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 Tomás Osborne y Guezala, paseando por la calle Fernán Caballero, cuando se presentó a diputado a Cortes y fue derrotado por el republicano Dionisio Pérez, fundador de la Revista Portuense, de acuerdo con la Ley Electoral de 1907, para diputados a Cortes y concejales.

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Al fondo a la derecha se ve la actual oficina de Osborne y Compañía, que anteriormente fue del Capitán General Francisco Uriarte y Borja (ver nótula num. 169 en GdP) y cuya portada se encuentra en el Hotel Doña María en Sevilla (ver nótula num. 1849 en GdP). Con posterioridad la casa pertenecería a los Merello y finalmente a José de la Cuesta, hasta su demolición para construir las actuales oficinas de la firma vinatera.

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Bodega de Exportación de Osborne, donde se instaló una mesa electoral para las elecciones de 1910, y no en 1907, como muy amablemente nos ha hecho llegar nuestro colaborador Bernardo Rodríguez Caparrini. Ese año era alcalde de El Puerto, Ramón Varela Campos. /Fotos: Colección V.G.L.

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En la cata se analizaron distintos cortes de un jamón ibérico de bellota de Jamones Cárdeno de Extremadura con diferentes jereces de la bodega Lustau, perteneciente al Grupo Caballero y con  vinos almacenados en El Puerto.

Una cata conjunta de jamón ibérico de bellota y jereces celebrada en la Bodeguilla del Bar Jamón confirma que se llevan mejor que San José y la Virgen. Los japoneses, que son un poquito litris pa lo que es comé, dicen que han descubierto un quinto sabor, el umami. Ni siquiera los que más saben de comé lo definen exactamente. No es ni salado, ni dulce, ni amargo, ni ácido, sino una mezcla de todo, pero en sutil. Mi madre, que es muy de resumir, diría que es como “arrejuntarlo todo y ponerle un nombre pijo”.

Los japoneses ahora mandan mucho en gastronomía. Cogieron las pavias de merluza, le pusieron agua medio congelati a la harina y ahora todos los cocineros de diseño cuando te ponen merluza rebozá, que se inventó aquí hace una jartá de años, te dicen que es una tempura…y se indignan como tú diga…lo mismo que las pavias de Paco Ceballos, pero más chiquititas y al triple de precio. No se te ocurra, evidentemente, pedirle mayonesa para ponerle por encima, porque es que el cocinero  te manda  directamente al mismisimo  “Tiriyaki”.

Pero Cádiz no se podía quedar por debajo de los nipones. Siempre les hemos tenido mucho cariño. En verdad, el cazón en amarillo se inventó aquí como homenaje a Naruhito. Por eso si ellos inventaron el quinto sabor, nosotros acabamos de inventar el sexto, un sabor que es todavía mejor que el Umami:  el “Oh Mami”.

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El lugar del descubrimiento: La Bodeguilla del Bar Jamón en el Centro Comercial Bahíamar.

El “Oh mami” se descubrió en El Puerto de Santa María el miércoles el pasado verano en el bar que tiene la Bodeguilla del Bar Jamón en el centro comercial de Bahía Mar. Fue sobre las ocho y media, de la noche, para estas cosas no se madruga. Lo sé porque estuve presente en el momento de su nacimiento. El Blog de Tubal, que dirigen dos enamorados de la gastronomía como Pilar Acuaviva y Juan Antonio Mena, habían organizado, en unión de Borja Fernández Serrano de la bodeguilla, una sugerente cata en la que se combinaban varios cortes de jamón con diferentes jereces. El jamón lo ponía Jamones Cárdeno, una empresa de Extremadura dedicada exclusivamente al ibérico puro de bellota y que es la que suministra a la bodeguilla los perniles para su famosa tosta de jamón (otro caso de sabor Oh Mami). Los vinos los puso la bodega Lustau, una firma de Jerez, de esas con doscientos años, de las que habían nacido mucho antes de que los japoneses nos colaran lo que aquí siempre le hemos dao a los que están malitos, el arró en blanco, y que ellos llaman sushi.

El ponente era el catedrático de la Universidad de Cádiz Carmelo García Barroso y su teoría a demostrar era que había un matrimonio perfecto (vamos a ver si lo aprueba Rouco Varela) entre el ibérico puro de Bellota y lo que se llaman los vinos del Marco…que no quiere decir que estén metidos siempre dentro de un cuadro.

Carmelo García Barroso sabe de jamones y de vinos. Primero los estudió en plan científico, en su composición. en sus propiedades…y en esas cosas que hacen los científicos, pero puesto a ello Carmelo ha estudiado también estos productos en el modo “pues esto me gusta más”. Así ha diseñado una cata, que  ha realizado en diversas ocasiones, en la que se analiza la relación entre el jamón y el vino.

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El catedrático Carmelo García Barroso en plena intervención acompañado "al corte" por José Manuel Hidalgo. 

Carmelo enseñó en esta sesión catedralicia sobre el pata negra que existen varias zonas porcinas en esta especie de violin que se toca a cuchillo jamonero. Así un jamón no sabe igual si se come una lonchita de la maza, más atocinada, que la babilla, donde hay más carne. Lo más apreciado es la babilla, la parte más ancha, porque ahí, cuando están colgados, es donde va a parar todo el jugo. Luego está la contramaza, la punta y ya un bocado para iniciados que se conoce como jarrete y que son unos trozos, que normalmente se comen a taquitos, que están en la parte del hueso más cercana a la pezuña.

Las palabras del catedrático se acompañaban “al corte” (como cuando un flamenco se acompaña de guitarra) con el cortador de jamón José Manuel Hidalgo que iba cortando a lonchitas el jamón entero que se comieron la treintena de asistentes al evento.

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Todo preparado para la cata maridada.

El ejercicio consistía en meterse en la boca un pedacito de jamón y un buchito de vino, dejarlos que se entiendan y luego opinar y ahí surgió el “Oh Mami”, cuando un trozo de maza, bien tocinado, se arrejuntó con un amontillado Escuadrilla de Lustao o cuando un “Puerto Fino”, un vino fino formó pareja de baile con unas rajitas de babilla. Fueron en esos momentos cuando surgió el “Oh Mami”, el sexto sabor, el del jamón acompañado de los vinos de Jerez.

Hoy habrá que subirlo ya a la wikipedia: “Oh Mami”, sexto sabor humano. Descubierto en el siglo XXI al arrejuntar en El Puerto de Santa María una lonchita de jamón y un sorbito de vino de Jerez.” Para mi gustó sólo falto una cosa para llegar al nirvana. Soy muy de acompañar el jamón con pan de viena de corteza crujientita, pero quitándole lo que es el miajón…ya ahí se hubiera llegado casi al “nirvana jamonero”, un nirvana muchísimo mejor que el que consiguen los monjes budistas. Entre el público, alguien comenta…¿y te imagina si como postre hubiera habido docena y media de langostinos de Sanlúcar?…Entonces hubieramos descubierto el séptimo sabor: El “Oh Mami… blu”. /Texto: Pepe Monforte.

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Los restos de José María Rivas Rodríguez, el añorado y querido párroco de San Joaquín fallecido el 2 de enero de 1995 (ver nótula núm. 1741 en GdP) descansan en la Capilla de San Pedro de la Prioral, en la cripta que se encuentra en los sótanos del templo, donde son depositados los restos mortales del clero local.

Su traslado se producía el 19 de enero del año 2000, al cumplirse el quinto aniversario de su fallecimiento, precisamente en la semana en la que la Prioral sufrió el robo y feliz recuperación del cuadro de Jesús de los Milagros y la parroquia de San Joaquín, donde Rivas ejerció como sacerdote durante 38 años, vivió el saqueo de sus dependencias.

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Exequias celebradas en la capilla de San Pedro. De izquierda a derecha, Juan Luis Izquierdo, Diego Valle y Manolo Santiago.

Bajo el suelo de dichas dependencias de la Iglesia Mayor, la mas antigua del primer templo de El Puerto, responsan la mayoría de los presbíteros y religiosa que en los últimos siglos han estado cumpliendo su ministerio sacerdotal en la Ciudad. Don José, como era conocido este querido sacerdote, dejó honda huella en la iglesia de la calle Cielos y su funeral, celebrado el 3 de enero de 1995 congregó a miles de feligreses en una ceremonia presidida por el Obispo, concelebrada por 34 sacerdotes venidos de toda la provincia.

