| Texto: Antonio Cristo Ruiz.
Estoy obligado a reconocer con esta nótula en Gente del Puerto a Julio Pérez Flores, quien está próximo a cumplir los 90 años, presidente que fue de la peña y promotor de la apertura de la Tertulia Flamenca ‘Tomás El Nitri’ en su sede, donde continúa, para que no quede en el olvido. Existen muy pocos con los conocimientos que tiene este hombre del flamenco, --emprendedor en esta forma de expresión artística--, con un gran concepto de este magisterio.
Es la persona que conectó con el Ayuntamiento de El Puerto de Santa María y las bodegas de la Ciudad, para que colaboraran con la asociación cultural y para traer a los mejores artistas del flamenco en aquellos años. No hay ninguna peña en este país que haya traído a grandes artistas de este género como lo hizo esta institución.
| El gentío rebuscando monedas de oro, 8 de febrero de 1933. Imagen generada con IA a partir de una fotografía de Justino Castroverde.
| Texto: Enrique Pérez Fernández
En febrero de 1933, en plena República, ocurrió en El Puerto de Santa María un hecho singular: entre el fango del dragado del río vaciado entonces en la banda del Coto de la Isleta se hallaron muchas monedas antiguas. Y claro…, se armó la marimorena. La noticia corrió por la ciudad y aquello se puso de bote en bote.
El periódico local, la Revista Portuense, decía el día 8: “Es estos días motivo de gran animación el lugar donde se vierten los fangos extraídos por la draga en sus trabajos en nuestra ría. Siendo varias las personas que han hallado allí monedas antiguas de diversos metales, la afluencia de los buscadores ha sido tal, que se interesó por los encargados de la draga la concurrencia a aquel lugar de fuerzas de la guardia civil, que actuó ayer en tal sentido.”
| Texto: José María Morillo Manuel Gago Fornells, Chuchi (1961), presenta mañana martes día 21, a las 19:30 horas su libro ‘La esperanza es lo primero que se pierde’, en el Bar Vicente (calle Abastos, 4) actuando como maestro de ceremonias y presentador del acto, su compañero de profesión en el ámbito de la enfermería durante tantos años, Fernando García González.
El libro está triplemente prologado por el filósofo, José Manuel Sevilla Fernández; el psicopedagogo José Antonio Herrera Lara y el biólogo Juan Carlos Neva Delgado, estando su biografía propuesta, también, por Fernando García González. El libro destinará los beneficios a la Asociación Parkinson y a la Casa de la Esperanza de El Puerto de Santa María.
| Texto: Enrique Pérez Fernández. Imágenes generadas con IA a partir de fotografías de José Ignacio Delgado ‘Nani’ y Fito Carreto.
Cerró sus puertas en octubre de 1990. Ubicada a pocos metros de la Plaza de Abastos, en la acera derecha de la calle Cielos, fue el último testigo de una época que se fue. Por última vez entré en La Burra en 2009, acompañado de Ramón Sordo de la Borbolla, quien estuvo al frente de la taberna durante sus últimas cinco décadas. El local continuaba como siempre, con el lógico deterioro que el paso del tiempo conlleva, que más que restarle valor le añadía el sabor de lo añejo, de lo que tiene solera y tradición.
| Texto: José María Morillo
En el corazón del Mercado de la Concepción de El Puerto de Santa María late una tradición que huele a especias de las Indias o de América: el legado de la familia Gallego hoy bajo el nombre de ‘Sabor a Cádiz’. Victoria Elena González Gallego, tercera generación de una saga de placeros que han hecho de las especias un arte, dirige hoy un puesto que ya no es solo un rincón de compraventa, sino un templo del sabor, donde otros productos gourmet protagonizan sus estantes. Y donde el desperdicio de alimentos cero, forma parte de la novedosa propuesta de nuestra protagonista.
| Texto: Ignacio Moreno Cuñat [*]
El vaporcito surcaba la bahía más pájaro que barco. Flotaba antiguo sobre las olas como esas viejas gaviotas sabias que apenas tienen que mover las alas para volar. El vaporcito traía de Cádiz risas de Carnaval y se llevaba a la Caleta el aroma embriagador de los vinos de El Puerto de Santa María. El vaporcito nos embarcaba a un viaje a Cuba de andar por casa y a la vuelta nos traía en el alma un recuerdo de habaneras. El vaporcito, que durante tantos años fue el símbolo marino de El Puerto, se nos pudre a la orilla de la nada con la proa aún erguida, pero con el alma rota.
| Imagen generada con IA basada en fotografías del Vapor Adriano III
Estampa costumbrista con sabor a azúcar y memoria: Confitería San José.
| Texto e interpretación fotográfica: Verbigracia García L .
