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José Antonio Tejero Lanzarote nació en El Puerto de Santa María, en 1974. Tras veinte años en el sector de la comunicación, la fotografía, el diseño y el periodismo funda en 2006 Tusitala Comunicación & Cultura.

Autorretrato. /José Antonio Tejero.

A lo largo de su carrera profesional ha trabajado como redactor gráfico para el Grupo Joly, así como en gabinetes de la administración pública (entre otros en el Ayuntamiento de nuestra Ciudad) desempeñando distintas funciones de coordinación y dirección de proyectos creativos, culturales y de comunicación.

Tiene una amplia experiencia en el mundo de la fotografía, realizando trabajos de publicidad, moda y reportaje. En este sentido ha viajado por América, África y Europa para realizar ensayos fotográficos de marcado carácter antropológico, que están quedando resumidos en el proyecto ‘De andanzas y acechanzas’ (para verlo, pulsar aquí).

En ocasiones ha sido invitado por la Universidad de Cádiz (UCA) para impartir conferencias y talleres especializados. Asimismo ha comisariado innumerables exposiciones para organizaciones públicas y privadas (Obra Social de Caja Inmaculada -CAI). Colabora habitualmente como articulista en Diario de Cádiz. Ha sido codirector de la galería de arte contemporáneo Artífice. Tiene publicado un blog sobre la fotohistoria de El Puerto, con el título: ‘Meditaciones y apuntes sobre la historia portuense’, que puede consultarse pulsando aquí.

Sobre el nuevo proyecto, ‘De Andanzas y Acechanzas’, el propio tejero explica que, «En estos días he comenzado un proyecto a modo de blog que tiene carácter de resumen, ya que 20 años haciendo fotos dan para mucho. Y como había que poner un nombre a este periplo de dos décadas pegado a una cámara, lo he titulado 'De Andanzas y Acechanzas', actitudes inherentes e imprescindibles en toda actividad fotográfica que se precie; Caminar!!! y Escudriñar!!! ?

Interior de un casco de bodegas de Osborne. /Foto: José Antonio Tejero.

Es evidente que el blog se irá actualizando una vez la tarea de edición y escaneo se vaya realizando, o tome nuevas fotos. Inicialmente podéis encontrar publicado sin orden cronológico ni guión (enracimadas), fotografías de mis reportajes por México, Portugal, Cuba, Argelia, Londres, España... así como de mis ensayos 'Cartas a Erótica' (reflexiones visuales sobre el erotismo) y 'Cónsul tan acogedor”' (trabajo etnológico y enológico sobre la D. O. Jerez-Xérès-Sherry).

Hay que reconocer, que estos años atrás me he preocupado desde Tusitala en ayudar a innumerables artistas enseñar sus creaciones (y lo seguiremos haciendo), desarrollando exposiciones, editando libros, webs, blogs... olvidando un poco mi propio trabajo creativo (fotográfico), el más personal, el más intimo, el que me descubre sin ambages y circunloquios».

Según parece, el famoso escritor francés Alejandro Dumas (1802-1870) no pasó por Jerez [pero si estuvo en El Puerto de Santa María]. Así es al menos lo que se puede concluir si se lee su libro de viajes por España, De Paris a Cádiz, escrito entre 1847 y 1848. Aunque no llegó a pisar tierras jerezanas, las referencias a los vinos de la zona están presentes, no sólo en esta publicación de viajes sino en algunas de sus novelas más populares y conocidas.

De seguro que esta inspirada frase de Dumas, «Jerez, símbolo de la alegría y del espíritu español», pronunciada por él o puesta en boca de algún personaje de ficción nacidos de su imaginación recoge fielmente la percepción que tenían otros famosos paisanos suyos que disfrutaron de la magia de la Campiña y la Bahía de la provincia, como el pintor Gustave Doré y los escritores Theophile Gautier y Pierre Louys, entre otros.

En cambio, describe su paso por Sanlúcar y El Puerto de Santa María, otras dos de las poblaciones que conforman el actual Marco de vinos del Jerez, además de Cádiz, a donde le trae su itinerario desde Sevilla a través del Guadalquivir y el Guadalete.

En el grabado del siglo XIX podemos ver en el agua, el Vapor; a la izquierda la antigua Real Fábrica de Aguardientes y Licores, luego Aduana, s u lado el Resbaladero y detrás, el Castillo de San Marcos con otra configuración arquitectónica.

En los últimos capítulos del libro podemos leer: «El vino de Jerez se extiende por el mundo gastronómico desde El Puerto de Santa María. Ya conoce el famoso jerez, el jerez de los caballeros que tanto le gusta encontrar a don César Bazán junto al rey de los patés. Por eso El Puerto de Santa María es un verdadero lugar de peregrinación para los ingleses. El barquito de vapor que cada hora hace el recorrido de Santa Maria a Cádiz lleva en cada viaje, si no un cargamento completo, sí por los menos una buena muestra de gentlemen viajeros que, tras haberse detenido en Sanlúcar, quieren comparar el pajarete con el jerez».     

Pero Dumas ya conocía y apreciaba el jerez antes de probarlo en su mismo origen. Al menos así nos lo hace saber por boca de algunos de los aristocráticos personajes de su novela, El conde de Montecristo (1844): "...votre vin d'Espagne est excellent" (vuestro vino de España es excelente). Igualmente, va a estar presente en otras tres de sus obras, en las que queda patente que el jerez era muy conocido en otros períodos de la historia de Francia. (Texto: José Luis Jiménez García).

