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La imagen de la Virgen del Carmen, saliendo de la Iglesia de las Esclavas, antiguo Convento de San Juan de Dios.

Las tradicionales fiestas del Carmen, celebradas en los pueblos de la Bahía de Cádiz desde tiempos inmemoriales, se vieron engrandecidas a raíz de una bula pontificia emitida por León XIII en 1892. La bula fue solicitada por el entonces superior general de la orden de la Beata Virgen María de Montecarmelo con el fin de aumentar la devoción y la piedad de los fieles hacia ella.

Ejemplar de la Revista Portuense de 1892 que se hace eco de la bula papal.

Esta bula la aseguraba la indulgencia plenaria a todos aquellos que arrepentidos, y previa confesión y comunión, visitasen las iglesias y oratorios pertenecientes a la orden y rogasen en ellas por la Iglesia y sus miembros. Condición indispensable para recibir el perdón era que la visita se realizase entre las primeras horas del día y la caída del sol.

La Virgen de la procesión marítima en una embarcación adornada al efecto a la que no le faltaba un detalle. ¿Igual que hoy?

A partir de ese momento las ya solemnemente celebradas fiestas del Carmen adquirieron una mayor participación devota de los fieles. A consecuencia de esta creciente devoción, años más tarde surge la primera procesión del Carmen, de la cual hay crónicas publicadas desde 1900. Dicha procesión iba encabezada por los marineros, patronos y armadores, que demostraban así el fervor que sentían hacia su patrona, y también participaban en ella miembros de la Corporación Municipal.

La procesión en el muelle de la plaza de la Pescadería, hoy viviendas de la Pescadería en proceso de derribo.

Es en esta época cuando nace el rito de la bendición de las aguas y el tradicional discurso desde la plaza de la Pescadería. Ese año corrió a cargo del guardián de los frailes capuchinos, Ambrosio de Úbeda que se ganó a los portuenses con su oratoria: «El Puerto es un pueblo de fe, y esta clase de pueblo son ciudades de héroes y éstos tienen siempre las bendiciones del cielo», dijo. Con este discurso se celebró una de las primeras procesiones entre cantos de júbilo y lluvia de flores a la Virgen del Carmen. (Texto: Mercedes Torrecillas).

El pesquero Tonino que esta tarde estará en Puerto Sherry portando a la Virgen Marinera.

Esta tarde, en Puerto Sherry, a las 18:30 llegará la comitiva procesional con la representación de la imagen de Ntra. Sra. del Carmen, a bordo del pesquero ‘Tonino’ que atracará en el pantalón de honor para realizar, a continuación, la procesión marinera y el encuentro con la procesión terrestre en el tramo final del río Guadalete.

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La playa de la Puntilla es una de las playas más populares de El Puerto de Santa María. No es precisamente la más bella, la que tenga el agua más limpia, la arena más fina o la más tranquila.

¿Qué es lo que tiene la playa de la Puntilla entonces? Tiene a quienes le dan su vida, los portuenses. Está situada entre la desembocadura del río Guadalete y la playa de La Colorá, arropada por los pinares que pueblan las dunas de San Antón y bañada con el olor a pescadito frito del bar El Castillito, despertando pasiones en los estómagos de quienes toman el sol al mediodía.

Cuando los médicos recomiendan esconderse de los rayos del sol, a eso de la 1:30 de la tarde, la Puntilla comienza a tomar cuerpo. Por el Camino de los Enamorados van llegando a pie familias completas del centro de la ciudad: abuelos, padres, primos, nietos, tíos, amigos, padrinos, y agregados, que ataviados como si de un equipo de combate se tratara, llevan consigo sillas, tumbonas, toallas, esterillas, sombrillas, neveras, tupperwares, juegos de mesa... y al perro de la familia. Todo de las tonalidades más llamativas posibles, menos el perro, claro. Se crea así un paisaje de tonalidades vivas y chillonas alrededor de la orilla de la playa, que con la dura luz del mediodía parece un cuadro de Kandinsky.

A la tarde, con los rayos del sol comenzando a menguar en intensidad, la vida que parecía haber desaparecido bajo las sombrillas tras haber acabado con los bocadillos de filete empanados de la abuela, la tortilla de la cuñada, las cervecitas de oferta en el súper y la sandía enterrada en la orilla de la playa, parece despertar. Un niño que intenta nadar cerca de la orilla comienza a llorar desconsoladamente. Sale corriendo del agua y se abraza a su abuela metiendo la cabeza entre sus pechos. Se ha abierto una herida en un brazo, sensible con la sal del agua. A la poca profundidad que tiene el mar de esta playa, hay que añadirle la gran cantidad de piedras que la pueblan, de cuyos familiares se acuerda más de un portuense cada verano.

