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Soldados españoles en Cuba, antes de una batalla.

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Soldados españoles en Cuba, prisioneros de las tropas norteamericanas.

Aunque en octubre de 1897 llegaron los primeros repatriados enfermos de Cuba, no sería hasta después de finalizada la guerra cuando desembarcó un nutrido grupo de excombatientes heridos y enfermos para los que se habilitaron diferentes puntos de atención sanitaria, una especie de prolongación de los hospitales de campaña en diversas provincias costeras, entre ellas Cádiz.  El Puerto sería uno de los lugares  elegidos  para dicha instalación, nombrándose una comisión que debía estudiar y proponer el lugar adecuado.

ambulancia_antiguaEl doctor Medinilla propuso la plaza de toros, por su ventilación y aislamiento de la población. Después se pensó en el edificio de Santo Domingo que había quedado vacío al trasladarse el ayuntamiento a la nueva sede en la actual plaza de Isaac Peral. También se barajó la posibilidad de instalarlos en las antiguas dependencias del colegio de la Aurora, en calle San Sebastián pero la rehabilitación resultaba excesivamente costosa. Finalmente, mediado octubre de 1898, se decidió fuera el recinto anexo a la penitenciaría de La Victoria, lugar cercano a la estación de ferrocarril y lo suficientemente alejado del casco urbano el sitio donde atender a los repatriados enfermos y el recinto donde debían pasar la cuarentena aquellos soldados sospechosos de estar incubando la enfermedad. (En la imagen, una ambulancia antigua, en un carro cubierto, tirado por un semoviente).

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La estación de ferrocarril de El Puerto, en 1853.

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Anuncio de trayectos de trenes, entre Cádiz, El Puerto, Sevilla, Madrid y otros, en 1898.

Los portuenses que se acercaron a los andenes de la estación a recibir a sus familiares y amigos y aquellos otros que lo hicieron en solidaridad con los excombatientes o por simple curiosidad, presenciaron  un espectáculo que algunos han calificado de dantesco: jóvenes soldados tambaleándose de debilidad, escuálidos y demacrados; otros, llenos de vendajes sucios y deshilachados; algunos con miembros amputados de urgencia en el viaje de retorno y otros, agonizantes, trasladados en angarillas. Era invierno y la lluvia que en ocasiones complementaba la escena, añadía si cabe, tintes más sombríos a la dramática escena.  Y toda la ciudad quedó impresionada:

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Poema realizado por Muñoz Seca en su etapa juvenil,  estudiante de Filosofía y Letras en Sevilla, publicado en la Revista Portuense en la que colaboraba.

“… llega el día en que los hechos, con su angustiosa y aterradora realidad, aparecen a la vista de los portuenses, y entonces, como si los impulsara mágica influencia, todos abren sus ojos para humedecerlos con el llanto, todos abren sus labios para lanzar frases compasivas. Todos, en fin, abren sus cajas para prestar su material auxilio. Y, en un momento, crece y se desarrolla la venerada Cruz Roja que tiende sus brazos sobre los que sufren en el lecho del dolor y padecen sed y desnudez y hambre, y no tienen padres que los lleven sobre sus hombros, ni madres que les besen las frentes calenturientas.”

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Así se expresaba “Justo” en la Revista Portuense. Y cita, dándola como existente, a la que, posteriormente, sería la Asamblea Local de Cruz Roja. En esas fechas ostentaba su presidencia el médico don Adolfo Barra y la componían, entre otros, sus colegas  Rafael Rioja y Plácido Navas, el farmacéutico Agapito Ruiz y otros portuenses tan significados como los hermanos Ramón y José Arvilla, Ramón Ameneiro Barba, José Martínez Colom, Francisco Lucuix y Luís Pérez Gutiérrez. (A la izquierda, anverso y reverso de la Medalla otorgada a la Cruz Roja Española, por las Campañas de Repatriación de 1895-1899)

La Cruz Roja canalizó la generosa ayuda que nuestros paisanos aportaron con ese expreso fin, algunos de forma anónima y otros con donativos en especie: tabaco, vinos, ropas. Pagaron los féretros de los muertos, los viajes de los vivos, les dotaron de mudas nuevas, gestionaron sus papeles, les agasajaron con vino y tabaco y, lo que es mas importante, les hicieron compañía, visitándolos y proporcionándoles el calor humano del que tan necesitado estaban, escuchando sus cuitas y penalidades. (Texto: Antonio Gutiérrez. A.C. PUERTOGUÍA).

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infantil_cruzrojaDado que el archivo de la Cruz Roja Local es prácticamente inexistente  por un periodo que abarca entre que fuera desmilitarizada, --hará aproximadamente 25 años-- y su fundación, invitamos a los lectores de Gente de El Puerto que tengan algún tipo de documento, fotografía, recorte de prensa, insignias, recuerdos, bonos, etc… nos lo hagan llegar (original o copia) para la creación de un fondo documental de dicha institución benéfica, que será entregado a la misma para su catalogación y archivo. La Cruz Roja cuenta en El Puerto con más de 100 años de existencia.

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La ilustración muestra a cinco soldados comiendo en el campamento del ejercito español destacado en la otrora colonia española durante la guerra que se desarrolló en 1898 en la que se produjo una gran derrota para nuestro país. El que se conoce como el “Desastre de Cuba”. En la imagen se observa a los cinco individuos en posición relajada pero con una seriedad facial motivo del momento de tensión en el que están inmersos. Los combatientes,  en pleno descanso se dedican a comer y a relajarse para un posterior encuentro bélico. Nótese la botella de vino en el cesped, y el loro en el hombro del soldado de la derecha.

sorteoquintosguerracuba1895Muchos de los españoles que nacieron en el último tercio del siglo XIX conocieron y padecieron las miserias y secuelas de la guerra, obligados, a su pesar, por la prestación del servicio militar que debían realizar a la monarquía. El escenario, en esta ocasión, estaba en ultramar: Cuba, Puerto Rico y Filipinas, últimos bastiones del extenso imperio colonial español de siglos atrás.  El contingente del ejército, nutrido cada año por los mozos de reemplazo, crecía y crecía a medida que el conflicto, al que algunos historiadores le dan el calificativo de guerra civil, se enconaba. Un año antes del desastre naval con el que se pondría punto final a la contienda, a la que se había sumado los EE.UU., el cupo de las diez zonas en que estaba dividida Andalucía (las 8 capitales de provincia actuales, más Ronda y Osuna) ascendía a 23.742 mozos. (En la imagen sorteo de mozos, en 1895).

trajederalladillo_guerracubaEn nuestra provincia de Cádiz, los reclutados sumaban 2.585 hombres. Solamente estaba previsto incorporar a 1.626 de ellos, y de estos, irán destinados a Cuba 560, 203 a Filipinas, 50 a Puerto Rico y el resto a distintos puntos de la península. Se libraron, pues, casi mil mozos por exceso de cupo. El famoso sorteo determinaba el destino, en el más amplio sentido de la palabra, de cada uno de ellos.  Después, a los que la suerte no les acompañó ni sus parientes pudieron redimirlo pagando la cuota establecida al efecto, serian despedidos en los andenes de las estaciones y en los muelles de los puertos de embarques con vítores de zarzuela. Otra cosa bien distinta serán las penurias y sufrimientos que padecerán en sus propias carnes aquellos que, forzados a servir, lo hicieron en las colonias de ultramar. (En la imagen de la izquierda, dos soldados con el traje de ralladillo, con los fusiles cercanos).

