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juansalvadorgallegocarvia_puertosantamariaEl Teniente de la Guardia Civil, el portuense Juan Salvador Gallego Carvia, ha recibido de manos del que fuera obispo de Jerez y hoy arzobispo castrense, Juan del Río, la Cruz de Honor de la Cruz Fidélitas. El acto se llevó a cabo durante el transcurso de una eucaristía celebrada hace una semana, el pasado viernes 13 de septiembre,  en la parroquia de San Pedro Apóstol de Güímar (Santa Cruz de Tenerife).

Juan Salvador, está destinado como teniente adjunto de la Compañía de Santa Cruz de Tenerife y Comandancia de Santa Cruz de Tenerife. Prácticamente toda su vida laboral la ha desarrollado en las Canarias, siendo su primer destino Güimar, donde fue ascendiendo de forma progresiva hasta alcanzar el empleo de Teniente. Está ausente de El Puerto desde 1992, año en el que ingresó en el Cuerpo de la Guardia Civil, pero no ha perdido el vínculo con su ciudad natal, a la que visita siempre que sus obligaciones profesionales se lo permiten.

Hijo de José y Milagros, su padre fue, hasta su jubilación, funcionario municipal, siendo el menor de nueve hermanos. Juan Salvador nació el 4 de septiembre de 1971, en el Hospital San Juan de Dios, culminó sus estudios de bachillerato en el Instituto Santo Domingo.

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En la imagen, con nuestro paisano Pinto, portero del C.F. Barcelona, ver nótula núm. 281 en GdP en el aeropuerto Tenerife Norte.

Fidelitas_Gran_CruzEstá en posesión, además, de la Cruz de la Orden del Mérito Civil 2013 y la Cruz al Mérito Militar, con distintivos blancos, entre otras distinciones. La Cruz de Honor de la Cruz Fidélitas es una condecoración del Arzobispado Castrense, relativamente reciente --año 2007-- que reconoce la labor de Juan Salvador, habiendo destacado por un servicio excepcional y relevante y una colaboración constante y altamente eficaz en el marco del Arzobispado Castrense que la otorga, como se asegura en la Cédula Episcopal probatoria, firmada y refrendada por Juan del Río.

La cinta blanca y morada de la que pende una cruz de esmalte blanco con bordes de oro. En el centro un círculo rojo con la leyenda emblema del Arzobispado Castrense de oro. El reverso de la cruz es de oro, en el centro una ‘F’ mayúscula en relieve y en el brazo inferior de la cruz el año ‘2007’, también en relieve. La corona de la cruz es de oro.

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En el acto estuvieron presentes la alcaldesa de Güímar, Carmen Luisa Castro, los miembros del Grupo de Gobierno Local, el alcalde de Candelaria, Gumersindo García, el de Arafo, José Juan Lemes, y el de Fasnia, Damián Pérez. También estuvieron presentes el general jefe de la Guardia Civil de Canarias y el de Santa Cruz, así como los jefes de la Policía Local de Güímar, Arafo y El Rosario.

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Juan Salvador, con el cantante de la provincia de Cádiz, Alejandro Sanz.

Entrando en las oficinas de Bodegas Osborne, de izquierda a derecha, Mercedes Carbó, desconocidas, José Luis Osborne Vázquez y María Victoria Osborne Sanz Magallón. Año 1970 /Foto: Colección V.G.L.

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Un millón del año 1968 era algo impensable para cualquier familia media, no sólo era una fortuna, era algo inalcanzable, intangible, increíble. Por eso, cuando a Fernando García de la Vega se le ocurrió que podría dirigir un programa cuyo objetivo fuera ese, que un concursante demostrara que era el mejor en pruebas de distinta índole y se llevara un millón de pesetas, España entera estaba pendiente del televisor. Siendo presentado, primero por Joaquín Prat y luego por José Luis Pécker, ambos provenientes de la radio.

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En la imagen, José Luis Osborne Vázquez, José Antonio Español Caparrós, el almirante Francisco Javier Elizalde Laínez, Mercedes Carbó y Ramón González Montaño, párroco de San Marcos

Una de sus ganadoras fue Mercedes Carbó (la mamá del millón que una vez conseguido el premio hizo público que una de sus hijas tenía retraso mental y consiguió concienciar a la ciudadanía española sobre este problema.

 José Luis Osborne Vázquez ayudó económicamente en la construcción del Centro de Afanas ‘Mercedes Carbó’, en honor de la citada concursante, junto con Manuel Delgado Almisas y Juan Roselló Castell. Y José Antonio Español Caparrós, el ingeniero de Obras del Puerto, el de los espigones, el que dragaba el río,  fueron quiénes, ayudaron a Ramón González Montaño, el cura de San Marcos a cumplir con la pastoral que se había propuesto de ayuda a estos niños con problemas.

En la imagen, tomada en 1918, podemos ver a unos señores de excursión, posiblemente procedentes de Huelva, no precisamente con ropa de playa, visitando las ruinas del Castillo de Santa Catalina, o Fuerte Ciudad, por la zona de la playa.

