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En estos días se cumplen 10 años desde que Juan Espinosa, Juani el de Guadebro, nos dejara con apenas 57 años, huérfanos de un maestro de la cocina popular, de un alquimista de los peroles, que desde muy joven andaba buscando la piedra filosofal entre los fogones, de otra forma, mezclando salsas y sabores. Juani empezó muy joven siguiendo la tradición familiar heredada de sus padres, Eugenio y Milagros. Ayudando en el negocio familiar de la calle Cañas primero, luego en la Ribera, en el Restaurante Guadalete, en la Casa de la Aduana, y por último hasta hace 12 años y pasan ya los 35, en el bar-restaurante Guadebro, con desigual ritmo de trabajo y diferente capacidad de público, hasta su cierre.

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Juan Espinosa Palacios y José Simeón, muy jovencitos. (Foto Colección  Vicente González Lechuga).

juanespinosa_003_puertosantamariaJuan quería dejar la hostelería, a la que amaba y detestaba de igual manera, como los cabales de esta profesión. Su idea, hace 35 años, era la de instalar un bingo, negocio innovador para la época, de lo que tuvo que desistir, ante la cantidad de requisitos y permisos que tenía que cumplimentar, para regocijo de quienes amaban su peculiar forma de hacer cocina. En la imagen de la izquierda, Juan con su padre, en el bar de la calle Cañas.

Y hete aquí que Juani se embarca en la aventura del Guadebro, nombre prestado de la Inmobiliaria a la que compró el local donde se instaló, con dinero –poco- prestado. Juan se hizo famoso enseguida. Hasta allí llegaban de todos los puntos de la geografía provincial a probar sus garbanzos con chocos, los fideos con caballas, la raya al pimentón, el cazón a las mil maneras, los aliños diferentes, o aquella comida que el día, el mercado, y su imaginación emplataran para disfrute de sus visitantes.

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Juani, con sus padres, el día de su boda. De izquierda a derecha: Eugenio Espinosa Palacios, 'Nono'; la esposa de 'Juani', Maruchi Fernández y Fernández, hija de Antonio Fernandez Bernal, de la familia de los 'Chiquetes' de la Casa de la Aduana y de Maruja Fernández, además de hermana de Lali, la mujer de Manolo Toimil; Eugenio Espinosa Morales, el patriarca del Bar Guadalete;  Juan Espinosa Palacios, 'Juani de Guadebro' y su madre, Milagros Palacios Álvarez. Las señoritas de la derecha, familias del entorno que no identificamos.

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Foto tomada en al Bar Guadalete en los años 50 del siglo pasado. De izquierda a derecha: Antonio Nuñez, de Puerto Real; Fermín Romero Díaz, Eugenio Espinosa Morales, Pedro Palacios García, Juan Espinosa Palacios  y Manuel Lores, expresidente del Racings Club Portuense. Detrás·s están los camareros Eugenio Rodríguez Palacios y Antonio Oviedo, actualmente Fontanero. (Foto Colección Vicente González Lechuga).

ALBERTI PROBÓ SU COCINA.
Alberti fue homenajeado allí, en el primer homenaje popular que le tributó El Puerto, con un Juan que no se recató en decirle que él era conservador, y amigo de la Guardia Civil de entonces. Mucha gente pasó por Guadebro a probar las excelencias de Juan, que ya figuraba en las guías gastronómicas.

EN LAS GUÍAS GASTRONÓMICAS.

En la ‘Guía con Encanto: De Tapas por Cádiz y el Marco de Jerez, de El País/Aguilar, se puede leer lo siguiente: “Sus guisos de pescados y mariscos son el deleite de todo el que en este establecimiento recala. Tiene una clientela que no pide ni pregunta lo que hay, sino que espera que Juan ‘les ponga de comer’, tal es la fe que en sus guisos tienen”. Así era Juan, que al que llegaba nuevo, de fuera, le quería hacer probar toda la carta en el mismo día. Una cocina de recursos que alternaba con la alta gastronomía cuando era preciso: una cocina basada en los guisos marineros de alta mar, al alcance de los incondicionales de Espinosa.Juan recordaba que en los negocios de su padre paraban marineros que cocinaban bien y, que de ellos aprendió recetas y preparados que daban un sabor diferente a sus elaboraciones. La comida artesana, siempre por delante de los fast food, como no puede ser de otra manera.

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Juan, con sus hijos en una caseta en la Feria de Primavera, junto a Miguel Fernández Mancha, que trabajaba en la "Casa Bomba" en la Base. Era de Ronda y muy amigo de Juani.

LA ENFERMEDAD COMO CAMINO.
Era un hombre trabajador y emprendedor, que aprendió mucho durante los nueve años que luchó contra la enfermedad y –a decir de los suyos-, quienes le rodearon también aprendieron de él, como atestigua quien esto firma. Le dieron pocas expectativas, y ya ven, casi diez años con el estigma de la enfermedad a cuestas. Decía: “—Yo lo voy a conseguir. Voy a vencer a la enfermedad”. A punto estuvo de conseguirlo con la fuerza de su carácter y genio.

LO PRIMERO, DAR DE COMER.
Tenía un genio fuerte. Fuerte para apabullarte a atenciones, para recriminar a quien fuera su desacuerdo con tal o cual cuestión, o para transmitir sus más profundas e íntimas sensaciones: las de un hombre cabal, entregado, que no sabía decir que no, en un bar, donde siempre dejaba fiado. Y eso es un dato: antes estaba dar de comer que cobrar por el servicio.

ostrasdelsur_puertosantamariaOSTRAS DEL SUR.
Emprendedor como pocos, Juan instaló durante años, la caseta de Feria 'Ostras del Sur', en Jerez y El Puerto con su compadre y amigo Carmelo (el taxista que acompañaba al Cochino a Madrid, un hombre legal ya jubilosamente jubilado, de confianza, amigo también de Luis Fernández Chulian, también Exportador de Pescados y Mariscos) y un portugués que se llamaba José Manuel Seixas Dos Anjos; era grande también este  portugués porteño de toda la vida que nos dejó hace escasas fechas. Juani se reunía con buena gente... Y se fue también a la Feria del Campo, a Madrid, llevando los productos de la zona. Eran famosos los concursos de apertura y presentación de ostiones, que él preparaba y conocía como nadie.

HACE 10 AÑOS…
Juan Espinosa, Juani el de Guadebro nos dejó en agosto de 1999, a su mujer y a sus cinco hijos; a una parroquia fiel; a muchos amigos; a los seguidores de la cocina tradicional marinera; a los turistas a los que sabía descubrirles con la gastronomía las interioridades de este Puerto cosmopolita y socarrón; a los pescaeros de la lonja y de la plaza, con los que gustaba compartir las horas que le robaba de madrugada al sueño; a los antiguos feriantes que se sentían acogidos en la Ostrea; a los marineros que regresaban  con sus historias inenarrables: a la familia de la hostelería, que recalaba de paso a tomar la penúltima en su casa; a los porteños que, de su mano, descubrimos que no sólo con palabras se vive y se comparte un Puerto multimilenario.

caballasconfideosLA RECETA DE JUANI: CABALLAS CON FIDEOS.
Ingredientes para 4 personas:
½ k de tomates, ½ k de cebollas, 3 pimientos, 3 dientes de ajo, fumet de marisco o de pescado, vino fino de El Puerto, una copa de brandy de El Puerto, tomate frito, azafrán, aceite, sal, 150 grs de fideos gordos (del 4), 4 caballas

Cortar las cabezas de las caballas y cocer en abundante agua con sal cuando estén cocidas, limpiar de espinas, y sacar los dos lomos de las caballas, reservar. Picar todas las verduras y sofreír en aceite con sal, cuando esta todo refrito echar un  paquetito de azafrán, una cucharada de pimentón, el vino fino (de dos a tres vasos), la copa de coñac y el tomate frito ( al gusto para darle color).Se deja hervir unos minutos para que se evapore el fino y el coñac y se incorpora el fumet dejando hervir durante 15 minutos. Finalmente se echan los fideos y se cuecen hasta que estén al dente, es decir que estén un poco duros por su parte central. Terminar introduciendo la caballa previamente reservada en los fideos. Emplatar y servir acompañado de un vino de la tierra.