Un grupo de chavales juega al voleibol en una improvisada pista marcada con chanclas Los veraneantes que tomaban el sol en las inmediaciones del nuevo terreno de juego, comienzan a mudarse de lugar, cubiertos de arena como croquetas antes de un baño de aceite.  Algunos aprovechan para darse un paseo por la orilla y llenar sus manos de todo tipo piedras moldeadas por la marea así como de conchas con brillos y colores hipnotizantes. Acabarán en mesas de trabajo, lavabos y maleteros de coches. Pero no hay que preocuparse, la cantidad de regalos del mar de la playa de la Puntilla nunca se agota.

Cuando el sol comienza a resguardarse, las familias preparan su vuelta al hogar. Una pequeña odisea que se cumple tras conseguir despertar al abuelo, que mimetizado con la tumbona es incapaz de responder a llamadas, sacar al niño del mar, que se resiste a marcharse, y quitarle el bañador a la prima pequeña, que le da vergüenza que la vean desnuda sus primos de Sanlúcar.

Con la noche ya entrada, la playa queda prácticamente vacía. Algunas parejas se dejan ver, resguardándose entre pequeñas palmeras esparcidas por la arena. Si uno desea darse un paseo por la orilla a estas horas, debe de tener la delicadeza de no romper con su intimidad. Basta con no acercarse a los grupos de datileras ocupadas, reconocibles por los tintineos de litros de cerveza que se van consumiendo entre risas y el olor de algún que otro cigarrillo aliñado. Siguiendo la línea de la costa, puede llegar a un pequeño espigón, ir hasta el final del mismo, y observar con la paz que aporta la brisa salada de las noches de verano, el interior de la bahía de Cádiz.

Antigua vista aérea de La Puntilla, o Punta de La Laja o la Laxa.

TIEMPO ATRÁS.
Antiguamente se llamaba Playa de la Laxa. Posteriormente pasaría a conocerse como la playa de La Laja y finalmente tomaría la denominación actual. El nombre data de mediados del siglo XVII, debido al fuerte construido para defender la ciudad. Sobre sus restos se encuetra situado el bar El Castillito. Por esta época Juan Camacho Jayna mandó plantar los pinares de las dunas de San Antón para evitar que el viento se llevara la arena. (Texto: Adrián Morillo) /Fotos: Diputación de Cádiz.

El Libro sabio y desengañado de la Biblia, el que mejor penetra en la naturaleza misma de las cosas y del ser humano, enseña, en su capítulo 3, lo imperecedero de los ciclos vitales, de la siega y de la cosecha (mirad la que aquí se puede hacer), el tiempo de demoler y el de edificar (mirad que a propósito).


El momento oportuno:

3:1 Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa
bajo el sol:
3:2 un tiempo para nacer y un tiempo para morir,
un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado;
3:3 un tiempo para matar y un tiempo para curar,
un tiempo para demoler y un tiempo para edificar;
3:4 un tiempo para llorar y un tiempo para reír,
un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar;
3:5 un tiempo para arrojar piedras
y un tiempo para recogerlas,
un tiempo para abrazarse
y un tiempo para separarse;
3:6 un tiempo para buscar
y un tiempo para perder,
un tiempo para guardar y un tiempo para tirar;
3:7 un tiempo para rasgar y un tiempo para coser,
un tiempo para callar y un tiempo para hablar;
3:8 un tiempo para amar y un tiempo para odiar,
un tiempo de guerra
y un tiempo de paz.

Lo que ha pasado, por ahora, son los tiempos de callarnos y de llorar, porque  nuestro silencio ha hecho crecer esta jungla en medio de nuestro otrora barrio marinero [donde se hospedaran los Reyes de España en 1729 y 1730], que, lejos de ser el más querido y admirado de la ciudad, sigue destrozado, medio en ruinas y ahora, además, empiezan sus ruinas  a transformarse en pastizales, como éste,  donde deben criarse lagartos y serpientes de toda especie como en el Jardín del Edén, pero sobre todo, seres diabólicos, dispuestos a tentar a los codiciosos, cuando vuelva a fluir ese dinero que hoy se muestra tan esquivo.