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Al dorso de la fotografía figuran sus nombres: Manuel Cacallos y Belloso, Juan Cervera y Cervera, Pedro Arroyo y Aznar, Rafael Halcón, Joaquín Cervera, José G. Sicre y España, José Sánchez de Alva y Molina, Fermín González y Brit, Hermenegildo Soler y Zarandieta y Luis Roca y García. /Foto: Colección Vicente González Lechuga.

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Me he dejado caer con cierta y feliz asiduidad por El Puerto de Santa María a lo largo de estos días de calorina y ajetreo. Uno se monta en Los Amarillos en Sanlúcar y aparece al cabo de veinte minutos cerca de la plaza de toros portuense. Sí, aquella de la que dijo Joselito tal y tal.

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Regli Reyes Alcedo, en la cocina del Bar 'El Brillante'.

Y se deja ir con el arrullo de los viejos vinos, de todas las soleras, de los olores a bodega con nombre de historia: Colosía, Osborne, Caballero, Lustau. Se aprovecha para echar un ojo y un paladeo al Gourmet de Manolo y Paquita, se cruza después la calle Zarza y se recala en Bodegas Obregón a masticar el oloroso que cría con mimo Manolo, se pasa uno por La Cata Ciega a descubrir algún que otro tinto secreto, se va después a despacharse a gusto a la barra o a una mesa de Los Portales, a la de Casa Paco, al Colmao que ha reabierto Antoñín -el de Ca'Antoñín-, a la Bodeguilla del bar Jamón... y luego decide uno comer, si es que no ha tenido suficiente con lo anterior.

Y aquí se pueden tomar varias decisiones; muchas de ellas, correctas. Si se quiere experimentar con la imaginación que es capaz de desarrollar un alquimista de la cocina, basta con acercarse a A Poniente, el acudidero de Ángel León, un mago del mar, o dejarse caer en el clasicismo renovado de El Faro de El Puerto, que no falla así le pongas a prueba... O irse a por Regli, María Regla Reyes Alcedo en los papeles del seguro, la mano bruja que mece la olla del bar El Brillante. Cuenta en su deliciosa página en la Red José María Morillo (El Puerto de Santa María, sus gentes y sus habitantes) cómo don Eugenio Mena abrió un despacho de vinos a comienzos del siglo pasado en lo que eran las cuadras de la pensión Las Columnas, junto al hoy afamado mercado de abastos.

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Antonio Mena Rodríguez, nieto del fundador del Bar 'El Brillante' y actual regente del mismo.

Hoy es su nieto Antonio quien lo regenta. Es un bar peculiar, angosto, sabroso e inalterable, como gordo es el propietario, cargado de gracia y de contundencia, al igual que el vino que cría en su casa y que sirve generosamente frío. Antonio (ver nótula núm. 132 en GdP), casó con una chipionera que o bien venía enseñada en cosas de cocina o bien aprendió por aquello de que a la fuerza ahorcan. En cualquiera de los dos casos, yo me la llevaría a dar clases a todas las escuelas del mundo y obligaría a los mejores chefs a encerrarse con ella una mañana en el cubículo mínimo que hace de cocina y al que se asoma El Gordo desde la barra pronunciando las palabras mágicas con su vozarrón de barítono acatarrado: «--Regliii, ¿qué hay hecho por ahííí?». Es inútil elegir. El bacalao al pilpil es, de largo, el mejor que he tenido el gusto de degustar. Los caracoles, a decir de los aficionados --yo no lo soy--, no tienen competencia y cualquier pescado que se oferte tiene la garantía del mercado colindante. En realidad tiene esa garantía y la del ojo de Antonio, que criado puerta con puerta sabría distinguir incluso aquellos pescados con los que algunos placeros quisieran tangarte, cosa que puede ocurrir en cualquier parte.

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Dos de los 20 dibujos de 'El Pantera de Cádiz', fallecido hace cinco años, expuestos en el salón del Brillante. 'El Pantera' era un escafandrista que dibujaba en el Bar de Antonio, junto a Eugenio, su padre, y entre los efluvios del vino, salió una singular colección de viñetas humorísticas que permanecen impertérritas, a lo largo del tiempo.

Regli fríe con un portento desusado hasta los ostiones, reboza la merluza como si se acabara de descubrir, elabora guisos marineros de antaño, como los hacía Pomares, el cocinero de alta mar cuya fama cruza los mares de medio mundo y que no hace mucho cruzó las últimas aguas del adiós. Y cuando ya uno cree que nada hará crecer su asombro, cuando han sido comidos el menudo, las albóndigas, el adobo o las manitas, llega el atún de almadraba en manteca, inesperada combinación de pez y cerdo -más alguna especia- que deja perplejo a cualquiera. Después de Regli es muy difícil otra cosa que CARLOS-HERRERAno sea la satisfacción por trastear en su barra, escuchando a su parroquia y preguntándose qué tienen unas manos como esas para conseguir el milagro de lo inalcanzable. De nuevo a Los Amarillos y vuelta a la desembocadura del Guadalquivir (cualquiera conduce después de todo eso). Y que sea lo que Dios quiera. /Texto: Carlos Herrera.

 José María Godínez Calvo nace en Cádiz en 1968, hijo segundo del matrimonio formado por Antonio y Margarita, quien aunque nace y vive en Cádiz está vinculado con El Puerto desde siempre.

