
Alejandro Barragán Luna es de los porteños nacidos en Cádiz, en la Clínica de San Rafael (aunque al lado del Falla, no es un gran aficionado al Carnaval), el 13 de septiembre de 1979, año en el que Pink Floyd, no en vano, grabó The Wall. Vivió sus primeros años en la capital gaditana.
Su padre, Antonio Barragán, nació y vivió su juventud en Tánger, mientras que su madre María del Carmen, nacida en Algeciras, es realmente gaditana, del entorno de la plaza de España. Ambos se conocieron en la escuela de Bellas Artes de Cádiz, donde estudiaron. El padre de su padre, de Ceuta; abuela paterna de Vilareal De Santo Antonio (Portugal), abuelo materno, de Cádiz y abuela materna de Algeciras. Es decir, que las raíces de Alejandro Barragán se esparcen por el Estrecho como las de los pinos por San Antón. Su hermano Álvaro, dos años y medio más joven, también nació en Cádiz, pero ahora no vive en El Puerto.

Alejandro, junto a sus padres y hermano Álvaro, en una foto reciente.
Los dos primeros años de Alejandro Barragán pasaron en un piso que respiraba del océano, en el mismo paseo marítimo de Cádiz. Pero es en El Puerto donde comienza a tener uso de razón, pasando en esta ciudad la mayor parte de su vida, feliz y cómodamente; apenas se quejaría.

Alejandro Barragán, a la derecha, pasó por el Judo Club Tadeo. En la imagen con su amigo Iñigo Fuente, de Bilbao, el primer amigo que hizo en El Puerto y continúa siéndolo aunque ya no vive aquí.
Primero en la calle Los Gallardo, aunque por muy poco tiempo; hasta que avistó una rata en la cocina diciendo que era un caballo, según cuenta su madre. Después se mudaron a la avenida de la Constitución, donde vivió hasta los 17 años, y por lo tanto su barrio de infancia y juventud, Los Cedros: jugando a la pelota, al escondite, a botella, a la palmá, a rol en casa de uno y en casa de otro; haciendo pinitos en judo en el Club de Tadeo (hasta que se aburrió), un poco de vela en el Club Náutico (experiencia no demasiado grata), paseos en bici por todos los rincones del término municipal y veranos en la playa del Buzo…
Antes de marchar a Sevilla a estudiar, vivió con sus padres en las unifamiliares junto al hospital de Santa María del Puerto.

El primer día de escuela de Alejandro, en el centro, en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús.
Estudió en el colegio público Sagrado Corazón de Jesús, junto al Guadalete, y en el Pedro Muñoz Seca, de donde salió con la matrícula de honor bajo el brazo para irse a Sevilla a estudiar Ciencias de la Información, por la rama de Periodismo.

Sus años de estudio concluyeron en Estocolmo (Suecia), en la imagen superior, donde realizó estudios de Periodismo Electrónico (cuando los blogs eran una auténtica novedad).
Mientras, se pasó algunos veranos haciendo prácticas en la Delegación de El Puerto de Diario de Cádiz, hasta que, una vez licenciado, se quedó con un puesto por unos años. Fue en esta oficina donde verdaderamente le cogió el gusto a la redacción, bajo la guía de Rosa Romero, Francisco A. Gallardo y Teresa Almendros, consecutivamente, y junto a compañeros como Emilio Cañas, Carlos Benjumeda, Fito Carreto, Andrés Mora, Paco Soto y unos cuantos más que alargarían el texto en exceso.

