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Acerca de Gente del Puerto

Gentes y Habitantes de El Puerto de Santa María (España). Caras conocidas, caras anónimas, la savia del Rey Sabio.

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De izquierda a derecha, en la fila superior: Humberto Jiménez Ruiz, Enrique Fernández, Francisco Delgado Martín (dudoso), Juan José Lara Barea (+), Srta. Estrella, Juan Antonio Socastro Roso, Nene Cordero Toro Jesús Sala Romero y Vicente Perles Enrique. Fila del centro: Tomás Rodríguez Rendón, Eustaquio Pastor Ávila, Javir Alviol Camacho, Francisco Zamudio Domínguez, Ángel Gurrea López, José Luis Zacagnini Sancho de Sopranis, Manuel Medina Soriano y Miguel Ballester Maestre. Fila de abajo: Mariano Medinilla Cantera, Antonio J. Arjona; Martín Gutiérrez del Álamo, Francisco Mesa Galiano; José Ignacio Buhigas Cabrera, Adolfo, Francisco Lara Cordero,  y  Rafael Osborne Fernández.

Nueva fotografía tomada en la azotea del Colegio San José y San Estanislao, vulgo “La Pescadería”, durante el Curso 1959/60, Curso de Preparatoria. Más imágenes del Colegio en anteriores nótulas de Gente del Puerto, número 107, número 238, número 239.

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Bajada del Castillo. A la derecha, en primer término, el Colegio de 'La Pescadería'.

"Los lemas de Don Miguel Zea, desde el principio eran: “Quien bien conjuga y declina, sabe la lengua latina” y “los en -um, sin excepción, del género neutro son”. Con aquella disciplina y con unas buenas dosis de paciencia, Don Miguel nos fue introduciendo en el mundo clásico, casi sin darnos cuenta. Organizaba las clases, al modo jesuítico, con contiendas de dos bandos –los romanos y los cartagineses– para dar un incentivo de superación y competitividad a sus alumnos que éramos, luego, examinados en el Instituto de Jerez por el temible Don José López Cañete y por la señorita Socorro Ramos y –para la mayor gloria de don Miguel– superábamos, con un buen margen, las pruebas. Era terrible Don Miguel en el acto de lectura de notas mensuales: notas rojas (sobresaliente), azules (notable), verdes (aprobado) y negras (suspenso). Con sólo mirarte, Don Miguel te turbaba y te paralizaba." Luis Suárez Ávila.

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De izquierda a derecha, los ujieres: Antonio Camacho Gamero, Juan Galán González y desconocido a la derecha de la fotografía. Al centro los Clarineros, Arce y Joselete Viñas, flanqueados por los Maceros Municipales, Manuel Camacho Gamero, el hijo y Manuel Camacho Luque, el padre. La fotografía está tomada en el antiguo Palacio Municipal de la Plaza de Isaac Peral. A la izquierda, la gran puerta del balcón que da a la plaza Isaac Peral, a la derecha la balaustrada de la doble escalera de acceso a la planta principal, al fondo las dependencias de acceso al Salón de Plenos. (Foto Colección LSA).

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Los maceros muncipales Camacho padre e hijo.  La Reina de las Fiestas de la Hispanidad en 1963,  María Fernanda Osborne Medina, a su derecha el ujier Galán. (Foto: Archivo Municipal).

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Los maceros en la actualidfad: Enrique Ganaza Suano y José Rodríguez Barquín; el primero es ordenanza en la Casa Consistorial y el segundo, ordenanza en el Centro de Andultos 'La Arboleda' a quien le falta una semana para jubilarse. Ver más información de los maceros, en anterior nótula de Gente del Puerto, número 25. Esta fotografía está tomada hace aproximadamente un año. (Foto: Jorge Roa).

clementelopez_puertosantamaria¡Oh Clemente!. No, no es que una beata esté cantando la Salve Regina: o clemens, o piadosa, o dulcis, Virgo María. Es que Clemente se ha aparecido. Si usted es de los que yo pienso, usted no sabe, ni por el forro, quien es Clemente. A lo mejor se piensa que se trata del Pontífice Máximo del Palmar de Troya, o vaya usted a saber que es lo que se figura. Los designios del mundo esotérico son inescrutables. Por eso hay que andarse con mucho cuidado cuando se tratan ciertas cosas. Sobre todo, hay que tener ciertas prevenciones. Porque eso del más allá existe. ¿Usted no oyó que, en cierta ocasión  a fulanito de tal se le presentó un alma en pena y le dijo que ésto o que lo otro? Por lo general, dicen, los espíritus de los difuntos vuelven y pululan por donde vivieron, guardan lo que amaron y lo defienden de todo mal. Por lo menos no dejan vivir tranquilo a quien le haga la pascua. Cuando yo era chico no temía mas que a Clemente. Pero el temor era general: todos los niños de El Puerto nos horrorizábamos con Clemente. Pero, ¿quien es Clemente? Se nota que usted no es de El Puerto. Para lo que le importa, ni falta que le hace. Y espero, que para los desprovistos de memoria y para los recién llegados me explique.

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La Plaza de Isaac Peral, con sus araucarias, en la década de los cincuenta del siglo pasado.

Para aviso de caminantes y merodeadores debo advertir que a Clemente no se la engañado nunca, que tiene mas vista que un lince y que su venganza es terrible. ¿Usted sabe lo que es un  consejo de guerra? Pues Clemente te montaba, por poco menos que nada, un consejo de guerra. Pero sumarísimo. Después de hábil interrogatorio, se producía, casi simultáneamente, la sentencia, y se ejecutaba sin dilación: dos cachetadas, requisa de la mercancía y dar cuenta a los padres.
«--¿El investido de tan alta magistratura debió ser un buen mozo y fornido?».
«--Pues no, era bajito de cuerpo. Lo que ocurre es que en su territorio jurisdiccional no se pasaba nadie».

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Acuarela del porteño José Luis Molina Mora, inspirada en la fotografía anterior.

Dicen los contadores de cuenta y es cosa digno de contar que Clemente se ha aparecido, después de muchos años de muerto.
«--¡Oh Clemente!», dicen que grita cada vez que se le aparece al interfecto.
«--¡Oh Clemente!», repite cada noche, dando un repullo en la cama, el primer edil.
Lo que ocurre es que en el gabinete de prensa de la Casa Grande no quieren que se filtre la cosa. Pero hay quien no vive, ni come, ni duerme desde que el hecho se ha producido. Por eso dicen que el Hernán se levanta tan tempranillo --¿usted lo coge, o se lo explico?-- desde hace casi un año. Se ha movilizado, por orden superior, a María del Carmen García Sánchez, a Diego, el conserje del cementerio, y hasta a Paco “Poá”, para averiguar si el cuerpo de Clemente sigue o no bajo la losa fría del camposanto. Se ha mandado sellar su sepultura. Pero nada. Clemente se sigue apareciendo puntualmente, noche tras noche, al causante de su desgracia. Porque vagar como alma en pena y ver que se está haciendo es para echarse a llorar.
«--¿Pero, coño, quién es Clemente?».
--»Pues Clemente era el guarda de la plaza Peral y, si por coger una naranja te formaba lo que te formaba, figúrate tú la que le está formando al Hernán de los c......»
Luis Suárez Ávila.