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De pequeño sus padres lo traían a comer a los bares de la Ribera del Marisco muchos sábados: Échate Payá, Casa Paco Ceballos, …; luego, con 17 años volvería al reclamo del ambiente nocturno y, una año mas tarde se echó novia aquí y por último acabaría encontrando trabajo en el Hotel Los Cántaros, que dirige. Es presidente del CCA, cargo que ocupará hasta el próximo miércoles 18, dado que no se presenta a la reelección: la Asamblea, pues, elige nuevo titular de la entidad. A diario, se levanta gaditano, trabaja en y por lo portuense, pero es un ciudadano del mundo, --ha visitado cerca de 60 países-- que vive en clave de Bahía de Cádiz. ‘Coquinero de día, piconero de noche’.

1968.

El año del nacimiento de nuestro protagonista era alcalde de la Ciudad, Luis Portillo Ruiz. En junio se celebraba en El Puerto un pleno de la Diputación Provincial que se pronunciaba sobre la expansión universitaria en la provincia, algo de lo que El Puerto no se vería beneficiado y que produjo, por su desacuerdo que, un año después Luis Portillo abandonara la alcaldía al no verse apoyado para tal empresa por los propios concejales de la Corporación Municipal. José Luis Tejada publica ‘El cadáver del alba’.

El_Planeta_De_Los_Simios-Se proyecta en el Teatro Principal ‘El Planeta de los Simios’. Se estrena en la Scala de Milán, un ballet basado en el poemario de Rafael Alberti ‘Sobre los ángeles’, que ese año publica ‘Roma, peligro para caminantes’.

El 16 de junio el Racing Club Portuense, campeón de la Temporada 1967/68, jugaba la promoción de ascenso de Tercera División (equivalente a la Segunda B de hoy) a Segunda contra el Alavés, perdiendo 2 a 0. Tenían un gran equipo y una gran directiva. En la Real Plaza de Toros actúan en una corrida nocturna el sábado 20 de julio, los diestros Miguel Mateo ‘Miguelín’, Palomo Linares y Ángel Teruel.  El grupo de teatro ‘Bellas Artes’ representa ‘Mentir a Tiempo’ sainete de Pedro Muñoz Seca. Nace el cantante afincado en El Puerto, Enrique Bunbury.  Se inauguraba el ambulatorio de la Seguridad Social Virgen del Carmen.

HOTEL LOS CÁNTAROS.

Volviendo a José María, empezó a trabajar en El Puerto en el hotel Los Cántaros en 1990 --con 22 años-- como aparca coches, botones y recepcionista de noche; luego, dado su dominio de los idiomas: habla inglés y alemán, paso a ser recepcionista y, en 1991, sustituye provisionalmente al director por seis meses tras la marcha de éste y ya se queda definitivamente: han pasado 22 años. Estudió Técnico de Empresas y Actividades Turísticas (TEAT) en la Escuela de Turismo de Jerez y este año 2013 se ha licenciado en Filosofía por la Universidad a Distancia. Ha dirigido también Apartamentos Casa de Los Leones y Casa Palacio Luna.

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Con directores de hotel, de izquierda a derecha, Francisco Ramírez, Ricardo Fernández, Piedad Hernández, José Manuel Anguiano, Enrique Fernández de Bobadilla, José María Godínez y Eduardo Pérez con el alcalde de la Ciudad, a la sazón, Fernando Gago. Año 2007.

CENTRO COMERCIAL ABIERTO (CCA).

En julio de 2009 se crea el Centro Comercial Abierto, que aglutinará a una nutrida mayoría de establecimientos comerciales y de hostelería de El Puerto, formando parte de la candidatura liderada por el entonces gerente de Romerijo Jacobo García Nieto. Este último se marchó de la Ciudad al mes de constituida la asociación en la que José María era el Vicepresidente, por lo que, al cesar el primero Godínez -- persona disciplinada y cumplidora con sus compromisos; aquí recuerda su formación en los Salesianos de Cádiz-- accede a la presidencia, anunciando que lo haría solo por un mandato. Este periodo finalizaba precisamente en estos días durante los cuales ha permanecido como presidente en funciones, hasta la elección de pasado mañana, miércoles 18.

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Recogiendo de manos del Consejero de Turismo y Comercio, Luciano Alonso, el documento que acreditaba al CCA su registro en el sistema de centros comerciales, en un acto celebrado en la Cátedra de Estudios Alfonsíes en enero de 2012.

Destaca como muy positivo «la gran cantidad de gentes de El Puerto con los que he tenido la oportunidad de relacionarme: gente trabajadora, desinteresada, luchadora y amable. Esta Ciudad tiene mucha suerte al tener tantos hijos que la quieran, a pesar de las barbaridades que haciéndole y a pesar de ello, presumen ‘con lágrimas en los ojos’ por como les tienen El Puerto, a todas luces deteriorado».

Durante estos cuatro años, José María, afirma que «me he dado cuenta de determinadas realidades de El Puerto, y ha sido ahí donde me he tenido que fajar con determinados políticos de la Ciudad, absolutamente ajenos a lo que ocurre a diario y narcotizados por su propio discurso», enfatiza.

