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Usted habrá comprobado por las estadísticas que el paro crece; que el paro decrece; que el paro se estabiliza. Total, lo que le dicen. Y usted lo creerá o no lo creerá. La verdad es que, desde que Chaves dice no se limpia los zapatos, el paro va a más. Si viviera el bedel Correas que, en el Club de Derecho de Sevilla padeció a Chaves y a otros muchos, le podría contar a Vd. qué clase de señoritingos del pan pringado eran, por los años sesenta, estos, hoy, servidores preclaros de la Patria. Pero lo más grave es que Chaves afeó a Arenas el que contratara a un limpiabotas para el aseo de sus zapatos y que fuera sorprendido por tal cual avispado fotógrafo de prensa en plena faena y en plena  campaña electoral. Chaves apostilló: "A mí nunca me han limpiado los zapatos". Eso, además de ser mentira, porque yo lo sé de ciencia propia, es una maniobra desestabilizadora del empleo, aunque sea un empleo precario y sumergido.

Al igual que publican --y con gran éxito-- libros sobre las "salidas" de las carreras para estudiantes desesperados y en trance terminar o haber concluido ya sus estudios, debiera de haber algún autor o algún organismo que se preocupara de sacar a la luz un libro sobre actividades ingeniosas y con porvenir, en trance de perderse.

Los palmitos, las tagarninas, los espárragos trigueros, los caracoles... ya no son objeto de ese "ius usus innocui", consuetudinariamente consagrado, como el rebusco en la viña, en los garbanzales o en los olivares. Ya los palmitos, los espárragos, las tagarninas, los caracoles, los higos de tuna y hasta los camarones nos vienen de Marruecos. Tenemos aquí un complejo de nuevos ricos, desde que el P.S.O.E. nos ha colocado en el mercado europeo, que nos está manteniendo en esa situación de gente bien, venida a menos, que no tiene redaños para confesarse pobre de solemnidad.

¿Quiere Vd. creerme si le digo que, en El Puerto, no hay, hoy en día, un solo limpiabotas? Pues no, no lo hay. (No lo había en 1994, ahora tenemos a José Serrano, Serranito, en la imagen de la izquierda).

En Sevilla, en el Bar Laredo, hace una semana, me cobraron quinientas del ala por adecentarme los zapatos y con todos los avíos: cepillado previo, dandi ( fabricado artesanalmente con anilina, goma tragacantos y agua del grifo [se advierte que algunos desaprensivos, no profesionales, le añaden algo de alcohol, que produce, al cabo del tiempo, grietas en la piel del zapato]), aplicación con los dedos de crema de cera (traida de Portugal, porque aquí, con los adelantos, ya se han perdido aquellas cremas "Tractor" o "Eclipse" tan puras en ceras vírgenes), cepillado a dos manos y lustrado con la bayeta de gamo. Como debe ser.

Pues este pequeño placer no te lo puedes permitir en esta Ciudad [de Historia, Turismo y Congresos]. Y no es que a uno le guste tener a un congénere arrodillado ante sí, realizando un trabajo servil. Nada de eso. El trabajo de betunero es una especialidad a la que no todo el mundo tiene acceso. ¿A que ni  Vd., ni  su santa esposa, ni  su criada de toda la vida son capaces de dejar unos zapatos tan lustrosos como un limpiabotas? El secreto está en la especialización. Cuando nos demos cuenta de que estamos en Europa, nos apercibiremos que lo necesaria que es la especialización.

Aquí, como digo, no hay quien pueda utilizar, hoy por hoy, los servicios de un honrado betunero. Y no por falta de tradición.

Sin remontarnos muy lejos, Vd. recordará los gloriosos nombres de "El Caneco", "El Tigre", "Calla-calla", "Dominguito", "El Quico", "El Mudo" o "El Lustre", por poner unos ejemplos. Usted recordará, sin duda, el salón de limpieza de calzado y la zapatería de Roque. Vd. recordará a Camacho que, solamente ejercía de limpabotas los domingos, porque el resto de la semana trabajaba en Haüpold. (Antonio, el Caneco, en la imagen de la izquierda).

Pues estos honrados profesionales mantenían  el calzado brillante a los portuenses y, además de revenderles lotería o tabaco, ellos --y los barberos-- tenían informada a la población de todo aquello que no podía publicarse ni en la "Revista Portuense", ni, luego, en "Cruzados" o en "La Voz de la Bahía". Item más, algunos, como "El Caneco", "El Tigre" o "El Mudo" dieron rienda suelta a su afición taurina, participando, gloriosamente, en festivales benéficos en nuestra Plaza de Toros. Juntos y por separado, dejaron muy alto el cartel de su torería, con "Cándida La Negra" pidiendo las llaves del toril, montada en un burro, a la presidenta, que no era otra que "La Farfolla", acompañada por preciosas señoritas, de la raza "calé",  naturales de las calles Lechería, Rosa y Santa Clara.

Vd. recordará a "El Tigre" vestido de "hombre hierba", sobre un pedestal, en el platillo de la Plaza, quieto como "Don Tancredo", forrado de hierbajos, salir de estampida cuando la vaca empezaba a dejarlo al descubierto después de engullir y rumiar su forraje verde. Vd. recordará a "El Tigre", esperando a porta-gayola al toro, vestido con un baby de crudillo y la máquina de fotos al minuto, prestada por Cuellar, con su cubito y su pañito,y, al punto, verla toda hecha añicos por el fiero animal.

Joaquín Zapata 'el Tigre', en su versión de 'El Hombre de Hierba', suerte por él inventada. Festival del 7 de enero de 1940.

Vd. tendrá memoria de "El Caneco" y de "El Mudo" dando lances irrepetibles, junto con "Cagancho" o "Moroncillo".

El Tigre, a la izquierda y El Chumi, a la derecha --desconocido el personaje del centro-- ante la puerta del Hospitalito, en la calle Zarza esquina con Ganado.

Pues "El Tigre", "El Caneco", "El Mudo", "El Quico" (cuya fotografía aún puede verse colgada en la taberna de Pedro "El de Los Majaras"), "Calla-calla" (todavía vivo, a pesar de sus muchos años y dolorosamente ciego), "Dominguito" (jorobado del que no he dicho, al presente,  que debe su renombre nacional a haber salido en "El Caso" con ocasión del asesinato de su hermana Antoñita a manos de "El Arropiero") y "El Lustre" (antiguo lugarteniente del general Miaja, en el bando republicano, durante la Guerra Civil), no solo mantenían su ambulante negocio en el Bar Central, en La Fuentecilla, en La Perdiz, en El Continental, en el Puerto-Bar, en La Granja, en La Liga y en los Casinos Portuense, de Labradores y el Mercantil, sino que giraban visita profesional a casas y escritorios de bodegas para dejar a sus clientes  con los zapatos más límpios que un espejo.

Calle Larga, engalanada para las fiestas a principios del siglo XX. A la derecha tienda de limpieza de  calzado, donde mas tarde se instalaría la zapatería de Roque y hoy hay una pequeña tienda de ropa;  en frente, donde hoy está el ‘Café di Roma’,  el Casino Portuense. (Foto Centro Municipal Patrimonio Histórico).

"El caballero elegante, lleva el calzado brillante"; "No creas que la elegancia empieza en el sombrero; empieza en los zapatos que te limpia el betunero". Así pregonaba "El Lustre". "El Lustre" se las daba de poeta. Tan es así que en los primeros Juegos Florales de las Fiestas de la Hispanidad presentó un poema que decía: "De España salió Colón/ con rumbo desconocido/ y al llegar al Ecuador/ dijeron todos a una voz:/-Mira, señor, un lantisco". La verdad es que, como él argumentaba y puede verse en la magnífica construcción del original poema, no se llevó la flor natural, por sus ideas políticas y porque, como España estaba como estaba, antes de la democracia, el premio se lo dieron a Eduardo Gener Cuadrado, poeta y almirante, afincado en Puerto Real.

El Bar Central --hoy un edificio nuevo sede del Banco de Andalucía-- en la confluencia de las calles Luna y Larga. 23 de febrero de 1978. (Foto: Archivo Municipal).

Sus temores tenía "El Lustre" en la España de Franco. Su militancia comunista le tenía un poco asustado. Yo no sé quien le dijo que José Manuel Almagro era Fiscal del Tribunal de Orden Público que venía a investigar las responsabilidades de sangre del bando republicano, cuando la guerra. El caso es que , cuando José Manuel venía de vacaciones de verano --estudiaba Económicas en Madrid- y asentaba sus reales en el Bar Central, "El Lustre" no aparecía por ese bar y merodeaba otros hasta que, a finales de septiembre, se le acababan las vacaciones a José Manuel. Entonces "El Lustre" respiraba. Pero José Manuel Almagro, del asunto, no sabía nada.

Los demás betuneros, nada versados en versos, se limitaban a acercarse al personal y ofertarse respetuosamente: "Se limpia el calzado, caballero". Excepto "El Mudo" que te señalaba  los pies y hacía un sonido así: "mun, mun, mun". El mismo sonido con el que, sacándose del bolsillo tabaco de contrabando o lotería, los ofrecía a los parroquianos.

Sin embargo, "El Caneco" era un hombre genial. Daba su vueltecita por bulerías, cantaba saetas y romances, disfrutaba de la amistad de todo el mundo e incluso abrazaba, cuando lo encontraba por la calle, al Secretario General del Excmo. Ayuntamiento, Don Federico Sánchez-Pece, diciéndole: "--Don Federico de mi arma, mi niño Antonio..., mi niño Antonio..., mi niño Antonio..." y alababa las cualidades de su hijo.  (En la imagen de la izquierda, otra fotografía de 'El Caneco').

"El Quico" era hombre muy aficionado al Carnaval, muy colorado, dicharachero y jovial. Murió joven.

"Dominguito" tenía la especialidad de batir los cepillos a dos manos y recogerlos después de haberlos tirado por alto.  Cuando se cansaba de andar por los bares, recalaba por el escritorio de Osborne, donde, además e limpiar zapatos, hacía los más peregrinos mandados a los escribientes: desde irles a pagar una letra o cobrar un cheque, hasta comprarles los periódicos.