Este artículo que evoca a Clemente López Ruiz, se publicó en Diario de Cádiz cuando se perpetró el arboricidio de la Plaza de Isaac Peral, con la destrucción de las araucarias y la subsiguiente reforma que dio como resultado la plaza enlosada en grés y mármol que ahora tenemos, una muestra más del singular enlosado urbano de finales del siglo XX y principios del siglo XXI porteño.

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En estos días se cumplen 10 años desde que Juan Espinosa, Juani el de Guadebro, nos dejara con apenas 57 años, huérfanos de un maestro de la cocina popular, de un alquimista de los peroles, que desde muy joven andaba buscando la piedra filosofal entre los fogones, de otra forma, mezclando salsas y sabores. Juani empezó muy joven siguiendo la tradición familiar heredada de sus padres, Eugenio y Milagros. Ayudando en el negocio familiar de la calle Cañas primero, luego en la Ribera, en el Restaurante Guadalete, en la Casa de la Aduana, y por último hasta hace 12 años y pasan ya los 35, en el bar-restaurante Guadebro, con desigual ritmo de trabajo y diferente capacidad de público, hasta su cierre.

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Juan Espinosa Palacios y José Simeón, muy jovencitos. (Foto Colección  Vicente González Lechuga).

juanespinosa_003_puertosantamariaJuan quería dejar la hostelería, a la que amaba y detestaba de igual manera, como los cabales de esta profesión. Su idea, hace 35 años, era la de instalar un bingo, negocio innovador para la época, de lo que tuvo que desistir, ante la cantidad de requisitos y permisos que tenía que cumplimentar, para regocijo de quienes amaban su peculiar forma de hacer cocina. En la imagen de la izquierda, Juan con su padre, en el bar de la calle Cañas.

Y hete aquí que Juani se embarca en la aventura del Guadebro, nombre prestado de la Inmobiliaria a la que compró el local donde se instaló, con dinero –poco- prestado. Juan se hizo famoso enseguida. Hasta allí llegaban de todos los puntos de la geografía provincial a probar sus garbanzos con chocos, los fideos con caballas, la raya al pimentón, el cazón a las mil maneras, los aliños diferentes, o aquella comida que el día, el mercado, y su imaginación emplataran para disfrute de sus visitantes.

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Juani, con sus padres, el día de su boda. De izquierda a derecha: Eugenio Espinosa Palacios, 'Nono'; la esposa de 'Juani', Maruchi Fernández y Fernández, hija de Antonio Fernandez Bernal, de la familia de los 'Chiquetes' de la Casa de la Aduana y de Maruja Fernández, además de hermana de Lali, la mujer de Manolo Toimil; Eugenio Espinosa Morales, el patriarca del Bar Guadalete;  Juan Espinosa Palacios, 'Juani de Guadebro' y su madre, Milagros Palacios Álvarez. Las señoritas de la derecha, familias del entorno que no identificamos.

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Foto tomada en al Bar Guadalete en los años 50 del siglo pasado. De izquierda a derecha: Antonio Nuñez, de Puerto Real; Fermín Romero Díaz, Eugenio Espinosa Morales, Pedro Palacios García, Juan Espinosa Palacios  y Manuel Lores, expresidente del Racings Club Portuense. Detrás·s están los camareros Eugenio Rodríguez Palacios y Antonio Oviedo, actualmente Fontanero. (Foto Colección Vicente González Lechuga).

ALBERTI PROBÓ SU COCINA.
Alberti fue homenajeado allí, en el primer homenaje popular que le tributó El Puerto, con un Juan que no se recató en decirle que él era conservador, y amigo de la Guardia Civil de entonces. Mucha gente pasó por Guadebro a probar las excelencias de Juan, que ya figuraba en las guías gastronómicas.

EN LAS GUÍAS GASTRONÓMICAS.

En la ‘Guía con Encanto: De Tapas por Cádiz y el Marco de Jerez, de El País/Aguilar, se puede leer lo siguiente: “Sus guisos de pescados y mariscos son el deleite de todo el que en este establecimiento recala. Tiene una clientela que no pide ni pregunta lo que hay, sino que espera que Juan ‘les ponga de comer’, tal es la fe que en sus guisos tienen”. Así era Juan, que al que llegaba nuevo, de fuera, le quería hacer probar toda la carta en el mismo día. Una cocina de recursos que alternaba con la alta gastronomía cuando era preciso: una cocina basada en los guisos marineros de alta mar, al alcance de los incondicionales de Espinosa.Juan recordaba que en los negocios de su padre paraban marineros que cocinaban bien y, que de ellos aprendió recetas y preparados que daban un sabor diferente a sus elaboraciones. La comida artesana, siempre por delante de los fast food, como no puede ser de otra manera.

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Juan, con sus hijos en una caseta en la Feria de Primavera, junto a Miguel Fernández Mancha, que trabajaba en la "Casa Bomba" en la Base. Era de Ronda y muy amigo de Juani.

LA ENFERMEDAD COMO CAMINO.
Era un hombre trabajador y emprendedor, que aprendió mucho durante los nueve años que luchó contra la enfermedad y –a decir de los suyos-, quienes le rodearon también aprendieron de él, como atestigua quien esto firma. Le dieron pocas expectativas, y ya ven, casi diez años con el estigma de la enfermedad a cuestas. Decía: “—Yo lo voy a conseguir. Voy a vencer a la enfermedad”. A punto estuvo de conseguirlo con la fuerza de su carácter y genio.

LO PRIMERO, DAR DE COMER.
Tenía un genio fuerte. Fuerte para apabullarte a atenciones, para recriminar a quien fuera su desacuerdo con tal o cual cuestión, o para transmitir sus más profundas e íntimas sensaciones: las de un hombre cabal, entregado, que no sabía decir que no, en un bar, donde siempre dejaba fiado. Y eso es un dato: antes estaba dar de comer que cobrar por el servicio.

ostrasdelsur_puertosantamariaOSTRAS DEL SUR.
Emprendedor como pocos, Juan instaló durante años, la caseta de Feria 'Ostras del Sur', en Jerez y El Puerto con su compadre y amigo Carmelo (el taxista que acompañaba al Cochino a Madrid, un hombre legal ya jubilosamente jubilado, de confianza, amigo también de Luis Fernández Chulian, también Exportador de Pescados y Mariscos) y un portugués que se llamaba José Manuel Seixas Dos Anjos; era grande también este  portugués porteño de toda la vida que nos dejó hace escasas fechas. Juani se reunía con buena gente... Y se fue también a la Feria del Campo, a Madrid, llevando los productos de la zona. Eran famosos los concursos de apertura y presentación de ostiones, que él preparaba y conocía como nadie.