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(Continuación). Descubriremos ahora nuevas facetas de Críspulo Martínez: empresario taurino y promotor constructor nada menos que del desaparecido Teatro Principal. Para enterarnos de su participación en esta última actividad, en la que podremos ver nuevamente su talante oportunista, sin que con ello queramos adjetivar peyorativamente su comportamiento, mas bien todo lo contrario, y también su  capacidad organizativa, recurrimos a un texto de José Ignacio Buhigas, actual Archivero Municipal, quien, con su contrastada maestría narrativa, nos ilustra al respecto:

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El Teatro Principal, a principios del siglo XX. (Foto Centro Municipal de Patrimonio Histórico).

EL TEATRO PRINCIPAL.
En 1842 la Junta de Beneficencia de esta ciudad elaboró un proyecto para construir un teatro por acciones en el local que poseía, calle Luna, esquina a la de San Bartolomé conocido por el nombre de Trabajadero de la Compañía, agregándole el antiguo reñidero de gallos que se halla a su espalda.
El objetivo de este teatro era el de sufragar las necesidades de un asilo piadoso y alentaba la Junta de Beneficencia a los vecinos a que consideraran que no deben mirar con indiferencia que les aventajen  los de las ciudades inmediatas en celo y amor por su país, edificando los de Jerez una costosa plaza de toros que ha arruinado la de esta Ciudad; y los de Sanlúcar un teatro cual nunca tuvieron y señalaba que el teatro será un monumento de gloria que trasladará las generaciones futuras su generosidad y su civismo.
El capital se conseguiría a través de 80 acciones de 2.000 reales y otras 20 más que representaría la Beneficencia. Sin embargo, un año más tarde la única esperanza de que se llevara a efecto el teatro era una proposición de data a censo hecha por don Críspulo Martínez, ya que la Diputación había prohibido invertir cantidad alguna del fondo de Beneficencia en la obra, ni puede distraerse para pago de premios de los accionistas ni algún otro objeto y las circunstancias de que el comercio de extracción de vinos estaba en el mayor abatimiento por un tratado con Gran Bretaña aconsejaban dejarlo para una época más prospera.

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El Teatro Principal, poco antes de su desaparición, pasto de las llamas. (Foto Colección Carlos Pumar Algaba).

La esperanza se cumplió: don Críspulo Martínez tomó a censo el solar y en mayo de 1845 estaba a punto de concluirse la construcción del teatro. El 18 de junio de 1845 la Academia Nacional gaditana de las Nobles Artes elaboró un informe del reconocimiento del edificio en el que resaltaba por su importancia y novedad una serie de detalles de la construcción, sobre todo de los palcos, el cielo raso y la cubierta; señalaba que las maderas eran de pino Flandes, que el ornato era bello y elegante y dispuesto con tanta ligereza y buen gusto que nada deja que desear y que su cabida era de 1.200 personas sentadas y 300 de pie, para concluir: en suma, este bello teatro, por su acertada y bien entendida construcción, su decoración y cabida, es digno de figurar en una capital

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Octavilla publicitaria de una función en el Teatro Prinicipal en 1883. (Colección de Tomás Ramírez).

PROBLEMAS CON LOS TOROS.
Los amigos de la fiesta nacional por excelencia, esos aficionados de El Puerto, ciudad de tan gran tradición taurina, sufrieron numerosos contratiempos, incontables penalidades en esta mitad del siglo XIX debido a las dificultades que se fueron sucediendo un año tras otro para gozar y disfrutar de espectáculos taurinos, cuya escasez era notoria, privando cada primavera y verano a un nutrido grupo de fervorosos admiradores del arte de torear de tan popular diversión.  Los empresarios brillaban por su ausencia. Había demasiadas formalidades que cumplimentar, excesivas cargas y  escasa colaboración de las autoridades a las que solo parecía importarle acceder gratuitamente a los espectáculos. Añádanle a lo dicho unas instalaciones deficientes y caras de mantener de un año para otro y el resultado es fácil: ausencia de beneficios y, por tanto, pocos espectáculos.

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“Descanso en la Plaza de Toros”. Obra de José María Uría, año 1870. Palacio de Meres. (Asturias).

Esa inquietud y malestar generalizado entre los aficionados locales animaron a un grupo, digamos pudiente,  a tomar la iniciativa y poner en marcha los mecanismos necesario, utilizando todos los recursos e influencias a su alcance para construir una plaza que sustituyese al arruinado coso existente, inservible para organizar espectáculos en sus instalaciones. Martinez Alfonso lo cita así en su gran obra “Plaza Real”: “Corría el año 1843. A iniciativas del Alcalde, D. Juan José Gay se va a crear una empresa anónima con el fin de construir una nueva Plaza de Toros y restaurar así el antiguo brillo y tradición de la fiesta portuense.”  La sociedad, cuya primera Junta Directiva la compusieron Jose Maria Albareda, Carlos Carrera, Nicolas F. Galarza y Francisco Miranda se autodenominó “Asociación Propietaria de la Plaza de Toros”. Adquirieron las defectuosas instalaciones existentes en 90.000 reales, abonando tan solo 30.000, aplazando el pago del resto a 8 años, hipotecando la nueva plaza en garantía del pago.  Consiguieron que el municipio les cediera la propiedad del terreno que ocupaba la plaza, el corralón de los encierros y la manga –camino o vereda ancha empalizada por el que introducían el ganado que venía conducido en manada desde el campo por los jinetes-  instalaciones que totalizaban casi once mil varas cuadradas de superficie, dándole la propiedad a censo reservativo o data a censo y durante toda una década pudieron dar satisfacción a sus socios y a los aficionados en general en el terreno artístico pero, sin embargo, en el económico “los éxitos no fueron tan sensacionales como en su optimismo y decisión esperaban sus directivos.”

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Toros en El Puerto en 1871. 25 y 26 de julio. Toreros: José Ponce, Rafael Molina Lagartijo y Manuel Fuentes Bocanegra. (Archivo Osborne).

DON CRÍSPULO, EMPRESARIO TAURINO.
En esta nueva coyuntura negativa aparece como salvador nuestro don Críspulo, al que recurren, conocedor de sus habilidades en estos pantanosos terrenos, los miembros de la junta liquidadora de la ya extinguida asociación de propietarios para intentar salvar la temporada de 1854. Inicialmente firma, con fecha 17 de marzo, un contrato de arrendamiento de la plaza. El arrendamiento lo hace realmente a petición de José Luis Gay, y conjuntamente con este, digamos que el autentico aficionado, interesado en que continuase existiendo espectáculos tras el fracaso de la sociedad antes mencionada, bautizándose ambos arrendadores como “Empresa Popular” Pero debieron surgir serios problemas de carácter legal, amenazando los antiguos propietarios del coso, a los que se les debía gran parte del importe aplazado, con impedir la  celebración de cualquier corrida si no liquidaban la deuda, ejecutando la hipoteca existente. Ante esta tesitura,  el Sr. Martínez Segura,  pocos días después del compromiso antes citado, decide comprar la Plaza de Toros y sus instalaciones anexas, haciéndose cargo del pasivo existente, abonando asimismo el diez por ciento de las acciones que se le presentasen y rescata los terrenos, abonando la pequeña cantidad en que se había fijado su precio.

Goya+11+Suerte+de+VarasTodo lo expuesto le supuso una inversión aproximada de 105.000 reales. Cuatro meses después recuperó la mitad, vendiendo el 50% de la revalorada propiedad –reparado el anfiteatro, libre de cargas y con más de 10.000 varas cuadradas de terreno de plena propiedad- a los hermanos Ramona, Nicolás y Valentín Galarza, quienes explotan empresarialmente la misma como “Galarza Hnos.” y, debiendo marcharles bien los negocios, deciden comprar nuevamente el 50% restante, en esta ocasión pagando la cifra de 70.000 reales, eso sí, en cómodos plazos mediante pagarés a la orden de don Críspulo quien, asimismo, se asegura uno de los mejores palcos para poder presenciar con su familia, gratuitamente, todos los espectáculos mientras existan cantidades pendientes de pago. (Ilustración: 'Suerte de varas'. (1824). The J. Paul Getty Museum – Malibú, Los Ángeles).

Goya+10+Diversión+de+EspañaLOS TOROS A MEDIADOS DEL XIX.

En estas transacciones apenas encontramos dos o tres mil duros de beneficio. Estamos convencidos que la satisfacción de haber complacido a varios buenos amigos que confiaron en él para sacar del bache o del socavón en que se encontraban los espectáculos taurinos suplían y hasta superaba mejores ganancias pecuniarias. Esos buenos aficionados, clásicos y puristas, ajenos a los espectáculos circenses que se estaban prodigando y poniendo de moda en la época: señoritas toreras, peleas con fieras y las llamadas mojigangas, similares al las denominadas “charlotadas” de nuestra época, llenaban el ruedo con su presencia hasta que eran desalojado por los alguaciles a caballo, vociferaban emocionados en la espectacular suerte de varas, gritaban pidiendo banderillas de fuego si el toro no embestía y prorrumpían en frenéticos aplausos cuando caía abatido de una certera estocada. Ellos, los  Galarza, Carrera, Aramburu, Albareda, Gay… supieron elegir al hombre adecuado. (Ilustración: 'Diversión de España' (1824-27). Biblioteca Nacional. Grabado de Goya).