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(continuación)

Calles del centro, escenarios de recorridos de procesiones del Corpus y de la Virgen de los Milagros, olores a romero y nardos que anunciaban el comienzo y el final del verano. Olor a primavera, a azahar, a Semana Santa, a cera, incienso y a naftalina de las dalmáticas de los monaguillos. /En la imagen, el arcipreste de la Ciudad, Manuel Salido y el miembro de la Archicofradía del Santísimo, Ramón Jiménez Loma, en una procesión del Corpus de los años sesenta.

A veces, siempre en compañía de mi hermano, me aventuraba para explorar nuevos límites, nuevas calles hasta lo que hoy llamamos Barrio Alto. Nuevas sensaciones, gitanos de la calle de la Rosa y un olor nuevo, el de alhucema quemada (parece que para favorecer el sueño), miré a mi hermano y le dije: "¡Huele a vieja!". Recuerdo el olor de otra aventura, me intrigaba un indigente al que veia algunas veces sentado en una casapuerta comiendo pan y pescado frito (o "mijitas", no lo sabía). Quise experimentar esa sensación de "ser pobre" comprando su misma comida en el freidor de la calle Nevería y adentrarnos en calles oscuras, donde nadie nos viese, y vivir a fondo la sensación de ser mendigo por un instante. Tal vez fue mi forma de ser solidario con su injusta desventura.

Muchos adolescentes de mi edad frecuentaban el salón de juegos de la calle Palacios, billares y futbolines a los que mis padres me prohibían el acceso, pero no pusieron pega para apuntarme a Acción Católica, donde había un futbolín y una mesa de ping-pong. Nuevos olores de comida benéfica los domingos, donde se instalaba un comedor (con acceso,por la calle Diego Niño) gestionado por las Damas de la Caridad y donde colaborábamos instalando y sirviendo las mesas. A partir de ahí, mi hermano se integró en una pandilla de amigos y me cambió por los guateques de azotea.

La pubertad llegó al mismo tiempo que el turismo. Olor a coco del bronceado de las guiris del "Cangrejo Rojo", las niñas de mi pandilla preferían sin embargo un preparado de aceite de oliva, Inma y Carlota olían a ensalada en el Club Náutico. /En la imagen de la izquierda, publicidad del Cangrej Rojo, luego Club Mediterráneo.

Los olores de la plaza no formaron parte de mi primera infancia. Algunos recuerdos de ver a animales disfrazados, creo que por Todos los Santos o la Inmaculada. Funesto y grotesco. Nada que ver con el olor a chicharrones y manteca colorá, tan poderosos como el de los puestos de pescado. Olor a hierbabuena, apio y fruta del Vela en la Placilla.

El tiempo vuela y el otoño del 68, el otoño de las nuevas ideas y ansias de libertad, me lleva al último Preu de los Jesuítas (luego sería Cou), Pepe Buhigas, Miguel León, Javier Díaz, Tony Castillo, Emilio Flor, compañeros, amigos. Colegio de los Jesuítas y la casa de Faelo en la calle Larga, puntos opuestos en la distancia y tal vez en la mente de los curas, pero genialmente complementarios para comprender que la cultura es hermana de la libertad. Olores denlas calles Santa Lucía, Durango, Conejitos, San Francisco. Visita por las tardes a casa de Faelo, olor a jazmines y dama de noche, embriaguez de perfumes, de música clásica, poesía y de alguna copita del barrilito de fino. Placer infinito y paz interior en las puestas de sol de Fuentebravía.

Sopa de Tomate, hecha con pan duro a fuerza del Levante.           

A todo esto, ¿y el Levante?. De entrada, el Levante huele a Estrecho, a los Alcornocales y a las colinas de Vejer, a Valdelagrana y a Guadalete, a sirena del vapor en la azotea y a gaviotas que se adentran en tierra. El dolor de los juanetes de mi abuela, los brincos repentinos de los gatos, el "pato" de las niñas de la pandilla y los delirios de más de cuatro anunciaban su llegada. Para saber más sobre la influencia del viento de Levante recomiendo el opúsculo escrito por el bueno de Enrique Bartolomé. Y si el Levante pone el pan duro, bienvenidos sean la sopa de tomate, el ajo caliente y las torrijas, todo tiene su parte buena, para eso somos del Puerto.

Vivir en Francia me aportó innumerables beneficios ideológicos, culturales, profesionales y familiares. Cuando veníamos de vacaciones dejábamos la autopista en Jerez y no en Puerto Real para buscar un sentimiento apoteósico: divisar El Puerto desde lo alto de la cuesta de Matajaca, el mar, las salinas... y oler, oler El Puerto, porque los olores de lo vivido son eternos.

Pisa de la uva por el sistema tradicional.

¿Qué diferencia puede existir entre el olor a vino fino en una calle bodeguera de El Puerto y en otra de Jerez? La respuesta merece detenerse un instante. Cuando los 20 o 30 millones de células olfativas captan un olor, la información llega al sistema límbico y al hipotálamo, que son las regiones cerebrales responsables delasmemociones, sentimientos, instintos e impulsos. Ese olor va a modificar directamente nuestro comportamiento y las funciones corporales (producirá emociones, sentimientos de adhesión, rechazo). Sólo más tarde, parte de la información olorosa alcanza la corteza cerebral y se torna consciente.