Su mayor enemigo no fueron los mambises cubanos o los tagalos filipinos, sino las enfermedades tropicales, propias de aquellas latitudes. Especialmente la fiebre amarilla, también conocida como “Vómito negro”. Los datos estadísticos son escalofriantes.

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Contingente de tropas españolas en Matanzas (Cuba).

En los últimos años de la guerra, cuando el contingente militar alcanzó su máxima cota causaban baja o morían, diariamente, de 70 a 100 compatriotas. Y, aquellos que contrajeron la enfermedad y lograron evitar un fin tan trágico, vivieron mermados físicamente, manteniendo sus secuelas de por vida.

Quiero finalizar esta primera parte con algo positivo. El listado que he podido recomponer de los repatriados de El Puerto, aquellos que se libraron  de caer prisioneros y de la muerte. Los más fuertes y afortunados. Eran anónimos y están olvidados.

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Posado fotográfico ante un teloncillo de soldados profesionales del ejército español en Cuba.

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Con la difusión de su identidad pretendemos estimular su recuerdo y, si algún descendiente (nietos, bisnietos…) puede aportar fotografías, datos personales o cualquier otra referencia, serán recepcionados y agradecidos, y si no es así, al menos que sientan el orgullo de tener tan digno ascendiente. (Texto: Antonio Gutiérrez. A.C. PUERTOGUÍA).

Mañana: Creación de la Cruz Roja en El Puerto.

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El Asilo de Huérfanas, corral, iglesia y colegio, visto desde la esquina de la calle Cervantes, antes Lechería. (Foto: A.G.R.)

En 1872 la Junta Directiva de la Asociación de Católicos de El Puerto pone bajo la protección de una “Sociedad de Señoras” el Asilo de niñas huérfanas denominado de “San José”.

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Reunidas en Junta General Extraordinaria y aceptada la responsabilidad y funciones del Asilo,  se proponen acoger el mayor número posible de niñas huérfanas para atender sus necesidades, suministrándoles alimento y vestido, instruyéndoles y dándoles una educación básica y formación cristiana a fin de que cuando salgan del establecimiento sepan ganar con el trabajo su sustento y ser en la sociedad ‘mujeres honradas’.

Para conseguir tales objetivos el Asilo de San José se pondrá a cargo de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul. Esta Casa se mantendrá con el producto de suscripciones voluntarias, de los vecinos generosos y caritativos de El Puerto  y con las limosnas que puedan obtenerse. (En la imagen, fachada principal del Asilo de Huérfnas, por la calle Cielos).

Las Hermanas creyeron conveniente abrir de inmediato clases gratuitas para niñas pobres externas. Al ir pasando el tiempo fue aumentando el número de internas y externas y al estar al arbitrio de limosnas obligó a las monjas a desplazarse por la zona en busca de ayuda.

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Fachada de la iglesia del Asilo de Huérfanas.

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A la izquierda, edificio que hoy ocupa el espacio dejado por la iglesia y el Colegio, en la calle Cielos.

Desde su casa en la calle Cielo nº 23 las religiosas tratan de dar al Centro el carácter  legal requerido para su funcionamiento. En 1949 el Ministerio de Educación Nacional otorga la autorización definitiva monedaasilosnajose_puertosantamariapara impartir Enseñanza Primaria en las “Escuelas del Niño Jesús”. En 1952 se logra el reconocimiento como “Centro Docente Benéfico” lo que le asegura la ayuda del estado. (En la imagen, ficha del Asilo de San José).

En 1957 el Colegio es propuesto por el Ministerio de Justicia, Junta de Protección de Menores, para instalar en él un internado y medio-pensionado dedicado a niñas pertenecientes a dicho departamento. El Delegado Local justifica esta elección “por llevar casi 100 años funcionando en esta localidad dando un rendimiento extraordinario”.

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Clase de primaria de niños, de izquerda a derecha, fila superior,  la señoritas María Luisa Barriola; José Ignacio Gonzalez Lechuga; Antonio Chamorro; Agustín Peralta Tosar; Jose Esteban Poullet; 3 desconocidos; Murga; Enrique Esteban Poullet; Leopoldo Jimenez Ruiz; la señorita Rosa Alcón. Siguiente fila de izquierda a derecha: Lore (tonelería); Jesus Bononato; Antonio Ojeda Lores; Lores (primo del anterior); José Villar Guerrero; Fosco Antonio Valimaña Lechuga; Juan Monje Reinado; Rosso; otro Rosso; Juan Miguel Fernández; Manuel GarcÌa; García (hno. de Manuel); José Luis Lojo Lozano; Ramón Villar; Vicente Tur; Alvaro Osborne Tosar; Manuel Camacho Villegas; Desconocido; Juan García; Miguel; Desconocido; Desconocido; Tiene el nombre de 2; 2 desconocidos

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Foto de niñas perteneciente a la Asociación de la Medalla Milagrosa, acompañadas con las monjas con las antiguas y características tocas, posando en el patio del colegio en la calle Cielos.

asilohuerfanas7_puertosantamariaEn 1970 se incluye en dicho Centro  una Escuela Hogar en donde un numeroso grupo de niñas de los campos de la comarca se integraron junto con las internas adscritas a Protección de Menores.

En 1972 el centro cumplió su centenario, y el Ayuntamiento, por acuerdo de  la Corporación Municipal donó al colegio los metros cuadrados necesarios para construir un nuevo Centro según la Ley de EGB, una Escuela Hogar y una vivienda para la comunidad religiosa. La construcción se llevaría a efecto con los ahorros aportados por todas las comunidades religiosas de la orden, en la provincia. (En la imagen, niñas jugando en el antiguo colegio).

En 1976 se inaugura el nuevo Colegio denominado a partir de entonces Luisa de Marillac, situado en a calle Maestro Juan Pinto, núm 8. El equipo educativo estaba formado por seis hermanas y cuatro profesoras seglares. Durante el curso 2002/03 el Colegio celebró su 25 aniversario. En la actualidad el equipo educativo está formado por tres hermanas y dieciséis profesores seglares. La comunidad  del colegio cuenta con nueve hermanas.

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Patio del antiguo colegio del Asilo de Huérfanas.

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Fiesta Fin de Curso, en el antiguo colegio.