HACE 10 AÑOS…
Juan Espinosa, Juani el de Guadebro nos dejó en agosto de 1999, a su mujer y a sus cinco hijos; a una parroquia fiel; a muchos amigos; a los seguidores de la cocina tradicional marinera; a los turistas a los que sabía descubrirles con la gastronomía las interioridades de este Puerto cosmopolita y socarrón; a los pescaeros de la lonja y de la plaza, con los que gustaba compartir las horas que le robaba de madrugada al sueño; a los antiguos feriantes que se sentían acogidos en la Ostrea; a los marineros que regresaban  con sus historias inenarrables: a la familia de la hostelería, que recalaba de paso a tomar la penúltima en su casa; a los porteños que, de su mano, descubrimos que no sólo con palabras se vive y se comparte un Puerto multimilenario.

caballasconfideosLA RECETA DE JUANI: CABALLAS CON FIDEOS.
Ingredientes para 4 personas:
½ k de tomates, ½ k de cebollas, 3 pimientos, 3 dientes de ajo, fumet de marisco o de pescado, vino fino de El Puerto, una copa de brandy de El Puerto, tomate frito, azafrán, aceite, sal, 150 grs de fideos gordos (del 4), 4 caballas

Cortar las cabezas de las caballas y cocer en abundante agua con sal cuando estén cocidas, limpiar de espinas, y sacar los dos lomos de las caballas, reservar. Picar todas las verduras y sofreír en aceite con sal, cuando esta todo refrito echar un  paquetito de azafrán, una cucharada de pimentón, el vino fino (de dos a tres vasos), la copa de coñac y el tomate frito ( al gusto para darle color).Se deja hervir unos minutos para que se evapore el fino y el coñac y se incorpora el fumet dejando hervir durante 15 minutos. Finalmente se echan los fideos y se cuecen hasta que estén al dente, es decir que estén un poco duros por su parte central. Terminar introduciendo la caballa previamente reservada en los fideos. Emplatar y servir acompañado de un vino de la tierra.

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Fernando Camacho Obregón, aunque nacido en la clínica del Dr. Frontela, el domicilio familiar lo tuvo en la calle Natural, 24. Es el tercer hijo de Ramón Camacho Negreira y Josefa Obregón Díaz; tiene dos hermanas. Estudió en SAFA-San Luis la Enseñanza General Básica (EGB) y la Formación Profesional II de Electrónica. En el Instituto Mar de Cádiz estudió el Módulo III de Sistemas Automáticos y Programables, donde toma contacto con la informática de forma más intensa, diseñando circuitos digitales, aprovechando Ordenadores Personales anticuados, ... El trabajo familiar, relacionado con el mundo del mar, y su afición por la informática y la electrónica, le llevaría a estudiar en la Universidad de Cádiz la carrera de Radioelectrónica Naval, estudios que compagina con un trabajo eventual en Delphi entre los años 1996-2007, durante seis meses, empleando los otros restantes en la empresa familiar de fabricación de cabos, malletas, borlones y aparejos de barcos pesqueros. Está casado con Eva María Salguero González y tiene una niña de nombre Natalia. Viven en la céntrica calle Vicario.

La empresa familiar la funda su abuelo paterno, Fernando Camacho Aguilar, empresa que ha estado instalada en los terrenos portuarios de las dos márgenes del río Guadalete. Su abuelo llegó a tener la empresa en los terrenos de lo que hoy es el Ambulatorio de la Seguridad Social “Virgen del Carmen”; trabajó también, al aire libre, a la altura de la Bodega Gutiérrez Colosía. También tuvo el taller en la Casa de las Cadenas, en la calle Cadenas, junto a un cuarto de redes, en la parte del palacio que fue derribada por la barbarie y la incultura en pleno siglo XXI. El trabajo familiar sería gestionado también por su padre, Ramón Camacho Negreira, quien hoy se encuentra felizmente jubilado.

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Tres generaciones de “malleteros”, de izquierda a derecha: Fernando Camacho Aguilar, Ramón Camacho Negreira y Fernando Camacho Obregón.

En la actualidad, Fernando se encuentra al frente del Taller y,  junto a un obrero,  atiende a la cada vez más exigua flota que queda en nuestra Ciudad. Sobreviven gracias a los barcos procedentes de Sanlúcar de Barrameda y luego de diferentes puertos, pero que están faenando por la zona: Barbate, Rota, Isla Cristina, o Málaga e incluso Galicia. El Taller se encuentra en terrenos de la Autoridad Portuaria, en “La Otra Banda”, en la zona de los rederos. Un espacio al aire libre de 120 metros de largo por 5 metros de ancho y el taller son las dependencias para atender el trabajo auxiliar de los barcos de pesca.

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PROCEDIMIENTO PARA RECUPERAR UNA ESTACHA VIEJA.
Explicación de las fotografías. 1: Una estacha usada desechada por un buque, remolcador...  2: Se comienza a abrir y van quedando 4 parejas de 2 cordones cada una. 3: Todos los cordones de la estacha completamente abierta. 4: Lo que queda de la estacha son las filásticas (los hilos). 5: La filástica es embovinada para su almacenaje. Con ella elaboran los nuevos productos: malletas, cabos...

LAS MALLETAS.
Para la realización de estos productos compran estachas para reciclar que proceden de buques, remolcadores, plataformas petroliferas, etc. Éstas pueden ser desde unos pocos centímetros de diámetro y varias decenas de metros (según el buque que las usó) hasta 40 cm de ancho por 100 metros de largos que usan las plataformas petrolíferas. Una vez recicladas darán como resultado cordajes reforzados de primera calidad. Concretamente son especialistas en “malletas” cuerdas --cabos, en el habla marinera-- con un hilo de acero de diferente, forrado de cuerdas y nylon. Consisten en cuatro cordones con un cable de acero en su interior, forrado de nylon (antes abacá); esos cuatros cordones se trenzan o tuercen en una máquina y así se obtiene el arte final: la malleta. En función del barco que lo va a usar, así será el grosor final de la malleta, hilos y trenzados, desde 50 metros a 120 metros y el grosor puede llegar a ser hasta  de 70 mm. Todo esto va en función de la potencia del barco.

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PROCEDIMIENTO PARA HACER UNA MALLETA.
Explicación de las fotografías. 1: Se coloca un cable de acero en la máquina y ésta hace girar el cable. 2: El cable se va forrando con abacá para proporcionarle peso a la malleta cuando esté en el fondo del mar. 3: El cable con el abacá se forra de nuevo con el nylon recuperado de las estachas. El nylon, además de peso, le da mucha vida a la malleta ya que es muy resistente al rozamiento que se produce en la pesca de arrastre. 4: Cuando se forran cuatro cordones se tuercen en la máquina y se crea la malleta. 5: Ésta es la malleta una vez terminada. El peso viene determinado por los caballos que tenga el barco. Suele ir desde los 150 a los 440 kilos cada una con una longitud que va desde los 50 a los 125 metros.

En el Museo Municipal existe una rueda antigua donada por el padre de Fernando, Ramón Camacho Negreira. Dicho maquina manual, disponía de una manivela con la que se la hacía girar para elaborar los cabos. En la actualidad una máquina con energía eléctrica realiza este pesado trabajo.

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Marineros en plena faena en el barco, levantando los artes del arrastre. Aquí están acompañando las malletas con las manos para que no se monten en el carrete y así ocupen menos espacio en la maquinilla.

