Gran suceso, Donini, transformista sin rival, anunciaba la prensa. Se veía desfilar por las tablas del Teatro Principal de don Críspulo Martínez una surtida gama de personajes caracterizados. Este número estaba realizado por una sola persona que se transformaba radicalmente cada vez que pasaba por detrás de un biombo, haciéndolo con la misma rapidez que un parpadeo. Podía verse a un señoritingo de impecable ridiculez, bastón y sombrero de paja haciendo juego con su bigote engominado, chaleco parapetando una camisa almidonada y gestos sueltos y displicentes y, en un plisplas, ver aparecer a una señora rolliza, de amplio sombrero engalanado, forradita en un traje de moda, con gestos de alto copete y, en otro plisplas, aparecer un pobre de solemnidad aderezado con lamparones y calzado con zapatos boquiabiertos.
Categoría: Nos dejaron
1.854. MARUJA MALLO Y RAFAEL ALBERTI. Un amor creativo y un olvido premeditado.
| Texto: María del Prado Rodríguez Martín, Maroula.
Una de las peores formas de degradación humana es la eliminación de la memoria. Si se niegan los recuerdos, la memoria de lo vivido se esfuma. Si el otro reniega del recuerdo de las experiencias y el tiempo compartido sólo quedan fantasmas, ensoñaciones que ponen en duda la veracidad del relato contado por su protagonista. Rafael Alberti negó a Maruja Mallo, la negó como compañera sentimental y la negó como influencia artística. Este olvido premeditado tuvo una causa y una reparación. /En la imagen, Maruja Mallo y Rafael Alberti.
La relación Mallo-Alberti fue tan próspera a nivel creativo que, durante el tiempo que duró su relación sentimental, las trayectorias de ambos artistas aparecen definitivamente imbricadas.
Maruja y Rafael se vieron por primera vez en el Parque del Retiro a finales de mayo de 1925, el día que Federico García Lorca ofreció allí un recital poético con motivo de la inauguración de la I Exposición de Artistas Ibéricos, y sus trayectorias vitales y artísticas correrán en paralelo hasta inicios de 1931. “Estábamos en el Retiro –recuerda la pintora– Dalí, Federico y yo. Unos muchachos pasaron cerca y saludaron así con el brazo. Pregunté: “¿Quiénes son?” Lorca me contestó: “Uno es un poeta muy bueno y otro es un poeta muy malo”. Eran Alberti e Hinojosa”. De hecho, el poeta porteño acababa de ganar el Premio Nacional de Literatura por Marinero en tierra. Poco después de este encuentro, los dos jóvenes comienzan a verse frecuentemente. Su amor por el arte les une y sus primeras citas se producen en las salas del Museo del Prado.
A esta joven Maruja Mallo, de peculiar belleza, conoce nuestro paisano Rafael Alberti.
Sin embargo, será el año 1929 el que marque el momento culminante de su colaboración artística, ya que Alberti en sus Sermones y moradas realiza transcripciones poéticas de los cuadros de Mallo, e, incluso, algunos de los poemas de Sobre los ángeles están directamente inspirados en las obras de Maruja. La gallega en esos momentos había entrado en relación con los artistas de la denominada Escuela de Vallecas (Luis Castellanos, Alberto Sánchez y Benjamín Palencia) y había comenzado a realizar su serie Cloacas y campanarios. Dicha serie representa, dentro de la trayectoria artística de Mallo, la más cercana a los planteamientos del Surrealismo, tanto que fue profusamente admirada en París por Paul Elouard e, incluso, el propio padre del movimiento, André Breton, adquirió uno de los lienzos (El espantapájaros, 1929).
El Espantapájaros. Marulla Mallo. 1929.
En esta serie Maruja abandona el vitalismo de sus Verbenas y se adentra en un mundo orgánico de desechos, de naturaleza muerta y animales en descomposición, de huellas humanas embarradas y restos de civilización abandonados que eran los objetos encontrados por los artistas de la Escuela de Vallecas en sus paseos por las afueras de Madrid.
Al mismo tiempo en Rafael Alberti se produce una evolución paralela. En Sobre los ángeles (1929), considerada su obra maestra, el poeta realiza un giro hacia el Surrealismo y sus poemas se convierten en alegorías donde los ángeles representan fuerzas dentro del mundo real.
Maruja Mallo y Josefina Carabias con Antro de fósiles, 1931
Este mismo tono se prolonga en Sermones y moradas (1930). Él mismo acabaría reconociendo que su compañera le abrió los ojos a nuevas realidades: “A mí me habían quedado ya muy lejos mis canciones de Marinero en tierra, La amante y El alba del alhelí […] De la mano de Maruja recorrí tantas veces aquellas galerías subterráneas, aquellas realidades antes no vistas, que ella, de manera genial, comenzó a revelar en su lienzos. “Los ángeles muertos”, ese poema de mi libro, podía ser una transcripción de algún cuadro suyo”.
Es más, en julio de este mismo año, 1929, aparece publicado en La Gaceta Literaria un poema inspirado y dedicado a Maruja Mallo por Rafael Alberti bajo el título La primera ascensión de Maruja Mallo al subsuelo, acompañado de la reproducción de dos obras de la gallega (Huella y Cloaca), pertenecientes a la serie Cloacas y campanarios, que pone de manifiesto la vinculación artística y sentimental de pintora y poeta. Empieza así:
Tú,
tú que bajas a las cloacas donde las flores más flores son ya unos tristes salivazos sin sueños
y mueres por las alcantarillas que desembocan a las verbenas desiertas
para resucitar al filo de una piedra mordida por un hongo estancado,
dime por qué las lluvias pudren las hojas y las maderas.
Aclárame esta duda que tengo sobre los paisajes.
Despiértame.
El texto completo se puede leer pulsando: ALBERTI, R. ‘La primera ascensión de Maruja Mallo al subsuelo’. Gaceta Literaria. 1 de julio de 1929.
En este sentido, vemos que la influencia artística, como reflejó el poeta en sus memorias, se ve ejercida al revés de lo que la crítica tradicional no se ha cansado de manifestar; es la artista, en femenino, quien influye y presenta el modelo que retomará su compañero masculino. /En la ilustración de la izquierda, Maruja Mallo, Colorín, colorete, h. 1929
Al mismo tiempo que se adentraban en estas experiencias, Maruja y Rafael trabajaban conjuntamente en las obras teatrales de Alberti, ya que Maruja Mallo elabora los figurines y decorados de Santa Casilda, obra que no llegará a estrenarse ya que Rafael Alberti lo anulará tras abandonar a Maruja, y La pájara pinta, y los guiñoles de Colorín, colorete.
Otro proyecto que desarrollaron en común fue la preparación conjunta, los poemas a cargo de Alberti y las ilustraciones a cargo de Mallo, del libro Yo era un tonto, y lo que he visto me ha hecho dos tontos, dedicado a los cómicos del cine mudo, y adelantado en varias publicaciones durante el mes de septiembre de 1929 en La Gaceta Literaria.
Maruja Mallo, El arzobispo de Constantinopla (personajes de La pájara pinta), h. 1929
Del mismo modo, cuando se produce el debut de las colaboraciones de Rafael Alberti en el periódico ABC, publicando el 9 de noviembre de 1930 los poemas Chuflillas de “El niño de la Palma”, Joselito en su gloria y Seguidillas a una extranjera, Maruja Mallo es la encargada de ilustrarlos. Y para esta ocasión, realiza un dibujo, que recuerda claramente a Lorca, representando a un torero lidiando un toro, acompañado y contemplado por unos ángeles, desde el mismo albero y desde la barrera.
Ésta última publicación supone el postrer documento de la relación artística y afectiva que vinculó a Alberti y Mallo, ya que en enero de 1931 el poeta se fuga a Mallorca con la escritora María Teresa León, abandonando a Maruja Mallo. Y en ese momento, ambos quizá comiencen a dejar en el olvido esta fecunda relación dificultando así su reconstrucción actual, ya que “el que se hayan perdido tantas y tantas pruebas de esa estrecha relación artística – los figurines y decorados de las obras teatrales y los dibujos sobre los cómicos del cine mudo – son pruebas, quizá, de un olvido consciente por ambas partes, y un ejemplo elocuente podría ser el que Alberti, cuando publique Yo era un tonto…, suprima el poema titulado “Carta de Maruja Mallo a Ben Turpin”.” José Luis Ferris, en su biografía de la pintora Maruja Mallo: la gran transgresora del 27, nos ofrece una explicación para este olvido consentido y buscado cuando nos dice que “[…] la razón de ese silencio cabría buscarla, en primer lugar, en el ciclo de memorias de La arboleda perdida, en cuyo primer volumen, aparecido en Buenos Aires en 1959, Alberti no hace una sola alusión a la artista de Viveiro. El autor de Cal y canto desterró a su compañera y amante de ese testimonio vital por causas que nada tenían que ver con la ruptura traumática que ambos protagonizaron a comienzos de los treinta y sí, bien a las claras, por voluntad y deseo de la que, a partir de aquella fecha, pasó a ocupar la vida afectiva del poeta: María Teresa León. Es, pues, razonable, que Maruja Mallo correspondiera a ese silencio con otro igual, demostrando así un asombroso y, quizá, doloroso respeto, que mantuvo durante más de sesenta años, respondiendo a preguntas directas sobre el asunto con simples evasivas.”
Sin embargo, muchos años más tarde llegaría la reconciliación con el recuerdo, como nos sigue recordando el mismo Ferris, “Tuvo que agravarse el proceso degenerativo de María Teresa León y fallecer ésta para que Rafael Alberti rompiera el pacto de silencio y reparara el falso olvido con un bellísimo texto, “De las hojas que faltan”, publicado en el diario El País el 29 de septiembre de 1985.” Dicho artículo quedó más tarde también incluido entre las páginas que debió ocupar originalmente y “[…] Rafael Alberti, tras medio siglo de silencio, reconocía en la segunda parte de La arboleda perdida su impagable deuda con la pintora, dedicándole a continuación un amplio capítulo que restituía su papel decisivo en el movimiento vanguardista de su tiempo y en la historia de la modernidad.”
Maruja Mallo, en una exposición retrospectiva de su obra.
Un selección del artículo ‘De las hojas que faltan’: «Sucede que si con una nube de olvido se tapa la memoria, ella no es la culpable de lo que no recuerda; mas si el olvido es deliberado, si se expulsa de ella lo que no se quiere por cobardía o conveniencia... ¡Oh! Porque aquella muchacha pintora era extraordinaria, bella en su estatura, aguda y con cara de pájaro, tajante y llena de irónico humor... Se sumergía en las verbenas y fiestas populares, se remontaba al aire en los columpios, retratando a su hermana, casi desnuda, en bicicleta por la playa. .. Yo la admiraba mucho y la quería. Época rimbaudiana de los bares, de los cafés de barrio, de los boks, los helados y las limonadas. Primavera siempre con media peseta en los bolsillos. Y los penumbras de los cines, con la polka y el vals en el piano acompañante de aquellos mudos, geniales asombros de Charles Chaplin, Buster Keaton, Stan Laurel y Oliver Hardy, Harold Lloyd... Se amaba igual la oscuridad de las salas cinematográficas que la de los bancos bajo la sombra nocturna de los árboles».
El texto completo se puede leer pulsando: (ALBERTI, R., “De las hojas que faltan”, en El País, Madrid, 29 de septiembre de 1985)
Lamentablemente, la publicación de dicha reparación coincidió con el momento de decadencia de Maruja Mallo. Había padecido un coma diabético del que logró recuperarse al cabo de un año para, poco después, sufrir una grave caída a resultas de la cual se fracturó la cadera. Como consecuencia es ingresada en la Clínica geriátrica Menéndez Pidal, en la que permanecerá postrada los diez últimos años de su vida.
1.850. EL CANGREJO ROJO (II).
Fue a mí tío José al primero que se lo oí pronunciar un domingo de agosto en La Puntilla, principio de los setenta, con esa media voz como de espías que ponían siempre los mayores cuando hablaban de secretos familiares o de política. Dijo “el Cangrejo Rojo” y enseguida mi tío Manolo y mi padre se perdieron con él, orilla abajo, en dirección al Castillito. Yo ya había escuchado en la clandestinidad doméstica del corredor de mi casa que mi tío José era comunista (de la filiación política de mi padre y de mi tío Manolo no había podido averiguar nada todavía), por lo que imaginé que igual se habían citado, en alguna parte del litoral menos concurrida, con un alto cuadro del Partido, para cerrar los últimos detalles de una democracia que estaba al caer. El Cangrejo Rojo, continúe con mis ya por entonces brillantes deducciones, podía ser el apodo en clave revolucionaria de Santiago Carrillo o de Marcelino Camacho, o del mismísimo Rafael Alberti, que lo mismo tenía un piso franco camuflado, con vistas al mar, en La Arboleda Perdida. /Anuncio en ABC.
