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JUANDEWHINTUYSENMDB_PUERTOSANTAMARIA2(continuación).

Por fin, el 10 de abril de 1844, después de este viaje que realizó enfermo, se presentó en el departamento de Cádiz y el 13 de mayo quedó asignado a la habilitación del navío Soberano,  nombrado mas tarde ayudante del capitán de fragata don Blas García de Quesada. Se encargó de la instrucción y disciplina de los Guardias Marinas que se encontraban en el Depósito del Arsenal y en otros buques fondeados en la zona. Esta tarea no le apartó de sus responsabilidades en el navío Soberano, aunque a finales de agosto cesaría su destino y asignación en este barco al ser nombrado Ayudante de esa Mayoría General (oficina del Mayor General). Se embarcó entonces en el Vapor Península, un vapor de ruedas construido en Inglaterra y adquirido en 1843 capaz de transportar 150 toneladas y armada de cuatro cañones. Uno de sus destinos fue el Ferrol, en cuyo departamento había servido de patrulla y  del que fue comandante dos meses y medio aproximadamente.

El 5 de noviembre de 1845, año en que se redactó una nueva constitución en la que se otorgaban mas poderes a la corona y al gobierno, tomó el mando de interino de un buque que le fue asignado por su entrada en balandra hasta que embarcó en el mítico Jacinto de la 1ª División de Guarda Costas en el que estuvo unos meses, tras los que, ya metidos en 1846, se le dio el nuevo destino que intentó cambiar con otro compañero (puede que también insatisfecho e interesado en el destino de Winthuysen), don Ángel Bello de Castro, homólogo suyo al que originalmente le correspondía el Apostadero de Filipinas, destino en el que puso sus miras Winthuysen. Finalmente y por Real Orden, se le concedió la permuta.

Este año de 1846 fue el comienzo en Cataluña de la segunda guerra carlista iniciada por los partidarios de Carlos Luis de Borbón y de Braganza, hijo de Carlos María Isidro.

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Crucero "Reina Cristina", buque insignia de la flota del Apostadero de Filipinas

Pasaron unos meses y Winthuysen seguía prestando sus servicios en Filipinas, en donde fue ascendido en el verano de 1847 a teniente de navío, cargo que desempeñaría durante doce años y medio.

En junio de 1848 se le concedieron cuatro meses de licencia para tomar baños minerales y a continuación embarcó a su regreso en la corbeta Venus como comandante. Esta nave fue adquirida en 1843 por la Armada como corbeta y dotada con un armamento de 16 a 20 cañones; fue  construida en el astillero particular de la Cabana, Ferrol, en 1842 como una fragata mercante de 500 toneladas. Obtuvo, además Winthuysen pasaporte para Tánger en donde pasaría un tiempo hasta que en febrero de 1849 y desembarcado de la Corbeta Venus, viajó a Cartagena para hacerse cargo del mando del falucho Saeta con el que estuvo también como comandante unos seis meses, tras los que pidió un descanso de 9 días para luego embarcar en la corbeta Ferrolana. Esta corbeta fue botada el 20 de febrero de 1848 y fue la última corbeta de vela botada en el arsenal del Ferrol. Por aquel entonces, se encontraba la Ferrolana bajo el mando del capitán de navío Jose María de Quesada y Bardalonga que por Real Orden de 7 de julio de 1849 dispuso un viaje de circunnavegación y zarpó el 5 de Octubre de 1849 del puerto de Cádiz, en donde se incorporó Winthuysen, rumbo  al cabo de Buena Esperanza para pasar al Índico en dirección a Manila. Hizo escala en varios puertos de India, China e Indonesia y  regresó a España por el océano Pacífico, recalando en Australia, Callao, Guayaquil y Valparaíso,  para entrar, por último,  en el puerto de Montevideo antes de llegar a Cádiz. Pero en este viaje de regreso ya no contarían con la presencia de Winthuysen, ya que el 20 de abril de 1850 tuvo que desembarcar de nuevo por enfermedad y esperar la primera oportunidad para regresar a la península en algún buque particular.

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Corbeta 'Ferrolana'.

En febrero de 1851  pasó a Tercios Navales y en septiembre se encargó interinamente de la Ayudantía del distrito de Puerto Real, ya que el propietario se encontraba enfermo y el Director General de la Armada  concedió a Winthuysen ese destino en el que permaneció casi dos meses.

Fue en octubre de este mismo año de 1851 cuando se casó con la joven gaditana doña Inés de Urruela y Barreda en la Iglesia Prioral de El Puerto de Santa María y con la que tuvo tres hijos: Pastora, Elena y Felipe de Winthuyssen y Urruela que criaría y educaría junto a su esposa puesto que su labor en estos años se centró principalmente y diría que únicamente, en la provincia de Cádiz salvo un corto periodo de tiempo que estuvo como comandante en Huelva,   de cuyo puerto y río elaboró un plano a principios de 1861 en el que hace advertencia de la calidad del fondo de la ría, la elevación de las aguas, la fuerza de la corriente, la variación magnética, el alcance de los faros y la situación astronómica de algunos puntos de la costa, entre otras observaciones.

En 1852 empezó a desempeñar el cargo de Ayudante de la Comandancia del Tercio de Navío de Cádiz; cargo del que fue nombrado a finales de octubre del año anterior y del que se ocuparía durante año y medio para luego, en agosto de 1853 encargarse, interinamente, de la Ayudantía del distrito de Puerto Real, previa obtención de la propiedad en este destino. En este puesto estaría casi cuatro años, hasta finales de septiembre de 1856, fecha en la que solicitó licencia para asuntos particulares y para los que le concedieron dos meses por Real Orden.

cruzdesanhermenegildoAYUDANTE DE MARINA EN EL PUERTO.

Nueve meses más tarde, el 29 de junio de 1857, fue nombrado Ayudante de Marina de El Puerto de Santa María hasta finales del mes siguiente y en octubre de 1858,  2º comandante de Marina de la provincia de Algeciras. /Estaba en posesión de la Cruz de San Hermenegildo.

A finales de 1859 solicita la Cruz de San Hermenegildo y pocos meses después se la conceden. Esta cruz es una distinción militar creada por Fernando VII al terminar la guerra de la independencia en 1814 y que se concedía como una de las mas importantes  recompensas a esos militares ejemplares que sirvieron a los ejércitos. Fue puesta por el rey  bajo la advocación de un santo, ya que éste quería que fuera distinción de alto rango y por ello decidió que fuese San Hermenegildo que había sido rey de Sevilla y mártir en defensa de la fe.

El 27 de marzo de 1865, a los 47 años de edad, se retira con el rango de capitán de fragata que desde hacía cinco años venía ocupando. A partir de entonces comienza una nueva etapa para él en El Puerto de Santa María en donde, nada mas lejos de quedarse sin tareas, se embarca en otros proyectos que le integrarían tanto política como socialmente en la ciudad que lo vio nacer, proyectos que tan bien describe Antonio Gutiérrez  en la segunda parte de su libro “los Winthuysen” al que remito para saber de esos últimos años de vida de este ilustre portuense. (ver rótula 1.987 en Gente del Puerto)

En octubre de 1884 la desgracia llegaría a su familia: su hijo Felipe, el mas pequeño y único varón, fallece pocos meses antes de  cumplir los 30 años de edad. El duro golpe deja desolada a la familia. Unos años mas tarde, el 26 de noviembre de 1899 a las ocho de la tarde fallecía su esposa Inés a los 78 años de edad y así recogió el suceso la “Revista Portuense”:

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“Ayer á las 4 y media de la tarde fue conducido al Cementerio Católico de esta ciudad, el cadáver de la Sra. D.ª Inés Urruela y Barreda de Winthuyssen, (q.s.g.g.) Era llevado a hombros por varios sirvientes de la casa. El acompañamiento, que era muy numeroso lo formaban distinguidas personas, y el duelo los Sres. Tosar(D.J.), Palacios(D.M.). Pico y Lobo, González Urruela, Ruíz de Cortázar, Figueroa (D.A.), Oneto(D.F.), Sancho (D.M.A.), Ruíz y López (D.J.), Martínez Colón (don J.A ), Cuesta (D.J.L.), Felices (D A.), Barreda (Presbítero), Luna (D.R.) y García Ruíz (D.J.L.) Presidían el Director Espiritual de la finada y los Sres. D. José Jiménez González y don Eduardo Urruela.”

Tan solo tres años después, el 27 de marzo de 1902, moriría Juan de Winthuysen en la casa número 21 de la calle Larga, donde vivió con su hija Pastora desde que enviudó, según relata la Revista Portuense:

“Falleció ayer y fue conducido al Cementerio Católico, el Sr. D. Juan Winthuyssen antiguo y respetable convecino nuestro, de ilustre apellido en la Marina española y perteneciente a una familia distinguidísima. Era Capitán de Navío graduado de 1ª clase. Reciba su apreciada familia la expresión de nuestro más sentido pésame. El sepelio se verificó ayer tarde a las cinco. La fúnebre comitiva formabanla el clero parroquial con cruz alzada, el cadáver colocado en el féretro que era conducido á hombros por dependientes de la familia, cuatro Hermanitas de los Pobres y el acompañamiento en el que figuraban muchas conocidas personas. De la caja pendían cuatro cintas que llevaban los señores D. Guillermo Pattersson, D. Antonio Peñasco, D. Manuel García Valdeavellano y D. José Jiménez González. El duelo presidíanlo el Alcalde, el capellán don Ricardo Luna y don Miguel Palacios hijo político del finado.”

Mi especial agradecimiento al Archivo General de la Administración y al Museo Naval de Madrid por haberme permitido consultar sus archivos y haberme facilitado ciertos documentos sin los cuales no habría podido escribir esta nótula. /Texto: Juan Manuel Rodríguez Gay-Palacios. Juan de Winthuyssen.

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JUANDEWHINTUYSENMDB_PUERTOSANTAMARIAEl 18 de agosto de 1818 --en una semana se cumplirán 196 años de su alumbramiento-- nació en El Puerto de Santa María Juan de Winthuysen Martínez de Baños, hijo de don Pedro de Winthuysen y Bustillo y de doña Felipa Martínez de Baños. Por aquel entonces se encontraba España en pleno Sexenio Absolutista. Tras aceptar el rey Fernando VII la propuesta para la restauración de la monarquía absoluta y con el apoyo de los antiliberales y del ejército, sometió al país a seis años en los que dominarían los sectores más reaccionarios de la sociedad. /En la imagen de la izquierda, retrato deJuan de Winthuysen a los 30 años de edad, siendo entonces teniente de navío.

Además, desde 1808 hasta  1820 comienza en las colonias americanas una etapa de rebeldía que buscaba la independencia. Las insurrecciones no tardaron en aparecer y desde España, se enviaron tropas que consiguieron neutralizar, al principio, estos alzamientos rebeldes. Pero a partir de 1818, año en el que, como antes dije, nació Winthuysen, en algunos países americanos como Venezuela, Chile, Argentina y Perú se optó por la guerra y pronto  la mayoría de ellos consiguieron su independencia. En 1824, España tan solo contaba en su poder con Cuba, Puerto Rico y las islas Filipinas y Marianas.

Unos años mas tarde, en 1837, mientras España se encontraba en el ecuador de la primera guerra carlista, Winthuysen, con tan solo 18 años de edad y tras examinarse de sus estudios elementales, sentó plaza de Guardia Marina el 19 de Junio. Por la absoluta falta de buques fue destinado al arsenal de La Carraca y poco después, el 18 de agosto, día en que cumplió los 19 años, fue agregado al armamento de la fragata Esperanza en la que quedó de dotación al mes siguiente.