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En la promoción de la Ciudad realizada en Navarra, con motivo de la dedicatoria de la Feria 2008 a dicha comunidad. De izquierda a derecha, fila superior, Pepe Fernández, José Antonio Romero y su mujer Milagros, Rafael Osborne, Felix Gabay , Francisco Ramírez, Alvaro Casal y sobre él, José María Godínez; fila inferior, Lola Eguren presidenta del parlamento navarro, el consejero de presidencia Alberto Catalán, y el alcalde y concejal de fiestas, Enrique Moresco y Millán Alegre, respectivamente. 

VIAJERO.

Le gusta viajar, ser crítico con lo que ve y disfrutar de lo que tiene de bueno. Para José María «Es un privilegio vivir en la parte mejor del mundo y no de las partes mas pobres» Y se emociona, una lágrima le asoma a los ojos, cuando afirma que «Somos solidarios con la inmigración: recuerdo como una señora voluntaria le dio el pecho a un pequeño subsahariano que venía hambriento en una patera, o como un Guardia Civil, le dio calor con su cuerpo a un inmigrante que, desfallecido, había llegado a nuestras costas con hipotermia», concluye.

bola_del_mundoViaja solo, o en compañía de su pareja, con una mochila, el billete de ida y vuelta y la primera noche de hotel. De los 194 países que existen en el mundo, ha visitado algo más de la cuarta parte: casi 60 y empieza a enumerarlos, consciente de que se olvida de muchos. En Africa: Egipto, Lesoto, Marruecos, Sudáfrica, Túnez; en Oriente Medio: Siria y Jordania; en Asia: Camboya, Malasia, Sri-Lanka, Tailandia, Vietnam; en América del Sur: Argentina, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, Guatemala, Honduras, Méjico, Perú; en Europa: Austria donde trabajó de au pair, Bégica, Dinamarca, Escocia, Francia, Holanda, Irlanda, Italia, Liechtenstein, Luxemburgo, Rumanía, Portugal, ... /Texto: José María Morillo.

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 El verano de 1975 fue el primero que pasamos en la casa nueva. Casi sin darme cuenta, dejé de ser un niño del centro, pegado con harina y agua a la falda de mi madre como un cromo al álbum de fútbol, y me convertí en un pequeño salvaje en las perdidas arboledas de Crevillet.

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De las dos habitaciones con servicio compartido del número 17 de la calle San Sebastián, nos fuimos a un piso entero para nosotros solos en la barriada Francisco Dueñas, Bloque 8, 3º B. De un cierro de rejas a ras de suelo, a una ventana abierta al mar por la que se colaba el horizonte cada mañana. Del aroma a incienso de la Iglesia Mayor, al olor indómito a retama y salitre de las Dunas de San Antón. De la casapuerta nido en la que veía pasar la vida, a la plazoleta abierta a los peligros del mundo en la que era la vida la que me veía pasar a mí. Aquel traslado fue, sobre todo, una mudanza interior. En las radios George Dann nos animaba a bailar El Bimbó, que estaba causando sensación, y también sonaba Peret, que un año después de ir a Eurovisión seguía empeñado en que cantáramos y fuéramos felices.

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La antigua calle Crucero Baleares, a medio hacer, sin asfaltar y con la barriada Crevillet a la derecha, en 1970. /Foto: Rafa.

Pronto comprobé que Crevillet era lo que el libro de Naturales definía como un ecosistema: "una unidad compuesta de organismos interdependientes que compartían un mismo hábitat". Un pedazo de ecosistema, la verdad, pues de la plaza de toros para adelante todo era Crevillet, probablemente porque fue la primera barriada de la periferia sur, allá por los años 50, aunque su verdadero nombre era Marina Española, cuyas calles aún conservan las rótulas de los barcos de guerra con los que combatió el ejército franquista durante la guerra civil. Así que Fermesa, San Francisco Javier, Estrella del Mar, Francisco Dueñas y la barriada de la Playa, entre otras, formaban parte de un biotipo en el que la fauna y la flora eran muy ricas a pesar de que sus nativos eran muy pobres. En verano, la biodiversidad alcanzaba unos niveles de integración extraordinarios. La infatigable Lolilla, por ejemplo, estrenaba el día sacando a tomar el sol a miles de caracoles que vendía por las calles en un vaso de duralex siempre muy bien despachao. Los jóvenes más arriesgados formaban parte del ecosistema marino del Canal: cruzarlo sin titubear era una de esas pruebas de fuego que había que pasar para llegar a ser alguien en la pandilla.

antoniadelasflores___puertosantamariaPero el ejemplo más claro de mimetización en el ambiente era Antoñita la de las flores, la vendedora de iguales a la que, tal como su propio nombre indicaba, le prendió una mañana, una cuarta más arriba del roete, una selección de la vegetación más característica del entorno. También el ecosistema humano era un ejemplo de convivencia. Macario y Bruce Lee se hermanaron en el Cine Playa, en aquellas dobles sesiones en las que el maestro de kung fu nunca se caía de la cartelera por muchos saltos que diera. Ardían los juanillos y las penas en las fiestas de San Juan en la genuina Crevillet. A mediados de julio, los hijos pobres del mar nos recibían en su semana grande, que también encendía las noches de Los Marineros, y el día de la Virgen del Carmen la banda del músico que daba nombre a mi barrio nos despertaba a las del alba con la marcha Reina del Mar. Eran las dos grandes citas festivas de la zona, cuando existían aquellas verbenas populares en las que todavía se estilaba esa cosa tan antigua de salir a la plaza juntos, de trabajar juntos, de sufrir juntos, de celebrar juntos.