El que era un hombre enfermizo de toda la vida, siempre asmástico, era Antonio "Calla, calla", pero los ha sobrevivido a todos. Todavía se le puede ver por ahí, de cuando en cuando, ciego, apoyado en el brazo de su mujer. Durante un tiempo vendió cupones de la O.N.C.E.. Ahora vive jubilado. Que sea por muchos años.

La gente es tan original que, al cerrar la zapatería y salón de limpieza de calzado de "Roque", por jubilación de Miguel, han puesto una boutique. La casa de Roque era un lugar en que se pecaba. Pero se pecaba venialmente contra el octavo mandamiento de la Ley de Dios. Yo, donde he oído más mentiras en toda mi vida ha sido en casa de Roque, mientras me limpiaba los zapatos. Y ocurrencias: lo que no se le ocurría a Roque, padre, se le ocurría a Miguel, hijo, mientras Serafín, que remojaba y batía las suelas para coserlas, lo presenciaba todo, sentado, al lado de la izquierda, en su banquillo, callaba y reía socarronamente cerrando la boca, huérfana de dientes, hasta darse con la barbilla en la punta de la nariz. (En la imagen de la izquierda, el desaparecido zapatero Miguel Morales Augusto, 'Roque').

Un fenotipo, totalmente distinto, subespecie del pícaro de los siglos áureos, era el gitano trashumante que, en tiempo de feria, aparecía con su caja. Si te descuidabas, además de dejarte los zapatos hechos trizas, te ponía unas herraduritas, unos virones, unas tapas y hasta unas medias suelas y todo ello, sin pedírselo, en un santiamén, para luego exigirte y de malos modos, un capital por sus servicios. Pero eso, siempre con un zapato en la mano. De manera que, o le dabas lo que te pedía, o tenías altercado.

Y, como siempre, los guardias por otro lado. ¿Habrá cosa más inútil que limpiarse los zapatos en la feria? Pues había quien se los limpiaba y no por exceso de pulcritud, sino por exceso de vino. Así, esos gitanos trashumantes, andaban a sus anchas.

Pero volvamos a los honrados betuneros portuenses. Los primeros en sucumbir fueron "El Tigre", "El Mudo" y "El Caneco". Le siguió "El Quico" y , luego, "Dominguito" y, así, se fue extinguiendo el contingente humano de la profesión.

Al cabo de los años, apareció un hombre, de raza gitana, procedente de Granada que pululaba del Bar Buenavista" al "Bar Trevi". Un buen día se supo que marchó a su tierra y que no volvió más.

José Serrano 'Serranito', en plena faena de limpiar el calzado, en la calle Larga, en las mesas del Bar Vega. (Foto: A. Gaitán Fariñas).

Desde entonces, nada. Han faltado vocaciones. Porque, para ponerte de rodillas a darle al cepillo y dejar los zapatos de cada quisque como los chorros del oro hace falta vocación y entrega. El caso es que no han salido nuevos betuneros y la gente se conforma con las esponjitas que venden en los hipermercados o los aplicadores de crema --con lanolina-- que ni necesitan cepillar. Y al cabo del tiempo los zapatos tienen costra y se tiran. Porque el secreto bien guardado de los betuneros era poner crema y quitarla a fuerza de cepillo. Hoy, como el consejo autonómico es no limpiarse los zapatos y consumir productos andaluces, lo que comemos viene de Marruecos y los limpiabotas no existen. (Texto: Luis Suárez Ávila). Escrito  en el año 1994.

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Terrenos bodegueros de Campo de Guía, entre Valdés y Los Moros, el río y la Plaza de Toros. Vista parcial del plano levantado por los arquitectos Torcuato José Benjumeda y  Juan Daura. (Ilustración: Centro Municipal de Patrimonio Histórico).

El Puerto ciudad de misterios, de sombras y de leyendas, tiene una calle o mejor dicho un callejón que no existe, un callejón fantasma. Éste, bien podría ser el comienzo de cualquier novela ligada al relato fantástico imbricada con el género literario de terror, pero no es el caso.

‘En paralelo y perpendicular a la margen derecha del río Guadalete, en las inmediaciones de la que era a principios del siglo XIX  su desembocadura en la Bahía de Cádiz y en las cercanías de donde se encontraba la antigua ermita de Guía, se extiende el más singular de los ensanches urbanos de nuestro país: el polígono industrial bodeguero del Campo de Guía’.

Estas palabras del historiador portuense Javier Maldonado Rosso, director del Centro Municipal del Patrimonio Histórico de nuestra ciudad, lanzadas al aire en las Jornadas Europeas de Patrimonio celebradas en El Puerto en el año 2008, nos retrotrajeron a una publicación del también historiador y buen amigo Rafael Sánchez González, editada por la antigua Caja de Ahorros de Cádiz en 1987, en la que se hace una introducción pormenorizada al estudio del urbanismo portuense en la década comprendida entre los años 1828 - 1838 sobre el Ensanche del Campo de Guía.

Cargando botas en la calle de Los Moros.

En el capítulo cuarto de esa publicación, el profesor Sánchez González ilustra su investigación con la reproducción del plano topográfico del Campo de Guía que realizaron a instancias del Ayuntamiento en 1835 el arquitecto portuense Torcuato-José Benjumeda y el tarraconense Juan Daura, ambos ejercientes en la capital gaditana y Académicos de Mérito de la Real Academia de San Fernando. Siguiendo sus explicaciones y contemplando detenidamente el plano caemos en la cuenta de que existe un callejón sin salida poco, o muy poco conocido por el común de los porteños. Nos estamos refiriendo al callejón de San Diego.

Si reparan en la reproducción del plano que complementa este artículo cedido gentilmente por el Centro Municipal de Patrimonio Histórico, observarán que hacia el centro del tramo de la calle San Bartolomé comprendido entre la calle de los Moros y la calle Valdés se ubica un callejón oculto entre paredes bodegueras que como veremos más adelante nunca debió existir.

Jardines de acceso a los escritorios y demás dependencias de las Bodegas de Mora, hoy propiedad de Bodegas Osborne.

Vista actual del mismo espacio de acceso a Bodegas Osborne, por la calle Los Moros.

El Ayuntamiento de El Puerto toma en su momento la decisión de racionalizar toda la zona conocida como el Campo de Guía. Paraje en el que ya se habían construido algunas bodegas, como la de don Manuel Moreno de Mora, y otros ya habían echado los cimientos para su construcción, como era el caso de don Carlos Carrera, siguiendo la línea marcada con un anterior plano que más tarde se desechó proyectado por don Valentín del Río el 13 de septiembre de 1833. Ante esta medida ninguno de los dos propietarios va a quedar conforme con el propósito del Ayuntamiento, pues veían perjudicados sus intereses.

Sería largo y enrevesado de contar las discusiones que se mantuvieron para fijar las calles maestras que habrían de servir como guías para planificar adecuadamente el ensanche industrial perseguido, pero no podemos obviar lo acontecido sobre el callejón oculto al que nos referimos.

Escritorio, Sala de Muestras y de Referencias de las Bodegas de Mora, hoy de Osborne.

Observarán en el plano que el callejón de San Diego sigue su proyección hasta la calle Aurora en paralelo con la de los Moros, pero que éste se corta a mitad de una manzana de bodegas. Los arquitectos redactores del plan consideraron más sensato que la trama viaria se basara sobre dos calles maestras: la calle Valdés y la calle de los Moros pretendiendo con ello sin destruir las líneas cardinales del proyecto, conseguir una cierta uniformidad en todo el conjunto.

Por tal motivo fue rechazada la nueva calle que se alzó con el proyecto de 1833 ‘calle proyectada equivocadamente por el “aficionado” que hizo el plano primitivo, la cual acomete contra la bodega del Sr. Mora y debe cerrarse en la embocadura de la de San Bartolomé…’, según palabras textuales de los arquitectos; de la cual se puede decir que no tendría la categoría de calle, pues sería un callejón formado entre dos edificios que presentaría además muchos inconvenientes. Pensaron en cambio que podría ser utilizada como comunicación interior por las bodegas ya edificadas y las que estaban edificándose en esos momentos, ya que su espacio aunque estrecho podría servir para desahogo, luz y ventilación de los edificios.

Vista aérea de la Bodega de Mora y el patio del Magnolio. Al fondo, sin desarrollar urbanísticamente Valdés y la zona de la Avda. de la Constitución y Crevillet. A la izquierda podemos observar la chimenea de la desaparecida fábrica de botellas VIPA.

Se razonaba entre otras consideraciones que “al quedar como callejón sería una zona propicia para el robo, y al estar al mismo tiempo habilitada como lugar de trabajaderos con un alto índice de combustibilidad se podrían causar importantes daños dado un fuego, que no sólo arruinaría a todos los dueños, sino que también produciría la infelicidad de multitud de familias que dependían de unos establecimientos tan poderosos que constituían la mayor parte de la riqueza de la ciudad.”

Interior de la Bodega de Mora, imagen de una antigua postal coloreada.

Finalmente se decidió que se cerrara con una portada por la calle San Bartolomé de la cual había de tener cada uno de los interesados una llave para cuando les fuese necesario, quedando en la obligación que en las horas de la noche tendría que estar cerrada para evitar los perjuicios que en otro caso pudieran ocasionarse no sólo a las bodegas sino al público en general.

El Campo de Guía, en un proyecto anterior a la construcción de las bodegas, previsto para lugar de entrenamiento de tropas militares, que no se llegó a ejecutar. Vemos la calle de los Moros, perpendicular al río con palacios, hospitales y residencias. Archivo Militar de Segovia. (Colección J.M.M.)

Como habrán podido comprobar, El Puerto ciudad de misterios, de sombras y de leyendas tiene un callejón que nació torcido cuyo espíritu permanece escondido entre cuatro paredes con olor a vinaza. (Texto: Manolo Morillo).

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“Arco de la Santísima Trinidad y Ermita de los Caminantes”. Óleo sobre tabla. 50×70 cms. Anónimo. Donado por Valerio Marín a la Academia de Bellas Artes de Santa Cecilia. Aquí se construirá el monumento al Sagrado Corazón.

El año 1927 se inició con un acontecimiento social y religioso de gran transcendencia: la bendición del monumento al Sagrado Corazón, instalado en la entrada principal de la Ciudad, en el vértice de un triángulo imaginario que forman las calles Cielos y Larga, punto de nacimiento de ambas calles, dos de las principales arterias del casco histórico de nuestra ciudad.

