María, hijo único de Manuel Segura Pérez natural de Puerto Real y Carmen Lobo Rodríguez de ésta. Su padre, Manuel, trabajaba de guardagujas en la línea Jerez-La Parra y allí vivía la familia hasta que decide dejar este trabajo y abrir una taberna de vinos en el centro de El Puerto. A partir de aquí, existen dos versiones: , según un informe de la policía, Manuel abre el bar ‘El Chorro’ el 19 de Mayo de 1922 y según la mutua laboral de trabajadores autónomos el 20 de abril de 1921. Sobre esa fecha Manuel alquila la casa situada en la calle Ganado núm. 23  -entonces calle de Calvo Sotelo-- para vivir en ella y también alquila el local situado en el número 9 de la mísma calle, donde comienza la aventura del bar.

El nombre ‘El Chorro’ creemos es debido a una fuente que había un poco más arriba donde hoy esta Bankia, antes Banco Central, esquina con la calle Larga. Juan tiene por entonces 7/8 años y estudia en el colegio de Ricardo Alcón situado en la planta superior del bar, también va a Bellas Artes y da clases de Francés en la calle Larga, hasta que cierra el colegio (no sabemos por qué ni el año) y su padre lo pone a trabajar en el bar ya que este va marchando bien y lo necesita para que le ayude.

En el interior del Bar El Chorro, el padre de nuestro protagonista, Rafael Álvarez Santander, suegro de Ricardo 'el de las gomas' y Juan con su hija mayor en brazos, María del Carmen.

Fruto de este periodo fructífero, el 28 de Mayo de 1941 Manuel compra la casa completa a la dueña: Vicenta Serrano; esta casa da a dos calles, Ganado y Ricardo Alcón, decidiendo entonces la familia irse a vivir a la planta superior y dejar la de abajo para el bar que aumenta el espacio a casi toda la planta colocando mesas y sillas en un patio interior; también alquila un local situado enfrente justo del bar que utiliza como almacén y donde coloca varios toneles de vino.

Juan, en Sevilla, con algunos compañeros de hostelería.

Entre el año 40 y 50 del siglo pasado, nuestro protagonista, Juan comienza a llevar el peso del bar y le vemos en algunas fotografías con otros empresarios de la hostelería de El Puerto en reuniones que hacían en Sevilla todos los años.

También, en estos años, en un desplazamiento a Málaga, Juan conoce a la que sería su esposa, Magdalena Mercader Pérez, una mujer maravillosa, guapa, simpática y querida por todos. Magdalena deja su Málaga natal y se casa con Juan el 17 de Junio de 1951 y en Diciembre de 1952 nace su primera hija María del Carmen, en 1955 Victoria, en 1957 Manoli y en 1961 el único varón, Enrique.

Durante cuatro décadas, el bar se llenaba de clientes sobre todo a la salida de los trabajadores de los bancos y comercios y también los domingos, cuando había toros, era un trasiego de gente entrando y saliendo.

En el año 1952 Manuel, ya mayor, pasa todos los poderes  del bar a nombre de su hijo. Pero en la década de los sesenta la venta de vino en estos locales empieza a decaer y en el año 1961 Juan pide permiso para poner un futbolín; más adelante, en 1967 también solicita permiso para poner un televisor, para animar un poco las ventas pero estas siguen bajando y el cierre era ya inevitable, creemos que entre 1972 y 1975 el bar ‘el Chorro’ cierra sus puertas.

De derecha a izquierda vemos a los hijos de Juan y Magdalena: Manoli, Victoria, Carloti (una prima) María del Carmen y Enrique. A la madre, Magdalena, la vemos situada entre una pareja amiga, al parecer en feria.

Juan alquila parte del local para ganar algún dinero a una tienda de electrodomésticos con el nombre de "La casa de los Martínez". Aunque Juan sigue vendiendo vino algún tiempo más en el local que tiene enfrente de su casa hasta que en el año 1982 aproximadamente cesa toda actividad. Ya en su jubilación Juan se dedica a dar largos paseos por la ciudad y no había obra que se estuviese realizando en El Puerto que él no conociera.

Juan al fondo de la imagen, con algunos clientes en primer término.

Era muy buen amigo de los dos hermanos Roque --el de la zapatería, ver nótula num. 675 en GdP-- y el de la droguería --ver nótula núm. 280 en GdP--, así como de Manolo Carrillo el vendedor de periódicos --ver nótula núm. 076 en GdP--. Aficionado a los toros, la playa, andar y el vino. Falleció el 21 de diciembre de 1999.

Nuestro agradecimiento a José Cordón Quintana.