joaquinsabina-puertosantamariaComo canta Sabina, aquellos veranos duraron lo que tardó en llegar el invierno. El invierno helado y tenebroso de la droga, que asoló la vida y la esperanza de tantas familias portuenses en los primeros 80. Satanás andaba suelto, y empezó a abrir franquicias, la más importante en mi barriada, que de pronto dejó de llamarse Francisco Dueñas y pasó a ser conocida como el Distrito 21. Los chavales caían como chinches de un caballo llamado muerte que Miguel Ríos recomendaba no montar, el torbellino del tiempo, del negocio y del poder, te empujan sobre unos cascos hechos de sangre y de hiel. Nos hicimos mayores viendo como muchos jóvenes se hicieron directamente viejos antes de convertirse en cadáveres andantes con los brazos taladrados a pinchazos y la mirada ya tomada por la muerte.

Los que sobrevivimos supongo que hemos seguido cantando e intentado ser felices, tal como recomendaba el rey de la rumba en el verano de 1975, el primero que pasé en aquel pedazo de ecosistema con casi todo incluido que olía a retama y salitre. Si cierro los ojos, aún puedo ver aquella antigua luz reverberando sobre una pandilla de pequeños salvajes que corretean, libres y despreocupados, por las arboledas perdidas de Crevillet. /Texto: Pepe Mendoza.

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Algo raro se respira en el ambiente del Instituto Santo Domingo en estos primeros días del mes de septiembre. Entre los exámenes de recuperación y las visitas de los nuevos alumnos y alumnas para ir haciendo cuerpo a nuevas costumbres, el curso próximo a comenzar se antoja algo diferente porque don Emilio Flor, director y enseñante durante años y años por aquellas celdas del antiguo Convento de Dominicos reconvertidas en aulas, deja su labor docente oficial para gozar de un merecido descanso activo.

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Y digo descanso activo porque los que conocemos a este profesor ya jubilado sabemos que no va a parar quieto ni un instante de su vida por venir ni aunque lo aten. Emilio es un buen amigo al que admiro y aprecio desde que tuve la suerte de conocerle trajinando en quehaceres que los dos amamos sobre manera.  "La gota de agua horada la roca cayendo no dos veces, sino siempre", es la frase que con mayor claridad simboliza la perseverancia con la que el profesor Emilio Flor ha pretendido siempre conquistar las voluntades de sus alumnos: con la palabra y con la escena, singularidades estas de las que es un maestro consumado.

Nació el 26 de septiembre de 1952. Su infancia la vivió y la revive cada día entre el número 14 de la calle Los Moros, Las 7 esquinas y la Plaza del Polvorista. En su memoria selectiva aún perduran los aromas a vinaza de vino y a la esencia de olor a mar que destilaban las artes de pesca en la ribera del río y en los cuartos de redes.  Los chinos pelúos de nuestras calles le enseñaron a sortear las carencias de una época con la inestimable ayuda de sus padres y la solidaridad desprendida por su numerosa familia incrustada en las casas vecinales de mediados del siglo pasado.

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En el XXIII Pregón del Fino Quinta y la Feria. Año 2004.

Su cátedra de latín nunca estará vacía. Ahora tendrá más tiempo para ejercer como académico de la de Santa Cecilia de nuestra ciudad. Personalidad reconocida en el mundo grecolatino de nuestro país con innumerables premios y distinciones, e impulsor del teatro clásico entre el alumnado portuense, es por encima de todo un humanista convencido, enamorado de su gente y de su tierra, enamorado de El Puerto de Santa María. /Texto: Manolo Morillo.

GRUPO BALBO.

Teatro Balbo, es un grupo de teatro independiente, configurado como grupo de formación en Artes Escénicas y donde sus componentes aprenden Interpretación, Voz y Dicción, Expresión Corporal, Canto e Historia del teatro y Cultura Grecolatina. Están especializados en el teatro de la Antigua Grecia y Roma.

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Emilio, junto al Grupo Balbo, es recibido en el Salón de Plenos por al alcalde y la concejala de Educación, Enrique Moresco y María Antonia Martínez, respectivamente.

Balbo es el nombre elegido como recuerdo de la ilustre familia que tuvo tanta importancia en las reformas romanizadoras de la antigua ciudad de Gades, siendo el último eslabón de una cadena de grupos de teatro creados por Emilio Flor, profesor y catedrático de latín, como instrumento pedagógico para la enseñanza de dicha asignatura.

En el curso 1974-75 Emilio Flor crea el grupo, que a lo largo de los primeros años, y debido a las características del propio grupo, utilizaría varios nombres, Histrión, Baco y Antinoe y desde entonces nunca han dejado de realizar un montaje relacionado con el mundo grecolatino.