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Arsenal de la Carraca (San Fernando). Grabado: Ministerio de Defensa.

En este año aun se notaba la decadencia que desde 1833 sufría la Marina Española y que se observaba, entre otras cosas, por el estado de los barcos, que dejaban mucho que desear, la escasez de los mismos y el descontento de la tripulación, por la sencilla razón de que no se les pagaba a tiempo y se les debía bastante dinero. Tal como describió Vázquez de Figueroa en 1834 y recogió el capitán de corbeta Antonio de la Vega en su estudio “De la vela al vapor”:

“Almacenes vacíos; los diques destruidos, los caños, balsas y ensenadas ciegos por falta de maquinaria, no hay juegos de madera para poder carenar los barcos, no hay fábricas de lona, no existe una sola braza de jarcia, habiendo tenido que salir a la mar buques sin la precisa, los edificios que quedan en pie están en ruina, habiendo sido preciso demoler alguno, en ningún Arsenal hay medios para carenar e incluso para efectuar obras de conservación.”

Diez años después la situación no había cambiado demasiado como puede comprobarse en la siguiente declaración del ministro Portillo:

“Guardan los barcos una infantería sufrida, desnuda y mal pagada, dirige la construcción de buques un Cuerpo de Prácticos que no aprenden nada de los adelantos técnicos, forman parte del Cuerpo de Artillería sujetos dignos, pero sin conocimientos suficientes, los alimentos que se dan a la marinería y tropas son escasos y generalmente se les dan adulterados.”

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Entrada al puerto de La Habana (Cuba), 1839. Frédéric Mialhe, interpretación.

En octubre, Su Majestad concedió a Winthuysen seguir sus servicios en el apostadero de la Habana hacia donde partió en la antes mencionada fragata Esperanza el 4 de Diciembre de 1837.

Tras cerca de 4 meses, llegó a la Habana el 23 de Marzo de 1838, pero el largo viaje hizo mella en su salud y por ello tuvo que solicitar una baja temporal para reponerse. Le concedieron un mes: del 9 de Abril al 10 de Mayo, fecha en la que tuvo que ser prorrogado por seguir aún enfermo,  hasta el 22 de ese mismo mes, fecha en la que se presentó ya restablecido.

A mediados de junio transbordó al bergantín General Laborde, construido en la Habana en 1829, armado con 12 cañones y dado por perdido en 1846 al ser sorprendido por un huracán que arrasó con el puerto de la capital cubana. En este bergantín estuvo casi un año y medio y en el mismo regresó a España, concretamente a la costa Cantábrica desde donde salió para Santander, esta vez a bordo de la fragata mercante Nuestra Señora del Carmen.

Según oficio del Mayor General del Departamento del Ferrol, el 20 de noviembre de 1839 fondeó en Santander, tras haber hecho el viaje en buque particular destinado a las Fuerzas Navales de la costa de Cantabria. Fue embarcado, a continuación, de transporte en el vapor Isabel II para pasar al ya mencionado departamento al que llegó 3 días después, momento en el que se puso a las órdenes del comandante del arsenal del Ferrol.

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El vapor de ruedas Isabel II, cabeza de una serie de 4 buques iguales construidos en dos astilleros londinenses para la Armada Española; pintura de Rafael Monleón

Este vapor Isabel II fue construido en Ferrol en 1836, aunque se llevó varios años en el apostadero de la Habana, en donde tenía base establecida. Hay otra versión que sostiene que se fabricó en 1831 en Quebec por George Black y John Saxton Campbell y que en 1834 fue alquilado por el gobierno español para usarlo como buque de guerra contra los carlistas. Pero también puede que se tratase de dos barcos diferentes y con el mismo nombre como sucedió con el Hernán Cortés, que pasó a ser Cortés por la aparición de otro llamada igual.

El 17 de enero de 1840, llegó Winthuysen a costas gaditanas a bordo de una fragata mercante, donde se presentó en el departamento de Cádiz y se le destinó al arsenal permaneciendo allí poco más de un mes. Mas tarde embarcó en el vapor Mazeppa,  que era un remolcador adquirido en 1835 y que fue el primer vapor mandado por un oficial español. Poco después se le daría nuevo destino a Winthuysen: las Fuerzas Navales de Cataluña y Valencia para donde se le fue expedido pasaporte saliendo de Cádiz sobre el místico (buque de vela de dos o tres palos) español Dominguito. Llegó al Puerto de Alfaques el 16 de abril y se presentó al comandante general de aquellas fuerzas al día siguiente. Tras este encuentro se embarcó en el bergantín Patriota que salió rumbo al puerto de Cartagena en 20 y fondeó en 23 de abril.

nu2713foto101Al mes siguiente, salió con la escolta de una bombarda y un falucho cargados de pólvora para el Ejército de Cataluña y otro falucho que transportaba a Valencia cuatro cañones de a 24. Cinco días después, el 17 de mayo, entró en Barcelona donde permaneció unos días. El 22 entró en los Alfaques, donde el bergantín de su destino se situaría el día 26 frente a la Rápita para proteger su ocupación  que se produciría  la noche del 31, en el momento en que   hicieron fuego desde las casas de la Rápita al Castillo de San Carlos y a las embarcaciones apostadas sobre el muelle; habiéndosele encomendado a Winthuysen la labor de encargarse del primer bote de la fragata Cortés, que allí se encontraba, con el que les hizo fuego para ahuyentarlos. /Nuestro protagonista estaba en posesión de la Cruz de la Marina.

Por otro lado, el 15 de mayo de 1840 fue sin duda un día que seguramente no olvidaría ya que declaró Su Majestad su satisfacción por la eficaz cooperación del Guardia Marina Juan de Winthuysen  por el buen resultado de sus operaciones.

El 5 de Junio salió para cruzar el Cabo de Barcelona hasta Cabo Creus y el 16 fondeó de regreso en la rada de Barcelona. El 18 salió para el mismo crucero y el 26 regresó a la misma rada para entrar en puerto en 27 de junio. Ese mismo día fue transbordado a la fragata Cortés. Esta fragata, también construida en Ferrol en 1836 y botada el 27 de julio del mismo, fue asignada al departamento marítimo del Ferrol y dos años mas tarde  acudiría a Barcelona a apoyar a las tropas del general Van Halen a causa de una insurrección que tuvo lugar en la ciudad condal. Regresó a finales de ese año a aguas gaditanas.

De nuevo, el 19 de junio, Su Majestad comunicó su contento por el comportamiento del Guardia Marina y el 14 de octubre le fue concedida la Cruz de la Marina.

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El bergantín 'Héroe'.

El 20 de agosto de 1840 se dispuso a cruzar de Peñíscola a Oropesa y Golfo de Valencia mientras se trasladaba a Su Majestad a otra ciudad. Tras varios días fondeó en la rada de Valencia y después trasbordó al bergantín Héroe anclado en la misma para partir de noche, ya que debía presentarse en el departamento de Cádiz por Real Orden. El 12 de septiembre regresó a Cádiz embarcado en dicho bergantín.

maria-cristina-borbonLa Regente, María Cristina, había estado un tiempo en Barcelona con su hija Isabel con la intención de sanar en lo posible una alergia dermatológica que sufría la futura reina,  Allí mismo se entrevistó con Espartero aunque poco después tuvo lugar una serie de altercados entre los partidarios de Maria Cristina y los de Espartero que obligaron a la Regente a trasladarse a Valencia. /En la imagen de la izquierda, la regente, María Cristina de Borbón.

A primeros de enero de 1841 trasbordó Winthuysen al bergantín Patriota, que llevaba meses frente a las costas de Cataluña y Levante transportando tropas, municiones de pólvora y expatriaciones de personas, incluso; además de intervenir junto a la fragata Cortés y el Bergantín Héroe en octubre de 1840 con la ocupación de los carlistas en san Carlos de la Rápita y con este último llegó a la Habana el día 20 del mismo mes.

El 21 de Junio de 1841, ya llevaba Winthuysen meses en Cuba y fue declarado de 1ª clase por el Excelentísimo Señor Comandante General del apostadero de la Habana, pues fue calificado de sobresaliente en un examen que hizo a mediados de mayo. El 30 de septiembre fue declarado Guardia Marina de 1ª clase y así quedaría casi año y medio.

El 22 de junio de 1842 regresó a la Habana. Al mes siguiente, el 9 de julio, trasbordó a la corbeta Liberal y el 29 de agosto a la fragata Isabel II sobre la que salió a la mar en 18 de noviembre. En este tan constante cambio de buques podemos darnos cuenta de la falta de oficiales de entonces.

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Louis Pellegrin: Goleta Victoria. Propiedad de D. Jaime Bosch y Vives. 1852

El 3 de abril de 1843, año en que Isabel II es considerada mayor de edad, tan solo con 13 años, y proclamada reina, fue ascendido Winthuysen a alférez de navío por Real Orden del 4 de marzo de 1843,  puesto que desarrollaría en los próximos cuatro años y pocos meses más. El 26 de agosto transbordó a la goleta Criolla, de la que estaba al cargo el teniente de navío Patricio Montojo y con la que salió Winthuysen a la mar en varias ocasiones hasta que transbordó al depósito de la escuadra con un mes de licencia por enfermo, tras el cual, el 7 de enero de 1844 se reincorporó, aunque casi dos meses después tuvo que desembarcar y ser dado de baja en el apostadero por otra recaída en su salud. Por ello se le envió a restituirse a la península como transporte en una fragata mercante tras habérsele concedido pasaporte. Gracias a esta recaída se libró de un desagradable accidente que sufrió la Criolla en una noche de febrero, pues  mientras estaba anclada en Punta Morantes y  a la espera de un práctico para poder acceder al puerto de Kingston, en Jamaica, embarrancó de madrugada en unas rocas a causa de las fuertes corrientes, aunque gracias a los prácticos del puerto y a una embarcación británica pudieron, tras largas horas nocturnas, rescatar tanto a la tripulación como a la carga que transportaban.  /Texto: Juan Manuel Rodríguez Gay-Palacios. Juan de Winthuyssen. (continuará)

 

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A 5.172 metros de altura mana la primera fuente del río Amazonas, el río más largo del mundo, con una cuenca principal que se prolonga durante 7.062 kilómetros, en un caudal que reúne la quinta parte del agua dulce de todo el planeta.

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Francisco Andrés Gallardo, delante del monolito erigido en las Fuentes del Amazonas, en una instantánea tomada a las cuatro de la tarde del pasado 1 de julio. Se ha convertido así, en el primer vecino de El Puerto que llega a este rincón de Sudamérica.

Y el Gran Río nace silencioso, bajo tierra, en una corriente de hielo, permafrost, desde el Nevado Quehuisha, en un remoto enclave peruano en el valle del Colca, al sur de Perú. Un pico hasta donde llegaron el pasado día los expedicionarios de la Ruta BBVA (ex Ruta Quetzal), dirigida por el veterano reportero Miguel De la Quadra-Salcedo y que reúne a jóvenes y periodistas de 23 países.

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Miguel de la Quadra Salcedo explicando el pasado diciembre a Francisco Andrés Gallardo la Ruta BBVA (ex Ruta Quetzal), de este año 2014.