Corazón de Jesús entronizado. Acto de recepción en el Salón de Plenos del Ayuntamiento al Gobernador Civil, Santiago Guillén Moreno. Lo recibe la Corporación Municipal bajo mazas, en presencia de clarineros, maceros y guardia de gala. En la presidencia el alcalde de la Ciudad, Luis Portillo Ruiz. Año 1962. (Foto: Juman. Archivo Municipal).

Previamente, se había celebrado la solemne ‘entronización’ de la imagen del Corazón de Jesús en el edificio de la Casa Consistorial, es decir la colocación de una efigie con esta advocación en lugar destacado y preferente del ayuntamiento el día 1 de enero, imagen que actualmente se encuentra en el patio de acceso a la iglesia de San Francisco.

La Plaza de los Jazmines, sin el monumento. A la izquierda, la Capilla de los Caminantes, en la esquina del Paseo de la Victoria. (Foto Colección: Mata).

La Plaza de los Jazmines, con arbolado en el lugar del monumento. (Foto: Colección Mata).

El monumento al Corazón de Jesús, con las palmeras washintonias recién plantadas, conservando aún las rejas que protegian el monumento. (Foto: Centro Municipal de Patrimonio Histórico).

La base del monumento se ampliaba con una breve escalinata cuadrada en cuyo perímetro se extendía una reja de hierro, artísticamente forjada y actualmente desmantelada, completando el exorno urbanístico del rincón unas incipientes palmeras, algunas de las cuales  --83 años después-- han caído o se encuentran gravemente enfermas y otras se mecen como guiones que escoltan, esbeltos y majestuosos, ese símbolo local de la religiosidad de otras generaciones que nos precedieron.

Día de la inauguración, con procesión extraordinaria de la Patrona. (Foto: Colección Vicente González Lechuga).

Y el día 2 de este mismo mes se organizó una procesión extraordinaria con la imagen de la Patrona al lugar donde el Apostolado de la Oración había levantado un hermoso monumento de mármol blanco de los denominados ‘Triunfos’ compuesto por una amplia base rectangular sobre la que se elevan cuatro pilastras o columnatas unidas entre sí que sustentan la imagen del Sagrado Corazón, en actitud bendicente.

El acto fue multitudinario y brillante a pesar de la ausencia de diversas autoridades invitadas. El obispo de Cádiz, Marcelo, excusó su asistencia alegando estar delicado de salud y los alcaldes de las ciudades vecinas de Jerez, Rota y Puerto Real que habían sido invitados, igualmente, declinaron su asistencia, enviando un representante el de Puerto Real, tan solo. El pueblo si que asistió, llenando las azoteas y los balcones de las casas colindantes, y todo el perímetro de la antigua plaza de los Jazmines, rotulada en esa fecha con el nombre del escritor nacido en El Puerto, Javier de Burgos. (Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. Puertoguía).

Agustín Vela Mariscal y Carmela Durán, ante el monumento del Sagrado Corazón, en la Plaza de los Jazmines, camino de la Feria y Velada  situada en el Paseo de la Victoria, con parte de los hijos, a principio de la década de los sesenta del siglo pasado. (Foto: Colección María Jesús Vela).

El mamotreto existente -Edificio Carabela- en el lugar donde estuvo la Casa de Martínez de Pinillos. Inexplicablemente se autorizó en 1989. La foto es en la actualidad. (Foto Vicente Utrera – Alberto Trigueros).

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Primera Cabalgata de Reyes Magos. Plaza de Toros. Carrozas. Año 1928.

Reyes Magos en el Asilo de Huérfanas, de la calle Cielos. Leyendo la misiva, Vicente González Lechuga (Melchor), a su derecha Felipe Bononato Saez (Baltasar) y a su izquierda Basallote (Gaspar). Junto al árbol y detrás de la columna, Manuel Camacho Cala, capataz de Osborne. Detrás de Melchor, con gafas y un niño sentados, Francisca Lechuga Camacho y el niño es Carlos Benjumeda Arrobas. Subido en una silla a la derecha hay un niño con gafas, Antonio Benjumeda Arrobas, a su lado detrás, Vicente González Bruzón. Mientras Melchor leía el mensaje real, Carlos Benjumeda decía «--Este rey tiene la misma voz que tío Vicente». Año 1965.

Factura emitida por el Almacén de Juguetería y Bisutería ‘El 95’ de Jerez, por valor de 22.754,65 pesetas, enviado mediante la agencia de transportes porteña’Vda. de Requejo’, girada a la Comisión Cabalgata Reyes Magos, con sede en la Academia de Bellas Artes. Entre el diverso material se encontraban: arcos y flechas, trompetas doradas, recogedores y escobas, pelotas de plástico con red, cajas de juego de café, pistolas, sombreros cowboy, pistoleras, estuches colegial, muñecas pillinas, raquetas largas, cajas de lotería, juegos reunidos, corazas pretorianas y de Carlo Magno. Y como obsequio enviaron: tubos de polvos pica pica, cajas de bolsas fétidas, botes de fluido glacial y cajas de cerillas explosivas. 22 de noviembre de 1966.

Un año se produjo un lapso en la Cabalgata de Reyes, que no se organizó ni por la Academia de Bellas Artes ni por el Ayuntamiento. Quizás pertenezcan estos reyes ‘oficiosos’ a ese momento. ¿Quizás a finales de los sesenta del siglo pasado? La ilusión, a pesar de todo, continuaba…

Reyes Magos en el desaparecido campo de fútbol 'Eduardo Dato'. Fernando Gago , que actuó como presentador, sostiene el micrófono a SS.MM. 5 de eneero de 1971

El diestro José Luis Galloso, rey Melchor en la Cabalgata. Año 1973. (Foto Rafa. Archivo Municipal).

El cartero real, encarnado por Javier Thuillier, con sus correspondientes pajes, encarnados por Juan Caamaño y Ángel Lara, en una abarrotada Plaza de Toros. En el burladero podemos observar al médico de la plaza y presidente de la Asamblea Local de la Cruz Roja, Joaquín Muñoz Bela. La instantánea es del 29 de diciembre de 1974 (Foto: Rafa. Archivo Municipal).

Los Reyes Magos de Oriente, en la Adoración al Niño en la fachada de la Iglesia Mayor Prioral. De izquierda a derecha, Felipe Bononato Saez (Gaspar), el guardia municipal Carrasco, José María Morillo Sánchez (un joven rey Baltasar con apenas 17 años), Luis Suárez Ávila (Melchor), José Lucas Morillo León, y el arcipreste de la ciudad, Manuel Salido Gutiérrez. (Foto Rafa. Colección Felipe Bononato).

Los Reyes Magos del año 1977. ¿Algún lector nos puede indicar sus nombres? (Foto: Rafa. Archivo Municipal).

De izquierda a derecha, Rafael Corzo Gamaza (Gaspar); Francisco Sordo de la Torre (Melchor); y Juan Diaz Sara (Baltasar), los tres pertenecientes a la Hermandad del Dolor y Sacrificio. Detrás de Gaspar,  Rafael Sevilla López y sentados Juan Manuel Martín Vélez y Enrique Pedregal Valenzuela. Desconocemos el nombre de la Pastora Mayor de la Navidad con Amor que aparece sentada a la derecha. (Foto: Rafa. Archivo Municipal).

Interior del Castillo de San Marcos. Melchor será encarnado por el desaparecido empresario Pepe Besteiro, su mujer Mercedes, su nieto Francisco y Milagroas, la mujer de Manuel Ganaza. Le acompañan, también, los hermanos González Lechuga, y sus respectivas cónyuges, . Año 1995.

Imagen de la Primera Cena de los Reyes Magos, celebrada en la Bodega San José. Por cierto que para este primer trimestre de 2011 la Asociación de los Reyes Magos retoma su programa habitual de actividades, tras el paréntesis de estas Navidades. Año 2009.

Etiqueta de Coñac [sic] Reyes Magos. ‘Melchor’. Bodegas Sánchez-Cossío. (Colección JMM).

Etiqueta de Jerez Reyes Magos. ‘Gaspar’. Amontillado Fino. Bodegas Sánchez-Cossío. (Colección JMM).

Etiqueta de Coñac [sic] Reyes Magos. ‘Baltasar’. Bodegas Sánchez-Cossío. (Colección JMM).


SS. MM los Reyes Magos de El Puerto en GdP

157. Noche de Reyes.
500. Los Reyes Magos. Entrega de Coronas 20089/2010
518. Los Reyes Magos de El Puerto (II)
886. Los Reyes Magos de El Puerto (III)

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Al contrario de lo que puedan pensar, cuando sopla  Levante, a Joaquín Postigo Mayorga, ‘el Coco’, este viento seco y caluroso no le altera lo más mínimo; en todo caso como a Vd. o como a mí, le puede provocar dolor de cabeza, cansancio, sofocos, … pero nada más. Vamos, que si escuchan Vds. cantar a ‘el Coco’ un día de ventolera no es porque ha saltado el Levante, sino porque a él le apetece.

A Joaquín le gusta llamar la atención y, como a todos, le gusta que lo quieran. Y su forma de llamar la atención es cantando --no de una forma muy afortunada, como el mismo reconoce-- «--Ya se que cantar no es lo mío, las cosas son como son, pero a mi me gusta hacerlo». Es su forma de reclamar su espacio en el mundo. Su espacio en el paisaje urbano de El Puerto, del que resulta imprescindible. Su forma de reclamar el reconocimiento y el afecto.

Juan Postigo de la Flor, 'el Gran Coco', padre de Joaquín.

Joaquín nació el 24 de julio de 1953, hijo de Juan Postigo de la Flor, de quien heredó el apodo. A su padre le llamaban ‘el Gran Coco’ y por su afición al toreo, le sobrevino la fama de ‘matador de toros mansos’; trabajador durante 30 años en la Fábrica de Botellas ‘Vidrieras Palma’ VIPA, tuvo como sobrenombre artístico ‘El Niño de Vipa’. Pero volviendo a nuestro personaje  Joaquín, nació en uno de los bodegones de la Plaza de Toros y, curiosamente en la partida de nacimiento pone que es hijo de Carmen Lara Pino «--O se equivocó mi padre, o yo que sé». Es el mayor de nueve hermanos: Joaquín, Antonio, Carmen, José, Josefa, Ana, Manolo, Juan y Paco. De pequeño estudió en ‘una amiga’ en la Barriada de Los Milagros: con María, Chari y Paqui, pero poco más hizo en el mundo de la escolaridad.