Cualquiera de ellos podía ser el autor intelectual de la emboscada definitiva que acabaría para siempre, esta vez sí, con el Caudillo, quizá en su próxima visita a Cádiz, tal vez en la tranquila intimidad de su habitación del Motel Caballo Blanco (siempre la misma), donde pernoctaba cuando bajaba a la provincia. Cangrejo Rojo, Caballo Blanco, no estaba mal como título para una novela con la que El Puerto pasaría a formar parte de la historia gloriosa de todas esas ciudades europeas que se rebelaron y derrotaron al fascismo gracias a algunos héroes anónimos. En el caso que nos ocupa, mi tío José, mi tío Manolo, y Rafael, mi padre, los tres en meyba y con la espalda hasta arriba de Nivea.
Pero no, el Cangrejo Rojo tenía más de Freud que de Marx. Lo descubrí unos años más tarde, a esa edad en la que tan importante como la lucha incansable por la implantación de una sociedad sin clases es la utopía fervorosa e igualitaria del deseo carnal. Aquel Club de Vacaciones, poseía, justo delante del hotel, una zona de dominio público en la que retozaban medio en cueros, soñolientas y despreocupadas, ardientes hembras francesas (las suecas de aquí) que, no teníamos ninguna duda, venían buscando lo que venían buscando. La España alegre y faldicorta, de la que hablaba Fraga como símbolo de modernidad, era una película de Walt Disney al lado de aquel cine con dos rombos que se rodaba cada verano al final de Vistahermosa, en un Puerto ya preparado para el turismo y para lo que hiciera falta, en el que, más temprano que tarde, acabaría triunfando la república dependiente y festiva del amor libre. Nos lo merecíamos, pues habíamos pasado sin traumas, y con una saludable alegría epidérmica, del refajo al traje de baño y del bikini al despelote, gracias sobre todo a nosotros, jóvenes y sobradamente acalorados, machotes coquineros en permanente estado de ebullición, atletas sexuales de la Ciudad de los Cien Palacios y un Número Indeterminado de Fantasmas.
Edificio principal del Cangrejo Rojo, enclavado junto al Pinar de Mochicle.
No voy a negarlo (salvo la primera vez, que me puse las gafas de buzo, el resto de comparecencias las hice siempre a cara descubierta): yo también fui de excursión a esa playa libertina, a la edad en la que, según Quevedo, uno “vivía amancebado con su mano”. Y sí, también doblé bastante la vista a la derecha (en el camino de vuelta, a la izquierda), bizqueando mucho para no perderme detalle, sin dejar nunca de andar, porque si te parabas, algún gabacho, sólo por disimular (era vox populi que todos tenían más venas que una caja de huevas), podía ponerse gallito, acomplejados como estaban por un pasado de guerras perdidas y un presente de cuernos bien puestos.
Sí, definitivamente el Cangrejo Rojo tenía mucho más de Freud que de Marx. (Texto: Pepe Mendoza).
Más información en Gente del Puerto:
1.849. PALACIO DE URIARTE Y BORJA.
Fachadas del palacio de Uriarte y Borja, en Fernán Caballero (portada) y calle Comedias.
Palacio del Capitán General Francisco Javier de Uriarte y Borja (ver nótula núm. 169 en GdP), nacido en El Puerto de Santa María en 1753, hijo de un vasco de Azpeitia y de una riojana. Fue marino, llegando a la mayor dignidad de su carrera, es decir Capitán General de la Real Armada Española en 1836. Asistió a la famosa batalla naval de Trafalgar, al mando del navío Trinidad, que fue el que puso fuera de combate al buque almirante inglés en el que Lord Nelson halló la muerte.
Patio interior del Palacio, cuando era escritorio de Bodegas Osborne.
En 1822 Uriarte y Borja se retiró a vivir en nuestra Ciudad, donde falleció en noviembre de 1842, sin dejar descendencia. En 1983, sus restos mortales, como Capitán General, fueron trasladados desde el Cementerio de El Puerto hasta el Panteón de Marinos Ilustres de la vecina localidad de San Fernando, en un acto organizado por el colaborador de estas páginas, Luis Suárez Ávila (ver nótula núm. 128 en GdP).
Planta alta de escritorios de Osborne.
Otra imagen del Palacio de Uriarte y Borja.
En dicho palacio, donde estuvieron los escritorios de Bodegas Osborne (entre las calles Comedias y Fernán Caballero), se encuentran en la actualidad, tras su destrucción, la sede central de Bodegas Osborne, un edificio moderno para su época, hoy sobredimensionado para el personal que trabaja en las mismas.
Solar del desaparecido palacio tras el derribo, sobre el que se construirían las actuales oficinas de Osborne.
Actual sede del Grupo Osborne. /Foto Mata. Año 2002.
Hotel Doña María, en la calle Don Remondo. Sevilla.
La portada del Palacio Uriarte y Borja, tras el derrumbe, se encuentra en Sevilla, sirviendo de puerta de acceso al Hotel Doña María, en la calle Don Remondo.
1.846. GREGORIO MARAÑÓN. Ascendentes portuenses.
En la revista local “Cruz de Guía”, que edita la Hermandad del Dolor y Sacrificio, correspondiente a la Semana Santa de 1968 –hace 45 años- se publicaba la reproducción de una cariñosa carta remitida por Gregorio Marañón Moya, en aquella fecha director del Instituto de Cultura Hispánica, hijo del insigne médico, escritor e historiador, Don Gregorio Marañón Posadillo, uno de cuyos párrafos transcribimos: “… Cuando cumplí la mayoría de edad, mi padre me llevó a El Puerto y allí, en sus aguas azules de sol y sal –de cielo y tierra- mi padre, con una gran concha de sus antepasados me volvió a bautizar. Es ello para mí un recuerdo emocionante y siempre vivo.” /En la imagen, Gregorio Marañón Posadillo, visto por el pintor Povedano.
Esta tradición familiar de bautismo simbólico con agua de mar de la bahía de Cádiz, desconocemos si se realizó con sus otros hermanos y generaciones posteriores, aunque damos por hecho que también la experimentó su padre y, presumiblemente, sus ascendientes maternos, los Vernacci, vinculados nada menos que en cinco generaciones con Cádiz y El Puerto, de entre los que destacaré a Juan Vicente Vernacci, significado miembro de la Armada, comandante de la nao “Magallanes”, responsable, entre otras misiones y acciones de mérito, del levantamiento de los planos del puerto mejicano de Acapulco, en 1808. En la genealogía de la rama materna de Marañón sería el abuelo de su bisabuelo.
Al ser tan evidente la comunión del eminente y prestigioso personaje con El Puerto de Santa María cobró fuerza popular la creencia de que su madre, Carmen Posadillo Vernacci era portuense. No parece que sea así, o mejor dicho, exactamente así, puesto que no figura incluida en el listado de nacidos del Registro Civil que se conserva en el Archivo Histórico Municipal de El Puerto. Doña Carmen, “gaditana de gran belleza” como refiere Marino Gómez Santos en su obra “Vida de Gregorio Marañón” nació en 1859 en Cádiz capital.
Gregorio Marañón en una imagen de 1908. / Foto: Archivo Belén Marañón Moya.
Era hija de Manuel José Posadillo Bonelli, también gaditano de nacimiento, al que podemos definir de ascendencia cántabro-andaluza pues su padre, Francisco Posadillo Helguera, había nacido en Castro Urdiales y pertenecía a la cuarta generación de ese mismo apellido y procedencia, y la madre, Josefa Bonelli Caballeri, era natural de Cádiz pero con evidente ascendencia italiana. Manuel José Posadillo había emigrado en su juventud a Filipinas. Posteriormente se licenció en derecho, alcanzando un merecido prestigio como abogado, ejerciendo diversos cargos en la Magistratura de la isla de Cuba durante quince años. Militante destacado del partido Conservador, en su dilatada carrera profesional ejerció como Magistrado del Supremo, ocupando plaza de Ministro en el Supremo Tribunal de Justicia, siendo uno de la treintena de magistrados cesados entre 1837 y 1866 por motivaciones políticas, aunque poco después, volvería a Cuba, nombrado presidente de la Audiencia de La Habana. Encargado de pronunciar el discurso de apertura del curso 1868, en su redacción se observa la facilidad de expresión y la elocuente exposición de datos y temas, virtudes que heredará su nieto Don Gregorio, al que profeso una singular devoción y gran admiración por la pulcritud de sus trabajos históricos.
La esposa de Posadillo y abuela materna de Don Gregorio Marañón sí nació en El Puerto de Santa María, alrededor de 1830. Se llamaba Guadalupe Vernacci Sedze y fue la única hija habida en el primer matrimonio de Joaquín Vernacci Aguado, subteniente de Infantería y propietario, con María Antonia Sedze Bosarco. Joaquín Vernacci, nacido en Cádiz, era hijo, a su vez, de José Vernacci Retamar, también gaditano, teniente de Fragata, capitán del puerto de esta ciudad y de una de las nietas de Roque Aguado, el que labró la casa palacio de la plaza del Polvorista, llamada María del Carmen Aguado Mejias. /Gregorio Marañón Moya, primer marqués de Marañón.
Es probable que la abuela de Marañón naciese en la casa de calle Cielo, frente a Caldevilla, que es en la actualidad la casa del párroco de San Joaquín. Allí he localizado a Joaquín Vernacci en los padrones de 1836. En esa fecha había enviudado y figura censado junto con su segunda esposa, María Dolores Moreau Meleros y dos de los diez hijos que, pasando los años, procrearía en este segundo enlace. Años después se trasladaron a la casona de calle Larga número 19, conocida como “De Torrejón” donde arrendaron el piso principal. Y esta nueva consorte, nacida en El Puerto, era hija de un francés de Sant Marie de Olorón llamado Domingo Moreau y de la jerezana Maria Angustias Melero.
De la amplia prole Vernacci Moreau vamos a referir aquí solamente a dos de ellos: Joaquina, que entroncaría con los Sancho al casar con Juan de Mata Sancho de Sopranis y, de forma especial, a Dolores Vernacci Moreau, media hermana de Guadalupe, que contrajo matrimonio con su cuñado, un hermano de Manuel Posadillo llamado Joaquín Posadillo Bonillo, que había nacido en Cádiz en 1818 y, por tanto, superaba en 24 años a su cónyuge, que nació en El Puerto en 1842. Joaquín era funcionario adscrito a la Dirección General de Contribuciones. Suponemos que al ser destinado a nuestra ciudad como auxiliar de la contribución territorial, visto el parentesco existente con la hija mayor de Vernacci y el consiguiente trato social, nacería la relación que terminó en boda y, al casarse dos hermanos con dos hermanas, los hijos de ambos matrimonios llevaban el mismo apellido: Posadillo Vernacci, posible origen de la confusión apuntada anteriormente.
Tres generaciones en el Cigarral de Menores de Toledo: Gregorio Marañon Posadillo, Gregorio Marañon Moya y el entonces niño Gregorio Marañon Bertrán de Lis, actual marqués de Marañón. /Fotografía de Juan Gyenes en 1954.
A esta última familia solamente la he localizado en los padrones de 1866 censada en calle Larga, en el Palacio Oneto. Figuran el matrimonio y dos de los cinco hijos que nos consta tuvieron, en este caso Dolores y Milagros, primas hermanas de Carmen, la futura madre de Marañón, a la que les unía una buena amistad, además del parentesco, con las que pasaba temporadas y que serian el nexo de unión con Marañón que las consideraba sus “titas de El Puerto”.
Resumiendo, los parientes portuenses de la madre de Marañón, y por extensión de él mismo, fueron nada menos que diez tíos y tías, los Vernacci Moreau, hermanos de padre de Guadalupe Vernacci Sedze; Josefa, José María, Dolores y María del Carmen Sancho Vernacci, primos hermanos de Doña Carmen Posadillo al igual que Francisco, Joaquín, Dolores, Angela y Milagros Posadillo Vernacci, los hijos de Joaquín Posadillo y Dolores Vernacci y también su abuelos Antonio Sedze Verges y Josefa Bosarco. Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz.- A.C. PUERTOGUÍA
1.842. VICTORIA EUGENIA FDEZ. DE CÓRDOBA Y FDEZ. DE HENESTROSA. Hubiera sido Condesa de El Puerto de Santa María
Victoria Eugenia Fernández de Córdoba y Fernández de Henestrosa, quien pudo haber tenido –caso de haber sido renovado ante el registro correspondiente—el título de Condesa de El Puerto de Santa María, ha fallecido en la tarde del domingo en su domicilio familiar de la Casa de Pilatos de Sevilla a los 96 años de edad. /En la imagen de la izquierda, Victoria Eugenia Fernández de Córdoba.
