
José Robles Romero nació en la calle Cruces, 57, en el año de 1944, el 12 de agosto, hijo de Manuel Robles Barba y Luisa Romero Delgado. De pequeño, estudió en los Jesuitas --recuerda a D. Justo, uno de sus profesores-- pero hubo de abandonar pronto los estudios, con apenas 12 años.
El año del nacimiento de José, en plena posguerra, el Gobierno anunciaba restricciones en el suministro de energía eléctrica, mientras en España se empezaba a administrar la penicilina. Ese año nacen también la actriz Concha Cuetos, el cineasta José Luis Garci, el contovertido Manuel Ruiz de Lopera, el cantante Nino Bravo, y el director y actor de cine estadounidenses George Lucas y Dani de Vito. En 1944, el Nobel de la Paz es concedido al Comité Internacional de la Cruz Roja.
EL LAZARILLO Y EL CAÑÓN.
Pronto dejaría de jugar en los alrededores de la Plaza de Toros y la del Ave María. Se colocó de Lazarillo, con Vicente Jiménez Salmerón, propietario del Almacén “El Cañón”, situado en la esquina de las calles Ganado y Cielos, donde mas tarde se ubicaría Zapatos Mauricio León y hoy se encuentra una perfumería. Tomó el nombre de “El Cañón”, por el que allí existió que hacía las veces de guardacantón. Vecinos de la zona afirman que dicho cañón se enterró, cuando se quitó, en el mismo sitio, empero, no tenemos noticias de que, con las últimas obras de peatonalización de Ganado, e incluso con la promoción de viviendas efectuada en dicho inmueble, hubiese aparecido. Esta tienda había sido en el siglo XIX un despacho de vinos, en la que además se despachaban anisados, anisetes y cañetes (un tipo de ron). (En la imagen cañón similar al que se encontraba en 'Ultramarinos 'El Cañón'; el de la imagen se encuentra todavía a salvo, en la esquina de la calle Valdés con San Bartolomé).
Incluso según recoge la Revista Portuense fue el primer local de El Puerto en instalar alumbrado de gas acetileno suministrado por la Fábrica de Gas Lebón, en julio de 1899. «Anoche hemos visto el nuevo alumbrado, por medio del gas acetileno. El primer aparato de este sistema de alumbrado se ha establecido en el almacén conocido por El Cañón, situado en la plaza de Abastos y Ganado». El dato ha sido recogido por Enrique Pérez Fernández.

El Bar Santa María, en los años en que se incorpora al mismo José Robles.
CAMARERO PARA SIEMPRE.
Con 14 años se introdujo en el mundo de la hostelería, sector que ya no abandonaría. Estuvo con Francisco Rábago de Celis, --Pancho-- a la sazón concejal del Ayuntamiento, tanto en el bar que regentaba en La Placilla, como en La Marea --hoy conocido como “Los Cristalitos--. Y con 18 años entra a trabajar con Angel Lozano García, en el Bar Santa María allá por el año 1962, donde permanecería por espacio de 44 años hasta su jubilación. El bar lo dirigiría, tras el fallecimiento de Ángel, su mujer Luisa Sordo Díaz junto con su hijo Pedro hasta que éste se independiza y monta el “Mini Bar” en 1976, continuando desde entonces y en la actualidad, el hijo de ésta, Ángel Lozano Sordo, quien afirma de nuestro protagonista: «--José, que trabajaba para mi padre, me llevaba al colegio de las monjas en una bici cuando yo tenía siete u ocho años. Luego, cuando yo heredé el bar, empezamos a trabajar juntos. Hasta el día su jubilación, el pasado 9 de septiembre. José es una excelente persona con la que he pasado muchísimo tiempo, diez horas diarias».

Otra imagen del Santa María, a la izquierda, realizada desde la azotea del Bar Liba por el fotógrafo gaditano Juman.
LA FAMILIA DE JOSÉ.
José está casado con Consuelo López Fernández, cántabra del municipio de Molleda, un precioso lugar situado en el puente que hace de linde entre Asturias y Cantabria. Vino de pequeña a El Puerto tras la guerra civil, y aquí se quedó, aquí se casó y aquí ha tenido a los cinco hijos del matrimonio. Pero la pareja está muy vinculada con la tierra natal de Consuelo a donde viajan casi todos los años.