Al tornarse consciente, el olor se racionaliza, se cataloga y se generaliza: en todas las calles bodegueras del marco de Jerez el olor a vino fino es el mismo, pero el que percibo en El Puerto es el mío, el que descubrí, el que generó en mí determinadas emociones antes de aprenderlo y guardarlo en la memoria para reconocerlo en otros lugares. Donde quiera que huela a vino fino, mi memoria dirá: "¡El Puerto!"

En base a esta premisa he pretendido describir olores que, desde la infancia, jalonaron mi vida, crónica del conocimiento, emociones y vínculos que estructuraron y definieron mi personalidad afectiva y mi conciencia de pertenencia a esta tierra. (Texto: Diego Utrera Sánchez)

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Leyendo el otro día el bellísimo canto a las calles de El Puerto de Pilar Paz Pasamar me vino a la mente el recuerdo de una multitud de olores, identificando todos ellos lugares y momentos de mi porteña vida.

Ultramarinos La Argentina /Foto: Quico Sánchez. (Centro Municipal de Patrimonio Histórico).

¿A qué huele El Puerto? Un profesor de Psicología genética del niño nos comentaba la experiencia llevada a cabo en una maternidad con lactantes de pocas semanas que lloraban y sólo se calmaban si se les ponía al lado una prenda de la madre. El recién nacido integrará esas primeras sensaciones viscerales que le permitirán reconocer y discriminar el olor de su madre entre todos los demás. Es esa genialidad hipotalámica del olfato como generador de vínculos la que me lleva a recordar olores que, de alguna forma, definieron mi vida y mi entorno, por lo que siempre serán únicos.

Todos los hogares portan la impronta de la vida de sus moradores. Mi casa olía a leña para la cocina, a brasero de invierno en el que no era raro un tufillo de goma quemada de zapatilla. El punzante olor de Zotal de la ferretería de mis tios subía hasta casa mientras los clientes hablaban de fútbol en invierno y toros en verano. La calle Luna, recorrido desde casa hasta el colegio de Doña Paquita en el que ya mi madre fue alumna. Olor a café tostado de La Giralda, a pipas del carrillo de Severo y a zapatos "Gorila" comprados en Rialto a principios de curso. Misa de ocho de la tarde los domingos en la Prioral, "vuelta al ruedo" con mis padres visitando todas las capillas a la espera de los actos litúrgicos de los siete domingos de San José, olores propios a beata, a incienso y velas con música de órgano del maestro Dueñas. Bajada por la calle Ganado para ver el resultado del partido del Racing en el tablero de la Secretaría del club junto al colegio de La Merced y el almacén de mi padre, compra semanal de dulces en "La Perlita" y vuelta a casa.


En la imagen, personal de Confitería 'La Perla': Pía, Vaca, ...

Mi vida se limitaba a un espacio tan reducido como repetitivo, recorridos en los que se incluía la visita a mi padre a la salida del colegio mientras mi madre ponía la mesa. Calle Nevería, olor a Floïd de la barbería de Pepín y a chamusquina en la hojalatería cerca de la esquina con Ganado, con gatos en la puerta con el pelo ennegrecido.

El tramo de Ganado, entre Larga y Nevería, tenía una vida bullanguera, olor a telas en Moresco, novias y niños de Primera Comunión que inmortalizaban esos trascendentes momentos en Fotos Pantoja, cuadrillas de toreros en la Pensión Loreto, de donde emanaban olores de cocina popular y de pescado en tartera, muy distintos, evidentemente, del olor fuerte, acre y punzante de la droguería de Roque. Amas de casa que volvían apresuradas de la plaza con las provisiones para la comida.

Mi padre olía a los jamones y chorizos colgados con puntillas en las vigas y de los que en verano caían gotas de grasa que impregnaban el babi de faena y prolongaban el olor hasta la casa. Olor a serrín, a aceite de oliva a granel y a papelillos de café antes de que llegara el café Saimaza empaquetado. Era costumbre tener uno o dos gatos, mi padre decía que los machos se iban con el celo y las gatas eran más fieles..., nada nuevo bajo el sol de los humanos. Los gatos se alimentaban de los restos de comida de casa y algunas sobras extra del Loreto. Cuando no había sobras, mi padre mandaba a comprar en la plaza un poco de pescado de escaso valor, solían ser pequeños jureles. Tomando una vez una cerveza en Almería, donde ponen sistemáticamente una tapa sin tener que pedirla, le pusieron a mi amigo un jurel a la plancha (en Almería no saben freír el pescado por no tener la harina apropiada) y, al verlo, me dije: "¡Pero si esto es comida para gatos!". Y nunca comí un jurel.

Propaganda de 'Las Novedades'.

Cuando se acercaba la Navidad, volvíamos a casa por la calle Larga para ver los juguetes en el refino de la viuda de Luis Pérez Grant, que olía a Heno de Pravia.