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Dibujo de C. Simón en el que se aprecian las malletas, los dos largos cables a los que está sujetado el arte de pesca llamado “de arrastre”. También vemos el “burlón”, que  se fabrica con una cuerda de un dedo de grosor, luego se estira un cabo y se enrolla ésta en torno al cabo. El burlón lleva cosida las redes que sirven para este tipo de pesca.

elp1TOURMÓVIL.
Desde pequeño Fernando se siente atraído por la informática, y sus estudios le han llevado siempre por esos derroteros. Durante el tiempo que ha estado haciendo los cursos de adaptación de Delphi para el reempleo, Fernando, que ya estaba sobradamente preparado en las disciplinas informáticas, en lugar de dejar vagar su mente, empieza a estudiar como funcionan los dispositivos de los teléfonos móviles. Así se le ocurrió la idea de montar un sistema de información a través de los teléfonos móviles. Y dicho y hecho, junto al sueco Jon Rönnols y José Ángel Nogués se metieron en la aventura de Tourmóvil, una empresa local que facilita información turística de la Ciudad a través del teléfono móvil. Una guía turística electrónica mensual, que se actualiza por internet o vía bluetooth. Todo un invento tecnológico del que no nos consta, que existan, por este sistema, precedentes en nuestro país y que ya están estudiando implantar en otras poblaciones de nuestro entorno. También disponen de métodos para la creación de audioguías y ya se pueden descargar, en su móvil también desde las páginas de Tourmóvil, los planos de Metro de las principales ciudades de España y Europa.

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(Continuación). Descubriremos ahora nuevas facetas de Críspulo Martínez: empresario taurino y promotor constructor nada menos que del desaparecido Teatro Principal. Para enterarnos de su participación en esta última actividad, en la que podremos ver nuevamente su talante oportunista, sin que con ello queramos adjetivar peyorativamente su comportamiento, mas bien todo lo contrario, y también su  capacidad organizativa, recurrimos a un texto de José Ignacio Buhigas, actual Archivero Municipal, quien, con su contrastada maestría narrativa, nos ilustra al respecto:

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El Teatro Principal, a principios del siglo XX. (Foto Centro Municipal de Patrimonio Histórico).

EL TEATRO PRINCIPAL.
En 1842 la Junta de Beneficencia de esta ciudad elaboró un proyecto para construir un teatro por acciones en el local que poseía, calle Luna, esquina a la de San Bartolomé conocido por el nombre de Trabajadero de la Compañía, agregándole el antiguo reñidero de gallos que se halla a su espalda.
El objetivo de este teatro era el de sufragar las necesidades de un asilo piadoso y alentaba la Junta de Beneficencia a los vecinos a que consideraran que no deben mirar con indiferencia que les aventajen  los de las ciudades inmediatas en celo y amor por su país, edificando los de Jerez una costosa plaza de toros que ha arruinado la de esta Ciudad; y los de Sanlúcar un teatro cual nunca tuvieron y señalaba que el teatro será un monumento de gloria que trasladará las generaciones futuras su generosidad y su civismo.
El capital se conseguiría a través de 80 acciones de 2.000 reales y otras 20 más que representaría la Beneficencia. Sin embargo, un año más tarde la única esperanza de que se llevara a efecto el teatro era una proposición de data a censo hecha por don Críspulo Martínez, ya que la Diputación había prohibido invertir cantidad alguna del fondo de Beneficencia en la obra, ni puede distraerse para pago de premios de los accionistas ni algún otro objeto y las circunstancias de que el comercio de extracción de vinos estaba en el mayor abatimiento por un tratado con Gran Bretaña aconsejaban dejarlo para una época más prospera.

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El Teatro Principal, poco antes de su desaparición, pasto de las llamas. (Foto Colección Carlos Pumar Algaba).

La esperanza se cumplió: don Críspulo Martínez tomó a censo el solar y en mayo de 1845 estaba a punto de concluirse la construcción del teatro. El 18 de junio de 1845 la Academia Nacional gaditana de las Nobles Artes elaboró un informe del reconocimiento del edificio en el que resaltaba por su importancia y novedad una serie de detalles de la construcción, sobre todo de los palcos, el cielo raso y la cubierta; señalaba que las maderas eran de pino Flandes, que el ornato era bello y elegante y dispuesto con tanta ligereza y buen gusto que nada deja que desear y que su cabida era de 1.200 personas sentadas y 300 de pie, para concluir: en suma, este bello teatro, por su acertada y bien entendida construcción, su decoración y cabida, es digno de figurar en una capital

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Octavilla publicitaria de una función en el Teatro Prinicipal en 1883. (Colección de Tomás Ramírez).

PROBLEMAS CON LOS TOROS.
Los amigos de la fiesta nacional por excelencia, esos aficionados de El Puerto, ciudad de tan gran tradición taurina, sufrieron numerosos contratiempos, incontables penalidades en esta mitad del siglo XIX debido a las dificultades que se fueron sucediendo un año tras otro para gozar y disfrutar de espectáculos taurinos, cuya escasez era notoria, privando cada primavera y verano a un nutrido grupo de fervorosos admiradores del arte de torear de tan popular diversión.  Los empresarios brillaban por su ausencia. Había demasiadas formalidades que cumplimentar, excesivas cargas y  escasa colaboración de las autoridades a las que solo parecía importarle acceder gratuitamente a los espectáculos. Añádanle a lo dicho unas instalaciones deficientes y caras de mantener de un año para otro y el resultado es fácil: ausencia de beneficios y, por tanto, pocos espectáculos.

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“Descanso en la Plaza de Toros”. Obra de José María Uría, año 1870. Palacio de Meres. (Asturias).

Esa inquietud y malestar generalizado entre los aficionados locales animaron a un grupo, digamos pudiente,  a tomar la iniciativa y poner en marcha los mecanismos necesario, utilizando todos los recursos e influencias a su alcance para construir una plaza que sustituyese al arruinado coso existente, inservible para organizar espectáculos en sus instalaciones. Martinez Alfonso lo cita así en su gran obra “Plaza Real”: “Corría el año 1843. A iniciativas del Alcalde, D. Juan José Gay se va a crear una empresa anónima con el fin de construir una nueva Plaza de Toros y restaurar así el antiguo brillo y tradición de la fiesta portuense.”  La sociedad, cuya primera Junta Directiva la compusieron Jose Maria Albareda, Carlos Carrera, Nicolas F. Galarza y Francisco Miranda se autodenominó “Asociación Propietaria de la Plaza de Toros”. Adquirieron las defectuosas instalaciones existentes en 90.000 reales, abonando tan solo 30.000, aplazando el pago del resto a 8 años, hipotecando la nueva plaza en garantía del pago.  Consiguieron que el municipio les cediera la propiedad del terreno que ocupaba la plaza, el corralón de los encierros y la manga –camino o vereda ancha empalizada por el que introducían el ganado que venía conducido en manada desde el campo por los jinetes-  instalaciones que totalizaban casi once mil varas cuadradas de superficie, dándole la propiedad a censo reservativo o data a censo y durante toda una década pudieron dar satisfacción a sus socios y a los aficionados en general en el terreno artístico pero, sin embargo, en el económico “los éxitos no fueron tan sensacionales como en su optimismo y decisión esperaban sus directivos.”