En una de las habituales reuniones de periodistas que se celebran en El Puerto.
Entre medias, hay que recordarlo, pasó cortos periodos en Noticias Locales (a cargo de la edición de Puerto Real), así como en Diario de Jerez, con Rafael Navas como padrino. También ha realizado varios trabajos como coordinador y redactor de revistas monográficas como la anual del Club de Harley Davidson Andalucía o la del XXV aniversario del Club Las Redes. Por último, cuatros años como monitor de los talleres de prensa de la Oferta Educativa Municipal, le han proporcionado una experiencia inolvidable, tratando de enseñar algo del mundo periodístico a alumnos de Secundaria, Bachillerato y hasta del Centro de Adultos de El Puerto, La Arboleda Perdida.
Ahora es el jefe de prensa de la Unión Provincial de CSIF y colabora quincenalmente con una columna de opinión, en el espacio El Alambique, de la edición portuense de Diario de Cádiz (y que posteriormente cuelga en su blog Conexión Castillito)
Sus pasiones son, como ya hemos advertido, el periodismo, la escritura (todo lo que sea teclear y teclear, o gastar bolígrafos Bic, le pierde), la lectura, pero también la música, los perros, las películas sin doblar y los intercambios culturales con cualquier ser humano interesante.
Sí, le gusta entablar debates en cualquier momento, tratando siempre de buscar los tres pies al gato; ya sea sobre regímenes políticos, programas de televisión o la religión, por ejemplo. A propósito de vivir en una ciudad de nombre sagrado, Alejandro acepta la expresión popular de la fe católica, si bien "--no entiendo el fervor exagerado, al margen de haber dejado de creer en la omnipotencia divina, que me enseñaran antes de recibir la primera comunión, sin saber bien por qué", en la parroquia de San Marcos, a la edad de nueve años.
El verdadero periodismo, para Alejandro Barragán, "--Es el resultado de una interpretación crítica de la realidad. El resto es para rellenar". Esa concepción le impone unas barreras morales a la hora de definirse políticamente en público. "--Un periodista claramente posicionado deja su credibilidad en entredicho", opina. Aún así, es común verle ojear tres o cuatro periódicos al día de distinta ideología, en una complicada maniobra de masoquismo intelectual. Del mismo modo, su naturaleza maniática le conduce a traerse un periódico local de cada destino de viaje, configurando en casa de sus padres una absurda pero barata colección de prensa foránea.

Alejandro con tocando el bajo, con Last Biscuit, en un concierto en Jerez en 2007.
En cuanto a la música, le gustaría entender más del folklore de la tierra y tocar el piano. Sin embargo, se quedó con la guitarra y el rock distorsionado (con mucho orgullo, a pesar de no haber llevado nunca melenas ni chupas de cuero). A menudo monta pachangas en el sótano de su casa con sus amigos músicos –incluido su hermano Álvaro-, y fue miembro de varias bandas punkies de la localidad: Rualakatua, a finales de los 90, y Last Biscuit, hace menos años, con los que dio varios conciertos.
Para saber lo que le gusta a Alejandro Barragán de El Puerto, lo único que hay que hacer es pasarse por extranjero y pedirle que le enseñe la ciudad: vistas de El Puerto desde el aparcamiento del Aquasherry, paseo por el castillo de Santa Catalina, entre la Muralla y la Calita, donde, si se da el caso, se disfruta del atardecer (o de una tarde de tormenta), tapeo por el centro, Castillito, Prioral y callejeo por las bodegas.
Le encanta invitar a sus muchos amigos guiris a pasar unos días en casa, sea cual sea la época del año, deleitándoles, además, con la gastronomía de la tierra.

Alejandro, en Edimburgo en el año 2005, como no, ante una ristra de periódicos.
Y a la hora de viajar, le gusta intercambiar el rol de anfitrión por el de huésped. Es así como ha conocido varias capitales y ciudades europeas y del resto de España; visitando a quienes algún día acogió en su hogar portuense. No soporta los viajes organizados (salvo el que hizo a Italia con sus compañeros de tercero de BUP, del que nunca se olvidará) ni los hoteles. Si no hay amigo con casa, mejor un camping.