Después de la publicación hace un par de meses, en este mismo espacio, de mi colaboración sobre la estancia en nuestra ciudad de la condesa de Chinchón (nótula 1527 de GdP) en la que dejé constancia de mi desconocimiento sobre el tiempo que pudo estar alojada esta noble dama, que acompañaba a su hermano, Don Luis María de Borbón, Cardenal Primado de las Españas. A raíz de ese artículo, decíamos, el inefable y gentil archivero municipal, José Ignacio Buhígas, me mostró  uno de los numerosos relicarios culturales que allí se custodian, que en el caso que nos ocupa se trata de un pequeño libreto, impreso en Cádiz, en febrero de 1809, en la imprenta de Quintana, cuyo contenido no solo confirma la presencia de la nieta de Felipe V en El Puerto meses antes de que fuera ocupado por el ejército francés sino que nos proporciona fundamentos para establecer que su estancia duró más de siete u ocho meses. /En la imagen de la izquierda, el cardenal Luis de Borbón.

El largo enunciado del folletito, que tiene un formato aproximado de 15x21 cms. y 24 páginas, reza así: “Descripción circunstanciada de las Exequias que en virtud de Real Orden el Ilustrísimo Ayuntamiento de esta Ciudad y gran Puerto de Santa María en unión y acuerdo del Ilustre y Venerable Clero de su Iglesia Mayor Prioral celebró el día 21 de enero del presente año de 1809 por el Serenísimo Señor Conde de Floridablanca.”

José Moñino y Redondo, que ese era el nombre del I conde de Floridablanca, había fallecido en Sevilla tres semanas antes, el 30 de diciembre de 1808, al poco tiempo de haber sido nombrado presidente de la Junta Central Suprema que gobernaba los reinos de España y las Indias.

El ayuntamiento, en cabildo celebrado el 9 de enero, acató gustosamente la  real orden de celebrar el funeral y exequias por tan ilustre difunto, al que se aplicaría el rango de Infante de Castilla, coordinando el acto con el Venerable clero de la Prioral “y que mediante hallarse en esta Ciudad el eminentísimo Señor Cardenal Arzobispo de Toledo y administrador del de Sevilla, su digna hermana, la Serenísima Señora Condesa de Chinchón, el Excelentísimo Señor Arzobispo de Nicea, Monseñor Nuncio Apostólico de Su Santidad y el Señor marqués de Pontejo, pariente y doliente principal del Señor presidente difunto, pasasen las diputaciones a cumplimentar y convidar a tan dignas y respetables personas, con cuya asistencia tendría la función todo el lustre y decoro que era debido y deseaban los dos respetables cuerpos” –el capitular y el del Venerable Clero- señalándose las diez horas del sábado 21 de enero para la celebración del acto.

Con ser importante, que lo es, la confirmación de la estancia de Don Luis de Borbón, cardenal de la iglesia romana, del título de Santa María de Scala, Arzobispo de la diócesis de Toledo, Primado de las Españas, administrador y dispensador perpetuo en lo espiritual y temporal de la iglesia metropolitana y patriarcal de Sevilla, visitador y reformador apostólico, Grande de España de primera clase, Caballero Gran Cruz de la real y distinguida Orden de Carlos III y de las de San Fernando y San Genaro de Nápoles, y del Consejo de Su Majestad, el objeto principal de esta colaboración es dar a conocer la excelente descripción fotográfica que se relata en esa especie de acta testifical de las exequias que es el opúsculo que comentamos, cuya redacción o autoría creo debemos atribuirla a  uno de los diputados del clero, el presbítero Tomás José de Saelices, catedrático de Filosofía en el Colegio de Nuestra Señora de la Aurora.

El impresionante mausoleo funerario que se dispuso, superaba los once metros de alto. Se colocó bajo la bóveda del crucero principal de las tres naves de la iglesia Mayor y estaba “compuesto de tres cuerpos de orden toscano, con adornos propios de su estructura, finalizando en una aguja, todo de color negro y porcelana. En el frente del segundo cuerpo que miraba al pueblo se colocó el escudo de armas del difunto, primorosamente esmaltado, sostenido por dos genios que recibían en sus manos los extremos de una orla enlazada en dicho escudo con el mote: <VIRTUTI, ET MERITO>. Bajo el escudo, en el espacio del primer cuerpo, se colocaron cuatro cojines de terciopelos color carmesí, guarnecido de galones y borlas de oro, pendientes desde el primero la banda y Gran Cruz de Carlos III, el collar de la Orden del Toisón y, en el medio, la placa de distinción de la Junta central gubernativa y, sobre ellos, la espada, bastón y sombrero. En los cuatro ángulos de la superficie de la basa se pusieron cuatro hachones y en el pavimento de la iglesia, rodeando los cuatro lados, dieciséis de la misma clase, todos con cera de grueso calibre.” /En la imagen de la izquierda, el Conde de Floridablanca.