Había un olor que anunciaba la calle antes de llegar al número 59 de la Larga: una mezcla de anís, azúcar tostada, almendra molida y esa nube fina del alfeñique que se cuela en las narices con la misma ligereza con que se cuela la nostalgia. Era el interior de la confitería San José, uno de esos comercios con alma, donde el tiempo parecía medirse en cucharones de caramelo y charlas de mostrador. Allí, entre vitrinas de cristal reluciente y bandejas con blonda de papel rizado, se batía el cobre —y la paciencia— para sacar del obrador verdaderas joyas de la repostería tradicional.
Regentaba el negocio Ricardo Martínez Morero, con la ayuda infatigable de María y Ricardo Franco Martínez, joven de bigote fino y mirada curiosa, que acabaría trazando su propio camino más allá del obrador familiar.
| De izquierda a derecha, Alberto Castrelo, Manolo Morillo, Pepe Mendoza, Juan Carlos Neva, Jesús Suárez, José María Morillo, Paco Giles y Chuchy Gago.
| Texto y viñeta: Alberto Castrelo
En El Puerto de Santa María —ese pueblo con ínfulas de imperio veneciano venido a menos, donde cada piedra sueña con ser portada de iglesia y cada político con ser portada de alguna noticia en Facebook— existe un rincón que no sale en (todas) las guías ni en los presupuestos municipales: ultramarinos La Giralda. Allí, entre latas de melva canutera y olor a piedra arenisca de la Sierra de San Cristóbal, se celebra algo más importante que los plenos del Ayuntamiento: las cumbres ilustradas de la gente de banqueta y trago reposado.
No hay acta, pero sí actitudes. No se graban, pero queda todo en la memoria de los muros, testigos mudos de cada carcajada en clave y cada sentencia dicha con voz de aguardiente y retronasal de amontillado fino Coquinero.
Tiza, vino y talento: el chicuco que cambió el mostrador por los pinceles
Imagen idealizada de Manuel Quevedo López, a los 30 años, generada con Open AI. El monumento reproducido: el Castillo de San Marcos, está basado en un óleo del pintor.
En el siglo XIX muchos cántabros emigraron al sur, especialmente a la bahía de Cádiz, donde se dedicaron al comercio en los tradicionales ultramarinos, siendo conocidos como chicucos. Uno de ellos fue Manuel Quevedo López, quien llegó a El Puerto de Santa María en la década de 1880 y trabajó en la tienda "La Burra". Su talento para el dibujo fue descubierto por un bodeguero que le permitió formarse como pintor en Sevilla. Realizó obras sobre paisajes locales, aunque acabó regresando al norte tras enamorarse de una vasca, dedicándose allí a la pintura y restauración. Su hijo Bonifacio siguió sus pasos en Cádiz, como comerciante y también como artista. Sus descendientes ofrecen a una institución cultural de El Puerto, dos de sus obras que se puede ver ampliadas en el interior de esta nótula.
Las dos obras de Manuel Quevedo: lugares reconocibles
| Texto: José María Travieso Peralta [*]
Especialmente en el siglo XIX se acentuó la emigración de cántabros al sur de la península, y muy especialmente a las localidades de la bahía de Cádiz: la propia Cádiz, San Fernando, El Puerto de Santa María. Muchos de ellos se dedicaron al comercio, y regentaban los famosos ultramarinos, en lenguaje local, almacén de comestibles. En esta zona se les denominó específicamente chicucos a los que se dedicaron, en concreto, a esta actividad, y allí en Cantabria, de forma más genérica, jándalos.
| Recreación con IA de fogatas en la otra banda del río a partir de una fotografía antigua.
| Texto: Enrique Pérez Fernández
Fl año 1846 marcó el comienzo de El Puerto de Santa María como estación veraniega, cuando oficialmente la ciudad se abrió al turismo. Se creó entonces una Junta de Festejos que fijó como fechas más señaladas para organizar actividades lúdicas los días inmediatos a las festividades de San Juan, Santiago y la Asunción, la Virgen de Agosto.
Buenos vientos soplaron en los años 40 del siglo XIX para El Puerto… Desde 1816 venían instalándose en el río baños flotantes, impulsados con miras turísticas en 1844; en 1840 se estableció el primer servicio regular de vapores de pasajeros con Cádiz y se abrió, dando cara al río y al paseo del Vergel del Conde, la Posada Vista Alegre; en 1843 se construyó en el ejido de San Francisco una nueva Plaza de Toros; en 1845 se inauguró el Teatro Principal y en enero de 1846 el puente colgante de San Alejandro.
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