¡Cuantas veces vió tomar 'fotos al minuto' José Robles al fotógrafo Cuellar! Estaba instalado frente al Bar Santa María y, por cierto, no se llamaba Cuellar. Tiene nótula núm. 399 en Gente del Puerto. La instantánea es del 10 de abril de 1983. (Fotografía Colección Miguel Sánchez Lobato).
Nuestro protagonista ha vivido varias crisis económicas y ha conocido periodos más y menos espléndidos en los que, vecinos de El Puerto y turistas han desfilado por el emblemático Bar Santa María. Ha conocido diferentes modas. Ha conocido tres remodelaciones del Parque Calderón. Y ha conocido a cantantes como Camarón o Caracol, por citar algunos de los que han pasado por aquella casa. Otros ilustres parroquianos fueron el poeta Rafael Alberti o el pintor Juan Lara, cuando la Comandancia de Marina estaba situada en la calle Luna frente a La Mezquita. (Juan Lara fue durante muchos años empleado civil de la Armada Española).








Er Beti cumplió el pasado 20 de junio 50 años de existencia. Fue en esa misma fecha pero de 1959 cuando Manuel Garrido Patino (en la imagen de la izquierda) le entregaba a Antonio Ferrer, el propietario del local, los 13.000 duros (65.000 pesetas o 389,54 euros) por las que le traspasaba el establecimiento. Manuel las había conseguido al vender el camión con el que trabajaba de transportista. Pero con 13.000 duros pagaba un sueño porque desde pequeño decía que quería ser tabernero y lo consiguió a los 38 años tras ahorrar y pasar por varios trabajos. Er Beti se había abierto dos años antes como un despacho de vinos y Manuel Garrido conservó la actividad hasta que poco a poco fue introduciendo novedades para conseguir que un despacho donde triunfaba “la media chica” de vino (un vaso pequeño) se convirtiera en uno de los templos del tapeo portuense.

Pepe Garrido Prado llegó ya mayor al establecimiento, allá por 1985, cuatro años antes de que su padre se jubilara. Antes había trabajado en un taller de reparación de radios, había estudiado para arreglar radios y televisores y, finalmente, trabajó en una tapicería pero su padre decidió que, al ser el mayor de la familia, debía ser el que se hiciera cargo de su bien más preciado el Bar Er Beti. Ahora ya se ha incorporado la tercera generación de la familia y Manuel Lores Garrido, hijo de la hermana de Pepe, está ya tras la barra. (En la imagen de la izquierda, Manuel Lores, hijo de Manuel Lores Camacho, el ya desaparecido cuñado de Pepe Garrido)


Elaboración: 



su gerente y miembro ya de la tercera generación de los Espinosa.
La experiencia de la familia con la mar es larga. Eugenio Espinosa Morales era un chiquillo cuando se enroló en un barco de pesca de El Puerto de Santa María junto a su tío. Este ejercía de cocinero en el pesquero y fue enseñando a Eugenio los secretos de la cocina del pescado. Al poco el joven Eugenio se hizo cargo de la cocina del barco y aprendió a guisar la raya (un pescado que es fácil encontrar en bares del centro de El Puerto) al pimentón, el rape con pan frito, las papas con chocos y, sobre todo, los fideos con caballas. (En la imagen, Eugenio Espinosa Morales, el fundador de la saga de hosteleros).
Eugenio, el actual cocinero de Eugenio Guadalete, el nombre actual del restaurante y situado a doscientos metros escasos del anterior local, recuerda perfectamente la fecha porque por entonces tenía 13 años y se incorporaba ya al negocio de la familia. Este cocinero, alto y delgado, vestido de negro y con el nombre del establecimiento grabado en rojo sobre su chaquetilla, saca de su cartera la foto de aquel día que no olvidará jamás. Vestía para la ocasión el mejor traje de camarero, con chaquetilla blanca, corbata negra y pantalón a juego, en la imagen adjunta de la izquierda. Ahora, a sus 68 años, sigue conservando la ilusión y sigue dirigiendo las cocinas del Guadalete.



Elaboración:
Las administraciones públicas consideran que el sector salinero artesanal puede convertirse en una fuente de ingresos para la Bahía y de ahí que apuesten por el desarrollo de este sector que, en otros países como Francia constituyen todo un atractivo tanto económico como turístico. Para ello del próximo día 1 y hasta el 4 de octubre tendrá lugar en el Parque Metropolitano de 'Los Toruños', situado entre El Puerto y Puerto Real, la segunda feria internacional de la sal, cuya primera edición tuvo lugar en 2007 y a la que asistieron más de 10.000 personas según los datos recogidos por los organizadores. (En la imagen, Juan Martín, director del Parque Metropolitano de 'Los Toruños').