El año que nace ‘el Coco’, nacen también el torero José Luis Galloso, Enrique Naya de 'Costus', el artista plástico Felipe Lamadrid y el poeta Jesús María Serrano. Rafael Alberti publica 'A la Pintura', 'Ora Marítima' y 'Baladas y Canciones del Paraná'. Se empieza a trabajar en la refundación de la Hermandad del Rocío. Comienza la organización del servicio de abastecimiento de agua a El Puerto como órgano de gestión municipal, por el que se suministraba el agua desde los Pozos Municipales de La Piedad. Comienza la construcción de la Base Naval de Rota, en parte construida en término de El Puerto. José Mesa González crea, en el Parador de Fuenterrabía, la Tarta Imperial o Tarta de El Puerto. Eugenio Espinosa, abre su primer restaurante de nombre 'Guadalete' donde hará célebres el lenguado con fideos.

Afirma que, de forma itinerante, ha permanecido por espacio de 35 años en el desaparecido Hospital Psiquiátrico del Madrugador, donde fue atendido por médicos psiquiatras que aun recuerda con cariño: los directores Antonio Fernández López, José Manuel Cañete, o los doctores Francisco Lijó Casais, recientemente jubilado, Estanislao Mena o el Dr. Bustamante. (En la imagen de la izquierda, portada del libro escrito por Pedro Ingelmo y María José Rincón, sobre el Hospital Psiquiátrico donde estuvo ingresado nuestro protagonista).

Joaquín ha trabajado poco en la vida --lo reconoce-- y disfruta de una paguita. Pero dobló el espinazo cogiendo el algodón y remolacha en el campo; como trabajador portuario descargando barcos, con una empresa de construcción, VH, aquí y en Barcelona y hasta en el Hotel Puertobahia. Hoy, atendido por los servicios sociales presume de tener (de vivir) en una casa y en un piso, por las inmediaciones de la Plaza de la Noria.

Diagnosticado como esquizofrénico paranoide, --él es consciente de su enfermedad y razona sobre ella-- Joaquín puede mantener una conversación perfectamente coherente con Vd., dado que sigue fielmente el tratamiento. Además, se considera satisfecho por haber superado una ludopatía galopante, que le tenía enganchado al juego. «--El Coco está más cuerdo que Vd. o que yo», se oye con frecuencia a quienes dialogan sobre su enfermedad mental.

En este vídeo, original de 'Angelitopuerto', vemos a 'el Coco', en plena actuación en la calle Misericordia. Presume de que sus vídeos están en Youtube en los primeros puestos. Lo de 'artista' es una licencia del autor del video.

Lo que no ha conseguido aún es quitarse del tabaco, del que podemos dar fe es una de sus adicciones, además de a la vida. Es un hombre con una gran vitalidad y un vozarrón a prueba de toda duda. Si lo oyen por la calle cantar, recuerden, no lo hace por que se encuentre mal o se le haya ido la cabeza, o porque haga Levante, sino porque es su forma de saludar a la vida y que ésta le responda en forma de una palabra cómplice, un guiño o una risa bienintencionada de sus paisanos, por las calles del centro. (Texto: José María Morillo).

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Fue en 1967 cuando a un grupo de portuenses se les vino a la idea colaborar en algo que diera otro talante, otra imagen a la celebración ambiental y pública de la Navidad. No existía por aquella época un ambiente precisamente navideño por las calles de El Puerto, ni tampoco en sus actos públicos. La Navidad en las calles de nuestra ciudad pasaba casi desapercibida. Con el ánimo de revitalizarla nació la campaña “Navidad con amor”. Su desarrollo se expuso al municipio y hubo visto bueno inicial de la alcaldía que entonces ocupaba don Luis Portillo Ruíz, que aparece en la imagen de la izquierda.

Con no pocos esfuerzos, los organizadores lograron un reconocible apoyo de determinados comercios para poner algunos exornos en las principales calles del centro histórico. Los exornos del primer año fueron muy tímidos en cuanto a esa ascua de luz navideña que la campaña logró en años sucesivos. Las calles con esta iniciativa lograron tener iluminación y adornos especiales, incluso con su mezcla correspondiente de propaganda comercial, algo sin precedentes en la historia de El Puerto. Hace 43 años los portuenses pudieron disfrutar por primera vez de la iluminación extraordinaria de sus calles más importantes por Navidad.

Los primeros alumbrados extraordinarios de Navidad con Amor. Calle Luna arriba, a la derech 'La Bota de Oro'.

Pero cuando la ilusión de cristalizar la idea ya estaba en marcha, surgió el inconveniente. Del Ayuntamiento llegó una contraorden: “que se retirasen los exornos de las calles, y que se volviese a exponer antes de seguir adelante un nuevo planteamiento”. Para salvar la iniciativa fue persona clave con su implicación desde el primer momento el teniente de alcalde delegado de fiestas Juan Melgarejo Osborne, quien con su empeño personal logró que la primera campaña de “Navidad con Amor” siguiera adelante.

Juan Melgarejo Osborne, alcalde de la Ciudad en 1970, en la entrega de premios en la Gala del Teatro Principal de ese año, junto al Teniente de Alcalde de Fiestas, Francisco Javier Merello Gaztelu. A la derecha, sosteniendo los Trofeos (unos bambis de alpaca plateada servidos por Joyería Díaz), el ordenanza Juan Valiente Moreno.

La Gala de Navidad, protagonizada por niños, que se celebraba en el Teatro Principal los días 25 de cada año, mientras duró la Campaña. La primera gala fue presentada por Pilarín Merello Peñalver, Amparo Unzueta Melgarejo y Aurora Melgarejo.

El acto central de la campaña giraba en torno a la ‘Gala Infantil’  benéfica en el Teatro Principal que, con la complicidad expresa del profesorado de los colegios de la época lograron la participación de infinidad de coros de chiquillos; sus villancicos y sus voces blancas contribuyeron al éxito popular de aquella primera experiencia solidaria en días tan señalados. El local de más capacidad de la ciudad abarrotado hasta el gallinero de un público expectante para contemplar a niños, entre los que muchos de ellos tenían las más cortas edades. El Puerto entero se volcó con esta primera edición y sucesivas campañas y galas de “Navidad con amor”.

De izquierda a derecha, Fernando T. de Terry, alcalde de la Ciudad; Francisco Javier Merello Gaztelu, Teniente de Alcalde Delegado de Fiestas, José María Morillo,  --que recitó unos versos de José Luis Tejada en representación del Instituto Técnico-- y Antonio Romero Castro, Jefe del Negociado de Fiestas del Ayuntamiento. 25 de diciembre de 1971.

Tal fue la singularidad de la iniciativa que llegó a tener especial eco en distintos medios de información a escala nacional, e incluso en el quinto aniversario Televisión Española dio cobertura a los actos. La campaña, por la calidad de las interpretaciones de los niños mereció ese mismo año el premio “Paz en la Tierra”, concedido por el Ministerio de Información y Turismo siendo su titular Alfredo Sánchez Bella, y alcalde la ciudad Fernando T. de Terry Galarza.

La Pastora Mayor que en 1971 recayó en la hija de un marinero con serios problemas de salud y empleo, y la corte de pastorcillas y pastorcillos, en la puerta del antiguo Ayuntamiento en la Plaza de Isaac Peral.

La Pastora Mayor fue una designación que no se incorporó hasta el tercer año de la campaña. Es decir 1969. Las distintas proclamaciones se realizaron en el salón de plenos del Ayuntamiento. La idea surgió con el propósito de ofrecer a una niña de familia trabajadora la alegría navideña de unos días inolvidables. La primera Pastora Mayor era hija de un obrero del municipio; la segunda de una viuda de modesta condición económica; la tercera de un marinero; la cuarta fue una niña del Asilo de Huérfanas, y así sucesivamente…

Otros actos paralelos a la Gala Infantil fueron las visitas a los ancianos de las Hermanitas de los Pobres, o la ofrenda oficial en fin de año ante el Belén de la plaza del Polvorista, así como concursos de redacción y dibujos de temas navideños. Una fiesta-cena benéfica ayudaba con su recaudación a las familias más necesitadas, origen y fin por sí mismo de toda la campaña.

Martínez Alfonso, en la entrega de premios de la Gala del año 1973. A su derecha, Enrique Pedregal Valenzuela.

La Academia de Bellas Artes de Santa Cecilia organizaba todos los años la cabalgata de Reyes Magos, pero al llegar el X aniversario de “Navidad con Amor” cedió los bártulos a la Comisión Organizadora sin menoscabo de su continuada colaboración.

Siendo alcalde de la ciudad Manuel Martínez Alfonso, el poeta y escritor portuense Juan Ignacio Varela Gilabert dio el primer “Pregón de la Navidad con Amor” en un acto celebrado en la Casa de la Cultura el día 16 de diciembre de 1976. Para este primer pregón también se barajaron los nombres de José Luis Tejada y Montero Galvache.

Curiosamente esa Navidad y debido a la falta de presupuesto municipal se redujo considerablemente el alumbrado extraordinario, si bien se compensó en parte con la incorporación de un equipo de ambientación musical navideña.

Por aquella época existían serias discrepancias entre los regidores de la ciudad y la representación eclesiástica del municipio que, a través del asesor religioso de la Comisión Organizadora y en escrito dirigido a la misma, les conminaba sobre la organización de los actos relativos a la Navidad dentro del primer templo de la ciudad “como criterio que tiene la Iglesia para tenerlo en cuenta”.

La Navidad con Amor, al principio de los ayuntamientos democráticos. La instantánea en el Teatro Principal en 1979. El macero Camacho, los ordenanzas municipales Ullén y Polanco, el Teniente de Alcalde Delegado de Fiestas, Manuel Espinar Galán, el miembro de la Comisión de Navidad con Amor, Enrique Pedregal Valenzuela, el alcalde de la Ciudad, Antonio Álvarez Herrera y el miembro de la Comisión, Miguel Lobato Quintero. Año 1979.