Mi padre nos llevaba algunos domingos al fútbol en el Eduardo Dato, donde olía fuertemente al potingue con el que "el Chicharito" embadurnaba las piernas de los jugadores mientras los aficionados combatían el frío con los vasitos de coñac que vendía "el Palote". La zona me resultaba familiar puesto que donde hoy está La Ponderosa había una pequeña finca de recreo que mi padre alquiló en verano en algunas ocasiones. Los siguientes, y así todos los restantes, mi abuela cargaba con siete nietos tomando el coche de Bootello hasta la playa de La Puntilla, donde se afanaba tejiendo mallas de seda amarilla para las botellas de Centenario mientras el moderno transistor emitía las venturas y desventuras de los protagonistas de "Ama Rosa", "Sangre Negra" -con guión de Guillermo Gautier Casaseca- decía el locutor al presentar las novelas. Mientras tanto, nos ocupábamos para hacer pasar las rigurosas tres horas de digestión antes de bañarnos, dos horas y media para mojarnos los pies. El Poniente nos hacía tiritar a la salida del baño, lo que mi abuela atenuaba con un sorbito de vino dulce que guardaba en un botellín de cerveza. Paseos hasta el Castillito y las dunas, olores a eucalipto, pinos y retama, olor a ostiones con marea baja y a cangrejos moros en la escollera desde donde algunos adolescentes cruzaban a nado el "canal" atentos al paso del Vapor. Olor a arropía pregonada por "el Sevillano" y a sardinas del Bar Ramoní, que se anegaba con las mareas de Santiago. A veces perdíamos el último autobús, caminata de vuelta a lo largo del río, la vista de la Pescadería y el olor de las redes nos anunciaban la proximidad del Parque.


El padre del autor del artículo, Diego Utrera, junto a Matiola, conserje del Banco Central.

El paso de los años nos proporcionaba autonomía y la posibilidad de extender el perímetro del espacio de nuestra vida cotidiana. La Plaza de Peral en invierno (rodillas desolladas por las caidas en el albero), el Guarda Clemente disuadía de jugar a la pelota y de pisar los jardines, olor a flores, a naranja agria (que mi madre utilizaba en la coliflor frita), araucarias luego trucidadas por ávidos gobernantes... El Parque en verano, sublime olor a bajamar cerca del puente de San Alejandro, impregnado en las casas y soportales de enfrente, rincón marinero de mi infancia. El muelle del vapor, el olor de "La Mezquita" y de la bodeguilla de González, donde mi madre me enviaba a comprar vinagre y vino de guisar. Olor a carburo del carrillo del Cine Macario. Olores a perfumes del refino de Maraver en la calle Larga, donde tenían el gel Moussel. (Texto: Diego Utrera Sánchez).

(continuará)

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¡Mi plata aquí en el sur, en este sur,
conciencia en plata lucidera, palpitando
en la mañana limpia,
cuando la primavera saca flor a mis entrañas !

Mi plata, aquí, respuesta de la plata
que soñaba esta plata en la mañana limpia
de mi Moguer de plata,
de mi Puerto de plata,
de mi Cádiz de plata,
mi Sevilla de plata,
niño yo triste soñeando siempre
el ultramar, con la ultratierra, el ultracielo.

Y el ultracielo estaba aquí
con esta tierra, la ultratierra,
este ultramar, con este mar;
y aquí, en este ultramar, mi hombre encontró,
norte y sur, su conciencia plenitente,
porque ésta le faltaba.

Y estoy alegre de alegría llena,
con mi mitad allí, mi allí, complementándome,
pues ya tengo mi totalidad,
la plata mía aquí en el sur, en este sur.
___________________________________
Juan Ramón Jiménez, "Con mi mitad allí", Animal de fondo (1949), Obra poética I.


1. Juan Ramón Jiménez; 2. Pedro Muñoz Seca; 3. Fernando Villalón; 4. Dionisio Pérez.  Al lado de Villalón, a la derecha de la Virgen,  Francisco Ciria y Vergara de la Concha. En la fila de abajo, segundo por la derecha,  Juan Ávila González. (Foto Colección LSA).

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Javier Maldonado Rosso (1952) nació en El Puerto de Santa María.  Especialista en la cultura del vino del marco del Jerez-Xérès-Sherry ha sido el organizador de las Jornadas del Vino Fino y miembro del Ateneo del Vino Portuense. Este Doctor en Historia obtuvo el Premio Extraordinario en Doctorado en Filosofía y Letras por la UCA (1996-97).  Director del Centro Municipal de Patrimonio Histórico de El Puerto es, a su vez, Director de la Revista de Historia de El Puerto desde su fundación en 1988, editada por el Aula de Historia Menesteo. Además es Académico de número de la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia de su ciudad natal. Es miembro del Grupo de Investigación de Estudios Históricos Esteban Boutelou de la Universidad de Cádiz; profesor colaborador honorario de Historia del Vino y de Historia Contemporánea de la Universidad de Cádiz y profesor del Máster de Estudios Hispánicos y del Máster en Dirección Turística de la citada Universidad.

Ha dirigido más de una docena de cursos sobre historia de la vid y el vino organizados por la Universidad de Cádiz, la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, la Universidad de Málaga y la Universidad Internacional de Andalucía.

En la imagen, Manuel Pérez Casaux, flanqueado por los académicos Javier Maldonado Rosso y Luis Suárez Ávila, dirigiéndose al estrado para pronunciar su discurso como Académico de la de Belals Artes de El Puerto. En la presidencia, de izquierda a derecha, Joaquín Solís Muñoz-Seca, Juan Gómez Fernández a la sazón presidente de al entidad y Jesús Nogués Ropero. Octubre de 2003.

Maldonado, durante la presentación del cartel de Feria de Ángel Lara, en 2010: "Ángel Lara ha pintado un cartel que es un cuadro o un cuadro que es un cartel. "Un magnífico cartel anunciador, digno de nuestra Feria de Primavera y Fiesta del Vino Fino, que es fiesta de la amistad". Un cartel de los que se enmarcan".