También estarán los máximos representantes de la asociación española de salinas artesanales con lo que los encuentros que se mantengan serán del máximo nivel. El interés científico del evento también está garantizado con la presencia de científicos de la Universidad de Cádiz y del historiador francés Loic Menanteau, un gran especialista en la industria salinera de la Bahía de Cádiz.Otra de las patas del encuentro será la cooperación internacional tratando de ayudar a los artesanos marroquies, que también acudirán por primera vez a la convención para desarrollar esta industria en su país y evitar su desaparición. Pero el objetivo del encuentro no sólo será de cara al interior, según resalta Martín, sino que tiene como interés divulgar a la población la importancia de las salinas y todos los beneficios que tienen estas para la naturaleza. Precisamente la feria tiene lugar en el parque metropolitano, el pulmón verde la Bahía con 1000 hectáreas de terreno virgen y con varios ecosistemas presentes, donde existen unas salinas de cuyo funcionamiento se tienen noticias ya en el siglo XV.
Las salinas permiten mantener especies animales como las aves o algunos peces a la vez que permiten la explotación sostenible de unos terrenos a través de la crianza de la sal o de pescados de estero, otro de los posibles desarrollos del sector. El pescado de estero no tiene nada que ver con la acuicultura intensiva ya que en los primeros los pescados y mariscos se crían con el alimento que contiene la propia salina, sin aportar piensos artificiales y luego esto se nota en el sabor del pescado. Asismimo también suponen mantener un conjunto de especies vegetales características de la zona y que han sido estudiadas por el Grupo de Conservación de Humedales Costeros de la Universidad de Cádiz que comanda el profesor Alejandro Pérez Hurtado de Mendoza, otro de los artífices de estos encuentros.
COCINA CON SAL


La clave puede que esté en una tapa que ha cumplido ya más de 40 años, las pavías de merluza, unos trozos de pescado rebozado, de tamaño espectacular que en el bar bordan y del que venden al año más de 7000 kilos, según los cálculos de Ignacio. Empezó en el negocio familiar a los 14 años. Comenzó entonces a colocarse tras la barra junto a su padre: Francisco. Aunque el primer apellido de Paco era Rodríguez, la gente le conocía por su segundo, Ceballos y ese nombre se le quedó al bar. Casa Paco Ceballos comenzó a funcionar en 1947, cuando en El Puerto aún ni se soñaba con la Ribera del Marisco. La taberna sólo ponía vino y servía como lugar de encuentro para pescadores ya que estos, y los armadores de los buques, acudían al establecimiento para hacer los repartos de dinero y pescado tras las mareas. Así se mantuvo el bar hasta la década de los 70. Paco había tenido experiencia en otros locales hosteleros de la ciudad y conocía bien el mundillo de la hostelería, según relata su hijo Ignacio. En esos años se instala el primer cocedero de mariscos en la zona y el dueño pide a Paco que convierta en bar su taberna para así complementar los negocios. Paco, en unión de sus hijos que ya le ayudaban en el bar, comenzó a servir tapas de cocina que, rapidamente, lograron el respaldo de los parroquianos. Huevos a la flamenca, higaditos de pollo, riñones al Jerez, llenaban entonces la carta junto a un llamativo plato llamado merluza al “achilipún”, en honor de la canción que hiciera famosa Lola Flores y que no era otra cosa que un pescado guisado en salsa verde. (En la imagen de la izquierda, Ignacio Rodríguez Sánchez, el otro cincuenta por ciento del tabanco).



Elaboración: 
Jugaba en el Ejido de San Juan, “el Lejío” como popularmente se le llamaba, a “la vuelta a la manzana”, el “salto del múa” -casi siempre le tocaba en la pared aguantando la fila y le daban el espolique-, a “la china”, a “la comba”. Merendaban pan con aceite y azúcar en casa; en el colegio pan con chocolate y mientras merendaba, de pie hacía cola, relevando a su madre, para comprar el carbón que alimentaba la cocina y la copa o brasero. También llegó a hacer cola en el 

CUIDANDO NIÑOS.









BODEGA LA GALLERA.

VOLPA, LA COLA DEL PUERTO.

Y el jarabe era suministrado por la ya mencionada fábrica valenciana CITRANIA. Como todo acaba en la vida, las grandes empresas se comieron a la pequeña y tuvo que cerrar, a principio de los 70 del siglo pasado, cuando una caja de 24 botellines de 25 cl. costaba 72 pesetas. La maquinaria, moderna y en muy buen estado, fue adquirida por Ruiz Mateos para gasificar vinos y vender 'champagnes o cava' sin denominación de origen. Y El Puerto, volvió a perder otra empresa y varios empleos, en la década de los setenta del pasado siglo.