Entramos ya en la parte final de este extenso apartado dedicado a Críspulo Martinez... Y el final no es otro que la muerte. La suya ocurrió el 17 de febrero de 1873.  En los últimos años era su hijo Juan Antonio el que llevaba la batuta y será este el que en su calidad de albacea se ocupe del reparto de bienes y asuma las delicadas decisiones que hubieron de tomarse, en función de la situación financiera de la familia en el momento de la desaparición del patriarca.   (Ver en Comentarios, o pulsando aquí, las disposiciones testamentarias, arreglos y filigranas que hubieron de hacer sus albaceas).

Al final de sus días, superados los 70 años, no sabemos para que proyectos o causas, pero seguramente para adquirir bienes desamortizados que titularía a nombre de otros, se “entrampó” como hemos visto, falleciendo con números rojos… aparentemente. No doy crédito a lo que reflejan los documentos y he trasladado fielmente aquí. Sin duda, el dinero estaría muy bien invertido y las propiedades en manos de sus herederos. Sería su última y pícara jugada, probablemente, pues Don Críspulo es acreedor del dicho “Genio y figura… hasta la sepultura”.

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El Teatro Principal caería, pasto de las llamas, hace 25 años, en marzo de 1984. (Foto Colección Carlos Pumar Algaba).

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Los bomberos, actuando ante lo irreversible. (Foto Pedro Lara. Colección Manolo Morillo).

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Los bomberos, actuando desde La Placilla. (Foto: Pedro Lara. Colección Manolo Morillo).

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El Teatro, después del incencio, preparado para el derribo y la especulación. Al final, no se consiguió que aquel espacio quedara para equipamiento público y se recalificó el suelo para viviendas. Los propietarios del suelo obtendrían pingües beneficios y la Ciudad se quedó, durante 24 años sin un espacio escénico. (Foto Colección Carlos Pumar Algaba).

Los descendientes de D. Críspulo Martínez  entroncaron con conocidos y prestigiosos apellidos de la sociedad portuense: Julia, con Carrera; Elena, con Barreda y los de Juan Antonio, que casó con María Teresa Colom y Víctor y procrearon ocho hijos, con los Galarza, Álvarez Campana, García Valdeavellano, Govantes y Pico.

(Textos: Antonio Gutiérrez Ruiz.)

Del trabajo inédito:  PERSONAJES PORTUENSES  DEL SIGLO XIX.

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De izquierda a derecha, primera fila: Rosendo, carnicero; Fali Gómez, Giménez de La Pastora, con un ejemplar en la mano de Diario de Cádiz; Pedro Galván, de la tienda de decoración de la calle Larga, GALSA; Hugo Rodríguez Cortés, de la Peña el Troncho; Domingo Asenjo, el de los platos; Francisco Javier Paullata Estévez, arrendatario del Bar Triana desde 1981, Araujo y Manuel Cordero. Segunda fila: Manuel Paullata Serrano, padre de Francisco Javier; Remigio, el carpintero; Francisco Sánchez Valenzuela, conocido como Pacuchi, el cristalero; Antonio García Real, José María Martínez Govantes, Pepón Arjona, el Gorri, Miguel Gómez; José García Gil, conocido como Pepe el redero,  Vicente, a quien cariñosamente, apodábamos como 'La vieja', se llamaba Vicente Martínez Sánchez, Pepe Amorós y Antonio, el peluquero. Agachado, Antonio Camacho Francés, Antoñete, hermano de “el Chusco”. Falta en la foto, Fernando, el Sietededos, un escayolista que, a efectos de maquetación, no cabe en la imagen que se publica. (Foto: Rafa. Colección Antonio Collantes Ramos).

Hace 27 años, el 1 de octubre de 1982, finalizaba el I Trofeo Peña Triana, disputado en las instalaciones de dicha Peña, en el que participaron un total de 16 jugadores. La pareja formada por Domingo Ajenjo y Teodomiro Alcántara se proclamó vencedora en esta habilidad y subcampeones José Amorós y José García. También hubo premio de consolación para los perdedores: sendos jamones de escayola perfectamente logrados (en la foto). Uno de los miembros de la pareja se lo llevó a su casa y el otro, que quiso compartirlo, comprobó de que material estaban hechos los perniles, al saltar lascas de la imitación. Se consumieron unas cuantas botellas de Fino Pavón, de Bodegas Caballero.

El Bar Triana perteneció a la familia conocida popularmente como los Giles. Eusebio Pérez Gil de Reboleño heredó este bar y, después de regentarlo bastante tiempo junto a su esposa, María Fernández Calderón, se le alquiló a Francisco  Javier Pauyata hijo, despues de que el padre del mismo falleciera.  Actualmente los propietarios del Bar Triana son María Fernández Calderón, Vda de Eusebio Pérez,  e Ignacio Pérez Fernández, manteniéndolo, en régimen de alquiler a Francisco Javier Pauyata.

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En la fila superior, de izquierda a derecha: Manuel Martínez Alfonso, José López Ruiz, Francisco Viseras Alcolea, Tomás Quiles Sáchez, José Cepero Peralta, Luis Gutiérrez Calvo, Joaquín Calero Muñoz y Ventura Lozano Moreno. Agachados, de izquierda a derecha: Ramón González Montaño, Ángel Angulo Fernández, Leonardo Romero Maure e Ignacio Pérez Blanquer. 29 de mayo de 1999, en la calle del Instituto Laboral.

Ya han pasado 10 años, fueron lo días 28 y 29 de mayo de 1999, cuando se celebró el primer y único encuentro hasta la fecha de antiguos alumnos del Instituto Laboral y Santo Domingo, para agradecer a la Comunidad Educativa su extraordinaria labor docente ya que desde los inicios de la década de los 50, hasta mediados de los años 70, la dedicación y conocimientos de los profesores que pasaron por el Instituto fueron esenciales para forjar una buena escuela de alumnos. Por eso las ideas fluyen como un torrencial de recuerdos y de añoranzas  al mencionar este emblemático Instituto del que Antonio de la Torre González fue su primer alumno. En aquellos tiempos difíciles la dedicación y los conocimientos del gran elenco de profesores fueron esenciales para forjar una buena escuela de generaciones de alumnos que durante años sucesivos iban a estar dirigiendo y ocupando puestos de responsabilidad en la sociedad española.

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Patio del Instituto, donde se celebró el acto de homenaje y donde se encontraba la campana que daba los avisos. Una frase publicada en  Diario de Cádiz, y que era el titular de una crónica sobre el homenaje a los profesores allá a finales del siglo pasado, que decía: Y TOBÍO VOLVIO A TOCAR LA CAMPANA…” Fue realizada por el director de Gente del Puerto José María Morillo, alumno que fue también del Instituto.

Durante dos días inolvidables se fundieron en un  solo cuerpo trabajadores y alumnos, pensamientos e ideologías, penas, alegrías, recuerdos y vivencias. Y así ocurrió, todo se desarrolló a pedir de boca. Profesores, colaboradores y alumnos compartieron un montón de cosas. Amistad, compañerismo, ilusión, madurez, anécdotas. Pero sobre todo gratitud en ambos sentidos. Los pupilos por la enseñazas recibidas. Los maestros por las atenciones recogidas.

emilioflory_puertosantamariaEn el Acto Académico recibieron placas  como reconocimiento a todos estos años de entrega en su labor como profesores y colaboradores de la Comunidad Educativa. En la imagen de la izquierda,   Doña Francisca Sánchez Salgado, Paquita, limpiadora del Instituto  durante la década de los años sesenta y setenta del siglo pasado, recibe por parte Emilio Flor Jiménez, director del Centro en la fecha del primer encuentro de antiguos alumnos del Instituto, placa como reconocimiento a todos estos años de entrega en su labor como colaborada de la Comunidad Educativa. Emotivo fue cuando las esposas de los ausentes, de los que nos abandonaron, recibieron el aplauso de todo el alumnado presente en el añorado patio del Instituto.Admirables profesores, sin ningún género de duda y que durante ese primer encuentro pudimos valorar la inmensa calidad humana de los que se fueron y de los que estuvieron presentes en el acto. Todos permanecerán en nuestra memoria.
Comunidad Educativa del familiar Instituto Laboral, salvo error u omisión, que llevó el timón de este Centro durante su periodo de su vida:

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COMENTARIOS DE ANTIGUOS ALUMNOS

programa_institutolaboral_puertosantamaria“Cuantos buenos recuerdos se agolpan en mi mente y cuanta nostalgia de aquellos tiempos intensamente vividos al amparo de nuestros profesores. Cuanta paciencia tenían con nosotros. Éramos un poco como de familia… por lo que no pierdo la esperanza de que se les vuelva a hacer otro u otros homenajes que bien se lo merecen…” J.M. Fernández Izquierdo
“…aquel maravilloso Centro de Enseñanza Media, en el que, con diez / once años de edad (1952 /3), disponíamos de modernísimos medios (dos laboratorios de química, uno de física, una enorme y bien equipada aula de dibujo, talleres de mecánica, carpintería, electricidad y forja – cada alumno tenía su propio herramental y su banco -, proyector de cine, y la primera emisora de radio que tuvo el Puerto: “Radio Puerto de Santa María, Emisora del Instituto Laboral”, cuyo locutor era, precisamente, el Padre de José Mª Morillo – hermano pequeño de mi padre – según decía él), además, desde esa edad estábamos en manos de extraordinarios y jóvenes licenciados !todo un lujo y gratis total!...” Eloy Fernández Lobo

LOS VERSOS DE JORGE GARRIDO.

De unas décimas y algunos versos que mi amigo y compañero Jorge Garrido García, compuso y dedicó al profesorado, en el recordado Acto Académico celebrado el día 28 de mayo de 1999, transcribo las que dedicó:

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A Don Enrique Bartolomé López-Somoza:

Era enseñanza viviente,
el profesor coloquial
de argumento magistral
y su memoria una fuente
de frescor siempre envolvente
y de expresión atinada;
fue certeza retratada
dato más fidedigno;
atengo, abierto, benigno...
¡la maestra pincelada!

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A Don Manuel Martínez Alfonso.

Aunque la palabra es arte
y su buen uso un orgullo
no era la Lengua chanchullo
seguro en que respaldarte;
aprobar, era algo aparte,
casi lo mismo te daba:
¡Cuantos nervios atenazaba
del dire su efervescencia!
Ayer, que perdió el Valencia
y a ver si se le pasaba.

Jorge Garrido García, natural de la población serrana de Bornos, en  la actualidad ejerce como profesor de enseñanza. Fue pieza clave en la organización del Primer Encuentro de Alumnos del Instituto Laboral, coordinando la presencia en el acto de los alumnos internos del Instituto que se encontraban dentro y fuera de Península en la fecha del Encuentro. El autor de este artículo estuvo a cargo de la Coordinación del Encuentro.

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Aquel encuentro culminó con la inauguración de la calle Instituto Laboral colindante con el Colegio Público José Luis Poullet y la calle Giner de Los Ríos, en la que se encuentra las viviendas del profesorado, próxima a la Rotonda de la Puntilla, donde actualmente se coloca el mercadillo de los martes. Todo gracias a un reducido grupo de porteños que decidieron dar el paso adelante y aventurarse en organizar un acto donde quedara grabado con trazos indelebles el nombre de Instituto Laboral. La Corporación Municipal que presidía el exalcalde Hernán Díaz Cortés, que también fuera exalumno, accedió a la petición de los organizadores quienes argumentaron una labor bien hecha por educadores y que con el nombre de Instituto Laboral a la calle en cuestión era motivo de satisfacción de agradecer por parte de las generaciones de alumnos a toda la Comunidad Educativa lo mucho recibido. Finalizado el acto de inauguración de la calle Instituto Laboral, como toda gran historia se improvisó en las instalaciones del Club Náutico un almuerzo como despedida donde asistieron tanto profesores como alumnos venido de todas partes de nuestra geografía. (Textos: Antonio Carbonell López).

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guillermorivasramirez_puertosantamaria-1Guillermo Rivas Ramírez (1900-1962) nació en nuestra Ciudad, quedando huérfano desde muy joven, con nueve años, siendo reclamado por dos tías que vivían en La Habana (Cuba) donde tenían plantaciones de caña de azúcar. Allí permaneció hasta que, insuflado de patriotismo, quiso hacer el servicio militar en España. Hasta su regreso a nuestro país se preparó en contabilidad, mecanografía, taquigrafía, pues tenía claro que con formación era como se podía salir adelante en la vida y, consiguientemente, en el mundo de la empresa y los negocios. (En la fotografía de la izquierda, Guillermo Rivas, con el uniforme de sargento de Regulares, durante el servicio militar, en 1921).

EL DITERO.
Tras el Servicio Militar, se instala en El Puerto y monta su primera empresa, con 22 años: hace un Libro de Dita, lo que le permitirá hacerse con un capital que posibilitará la posterior creación de otros negocios y empresas. Del relato “El Ditero” de Mateo Bellido Rojas: «En casa, pues, vivíamos con lo justo. Si mi madre juntaba algún ahorrillo, un tipo sonriente aparecía con un paquete bajo el brazo. Una vez, por Navidad, era una caja surtida de mantecados. Otra, una plancha eléctrica. Por fin, otro día, se encendió el primer transistor a pilas y el hogar se fue llenando algo, aunque sólo fuera de voces fantasmas. Le llamábamos “el ditero” y era habitual en las tardes de radionovela, merienda de cuenco de pan con aceite y chocolate rancio, que apareciera a cobrar una pequeña parte de lo que se le debía», con una libreta de tapas duras, en la que se llevaban las cuentas de cada vecino, cogido con unas palomillas. «Los pagos se eternizaban y, cada poco tiempo, me hacían sumarlos para saber si quedaba mucho. Cuando se liquidaba una cuenta, ya se podía pensar en abrir otra. Nunca noté que perdiera la sonrisa ante la imposibilidad de un pago y no creo que se cobrara intereses, pero para todos era que tenía dinero».

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Esquina del Bar Buenavista, según una acuarela del porteño José Luis Molina Mora, basada en una fotografía de finales del siglo XIX.

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El Bar Buenavista a la derecha ya en el siglo XX; en frente la Avda. Micaela Aramburu, con las palmeras no muy altas, que conforma el actual espacio de dicha calle. (Foto Colección Carlos Pumar Algaba).

CAFÉ BAR BUENAVISTA.
En 1932 Guillermo Rivas se hizo cargo del Bar Buenavista en el que permanecería hasta el final de su vida laboral, durante 30 años más. Aquel lugar fue conocido como la “Tienda del Hierro” dado el material del que estaba fabricada la marquesina de la terraza. Escribe Enrique Pérez Fernández en su libro “Taberna y Bares con Solera”: «En 1889 era un café así llamado, de Ramón Ariza Sánchez, años después llevado por su hermano Andrés (el del Café La Marina de la Pescadería), hasta que en 1932, tras explotarlo unos años Antonio Vázquez, pasó a manos de Guillermo Rivas Ramírez». Todavía se pueden imaginar, entre sus paredes, los gritos en los juegos de cartas de la época: rentoy, mus, tute tute subastado... de los parroquianos.

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Publicidad del Bar Buenavista, siendo propiedad de Guillero Rivas.

Con el tiempo, Guillermo se iría haciendo de casi todas las casas de la Plaza de las Galeras: donde hoy se encuentran el Bar Liba, el Mesón Ibérico, la Galera Real --regentada hasta su reciente jubilación por Luis -Lucky- Rivas, propietario del establecimiento-- el Buenavista --Bar El Vapor, desde 1998-- y los antiguos billares y fábrica de gaseosas, hoy el Bar Loco de la Ribera. Una excepción La Mezquita, propiedad de los Pasage, que conectaba la esquina de Jesús de los Milagros con la Plaza de Las Galeras, por la calle Luna. Todo un patrimonio inmobiliario.

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Publicidad de Naranjadas y Limonadas El Zeppelin, fabricadas y vendidas en exclusiva para nuestra Ciudad por Guillermo Rivas.