Entre quienes formaron la ruta de este año, que precisamente concluye en la mañana de hoy en Madrid (tras la recepción ayer lunes de los Reyes, don Felipe y doña Letizia), se encuentra el periodista portuense Francisco Andrés Gallardo, jefe de sección de los periódicos del Grupo Joly, que ascendió junto a un centenar de ruteros hasta el Quehuisha el pasado 1 de julio.

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El mal de altura no pudo con nuestro protagonista, que estuvo entrenándose durante varios meses para poder hacer la expedición en óptimas condiciones físicas, subiendo a caballo desde Lari hasta lacia del Quehuisha.

Francis alcanzó el monolito que emplaza el nacimiento del Amazonas, un lugar que no había sido certificado hasta hace sólo 18 años, en una expedición internacional, convirtiéndose en el primer vecino de El Puerto que llega hasta este rincón de Sudamérica. Gallardo formaba parte del equipo a caballo que por una ruta más escarpada desde la pequeña localidad de Lari portaba las mulas que en la cima iban a socorrer a quienes lo necesitaran (hubo que trasladar a varios chicos) del resto de la expedición que llegaba a pie hasta el Quehuisha.  “--A cinco mil metros de altura las condiciones son mucho más exigentes de lo que uno se pueda imaginar. Cualquier esfuerzo se multiplica por diez, mientras se reduce el oxígeno:  andar sólo cien metros es como andar un kilómetro”, resume gráficamente el porteño sobre las condiciones vividas en aquella etapa.

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Francisco Andrés Gallardo, junto a otros dos de los otros tres expedicionarios andaluces, portando una bandera andaluza en el nacimiento del Amazonas.

Además de Francis otros cuatro andaluces subieron hasta las fuentes del Amazonas con la Ruta BBVA. La estudiante Paula Iglesias Sigler, de San Fernando, portadora de la enseña andaluza en la expedición; Guillermo González Morales, de Cádiz; José Manuel Mesa, de Jaén; y el cordobés Fernando Valle, técnico de Hispasat. Varias plazas de los ruteros se eligieron por sorteo por lo que otros jóvenes andaluces tuvieron que aguardar en el campamento, ubicado en la población de Chivay.

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El grueso del grupo expedicionario de la Ruta.

La expedición a caballo llegó al Quehuisha con bastante antelación a los ruteros que iban a pie debido a la dificultad del camino para los vehículos que los transportaban en las faldas del Quehuisha. El posado en el monolito se producía sobre las cuatro de la tarde, regresando todos a partir de esa hora, con un atardecer muy temprano y con un descenso considerable de las temperaturas (es invierno en el Hemisferio Sur). El guía de la expedición a pie se descoordinó con los vehículos y la expedición tuvo que aguardar en una cabaña de pastores hasta pasada la medianoche, cuando tras un segundo camino llegaron hasta los todoterrenos que por fin les aguardaban. La subida al Quehuisha ha sido la etapa más dura de los treinta años de la Ruta BBVA dirigida por De la Quadra-Salcedo.

 

A principios del XIX el hábito de tomar baños de mar se generaliza como costumbre social y fines terapéuticos, higiénicos y lúdicos. La temporada comenzaba por San Juan y finalizaba en septiembre

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Playa de la Puntilla y Balneario. Año 1910. /Hauser y Menet.

Ya desde la antigüedad los pioneros de la medicina recomendaron a sus pacientes la toma de baños de mar como práctica curativa. Hombres como Galeno, Hipócrates o el andalusí Avicenas descubrieron el poder curativo del mar.

Pero es a principio del siglo XIX, cuando por primera vez en europa las costas de Francia e Inglaterra se llenaron de pacientes. Los médicos de la época redescubrieron las virtudes del baño de mar como medio para mejorar la salud de personas con problemas respiratorios y circulatorios. Y concretamente en nuestra ciudad el eminente doctor Joaquín Medinilla y Bela deja reseñado en su opúsculo Baños de mar del Puerto de Santa María una amalgama de efectos beneficiosos para la salud, llegando a afirmar que "los baños de mar producen sus efectos por las sales que tienen disolución, por su temperatura, por el movimiento de las olas ó por el que se hace nadando o por la atmósfera marina saturada de sales y clima agradable".

La fe que muestra Medinilla en su trabajo divulgativo tiene mucho que ver con la manifiesta crisis de la terapéutica tradicional en el siglo XIX, ya puesta en entredicho por las farmacopeas ilustradas. La patología romántica y las corrientes médicas no oficiales que aparecen en europa desde finales del XVIII, contribuyen al auge de los remedios que ofrece la naturaleza, inscribiéndose en este contexto los baños de mar.

En el sur, la desembocadura del Guadalete y la Playa de la Puntilla, sujetos al flujo y reflujo del mar, reunían las condiciones naturales más indicadas para ser aprovechadas sus aguas con los fines terapéuticos más variados. En nuestra ciudad se consideran los años 1860 y siguientes el periodo de máximo apogeo, aunque ya en 1816 se daba a conocer desde el ayuntamiento un despacho real mediante el que se le concedía a la casa de niños expósitos de El Puerto la facultad exclusiva de construir barracas, cajones y aposentos para baños en el río Guadalete "aplicando su producto al aumento del salario de las nodrizas o amas de cría y a las demás urgencias y necesidades que padece la casa y los inocentes niños".

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Playa de la Puntilla a la altura de la Rotonda del mismo nombre. Año 1910. /Hauser y Menet.

Según el historiador local Enrique Pérez Fernández, el ayuntamiento acuerda que los baños se establecieran por sexos separados, imponiéndose una multa de cuatro ducados a los hombres que pasaran al de mujeres, hecho que aunque prohibido dio lugar a situaciones picarescas,

La organización de baños en El Puerto se produce a través de tres empresas de baños en el río y una en la Playa de La Puntilla. Se consideraba que la temporada había que comenzarla por San Juan y que concluyera nada más pasar la Virgen de los Milagros el 8 de septiembre.

En los baños del Guadalete la estructura de madera que facilitaban los baños consistía en una barraca para el uso de los bañistas y una galería de acceso desde la orilla hasta los baños flotantes, conformados estos por una plataforma de tablas, techada, dispuesta sobre dos embarcaciones menores embonadas (al modo de los puentes de barcas) y cajones sumergidos que ocupaban los pudorosos bañistas. En la cercanía de la playa de La Puntilla, en 1885, José Antonio Neto instaló los denominados baños El Porvenir en la denominada Punta de Malandar, Consistían en casetas de vestir, pilotes alrededor y cubiertos de redes para la seguridad de los bañistas. Como servicio complementario se utilizaban dos carruajes, que por 25 céntimos llevaban y traían a los bañistas desde la calle Misericordia nº 14 hasta los baños de El Porvenir y a la Playa de La Puntilla, así como barquillas entoldadas que partían junto al muelle del vapor. También se dispusieron trenes extraordinarios con tarifas reducidas para los vecinos de Jerez.

Como dato curioso las Ordenanzas Municipales de 1906 -reflejadas en el trabajo de Pérez Fernández- se refieren a los balnearios del Guadalete y de La Puntilla: "El piso de la parte destinada en los baños para vestirse el bañista estará cubierto con esteras". "Aunque no es obligatorio el uso de las ropas de los dueños de establecimientos de baños, que suelen alquilar para el servicio de los bañistas, no se consentirá aquellas dejen de estar perfectamente limpias y secas para su uso". "Del techo o cubiertas de cada baño penderán cuerdas de cáñamo para comodidad y seguridad de los bañistas". "Todo baño tendrá desde el anochecer el número de luces que sean necesarias, mientras haya público".

El doctor Medinilla refería que era importante tomar algunos baños dulces templados antes de empezar los de mar, y que los que se tomen en La Puntilla "no deberán usarse a las horas de la bajamar, por no haber oleaje, ya que el agua no obra sólo por sus sales, sino por la impresión producida por el oleaje y por la atmósfera marina". Los baños que eran buenos para la salud y la curación de afecciones en la piel y el cuerpo fueron en un principio en días alternos. La duración del mismo venía a ser de aproximadamente diez minutos y enseguida debían salir para secar la humedad. Se decía en los manuales de la época que "el primer 'baño de ola' no debe realizarse hasta dos días después de la llegada al punto costero, una vez que el individuo se haya aclimatado al nuevo ambiente. Las horas de baño más favorables son entre las diez y las cinco de la tarde, y a ser posible con marea alta, porque el agua estará más caliente, más limpia y próxima, y las olas son más numerosas. El baño no debe tomarse en reposo, debe estar precedido de un ligero ejercicio físico o de la exposición al sol. La inmersión en el mar debe ser completa y rápida, sin indecisión, por lo que así la sensación de escalofrío primario se reduce al mínimo en intensidad y duración. Después, la piel debe frotarse rápidamente con una toalla seca". Todo un ritual. /Texto: Enrique Bartolomé.

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La última semana de agosto, antes como ahora, coincidían en nuestra ciudad la mayor aglomeración de veraneantes y visitantes ocasionales del verano y se programaban en esos últimos días de afluencia masiva no solo los mejores espectáculos musicales y taurinos, sino las más sonadas y prestigiosas fiestas privadas, también llamadas “de familia”.

osborneguezala_puertosantamariaUna de las que por esa época alcanzaron mayor resonancia era la que organizaba Roberto Osborne Guezala, empresario triunfador en Sevilla con su fábrica de cervezas ‘La Cruz del Campo’,  aparte de ser accionista destacado de la firma vinatera de su apellido, fiesta que tradicionalmente realizaba cada verano junto con su esposa María Teresa Vázquez de Pablo en la ‘Casa Grande’ de Vista Hermosa, paraje que como pueden imaginar los lectores, estaba rodeado de pinares cuajados de camaleones, viñas rebosantes de dulce uva moscatel casi madura por aquellas fechas, retamales, higueras bravías y chumberas que servían para delimitar las lindes de las huertas y navazos de los mayetos que rodeaban tan magnífico chalet, sus instalaciones y jardines.  Aunque la familia solía cerrar la temporada estival, como era y es costumbre en los nativos,  después del día en que se celebra la Natividad de la Virgen, el 8 de septiembre, festividad de la patrona local, la Virgen de los Milagros, esta fiesta reunía, además de a su extensa familia, muchos de cuyos miembros residían lejos de El Puerto, a un numeroso grupo de amigos e invitados de toda la comarca, de su misma clase social. Era una fiesta-baile nocturna,  a lo grande, sin escatimar gastos. /En la imagen de la izquierda, uno de los fundadores de Cervezas La Cruz del Campo, Roberto Osborne Guezala.

carlosdeborbon_infante_puertosantamariaReferiremos en esta croniquilla casi un siglo después, la  que tuvo lugar en el verano de 1926. Para la ocasión se engalanó toda la arboleda que rodeaba la fachada principal de la Casa Grande y el sendero de entrada con bombillas eléctricas de colores causando sorpresa de admiración a cuantos invitados iban llegando en sus coches desde Jerez, Sanlúcar, Cádiz… y también El Puerto.  El matrimonio recibía a los invitados en la hermosa escalinata de acceso por la que se asciende al ‘hall’ de la casa, iniciándose el baile de la tarde-noche en un espacioso salón que llamaban ‘Salón de Tennis’, posiblemente porque en los días de mucho viento, calor o lluvia, debido a sus dimensiones y la altura del techo, fuese utilizado como una pista cubierta para practicar ese deporte. Cabían holgadamente un centenar de parejas de baile, amén de la banda municipal que amenizaba la ‘soiré’ conjuntamente con una orquestita muy prestigiosa llamada ‘Sexteto Castillo’ considerada como una ‘jazz band’ que actuaba habitualmente en las selectas fiestas de la sociedad sevillana, y había sido contratada por  Roberto Osborne que la vio en una actuación en la casa palacio que  los Sánchez Dalp tenían en la plaza del Duque de Sevilla, en una fiesta organizada en honor de SS.AA los Infantes Doña Luisa y Don Carlos, a la que asistió como invitado. /En la imagen de la izquierda, Carlos Tancredo de Borbón-Dos Sicilias. Infante de España, bisabuelo materno del rey Felipe VI. (Gries-Francia) 10-11-1870 - Sevilla, 11-11-1949. /Foto: Colección Manuel Montes Mira.