El colegio Luisa de Marillac, Centro Privado Concertado,  tiene como entre sus fines fundacionales el de los Centros Educativos Vicencianos. Ofrece las enseñanzas correspondientes a Educación Infantil, Educación Primaria, Educación Secundaria Obligatoria.

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ramonamontesinoscansino-1_puertosantamariaEra febrero de 1896, nacía un varón y moría una mujer en extrañas circunstancias en El Puerto de Santa María, atendida por un médico que no la vió pues tuvo en todo momento la cara tapada. El niño, de nombre Ramón, nace el 11 de febrero de 1896 en la calle Cruces, núm. 20. La madre, de nombre Ramona, muere a la edad de 31 años,  con 10 días de diferencia, como se puede comprobar en la hemeroteca municipal: Ramona Montesinos y Canccino, del Señorío de Villaralto, enterrada sin lápida por su madre, Ramona Canccino y su viudo, Antonio Aguilar Tablada, conde de Ripa, con la que tuvo una hija legal, Rafaela Aguilar-Tablada Montesinos. Este luego reconocería a tres hijos que tuvo con su sirvienta, Juana Cobos. (En la imagen, Ramona Montesinos Canccino).

La historia comienza cuando Ramona, queda a los 11 años huérfana. Hija única y por tanto heredera universal del cordobés Juan de Dios Montesinos y Neyra, abogado, catedrático, fundador de la Escuela de Bellas Artes de Córdoba, Maestrante de Ronda, Comendador de la Orden de Carlos III,... fue asesinado por cuestiones políticas en Sevilla, muy joven.

Con 14 años, Ramona se casa con el Conde de Ripa y marchan a vivir a El Carpio. Tienen una hija que ingresaría en un convento. Pero, además, el conde tendrá tres hijos con su criada Juana, a los que acabaría reconociendo. Despechada, Ramona regresa a Córdoba y desde allí, viaja, alterna, hace vida social en las casas bien, entre ellas la de los Romero de Torres. Allí conoce a un joven Julio, atractivo, incipiente pintor, que la deja supuestamente embarazada durante la Feria de Mayo en Córdoba, y que acabaría dando a luz, a escondidas, en El Puerto en febrero de 1896. La madre murió, a los 9 días, en un domicilio distinto al del parto, en la calle Jesús de los Milagros, 21. ¿El óbito se produjo por fiebres puerperales? ¿Serían fiebres tifoideas, como certificó el facultativo Plácido Navas el 20 de febrero de aquel año? ¿La mandaron matar tras el parto?, se pregunta su supuesta bisnieta, María Fuencisla Herrera, que está buceando en documentos del pasado.

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Esquela publicada en la Revista Portuense el 20 de febrero de 1896.

El niño, Ramón, es cuidado por su abuela, que figura como madrina de su bautizo, según consta en los archivos de la Iglesia Mayor Prioral de El Puerto, siendo criado en la zona cordobesa de 'El Brillante'. A los nueve años, el seis de noviembre de 1905, lo inscriben como suyo en los Juzgados de El Puerto,  un matrimonio de edad avanzada a los que Ramón ni siquiera conoce: los Herrera Ibañez, de Sevilla, vecinos del Palacio de Dueñas, en la calle San Felipe, número 7; cobraron 5000 pesetas de la época por el servicio. Con 15 años, muere su abuela Ramona. Entonces viaja a EEUU y posteriormente a Francia, costeándose el periplo con un cuadro que le regala Romero de Torres y que por cierto aparecería años después en un mercadillo americano y joyas de la familia.

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A la izquierda, Julio Romero de Torres, a la derecha, su supuesto hijo, Ramón Herrera Ibáñez.

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El pintor Julio Romero de Torres, en su estudio con una modelo y Ramón del Valle Inclán.

En Francia tendría descendencia, dos hijas que tuvo con una mujer poderosa, información que estamos pendiente de constratar con organismos oficiales franceses. El 8 de julio de 1936 Ramón Herrera Ibáñez se casa con Cecilia Rodríguez Ruíz, prima de los Ansón Oliart (naturales de Don Benito. Badajoz) y nacen José Ramón Ramón, Cecilia y María Luisa Herrera Ruíz, esta última vive en Australia. Ramón siempre supo que los padres que conoció como tales, los que figuraban en los papeles, no lo eran. Incluso le llegaron a decir que fue fruto de una relación de su madre, la marquesa, con un Lord Inglés, acaso ¿para desviar la atención sobre el pintor?

fuencislaherrera_puertosantamariaEn la actualidad, María Fuencisla Herrera, hija de José Ramón y nieta de Ramón Herrera y supuesta bisnieta de Julio Romero de Torres y de Ramona Montesinos y Canccino, del Señorío de Villaralto, trabaja recopilando  documentación e incluso piensa solicitar pruebas de ADN si, como sostiene, es descendiente del pintor cordobés. Fuencisla, funcionaria del estado, vive en Bellver de los Montes, un pueblecito de Zamora, que ha estado en El Puerto interesando diversos documentos, consultando archivos sobre el parto y fallecimiento de sus supuestos abuelo y  bisabuela. Esta es su historia, la historia que María Fuencisla nos cuenta y que quiere compartir con Gentes y Habitantes de El Puerto.

(En la imagen de la izquierda, María Fuencisla Herrera, en una pose comercial de su espectáculo: La Reina Loba).


logo_seccionEn la Opinión de Zamora, pulsando sobre la imagen, se publica un reportaje firmado por José María Sadia, sobre Fuencisla Herrera, donde completa la historia que nos cuenta en Gente del Puerto.

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amontillado_tiobenito_puertosantamariaLa vieja taberna Los Maera --en la Plaza de las Galeras esquina con Luna-- fue durante muchos años, a partir de la última década de los 30 del siglo pasado, uno de los establecimientos propios de una tradicional saga de taberneros y fabricantes de anisados y licores: ‘los Giles’, de origen cántabro. Hoy es, en la calle Luna, [con otro nombre y reformada, La Garnacha], la única tienda de vinos que ha conservado parte de su estructura original y cierto sabor a taberna antigua. Tal vez su origen se remonte, al menos, al siglo XVIII, de ser ésta la taberna que documentos de 1771 sitúan frente a la hoy inexistente Capilla de las Galeras. (En la imagen, la antigua taberna de Los Maera, en la Plaza de las Galeras, por su fachada de la calle Luna, que hoy alberga a La Garnacha. Vemos el azulejo de 'Amontillado Tío Benito', con el antiguo logotipo de Bodegas Caballero, que permanece en la fachada remozada y repintada de color almagra).