Sin embargo, la ceremonia de traslado a la Prioral se celebró en la mas estricta intimidad como desearon los familiares del cura. El acto se desarrollaba aquel miércoles a primera hora de la mañana. En la exhumación fueron testigos una representación de la familia, dos feligreses: Manolo Santiago y Tily Cossi, los párrocos de San Joaquín y la Prioral, a la sazón Guillermo Camacho y Diego Valle, respectivamente, así como el que fuera sacristán de la Iglesia Mayor y responsable de la cripta, Manuel Girón Ceballos (ver nótula núm. 110 en GdP).

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El sacristán de la Prioral, Juan Luis Izquierdo, el párroco Diego Valle y el ex sacristán y responsable de la cripta, Manuel Girón Ceballos.

La bolsa con los restos fue llevada hasta la capilla donde se celebró una oración de exequias. Posteriormente, se procedió a la ceremonia de inhumación en el interior de la cripta, cuyas reducidas dimensiones obligó a que solo una pequeña parte de los asistentes  pudiera ser testigo del momento. Los restos de José María Rivas ocupan un nicho propio que irá compartiendo con aquellos sacerdotes que fallezcan en la Ciudad y expresen su deseo de reposar en la Iglesia Mayor, como así fue también con el anterior párroco de la Prioral, Manuel Sánchez Malloy, fallecido en 1998, y llevado a la cripta en 2003.

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Los restos de José María Rivas, en el catafalco de la cripta, a la derecha la lápida, poco antes de su sellado.

Casi miles de portuenses pueden decir que fueron bautizados, recibieron la primera comunión y casados por José María Rivas. Su ininterrumpida presencia en San Joaquín le permitió compartir las vivencias de varias generaciones, como ministro y testigo de ceremonias y sacramentos que forma parte de los recuerdos de muchos vecinos.

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joseantonioespanol_puertosantamariaJosé Antonio Español Caparros nació en Larache en 1924, cursó estudios de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos en Madrid y, en 1955 inicia su carrera profesional como ingeniero en la térmica de Cádiz. A El Puerto llegó en 1962 como director de la Comisión Administrativa de Obras y Servicios y permaneció hasta 1982. Tres años después fue designado consejero del Consejo de Obras Públicas y Urbanismo, hasta su jubilación en 1989.

Destacó por su espíritu emprendedor y su dinamismo. Su fuerte carácter –algo que muchos recuerdan no siempre con una valoración positiva—y su capacidad de decisión que hizo que la fisonomía del muelle cambiara totalmente. Uno de sus principales logros consistió en aumentar el calado del puerto, ya que hasta ese momento, podían acceder muy pocos barcos, incluidos los de pesca. Para ello construyó el espigón de Levante y el de Poniente, y periódicamente se dragaba para evitar que se perdiera el calado.

A partir de ese momento, pudieron entrar barcos de algo más de cincuenta toneladas y toda la flota pesquera. Además, las labores de carga y descarga se intensificaron y El Puerto se independizó del muelle de Cádiz, creciendo económicamente. En la época de Fernando T. de Terry de alcalde (ver nótula núm. 749 en GdP) durante los años 1971 a 1976 colaboró con el Ayuntamiento de forma desinteresada, en varios proyectos importantes.

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La playa de La Puntilla, sin espigón, solo con escollera que definía los límites del Guadalete.

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La playa de La Puntilla, con el espigón de su nombre. Enfrente los terrenos ganados al río, procedentes del dragado, que conformaron los nuevos terrenos de la Autoridad Portuaria, entonces Junta de Obras de Puerto.

Fue muy amigo del sacerdote Ramón González Motaño, párroco del Carmen y San Marcos, con quien trabajó en muchos proyectos. El cura Ramón no entendió la postura de Español Caparrós, cuando se opuso al encierro de los pescadores, en enero de 1977 en la parroquia de la que éste era titular. Sii bien, mas tarde González Montaño conocería en profundidad todos los detalles: eran tiempos difíciles --la Transición democrática-- y todo el poder de la provincia, bajo la dirección del Gobernador Civil, puso sus miras en aquel encierro, apoyado no solo por Español Caparrós, sino por otros en el poder local. Además, fue presidente honorífico del Real Club Náutico (ver nótula núm. 1.132 en GdP).

Estaba casado con María Cruz Echániz Echeevarría. En El Puerto nacieron dos de sus seis hijos, que estudiaron en el Colegio de La Salle. Algunos ex alumnos de los años sesenta todavía recuerdan su figura en el Colegio, de cuya Asociación de Padres  formó parte.

homenaje_espanolcaparros_puertosantamariaEn 1998 recibió un homenaje conjunto de la Demarcación de Andalucía Occidental del Colegio de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos y la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz, descubriéndose una placa conmemorativa del acto, situada en un pequeño monumento realizado para el mismo, consistente en un cangilón de una draga, sobre una piedra de escollera: nada mas representativo. Como recordaron en el homenaje, «cuando llegó a El Puerto en 1962, se podía cruzar andando la desembocadura del río Guadalete de una margen a otra, siendo un grave obstáculo para la flota pesquera. Gracias al trabajo profesional que desarrolló durante los años que estuvo al frente del puerto se trasladó el mismo a la margen izquierda, liberando los terrenos donde estaba el muelle, para la Ciudad. Se obtuvieron terrenos nuevos parra el puerto con los productos del dragado que se colocaban en unos recintos y se trasladó la lonja pesquera a la margen izquierda».  /En la imagen, el que fuera presidente de la Autoridad Portuaria, Rafael Barra Sanz, haciéndole entrega de un recuerdo en el homenaje recibido.

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El monumento homenaje a Español Caparrós que contiene la placa homenaje: un cangilón de la draga, sobre una piedra de escollera, situado delante del edificio de la Autoridad Portuaria.

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Personal de la Autoridad Portuaria asistente, entre otros muchos, al homenaje ofrecido a José Antonio Español, delante del monumento que le dedicaron. De pié y de izquierda a derecha: Ramón Sánchez Mendoza José Ramon Bravo Garcés, Ricardo Mena (Consignatario),  Rafael Catalán Alonso, Rafael Barra Sanz (Presidente de la APBC), Cristina Guerrero, Ignacio Höhr Gómez, Juan Garcia Ragel, Luis Peral García, Manuel Albert Gálvez, Santigo Acuña Camacho, Luis Pablo Duque, Antonio Magariño Rivas; agachados de izquierda a derecha, José Luis Sánchez Pacheco, Jose Maria Romero Peña, Juan Luis Sánchez Leveque, Francisco Manuel Rodriguez, Lorenzo Chacón, Armengol Viñas (fallecido y Director de la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cädiz entonces) y Juan José Rosano. Año 1998.

Fallecido el 26 de abril de 2004, hubiera cumplido 80 años. Las banderas del Ayuntamiento ondearon a media asta por la muerte de Español Caparrós, único homenaje que le realizó la Ciudad en su conjunto a quien, a pesar de su controvertido carácter, tanto hizo por el desarrollo de la misma desde los terrenos portuarios y colaborando en otras iniciativas de corte social.

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En el salón de plenos del Ayuntamiento de Isaac Peral, mediados los sesenta del siglo pasado,durante la presentación de unos proyectos inmobiliarios al que asintió Español Caparrós. De izquierda a derecha, primera fila, Juan Melgarejo Osborne, Fernando Arjona Cía, José Puente García, Francisco de Bernardo Fernández, Manuel Rebollo Laínez, desconocido y Francisco Rábago de Celis. En la segunda fila, Maximino Sordo Díaz, José Antonio Español Caparrós y Francisco Díaz Vance, interventor municipal. En la tercera fila, José Caveda Arias, Juan Martín Vélez, desconocido y fotógrafo desconocido.

espanolcaparros_caricatura_puertosantamariaEL INGENIERO.
Reproducimos a continuación, actualizado, un artículo del experto en temas marítimos y pesqueros, Antonio Carbonell López, publicado en Diario de Cádiz en noviembre de 2003. /Ilutración: caricatura de Vicente Morató.