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Toros en El Puerto en 1871. 25 y 26 de julio. Toreros: José Ponce, Rafael Molina Lagartijo y Manuel Fuentes Bocanegra. (Archivo Osborne).

DON CRÍSPULO, EMPRESARIO TAURINO.
En esta nueva coyuntura negativa aparece como salvador nuestro don Críspulo, al que recurren, conocedor de sus habilidades en estos pantanosos terrenos, los miembros de la junta liquidadora de la ya extinguida asociación de propietarios para intentar salvar la temporada de 1854. Inicialmente firma, con fecha 17 de marzo, un contrato de arrendamiento de la plaza. El arrendamiento lo hace realmente a petición de José Luis Gay, y conjuntamente con este, digamos que el autentico aficionado, interesado en que continuase existiendo espectáculos tras el fracaso de la sociedad antes mencionada, bautizándose ambos arrendadores como “Empresa Popular” Pero debieron surgir serios problemas de carácter legal, amenazando los antiguos propietarios del coso, a los que se les debía gran parte del importe aplazado, con impedir la  celebración de cualquier corrida si no liquidaban la deuda, ejecutando la hipoteca existente. Ante esta tesitura,  el Sr. Martínez Segura,  pocos días después del compromiso antes citado, decide comprar la Plaza de Toros y sus instalaciones anexas, haciéndose cargo del pasivo existente, abonando asimismo el diez por ciento de las acciones que se le presentasen y rescata los terrenos, abonando la pequeña cantidad en que se había fijado su precio.

Goya+11+Suerte+de+VarasTodo lo expuesto le supuso una inversión aproximada de 105.000 reales. Cuatro meses después recuperó la mitad, vendiendo el 50% de la revalorada propiedad –reparado el anfiteatro, libre de cargas y con más de 10.000 varas cuadradas de terreno de plena propiedad- a los hermanos Ramona, Nicolás y Valentín Galarza, quienes explotan empresarialmente la misma como “Galarza Hnos.” y, debiendo marcharles bien los negocios, deciden comprar nuevamente el 50% restante, en esta ocasión pagando la cifra de 70.000 reales, eso sí, en cómodos plazos mediante pagarés a la orden de don Críspulo quien, asimismo, se asegura uno de los mejores palcos para poder presenciar con su familia, gratuitamente, todos los espectáculos mientras existan cantidades pendientes de pago. (Ilustración: 'Suerte de varas'. (1824). The J. Paul Getty Museum – Malibú, Los Ángeles).

Goya+10+Diversión+de+EspañaLOS TOROS A MEDIADOS DEL XIX.

En estas transacciones apenas encontramos dos o tres mil duros de beneficio. Estamos convencidos que la satisfacción de haber complacido a varios buenos amigos que confiaron en él para sacar del bache o del socavón en que se encontraban los espectáculos taurinos suplían y hasta superaba mejores ganancias pecuniarias. Esos buenos aficionados, clásicos y puristas, ajenos a los espectáculos circenses que se estaban prodigando y poniendo de moda en la época: señoritas toreras, peleas con fieras y las llamadas mojigangas, similares al las denominadas “charlotadas” de nuestra época, llenaban el ruedo con su presencia hasta que eran desalojado por los alguaciles a caballo, vociferaban emocionados en la espectacular suerte de varas, gritaban pidiendo banderillas de fuego si el toro no embestía y prorrumpían en frenéticos aplausos cuando caía abatido de una certera estocada. Ellos, los  Galarza, Carrera, Aramburu, Albareda, Gay… supieron elegir al hombre adecuado. (Ilustración: 'Diversión de España' (1824-27). Biblioteca Nacional. Grabado de Goya).

Entramos ya en la parte final de este extenso apartado dedicado a Críspulo Martinez... Y el final no es otro que la muerte. La suya ocurrió el 17 de febrero de 1873.  En los últimos años era su hijo Juan Antonio el que llevaba la batuta y será este el que en su calidad de albacea se ocupe del reparto de bienes y asuma las delicadas decisiones que hubieron de tomarse, en función de la situación financiera de la familia en el momento de la desaparición del patriarca.   (Ver en Comentarios, o pulsando aquí, las disposiciones testamentarias, arreglos y filigranas que hubieron de hacer sus albaceas).

Al final de sus días, superados los 70 años, no sabemos para que proyectos o causas, pero seguramente para adquirir bienes desamortizados que titularía a nombre de otros, se “entrampó” como hemos visto, falleciendo con números rojos… aparentemente. No doy crédito a lo que reflejan los documentos y he trasladado fielmente aquí. Sin duda, el dinero estaría muy bien invertido y las propiedades en manos de sus herederos. Sería su última y pícara jugada, probablemente, pues Don Críspulo es acreedor del dicho “Genio y figura… hasta la sepultura”.

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El Teatro Principal caería, pasto de las llamas, hace 25 años, en marzo de 1984. (Foto Colección Carlos Pumar Algaba).

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Los bomberos, actuando ante lo irreversible. (Foto Pedro Lara. Colección Manolo Morillo).

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Los bomberos, actuando desde La Placilla. (Foto: Pedro Lara. Colección Manolo Morillo).

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El Teatro, después del incencio, preparado para el derribo y la especulación. Al final, no se consiguió que aquel espacio quedara para equipamiento público y se recalificó el suelo para viviendas. Los propietarios del suelo obtendrían pingües beneficios y la Ciudad se quedó, durante 24 años sin un espacio escénico. (Foto Colección Carlos Pumar Algaba).

Los descendientes de D. Críspulo Martínez  entroncaron con conocidos y prestigiosos apellidos de la sociedad portuense: Julia, con Carrera; Elena, con Barreda y los de Juan Antonio, que casó con María Teresa Colom y Víctor y procrearon ocho hijos, con los Galarza, Álvarez Campana, García Valdeavellano, Govantes y Pico.

(Textos: Antonio Gutiérrez Ruiz.)

Del trabajo inédito:  PERSONAJES PORTUENSES  DEL SIGLO XIX.

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Ndiaga (pronúnciese Yaga) Sama, nació en Touba (Senegal) el seis de septiembre de 1980. Hijo de Mor y Amiy, estudió el Graduado Escolar en su Ciudad natal, una de las más importantes de su país. La ciudad santa de Touba, en Senegal, es una especie de Vaticano, un emporio espiritual y económico musulmán, el centro de la orden sufí del Muradismo, donde se asienta la Gran Mezquita. Con once años se vino a España con su padre, desde Casablanca, dado que su progenitor “tenía papeles” de residencia en nuestro país. Y primero vivió en San Fernando, luego en Puerto Real, donde reside, aunque El Puerto es uno de sus lugares de trabajo desde que llegara a la Bahía de Cádiz. En El Puerto es muy querido, algo que nos consta y, según afirma, nunca ha sido discriminado por el color de su piel, aunque no siempre ha sido así en otros lugares de Andalucía. “¡Na ga deff!”, o lo que es lo mismo “Hola», lo saludamos.

