Su última película se puede ver en la plataforma FILMIN
| José Manuel Rebollo, durante el pre estreno de 'Coraje' en el Festival de Cine con Acento
| Texto: José María Morillo.
Por fin alguien le planta cara, con humor y ternura, a la mística del cine de autor precario. Y lo hace el productor, guionista y director de cine José Manuel Rebollo (El Puerto de Santa María, 1991), con su segundo largometraje: Coraje. El título no engaña. Se necesita coraje --del bueno, del que no se compra en la tienda del bazar chino de proximidad-- para filmar una película sobre gente que lucha por filmar una película. Metacine andaluz, con acento de la Bahía de Cádiz y sabor a merengue recién batido de la confitería La Merced-Los Sanluqueños.
Rosalía antes del mito. Una firma en tiza y un destino escrito
| Texto: José María Morillo
A veces el tiempo parece encerrarse en una bota de vino. En una de las Bodegas Caballero, junto al Castillo de San Marcos, alguien poco conocida entonces escribió con tiza blanca una frase sencilla: “Que os salga buenísimo!!!”. La letra es de Rosalía. No la de los premios Grammy, ni la de las giras monumentales ni los looks imposibles. Era el 17 de junio de 2017, y la catalana aún era una promesa —una artista que se movía entre el flamenco y la vanguardia con una seguridad temblorosa—. Aquella noche actuaba en el Monkey Weekend de El Puerto de Santa María, en un escenario que olía a piedra con historia, Vino Fino y verano portuense.
Rosalía subió acompañada de Raül Refree, guitarra en mano, y ofrecieron un directo íntimo, casi frágil, que aún puede encontrarse en YouTube como una cápsula del tiempo.
Una recreación editorial de época: las Cantigas de Santa María del Puerto como códice contemporáneo
| Texto: José María Morillo.
Alfonso X el Sabio compuso sus célebres Cantigas de Santa María —más de cuatrocientas en total— en honor a diversas advocaciones marianas. Sin embargo, existe un conjunto singular de veinticuatro composiciones que conforman un cancionero autónomo: las Cantigas de Santa María del Puerto, también conocido como el Cancionero del Puerto dedicadas a la Virgen de los Milagros. En ellas, el monarca rindió tributo a la imagen venerada en El Puerto de Santa María, relatando sus milagros, la devoción popular y los orígenes de su santuario.
Hasta hoy, este corpus no había conocido versión miniada. El editor sevillano Pedro Tabernero repara esa ausencia con una edición extraordinaria dentro de la colección Poetas y Ciudades (Grupo Pandora). La obra presenta los textos originales alfonsíes acompañados de sesenta miniaturas creadas por Juan Manuel Fontenla, artista especializado en ilustración medieval, cuyas pinturas reproducen con rigor la estética de los talleres del siglo XIII.
Jaime Velázquez Sánchez(1987), es de los portuenses nacidos en Cádiz (aquellos años no teníamos hospital ni paritorio en El Puerto de Santa María). Reside en La Línea de la Concepción, habiéndose consolidado como una de las voces más contundentes y singulares de la pintura contemporánea andaluza. Su obra se nutre de la experiencia vital y de una formación académica rigurosa: licenciado en Bellas Artes por la Facultad Santa Isabel de Hungría de Sevilla (2014), con especialización en Grabado, Serigrafía y Diseño Gráfico, completó su formación con un Máster en Patrimonio, Arqueología e Historia Marítima por la Universidad de Cádiz (2019). Este doble bagaje —plástico y patrimonial— imprime en su trabajo una visión en la que conviven la exigencia técnica y la conciencia histórica.
En este canal de vídeo de YouTube (pulsar aquí), abierto hace 15 años, reúne cerca de 100 grabaciones del dramaturgo y guionista portuense Juan García Larrondo / El Andreion [*], incluyendo escenas de sus obras teatrales, entrevistas, apariciones televisivas, podcasts y otras intervenciones públicas. Su trabajo abarca una intensa y diversa producción en literatura dramática, poesía e imagen. Forma parte de la Academia de las Artes Escénicas de España y la Asociación de Autores de Teatro, y ha sido reconocido con numerosos galardones, entre ellos el prestigioso Premio Internacional ‘Teatro Romano de Mérida’ por su obra ‘El Último Dios’.
| Texto: Enrique Pérez Fernández | Imágenes generadas con IA
Aquí termina la serie que en los últimos meses hemos presentado en Gente del Puerto acerca de las vidas de los marqueses de la Cañada y el patrimonio cultural que acumularon durante gran parte del siglo XVIII en su casa-palacio del portuense Campo de Guía; un adelanto de la monografía que actualmente escribo sobre la historia de la familia Tirry. En este último texto resumo los hechos que marcaron las personalidades de los marqueses y las huellas de un legado perdido que hemos evocado.