Convertido parte del jardín en una especie de recinto ferial, con varias avenidas de albero que conducían a las pista de tenis en donde estaban instalados diversos puestos en los que se ofrecían deliciosos helados (fri-cap), mosto frío y varias clases de caldos generosos con la misma denominación o marca que el pinar que circunda la finca: ‘Mochicle’ y, por supuesto, la cerveza de la casa.  Los que no bailaban, paseaban por esas avenidas que iluminaban un centenar de focos y se iban instalando en la plaza portátil , que tenía amplias y cómodas gradas y dos palcos, uno para la banda de música y otro para la presidencia, montada junto a las pistas de tenis, donde tendría lugar a continuación una becerrada nocturna en la que intervinieron, en primer lugar Rafael Muñoz Ávila, toreando, banderilleando y estoqueando a un becerro, siendo aplaudido por los asistentes su voluntad y afición.

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'Villa Ángeles' o 'La Angelita', desaparecida hace cinco años, en 2009.

Hacía catorce años que había regresado de Cuba con su familia, pasando a vivir a una hermosa finca rústica del camino de Fuentebravía, llamada "Villa Angeles", que era el nombre de su madre. Esta denominación me trae el recuerdo de una encantadora casita, ya desaparecida, pintada de color siena, situada al otro lado de la antigua vía del tren de Rota, frente a la calle Ganado, conocida popularmente como "La Angelita", inmueble que citamos aquí como un nostálgico y simbólico recuerdo de los mucho que hemos perdido en la ciudad en el pasado reciente.

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La Casa Aramburu, en Cádiz.

El segundo lo lidió otro de los aficionados invitados, José Aramburu, hermano del jefe del partido conservador de Cádiz y pariente de Ramón de Carranza, diputado por El Puerto de Santa María en 1919. En el transcurso de la misma los asistentes pudieron presenciar, asombrados,  como se tiraba al ruedo un joven espontáneo, vestido con blusa de dril y gorra; casi inmediatamente hizo su aparición la autoridad en forma de guardia municipal, que procedió a su detención, tranquilizándose algunas de las espectadoras que se habían angustiado con el incidente.  Sin embargo, al llegar a la barrera, detenido y municipal, saludaron al público, que les aplaudía cariñosamente. Eran, uno de los hijos de los anfitriones, Roberto Osborne Vazquez y un amigo, Joaquín Lizárraga que habían preparado el numerito.  En el intermedio entre becerro y becerro, profesionales de la venta ambulante, consumados pregoneros de sus productos: agua, vino, cerveza, gaseosa… y toda suerte de 'chucherías gastronómicas', desde corrucos a 'güeros langostinos' ofrecían gratuitamente los mismos a todo el que los quisiera.

Del tercer becerro, para regocijo de los más pequeños, se ocupó la cuadrilla bufa de Fatigón, profesionales de los espectáculos denominados ‘charlotadas’ que actuaban con éxito en los cosos de todo el país con el nombre artístico de ‘Charlotte, Fatigon y su botones’ que desgranaron su repertorio de trucos y payasadas. Fatigón, montado en la caña de una escoba con una cabeza de caballo de cartón realizó todas las suertes del rejoneo, finalizando con oficio de un estoconazo, pie a tierra, su actuación, que fue muy jaleada por los asistentes. La cuarta y última res que salió al ruedo fue lidiada y estoqueada por el ganadero sevillano Tomás Murube, que tiene una calle en aquella capital andaluza. Según se indica en la reseña del acto inserta en la ‘Revista Portuense’, en la que nos hemos documentado para escribir esta nótula, su actuación estuvo plena de “arte y valentía”.

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Tomás Murube y Sebastián Recasens, en 1934, en el aeródromo de Sevilla junto a la primera piloto femenina del aeroclub, Gloria Cuesta, a los pies del autogiro de La Cierva.

Una década después, en los primeros compases de la guerra civil, pilotando, conjuntamente con Sebastián Recasens, una avioneta del Aéreo Club de Sevilla en labores de reconocimiento, tal vez imprudentemente, fue derribada por los fusiles de los milicianos republicanos a la altura de la Roda de Andalucía. Aunque salieron con vida del percance, como señala Mercedes Fórmica en su obra ‘Visto y vivido’ 1931-1937’: “En aquellos días no se hacían prisioneros” y fueron ambos fusilados.

Durante la lidia de los tres becerros por parte de Muñoz Ávila, Aramburu y Murube, estuvieron asistidos y ayudados por una cuadrilla formada por José Mora Figueroa, Manuel Salvador y José Antonio Benvenuty, este último habitual actuante por esas fechas en becerradas realizadas en el coso portuense y, posteriormente,  banderillero profesional formando parte de la cuadrilla de Manolo del Pino, el mítico novillero local 'El Niño del Matadero'.

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En la imagen, Manuel del Pino, 'Niño del Matadero'.

Finalizamos esta mirada retrospectiva, reproduciendo textualmente el comentario del cronista que vivió hace ochenta y ocho años aquel evento social veraniego: “Terminada la fiesta taurina que resultó brillantísima, dirigióse nuevamente la concurrencia al salón de ‘tennis’ pasando antes por los puestos (anteriormente mencionados) donde se servían toda clase de delicados fiambres, pastas, dulces finos, medias noches, emparedados y por último, chocolate. Reanudado el baile en el (salón) tennis, no cesaban en el baile las parejas, continuando en amenizar la fiesta el ya consignado sexteto Castillo, interpretando lindos ‘foxtros’ y la banda municipal con alegres pasodobles y otros números. La agradabilísima fiesta duró en todo su apogeo y brillantez hasta después de la seis de la mañana". /Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. PUERTOGUÍA

 

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La Cruz de San Sebastián, entre las calles Santa Fe y Durango, en la actualidad y antes de la remodelación del espacio a finales del siglo pasado.

Tal es el título de la conferencia impartida en la noche del pasado jueves en el Palacio de Araníbar, por Miguel Ángel Caballero, técnico municipal de la Concejalía de Patrimonio Histórico del Ayuntamiento. La conferencia puso de relieve los numerosos elementos religiosos y espacios que se localizaban en el casco urbano, --algunos aún permanecen como reliquias, otras mas activos-- y en todo el territorio del municipio porteño, que hacen que se pueda hablar “de un espacio sagrado o territorio sacralizado”.

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En la imagen, al fondo, las murallas del Castillo de Santa Catalina, antes de la construcción de Puerto Sherry en 1984. En el solar que ocupan los restos del castillo de Santa Catalina se sabe que hubo una villa romana, con su alfar. También se encontraba la Ermita de Santa Catalina, de la cual no podemos establecer la fecha de fundación, si bien hay documentos que la mencionan en el año 1525.

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La Ermita de Santa Clara, según una interpretación de Faelo Poullet.

Miguel Ángel Caballero un detallado estudio de todos estos elementos, entre cruces y ermitas, que abarca un periodo comprendido entre el siglo XIII hasta el siglo XVIII. La charla se apoyó en la proyección de imágenes y dibujos esquemáticos. Entre los ejemplos que citó el ponente se encuentran varias ermitas, como las de San Cristóbal, Santa Catalina y a recientemente restaurada Santa Clara, entre otras muchas del término portuense.

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En un lamentable estado de abandono y deterioro, aún pueden verse hoy día los pilares de Las Cruces, en las proximidades de la entrada a los Depósitos de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. de la Sierra de San Cristóbal. Las Cruces, entre las que discurría el viejo arrecife de la antigua línea de costa portuense, marcaban la separación de los términos municipales de Jerez y El Puerto y, al llegar a este punto, los viajeros procedentes de Jerez tenían a la vista el hermoso paisaje de las tierras de Sidueña  con la Bahía de Cádiz como telón de fondo. En las cercanías de Las Cruces, el Castillo de Doña Blanca. /Texto y Foto: García Lázaro.

En relación a las cruces, se nombraron la Cruz de Guía, las Cruces de la Sierra Cristóbal y la Cruz de San Sebastián --entre las calles San Sebastián y Durango, que aún perdura, casi desapercibida desde que fue apeada del soporte original--. La teniente de alcalde delegada de Patrimonio Histórico, María Antonia Martínez Valera, agradeció al público su participación en esta convocatoria y ha recordado que “la charla divulgativa de Migue Ángel Caballero también se ofrecerá durante el mes de agosto”, como otras programadas en dicho espacio cultural y turístico.

 

Manda la actualidad. La de las excavaciones arqueológicas que la semana pasada se han retomado en Pozos Dulces como trabajos previos a la construcción del discutido aparcamiento subterráneo.

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Detrás del tablero del puente colgante de San Alejandro (1846-1877) el espacio que ocupó la ermita de Consolación. A la derecha, una bodega y el convento del Espíritu Santo. / Fotografía de Jean Laurent, 1867. Biblioteca Nacional de España

Por supuesto, nada diré de los vestigios que se han exhumado al realizarse las catas arqueológicas que ahora, dado su interés histórico, se amplían. Al frente de la intervención están dos profesionales  –María Ángeles Navarro y Juan Miguel Pajuelo- de constatada solvencia y serán ellos, tras los estudios pertinentes y en su tiempo y forma, quienes informen a la ciudadanía de los hallazgos descubiertos y por descubrir.

Lo que yo quiero contarles son los antecedentes históricos que conozco del espacio de Pozos Dulces inmediato al antiguo puente de San Alejandro, en el que –de momento- no se ha intervenido. Y ya puesto, también haré memoria de algunas otras historias de tan destacado enclave urbano a orilla del Guadalete.  

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A la derecha, junto al desaparecido estribo del puente, la casa de Francisco Ciria. / Foto, colección de Miguel Sánchez Lobato.

BAJO LA CASA DE CIRIA

Recordará el lector la casa-bodega que existió junto al puente de San Alejandro, la que se derribó hará una década y que habitó Francisco Ciria y Vergara de la Concha, el padre de quien fuera alcalde de la ciudad (1948-1952) Eduardo C. Pérez (ver  nótulas 330 y 1313 en Gente del Puerto). Un ascendiente suyo, el presbítero José Pedro de la Concha, la mandó construir en 1828. En el memorial que para ello presentó al Ayuntamiento decía: “Que deseando adquirir un sitio donde poder construir una casa y bodega, he fijado la atención en el terreno de Consolación, próximo al puente de San Alejandro, donde antiguamente estuvo fabricada la ermita de aquel nombre. El terreno de que se trata está ocupado hoy según es notorio, por un montón de escombros y basura, por llevarlo allí los carros destinados para la limpieza, y fuera de lo perjudicial que es esto a la salud por el mal olor que exhala aquel sitio, es evidente lo deformado que en aquel paraje está el aspecto público, mucho más cuando por aquel lado hay un tránsito de personas muy frecuente.” El terreno donde se construyó el inmueble -en donde, reiteraba el solicitante, “en lo antiguo hubo en él construida una ermita, arruinada esta  y demolida hasta sus cimientos”- tenía 1.144 varas cuadradas (44 varas de longitud por 26 v de ancho = 36 x 21 metros), fijándose su venta en 1.152 reales de vellón.  