El Condado de El Puerto de Santa María es el título nobiliario español que Isabel I de Castilla concedió el 31 de octubre de 1479 a Luis de la Cerda, VII Señor de El Puerto, por los servicios de guerra prestados en la de Sucesión Castellana y en las Guerras de Granada. También le concedió la dignidad de Duque de Medinaceli, título posterior. Los herederos no renovaron el título que, actualmente, no está en vigor.
Cualquiera persona con derechos sobre el mismo puede solicitar ante el Ministerio de Justicia para sí o sus herederos la activación del Condado de El Puerto de Santa María, un título de prestigio, que no dinerario ni de posesiones. En 2009 existían en el Reino de España 2.874 títulos nobiliarios, en posesión de 2.205 personas. Cerca de 400 son Grandes de España. Entre las diez mayores casas ducales, suman 199 títulos.
Esta aristócrata era nueve veces duquesa, diecinueve veces marquesa, diecinueve veces condesa y cuatro veces vizcondesa y once veces grande de España. El título más destacado y por el que era conocida era el de duquesa de Medinaceli. Victoria Eugenia era la mujer con más títulos de España después de la Duquesa de Alba, y era la cabeza de una de las ramas aristocráticas más importantes de nuestro país, rivalizando tan solo con la Casa de Alba y la Casa de Medina Sidonia. Victoria Eugenia sucedió en 1956 a su padre, tras la muerte de éste, en el ducado de Medinaceli. Heredó su nombre de la Reina Victoria Eugenia, a quien su madre servía como Dama de la corte. /En la imagen de la izquierda, escudo de la Casa de Medinaceli, en el claustro del Monasterio de la Victoria, en un lamentable estado de conservación.
Esta Casa tiene en propiedad y gestiona a través de su fundación monumentos como el Hospital Tavera de Toledo (en el que se exponen cuadros de autores como El Greco, Zurbarán y Luca Gordano) y la Sacra Capilla de El Salvador de Úbeda (Jaén), entre otros.
Victoria Eugenia nació en Madrid el 16 de abril de 1917. Contrajo matrimonio en el 12 de octubre de 1938 en Sevilla con Rafael de Medina y Vilallonga, alcalde de Sevilla entre 1943 y 1947con quien tuvo cuatro hijos: Ana, Condesa de Ofalia, fallecida en 2012, Luis, Marqués de Cogolludo, muerto en 2011, Rafael, Duque de Feria, que perdió la vida en 2001, y el único superviviente, Ignacio, Duque de Segorbe. También conoció a 9 nietos y 9 bisnietos. /Una imagen de Victoria Eugenia, de joven, en la Casa de Pilatos (Sevilla).
Ayer lunes se ha celebrado una misa por su eterno descanso en la capilla de la Casa de Pilatos , los cuales recibieron, posteriormente, sepultura en la cripta del Hospital San Juan Bautista de Toledo, panteón de la Casa de Medinaceli.
En la fotografía, amigos de la Duquesa de Medinaceli, asistiendo ayer lunes a su sepelio en la Casa de Pilatos.
1.839. REUNIÓN EN EL BAR LAS CADENAS.
A la izquierda de la imagen aparece Celestino de Serdio, el que fuera propietario del Bar Las Cadenas, (hoy lo regenta su hijo), situado en la calle perpendicular al río que parte desde la plaza del Polvorista. En su flanco izquierdo se encuentra el Palacio de Vizarrón o Casa de las Cadenas que da nombre a la calle, donde existen dos accesos secundarios al citado Palacio (hoy semiruinoso y con la parte trasera destruida por la piqueta, la incuria y el abandono secular porteño) una portada sencilla con arco rebajado sin elementos decorativos y otra, más importante, adintelada, con pilastras de sillares de orden rústico sobre esbeltos pedestales, dintel con dovelas en derrame y escultura en la clave. En el flanco de la derecha se encuentra la Casa de Roque Aguado, donde se ubicaba hasta primeros de este año el Bar Playa ‘El Rempujo, regentado por Antonio Sánchez López. Vemos en la imagen también a Cuevas, Sánchez Alonso y Oviedo, entre otros.
1.836. ESTAND DE A. & A. SANCHO. Año 1923
La imagen es del fotógrafo sevillano Juan Barrera Gómez (1864-1941), con estudio fotográfico en c/ Cuna, 54 (Sevilla).
Creemos que esta fotografía, en la que se ve al muchacho encargado del estand de la firma vinatera A. & A. Sancho de El Puerto, podría pertenecer a la Exposición de Productos Andaluces para la Exportación (Sevilla, abril-mayo de 1923), instalada en el Pabellón Real del Palacio de Bellas Artes de la Plaza de América (actual Museo Arqueológico) como complemento del I Congreso Nacional de Comercio de Ultramar (América y Filipinas).
La exposición, que se prolongó por espacio de un mes, fue inaugurada por los reyes don Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia un lluvioso 11 de abril de 1923 y contó con la presencia de los infantes don Carlos de Borbón y doña Luisa de Orleans, autoridades, congresistas y numeroso público. Entre otros productos, se mostraban cerámicas, muebles, perfumes, maquinaria, vinos, aceites, aceitunas, algodón, etc. Un día después de la inauguración, el diario ABC informó de que “varios expositores de vinos de Jerez obsequiaron a los augustos visitantes”.
Agradeceríamos a los visitantes de este portal informático su colaboración para lograr la identificación de la persona que aparece en la foto. /Texto: Bernardo Rodríguez Caparrini.
¿FUENTERRABÍA O FUENTEBRAVÍA?
Don Juan Leiva en la pagina 245 de su texto: “EL PUERTO A TRAVÉS DE SUS GENTES, SUS CALLES, SUS TIERRAS, SUS PLAYAS…” se pregunta el porqué de esta dualidad en la denominación de nuestra destrozada playa y afirma que no ha oído a ningún portuense que defienda como definitivo uno de los dos. Por mi parte no hay duda de que su nombre oficial es Fuenterrabía. Basta para comprobarlo ver la última edición del Mapa Topográfico Nacional de España CMTN50 cuadrícula 1061.
El desaparecido funicular de Fuenterrabía.
Pero como dice la cantiña: “Voz del pueblo voz del Cielo”, no voy a pontificar desde aquí cual de los dos debería emplearse. No obstante, como portuense converso, debo dar testimonio de lo que en su día fui testigo presencial y que explica la dualidad citada.
El parador Fuenterrabía, propiedad de Antonio Sancho y Gloria Jiménez.
Corría el año 1949. En el mes de septiembre se casaron de forma conjunta las dos hijas menores del Doctor Muñoz Seca, mi abuelo. La doble boda se celebró en el conocido por todos como El Parador, magnífico complejo hostelero sito en los altos de nuestra playa, erigido y explotado por el emprendedor matrimonio que formaban Dña. Gloria Jimenez y D. Antonio Sancho y que incluso contaba con funicular propio para acceder a la playa. Ambos mantenían una profunda amistad con mis abuelos, hasta tal punto que su regalo de bodas fue el convite en su Parador en el que participaron más de trescientas personas.
Una tarde, dos semanas después del evento, acompañé a mis abuelos al Parador en visita de agradecimiento al matrimonio Sancho-Jimenez por su más que espléndido regalo. Durante la visita D. Antonio nos contó las aventuras que vivieron en su estancia en las Américas donde llegaron a ser transportistas en Tierra de fuego. En un momento de la conversación mi abuelo preguntó la causa del cambio del nombre inicial de Parador Fuenterrabía, en honor a la playa, por el de Fuentebravía. Don Antonio explicó que había tenido serios problemas con el nombre de Fuenterrabía ya que clientes extranjeros aparecían en la Fuenterrabía guipuzcoana buscando el Parador, lo que le había supuesto muchos quebraderos de cabeza y de ahí que decidiera cambiar el nombre original por otro semejante pero debidamente diferenciado.
Tuvo el ingenio de denominarlo Fuentebravía que no solo reúne los requisitos deseados sino que encierra una belleza indudable. Este cambio no solo se circunscribió al Parador ya que a las autoridades locales, según nos contó don Antonio, les pareció excelente el cambio y promovieron que se extendiera su uso de forma oficiosa a la zona comprendida entre el desaparecido Monte de Fuenterrabía y La Chiripa.
Algún tiempo después, el inquieto y emprendedor matrimonio vendieron El Parador y erigieron otro complejo hotelero mayor y con mayores perspectivas de negocio en las cercanías de Tarifa, denominado El Mesón de Sancho. /Texto: Joaquín Solís Muñoz. Fotos: Colección Pepe Mesa.
1.826. LUIS FRANCISCO DE LA CERDA Y ARAGÓN. IX Duque de Medinaceli. Cumpleaños imaginario en el Coto de Valdelagrana.
El sol era un disco granate que apareció sobre los meandros del Guadalete en la amanecida del dos de agosto de 1688, hace justamente 325 años y un día. En esa época del año apenas era perceptible la rociada que habitualmente cubría el suelo marismeño y las copas de los numerosos pinos que, formando manchones, poblaban la isleta que se establecía entre los ríos Guadalete y San Pedro. En esta amplia y llana extensión, alternaban zonas de marismas y otras similares a una tundra, en la que se ubicaban las salinas, con otras de bosquecillos de pinos y terrenos de libre pasto vecinal, zona que respondía al calificativo de “coto de los conejos” por la gran cantidad de estos sabrosos mamíferos nacionales que resultaron todo un descubrimiento cuando griegos y romanos pisaron por primera vez la península ibérica y los conocieron y cataron, según refiere el historiador griego Polibio (siglo II antes de Cristo) que es el que describe por primera vez este animal ibérico, más pequeño que la liebre, que si conocían. /En la imagen, retrato de Luis Francisco de la Cerda. Óleo sobre lienzo, obra de Jacob Ferdinan Voet, que se custodia en el Museo del Prado.
Desde primera hora de la mañana, al filo del amanecer, numerosos sirvientes del duque de Medinaceli se habían congregado en uno de estos manchones de pinar, a poco más de una legua de la ciudad, cercano al río San Pedro. Dos carretas, de las llamadas “galeras”, tiradas por bueyes, habían llevado el día anterior todo el material logístico necesario para la jornada cinegética que tendría lugar en este mismo escenario, principal acto lúdico de los que ese día, el del 27 cumpleaños del mayor de los varones del duque don Juan Francisco, estaba programado. Unos, montaban varias tiendas de las usadas por el ejército que servirían para dormir la siesta tras el suculento almuerzo y reponerse del cansancio por el trasiego y ejercicio de la caza y, tal vez, para los más jóvenes y osados, para refocilar con alguna de las doncellas del servicio. Otros preparaban mesas, palios y entoldados que la cubriesen y los encargados de la regia pitanza que se preparaba disponían una compleja cocina de campaña en la que se prepararían las piezas de caza –perdices y conejos- de muy diversas maneras: con arroz, estofado, -con patatas, champiñones y tomates secos-, guisado en caldereta con las perdices y hasta en adobo, utilizando las primeras piezas cazadas. A las carnes, por aquello de no existir unanimidad en cuestión de gustos, se le añadía una docena de cochinillos que se traían vivos y se sacrificaban allí mismo sirviéndolos asados con el complemento de almejas y coquinas cogidas en las inmediaciones y también cangrejos y algunas piezas de pesca, si hubiese suerte en los lances realizados en paralelo a la caza. Todo ello, por supuesto, regado con buenos vinos de diversa tipología y el colofón del postre de frutas frescas, recién cogidas, entre las que destacaban rojas sandías y dulces higos brevales.
Pinares. Óleo de Manuel Sosa.
Aparte, el personal que colaboraba en la jornada cinegética. Los armeros ponían a punto escopetas y arcabuces. Los encargados de las jaurías mantenían como podían el orden entre los inquietos podencos y los porteadores de las jaulas de madera y alambre llenas de cebadas perdices, criadas en cautividad, se habían alejado para situarse en la zona desde donde darían suelta a las aves, a las que azuzarán oportunamente con retamas para que levanten el vuelo y sean presa fácil de los invitados a la cacería. A la extensa población de conejos, le venía bien una limpieza como la que se produciría este día. Tan bien como a los conventos y al hospicio que recibirían, por orden del duque, una parte de las piezas cobradas. El encargado de los hurones, guardados en cestas de mimbre, oteaba el camino esperando ver de un momento a otro la polvareda que indicase la inminente llegada de los caballeros participantes en la cacería, pero antes de que esto suceda, debo ilustrar al lector sobre la figura del personaje en honor del cual se celebraba la cacería: Luis Francisco de la Cerda y Aragón.