La colección de pintura. Murillos a orilla del Guadalete
| Imagen generada con IA.
| Texto: Enrique Pérez Fernández
Juan Tirry, el II marqués de la Cañada, comenzó a formar su colección pictórica a fines de la década de 1720, a la vez que las de objetos arqueológicos, científicos y etnográficos, el monetario y la biblioteca. Los testimonios de los ilustres visitantes que la conocieron no refieren el número de obras que la formaban, se limitaron a destacar las que consideraron más notables, que en suma fueron quince: ocho Murillos y siete de tres artistas de los Países Bajos (Cornelis Cort, Van Ostade y Van Mieris).
En la investigación que realizo sobre los marqueses aún queda mucho por averiguar de la pinacoteca, dudas por resolver, ampliar en lo posible el número de lienzos hoy conocidos y localizar los que aún puedan existir en manos privadas y en museos. Por tanto, lo que aquí y ahora expongo tiene un carácter parcial y provisional.
La biblioteca, el inquisidor Pedro Sánchez y el naufragio (y II)
| Imagen generada con IA.
| Texto: Enrique Pérez Fernández
El inquisidor Pedro Sánchez
Una vez que falleció Guillermo Tirry en febrero de 1779, apareció por su casa un siniestro personaje de nombre Pedro Sánchez, comisario de la Inquisición en Cádiz. Registró a fondo la huérfana biblioteca y requisó 550 libros prohibidos por ser contrarios a la doctrina católica. Años después, en 1788, se lo decía en una carta al Inquisidor General: “En este asunto como en otros que han ocurrido, sin omitir la Visita General de las Librerías públicas y de algunas particulares, especialmente la del Marqués de la Cañada difunto, vecino del Puerto de Santa María, a donde pasé y recogí 550 libros prohibidos”.
La biblioteca, el inquisidor Pedro Sánchez y el naufragio (I)
| Imagen generada con IA.
| Texto: Enrique Pérez Fernández
“Y para mayor exornación me ha franqueado Don Juan Tirry, marqués de la Cañada, libros impresos y selectos manuscritos que enriquecen su célebre museo y le ilustran no sólo con el título de Tesorero de los caudales literarios, sino de justo poseedor de ellos.”
Quien esto escribió fue el primer historiador de la ciudad, Anselmo José Ruiz de Cortázar (1696-1772), coetáneo y amigo de Juan Tirry (1696-1763), y como los marqueses, hombre ilustrado que para documentar su obra -Puerto de Santa María ilustrado y compendio historial de sus antigüedades (1764)- se surtió principalmente de los fondos de la espléndida biblioteca que los Tirry atesoraron en su casa del Campo de Guía; de la que decía: “Aunque tiene esta casa muchas cosas dignas de expresarlas tanto en lo magnífico de sus piezas como en el adorno exquisito y de buen gusto, no debemos pararnos en su descripción por menor, pasando a describir su curioso gabinete, que es uno de los mejores que hay en España (sin que medie hipérbole ni ponderación en la línea que se refiere). Compónese de una librería de más de 8.000 volúmenes de todas facultades y en especial de Historia, Geografía y antigüedades y antiguos manuscritos y singulares monetarios.”
Tiza, vino y talento: el chicuco que cambió el mostrador por los pinceles
Imagen idealizada de Manuel Quevedo López, a los 30 años, generada con Open AI. El monumento reproducido: el Castillo de San Marcos, está basado en un óleo del pintor.
En el siglo XIX muchos cántabros emigraron al sur, especialmente a la bahía de Cádiz, donde se dedicaron al comercio en los tradicionales ultramarinos, siendo conocidos como chicucos. Uno de ellos fue Manuel Quevedo López, quien llegó a El Puerto de Santa María en la década de 1880 y trabajó en la tienda "La Burra". Su talento para el dibujo fue descubierto por un bodeguero que le permitió formarse como pintor en Sevilla. Realizó obras sobre paisajes locales, aunque acabó regresando al norte tras enamorarse de una vasca, dedicándose allí a la pintura y restauración. Su hijo Bonifacio siguió sus pasos en Cádiz, como comerciante y también como artista. Sus descendientes ofrecen a una institución cultural de El Puerto, dos de sus obras que se puede ver ampliadas en el interior de esta nótula.
Las dos obras de Manuel Quevedo: lugares reconocibles
| Texto: José María Travieso Peralta [*]
Especialmente en el siglo XIX se acentuó la emigración de cántabros al sur de la península, y muy especialmente a las localidades de la bahía de Cádiz: la propia Cádiz, San Fernando, El Puerto de Santa María. Muchos de ellos se dedicaron al comercio, y regentaban los famosos ultramarinos, en lenguaje local, almacén de comestibles. En esta zona se les denominó específicamente chicucos a los que se dedicaron, en concreto, a esta actividad, y allí en Cantabria, de forma más genérica, jándalos.
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