Sus padres son José Luis Pérez Aguilar, natural de El Puerto, de los Pérez vinculados desde siempre con el trabajo de cristalería y aluminio, y Concepción Puyana Rodríguez, gaditana del Barrio la Viña siendo la segunda de cuatro hermanos, Virginia la mayor, y dos mellizos Conchi y José Luis menores que ella, dándose la circunstancia de que hoy todos trabajan en asuntos relacionados con lo social.


















El Cailla ya viene anunciando con sus altavoces la corrida de esta tarde. El día antes en su emisora o en el Dato ha anunciado la alineación del Racing. Como hace Levante, en La Puntilla se oye el eco de su voz… (En la imagen, cartel promocional de las playas, del verano de 1967).










Comienza José a trabajar en las Bodegas Osborne, y hace sus pinitos en política fundando un partido que nunca llegó a cuajar. Durante el inicio de la Guerra Civil es movilizado y sirve como alférez provisional en África. En uno de los permisos, vuelve y se casa con Lalo el 17 de octubre de 1938. Tras la contienda se van a vivir de alquiler a la calle Pagador, y más tarde a Cielo nº 81. Le han guardado su puesto en la bodega Osborne. Fruto de esta relación nacen 6 hijos: José, Milagros, María Teresa, Luís, Inmaculada y María Ángeles Alba Medinilla. En los años 60, siendo Alcalde Luis Portillo, fue concejal de Fiestas. Igualmente fue miembro activo del Racing Club Portuense y tesorero de las Conferencias de San Vicente de Paúl, organización encargada de visitar en sus domicilios a enfermos, a los que entregaban bonos de pan y leche. En el año 1962, Osborne le traslada a Tomelloso (Ciudad Real) donde pasa varios años y cuando se jubila decide irse con su mujer y su hija aún soltera, María Ángeles, a Sevilla, donde fallece a los 78 años de edad.
María Teresa Alba Medinilla. Nace el 29 de diciembre de 1942, aunque su carné de identidad dice 1 de enero de 1943, porque el Registro Civil estaba ya cerrado cuando su padre “se acordó” de ir a inscribirla, y así evitó la multa. Se casa con José Luis López Franco el 26 de diciembre de 1964 y viven desde entonces en El Puerto. Todos sus hijos son portuenses: María Teresa; María José; José Luis, Santiago y Fernando. Tiene dos nietos. (En la imagen, natalicio de su hijo José Luis, publicado en la Hoja del Lunes del 23 de junio de 1968).
Luis Alba Medinilla. Nace en 11 de diciembre de 1944 Desde muy joven quiso ser sacerdote y tenía montando en un armario de la calle Cielo un altar desde donde impartía “misa” a todos sus hermanos. Licenciado en Derecho por la Universidad de Salamanca. Se casa el 14 de junio de 1976 con Consuelo Guerra Pérez. Tiene dos hijas, Susana y Beatriz. Ya jubilado, vive en Madrid aunque hace poco ha vuelto a sus raíces: se ha comprado una casa en El Puerto y ha ingresado en la Hermandad de la Flagelación de donde es secretario segundo y archivero.
María de los Ángeles Alba Medinilla. Nace el 20 de diciembre de 1949. La más pequeña, la “pelusa”. De ahí el apodo cariñoso que le pone su padre (Peli) que hoy conserva. Se casa con Joaquín Aleu Morales el 29 de diciembre de 1984 y se traslada a vivir a Puerto Real, donde vive actualmente. Enfermera, trabaja durante muchos años en el Hospital Zamacola en Cádiz y ahora está ya jubilada. Ambos son unos enamorados del campo: tienen una casa en El Marquesado con una parcela donde siembran de todo. Hace poco celebraron por todo lo alto sus bodas de plata. Tiene un hijo, Francisco José.



El Puerto resucitó gracias al buen hacer de Ignacio Osborne, conde de Osborne, y de Fernando C. de Ferry y del Cuvillo, a quienes se sumó el tesón y la capacidad de trabajo de Luis Caballero Noguera, el impulsor de la urbanización de Valdelagrana. (En la imagen de la izquierda, obra de Torres Brú).