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La flecha roja marca la ubicación de la casa de Ciria en una imagen tomada hacia 1962 (el actual puente, entonces en construcción, se inauguró en 1963). / Foto, colección de Miguel Sánchez Lobato.

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El entorno de Pozos Dulces en 2012, con el espacio aproximado (en rojo) que ocuparía la ermita y escuela de Consolación. / Foto, Google.     

ERMITA Y ESCUELA DE NIÑOS POBRES

La de Nuestra Señora de Consolación fue una de las cinco capillas o ermitas que durante la Edad Moderna se levantaron a orilla de la ribera del Guadalete, con estas advocaciones: Santa María de Guía, Santa María del Socorro (posterior de San Antón), Santa Ana, la Virgen de la Concepción en la capilla de las Galeras y la que nos ocupa, frente a las calles Caldivilla (sic) y Ángel Urzáiz (en tiempos de la ermita, calles de Ginés de la Fruta –un célebre pescador porteño del siglo XVI- y de la Plata).

Poca información tengo de esta ermita, cuya advocación está vinculada al ‘consuelo’ que para los cristianos encierra el advenimiento del Apocalipsis. Sobre su origen,  se conoce que ya estaba edificada en 1738, no siendo probable que se remontara a muchos años atrás. El 19 de abril de aquel año se presentó en el Ayuntamiento un memorial de su Hermandad titular solicitando que se le permitiera ampliar la ermita con el fin de establecer una escuela que cubriese la instrucción de los niños pobres de la zona, de antiguo, el barrio de los pescadores, “por haber enardecido la devoción de bienhechores que se dedican a edificar escuelas competentes para enseñar primeras letras y doctrina cristiana a niños pobres de solemnidad, hallándose la hermandad con distintas cantidades depositadas con condición de que no se entreguen si no es para el dispendio y distribución de dicha obra”.

pozosdulces5_puertosantamariaA los pocos días, los munícipes concedieron lo solicitado, en estos términos: “...que arreglándose en la obra que pretende a seguir en línea recta por la parte del río y de tierra en la escuela que ha de ejecutar [...] acordó el conceder como desde luego concede a dicha capilla de Consolación y a sus hermanos en su nombre, licencia en forma para que ejecuten la obra que pretenden”.

Con toda seguridad, en 1807 la escuela ya no existía, según apuntó Hipólito Sancho, y acaso tampoco la ermita, suerte que corrieron las restantes emplazadas en la ribera. La de Consolación fue una de las tres cofradías de carácter docente que se establecieron en El Puerto durante el siglo XVIII, junto a la de Nuestra Señora del Rosario de la Aurora (desde 1706) y la de Jesús, María y José.  /En la imagen de la izquierda, Convento del Espíritu Santo. A la derecha, el cuadro de la Virgen de la Consolación que presidió la ermita de su nombre. / Foto, Alberto Díaz (web El Hachón Cofrade).

El maremoto del 1 de noviembre de 1755 afectó a la ermita de este modo, según vio y contó José Miguel Bernal: “…vimos salir el río de madre e inundarse todas las casas de la ribera desde Guía [Bodegas Gutiérrez Colosía] al Matadero [ex sede del Imucona], en donde vararon muchas embarcaciones y se inundó todo aquel sitio y Pozos Dulces, librándose solamente el convento del Espíritu Santo, adonde no llegó el agua. La ermita de Consolación se anegó y subió hasta fin del altar el agua y, asimismo, todas las casas de enfrente.

Por el padrón vecinal de 1782 se conoce que la ermita era un edificio exento, con dos puertas, “una para el uso de la ermita y otra a la parte de la iglesia que está en alberca, sin habitar persona alguna”. A la altura de 1797 asistía en ella el capellán José Santaella, un clérigo de menores órdenes, de 40 años de edad.  

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La ribera del Guadalete hacia 1962. / Foto, colección de Miguel Sánchez Lobato

LA CALLEJUELA DE CONSOLACIÓN Y EL MOLINO DE ACEITE  

El padrón de este año de 1797 también menciona la existencia en linde con la ermita de la callejuela de la Consolación, con seguridad alineada con la calle de la Plata (Ángel Urzáiz desde 1916 y de antiguo también nombrada Sarmiento, Curtidores y de la Fuente Chica); tramo viario –frontero al espacio que ocupó el varadero de Pastrana- que perduró hasta que en nuestros días se derribó el frente de las bodegas de Pozos Dulces.

Al otro lado de la callejuela en 1782 se levantó un molino de aceite, propio de Antonio de Vicuña y Juan Felipe Oyarzábal, sobre el terreno que once años antes -1771- habían heredado de un tío del primero, Jacinto José de Barrios San Juan, quien fuera uno de los más importantes comerciantes y cargadores a Indias portuenses. Probablemente tuviera la traza, como era propio de la época, de una torreta cuadrangular  similar a la del molino que se descubrió en 1994 en el solar que ocupó el huerto del convento de San Antonio de Padua.

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Frente al Ayuntamiento, Nevería y la plaza Peral, el molino de aceite del convento de San Antonio, ya semiderruido. Su hallazgo y demolición fue un visto y no visto.

Aparentemente, según se aprecia en la tercera foto de está nótula más arriba (señalado con la flecha verde), el molino de Vicuña y Oyarzábal se conservó completo en su alzado –integrado en el inmueble anejo- hasta que fue derribado hace unos años. Su ubicación coincide plenamente con la que se marca en viejos planos de la ciudad. Esta hipótesis que planteo se confirmará –o no- durante la intervención arqueológica.

Molinos aceiteros del último tercio del siglo XVIII –con sus trojes, la viga, el husillo, las molinetas, el alfanje- como los que tuvieron los Winthuissen  y José Miguel de Huerta en la Ribera del Río, Luis Lorenzo Rodríguez Cortés en la plaza de la Pescadería, el marqués de Villapanés junto a la Casa de las Cadenas o Juan José Reinoso en la calle Santa María.

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A la derecha, en una vieja imagen, la casa de Agustín J. de Vergara y la puerta de la vieja taberna, la Tienda de Consolación. / Foto, colección de Gaspar Veneroso.

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El nombre de la ermita también la llevó una taberna, la Tienda de Consolación, en 1826 propia de Fernando Mendoza, que antes fue, ya en 1782, una tienda de montañés de Bernardo García, quien la mantenía abierta en 1804. Se encontraba esquina a Caldivilla, frente por frente a la ermita, en la casa que en el siglo XVIII levantó el regidor y mayordomo de la ciudad Agustín José de Vergara, cuyos portales –los que están decorados en sus pilares con bonitos motivos geométricos- se construyeron en 1782 (al tiempo que el molino) para ampliar la casa y, según leo en su solicitud, “para la comodidad de aquel desamparado sitio y a beneficio del tránsito público, a cuyo fin están constituidos los demás portales de aquel sitio por la hostilidad de los temporales.” La vieja tienda de Consolación nunca perdió, hasta el día de hoy, su actividad como establecimiento hostelero. Aún recordarán muchos portuenses en su solar, mediado el pasado siglo, el Bar Puente, de Manuel Muñoz Jaén.

LOS POZOS DULCES

Yo no sé qué ocurrirá cuando la tuneladora horade –hasta 8 metros de profundidad- el terreno de Pozos Dulces. Seguro que brotará en abundancia el nivel freático del río, tal como se ha constatado en todas las obras y excavaciones arqueológicas que se han practicado a lo largo de la ribera y sus inmediaciones. Y no sé si también manará el agua dulce de los pozos que dan nombre a la calle.

Pozos dulces de la ribera del Guadalete en los que en 1736 ocurrió, tras una pertinaz temporada de lluvias, lo que también contó José Miguel Bernal, ahora testigo de este otro fenómeno: “Este año ha sido tan copioso de aguas que desde San Andrés [6 de noviembre] del año antecedente hasta abril no ha cesado de llover con grande abundancia, y ha sido tan copiosa la lluvia que en esta ciudad por la ribera, desde la calle de la Chanca hasta las monjas del Espíritu Santo y Pozos Dulces, han reventado muchos manantiales de agua, que corrían hasta el río, cosa bien particular y que los más antiguos no la han visto ni oído decir a sus pasados.

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Pozos Dulces inundado a comienzos de los 70. / Foto, Rafa. Archivo Municipal.

De estos pozos, el ilustrado portuense Juan Luis Roche dejó escritas en 1771 estas interesantes apreciaciones: “…mientras más inmediatos al agua salada, son más dulces, y cuanto más desviados más salobres y profundos; porque en aquellos apenas se necesita soga para sacar el agua, y en estos últimos es necesaria una de muchas varas. Algunos Pozos crecen y menguan con las mareas, y debajo del agua salada en las menguantes se ha visto fluir agua dulce.

EL BALNEARIO DE SAN JOSÉ  

Detrás del terreno que ocupó la ermita y la casa de Ciria, junto a la orilla del río que en 1954 ocuparía el varadero de los hermanos Pastrana (ver nótula 713 en Gente del Puerto), entre 1881 y 1923 Felipe Losada y su hijo José mantuvieron abierto un pequeño establecimiento de baños que llamaron  Balneario de San José.  En su origen, una caseta de madera cubierta a dos aguas y compuesta de un departamento para vestuario (3 metros  x 2’40 de ancho) y un espacio para las inmersiones acotado con listones de madera hasta la línea de bajamar, sólo aprovechable durante una hora antes y otra después de la pleamar en las pequeñas mareas y tres horas durante los aguajes.

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Plano de la reforma de 1906 de los baños San José. / Archivo Municipal.

En 1906 José Losada reformó y amplió las instalaciones. La caseta, pintada de blanco, pasó a tener 7’75 m de frente, 6 de lado y 2’50 de altura, mientras que el cerco de los baños se amplió hasta 20 metros, formándose con estacas de pinos (4’50-5 m), tablazón y riostras con regatones de hierro colocadas de estaca a estaca. Con ello, Losada pretendía que los baños se tomaran entre las cuatro horas de las mareas muertas y las seis de los aguajes,  “dando más tiempo –decía en su solicitud- para que la clase pobre, que es precisamente la que los utiliza, pueda aprovechar y disfrutar los beneficios de los baños de mar, que tanto se recomiendan”. En 1916 el uso de la instalación costaba 10 céntimos a los adultos y 5 a los menores de diez años.

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El varadero de Pastrana, cerrado en los años 80, en el lugar que ocupó los baños San José. 

La costumbre de tomar baños en la ría del Guadalete, que comenzó en 1816, cuando se instalaron los primeros baños flotantes junto al puente de barcas de San Alejandro (1779-1839), fue desapareciendo con los trabajos de canalización y dragado del río que se verificaron durante el primer tercio del siglo XX y ante el progresivo deterioro de la salubridad de sus aguas (en lo que no poco influyó la construcción en 1897 por la Azucarera Jerezana de una corta junto al Portal). Sólo permanecieron en el río, como una reliquia, los baños de San José.