El devenir de los tiempos, la propia inercia de la sociedad y la desaparición del añorado Teatro Principal fruto de la barbarie especulativa e incendiaria de unos desalmados, propició el desvanecimiento paulatino de la “Navidad con Amor” a comienzos de la década de los 80 del siglo pasado.

El coro de niñas del Maestro Dueñas, dirigido por él que aparece a la izquierda de la imagen junto a Antonio Romero Castro --Jefe del Negociado de Fiestas del Ayuntamiento-- y a la directora del Asilo de Ancianos, en la visita y ofrenda que hacían durante la Campaña. Año 1972.

Todavía perduran y resuenan en la memoria de varias generaciones de porteños, los sones y cantares cultivados por la sabiduría musical del Maestro Dueñas.

"Un saludo cariñoso
a la Pastora Mayor
por estar representando
la Navidad con Amor"

(Texto: Manolo Morillo. Fotos: Rafa. Archivo Municipal).


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"Aquí viene un servidor,
para no perder costumbre;
no lo tome a pesadumbre,
recíbame, por favor.
¡Navidad! Dicha del alma,
doquier alegra canciones,
bebidas, dulces, turrones,
paz serena, duce calma.
Olvida el triste su llanto
se siente al anciano, niño,
porque es Navidad cariño,
alegría y gozo santo.
Y yo le deseo, señor,
pase alegres Navidades
salud y felicidades
y un Año Nuevo mejor".

EL CARPINTERO.

A mediados del siglo XIX surge en el mundo de las representaciones gráficas una modalidad de impreso estrechamente relacionada con diversas actividades sociales. En el ámbito de las relaciones de la vida familiar y social burguesa se generaliza el uso de una serie de elementos impresos para recordar las fechas señaladas: felicitaciones de todo tipo llegan en el día de la onomástica o del aniversario, en las fechas de Navidad o Año Nuevo, el día de los enamorados y tantas otras fiestas.

Se considera generalmente que la primera tarjeta de Navidad se editó en 1843 por iniciativa de un editor inglés, Henry Cole, que encargó unos dibujos que luego imprimió y remitió a sus amistades. Con el paso del tiempo su idea fue calando y se generalizó su empleo en Gran Bretaña y otros países europeos. Sin embargo, con anterioridad a esa fecha, se tiene constancia en España de una primera felicitación navideña impresa en 1831, obra de los repartidores del Diario de Barcelona.

Las felicitaciones de los trabajadores de oficios públicos eran repartidas por éstos con la manifiesta intención de obtener una gratificación. La llegada de la cromolitografía al mundo de las artes gráficas, a partir de mediados del siglo XIX, inunda de color las felicitaciones que cada año mandaban imprimir los servidores públicos. Serenos, panaderos, lecheros, electricistas, aprendices, barberos, repartidores de periódicos y otros trabajadores felicitaban las Pascuas por medio de tarjetas con una estética propia muy característica.

En la mayor parte tarjetas destaca la figura del trabajador con uniforme de gala, como en el caso del sereno, o con atuendo de trabajo mientras desempeñan las tareas propias de su oficio; en un segundo plano aparecen escenas de la Natividad, alimentos y bebidas típicos de estas fiestas: turrón, pavo, uvas, champán, etc. Posteriormente van apareciendo otros elementos que poco a poco se incorporan a los demás símbolos navideños: el abeto y objetos para su decoración, hojas de acebo y escenas de familias comprando figuritas del belén.

Las fórmulas o frases de felicitación son casi siempre las mismas y están impresas o estampadas en el anverso de la tarjeta: “El cartero felicita a usted las Pascuas de Navidad” o “El farolero les desea Felices Navidades”; mientras que el texto en verso con el que el trabajador pide el aguinaldo hace referencia a las peculiaridades de cada oficio y está impreso en el verso de la tarjeta.

La Biblioteca Nacional de España conserva una excelente representación de felicitaciones de oficios desde finales del siglo XIX hasta 1960 que permite estudiar y comprobar la evolución de estas tarjetas en cuanto a su iconografía, técnica y estética. (Textos: Rosario Ramos Pérez. Biblioteca Nacional de España).

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Los pisos de la Pescadería, todavía en pié, en su fachada a la Avda. Micaela Aramburu. (Foto: Fariñas. Archivo Municipal).

Casi 50 años después de su inauguración, el 25 de julio de 1962, se han empezado a derribar los dos bloques menores del Grupo de Pescadería desalojados durante el verano pasado, construidos en el antiguo solar de la Plaza de la Pescadería. La demolición de los dos bloques con fachada a la avenida de la Bajamar esquina y vuelta  con Domingo Veneroni y Compositor Javier Caballero, que albergaban un total de 16 viviendas. En 2006, la desaparecida Cofradía de Pescadores tuvo igual fin. En el futuro, desde la recuperada Plaza, se construirá una pasarela peatonal y de servicios que comunique ambas márgenes del río Guadalete.

Acto inaugural de las viviendas el 25 de julio de 1962. En la presidencia, el alcalde de la Ciudad --a la izquierda del Arcipreste, Don Manuel Salido Gutiérrez, párroco de la Prioral. Le acompañan también los hermanos Manuel (izda.) y Carlos (dcha.) Román Ruiloba, présbíteros coadjutores de la Prioral y a la izquierda de Carlos, Anastasio Pérez Andrés, Pbr. capellán del Penal y del Hospital Municipal. (Foto: Fariñas. Archivo Municipal).

La corporación y otras fuerzas vivas de la época, en la tribuna instalada en el patio interior formado por los bloques de viviendas. (Foto: Fariñas. Archivo Municipal).

La Cofradía de Pescadores, demolida el pasado año de 2006, también se engalanó para la fiesta de inauguración. Vemos al fotógrafo de las anteriores imágenes, Fariñas, inmortalizado por su compañero, el también fotógrafo, Rafa. (Foto: Rafa. Archivo Municipal).

En 1962 era alcalde de la Ciudad Luis Portillo Ruiz. Se inauguraba el Hotel Meliá ‘El Caballo Blanco’. Rafael Alberti publicaba ‘Poemas Escénicos’ primera serie.
El ayuntamiento concedía la Medalla de Oro de la Ciudad al dictador y Jefe del Estado, Francisco Franco. Nacían el investigador Bernardo Rodriguez Caparrini, el compositor carnavalesco Luis Galán Pérez y la actriz Montse Torrent, entre otros.

La Plaza de la Pescadería, al fondo el Resbaladero y el Castillo de San Marcos. A la izquerida, la Real Fábrica de Arguardientes y Licores, luego Casa de la Aduana. En el agua, un barco a vapor. (Grabado del Siglo XIX. Plaza de la Pescadería. Cahpuy).

«El 19 de abril de 1939 se crea el Instituto Nacional de la Vivienda dependiente primero de la Organización Sindical y posteriormente (2 de enero de 1942) del Ministerio de Trabajo. Su dirección en un primer momento recae en la persona de Federico Mayo. La misma ley de abril de 1939 crea la figura de "vivienda protegida". Según esta Ley el INV es el único organismo capacitado para aprobar los proyectos de construcción de "vivienda protegida" y para lo referente a todo tipo de normas. Su función principal era diseñar un plan nacional de vivienda protegida para todo el Estado, de donde nacen los Planes Nacionales de Vivienda». (Jesús López Díaz).

Almacenes existentes frente al Resbaladero, en cuyo lugar se construyeron los pisos. Albergaron durante un tiempo el Parque de Bomberos de la Ciudad. (Foto: Centro Municipal de Patrimonio Histórico).

La Plaza de la Pescadería con los almacenes al fondo. vista del desaparecido muelle de madera existente. A la izquierda la Casa de la Aduana (que había sido Real Fábrica de Arguardientes y Licores). (Foto: Centro Municipal de Patrimonio Histórico).

La Plaza de la Pescadería, desde la Otra Banda. (Foto: Centro Municipal de Patrimonio Histórico).

Estas viviendas fueron cosntruidas en la Plaza de la Pescadería, derrumbando para ello unos almacenes existentes desde al menos, el siglo XIX. Hubo un intento de construir pisos en la Plaza del Polvorista, pero la fuerte oposición, a mediados de los sesenta de Manuel Martínez Alfonso y otros, impidió que ocurriera lo mismo que con la Plaza de la Pescadería, llamada en otros tiempos Plaza de la Virgen del Carmen.

La Plaza de la Pescadería, al fondo la Casa de la Aduana. En esta plaza se solían instalar los Circos cuando visitaban la Ciudad. (Foto: Centro Municipal de Patrimonio Histórico).

La Plaza de la Pescadería en 1890. A la derecha, los almacenes frente al Restaurante El Resbaladero. En el centro de la imagen, la fuente del Convento de Santo Domingo, que permanecería mcuhos años en los jardines de la Estación de FFCC y que, desde que se encuentra reubicada en el Parque Calderón ha sufrido todo tipo de actos vandálicos. (Foto: Colección Antonio Leveque).

VUELTA A LA CORDURA (Por Luis Suárez Ávila).

"El urbanismo de El Puerto, logrado a base de siglos, ha tenido sus peores enemigos en el siglo XX y lo que va del XXI. A mí, al menos, eso me parece. Ahora que se están derribando los bloques de viviendas construidos indebidamente en un espacio público, la Plaza de la Pescadería, me vienen a la memoria las acciones de quienes éramos muy jóvenes en 1962 para impedirlo. Recuerdo que, en tiempos de Luis Portillo como alcalde, este quiso construir la Plaza del Polvorista y recuerdo también las protestas en la entonces Voz de la Bahía, incluso con un artículo y un dibujo-propuesta de Faelo Esteban Poullet, en que figuraba, en el centro de la Plaza del Polvorista un monumento ecuestre de Felipe V, muy bien concebido, como todo lo que hace Faelo.