En nuestro país estudió lo básico para saber leer y escribir el idioma español. Y luego ya vendría el trabajo, la venta ambulante de artesanía, bisutería, complementos y cosas de su país. Ferias de toda Andalucía y Extremadura, el Paseo Marítimo de El Puerto o el Parque en verano son sus lugares de trabajo, como un nómada buscando el sustento para su familia. También trabaja de forma ocasional con una empresa de montaje de andamios portorrealeña, Gadur, en Sevilla principalmente; la crisis en la construcción ha reducido al máximo este trabajo. Tuvo hace tiempo una novia blanca en San Fernando pero en la actualidad, está casado con Fatiy y tiene tres hijos Mor, Mahkt y Khadi, dos niños y una niña de los que se siente especialmente orgulloso y por los que se afana en encontrar trabajo.

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Niños por una calle/camino de Touba (Senegal).

TOUBA, CIUDAD SANTA.
«La Ciudad de Touba, como ya hemos indicado, es como la Meca de Senegal o el Vaticano para el mundo católico, es un importante centro económico y espiritual del sufismo musulmán del Muradismo. El Sheij Ahmad ibn Muhammad ibn Habiballah (1854-1927), más conocido como Ahmadú Bamba, fue el fundador del muridismo en 1883, la orden sufí más influyente de las cuatro existentes en el Islam senegalés y gambiano. Sus herederos, hasta ahora, sus cinco hijos, se han ido sucediendo en la cabeza de la cofradía hasta el jeque general actual, Serigne Saliou Mbacke, un anciano de 91 años, líder de los murides desde que murió su hermano mayor en 1990.

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La Gran Mezquita de Touba, construida en 1963; ceerca se encuentra la tumba del fundador del Muridismo.

Los senegaleses, murides o no, acuden a vivir a Tuba atraídos por el bajo precio del suelo que oferta la cofradía y por los privilegios que disfrutan sus ciudadanos. Por ejemplo, no pagan el agua que consumen y hasta hace pocos años gozaban de un fuero jurisdiccional distinto que escapaba de la autoridad de jueces y policías. Pero, ¿de dónde surgen estas peculiaridades? ¿por qué el desfile de embajadores y personalidades extranjeras a Tuba es obligatorio tras la visita al presidente del país, Abdoulaye Wade? El fundador del Muridismo, el equivalente a un santón ermitaño que dejó una gran producción escrita, incluída poesía, fue una figura clave de la formación del Senegal independiente. Apóstol de la no violencia, Bamba, obtuvo el favor de los colonizadores franceses tras el largo exilio de 12 años que le impusieron.

El envío de divisas para la asistencia a los pobres en las mezquitas y el engrandecimiento de las obras de Tuba ha sido una constante en la cofradía. De hecho, la mayor parte de los senegaleses que recorren las playas españolas vendiendo artesanía y otros objetos son murides afanosos que abonan sus contribuciones al morabito que les visita y asiste con consejos prácticos sobre práctica religiosa y de vida en general. Esto ha enriquecido al muradismo enormemente y convierte a la hermandad en un vector de influencia política clave en su país. Tan es así que el presidente Wade (también murid) procura no ausentarse de la peregrinación anual al mausoleo de Bamba en Tuba, el gran magal, de fecha variable y en el que participan cientos de miles de personas. También tras las elecciones, al día siguiente de su victoria, su primera visita oficial la rinde al “jeque general” de su hermandad.» (Webislam).

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De izquierda a derecha, primera fila: Rosendo, carnicero; Fali Gómez, Giménez de La Pastora, con un ejemplar en la mano de Diario de Cádiz; Pedro Galván, de la tienda de decoración de la calle Larga, GALSA; Hugo Rodríguez Cortés, de la Peña el Troncho; Domingo Asenjo, el de los platos; Francisco Javier Paullata Estévez, arrendatario del Bar Triana desde 1981, Araujo y Manuel Cordero. Segunda fila: Manuel Paullata Serrano, padre de Francisco Javier; Remigio, el carpintero; Francisco Sánchez Valenzuela, conocido como Pacuchi, el cristalero; Antonio García Real, José María Martínez Govantes, Pepón Arjona, el Gorri, Miguel Gómez; José García Gil, conocido como Pepe el redero,  Vicente, a quien cariñosamente, apodábamos como 'La vieja', se llamaba Vicente Martínez Sánchez, Pepe Amorós y Antonio, el peluquero. Agachado, Antonio Camacho Francés, Antoñete, hermano de “el Chusco”. Falta en la foto, Fernando, el Sietededos, un escayolista que, a efectos de maquetación, no cabe en la imagen que se publica. (Foto: Rafa. Colección Antonio Collantes Ramos).

Hace 27 años, el 1 de octubre de 1982, finalizaba el I Trofeo Peña Triana, disputado en las instalaciones de dicha Peña, en el que participaron un total de 16 jugadores. La pareja formada por Domingo Ajenjo y Teodomiro Alcántara se proclamó vencedora en esta habilidad y subcampeones José Amorós y José García. También hubo premio de consolación para los perdedores: sendos jamones de escayola perfectamente logrados (en la foto). Uno de los miembros de la pareja se lo llevó a su casa y el otro, que quiso compartirlo, comprobó de que material estaban hechos los perniles, al saltar lascas de la imitación. Se consumieron unas cuantas botellas de Fino Pavón, de Bodegas Caballero.

El Bar Triana perteneció a la familia conocida popularmente como los Giles. Eusebio Pérez Gil de Reboleño heredó este bar y, después de regentarlo bastante tiempo junto a su esposa, María Fernández Calderón, se le alquiló a Francisco  Javier Pauyata hijo, despues de que el padre del mismo falleciera.  Actualmente los propietarios del Bar Triana son María Fernández Calderón, Vda de Eusebio Pérez,  e Ignacio Pérez Fernández, manteniéndolo, en régimen de alquiler a Francisco Javier Pauyata.

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En la fila superior, de izquierda a derecha: Manuel Martínez Alfonso, José López Ruiz, Francisco Viseras Alcolea, Tomás Quiles Sáchez, José Cepero Peralta, Luis Gutiérrez Calvo, Joaquín Calero Muñoz y Ventura Lozano Moreno. Agachados, de izquierda a derecha: Ramón González Montaño, Ángel Angulo Fernández, Leonardo Romero Maure e Ignacio Pérez Blanquer. 29 de mayo de 1999, en la calle del Instituto Laboral.

Ya han pasado 10 años, fueron lo días 28 y 29 de mayo de 1999, cuando se celebró el primer y único encuentro hasta la fecha de antiguos alumnos del Instituto Laboral y Santo Domingo, para agradecer a la Comunidad Educativa su extraordinaria labor docente ya que desde los inicios de la década de los 50, hasta mediados de los años 70, la dedicación y conocimientos de los profesores que pasaron por el Instituto fueron esenciales para forjar una buena escuela de alumnos. Por eso las ideas fluyen como un torrencial de recuerdos y de añoranzas  al mencionar este emblemático Instituto del que Antonio de la Torre González fue su primer alumno. En aquellos tiempos difíciles la dedicación y los conocimientos del gran elenco de profesores fueron esenciales para forjar una buena escuela de generaciones de alumnos que durante años sucesivos iban a estar dirigiendo y ocupando puestos de responsabilidad en la sociedad española.