Durante años, con el profesor y amigo Paco Piniella, mantuve una sección en Diario de Cádiz sobre el mundo del mar, bajo el nombre genérico de ‘La Meridiana’. Comentaba la importancia de los diálogos que había mantenido con mi hermano Rafael, pescador jubilado ya fallecido; gran parte de los datos que había reflejando en ‘La Meridiana’ se debían a sus conocimientos como lobo del mar.  En una de esas ocasiones me refería la labor tan extraordinaria que había realizado el Ingeniero con los pescadores. También Manolo Roldán, estupenda persona, a quién admiro y aprecio, que trabaja desde la década de los sesenta como técnico --ya jubilado-- en lo que hoy conocemos como Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz, me había referido en muchas ocasiones el buen hacer del Ingeniero en El Puerto. Y tengo la seguridad que los pescadores onubenses y gaditanos admiraban al Ingeniero.

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De izquierda a derecha, Manuel Martínez Alfonso, José Alvarez Sevilla 'Gavina', Manuel Pérez Pichaco (Montero), Antonio Cólogan Osborne, desconocido, Comandante Jefe del Puesto de la Guardia Civil, José Nowel del Río segundo comandante de la Ayudantía de Marina de El Puerto, el Administrador de Aduanas, José Antonio Español Caparrós y Manuel Sañé, Comandante de Ayudantía de Marina. Misa celebrada en la Lonja del Pescado con motivo de la festividad de la Virgen del Carmen. Año 1974.

Pues resulta que antes de construirse los espigones de Poniente y Levante en la desembocadura del Guadalete, obras que finalizaron en 1970, la entrada de arenas que arrastraban las corrientes litorales y formaban la barra en la boca del río, impedían, al existir peligro de accidente, que los barcos pudieran pasar por el Guadalete a media marea o bajamar escorada. Precisamente sobre uno de los puntos considerado fatídico por la marinería debido a los naufragios que ocasionó porque había un bajo de piedras, el Ingeniero construyó el espigón de Levante. Desde entonces, y han transcurrido 43 años, ninguna embarcación se ha perdido y tampoco se ha ahogado ningún trabajador del mar.

Me han dicho que el día que se hundió la última embarcación en la entrada del río, la recordada ‘Santa Teresa’, había buen tiempo con un poco de mar de leva, incluso el entrañable Pepe ‘el del Vapor’ a bordo del Adriano preguntó a los pescadores si necesitaban ayuda, continuando su recorrido hacia el muelle al no recibir ninguna señal de socorro. Pero en un santiamén el barco se destrozó en el mismo momento que la marea comenzaba a subir y siete pescadores murieron ahogados. El caso es que también los hundimientos en el mismo lugar de los barcos ‘Santa Ines’, ‘Josefa Caturla,’ y el conocido por el apodo de ‘Ojos Verdes’, son referencias de la importancia que hoy tienen las obras que acometió y dirigió el Ingeniero que ejerció la profesión en la Bahía de Cádiz durante 23 años.

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De izquierda a derecha, Antonio Carbonell, Juan Manuel Pedreño, presentador del acto, su esposa Susi Weber, Lourdes Zuriaga y Basilio Rogado, de Televisión Española y la Cadena Ser respectivamente. En el Restaurante El Resbaladero durante Homenaje del sector pesquero  a José Antonio Español Caparros, ‘el ingeniero’;  al exportador de pescados y mariscos José Gutiérrez, ‘Pepe el Chófer’ y al pescador Manuel Bernal Genaro. 14 de julio de 1985. /Foto Garpre. Colección ACL.

Por aquel entonces, una vez construidos los espigones, el Ingeniero mantenía el calado del río al contar con un tren de dragado continuo donde la inolvidable draga de cangilones, la ‘Cinta’, velaba por la seguridad de los trabajadores del mar porque sin ningún peligro los barcos pesqueros y mercantes navegaban por el río. Por eso , recordaba en 2003, hace 10 años, cuando la Iglesia celebraba el Día del Hombre del Mar y se rendía homenaje a pescadores y colaboradores del sector, como al bueno de Pedro Herrera Vaca, patrón y marinero de la Bahía, que había fallecido hacía escasas fechas, también me acordaba de la trayectoria del muy particular y controvertido, pero eficaz y trabajador don José Antonio Español Caparrós, Ingeniero Director de la Junta de Obras de Puerto en El Puerto de Santa María, que todavía nombramos, sin más, como el Ingeniero. /Texto: Antonio Carbonell López.

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En el Puerto de Santa María, hay un bar emblemático, el Bar Vicente Los Pepes, que conserva el sabor de los viejos bares del sur: un gran espacio con todas las puertas abiertas a la calle, mesas y sillas de madera, techos altos y paredes adornadas con carteles antiguos y fotos de gente del pueblo que se hizo célebre a nivel local, por el baile, por el cante, o simplemente por adornar a diario las calles del Puerto con su presencia extravagante. Hasta hace un año, cuando todas las señoras antes de entrar a la Plaza (el mercado) iban allí a tomar el cafelito con leche y un mollete de Antequera, reinaba en un rincón privilegiado de la sala el patriarca, el señor Vicente, quien en tiempos había estado presidiendo el mostrador y, ahora, en la vejez, disfrutaba en su trono de rey padre del orgullo de mirar, de ver cómo el negocio sobrevivía a pesar de los malos tiempos, y admiraba los cambios sutiles que el hijo había ido adoptando para adaptarse a una clientela que cambia, como cambia el mundo.

Hay un momento en todo negocio familiar, un momento crítico, con tintes melancólicos, en el que el hijo debe conducir al padre a su sillón de mirar la faena desde la barrera. Hay padres que se resisten porque los padres y las madres, cegados por un amor protector, tendemos a hacer compatible la creencia de que nuestros hijos son excepcionales con que al mismo tiempo son un poco inútiles y sin nuestra continua vigilancia no sabrán salir adelante. También hay padres que no saben vivir sin mandar, y menos sin mandar a sus hijos, y les resulta realmente traumático aceptar que su tiempo como patrón pasó y que sus descendientes pueden incluso superarles en las destrezas del oficio.

El día en que los padres advierten que los hijos saben más que ellos se produce una especie de destronamiento tácito, que hay quien asume o quien se rebela ante esa perspectiva. Lo que ya es un completo disparate, y yo he sido testigo en alguna ocasión de esta circunstancia, es que un padre esté tan empecinado en la idea de que solo él puede llevar el bastón de mando que aun estando enfermo sea incapaz de delegar en los suyos. Hay negocios, quién no ha visto alguno, que incluso se paralizan por enfermedad del patrón y que van perdiendo poco a poco una clientela que no acaba de entender que la empresa esté en la cabeza de una sola persona. Los negocios son así, tienen sus momentos gloriosos y sus tiempos de decadencia. Hay veces que dependen de la mera voluntad de la clientela, que considera que el negocio ya no vende un producto necesario. Pero es lógico que antes de claudicar y de echar el cierre los propietarios quieran salvarlo.

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En el caso de este peculiar negocio familiar que es la monarquía (por aquello de que el título se hereda de padres a hijos) está claro que se encuentra en un periodo de pérdida de clientes. Los hay que sin duda alguna defienden otro modelo de negocio, o de Estado; los hay que, habiendo sido fieles a eso que se dio en llamar el Juancarlismo, no entienden hoy por qué el viejo patrón no reconoce en su hijo un sustituto con más cualidades para lidiar con este complicado presente. Mientras al Príncipe se le aprecia cada vez mayor desenvoltura en su labor diplomática, al Rey se le advierten unas dificultades físicas que agrían su carácter y desconciertan al público. No sé qué asesor le habrá aconsejado al Rey que el antídoto de la impopularidad es la sobreactuación, quien sea se equivoca. O se equivoca él mismo. O se equivoca el Príncipe por no tener el Elvira-Lindovalor de tomar a su padre del brazo y llevarlo hasta ese rincón privilegiado donde todo viejo patrón observa el curso de los nuevos tiempos. Si no lo remedian pronto, perderán la cada más exigua clientela y al Príncipe solo le quedará la opción de presentarse como candidato a la presidencia de la III República, que tampoco está mal. /Texto: Elvira Lindo.