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El corro de bolos de Pozos Dulces, el 'Corribolo' hacia donde hoy está la glorieta de acceso a la ciudad. Lanzando, el montañés Manuel Gil de Reboleño. / Foto, Antonio Gil Insúa.

LOS CORROS DE BOLOS  

Felipe Losada, en 1868, trece años antes de abrir los baños, estableció en Pozos Dulces, a la espalda de la destilería de aguardientes de Ramón Jiménez, frente a la iglesia del Espíritu Santo, un ‘corro de bolos’ público formado con un malecón de madera. Aquí lo mantuvo hasta 1891, cuando lo trasladó junto al puente de hierro de San Alejandro (1883-1977), donde permaneció hasta que a los cuatro años, en 1895, tuvo que desalojar el lugar al crearse el Parque Calderón. Y de nuevo volvió a instalarse en su primer lugar, donde continuó, en manos de su hijo José, hasta fecha incierta. Pero la tradición del lugar como bolera perduró hasta mediado el siglo XX. Hoy, la peña carnavalesca El Corribolo, ubicada frente a la bolera del puente, recuerda en su nombre su pasada existencia. / Texto: Enrique Pérez Fernández.

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La UCD que lideraba en El Puerto Víctor Unzueta ganó las elecciones pero no llegó a gobernar Conocidos portuenses formaron parte de aquel proyecto político. El reciente fallecimiento del ex-presidente del Gobierno Adolfo Suárez es una buena excusa para echar la vista atrás y rememorar aquellos años de la Transición en los que el partido creado por el político abulense, la Unión de Centro Democrático (UCD) sirvió de revulsivo para que muchos ciudadanos de a pie se interesasen por la política activa en un ambiente de grandes cambios y sobre todo de mucha ilusión por el futuro.

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Un retrato de Suárez presidía la sede local del CDS. En la foto están Antonio Morillo presidente provincial del partido, diputado a Cortes y alcalde de Vejer, Gerardo Harguindey, Francisco Moreno, Enrique Bartolomé y Manolo García Campos.

En El Puerto, la cara visible de UCD en aquellas primeras elecciones democráticas de 1979 era Víctor Unzueta Gabiola, conocido abogado que encabezó una lista integrada por portuenses muy conocidos pertenecientes a todos los ámbitos. En esa lista estaban, entre otros, Antonio Nogués Ropero, Manuel Pacheco Albalate, Victorina Arrobas Vila, Antonio Ariza Albaiceta, Carlos Campoy López, Ramón Bayo Valdés o Enrique Miranda García...

El programa electoral con el que UCD concurrió a aquellas municipales puede ser calificado de progresista. Bajo el lema 'Un programa real para un Puerto actual', contemplaba entre otras propuestas la recuperación medioambiental del río Guadalete -una lucha que después harían suya los ecologistas-.

Algunas de las propuestas recogidas en aquel programa resultan hoy tremendamente actuales, como la necesidad de mejorar la asistencia sanitaria y acercar los servicios de la Seguridad Social a la ciudad para evitar a los portuenses los desplazamientos a otras poblaciones; la mejora del servicio de transportes; la promoción del asociacionismo; la mejora de los centros de enseñanza o el fomento de las inversiones en la ciudad apostando por la creación de empresas y coorperativas, así como el desarrollo del sector turístico, entre otras medidas.

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El abogado Victor Unzueta lideró la formación centrista en El Puerto.

Aunque en las elecciones de abril de 1979 la lista de UCD resultó ser la más votada, obteniendo ocho concejales (4.902 votos) los juegos malabares de la política hicieron que finalmente ese primer gobierno municipal de la recuperada Democracia estuviera presidido por un alcalde comunista, Antonio Álvarez, tras el pacto suscrito entre las fuerzas de izquierdas con la suma de los concejales del PCE, el PSOE y el PSA.

No sabemos qué hubiera pasado si en aquel momento hubiera gobernado la lista más votada, quizás mediante un pacto con el PSA que no llegó a cuajar.

Enrique Bartolomé, ex-militante primero de UCD y después del Centro Democrático y Social (CDS), recuerda que aquella primera lista con la que él colaboró en principio como un jóven simpatizante que ayudaba a pegar carteles, con apenas 20 años, era una candidatura "de personas que estaban por encima de las ideologías. Creo que Víctor Unzueta podía haber sido un buen alcalde", afirma, y lamenta que a pesar de aquel pacto "el PCE, el PSOE y el PSA no tenían nada en común y el único motivo para pactar fue quitarle la Alcaldía a UCD".

Tras aquel primer contacto con la política, Enrique Bartolomé profundizaría más adelante su relación con UCD y llegó a ser, algunos años después, vocal del comité ejecutivo nacional de las Juventudes Centristas, un cargo que le permitió conocer de cerca al entonces presidente del Gobierno Adolfo Suárez, con quien llegó a estar incluso una vez en el Palacio de la Moncloa, junto a otros 13 jóvenes que formaban parte de aquel comité.

Tras la caída en desgracia de Suaréz y su dimisión como presidente del Gobierno, Bartolomé pasó luego a integrarse en el CDS, la nueva formación creada por Suárez, y llegó a ser número 4 en la lista al Congreso por esta formación en las elecciones generales de 1986.

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Candidatura UCD elecciones municipales 1979 (1)

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Candidatura UCD elecciones municipales 1979 (2)

En aquella campaña electoral fue, además, uno de los responsables de prensa del CDS, por lo que realizó varios viajes en autobús con el presidente del partido, del que recuerda que era "una persona encantadora. Vino cuatro veces a la provincia de Cádiz y recuerdo de él la prodigiosa memoria que tenía. Cuando íbamos a visitar una ciudad pedía un par de folios con datos de algunos de los personajes más conocidos de la localidad. Quería estar al día también de los asuntos de actualidad en cada momento y del contexto histórico de cada población. El resultado era que cuando hablaba con la gente lo hacía tan bien que parecía que conocía perfectamente ese lugar... Era una persona muy cercana y a la que sobre todo le interesaba el consenso. Una de sus máximas era decir que él no quería vencer, sino convencer". También recuerda Enrique Bartolomé cómo le gustaba a Suárez viajar charlando con los periodistas en el autobús de dos plantas en el que realizaban los desplazamientos de campaña, a pesar de que sus asistentes le reñían recordándole que tenía que descansar. "No comía nada, se alimentaba de tortillas francesas y era un fumador empedernido", recuerda.  Lo que no consiguió Bartolomé, que también fue concejal del CDS en El Puerto entre 1987 y 1991, fue que Suárez llegara a visitar la ciudad. Una 'espinita' que no se le ha olvidado. /Texto: Teresa Almendros.

Iba yo por la calle Palacios, con mi maletín, camino de los Juzgados, cuando me encontré con otro compañero, abogado, también con su portafolios, y proseguimos nuestra marcha hasta la Plaza del Castillo. La gente nos miraba. La verdad es que nos entró complejo. Porque Vd. habrá visto por la calle pulular a esas parejas de liberados Testigos de Jehová o a esos "Morancos de Triana" disfrazados de mormones, todos con sus maletines llenos de prospectos, biblias y revistas.

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Imagen desde la Clausura del Convento de las Comendadoras del Espíritu Santo.

Después de aquella caminata hacia los Juzgados, cada vez me veo más incómodo con el maletín en la mano, por temor a que me confundan, me huyan o crean que me dedico a repartir "Atalaya" y a invadir las casas y espetar peroratas de piñón fijo, a diestro y siniestro. Vamos, que crean que me han liberado.

Antes, no existía esa figura del liberado. Porque el liberado, quede claro, cobra por dedicación exclusiva. Antes había, y muchos, beatos. Pero el beato es un "amateur". Otra cosa es el cura y la monja. Ya lo dice San Pablo:"El que sirve al altar, del altar debe vivir". Pero para eso, lo primero que hay que tener son altares y santos. Para quienes no los tengan, pues, eso.

Recuerde Vd. a las inefables beatas portuenses. Dé un repaso a las más preclaras e inmediatamente recientes: Conchita Reyes, Candelaria Leal, Cruz Hernández, las tres hermanas Gil Chavero (Isabel, Concha y Rosita), Marujita la del "Sin Nombre"... o, en el género masculino, rememore a Don Francisco Pérez Gil, a "Morenito" el del Registro o a Don Galo Domínguez del Rosal, devoto varón del que se cantaba: ¡Viva María!/ ¡Viva el Rosario!/ ¡Viva Galo Domínguez, /que lo ha fundado!. Pues no eran gente desocupada. Bien laboriosa que eran todas esas mujeres y hombres a que me he referido.

mariagalvez_1_puertosantamariaEl liberado es otra cosa. El beato, nunca ha sido un liberado. Ha sido un entregado a sus convicciones y sus devociones, pero lo primero que ha hecho ha sido trabajar a destajo. Recuerde, por ejemplo, a doña María Gálvez, beata prestigiosísima de esta Ciudad y Profesora en Partos, esto es comadrona. Pues no daba abasto. Cuando no era aquí, era allá o acullá, donde la pobre tenía que asistir a una parturienta, porque antes se paría más que ahora, aunque ahora a todos nos hayan puesto a parir. /A la izquierda, la matrona Doña María Gálvez.

Ello no quita para que, en los ratos libres, dedicara los lunes a las Animas Benditas del Purgatorio y a hacer las "Caminatas de San Nicolás"; los martes, los destinara a la devoción de Santa Ana, madre de la Virgen, o, si lo prefería a San Antonio; los miércoles los dedicara a San José y a San Judas; los jueves, a la Eucaristía; los viernes, al Sagrado Corazón y al piadoso ejercicio del Vía Crucis; los sábados, a la Virgen (Misa de 8 de la mañana, canto de la letanía lauretana , ejercicio de la sabatina y rezo del Santo Rosario), todo ello sin olvidar el ofrecimiento de obras, al levantarse cada día, el "Angelus", la bendición de la mesa, el manifiesto de las Esclavas, el rosario en familia, la oración al toque de Ánimas y el examen de conciencia y las oraciones al acostarse.

Entre todo ello, los siete domingos de San José, el mes de mayo, los triduos, los quinarios, las octavas y las novenas: A San Francisco Javier, Copatrono del Puerto; a Santa Rita, abogada de los imposibles; a San Expedito y a San Ramón Nonato, las parturientas, para tener una horita corta; a Santo Tomás de Villanueva, los económicamente necesitados; a San Antonio, para encontrar lo perdido, o hallar un novio conveniente; a Santa Clara, con una docenita de huevos, para que no llueva; a ...

Y Vd. preguntará ¿Pero, a qué hora trabajaban? Pues a todas horas. Eran unos incansables productores que, incluso practicaban el deporte del pluriempleo y muy eficientemente. A propósito de los ínclitos beatos y beatas portuenses, me viene, a la memoria el recuerdo del Señor San Blas, de gran predicamento en este Gran Puerto de Santa María.

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Sacristía del Convento de las Comendadoras del Espíritu Santo.

El Santo se venera en el convento más antiguo de esta Ciudad, el de las Comendadoras Sancti Spíritu, regla de San Agustín, vulgo el Espíritu Santo, que se estableció sobre la primitiva ermita de San Telmo, extramuros.