Era hijo de Juan Francisco de la Cerda y Enríquez, VIII duque de Medinaceli, --a la izquierda de la imagen-- el cual, con mucho mundo vivido y un tanto hastiado por las responsabilidades que cayeron sobre sus hombros en años precedentes pasaba grandes temporadas en sus dominios portuenses haciendo vida de prejubilado de Estado, pues siendo aun relativamente joven –tenía 50 años- podía montar, jugar al billar y a los bolos y otras actividades como la caza, negadas a personas de mayor edad, alternando estas acciones ociosas con sus deberes y obligaciones de carácter privado, el despacho, dirección y administración de su Casa y la presidencia del cabildo ducal que regía los destinos de la ciudad. Luis Francisco de la Cerda, en esa fecha, era general comandante de la escuadra de galeras de Nápoles, a las órdenes del virrey de aquel estado español, el marqués del Carpio. Llevaba cuatro años sin ver a la familia, desde que en 1684, contando 24 años, fuese nombrado para tan importante cargo. Aprovechó una escala realizada por la escuadra napolitana en Cartagena, en una de las visitas recíprocas que habitualmente se producían entre esta y la escuadra española de galeras que, como conocerá el lector, hacía años que había trasladado su base desde el Gran Puerto de Santa María a la ciudad murciana de Cartagena, patria chica de Isaac Peral, para acercarse a su ciudad natal y celebrar su 28º cumpleaños con sus padres, el ya mencionado VIII duque de Medinaceli y Catalina Antonia de Aragón, duquesa de Segorbe, que tenía en esa fecha 53 años, y hermanos, en realidad una sola hermana soltera, Ana Catalina, que tenía en esa fecha 25 años. De los catorce hermanos restantes, nueve habían fallecido en esa fecha y solo vivían otras cuatro hermanas: Feliche, Juana, Lorenza Clara e Isabel María, todas casadas y residentes en diversos lugares de la península e Italia.
Pronto, la nutrida comitiva, se hizo visible en la senda que llevaba hasta el lugar elegido para montar el campamento. La encabezaba el portaestandarte ducal al que seguía el capitán de la compañía de milicias del duque, a modo de escolta, y el grupo de caballeros que rodeaban al propio duque y a su hijo, al que acompañaban algunos de sus tenientes, capitanes de las galeras de su escuadra, seguidos por otros invitados como eran el alcaide, algunos regidores y caballeros de los denominados “cuantiosos”, es decir, personas que sin estar al servicio expreso del duque, tenían o contraían obligaciones militares para con él, en el caso de ser requerido para ello.
Pinares. Óleo de Sosa.
La jornada de caza transcurrió, tal como estaba previsto, con gran lucimiento de los participantes, cobrándose numerosas piezas. Después de retozar con poca ropa por la orilla del río y refrescarse en él, se entregaron al yantar, bebiendo sin mesura, conforme era costumbre, entre plato y plato, con gran vocerío y escándalo. En la sobremesa, el duque preguntó a Luis Francisco por el comportamiento del arcabuz de caza que le habían regalado por su cumpleaños, una verdadera joya, digna de un príncipe. La cureña de madera noble estaba recubierta con planchas de latón dorado profusamente decorado con motivos geométricos y buena parte de las incisiones y surcos cubiertos con granates y esmaltes en blanco y negro. En el lomo del largo cañón empavonado, haciendo contraste con su color obscuro, figuraba una chapa de oro con la inscripción: “SOI DE D. LUIS FCO DE LA CERDA Y ARAGÓN”. Después, la conversación giró en torno a incidencias de la escuadra de galeras y la necesidad de contratar cada vez a mayor número de remeros de los llamados de “buena boya” ante la escasez de esclavos y penados que cubrieran todos los puestos… del espectacular montaje del retablo en la capilla de la Cofradía del Santísimo Sacramento en la Prioral con las placas de plata que trajo de San Luis de Potosí el capitán Juan Camacho, participante en la cacería… sobre la ambición de poder de Luis XIV de Francia y la guerra que se veía venir y de otros muchos chismes de la corte.
Al atardecer, cuando el mismo disco con el que iniciamos nuestro relato, estaba medio oculto tras las doradas dunas, los viñedos y lo olivares de la costa Oeste que conformaban la línea del horizonte desde el puente de barcas, por encima de los edificios de escasa altura que se alineaban en la ribera del Guadalete, tiñendo de púrpura el azul purísimo del cielo, la nutrida caravana estaba de vuelta. A su paso, el vecindario, como si de una procesión se tratase, salía de las casas o se asomaban a ventanas y balcones y toda la chiquillería les acompañó por la marina y la calle de los Oficiales hasta que llegaron a su destino final, el palacio del duque.
La Historia que conocemos, en general, es la que han querido contarnos los contemporáneos de cada época, sin que podamos saber con certeza plena si sucedieron de la forma en que se indican o de otra bien diferente, enfrentada a los intereses o ideales del que los narró. Hemos querido referir una escena imaginaria, como habrá podido deducir el lector, que bien pudiera haber sucedido tal como la hemos recreado. Este importante personaje es bien real. Nació en El Puerto de Santa María en 1660, y falleció sin descendencia en Pamplona, en 1707, encarcelado por una supuesta conspiración contra Felipe V. Fue el IX duque de Medinaceli desde 1691, fecha del fallecimiento de su padre y entre los muchos cargos que desempeñó figura el de virrey de Nápoles. /En la imagen, escudo de la Casa Medinaceli.
Con él la casa Medinaceli pierde la varonía mantenida desde el II duque, también nacido en El Puerto de Santa María, pasando el título a los descendientes de su hermana Feliche María. /Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz - A.C. Puertoguía.
1.825. JOSÉ FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ. Fallece el fundador de la saga hostelera del Bar Jamón.
José Fernández Rodríguez, en el almacén de comestibles ‘Casa Joselito’ en la calle Postigo, 24, en noviembre de 1948. Anuncios de la época, género al por menor, latas y embutidos que ayudaron, gracias a la generosidad y la paciencia de Joselito, a tirar para adelante a muchas familias.
José Fernández Rodríguez, nació hace casi 90 años en Tuy, en el Concejo de Porriño (Pontevedra). Con once años -en 1934- vino a El Puerto de chicuco, para ayudar en el almacén de unos gallegos existentes en la esquina de la calle Cruces con Postigo: “La Gloria” que luego sería un bar y freidor de pescado. Allí estuvo hasta que se fue al servicio militar. A la vuelta montó en la esquina de la calle Capillera con Postigo un almacén de comestibles y una taberna, “Casa Joselito”. Le alquila a Armando Micaletti un corral que había enfrente y construye con sus manos una especie de posada para los trabajadores que venían a trabajar a las diversas grandes obras públicas que se hacían en la zona; así les daba cama y comida.
En 1958, el 25 de noviembre, de izquierda a derecha: Mercedes, Rafael y Jose -Joselito- Fernández Rodriguez y Paco Peña, tras la barra del restaurante.
Los negocios van prosperando, adquiere ese local y en 1955 abre, el que sería el primer “Bar Jamón” cuyo nombre fue puesto por los clientes, dado el tamaño de las lonchas de jamón que ponía como tapas. Da un nuevo giro al negocio y lo divide en tres partes, intercomunicadas entre sí: el Bar, una Confitería y un nuevo Almacén de comestibles, que con el tiempo, tras las múltiples reformas vividas por el establecimiento, sería el supermercado del Barrio Alto. Para la cocina, para seguir con el éxito de las comidas caseras, Joselito se trajo de Galicia a su hermana Mercedes y luego a su hermano Rafael, quien permanecería hasta su jubilación en la barra del bar de la calle Capillera. Los guisos de conejo, el pollo guisado, riñones al vino fino, berzas varias, eran el argumento por el que muy pronto se hizo conocido el nuevo establecimiento.
El día de la inauguración oficial (25 de noviembre de 1958) del Bar Jamón en la Calle Capillera. De izquierda a derecha, Francisco Fernández Galloso, pelando unas gambas, niño desconocido, Francisco García Máiquez, Juan Rodicio, Manolo Verde, Joselito Fernández Rodríguez, Ricardo Rodríguez Álvarez, de La Bota de Oro; Ariza, del Banco Hispano Americano, Rivera, Francisco Martín Repollet, Sabas Manuel Martín Repollet, Rafael González Bruzón y Francisco González Rivera.
La empresa funciona a base de mucho trabajar y a principio de los sesenta del siglo pasado se abre una terraza en la azotea. Llega la televisión y en 1963 es el segundo televisor que se instala en un establecimiento de comidas y bebidas en El Puerto, tras el Bar La Liga; la vieja Philips se jubilaría después en el domicilio familiar de Joselito, donde no llegó la televisión hasta que se compró una nueva para el bar. Los niños de los clientes, y los vecinos del barrio, veían las películas de los domingos sentados en la escalera de acceso a la terraza. E innovador como era, se inventó un montacargas de tracción manual para subir los alimentos desde la cocina al piso superior.
Chocolate Zahor regalaba una batería de cocina, pieza a pieza, entre su clientela. Estamos en 1964, en el almacén de Joselito, repartiendo las piezas del conjunto entre la clientela. Vemos a la izquierda a Marcelino, Pepi, Fale de niño, Rafael Fernández en el reparto, entre otras a Isabel y su hija y a la madre del popular Luichi, ya sacado en estas páginas con nótula propia. Chocolate El Gorriaga, entregaba, también, un balón de reglamento -de cuero- entre sus consumidores.
Recuerda Pepe, el hijo de Joselito, que los clientes traían el marisco desde Romerijo, y se sentaban en las numerosas mesas que se habilitaban en la calle Capillera, entonces de arena, que previamente regaban y preparaban para recibir las avalanchas que se desplazaban, entonces, calle San Juan arriba, por el Barrio Alto. Hasta se instaló un toldo para hacer más cómoda la estancia a la parroquia. En 1974 se hace una nueva ampliación y nuevas mejoras estéticas vendrían seis años mas tarde, en 1980, con su hijo mayor, Pepe Fernández cada vez más implicado en el negocio, donde había aprendido a hacer de todo y por tanto lo conoce desde sus cimientos.
Interior de la barra del restaurante en la calle Capillera, que aguantó hasta el final, tras la reforma de 1980. Rafael Fernández, tío y sobrino, tras la barra.
Una navidad, Joselito se pertrechó tanto de jamones que tuvo necesidad de colgarlos del techo del bar, lo que acabó por convertirse en una peculiaridad del establecimiento: los turistas venían a hacerle fotos y los americanos, especialmente, se sentían gratamente “condecorados” cuando una gota de la grasa que goteaba de la pieza del gorrino les señalaba la chaqueta. No se habían inventado aún las “chorreras”, que aparecieron mas tarde, primero de hojalata y luego de plástico. (La expresión “jamón con chorreras” o jamón “sudado” se debe al proceso de generación de sabrosos fluidos que sufre la grasa del cerdo con las subidas de temperaturas). Eran los tiempos del jamón a tacos -y Joselito se hartaba a cortarlos y prepararlos- y de una carne rellena o mechada única en su género que, con motivo de algún aniversario del establecimiento, deberían volver a mostrar a las nuevas generaciones de clientes de sus nuevos restaurantes. Es una vieja reivindicación de algún cliente devoto de aquel manjar -quien suscribe- que no se resigna a que haya desaparecido de la carta del restaurante. (En la fotografía, el afamado Pan de la Casa).
Los negocios familiares se expandirían, abriendo su hijo Pepe, ya como gerente, La Bodedeguilla del Bar Jamón, en la calle Misericordia en 1989, y que hoy regentan su otro hijo, Rafael y su nuera Mamen. Allí se inventó el Pan de la Casa (pan de cortijo ligeramente tostado, aceite de oliva del bueno, tomate y jamón), al que siguieron otros: de mechada, de queso, de huevo… Y ya lo copian en tantos sitios…. En 1998 se inauguraba el actual Bar Jamón junto a la rotonda del Molino Platero, emblema del grupo Jamefer, nombre comercial de José Fernández Rodríguez e hijos. /El pan de la Casa
Sus hijos siguieron con la expansión y durante años han dirigido otros negocios como la confitería “Los Sanluqueños” hoy “Ntra. Señora de la Merced” que lleva abierta 53 años y en la actualidad es regentada, junto con la cafetería, por Manolo Fernández. Ignacio tentaría a la suerte no hace mucho con La Casa del Chocolate, en pleno centro de El Puerto, entre Luna y Nevería, no estando la situación actual para apuestas de tanto nivel en nuestra Ciudad.