Pero volviendo a Los Maera, allá por 1771 estaría dicha taberna explotada por Gaspar Sequillo; local que a la altura de 1804 se había convertido en un freidor de pescados (freidera o fritura lo llamaban entonces) de Antonio Fuentes. En 1894, convertido nuevamente el local en una taberna que regentaba el montañés Gabino Quijano, se llamaba La Zorra (nombre que en 1869 tenía un freidor situado en la Plaza de los Jazmines esquina a Larga, en 1896 también propio de Gabino Quijano). A fines de los 20 del siglo pasado el propietario del negocio era Francisco Matiola. Poco tiempo después ‘los Giles’, en concreto, la viuda e hijos de Antonio Gil Hidalgo, se hicieron cargo del establecimiento.

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En Los Maera, de la Plaza de las Galeras esquina con Luna, de izquierda a derecha: Eduardo Lojo, con 14 años; Antonio Gil ‘el Gafa’, propietario del establecimiento; Alfonso Sánchez, primo del Antonio Gil y Antonio Rojas Ruiz, camarero de la antigua Tienda de Rueda. La foto está tomada a finales de la década de los cincuenta del siglo pasado. (Foto: Colección María Lojo).

El nombre de Los Maera, aunque no nos atrevemos a asegurarlo, suponemos que se lo puso Matiola en homenaje a los toreros trianeros Maera (1896-1924) y Maera II (1907-1940), apodos de los hermanos Manuel y José García López.

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En los Maeras Chicos, Eduardo Lojo detrás de la barra. De izquierda a derecha delante de la barra cuatro hermanos, los Pino Santana, conocidos como ‘Los Paqui’, hijos de un famoso capataz de pasos de Semana Santa; el alto a su derecha le llamaban’El Furia’. Agachados, a la izquierda con boina, Roberto ‘el Regaera’ y a su lado, Garrucho, conocido como 'Carrurra' quien murió en Valdelagrana en un accidente con un Seat 600. Año 1972. (Foto: Colección María Lojo).

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Los Maeras Chicos --Los Maeras Nuevos--, en la actualidad. El negocio es explotado por Manolita y Antonia Gil de Reboleño Jiménez y su sobrina Lourdes Gil de Reboleño Paz. El camarero actual se llama Eduardo Vélez.

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En la calle Ganado, a la vuelta de la calle Cielos, en la acera derecha está Los Maeras Chicos, uno de los locales abiertos, mediados los años 50, por la viuda e hijos de Antonio Gil Hidalgo. Tras su barra ha despachado mas de 40 años Eduardo Lojo. Junto a este establecimiento estuvo ‘El Rebozo’. Le seguía en el inmueble lindero El Refugio (hoy Muebles Palomino), que lo llevó en sus últimos años Rafael, el antiguo capataz de José Velarde. Mucho tiempo atrás fue un café-cantante, del que no tenemos ninguna referencia.

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Sostiene Eduardo Lojo, en la imagen,  camamero que fue de Los Maera desde los 14 años hasta su reciente jubilación, que el nombre de  'Los Maera' procede de que el vino que se bebía era un vino 'con madera', un vino con cuerpo. (Foto: Colección María Lojo).

También tuvieron, donde está el Palacio de Valdivieso, hoy sede de  la Concejalía de Urbanismo, el bar Los Maeras Nuevos, del que no tenemos más referencias, que se llamaba La Caballa hasta que fue adquirido por 'los Giles'.

En 1880 Eduardo, Germán y Antonio crearon la sociedad Gil Hermanos. En 1928 se fundó una sociedad llamada ‘Viuda de Antonio Gil (doña Encarnación García) e Hijos (Antonio, Victoriano, Manuel, padre de Antonio Gil de Reboleño --ver nótula 373 en Gente del Puerto, y Encarnación). Una ruptura al comienzo de los años 70 del siglo pasado vendría a desencadenar el comienzo del fin de la dinastía tabernera de ‘los Giles’.

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Los Maeras Chicos. 1985. Entre la clientela de frente, 'el Telediario' o Juan 'el Largo', por los dos motes era conocido. En el cartel de la corrida de toros, a la izquierda de la imagen, se anuncian José Luis Galloso, Juan Antonio Ruiz 'Espartaco' y Emilio Oliva. La corrida, con toros de Salvador Domecq, se celebró el 19 de mayo de 1985. (Foto: Colección María Lojo).

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En los Maeras Chicos, de izquierda a derecha 'el Santa Pola', llamado así por ser esa su procedencia, y el popular Romualdo. (Foto: Colección María Lojo).

Durante mas de un siglo de ejercicio comercial, fueron propietarios, que nos conste, de estas 19 tabernas y bares: El Alba, Las Campanas, La Caridad, Las Delicias, Milindres, El Bar Las Flores, La Sacristía, Los Maeras, Los Maeras Chicos  y los Maeras Nuevos, El Resbaladero, El Imperial, La Solera, Triana, el Bar Moderno, el Bar Pontevedra, La Caballa, El Ermitaño y la Tienda de Rueda o Antigua de Rueda --ver nótula 308 en Gente del Puerto--. (Texto: Enrique Pérez Fernández).

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Hablábamos ayer de Vicente Merello Alberti, promotor de un proyecto ferroviario que nunca vería la luz. Hoy nos referimos a esa vasta dinastía entroncada en El Puerto.

Los fundadores de esta saga familiar fueron Julio Vicente Merello Cherisola, natural de Génova y Catalina Alberti Ravina, gaditana, que se casan en El Puerto en 1839 y aquí se instalan, dedicándose al negocio vinícola. En El Puerto nacen sus hijos Vicente, Agustín, Julio, Ernesto y Eduardo Merello Alberti, por este orden. Vicente, dedicado al comercio, que casó con Josefa Alberti Sánchez-Bustamante. Tuvieron tres hijas, las cuales  fallecieron sin descendencia;  Julio, ingeniero de Obras Públicas, que se estableció primero en Huelva y, posteriormente, en Cádiz, donde ejerció como Ingeniero Jefe de la Provincia y, posteriormente, como Inspector del Cuerpo de Ingenieros.  Estuvo casado  con Elvira Llasera Garrido. Su hijo Eduardo Merello Llasera ocupó el cargo de sub-secretario de Industria y Comercio en la década de los 50. Acabó perdiéndose el apellido por falta de varonía.