Creíamos que el entorno de la Avda. de la Bajamar ya no podría estar peor, que tal vez hubiese tocado fondo y empezaría a salir del olvido, que el tiempo de restaurar las paredes caídas estaba cerca, que se acercaba el tiempo del recuerdo, pero no es así. En este caso, recordamos al Profeta Jeremías, nuestro Patrón, quien sigue llorando por la vencida Jerusalén. En este caso, por El Puerto vencido, que sigue sin levantar cabeza.

Cada vez que, transcurrido un tiempo, uno o dos meses, vuelvo por aquella zona,  encuentro más decadencia, abandono y desinterés en este entorno. Sin ayudas, porque ahora no hay dinero, pero cuando lo había tampoco se hizo más que destruir, sin interés, nuestros munícipes se siguen preocupando sólo de lo que ve la gente, de lo que se supone que ven los forasteros: la calle Larga.

La Aserradora de Soriano, en la trasera hoy derruida de la Casa de las Cadenas, en la Avda. de la Bajamar. En la imagen, de izquierda a derecha, Eduardo Chiquete, Luis Soriano y José, aprestándose a repartir las cajas para la Lonja del Pescado. Año 1961.

Lo que nuestros nefastos gestores ignoran (o pretenden ignorar) es que esos turistas también van a “esos barrios” y que cuando una se cruza con ellos en “esas calles”, es inevitable sentir una profunda vergüenza.

La trasera de la Casa de las Cadena, vista desde el río Guadalete, con los pesqueros abarlovados en el cantil del muelle.

Y este es mi último hallazgo que hemos mostrado en las fotografías de más arriba: el Jardín del Edén, la  cosecha sin siega del Eclesiastés y el llanto de Jeremías, y todo en la Avda. Bajamar y en la cale Cadenas, sin ir más lejos, señores. (Texto de Esperanza de los Ríos. Adaptación).

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El padre de los hermanos “Chirri” , Juan Manuel Travieso se dedicada al marisco y por eso no es raro que sus hijos: José Manuel, Enrique y Angel tengan un don especial para tratarlo. Su restaurante, El Rincón del Chirri, es famoso por esto y por su pescado, materia prima cocida o frita, nada más y para qué más.

El personal de El Chirri en estado de revista. El primero de la fila es Enrique Travieso, uno de los cocineros y el tercero su hermano José Manuel que se ocupa de comprar y supervisar el género. (Foto: Pepe Monforte).

José Manuel Travieso Robles,  57 años y el mayor de los hermanos, se encarga de las compras. Sus proveedores dicen que es duro “y sólo quiere lo mejor”. Sus gambas las adquiere en la lonja de El Puerto de Santa María y suelen pescarse en la provincia de Cádiz. “Hay muy poca”, afirma, pero nosotros la compramos porque es el mejor género. Luego Enrique y Angel, los hermanos que se ocupan de la cocina, señalan que lo único que hacen es cocerla en su punto justo y ponerle sal, nada más. Afirman que son tan buenas porque “el género es muy bueno”.

Suculenta vitrina a la vista en el restaurante.

El Rincón del Chirri, fundado hace 7 años, aunque ya antes los hermanos habían regentado el Bar ‘El Tiburón’ y otro rincón del Chirri que estuvo en la avenida de Sudamérica, es un establecimiento de esos de materia prima. Su especialidad son los bogavantes que también sirven cocidos y son cogidos en la provincia. En temporada también son famosas su galeras de coral cocidas, pero tampoco hay que perder de vista el pescado fresco, los chocos fritos, unas coquinas al vapor o a la marinera, unas tortillitas de camarones, los lenguados soldao fritos o a la plancha, las cigalas cocidas, o unas estupendas huevas fritas.  No hay carta y el encargado del local te dice las existencias del día.

La ración de 300 gramos de gambas cocidas se cotizó a 15 euros (60 euros el kilo) aunque el Chirri advierte que el precio puede variar en función de al precio que las encuentre. Pero como en el mundo hay que decidirse nos decantamos (verbo finísimo) por las gambas, que siempre son las gambas y además es un producto cardiosaludable, digan lo que digan los médicos, porque se hace ejercicio pelándolas.

Gambas de la Bahía de Cádiz, servidas cocidas en El Rincón del Chirri.