José Fernández Rodríguez, el gallego, ha dejado muchos negocios funcionando y un potente espíritu empresarial. Y seis hijos: Pepe, Manolo, Fale, Mercedes, Jesús e Ignacio. Hasta ahora se dedicaba a su huerta, a cuidar de los nietos, a hacer algún viaje por su tierra gallega y observar la vida desde la atalaya de tantos años vividos y trabajados. Nos dejaba la madrugada del 1 de agosto en la Clínica Santa María, a punto de cumplir 90 años. Descanse, justamente, en paz. /Texto: José María Morillo.
Hoy a las 10:00 en el Tanatorio de El Puerto de Santa María se celebrarán las honras fúnebres y posterior incineración.
1.808. MANUEL GONZÁLEZ FIGUEROA. Y los desayunos de la Venta ‘El Cepo’.
El agricultor y prócer roteño, Manuel González Figueroa, quien fuera presidente de la Peña Tendido 7, persona culta, leída e instruida, poso de conocimientos, tenía, como todos los sabios, un gramo de locura. Su vida fue azarosa y sus andanzas, ocurrencias y dichos relacionados o acaecidos en su presencia y en nuestra Ciudad, bien merecen que le dediquemos en su momento, una nótula en Gente del Puerto. Vaya como adelanto este artículo que publicó en un periódico provincial, apropiándose del seudónimo de Marqués de Carabás, dedicado a uno de sus lugares favoritos, cercanos a los recintos carceleros, digno de coplas. In memoriam.
«Estoy hasta los cojones de los desayunos de pan con aceite de oliva. Los mismo le pasa a muchísimas personas, unos, los toman por la edad o por los saludables informes macrobióticos. Algunos, incluso, lo hacen por esnobismo, porque está bien visto, porque es in.
Hace años que hemos desterrado la manteca colorá, la blanca con zurrapa de lomo, la colorá con tropezones de asaduras o la de zurrapa de morcilla o, incluso, la delicia de las delicias, la verdadera y auténtica exquisitez, el súmmum de la delicatessen: la pringá, así como suena, con su cacho de tocino. Todo lo descrito no se puede comer a diario por la vida sedentaria, a no ser, que se juegue al tenis, se caven zanjas y otras cosas por el estilo.
La pringue del cerdo es veneno para los sedentarios, ya lo sabemos, pero una vez a la semana se puede comer, y eso es lo que hacen las decenas de ciudadanos que nos reunimos todas las mañanas de los fines de semana, desde hace algunos años, en la Venta ‘El Cepo’, de viernes a domingo, hasta pasado algo más de las doce del medio día.
Vienen de Jerez, de Rota, de El Puerto, Sanlúcar, Rota e incluso de Costa Ballena. Yo mismo voy a ‘El Cepo’ a los desayunos cortijeros. Allí no hay gilipollas que se ruborizan por ver a tantos fieles a la bendita colorá. Un día a la semana tonifica el ánimo. Y, además, se ha demostrado por científicos USA, que es un antidepresivo eficaz. ¡Ah, también hay aceite de oliva! Y a los que desayunan mantequilla con mermelada los miramos por encima del hombro».
1.805. RAMON COLOMA GARCÉS. Médico reputado. Progenitor del Padre Luis Coloma.
Nos complace recordar y divulgar algunas pinceladas biográficas de este portuense en el 140º aniversario de su fallecimiento, ocurrido el 13 de julio de 1873, personaje que ya fue reivindicado como “Portuense Ilustre” por el archivero Juan Cárdenas, hace ahora un siglo, al incluirlo como tal en la relación que publicó en la Revista Portuense del 30 de abril de 1913. /En la imagen, portada de la casa de San Sebastian número 5, casa en la que probablemente naciese Ramón Coloma, en la que vivía la familia en 1816.
Dentro de un par de años, en 2015, se conmemorará el centenario de la muerte del jesuita jerezano Padre Coloma, (ver nótula 434 en GdP) ilustre escritor y periodista, académico de la lengua, autor entre otras de la novela “Pequeñeces”, todo un “bets seller” literario en la última década del siglo XIX. En nuestra época actual muchas familias aún mantienen la tradición, pasada de generación en generación, de poner un regalo debajo de la almohada en la caída del primer diente de nuestros hijos y nietos. Se invoca al “Ratoncito Pérez” como responsable del obsequio, personaje creado por él en un cuento que escribió para Alfonso XIII cuando este tenía 8 años, que el pueblo se incautó para sí, haciéndolo protagonista de esa intimidad familiar que todos recordamos, la etapa de nuestra dentición.
Fue Luis Coloma Roldán, el Padre Coloma, el tercero de 14 hermanos, hijos todos del matrimonio formado por Ramón Coloma Garcés y Concepción Roldán. Hoy vamos a incorporar a la galería de personajes portuenses de siglos precedentes que venimos publicando regularmente al progenitor de este insigne literato, el destacado médico homeópata Don Ramón Coloma Garcés. Debió nacer en los primeros años de la Guerra de Independencia en la casa número 38 antiguo y 5 actual de calle San Sebastián, casa conocida como de “Villette” por el blasón en bajorelieve de esta notable familia de origen francés que figura en su portada. En 1816, figura censado con su familia, compuesta por el padre, Pedro Coloma Partearroyo, nacido en la población nombrada Rio, en el Valle de Mena, en Cantabria, comerciante y cosechero, de 43 años de edad; la esposa de este y su madre, María de la Paz Garcés, de 32 años y cuatro hermanos: dos mayores que él, Manuel y José, de 11 y 9 años y dos menores, José Pedro y Eugenio, de 7 y 4 años en esa fecha, en la que se indica que él tiene 8 años. /En la imagen, Luis Coloma Roldán.
Su padre, de familia y ascendencia distinguida, como certifica el expediente existente en el archivo histórico municipal (Autos de prueba de hidalguía de don Pedro Coloma Partearroyo) en el que se indica es hijodalgo notorio de sangre, casa y solar, bajó a tierras andaluzas para familiarizarse con el comercio de Indias, acudiendo a la llamada de su tío Domingo Coloma, que no tenía descendientes y era un cargador afincado en La Habana, ciudad en la que pasó toda una década, implicado de lleno en las actividades y negocios de su familia, instalándose en nuestra ciudad, donde crecieron y se educaron sus hijos, aunque parece que después por temas comerciales retornó al país caribeño, quedando allí hasta su muerte.
Cursó nuestro protagonista, su hijo Ramón Coloma, estudios médicos en la Escuela Gaditana, finalizando el doctorado en medicina y cirugía en el Real Colegio de San Carlos, gozando desde esa época estudiantil de la admiración y afecto de condiscípulos y profesores tanto por su talento, constancia y aplicación, como por su modestia, según señalaría en el panegírico funerario su colega Cristóbal Mateos.
En primer plano, el edificio (de Francesco Sabatini) que compartieron desde 1781 el Hospital General y el Real Colegio de Cirugía, actualmente ocupado por el Centro de Arte Reina Sofía. Al fondo, el edificio (de Isidro González Velázquez) donde se trasladó el Colegio en 1831, en el solar anteriormente ocupado por el Hospital de la Pasión, y que actualmente acoge el Colegio de Médicos de Madrid.
Concluida la carrera se trasladó a Cuba donde tuvo la ocasión de conocer, de vivir profesionalmente y observar, dos grandes epidemias: una, de cólera morbo y otra, de fiebre amarilla y en ambos casos se distinguió tanto por su trato con los enfermos como por la observación de los síntomas de estas dos mortíferas enfermedades en su época, obteniendo provechosas enseñanzas de las muchas horas pasadas en la cabecera de los dolientes, buscando y encontrando fórmulas antes desconocidas en la resolución favorable de estas terribles enfermedades en un porcentaje inusual, publicando en La Habana una extenso estudio monográfico sobre el “Cólera morbo asiático” del que se hizo eco un colega paisano, Joaquín Medinilla, que lo refiere en la Revista portuense del 24-4-1896.
Pasado el primer tercio del siglo XX, creemos que viudo de un primer matrimonio sin descendencia, retornó a su tierra natal, montando consulta en Jerez de la Frontera y contrayendo segundas nupcias con Concepción Roldan, con la que tuvo catorce hijos, de los que once de ellos alcanzaron la mayoría de edad. Allí, en Jerez, su prestigio profesional trascendió más allá de la localidad a toda la comarca y parte de la provincia debido en gran parte al éxito con que se enfrentó, nada más llegar, a una importante epidemia de cólera en los años 1833 y 1834 que llevaron al cementerio a casi 700 vecinos de Jerez. Los números, tomados de una revista de la época, resultan evidentes y reveladores. Se indican, entre hombres, mujeres y niños, afectados por la epidemia, invadidos por el mal, a 2.547 individuos, de los que fallecieron 672 (26,4%). De ellos, 169 fueron tratados por el doctor Coloma, de los cuales solamente fallecieron 13 (7,7%). Otra estadística, la contenida en el texto de las Reales Ordenes de 11 de julio de 1834 y de 28 de febrero de 1835 por la que se le concedía una pensión vitalicia de 200 ducados “en premio a los servicios de reconocida importancia y utilidad para el Estado prestados en las provincias de Cádiz y Málaga durante la invasión de cólera de 1834” es aún más favorable en el porcentaje de resultados pues cita que “trató, en Jerez, donde residía, 247 coléricos y no perdió más que 14”, lo que supone un 5,7%, añadiendo que “por sus sorprendentes curaciones y métodos el gobierno de S.M. le concede la Cruz de Carlos III”.
No sería este el único reconocimiento a su entrega. Al terminar la campaña, la ciudad de Jerez, agradecida, le dio un diploma o certificado elogiando su pericia y abnegación. De la prensa del momento, reproducimos un párrafo que muestra su gran humanismo y el agradecimiento popular: “… curó a pobres y ricos sin distinción y con igual interés y por donde quiera que andaba recibía las bendiciones y alabanzas de todo el vecindario.”
Ejerció como Vicepresidente de la Asociación Médica de Jerez y fue autor de una memoria premiada por el Instituto Médico, en competencia con otros colegas, trabajo de gran contenido científico que le validaría para el título de Socio Corresponsal del mismo. Amante de la filosofía, como verdadera fuente del saber humano, disciplina que cultivó con esmero y fiel discípulo de la doctrina de Hahnemann, fue pionero en estas latitudes de la medicina homeopática, que ejerció en esta región del Sur durante cuarenta años, consagrando su vida al consuelo de sus congéneres y al cuidado de su extensa familia. /Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz.- A.C. Puertoguía
1.801. TRIO DE PARGUELAS: Domingo, Luis y Paquito.
De izquierda a derecha, Domingo Rosado Ramírez (nótula 290 en GdP) con un vestido de 'Lo que el viento se llevó'; Luis del Pino Robles ‘Luis el de los Huevos’ (nótula 203 en GdP) vestido de 'Carmen Miranda' y Francisco Rodríguez ‘Paquito’, vestido de cabaretera casual.
Nunca mejor que ahora este palabra coloquial de nuestra Ciudad, --recogida por primera vez en el Diccionario de la Lengua en 1970 y en 2010 en el Palabrario Porteño--, define mejor a este trío de transformistas: ‘coloquialmente, parecido a una mujer en su persona y en sus maneras’. U.t.c.s.m. (Usado también como sustantivo masculino). Otros sinónimos, unos mas políticamente correctos que otros son: de la otra banda, de la piompa, que cosen pa la calle, vagoneta, tiene una vena/venazo, sarasa, chai, ...
1.799. EL TEATRO Y EL DIARIO DE CÁDIZ: 25 AÑOS DESPUÉS
Hoy se cumplen 21 años del fallecimiento de nuestro padre, José Lucas Morillo León. (Nótula núm. 336 en GdP). In memoriam.
Todavía olía a chamusquina cuando en junio de 1988 Agustín Merello dio la orden de salida a Enrique Alcina, Antonio Bueno, Diego Mora y José Ignacio Buhígas como primeros redactores del Diario con Delegación propia en El Puerto. Fito Carreto empezó a maravillarnos con sus insólitas instantáneas convertidas en obras de arte, y Pedro Ríos nos tenía al día rabioso sobre la vida y milagros del Rácing Club Portuense.
Esta primera redacción de la Delegación de Diario de Cádiz en nuestra ciudad, empezó a recorrer las calles de El Puerto con el olor a requemado que aún perduraba en los alrededores de la esquina de calle Luna, San Bartolomé y La Placilla. Ya habían pasado cuatro años pero el tufo a cisco de las vigas, de los palcos, plateas y butacas del Teatro Principal no se esfumaba tan fácilmente de las pituitarias de los portuenses. /En la imagen, el Teatro Principal, solo fachada, tras el incendio.