Derrumbando... 1 (Foto: Vicente González Lechuga)

La Plaza de la Pescadería, llamada luego Plaza de la Virgen del Carmen, fue, durante nuestra niñez, solar de juegos, como que allí estaba nuestro Colegio, el de San José y San Estanislao, conocido por "el de la Pescadería". En esa plaza corríamos, hacíamos gymkanas en bicicleta, jugábamos a los bolis, consumíamos las chucherías que comprábamos en el puesto de La sargenta, y, en fin, fue un espacio muy querido por toda mi generación. Se trataba de una plaza con mucha historia. En ella estaba la casa de la Aduana, que había sido Real Fábrica de Licores, con su fachada neoclásica, y su templete con la maquinaria del reloj y su esfera; su escalera imperial, y sus amplios bodegones, donde estuvo "La Lucha", con su estanco, y Ezequiel y su mujer ofrecían buenos guisos marineros; "El Resbaladero", con la historia de Primo Díaz y el Saboné y, luego de Maximino, famoso en toda Andalucía, que se ponía de bote en bote los días de toros.

Derrumbando... 2 (Foto: Antonio Gutiérrez Ruiz).

En la fachada opuesta, la casa de Anelo, con el surtidor, por la calle de la Bajamar, con aquel aparato de manubrio, al que había que darle al contrario para que saliera la gasolina. Y, en el muelle pesquero infinidad de barcos, cientos, atracados de cuatro en cuatro o de cinco en cinco, las redes puestas a secar, con olor a mar y a brea; los hiladores, los Camacho, con aquellos utensilios para torcer el cáñamo que me parecían más bien instrumentos de la Inquisición, tal como me los había descrito Lola Blandino. O la nave, que fue lonja del pescado, donde se guardaba el coche del agua, un hispanosuiza que conducía Antonio Espino Pino. En fin, que vuelven las aguas a sus cauces y las perspectivas antiguas vuelven a ser iguales. Todo es un vaivén, sin criterio, en esto del urbanismo de nuestra ciudad. Pero esta vuelta a la cordura, bienvenida sea."

La plaza, tras el derrumbe del 21 de diciembre de 2010. (Foto: Vicente González Lechuga)

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José Ángel Chacón Tenllado nació a finales de 1933 en Aguilar (Córdoba), hio de Ángel Chacón Crespo y Enriqueta Tenllado Pérez pero pasó la primera parte de su infancia, que recuerda nítidamente, en El Puerto de Santa María, con sus abuelos Rafael Tenllado y Enriqueta Pérez y su madre, también Enriqueta, joven viuda por la barbarie de la Guerra Civil, hija única con dos hijos de cuatro y seis años que se vino a nuestra Ciudad, donde sus padres tenían una tienda de tejidos y confecciones en la calle Ganado, junto a una tienda de ultramarinos que hacía esquina con Nevería.

«Hace unos años pasé por esa calle, como hice siempre que visité El Puerto; aún existía la casa donde viví y tenía un letrero de “Se vende”. Desde ese día, en sueños, la he comprado varias veces. Me imagino que ya la habrán vendido y derribado. Todavía existía el cierro donde, desde el recuerdo, puedo ver a mi madre, pegando tiras de papel en diagonal sobre sus cristales, ante posibles bombardeos, para que los cristales rotos quedasen pegados al papel»

José Ángel Chacón Tenllería y José Ángel Chacón Escobar, padre e hijo, ambos luthiers.

En 1943, la familia se trasladó primero a Lucena y luego a Málaga. Allí estudiaría  Peritaje Industrial, trabajaría en diversos oficios y continuaría los pasos que había empezado en El Puerto, hacia sus dos pasiones la música y la lutheria (construcción de instrumentos musicales de cuerda). Mas tarde trabajaría en Mercedes Benz, en Alemania, como modelista y en Málaga en una Inmobiliaria. Pero su pasión por la construcción de instrumentos musicales le llevarían en 1974 a la ciudad italiana de Biella, ciudad del Piamonte, entre Turín y Milán y cercana a Cremona. Allí perfeccionaría sus conocimientos hasta que, en 1983 regresaría a Málaga, donde establecería su taller y crearía una Escuela de Lutheria. Medalla de Plata de las Bellas Artes, su hijo continúa en la profesión de constructor de instrumentos musicales cordófonos.

A sus 77 años, estos son sus recuerdos de El Puerto.

MEMORIAS DE EL PUERTO: 1937 – 1955
«Mis recuerdos de niño grabados con bastante claridad, empiezan en El Puerto de Santa María, hacia el año 1937. Yo era el más joven de una familia acomodada, compuesta por mi abuelo Rafael Tenllado, como cabeza de familia, mi abuela Enriqueta, como mi madre, y mi hermano Rafael, casi dos años mayor que yo, con una minusvalía psíquica que lo hacía diferente de los demás. Mi padre, Ángel Chacón murió trágicamente en Puente Genil, en Julio del treinta y seis y nos fuimos a vivir con nuestros abuelos. Yo tenía cerca de cuatro años, y el cambio que originó su muerte no podía apreciarlo entonces, de él solo me quedaron vagos recuerdos, pero no pasó mucho tiempo para sentir su falta, más de lo que podía imaginar. (En la imagen de la izquierda, los abuelos de José Ángel, Rafael Tenllado Lechado y Enriqueta Pérez).

A pesar de la tragedia familiar, en aquel tiempo éramos una familia privilegiada, con medios económicos suficientes para vivir cómodamente dentro de la escasez que había en aquellos años de guerra. Entonces no podía saber la tragedia que vivían miles de personas, sufriendo los horrores de la guerra civil; perseguidos o encarcelados, humillados y pasando mucha hambre, víctimas de la barbarie, del odio o del fanatismo. Para muchos, la guerra no había terminado. Recuerdo que jugábamos en un llano, junto a las puertas del célebre Penal, sin saber que detrás de ellas solo había tortura, odio, desesperación y muerte. (En la imagen de la izquierda, el padre de nuestro protagonista, Ángel Chacón Crespo, natural de Puente Genil).

Mi familia no tenía una afiliación política definida, pero estaban con los nacionales. La muerte de mi padre ya era un motivo suficiente, y en casa solo se hablaba de los horrores que habían cometido los “Rojos”. Durante algún tiempo, esos comentarios me produjeron horribles pesadillas que me despertaban temblando y corría a la cama de mi madre.

Recuerdo que en aquellos días, en casa se escuchaban las charlas radiofónicas de Queipo de Llano. Pasarían años, antes de saber que se trataba de uno de los generales más controvertidos, entre los sublevados, al mando de Andalucía. Su audacia al tomar Sevilla con escasos recursos, abrió las puertas de la península a las tropas africanistas y su chulesca actitud en las charlas radiofónica, con el menosprecio de la vida de sus semejantes, durante la contienda como “Virrey de Andalucía” no tuvieron límites;  “darle café” era la orden de fusilamiento para muchos infelices. A la muerte del general, en el año 1951, sus restos mortales serían enterrados en una popular Iglesia sevillana. Este es un hecho por el que considero lógica, la pregunta que muchos se hacen, ¿Cómo se puede hablar hoy de abrir heridas, cuando se intenta poner nombre a los miles de andaluces anónimos, “que tomaron su café”, antes de ser enterrados en fosas comunes? (En la imagen de la izquierda, el general Gonzalo Queipo de Llano).

Tampoco entendía entonces, cuando se comentaba que algunos niños  se comían las cáscaras de plátanos y unas bolas de maíz, que daban racionadas, mientras mi hermano y yo teníamos nuestros caprichos para comer. A los pocos años, con la familia arruinada, empecé a entenderlo, y de aquellos niños pobres del Puerto, de los que llegábamos a pensar que estaban tontos por comer desperdicios, me acordé durante mucho tiempo, y empecé a comprender muchas cosas que antes no entendía.

LA MÚSICA

De aquel pasado recuerdo con envidia algo que desgraciadamente se ha ido perdiendo, se cantaba o canturreaba acompañando los quehaceres cotidianos dentro de la casa, incluso en algunos trabajos. Esta costumbre fue el primer estímulo a mis sentidos que despertó mi pasión por la música. Mi abuelo cantaba en el baño, de “El Puñado de Rosas”, “Pues óyeme paloma, tengo yo allá en Triana, en medio de los campos….”, mi madre cantaba y tocaba el piano y tenía un repertorio mucho más extenso, que abarcaba varias zarzuelas, tangos de Gardel y algunas canciones populares. Además teníamos una lavandera que cantaba flamenco, con exquisita gracia repetía todos los cantes de Canalejas de Puerto Real. Ella fue el principio de mi amor por nuestro flamenco, nunca olvidaré cuando cantaba aquella petenera que decía, “niño, que encuero y descalzo, va llorando por la calle…”.

COLEGIOS CLASISTAS.
Mis abuelos no tuvieron más hijos que a mi madre y disponiendo de los medios económicos suficientes, se volcaron en su educación. Desde los cuatro años la internaron en los mejores colegios de religiosas, en Sevilla, Antequera y Lucena. Aprendió lo que en la época se entendía como educación para una ‘señorita de clase’.

Relacionado con las clases, me contaba mi madre, que en uno de los colegios, tenían niñas pobres de forma gratuita, y que estas niñas tenían que hacerle las camas y limpiarles el cuarto a las internas de pago, además de hablarles de usted. Las religiosas, en casi todos los tiempos han sido fieles conservadoras de las diferencias de clase, a las que han sabido sacarle partido. Me imagino que a las niñas pobres, aplicando su personal interpretación de los Evangelios, las educaban para que fuesen buenas, respetuosas y humildes criadas para todo.

A mi hermano y a mí nos pusieron en una de las mejores escuelas privadas del Puerto. Desde el principio la escuela me encantó, tenía cinco años y en poco tiempo empecé a destacar, los maestros le decían a mi madre que yo era un niño muy inteligente. Podía haber sido muy bonito, y de hecho lo era, pero sufría mucho cuando algunos alumnos me llamaban “el hermano del tonto”, por el comportamiento anormal de mi hermano, y más tarde comentarios familiares relacionado con mi madre y su pretendiente, que mi hermano se encargaba de hacer, hábilmente manipulado por uno de los maestros, que a pesar de no comprenderlos, sabía que eran ofensivos para ella. Dentro de la clase me sentía feliz, era distinta a la de mi hermano que estaba más atrasado. (Los hermanos Chacón Tenllado, en una fotografía de estudio coloreada, tomada en Cádiz).