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el_bato_pacoarniz_puertosantamaria‘El Bato’, fallecido en 1994, era un personaje singular. Si alguien preguntaba por Francisco Merino González, nadie lo conocía. Sin embargo, al que se interesaba por ‘Bato’ lo llevaban hasta el mismo pesquero abarloado en el muelle, donde se encontraba enrolado. Esto ocurre con los motes, apodos y apelativos cariñosos en los pueblos. Una pena que en las mayoría de las ciudades se haya perdido éstos. Personaje querido dentro de la marinería, jamás hizo daño a nadie. Todo lo contrario. A veces se hacía pesado hasta la saciedad, pero simpático. Jamas se sabía en una conversación cuando se iba ‘el Bato’… /En la ilustración, ‘El Bato’. Óleo de Francisco M. Arniz Sanz. 1983.

El crítico de arte Manuel Fernández Nieto, escribía en abril de 1984 sobre este cuadro de Francisco Arniz (ver nótula núm. 1822 en GdP), que representa al marinero Francisco Merino González, ‘el Bato’, expuesto en una muestra del pintor en Barbate hace 29 años: «Ahí queda eso», pudo decir Arniz, descansando., cuando dió el último golpe de pincel al retrato de ‘el Bato’. Golpe de pincel --hay que subrayarlo--. porque lo que utilizó para alcanzar un resultado tan asombroso fue una técnica que está a medio camino entre la pintura y la escultura. El busto de ‘el Bato’ tiene un dinamismo que le permite avanzar, salirse del cuadro, discutir, si llegara el caso, acerca de su indiscutible autenticidad. Puede ocurrir que en este momento haya dos ‘Bato’ en el mundo: el de piel y hueso, y el de Arniz. No importaría que éste no se pareciera a aquél. De cualquier forma,  los buenos retratos superan esa ingenua exigencia del simple parecido, que queda,  como un poso, como la cáscara de una semilla germinada y convertida en árbol. Lo que interesa es el árbol, y aquí está plenamente conseguido.

Esas resquebrajaduras, esos barrancos abiertos en las mejillas fumadoras y en la garganta cargada de afonía: el agua que empaña el cristal de los ojos de mirada ausente, tierna, resignada; el pelo, trigal maduro zarandeado por vientos de dirección contraria; el jersey, que flota sobre una anatomía predominantemente ósea, y esa oreja... elefantina, volandera. amenazadora, si ‘el Bato’ no fuese un hombre-niño tan bueno como el pan bendito.» 

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La parroquia del Carmen y San Marcos estuvo entre 1965 y 1970 en los bajos del edificio del actual Ayuntamiento. A la derecha, en la plazuela de Las Bodegas, vivía nuestro protagonista.

Vivía en la plazuela de Las Bodegas, frente a donde está situado hoy el Teatro Pedro Muñoz Seca. Por su cercanía con la parroquia del Carmen y San Marcos, desde su fundación entre 1965 y 1970 en la plaza del Polvorista y posteriormente en la Avda. de la Constitución, pasaba mucho tiempo por allí,  cuando no andaba embarcado. Unido sentimentalmente a Rosario, a la que llamaba no sabemos si con respeto o temor ‘la Cortijera’, tenían un hijo. Ramón González Montaño, el párroco que latinizó su apodo llamándolo ‘Bato-Batus-Batista’ con una mijita de retranca, consiguió, de acuerdo con la pastoral que se había trazado, que contrajeran matrimonio canónico. ‘Bato’ se hizo un habitual de la parroquia y de los lugares satélites de la misma, el Bar ‘El Rempujo’, ‘Las Cadenas’, ‘El Ermitaño’ de los Gil, cuando se encontraba en el actual Ayuntamiento. Luego, en su emplazamiento definitivo, donde los ‘paraderos alternativos’ serían bar ‘Juanito’, la taberna ‘Pauyata’ donde hoy se encuentra la Comisaría de Policía y donde curiosamente Monseñor José María Cirarda puso la primera piedra de la parroquia del Carmen, aunque luego no se construyera allí y si en frente; ‘La Ponderosa’, con sus idas y venidas con Pepe Basteiro que lo quería mucho y su médico de cabecera, Manuel Peréz-Blanco Muñoz (ver nótula núm. 1187 en GdP); y, en la calle Aurora, la taberna de Vicente Gómez Messeguer, tío de los Soriano Gómez, conocido como Vicente ‘el Borriquete’ excelente patrón de pesca que fue del pesquero ‘Paco Rota’; y posteriormente el Bar ‘Dani’, donde se asentó, cultivó muchas amistades y donde se le recuerda.

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La aserradora de Soriano, en la trasera de la Casa de las Cadenas, en la Avda. de la Bajamar, vemos en el centro de la imagen a Luis Soriano (ver nótula núm. 1009 en GdP), en 1961.

Otro de sus paraderos era la aserradora de Soriano, luego marisquería, trasera del Palacio de las Cadenas, tristemente célebre por su derribo. Tenía un hermano que era empleado municipal y era familiar de Luis Merino, muchos años camarero de la Cervecería Skol, hoy Cervecería ‘El Puerto’.

En San Marcos se relacionaría con Faustino Navas, Antonio Naranjo, José Luis Álvarez Sevilla ‘Gavina’, Gerardo ‘el Carpintero’, Domingo Renedo, Antonio Herrero Tello, Pepe Alonso, Miguel ‘el Cubano’, Gaspar Luis Ramírez Perea… Y con esas reuniones y otras, era peculiar verlo desenvolverse, en su perorata, cariñosa, entrañable, pero jartible al final: «--Nuestra señora del Carmen nos Ampare» cuando se encontraba en el ambiente parroquial; o para entrar en alguna reunión de amigos, «--¿Usted conoce a Don Domingo Renedo?» y Renedo estaba presente en la reunión en la que quería introducirse. En la Cruz Roja: «--La Cruz Roja es muy ‘repetada’», porque ‘el Bato’ se quería poner fino y al final añadía o quitaba letras a sus palabras: «--La Virgen del Carmen nos ‘acompañes’». Soltaba una frase, se iba andando diez pasos, volvía, soltaba otra frase y así, el momento se podía hacer eterno hasta que había que indicarle que se marchara tras tantas interrupciones. Como afirma un marinero que lo conoció: «--’El Bato’ se sabía cuando llegaba, pero nunca cuando se marchaba».

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El variopinto y movido ambiente de la lonja pesquera cuando estuvo en la margen del río lindera con la Avda. de la Bajamar, hoy aparcamientos, locales comerciales y terminal marítima del catamarán.

Estuvo embarcado durante muchos años en los pesqueros de la sociedad García Sánchez-Sánchez Carbonell: Nuevo Pepe Carlos, Horta Grana, Ballena Blanca, Pepe Carlos, José Vicente. Y en los barcos de Francisco Perles Martínez ‘Paquito Marichea’: Nuevo Moruno, Danubio Azul, Marichea. También en los de la familia Roselló Castell: Juan y Guillermo, Matilde Castell, Jaime y Angelita.

‘El Bato’ no prolongó su matrimonio con Rosario. Algo tuvo que ver su afición por la bebida, aunque no era una persona malage, si acaso jartible. La mar no perdona, y los excesos con el tabaco y los caldos de la tierra le pasarían factura: pasaría el final de sus días en una casa de acogida en la calle Cielos frente a donde tuvo el Dr. Pérez Blanco su consulta, en las cercanías de la Plaza de Abastos. En quel hogar, regentado por Cáritas, se daban comidas a los transeúntes indigentes siendo atendido por Pepe González Montaño, Juan Buhigas, Pepe Serrato Barragán e Ignacio Gaztelu, entre otros. Su sepelio lo celebró el diácono Juan Villarreal Panadero (ver nótula núm. 637 en GdP) dejando este mundo en 1994.

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José Manuel García Gómez nació el 15 de enero de 1942 en Roiz, capital del municipio cántabro de Valdáliga, siendo el mayor de tres hermanos del matrimonio formado por Calixto y Pepita, comerciantes y labradores de Roiz. De su pueblo era natural, Juan de Herrera, ilustre arquitecto del Monasterio del Escorial, creador de un estilo arquitectónico. Su hermano Calixto ha sido alcalde de Valdáliga durante cuatro mandatos y Diputado de Cantabria, actualmente jubilado y uno de los mejores jugadores de bolos palma que se conocen. Su otro hermano, Rafael, es comerciante y trabaja para el Ayuntamiento de Valdáliga.