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La familia Merello Llasera, en 1900. 1. José Díaz Brau (marido de la 6). 2. Eduardo Merello Llasera. 3. Julio M.L. 4. Rosario M.L. 5. José Luis M.L. 6 Elvira M.L. 7. Elvira Llasera Garrido, 8 Julio Merello Alberti, 9, Luisa M.L. 10 José Díaz Merello (hijo de 1 y 6). 11. Ana M.L. 12 María M.L. (cuñada y segunda mujer de 1). Ignacio M.L.

merellohermanos_sotabastos_puertosantamariaContinuamos con Ernesto, casado con María Teresa Otero Sanchez-Bustamante. Igual que el anterior, en la 3ª generación se perdió el apellido; Eduardo, corresponsal de banca, que casó con Ramona Docavo Alberti, de cuya unión tuvieron tres hijos varones, los cuales entroncaron con diversas y conocidas familias portuenses: los Gaztelu, Govantes, Jiménez o Cuvillo, entre otras. Finalmente, Agustín Merello Alberti, fue el más buscavida de sus hermanos, posiblemente obligado por su carga familiar. Sus actividades profesionales eran varias. Entre ellas, la más productiva y rentable, quizás, la de contratista de obras.  Un ejemplo de esta actividad  lo hemos encontrado en los Protocolos Notariales de El Puerto de 1879. Se trata de un documento de cesión de derechos, en realidad una subcontrata, de las obras nuevas de la carretera de Benaocaz a Utrera que se había adjudicado  en casi medio millón de pesetas “de las de entonces” para realizar dicha obra en un periodo de 5 años, adjudicación que, mediante este documento notarial que citamos, traspasa a José de la Cuesta Gómez. (En la imagen, Anís La Sota de Bastos, de Merello Hermanos, 'marca registrada con el núm. 1 de la provinica de Cádiz).

merellohermanos_puertosantamriaTodos los hermanos, sus esposas e hijos vivían en la misma casa, formando una comunidad familiar alrededor de los padres, compartiendo cocina, comedor, salón y otras dependencias de la finca, situada en la calle Fernán Caballero. En el documento notarial de partición de bienes de Ernesto Merello Alberti, fallecido en 1890, se indica: “… no se determinan los muebles porque el finado, junto con sus cuatro hermanos restantes, esposa e hijos, todos vivían en una sola casa reunidos, constituyendo una sola familia.” (Etiqueta de 'Jerez Selecto, especial para enfermos', de Merello Hermanos. Proveedores de SS MM los Reyes  de España, Suecia y Noruega, según reza en la etiqueta).

alberti_amontillado_npu_puertosantamariaA continuación de la especie de comuna familiar, donde se encuentra actualmente un convento de religiosas, haciendo esquina con la calle Jesús Nazareno existía una finca propiedad de doña María Catalina Alberti que heredaron los hermanos Merello, nombre comercial que utilizaban para comercializar sus productos, cuyas bodegas se encontraban en esa misma calle, a continuación de la casa antes citada, aunque con entrada por la calle paralela de Los Moros. El negocio de extracción de vinos, sin ser de los más importantes en su época, más o menos podemos ubicarlo entre los treinta principales criadores y exportadores de la localidad, contando con viñedos propios en el término de Jerez en los pagos denominados “Santo Domingo”, “Tablajete” y “Balcargado”, utilizando en anuncios publicitarios y en las etiquetas de sus productos la leyenda: “Proveedores de S.M. el Rey de Suecia.”  (Etiqueta de Amontillado N.P.U. de Vicente Alberti, padre de Rafael Alberti. Debajo, firma del padre del poeta, Vicente Alberti Sánchez-Bustamante)

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En el verano de 1892, Eduardo Merello fue designado tutor y defensor  de sus sobrinos carnales José María, Rafael y Ernesto Merello Otero,  en la partición judicial de los bienes de su hermano Ernesto, fallecido abintestato el 18 de mayo de 1890, debiendo fraccionarse lógicamente sus bienes entre los herederos, siendo el comienzo de la desmembración de la unidad económica mantenida por los hermanos, continuadores del negocio iniciado por el padre, compañía que alcanzaría poco después su disolución casi definitiva al morir otro de los hermanos.

juliomerelloalberti_puertosantamariaAgustín Merello Alberti, falleció el 12 de abril de 1893, contando 51 años de edad. Su numerosa prole, de 10 u 11 hijos, serían los progenitores de la práctica totalidad de los portuenses contemporáneos de este apellido –Merello Alvarez, Merello López de Meneses, Merello Cuvillo, Merello Govantes, Merello Pastor, Merello Díez, Merello Reynolds, Terry Merello y Castro Merello- y también herederos del 1/5 de participación en los negocios familiares mencionados que correspondía al padre.   Por otra parte, la de su otro hermano Julio, Merello Alberti (en la imagen de la izquierda) existió una desvinculación física, al estudiar ingeniería y cambiar su residencia por motivos profesionales, contribuyendo todos estos motivos apuntados a que, en los primeros años del siglo XX ya no existiese el pequeño imperio comercial forjado por Vicente Merello medio siglo antes.

maríamerellogomez_puertosantamariaCitamos a los hijos de Agustín Merello Alberti y  Maria Gómez Rull, su prolífica esposa, que fueron:

01.-JOSE MERELLO GOMEZ. Casó con MARIA BADANO (2 descendientes)
02.-MARIA MERELLO GOMEZ & VICENTE ALBERTI SANCHEZ BUSTAMANTE  (6 descendientes, entre ellos Rafael Alberti Merello, el poeta universal) En la imagen de la izquierda, María Merello Gómez, madre del poeta.

isabelmerello3_puertosantamaria03.-CARMEN MERELLO GOMEZ   (MONJA)
04.-JESUS MERELLO GOMEZ & Mª PEPA ALVAREZ-CAMPANA   (Otra familia muy prolífica, que llegó a tener hasta 13 descendientes, entre ellos la reconocida Isabel Merello Alvarez-Campana, Vda. de Terry (en la imagen inferior) y su hermana María, la pequeña,  --nótula núm. 410--, Agustín Merello Alvarez-Campana, padre de Agustín Merello del Cuvillo --nótula 262-- y Rafael Merello del Cuvillo, --nótula 306--)
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05.-MILAGROS MERELLO GOMEZ  (MONJA)
06.-AGUSTIN MERELLO GOMEZ & INES MURPHY  (5 descendientes)
07.-MIGUEL MERELLO GOMEZ & MATILDE REYNOLDS  (6 descendientes, entre ellos el abogado y Juez Municipal de El Puerto, Agustín Merello Reynolds, su hermana Matildina, que hacía unas tartas para la calle que tenían fama. Un nieto de esta unión, hijo de Miguel Merello Reynolds es el pintor afincado entre Madrid y Valencia, José Manuel Merello Arvilla).

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Foto de familia de la boda de Miguel Merello Gómez con Matilde Reynolds Esteban, celebrada en Estremoz (Portugal) en 1920. Los novios son los que están en el centro, él con bigotito. A su lado su hermana Pepita y su marido Pedro Castro.

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Etiqueta de Vinos de Alentejo (Portugal) de los Reynolds, emparentados con los Merello.

miguel_castro_merello2_puertosantamaria08.-ELISA MERELLO GOMEZ   (MONJA)
09.-DOLORES MERELLO GÓMEZ & FERNANDO TERRY CUVILLO  (sin descendencia)
10.-JOSEFA MERELLO GOMEZ & PEDRO CASTRO NARANJO  (5 descendientes, entre ellos, en la imagen de la izquierda,  Miguel Castro Merello, alcalde que fue de la Ciudad entre 1958 y 1960)
FRANCISCO MERELLO GOMEZ (No tengo certeza. Podría ser un párvulo fallecido)

(Texto: Antonio Gutiérrez, A.C. Puertoguía).