Primera consideración importante. No se le vaya a ocurrir quitarle la cabeza a estas gambas que pone El Chirri y no pegarle unos lengüetazos porque habrá perdido uno de los momentos culmen de esta ración. Tienen más coral que todas las Islas Fiji juntas. Una vez dejadas las cabezas más limpias que si hubieran sido lavadas con Perlán, es momento de ese instante erótico de la mariscodoncia que es quitarle el caparazón a las gambas. Se hace fácil lo que indica buena cocción y buen producto. Y el cuerpo gambístico no se queda atrás de la cabeza, jugosito y en un excepcional punto de sal, sobresaliente y sobrecomible.

El Rincón del Chirri tiene una decoración funcional. Los salones son amplios y cuentan con aparcamiento privado. Abre todos los días para almuerzos y cenas, excepto los domingos por la noche y los lunes enteros. (Texto: Pepe Monforte).

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El sábado día 30 de marzo, hace escasamente una semana, se cumplió el vigésimo quinto aniversario de la desaparición del pesquero portuense “Calpe Quintans” en las costas de Marruecos, al noroeste de las Islas Canarias. Nueve desaparecidos, un muerto y dos supervivientes es el triste balance del naufragio sufrido por el pesquero, tragedia que aún se recuerda en El Puerto. El alcalde de El Puerto, a la sazón Juan Manuel Torres Ramírez (con nótula num. 827 en GdP), declaraba la jornada del martes 31 de marzo de 1987 ‘Día de Luto’ por la tragedia. En la imagen, naufragio de Pesuta. /Foto Gary Nylander.

En 1987 el penúltimo día de marzo era un lunes. Al norte de Marruecos a bastantes millas de Casablanca, naufragó y se hundió el pesquero “Calpe Quintans” del que sobrevivieron dos, de los doce tripulantes que iban enrolados. No es nada agradable rememorar el naufragio de una embarcación y todavía menos cuando lleva implícito la perdida de 10 vidas humanas. En naufragio del pesquero portuense “Calpe Quintans”, hizo emerger una frontera a partir de la cual la seguridad fue un factor a tener en cuenta. Tras el tiempo transcurrido desde aquel siniestro y a pesar de la cantidad de medios desplegados en materia de seguridad, las tragedias marítimas continúan sucediéndose en nuestra geografía. La perdida irreparable de los 10 tripulantes del Calpe Quintans” no ha servido para evitarlas…


IN MEMORIAM
El ‘Calpe Quintans’ era un motopesquero de madera, de cien toneladas de registro bruto, construido en 1972. Los armadores, Hermanos Morató Martínez, llevaban enrolado en la tripulación a Pedro Morató Blanquer, hijo de Francisco Morató Martinez, siendo el otro socio armador el patrón de Pesca, Miguel Navarro. Este es el rol de la embarcación:

Miguel Navarro Moran, "Fanguito", patrón de Pesca
Pedro Morato Blanquer, técnico de Pesca
José Adán López, "Gordito", segundo Mecánico
Antonio Robles Cairon, engrasador
Manuel Calatayud Ojeda, contramaestre
Eduardo Jiménez Ruiz, cocinero
José Borga Pérez, nevero
José Luis Lara Rodríguez, nevero
Ángel Anaya Pecho, nevero
Ramón Arana Pino, marinero

Supervivientes: El primer mecánico, Manuel Julián Sempere, "Santapolero" y el marinero Ángel Pedro García Serrano, que luego trabajaría como marinero en Puerto Sherry. Curiosamente los tripulantes de mayor y menor edad de la embarcación.

...continúa leyendo "1.344. 25 ANIVERSARIO DEL NAUFRAGIO DEL ‘CALPE QUINTANS’. 9 desaparecidos, 1 muerto y 2 supervivientes."

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Luce el sol en el ecuador de este enero mientras trepamos con esfuerzo por la empinada cuesta. Pensativo desayunaba, y a través del ventanal de mi cocina, observo unos gorriones bebiendo en los restos remansados del rocío matinal; picoteaban sobre el agua y levantaban la cabeza al cielo; los no creyentes dirán que es para facilitar el tránsito traqueal, yo soy creyente y pienso que lo hacen para dar gracias a Dios por el regalo del agua, del alimento, de la vida. Allá cada cual con sus creencias.