A nivel internacional su participación en comités y representaciones pasa por Secretario General de la Asociación Internacional de Historia y Civilización de la Vid y el Vino (1999 - 2004) y Coordinador de la Red Internacional de Historiadores de la Vitivinicultura, habiendo coordinado varios congresos y simposios nacionales e internacionales sobre historia de la vitivinicultura..

Es autor de varios libros y de mas de cuarenta artículos sobre historia de la vid y el vino, entre los que cabe destacar:

La formación del capitalismo en el Marco del Jerez. De la vitivinicultura tradicional a la agroindustria vinatera moderna (siglos XVIII y XIX), editado en Madrid, en 1999, por Huerga y Fierro, Editores, que obtuvo el Prix en Economie & Droit concedido en París por la Office International de la Vigne et du Vin en el año 2000 y el Premio de Investigación de la Asociación Internacional de Historia y Civilización de la Vid y el Vino en al año 2000. En este estudio, el autor analiza en profundidad y extensión el proceso de transformación de la vitivinicultura tradicional a la agroindustria vinatera moderna en el Marco del Jerez-Xérès-Sherry, en el contexto de la vinatería atlántico-europea de los siglos XVIII y XIX. El autor ofrece un nuevo modelo de interpretación del proceso de cambio de la vinatería jerezana y de las características de la moderna agroindustria vinícola resultante. Interpreta el conflictivo proceso de cambio protagonizado por la oligargquía cosechera y la burguesía vinatera como uno de los máximos exponenetes de la transición en España del Antiguo Régimen al capitalismo. El estudio analiza las transformaciones técnicas (vitícolas y enológicas), económicas (productivas y comerciales) y sociales (nuevos grupos socio-profesionales), y se centra en la organización empresarial y jurídica de los capitales, así como en su procedencia y estructura. Este estudio aporta algunas innovaciones metodológicas a la historiografía económica y entra de lleno en algunos de los temas que más interés despiertan actualmente en la misma: el desarrollo industrial en España: el papel de empresarios autóctonos y extranjeros: la procedencia económica, social y geográfica de los capitale empleados; la transición del Antiguo Régimen al capitalismo, etc.

El célebre tintilla de Rota (siglos XVIII-XX), editado en Rota, en 2004 por la Fundación Alcalde Zoilo Ruiz Mateos.

Las rutas del vino en Andalucía, editado en Sevilla, en 2006, por la Fundación José-Manuel Lara y la Consejería de Agricultura y Pesca de la Junta de Andalucía. La singularidad, diversidad y calidad de sus vinos hacen que Andalucía sea considerada el paraíso de la cultura del vino. Esta ruta recoge por primera vez toda la vitivinicultura andaluza actual. Constituye un paseo provincia a provincia por todas las características y particularidades de las comarcas vitivinícolas de Andalucía: tanto por las Denominaciones de Origen como por las que cuentan con la Mención Tradicional de Vino de la Tierra. Nunca hasta ahora se había dado una visión global histórica y actual de la cultura del vino en Andalucía de forma amena y rigurosa.

Nueve bodegueros del Marco del Jerez (siglos XVIII-XX), Cádiz, coautor. Quórum Editores, 2010

Es también autor del guión y de los textos de la Ruta de las casas de viña de El Puerto. Itinerario I: Pago de Bilbaína, de próxima inauguración.

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Mercedes Agulló Cobo (Madrid, 1925) es una historiadora y filóloga española, --prima del empresario cántabro afincado en el Puerto, Santiago Cobo Cobo--, conocida por su hallazgo, publicado hace dos años, sobre la autoría del ‘Lazarillo de Tormes’ que, hasta entonces era considerado un texto anónimo. Vive en El Puerto desde hace unos años.

DIRECTORA DE LOS MUSEOS MUNICIPALES MADRILEÑOS.
Mercedes estudió en la Universidad Complutense de Madrid donde se licenció en Historia y obtuvo el doctorado en esa misma universidad con su tesis ‘La imprenta y el comercio de libros en Madrid. Siglos XVI-XVI’I. Ha sido directora de los Museos Municipales de Madrid y miembro de número del Instituto de Estudios Madrileños y dirigió distintas revistas: Villa de Madrid, Gaceta del Museo Municipal y Estudios de Prehistoria y Arqueología Madrileñas. Destaca su labor en el campo de la historiografía del libro, de la pintura, de la escultura o del teatro.

BIBLIOTECA VIRTUAL.
Recientemente la Universidad de Massachusetts Boston, ha digitalizado y presentado en Cádiz y a su alcaldesa, Teófila Martínez sobrina política de la homenajeada, su obra. La BDMAC  comprende trece volúmenes y comenzó su digitalización en agosto del 2011.  En este corto plazo más de 9,408 visitantes han entrado a la biblioteca para usar sus importante y valioso contenido.  Hay veintitrés volúmenes en digitalización para ser añadidos a la biblioteca digital próximamente.
Además hay cuarenta y seis fotografías y documentos evidenciando la formación y vida de la doctora Agulló y Cobo y su carrera como estudiante y escritora desde muy temprana edad. La colección de fotos y documentos comenzó a desarrollarse este pasado mes de julio y desde entonces ha sido visitada 1.573 veces.

Daniel Ortiz, director de la Biblioteca Virtual, le entrega un ejemplar de las digitalizaciones a Mercedes Agulló, en presencia de la alcaldesa de Cádiz y prima política de la autora. /foto: Manuel Fernández.