FÁBRICA DE GASEOSAS: EL ZEPPELIN.
En Vergel del Conde, núm. 12, hoy Plaza de las Galeras Reales, donde como ya hemos dicho se encuentra, actualmente,  el Bar “El Loco de la Ribera” y anteriormente una sala de billares y futbolines (Salón Recreativo), estuvo ya avanzado el segundo cuarto del siglo XX, la fábrica de gaseosas y sifones, Espumosos Rivas. Allí fabricaba y tenía la venta exclusiva para el Puerto de las naranjadas y limonadas, “El Zeppelin”. Más tarde el local lo alquilaría, maquinaria incluida, a Revoltosas Madrid, a Juan de la Fuente Cros.
En la fábrica de gaseosas había dos mesas de billar en las que se jugaba “A Palillos”: a 31, 41 y 7 y media, estando en activo la fábrica, jugándose de tapadillo, con dinero, en aquella época de prohibición. Aquello hizo que, más adelante, se instalaran los billares y futbolines a los que hacíamos referencia.

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Los hermanos Rivas Acal, casi al completo en una instantánea tomada hace  cerca de 20 años: Fila superior: Manolo (+), Guillermo (+), Milagros, Carmen, Rafa y Enrique. Fila inferior: Fernando, Ignacio, Lucky y Jesuli. En la foto faltaba Lola, cuya imagen actual (tomada el 16 de junio de 2009), reproducimos a continuación. (Foto Pielfort).

lola_rivas_acal_puertosantamariaCASAMIENTO Y  UNA FAMILIA LARGA Y NUMEROSA.
Nuestro protagonista se casa con Carmen Acal Fuillerat dejando una amplia descendencia de 12 hijos, «más los estropeados que no prosperaron», según las propias palabras del hijo núm. 11, Lucky. Estos son Milagros, casada con Esteban Tejada; Manolo, casado con Milagros Romero Vaca; Guillermo, casado con Manolita Felices, ATS que fue de Terry, bellísima persona al igual que su hijo Guillermo quien trabaja en el Area de Personal del Ayuntamiento; Pepe, que falleció a los 14 años, tras un “corte de digestión” al bañarse en la alberca de La Victoria, tras un sudado partido de fútbol; Lola; Carmen, casada con Juan Muñoz, empleado multifacético que fue, entre otras empresas del Cosario de Tablas, de Conservas Sur, de la Caja de Ahorros de Cádiz y Gestor de las Taquillas de la Real Plaza de Toros; Enrique, casado con Milagritos Carreto, ya fallecida, hermana de Alfonso y Rafael Carreto Martín-Arroyo; Rafa, socio durante más de 30 años de Lucky en los negocios de hostelería y alma mater de Lobo Hermanos “Mobilandia” hasta su jubilación, casado con Isi López; Fernando, empleado de Osborne, casado con Maleni Botella; Ignacio, casado con su mujer, Mari Carmen; Lucky, propietario del Bar La Galera, recientemente jubilado y casado con Manoli Lobo; y Jesuli, empleado de Unicaja, casado con Petri Marín.

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La Plaza de las Galeras y el Parque Calderón, en el primer cuarto del siglo XX.

UN HOMBRE BUENO.
El negocio principal de Guillermo fue el Bar Buenavista, que estuvo atendiendo hasta su fallecimiento, en 1962. Guillermo era un hombre que tenía mucho sentido del humor, algo que le contagiaría, por la vía de la sangre y del roce, a gran parte de su abundante prole. Sus hijos recuerdan, en el patio de la casa familiar en Vergel del Conde 12, hoy Plaza de las Galeras, tirados de la risa a Milagros, la hermana de Guillermo y madre de Luis y Enrique Gatica Rivas, a su padre, y a sus hermanos, por las ocurrencias que venían de la gracia innata familiar.
También es recordada todavía su generosidad. Guillermo Rivas era un hombre generoso que daba dinero y daba de comer --en aquellos tiempos de hambruna-- a más gente que habitantes tenía la casa familiar: «--Carmela, ahí te mando a dos o tres para que les des de comer», solía ser una constante en aquella vivienda siempre repleta de hermanos y visitas. Quitó mucha hambre.

chicuelo_puertosantamariaHace unos años tuve la oportunidad de saludar a Juan Mulet Martínez, pescador de 86 años natural de la localidad alicantina de Calpe, pero portuense de toda la vida, como él mismo reconocía. Formó parte de aquella colonia de alicantinos que arribaron por el litoral gaditano en el año 1.929. En la amena conversación comenzó a rememorar días ya lejanos pero de importante significación.
Aquel mes de Julio de 1.947 aún perdura en su memoria y, especialmente, porque se ahogó su hermano Toni, junto con cinco compañeros más en un naufragio a bordo del pesquero “Francisca Martínez”, conocido también como “La Blanca Paloma”, propiedad de Pedro Blanquer Giner. El siniestro se produjo porque fue abordado por un barco ruso que trataba en aquellos años de la posguerra de pasar el Estrecho de Gibraltar sin ser avistado. Precisamente de este suceso tenía yo referencias a través de mi hermano Rafael, pescador también, actualmente jubilado cuya memoria privilegiada ha contribuido en diversas ocasiones a aportarme testimonios, apodos, y momentos que difícilmente podría haber obtenido sin su apreciable colaboración.

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Joselete 'el Chopa'

Recuerdo que en 1.997, al cumplirse 50 años de la desaparición de “La Blanca Paloma”, me explicó mi hermano con todo detalle, lo difícil que le resultó a “Chicuelo” salvar al tripulante más joven del barco, “Joselete el Chopa”, que por aquel entonces tenía 12 años. En la vida refirió aquel incidente a nadie, ya que le resultaba tremendamente doloroso, aunque el “Chopa”, para el que siempre “Chicuelo” fue su héroe, relataba las grandezas de aquel salvamento, a pesar de haber perdido en el naufragio a su padre.
El historial de mi entrañable Francisco García Ríos, “Chicuelo”, es perfecto, sin comparación. Es muy poco probable que un pescador haya alcanzado tanto respeto y admiración por parte de sus compañeros y amigos. Embarcaciones como las portuenses “Cristo del Sudor”, “Mari Toni”, “Paco Rota” y “Pepe Carlos” fueron capitaneadas por su sapiencia marinera e igualmente estuvo como patrón de costa en los buques “Elvira” y “María Sibón” de los empresarios gaditanos Paredes y Sibón.
“Chicuelo” trabajó durante su vida profesional tanto en Marruecos como en los caladeros nacionales y conocía, sin necesidad de los sofisticados medios técnicos actuales, las navegaciones del litoral andaluz y de las costas marroquíes. Su gran pasión era la búsqueda de bancos de peces y lo agradable que le resultaba de regreso a tierra firme compartir con sus tíos “Pacote” y “Manguera” en aquel inolvidable cuarto de redes del “Tecle”, en la Bajamar de su Puerto, sus vicisitudes en alta mar.

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Embarcación 'Cristo del Sudor' que fue patroneada por 'Chicuelo'. (Foto Colección VGL).

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El muelle pesquero y la antigua lonja, en todo su esplendor. (Foto Colección A. Leveque).

A “Chicuelo” tuve la inmensa suerte de conocerlo más de cerca cuando se jubiló en 1975, y de haber recibido por aquel entonces su amistad. Continuamente relataba anécdotas de sus andanzas marineras y cómo detallaba con su gracejo particular que había constituido su propia cuadrilla en clara alusión a su apodo torero. Falleció en Cádiz hace algunos años y siempre lo tendré en mi memoria porque no es muy normal vivir con personajes de la talla y humildad como el bueno de “Chicuelo”.
(Textos: Antonio Carbonell López).

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Procesión del Corpus. En primer término, Carlos Román Ruiloba, Pbr. Coadjutor de la Iglesia Mayor Prioral, a su lado con el breviario, José María Rivas Rodríguez, Párroco de San Joaquín. Llevando el Palio: De izquierda a derecha de la foto: José Manuel de Terry Galarza, Ignacio Osborne Vázquez y  Javier de Terry  y del Cuvillo. En la parte opuesta del palio se ve la cara de Antonio Cólogan Osborne, Serafín Álvarez-Campana Gaztelu. Ramón Jiménez Loma. Detrás del Palio podemos ver a Manolo García (padre de García Campos), Jesús de la Rubiera y Pepe Lojo Espinosa. (Foto Laurá. Carnet de Empresa 4589. Parque Crevillet Fermesa. Blo. 3, 1º planta dcha. Colección JMM). Todas las fotografías corresponden al 13 de junio de 1974.

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De izquierda a derecha, el niño Antonio Benjumeda Arrobas, detrás guiando una de las andas del paso, Federico Herrera Síñigo; Juan Melgarejo Osborne y Tomás Osborne Vázquez con sendos velones;  Manuel Salido Gutiérrez, Parroco de la Prioral y Arcipreste del Partido y Ramón Jiménez Loma.  A la derecha, detrás, un Guardia Civil de gala. (Foto Rafa. Colección Archivo Municipal).