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Roiz, capital del municipio de Valdáliga, lugar de nacimiento de José Manuel.

1942

Era alcalde de El Puerto Fernando C. de Terry y del Cuvillo, conocido por el apodo de ‘el Levante’, dado su fuerte temperamento. Antonio Gutiérrez Morillo sostiene que la primera Feria de Primavera de El Puerto, en su actual periodo se corresponde con dicho año a instancias del referido alcalde. Precisamente aquel año, Bodegas Terry presentaba un Stand en Reus, en la I Feria de Muestras de Tarragona. El ministro portuense de Gobernación, visitaba El Puerto y era nombrado alcalde honorario y perpetuo de la Ciudad. En 1942 era procesados y condenados a inhabilitación absoluta y perpetua, por su pertenencia a una logia masónica,  los arrumbadores de bodega Manuel Benítez Pérez y José Rodríguez Hipólito; el empleado de banca Pedro Juliá Valverde y el fotógrafo Miguel Marchante Quians. Los titulares de la Hermandad de la Veracruz, son trasladados desde su sede en la Capilla de la Sangre (situada en la calle Nevería, frente al Bar Apolo, hoy desaparecida) a la Iglesia Mayor Prioral y al año siguiente, a San Joaquín. Ese año era presidente de la Academia de BBAA Santa Cecilia, Agustín Siloniz Villaverde.

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Con Antonio Morales, quien estuvo empleado en 'Los Caballos', hoy propietario de Repuestos Morales, en el polígono industrial.

VIDA PROFESIONAL.

Volviendo a nuestro protagonista, éste llega a El Puerto procedente de su Roiz natal, con 15 años, donde como buen montañés vino para trabajar y donde ha desarrollado toda su vida laboral, primero como aprendiz, luego como dependiente y por último como propietario, encontrándose actualmente jubilado. Vino a El Puerto a visitar a sus abuelos y tíos Nicanor y Amparo Gómez Recalde; empezó como aprendiz de dependiente con Nicanor y también su tía Marina, de quienes aprende lo necesario en el Almacén ‘Los Caballos’. José Manuel volvería a la Montaña para hacer el Servicio Militar, que le toca en suerte hacerlo en El Ferrol, luego en la Base de Rota, finalizándolo en El Puerto y luego, vuelta a su vida profesional.

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De izquierda a derecha, con un grupo de siquiatras, cuando el Centro de Andaluz de Salud Mental se encontraba en el antiguo Hospital Municipal. De izquierda a derecha, Leonardo Casais, Chus Ezkurra, José Manuel y Julián Elorza, en la trastienda de 'Los Caballos'.

Mas adelante se establece por  por su cuenta  primero en la Venta Ritaña en la carretera de Jerez, luego en la Avda. Eduardo Dato, para terminar en el almacén ‘Los Caballos’ antes regentado por su tío Nicanor y que coge al fallecimiento de éste, y en el que finaliza su vida profesional, de donde guarda muy buenos recuerdos de clientes y amigos.

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Con unos amigos en la Feria: de izquierda a derecha: Ignacio Sordo de El Resbaladereo, su hermano quien fuera alcalde de Roiz Calixto García, Ignacio Rodríguez del Bar Casa Paco Ceballos y un letrado de la Audiencia de Santander cuyo nombre desconocemos.

LA PESCA.

José Manuel fue proveedor de los barcos de pesca. Entre sus clientes tenía políticos, bodegueros, pescaderos, armadores de barcos «En aquellos tiempos los hombres del mar eran el fuerte de mi negocio, por estar situado tan estratégicamente, así como en verano los barcos de la caballa, que todas las tardes se avituallaban en su tienda. Había jornadas que las finalizaba a la una de la mañana, y otras en las que  no cerraba a mediodía, atendiendo a su clientela en la trastienda de ‘Los Caballos’, que empezaba a funcionar a las doce y por donde pasaban médicos, funcionarios, y todo clase de profesionales de la zona. Jornadas interminables de 12 y hasta 16 horas.

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En la Bolera de La Isleta. De izquierda a derecha Eladio Gutiérrez, Carlos Gutiérrez, José Manuel, Paco, Luis Domínguez y Domingo Marco. Agachados Sergio Gutiérrez, Curro Gómez Recalde y su hijo Alejandro García Pérez.

LOS BOLOS PALMA.

José Manuel nació cerca de la bolera de su pueblo y, en la década de los cuarenta y cincuenta pocas distracciones existían. A su llegada a El Puerto continuó la afición en la bolera del desaparecido Mesón del Montañés, por el Pago La Valenciana, propiedad de otro de sus tíos: Isidro Gómez Recalde, así como la que había en el Reñidero de Miguel Ortega, cerca del Cementerio Campal de la Santa Cruz, donde tuvo inolvidables compañeros: Diego Ortega ‘el Loco’, Rafael Macías ‘el Mojón’, Isidro Mariano Sacaluga y otros con los que, además, jugaban en Cádiz en el Centro Cátabro, pues estaban de moda los bolos.

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En el Mesón del Montañés, José Manuel, su mujer Carmen Pérez, directivo desconocido del Banco de Santander, Isidro Gómez Recalde y Agustín Fernández 'Felipón'. Años ochenta del siglo pasado.

Ha sido Campeón de España de 2ª, precisamente en la inauguración de la Bolera de Roiz y dos veces ha quedado 3º y en 1ª Categoría ha quedado varias veces entre los ocho mejores de España. En la actualidad juega en la categoría de Veteranos, donde no está satisfecha con las clasificaciones que está consiguiendo.

En la actualidad existe en El Puerto una bolera en el Camino Viejo de Rota, propiedad de Eladio Gutiérrez, uno de los propietarios del antiguo Eco del Puerto (ver nótula núm. 751 en GdP). Otra se encuentra en el Coto de la Isleta, cedida por el Ayuntamiento, donde tiene su sede la Peña Bolística Portuense; el equipamiento fue cedido por el gobierno de Cantabria, viniendo el entonces Consejero de Turismo y Deportes de dicha comunidad a inagurarla

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Con Javier Caballero, camarero que fue del Mesón del Monañés, hoy en Maquinas Recreativas Ayala.

José Manuel está casado con la porteña Carmen Perez Tinoco y tienen dos hijos, Alejandro y Patricio. El primero, policía local, hizo el Servicio Militar en la Legión, participando en las misiones de paz en Bosnia.

 

4

De izquierda a derecha, Luis Otero Sánchez, Adrián León Manito, Juan Jesús Franco Núñez (Mejor empresario 2005, hoy en Zaragoza dirigiendo una consultoría empresarial así como negocios inmobiliarios) y, en primer término, Manuel Quintero 'El Chumi' (ver nótula núm. 1.110 en GdP), quien da nombre a una conocida Peña Flamenca de la Ciudad. En el Bar 'La Marea', conocido popularmente como 'Los Cristalitos'. /Foto: Colección V.G.L.

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En la fotografía aparecen dos hosteleros muy vinculados al sector pesquero, por la proximidad del Bar 'La Marea' conocido por 'Los Cristalitos', a las desaparecidas Lonja Pesquera, Cofradía de Pescadores y el barrio, eminentemente marinero.

Adrián León Manito era propietario del Bar 'El Castillito-Casa Adrián', en la plaza del Castillo, en la esquina con la Bajada, justo en la estancia donde hoy se encuentra la Oficina de Turismo y donde estuviera --cuando era sede de los Juzgados-- el despacho del titular del núm. 3, el conocido magistrado, Miguel Ángel López Marchena (ver nótula núm. 039 en GdP). En esa casa vivía Luis Otero quien, de pequeño, empezó a trabajar en el bar de Adrián, como aprendiz.

Ya en 1962, León Manito traslada el bar al Grupo de Viviendas de 'La Pescadería, también en esquina y vuelta de la calle Compositor Javier Caballero y Micalea Aramburu, mas cerca del río. Allí Luis Otero llegaría a ser el encargado tras caer enfermo su propietario; al fallecimiento de éste, Otero llega a un acuerdo económico con la viuda al la que finaliza comprándole el negocio en el que permanecerá Luis, hasta su jubilación hace unos años, estando cerrado en la actualidad.