Desde hace más de cuarenta años, en El Puerto de Santa María y en los soportales de la Ribera del Río, por los aledaños del Bar ‘el Manga’, existían dos o tres tenderetes donde se vendía “carná”, es decir, cebos para los pescadores de caña. Con la venta ¿vivían? varias familias, entre ellas ‘el Ranito’ y José Luis ‘el Jorobaíto’, ya desaparecidos, y siguieron ‘el Cala’, ‘el Nene’, ‘el Moje’ y Francisco Rodriguez Palacios, el último de aquellos gorriones que buscaban entre médanos y rocas de las bajas mareas, esa “carná” que luego vendían.

Hace unos años que desaparecieron los tenderetes  de los soportales, por razones que no vienen al caso, y solo quedaron dos: uno situado en el aparcamiento de Pozos Dulces, y otro en una de las aceras del Parque de la Victoria, frente a la Estación de RENFE. En este punto permanece Francisco Rodríguez Palacios, Paco. En los últimos siete u ocho años, paso ante él todos los días cuatro veces y ahí está, imperturbable, llueva, haga frío o lo zarandee el Levante inmisericorde, que por esa zona sopla sin barreras arquitectónicas que lo atenúen. Solo se toca con un sombrero tirolés que protege su amplia calva. Es un personaje que hubiese sido digno de los pinceles de Manet, Cezanne o Toulouse Lautrec.

...continúa leyendo "2.168. FRANCISCO RODRÍGUEZ PALACIOS. El gorrión urbanita."

Fotografía aérea de El Puerto de Santa María, Bahía de Cádiz, con la ubicación actual de las factorías Fenicio-Púnicas, siglos VI-III a. C., localizadas hasta el año 2.004.

Lo que para los fenicios era una delicatessen, en la actualidad posiblemente no se emplearía ni para cebar a los gorrinos. «Creo que hoy en día no soportaríamos el sabor de las salazones de entonces», afirma, contundente, Eduardo Ferrer Albelda, doctor en Historia por la Universidad de Sevilla. Aquellas apestosas viandas era manjares para los paladares griegos, que los importaban desde las factorías del Estrecho y Mediterráneo: «Era el gusto por el lujo, por lo exótico, por lo que llegaba de lejos», explica Ferrer, que afirma que esa pasión por la salazón gaditana y mediterránea «se ha relacionado con la expansión de Atenas en el siglo V a. C.». Esos alimentos «se producían en la zona de Cádiz, concretamente en El Puerto de Santa María, pero en toda la bahía se han hallado factorías que datan de esa época».

Fotografía aérea con la reconstrucción ideal de la costa Noroeste de la Bahía de Cádiz, y la ubicación de las factorías Fenicio-Púnicas, siglos VI-III a. C., con respecto a la costa, y la posible vertebración siguiendo vías de comunicación.

LAS CONSERVERAS (FACTORÍAS DE SALAZÓN).
Si bien griegos, fenicios y púnicos salivaban ante la perspectiva de untar uno de sus guisos con esas salazones, al parecer compartían con los europeos actuales el olfato: «La mayoría de las factorías estaban alejadas de la ciudad. Por el olor, que debía de ser bastante desagradable», subraya el doctor en Historia. Lo cual es lógico si se tiene en cuenta cómo se elaboraban aquellas sabrosas delicatessen. Un paso esencial era macerarlas al sol en unas piletas: «Allí se pudrían las tripas y se añadía la sal», explica. El resultado, una pasta «muy sabrosa, muy fuerte», con la que se acompañaban distintos tipos de alimentos. También producían trozos de pescado salado, como la mojama. Filetes de carne de pescado secos que aún hoy, estos sí, se consideran bocata di cardinale.

...continúa leyendo "1.264. CONSERVAS DE HACE 2500 AÑOS. Las Delicatessen de El Puerto."

Tras año y medio de espera, el recinto portuario portuense abría las nuevas instalaciones comerciales de la lonja en la madrugada del lunes 20 al martes 21 de noviembre de 2006. El Delegado de Diario de Cádiz en El Puerto en aquellos años, era el único periodista que, a las cinco de la mañana asistía al acontecimiento como fedatario del acontecimiento.

La sala de primeras ventas prosiguió hasta finales de año con el tradicional sistema de subasta y altavoz hasta que se puso en marcha el proceso informatizado. Informatización ya instalada en la sala de segunda ventas, de pescado procedente de otros puertos , que bullía de personal desde un primer instante, con problemas por la masificación para adquirir las tarjetas entre los compradores y el imprevisto adelanto en más de media hora en su apertura.