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La Corporación de chaqué, bajo mazas. En esta imagen vemos una de las filas, con Federico Aguirre Fernández, Oficial Mayor del Excmo. Ayuntamiento; Jaime Fernández Criado, Secretario General del Excmo. Ayuntamiento y los concejales, Manuel Martínez Alfonso, Eligio Pastor Nimo, Pedro Prados, Juan Ponce, Javier Merello Gaztelu y Carlos del Poyo Navas, Primer Teniente de Alcalde. (Foto Rafa. Archivo Municipal).

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De izquierda a derecha, Nicomedes Santos Luis, Comisario Jefe de Policía; José Luis Suárez Gutiérrez, Juez de Primera Instancia e Instrucción; Fernando T. de Terry Galarza, Alcalde de la Ciudad en 1974; Manuel Sañe Mateo, capitán de corbeta y Ayudante Militar de Marina de El Puerto y el capitán de la Guardia Civil Luis Fiteni; detrás, de blanco, dos policías locales de media gala: desconocido y Carlos. Y a continuación la Policía Local de gala. (Foto Rafa. Archivo Municipal).

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En la fachada del antiguo ayuntamiento, en la Plaza de Isaac Peral, ante una puerta decorada con ramas verdes y flores, se procede a la bendición de el pueblo, cuando la iglesia y el estado estaban muy unidos. A la izquierda el Lábaro (*) o estandarte de la Archicofradía del Santísimo Sacramento que era portado por Nicolás de Terry Galarza quien no aparece en esta foto; de rodillas, José Luis Osborne Vázquez con el hachón o velón de los hermanos de dicha congregación; portando la Custodia, Carlos Román Ruiloba, a la izquierda de espaldas, Manuel Román Ruiloba, a la derecha, José María Rivas Rodríguez y de espaldas también, mas abajo, Elías Rodríguez Martín y a su derecha, el Padre Martínez, hijo predilecto de la Ciudad de El Puerto. (Foto Laurá. Colección JMM).

(*) Lábaro: Estandarte que usaban los emperadores romanos, en el cual, desde el tiempo de Constantino y por su mandato, se puso la cruz y el monograma de Cristo, compuesto de las dos primeras letras de este nombre en griego. (RAEL). Por tanto, el lábaro, tambien llamado "labarum" en el Bajo Imperio, se llevaba en los ejércitos por un oficial llamado "labarifero", que correspondía a los abanderados de los ejércitos modernos y tambien delante de las procesiones que hacían los primeros fieles y a imitación de aquel se cree que se introdujo la costumbre de llevar los estandartes o pendones cuadrados que posteriormente se usaron, llamados "confalone" por los italianos. (W).

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firma_crispulo_martinez_puertosantamariaEl pasado miércoles se celebró el 209 aniversario del nacimiento de Críspulo Restituto Martínez Segura --Críspulo Martínez--, acontecido el 10 de junio de 1800. Este dinámico y emprendedor portuense figura citado en el imaginario Libro de Honor de historia local por haber conseguido hacer realidad un viejo sueño de nuestros abuelos: un espacio escénico multiuso, un teatro de estilo italiano, de los llamados de herradura, con un aforo de mil quinientas personas. Para distinguirlo de los otros existentes, más modestos y antiguos, se le bautizó como “Teatro Principal”. Desde mediado el siglo XIX hasta casi el último tercio del XX seis generaciones de nuestros paisanos, “Gente de El Puerto”, disfrutaron de sus espectáculos. Ya conocen como acabó: hecho cenizas. Afortunadamente, ocupa su espacio cultural, en otra ubicación, con el estilo y uso que marcan los tiempos actuales un nuevo teatro al que han dado, acertadamente en mi opinión, el nombre del popular comediógrafo local: Pedro Muñoz Seca. Para conocer en profundidad sus antecedentes familiares, pueden hacer click aquí con el ratón, o ir directamente a los comentarios de esta nótula.

Los fundadores de esta saga familiar portuense de los Martínez, algunos de cuyos  descendientes directos, correspondiente a la cuarta, quinta y sexta generación continúan residiendo en El Puerto de Santa María doscientos y pico años después, (Galarza, Álvarez Campana, García Valdeavellano, Govantes y Pico), fueron el matrimonio formado por el riojano Juan Antonio Martínez Guas y la madrileña Eusebia Segura España. Se habrían casado en Cádiz en fecha que no hemos podido determinar, estando residiendo en El Puerto con anterioridad a 1789, año en el que figura inscrito en el Censo de frutos civiles y manufacturas de la localidad como propietario de una tenería o fábrica de curtido, nombrada “Nuestra Señora de los Dolores”, situada en la calle Pozos Dulces, cercana a la ribera del Guadalete, aproximadamente a la altura del espacio que ahora ocupa el aparcamiento frente a la iglesia conventual del Espíritu Santo.

sardineria3_puertosantamariaCuando nació nuestro personaje, sexto hijo del matrimonio, habían traspasado el negocio de tenería, manteniendo una participación en el mismo. La madre había recibido una suculenta herencia al fallecer su padre, miembro destacado de la burguesía comercial madrileña, adquiriendo la casa palacio de calle Sardinería 3 –actual Javier de Burgos- en la que se instaló toda la familia hasta que se mudaron a Larga 119 antiguo, que correspondería al 68 actual en el primer tercio del s. XIX. Así pues, en los primeros años del siglo citado, encontramos a don Juan Antonio convertido en rentista, especulando en diversos campos de los negocios y... metido en política, ocupando el cargo de Regidor interino en el consistorio municipal.  Su familia, de la que apenas hemos dado algunos datos genéricos se había visto incrementada con dos nuevos hijos: Críspulo Restituto, que nació el 10 de junio de 1800 y Rafael José, en benjamín familiar, que vino al mundo el 24 de octubre de 1801. Los otros, nacidos todos ellos en el siglo XVIII, fueron, de mayor a menor, Manuel, Vicente, Celestina, Maria de los Dolores, José, Miguel y Juan Manuel. Tres de los citados fallecieron en plena juventud, en estado de soltería todos ellos.  José,  falleció cuando la familia vivía aún en la casa de calle Sardinería  de la que se mudaron cuando abandonaron las tropas francesas la ciudad, siguiéndole Maria Dolores en 1813 y, finalmente Vicente, en 1817. (En la imagen, fachada de la casa de Sardinería, 3, recientemente restaurada. Foto AGR).

CUMPLEAÑOS CON EL SIGLO.
Críspulo Martínez cumplía año con el siglo. Singular personaje  de una época en que todo en nuestra ciudad giraba en torno al negocio del vino, en el que no tenemos constancia participara. Extrovertido,  emprendedor, imaginativo, oportunista… tocó casi todos los palos del mundo de los negocios para los que tenía un don especial y un atrevimiento inusual, amén de una amplia experiencia de los años que pasó en Cuba.

nacecrispulomartinez_puertosantamariaEn 1829 contrajo matrimonio con Elena Picard Golf, unión que duró treinta años, hasta el fallecimiento de la citada, ocurrido el 5 de mayo de 1859, cuando estaba enfrascada en los preparativos de la boda de su hija mayor.   Tuvieron cuatro hijos: Julia, Guillermo, Elena y Juan Antonio Martínez Picard, permaneciendo don Críspulo viudo hasta su fallecimiento. La hija mayor,  Julia Martínez Picard, a pesar de la tragedia familiar, se casó en la fecha que tenía prevista, el día 15 de mayo, sin celebración lógicamente, con Enrique Carrera Ravina. Falleció  Julia en 1888, sin  descendientes, heredando  los hijos de su hermano Juan Antonio. Entre los bienes, destacaba una extensa biblioteca, en la que figuraban los libros mas populares y leídos de su época y una hacienda de viñas con caserío y frutos nombrada “La Julia” situada en el camino viejo de Rota, finca que aún conserva este nombre. Su hermana Elena, se había adelantado a la primogénita contrayendo matrimonio unos años antes, en  1855, con un joven sanluqueño: Manuel Rodríguez Roldán. Tuvieron  tres hijos: Elena, Luisa y Enrique Rodríguez Martínez.  El hijo menor de Críspulo  fue el más prolífico. Los descendientes de Juan Antonio Martínez, muchos de los cuales viven integrados en la sociedad portuense actual, entroncaron con otras familias estimadas en la localidad, multiplicándose ampliamente.

planohabana_1850Y el otro varón, Guillermo, acompañó desde muy joven a su padre en lo que podemos considerar su etapa cubana de negocios, amplio periodo de tiempo del que apenas tenemos información, nunca volvió a El Puerto, avecindándose de forma definitiva en la capital cubana, sin que tengamos otras noticias de él aparte de su emigración voluntaria y de los poderes que dio a su hermano Juan Antonio para representarlo en el reparto testamentario de su padre.