El paisaje de aquellos bajos comerciales de los bloques de 'La Pescadería' frente al 'Resbaladero' permanece en la memoria de muchos aún hoy día. El Bar 'Los Cristalitos' lugar de copas de Vino Fino previas a las comidas comerciales de armadores, minoristas, exportadores, patrones y pescadores que se celebraban en 'El Resbaladero'. 'La Marea' era el epicentro de la activad comercial: las transacciones económicas en torno al mundo del sector extractivo y comercial de la pescadería. El Bar 'La Marea' tenía, a su derecha la vendeduría de Miguel Roselló, mas tarde socio con Juan Avargues; a su izquierda en el actual Bar 'Ben & Jerry' la vendeduría de José Agarrado Macías, mas tarde de José Cuevas Mateos, quien fue presidente del Racing Club de Futbol. Y en la esquina con la calle Maestro Veneroni, el almacén de Nicanor Gómez Recalde, 'Los Caballos' más tarde de José Manuel García Gómez, su sobrino; y en la misma calle el Bar y Estanco de 'La Lucha' (ver nótula núm. 145 en GdP), donde el armador y vendedor José Agarrado tenía antes sus oficinas; frente al muelle, la vendeduría de Juan Hernández Navarro; también frente por frente, cruzando la calle, además de la Bajada del Castillo, tenía a la derecha el Colegio de 'La Pescadería' y el bar de 'Antonio Sucino' y la peluquería Reyes; el bar sobrevivió  el traslado de la Lonja a la Otra Banda, a finales de los setenta del siglo pasado.

De izquierda a derecha, Joaquín 'El Soldado' y Francisco Caro, ambos carniceros de Rota; niño desconocido; Manuel Morales 'Rabioso' banderillero; desconocido, el diestro Paco Ojeda, Miguel Núñez 'Alvento', el que fuera presidente de la Plaza de Toros, Rafael Sestelo, Antonio González Sabio, Antonio Castro Sabio y Antonio Ramírez Alejo 'Peana', durante un día de campo de marcado tintes taurinos.

enlafincade_los_lavi_puertosantamaria

franciscopenaortega_puertosantamariaFrancisco Peña Ortega, aunque nacido en Jerez el cinco de marzo de 1938, vivió en El Puerto mas de la mitad de su vida. Desde 1957 estuvo vinculado con nuestra Ciudad de la que sería Jardinero Mayor, hasta su jubilación en 1983. Antes, durante casi nueve años, había trabajado como jardinero en el ayuntamiento de su ciudad natal, pero no sería hasta 1962, cinco años después de vivir aquí cuando se trasladó para ser un porteño más, de forma permanente, con su mujer y sus cuatro hijos: Victoria, Pepe, Mercedes y Francisco.

Aún se recuerda como, con mas imaginación y voluntad que medios, organizaba los trabajos de exhorno y mantenimiento de parques y jardines, la creación de nuevos espacios… los Juegos Florales de la Hispanidad, la nueva plaza del Polvorista, las alfombras florales en la plaza de Isaac Peral, los exhornos de la Prioral o el antiguo Ayuntamiento por la Patrona o el Corpus, la Feria.

En el libro homenaje a su memoria que se editó en 2002 a instancias de su hijo José Peña Argudo, se recoge que «reunió un buen plantel de colaboradores y, entre sus éxitos destacan la adquisición de la finca conocida como ‘El Perneo’, situada a la entrada de la carretera de Sanlúcar [donde hoy está el espacio conocido como ‘Angelita Alta’ y donde una plaza lleva su nombre: ‘Jardinero Mayor Francisco Peña’], allí se instaló el Vivero Municipal, de plantas y árboles, de donde se obtuvieron la mayor parte de los trasplantados en la Feria de Primavera en la finca denominada de ‘Las Banderas’, así como también para otros jardines y palmeras resembradas en las playas, plazas y paseos, que dieron a El Puerto una nueva fisonomía».

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Paco, en el centro con boina, en el Vivero existente en el Paseo de la Victoria, con los trabajadores de Parques y Jardines, en la década de los cincuenta del siglo pasado, donde hoy se encuentra el Instituto Muñoz Seca.

Trabajó con 10 alcaldes desde 1957: Luis Caballero, Miguel Castro, Luis Portillo, Juan Melgarejo, Fernando T. de Terry, Manuel Martínez Alfonso, Javier Merello, Enrique Pedregal, Antonio Álvarez y Rafael Gómez Ojeda hasta su jubilación en 1983 y con todos supo estar a la altura de las circunstancias, manteniendo El Puerto en un estado de exhorno donde se notaba su mano. Lo mismo viajaba a Valencia a la Feria de Interflora.

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Paco Peña, a la derecha con una bicicleta, con trabajadores de Parques y Jardines, transportando plantas para la plaza de Isaac Peral. Década de los cincuenta del siglo pasado.

Para Luis Suárez Ávila, los jardines de El Puerto «espacios a la francesa, ‘salones’ o plazas, permanecieron con muy diversa suerte, hasta la llegada a El Puerto de un hombre providencial, una gran enamorado de la jardinería, que fue Francisco Peña Ortega, que diseñó y realizó, de nueva planta, espacios tan familiares hoy como la plaza del Polvorista y la antigua concepción de la plaza del Castillo, la reordenación del Parque de la Victoria y el mantenimiento de todos los demás espacios públicos de nuestra Ciudad. Desde El Perneo autoabastecía a la Ciudad de plantas, árboles y arbusto que que reponer y rogar en los espacios públicos en todas las épocas del año.

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Cuerpo de Guardas de Parques y Jardines, con el encargado, José Luis Cárdenas Domínguez, en la Plaza de Isaac Peral. 1 de enero de 1974.

Y, sobre todo, creó un cuerpo de guardas de parques y jardines, con uniforme, sombrero ancho con escarapela y bandolera que fue ejemplar. Aunque solo fuera por su intervención en el terragal de la plaza del Polvorista, ya Paco, el Jardinero Mayor de El Puerto, debiera pasar a la historia. Es cierto que siempre contó con la confianza de los sucesivos concejales de Parques y Jardines. Pero esa confianza se la ganó a pulso, por su profesionalidad, por su buen gusto, por su manera de ordenar a su gente, a su cuadrilla. Paco, siempre estuvo solícito a dar el consejo botánico a quien lo paraba por la calle, fuera quien fuera; siempre colaboró desinteresadamente con sus compañeros los jardineros de las bodegas y de las casas particulares.. Por eso Paco siempre tuvo las puertas abiertas en todas partes».

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La construcción de la Plaza del Polvorista. 6 de abril de 1970. A la derecha, la Casa de las Cadenas.

Recuerda Antonio Muñoz Cuenca: «De los oficios transmitidos en el tajo, grandes maestros han sido el maestro Cantero Santilario, el maestro de maestros que fue Francisco Dueñas Piñero, el inolvidable Maestro Arjona, los maestros zapateros de El Puerto como Osorio y Santilario, los maestros barberos y de la navaja Antonio y José Muñoz, el inolvidable maestro que fue Juan Botaro y el maestro inolvidable de parques y jardines que fue, el Maestro Paco Peña. Era un creativo y era tal su conocimiento y su mimo hacia la materia que trataba, que cualquier erial lo convertía en el Jardín del Edén. Cualquier idea, cualquier sugerencia, cualquier inquietud de sus superiores en el Ayuntamiento, en manos y fantasía de Paco Peña se transformaba en arte, creación: ‘Dígame usted que quiere y no se preocupe. Eso lo deja usted en mis manos’. Tal vez Paco Peña con sus gafas de concha, su mirar penetrante, su calva enhiesta, su fuerte voz no destemplada, sus ilusiones, su alma de artista de frágiles y bellísimas criaturas, su siempre estar en su sitio, ha dejado huella en cuantos le conocimos».

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En la imagen, alfombra floral para la procesión del Corpus Christi. Plaza de Isaac Peral, antes de la remodelación de Díaz Cortés. Año 1970.