EL HALLAZGO DEL LAZARILLO.
En marzo de 2010 Mercedes Agulló dio a conocer en su obra ‘A vueltas con el autor del Lazarillo’ una investigación en que, partiendo del descubrimiento en unos papeles de Diego Hurtado de Mendoza de la frase «un legajo de correcciones hechas para la impresión de Lazarillo y Propaladia», postuló «una hipótesis seria sobre la autoría del Lazarillo, que fortalecida por otros hechos y circunstancias apunta sólidamente en la dirección de don Diego». La hipótesis retoma una tradicional atribución, pues en 1607, en el catálogo de escritores españoles Catalogus Clarorum Hispaniae scriptorum, que fue redactado por el flamenco Valerio Andrés Taxandro, se dice que Diego Hurtado de Mendoza «compuso [...] el libro de entretenimiento llamado Lazarillo de Tormes». Otros autores del siglo XVII, así como el Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española (1726-1739), mencionan esta atribución, que alcanzó cierta fortuna, sobre todo en el siglo XIX.

ESCRIBE LUIS SUÁREZ.
Es una delicia que el Gran Puerto de Santa María no salga solamente en los medios por el 'Caso Tequila', por la 'Operación Toscana' o por 'El Arropiero', pongamos por caso. En este Gran Puerto se ha gestado una obra capital para desentrañar uno de los misterios más recónditos de nuestra literatura. Durante más de cinco años de paciente estudio, consulta de documentos y muchísima bibliografía, doña Mercedes Agulló Cobo, de 86 años, ilustrísima paleógrafa, en su casa de El Manantial, ha logrado dar con el autor de El Lazarillo de Tormes. Y yo creo que definitivamente. Antes, Blecua, Martín de Riquer, Francisco Rico y mi amiga Rosa Navarro Durán ensayaron sobre quién era el escondido autor de la novela. Con particular interés me leí el ensayo de Rosa Navarro que lo atribuía a Alfonso de Valdés y terminó no convenciéndome. Mi amigo el filólogo José Julio Labrador, en una ocasión, me mandó, desde su Pontevedra, un e-mail en que me decía que él había comprado una edición de París del Lazarillo, de 1827, en que en su portada reza DHM. Es cierto que don Diego Hurtado de Mendoza era uno de los candidatos, pero no el único. Se han barajado toda clase de nombres. Pero, ahora, los documentos son definitivos. Doña Mercedes Agulló ha encontrado entre los papeles de Juan López de Velasco, albacea y testamentario de don Diego Hurtado de Mendoza, la evidencia. Y todo ello lo ha volcado en un libro: A vueltas con el autor del Lazarillo, que acaba de salir, calentito, de la mano de editorial Calambur. Hace cosa de dos semanas, cuando supe la noticia, llamé a doña Mercedes para darle la enhorabuena. Yo era devoto de don Diego, por poeta. Tiene un poema, la Fábula del cangrejo, que casa muy bien con la canción erótica de los Siglos de Oro, tradicional, que todavía se canta en El Puerto por los gitanos: El cangrejo en su cueva. Don Diego es un personaje fascinante. Son de su mano una Epístola a Boscán y el poema mitológico Fábula de Hipómenes y Atalanta y, hoy, es seguro que también El Lazarillo de Tormes, gracias a la paciente y enjundiosa labor de doña Mercedes Agulló que, desde el Gran Puerto, lo ha demostrado al mundo. (Texto: Luis Suárez Ávila).

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Pocos, muy pocos, conocen la magnífica obra poética del gaditano José Luis Tejada (1927-1988), para mi entender una de las voces más imprescindibles de la lírica española del último medio siglo , poco pródigo en valores genuinos, salvo contadas excepciones que trascienden la mercadotecnia y la alharaca.

Su muerte hizo el ‘milagro’ de que su nombre apareciera en la prensa nacional. Por ello, para abreviar pero también para situarlo, reproduzco la nota necrológica publicada en El País , el día 13 de mayo de 1988: "El poeta José Luis Tejada Peluffo falleció repentinamente el pasado miércoles en El Puerto de Santa María (Cádiz). Tejada, que tenía 61 años, era amigo personal de su paisano y también poeta Rafael Alberti, sobre cuya obra versó su tesis doctoral y del que fue padrino cuando Alberti fue nombrado doctor  honoris causa  de la universidad de Cádiz, en la que Tejada ejercía como profesor de Literatura. El fallecido obtuvo numerosos e importantes premios literarios, entre ellos el Alcaraván. En su obra figuran libros como  La razón de ser,  finalista del Premio Leopoldo Panero,  Hoy por hoy y  otros trabajos poéticos y de ensayo. También consiguió el Premio de Poesía Rafael Alberti, de la Caja de Ahorros de Cádiz. Miembro del grupo, en los últimos cuarenta y primeros cincuenta, de la revista gaditana  Plater o, donde colaboró buena parte de los autores españoles en el exilio, Tejada desempeñó el lectorado de español en la universidad francesa de Nantes. El propio Alberti manifestó ayer su sorpresa por la noticia de la muerte de su amigo Tejada, "del que no tenía noticias de que estuviera enfermo", y desde Madrid ha enviado un telegrama de pésame a la familia”. (Texto: Alfredo Pérez Alencart).

PUEBLO FUTURO.
Tú, pueblo mío, seguirás creciendo
sobre mi tumba, hasta rascar los cielos,
encaramándote en mis huesos.