En el plano del presbiterio se colocaron en los dos lados de evangelio y epístola dos doseles de damasco de color carmesí con guarniciones a puntas, flecos y borlas de seda de dicho color; bajo de ellos sobre tarimas alfombradas dos sillas de brazos de caoba preciosamente embutidas de varias  maderas, con remates y guarniciones doradas, asiento y espaldares de terciopelo color carmesí y escudos de la iglesia bordados de oro, plata y piedras, reclinatorios cubiertos de paños grandes de seda y cojines todo  de color morado; a los lados de dichas sillas se situaron banquillos sin respaldo con asientos de terciopelo para los asistentes y cerca de las barandas del presbiterio, inmediatos a estos, escaños con respaldos cubiertos con damasco carmesí para los familiares, y delante de la grada del altar dos cojines morados para la adoración al tabernáculo del Santísimo Sacramento.

Interior de la iglesia Mayor Prioral.

...continúa leyendo "1.574. EL CARDENAL DON LUIS DE BORBÓN. Y las exequias del Conde de Floridablanca."

2

Francisco de la Milla y Aliaño nació en El Puerto el 12 de agosto de 1912, hace 100 años. Su padre, maestro de escuela, lo observó desde pequeño en sus estudios, buscando para él una carrera profesional que le resultara natural, que no fuera contraproducente a sus condiciones.

No era buen estudiante Paquito Milla, y así lo demostró en la escuela portuense. Con ocho años, su padre fue trasladado a una escuela nacional de Vejer de la Frontera y allá que se fue nuestro eterno niño. Hasta los catorce años, es decir, durante su infancia y primera adolescencia. Milla recorrí la bellísima población vegeriega, se enamoró de sus niñas y escudriñó su cielo azulísimo, reafirmando a su padre que era un desastre en los estudios pero que, sin embargo tenía una gran facilidad con las manos, sobre todo para dibujar y modelar todo aquello que le llamara la atención.

De nuevo trasladan al padre, con los 14 años de nuestro protagonista, a otro municipio, Puerto Real y será, precisamente, una decisión paterna lleva a Milla a Jerez de la Frontera, a viro con una tía y a comenzar los estudios de Artes y Oficios, acercándose al arte, su obsesión. Ya, con 19 años, su padre le matricula en Madrid, en la facultad de Bellas Artes, hospedándose en casa de otro tío que era director del Banco Industrial Mercantil.

Afiche de la película 'Gracia y Justicia', con Morena Clara, rodada en los Estudios Cinematográficos Roptenses, donde trabajó De la Milla.

Relacionado con la ‘buena sociedad madrileña’ y el mundo de los negocios, su tío lo colocó en los Estudios Cinematográficos Roptenses, de donde era accionista, donde vivirá su primera experiencia con el mundo del cine y contactó con la profesión que, le iba a servir para ganarse la vida. Como ayudante de cabina de proyección en los estudios, Milla pasó sus primeros meses madrileños esperando a que comenzara su primer curso de Bellas Artes, un curso que nunca iba a iniciarse para nuestro protagonista, por el estallido de la Guerra Civil.

Por lo que se llamaba entonces ‘estrecho de pecho’ Milla quiso esquivar el conflicto y salirse de la guerra, pero la guerra terminó reclamándolo a un puesto casi de cine: la UGT creó, en los Estudios Roptenses, una unidad de defensa antiaérea y metió a milla en la contienda. Desde la azotea tenía que escudriñar el cielo con los reflectores del Estudio para alumbrarlo, un destino peligroso. Así pasó la guerra y así la terminó, compaginando la defensa de los cielos con su trabajo en los estudios. Tanta confianza había despertado en los cineastas, y tanto se creía avanzado en el mundo del séptimo arte, que hasta tuvo tiempo de imaginar una escenografía, fijarla en una maqueta y presentarla al productor, que a punto estuvo de aceptársela para una película.

Al finalizar la guerra se colocó en la Academia Majón, como profesor de dibujo para los bachilleres. Pero hubo de reincorporarse a filas --no sirvió de nada el anterior servicio militar al servicio de la república-- y, aunque lo hizo con celeridad ante la carta amenazante que recibió, fue declarado prófugo por lo que hubo de resolver como pudo con la ayuda paterna, presentándose en un Cuartel de Osuna: contó su aventura madrileña, hizo valer su argumento de ‘estrecho de pecho’ para librarse del servicio, y consiguió tras jurar bandera, volver a casa.

Una vista de la plaza del Altozano, de Utrera, a donde llegó nuestro protagonista en 1943.

En 1943 su padre trabajaba como maestro nacional en Utrera había había sido trasladado forzoso por el Ministerio de Educación Nacional, y allí llegará Francisco por vez primera. Pronto encontrará trabajo en un cino de verano de Sevilla, y en años sucesivos en un cine de Jerez, Vejer, El Palmar de Troya, Los Molares y vuelta a Utrera donde donde pasó, ya en un puesto fijo, en el cine Avenida, de invierno, hasta que se jubiló.