DON CRÍSPULO, HOMBRE DE NEGOCIOS.
Buena parte  de los negocios de don Críspulo, al menos  los que hemos podido conocer,  estaban basados en la especulación pura y dura. La venta de numerosos bienes clericales, consecuencia de las decisiones de los políticos de la época (las desamortizaciones), interpretando el malestar social existente al respecto, sería terreno abonado en el que se movió con diligencia y gran “vista comercial” nuestro personaje que compraba y revendía obteniendo beneficios, supuestamente, al mismo tiempo que mejoraba su solvencia personal con todos estos movimientos de capitales, que casi cuenta eran propios, curiosamente, obtenido mediante prestamos que pagaba fraccionado con pagarés o créditos hipotecarios sobre los inmuebles y propiedades que adquiría. La compraventa de casas, accesorias y solares sin edificar  fueron una constante en la activa vida de don Críspulo. Realizaba obras de mejoras, segregaciones, permutas, intercambios y toda suerte de trapicheos conducentes a rentabilizar lo adquirido de tal suerte que, a la hora de volverlo a vender, se obtuviesen los mayores beneficios.  En los expedientes de licencia de obras de estas décadas intermedias del siglo XIX pueden comprobarse algunas de las acciones citadas, referidas a casas en calle Santa María, Ganado, Luna, Nevería o Aurora.

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La Casa de la Torre, vista desde el crucero de las calles Luna con Larga. A la izquierda está hoy la tienda de Talgo. A la derecha, en el edificio desaparecido, la sucursasl de un banco de las Vascongadas. (Foto Colección Antonio Leveque).

LA CASA DE LA TORRE.
Las dos adquisiciones mas notables en lo que a inmuebles se refiere fueron: la casa nº 7 de calle Nevería, llamada “de la Torre”, que estaba apreciada en más de trescientos mil reales, adquirida al Estado en 1860. Esta casa formaba parte del complejo construido por los jesuitas para hospicio,  centro de enseñanza y alojamiento de los numerosos miembros de su comunidad, que ocupaba parte de la manzana entre Nevería y San Bartolomé, de esquina a esquina, siendo la torre, inconclusa como el resto del edificio que no llegó a finalizarse al producirse la expulsión de la Orden, el campanario de la iglesia. Críspulo Martínez intentó conseguir permiso para derribar la torre no sabemos con que objeto, posiblemente para obtener una mejor distribución de las estancias o habitaciones para su alquiler.

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A título de curiosidad informamos que esta torre, debido a su altura,  fue utilizada durante la Guerra Civil como lugar de vigía, instalándose en la plataforma  superior o azotea, los dispositivos de alarma antiaérea para avisar a la población civil en el supuesto de amenazas de bombardeos.

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La Plaza del Carmen a finales del siglo XIX. A la izquierda la Casa de la Aduana, al fondo, el Castillo de San Marcos, en segundo término una nave  auxiliar para la  industria de la pesca y delante muelle embarcadero; a la derecha al fondo el que sería Colegio de la Pescadería y el Palacio de Aranibar. (Foto: Centro Municipal de Patrimonio Histórico).

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La Casa de la Aduana en el año 2002. Ha desaparecido la espadaña que coronaba la linterna del edificio. Donde estaba la Casa del Carmen, los edificios de viviendas y la desaparecida Cofradía de Pescadores. (Foto Mata).

CASA DE LA ADUANA.
La otra adquisición importante fue la “Casa de la Aduana” llamada así por haber tenido esta utilidad durante muchos años, aunque realmente fuese construido este bello edificio por el Estado como Real Fábrica de Arguardientes y Licores, cuando ostentaba el monopolio de producción de esta modalidad alcohólica. El frente principal del edificio que en la actualidad está reconvertido en sus pisos altos en un establecimiento de hospedaje, con otros negocios de hostelería en su planta baja, ocupa toda la extensión de la calle Maestro Veneroni, dedicada a uno de los insignes músicos que dirigieron la Banda Municipal. Mediado el siglo la fachada se abría a una plaza entonces denominada de la Pescadería y antes llamada de la Herrería.

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Interior de la Casa de la Aduana. Escaleras de acceso al establecimiento de hospedaje situado en la actualidad en los pisos superiores del edificio. (Foto AGR).

Ocupaba una superficie de 3.294 metros cuadrados, siendo escriturada a su nombre en1862, adquiriéndola en poco más de 300.000 reales mas intereses,  fraccionando el pago en pagarés de vencimiento anual por importe de 20.413 reales cada uno. A este emblemático edificio portuense, en el que se instaló, añadió los solares y cobertizos existentes a espaldas del mismo, entre este y la casa de las Cadenas, labrando en parte de ellos tres naves de bodegas. Estos terrenos los adquirió a Enrique Carrera Ravina ese mismo año, con meses de diferencia. Todos ellos, así como la Casa de las Cadenas que en esa fecha pertenecía al conocido armador Andrés Sabonés formaron parte del patrimonio de los herederos de la familia Vizarrón, perteneciendo hasta pocos años antes al Marqués de Perales que había vendido a censo a los mencionados Carrera y Sabonés. Concretamente el censo con  que figuraban gravados  los terrenos adquiridos por don Críspulo ascendía a la nada despreciable cantidad de 66.666 Reales.

SEGURO MILITAR

Uno de sus negocios de juventud lo realizó en sociedad con su madre y sus hermanos Manuel y Rafael. Todos ellos crearon una especie de compañía aseguradora que garantizaba a sus asociados o en su caso,  a los hijos de estos, mediante el pago  de una modesta cuota, liberarles del servicio militar en el caso de entrar en el cupo que cada año se sorteaba, bien mediante el pago del importe del rescate al uso en los soldados por sorteo o, incluso, “poniendo sustitutos a los individuos que se inscriban y les toque la suerte de soldados.”   Para garantizar el cumplimiento de este compromiso y obtener la licencia municipal la familia Martínez Segura hipotecó la casa de Sardinería, 3, hipoteca que perduró casi cincuenta años. (Continuará).

(Textos: Antonio Gutiérrez Ruiz.)

Del trabajo inédito:  PERSONAJES PORTUENSES  DEL SIGLO XIX.

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Finales de la década de 1960. El bar estaba situado en la esquina de las calles Jesús Cautivo y Ganado, frente a la conocida como “Posada de la Fruta” en dicha calle Ganado. Ambos edificios hoy no existen. Al otro lado de la barra, el señor del sombrero es el Cabo Pérez de la Guardia Civil, a su izquierda su hijo , tuvo otro hijo que murió  muy joven ahogado en el canal. Siempre nos lo recordaban para que nos nos bañáramos en el río. A la derecha del Cabo Pérez podemos ver de oscuro a Manuel Gil de Reboleño García de Roiz (padre de los Gil de Reboleño Insúa). El segundo por la izquierda es el propietario del Bar “La Muralla” situado en Tomás Cólogan Osborne, 6, en los pisos conocidos como “Los Empapelaos”. El camarero con la mano apoyada en el mostrador, Antonio Rojas, tío de Mario Peluffo Rojas. Detrás de los dependientes, en la parte oscura, el segundo con sombrero, "Tabique" corredor, padre de flordevaldaliga_puertosantamaria"Tabique", el camarero de "El Resbaladero" y,  ultimamente, en la barra del Bar Vicente hasta su reciente jubilación. El cuarto por la derecha, con la boina calada, es Eloy Fernández Moro. Agradecemos nos indiquen el nombre de los dependientes y parroquianos. que aparecen en la fotografía. (Foto superior Colección EFL. Foto de la izquierda, publicidad en cristal pintado de Destilerías Gil: Anis y Coñac 'Flor de Valdáliga).