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José Palacios Llorca vino al mundo  el seis de agosto de 1925 en Villajoyosa (Alicante). Sus padres, José y María, tuvieron cuatro hijos, tres mujeres y él, que fue el único varón. Su padre se dedicó  la pesca, fallecido prematuramente a la edad de 40 años.

En 1925 Juan Luis de los Santos abre su primera joyería en la calle Ganado, entonces Sagasta. Ese se mismo año nuestro paisano Rafael Alberti ganaba el Premio Nacional de Literatura con su obra Marinero en tierra y empezaba a colaborar en la Revista Occidente;  el historiador Hipólito Sancho centraba sus investigaciones históricas en El Puerto de Santa María y ejercía como alcalde de la ciudad su pariente, Alfonso Sancho y Mateos propietario de la Bodega A&A. Sancho fue el primer presidente de la Academia de Bellas Artes y precursor del dragado y encauzamiento del río Guadalete.

José estuvo viviendo en su pueblo natal hasta la edad de los 20 años, cuando partió a cumplir con sus deberes militares de la época, en plena posguerra, haciendo el servicio militar en la Marina en la ciudad de Cádiz. Al terminar, dos años ó tarde marchó hacia Málaga donde ingresará en Capitanía General, para realizar los estudios de náutica, finalizando en 1954.  Con la edad de 29 años, se vino a vivir a El Puerto de Santa María, ya que se informó de la posibilidad de entrar a trabajar en la Base Naval de Rota, como así sucedió.

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En la imagen, de izquierda a derecha, José Palacios Llorca, detrás Francisco Merino ‘El Bato’ medio oculto en la imagen, dadas las vueltas y revueltas que daba en todo momento; Juan Rodríguez Franco, motorista del pesquero ‘Veluca’; un joven Antonio Carbonell con apenas 15 años; delante José Domínguez Girón, conocido como ‘Pantito el Sanluqueño’ excelente cocinero del pesquero ‘Pepe Carlos’, padre de los hermanos José, Paco y Antonio, Domínguez Salas, Antonio fue jugador del C.F. San Marcos; Manuel Rodríguez Vidal, conocido como ‘Manolo Rulera’, hermano de Ricardo, abuelo del internacional futbolista porteño Joaquín; Ramón González Montaño, párroco del Carmen y San Marcos (ver nótula núm. 232 en GdP)el marinero Guillermo Benigno Franco, quien marcharía a las costas de Levante al igual que su hijo del mismo nombres; y cerrando el grupo un desconocido, amigo de Guillermo Benigno, el 16 de julio de 1967, festividad de la Virgen del Carmen, en la nave propiedad de Obras Públicas, hoy propiedad de APEMSA.

Se casó en esta Ciudad con María del Carmen Ruiz Presa, natural de Valladolid, el el 27 de mayo de 1956 en la Iglesia Mayor Prioral, con la que tuvo dos hijos, Maria del Carmen y Vicente. En 1957 comenzó su vida en la mar, llegando a conocer parte del continente africano. Fue patrón de altura, y estuvo embarcado entre otros en el Draga Sil, con matricula de Roma. Navegó en barcos de pesca entre 1958 hasta 1986, año en el en que se jubiló.  Gracias a sus conocimientos como capitán de barco, salió ileso de tres accidentes ocurridos por vías de agua, que repararon para poder llegar, mas tarde a repararlos, a los varaderos.

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A la izquierda, José con unos amigos en la desaparecida caseta de 'El Cortijo', en el Paseo de la Victoria, donde hoy se encuentra el I.N.B. Muñoz Seca.

Una vez jubilado, para ayudarse a mejorar su pensión se dedicó a la representación de bebidas espirituosas, whisky JB y vinos de cosecha. Hoy, a sus 88 años, se encuentra totalmente retirado de cualquier actividad profesional. Vivió en la calle Federico Rubio 53, y vive su viudedad desde hace varios años.

José frecuenta, impecablemente vestido y casi a diario, la tertulia de amigos que se forma en el Bar Manolo, en la calle Larga, frente a la plaza de Isaac Peral, donde toma sus cafés y cuenta algunas de sus peripecias y vivencias marítimas y marineras, que son muchas.

Da alegría verle pasear por esas calles del centro de El Puerto que tanto recuerdos le traen, y con él a todos los que le conocemos desde hace muchos años. /Texto y fotos: Carlos Pumar Algaba.

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EL CAPITÁN ROLLO.
A José se le conoce cariñosamente con el apodo de ‘Capitán Rollo’, y aunque es un calificativo que no le agrada, tiene su razón de ser. No era frecuente en su época ser una persona culta e instruida, elegante en el mundo de la mar, donde podía resultar un personaje extraño: no pegaba su elegancia, su dandismo. Persona con formación, ofrecía y ofrece interesantes disertaciones sobre los más variados temas. Y el apodo que hace muchos años se usó de forma despectiva porque la marinería no entendía sus parrafadas, en la actualidad es un reconocimiento a sus múltiples conocimientos, de las nuevas generaciones del mundo del mar, mas formadas intelectualmente.

El Capitán se ha relacionado, a lo largo de su vida, con gentes interesantes, teniendo su paradero, hace años en la desaparecida cafetería ‘El Faro’, en la esquina de la calle Palacios con Nevería, donde hoy se encuentra una óptica, allí era contertulio de los profesores del Instituto Laboral, entre ellos Manuel Martínez Alfonso (ver nótula núm. 1.051 en GdP), o Alfredo Bootello (ver nótula núm. 1.170 en GdP) entre otros.

Poeta, romántico, una composición suya con la que halagaba a las féminas es: «Si yo supiera escribir/ claveles te mandaría, y en medio de los claveles, mi corazón te pondría». A su edad echa de menos a amigos que, o bien han ido desapareciendo, como el médico Francisco Viseras Alcolea y a otros que no tienen su constancia de salir a diario a la calle, a tomarle el pulso a El Puerto.

Muy amigo de Basilio Lloret Linares, quien fuera patrón mayor de la Cofradía de Pescadores, también natural de Villajoyosa, nuestro personaje estuvo embarcado en algunos de los pesqueros de Francisco Perles Martínez, ‘Paquito Marichea’: Nuevo Moruno, Danubio Azul, Marichea, Manolo Marhuenda, entre otros.

 

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Acaba de cerrar El Cafetín, la cafetería-churrería de La Placilla, esquina a Santa María. Un clásico y centenario establecimiento hostelero de los ‘de toda la vida’ por el que han parado todas las generaciones de portuenses desde su apertura a fines del siglo XIX.

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Fotografía de enero de 2013. /Foto. J.J.Pérez

Ya estaba abierto como taberna en 1895, entonces propia de los hermanos Sinforiano y José Molleda Colosía, llegados a El Puerto desde el valle cántabro de Herrerías en 1874, cuando eran niños. Antes, un pariente, Eladio Díaz Colosía,  en su solar tuvo instalada, en las décadas de los 70 y 80, una fábrica de fideos; industria que ya se había establecido como tal, en una primera etapa, el año 1800. Acaso a ella pertenecieron las grandes vasijas que en los años 50 se descubrieron en el subsuelo (donde siguen), seguramente reutilizadas como aislantes de la humedad.

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La sucursal del Café Moderno. 1913. /Archivo Municipal.

En 1913 el negocio, ya con el nombre de Café Moderno, estaba en manos del portuense Juan Carvajal Vázquez, quien lo mantuvo abierto hasta fines de los 30. Célebres fueron su gramola, instalada en 1926 y, al año siguiente, su “aparato de radiotelefonía”.  El negocio contó con una sucursal de quita y pon montada al estilo de las casetas de feria bajoandaluzas que de cuando en cuando se instalaba en el Parque Calderón y, durante las ferias, en el paseo de la Victoria.

Concluyendo la década de los 30, probablemente tras la guerra, el Café Moderno lo tomó José López Herrera, aunque por poco tiempo, pues en 1941 pasó a ser del montañés, también del valle de Herrerías, de Camijanes, Ángel Sordo Díaz,  hermano de Maximino (que se había hecho con El Resbaladero en 1936), y de Vicente (que haría lo propio en 1950 con Los Pepes).