Estos redactores descubrieron que la versión oficial de ese incendio que tuvo lugar el 24 de febrero de 1984 no tenía nada que ver con la versión que les contaron los vecinos que habitaban las casas aledañas al Teatro. (Ver nótula núm. 937 en GdP). Ese día, una futura actriz que estudiaba 3º de EGB aprendió de sus mayores la palabra adrede. Ni los porros ni los porretas incendiaron el Teatro.
Los bomberos, actuando desde La Placilla. (Foto: Pedro Lara. Colección Manolo Morillo).
Tres explosiones con intervalos de cinco minutos cada una dieron buena cuenta de un edificio “sencillo, cómodo, elegante, proporcionado al vecindario, en el mejor sitio de la población y preparado para las estaciones más rigurosas” que levantó en su día Críspulo Martínez en un terreno desamortizado a los jesuitas denominado Trabajadero de la Compañía a mediados del siglo XIX. Pero esa es otra historia.
El Teatro Principal, en la década de los cuarenta del siglo pasado. /Colección V.G.L.
Curiosamente la vida del Teatro sin teatro como actividad cultural en un edificio cerrado, ha ido transcurriendo paralelamente a las vicisitudes diarias de estos veinticinco años que ahora rememoramos. La desaparición de uno ha convivido en el tiempo con la aparición de la redacción periodística porteña, y ésta a ayudado en la medida que un medio informativo puede hacer –sirviendo como altavoz a los que reclamábamos un nuevo Teatro- para que veintitrés años después de la desaparición del Principal El Puerto de Santa María inaugurara un coliseo/auditorio en octubre del año 2007. Pelín lentos los porteños en restaurar o construir nuevas dotaciones e infraestructuras culturales, pero ya sabemos que el hecho cultural siempre va a la zaga de cualquier formación política sea del color que sea, y casi siempre suele salir muy mal parado en la cosa de los dineros.
El Teatro Municipal 'Pedro Muñoz Seca'. Fachada.
Teatro Muñoz Seca. Interior.
Dicho esto, no podemos obviar que el teatro nació de la necesidad que una comunidad siente de expresarse a sí misma, y desde esta aserción, durante este periodo de tiempo los grupos aficionados de teatro han tratado de ocupar y de soslayar la ausencia de un coliseo actuando en salones de actos de colegios, gimnasios, calles, salas de exposiciones… allá en donde se les ocurría y/o les dejaban.
En estos 25 años grupos como Bellas Artes, TEJA, Jaramago, Piesplanos, Fierabrás, Hamaca, Tesón, Trovadores, Duende Teatro, Balbo (con anterioridad Histrión, Baco y Antinoe) Olvido Producciones, El Carromato… han ocupado -y algunos lo siguen haciendo desde la óptica profesional- un papel sumamente importante que la perspectiva del tiempo sabrá agradecerles; ellos con su entusiasmo inquebrantable han sabido mantener encendida la llama del teatro hasta nuestro días.
La Compañía Olvido Teatro, compartiendo risas junto a un espectador de lujo, el prestigioso director de cine, José Luis García Sánchez.
No se trata de destacar a ninguno porque todos en su conjunto y desde distintas perspectivas sobre el hecho teatral en sí mismo, han sido el verdadero motor que ha empujado tanto a los aficionados como a la Administración local a que El Puerto se siga acordando que las primeras expresiones del hombre fueron teatro. Desde el teatro muñozsequiano a la comedia y la tragedia griega. Desde el teatro de calle a la alta comedia. Desde el teatro de denuncia social al teatro para el público infantil.
Pero fue el grupo Piesplanos que nació como continuidad de los talleres municipales de teatro, concretamente del Instituto Muñoz Seca, siendo monitor del taller Pascual Varo -quien siguió luego como director del grupo- el impulsor y fundador del Colectivo Teatral Portuense, una asociación de los grupos de teatro de El Puerto con la que se pretendía, no solo potenciar y fomentar el teatro en la ciudad, sino ayudar a la formación de los miembros de los diferentes grupos, para lo que se organizaron diferentes encuentros, como Café y Teatro, una tertulia que en cada ocasión se invitaba a una persona relevante dentro del mundillo teatral, y por los que pasaron Manuel Pérez Casaux, Pepe Bablé, Paco Algora y el profesor de teatro argentino Franklin Caicedo, entre otros.
“La Cena de los Generales” original de José Luis Alonso de Santos, representada en 2007 en el ‘Teatro Muñoz Seca’, con el desaparecido actor Sancho Gracia en el papel protagonista.
El CTP (Colectivo Teatral Portuense) estaba formado por siete grupos de teatro que en esa época existían en El Puerto y, entre sus reivindicaciones, la más significativa era la de que se construyera un teatro para la ciudad, motivo por el cual se organizaban encuentros y concentraciones cada 27 de marzo con motivo del Día Mundial del Teatro.
José Sacristán, el pasado mayo de 2013, interpretando en el Muñoz Seca 'Yo soy don Quijote de la Mancha'.
Traíamos a colación hace poco en una de las entregas de la columna de opinión El alambique que en el año 1983 nació una tímida y experimental Muestra de Teatro Escolar que acababa de cumplir los treinta años. Y decíamos también que como en la vida de cualquier hijo de vecino la Muestra ha disfrutado de las luces de los tiempos mejores, y está sufriendo entre sus bambalinas las sombras de los tiempos no tan mejores. Esta apuesta municipal necesita imperiosamente alicientes novedosos que le den un nuevo impulso para perpetuarse en el tiempo. Treinta años son muchos años para que no haya apenas cambios, y no parece sea oro todo lo que reluce, aunque se valore el trabajo que vienen realizando los monitores con tan poco tiempo de escuela. Así y todo, indicábamos igualmente que no deberíamos obviar nunca que la austeridad no tiene por qué estar reñida mal que bien con la calidad de lo que se hace.
El Enfermo Imaginario, por El Carromato.
De esta Muestra de Teatro Escolar y de los grupos cantera de antaño y actuales como Balbo Teatro y Duende Teatro, han salido verdaderas vocaciones teatrales y una ingente cantidad de buenos aficionados al teatro incluso cuando carecíamos de él. Montse Torrent, Joaquín Perles, Juanjo Macías, Juan García Larrondo, Esther Pumar, José Pecho, Ana Peregrina, Jesús Torres, Eva Rodríguez, Mónica Yuste, Joaco Arjona, Ignacio Glez Verano, Germán Arjona, Carol Delgado, Juan Lorca…; además de actores y actrices han salido, dramaturgos, productores, creadores de contenidos y gestores culturales, maquinistas, iluminadores, espacio sonoro… todo un lujo para un núcleo poblacional cercano a los noventa mil habitantes.
El Puerto es una ciudad con una afición y cultura teatral muy por encima de la media habitual, más teniendo en cuenta el tamaño de la medida a la que nos referimos, es decir, en comparación con capitales de provincia o poblaciones de un mayor calado cultural labrado a través de los años. No es sólo que existe una programación teatral de calidad con producciones de primerísima línea y grandes formatos, sino que viene siendo una programación estable desde otoño a primavera, a la que responde un público muy fiel que prácticamente llena en cada sesión el auditorio-teatro Muñoz Seca desde que abrió sus puertas. Estos aficionados se han ido educando a lo largo de los años convirtiéndose en un público entendido, que diferencia matices que quizá otro tipo de público no es capaz de valorar, y que reparte méritos (y deméritos) entre autor y puesta en escena, dirección y trabajo actoral, ritmo y sensibilidad.
En este último cuarto de siglo ha surgido el Festival de Teatro de Comedias. La apuesta de un concejal, Juan Gómez, con uno de los considerados mejores dramaturgos españoles, José Luis Alonso de Santos, arrancaba mezclando compañías profesionales con el grupo Balbo Teatro y con el Grupo de Teatro de Bellas Artes. Una apuesta que ha ido creciendo con el tiempo y que ha mantenido el respaldo del público aunque últimamente los problemas económicos se están dejando sentir en su programación. De alguna manera el turismo cultural del verano portuense pasa necesariamente por acudir al patio porticado de San Luis Gonzaga para disfrutar de una noche veraniega viendo un teatro comercial, plagado de caras televisivas al que determinado sector de público gusta ver de cerca.
Presentación de los libretos con Sancho Gracia y José Luis Alonso de Santos, en el Teatro Muñoz Seca.
También es un lujo la colección de textos teatrales emprendida por Diario de Cádiz. ¡Ojalá pueda seguir! Más que la guinda del pastel es el envoltorio, la caja en la que se exhibe el regalo. La presentación de los libretos con los actores o directores, la coqueta maquetación, las ilustraciones, todo, es una idea genial que abre el apetito para el ritual de la noche en el escenario y el patio de butacas. Un valor añadido incalculable. Gran encuentro con las entrañas de lo que se representa, imprescindible en el punto que ha alcanzado El Puerto como nivel de afición teatral.
Quizá uno de los puntos negros en este tiempo es haber perdido la Muestra de Teatro Andaluz del mes de noviembre. Una lamentable pérdida por la que había que haber luchado más. Era la oportunidad de acceder en casa a las primicias andaluzas de cada temporada.
Grupo Balbo
A día de hoy existen seis grupos de teatro en El Puerto, dos profesionales: El Carromato, con una magnífica y exitosa trayectoria en teatro de calle, y Olvido Producciones, especialistas en alta comedia dirigidos por el premio nacional de teatro José Luis Alonso de Santos. Y cuatro amateur: Balbo Teatro, el más longevo y auténtico referente del Teatro Clásico a nivel nacional; Duende Teatro, con representaciones de prestigio muy vinculadas al compromiso social y cada vez más reconocidas en los ambientes teatrales; Grupo Tesón, compuesto de actores y actrices con muchísima afición a los que hay que agradecer el enorme esfuerzo que realizan cada vez que se suben a un escenario, y Trovadores, de muy reciente creación, cuyos componentes son jóvenes actores y actrices estudiantes de la Universidad de Cádiz.
Duende Teatro.
Es muy difícil sintetizar el trabajo de Paco Teja, de Emilio Flor, de Pascual y Adrián Varo, de Antonio Ocaña, de Enrique Miranda padre e hijo, de Manolo Barba, de José Manuel Pecho y Paco Crespo, de Pepe Ojeda, de Enrique Atalaya, de Maleni Rosso, de Federico Arjona, de Manolo Albert, de Lola Teja, de José Antonio Andrades, de Milagros Arena, de Pepe Sevilla, de Antonio Noriega, de Juan Villarreal, de Antonio Sánchez, y de tantos y tantas más… ellos/ellas y nosotros saben/sabemos muy bien lo que han hecho y lo que siguen haciendo por el TEATRO en El Puerto. /Texto: Manolo Morillo
1.796. LOS PORTUGUESES CRISTO CHARNECO. Lino, el chatarrero. (IV).
Lino Cristo Charneco, (Lagoa, Portugal, 1915 -El Puerto, 2009). Estando en Vila Real de Santo Antonio, le llamaron para servir en el ejercito portugués, en aquellas fechas mi padre estaba de visita en su tierra y no tuvo más remedio que incorporarse a filas. Cuando cumplió sus obligaciones con el ejército, como cabo corneta, volvió a El Puerto de Santa María, donde estaba toda su familia. Trabajó de marinero, redero y contramaestre en barcos de arrastre y traíñas, durante treinta años. Cuando fue por su vida laboral, había cotizado tan solo diez años, hay que fastidiarse ante la impotencia de no poder solucionar nada. Los dueños de barcos, en aquellos tiempos, hacían lo que les daba la real gana, porque las autoridades se lo permitían, en esto se asemejan a los políticos corruptos que se llevan lo que no es suyo.
En 1939, se casa con Carmen Ruiz Camacho, (Badalona, 1918 - El Puerto, 2009), con la que tuvo cinco hijos, dos varones y tres hembras. Tuvieron varios domicilios: calle Fernán Caballero, casa “La Gatona”, Santa Lucía, Capillera, Cervantes y Plaza de Agustín Fernández. Sus suegros y cuñados: Carmen Camacho y Antonio Ruiz, eran originarios de La Isla de León, siendo sus hijos: Agustín, Charo, Maruja, José “Pepe El Landa”, Angelita y Salvador “El Petaca”. Mi abuelo Antonio, antes de la guerra fue funcionario de penales, posteriormente trabajó en el Ayuntamiento del Puerto.
José Ruiz Camacho, ‘el Landa’. (Foto Colección Miguel Sánchez Lobato).