Entre tus lindes seguirán naciendo
niñas con alas. Seguirá latiendo,
tremendo, el turbio amor. Seguirán yéndo-
se agotando y muriendo,
añadiendo sus muertes a la mía,
los hijos de mis hijos. Hijos tuyos
darán quizás también sus cuerpos
para tu elástico esqueleto
y el roce de sus pies te habrá ido haciendo
?y su peso pequeño?
cada vez más y más humano, pueblo.

Crisol, al sol, de almas
de muertos vivos y de muertos muertos
que te alimentas de miradas, de palabras
y de sombras sagradas y sangradas. Misterio
voraz, que nutres tu no ser apenas
con tantos seres verdaderos.

__________________________________
José Luis Tejada (1927-1988), “Pueblo futuro”, Del río de mi olvido (Primeros versos gaditanos) (1978)

1.562.

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Papas en escándalo. /Foto: Universo Cádiz.

La primera mitad del siglo XX es el periodo histórico en el que se desarrolla el fenómeno del que les quiero hablar: la cocina de la posguerra en la Bahía de Cádiz y tratar de demostrar que esta es la base de muchos de los platos estrella de la gastronomía actual de la zona.

He bautizado a este fenómeno gastronómico y cultural con el nombre de la cocina de los tiesos, porque creo que es la mejor forma de definir a la gastronomía que se inventó en España después de la Guerra Civil, cuando se veía por la calle un muslito de pollo y la gente se ponía de rodillas ante el y le rezaba tres avemarías porque era un milagro, era como las caras de Belmez, pero en pollo.

Después de que Jesús de Nazaret multiplicara panes y peces, en la España de la Posguerra habría que hablar de otro milagro similar y fue el de la multiplicación de la leche de vaca, cuando se conseguía en las vaquerías, donde por entonces se compraba este producto, que un litro de leche, tras una masiva incorporación de agua del grifo, se convirtiera en siete u ocho. Aquella leche no era rica en Omega 3, en lo único que era rica era en H2O y tenía menos sabor que un huevo duro del Macdonalds. No me extrañaría a mi que aquellas vacas, cuando vieran lo que le sacaban de sus ubres, se convirtieran del tirón en vacas locas.

Estamos hablando de una España en la que el sinvergonzonerio de chiste se llevaba a su máximo expresión. La gente llevaba unos pantalones con una campana como las que cuelgan en la Catedral de Cádiz y con ello no buscaban que les diera el aire, sino que cupieran o cupiesen en su interior 20 o 30 kilos de garbanzos... Andando parecían Mazinger Zeta.

La guerra había provocado que muchas de las infraestructuras de España se vinieran abajo. Para colmo, Franco le dijo a los demás países ante la Segunda Guerra Mundial que el era neutral. Era la versión fina del caudillo que en el fondo le decía al mundo mundial: A mi plin que yo duermo en pikolin. Ante ello el mundo mundial desarrollado: europeos, comunistas y estadounidenses, cantaron a coro: A Paquito ‘el Chocolatero’ y todos sus españoles no le vamos a dar ni pan rallao para liar las croquetas.

España estaba aislada en lo político y en lo que son las cosas que llevarse a la boca. Surgen las cartillas de racionamiento, una fórmula de administrar los pocos víveres que había que el gobierno de Franco mantuvo hasta 1952 cuando España firma con Estados Unidos un acuerdo de cooperación que incluía la utilización de bases militares españolas. A cambio de dejarles aterrizar los aviones en Rota para que los americanos hagan sus putadas nos dieron leche en polvo, mantequilla y queso Cheddar que por lo visto les sobraba y ya no se lo comía ni la novia de Superman. Asimismo Argentina, también se apiadó de nosotros y nos mandaron algunos víveres. Luego también nos han mandado algún vivo.

Juan Eslava Galán, en su magnífico libro Tumbaollas y Hambrientos señala que a partir de ese momento, el acuerdo de 1952, se produce una mejora en la alimentación de los españoles, ya que finaliza el bloqueo a que lo habían sometido los países que habían intervenido en la Segunda Guerra Mundial.

Pero todos estos años de hambre real, en el que la gente se comía un mendrugo de pan duro con la misma rapidez que nosotros nos comemos un kilo de chocos del freidor, han dejado verdaderas joyas gastronómicas en la Bahía de Cádiz.

Es una cocina de pocos ingredientes en el que las especias y las verduras juegan un papel fundamental. La imaginación funciona a las mil maravillas y con tres papas, un pimiento, agua del grifo, un chorreón de algo parecido al aceite de oliva y media cebolla se crean platos con un nombre tan bonito, tan poético y tan definitorio de la situación como las papas en escándalo.

Como estaría la cosa que unas pocas papas aderezadas con el tripartito mediterráneo: cebolla, pimiento y tomate, eran tal alegría que se consideraban un escándalo. Era como la definición natural del andaluz: tieso pero contento. El Cádiz, la ciudad que sonríe, pero con más hambre.

Las papas en escándalo eran un plato humilde, pero con mucho color, como un día de feria en El Puerto, como si los trocitos de tomate y pimiento fueran los farolillos que cuelgan de las casetas y las papas estuvieran bailando unas sevillanas con un traje de faralaes de capas de cebolla y lunares de sal de las salinas.

Es la versión feliz, porque un hombre ya setentañero de El Puerto de Santa María me dio otro nombre para este plato y era el de las papas en columpio y se llamaban así porque en el plato de lo hondos había mucho caldo y tan sólo dos papas que se columpiaban en el medio.