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Miembros de Balbo, con sus responsables actuales al frente, Jesús Pecho y Paco Crespo.

El nombre de Balbo lo emplearon por vez primera el 17 de Mayo de 1991 en una representación en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida con el espectáculo "Phersu, paseo por la literatura grecolatina" de Emilio Flor; espectáculo creado expresamente para la conmemoración del Día Internacional de los Museos. Se convirtieron, de esta forma, en el primer grupo o compañía que actúaba en dicho museo.

El motor generador de sus montajes son la ilusión, el empeño, el tesón y especialmente el estudio y análisis del texto, la creación de los personajes, el ritmo, la precisión corporal, empleando la disciplina actoral como mecanismo indispensable para llevarlo a cabo, siendo su principal objetivo  divulgar la cultura grecolatina para que los espectadores conozcan y aprendan a distinguir en nuestra propia sociedad los orígenes de nuestra cultura.

balbo_logonaranja_puertosantamariaY que sus alumnos-actores aprendan a hacer teatro. Creen en el lenguaje dramático como un valor importante en el proceso educativo. Retoman el propósito del ilustre gaditano Balbo el Menor y continúan con su mismo objetivo, difundir el teatro pero esta vez con piedras de espectáculo y pasión. Y transmiten su eterno deseo: el teatro como educación, risa, desenfado y fiesta. Y siempre buscando evocar palabras de reencuentro con el pasado que hagan esponjar piedras y rocas antiguas con el aire de la brisa gaditana.

 Al anochecer, en este clima que respiró Rafael Alberti en El Puerto de Santa María, José Manuel Caballero Bonald dice, hablando del aire y de la manzanilla de Sanlúcar: «—Es como si te bebieras el aire que viene de Doñana». El aire de Alberti viene de ahí, y de la bahía de Cádiz, y su cuna, y su arena y su luz es El Puerto de Santa María.

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Pescando en el Río del Olvido. /Foto: Jorge Roa.

Dice Eduardo Mendicutti, que nació en Sanlúcar y vivió los primeros años de su vida respirando aquí: «—Le pasó a Alberti, nos pasa a todos. La bahía es el aire, la luz. El Puerto es una mezcla muy sensorial». Lees La arboleda perdida y hallas la respiración de Alberti.

eduardomedicutti_2_puertosantmariaDice Mendicutti que este pueblo ha cambiado. Pero el aire no se lo han podido cambiar. El aire de Alberti. Huele el sol. “Te ataca los sentidos. No lo controlas. Influye sobre el olfato y por tanto sobre la memoria”. Estanislao Merello, que ahora tiene 91 años y está entre los parientes que han sobrevivido a Alberti, vive en el vértice de la bahía. Se asoma (con el olfato de su memoria) a esos olores; queda poco de lo que él vio, pero queda esta inmensa bahía. El Puerto es como un barco: desde este promontorio que hay en Vistahermosa ves lo que veía Alberti. San Fernando, Cádiz. La bahía de sus poemas. Me llevó por los lugares por donde el niño y el adolescente que fue el poeta paseaba cuando hacía rabonas y se fugaba de la disciplina feroz de los jesuitas. Ya no están las dunas cuya arena se metía entre sus ropas. Las playas ya no son el desierto que curtieron de mar su Marinero en tierra, pero el aire es de Alberti, lo respiras desde que llegas. /En la imagen de la izquierda, Eduardo Mendicutti.

cballerobonald_psm_puertosantamariaEse espacio es mental, aunque existan el colegio y aunque esté el mar intacto como paisaje de su memoria, El Puerto es un lugar que ahora se lee en La arboleda perdida como una invención de Alberti, dicen Luis García Montero y Caballero Bonald. Dice Caballero: «Lo vi en Colombia cuando él estaba en el exilio, en 1960. Me dijo, nada más oírme: “¡Me has traído El Puerto de golpe!”». /En la imagen de la izquierda, Rafael Caballero Bonald.

Estaba pendiente de ese sonido; por eso escribió aquel libro, para no olvidarse, y para eso regresó, tras la muerte de Franco, y luego se instaló aquí, en sus últimos años, con su segunda esposa, la profesora y escritora María Asunción Mateo. Ahora todos los recuerdos de Alberti (la niñez en El Puerto, la vida en Madrid, la guerra, el exilio, la vida con María Teresa León, la bruma de su desolación) están en la Fundación Rafael Alberti, en la casa donde él pasó su infancia, en la calle de Santo Domingo.

rafaelaberti_camisa_puertosantamariaLa arboleda era, dice Caballero, “un pinar de pinos prietos, un bosquecillo”, pero para Alberti era el paraíso que quiso recuperar describiéndolo. Estanislao nos llevó por los senderos perdidos de la arboleda. También nos llevó al patio aireado de los jesuitas que tanto hicieron sufrir al poeta “con su disciplina militar”. Están también todos esos lugares que ya solo existen en la memoria escrita, pero nadie ha podido tocar la mar. La señala su primo Merello: “La bahía es el sueño de Alberti”. Se huele, se ve, tan tranquilo este paisaje que huele. “¡Excepto si viene el Levante!”, dice Carmen, una de las hijas de Merello. “El Levante enloquece; a lo mejor es ese viento el que a veces ponía melancólico a Alberti”. /Rafael Alberti luciendo una de sus vistosas camisas.