Me contó mi tío Pepe Ruiz Camacho “El Landa” (ver nótula núm. 001 en GdP): «--En el año cuarenta y dos, estaba tu padre embarcado, e iban a pescar en aguas marroquíes, cuando entraban en Casablanca, a repostar gasoil, solía tu padre comprar setenta barras de pan blanco, y dos latas grandes de kilo de mantequilla Holandesa, lo metía en la nevera del barco, para que no se pusieran duras. Cuando llegaba a El Puerto, yo iba recoger el pan y la manteca, y aquel día me comía dos barras de pan con manteca, con el moho verde que criaba el pan, por la humedad de la nevera».
Carro delante de la chatarrería existente en la calle de las Cruces, en el Palacio de Purullena, con la calzada empedrada de chinos y las aceras con losa de Tarifa. /Foto: Centro Municipal de Patrimonio Histórico.
Mi padre trabajó con mi tío Manolo, en la chatarrería, varios años. Este local estaba situado en la calle de las Cruces, local junto al palacio del marqués de Purullena, donde está ubicada la cruz, de madera. Tiempos perjudiciales por la escasez de alimentos, esta es la herencia que nos dejó la guerra: hambre, destrucción, muertes y no me canso de reafirmarlo, ¿para que sirven estas confrontaciones, en la que siempre pierden los más débiles?
En el año cincuenta y ocho del siglo pasado, monta una chatarrería, en sociedad con Alonso Jiménez, hijo de Luis Churrasca, en el número 45 de la calle de la Rosa. La verdad, trabajar en esta zona de El Puerto, que en aquellos años, la gran mayoría de las casas no tenía alcantarillado, y las aguas sucias corrían por el centro de la rúa, como podéis comprobar en la fotografía de mas abajo. El mal olor, que con el tiempo te acostumbra y terminas siendo amigo. Mi padre decía del barrio y de sus gentes: la gran mayoría eran muy buenas personas y mejores vecinos. Ya quisieran otras zonas de El Puerto, con más poder social y económico, apoyarse como estos se auxiliaban, entre ellos. Está comprobado, que por las zonas pobres siempre llegan las mejoras más tardes, lo digo por el alcantarillado de la Calle de la Rosa.
Calle de la Rosa en los años sesenta del siglo pasado. A lo largo de la historia fue, junto a las calles Lechería y Rueda, así como Espelete y otras del Barrio Alto, lugar de residencia de familias gitanas. La chatarrería está señalada con la flecha a la izquierda, justo sobre un caparazón de tortuga.
Voy a recodar los obreros que trabajaron con mi padre en la chatarrería: Manuel de los Reyes “El de la Monjita, Diego Cortes “El Alpiste”, Antonio Gatica “El Cuca”, Bernardo Morón “El Pastillita”, Juan “El Gordo Agujeta”, José de los Reyes ‘Bocanegra’, hijo del ‘El Negro’, Miguel Benítez, Miguel Jarana y José ‘El Negro’. Tenían el caparazón de una tortuga, encima de la puerta de la chatarrería, donde estaba escrito: «Se compra Papel, Cartones, Cristales, Huesos, Trapos, Lanas, Gomas de alpargatas, Botellas, Hierros, Cobre, y Metales».
En los años sesenta rompen la sociedad, por el motivo que ‘Churrasca’, se dedica a exportar pollos de peleas a Venezuela, y el baratillo de la plaza de El Castillo, se lo cede a su hijo Alonso, aparcero de mi padre. Estos años fueron duros para la familia, porque había que pagar al socio la mitad de la finca. Recuerdo que para mas exaspero, mi padre había comprado meses antes un corral en la calle Cervantes nº 4, a un señor que trabajaba en obras públicas, de apellido o apodo Lunita. En esta finca hicimos nuestra casa con muchos sacrificios, y la frase que siempre empleamos, trabajo, sudor y lagrimas.
Por aquellas fechas en El Puerto existían los siguientes chatarreros: Alonso Jiménez, José Vila, Antonio Lobo, Manuel Amador, Manuel Cristo, Alonso Suárez “El Cepillo”, Juan Jiménez ‘Churrasca el Gordo’ de la calle Santa Clara, este señor cambiaba globos por botellas y chatarra, era hermano de Luis ‘Churrasca’, el de la plaza del Castillo.
Otra vista de la calle de la Rosa en los sesenta del siglo pasado.
Junto al almacén, había una zona, en las que vivían dos familias, José Suárez Paradela, su mujer la Perla, y una hermana de esta soltera de nombre Ángeles, las dos eran jerezanas. La otra familia estaba compuesta por el matrimonio Rafael Luque “El Caga” y Soledad de los Reyes “La Mona”, y ocho hijos por orden José, Magdalena, María, Rafael, Soledad, Felipa, Antonio y Javier. Yo puedo dar fe, que en muchas ocasiones mi padre ayudo a estas familias en momentos de necesidad. Hay familias que lo pueden atestiguar y confirmar, sin que esto sirva de halago, esto hay que realizarlo siempre que puedas.
Mi padre decía: «--¿Como le vas a cobrar dinero por las habitaciones a estas personas, con el olor que sale del Baratillo?». Nunca recibió ni una peseta en aquellos años, por los dos cuartos, ni tampoco pagaron luz y agua. Cuando compró la finca, hacían tres años que ellos vivían en este corral, por llamarle algo. Diego de los Reyes “El Mijita”, Rafael Luque, más conocido por El Monstruo y su hermano Antonio Luque, comían en mi casa frecuentemente, en aquel tiempo de necesidad. Rafael y Diego, no lo pueden confirmar, porque se no fueron con los que no vuelven. Antonio, si porque está entre nosotros y es muy buen amigo, de nuestra familia y sus hermanos. Recuerdo a Soledad “La Mona” cuando me la encontré en la calle Luna. Hacia unos cinco años que no nos veíamos, por mi trabajo fuera de El Puerto: se abrazó a mí y rompió a llorar, pronunciándose: «--Que me acuerdo de ti, Antonio». Yo sé, que Soledad me quería, ¡que gitana más guapa y cariñosa!
Bautizo de Juan Manuel Cristo Álvarez. De izquierda a derecha: el oficiante Carlos Román Ruiloba; María Aparicio; Lino Cristo Aparicio; niño desconocido; Cristóbal Álvarez; Carolina Charneco Gabana; Carmen Cristo Ruiz; Lina Cristo Ruiz (bebé).
Me viene a la memoria, un bautizo de uno de los pequeños de esta familia, que tuvo como padrino a Eliseo del Puerto, este hombre estuvo cantando, hasta las seis de la mañana, y los gitanos de barrio, no cabían en el patio, no he visto una cosa igual, en mi vida, hay que decir que Eliseo, no era gitano. Por cierto mi primo Juan Cristo, hijo de mi tío José, está casado con una hermana de “La Mona”, es la pequeña de los hermanos, apodada ‘La Mora’.
En frente del Baratillo, hay un bloque para los empleados de las bodegas de Terry, de los años sesenta, también conocido por “El Ajuguerito”, significado que no se me apetece explicar, piensa en malo y acertarás. En este edificio vivió y se crío un hombre, que ha dejado huella en el carnaval, gaditano como es Manolo Albaiceta Revuelta, (ver nótula núm. 1410 en GdP) desde pequeño se le vía su afición carnavalesca. Le recuerdo que con un grupo de niños de su edad, formaba ya su comparsa, utilizaban de bombo y tambor, latas de carne de membrillo y de atún, que cogían del la chatarrería.
Mi padre fue un hombre que, sin ser político, sonreía a la izquierda, era un gran admirador de Adolfo Suárez y de Felipe González. En los años sesenta, pusimos una droguería, perfumería, en la calle Cervantes, en una zona de la finca donde habitábamos. Esto salió muy mal, nos dejaron a deber dinero y tuvimos que darle carpetazo. /En la imagen de la izquierda, Cecilia y Lino Cristo Charneco, en la Feria de Ganado, década de los sesenta del siglo pasado.
Amigos de mi padre en el barrio. Juan Lara, José Vila, Alonso Suárez ‘El Cepillo’, Alonso Jiménez, hijo de Churrasca, Antonio Jiménez ‘El Caneco’, Manuel de los Reyes, Diego Cortes, ‘El Alpiste’, Francisco Suárez, Don José María Riva, José de los Reyes ‘El Negro’, Juan Feria, José Torre ‘El Chico’, Antonio Torre, Paco Barranco, Miguel Jarana, José Vila y Manuel de los Santos, Agujeta El Viejo. Yo se que faltan muchos, la verdad no me acuerdo de sus nombres. Tenía amigos en Portugal, Tarifa, Bárbate, Barcelona, Huelva y Francia, perdón, no los recuerdo.
Fue socio del Racing Portuense, le tenía un gran cariño a este equipo, fue amigo de Rafael García Carretero ‘Rafaelín’ y de Juan Tarro. Recorrió con este Club muchos campos de fútbol andaluces. Para mi padre no había ciudad más bonita que El Puerto. Siempre comentaba que en pocos lugares, se vivía como en esta tierra. Nunca olvidó a su madre tierra, como buen hijo. Concretaba que «como el vino fino, no había otro vino». Era muy cariñoso con sus nietos, cuando estaban todos reunidos, se los llevaba de paseo al campo o a la playa. Tuvo ocho nietos y siete bisnietos. Todos sus nietos recuerdan a los abuelos, con un gran cariño, se pasaban con sus nietos en amor. Como curiosidad, todos están bautizados en la Iglesia de San Joaquín, aunque hay muchos de ellos no nacieran en El Puerto. Presumía de barrio, iglesia y de sus gentes. Hablar de mí padre cuesta, pero os voy a decir: fue un buen padre, con algunos defectos como todos tenemos, a ninguno de sus hijos le puso una mano encima, para esto estaba mi madre. Un gran luchador y trabajador. Doy gracias por los padres que me han tocado. Su óbito le ocurrió sin sufrimiento, a los noventa y cuatro años, sin padecer ninguna enfermedad crónica, y con su familia a su vera. A esto le llamo yo, subir al cielo. /Texto: Antonio Cristo Ruiz.
1.794. TAUDIANO PRIETO PALACIOS. Manuel, el Hermano de la Salle.
Taudiano Prieto Palacios, el Hermano Manuel, el director que fue del Colegio La Salle, nacido en Campolara (Burgos) el 11 de agosto de 1936, en los inicios de la Guerra Civil, fallecía el pasado jueves 27 de junio de 2013 en Granada, a los 76 años de edad y 59 de vida consagrada como Hermano de las Escuelas Cristianas de San Juan Bautista de La Salle.
1936
En el convulso año del nacimiento de nuestro protagonista, El Puerto conoció varios alcaldes. Ramón García Llano accedió a la alcaldía de forma accidental el 3 de enero, sustiuyendo a José Luis Macías Caro. En las elecciones municipales celebradas a mediados de febrero resultó elegido Francisco Veneroni Arcos, al frente de la coalición electoral de izquierdas denominada Frente Popular. Al mes siguiente tomó posesión de la alcaldía, el 18 de marzo, José Blandino Mitjes y al mes siguiente el 24 de abril, Manuel Fernández Moro, que es desalojado de la alcaldía tras la sublevación militar del 18 de julio, desapareciendo, sin que hayan sido hallados sus restos mortales. El día de la rebelión ejerció en funciones de alcalde el teniente Fernando Ristori; luego el 27 de julio, el capitán Ramón Iribarren Jiménez ocupa el sillón de primer edil y será el 23 de diciembre cuando, subiendo el escalafón en la graduación militar se hará cargo de la vara de alcalde el coronel Ángel Guinea de León Garavito. Nacía también, el portuense Francisco del Castillo Tellería.
El equipo de profesores en La Salle. Fila superior de portero Hno. Taudiano Prieto Palacios, Eusebio Espinar, Sánchez Romate, Hno. Jose María Martín, Martín Delgado, Juan Bautista Moragues. Agachados, José Luis Corbacho Gallart, el Hermano Segismundo, Vicente Juan Selma, el Hermano Gonzalo y Hno. Jose Navarro. Imbatibles.
Estuvo destinado en El Puerto en varias ocasiones, una de ellas como Director del Colegio, al igual que en Chiclana y Almería y permanecía en Granada jubilado, donde le cogió el tránsito a la otra vida. Descanse en Paz
De izquierda a derecha, Camacho Perdiguero, el desaparecido Pepe Ojeda. Sentados los maestros ya jubilados, Carlos Casado, José Luis Corbacho Gallart y Joaquín Corredera Andrés. Partiendo la tarta el Hermano Manuel (Taudiano Prieto Palacios). A la derecha el maestro también jubilosamente jubilado, Martín Delgado. Antiguos alumnos del Colegio La Salle, en su cena anual, celebrada el 6 de junio de 2009 en el Bar Santa María, en el Parque, varios de los cuales formaban parte de la Comisión que estaba preparando el cincuenta aniversario del Colegio, celebrado en 2010.(Foto JMSC).