...continúa leyendo "1.558. TIESOS. (I). Las papas al escándalo, al columpio, a la cachonda, o a la cochambrosa."

Frasquita Larrea (Cádiz 1775-El Puerto 1838), cuyos restos mortales reposan en la iglesia del Colegio de las Carmelitas.

Francisca Javiera Ruiz de Larrea y Aherán, más conocida como Frasquita Larrea, fue una gaditana que nació en 1775 y que con tan solo 21 años ya le dio el "sí quiero" a un alemán de Hamburgo, casi "rubio como la cerveza" pero sin tatuaje, con el que había mantenido un largo intercambio epistolar. (Ahora se tardaría un poco más en pasar por el altar y, sobre todo, sería impensable que una pareja joven se comunicara por carta…, y no me digáis que tengo 'guasa'). Frasquita y Juan Nicolás Böhl de Faber se casaron en Cádiz. El viaje de novios fue a Alemania, a casa de la familia de él, donde Frasquita se encontró como pez en el agua y su suegra la mar de contenta. Y no era para menos, Frasquita pertenecía a una familia culta, de comerciantes acomodados y hablaba inglés y francés con tal facilidad que traducía a Lord Byron, a Mary Wollstonecraft y a quien hiciera falta. Ella iba de luna de miel. ¡Vamos!, de viaje de placer, no a buscar trabajo. Sin embargo, el emigrante era su marido, que había recalado en Cádiz con intención de hacer fortuna porque, lo que son las cosas, aquí había más posibilidades.

Placa instalada en 1976 por el Ateneo de Cádiz en la calle Rafael de la Vesca, 6, domicilio de Frasquita Larrea en Cádiz.

Las personas que han estudiado la vida y milagros de la pareja coinciden en que el éxito de Frasquita en Alemania no agradó a Juan Nicolás. Es más, se opuso a que a la vuelta del viaje su esposa organizara una tertulia en su casa como había visto que se hacía en Alemania. Frasquita se salió con la suya. Era una mujer de armas tomar, pues tenía una personalidad fuerte y rebelde. No era humilde, ni dócil, ni obediente, ni complaciente. No lo digo yo, lo dejó por escrito su propio marido. Claro que no ser humilde, ni dócil, ni obediente, ni complaciente, puesto en boca de un marido recién separado, puede parecer más una virtud que un defecto en ella. A pesar de las diferencias de criterios y de las separaciones también tenían parcelas de sus vidas en las que coincidían, como por ejemplo la literatura: el alemán fue el introductor de las ideas románticas en España, con la colaboración de su esposa.

También coincidieron en sus cuatro hijos: Cecilia (1796), Aurora (1799), Juan Jacobo Antonio (1800) y Ángela (1803). Cecilia Böhl de Faber llegaría a ser más conocida como Fernán Caballero y merece un artículo aparte. (ver nótula núm. 573 en GdP) Ahora indicaré tan solo dos apuntes: que coincidía con su madre en su actitud rebelde y en su tendencia política conservadora, y que su obra más conocida era 'La gaviota'. /Cecilia Böhl de Faber, imagen propiedad de la Universidad de Sevilla.

EN EL PUERTO.
El matrimonio se reconcilió y después de varios traslados acabó en 1821 en El Puerto de Santa María. Aquí quería llegar. En esta ciudad pasaron prácticamente el resto de sus vidas Frasquita y Juan Nicolás. En esta ciudad encontró Aurora, la segunda hija de los Böhl de Faber y Larrea, a Tomás Osborne, con quien se casó en 1826. En esta ciudad también residió Cecilia con su esposo Antonio Arrom. En esta ciudad se guarda la historia manuscrita de la familia en formato epistolar. Importante ciudad para esta familia.

La descendencia de Tomás y Aurora fue muy amplia, pero yo me voy a detener en Rafael Osborne Fernández. (Ver nótula núm. 460 en GdP). A principios de octubre estuve charlando con él. Lo primero que me dijo fue: "Hace cincuenta años que no nos veíamos". Es cierto. Habíamos estudiado bachillerato en los Marianistas de Jerez en los primeros años de la década de los sesenta. ¡Cómo pasa el tiempo! Pero él prácticamente no ha cambiado. Lo recordaba pausado, inspirador de confianza y de una exquisita amabilidad. Y sigue igual. Los cincuenta años de paréntesis no habían entorpecido nuestra conversación que pasó de manera fluida por algunos recuerdos y nombres de nuestros años escolares y por las figuras, para él familiares, de Frasquita, Cecilia y Aurora. Mi esposa, el libro 'Fernán Caballero (Algo más que una biografía)' y numeroso material de trabajo que llenaban su despacho, fueron testigos de nuestra agradable charla.

En junio de 1962 Rafael Osborne tuvo la amabilidad de invitarnos a visitar la bodega de su familia. Éramos los alumnos de 1.º B de bachillerato de los Marianistas de Jerez acompañados por Bonifacio Andrés y el mismísimo 'Paul Anka'. Ahora, pasados los primeros días de octubre de 2012, el mismo patio que fuera escenario de las bromas y comentarios de aquellos jovencísimos estudiantes, escucha con indolencia el final de nuestra conversación y nos emplaza a vernos…, antes de que pasen otros cincuenta años. (Texto: Juan Luis Sánchez Villanueva).

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