El día tres de de febrero había sido San Blas: "Los trisantos de febrero:/Santa Brígida, el primero,/ el segundo, el Candelero [la Candelaria]/ y el tercero, el gargantero [San Blas]" que decía mi tata Milagros Guerrero. También, la sabiduría popular afirmaba que "Por San Blas, la cigüeña verás". Pero la gente yo creo que se ha olvidado de este bendito santo.

espiritusanto_ant-puertosantamariaLas venerables monjas del Espíritu Santo de esta Ciudad, además de cultivar un magnífico laurel, que en manojos mandaba a las casas de los bienhechores la Madre San Agustín, en el siglo, "la hermana de Lola Blandino", tienen la virtud de confeccionar unos preciosos cordones de San Blas. Que ¿para qué sirven? Pues verá: San Blas, cuenta el Martirologio, que, practicando la medicina en Capadocia, fue nombrado obispo y, entre otros prodigios que obró, estuvo el haber librado de una espina de pescado que tenía clavada en la garganta un niño desahuciado. Así que nuestro Santo ejerce un especial protectorado contra las enfermedades de la garganta. /Antigua imagen del convento del Espíritu Santo.

Quevedo, en "El Parnaso español, Musa VI, rom. XXV) dejó escrito: "A que me tocase fui,/como si fuera instrumento,/ y fue para mi garganta,/San Blas con sus cinco dedos", de donde se infiere que San Blas le metió al pobre niño los cinco dedos hasta el "sentío", pero le sacó, por fin, la espina. Y, desde luego se deduce que, San Blas, tenía, lo que se dice, "manita de santo", porque de lo contrario, el sufrido infante hubiera padecido-- peor el remedio que la enfermedad-- desgarros horrorosos en los conductos bucales, diría "Chiquito de la Calzada".

Explicadas las propiedades y virtudes de San Blas, no queda sino consignar que, publicado que fuera en "Cruzados" el natalicio de un/a nuevo/a portuense , o conocido por otros conductos en el locutorio o en el torno del convento, las monjas del Espíritu Santo se prestaban a proporcionar a la madre del neófito/a un equipo de cordones de San Blas, "Brevetines" y carteritas con el Niño Jesús de Praga que, añadido a los obsequios que el inocente recibía de medallitas con el santo de su nombre, del Ángel de la Guarda, de la Virgen de los Milagros, de la Virgen del Carmen... etc, más que un recién nacido parecía, condecorado, al general García-Veas cuando se presentaba con las bandas y las dos pecheras de la guerrera cuajadas de medallas y cruces, de no se sabe cuántas guerras, para la anual procesión de la Patrona.

Vd. recordará que las madres tenían un miedo impresionante a que los niños no tosieran, como deben, o flaturearan como no es de recibo. Así que, con palmaditas en las espaldas, le calmaban: "San Blas bendito/que se ahoga este angelito", con la variante, en caso de ser persona mayor la que sufriera un golpe de tos, de: "San Blas, San Blas/ que se ahoga este animal". 

sanblas_Pero no queda ahí la cosa, solícita la mandadera del convento a los mandados de la abadesa, acudía a las casas donde hubiera o hubiese noticia de algún enfermo de la garganta, o algún operado de amígdalas, con el relicario de San Blas, un pequeño ostensorio de plata donde tras un cristal se puede ver un restito del bendito Santo. No he podido saber nunca si la reliquia está compuesta de todos o alguno de los cinco dedos de la mano que metió al pobrecito niño de Capadocia para sacarle la espina de la garganta.

¿Duda Vd. de los efectos curativos ? Pues daba resultado. El índice de curaciones era apabullante.

Además, en la iglesia del convento, las monjas mantienen todo el año a San Blas, Obispo, en su altar en el lado de la epístola y le dedican un triduo, en el que antes no se cabía, pero al que ahora no asiste casi nadie. Porque está claro: el pescado ya no tiene espinas. La gente come palitos de merluza o delicias de cangrejo, filetes de pez rosada o de gallo, todos convenientemente congelados. Y me tienen al oficial San Blas del convento en paro forzoso, sin cobrar el desempleo, ni, por razones obvias del celibato, ayuda familiar.

Mientras tanto, la gente acude a los curanderos que les recomiendan beber agua bendita (por supuesto adquirida clandestinamente en las pilas de las Iglesias), mientras le ensalman: "Hombre bueno,/mujer mala,/ Serón roto,/albarda mojá,/curarme la garganta,/Señor San Blas". /Texto: Luis Suárez Ávila.

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Salvo los jóvenes nacidos a partir de la última década de los 90, todos conocimos durante toda nuestras vidas, apostado frente al paseo central del Parque Calderón y a la fuente de la Canastilla, el Kiosco de Pasage (donde hoy está un tiovivo), aquél que tenía un zócalo de azulejos sevillanos y el cuerpo, con estructura de hierro fundido, acristalado; que se instaló en 1933 y en sus últimos años fue la sede del Club Taurino Portuense.

En 1991, el Ayuntamiento, en razón a que hacía años que estaba cerrado y que presentaba un pésimo estado de conservación, siendo ocupado por drogadictos, decidió desmantelarlo. Medida, a mi parecer, apresurada y equivocada dado su interés patrimonial –se construyó en Sevilla para ser un establecimiento de bebidas durante la Exposición Iberoamericana de 1929- y sentimental, porque se tiende a tener querencia y apego por los locales que se han pisado y por los que se ha pasado toda la vida, nosotros y quienes nos precedieron. En aquel venerable establecimiento el Ayuntamiento entró como un elefante en una cacharrería. Dijeron entonces que lo almacenarían para recuperarlo el día de mañana, pero me juego el millón de euros que no tengo que el Kiosco de Pasage desapareció para siempre. Pero ha quedado en nuestras retinas y recuerdos, también para siempre.

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La Mezquita y su terraza en los años 40. Enfrente, la taberna Los Maeras. A la derecha, el espacio que en 1949 ocuparía el Bar Santa María. A la izquierda, no visible, el Bar Buenavista. La farola central se instaló en 1914.

LA MEZQUITA

El kiosco que recordamos fue el segundo que la familia Pasage estableció en el Parque.  El primero se inauguró en abril de 1914, ahora hace un siglo. Ambos fueron sucursales de La Mezquita, el bar que con el mismo nombre, transformado, sigue abierto en la calle Luna esquina a Jesús de los Milagros, que antaño –con sucesivos arcos dispuestos al modo de una mezquita- se prolongaba hasta la plaza de las Galeras. 2

fernandopasagesanchez_puertosantamariaViejo establecimiento, pues se conoce que el 5 de agosto de 1897 se hizo con el negocio, ya existente con el nombre de La Aurora, Miguel Llamas, cocinero que había sido de La Alegría, el popular restaurante que existió en la calle Nevería esquina a Ricardo Alcón, cerrado en 1961. Lo de Aurora se le puso por la inmediata calle así nombrada, cuando se prolongaba hasta las Galeras, rebautizada en 1922 como Micaela Aramburu en homenaje a esta señora entonces fallecida, benefactora que fue del frontero Hospital de San Juan de Dios.

Pero los mejores años del local comenzaron a partir del 4 de agosto de 1905, cuando reinauguró el negocio, bautizado como La Mezquita, Fernando Pasage Blandino, que antes, en 1902, había abierto el Bar La Española en Larga esquina a Palacio. Al paso de los años, hacia 1932, Fernando dejó el negocio a sus hijos Manuel y Fernando Pasage Sánchez, quienes lo mantuvieron, especialmente Fernando, toda la vida. Eran sucesores del primer Passage  (con dos ‘s’) que se asentó en El Puerto en 1742, italiano, pese al apellido francés.

Mediados los 60, Fernando Pérez Pasage, sobrino de los hermanos Pasage, abrió en la parte del local frontera a las Galeras la Cervecería Marítima, que de inmediato se convirtió en el centro de reunión de la marinería porteña. Al paso de unos años se derribó el inmueble, y en el nuevo, José Álvarez, yerno de Fernando Pasage, abrió otra cervecería también llamada Marítima, que cerró a fines de los 70.

LA CASETA DE MARTÍNEZ (1896-1909) 

En 1895, cuando se creó el Parque Calderón, el arquitecto que lo diseñó, Miguel Palacios (atinado apellido para un arquitecto), habilitó un espacio entre la Herrería y Javier de Burgos (entonces Sardinería) para ser ocupado por un establecimiento de bebidas, donde al paso de los años se ubicarían los kioscos de los Pasage.

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El Parque Calderón en el proyecto de Miguel Palacios (1894). En rojo, el espacio reservado para un ‘café’. / Archivo Municipal.

Entonces, el industrial Manuel Martínez García, un burgalés que de niño se asentó en nuestra ciudad en 1878, solicitó al Ayuntamiento, y se le concedió, ocupar el espacio con una cervecería-restaurant: cuadrangular, de 6 metros de longitud por 3’10 m de altura, de madera, con techo de cotonía (lona de cáñamo con trama de algodón) y rodeando el local 12 paños de barandas con 20 pedestales para macetas.

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Alzado del salón de la Caseta de Martínez (1902). / Archivo Municipal.

El local abrió sus puertas en febrero de 1896 y las cerró una vez concluyó el verano de 1909. Fue conocido por todos como ‘la caseta de Martínez’, siendo costumbre que cuando la Revista Portuense se refería a ella, que lo hacía frecuentemente,  intercalara el epíteto de popular: ‘la caseta del popular Martínez’ (sobre su hermano Daniel, ver  nótula 656 en Gente del Puerto).

Durante esos años se convirtió en un popularísimo centro social, donde se celebraron  numerosas reuniones políticas, familiares, deportivas..., y en su salón fue habitual que se ofrecieran audiciones de gramófono, conciertos de música, que actuaran artistas de variedades, prestidigitadores, agrupaciones carnavalescas, cantaores y bailaores flamencos...  Como botón de muestra, por su singularidad, citaré el concierto que el 10 de agosto de 1901 ofreció el virtuoso joven -25 años- Esteban Juez, anunciado como ‘el Sarasate de la guitarra’, que además de ser ciego de nacimiento tenía el mérito añadido de que posicionaba el instrumento sobre las rodillas y al revés, con el mástil a la derecha. Desde Almería, donde residía, media vida se llevó recorriendo España tocando música española: piezas de zarzuelas, pasodobles, guajiras, rondeñas…

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Acceso al Parque por el Vergel en 1903, con el paseo flanqueado de plátanos. A la derecha de los pedestales que daban acceso a la fuente de la Canastilla, apenas perceptible su cubierta, la Caseta de Martínez. / Foto, archivo de Luis Suárez.

Tras cerrar la caseta del Parque en 1909, al año siguiente Martínez abrió una cervecería en la calle Larga –junto al hoy Bar Vega- a la que llamó Sin Nombre. En el solar que su popular caseta ocupó en el Parque Calderón, cinco años después la familia Pasage establecería su primera sucursal de La Mezquita.

kioskopasage7_puertosantamariaEL PRIMER KIOSCO (1914-1932)

El 25 de abril de 1914, mientras se realizaban reformas en el Parque Calderón, que comenzaron en enero y culminaron en junio, Fernando Pasage Blandino solicitó al Ayuntamiento y se le concedió en detrimento de otras ofertas, “establecer –decía en el escrito- en la parte izquierda de lo que fue paseo del Vergel, hoy prolongación del Parque Calderón, entre el primer grupo de jardines y el limitado por las palmeras que forman un cuadrado, frente a la fuente que el pueblo llama Canastilla, un kiosco permanente para la venta de refrescos, vino y café”. Un pequeño kiosco, añado, de madera, confeccionado por el carpintero Antonio Reina y pintado por Julián Suárez, “que es sin temor a equivocarnos -decía la Revista Portuense- el primer kiosco de esa clase que se instala en el Puerto, y aun en la provincia, dando mucho atractivo al paseo, que en nada perderá con su colocación; antes al contrario, embellecerán las obras en él realizadas.” /En la imagen, el primer Kiosco de Pasage en el Parque, anunciado sobre el tejadillo, hacia fines de los años 20. / Foto, colección de Miguel Sánchez Lobato.