Ambas instalaciones serían a partir de entonces de gestión directa de la Autoridad Portuaria, al quedar desierto el concurso de concesión directo y la declinación de la Cofradía de Pescadores de proseguir con la explotación ante la previsión de falta de ingresos para asumir el servicio. La hoy desaparecida Cofradía, la tercera más antigua de España, vigente desde la fundación de El Puerto  en 1281, explotaba la lonja  desde 1929 y finalizó su concesión de forma oficial el 31 de agosto de 2004. Durante 2005 y 2006 efectuaba el servicio de forma interina.

A LAS CINCO DE LA MADRUGADA.
Al filo de las cinco de la madrugada se inauguraba sin ninguna ceremonia en especial la amplia sala donde a partir de aquel 20N empezaron a llegar las capturas. Cuatro barcos que faenaban en la Bahía de Cádiz, mediante trasmallos y artes tradicionales, traían una cantidad muy reducida de pescado y un limitado número de especies (sargos, borriquetes y doradas en su mayoría), a la espera de la primera jornada de las embarcaciones del Golfo que recalaban aquella madrugada tras aguardar dos meses de veda (o paro biológico). Del volumen de unas 220 cajas que se subastaron, algo más de 2.?000 kilos, se dispararía a lo que ofrecieron después los más de treinta barcos previstos para el día siguiente.

...continúa leyendo "1.249. LA NUEVA LONJA DEL PESCADO. A cinco años de su inauguración."

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El 23 de febrero de 1996, no hace tanto aparecía este artículo en Diario de Cádiz, donde se mencionaba por primera vez la palabra ‘internet’ en un periódico en El Puerto. Hoy, 16 años después, las referencias a internet en los medios son obligadas e incluso están cambiando la forma de entender los medios. Con este artículo tan porteño, lo rescatamos del recuerdo.

Quince grados.

Es una pieza fundamental. Sin ella no existirían.
Va de arriba a abajo; de delante a atrás; de principio a fin.
Es una parte fuerte y delicada a la vez, que hay que preservar de los fondos y bajíos; que hay que tener limpia de escaramujos y suciedades; que hay que mantener robusta.
Es para nosotros -en El Puerto - de confianza, familiar; la llamamos quilla.
Va en la parte inferior del barco, de proa a popa, y sobre ella se asienta el armazón del mismo.
La quilla de este barco conoce las interioridades de la Bahía de Cádiz, y como ha sido viajera, entiende de flora, fauna marina y algo de plancton de otros lugares.
Es difícil que tenga una visión diferente del mundo, salvo cuando el barco estuvo en construcción por los carpinteros de ribera; o en reparación, en los varaderos portuenses.
El marinero avezado conoce los movimientos del barco y su quilla; en nuestra Bahía y en alta mar; con el mar en calma y con temporales.
Sabe de bruscas sacudidas y de suaves balanceos; de maniobras encubiertas y de rumbos por derecho.
Hasta la aparición de modernos instrumentos de navegación, basados en los satélites y las computadoras, y algo de InterNet , el marinero se auxiliaba durante el mar de leva y los temporales de un singular aparato: el clinómetro.
Este instrumento determina la inclinación longitudinal de la quilla de los buques, con relación al plano del nivel del agua.
Así, avisa de la diferencia de calado entre la proa y la popa, sólo hasta los quince grados.
La medida siguiente en la escala del clinómetro es fatídica: el barco se está hundiendo.
No puede enmendarse.
No hay posibilidad de recuperación.
Por eso, el marinero, en tensión, vigila el clinómetro durante los temporales al acercarse a esa temible medida.
Promete no volver a salir nunca más a navegar, para a continuación y una vez en tierra -olvidados los sinsabores-, embarcarse en el siguiente turno acuciado por la necesidad; o animado porque el mar es su medio.
El marinero recuerda al poeta, y reflexiona; «Nadie se conoce hasta que ha sufrido».
De tal modo sabe que «demasiado» es enemigo de «suficiente», y conmina al referido aparato a no alcanzar los mencionados quince grados.
Hasta vulnerando las leyes de la naturaleza de esta gigantesca pecera. (Texto: José María Morillo).