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En el IV Congreso de Historia Ferroviaria se estableció de forma categórica y definitiva  la cronología de las concesiones y puesta en marcha de líneas ferroviarias en España, confirmando que el tramo Jerez - El Puerto fue, con diferencia, el primer camino de hierro de Andalucía, en 1854.

Hoy 22 de junio se cumplen 156 años de ese evento. No es cierto, sin embargo, como  se ha propagado en muchos textos y yo mismo he creído, que fuese la tercera  de España, después de las líneas férreas de Barcelona a Mataró (1848) y Madrid-Aranjuez (1851). La realidad es que se inauguró tan solo dos días después de la línea Tembleque-Almansa, que hacía la 9ª en orden cronológico, habiéndose inaugurado en esos tres años transcurridos varias líneas en el país valenciano,  (Valencia-Grao; Valencia-Silla; Silla-Benifayó; Carcagente-Alcira y Alcira-Benifayó) otra más en Cataluña (Barcelona-Molins del Rey) y el enlace de Aranjuez con Tembleque.

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Puente del ferrocarril, sobre el río Guadalete a su paso por El Puerto.

Dos años después se prolongaría la línea 13 kilómetros y medio hasta una terminal marítima en la zona donde había estado el fuerte militar del Trocadero, arrasado por los franceses un cuarto de siglo antes y, finalmente, llegaría a Cádiz en 1861. El año anterior se había completado el tramo Sevilla-Jerez, con lo que desde el 13 de marzo de 1861 estaban comunicadas plenamente y también por primera vez dos capitales andaluzas.

Para esa fecha el auge de este medio de transporte para viajeros y mercancías en media distancia en toda la península era espectacular e, incluso, una década después, con una diferencia de meses tan solo, dos ciudades bien distantes una de otra: Zaragoza y Jerez instalaron sendos servicios de ferrocarriles urbanos. El de Zaragoza tenía una extensión de 3,7 Km y el de Jerez (Jerez Estación-Jerez Pueblo) casi cinco kilómetros. De ahí se pasó a la gran distancia, uniendo los ramales construidos en cada región hasta formar las grandes líneas ferroviarias radiales que  comunicaba la capital del estado con las más importantes ciudades y capitales de provincias.

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EL TREN DE LA COSTA.
Otro hito histórico en la historia de los ferrocarriles andaluces y nuestra ciudad lo marcó la creación y puesta en marcha de una línea que enlazaba El Puerto con Sanlúcar de Barrameda. Por su trazado  -El Puerto, Rota, La Ballena, Chipiona, Sanlúcar y Bonanza-  se le denominó “Tren de la Costa”. Las obras duraron 16 años, inaugurándose la línea férrea con toda solemnidad el año que se conmemoraba el IV Centenario del Descubrimiento. Sin embargo los promotores  locales en el primer año fueron a la bancarrota, haciéndose cargo de la concesión la Compañía Belga de Ferrocarriles Vecinales de Andalucía, cuyas oficinas estaban en la calle Cielo número 82, frente a la bodega de Velarde, actualmente un aparcamiento. Esta compañía mejoró la seguridad y la regularidad del servicio, aunque la rentabilidad no fue la esperada, abandonando la concesión a favor de la Compañía de Ferrocarriles Andaluces que mantuvo la explotación hasta 1936, fecha en que el estado expropió CFA como consecuencia de los constantes números rojos de sus cuentas de resultados. Y después de la Guerra Civil, con la creación de RENFE el servicio pasó a gestionarlo dicha compañía estatal hasta su cancelación por falta de rentabilidad, que forzó la cancelación de la línea al finalizar 1984. Le faltó un lustro y pico para ser una línea centenaria.

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Las piezas del antiguo puente de trenes de San Alejandro, que se instalará junto al parque de Los Toruños.

VICENTE MERELLO ALBERTI.
Estos dos eventos mencionados tienen una especie de complemento en un proyecto ferroviario que, si bien nunca llegó a realizarse, fue diseñado y registrado como propio por el portuense o porteño Vicente Merello Alberti. En la distancia de un siglo y cuarto que nos separa de esa fecha, y con la debida reserva, pensamos que fue su hermano Julio, el autor de dicho proyecto. Se trataba de una línea de carácter industrial que, partiendo de Jerez, llegaba a la margen del río Guadalete, navegable en esa época hasta El Portal, bordeando la Sierra de San Cristóbal, en cuyas canteras iría una estación de carga y descarga, al igual que otra en un muelle sobre el Guadalete antes del paraje denominado “La Corta”.

manueljosebertemati_gentedejerezEl 1 de agosto de 1886 presentó  el proyecto de su trazado, de una longitud de 8.280 metros,  a las autoridades municipales jerezanas, estando previsto su enlace en la Alcubilla con el tren urbano existente, al que nos referimos anteriormente.  (A la izquierda Manuel J. Bertemati).

Un año después obtuvo la aprobación técnica del proyecto, (R.O. 10-8-1887) y la concesión de la explotación por 99 años.  Dos meses después cede  --vende, suponemos-- el proyecto con todos sus derechos y obligaciones a Manuel J. Bertemati, de Jerez, el cual, tras no pocas incidencias e intentos de llevarlo a cabo, desiste del mismo antes de cumplirse el plazo de tres años que tenía para realizar las obras correspondientes.  (Textos: Antonio Gutiérrez. A.C. Puertoguía).

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En la puerta de la Carnicería Ortega, junto a Los Maera,  esquina Ganado con Cielos, de izquierda a derecha, Rafael García López, conocido como 'el Mijita' o 'Urtain',  'el Furia', 'Remujardo', 'el Furia', desconocido y Cristóbal Bocanegra.

chaparro_puertosantamariaNo sé si en esta  época se siguen poniendo tantos motes como antaño pero en mi infancia era muy natural, podías tratar toda  la vida a alguna  persona sin llegar a conocer  su nombre. (A la izquierda, Chaparro).

Por la Placilla  pasaron muchas de estas personas como: Kunini, Flichi, el Chispa , el Mamarosca, Makika, el Toto, la Tarzana, Kiliqui, el  Caballo, el Corneta, Yayo, Kika, la Diablora,  el Cartucho, el Lele, Tito, Tete, Tatín, Lalo, Noni, el Corteta, el Capataz, la Buy, el Melena, la Cheli, la Jurado, este mote por el parentesco  de esta persona con ‘la más grande, la Toti, la  Maruchi, Marusela, Romualdo o Remujardo, El Furia,  Chamaco…

romualdo_puertosantamariaTambién algunos conocidos  como: el Troca, la Chacha, el Blanco, el Negro, la Esmallá, el  Choco, el Caramá no ‘el calamar, la Fuqui, la Yeye, el Luri, el Chatuti, el Mosca, el Pegote, el Rubi, la Bú, la Mama Chica, el  Chico,  la Fea, el Feito, el Juaneta, la  Achi, la Achu, el Cheri, el Revorve no ‘el revolver’, la Meona, Panete, el May o  el  Maito, el Cabeza, el Chiqui, el Guardia, el Bizco, el Furias, el Cocacola, el Panarria, el Chino, el Cubano, el Cafú. Tagarnina, Chaparro… (A la izquierda, Romualdo o 'Remujardo').