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A la izquierda, tapado por el arbolado, el kiosco, con un porche delante, en 1917. A su lado, la caseta La Sombrilla que entonces instaló Pedro Morro Jiménez. El paseo, desde 1914, ya con las palmeras. / Foto, Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

Y de inmediato el kiosco se convirtió en centro de reunión de propios y extraños. Su espléndida ubicación lo propició. Y también que el Ayuntamiento organizara durante los veranos, los jueves y domingos,  frente al local, en los jardines de la Canastilla, conciertos de la Banda Municipal (la que entonces dirigía José Joaquín Barba Rocafull). Pero en 1917, cuando la Corporación decidió trasladar a la Rotonda de La Puntilla los conciertos, Fernando Pasage, para paliar la falta de música y de ambiente que giraba en torno a su kiosco, decidió ofrecer por su cuenta algunas actuaciones musicales. Como las que entre el 23 y el 31 de julio de aquel año dieron, entre las 9 y las 11 y media de la noche, un terceto de violín, bandurria y guitarra dirigido por el violinista portuense Lorenzo Luna, quien también actuaría durante todo el mes de agosto formando dúo con el paisano y pianista José Luis Benítez, tocando piezas de zarzuelas, óperas, operetas y valses. Actuaciones del dúo que volverían en 1918 y que se interrumpieron al siguiente, cuando falleció Luna, mientras daba recitales en el malagueño pueblo de Arriate.

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Sede de la Academia de Santa Cecilia en 1901, calle Larga nº61. Sentado a la derecha, José Luis Benítez. En el centro, el presidente de la institución, Adolfo Barra. A la izquierda, el maestro Caballero, Francisco Javier Caballero y Maldoqui (1853-1933), excelente músico y compositor que murió en la indigencia.  / Foto, Academia de Bellas Artes Santa Cecilia.

En el Paseo de la Victoria 

José Luis Benítez Rey, que de oficio era profesor de piano en la Academia de Santa Cecilia desde su fundación en 1900, continuó en solitario ofreciendo conciertos en el Kiosco de Pasage del Parque, y también en el Paseo de la Victoria, donde se instaló algunos años el kiosco al celebrarse la Feria de la Victoria, durante la segunda quincena de agosto. En la siguiente foto, tomada hacia 1923, vemos el precioso local apostado junto a la verja de la Avenida de Rodrigáñez (donde hoy pasa la carretera), el piano de Benítez y creo que al propio Benítez, que parece ser quien está sentado al fondo junto a dos músicos de la Banda Municipal.

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El primer Kiosco de Pasage en el Paseo de la Victoria. /Foto, colección de Carlos Pumar Algaba.

En un rincón tan bonito y acogedor como éste, un servidor hasta se tragaría un concierto de piano, a cuatro manos, de Richard Clayderman y Mari Cruz Soriano. (¡Ay, Paseo de la Victoria, quién te ha visto y quienes no te ven! Aprendan quienes tengan que aprender cómo se conforma un parque, a la inglesa, no eso que hoy tenemos, un espacio fantasmal y un agujero negro que parece que no existe, un pequeño desierto que no se atrevería a cruzar -para qué- el mismísimo Lawrence de Arabia.) 

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Otra imagen del kiosco tomada el mismo día. En la mesa, tras una jornada de caza. Apoyados en la verja, los paneles de cierre del establecimiento. /Foto, colección de Carlos Pumar Algaba.

El kiosco de música de la Canastilla 12 y 13

kioskopasage_12_puertosantamariaLa música, como vemos, tal como lo fue para la Caseta de Martínez, fue un ingrediente importante para que el Kiosco de Pasage y su terraza tuvieran la afluencia de público que tuvieron, un aliciente más de las veladas y las Ferias celebradas en el Parque Calderón y en el Paseo de la Victoria. Destacaría también los conciertos que la Banda Municipal –tras el paréntesis de 1917- daban junto a los parterres de la fuente de la Canastilla y, especialmente, las que como marco escénico se ofrecían en el llamado ‘kiosco japonés’ o ‘caseta de la Canastilla’, el original kiosco de música de quita y pon que se construyó en 1905 y que desde entonces se instalaba en ‘las cuatro esquinas’ de las calles Larga y Luna –espacio para el que se diseñó- y junto al restaurante de la Rotonda de la Puntilla, en el Paseo de la Victoria y en el Parque Calderón; aquí, en ocasiones –consta que al menos en 1927- elevado sobre la misma fuente de la Canastilla, como el pueblo bautizó, en referencia al kiosco de música, al espacio ajardinado frontero al Kiosco de Pasage.  /En la imagen, el kiosco de la Canastilla en el crucero de las calles Larga y Luna al comienzo de los años 20. / Foto, archivo de Luis Suárez.

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En la esquina izquierda, en los jardines de la fuente de la Canastilla, la cubierta del original kiosco de música. Enfrente, el Kiosco de Murga y en la Ribera una parada de coches de caballos y puestos ambulantes junto al caserón que a mediados del siglo XVIII levantó Juan Carlos de Rivas (hoy Romerijo). / Foto, archivo de Luis Suárez.  

Lo habitual era que se tocaran –por tradición, los jueves y domingos- fragmentos de zarzuelas, pasodobles, habaneras, valses, polcas, chotis, aires regionales, marchas triunfales... Y a fines de los años 20, la música de la radio, que comenzaba entonces a escucharse en los domicilios de algunas privilegiadas familias y en algunos establecimientos públicos, como el Kiosco de Pasage, donde en 1927 se instaló un receptor superheterodino Grillet de ocho válvulas, marca que en nuestra ciudad representaba Severiano Ruiz-Calderón Pulito, sobrino del alcalde fundador del Parque.

En otro lugar y otras manos 

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El antiguo kiosco de Pasage, emplazado frente al Kiosco de Murga (el que se levantó –después del primero que se instaló en 1922- en 1927, que antes estuvo en el muelle de Cádiz). La pérgola, construida en 1935, la derribó un temporal en 1965. / Foto, archivo de Luis Suárez.

La familia Pasage llevó el pequeño kiosco del Parque Calderón durante 18 años, hasta 1932, cuando presentaron un proyecto para levantar en su lugar otro de más porte. El primero, el establecido en 1914, continuó siendo propio de la familia pero explotado en régimen de alquiler por otros industriales, hasta comienzos de la década de los 60, cuando por último fue un puesto de venta de helados. A partir del año 32 cambió de ubicación, instalándose en el tramo del antiguo paseo del Vergel, entre el Kiosco de Murga y el Bar Santa María.

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El kiosco, frente a la terraza del Bar Santa María. Las farolas del paseo se instalaron en 1935 y se quitaron en 1960. A la derecha, entre el Vergel y el Parque, el tablado de música de la Banda del maestro Dueñas. / Foto, archivo de Luis Suárez en copia de J. M. Nieto. 

EL SEGUNDO KIOSCO (1933-1991)

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La fachada principal del segundo kiosco en dibujo que en 1932 levantó José Maure Cerquero. Frente a la puerta, el mostrador central. / Archivo Municipal.

El Kiosco de Pasage que todos conocimos se inauguró el 2 de julio de 1933. Fue adquirido por los hermanos Pasage en Sevilla, donde prestó la misma función de kiosco de bebidas durante la Exposición Iberoamericana de 1929, acontecimiento para el que se construyó. La Revista Portuense se hizo eco de su apertura en estos términos: “En la tarde del pasado domingo tuvo lugar la inauguración del artístico kiosco que han instalado en el paseo del Parque Calderón nuestros estimados amigos los acreditados industriales señores don Manuel y don Fernando Pasage Sánchez. El citado kiosco, que constituye en sí una muy bonita instalación, viene a hermosear aquella parte del paseo, dándole una hermosa perspectiva. Al dar la noticia de esta nueva instalación y felicitar a dichos señores por el gusto artístico que preside la misma, hacemos voto porque el éxito más lisonjero corone su empresa.” Y ciertamente, dada la longevidad que tuvo el establecimiento y su raigambre en la ciudad, así fue. En planta tenía 10 metros por 6 m, estructura a la que se añadió, a la espalda de la fachada principal –donde se instaló la cocina- otra de mampostería (6m x 2m).

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Fernando Pasage  desgranó en 1976 en el Diario de Cádiz algunos de sus recuerdos del kiosco: “Aquello tuvo un éxito impresionante. Don Jesús Arbilla me decía que yo era el dueño del Parque. Ponía ciento cincuenta mesas y tenía doce camareros, más dos que sólo se dedicaban a servir café y dos chiquillos encargados exclusivamente de ir llenando de agua las cantarillas de barro que había en cada mesa. Siempre estaba lleno. Había familias que mandaban a la muchacha o a los niños para coger sitio hasta que llegaban todos. Entonces el café costaba quince céntimos. Fíjese cómo sería la cosa que tuvimos que hacer un sótano debajo del kiosco para guardar las gaseosas, que era lo que entonces se tomaba. Tenía seis metros de largo por dos de alto; lo llenábamos hasta arriba y lo cubríamos de hielo y todos los días se vaciaba. En aquel kiosco instalé la primera gramola que hubo en El Puerto para que la oyera el público. Todavía conservo aquí su armazón, que es de caoba. La gramola era de manivela, claro. También la primera radio, que era de baterías. Allí también trabajé lo mío. Siempre ha sido así, porque he tenido mucho amor propio y una gran fe en todo lo que he hecho.

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Los jardines de la fuente de la Canastilla y el kiosco al fondo. 

El Club Taurino 

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El local, atiborrado de ambiente taurino, con el joven José Luis Galloso como protagonista. / Foto, colección de Miguel Sánchez Lobato.

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El kiosco de Pasage como tal permaneció abierto durante 36 largos años, hasta que en 1969 se reconvirtió,  por iniciativa de Fernando Pasage, Manuel Almagro y Luis Prieto, en la sede del Club Taurino Portuense, inaugurada el 25 de noviembre. Cerró sus puertas, después de unos años de decadencia, a comienzos de los años 80.

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29 de marzo de 1970. Sentado, segundo a la derecha, Fernando Pasage Sánchez. A su izquierda José Cuevas ‘el Aguja’. Al otro lado de la mesa Luis Prieto. De pie, entre otros no identificados, Rogelio Sánchez, Fernando Camacho, Francisco Bernal ‘Paco Ragel’, Tadeo Sánchez, Victoriano Martínez  y Francisco Abadía. / Foto, Rafa; copia de Vicente González Lechuga.

Aquí lo dejo, no vaya a ser que mi amigo José María Morillo me diga, con razón, que me alargo mucho. En sus propios recuerdos, lector y lectora, continúa la historia del entrañable Kiosco de Pasage, el que desapareció, porque así lo quiso el Ayuntamiento, hace 23 años. /Texto: Enrique Pérez Fernández. Dedicado a Cristina y Manolo Pasage.

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