1.789. ALBERTI EN EL EXILIO
Como si en realidad existiera un Ángel de los Números que fuera contando las jornadas de luto: un año de oscuridad por cada uno de luz, más dos de propina. Cuando salió al exilio, Alberti tenía treinta y seis años. Cuando volvió, habían pasado treinta y ocho. Casi cuatro décadas dan para mucho. Para más de treinta libros y una hija, para varias casas, para miles de cartas. Para lidiar con el desencanto. No es difícil pensar que la desilusión creciera a medida que los años transcurridos en uno y otro lado, dentro y fuera de la frontera, iban igualándose en la balanza.
Comentaba Rafael Alberti en una antigua entrevista que, a su llegada a Buenos Aires en 1940, ni él ni María Teresa León querían comprar "ni siquiera una silla", en la confianza de que la situación que se vivía en España sería temporal. De esa aleteante creencia se pasó, al término de la contienda mundial, a considerar lo terrible. A hacer de lo provisional una certeza y a convertir en eterno el sentido de ausencia. Tal vez, en algún momento, Alberti llegara a pensar que luchaba realmente contra una sinrazón imbatible y que algún poder extraño debía andar tras aquellos que hablaban desde lo alto y que, desde lo lejos, parecían intocables y eternos. Cuatro décadas dan para mucho. En 1941 nacería, bonaerense, Aitana Alberti . La familia permanecería en la Argentina durante veinticuatro años.
A Italia llegarían en 1963: pasarían otros catorce años hasta que el poeta pudiera pisar de nuevo suelo español, en abril del 77. Un año después del nacimiento de su hija, Alberti publicaría en México el primer volumen de La arboleda perdida, su libro de memorias. "Si ha habido un poeta en el destierro que siempre haya recordado a España, ése he sido yo", decía. Una nostalgia que iría plasmándose en libros como Ora marítima o Retornos de lo vivo lejano. Aunque prácticamente no hay obra del portuense en la que no se refleje su necesidad de amarre, su sentimiento de pérdida. Esta herida haría de su nombre y de su imagen, ya siempre, un icono de los intelectuales represaliados.
En Sudamérica, Alberti publicó títulos como Entre el clavel y la espada, El Adefesio, A la pintura o Noche de guerra en el Museo del Prado. Impartió numerosos recitales y conferencias, recuperó su faceta de pintor, participó en distintas exposiciones y cultivó vínculos imborrables. Visitó varias veces la URSS y algunos países de la Europa del Este. Rafael Alberti vivía entonces, en realidad, un segundo exilio. El primero, doméstico y premonitorio, lo había experimentado durante su juventud, cuando la familia se trasladó a vivir a la capital de España -"No quería estar en Madrid, no me gustaban sus colores (…) Sentía la nostalgia de la espuma de mar", afirmaba en unas declaraciones a ABC-. Ejercía ya entonces, en su juventud, de andaluz exiliado.
De izquierda a derecha, Rafael Alberti, María Teresa León y Pablo Neruda.
La otra expulsión, al término de la Guerra Civil, tuvo en París -en casa de Pablo Neruda y la emisora Radio París-Mondiale- su primerísima parada. El cerco alemán obligaría al matrimonio a partir poco después hacia América. "Yo quiero volver a Italia con María Teresa y mi chica. Ahí me siento bien y lleno de cosas. Aquí me muero poco a poco", escribe en una carta de 1951 desde La Gallarda, en Punta del Este. La familia no llegaría a Italia, sin embargo, hasta mucho más tarde, siendo éste un destino que los Alberti escogieron buscando un país que estuviera cerca de España, escarmentados por las experiencias con la Policía francesa y alentados por la ascendencia italiana del escritor, que incluso recordaba a sus tíos hablando en italiano.
En Roma, con José Agustín Goytisolo en 1964.
En Roma, en la vía Giulia y en el Trastevere, Alberti aseguraba haber podido vivir "sin ser molestado". Su estancia en el país italiano le facilitaba, además, el contacto con sus compatriotas. En Italia, el poeta pudo recuperar la luz que había extrañado durante tanto tiempo, pero aún se dolía lo suficiente como para escribir los versos perturbadores de Roma, peligro para caminantes . El regreso y los recuerdos de lo vivo presente
Alberti volvería a pisar suelo español el 27 de abril de 1977. Bajó del avión acompañado de su mujer y de su hija y no paró de repetir, en todo momento, que regresaba a España "con el puño cerrado y la mano abierta". "No quiero decir nada emotivo porque tenéis que daros cuenta de lo que siento ahora -fueron sus primeras palabras-. Estoy igual que cuando me fui o, quizás, mejor que entonces". Entre los títulos más vendidos de la III edición de la Feria del Libro de Madrid, que se celebraba por esas fechas, estaban El Libro Rojo de Mao; Dios y Estado, de Bakunin; la Obra poética de Miguel Hernández y dos obras de Alberti : El poeta en la calle y La arboleda perdida. El escritor, sin embargo, no se dejaría ver por la cita editorial madrileña y tardaría más de un mes, de hecho, en pisar la provincia gaditana: cosa que haría coincidiendo con un mitin organizado por el Partido Comunista en el Paseo de Santa Bárbara.
Con Santiago Carrillo en un mitin del Partido Comunista.
Alberti llegaría a El Puerto el lunes 23 de mayo, en el tren que salía desde Madrid. El viaje duraba doce horas, a las que hubo que añadir dos horas más de retraso. El periodista Agustín Merello lo acompañó durante el trayecto. "Yo he sentido profundamente la lejanía porque, conmigo, se fueron todos los muertos de la guerra, los dolores de los que emigraron", comentaba el poeta.
Con su sobrino, Agustín Merello, en el viaje en tren de regreso a El Puerto.
A su llegada a Sevilla, les dijo a los que esperaban: "Estoy haciendo el camino de la libertad". Había escrito la Poesía del regreso con la intención de leerla al llegar a su destino, "si es que había alguien" esperándole. Y en El Puerto había tal tumulto aguardándolo que Alberti apenas pudo salir del tren . A la mañana siguiente, Rafael Alberti dio un paseo por su ciudad natal, un lugar que encontró bastante fiel a las imágenes que guardaba en su memoria: "Me acostumbré tanto a rodar por el mundo que ya pensaba que no era de ninguna parte -confesaría justo después-, pero los recuerdos vividos esta mañana resultan suficientes para escribir algunos nuevos retornos, no ya de lo vivo lejano, sino de lo presente". /Texto: Pilar Vera
1.782. LA AGRUPACIÓN SOCIALISTA PORTUENSE. 122 años de Historia.
Se han celebrado estos días unas jornadas conmemorativas con motivo del 125 aniversario de la Agrupación Socialista Portuense (1891-2016). En este trabajo, el Dr. en Historia Diego Caro Cancela, catedrático de Historia Contemporánea de la UCA, nos expone en su introducción las circunstancias que se vivieron en España en los tiempos que se relatan, así como en El Puerto, donde Alfonso Fernández Notario fue el primero concejal socialista de Andalucía.
| En la imagen de la izquierda, portada del volumen 'Cien Años de Socialismo en Andalucía (1885-1985), donde se recoge los orígenes de la Agrupación Socialista Portuense.
INTRODUCCIÓN. LA NUEVA FEDERACIÓN MADRILEÑA Y LA FORMACIÓN DEL PSOE
Hay que situar los orígenes del socialismo marxista en España en la ruptura que se produce en 1872 en el seno de la Primera Internacional por las discrepancias entre las tesis de Marx y Bakunin acerca de la participación de los trabajadores en la vida política.
Si en el conjunto del movimiento obrero internacionalista las tesis marxistas se impusieron a las anarquistas, en España ocurrió todo lo contrario. Los seguidores de Marx quedaron en minoría y terminaron siendo apartados de la Federación Regional Española (F.R.E.), el organismo que representaba a la Internacional en el movimiento obrero español. En minoría y fuera de esta federación, el primer y reducido grupo marxista asentado en la capital de España, decidía fundar una llamada Nueva Federación Madrileña y convertir al periódico La Emancipación en el portavoz de sus posiciones políticas y societarias.
|De izquierda a derecha, Carlos Marx y Mijail Bakunin
Sin apenas recursos materiales, esta Nueva Federación Madrileña no pudo superar la ola represiva que siguió al golpe de Estado del general Pavía en los primeros días de 1874 contra el gobierno republicano y desapareció, quedando así temporalmente aparcada la idea de constituir el Partido Obrero para participar en la lucha política. Hubo que esperar al dos de mayo de 1879 –todavía en la ilegalidad- para que en una reunión celebrada en una fonda de la calle Tetuán de Madrid, un grupo de veinticinco hombres, entre los que estaba Pablo Iglesias, decidieran constituir el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Poco después aparecerían otros pequeños núcleos socialistas en Barcelona y Guadalajara, en 1885 se creaba la Agrupación de Málaga –la primera de Andalucía- y el uno de mayo de 1891 nacía la Agrupación Socialista de El Puerto de Santa María, la segunda de la provincia de Cádiz, tras la fugaz existencia de la que en 1886 apareció en Alcalá de los Gazules.
LA FUNDACIÓN DE LA AGRUPACIÓN SOCIALISTA DE EL PUERTO.
Son los trabajadores del vino –viticultores, arrumbadores y toneleros- los que juegan un papel fundamental en la expansión de las ideas socialistas y ugetistas en el Marco de Jerez, una zona en la que hasta entonces la hegemonía del sindicalismo anarquista y del republicanismo había sido prácticamente total desde la revolución de 1868 y la fundación de la Primera Internacional en el año 1870. /En la imagen de la izquierda, portada del periódico 'El Socialista'.
Ya desde finales de 1887, El Socialista había mantenido contacto con algunos correligionarios de Jerez. Sin embargo, es a partir de 1888 cuando se inician los trabajos para constituir una agrupación, coincidiendo con la estancia temporal en la ciudad del líder socialista malagueño Rafael Salinas, que aprovecha su condición de tonelero para organizar también a los trabajadores de este oficio. Su trabajo da resultado, porque el 11 de febrero de 1890 la sociedad remite una carta al Comité Nacional de la UGT, comunicándole que se ha constituido como tal, solicitando la remisión de varios ejemplares de los estatutos del sindicato, preparando "excursiones" de propaganda a las poblaciones cercanas de Cádiz, El Puerto de Santa María y, posteriormente, a los de Sanlúcar de Barrameda y Sevilla.
La sociedad de resistencia de los toneleros jerezanos se constituía definitivamente el 2 de marzo, no así la agrupación socialista, que tardaría todavía años. Distinta fue la situación en El Puerto, en donde el éxito de una huelga sostenida por el gremio favorece la organización de otros oficios de la ciudad, como los carpinteros, los aserradores, los zapateros y los viticultores y la creación de la primera agrupación socialista de la comarca, el 1 de mayo de 1891. Sin embargo, la represión gubernamental indiscriminada sobre el movimiento obrero de la provincia, tras el "asalto campesino" a Jerez de principios de 1892, provoca su desaparición hasta el año 1899, en que vuelve a resurgir con fuerza, en una nueva fase de reorganización obrera que afecta a viticultores, toneleros, zapateros y marineros.
EL PRIMER CONCEJAL SOCIALISTA DE ANDALUCÍA.
A principios del siglo XX, El Puerto tenía una de las Agrupaciones Socialistas más estables de la región después de su refundación en 1899. Una buena prueba de lo que decimos es que todavía en 1907 mantenía El Sudor del Obrero, uno de los siete periódicos que tenía el Partido en toda España y sus más reconocidos militantes, una y otra vez, copaban la representación obrera en la Junta Local de Reformas Sociales.
Parecía que había llegado el momento de tener representación política en el Ayuntamiento. Lo intentaron los socialistas portuenses en noviembre de 1903, cuando la Agrupación decidía, por primera vez, presentar cinco candidatos obreros por los diferentes distritos electorales de la población. Las “inmoralidades políticas” practicadas por los caciques monárquicos hicieron baldío el esfuerzo.
Tendrían más éxito en las elecciones municipales convocadas para el 12 de noviembre de 1905 Esta vez los socialistas portuenses acordaban concurrir, pero no con cinco candidatos, sino con un solo nombre, el jornalero Alfonso Fernández Notario, recién elegido miembro de la Junta Local de Reformas Sociales y representante de la misma para participar en la elección de la Junta Provincial.
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