Otros motes relacionados con gentes de la Placilla o vinculados con ella: Malete, el Tóbalo, el Listones, el Mona, el Meneíto, el Ojito, el Lolete, el Lúa, el Cipri, el Pleti, la Camoma, el Ventura, el Chárle.

mamarrosca_puertosantamariaEl Pesca (no el concejal de Urbanismo de IP), el Mosco, el Carlanga, el Pachi, el Vichi, el Lengue, el Chano, el Cristo (el Melena), el Pele (MGB), la Gandinga, la Pelo, (RCG), el Sevillita, el Boli, el Litri (panadero), el Gallego (Leopoldo ), el Cuqui (la Giralda ), el Severo, la Rubia, la Nena (Penita ), Luis el de los huevos, Joselito el Verde, el Jerezano (Paco), el Caito (fallecido de forma trágica), Enrique el de los muertos, etc... (A la izquierda, Mamarrosca).

Todo un repertorio,  les prometo que a todos los conozco  y sin embargo  de muchos no sé  sus nombres. Todos han tenido que ver en alguna etapa de sus vidas con la Placilla, a nivel de trabajo o por querencia y afectividad. Todo mi respeto para todos ellos  y sus familias. (Texto: María Jesús Vela).

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De izquierda a derecha, José Luis Pérez Cordero, de Cristalería Pérez; Manuel Pérez Lechuga 'el Niño', con gafas negras; dos desconocidos; a continuación José Luis Reyes Ruiz, propietario del toro con sombrero blanco, cigarro y diploma en la mano; 'el Chagüi', portando la cuerda del toro. A la derecha de la imagen, Juan García Márquez, 'el Zaranda'. Los niños son dos hijos de José Luis Reyes Ruiz: Enrique y José Antonio Reyes Rodríguez, el que lleva un bastón en la mano.

José Luis Reyes Ruiz, era natural de Chipiona, afincado en El Puerto desde 1958 en Hacienda La Palma, junto al Parque Europa; yl propietario como ya se ha dicho del toro que aparece en la imagen, Primer Premio en su modalidad en la Feria de Ganado de 1966, con el cambio de ubicación, a la zona de Crevillet, entre eucaliptos, cerca de la Playa de La Puntilla.

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alvarorendon_puertosantamariaNo lo puedo evitar: soy del Puerto de Santa María. De un Puerto que no reconozco en estas calles peatonales repletas de motos, bicicletas y semáforos que guiñan en ámbar; de tiendas que “se traspasan”, de casas con cerrojos dobles y multitud de foráneos en pantalones cortos que miran escaparates, vagabundean preguntones con el dinero justo para una mariscada de gambas sin cabezas en Romerijo. De esa calle Luna desconocida que, a medida que se aleja del muelle, más desierta parece; de la primitiva Larga, cada vez más corta, estrecha y custodiada ahora por espantapaseantes verdes que tapan fachadas de edificios emblemáticos, derribados o a punto de caerse por abandono de sus propietarios; de esa Pescadería reconvertida por exigencias del guión turístico en una inmensa bolsa de aparcamiento.

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Parque Calderón. (Foto: Jorge Roa).

En el Parque ya no huele a patatas fritas, ni las farolas iluminan su piso de albero; no suena la sirena del Tiovivo de Bañuls, ni se practica el plácido juego del bicheo o mireo de esas chicas que huelen a tomillo, romero y espliego, recién lavadas con agua de pozo, que sonreían al cruzarnos durante el tiempo para la exhibición que significaba el tontódromo Larga-Luna-Parque, ida y vuelta, símbolo de la eternidad. Hoy el paseo se ha reconvertido, como casi todo. Ahora se llama sabatina con copita y tapitas por Herrería-Misericoria-Ribera; y ya no se luce el autóctono.

Tampoco se oye el pregoneo de las tajaítas, del pulpo seco, del camarón o del buen higo chumbo, dulce y fresquito, sobre un saco que cubría un cuarto de barra de hielo comprada en Jesús Cautivo. Han cerrado muchos de los comercios más emblemáticos, donde solíamos acudir para ahuyentar el hambre.

monumento_munozseca_puertosantamariaNi siquiera queda albero en la plaza de Peral. Se ha enlosado, quizás para que el genial don Pedro Muñoz Seca pasee sin ensuciarse sus recién estrenados zapatos de bronce, ahora que le pusieron piernas; aunque el injerto quede poco disimulado. De los azulejos de la tramoya decorativa del foro semicircular donde se ubica aún se vislumbra la frescura y el misterio que tuvieron antaño. En las pérgolas laterales, bajo la densa enredadera de buganvillas se reunían las pandillas del centro y de la placilla. Recuerdo que en las largas esperas confeccionábamos collares y pulseras con las hojas escamosas de las viejas Araucarias, después de terminar la merienda de pan con carne de membrillo o aceite y azúcar (poco aceite y poca azúcar). Jugábamos a la palmá y al coger. El palomar, que sólo tuvo palomas un año, lo utilizaban los jardineros como cuarto de aperos; como prisión, la chiquillería, porque su poyete generoso dejaba espacio para el asiento, a medida que se iba llenando de cogidos a la espera de la palmada que los liberase.

En los descansos pelábamos pipas de girasol, compradas en el carrillo de Severo, en una bocacalle de la Placilla, en un lateral del Teatro Principal de Nuchera. Por una perra chica te llenaba el bolsillo de los pantalones cortos; pero, ¿quién tenía una perra chica en aquel tiempo?

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El Carrillo de Severo, atendido por su mujer, Rafaela Morón. (Foto: Misalo).

Abandonábamos la enciclopedia y los cuadernos de cuentas y caligrafía en casa, y corríamos a sentarnos en las espalderas de los bancos de azulejos vidriados, de espaldas al monumento dedicado a la lectura: Cervantes, Fernán Caballero, Góngora, Fray Luis, los Quinteros, Muñoz Seca…, en un pueblo con nimia biblioteca. La que se levantó en los terrenos del Racing Club Portuense vino mucho después, cuando la juventud nos hizo huir buscando lo que creíamos no obtener en el pueblo.

donjuanelcojo__puertosantamariaEl último comentario de don Juan el cojo, el maestro de la calle san Sebastián. Había llamado por enésima vez a Sánchez para castigarle por molestar a los de atrás del largo pupitre compartido con otros diez. El castigo siempre era el mismo: tirarle de las patillas hasta que se le saltasen las lágrimas. Lo de don Juan tenía mérito. Por la mañana, de nueve a dos, y de tres a cinco por la tarde, encerrado en una habitación donde cabíamos unos cien alumnos de distintas edades y niveles. En una casa-palacio que conoció mejores tiempos en el diecinueve, con un balcón que daba a la calle, donde subía el ruido de los mulos cargados con cacharros de barro para cocinar, barquitos con fruta para el Mercado y el chiflado afilador. En la esquina había una tasca donde se expendía vino a granel, lugar asiduo de braceros y desempleados.