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Patio del Instituto, donde se celebró el acto de homenaje y donde se encontraba la campana que daba los avisos. Una frase publicada en  Diario de Cádiz, y que era el titular de una crónica sobre el homenaje a los profesores allá a finales del siglo pasado, que decía: Y TOBÍO VOLVIO A TOCAR LA CAMPANA…” Fue realizada por el director de Gente del Puerto José María Morillo, alumno que fue también del Instituto.

Durante dos días inolvidables se fundieron en un  solo cuerpo trabajadores y alumnos, pensamientos e ideologías, penas, alegrías, recuerdos y vivencias. Y así ocurrió, todo se desarrolló a pedir de boca. Profesores, colaboradores y alumnos compartieron un montón de cosas. Amistad, compañerismo, ilusión, madurez, anécdotas. Pero sobre todo gratitud en ambos sentidos. Los pupilos por la enseñazas recibidas. Los maestros por las atenciones recogidas.

emilioflory_puertosantamariaEn el Acto Académico recibieron placas  como reconocimiento a todos estos años de entrega en su labor como profesores y colaboradores de la Comunidad Educativa. En la imagen de la izquierda,   Doña Francisca Sánchez Salgado, Paquita, limpiadora del Instituto  durante la década de los años sesenta y setenta del siglo pasado, recibe por parte Emilio Flor Jiménez, director del Centro en la fecha del primer encuentro de antiguos alumnos del Instituto, placa como reconocimiento a todos estos años de entrega en su labor como colaborada de la Comunidad Educativa. Emotivo fue cuando las esposas de los ausentes, de los que nos abandonaron, recibieron el aplauso de todo el alumnado presente en el añorado patio del Instituto.Admirables profesores, sin ningún género de duda y que durante ese primer encuentro pudimos valorar la inmensa calidad humana de los que se fueron y de los que estuvieron presentes en el acto. Todos permanecerán en nuestra memoria.
Comunidad Educativa del familiar Instituto Laboral, salvo error u omisión, que llevó el timón de este Centro durante su periodo de su vida:

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COMENTARIOS DE ANTIGUOS ALUMNOS

programa_institutolaboral_puertosantamaria“Cuantos buenos recuerdos se agolpan en mi mente y cuanta nostalgia de aquellos tiempos intensamente vividos al amparo de nuestros profesores. Cuanta paciencia tenían con nosotros. Éramos un poco como de familia… por lo que no pierdo la esperanza de que se les vuelva a hacer otro u otros homenajes que bien se lo merecen…” J.M. Fernández Izquierdo
“…aquel maravilloso Centro de Enseñanza Media, en el que, con diez / once años de edad (1952 /3), disponíamos de modernísimos medios (dos laboratorios de química, uno de física, una enorme y bien equipada aula de dibujo, talleres de mecánica, carpintería, electricidad y forja – cada alumno tenía su propio herramental y su banco -, proyector de cine, y la primera emisora de radio que tuvo el Puerto: “Radio Puerto de Santa María, Emisora del Instituto Laboral”, cuyo locutor era, precisamente, el Padre de José Mª Morillo – hermano pequeño de mi padre – según decía él), además, desde esa edad estábamos en manos de extraordinarios y jóvenes licenciados !todo un lujo y gratis total!...” Eloy Fernández Lobo

LOS VERSOS DE JORGE GARRIDO.

De unas décimas y algunos versos que mi amigo y compañero Jorge Garrido García, compuso y dedicó al profesorado, en el recordado Acto Académico celebrado el día 28 de mayo de 1999, transcribo las que dedicó:

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A Don Enrique Bartolomé López-Somoza:

Era enseñanza viviente,
el profesor coloquial
de argumento magistral
y su memoria una fuente
de frescor siempre envolvente
y de expresión atinada;
fue certeza retratada
dato más fidedigno;
atengo, abierto, benigno...
¡la maestra pincelada!

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A Don Manuel Martínez Alfonso.

Aunque la palabra es arte
y su buen uso un orgullo
no era la Lengua chanchullo
seguro en que respaldarte;
aprobar, era algo aparte,
casi lo mismo te daba:
¡Cuantos nervios atenazaba
del dire su efervescencia!
Ayer, que perdió el Valencia
y a ver si se le pasaba.

Jorge Garrido García, natural de la población serrana de Bornos, en  la actualidad ejerce como profesor de enseñanza. Fue pieza clave en la organización del Primer Encuentro de Alumnos del Instituto Laboral, coordinando la presencia en el acto de los alumnos internos del Instituto que se encontraban dentro y fuera de Península en la fecha del Encuentro. El autor de este artículo estuvo a cargo de la Coordinación del Encuentro.

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Aquel encuentro culminó con la inauguración de la calle Instituto Laboral colindante con el Colegio Público José Luis Poullet y la calle Giner de Los Ríos, en la que se encuentra las viviendas del profesorado, próxima a la Rotonda de la Puntilla, donde actualmente se coloca el mercadillo de los martes. Todo gracias a un reducido grupo de porteños que decidieron dar el paso adelante y aventurarse en organizar un acto donde quedara grabado con trazos indelebles el nombre de Instituto Laboral. La Corporación Municipal que presidía el exalcalde Hernán Díaz Cortés, que también fuera exalumno, accedió a la petición de los organizadores quienes argumentaron una labor bien hecha por educadores y que con el nombre de Instituto Laboral a la calle en cuestión era motivo de satisfacción de agradecer por parte de las generaciones de alumnos a toda la Comunidad Educativa lo mucho recibido. Finalizado el acto de inauguración de la calle Instituto Laboral, como toda gran historia se improvisó en las instalaciones del Club Náutico un almuerzo como despedida donde asistieron tanto profesores como alumnos venido de todas partes de nuestra geografía. (Textos: Antonio Carbonell López).

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guillermorivasramirez_puertosantamaria-1Guillermo Rivas Ramírez (1900-1962) nació en nuestra Ciudad, quedando huérfano desde muy joven, con nueve años, siendo reclamado por dos tías que vivían en La Habana (Cuba) donde tenían plantaciones de caña de azúcar. Allí permaneció hasta que, insuflado de patriotismo, quiso hacer el servicio militar en España. Hasta su regreso a nuestro país se preparó en contabilidad, mecanografía, taquigrafía, pues tenía claro que con formación era como se podía salir adelante en la vida y, consiguientemente, en el mundo de la empresa y los negocios. (En la fotografía de la izquierda, Guillermo Rivas, con el uniforme de sargento de Regulares, durante el servicio militar, en 1921).