LOS ITALIANOS.
En 1938 mi madre tenía treinta años, era una viuda guapa, con una exquisita educación y buena posición, que a pesar de tener dos hijos, su situación le habría permitido elegir entre algunos pretendientes conocidos de nuestro entorno, pero la fatalidad quiso que se enamorara de un soldado italiano de los que mandó Mussolini en ayuda de Franco: Nicolás Monteleone.

Tropas italianas acuarteladas en El Puerto, recibiendo un homenaje en la Plaza de Isaac Peral el 1 de octubre de 1938. (Foto: Francisco Sánchez Pérez).

Mi madre contra viento y marea defendió sus sentimientos hacia esta ‘oportunidad’, con la habilidad propia de una mujer inteligente dominada por la pasión, frente a los razonamientos de sus padres y algunas amistades. Este tipo de relaciones estaban mal vistas, y a ciertos niveles eran muy criticadas por la sociedad de entonces. Se hicieron populares unas coplillas que se cantaban por las calles, dedicadas a las señoritas de El Puerto, con música y estribillo de una canción muy conocida en los frentes de guerra. La letra decía:

«Las señoritas del Puerto- Puerto
le piden a Mussolini- ini
que deje a los italianos- anos
para poder ir al cine».
Y seguía el estribillo:
«Carrascá- carrascá
que bonita serenata,
carrascá- carrascá
ya me estás dando la lata»

que terminaba siempre con gritos que yo no entendía.

Yo adoraba a mi madre y todo lo que ella decía era la verdad absoluta, por tanto, el italiano era para mí un héroe, guapo e inteligente, casi un médico. Por lo visto se hizo practicante en la guerra.

La madre de José Ángel viajaría desde Barcelona a Roma en avión.

CASAMIENTO POR PODERES.
El italiano se marchó con las demás tropas italianas, y siguió su relación por carta, hasta su casamiento por poderes, en el 1941. Para hacernos una idea de la odisea del casamiento y su viaje a Italia, habría que tener en cuenta las dificultades que existían para salir fuera de España en aquella época.

Aún estando Italia metida hasta el cuello en la segunda guerra mundial, mi madre consiguió pasaporte italiano y permiso de salida. No hay que olvidar que mi padre fue víctima de los llamados rojos, así, además de víctima de la Guerra Civil, era caído por Dios y por La Patria. Resulta triste pensar que la pérdida trágica de un ser querido, la sociedad dañada por la guerra, le diese distintas categorías que determinaban quién podía andar libremente con un salvoconducto, sin problemas, y quién tenía que moverse con miedo, solo por ser familia de algún fusilado, también por Dios y por La Patria.

Resuelta la documentación necesaria, marchó de Cádiz a Barcelona en barco, y de Barcelona a Roma en avión. Tenía dinero suficiente, pero salir de España en avión, en plena Guerra Mundial, era una proeza al alcance de pocos. Allí la esperaba su marido, soldado del Ejército Italiano con un permiso de cuatro meses, y pienso que con un sueldo ‘de acuerdo a su categoría’.

LANJARÓN
En estos cuatro meses cambió todo en la casa. Mi abuelo, que padecía del hígado, tuvo una crisis y se marchó a Lanjarón para tomar las aguas, aconsejado por su médico. Mi abuela, mi hermano y yo nos marchamos, primero a Granada, donde estuvimos hospedados por unos días en el hotel La Perla, (recuerdo de haber comido chirimoyas por primera vez), y luego a Pinos Puente, en casa de una hermana suya. Aquello fue una aventura para mí hermano y para mí. Algunos años después, pensando en estos desplazamientos, me preguntaba ¿estarían huyendo mis abuelos de la crítica que había despertado, en El Puerto, la relación de mi madre con el italiano?, si no fue así ¿porque cerrar un negocio próspero, que gozaba de prestigio, recién ampliado y reformado, los cuatro últimos meses de ese año 41, y dejarnos sin Escuela?

Rafael, Enriqueta y Ángel; siempre se que se hacían una fotografía de estudio se desplazaban a Cádiz o Jerez. «Con el tiempo me haría más preguntas relacionadas con esta época, sin encontrar una respuesta lógica. Hoy se, que el día que mi madre nos sacó de paseo, a mi hermano y a mí y conocimos al italiano, marcaría un antes y un después en nuestras vidas. Lo recuerdo como si hubiese sido ayer, veo al soldado acercarse a nosotros y preguntarle a mi madre si los dos niños eran suyos.»

REGRESO A EL PUERTO.
Con su vuelta se volvió a la vida normal en El Puerto, al menos así lo veía yo, feliz por mi incorporación al Colegio, mi abuela en su tienda, y mi abuelo en una actitud de silencio total o perdido en viajes. Paraba poco en casa y los pocos días que estaba comía solo en su dormitorio. (En la imagen de la izquierda, Enriqueta Tenllado).

Del embarazo de mi madre me enteré cuando ya se le notaba, aunque ella ya me había dicho algo de un hermanito, sin explicarme el porqué de la gordura, yo lo sabía por los comentarios que los niños hacíamos en el colegio. Lo sabía mal, como sabíamos los niños de entonces todo lo relacionado con el sexo.

Recuerdo mi primera comunión, junto a mi hermano, a la vuelta de mi madre y antes del nacimiento de Fernando. Mi ingenuidad de entonces me hace reír y asombrarme hoy. En el equipo de comunión teníamos unos rosarios que mi madre trajo de Italia, bendecidos por el Papa Pío XII, que imagino los compraría en la Plaza de San Pedro en algún tenderete de artículos para regalos, pero yo lo imaginaba de otra manera. Estaba convencido, teniendo en cuenta la influencia que yo atribuía a mi padrastro, que el Papa en persona, le había entregado los rosarios a mi madre para sus hijos y me sentía tan orgulloso que se lo contaba a todos mis compañeros de Colegio como un hecho real. Quizás, en mi subconsciente se fraguaban esas fantasías en mi deseo de ayudar a mi madre, convertida en blanco de algunas críticas.

UN NUEVO HERMANO.
Llegamos al acontecimiento de mayor trascendencia que cambiaría muchas cosas, el nacimiento del hermanito. La noche en que nació, a mi hermano y a mí nos cambiaron de dormitorio en una habitación que daba al pasillo y recuerdo un tráfico de personas que llevaban palanganas de agua caliente al dormitorio de mi madre. Al fin de tanto ajetreo me quede dormido y por la mañana todo había terminado. Mi madre estaba radiante, no paraba de comentar lo guapo que era el niño y los ojos que tenía.

Al principio sentía envidia por mi nuevo hermano, y era lógico, mi madre seguía siendo cariñosa conmigo, pero le faltaba tiempo para serlo como antes, mi abuela que demostró en la dificultad ser una mujer maravillosa, entregada a los demás, nunca fue cariñosa, mi abuelo no hablaba con nadie y mi hermano mayor seguía  en su mundo particular, ¿Qué otra cosa podía sentir un niño con menos de diez años? Estos sentimientos modifican nuestro comportamiento, guardando lo que pensamos sin compartirlo con nadie. Son los primeros brotes de aislamiento e  independencia y los primeros desengaños.

CIERRE DEL NEGOCIO: LUCENA Y MÁLAGA.
Mi abuelo empezó a decir que quería morirse en Lucena, pueblo que le vio nacer, pero la verdad es que no podía aguantar por más tiempo vivir en El Puerto. Dicho y hecho, quitó el negocio, que acababa de ampliar y nos mudamos a Lucena. Allí alquiló una casa amplia, de dos plantas y un patio con una zona cubierta, donde se acopló todo el mobiliario del negocio y las existencias en una de las habitaciones repartidas en estanterías.

Como he dicho antes, estaba más tiempo en la calle, por tanto no dispongo de recuerdos directos de cómo se fue desarrollando el encuentro de este hombre con la realidad y tampoco recuerdo como se decidió venirnos a Málaga, seguramente, pensando en que una ciudad ofrecería mejores oportunidades que un pueblo, para una familia arruinada. Para financiar la operación, se malvendió el mobiliario junto con las existencias, de lo que fue un negocio y nos vinimos para Málaga en tren, cargados de muebles y enseres. De nuestra llegada a Málaga, recuerdo los dos carros, tirados por mulos, que transportaron nuestros muebles y sentir el aroma del mar que me transportó al Puerto de Santa María

EVOCACIÓN DE EL PUERTO.
Para terminar incluyo el último fragmento de mis recuerdos relacionados con El Puerto. Se trata del recuerdo de una evocación mucho más reciente, de un día especial, en los últimos años que viví en Italia. Recuerdo uno en especial, mi último viaje a Génova para una gestión de pasaporte. Me encontraba bastante deprimido y distraído con mis pensamientos, cometí algunas torpezas conduciendo y decidí pararme a descansar un poco. Ya había coronado los Apeninos; aquella cordillera me recordaba algo. Intentando descansar un rato, y distraído en el paisaje pensaba que estaba cerca de la costa. Efectivamente, Genova y la Costa Lígure se dibujaban al fondo. Fue entonces cuando mis sentidos, ante el paisaje y el aroma del mar, se concentraron en lejanos  recuerdos del Puerto de Santa María. No sé, el por qué, en aquel momento, empecé a evocar sensaciones vividas en la niñez, del Puerto y no de Málaga; quizás porque el final de mi niñez, vivida en Málaga, siempre quise borrarla de mi memoria. Al final reanudé mi viaje contento, en un estado de placidez y concentración,  distinto al que traía cuando salí de Biella.

Falangistas en formación, en la calle Larga.

La casa donde vivíamos en la calle Ganado en 1937, entre las dos plantas que tenía, vivíamos tres familias: Joaquina, su marido Alfonso y su hija, recién nacida, que vivían en la planta baja, y arriba mi familia y otra, que llegó poco antes de irnos, quiero recordar que eran los dueños del Cacao Pico.

Saliendo del portal, a la derecha estaba la calle Luna, y al fondo a la izquierda, la Plaza Peral y el Ayuntamiento. Frente había una tienda de muebles, de un tal Pedregal que estaba en el mismo colegio de mi hermano y mío. Era el Colegio de Don Alfonso Cárdenas, en la calle Luna. De este primer Colegio, conservo recuerdos muy bonitos en la clase de la señorita Paca. Lamenté dejarlo cuando nos fuimos del Puerto en el año 1943. Recuerdo la muerte del alumno Jaime Benjumeda  Osborne --hijo de Manolo Benjumeda y Margot Osborne-- por tétanos, que desarrolló después de una caída  en la parada de coches de caballo, de la Plaza Peral, junto al Bar Paquito.