Hasta que se casó ya mayor, vivió en la utrerana calle Porras con su madre, África. Cine por las noches y cine vespertino los sábados y domingos. Pero mucho tiempo libre para matar el gusanillo de su existencia: el arte. Milla pintaba cuadros, modelaba objetos, restauraba crucifijos viejos, nacimientos de barro, imágenes de escayola de la Virgen, juguetes antiguos, jarrones… Esa parte de su vida se la pasaba en su estudio. El que disfrutó la mayor parte de su tiempo estaba en la calle Sevilla, en dos habitaciones repletas de cachivaches, despojos antiguos, cuadros, objetos destrozados, pinturas, pinceles, estanterías repletas y una bombilla desnuda de la que Milla sacaba toda la inspiración.

Como el pueblo de Utrera tampoco estaba sobrado de esta clase de artesanos, pronto le llegaron encargos importantes. Encargos para los que no estaba demasiado preparado pero que él trataba de solventar de la mejor manera posible: Cristo de los Gitanos, Virgen del Rosario de Santiago, Camarín de la Virgen de la Consolación de Utrera, Sagrario de Santa María, frescos y pinturas de las hermanas de la Cruz… con resultados desiguales y, en ningún caso nada que no pudiera subsanarse en los que Milla ponía su vida y su tiempo, y de ellos sacaba lo justo para vivir, para seguir llevando la vida humilde que llevaba, ya casado y sin hijos. /En la imagen, Cristo de la Buena Muerte. El artista Miñarro ha recuperado la encarnadura del Siglo XVIII, eliminando la intervención realizada en 1.956 por el artista portuense afincado en Utrera y hermano de dicha corporación  Francisco de la Milla y Aliaño

Antigua Cabalgata de Reyes.

Este portuense se volcó, de forma desinteresada, en la organización y construcción de carrozas de la Cabalgata de Reyes de Utrera desde los años cincuenta hasta casi el día de su muerte, participando activamente en todas las etapas de este desfile de la ilusión. Ya con unas cataratas, en 1996, no pudo colaborar con el evento, pero iba  las naves donde se construían a oler y respirar aquel mundo de pinturas, de papeles, de pegamentos y prisas. Siempre al lado de la Cabalgata hasta el día de su muerte.

Paco de la Milla, junto a las carrozas.

Ahí terminó la historia vital de este chiquillo de El Puerto que no servía para los estudios pero que tenía muchas habilidades manuales. Hoy la asociación utrerana que organiza el cortejo real se llama ‘Asociación Cultural Francisco de la Milla y Aliaño’. Y una plaza lleva desde el 2006, el nombre de ‘Maestro Milla’ y se ubica en la Avenida del Matadero, junto a la barriada que lleva su nombre, en Utrera, la ciudad que lo acogió y donde vivió hasta el fin de sus días. (Texto: Salvador de la Quinta Garrobo).

Nuestro agradecimiento al utrerano Jesús Fernández Lobillo.

1

¡Mi plata aquí en el sur, en este sur,
conciencia en plata lucidera, palpitando
en la mañana limpia,
cuando la primavera saca flor a mis entrañas !

Mi plata, aquí, respuesta de la plata
que soñaba esta plata en la mañana limpia
de mi Moguer de plata,
de mi Puerto de plata,
de mi Cádiz de plata,
mi Sevilla de plata,
niño yo triste soñeando siempre
el ultramar, con la ultratierra, el ultracielo.

Y el ultracielo estaba aquí
con esta tierra, la ultratierra,
este ultramar, con este mar;
y aquí, en este ultramar, mi hombre encontró,
norte y sur, su conciencia plenitente,
porque ésta le faltaba.

Y estoy alegre de alegría llena,
con mi mitad allí, mi allí, complementándome,
pues ya tengo mi totalidad,
la plata mía aquí en el sur, en este sur.
___________________________________
Juan Ramón Jiménez, "Con mi mitad allí", Animal de fondo (1949), Obra poética I.


1. Juan Ramón Jiménez; 2. Pedro Muñoz Seca; 3. Fernando Villalón; 4. Dionisio Pérez.  Al lado de Villalón, a la derecha de la Virgen,  Francisco Ciria y Vergara de la Concha. En la fila de abajo, segundo por la derecha,  Juan Ávila González. (Foto Colección LSA).

4

Siento que nos haya dejado este gran amigo y aficionado flamenco o flamencólogo, como ustedes lo quieran llamar, Pepe Blas Vega (Madrid-1942-2012), se nos fue el cercano día 24 de Octubre del 2012.

La familia nos vienen por el azar, los amigos tenemos la suerte de elegirlos. Para mi Pepe, ante todo fue un colega y un buen amigo, fue una de las primeras personas que yo conocí en Madrid, hace mas de treinta años. Colaboré con el en muchas ocasiones, me pedía datos siempre relacionado con el flamenco. Tuve el placer de hablar contigo, días antes de partir con los que no vuelven.