La tienda de Rueda ya existía como taberna en 1826, habiendo pasado por diversos propietarios y reformas, con destilería y fábrica de licores propia y con salones o camarotes para la parroquia. En 1995, adquirió la taberna Rafael Ayala, tras haber permanecido 89 años en manos de la familia Gil de Reboleño. «Sobre el trato dispensado a los clientes, siempre en el Rueda todos fueron considerados iguales» --al igual que en Gentes del Puerto-- «sin distinción alguna de clases. Aquí solían parar los miembros de las familias portuenses de alta alcurnia; alcaldes como Francisco Tomeu o Eduardo Ruiz Golluri; flamencos como El Chumi, Canalejas de Puerto Real, El Cojo Pavón, José El Negro o Ansonini; toreros como Manolo y Miguel del Pino, Antonio Ordóñez, Manolo Bienvenida, Mondeño, el mejicano Lorenzo Garza o Paquirri (siempre con papelones de pescao frito), y un sin fin  de personajes populares, entre los que, como botones de muestra, mencionaremos al Loco Paquiro, a Caneco y a Margarito, el esquilador, que solía acudir todos los días a tomar café» Enrique Pérez Fernández. “Tabernas y Bares con Solera”. Año 1999.

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Parroquianos de Antigua de Rueda. De izquierda a derecha: Eduardo Ruiz Golluri, alcalde; El Chumi, cantaor flamenco; Manolo del Pino, torero; El Caneco, personaje popular.

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Foto tomada en el Bar Rueda, propiedad de los hermanos Gil de Reboleño García de Roiz, en ella podemos ver a los tres detrás del mostrador y en el orden de Antonio, Victoriano y Manuel, padre de los Gil de Reboleño Insúa. (Foto Colección VGL).

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El nuevo bar de Antigua Rueda, situado en un edificio moderno en el espacio que ocupó el original, en una fotografía tomada el jueves de la Semana Santa de 2010.

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Rafael es la viva imagen de su tío, el poeta Rafael Alberti, del que se declara admirador de su obra y orgulloso de su parentesco. Compañero del banca  en los Salesianos de Utrera del ex presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, en su infancia, añora el Oloroso, Sangre y Trabajadero que elaborara su familia: la Bodega de Cuvillo. Rafael nació el 11 de enero de 1944 en la calle Luna, 40, hijo de Agustín y Dolores, siendo su partero Don Miguel Duro del Moral, donde hoy se encuentra Banesto. Recuerda Rafael que él sembraba “perras gordas” en el jardín de aquella casa a ver si salía algo, «--Y salió un banco...».

rafael_y_agustin_merello_puertosantamariaLuego, entre los años  se fueron a vivir al Campo de las Hermanas Rioja, por la Hijuela del Tío Prieto y, entre 1949 y 1951 la vivienda familiar estuvo en lo que hoy es ¡Oh Puerto!, el Caserón Lasaletta. El 20 de octubre de 1955 muere su madre --María Dolores del Cuvillo y Sancho-- y los seis hermanos: Agustín, Rafael, Dolores, Alvaro, Carlos e Ignacio, fueron repartidos entre las casas de los familiares.

Rafael estudió en Utrera durante ocho años en los Salesianos, donde compartió pupitre con el actual tercer vicepresidente del Gobierno, Manuel Chaves con quien por cierto, ha quedado que un día que tenga que venir por El Puerto con tiempo, beberán una copa de fino en nuestra Ciudad. También estudió un año en los Marianistas, en Jerez. y luego en la Universidad Laboral de Sevilla. (En la fotografía de la izquierda, Rafael de pie y su hermano Agustín, con el cubo, en 1947 en la Playa de La Puntilla).

Hizo el servicio militar en San Fernando, de marinero, en 1969. Ya había llegado el hombre a la Luna, y la hizo con retraso porque tenía prórroga, siendo destinado luego en el Instituto Hidrográfico de la Marina en Cádiz. Trabajó por dos veces en el Hotel Caballo Blanco, antes y después de la mili. Estuvo también en el VIP, uno de los primeros pubs que se abrieron en El Puerto, en la calle Misericordia, frente a las Esclavas; perteneció a Teodoro Lavilla Valimaña y más tarde a Antonio Jaén Bautista. También trabajó en el Camping Guadalete y su última actividad profesional la desarrolló en la Clínica del Dr. Frontela. Pero con 35 años, el 24 de mayo hizo 29 que sufrió un infarto, lo que le llevó a la sala de operaciones y a alcanzar la invalidez profesional permanente. También tuvo un sustillo el año pasado y pasó por la UCI, pero se encuentra en franca recuperación.

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La calle Luna, el Teatro Principal y la casa familiar de los Merello, ambas desaparecidas durante un desfile de tropas de infantería de Marina, el Día de la Hispanidad, en la década de los sesenta del siglo pasado. (Foto Colección Archivo Municipal).

Está casado con Rosario González Pérez (el 3 de abril de 1975) y tiene cinco hijos. Vive en la calle Cantarería, en una Casa Palacio  cuyo patio participa, anualmente en la Fiesta de los Patios. Es aficionado a la cacería, pero recuerda un dicho de su padre, Agustín Merello Álvarez-Campana, igualmente aficionado y con muchos premios en su haber: «--La cacería es una buena afición hasta que te la puedas pagar; una vez que no puedas, olvídate de ella».

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Con su tío Rafael, dedicándole un libro a las puertas de los Jesuitas.

SU TÍO, RAFAEL ALBERTI.
Rafael conoció a su tío, el poeta universal, a través de su hermano, Agustín Merello del Cuvillo, con nótula 262 en Gente del Puerto, al principio de la década de los ochenta del siglo pasado, en el Patio de San Luis Gonzaga durante los actos del primer homenaje que le ofreció la Ciudad de El Puerto. Rafael no pudo asistir a recibirlo a la estación de ferrocarril cuando el poeta llegó el 24 de mayo de 1977, después de 46 años fuera de El Puerto, pues estaba en Jerez asistiendo al parto de su segundo hijo, Alejandro. De pequeño, cuando estudiaba historia de la literatura en el instituto. cuando veía el nombre impreso de su tío Rafael, «--Yo añadía, a mano, el segundo apellido del poeta --el primero mío-- y escribía Merello a continuación de Alberti».

la-arboleda-perdidaRecuerda nuestro protagonista que aunque hubo cierta aversión por parte de grupos reducidos de personas a que su tío se instalara en El Puerto, fue algo superado con creces para orgullo de El Puerto, solo pasó al principio, aunque alguna vez ha soportado alguna broma sobre su tío, que no ha tolerado: «--Me siento orgulloso de ser sobrino de Rafael Alberti».  El padre de Rafael era primo hermano del poeta, aunque 10 años menor que él, Alberti lo cita en La Arboleda Perdida como un compañero de aventuras simpático y revoltoso del que siempre guardó buen recuerdo, como le confesaría a los hermanos Agustín y Rafael Merello del Cuvillo.
Por cierto que, nuestro Rafael no guarda ningún recuerdo pictórico, ningún dibujo colorista de los que le gustaba hacer al poeta y fue por culpa del sobrino. Todos sus hermanos lo tienen pero él, esperando a reunir a toda la familia, se quedó con ese deseo. Ese y llevarle una botella de Oloroso, Sangre y Trabjadaero -el original- que tengo guardada de la familia. El Rafael sobrino no se perdió ningún cumpleaños del Rafael tío, desde que los celebró en El Puerto. Siempre, cada 16 de diciembre se encontraba con otros miembros de la familia, en ese rito que él quería cumplir hasta que llegara a los 100 años con su blanca melena, edad que no llegó a alcanzar.

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Jardín de la casa de la madre y los abuelos de Rafael Merello, en  Santa Lucía, 35 que daba a las calles San Francisco y Pagador, donde actualmente está Mercadona.  De pie, de izquierda a derecha: Dolores, María Sancho, Carlitos, Rosario del Cuvillo, Juan de Mata Cuvillo, --Juanito Cuvillo-- con nótula 199 en Gente del Puerto. Sentados, de izquierda a derecha: Pepe Cuvillo, Carlos del Cuvillo Sancho, Carmen Cuvillo (Tiaca), María Cuvillo Sancho, Lourdes Cuvillo (Tialu) y Luis.  En el suelo, María Pepa Cuvillo (Tiape).  Agustín Merello del Cuvillo llamaba de esa curiosa forma a sus tres tías maternas: Tiaca, por tía Carmen; Tiape, por Tía Maria Pepa; y Tialu, por Tía Lourdes. (Foto Vanderman. Sociedad Fotográfica. Director: Luis Saus. Madrid)

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Última fotografía publicada de Rafael Merelle -Faly- en la presentación del libro 'Por Montera', de Mariló Montero, en Bodegas Osborne, a finales del pasado mes de mayo de 2009. De izquiera a derecha, Isa Lora, Rafael Merello, Carlos Herrera, Rosa Cervera y José María Morillo. (Foto Fito Carreto).

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