La parada de coches de caballos en la Plaza de Isaac Peral.

Más recuerdos: la playa de la Puntilla, la Plaza de Toros, la Virgen de los Milagros. El orgullo que sentía entonces, por haber recibido la Confirmación por el Cardenal Segura en La Prioral, y por haber incorporado a mi nombre José, el de Ángel en memoria de mi padre. El pasar de las Cuadrillas en coches de caballo, por la calle Nevería en días de Toros. También una Corrida con Manolete y El Estudiante, en la que no se pudo ver nada de Manolete, por una cogida en su primer toro. Lo guardo en mi memoria, por los comentarios de mi vecino, buen aficionado que además, creo que tenía algún empleo en la Plaza de Toros.  También había un magnífico artesano que hacía figuras de Nacimiento; las modelaba y policromaba con verdadero arte. Les ponía un sello con su nombre, ¿podría ser Ángel Martínez?

Mi madre nos llevaba a la playa de La Puntilla, a mi hermano Rafalito y a mí, y a la niñera uniformada con su delantal blanco, me imagino que para distinguir nuestro rango. Lo más desagradable era la zambullida obligada que nos daba, una especie de marengo que cobraba por ello, cuando mi madre comprobaba que nos habían mojado bien la cabeza. Estoy seguro que aquel marengo es el responsable del exagerado respeto, por no decir miedo, que siempre le tuve al mar. (En la imagen, la madre de José Ángel con sus hijos en la Playa de La Puntilla. Cuando no le gustaba una fotografía a la madre de José Ángel, rayaba la cara).

Otras veces, con otros niños del colegio, íbamos al puerto a coger cangrejos, y en El Parque, paralelo al puerto, nos ocurrían cosas propias de una edad, que las hace inolvidables; yo tendría nueve años y mi hermano cerca de once. Había tres niñas quinceañeras o más, no sabría precisar, solo recuerdo que eran guapas, que tenían buen porte y cuyos nombres, que recuedo, voy a omitir. A él y a mí nos separaban del grupo, sabían nuestros nombres, y nos llevaban a los sitios más solitarios del Parque, nos cogían la mano y nos la ponían entre sus piernas, jugaban con nosotros y se reían de nuestra excitación. Aquel secreto de mi intimidad, que comparto por primera vez, se repitió varias veces, y aunque mi sentido de culpa me avergonzaba, recuerdo que sentía verdadero placer.

El taller del luthier, en Málaga.

A pesar de haber vivido muchos años en Málaga, solo de aquella época de El Puerto, mi memoria se impregnó del intenso olor de su puerto y de sus barcos, en contraste con el suave aroma de sus playas, ¡siempre ese olor que llevo conmigo! También de sus ardientes y luminosos colores del verano o de los grises violáceos del invierno, y la sensación de infinito en aquellos días en que el horizonte se funde con el cielo, o el rugido de las olas embravecidas, frente al murmullo de las mismas  olas, ya en calma, cuando mueren sobre la playa adornadas con su espuma blanca. Al contemplar, aunque solo sea en el recuerdo, toda la riqueza sobrecogedora que nos brinda la naturaleza desde el mar, nuestros sentidos se tranquilizan y olvidan lo cotidiano, gozando la nostalgia de lejanas alegrías y melancólicas tristezas.

Al despertar de aquella evocación, comprendí mejor los versos de aquel poeta de El Puerto, Rafael Alberti, en su Marinero en tierra: «Si mi voz muriera en tierra/ llevadla a nivel del mar/ y dejadla en la ribera.»

Hay muchas maneras de ver El Puerto. Hay quien ve su vida marítima. Quien se fija en sus bodegas y en el flamenco. Quien alaba su oferta gastronómica. Quien disfruta en sus peluquerías y en su comercio popular. Museos, fundaciones, restos arqueológicos, Academias, Centros Comerciales, instalaciones deportivas, playas, bosques urbanos, iglesias, procesiones, salas de fiestas, sexshops,... todo lo que puede ser deseado para disfrutar desde cualquier punto de vista puede ser encontrado en algún lugar de El Puerto. En la imagen de la izquierda un gorrión  (Passerdomesticus).

Pero casi todo eso no tiene más mérito que el darse con ello de bruces. Encontrarlo no es difícil pues las oficinas de turismo, pública y de los hoteles, te lo ofrecerán todo perfectamente envuelto en papel de regalo. Hay otras formas de ver El Puerto, una de las cuales es husmear la fauna silvestre que ha entrado por las rendijas de las puertas que la civilización y el progreso han dejado entreabiertas. No hablamos sólo de lagartijas, moscas, mariposas o cucarachas. Hoy vamos a presentar algo de la fauna urbana ornítica de especies silvestres.

En las dunas de San Antón, ayer por la tarde revolvía por entre las ramas de los pinos, una pareja de carboneros comunes (Parus major). Alborotaban con sus cantos y reclamos y se colgaban, en posturas inverosímiles, de las puntas más leves del enramado. A los pies de algunos pinos de esas mismas dunas, quedan los restos de las egagrópilas que regurgita el cárabo común (Strix aluco), después de haber digerido sus presas. Restos de lagartijas, avecillas, insectos, ratones domésticos y ratones de campo entrelazan sus restos en esos bolos de material no aprovechable por el ave. (En la imagen Carbonero Común, Parus Major)

Los cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo) están este año completamente aislados y despistados. Parece ser que la Junta de Andalucía, anteponiendo los intereses particulares de los acuicultores a los generales del resto de la sociedad, ha autorizado recientemente su eliminación. Escopeteros apostados en los alrededores de zonas húmedas disparan a todo cormorán que se acerca por allí.

Cormorán grande (Phalacrocorax carbo).

No sé si hay periodo de veda o si, simplemente, disparan en todo momento sobre ellos. El resultado es que solitarios cormoranes se ven, nerviosos y perseguidos, en las playas urbanas de El Puerto, como el que había el día de la Inmaculada en la de La Calita, o el solitario y vigilante que, en este caso en Sanlúcar de Barrameda, intentaba pescar en las aguas del Guadalquivir. Se hace extraño ver a estas grandes aves negras volando aterrorizadas sobre las calles de El Puerto para amerizar a pocos metros de la orilla, en las agitadas aguas de La Puntilla, por ejemplo.

Avión roquer0 (Ptyonoprogne rupestris).

Está resultando muy curioso ver todos los días a una pareja de aviones roqueros (Ptyonoprogne rupestris) cazando entre los edificios de la calle Aitana. Supongo que están de paso, aunque la estación va avanzando, y parecen haber sustituido los barrancos pétreos en los que viven naturalmente por las paredes del edificio Pizarro o el Balboa, cuyas fachadas dan a esa calle.

Aguililla calzada (Hieraaetus pennatus) morfo claro. (Foto: Rafa Muñoz).

A veces la observación del cielo entre calles, nos depara piezas de mucho mayor tamaño como esta aguililla calzada (Hieraaetus pennatus) que cruzaba rauda el cielo de Sanlúcar de Barrameda el pasado día 8 de diciembre. Perfectamente visible, claramente diferenciada de las gaviotas, volaba desde los árboles de Doñana hacia el interior de los campos de cultivo que rodean Sanlúcar en dirección a El Puerto, dejándose ver por quienes paseábamos por el nuevo paseo marítimo de Sanlúcar (y mirábamos al cielo). Porque esa es otra.

Estas aves no salen en las guías turísticas. Para ver estas aves hay que tener la curiosidad de mirar. Si no perdemos el gusto por escrutar la naturaleza, incluso en pleno ambiente urbano, podremos ver limícolas como el correlimos común (Calidris alpina), que en Cádiz llaman "vetyven", o el andarríos chico (Actitis hypoleucos) buscando su diario sustento entre las piedras y los restos que el temporal ha arrojado a la playa de La Puntilla -la más urbana de las playas de El Puerto- como los que vimos nosotros el pasado día 9. Aquí comparten espacio y alimento con las gaviotas sombría (Larus fuscus), patiamarilla (Larus michaellis) o la reidora (Chroicocephalus ridibundus) que presenta su escueto auricular negro de invierno, en sustitución a su capirote oscuro del verano. (En la imagen de la izquierda Cárabo (Strix aluco), cuyas egagrópilas se pueden encontrar a los pies de los pinos que utiliza como posaderos en las Dunas de San Antón).

Cigüeña blanca (Ciconia ciconia), sobre el campanil del ábside de la Iglesia Mayor Prioral, fachada de la calle San Juan.

A los gorriones (Passerdomesticus) y a las cigüeñas blancas (Ciconia ciconia), que se asoman al diario acontecer de las gentes de El Puerto desde las torres de la iglesia Mayor Prioral en la Plaza de España, enseguida podremos añadir cernícalos vulgares (Falco tinnunculus), los mirlos (Turdus merula) de los parques; las currucas cabecinegras (Sylvia melanocephala) de los jardines privados de las urbanizaciones, o los estorninos pintos (Sturnus vulgaris) y negros (Sturnus unicolor) que silban y chistan desde lo más alto de sus oteaderos.

Cotorras argentinas (Myiopsitta monachus), en vuelo.

Incluso las ruidosas cotorras de Kramer (Psittacula krameri), o quizás sean argentinas (Myiopsitta monachus), se dejan ver y oir mientras se dirigen a sus dormideros entre palmeras. En otras épocas se unen a la comunidad ornítica los vencejos (Apus apus), aviones comunes (Delichon urbica), las golondrinas (Hirundo rustica) o los abejarucos (Merops apiaster), cuyas voces llenarán los atardeceres veraniegos.

Las ciudades tienen muchas puertas abiertas al campo por las que se cuelan entre nosotros aves totalmente silvestres. Hacen su vida tranquilas entre nosotros. Sólo esperan que las dejemos en paz. Pero a cambio nos ofrecen la posibilidad, siempre satisfactoria, de su observación. Únicamente hace falta mirar un poco hacia el cielo. (Textos: Antón Sáenz de Santa María).

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