Pepe Blas Vega estuvo muy ligado a nuestra ciudad. Todas las grabaciones antiguas de cantaores y cantaoras de El Puerto de Santa María, como fueron: José de los Reyes "El Negro", Alonso Suarez de la O "Tío Alonso el del Cepillo", Dolores y Juana ‘las del Cepillo’ y Juana ‘la del Planchero’, ésta última esposa de Tío Alonso. Todos estos portuenses grabaron sus cantes en la Magna Antología Flamenca, dirigida y producida por este señor del flamenco. Me contó Pepe que, una de las primeras grabaciones se realizé en nuestra ciudad fue con José ‘el Negro’, en su casa de la calle de la Zarza, donde tenia una habitación alquilada.

Quiero contar una anécdota de Pepe Blas Vega y de Félix de Utrera. Estábamos en la librería de la calle Prado en Madrid, un sábado del año 1988. Nos comentaba Félix,  que la gran mayoría de las letras por fandangos eran del ‘Bizco Mate’; Pepe, se reía y Félix un poco cabreado salió a la calle y le dijo: »--Te voy a demostrar que lo que yo digo es verdad». Volvió a los veinte minutos con Juan Valderrama que estaba hospedado en el Hotel Prado, muy cerca de la librería ya mencionada. En este establecimiento se aposentaba el jiennense, cuando iba a la capital de España. Nos demostró este gran artista, con una lección del fandango en todos los estilos y el cante y las letras del ‘Bizco Mate’. Se llevó una hora cantando acompañado por la guitarra del maestro amigo Félix de Utrera. Cuando Valderrama, se dejaba caer por la capital, siempre se pasaba por la librería y en mas de una ocasión canto en el sótano de este local.

¿Amigo Pepe? donde te encuentres, tu sabes bien que los amigos de verdad y tu familia te echaremos de menos. (Texto: Antonio Cristo Ruiz).

2

Gentes de El Puerto, laicos y seglares, fundaron en el siglo XVI una hermandad a la que denominaron de la Misericordia, rigiendo un hospital que daría nombre a la calle donde se ubicaba. Era, conjuntamente con la hermandad de la Vera-Cruz, que ocupaba la capilla del hospital de la Sangre, en calle Palacios, la hermandad más antigua de las conocidas. En esa época, primer tercio del siglo XVI, el hospital de la Encarnación, situado cerca del primero citado, en la misma calle, donde después labrarían los Agustinos su convento, completaba la terna de establecimientos benéficos a los que acudían los enfermos pobres y la gente desvalida.

Desarrollando una amplia labor social que no solo comprendía atender a los enfermos, sino dar cobijo, sustento y  enterrar con decoro a los más necesitados, la hermandad se mantuvo, dentro de sus medios y posibilidades hasta que el Señor de la ciudad, el Duque de Medinaceli, en el año 1661 realizó con el Hospital, iglesia (la actual de las Esclavas) y solar de dicha hermandad, una fundación hospitalaria con todos sus bienes, muebles, derechos y acciones que cedió a la orden del Señor San Juan de Dios, debiendo posteriormente los hermanos de la Misericordia  trasladarse a una  ermita de  calle Larga, llamada de San Andrés, que estaba situada en lugar que hoy ocupa la Óptica Díaz, cortos de equipaje, según ellos mismo relatan: “… con aquella pobres alhajas que habían quedado a nuestra Hermandad, reducidas a un féretro, una Cruz, dos campanillas, otras tantas tazas para pedir limosna, el libro de las Constituciones, otro de asientos de hermanos y un pequeño cuaderno de sus cortas entradas de limosnas…” /Portada de la actual iglesia de Las Esclavas.

En 1668, para que no se confundiesen los hermanos con los religiosos que ocupaban el Hospital de la Misericordia, en cabildo del 1 de noviembre decidieron cambiar el nombre de la hermandad por el de Santa Caridad, definiendo en un manifiesto renovar lo básico de sus fines: “La humilde Hermandad de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesu-Christo de esta Ciudad y gran Puerto de Santa María, empleada heroicamente desde su origen y en cumplimiento de sus Constituciones, en el alivio y socorro de las necesidades espirituales y corporales de su prójimo.”

Un grupo de hermanos disidentes fundó una efímera hermandad llamada de los Desamparados, pretendiendo obtener la exclusividad del entierro de los ajusticiados, labor que realizaban tradicionalmente los de la Misericordia, ahora de la Santa Caridad, perdiendo aquellos el pleito que se siguió con tal motivo.