Era un chico díscolo, hacía cosas raras con las manos, era un poeta; luego, dice Merello, fue sabiendo que aquel muchacho que discutía con su hermano mayor, José Ignacio, era un escritor, que todo lo que hacía y que le parecía raro era lo que había detrás de Marinero en tierra. “Y cuando ya tuve hijos me aprendí esos versos”. Ahora él mira la bahía y las playas y el bosquecillo que ya solo está en la memoria como si escuchara recitar a Alberti.

luisgarciamontero_puertosantamariaPara Rafael, dice García Montero, “El Puerto de Santa María fue una construcción literaria”. Merced a ella siguió respirando en el exilio; El Puerto era, dice el secretario de la fundación Alberti, Enrique Pérez Castallo, que nos llevó por toda la memorabilia (“está abierta y está todo”, nos recalcó Enrique), “la nostalgia del paraíso perdido de su infancia”. De allí lo arrancó el padre, en medio de vicisitudes económicas que él cuenta en La arboleda perdida; en Marinero en tierra, su poema de amor a la bahía, le reprocha al padre por qué lo arrancó del aire del Puerto. “Esa es”, para Montero, “la metáfora de la libertad del mar, el relato de su inocencia, la simiente de su propia biografía”. /En la imagen de la izquierda, Luis García Montero.

Con Benjamín Prado que, como García Montero, habita en verano por estos aires, volvió a El Puerto en 1979. “Él estaba recuperando sus lugares de la infancia, y le gustaban tanto estos pueblos marítimos como los pueblos blancos”. “Recorrí el mundo”, le dijo Alberti ante la bahía, “pero Cádiz es otra cosa”. Tenía memoria de pintor. Era playero de tarde. “Mira”, decía, “cómo la luz se queda en la arena”.

benjaminprado_puertosantamariaAntes de ir a El Puerto de Santa María a encontrarme con esa luz que buscaba Alberti arañando en la memoria que hay en su arboleda perdida, fui a hablar en Madrid con dos sobrinos suyos, que son matrimonio de primos: Luis Docavo Alberti y María Alberti Aznar, hijos de María y de Vicente, dos hermanos de Rafael. Conservan correspondencia, dibujos, memorias del tío Cuco. Un día fue a verlos, ya en España de nuevo, y de la casa familiar se fue con una virgen de El Puerto, que es la Virgen de los Milagros. Ahí están, en los manuscritos que vinieron del exilio romano, sobre todo, los dibujos caprichosos, los peces en que convertía las tachaduras en las cartas donde relataba su más personal arboleda, la del exilio. “Añoraba el mar por encima de todas las cosas”. Cuando cumplió 70 años lo fueron a ver a Roma. Luis es hijo del hermano mayor, Vicente, al que Alberti protegió en la guerra. “Vicente, te tienes que ir, van a bombardear Madrid”. Y allí estuvo, escondido Vicente en la casa de Rafael y María Teresa, en el mismo sitio donde se preparaban los mítines del Frente Popular. /En la imagen de la izquierda, Benjamín Prado.

El Puerto es la memoria de “unas casas preciosas, de jardines grandes y frondosos, no había gente ni había coches; el mar era la orilla de los bañadores decentes, del cochecito de caballos, de la playa de La Puntilla, de las dunas preciosas, de los pinos...”. Era, dice María Alberti Aznar, “una especie de sueño, que era el que añoraba el tío Cuco cuando nos vio en Roma”.

Volvió, paseó por la bahía sus camisas alegres. María Asunción Mateo dijo en una entrevista: “Murió casi sin darse cuenta, como se merecía: en su casa, muy cerca del mar, en nuestra cama, junto a mí y a los 97 años”. La arboleda ya se había perdido; él regresó a respirar la infancia, a morir, como él quería, en paz, ante la bahía de la que nunca se fue el aire de Alberti. /Texto: Juan Cruz

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botones1_puertosantamariaCuando recuerdo algunos de los juegos de mí niñez en El Puerto de Santa María, me río para mis adentros pensando  a quien  le puede interesar en estos tiempos los juegos simples de cuando éramos pequeños, más o menos sesenta años atrás; pero bueno,  era lo que había y si lo analizamos, podemos comprobar que tenía bastante mérito nuestra forma de divertirnos; cualquier material servía para poder desarrollar nuestra inventiva y distraer el tiempo que teníamos libre.

Por ejemplo, con la cáscara de media nuez, un trozo de hilo de coser y un mondadiente, se podía fabricar un artilugio, que con la habilidad de nuestros dedos podía servir como acompañamiento musical. Con las pinzas de madera de tender la ropa, con dos de ellas se podían fabricar pistolistas, la munición empleada eran  las semillas de algarrobas. Los huesos de damasco se guardaban para jugar con ellos, también se podía utilizar las semillas de nísperos, el juego del aro, el mocho y la billarda; pero bueno podemos dejar estos juegos para desarrollarlos en otra ocasión y centrarnos en el botón, que es el protagonista de esta nótula.