 

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JUAN JOSÉ LÓPEZ AMADOR. Pocas veces tenemos la oportunidad de estudiar elementos tradicionales que aún son de uso en nuestra forma de vida actual, y mucho menos ponerlos en relación con usos similares, pero en épocas muy antiguas, especialmente si se trata de un amuleto que parece tener propiedades mágicas. El objeto arqueológico estudiado se mantiene en su esencia como una tradición marinera, sobre todo en la Bahía de Cádiz, y fundamentalmente en El Puerto de Santa María, aunque he podido ver su uso en la costa de Huelva y el Algarve portugués. En la actualidad está distribuido por toda la geografía nacional, pero casi seguro, que en la mayoría de los casos son adquiridos como adornos exóticos, sin saber que la tradición popular le dota de poderes sobrenaturales. /En la imagen se pude observar la forma más común de llevarlos, trabados en hilos y cadena de oro, y colgados del cuello, expuesto en el taller de platería Selma en nuestra Ciudad.

Durante largo tiempo he estado siguiendo la pista de esta pequeña pieza ósea, y para ser más concreto desde que en la excavación en 1984/85 (Túmulo 1. Necrópolis de Las Cumbres. Castillo de Doña Blanca), donde tuve el privilegio de colaborar, apareció uno de estos fotolitos en el ajuar de un difunto allí enterrado. Me llamó poderosamente la atención pues en mi casa era algo frecuente, mi padre tenía fe ciega para sus cefaleas. Aquello me dejó un poco con la incógnita de por qué este talismán se encontraba entre las cosas personales de quien estuviera allí enterrado.

AMULETO.
Para saber de sus virtudes hamos utilizado la sabiduría popular, sobre todo la de las personas mayores relacionadas con el mar. Durante largo tiempo hemos llevado un otolito con nosotros, se ha preguntado lo que sabían al respecto a personas que lo llevaban colgando al cuello, joyeros, en muelles, mercados, y enseñado a mayores en un recorrido por las de ciudades y pueblos como Algeciras, Tarifa, Barbate, Conil, Cádiz, El Puerto, Sanlúcar, Huelva Isla Cristina, Ayamonte y en Portugal, Vila Real de San Antonio, Tavira, Faro, Segres y muchos más.

Antiguamente, y de ello tenemos constancia, los otolitos de corvina eran transportados en bolsitas de tela o, incluso, sueltos en los bolsillos. Actualmente se comercializan en forma de anillos, pendientes y colgantes según su tamaño.

 

De los amuletos hay que decir que han sido empleado en todas las culturas y épocas de la historia, por sus supuestos poderes sobrenaturales. Las costumbres y tradiciones populares dan singular relevancia a la magia, y en especial, a los amuletos. Estos sueles ser objetos generalmente portátiles y unipersonales a los que supersticiosamente se le atribuyen alguna virtud sobrenatural: preservar de algunos males, evitar y sanar enfermedades, o traer suerte. Entre estos amuletos, hemos incluido los fotolitos. El portador considera el amuleto como un talismán que posee propiedades para ahuyentar el mal y los maleficios. Esta creencia forma parte de esta idea consustancial en el hombre de atribuir poderes sobrenaturales a elementos de la naturaleza, astros, animales, plantas, rocas, … Es algo que permanece vivo aún hoy en nuestra cultura, pero que va desapareciendo. /En la imagen la ubicación de los otolitos en la cabeza del pez tal vez hubiese influenciado para su uso como amuleto donde se muestra de la ubicación exacta del saco que contiene los otolitos en la cabeza de una gran corvina.

La corvina es uno de los pescados blancos que mas favorecen  a la salud al consumirlos, rico en fósforo y calcio y no tiene absolutamente nada de colesterol.

LA CORVINA.
Producto de la larga vinculación que desde la Prehistoria tenemos con el mar, es el singular uso que los habitantes de estas costas hemos dado a una pequeña parte de un pez: la corvina. Aparece desde momentos que remonta su antigüedad a más de 3000 años, convirtiéndose, posiblemente, en una de nuestras más antiguas manifestaciones mágico-religiosas originadas en el mundo marino.

Plato de corvina y pimientos.