Gracias al  ordenado registro que la hermandad mantenía de sus actividades conocemos que en los primeros cien años de actividad como Hermandad de la Santa Caridad habían realizado 4.405 entierros de personas desamparadas, mitad hombres y mitad mujeres, aproximadamente, de los cuales 185 habían fallecido ahogados, 15 ejecutados, 166 de muerte violenta y el resto de muerte natural, por cuyas almas se aplicaron 37.153 Misas, lo que supone un promedio de 8 misas por individuo.

Pero lo que verdaderamente resultó ejemplar y admirable, de entre las muchas obras de caridad y de misericordia ejercida por los portuenses que eran hermanos de esta piadosa obra, fue el comportamiento seguido en la terrible epidemia de peste que asoló la ciudad en 1680. Conociendo las virtudes y abnegada entrega de los hermanos de eta cofradía, demostrada ampliamente en situaciones similares, el Gobernador de la ciudad, Diego Antonio de Viana, pide su ayuda por escrito el 9 de noviembre de 1860.  En contestación al mismo, la Hermandad “le propuso que el único medio de atajar el mal en lo posible, era apartar los apestados de los que no lo estaban, formando un hospital para ambos sexos, que se ofrecía la hermandad a tomar a su cargo, con intervención del Ilustre Ayuntamiento. Que para cercenar gastos era también medio a propósito el que nuestros hermanos, inflamados como verdaderamente lo estaban del más fervoroso celo, se dedicasen a servir voluntariamente y por amor de Dios, a los pobres enfermos”

Retablo de la antigua Hermandad de la Santa Caridad, en la capilla del antiguo Hospital de San Juan de Dios.

Una semana después se había acondicionado varios sitios en el que acoger a los apestados aún con vida, intentando su curación, especialmente de los que se denominaban “tocados”, termino que, teniendo en cuenta lo terriblemente mortal que resultaba esta epidemia, enterrándose diariamente entre 40 y 80 personas, y lo peligroso y extendido que resultaba su contagio, estos así designados eran los que habiéndose contagiado sus defensas habían aguantado el primer embate.  Para los convalecientes se habilitó otros hospitales. Los números aportados por el redactor del “Manifiesto Ingénuo” que publicó la hermandad en 1787, documento reproducido en el número 20 de la Revista de Historia de El Puerto, son sumamente reveladores, tanto de la magnitud del esfuerzo realizado, como de la grandeza de espíritu de los voluntarios seglares y de los religiosos que le acompañaron.

El equipo humano que se dispuso a atender a los contagiados lo formaron un total de 77 personas, 68 de ellas seglares, de las cuales 48 se internaron en los hospitales de curación y 10 en el de convalecientes, quedando 19 de ellas en el exterior para suministrar alimentos, hacer recados y otros servicios de intendencia.

En los hospitales de curación fueron atendidos 1.256 enfermos, de los cuales fallecieron 859. (68%)  Los 397 restantes más otros tres sospechosos de contagio pasaron al hospital de convalecientes. No conocemos el número exacto de estos 400 convalecientes que salvaron la vida, porque algunos de ellos recayeron y fueron devueltos al otro hospital pero parece que la mayor parte sobrevivió y fueron dados de alta paulatinamente hasta que, después de cuatro meses se cerró el hospital, dando por finalizada la epidemia.

El balance de los heroicos hermanos voluntarios fue el siguiente: En el interior del hospital de curación había seis franciscanos descalzos, de los que solo sobrevivieron dos. Un franciscano de la Observancia también falleció, saliendo ileso un religioso agustino y otro dominico. Había seis mujeres que sobrevivieron todas y 32 seglares, de los cuales fallecieron contagiados 9 de ellos;  en el hospital de convalecientes de los diez voluntarios fallecieron tres, dos seglares y una mujer. También hubo una fallecida  y seis seglares en el personal asistente desde el exterior a ambos hospitales. En total 24 victimas (31%) a las que tres siglos y pico después seguimos admirando por su tremenda humanidad.

Portada de la actual capilla de San Juan de Dios.

Una década después de estos hechos se inauguraban las instalaciones que fueron la base del Hospital al que llamamos de San Juan de Dios, del que solamente está en uso actualmente su iglesia capilla, que es la sede de otra hermandad, también formada por gentes de El Puerto hace poco más de medio siglo, la Hermandad de N.P. Jesús de los Afligidos y María S. del Rosario en sus Misterios Dolorosos, capilla en la que mañana viernes, a las nueve,  se una charla conferencia de libre entrada sobre la historia de la capilla y de la Hermandad de la Santa Caridad, impartida por Mercedes García Pazos, Licenciada en Historia del Arte y técnico de Patrimonio Municipal. (Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. Puertoguía).

2

Pocos, muy pocos, conocen la magnífica obra poética del gaditano José Luis Tejada (1927-1988), para mi entender una de las voces más imprescindibles de la lírica española del último medio siglo , poco pródigo en valores genuinos, salvo contadas excepciones que trascienden la mercadotecnia y la alharaca.