EL DITERO.
Tras el Servicio Militar, se instala en El Puerto y monta su primera empresa, con 22 años: hace un Libro de Dita, lo que le permitirá hacerse con un capital que posibilitará la posterior creación de otros negocios y empresas. Del relato “El Ditero” de Mateo Bellido Rojas: «En casa, pues, vivíamos con lo justo. Si mi madre juntaba algún ahorrillo, un tipo sonriente aparecía con un paquete bajo el brazo. Una vez, por Navidad, era una caja surtida de mantecados. Otra, una plancha eléctrica. Por fin, otro día, se encendió el primer transistor a pilas y el hogar se fue llenando algo, aunque sólo fuera de voces fantasmas. Le llamábamos “el ditero” y era habitual en las tardes de radionovela, merienda de cuenco de pan con aceite y chocolate rancio, que apareciera a cobrar una pequeña parte de lo que se le debía», con una libreta de tapas duras, en la que se llevaban las cuentas de cada vecino, cogido con unas palomillas. «Los pagos se eternizaban y, cada poco tiempo, me hacían sumarlos para saber si quedaba mucho. Cuando se liquidaba una cuenta, ya se podía pensar en abrir otra. Nunca noté que perdiera la sonrisa ante la imposibilidad de un pago y no creo que se cobrara intereses, pero para todos era que tenía dinero».

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Esquina del Bar Buenavista, según una acuarela del porteño José Luis Molina Mora, basada en una fotografía de finales del siglo XIX.

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El Bar Buenavista a la derecha ya en el siglo XX; en frente la Avda. Micaela Aramburu, con las palmeras no muy altas, que conforma el actual espacio de dicha calle. (Foto Colección Carlos Pumar Algaba).

CAFÉ BAR BUENAVISTA.
En 1932 Guillermo Rivas se hizo cargo del Bar Buenavista en el que permanecería hasta el final de su vida laboral, durante 30 años más. Aquel lugar fue conocido como la “Tienda del Hierro” dado el material del que estaba fabricada la marquesina de la terraza. Escribe Enrique Pérez Fernández en su libro “Taberna y Bares con Solera”: «En 1889 era un café así llamado, de Ramón Ariza Sánchez, años después llevado por su hermano Andrés (el del Café La Marina de la Pescadería), hasta que en 1932, tras explotarlo unos años Antonio Vázquez, pasó a manos de Guillermo Rivas Ramírez». Todavía se pueden imaginar, entre sus paredes, los gritos en los juegos de cartas de la época: rentoy, mus, tute tute subastado... de los parroquianos.

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Publicidad del Bar Buenavista, siendo propiedad de Guillero Rivas.

Con el tiempo, Guillermo se iría haciendo de casi todas las casas de la Plaza de las Galeras: donde hoy se encuentran el Bar Liba, el Mesón Ibérico, la Galera Real --regentada hasta su reciente jubilación por Luis -Lucky- Rivas, propietario del establecimiento-- el Buenavista --Bar El Vapor, desde 1998-- y los antiguos billares y fábrica de gaseosas, hoy el Bar Loco de la Ribera. Una excepción La Mezquita, propiedad de los Pasage, que conectaba la esquina de Jesús de los Milagros con la Plaza de Las Galeras, por la calle Luna. Todo un patrimonio inmobiliario.

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Publicidad de Naranjadas y Limonadas El Zeppelin, fabricadas y vendidas en exclusiva para nuestra Ciudad por Guillermo Rivas.

FÁBRICA DE GASEOSAS: EL ZEPPELIN.
En Vergel del Conde, núm. 12, hoy Plaza de las Galeras Reales, donde como ya hemos dicho se encuentra, actualmente,  el Bar “El Loco de la Ribera” y anteriormente una sala de billares y futbolines (Salón Recreativo), estuvo ya avanzado el segundo cuarto del siglo XX, la fábrica de gaseosas y sifones, Espumosos Rivas. Allí fabricaba y tenía la venta exclusiva para el Puerto de las naranjadas y limonadas, “El Zeppelin”. Más tarde el local lo alquilaría, maquinaria incluida, a Revoltosas Madrid, a Juan de la Fuente Cros.
En la fábrica de gaseosas había dos mesas de billar en las que se jugaba “A Palillos”: a 31, 41 y 7 y media, estando en activo la fábrica, jugándose de tapadillo, con dinero, en aquella época de prohibición. Aquello hizo que, más adelante, se instalaran los billares y futbolines a los que hacíamos referencia.

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Los hermanos Rivas Acal, casi al completo en una instantánea tomada hace  cerca de 20 años: Fila superior: Manolo (+), Guillermo (+), Milagros, Carmen, Rafa y Enrique. Fila inferior: Fernando, Ignacio, Lucky y Jesuli. En la foto faltaba Lola, cuya imagen actual (tomada el 16 de junio de 2009), reproducimos a continuación. (Foto Pielfort).

lola_rivas_acal_puertosantamariaCASAMIENTO Y  UNA FAMILIA LARGA Y NUMEROSA.
Nuestro protagonista se casa con Carmen Acal Fuillerat dejando una amplia descendencia de 12 hijos, «más los estropeados que no prosperaron», según las propias palabras del hijo núm. 11, Lucky. Estos son Milagros, casada con Esteban Tejada; Manolo, casado con Milagros Romero Vaca; Guillermo, casado con Manolita Felices, ATS que fue de Terry, bellísima persona al igual que su hijo Guillermo quien trabaja en el Area de Personal del Ayuntamiento; Pepe, que falleció a los 14 años, tras un “corte de digestión” al bañarse en la alberca de La Victoria, tras un sudado partido de fútbol; Lola; Carmen, casada con Juan Muñoz, empleado multifacético que fue, entre otras empresas del Cosario de Tablas, de Conservas Sur, de la Caja de Ahorros de Cádiz y Gestor de las Taquillas de la Real Plaza de Toros; Enrique, casado con Milagritos Carreto, ya fallecida, hermana de Alfonso y Rafael Carreto Martín-Arroyo; Rafa, socio durante más de 30 años de Lucky en los negocios de hostelería y alma mater de Lobo Hermanos “Mobilandia” hasta su jubilación, casado con Isi López; Fernando, empleado de Osborne, casado con Maleni Botella; Ignacio, casado con su mujer, Mari Carmen; Lucky, propietario del Bar La Galera, recientemente jubilado y casado con Manoli Lobo; y Jesuli, empleado de Unicaja, casado con Petri Marín.

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La Plaza de las Galeras y el Parque Calderón, en el primer cuarto del siglo XX.

UN HOMBRE BUENO.
El negocio principal de Guillermo fue el Bar Buenavista, que estuvo atendiendo hasta su fallecimiento, en 1962. Guillermo era un hombre que tenía mucho sentido del humor, algo que le contagiaría, por la vía de la sangre y del roce, a gran parte de su abundante prole. Sus hijos recuerdan, en el patio de la casa familiar en Vergel del Conde 12, hoy Plaza de las Galeras, tirados de la risa a Milagros, la hermana de Guillermo y madre de Luis y Enrique Gatica Rivas, a su padre, y a sus hermanos, por las ocurrencias que venían de la gracia innata familiar.
También es recordada todavía su generosidad. Guillermo Rivas era un hombre generoso que daba dinero y daba de comer --en aquellos tiempos de hambruna-- a más gente que habitantes tenía la casa familiar: «--Carmela, ahí te mando a dos o tres para que les des de comer», solía ser una constante en aquella vivienda siempre repleta de hermanos y visitas. Quitó mucha hambre.

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