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Tras la barra, de izquierda a derecha, Juan Pérez (repartidor en isocarro de cerveza), Ángel Sordo y Luis Jurado (dueño del frontero bar La Liebre). Delante, Luichi Alcántara Torrent y Enrique Gago (dueño en Santa María del bar El Pescaíto). /Foto Colección A.F. G.

Quienes tengan edad para ello recordarán los seis barriles del Café Moderno-El Cafetín. A un lado, cuatro: de amontillado El Caballo (Osborne), de fino Menesteo (Osborne), de fino C (Cuvillo) y de moscatel de la bodega de Manuel Rodríguez Garrido, el de Los Caracoles de la calle Sierpes; y al otro lado los de manzanilla Argüeso y el fino Tambor de la taberna La Burra de Ramón Sordo (ver nótula núm. 489 en GdP). Muy solicitado fue también un estupendo tinto, de un tal Nicanor, de Cádiz, establecido en la calle Sacramento, que lo traía “el Tragelia” en el Vapor. Y aquellas botellas, alargadas, de casi un litro, de la cerveza Cruz Blanca (cuyo depositario en El Puerto era Ezequiel Cortínez, el de la taberna La Lucha (ver nótula 147 en GdP) de la plaza de la Pescadería), envasadas en cajas pesadísimas.

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El Cafetín en 1958. Tras el mostrador, Maximino y Ángel Sordo. Clientes, de izquierda a derecha, 'Aguilocho', Juan 'el Pirata', Antonio Guerra, Juan Villarreal, 'el Rubio', Rafael 'el de las Aguas' y Antonio 'el Gallo'. /Foto, familia de M. Sordo.

Desde 1968, cuando murió Ángel, continuó llevando el establecimiento su hijo Maximino, hasta su fallecimiento hará una década, quedando el negocio hasta su cierre en manos de su viuda. Gran tipo Maxi,  de quien guardo un gratísimo recuerdo. De las buenas gentes de La Placilla, de las que en estas páginas ha dado buena cuenta, con una sensibilidad muy de agradecer en estos tiempos que corren,  María Jesús Vela (ver nótulas 684 y 1.030 en enlace al pié de este texto).

El Cafetín se reformó en 1965, cuando perdió el cuarto reservado que tenía junto a la casapuerta de Santa María, por donde entraban las mujeres -sólo las mujeres- tras tocar un timbre, objeto de deseo de algunos traviesos chavales, los puñeteros, que sabían que el camarero, para abrir la puerta, tenía que dar un rodeo cruzando el salón interior y la cocina. Fue en 1975 cuando el establecimiento adquirió el aspecto que hemos conocido hasta su cierre.

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En la imagen, El Cafetín, tras el incendio del Teatro Principal ocurrido en 1984 (ver nótula núm. 937 en GdP). Vemos las máquinas derribando los muros del desaparecido Teatro que inauguró Críspulo Martínez. (ver nótulas núm. 311 y 319 en GdP). A la izquierda la frutería de Agustín Vela Mariscal (ver nótula núm. 326 en GdP). y, frente al puesto del Vela, la barbería de Manolo Cordones, cuyos recuerdos recrea Antonio Collantes en la nótula núm. 366, en GdP, referida a la Placilla en la década de los cincuenta del siglo pasado. /Foto: Colección A.F.G.

EL MERCADO
En una ordenanza dictada en 1835 por el gobernador civil, leemos: “Se entiende por plaza de Abastos desde las cuatro esquinas de las calles San Bartolomé y Luna hasta la del Ganado, y desde el sitio en donde se hallaba el Almotacén  en la calle del Vicario [donde se contrastaban los pesos y medidas de las mercancías] hasta las esquinas de la del Ganado.”

Un siglo antes, en 1735, los “hacendados en viñas, arboledas y cohombrales”, al estar cubiertos los sesenta puestos de pilón con los que contaba la Plaza, solicitaron al Ayuntamiento que les permitieran instalarse en la ‘plazuela de San Bartolomé’, a lo que el Cabildo –en todo tiempo atento a las peticiones de los ciudadanos- accedió.

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Calle Sierpes: Un detalle del callejero antiguo en el entorno de la Plaza de Abastos y Placilla.

No obstante de estos dos ejemplos, la existencia del Mercado Público en el entorno de la Plaza y la Placilla debe remontarse a la propia fundación de Santa María del Puerto en 1264, y probablemente antes, en la época de la andalusí Al-Qanatir. Aquí, en paralelo a Ricardo Alcón (la antigua calle del Muro), se levantaba la muralla que circundaba la población y una de sus puertas de entrada, la que comunicaba con la campiña a través de la calle del Ganado, que hasta el primer tercio del siglo XVIII fue un camino rural que transcurría junto al arroyo que llamaban de la Zangarriana, que nacía en El Caracol.

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Vista parcial de la muralla (cerca o tapia) de El Puerto en 1567, dibujada por Antón van Wyngaerden, contemplada desde la carretera de Sanlúcar.

Por él llegaban las reses al Matadero Municipal (al exterior de la muralla de Ricardo Alcón, el anterior al que se construyó en 1699, hoy sede del Imucona), y cuyas carnes abastecían a la Carnicería Pública del Rey  (donde está el Bar Vicente). Y por donde también llegaban las frutas, legumbres y hortalizas de la campiña para su venta pública, antes de que en tiempos más recientes la entrada al Palenque se hiciera por las calles San Juan y Santa María.

restaurante_alegria_puertosantamariaUn lugar en todo tiempo siempre bullicioso, de pregones y vocerío, de hortelanos y arrieros, de bueyes y borricos, de cuadras y posadas. Y de tabernas donde cerrar tratos comerciales, descansar, hablar con los paisanos y echar más de un trago.

DE TABERNAS Y BARES. 

Estaba cantado que en un espacio tan populoso y popular como La Placilla se abrieran no pocas tiendas de bebidas y comidas. Como una letanía, nombraremos algunas de las que existieron entre los últimos años 30-60:

En Ricardo Alcón, el restaurante La Alegría (ya abierto como taberna en 1899, que cerró en 1961) y el despacho de vinos Verdad, que luego fue Los Caracoles, en sus últimos años llevado por José Luis González Obregón. /En la imagen de la izquierda, publicidad de La Alegría en el Carnet de Verano de 1910. /Archivo Municipal.

En plena Placilla, Las Flores, finalmente de José Florido, que después su viuda lo convirtió en el tabernón de Encarna. La Bombilla, que luego fue el Bar Pérez, La Manzanilla y La Valdepeñera. La Liebre. Donde estuvo la oficina del Palenque, el freidor-cervecería de Genaro (Arias) que Manuel Rodríguez Ceballos convirtió en el ‘restaurant económico’ La Placilla, nombre que también llevó otra casa de comidas, de Manuel Muñoz Jaén. La Braña, de Prudencio Rábago de Celis. La Concha.

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El bar La Concha, en los bajos del Teatro Principal, en 1957.

En Santa María, frente a El Cafetín, el Bar La Riojana, de José Sánchez Sousa (el de Los Pepes, que luego fue el almacén de Leopoldo Pérez Castiñeira). El Pescaíto, de Enrique Gago. El Túnel, que también fue Las Dos Calles (por el postigo de la muralla que comunicaba Santa María con Vicario). El Caracol. Los 48. El Clavo. Y La Sacristía.

Los 22 establecimientos citados vivieron su inauguración, su apogeo más o menos mantenido en el tiempo, acaso la decadencia y su fin, como ahora El Cafetín, el viejo Café Moderno. Como la vida misma.  (Texto: Enrique Pérez Fernández)

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Caricaturas en El Cafetín, realizada por Ruiz Cuevas el 30 de diciembre de 1985. En ellas aparecen, de camareros de sala, a la izquierda Rafael Troncoso y Julio Barcia; en la Barra, de verde oscuro, hablando con éstos, el propietario  Maximino Sordo Alonso. En la cocina/churrería Juan Pauyata; y detrás del mostrador, a la derecha, Eduardo Mora y Juan Angulo, de verde claro.

Nótulas de La Placilla y su entorno en Gente del Puerto:

366. La Placilla en la década de 1950.
684. Motes en la Placilla.
1.030. La Placilla. ¡Ay, cuanto te añoro!

 

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