Su muerte hizo el ‘milagro’ de que su nombre apareciera en la prensa nacional. Por ello, para abreviar pero también para situarlo, reproduzco la nota necrológica publicada en El País , el día 13 de mayo de 1988: "El poeta José Luis Tejada Peluffo falleció repentinamente el pasado miércoles en El Puerto de Santa María (Cádiz). Tejada, que tenía 61 años, era amigo personal de su paisano y también poeta Rafael Alberti, sobre cuya obra versó su tesis doctoral y del que fue padrino cuando Alberti fue nombrado doctor  honoris causa  de la universidad de Cádiz, en la que Tejada ejercía como profesor de Literatura. El fallecido obtuvo numerosos e importantes premios literarios, entre ellos el Alcaraván. En su obra figuran libros como  La razón de ser,  finalista del Premio Leopoldo Panero,  Hoy por hoy y  otros trabajos poéticos y de ensayo. También consiguió el Premio de Poesía Rafael Alberti, de la Caja de Ahorros de Cádiz. Miembro del grupo, en los últimos cuarenta y primeros cincuenta, de la revista gaditana  Plater o, donde colaboró buena parte de los autores españoles en el exilio, Tejada desempeñó el lectorado de español en la universidad francesa de Nantes. El propio Alberti manifestó ayer su sorpresa por la noticia de la muerte de su amigo Tejada, "del que no tenía noticias de que estuviera enfermo", y desde Madrid ha enviado un telegrama de pésame a la familia”. (Texto: Alfredo Pérez Alencart).

PUEBLO FUTURO.
Tú, pueblo mío, seguirás creciendo
sobre mi tumba, hasta rascar los cielos,
encaramándote en mis huesos.

Entre tus lindes seguirán naciendo
niñas con alas. Seguirá latiendo,
tremendo, el turbio amor. Seguirán yéndo-
se agotando y muriendo,
añadiendo sus muertes a la mía,
los hijos de mis hijos. Hijos tuyos
darán quizás también sus cuerpos
para tu elástico esqueleto
y el roce de sus pies te habrá ido haciendo
?y su peso pequeño?
cada vez más y más humano, pueblo.

Crisol, al sol, de almas
de muertos vivos y de muertos muertos
que te alimentas de miradas, de palabras
y de sombras sagradas y sangradas. Misterio
voraz, que nutres tu no ser apenas
con tantos seres verdaderos.

__________________________________
José Luis Tejada (1927-1988), “Pueblo futuro”, Del río de mi olvido (Primeros versos gaditanos) (1978)

1.562.

Hoy visita El Puerto de Santa María el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos Calderón, participante en la Cumbre de Jefes de Estado de Iberoamérica que se está celebrando en Cádiz, con motivo de la conmemoración del Bicentenario de las Cortes de 1812. Precisamente una nieta del portuense protagonista de la nótula de hoy María Antonia Ferrero Atalaya fue la esposa del que fuera presidente de la república de Colombia, Ramón González Valencia, entre 1909 y 1910.

Juan Atalaya y Pizano, hijo de Juan Jose Atalaya y María Dolores Pizano, naturales de Jerez y Cádiz, respectivamente, casados en Cádiz y posteriormente residenciados en El Puerto de Santa María. En nuestra Ciudad nace en 1784, bautizado en la Iglesia Mayor Prioral, donde vivirá su infancia, adolescencia y juventud. Su partida de bautismo, que transcribimos, dice como sigue:  “En la ciudad y Gran Puerto de Santa María el viernes catorce de mayo de mil setecientos ochenta y cuatro, Yo, don Diego Felipe de Vergara cura de la Iglesia Mayor Prioral de esta ciudad, bauticé a Juan Manuel José María Francisco de Paula Pedro Regaldo, hijo de don Juan de Atalaya y de doña María Dolores Pizano que dijeron ser casados en Cádiz, nació a trece de dicho mes y año, fueron sus padrinos don Manuel Tocado y doña Faustina de Cañas, a quien advertí el parentesco espiritual y su obligación y lo firmé. Diego Felipe de Vergara. (Libro 91 folio 11 vuelto)”.

EMBARCA PARA VENEZUELA.
A principios del año 1815 embarca para América y llega a Maracaibo (Venezuela) en donde se relaciona con la familia Rodríguez Butrón que tenía seguramente amistad y conocimiento de los Atalaya de Cádiz.  Nuestro protagonista contrae matrimonio en Maracaibo el 23 de octubre de 1815 con  Antonia Josefa Paula María del Carmen Rodríguez Butrón, nacida en Maracaibo el 15 de enero de 1795. y muerta cuatro días después del terremoto de Cúcuta (Colombia) el 22 de mayo de 1875.? ?Juan era un hombre emprendedor. Primero en Maracaibo y después en Cúcuta en donde se radicó en el año de 1835, siendo propietario de extensas haciendas en las vecindades de Cúcuta, entre las que sobresalía la de Aguasucia, donde se elaboraba panela. San José de Cúcuta, conocido como Cúcuta, es una ciudad colombiana perteneciente al departamento del Norte de Santander, situada al nordeste de dicho país sudamericano, en la frontera con Venezuela y a orillas del río Pamplonita.