El botón en sus comienzos no era utilizado, para abrochar los vestidos de hombres y mujeres;  sino que fue utilizado como elemento decorativo cosido a los vestidos.  Si pensamos la trascendencia que el botón ha tenido en la evolución del vestido tanto en hombres como en mujeres, ha sido increíble; el botón se ha fabricado en cantidad de materiales, como maderas de ébano, marfil, hueso, bronce, metales nobles, con incrustaciones de piedras preciosas, etc.;  eran trabajos de orfebres y plateros muy cotizados cuyas piezas eran muy solicitadas por los coleccionistas.

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Bien, a partir de mil novecientos treinta, los botones empezaron a fabricarme de forma generalizada  de resina sintética,  de dos y cuatro agujeros, en cualquier hogar las señoras en sus “avíos de costura”, tenían y tienen en una caja metálica bellamente litografiada que antes había contenido azafrán  “El Aeroplano”, galletas, caramelos, o carne de membrillo  llena de botones de todas clases; corchetes, imperdibles, hebillas, broches y cachivaches que casi no tenían utilidad; pero que estaban ahí.  Podíamos decir que esta caja era una gran hucha que se guardaban todos los botones que sobraban de  arreglos de ropa, casi no se tiraba nada y cualquier botón de la caja podía ser utilizado en cualquier momento, las ropas demasiado usada, se troceaban y  le quitaban los botones para poderlos utilizar cuando fuera menester, el botón era un artículo de gran rotación en el costurero de la mujer.

botones3_puertoantamariaY ahí empezábamos los niños a escoger los botones para hacer nuestro equipo de fútbol. La condición indispensable del botón para jugar bien,  es que se deslizara perfectamente por la mesa, por eso había que escoger el adecuado, algunas veces al poner el botón sobre la mesa no quedaba suficientemente plano, por lo que había que lijarlo,  hasta dejarlo a nuestro gusto, El botón que se utilizaba de defensa central debía ser un buen botón con peralte, un tanque,  vamos de esos que estuvieron cosidos a un abrigo o una buena pelliza de esas que vendían Julio Cristóbal o Muro. El equipo se componía sobre una mesa lisa, primero se delimitaba la portería que servían dos botones a una distancia uno de otro de veinte o veinticinco centímetros, de portero se utilizaba el tapón de un tintero, a continuación se colocaba la defensa que eran tres botones en línea, a continuación la media compuesto por dos botones y al final la delantera compuesta de cinco botones, el balón utilizado era un botón de nácar chiquitito de camisa. El equipo contrario disponía sus botones igual. Para impulsar los botones utilizábamos otro más fino, con el cual presionamos en borde del mismo que queremos desplazar hacia delante y dándole al botón pequeño que utilizamos como balón.

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'El campo de juego'

Empezaba el encuentro, sacando el delantero centro de cualquiera de los equipos,  impulsando el balón hacía delante de forma que éste ya estaba introducido en campo contrario, a continuación le tocaba al equipo oponente, según estaba situado el balón (recuerden el botón de nácar pequeñito), disparaba con el botón más cercano al balón y que tuviera en dirección a la portería contraria. Cuando uno de los equipos estimaba que el balón estaba en dirección a la portería, y podía marcar un gol,  tenía que decir “marca”, entonces el contrario tenía que utilizar el portero (tapón de tintero) y ponerlo frente al balón para intentar pararlo, algunos expertos conseguían picar el balón y colar un gol. El partido  de fútbol con botones era bastante fácil  de jugar y divertido, había una liguilla  muy  competitiva que todos se esforzaban en ganar. /Texto: Francisco Bollullo Estepa.

Las gentes de El Puerto, las que forman la geografía humana de El Puerto, conocida de vista y al paso, a veces solo por el apodo, son las gentes que hacen «esa humilde enumeración de los aconteceres cotidianos que Don Miguel de Unamuno llamó intrahistoria, no albergan otra ambición que la de desplegarnos la crónica rutinaria de las gentes, los vaivenes de los personajes populares». (Luis Benvenuty. Del prólogo del libro de Antonio Muñoz Cuenca ‘Paisajes y Paisanaje’. /Fotografías: Carlos Pumar Algaba.

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Domingo Rosado Ramírez, en su puesto de La Placilla, delante del Bar Vicente.

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Antonio Rodríguez García, ‘el Bicho’, con su puesto ambulante en el Parque Calderón. Febrero 2008.

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Manuel Jarque Martínez, ‘Chicharito’, ya jubilado de su puesto de conserje del Ayuntamiento. 1998

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‘El Cote’, colaborador habitual en la Taberna de Obregón, en calle Zarza.

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Luis Pinto Corzo, ‘Luichi’, cocinero. Noviembre 2004.

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Ángela, en la calle Larga. Noviembre 2004.

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Adelina La O Lage, con su hijo Joaquín Suárez La O, ‘Manzanita’.

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Juan Vargas, ‘el Salinero’.

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‘Malahechura’ entrevistado por el ganador de Gran Hermano 1, en el año 2000, Ismael Beiro, en la calle Luna.

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Paco ‘Poa’, enterrador. Octubre 2006.

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