La corvina aún se captura en nuestras aguas y forma parte de nuestra gastronomía. No es un pescado muy abundante y se encuentra en regresión por todo el litoral. Hace años se solían capturar en algunas alambrabas donde se pescaba el atún, pero siempre en menor proporción. Su captura se destina a la venta directa y no a la conserva. Se prepara en forma de filete o rodajas aprovechando para su corte la separación de las vértebras: la cabeza , que contiene el fotolito, una vez seccionada se vende aparte y a buen precio, según los pescaderos. La mayoría de las corvinas que hoy se venden provienen del ‘Moro’, zona geográfica que comprende la banda atlántica de Marruecos y el norte de las islas Canarias (Ferrer: 1993), siendo los de mayor tamaño de 12 a 20 kilogramos, mientras que los del Golfo de Cádiz tienen menor porte.

 

Un otolito engarzado en plata, otra forma de usarlo como colgante.

Al pez se le atribuyen poderes sobrenaturales, se le considera como un ser psíquico, dotado de poder ascensiones de lo inconsciente, tiene sentido fálico, es símbolo de fecundidad, etc. (Cirlot: 1969). Otras culturas le atribuyen un simbolismo espiritual, como ocurría entre los chinos, babilonios, asirios y fenicios.

EL OTOLITO.
Los otolitos o estatolitos son pequeños huesecillos que tiene la corvina en su cabeza. Tiene forma de saco y es parte del órgano de equilibrio en los peces y su ficha de crecimiento, situándose, en los vertebrados junto a los órganos acústicos. Desde antiguo, este hueso de aspecto alabastrado atrajo la atención de los marineros, que solían guardarlo como algo muy preciado. De hecho, como he dicho, mi padre, José López Navarrete (ver nótula núm. 422 en GdP), siempre lo llevaba en el bolsillo. Es curioso que hoy podemos observar estas piezas en el escaparate de cualquier joyería, formando parte de la orfebrería, ya que se ha conservado su uso como amuleto y es una tradición muy popular en la Bahía de Cádiz.

A nuestro amuleto se le atribuyen cualidades y propiedades curativas sobre cefaleas y dolores de cabeza, y buena fortuna, según la gran mayoría de consultas que se han efectuado fundamentalmente en el área geográfica del Golfo de Cádiz. Es verdad que existen muchas versiones de sus poderes mágicos, pero en general, la base de todas giran entorno a las mencionadas anteriormente.

Túmulo 1 y ajuar funerario de la Necrópolis 'Las Cumbres'. Castillo de Doña Blanca. El Puerto de Santa María.

EXCAVACIONES.
Dedicamos nuestra reflexión a este huesecillo que formando parte de la estructura ósea de la cabeza aparece siempre individualizado, así es como ha aparecido en varias excavaciones arqueológicas. Debemos señalar que la mayoría de las excavaciones corresponden al período Orientalizante. [Aparecen en El Puerto en las excavaciones de  Pocito Chico: año 1.000 a.C.; Castillo de Doña Blanca: s. VIII A.C. En Huelva, La Joya: s. VII a.C. En Gibraltar s. VIII a III a.C. En Sanlúcar, La Algaida s. V a II a.C.]

Aún son pocos los datos que tenemos de estos otolitos, singulares objetos arqueológicos, aunque estarán de acuerdo que su rastro es muy coincidente. Nos conduce a una serie de evidencias a tener en cuenta. Su aparición siempre forma parte de las ofrendas en distintos ritos, delimitado claramente en el tiempo. Así pues, al menos podemos definir claramente su uso en épocas Fenicio-Púnica, adaptándose y superviviente desde la fundación de Gadir hasta la llegada de los romanos.

Para finalizar quiero decir, que me gustaría poder ofrecer alguna teoría más al respecto, su procedencia, uso, etc. Pero como es lógico son pocos los datos que poseemos. Gracias a la tecnología y los análisis actuales como el ADN y otros. Tal vez muy pronto sepamos la procedencia geográfica de alguna de las personas que en la antigüedad utilizaban nuestro amuleto, y esto junto a otros datos nos aclaren un poco más sobre este singular patrimonio.

En la actualidad este amuleto tan arraigado en el Golfo gaditano, se ha visto trasladado a otras zonas de Andalucía, y también de España, como adorno personal, pero aquí ha quedado como parte de nuestro ajuar personal y nuestra tradición oral. Sea como fuere, este amuleto se distribuye en una región geográfica concreta como es el Golfo de Cádiz. Con una función creadora, en un sistema de relación hombre-objeto de manera muy compleja, especificándose creencias religiosas en relación con el medio natural, escondiendo viejos ritos bajo creencias tradicionales, que por suerte perduran hasta la actualidad.

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