Vista aérea del actual municipio de San José de Cúcuta.

DONACIÓN EN COLOMBIA.
Atalaya fue generoso al donar al Municipio de Cúcuta el 21 de septiembre de 1850, cuatro estancias de ganado mayor para que fueran propiedad del Cabildo. Hoy día esos terrenos constituyen el Barrio de Juan Atalaya de la ciudad de Cúcuta. Al distribuir la cuantiosa fortuna dejó ricos a sus herederos, el ilustre peninsular fue generoso y expresivo con su patria adoptiva, pues le donó, para futuros ensanches, la pintoresca sabana donde hoy se desarrolla la populosa ciudad cucuteña que con justicia lleva su nombre. También forman parte de esta donación, las tierras donde hoy se asientan los barrios de Chapinero, Barrio Nuevo, Tucunaré, Doña Ceci, Claret, Los Motilones y Comuneros. En el gesto de Atalaya se advierte unclaro fin altruista, pues él adquirió estos terrenos exclusivamente para obsequiarlos al Cabildo, para que le sirviesen de ejidos, según reza la respectiva escritura.  Los regaló al mes de haberlos adquirido.

COSTUMBRES PECULIARES.
Tenía raras costumbres: se hacía siempre la corbata de lazo sobre la quijada y luego la dejaba caer sobre el blanco cuello de la camisa; cuando en su hogar se servía la comida, los que llegaban retardados, se sentaban a la mesa, pero sólo podían comer del manjar que en ese momento se estaba comenzando a servir; tenía por todas sus siete hijas y frecuentemente les obsequiaba telas finas para que hicieran vestidos, pero exigía que para lucirlos, estrenaran todos a la vez; como su hija Adelaida era algo despaciosa para la costura y las demás hubieran terminado sus crinolinas, deseando usarlas prontamente, convenían en salir todas al salón, ataviadas con sus hermosos y amplios trajes y Adelaida por detrás de todas sacaba la cabeza, entre sus hermanas que la tapaban con amplias faldas, nuestro personaje  no reparaba el engaño filial; cuando sus hijas estaban en el salón recibiendo las visitas de los jóvenes que las pretendían, al sonar en el reloj las 10 de la noche, don Juan les decía a los pretendientes «--Son las diez, deja la calle para quien es».

Ferrocarril de Cúcuta a finales del siglo XIX. Fue la principal obra realizada después del terremoto de 1875, a causa del cual fallecería la mujer de nuestro protagonista, cuatro días después el 22 de mayo de dicho año. /Foto: Cámara de Comercio de Cúcuta.

CONCEJAL Y SÍNDICO.
Juan Atalaya, fue concejal de Cúcuta, en aquella época en que los nombrados debían reunir cualidades excepcionales de dignidad ciudadana, condiciones morales y todo un decálogo de virtudes y requisitos de ley, donde se exigía no ser deudores al fisco o la Real Hacienda y no tener causa criminal pendiente y el juramento era solemne y se le entregaban las varas o credenciales y juraban fidelidad. Fue Síndico del Hospital San Juan de Dios durante varios años, posesión a la que sirvió cívica y generosamente.

UNA DESCENDIENTE, ESPOSA DEL PRESIDENTE DE COLOMBIA.
Hijos del matrimonio Atalaya Rodríguez fueron: Antonia Josefa, María Ramona, Josefa Amelia, Juan Manuel, Petra Estefana, Adelaida, José Antonio, Carmen Francisco Antonio y Edelmira Paula. Sólo los dos últimos nacieron en Cúcuta. Los restantes son oriundos de la ciudad de Maracaibo. Todos se casaron con colombianos, excepto Adelaida, quien lo hizo en San Cristóbal con el español Domingo Martínez. Su nieta María Antonia Ferrero Atalaya fue la esposa del expresidente de la república, General Ramón González Valencia.

?Juan Atalaya falleció en Cúcuta el 15 de enero de 1860, a la edad de setenta y seis años. En uno de los llamados cuartos de “San Alejo” en la Iglesia de San Antonio de Cúcuta, una lápida de mármol de Carrara, de un metro diez centímetros de alto por noventa centímetros (1.10 x 90) con la siguiente inscripción : “JUAN ATALAYA. Nació el 13 de mayo de 1784 en el Puerto de Santa María en España. Murió el 15 de Enero de 1860. (Textos: Luis A. Medina y Carlos S. Ferrero).

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