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Colegio de don Juan Díaz, en la calle San Sebastián (Foto: JMM).

Yo venía del Asilo, en la calle Cielos, y estaba acostumbrado a formar en el patio vestido con traje de marinero azul marino, frente a una virgen de túnica rosa y toga celeste a juego con los ojos. Me daba pena. Tenía las manos atadas con un rosario y apenas levantaba su retraída mirada, apalancada en una rocalla de cuyos intersticios brotaba una selva tropical. La gigantesca directora, que hacía por monja y media, situada descaradamente junto a la virgen –que no admitía comparación–, y subida al primer peldaño de la escalera de mármol, nos animaba a ir a una batalla contra los protestantes y declararnos amantes del sagrado corazón:? «Fuera, fuera, protestante./ Fuera de nuestra nación/ que queremos ser amantes/ del Sagrado Corazón./ Viva Dios, que nunca muera,/ y la santa Tradición/ estas monjas benditas/ que nos dan la educación.»

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Fachada de la Iglesia del Asilo de Huérfanas, en la calle Cielos. (Foto: Colección Vicente González).

A Pepe Mesa y a mi, que compartíamos el mismo pupitre junto al balcón de la bandera, nos tocó la señorita Luisa, pecosa y agradable. Cuando se abrían los cristales nos llegaban olores dispares, el del carro de la basura y el de los bollos de pan recién hecho. Hablo de los años sesenta, de cuando las panaderías estaban abastecidas y el estraperlo funcionaba para los electrodomésticos y piezas de recambio. El pan se pregonaba por los portales al tiempo que se repartía a los abonados a la viena, al chusco, a la telera o a la barra. El repartidor tiraba de un carrillo con tres ruedas sobre las que se asentaba un cajón abierto por arriba y del que extraía un capazo donde llevaba los distintos tipos.

001. ¡A SANGRE Y FUEGO!No sé cuándo ni dónde aprendí a leer. Si fue con los susurros amables de la señorita María Luisa o con las voces del ogro cojo. Sólo sé que me encantaban los sábados por la mañana, cuando me acercaba a la papelería de Cortés y preguntaba si había venido el cuadernillo apaisado del Capitán Trueno, con carpetilla iluminada e interior en blanco y negro. Del TBO me gustaba  hasta los increíbles disparates del profesor Frank de Copenhague. Mis hermanos eran más de Roberto Alcázar y Pedrín. Mi padre leía El Coyote, sólo para poder dormir por las noches, abatido por un disparo perdido… Hasta los siete años viví entre algodones. Fue durante la primera quincena de aquel florido mayo, cuando renuncié a Satanás, a sus pompas y a sus obras, y prometí seguir siempre a Jesucristo.

Del día de tu primera comunión recuerdas que estrenas traje con botones dorados, zapatos que producen rozaduras y calcetines de canalé que te marcan sus dibujos sobre la planta del pie; que te adjudican un rosario blanco como de niña y un misal de tapas anacaradas con cierre de latón que siempre estaba en el suelo, porque se te resbalaba de las manos forradas con guantes de algodón. Sólo soportas la hora larga del ritual, donde todo el mundo trata de endulzar un acto que ha perdido con los años el sentido esotérico, por los regalos del final del banquete con chocolate. Y cincuenta años después te sigues preguntando qué puñetas eran las “pompas” de Satanás. Debían tratarse de las pompas fúnebres, empleadas para acojonar a los niños.

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Ramon Zarco y Luis Ortega. (Fotos: Academia de Bellas Artes).

Me gustaba el dibujo y la música, pero no me gustó que mi madre me apuntara a Solfeo y Dibujo en la Academia santa Cecilia, dos días a la semana. Pronto supe que se habían acabado los bolindres y los hoyos en la calle san Sebastián, y que las tardes se acortaron para siempre. De la Academia recuerdo el olor a pino de Flandes de los pianos del profesor Zarco, en la planta baja, y el olor a goma de borrar y madera de cedro de los carboncillo del piso superior, donde un joven Luis Ortega se esforzaba en habituarnos a mirar a través de sus ojos.

A veces, el tiempo es como el viajero camuflado en los bancos de la estación de la vida, que ve pasar los días como trenes veloces y piensa, desbordado por la frustración, que el siguiente es el suyo. En otras, es la estación la que pasa fulminante detrás del cristal entreabierto de la ventanilla, mientras sigues pensando que en veintitantas estaciones más llegará la tuya. En todos ellos viajan gente solitaria, personas que se resisten a salir de la nube de vapor que rebufa los bajos de la máquina, o se acodan en las escalerillas metálicas de acceso al vagón. Ves jóvenes que sonríen casi con cualquier cosa, señoras desesperadas esperando a que la prima hermana de Diógenes acabe de bajar los bultos donde guarda media vida, y la multitud ansiosa que explora los aledaños del gusano metálico. Asomado a la vida de afuera, con el cristal bajado, escrutas rostros, valoras gestos y evalúas evidencias. Los primeros compases de la puesta en marcha de la torpe máquina te adormecen y sólo treinta segundos antes te apeas. Que aquel no era el tuyo.

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El ferrobús, a su paso por la estación de El Puerto en junio de 1962. (Foto: Rafa. Archivo Municipal).

Clavado al único asiento que resistió la embestida de la última litrona, entre la duda de esperar o desesperar, compruebas cómo te quedas solo y que el andén cubierto por la techumbre metálica agrisa un paisaje violeta con leves pinceladas de anaranjado; en un atardecer, lánguido y mortecino.

Sabes que a pesar de la distancia, del tiempo y del deseo, nadie te espera ya. Que los pueblos, las nubes, las vacas paciendo en idílicos prados, incluso la conversación de la señora que se subió en la penúltima parada e intenta desviar tu visión, son un sueño, una ficción creada por tu memoria. La vida, el tiempo son sólo recuerdos, cadáveres que fuiste dejando en la cuneta.

Incapaz de parar lo inevitable, alzas el cuello del abrigo porque empieza a refrescar y cierras el libro que te tiene aprisionado en el ayer de la página 135. Buscas la complicidad del espacio para echar una cabezadita y, entonces, piensas que el haber nacido en el aislamiento de un pueblo como el mío, no significa que hayas crecido en soledad; pero, ¡a quién le puede importar ya…! (Texto: Álvaro Rendón).


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